El ser - hombre. Derrida y una ontología de la vecindad

September 11, 2017 | Autor: J. Agüero Águila | Categoría: Derrida, Deconstrucción
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Descripción

El ser - hombre. Derrida y una ontología de la vecindad

(Publicado en revista Carcaj, Santiago de Chile, Noviembre 2014)

http://www.carcaj.cl/2014/10/el-ser-vecino-otra-vez-sobre-los-origenes-del-
hombre-de-jacques-derrida/

Derrida apunta de entrada en el texto Les fins de l'homme (1972) (Los fines
del hombre), que después de la segunda guerra mundial se habría instalado
en Francia, bajo el nombre de existencialismo, un tipo de pensamiento y
filosofía que se entendía y proponía como humanismo. Sin embargo, esta
tradición incipiente, habría remplazado la noción de hombre por la de
realidad humana, desestimando con este gesto a toda la tradición de un
humanismo metafísico e imponiendo una terminología neutra, sin una
verdadera preocupación ontológica y fuertemente descriptiva[1]. Se
pretendía, con este desplazamiento de las consideraciones metafísicas sobre
el hombre y su naturaleza, arraigar una suerte de humanismo que se
concentrara en la unidad del hombre, en aquellas características históricas
–ónticas- que describirían una realidad humana de la presencia. Derrida
señala: "a pesar de esta pretendida neutralización de las pretensiones
metafísicas, es necesario reconocer que la unidad del hombre no es, en ella
misma, interrogada"[2].

Es en este contexto de un humanismo descriptivo, que Derrida apunta a Jean
Paul Sartre como el filósofo que expresa esta neutralización metafísica del
humanismo propiamente tal, indicando que su trabajo –al que Sartre
autodenomina ontología fenomenológica- no es otra cosa que un ejercicio de
descripción y elaboración de estructuras sobre la realidad humana: "En
tanto describe las estructuras de la realidad humana, la ontología
filosófica es una antropología filosófica"[3].

Lo anterior deriva, por cierto, en que la noción misma de hombre, su
potencia de signo y su horizonte significante, carezca de historia, de
bordes y de una dimensión pre-óntica. Más bien, la antropología sartreana
atrinchera al hombre en espacio inmanente donde la presencia es lo único
que rendiría filosóficamente y al interior de la cual no hay disposición a
lo invisible, a las huellas y a los restos, a lo no-presente, a lo
inmaterial. Existe, a juicio de Derrida, una antropologización del
humanismo metafísico que ha intentado, a partir de su plexo descriptivo,
superar por defecto a ese otro humanismo, al de la metafísica de Hegel,
Husserl y Heidegger. Esto es importante, en cuanto la antropología
filosófica sartreana nos permite apuntar, por el error de su propia
formulación, a eso que pretende superar, es decir, a la metafísica del
hombre, a la ontología conjunta de un lenguaje, un ser y un tiempo que no
se dejan atrapar por la formulación fenotípica de la empresa sartreana[4].
A partir de Sartre -y pesar de él- arriesgamos la frase que Heidegger nos
hereda en su Carta sobre el humanismo: "todo humanismo sigue siendo
metafísica"[5]. Es decir, la pregunta por el hombre es siempre una pregunta
por el hombre a-priori, por aquello que nos inquieta y estremece más allá
de los bordes de una existencia histórica, presente. El hombre es más que
su antropología y sus características adheridas. El hombre y su humanismo
son, para Derrida siguiendo a Heidegger, una posibilidad para la ontología
más profunda y, por lo tanto, una oportunidad para el examen del ser.

"El pensamiento del fin del hombre está entonces siempre ya prescrito en la
metafísica"[6]. Si el humanismo es siempre una metafísica en cualquiera de
sus formas (desde Hegel a Sartre), por acierto o por defecto, entonces el
hombre mismo se aloja dentro de la metafísica. No hay humanismo fuera de la
metafísica, y los fines del hombre, sus propios límites y bordes son
metafísicos, ontológicos. ¿Cuáles son los fines hombre? ¿Dónde deambulan en
este divagar metafísico y humanista que nos propone Derrida en clave
heideggeriana? Dos respuestas posibles y estrechamente vinculadas. Primero,
el fin del hombre ya está anunciado, augurado en la experiencia existencial-
histórica. La muerte como certeza existencial única ya marca este fin desde
el momento en que somos activos en el mundo. Por otra parte, este fin marca
una apertura (religiosa o mística) hacia una infinidad sin límites que
proseguiría a nuestra experiencia óntica. Aquí los fines del hombre se
hacen más difusos y tienden a emparentarse con la ontoteología. El punto es
que hay ser porque hay muerte y hay muerte porque hay tiempo. Al hombre
siempre le va su propio ser, le es inmanente. Del mismo modo, como dice
Derrida: "El hombre es lo que tiene relación con su fin"[7]. Lo que
entendemos como trascendencia sólo puede expresarse en relación a la
muerte. Los existenciales[8] de los que nos habla Heidegger, solo adquieren
sentido en relación al fin más verdadero, el de la muerte, pero a la vez la
vida se extiende por la certeza de ese fin en un plano de trascendencia
absoluta en donde el fin o los fines se relativiza(n). Ella, la muerte, es
el fin que nos permite la extensión.

Es entonces que Derrida nos propone una lectura filosófica que intercale, a
modo relacional, un cierto tipo de humanismo y un pensamiento del ser. Esta
empresa requiere, necesariamente, de la emergencia de una pluralidad que
debe ser descartada, una pluralidad histórica y extensiva a la vez la cual
tiene que ver con un nosotros[9]. Derrida es claro al apuntar que solo
restándole el nosotros a lo que es propio del hombre en su singularidad,
que se nos revela la vecindad entre un pensamiento de lo humano y un
pensamiento del ser. Vecindad es aquí la palabra clave. Palabra que
permitirá ir desatando el nudo que nos impide ver que todo humanismo habita
en la metafísica más allá de si es un antropologismo de la realidad humana.
Esta es la vecindad del ser consigo mismo. Vecindad del ser hacia y desde
el ser que soy. El ser juega en el juego del ser porque es lo más próximo
que tiene. Es a partir de esta vecindad que "(…) vamos a ver constituirse
contra el humanismo y contra el antropologismo metafísico, otra insistencia
del hombre (…)"[10]. Esta vecindad es un ursprung aún más previo que el Da
del sein como lo señala Derrida. Estaríamos frente a una ontología primera
que nos permite el examen del ser mismo. Metafísica de la proximidad o de
la vecindad.

¿Y qué es el ser sino el ser del hombre? ¿Qué es el humanismo sino el
humanismo del hombre? Humanismo y metafísica no han estado nunca en dos
dimensiones distintas, son un sola y misma sustancia sosteniendo la
existencia del dasein heideggeriano. La vecindad del ser con el ser que
fundaría toda ontología es la proximidad del hombre con el hombre. Al
humanismo le va la metafísica por definición eidética. A esta altura, por
cierto, dasein y hombre son lo mismo.

Sin embargo, el ser no es nada, no habita en presencia alguna y es sólo
traducible en la metáfora óntica. En esta línea, y tal como lo plantea
Derrida, cualquier intento del humanismo antropológico por referirse a la
metafísica del hombre, resulta marginal e inútil sino escaba en la
ontología heideggeriana. Ahora, si lo que se persigue es hablar del hombre
como aquello que es propio del ser, se cae en un error de interpretación de
Heidegger, puesto que el hombre no es ni el resorte ni la expresión añadida
del ser, sino que ambos se explican por la vecindad que los transforma en
inseparables. No hay separación sino co-habitabilidad.

Apunte al margen

Se intuye que en la crítica derridiana al existencialismo francés de
posguerra hay una derivación crítica al pensamiento logocéntrico. La
intención derridiana de contrastar a la metafísica heideggeriana con la
antropología sartreana, nos desliza hacia un territorio en donde lo que es
puesto en tela de juicio es la presencia y un pensamiento de lo material.
Es el logos finalmente, en su versión sartreana, quien estaría operando
como agente distorsionador de una ontología que entiende al ser como lo más
próximo al hombre. Como se ha sostenido, el humanismo siempre ha sido
metafísico, jamás el hombre ha podido sustraerse de la proximidad con su
propio ser, entonces, el humanismo francés, deriva en interpretaciones
plausibles del hombre, empíricas y radicalmente ónticas. Se deja circulando
así, la idea de que la crítica derridiana a Sartre es, ulteriormente, una
crítica al logocentrismo en su versión filosófica última.

Quedaría por examinar el proyecto derridiano que está implícito en el texto
Los fines del hombre y que ha implicado un giro trascendental en la
filosofía de la segunda mitad del siglo XX. A modo general, este proyecto
apuntaría a la articulación de otro lenguaje filosófico, al interior del
cual los conceptos sobre los que se ha edificado la razón logocéntrica
quedarían por lo menos estremecidos, al tiempo que susceptibles de ser
deconstruídos. Sin embargo, este proyecto habita en la lectura que Derrida
hace de Heidegger en el texto mencionado. Esta lectura nos lleva hacia la
radicalidad del ser. El ser es lo más radical que existe. Es antes y
después de lo que entendemos por hombre y por humanismo. Los fines del
hombre se alojan en un pensamiento del ser, por lo tanto el ser exige al
hombre extenderse hacia los límites de su propia existencia. No obstante y
al mismo tiempo, el hombre representa para el pensamiento del ser su propio
límite. Ser y hombre están encadenados por una limitación paralela y
compartida que los estrecha y los transforma en un humanismo dependiente el
uno del otro. Como culmina Derrida: "El ser es desde siempre su propio
fin"[11].









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[1] Cf : Derrida, Jacques. Les fins de l´homme. En « Marges de la
philosophie ». Ed. Minuit. Paris, 1972. pp. 135-136.
[2] Derrida, Jacques. op. cit. pp. 136-137
[3] Derrida, Jaques. op. cit. p. 137
[4] Es necesario apuntar que la noción de "ontología fenomenológica" es el
subtítulo del Ser y la nada de Jean-Paul Sartre.
[5] Heidegger, Martin. "Carta sobre el humanismo". Traducción de Helena
Cortés y Arturo Leyte. Ed. Alianza. Madrid, 2002. p. 265.
[6] Derrida, Jacques. op. cit. p. 144
[7] Derrida, Jacques. op. cit. p. 147
[8] Heidegger se refiere a los existenciales del ser como las
manifestaciones contextuales del dasein, o a las formas que este puede
tomar una vez activo en el mundo: experiencias afectivas, religiosas,
políticas, etc. Cf: Heidegger, Martin. "Ser y tiempo". Traducción de Juan
Eduardo Rivera. Ed. Universitaria. Santiago de Chile, 2002. pp. 79-85.
[9] Derrida, Jacques. op. cit. p. 148
[10] Ibid.

[11] Derrida, Jacques. op. cit. p. 161
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