El rol de los medios masivos de comunicación en la circulación de la información y la formación de la opinión pública

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Descripción

El rol de los medios masivos de comunicación en la circulación de la información y la formación de la opinión pública
Diego L. Forte
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El rol que los medios masivos de comunicación desarrollan como formadores de opinión es por estos días bastante aceptado, pero dada la complejidad de los procesos en los que están involucrados suele ser menospreciado el alcance de su influencia. En las siguientes líneas intentaré, de modo esquemático, exponer cómo circula socialmente la información, como formamos nuestra opinión acerca de la llamada "realidad" y cuál es el papel que desempeñan los medios en estos procesos.
Cuando nos pensamos a nosotros mismos como individuos usualmente nos consideramos como sujetos con la capacidad de pensar libremente lo que queramos. Aun cuando pensemos que algunos aspectos de nuestras vidas puedan estar limitados por diferentes factores tendemos a pensar que en lo más profundo de nuestra conciencia somos libres de manejar nuestros pensamientos libremente. Pero lo cierto es que, más allá de pequeñas variaciones individuales, construimos nuestra realidad a partir de conceptos que circulan socialmente y nos agrupan en torno a ellos. Determinados grupos sociales tienen ciertas ideas respecto de su vida, como clase social, étnica, religiosa, etc., y comparten ideas básicas sin cuestionarlas.
Berger y Luckmann (1968) conciben el concepto de "realidad" como una construcción social. De acuerdo con estos autores no existe algo tangible y unívoco que podamos denominar "realidad" sino que los elementos que componen este constructo tienen que ver con las ideas compartidas dentro de cada grupo social. Así, las clases trabajadoras tendrán una cierta concepción del mundo y las relaciones que las rodean que será diferente de las clases altas. Estas ideas están relacionadas con la historia social de cada grupo y constituirán un conjunto de elementos que no serán cuestionados. Cualquier relación social que los individuos incluidos en una clase establezcan estará condicionada por esta información que han absorbido pasivamente, a través del lenguaje, y que no van a cuestionar en ningún momento. Si bien a partir de la década de 1960 occidente vio florecer una época de cuestionamientos masivos de muchas ideas constitutivas de la sociedad esta situación comenzó a menguar hasta casi desaparecer a principios del nuevo siglo. Esto sucede porque si bien la situación de cambio nunca se detiene, los grandes movimientos no pueden ser constantes. Las revoluciones intelectuales se desarrollan a partir de la acumulación de cambios pequeños. Estos cambios suelen ser perceptibles pero no se les atribuye demasiada importancia, dando una sensación de estabilidad en la sociedad.
Para constituirse como grupo social las comunidades deben encontrar elementos comunes que les permitan considerarse un grupo, es decir, compartir valores, conceptos, una visión del mundo. Aun cuando coexistan diferencias individuales a grandes rasgos estos conceptos deben tener una base común.
Durante el medioevo existían en Europa instituciones que imponían visiones particulares, pero esta imposición estaba dada por algún tipo de coacción: la fuerza o el poder. La ley de la corona podía molestar a los campesinos pero desobedecerla implicaba duras penas, incluso la muerte. También la iglesia imponía sus ideas y desobedecer su mandato conllevaba serias sanciones sociales y severos castigos. Con la aparición de la prensa escrita en el siglo XVII la circulación de la información comienza a cambiar. Ahora la burguesía encuentra un lugar desde el cual enunciar y constituir un discurso identitario. En este contexto aparece la prensa escrita. Si bien los primeros periódicos se parecían más a listas de mercado que a lo que conocemos en la actualidad, estos ganaron terreno muy rápidamente y comenzaron a ampliarse, publicando información acerca de eventos sobresalientes en cada sociedad.
En las sociedades capitalistas modernas la vida está muy esquemáticamente pautada: tiempo para trabajo, tiempo para distensión, comprar objetos, usarlos, momentos de la vida para trabajar, casarse, formar una familia, etc. La sociedad occidental, como muchas otras comunidades, construye una visión de la vida altamente compartimentada. En este contexto los medios masivos de comunicación reproducen ideas que ya se encuentran en el seno de la sociedad. El cúmulo de significados posibles en una comunidad dada es finito. Es cierto que constantemente están ingresando conceptos foráneos, pero el núcleo duro de significados es muy difícil de modificar porque está constituido por elementos que otorgan identidad al grupo. Las ideas nuevas pueden ser aceptadas, y entonces pasan a formar parte de ese conjunto de ideas básicas que conforman el conocimiento básico o sentido común de la sociedad (Gramsci, 1971) o son relegadas al ámbito de lo marginal, donde pueden permanecer largo tiempo y/o desaparecer.
Cuando nos encontramos con un vecino en el ascensor es poco probable que, mientras ascendemos a nuestros respectivos pisos digamos "¡qué buenos los avances recientes en mecánica cuántica! ¿no?". Lo más probable es que nuestra conversación esté relacionada con el clima. Cada sociedad pauta los contenidos que son posibles en cada contexto. Esto quiere decir que, en el largo plazo, pauta la mayoría de los contenidos.
Pero esos contenidos posibles no circulan desordenados. Ya hemos dicho que cada sociedad pauta los contenidos posibles, pero además esos contenidos deben estar ordenados de una determinada forma. ¿Cómo establecemos un orden de importancia? ¿cómo diferenciamos algo importante de algo accesorio dentro de ese caos de información? La importancia relativa de cada uno de los contenidos se da, entre otras cosas, por lo que se denomina imposición de agenda. Pero volvamos por un minuto a nuestro vecino, el del ascensor. Así como hablamos con él acerca del clima también podemos conversar sobre algún evento importante que haya sucedido en nuestra ciudad. Y aquí vuelve a aparecer la idea de importancia relativa. Si hablamos con nuestro vecino, supongamos de política, vamos a hacerlo a partir de algo que hayamos leído en el diario, escuchado en la radio o visto en televisión/internet. Los medios de comunicación nos están proveyendo el material para la charla. Esta proveduría se da a través de la imposición de agenda pública. La agenda pública es el conjunto de información sobre la que se habla masivamente en una sociedad. Por ser masivos, los medios tienen casi un monopolio para la imposición de temáticas. Para Eliseo Verón (1983) las noticias, igual que la realidad para Berger y Luckmann, no existen. Los medios construyen el evento de acuerdo con sus ideas de clase o grupo y lo postulan como reflejo de la realidad. De esta forma la información queda instaurada en la opinión pública desde la perspectiva de una clase, y se discute desde esa perspectiva. Como ejemplo Verón presenta el caso de un accidente nuclear ocurrido en Francia en 1979. A lo largo de numerosas páginas describe con lujo de detalles el siniestro para revelar finalmente que se trata solo de una construcción discursiva. Tal evento jamás sucedió. Si bien este es un ejemplo tomado de un libro que analiza justamente el papel de los medios estos casos han sido comunes desde el comienzo de los primeros periódicos. Los medios deciden de qué se habla en una sociedad y, usualmente, cómo se habla de eso también.
Como se ve es muy difícil usurpar ese papel. Más aún cuando, como sucede en las sociedades modernas, los medios son conglomerados empresariales que manejan una multitud de recursos. Hoy en día es poco probable que un periódico o un canal de televisión actúe solo. En Argentina las principales empresas de información son multimedios que manejan tanto periódicos como estaciones de radio y televisión además de numerosas páginas de internet. Nos levantamos por la mañana y mientras desayunamos vemos una nota sobre un tema X, al salir a la calle compramos el diario y vemos la misma nota, luego escuchamos en la radio información acerca de lo mismo. Y ante esa repetición tenemos la ilusión de haber visto diferentes opiniones sobre el tema. Error. Todo lo que los diferentes medios hicieron fue repetirnos la misma información hasta que la creímos y la dimos por sentada. Ahora imaginemos que la televisión, la radio, el diario y las páginas de internet de donde nos fue provista esta información pertenecen al mismo multimedios, siguen la misma editorial. Nunca salimos del círculo pautado por el grupo en particular.
La concentración de medios en pocas manos posibilita una regulación de contenidos a discutir y también de las formas en que esos contenidos se discuten. Si solo tres personas manejan los principales medios de un país entonces solo se necesita que esas tres personas se pongan de acuerdo para imponer tales o cuales ideas. Aquí radica la importancia de tener medios independientes. Pero no necesariamente independientes del gobierno: independientes de las grandes corporaciones, independientes de los grupos de poder. Cuando una clase dominante, esté en el gobierno o no, es dueña del control de la información, es dueña de imponer significados y, por ende, es dueña de la realidad.
Cuestionar los significados se convierte de este modo no solo en una posibilidad sino casi en una obligación. Controlar la información implica controlar la opinión de los grupos sociales que consumen esa información. Y no me estoy refiriendo a clases sociales sino a conjuntos de personas con creencias similares, que pueden pertenecer a clases sociales muy distintas.
En los últimos años se dio en algunos países occidentales un caso particular: algunos presidentes, a riesgo de disminuir brutalmente su imagen positiva, optaron por utilizar las cadenas nacionales y los discursos públicos para pelearle la pulseada a los medios e imponer agenda. Diferentes mandatarios latinoamericanos apelaron a esta estrategia e incluso Barak Obama utilizó este recurso ante el escándalo que implicaron las escuchas ilegales a ciudadanos norteamericanos por parte de NSA. Con diferentes resultados en lo que a circulación de la información se refiere, lo que sí lograron estos presidentes fue un enfrentamiento liso y llano con los medios más grandes de sus respectivas naciones.
En síntesis, el lugar de los medios en la sociedad nunca es ingenuo. Aun cuando lo repitan hasta el hartazgo los medios nunca informan, imponen significación. No en vano son llamados el cuarto poder. De acuerdo con van Dijk (1997) uno nunca acude al periódico a informarse sino a corroborar la opinión del mundo que ya tiene porque necesita reforzar su relación de pertenencia al grupo. Las noticias no solo hablan de eventos, hechos, situaciones, también nos dicen quienes somos dentro de ese contexto. Nos interpelan y nos posicionan. Son nuestras creencias personales las que nos incluyen o nos excluyen. Por ello el cuestionamiento de la configuración informativa que nos rodea es la única herramienta posible para atravesar esa nube de humo en la que nos envolvemos nosotros mismos construyendo día a día el mundo en el que vivimos.

Referencias
Berger, P. y Luckmann, T. (1968). La Construcción Social de la Realidad. Madrid: Amorrortu
Editores.
Gramsci, A. (1971). El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Nueva Visión, Buenos Aires.
van Dijk, T. (1997). Racismo y análisis crítico del discurso. Barcelona: Paidós.
Verón, E. (1983). Construir el acontecimiento. Barcelona: Gedisa.

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