El romancero, de la oralidad a la imprenta

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15 EL ROMANCERO: DE LA ORALIDAD A LA IMPRENTA* A nadie puede ofrecérsele duda de que el lugar natural del romancero tradicional fue y sigue siendo la oralidad, y así seguirá hasta su total extinción. Sin embargo, en la primera fase del proceso de emergencia de la oralidad a la escritura, durante los siglos xv y xvi, se dieron una serie de sucesos aparentemente anómalos cuya explicación ha de buscarse, según mi parecer, en diversos procesos de selección socio-cultural: la estructura de los géneros poéticos vigentes, la dificultad (o la incompatibilidad pura y simple) de incorporar entre ellos el romance tradicional y, por otra parte, el intenso uso del romance con fines publicitarios, al servicio de la política de la Monarquía, de los grandes problemas que afectaban a la sociedad castellana y de los intereses de los grupos dominantes. Otro proceso anómalo fue el modo en que el romance tradicional emergió a la escritura. La copia manuscrita, a la que debemos los testimonios más antiguos,1 fue siempre excepcional: no hay cancioneros manuscritos que nos hayan legado un número de romances que supere lo testimonial, a no ser que estuvieran glosados; e incluso en este caso, los romances tradicionales no siempre encabezaban la glosa, de ordinario se citaban sólo los versos glosados en el lugar correspondiente de la estrofa.2 El romance exento parece haber sido un privilegio de los cancioneros musicales, donde lo importante no era el romance en sí, sino la música e incluso, en algunos casos, la celebra(*) Este trabajo es fruto del proyecto FFI2012-31896 y 2009 SGR 1487. Es también fruto de mi colaboración en el proyecto Historia de la métrica medieval castellana, dirigido por Fernando Gómez Redondo (FFI2009-09300). 1. Para completar las referencias bibliográficas aquí presentes remito a mi estudio El romancero: de la oralidad a la escritura, en vías de publicación en el SEMYR (Beltran en prensa). 2. La única excepción considerable es el cancionero LB1, donde se nos han conservado cinco romances tradicionales sin glosa.

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ción cortesana en que se insertaba: los romances sobre la guerra de Granada, conservados únicamente en el Cancionero musical de Palacio, son el mejor testimonio de esta situación, pero no sólo éstos; sorprende por ejemplo que ningún cancionero haya incluido copias del romance de Juan del Encina por la muerte del príncipe don Juan («Triste España sin ventura»)3 ni de la fuente del romance tradicional sobre el mismo tema, recuperado de la tradición oral por María Goyri (1904) a principios del siglo xx. Por fin, la emergencia del romancero tradicional a la escritura ofrece una tercera paradoja: el desinterés de los cancioneros lo relegó a los pliegos sueltos, de donde pasaron después al Cancionero de romances de Amberes y al resto de los romanceros (todos impresos) del siglo xvi. La causa ha de atribuirse, sin duda, a la idiosincrasia de los pliegos sueltos: aunque hasta el último cuarto del siglo xvi predominaron los del tipo culto,4 su público era más amplio que el de los lectores de cancioneros y los criterios de selección mucho más laxos, de ahí que entraran no sólo romances, sino villancicos y productos típicos de la subliteratura cortés como la obra de Rodrigo de Reinosa (Puerto Moro 2010). En las páginas que siguen, trataré de reconstruir este proceso a través de la impresión de algunos romances fronterizos. Éstos tienen una peculiaridad que los vuelve especialmente útiles para nuestro estudio, pues de ordinario podemos datar con precisión casi completa el momento y la ocasión que los motivaron. Habiendo emergido a la escritura entre medio siglo y un siglo más tarde y faltando completamente en los cancioneros musicales,5 nos permiten comprender en primer lugar las circunstancias de su conservación; en segundo lugar, a pesar de las inmensas incertidumbres con que tropezamos a cada paso, dado lo avanzados que están los estudios sobre historia de la imprenta y sobre los mismos pliegos, de vez en cuando acertamos a tener una idea clara del momento de su impresión y no resulta difícil reconstruir las circunstancias que la motivaron.

3. Véase Pérez Priego 1996: nº 45, difundido en pliegos sueltos; el poeta había cantado también esta muerte en la «Tragedia trobada a la dolorosa muerte del príncipe don Juan» (Ibidem, nº 44), uno de sus poemas más ambiciosos y logrados. 4. Mendoza Díaz-Maroto 2001: 73 y 77. Me baso también aquí, aparte del amplio espacio que dedico al tema en el libro indicado, en Beltran 2005. En este momento todavía no habían nacido ni el pliego estrictamente popular, tal como lo conocemos a través del estudio de Caro Baroja 1969, ni el romance de ciego (Botrel 1996: 273-274), ni se había concedido a éstos el monopolio de la venta de publicaciones populares que obtuvieron en 1581 (Botrel 1973: 417-482). 5. De los romances fronterizos conservados en el Cancionero musical de Palacio ninguno se tradicionalizó. Para este género, parto de Correa 1999.

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Juan Luis Carriazo Rubio (2005) estudió la formación de la imagen pública de la casa del Marqués de Cádiz, especialmente de don Manuel Ponce de León, a través de los pliegos poéticos, con especial presencia del romancero;6 los intereses de un linaje, fáciles de difundir a través de un medio de difusión barato y con un público de cierta amplitud, es uno de los aspectos que quizá rindan fruto si los perseguimos con paciencia. En este contexto llama poderosamente la atención el pliego «Glosa nueuamente trobada por Luys de Peralta: sobre el Romance de Fajardo E siguese el Romance»,7 salido seguramente de la imprenta sevillana de los Cromberger hacia 1527-1528.8 A primera vista parece un simple pliego de autor, pues contiene dos romances fronterizos («Jugando estaba el rey moro» y «Moricos los mis moricos») y uno trovadoresco («Mis arreos son las armas»), todos ellos glosados por él mismo; cierra el pliego una «cancion del adelantado don Pedro fajardo» («A mis penas y tormento») con glosa no atribuida, pero quizá del mismo Peralta. El hecho de que ésta vaya también glosada y ocupe, por tanto, el final del recto y todo el verso del último folio impide pensar que fuera usada como remate para completar el pliego, pues cabía por ejemplo otro romance, aunque fuera sin glosa, u otra composición más larga y ambiciosa. Curioso resulta que todas las obras de este pliego nos hayan llegado en documentación única; el romance trovadoresco debió gozar sin embargo de cierta difusión en la corte de los Reyes Católicos pues sus cuatro primeros versos aparecen con música en el cancionero de la École Nationale Supérieure des Beaux-Arts de Paris, Masson 56 (PS1-68). La primera página del pliego aparece ocupada por el romance de Fajardo y los tres primeros versos de la glosa, y toda ella tiene un marcado carácter panegírico: De aquel que fue en los humanos por sus obras valeroso, de aquel no finjo ni gloso pues que ganó por sus manos renombre de muy famoso; con éste que como toro

6. Véase el romance «Cuál será aquel caballero» (Correa 1999: 403-407); fue glosado por «Padilla», seguramente el Cartujano, aunque las ediciones que tenemos son todas tardías (Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 415, 416 y 853). 7. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 434=435, publicado en facsímil en Pliegos (...) de la Biblioteca Nacional: nº xxxiv. Las glosas a los tres romances (con el texto de éstos) fueron publicadas por Piacentini & Periñán 2002: nº 25, 34 y 36. 8. Así lo piensa Griffin (1991: 328, nº 297).

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quando en la lid se metía todo el mundo le temía (...).9

Aunque no haya podido reunir ninguna noticia sobre este autor, parece haber sido uno de los muchos que confiaron en los nuevos medios que el pliego ponía a su disposición. En otro pliego glosó también el romance «Yo me estava en Barbadillo»10 y en un tercero glosó un romance de Bartolomé de Torres Naharro («Hija soy de un labrador») y otro desconocido («La mancilla de mis daños»);11 la compra de dos pliegos suyos por Hernando Colón nos asegura que fueron publicados antes de 1539. A diferencia de otros autores de este sector, el nuestro no es un desconocido en el repertorio oficial de la poesía del siglo xv, pues tres canciones suyas fueron incluidas en el Cancionero general de 1511, f. cxxvv; justo despues de «Otra del adelantado de murcia», íncipit «Si esperança de boluer», encontramos «Otra de peralta», íncipit «Sospiros penas estrañas», «Otra cancion del mismo peralta», íncipit «En mi gloria desseada» y «Otra cancion del mismo peralta», íncipit «Ni la gloria me da gloria». LB1 y 14CG nos han conservado por su parte dos motes y otras composiciones breves del mismo Adelantado. Estas coincidencias con el contenido del pliego invitan a buscar un factor común a los dos personajes. Aunque la glosa no dé detalles sobre la personalidad del Fajardo protagonista del romance ni lo aclare el glosador, del contexto del pliego podría deducirse que se trata de alguno de los adelantados de Murcia; parece que se refiere en realidad a Alonso Fajardo, alcaide de Lorca, y que la fecha más probable de composición del romance sea de hacia 1453-1457 (Torres Fontes 1948).12 Sin embargo, la asociación entre Luis de Peralta y el adelantado Pedro Fajardo en el Cancionero general y la presencia de tan ilustre apellido desde la rúbrica del pliego permiten sospechar que los intereses de este po9. Cito por la edición de Piacentini & Periñán 2002: nº 25, vv. 1-8. 10. El pliego está perdido y lo conocemos gracias al Abecedarium de Hernando Colón (Rodríguez-Moñino et al.: 1997, nº 433). 11. Rodríguez-Moñino et al.: nº 432.5, en las mismas condiciones que el anterior. El romance de Torres Naharro conoció otras ediciones en pliegos (Rodríguez-Moñino et al.: nº 352, glosado por Martín de la Membrilla Clemente, y Rodríguez-Moñino et al.: nº 594, con otros romances del mismo autor). Del segundo romance no encuentro documentación. 12. Más completa es la información que se puede recabar de su 2001: cap. IX y documentos 40 y 47. Sin embargo, a tenor de los estudios posteriores de Torres Fontes, juzgo probable que el romance se refiera al verano de 1453 en que Alonso Fajardo perdió Lorca, ocupada por los moros en circunstancias poco claras, y recuperada a sangre y fuego (2001: 74-78), o bien al momento en que, atacado por todos los frentes, se corrió la voz de que deseaba irse a Granada, pactando con su Rey la cesión de Lorca, e incluso hacerse moro (2001: 111-112).

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deroso linaje no le son ajenos; quizá se trate de Pedro Fajardo, Adelantado de Murcia desde la muerte de su padre en 1503 y primer marqués de los Vélez desde 1507,13 que había luchado contra la rebelión de las Alpujarras14 y ayudó a la represión de los agermanados,15 manteniendo así durante la época del Emperador el mismo poder y prestigio que detentaron sus antepasados del siglo xv. De su afición al patronazgo intelectual tenemos otro testimonio en una epístola de Lucio Marineo Sículo (2001),16 pero es tema recurrente en la abundantísima correspondencia que le dedicó Pedro Mártir de Anglería.17 Por estos años desarrolló una intensa labor de afirmación linajística mediante la construcción de una capilla sepulcral en la Catedral de Murcia y un fastuoso palacio renacentista en Vélez Blanco.18 Teniendo en cuenta el breve período en que disfrutó de sólo el título de Adelantado (de 1503 a 1507), la rúbrica debió haber sido escrita entre estas fechas, coincidiendo con su entrada en la vida pública y movido por el deseo de ocupar una posición sólida en la sociedad y la política de la época; considero por tanto probable que el contenido de este pliego, aunque publicado seguramente más tarde, fuera concebido para celebrar su intervención contra los moros de las Alpujarras en 1502,19 aprovechando el equívoco que el apellido común permitía y quizá ignorando ya que el Fajardo del romance fue, seguramente, el odiado primo y enemigo de su abuelo el Adelantado Pedro Fajardo, coetáneo de Enrique IV. Pero si de verdad el pliego nace en este contexto, la primera edición conservada pudiera estar vinculada a sucesos de 1527-1528. En estos años, y 13. Véase por ejemplo López de Haro 1622, ii: 342-343. El estudio de Franco Silva 1995 se centra exclusivamente en las instituciones del mayorazgo y los aspectos económicos y patrimoniales. 14. Véase Suárez Fernández y Fernández Álvarez 1969, ii: 294 y 296, Sánchez Ramos 2002: 21-26 y Martínez Martínez 1984. 15. Pedro Mejía le atribuye la derrota de los agermanados de Orihuela y el saqueo de este ciudad, «la qual victoria fue tan importante que de ay adelante la Comunidad de Valencia fue en diminución» (1945: 278); véase también Fernández Álvarez 1966: 209. 16. Esta epístola fue publicada por primera vez en la primera edición de las Epístolae illustrium Romanorum Marineo Sículo (1497), luego encabezando un conjunto de carmina de Pedro Mártir de Anglería (1498); en aquella redacción llamaba a nuestro personaje «adolescenti nobilissimo», en la definitiva de 1514, «marchio clarissime». 17. Mártir de Anglería 1953-1957. Véanse las noticias que extractó Marañón 2005: 38-43. 18. Blanc 1998. Hay amplio reportaje fotográfico de los dos monumentos en Marañón 2005: 51-58. 19. También participó en la defensa del litoral murciano contra los turcos y piratas berberiscos durante la campaña de 1543-1544 (Fernández Álvarez 1966: 621), pero el título de Adelantado de Murcia en la rúbrica del pliego y del Cancionero general inducen a situar la composición de estas obras (y, en el caso de los pliegos, probablemente su primera edición) antes de 1507, fecha de la concesión del Marquesado de los Vélez.

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de nuevo en las prensas de los Cromberger, debió salir el romance también fronterizo «Paseábase el rey moro» con la glosa de Pedro de Palma,20 muy interesante desde diversos puntos de vista; en primer lugar, porque a través de sendas alusiones vincula el romance con el ciclo del Marqués de Cádiz21 y con el moro Alatar, documentado sólo en pliegos más tardíos,22 en segundo lugar, porque cierra con una canción de tema político sobre las guerras del Emperador contra musulmanes y protestantes: «Todas setas de Mahoma, / moros y los luteranos, / temed a Carlos que os doma, / que os vale más ser christianos».23 El peligro musulmán no amenazaba en este momento la Península Ibérica sino Hungría, donde el 29 de agosto de 1526 había muerto Luis II (casado con María, hermana del Emperador) derrotado por los turcos, pasando entonces su corona al Fernando I de Austria, también hermano del Emperador; el problema turco se convirtió en tema central de las Cortes de Valladolid de 1527.24 Según Alfred Kohler (2000: 159-160), la construcción del Palacio de Carlos V en Granada, concebida durante su estancia en la ciudad en 1526,

20. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 419, reeditado con adiciones en el nº 420; hay facsímil en Pliegos (...) de Praga: nº 72. Fue fechado en Griffin 1991: 328, nº 300. Cito la glosa por Piacentini & Periñán 2002: nº 45, ii. El romance fue objeto de dos glosas de disparates distintas (Ibidem, nº 45,I y 45,III, pliegos nº 538 y 891). Alatar aparece citado en el v. 221 de la glosa de Palma. 21. Para los romances del Marqués de Cádiz véase Correa 199: 506 («Aquesse moro Alboahacén»), 512 («Coronaba las alturas») y 516 («En Loja estaba el rey Chico»), aunque ya aparece en alguno de los romances de la toma de Alhama, como «Moro Alcaide, moro alcaide» (pp. 354-357) y la versión de «Paseábase el rey moro» del Cancionero de romances (pp. 357-360). En la glosa que nos ocupa es mencionado en el v. 236. Habiendo sido la toma de Alhama un hecho de armas del Marqués de Cádiz, su figura podía saltar en cualquier momento y si no se cita en la mayor parte de las versiones de este romance se debe seguramente a que fueron obra de los publicistas reales. 22. «De Granada parte el moro», en los pliegos de Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 656, 663, 664, 679, 683 y 919, el más antiguo de los cuales puede ser el primero, de Burgos, Juan de Junta, 1547 (Pliegos (...) de Praga, vol. II nº 48); para las dataciones resulta muy útil Garvin 2007: ap. iv, que ha reunido datos dispersos por diversas fuentes. Véase Correa 1999: 399-403. Menéndez Pelayo 1944: 133 ya hizo notar la variante Alatar en el texto del romance glosado y en esta glosa. 23. Cito siempre por la edición de Piacentini & Periñán 2002. La asociación de sus luchas contra musulmanes y luteranos parece haber sido un leit-motiv publicitario en el entorno imperial; el ms. 5602 de la Biblioteca Nacional de Madrid incluye una sección con glosas de romances fronterizos y épicos que acaba con un romance sobre la victoria de Mühlberg (Marino 2011: 234-237). 24. Véase la narración de Sandoval 1955: vol. II, Libro xv (1526), cap. x y xi (pp. 185-189) y libro xvi (1527), cap. i y ii (pp. 233-235). El análisis de estas cortes puede verse en Fernández Álvarez 1966: 240-245.

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«tiene (...) un papel propagandístico y simboliza la disposición a combatir a los musulmanes en el Mediterráneo». En este contexto, bien pudiera existir una conexión entre el rey moro que, paseando por Granada, recibió la noticia de la pérdida de Alhama, y el emperador cristiano que, también en Granada y quién sabe si paseando por la ciudad, supo de la muerte de su cuñado Luis. Este período es también crucial en las relaciones entre el Emperador y Lutero. Condenada su doctrina en términos muy expeditivos por una declaración tras la dieta de Worms (1521, Kohler 2000: 159-160), en 1526, según Prudencio de Sandoval, «Martín Lutero se había desvergonzado tanto (...) que procuraba traer a su opinión alguna gente de lustre que la autorizasen y en algunos (...) halló más entrada de lo que convenía»; a pesar de estos juicios, la dieta de Spira de 1527 acabó dictando un decreto de tolerancia,25 que fue revocado en la misma ciudad por la dieta siguiente de 1529. El pliego, por tanto, se construye sobre los problemas fundamentales a que se enfrentaba el Emperador durante estos años, el peligro turco y el desafío protestante (que sólo más adelante sería objeto, también, de una intensa literatura publicitaria);26 el pasado simbólico y el futuro político de Castilla se articulaban así en el que habría de ser el programa de la casa de Austria, la defensa de la fe y la lucha contra los infieles, turcos y luteranos. Por diversos caminos, zigzagueando desde el posible encomio genealógico de los Fajardo del período imperial en la glosa de «Jugando estaba el rey moro» (donde, como propina, se nos regalaba otra glosa de «Moricos los mis moricos») hasta la emergencia al pliego con «Paseábase el rey moro», quizá relacionada con la muerte de Luis II de Hungría, nos hemos ido acercando al punto que más nos interesa: la primeras publicaciones de romances fronterizos y su posible motivación. Demos ahora un salto en el tiempo. Entre la Navidad de 1568 y noviembre 1570, Felipe II hubo de afrontar la rebelión de Las Alpujarras, que ponía al vivo el problema musulmán interno y las posibilidades de un ataque exterior coordinado. El problema inició a principios de 1567, cuando la Corona, a petición de la Iglesia andaluza, prohibió a los moriscos el uso de su lengua y la continuidad de sus costumbres y modos de vida. Esta represión 25. Sandoval 1955: libro xv (1526), cap. xxvii (p. 231). Véase una reconstrucción de conjunto de estos problemas en Fernández Álvarez 1966: 655-661. 26. Según Izquierdo Villaverde 1996 el pliego antiluterano más antiguo es de 1532 (claro que éste se centra en el peligro luterano, no como el nuestro); véase también Carro Carvajal y Sánchez Pérez 2008. Para el contexto de este fenómeno véase Redondo 1965, para quien, como consecuencia de los primeros procesos contra los alumbrados, los años 1528-1531 fueron de especial intensidad en la apreciación de un peligro luterano en España a juicio de las autoridades.

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llevaba directamente a la rebelión; toda Andalucía era consciente de ello y el Marqués de Mondéjar previno inútilmente a la Corte. En Navidad estalló la revuelta con un asalto infructuoso contra el Albaicín; durante los dos años siguientes, la sierras del Reino de Granada vivieron una guerra de exterminio que afectó también la capital: aunque los moriscos del Albaicín no se habían sublevado, el barrio fue asaltado, sus líderes asesinados y, al final, el conjunto de los moriscos del Reino, expulsados y deportados (Kamen 1997: 134-136 y Fernández Álvarez 1998: 455-466). En este período comienza un nuevo episodio de la fortuna editorial de los pliegos sueltos con romances fronterizos en el que destaca la actuación de Hugo de Mena (Martínez Ruiz 1968), cuya producción, metódicamente datada y firmada, nos permite una rara seguridad cronológica y de atribución. Este impresor había publicado en 1553 un pliego noticiero sobre un accidente en la flota de Indias (RodríguezMoñino et al. 1997: nº 634) y en 1566 había dado a luz otro sobre milagros «compuestos en gracioso metro por Gaspar de la Cintera priuado de la vista, natural de Ubeda, vezino de la ciudad de Granada», temas por tanto de interés local;27 el impresor empezó el año siguiente una intensa campaña de publicación de pliegos que duró hasta 1573, período en el que conservamos veintidós ediciones. En 1568, el año en que empezó la revuelta, publicó un pliego cómico («pleyto de los judios con el perro de Alba»), y tres de tema religioso («quatro obras muy contemplatiuas», «la Passion de nuestro señor» y «Villancicos o cancionero para cantar la noche de Nauidad», Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 602, 724, 925 y 1107). Otros dos contienen romances fronterizos: el primero anuncia en la rúbrica el «Romance de don Alonso de Aguilar», junto a «vn romance que dize por el val de las estacas» glosado y «vnas lamentaciones de vna monja» (malmonjada, para mayor precisión) como remate;28 el segundo romance, algo aligerado de sus versos reiterativos, enfatiza la enemistad entre cristianos y musulmanes: «mas es diferente grey / la división de la ley / que ay entre moro y christiano» y la sumisión de los infieles a la bravura del Cid (Piacentini & Periñán 2002: nº 49). El segundo pliego resulta más significativo: contiene tres romances, «el primero es sobre la poderosa armada que truxo el gran Turco Soliman sobre la ciudad de Viena (...) y como se retiro con gran pérdida de su armada», «El

27. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 148. Se conserva un buen número de relaciones de sucesos y composiciones piadosas de este ciego, publicadas a veces en lugares tan distantes como Pamplona. A pesar de tratar por lo general de pliegos más tardíos, se ocupó también de él Caro Baroja 1969: 51-52. 28. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 652, publicado en Pliegos (...) de Cracovia: nº 8.

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segundo es, de quando el Rey chico perdido [sic] a Granada, y de lo que a la salida para el alpuxarra le subcedio. El tercero es el Romance que dize de Antequera partio el Moro (Correa 1999: 241-245). Con vn villancico nueuo al cabo, que trata del nueuo traje de los moriscos de Granada».29 El romance de relación estaba ya muy anticuado, pues refiere a sucesos de 1532; el romance sobre el rey chico «El año de cuatrocientos» (en documentación única, Correa 1999: 422-426) era muy pertinente a la situación política de la edición, pues recuerda el dolor de Boabdil al abandonar Granada, y el villancico sobre los moriscos tocaba uno de los puntos más conflictivos y discutidos de la decisión real, la prohibición de que los moriscos siguieran usando el árabe en su vida cotidiana: El estribillo dice así: «Gozese la Christiandad / con el bien que subcedia / pues quitan la antiguedad / del lenguaje de Turquia». Son seguramente estos textos los nos dan la clave interpretativa de la edición. De 1569 conservamos un solo pliego, una carta de relación escrita por un vecino de Antequera cautivo de los turcos en Constantinopla.30 Por el contrario, de 1570, año decisivo para el fin de la rebelión, conservamos nueve pliegos; uno contiene poesía de aire renacentista y otro, una colección de adivinanzas.31 El resto son directa o indirectamente vinculables al tema de la sublevación: las Coplas de Manrique a la muerte de su padre, centradas en la guerra contra el moro, o el romance de Reinaldos de Montalbán, «preso para lo ahorcar, por los falsos consejos de Galalon»,32 que, tras evocar Roldán las luchas que había librado contra los moros, es desterrado y con tropas del gran Can conquista el reino pagano de Trapisonda;33 se le acercan más unos disparates de Sarabia que «van glosando el romance de Passeauase el Rey moro por la ciudad de Granada»34 cuyo íncipit empareja «El conde de Benauente / con el marques de Aguilar», de resonancias fronterizas. Épico es también el «Romance dedon Roldan de como el Emperador Carlo lo desterro de Francia» y se dirigió a España, desde donde realizó rocambolescas hazañas disfrazado de moro,35 y resulta más cercano a los sucesos del tiempo la 29. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 684, en Pliegos (...) de Cracovia, nº 7. Véase lo dicho sobre este pliego en la nota 280. 30. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 462. Pliegos (....) de Cracovia, nº 20. 31. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 63 y 1067. 32. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 331 (Pliegos (...) de Cracovia, nº 5) y 348 (Pliegos (...) de Cracovia, nº 15). 33. Wolf & Hofmann 1856: nº 189. Puedo verse también reimpresa y aumentada en Menéndez y Pelayo 1945, que respetó la numeración original. 34. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 538, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 23. 35. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 852= 324.5, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 11, texto en Wolf & Hofmann 1856: nº 187.

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glosa de Francisco de Lora al cidiano «Helo, helo por do viene».36 Un pliego con «doze Romances de amores muy sentidos» pudo venir a colación por incluir «Amores trata Rodrigo», que termina con la conjura de don Julián: «con moros se ha concertado / que destruyesen a España».37 Por fin publicó también una «Relacion agora nueuamente compuesta, de leuantamiento y guerra del reyno de Granada. Compuesta en verso castellano or Bartholome de Flores colchero, y por Alfonso Parejo blanco vezino de Granada», sobre el desarrollo de la rebelión y la represión consiguiente.38 En el año de 1571 publicó sólo dos pliegos, uno contiene un perqué y un villancico sobre las bellezas de Granada39 (donde se describe todavía el Albaicín como un barrio morisco) y un «Compendio de nueuos chistes en el qual se contiene vn nueuo y sentido Romance de Maymon alcayde de Ronda»;40 de 1572 parece ser una relación de las victorias contra los turcos relativa a Santa Liga y la toma de Castelnuovo (1538) que sólo conocemos por una edición toledana41 y cuya publicación en este momento hemos de suponer en la estela de la batalla de Lepanto. El año 1573 fue algo más prolífico, y el más denso en temas musulmanes: publicó el «Romance de la hermosa Xarifa y Abidarraez, que comiença la mañana de sant Juan [«/ al tiempo que alboreaua», expl. «no acusara esta demanda»] (...) Y otras, [el poema estrófico] si ganada es Antequera», que rodaban en ediciones desde hacía un cuarto de siglo;42 habrá que conectar este pliego con otro de romances viejos, «Aqui comiençan seys romances»,43 donde se nos da la versión tradicional de «La mañana de San Juan»,44 «Ay Dios qué buen caballero / el Maestre de Calatrava»,45 el romance del moro Alatar («De Granada parte 36. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 316, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 12 y el texto en Piacentini & Periñán 2002: nº 23. 37. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 721, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 14, texto de Wolf & Hofmann 1856: nº 3a. 38. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 204, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 21. 39. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 347, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 19. Había conocido ya una edición en 1550, Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 345 y 346. 40. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 199, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 17. 41. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 145 y 146. Para los sucesos históricos que refiere véase Fernández Álvarez 1966: 550-562. 42. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 1010, facsímil en Pliegos (...) de Cracovia, nº 13, versión distinta, aunque en la misma línea argumental, del que publicó Durán 1945: nº 80, procedente de Ginés Pérez de Hita y publicado también en Correa 1999: 254-256 (que no conoce esta versión). 43. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 919, facsímil en Pliegos (...) de Cracovia, nº 10. 44. Texto en Correa 1999: 248-258. 45. Correa 1999: 381-386.

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el moro»)46 y «Moricos, los mis moricos»; cierra con otros dos romances: el primero viejo de tema cidiano «De concierto están los condes»,47 el segundo «Reinando el rey don Alfonso / el que casto era nombrado»,48 que venía rodando en los cancioneros desde el de Anvers sin año. No menos interés tiene el tercer pliego del año, «Glosas de tres romances y canciones»,49 que contiene «Domingo era de ramos» sobre la batalla de Roncesvalles,50 el romance de doña Urraca «Morir vos queredes, padre»51 y la serranilla sexta de Santillana en la versión de Argote de Molina, «Entre Torres y Ximena»52 glosada; creo que el centro de interés de esta composición es la glosa, que la data «en el tiempo que havia guerra / entre Castilla y Granada». Al margen de este grupo, sólo tenemos un pliego firmado donde un roto ha hecho perder la fecha; contiene la glosa de un poema estrófico sobre la toma de Antequera, «Aquel venturoso infante».53 Cualquier consideración sobre este largo elenco depende del juicio que nos merezca este grupo de pliegos como muestra de la producción de Hugo de Mena; el hecho de haberse conservado todos ellos únicamente en la colección de Cracovia invita a pensar que el conjunto ha de ser fruto de los intereses, las ocasiones o la cronología del coleccionista, más que de la producción del impresor. Sin embargo, coincide en varios puntos con el itinerario de edición de pliegos históricos, épicos y fronterizos cuyos hitos fundamentales he intentado construir: se vinculan con los problemas políticos generales y locales y con las líneas maestras de la actuación y la propaganda de la monarquía; no olvidemos que nos hallamos ante un bloque muy tardío, que en algunos puntos enlaza ya con los primeros testimonios de la maurofilia posterior a la sublevación morisca. Lo interesante de este episodio es la seguridad del origen y la fecha; podemos precisar cómo la sublevación morisca favorece o promueve la publicación de pliegos más o menos centrados en la guerra contra los musulmanes, desde el ciclo carolingio, pasando por los romances históricos y épicos de origen hispano y la temática de la «pérdida

46. Texto en Correa 1999: 399-40347. Wolf & Hofmann 1856: nº 57. 48. Texto en Durán 1945: nº 614. 49. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 377 (se trata de un pliego repetidamente reeditado a lo largo del siglo, cfr. nº 373-377, con la glosa de Gonzalo de Montalbo o de Montalbán) facsímil en Pliegos (...) de Cracovia, nº 10. 50. Texto en Wolf & Hofmann 1856: nº 183. 51. Texto en Wolf & Hofmann 1856: nº 36 y hoy en Di Stefano 1993: nº 123. 52. Argote de Molina 1975: f. 335v-336r. 53. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 924, facsímil en Pliegos (...) de Cracovia, nº 25.

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de España»54 hasta los romances fronterizos, de los que publicó «Estando el rey don Fernando», «Ay Dios, qué buen caballero», «De Granada parte el moro», «Moricos los mis moricos», «De Antequera partió el moro» y una glosa de disparates sobre «Paseábase el rey moro». Éstos salieron del estado latente cuando las circunstancias del momento incitaron a recuperarlos, y las circunstancias, en el caso granadino, no podían ser ni más claras ni más dramáticas. Los romances fronterizos interesan en este sentido por la relativa facilidad de su datación. No podemos tener la seguridad de hasta qué punto las versiones conservadas son fieles a las originales,55 nacidas al calor de los acontecimientos, pero la directa vinculación entre poemas y hechos históricos no ha sido globalmente cuestionada para los de tipo tradicional, los que aquí nos han interesado. Y el hecho es que entre el suceso original y la emergencia a la letra escrita, más concretamente, la letra impresa de los pliegos donde empezaron a ver la luz, puede transcurrir desde medio siglo (caso probable del «Juego de Ajedrez» de Fajardo) a un siglo o aún más (caso de «Moricos los mis moricos» o del cerco de Baeza); durante este tiempo, a pesar de no haber dejado rastro, hubieron de vivir en la tradición oral, cantados entre las gentes. La falta de testimonios escritos resulta más fácil de explicar si distinguimos dos niveles de oralidad, el cortesano (de donde el paso a la escritura resulta relativamente fácil) y el popular (más alejado de la escritura y la imprenta);56 dado que ninguno de estos romances aparecen citados, glosados, contrahechos, copiados o publicados en ninguno de los cancioneros anteriores conocidos, debieron sobrevivir al margen de la cultura oral cortés, en los estratos populares de la sociedad, de donde emergieron cuando los sectores dominantes de la sociedad los consideraron útiles. Ahora bien, si la motivación inmediata, como parece, es la virtualidad de su aplicación a los sucesos políticos del momento, entramos de lleno en el campo de la propaganda, para la que utilizar un texto bien arraigado en la

54. Subraya Carrasco Manchado (1995: 339) que éste fue argumento de propaganda regia durante la guerra contra Portugal (1475-1476), retomado luego durante la guerra de Granada (basta por nuestra parte recordar los romances del Cancionero musical de Palacio), luego como soporte a las reivindicaciones expansivas ultramarinas y por fin «como elemento de promoción o justificación de medidas políticas concretas» hacia 1480 y años sucesivos. 55. Me parecen bastante fundadas las reservas de Garvin 2007: 73-83; siguiendo la terminología de R. Menéndez Pidal, la época aédica del romancero, aquella en que la producción de romances viejos seguía viva, se extiende hasta mediados del s. xvi; nada se opone por tanto a pensar que la recreación de estos romances fue viva, y no sólo en la tradición oral y popular, sino en la misma tradición subcortesana en que el romancero vivía y se reproducía. 56. Recojo aquí propuestas teóricas que hago en Beltran en prensa.

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memoria colectiva tiene la inmensa ventaja de ser mucho más eficaz que un texto nuevo o poco divulgado; y este problema nos lleva a otro, el uso ideológico del romancero, bien conocido desde antiguo. No es éste el momento de repasar con detalle los trabajos que se han dedicado a estos problemas, tan numerosos como variados en su orientación e, incluso, en su interpretación que, a veces de puro evidente, no siempre resulta fácil. Los estudios de Giuseppe Di Stefano (1971 y 1977) nos dieron una imagen fiel de la evolución en la moda de los romances: durante el reinado de los Reyes Católicos y el primer tercio del siglo xvi predominan los novelescos y cortesanos, de ideología genéricamente aristocrática (entendiendo el término «ideología» en sentido lato, como «valores compartidos por una parte de la sociedad»). Durante el segundo tercio del siglo xvi, por el contrario, en los cancioneros (o sea, tras el Cancionero de romances s. a.) comienza la hegemonía de los romances épicos e históricos que hemos de atribuir a la progresiva militarización de la sociedad castellana a medida que se ponía al servicio del expansionismo de la casa de Austria, cuyo programa de monarquía cristiana y universal encajaba tan bien con el mesianismo que ya había agitado Fernando el Católico durante la conquista de Granada; ahora, por «ideología» hay que entender «programa de gobierno».57 Como observa Di Stefano, esta tendencia resulta menos visible en los pliegos sueltos, más conservadores en su orientación, aunque, como hemos podido juzgar, la infiltración de las nuevas directrices no está en absoluto ausente y se incrementa con el paso de los años. Los romances fronterizos anteriores a la guerra de Granada, por tanto, son la mejor prueba de la vida social amplia y profunda del romancero, pues no llamaron la atención ni de los glosadores ni de los continuadores o parafraseadores de los romances tradicionales que ocupan las páginas de los cancioneros; tampoco los citaron ni recordaron pasajes suyos en los diversos modos en que la poesía cortés se hizo eco de otros sectores del romancero tradicional. Debieron recluirse en la tradición oral más popular, más alejada de los gustos de la corte, pues ni siquiera los cancioneros musicales se acordaron de ellos. Sin embargo, cuando las circunstancias políticas de la Monarquía o las preocupaciones de la sociedad por los sucesos coetáneos fueron propicias, emergieron de esta tradición (del folklore, diríamos hoy) para ocupar las páginas del vehículo de cultura escrita más comprometido con la propaganda, el pliego suelto. La peculiaridad que los caracteriza es sólo ésta; a su lado debieron vivir una gran masa de romances de temas

57. Para las diversas acepciones con que se ha usado el término remito a Beltran 2012.

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diversos que no tuvieron la misma suerte, de donde se alimentó sin duda la gran tradición oral que llega hasta el romancero del siglo xx. Vicenç Beltran Universitat de Barcelona Sapienza, Università di Roma Institut d’Estudis Catalans BIBLIOGRAFÍA CITADA Argote de Molina, Gonzalo (1975), Nobleza del Andaluzia, Sevilla, Fernando Diaz, 1588 [reimpresión facsimilar Hildesheim-New York, Georg Olms Verlag]. Beltran, Vicenç (2005), «Los primeros pliegos poéticos: alta cultura/cultura popular», Revista de Literatura Medieval, 17, pp. 71-120. Beltran, Vicenç (2012), «Edat mitjana, ideologia i literatura», en Literatures ibériques medievals comparades. Literaturas ibéricas medievales comparadas, Alicante, Universitat d’Alacant-SELGYC, pp. 113-132. Beltran, Vicenç (en prensa), El romancero, de la oralidad al canon, Salamanca, SEMYR. Blanc, Monique (1998), «Los frisos olvidados del Castillo de Vélez Blanco», en Revista Velezana, 17, pp. 7-8 [antes en Revue de l’Art, Paris, 116, 1997-2, p. 9-16]. Botrel, Jean François (1973), «Les aveugles, colporteurs d’imprimés en Espagne. I. La confrerie des aveugles de Madrid et la vente des imprimés du monopole à la liberté du commerce (1581-1836)», Mélanges de la Casa de Velázquez, 9, pp. 417-482. Botrel, Jean François (1996), «La littérature “de cordel” en Espagne. Essai de synthèse», Colportage et lecture populaire. Imprimés de large circulation en Europe: xvie-xixe siècles. Actes du colloque des 21-24 avril 1991, Wolfenbüttel, París, IMEC-Éditions de la Maison des Sciences de L’Homme, pp. 271-281. Caro Baroja, Julio (1969), Ensayo sobre la literatura de cordel, Madrid, Revista de Occidente [uso la edición de Madrid, Istmo, 1990]. Carrasco Manchado, Ana Isabel (1995), «Propaganda política en los panegíricos poéticos de los Reyes Católicos», Anuario de Estudios Medievales, 25, pp. 517-543. Carriazo Rubio, Juan Luis (2005), «Literatura y rivalidad familiar en el linaje de los Ponce de León a fines del siglo xv», en Actas del IX Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval (A

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16 DE UN IMPRESO A OTRO: VARIATIO Y ERRATA ROMANCERILES «La tradición, cuando la transmite la voz, es así, por naturaleza, el campo de la variante» (Zumthor 1987: 160).1 Así habla Paul Zumthor de la transmisión oral, tan evidentemente relacionada con la tradición romanceril de la Península ibérica en la Edad Media. ¿Y cuando la transmite la página, manuscrita o impresa? Hasta mediados del siglo xvi, los romances no se conservan por escrito sino en cancioneros poéticos de obras variadas, primero compilados a mano por cortesanos y, a partir de finales del siglo xv, impresos. Dicha convivencia de los textos romanceriles —es decir de los romances, glosas y reescrituras de los mismos—2 con otras formas y géneros poéticos, no puede dejar de llamar la atención, mayormente si observamos el paso de un impreso a otro: ¿cuáles son los textos que se quitan, se añaden, en los cuales la mano de un autor, de un impresor o corrector de pruebas, introduce variantes o enmiendas, ofreciendo a los lectores del tiempo un juego de variatio y/o de errata? Abandonando de entradas la ilusoria ambición de poder comentar la recepción de las obras,3 nos centraremos en las modalidades de su presencia dentro de los distintos cancioneros, de autor y género único

1. La traducción es mía. 2. Dentro de las prácticas poéticas de corte, los juegos de variatio incluyendo los romances estaban muy de moda en el siglo xv. Véase Beltran 2011: 12: «La obsesión por la glosa de romances y estribillos tradicionales y sus hibridaciones con el registro cortés (recordemos, por ejemplo, el caso de Pinar, o los romances atribuidos —quizás falsamente— a Juan Rodríguez del Padrón en el Cancionero de la Biblioteca Británica) son la manifestación más visible de este proceso que, de forma a primera vista sorprendente, preparó y exigió para su culminación el aprendizaje de los procedimientos del petrarquismo bembista». 3. Seguiremos en parte a Pablo Jauralde Pou, cuando invita a considerar las obras fuera de la materialidad de su transmisión y recepción: «que se publicaran o no, que se leyeran o no, es cuestión aparte que incumbe a una sociología del hecho literario» (Jauralde Pou 1982: 57).

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o variado. Buscaremos elementos capaces de ayudar a dibujar un esbozo de tipología de la variante romanceril impresa al nivel de las compilaciones, interrogando el alcance de la variación textual dentro del contexto editorial. Textos 1547

romanceriles y variatio cancioneril en los impresos anteriores a

Los textos romanceriles no llegan a ser mayoritarios dentro de los cancioneros impresos de finales del siglo xv y principios del xvi, pero la evolución de su insersión en las colecciones poéticas de aquel entonces pone en juego su capacidad de ajustarse a exigencias de variatio. Empecemos por observar cuál es el protagonismo de los textos romanceriles en los cancioneros de obras variadas, antes de imprimirse el primer Cancionero de romances (Menéndez Pidal 1945): Cancionero impreso

Obras

Obras romanceriles Porcentaje

Coplas de fray Ambrosio Montesino (1488)

14

3

21,4 %

Cancionero de Juan del Encina (1496)

169

4

2,4 %

Cancionero de fray Ambrosio Montesino (1508) 36

9

25 %

Cancionero General de 1511

1091

49

4,5 %

Cancionero de Pedro Manuel de Urrea (1513)

182

19

10,4 %

Cancionero General de 1514

1117

48

4,3 %

Cancionero de Juan del Encina (1516)

171

6

3,5 %

Cancionero Geral de García de Resende

236

2

0,8 %

Cancionero de Pedro Manuel de Urrea (1516)

226

26

11,5 %

Dechado de galanes (1524?)

24

8

33,3 %

Cancionero llamado guirlanda esmaltada de galanes Cancionero de obras diversas de Velázquez de Mondragón Espejo de enamorados

299

30

10 %

75

7

9,3 %

49

16

32,6 %

Cancionero de galanes

6

4

66,7 %

Unos cancioneros siguen con porcentajes muy bajos que corresponden con los de los romances manuscritos anteriores.4 Es el caso de los casi con-

4. Véase Dumanoir 2003: 43. El cómputo de los textos romanceriles presentes en los cancioneros manuscritos del siglo xv lleva a concluir que ocupan entre el 0.5 % y el 4.7 % del conjunto de las obras reunidas por el compilador.

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