El silencio de las begonias: género, ciudades, y espacios generizados

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Descripción





Es importante considerar también el fenómeno de la autoconstrucción. En estas construcciones no firmadas, en las que una familia o comunidad busca solucionar sus propias necesidades de espacios, las mujeres juegan un papel fundamental.
El debate sobre el espacio público y privado en relación al género comenzó como una reflexión sobre el "entorno construido", más que sobre la arquitectura en su acepción artística-académica. Por ello, muchos de los estudios que he mencionado se enfocan en lugares cotidianos y espacios públicos, más que en la obra de creadores individuales.
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Poéticas visuales. Apropiaciones literarias. Arquitectura, fotografía y cine.
Seminario de Estudios Literarios
Maestría en Letras (Literatura Comparada)

El silencio de las begonias: género, ciudades, y espacios generizados
Presenta: Julieta Flores Jurado

El espacio es un principio de ordenamiento. A través de metáforas espaciales, un universo social cobra forma: hablamos de "amplias aplicaciones", "esferas de interés", "mentes abiertas", "círculos políticos", "opiniones divididas", etcétera (Ardener 112). En el vocabulario espacial también se articulan oposiciones binarias en las que, como ha demostrado la deconstrucción, el primer término posee una mayor jerarquía: norte-sur, arriba-abajo, derecha-izquierda. Sin embargo, el espacio está a su vez ordenado por otros factores: para Iain Borden, el género es, junto con la noción de clase, el factor más importante en la forma en que el espacio, específicamente la ciudad, se estructura y se "habita (312). Las relaciones de género, entendidas como las interacciones sociales en las que el género es relevante, son parte esencial de la reproducción de códigos y convenciones. En este ensayo, entenderé género no como tipo o especie, o como sexo biológico, sino como "el conjunto de ideas, representaciones y atribuciones que toman como base la diferencia sexual. . . la lógica [cultural] que impone esquemas mentales y formatos de comportamiento a partir de la simbolización de lo que en una cultura se considera propio de los hombres y propio de las mujeres" (Lamas, "Género y sexualidad").
Borden ha señalado tres áreas que ejemplifican cómo las relaciones de género influyen en las ciudades, y cómo la configuración de las ciudades contribuye a mantener las relaciones de género. Estas áreas son la división entre el trabajo doméstico de las mujeres y trabajo remunerado de los hombres, la profesionalización de la arquitectura y el urbanismo, y la experiencia del espacio urbano (312). Comentaré brevemente sobre cada una de estas áreas, para después pasar a un breve panorama de los estudios sobre arquitectura y espacio con preocupaciones de género, y finalmente aplicaré algunas de estas ideas al análisis de "Filling Station", de la poeta estadounidense Elizabeth Bishop. Este poema describe un espacio dividido de acuerdo al género y, a través de una perspectiva femenina, cuestiona la validez de estas fronteras rígidas y busca señales de una presencia femenina en un espacio que generalmente se asocia a lo masculino.
Por otra parte, Victoria Rosner, en su estudio Modernism and the Architecture of Private Life, señala el reciente interés de los estudios literarios en la relación entre el modernismo y lo doméstico:
Jessica Feldman characterizes domesticity as "an important artistic accomplishment" of both Victorian and modernist writers, whose work she sees as continuous. Thomas Foster argues that works by modernist women writers "should be read as a transitional moment between nineteenth-century domestic ideologies and postmodern concepts of space." For these critics, domesticity is central to modernism in terms of ideology, aesthetics, materiality, and gender. (Rosner 13)
Si bien la obra de Elizabeth Bishop se ha ubicado como el cierre del modernismo norteamericano, tal vez es por ello que en este poema podemos ver un ejemplo de la etapa final del proceso de cambios ideológicos y estéticos en la representación del género y el espacio doméstico que señala Rosner.

Arquitectura, urbanismo y estudios de género
Para Borden, la división del trabajo de acuerdo al género entre actividades materialmente productivas (remuneradas) y actividades socialmente productivas (no remuneradas) se tradujo en las ciudades del siglo XX en una división espacial entre centros urbanos y suburbios, entre lugar de trabajo y hogar. Si bien esta división se ha difuminado durante ciertos periodos, por ejemplo, con la entrada de las mujeres al trabajo industrial durante la Segunda Guerra Mundial, existen mecanismos ideológicos dirigidos a perpetuarla, como la publicidad que apela al rol de las mujeres como madres y cuidadoras y como responsables de decidir qué productos consumen sus familias. En segundo lugar, Borden discute la participación de las mujeres en el Reino Unido y en Estados Unidos en la arquitectura y el urbanismo como actividades profesionales. Si bien las facultades de arquitectura cuentan con una proporción casi equilibrada de estudiantes hombres y mujeres, en la práctica profesional estas cifras son menos equitativas. Borden propone rescatar las aportaciones de grupos de mujeres que trabajaron como urbanistas profesionales y semi profesionales a finales del siglo XIX, y el papel esencial que las arquitectas "invisibles" han tenido en proyectos que usualmente se piensan como la obra de sus socios o colegas. Uno de los libros más influyentes en el urbanismo del siglo XX, The Death and Life of Great American Cities (1961) fue escrito por una mujer que no tenía una formación profesional como arquitecta, Jane Jacobs. Aunque este libro no toma en cuenta el género como un asunto central en su discusión sobre las ciudades, para críticas como Elissa Rosenberg y Mary McLeod "Jacobs' urban landscape comes . . . explicitly from a woman's experience" (McLeod 192).
Por último, es importante reconocer las diferentes formas en que las mujeres experimentan el espacio urbano, tanto en la vida diaria como en sus representaciones artísticas. Elizabeth Wilson ha señalado que, para algunas mujeres del siglo XIX, los cafés, la ópera, los teatros, los hoteles y las tiendas de París se convirtieron en lugares de anonimato y liberación (Borden 327). La historiadora del arte Griselda Pollock ha estudiado las representaciones de mujeres en la pintura impresionista, llegando a la conclusión de que el espacio representado nos habla sobre el tipo de mujeres que lo habitan: "artists correlate certain kinds of women with particular spaces in the city: 'ladies' are found in parks and theatres; 'fallen women' are discovered in the backstage of theatres, cafés, follies and brothels" (Pollock cit. en Rendell et. al. 105). Se ha rescatado también la figura de la flâneuse, un personaje que, de acuerdo a Lauren Elkin, puede estudiarse siguiendo las rutas de mujeres como George Sand, Virginia Woolf y Patti Smith. Sin embargo, como Leslie Kanes Weisman demuestra en su "Women's Environmental Rights: A Manifesto", queda mucho por hacer:
The appropriation and use of space are political acts. The kind of spaces we have, don't have, or are denied access to can empower us or render us powerless. Spaces can enhance or restrict, nurture or impoverish. […] If the future vision for the built and planned environment is to be one in which the totality of women's needs is environmentally supported, then each woman must become her own architect, that is, she must become aware of her ability to exercise environmental judgment and make decisions about the nature of the spaces in which she lives and works. (4)
Desde finales de la década de los setenta, las académicas feministas y las arquitectas han comenzado a reflexionar sobre la forma en que las ciudades y los espacios habitables reflejan y reproducen la opresión de las mujeres. "From the corporate towers of the wizards of industry to the Emerald City of the Wizard of Oz, men have created the built environment in their own self-image" (Weisman 1). La labor de identificar y responder a estos mecanismos ideológicos ha sido un trabajo sumamente interdisciplinario. Uno de los libros clave en el desarrollo de los estudios arquitectónicos feministas es Sexuality and Space (1992), editado por Beatriz Colomina, quien reunió a colaboradores formados no sólo como arquitectos, sino también como antropólogos, críticos culturales, historiadores del arte, geógrafos, psicólogos y filósofos (Rendell et. al. 6). En los siguientes veinte años, los estudios de género y arquitectura se han ocupado de temas tan diversos como la configuración de los espacios de trabajo, la apropiación de espacios públicos con propósitos políticos, la movilidad de las mujeres en los suburbios y los centros comerciales, la necesidad de transporte y espacios públicos adecuados para las mujeres, el rescate de la obra de arquitectas como Eileen Gray y Denise Scott Brown y las representaciones arquitectónicas de lo masculino y lo femenino. Por ejemplo, Jane Rendell señala que "Soft, curvaceous interiors are connected with women and phallic towers with men" (103). Para Elizabeth Wilson, lo masculino y lo femenino pueden ser dos fuerzas que interactúan al interior de una misma ciudad: "The city is masculine in its triumphal scale, its towers and vistas and arid industrial regions; it is 'feminine' in its enclosing embrace, in its indeterminacy and labyrinthine uncentredness" (151).
Leslie Weisman señala que las dinámicas de género son visibles también a menor escala, en la disposición de los espacios privados: una casa tiene espacios designados para el trabajo masculino y femenino. Victoria Rosner ha notado, en su estudio sobre las viviendas europeas de finales del siglo XIX, la función de los umbrales como lugares de transición entre espacios definidos por el género o la clase de sus ocupantes (59-90). La configuración espacial de acuerdo a estos factores, que para Borden es fundamental en el análisis de las ciudades, se repite como un fractal en la organización de la casa. Una de las labores de la arquitectura con preocupaciones de género es desarticular, poco a poco, estas divisiones espaciales rígidas, y unirse a la agenda feminista al llevar lo privado a la arena de lo público. Como se verá en el poema de Elizabeth Bishop, el trabajo realizado en los espacios privados se refleja en y contribuye a sostener el trabajo en público.

Género y espacio en "Filling Station"
Hemos hablado hasta ahora de espacios "generizados", pero ¿cómo es que se "generizan" estos espacios? ¿Son el resultado de la intención del arquitecto o arquitecta, o pueden leerse como generizados a través de la interpretación y la crítica? (Rendell 101) Una tercera postura respecto a este problema es tratar de entender la generización de los espacios a través de su uso cotidiano, de su ocupación y transformación por sus habitantes. Una cocina doméstica es un lugar que generalmente se asocia a lo femenino, mientras que la cocina de un restaurante fue considerada, hasta hace poco tiempo, un espacio masculino. Los geógrafos marxistas David Harvey y Edward Soja afirmaron que el espacio no sólo es producido, sino productivo: "space is not innate and inert, measured geometrically, but an integral and changing part of daily life, intimately bound up in social and personal rituals and activities" (Rendell 101-2). Esta noción ha sido crucial para los estudios feministas sobre espacio y arquitectura: el espacio se nutre de y a la vez produce relaciones de género, refleja y sostiene barreras (centro-periferia, hogar-trabajo, personal-político) e interacciones específicas. ¿Qué sucede cuando en un mismo lugar se reúnen trabajo y vivienda?
"Filling Station" comienza con una descripción de un lugar de trabajo tradicionalmente masculino: una gasolinera, tan cubierta de grasa y aceite que podría incendiarse fácilmente: "oil-soaked, oil-permeated/to a disturbing, over-all/black translucency" (3-5). Un adjetivo se repite en cada una de las primeras tres estrofas del poema: dirty. La poeta-observadora se coloca al margen de la escena, enumerando a los personajes masculinos que ocupan la gasolinera: "Father" y "several quick and saucy and greasy sons" (7-11). El poema no nos dice nada más sobre ellos. La observadora comienza a hilar, como si se tratara de una escena del crimen, las pistas que le permitirán deducir que esta gasolinera es más que un lugar de trabajo poco hospitalario. Al fondo de la estación hay algunos muebles de mimbre, y "on the wicker sofa/a dirty dog, quite comfy" (19-20). Sobre una carpeta tejida hay algunos cómics y una maceta con una begonia. La observadora se pregunta qué hacen todos estos objetos en un lugar tan inusual, quién se preocupa por disponerlos así. En medio de la impresión de desagrado causada por la suciedad de la gasolinera, la observadora aborda con humor detalles como el perro descansando en el sofá, o esta begonia que quizá sobrevive a base de gasolina y no de agua (35-6). Por momentos, la mirada de la poeta se acerca tanto a los objetos al fondo de la gasolinera, que es capaz de distinguir que la carpeta está tejida con hilo gris y decorada con bordados florales. Aunque la gasolinera parece tan sucia y descuidada, hay alguien que se preocupa por tejer esa carpeta, por regar la begonia, y por arreglar las hileras de latas de aceite que "calman" a los automóviles murmurando "ESSO—SO—SO—SO" (39). Ese alguien es un personaje femenino in absentia.
"Filling Station" no es un poema sobre la experiencia femenina de una ciudad observada desde una posición marginal. Es, sin embargo, un poema que replica esta estructura al nivel de un microcosmos claramente delimitado. El escenario es la gasolinera, sin ninguna pista sobre el contexto en el que ésta se encuentra. La escena no corresponde a las nociones tradicionales de lo que se consideraría un paisaje bello, pero al crear un marco en el que se sitúa este poema con un claro interés por lo visual, Bishop "distinguishes the world of the artwork from the world of the viewer. […]The frame is a kind of lens, amplifying without appearing to influence the viewing experience." (Rosner 35-6). Al interior del marco construido por el poema, en los espacios abiertos o visibles hay personajes masculinos trabajando; en el porche, en la frontera entre la casa y el espacio de trabajo, la observadora nota algunos indicios de una presencia femenina, pero no podemos saber quién está detrás del porche.
Así como a las mujeres en las ciudades se les ha tratado como no-ciudadanas, como si no pertenecieran a ese entorno, los objetos que delatan una presencia femenina en la gasolinera son inmediatamente visibles para la voz poética, como si de alguna forma no pertenecieran a ese espacio. Reflejan lo ausente, lo otro. De acuerdo con Mary McLeod, en la crítica arquitectónica influida por el postestructuralismo, "feminity becomes 'lack,' 'absence,' 'the unconscious,' 'that which cannot be represented'—in short, 'the other.'" (185). Hay una mujer detrás del porche que ha hecho posible que este lugar sea habitable, como una arquitecta invisible. El poema demuestra que la división entre lo público y lo privado, el espacio femenino y el espacio masculino, es más permeable de lo que parece.
La voz poética se ubica en el umbral de la gasolinera, una barrera permeable que le permite observar muy de cerca detalles como el tejido de la carpeta o las letras en las latas de aceite, y a la vez permanecer como una observadora externa, que no interactúa con los objetos o con las personas en la gasolinera. Para Anne Friedberg, "the frame becomes the threshold—the liminal site—of tensions between the immobility of a spectator/viewer/user and the mobility of images seen through the mediated "windows" of film, television, and computer screens" (6). La reflexión de Friedberg se enfoca en las ventanas y marcos en los medios digitales, pero considero que en este poema, en el que la percepción es fundamental, es pertinente recuperar esta idea del marco como un sitio en tensión, donde convergen la visión del observador y la escena descrita o retratada. La poeta-observadora en "Filling Station" quizá permanece inmóvil en un sentido espacial o temporal, pero sus procesos de reflexión sobre la escena contemplada son sumamente dinámicos. Su visión del entorno se modifica conforme traza conexiones entre estos objetos "extraños". La gasolinera que vimos al principio cambia cuando estos indicios se hacen visibles: "as anyone who has played chess will know, objects are affected by the place in space of other objects; not only their presence, and their position, but even their absence, or 'negative presence', may be important" (Ardener 114). La gasolinera podría ser considerada un no-lugar de acuerdo al planteamiento de Marc Augé: anónima, idéntica en todas partes, como las autopistas, las salas de espera o las cajas de los supermercados; un espacio en el que el individuo se convierte en "no more than he does or experiences in the role of passenger, customer or driver" (Augé 103). El poema trata sobre su transformación en un lugar.
La presencia de esta composición del taburete, la carpeta, la planta y los cómics, que parecería casi una naturaleza muerta si no fuera porque se trata del único elemento de vida y color en la gasolinera, modifica toda la descripción previa. La voz poética se impacienta al tratar de encontrar sentido a esta presencia: "Why the extraneous plant?/Why the taboret?/Why, oh why, the doily?" (28-30). La conclusión no es totalmente clara: "Somebody loves us all". ¿Quiénes son "us"? ¿Significa que la observadora finalmente se identifica con la vida en la gasolinera y se incluye a sí misma en el retrato familiar? ¿O se trata de una solución irónica, en la que la observadora duda que la única explicación para los indicios dejados por esta mujer invisible sea el amor? Tal vez esta gasolinera, que por momentos se ilumina por los detalles que fascinan a la observadora, no existiría de no ser por la permanencia de relaciones definidas por la subordinación y el silenciamiento.
"For although women, along with minorities, children, the poor, are still not full citizens in the sense that they have never been granted full and free access to the streets, industrial life still drew them into public life, and they have survived and flourished in the interstices of the city, negotiating the contradictions of the city in their own particular way", escribe Elizabeth Wilson en "The Sphinx in the City" (152). A pesar de todo, la mujer oculta tras el porche de la gasolinera sobrevive y florece, como la begonia que se ha ocupado de cuidar.

Bibliografía
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