El secreto de lo simple

June 19, 2017 | Autor: Florencia Abbate | Categoría: Artes plásticas
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Descripción

EL SECRETO DE LO SIMPLE Sobre Hugo Padeletti Florencia Abbate (UBA/CONICET)

¿Qué más hay en lo que vemos? La creación de las imágenes empieza interrogando las apariencias. No se trata sólo de medir y calcular, sino sobre todo de saber recibir lo que está más allá. Hay quienes dicen que las apariencias son aquella frontera que se aspira a atravesar. Según este punto de vista, cualquier artista plástico anhela captar algo que se encuentra detrás de lo visible, no porque todos sean platónicos, sino porque se empeñan en mirar... Padeletti reduce la sustancia de lo aparente a la delgadez de un trazo. Un trazo iluminado por algo que está en todas partes y no está en ninguna. Algo que resplandece desde la superficie del papel, pero que no se puede señalar dado que no es tangible. En toda creación genuina hay un elemento que no se deja someter íntegramente a la conciencia. Y ese resto, ese pequeño resto, es lo esencial. ... Cuando menos da más Casi todos sus dibujos se acotan a una única línea. Surgen de ese ejercicio que consiste en reducir la obra a un solo movimiento, dejar que la inspiración vaya recorriendo el plano sin interrumpir su flujo, no levantar el lápiz del papel.

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Hay en su trabajo un principio de pudor ante cualquier abundancia. Padeletti prefiere restar en lugar de sumar, y nos demuestra que esa sustracción conlleva una ganancia mayor que la mera acumulación de cosas. Sabe que una de las más profundas facultades del arte es la de generar libertad a partir de constricciones. La economía de recursos no provoca escasez; antes bien, disminuyendo, el poder de las formas visibles aumenta –a menudo, aumentando disminuye. ... Dibujar, una alegre distensión El arte de Padeletti es grácil, austero, sugerente, y a veces irradia un humor delicado. Entre sus más preciadas leyes se cuenta la espontaneidad. De ahí la confortante ligereza de sus líneas, que siempre parecen ser fruto del distendido impulso de alguna iluminación súbita, y nunca labradas con esfuerzo, prosaica y exhaustivamente, como si su artífice fuera un operario del arte más que un creador. Imposible imaginarlo resoplando a la hora de crear. Es evidente que para él esto es algo que debe realizarse fácil como una alegría, sin ningún tipo de aspereza o conflicto. A tal punto que cualquier trazo suyo consigue insinuarnos todo el placer implícito en la acción de dibujar. En virtud de esta ligereza, cualquier figuración se libera del lastre pesado, tosco y farragoso que pueda tener esa presencia en el mundo cotidiano, y le hace adquirir en el plano una cualidad aérea, como si la hubiera despojado de toda gravidez y gravedad. ... Formas en aérea autonomía

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Abstraer es el procedimiento por medio del cual Padeletti elimina lo superfluo y les da a las imágenes un ímpetu aéreo. Entonces lo alguna vez mirado se transforma en lo visto: se vuelve invención. Pierde sus condicionamientos mundanos y se instala en el reino de la forma, síntesis entre interior y exterior, inmanencia y trascendencia. La emoción estética es siempre un efecto de la forma. Y es por eso que sus dibujos se apartan de cualquier apuesta mimética, independientemente de que el resultado sea figurativo o no. Resuenan con aquello que Michaux dijo de la obra de Klee: “Una línea sueña. Hasta ahora nadie había dejado soñar a una línea”. Por su carácter diagramático, y también porque carece de colores, el dibujo no apunta a competir con la naturaleza. Más aún, se diría que su espacio porta otra dimensión temporal: el aquí y ahora del plano no es el horizonte del tiempo unilineal. El tiempo presenta en el plano una sola realidad, la del instante. El tiempo es una realidad afianzada en el instante y suspendida entre dos nadas... ... Inventado es intuido La espontaneidad resulta inseparable de una confianza en la intuición. Sus formas traslucen una resistencia a darle intervención al pensamiento lógico racional durante el acto creativo. No en vano, las invenciones son, precisamente, la intuición de cosas tal como éstas se manifiestan en niveles de referencia distintos de los empíricos. Inventar no se obtiene con pensar ni con apretar los dientes. En este punto, Padeletti parece inclinado a creer que la impertinencia del cálculo incluso podría acarrear destrucción. Simone Weil aseguraba que existe una manera de prestar atención a los datos de un problema geométrico sin abocarse a buscar la solución, o a las palabras de un texto griego o latino sin buscar su sentido, “hay una manera de

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esperar que lo justo venga por sí mismo, rechazando simplemente lo inadecuado”. La inteligencia es a la intuición lo que el buzo al aviador: va a buscar al fondo de las aguas lo que aquella le señala desde el aire. ... El secreto de lo simple Sintético, leve, intuitivo, y por último: simple. ¿Qué puede decirse de la simplicidad como valor? Basta sentir con suficiente convicción que la virtud superior es aquella que no se preciaría jamás de ser virtuosa. Simplicidad es saber mostrar la fuerza sin sacar los músculos. Simplicidad se lleva bien con humildad y sutileza. Y por todas estas razones es también aquello que su nombre niega, sólo en apariencia; el arte simple es el arte más difícil. ¿Quién se animaría a explicar el secreto de lo simple? ¿O acaso existe mayor desafío que desentrañar esa milagrosa conjunción de transparencia y misterio? ... La ofrenda Sin la menor estridencia (ni afán perturbador, ni dramatismo), las obras de Padeletti penetran hondamente nuestra sensibilidad. Son hijas de una búsqueda contemplativa y, fieles a ella, a la contemplación se ofrendan. También, a un ideal de belleza en el que la belleza se quiere como el agua: tanto mejor cuanto menos sabor tenga. El proceso creador que les dio origen sólo admite ser imaginado en términos de vacuidad, sencillez y capacidad de sugerencia, la que sabe captar y trasmitir en la obra esa siempre inquietante relación entre lo cognoscible y lo

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incognoscible. ... Contemplar, ausentarse en el instante La experiencia contemplativa es (en su doble perspectiva religiosa y estética, que en última instancia convergen) un fenómeno más infrecuente de lo que suele creerse. Nuestros actos de pura atención son más bien episodios extraordinarios que se sustraen de esa continuidad comúnmente llamada duración. A diferencia del solipsismo y del ensimismamiento narcisista -con los que a veces mal se la confunde-, la contemplación requiere un don y un sostenido ejercicio de la receptividad: una excepcional apertura y una solicitud hacia los seres y las cosas que pueblan el mundo. Un arte nacido de la contemplación ha de ser, casi necesariamente, un arte paciente. Y ha de ser, además, un arte auténtico, puesto que nunca aceptará abandonarse a otro requerimiento que no sea el de ese instante inspirado que transporta -al margen de la voluntad- el ser a la libertad o, si se prefiere, a la suerte inicial del devenir. ... Sólo la fe La obra de Padeletti –y esto resulta evidente ya en un primer contactoprocede de un artista incapaz de hacer algo en que no crea. Nada en ella es forzado, nada en ella comporta impostura ni lleva las marcas de la deliberación. Su obra nos invita a concluir que una cosa sólo puede ser bella si es cierta. Por supuesto, un arte así concebido no parece posible sin fe. Debe haber una fe que sostenga y ampare esta búsqueda. Fe en la belleza como tal. Fe en el arte como disciplina que trasciende al sujeto y al objeto. Fe en que en la

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gratuidad de esos movimientos simples, sin ninguna motivación externa, se esconde un tesoro infinito de posibilidades. ... Lo irreductible Sus dibujos permiten apreciar con inusual intensidad el abismo que se abre entre dos modos de trabajo. Padeletti los distinguió en su ensayo con justas palabras: uno de ellos es gracia (lo que se da de por sí); y el otro, astucia (lo que se logra aparentar). Contemplando sus líneas se percibe que en esta obra el arte renunció a ser artificio, a ser maña, a ser habilidad, a ser concepto. Acaso ahí reside su irreductible diferencia con buena parte del arte de nuestros días, cuyo supuesto valor se diluye muchas veces con la misma actualidad en la que, astutamente, pretende injertarse. ... Una ética de la inmovilidad Considerando todo lo señalado hasta aquí, resulta sumamente comprensible que Padeletti no haya hecho casi nada en pos de difundir su obra plástica. No habría que suponer que esto fue un gesto decidido. Mucho más plausible es que haya sido despreocupación: acorde con la ética desinteresada que guía su búsqueda. La profesión de fe en la belleza se basta a sí misma. Está colmada cuando se vacía de toda finalidad que no sea ella misma. Se vacía para mejor ser plena, como el silencio no es ausencia de sonido sino algo aún más positivo, más intenso que éste. Padeletti produce y concibe su obra en una zona completamente extraña

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tanto al poseer como al utilizar. Ha sabido no hacer nunca objeto de su amor a falsos dioses (llámense fama, dinero, etc.). Y la reconciliadora claridad de sus dibujos deja imaginar a su hacedor en la figura del que se mantiene inmóvil en estado de vigilia, de atención, de espera -pese a las numerosas distracciones a las que el mundo invita para terminar con la inmovilidad. El que no avanza y sin embargo llega. El buen vencedor: aquel que no combate. ... Más que el yo, más que lo visible Inactuales, etéreos, sin fatiga, los dibujos de Padeletti evocan el júbilo de algún espíritu tan invisible como vivo –tal la ilustre visita que recibe el empeñado en mirar. La línea en el papel es la huella que ha dejado la visión del artista, pero él ya no está. Padeletti debió ausentarse mientras hacía el dibujo. Fue necesario que apartara su yo para poder aprehender en lo visible algo más que lo visible... Esa huella nos recuerda que “cada uno es feliz cuando es todas las cosas, e infeliz cuando no es más que individuo”. Y así, en su existencia calma, gozosa, independiente: resplandece sin querer deslumbrar.

Florencia Abbate

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