El simbolismo mesiánico en el proceso explorativo de Cristóbal Colón

September 26, 2017 | Autor: Yuri Leveratto | Categoría: Historia
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Descripción

El simbolismo mesiánico en el proceso de exploración de Cristóbal Colón Génova y Florencia: dos grandes capitales renacentistas. Génova, la soberbia, dominadora de los mares y sede de poderosos bancos. Florencia, el centro financiero mundial, en cuya cima estaban los Médici, capitalistas incontrastables del siglo XV. Génova dio a luz a Cristóbal Colón, el navegante del Mar Océano, quien se consideraba el nuevo Mesías, portador de la Fe al Nuevo Mundo. En Florencia nació, en cambio, Américo Vespucio, el viajante, el observador atento, el cosmógrafo. Estos dos grandes italianos, a quienes está ligada la Historia del Nuevo Mundo, se conocieron en Sevilla. Y luego estaba Roma, el centro de la Cristiandad, cuyo jefe era un papa genovés: Giovanni Battista Cybo, Inocencio VIII. El siglo XV había sido marcado por un acontecimiento fundamental. En 1453, en efecto, los turcos otomanos conquistaron Constantinopla e islamizaron gran parte de la cuenca del Mediterráneo Oriental. Su control de las rutas marítimas había cerrado importantes posibilidades de comercio entre Génova y Venecia, que traficaban desde hacía ya muchos años con los emporios del Mar Negro y de Medio Oriente. La avanzada del Islam, vista como fuerza que se contraponía al Cristianismo, se hizo sentir también en España meridional. El riesgo de que los islámicos bloquearan el mundo occidental era real. Además, estaba el Nuevo Mundo, de cuya existencia ya se sabía. Desde tiempos antiguos, de hecho, el mundo medio oriental tenía conocimiento de las enormes tierras situadas al otro lado del océano (consultar mis artículos: Fuente Magna, Ingá, Cueva de los Tayos). Cabía entonces la posibilidad de que los islámicos, fueran árabes o turcos, se apoderaran de los nuevos territorios. Inocencio VIII lo había comprendido y, por esta razón, apoyó la empresa de Cristóbal Colón. Aunque probablemente los dos hombres no se conocieron, este papa patrocinó la iniciativa, no sólo en lo que se refiere a la financiación de la parte italiana (Giannotto Berardi era un banquero de los Médici, a su vez emparentados con el papa), sino también en lo que concierne a la parte española (los dos socios administradores de la Santa Hermandad estaban vinculados con el papa: Santángel era el recolector de los réditos eclesiásticos de Aragón y Francisco Pinelli era el nieto del pontífice). Cristóbal Colón, quien ya llevaba una experiencia de decenios en la navegación del Océano Atlántico (Mar Océano), era la persona perfecta para llevar a cabo el proyecto de conquista de territorios inmensos y de evangelización de las personas que los habitaban: los indígenas.

Si no lo hubiera hecho Cristóbal Colón como representante de la Cristiandad, el proyecto de conquista lo habrían efectuado los islámicos y la Historia del mundo hubiera tomado una dirección distinta. Para Colón, Portugal y España representaban los medios para alcanzar su objetivo: la evangelización del mundo, la victoria final de Cristo, y él, que se llamaba Cristóbal (quien lleva el Cristo), se sintió iluminado y encargado por Dios de llevar la Fe al Nuevo Mundo. Su extraña firma cabalística (foto principal), es un claro ejemplo de quien se creía el segundo Mesías:

S SAS XMY Xpo ferens La cual fue interpretada así: Soy Siervo del Altísimo Salvador Cristo, Hijo de María, portador de Cristo Luego, el hecho de que Colón estuviera interesado en encontrar colosales cantidades de oro está relacionado con el objetivo final. Sólo con copioso oro sería posible pagar ejércitos bien armados con el fin de derrotar a los islámicos y reconquistar el Santo Sepulcro. Aquellas inmensas cantidades de oro y plata fueron, no obstante, invertidas por Carlos V y sus sucesores en guerras internas europeas. Colón había leído “El Millón” de Marco Polo. Estaba convencido de poder llegar a Catay y quizás fundar junto a los chinos una alianza contra el Islam. Sus planes, sin embargo, chocaron con su mente, anclada en el Medioevo. Su error fundamental, haber subestimado la extensión real de la circunferencia terrestre, lo indujo a creer que había llegado cerca a Catay, cuando, en realidad, estaba a miles de kilómetros de distancia. Las islas que descubrió fueron bautizadas con nombres que honraban a la Biblia, a Cristo o al patrocinador del proyecto, Inocencio VIII (Giovanni Battista Cybo). Y así, la isla donde atracaron las carabelas fue bautizada San Salvador (Guanahani), Cuba fue nombrada inicialmente Juana, (¿en honor a San Juan o a Giovanni Battista Cybo?), Puerto Rico también fue denominado San Juan, cuya capital aún hoy conserva este nombre, y Jamaica se llamó Santiago, en memoria de un santo que combatió contra los islámicos.

En los viajes sucesivos, la posibilidad de arribar a Catay y a las Indias encegueció a Colón, en razón de cumplir su sueño, pero sus descubrimientos no fueron al principio valorados. Efectivamente, las nuevas tierras eran vistas casi como un obstáculo en la carrera hacia las Indias, la cual tenía por fin apoderarse de primeros de las rutas comerciales y del tráfico de las especias. Si bien fue nombrado “Almirante del Mar Océano” y “Virrey de las Indias”, su poder comenzó a desvanecerse. En Roma ya no estaba su papa, Inocencio VIII, sino un nuevo papa español: Rodrigo Borgia, Alejandro VI, quien le dará la espalda a Colón y se dedicará exclusivamente a los intereses de España (Tratado de Tordesillas). La historia se volvió en su contra. En aquel momento, era España quien lo había usado, y él ya no servía más: sus descendientes tuvieron que luchar para que les reconocieran los privilegios que se le habían prometido. Además, había otro italiano, cuya mente no era medieval, sino moderna. Se trataba de Américo Vespucio: viajero, minucioso observador, cosmógrafo, antropólogo. En sus apuntes describió a los indígenas, hombres libres cuyos usos y costumbres debían ser respetados. A Vespucio no lo impulsó el deseo de evangelizar ni el afán de hallar extraordinarias riquezas. Aunque Colón morirá sin reconocimiento ni honores, a su muerte varias ciudades se disputaron sus restos, y todavía hoy decenas de ellas reivindican su paternidad. A su epopeya, en el mundo occidental, sólo la precede la de Jesucristo. El genovés triunfó, llevando la Fe en Cristo al Nuevo Mundo, si bien el proceso de evangelización forzada de los indígenas resultó ser uno de los más grandes shocks culturales de todos los tiempos. También el florentino venció, ya que sus atentas observaciones geográficas y antropológicas, junto con su amplísima experiencia, adquirida en cuatro viajes de exploración, lo llevaron a ser, antes de su muerte, el hombre más experto del nuevo continente en el mundo. De ahí que el rey Fernando le asignara el título de “Piloto Mayor de Castilla” y, por este motivo, el Nuevo Mundo será siempre recordado con el nombre de América. YURI LEVERATTO Copyright 2012

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