El salario mínimo: Olvido y perspectivas
Descripción
LAT I NOAMÉ R I CA volumen 16 • número 1 enero-marzo 2016
El salario mínimo: olvido y perspectivas
Cita recomendada: Castañeda Garza, Diego; Monroy-Gómez-Franco, Luis Ángel, (2016) “El salario mínimo: olvido y perspectivas”, Foreign Affairs Latinoamérica, Vol. 16: Núm. 1, pp. 95- 103. Disponible en: www.fal.itam.mx
El salario mínimo: olvido y perspectivas Diego Castañeda Garza y Luis Ángel Monroy-Gómez-Franco
E
n fechas recientes, tanto en México como en Estados Unidos se inició un debate sobre si es apropiado o no incrementar el salario mínimo. En el caso estadounidense el tema aún sigue presente en la discusión pública, al grado de colarse en los debates electorales y de verse reflejado en incrementos salariales en algunas ciudades. En el caso mexicano, el tema se debatió intensamente en los medios de comunicación durante 2014; además, en octubre de 2015 se desvinculó el salario mínimo de los montos de los pagos al gobierno federal. El hecho de que el incremento del salario mínimo sea tema de debate público es ya en sí mismo un hecho anómalo, pues es rara la ocasión en que la política económica se discute en los medios mexicanos. La mejor demostración es que se llegó tarde al tema en comparación con otros países de Latinoamérica; por ejemplo, en Brasil y Uruguay se concedieron incrementos sustanciales del salario mínimo en los primeros años del siglo xxi. En el debate que ha tenido lugar en México, no han sido pocos los que postulan que la contención salarial sigue siendo un pilar de la estabilidad macroeconómica del país, a pesar de que el último pacto de contención salarial se firmó a finales de la década de 1990. PARA QUÉ TENER UN SALARIO MÍNIMO
Para hablar sobre la situación del salario mínimo en México y en Latinoamérica, vale la pena empezar explicando su razón de ser. El salario mínimo tiene como fin garantizar que ningún trabajador reciba un salario inferior por sus labores. En muchos casos, el monto establecido por la ley tiene el objetivo de que el trabajador no viva en la pobreza; es decir, es en primera instancia una herramienta para eliminar la pobreza laboral. DIEGO CASTAÑEDA GARZA es economista por la University of London-LSE, miembro de la Royal Economic Society y Editor de la sección de Ciencia de la revista Paradigmas. Sígalo en Twitter en @DiegoCastaneda. LUIS ÁNGEL MONROY-GÓMEZ-FRANCO es estudiante de la maestría en Economía en El Colegio de México y Editor de la sección de Economía de la revista Paradigmas. Sígalo en Twitter en @MGF91.
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Gráfica 1: El salario mínimo como proporción de la línea de bienestar, 1993-2015 1 0.9 0.8 0.7 0.6 0.5 0.4 0.3 0.2 0.1 2015
2014
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2001
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1999
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1997
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1996
1995
1993
1994
0
Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo y del Coneval. El salario mínimo real está deflactado, empleando la canasta alimentaria.
En México, en el apartado vi del artículo 123 de la Constitución se establece que el monto del salario mínimo debe ser el necesario “para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”. Sin embargo, como se muestra en la gráfica 1, en la realidad el monto del salario mínimo está lejos de cumplir su objetivo, pues solo representa el 79.8% de la canasta básica alimentaria y no alimentaria. Además, se observa que la brecha entre el salario mínimo y la línea de bienestar urbana —que es la suma de la canasta alimentaria (línea de bienestar mínimo) más la canasta no alimentaria— se ha ensanchado en los últimos 20 años y el aumento del precio de los bienes de primera necesidad ha causado una divergencia mayor. Esta tendencia tiene como resultado que 7.2 millones de personas, de acuerdo con la metodología de medición multidimensional de la pobreza del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), sean vulnerables o pobres unidimensionales por ingreso. Al comparar con el resto de Latinoamérica, como se muestra en la gráfica 2, se ve que el caso mexicano es anómalo. En las economías más grandes del continente, aparte de la mexicana, el salario mínimo representa al menos una vez la línea de pobreza urbana. En México representa apenas cerca del 70%. CÓMO LLEGAMOS A ESTA SITUACIÓN
Si en sus inicios el objetivo del salario mínimo era garantizar que todo trabajador se encontrara por encima de la línea de pobreza, ¿por qué se apartó tanto de ese
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Gráfica 2: Razón entre salario mínimo y línea de pobreza urbana (veces que el salario mínimo representa la línea de pobreza urbana) 6 5 4 3 2 1 0 Argentina
Brasil
Chile
Colombia
2002
México
Perú
Uruguay
2011
Fuente: Elaboración propia con datos de la cepal y de la oit.
objetivo? La explicación se encuentra en la década de 1980, en la crisis de la deuda. Muchos de los procesos de estabilización y ajuste por los que atravesaron las economías latinoamericanas que sufrieron los efectos de la crisis tomaron el salario mínimo como variable fija de las expectativas de inflación. La idea era que al contener el crecimiento del salario mínimo nominal, se rompería la espiral alcista de precios y salarios que impulsaba los procesos inflacionarios e hiperinflacionarios en la región. Esta política de contención salarial se incorporó a muchos de los planes de estabilización de Latinoamérica. El resultado de este uso del salario mínimo como instrumento de política macroeconómica se muestra en la gráfica 3. Se observa que, de forma general para la muestra de países latinoamericanos seleccionados, el valor real del salario mínimo (esto es, su capacidad de compra) se desplomó en la década de 1980. Si se descuenta el caso colombiano, cuya economía no atravesó por una crisis de endeudamiento externo, en las economías más grandes de Latinoamérica se produjo en esos años una contracción del valor real del salario mínimo respecto al valor que tenía al inicio de la década. La política de contención salarial y la inflación elevada fueron la causa. Más adelante, desde comienzos del siglo xxi, empezó a recuperarse el salario mínimo en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, al grado de que, al llegar a 2010, el valor del salario mínimo real ya superaba al que tenía en 1980. Esta recuperación se inició con la llegada al gobierno de partidos de izquierda. En cambio, en México, Perú y Venezuela, el valor del salario mínimo sigue estando, en términos reales, por debajo del valor que tenía en 1980. En México, la ausencia de una política de recuperación
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Argentina
Brasil
Chile
Colombia
México
Perú
Uruguay
Venezuela
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2012
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2004
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1994
1992
1990
1988
1986
1984
1982
2014
2012
2010
2008
2006
0
2004
0
2002
20 2000
50 1998
40
1996
100
1994
60
1992
150
1990
80
1988
200
1986
100
1984
250
1982
120
1980
300
1980
Gráfica 3: Evolución del salario mínimo real en Latinoamérica (índice, 1980=100)
México
Fuente: Elaboración propia con datos de la cepal.
del salario mínimo se ha sumado en cierta medida a los efectos de las crisis de la década de 1980 y la de 1994. Así, puesto que hoy el salario mínimo en México se encuentra lejos de cumplir con el objetivo que le fue asignado, es natural pensar en la necesidad de iniciar una política de recuperación. Sin embargo, es necesario incluir los efectos que puede tener esa política sobre otras variables, como el empleo y su grado de formalidad, y el nivel de precios. POSIBLES EFECTOS DE UN INCREMENTO DEL SALARIO MÍNIMO
A partir de la publicación en 1994 del artículo de David Card y Alan B. Krueger “Minimum Wages and Employment: A Case Study of the Fast Food Industry in New Jersey and Pensylvania”, en el que los autores descubrieron que un incremento en el salario mínimo no tiene efectos negativos sobre el empleo en el sector de comida rápida, se reavivó el interés por determinar los efectos que tiene un incremento tal sobre el empleo, la estructura salarial, el nivel de precios y otras variables del mercado laboral. Para ello, la bibliografía en que se abordan estas cuestiones para el caso estadounidense ha seguido el método de Card y Krueger de aplicar métodos estadísticos a las diferencias de los niveles de salario mínimo entre los estados. En 2010, Arindrajit Dube, T. William Lester y Michael Reich publicaron en “Minimum Wage Effects Across State Borders: Estimates Using Contiguous Counties” que los resultados obtenidos por Card y Krueger para Nueva Jersey se observan también en otros estados de ese país. Sylvia Allegretto, Arindrajit Dube, Michael Reich y Ben Zipperer
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Gráfica 4: Proporción que el salario mínimo representa del salario medio o mediano, 2000-2010 (porcentaje) Proporción respecto al salario medio
Proporción respecto al salario mediano
80.0
120
70.0
100
60.0 50.0
80
40.0
60
30.0
40
20.0
20
10.0 0
0 Argentina
Brasil
Colombia México
Perú
Uruguay Venezuela
2000
Argentina
Brasil
Colombia México
Perú
Uruguay Venezuela
2010
Fuente: Elaboración propia con datos de la oit. Los datos de Brasil corresponden a 1999 y 2009.
presentan en “Credible Research Designs for Minimum Wage Studies”, publicado en 2013, diversas técnicas estadísticas para dar mayor certeza a los resultados. Los autores confirman las conclusiones de los dos estudios anteriores. Como buena parte de la bibliografía se refiere a Estados Unidos, no es posible extrapolar directamente sus conclusiones a Latinoamérica, debido a las diferencias de los mercados laborales. En el informe del Banco Mundial de 2007 “Minimum Wages and Social Policy. Lessons from Developing Countries”, coordinado por Wendy Cunningham, se reseña parte de los resultados de la bibliografía econométrica. Ahí se ve que los efectos del salario mínimo sobre las variables de interés cambian con los países y con el sector formal o informal. Por ejemplo, en la bibliografía se encuentra para Brasil que un incremento en el salario mínimo en la década de 1990 trajo a una reducción del empleo formal y un incremento del informal. También en Colombia se encontraron efectos negativos en el empleo. En cambio, para el caso mexicano no se encontró un efecto significativo en las décadas de 1980 y 1990. Una de las explicaciones de esta variación de los efectos está, como es de suponerse, en las diferencias entre los mercados laborales y en particular en la proporción que el salario mínimo representa del salario medio o del salario mediano. Según la bibliografía, cuanto mayor sea esa proporción, más probable es que un incremento en el salario mínimo se traduzca en un aumento del desempleo o una reducción del empleo formal. En la gráfica 4 se muestran estos fenómenos para un grupo de países latinoamericanos en 2000 y 2010. Entre las mayores economías latinoamericanas, se puede apreciar que en México el salario mínimo representa la menor proporción tanto del salario medio como del salario mediano; además, esa proporción se ha mantenido casi constante al paso
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del tiempo. En Argentina, Brasil y Uruguay, donde se ejercieron políticas de recuperación del salario mínimo, la proporción se incrementó sustancialmente. Stefanie Garry, Juan Carlos Moreno Brid y Luis Ángel Monroy-Gómez-Franco demostraron en “El salario mínimo en México” que, en términos absolutos, en paridad de poder de compra el salario mínimo en México es menor a los del resto de la región. El informe coordinado por Cunningham también resume las evidencias sobre los efectos de un incremento en el salario mínimo en la pobreza y la desigualdad. Para Colombia y México, el efecto encontrado es que un incremento en el salario mínimo reduce la pobreza y la desigualdad, mientras que en Brasil el efecto es nulo (pero estos resultados son de estudios realizados en la década de 1990, antes de que iniciara la política de recuperación del salario en Brasil). En dos estudios recientes se analizan los efectos de un incremento en el salario mínimo sobre el empleo, el empleo formal y los salarios en México. Raymundo Campos, Gerardo Esquivel y Alma Santillán analizaron en “El impacto del salario mínimo en los ingresos y el empleo en México” el efecto que tuvo la homologación de la zona a y de la zona b del salario mínimo decidida a finales de 2012. Los autores descubrieron que el incremento en el salario mínimo de la zona b como resultado de la homologación no tuvo efectos negativos sobre el empleo ni sobre los ingresos de los trabajadores de esa zona. Un resultado interesante y relativamente inesperado es que el incremento en el salario mínimo de la zona b modificó los incentivos que tienen los trabajadores que reciben este salario, pues mejoró la probabilidad de transitar de la informalidad a la formalidad. Ahora bien, este incremento en el salario mínimo de la zona b producto de la homologación fue pequeño, de cerca del 3%. Como hemos visto, el nivel del salario mínimo en México es muy pequeño en términos absolutos y es relativamente pequeño con relación al salario medio. Por su parte, Campos realizó en “El salario mínimo y el empleo” un ejercicio de simulación sobre el efecto que un incremento del 51% en el salario mínimo tendría sobre los precios, los salarios de los trabajadores de bajos ingresos y el empleo. Dadas las características del mercado laboral mexicano (salario mínimo magro, informalidad y un efecto escaso de la propagación de los incrementos en el mínimo en el resto de la distribución salarial), el autor encuentra que el incremento simulado trae consigo un aumento de entre el 3% y el 6% en el nivel de precios. Asimismo, esta medida traería una disminución de la pobreza laboral de entre el 5% y el 8% y un incremento en el ingreso laboral real promedio de entre el 1.5% y el 4.7%. En el caso de los trabajadores de bajos ingresos (los que se ubican debajo de la mediana de la distribución), el incremento estimado en el ingreso laboral real es de entre el 7% y el 10%. El efecto en el empleo simulado es de un incremento en el desempleo del 4.6%. Ahora bien, en el artículo se simula un incremento del salario mínimo del 51% en una única ocasión, y no una secuencia de incrementos moderados a lo largo de varios años. Cabría pensar en este punto que una serie de incrementos sucesivos tendría efectos menores sobre el nivel de precios y sobre el empleo, pues habría más tiempo para que el mercado laboral asimile las modificaciones. En
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resumen, los dos artículos más recientes para el caso mexicano apuntan a que un incremento en el salario mínimo traería efectos positivos de reducción de la pobreza e incremento de los ingresos de quienes ganan el salario mínimo, sin que se sientan repercusiones importantes en el empleo o la inflación. EL SALARIO MÍNIMO EN EL COMBATE A LA DESIGUALDAD
Una parte importante del debate sobre los salarios mínimos en México y el mundo comprende la creciente desigualdad. En el caso específico del salario mínimo, se ha discutido sobre si es un instrumento útil para disminuir esa desigualdad. Por estos días, al hablar de desigualdad se hace referencia a la distribución del ingreso entre los miembros de una sociedad. Otra forma de ver la distribución del ingreso es determinar qué proporción del ingreso se paga al trabajo y cuál al capital. Esto es la distribución funcional del ingreso. Dado que los derechos de propiedad sobre el capital se encuentran más concentrados que los derechos de propiedad sobre el trabajo, una mayor participación del capital en el ingreso implicaría una mayor concentración del ingreso en un número reducido de individuos. Si el salario mínimo tiene la capacidad de afectar a otros salarios dentro de la distribución del ingreso, los cambios en este podrían incidir en la distribución funcional del ingreso. Al analizar los datos de la distribución funcional del ingreso para varios países, se observa que en Latinoamérica el capital concentra un mayor monto del ingreso. En ese sentido, el caso latinoamericano es atípico. Ocurre por lo regular que la participación de los salarios en el producto es del 66%, mientras que la del ingreso del capital es del 34% (por ejemplo, en España, Estados Unidos y Suiza). En Latinoamérica, las proporciones están invertidas: los salarios representan apenas el 36.57% del producto y el capital el 63.43%. Países como Paraguay y Uruguay, en los que se ha recuperado el salario mínimo, han visto una ligera mejora de esta proporción. Según vimos arriba, una participación sustancial del capital en el ingreso, dada la concentración de los derechos de propiedad sobre el capital, equivale a una mayor desigualdad en la distribución personal del ingreso, que es justo lo que se observa en los países latinoamericanos. En este contexto vale la pena preguntarse si el salario mínimo ayuda a reducir la desigualdad. La respuesta varía con el marco del análisis. En un escenario de salarios de eficiencia y de acuerdo con investigaciones recientes en el campo de la economía laboral, la respuesta es afirmativa, porque el salario mínimo tiene la capacidad de influir en la desigualdad por distintos canales. El primer canal es la modificación de los incentivos para los trabajadores con distintos niveles de capacitación o de habilidades. Un incremento en el salario mínimo contribuye a cerrar la brecha salarial entre los trabajadores, además de que aminora la dispersión salarial al disminuir la prima salarial que se produce por el sesgo de las capacidades que produce el cambio tecnológico. Este sesgo surge porque el trabajo con las nuevas tecnologías requiere más capacitación, de modo que quedan desplazados los trabajadores menos competentes.
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Un salario mínimo bajo o que no crece hace que los trabajadores menos capacitados tengan menos incentivos para aprender, por lo que a la larga sus capacidades quedan rezagadas y, con ello, sus expectativas salariales. Este efecto de composición tiene consecuencias al otro lado de la distribución, pues refuerza la dispersión salarial producto de la prima de habilidades. Así, un salario mínimo bajo da como resultado al paso tiempo salarios más bajos entre los trabajadores de menos habilidades y más altos entre los que tienen más habilidades. Este cambio en la composición de las habilidades en la sociedad —es decir, el surgimiento de una distribución de habilidades más dispersa— también tiene efectos de largo plazo, pues sirve de guía a las actividades de investigación y desarrollo que impulsan el progreso técnico. A la larga, la dirección del cambio tecnológico responde a la disponibilidad de los trabajadores con más habilidades y, por lo tanto, los favorece en detrimento de los que no cuentan con las habilidades apropiadas. Este efecto, sumado a que un ingreso pequeño limita la inversión en capital humano por parte de los trabajadores de menores habilidades, afecta también el potencial de crecimiento de la economía y crea trampas de productividad y de pobreza. Como han explicado Anthony B. Atkinson, Branko Milanovic, Thomas Piketty, François Bourguignon y otros, la dispersión salarial producto del cambio tecnológico y el fenómeno de las “superestrellas” en las profesiones, son de los factores que ahondan la desigualdad de ingresos. A su vez, esa tendencia a la desigualdad contribuye a la distribución inequitativa de las habilidades, con lo que se forma un ciclo de mayor desigualdad de ingresos y de habilidades. Un elemento adicional, señalado por la Organización Internacional del Trabajo (oit) en su documento de 2015 “Labour Markets, Institutions and Inequality: Building Just Societies in the 21st Century”, así como en “Latin American and the Caribbean: Poverty and Labor Brief” publicado por el Banco Mundial y en el artículo de 2003 “Measuring the Impact of Minimum Wages: Evidence from Latin America” de William F. Maloney y Jairo Núñez Méndez, es que los incrementos en el salario mínimo no solo afectan a los trabajadores formales, sino que se derraman al sector informal de la economía. Esto significa que, en cierta medida, el salario mínimo actúa como un salario de referencia para el sector informal, y cuando aumenta se acrecienta el poder de negociación de los trabajadores de este sector, que así pueden negociar un salario más alto. El incremento en el salario mínimo también ofrece incentivos para que los trabajadores informales pasen a la formalidad. Para el caso mexicano, los resultados de Banco Mundial indican que el salario mínimo oficial sí actúa como referencia del salario en el sector informal. Las pensiones son otro canal de transmisión del salario mínimo a la desigualdad. Dado que las pensiones dependen del salario percibido por el trabajador e incluso algunas están valuadas en múltiplos de salario mínimo, un incremento de este repercute en los ingresos de los trabajadores retirados. Las pensiones son un factor de disminución de la desigualdad, pues permiten acumular activos a personas que solo cuentan con su ingreso y no lo podrían hacer de otra forma.
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Si se quiere disminuir la desigualdad en la distribución de ingresos, el salario mínimo, aun en el escenario descrito aquí, no es capaz de lograr cambios drásticos por sí solo. Para ello, es necesario que se ejerzan otras políticas que generen una mejor distribución de los activos (tanto de capital físico como de capital humano) y que eliminen las desigualdades en el acceso a bienes y servicios públicos de calidad. El salario mínimo puede ayudar a disminuir la desigualdad, pero no hay que olvidar que su objetivo fundamental es garantizar un ingreso mínimo por trabajar y, en ese sentido, tiene efectos directos sobre la pobreza. CONCLUSIONES
El salario mínimo se encuentra muy lejos de cumplir el objetivo para el cual fue creado. En el contexto de la pobreza y la desigualdad del país, es necesario valorar la necesidad de incrementarlo de forma que cumpla su propósito y sea un instrumento que asegure que por lo menos los trabajadores del sector formal de la economía escapen de la pobreza. A pesar de que la decisión de aumentar o no el salario mínimo es de carácter político, la teoría económica más reciente y sobre todo las evidencias relativas a México y a otros países parecidos deben tender la base sobre la que se tomen las decisiones. El nivel en el que el salario mínimo se encuentra actualmente es muy bajo, de modo que hay un margen considerable para que un incremento no tenga efectos negativos sustanciales en el empleo ni en la inflación. En cambio, ayudaría a salir de la pobreza a un sector importante de personas que hoy trabajan arduamente y aun así no pueden sostenerse con dignidad. Cuando hablamos de pobreza, marginación y desigualdad en todas sus expresiones, es necesario considerar las alternativas para resolver esos rezagos. Es necesario plantear la posibilidad de hacer las cosas de otro modo y de abordar las políticas públicas de forma diferente. Arreglar estos problemas y sus consecuencias requiere voluntad política. El incremento al salario mínimo es solo un paso; si se da, puede abrir las puertas para comenzar a cambiar la vida de millones de personas a las que hoy la política económica les ha fallado.
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