El ROCÍO DE AYER Y HOY. REFLEXIONES A PARTIR DE UNAS FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS

August 1, 2017 | Autor: S. Rodríguez-Becerra | Categoría: Andalucía, Fotografia, Religiosidad Popular, Romerías, Almonte (Huelva)
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Descripción

Estudio introductoria al Catálogo de fotografías del libro: El Rocío de Ayer: 19001960. Apuntes sobre su historia y repertorio fotográfico, Julio Flores Cala, C. E. R. Ayuntamiento de Almonte, 2005, pp.85-92. D.L.: SE-3436-04

El ROCÍO DE AYER Y HOY. REFLEXIONES A PARTIR DE UNAS FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS Contemplar la colección de fotografías que ofrece esta publicación puede dar la impresión, si solo miramos los aspectos formales que ellas representan, de que todo ha cambiado en el Rocío desde principios del siglo pasado: La antigua ermita, de escaso valor estético ha sido sustituida por un hermoso y amplio santuario; las pocas hermandades filiales que entonces acudían a la ermita y portaban el simulacro en la tradicional procesión de la mañana del lunes de Pentecostés participaban ordenadamente y por riguroso orden de antigüedad –ese principio organizativo de la sociedad que conserva un carácter casi sagrado-, han crecido hasta superar el centenar; la hora de salida de la Virgen ha adelantando el horario hasta casi alcanzar el domingo; los sectores sociales protagonistas, en otro tiempo limitado a los señoritos, se han ensanchado ampliamente y da cabida a amplias clases medias y a los menos favorecidos; la imagen del virgen del Rocío ha pasado de ser una devoción comarcal a estar presente en gran parte de Andalucía. Algo semejante podíamos decir de los atuendos, que en estas fotos semejan verdaderos uniformes de clase y que en la actualidad ofrecen una enorme variedad dentro de los cánones que la moda estética impone, especialmente en los trajes de gitana, en su modalidad rociera, y en los de monta a la vaquera propia de la Baja Andalucía; los alojamientos han pasado de humildes chozas con techumbre de retama, juncos o bálago a confortables residencias privadas, verdaderos hoteles ocasionales con precios de temporada “altísima” y colectivas y casas de hermandad. Están ausentes los vendedores de dulces y frutos secos y verdes que ofrecía generosamente la naturaleza (algarrobas, azofaifos, piñones, paloduz) cuyo uso ha desaparecido sustituido por productos industrializados; las inevitables parejas de la Guardia Civil a caballo, garantes del orden público, nunca ausentes de las concentraciones humanas, ataviadas con sus tricornios protegidos con parasoles de tela verde, hoy sustituidos por un complejo dispositivo de seguridad; las comitivas de abanderados y abanderadas a pie con sus sencillos simpecados, ataviadas ellas con trajes de faralaes de bajo talle y ellos con traje corto y sobrero calañés de alta copa que se han transformado en inacabables presentaciones con lujosos y elaborados simpecados acompañados por elegantes hermanos y hermanas que cambian cada año los trajes tradicionales para no quedar desfasados

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de la cambiante moda. En esta larga ceremonia ante las puertas del santuario las hermandades presentan su homenaje a la Virgen y sus respetos al Hermano Mayor de la Hermandad Matriz que de esta forma renueva su especial e indiscutible posición. Estas muestras gráficas en las que se ha intentado plasmar la popular romería de Almonte en la primera mitad del siglo pasado son para algunos claros testimonios de que aquella fiesta se ha ido para siempre; sin embargo, si nos detenemos un poco a pensar sobre ella y nos distanciamos de los datos concretos que las fotos muestran, desde un nivel más antropológico, que trata de explicar y generalizar sobre los hombres y sus culturas en el espacio y el tiempo, podemos llegar a la conclusión contraria: nada importante ha cambiado. El hombre, la mayoría de los hombres sigue acudiendo a ciertos enclaves o lugares donde mejor cree que se encuentra y comunica con lo sagrado, en este caso en la marisma, y lo hace anualmente en la convicción de que el espacio y el tiempo son factores decisivos en esa comunicación, desoyendo las voces que le hablan de la potestad de la ubicuidad o cualidad de estar en todas partes de los seres sagrados y que le quieren hacer creer que cualquier tiempo y lugar es bueno para esa comunicación. La verdad es que los almonteños y muchos cientos de miles de andaluces creen, quizás sin saber formularlo, que la Marisma de las Rocinas es un espacio donde se muestra el poder de la imagen o hierofanía. Ciertas organizaciones y los pueblos que las sustentan crean en torno a las imágenes de su devoción no solo una celebración anual que conmemore y celebre la fiesta según el calendario gregoriano, sino que se siente inclinados si encuentran apoyos a crear todo un ciclo festivo que abarca todo el año, como ocurre en el caso de la Virgen del Rocío. Son múltiples las fiestas generales y particulares que se celebran en torno a esta imagen y su santuario: la primera y principal es la romería de Pentecostés que congrega a cientos de miles de personas a celebrar unas jornadas que no se viven de igual manera ni tienen la misma significación e intencionalidad para todos; el llamado Rocío chico, cuyas raíces se hunden en ese momento traumático para todos los españoles que fue la invasión de España por el ejército napoleónico; las traídas de la Virgen del santuario a la iglesia parroquial de la villa, ligadas a una tragedia o calamidad pública, y con el propósito de pedirle su intervención, eran en otro tiempo ocasionales, y periódicas e institucionalizadas desde hace unos años a esta parte, con el propósito de acercar la imagen al pueblo pero también, con propósitos de mayor difusión de la devoción a la Virgen y de los valores patrimoniales de esta población marismeña, lo que lleva aparejados beneficios económicos que afectan al conjunto de la población; las vigilias anuales que las cofradías celebran en el santuario y en sus casas de hermandad a lo largo del año; la presencia organizada de numerosas asociaciones de 2

fieles devotos y curiosos promovidas por centros de la tercera edad, parroquias y un sin fin de organismos con fines religiosos, asistenciales y recreativos. Y esto ha llegado a ser así porque muchas personas creen que el santuario de la virgen del Rocío es un lugar donde se producen beneficios para aquellos que lo solicitan, y por ello visitan a la imagen y el santuario antes, durante y después de la romería, aunque es bien notorio que las vivencias que tienen los rocieros durante su fiesta de Pentecostés deja profundas huellas, incluso en los no creyentes. Si a ello le unimos la intervención mediática que alcanza en Andalucía y España cotas nunca imaginadas, los beneficios con que la Naturaleza ha dotado a la comarca y la importancia de la cita anual para los hombres de negocios, quizás podamos explicarnos la magnitud del fenómeno que tiene lugar en el Rocío, donde según el imaginario colectivo de los almonteños y de los pueblos de la marisma la Virgen mostró su inequívoco deseo de residir en la ermita, luego santuario que se le levantó al borde del arroyo de la Rocina. El Centro de Estudios Rocieros Esta publicación es una iniciativa del Centro de Estudios Rocieros del Ayuntamiento de Almonte, institución que surge de la necesidad de dotar al fenómeno religioso, social y cultural que significa la Virgen, el santuario y la romería del Rocío -el más relevante de toda Andalucía-, de un organismo que fuera a la vez centro de documentación, estudio, reflexión y difusión de esta realidad. En él debían conservarse los documentos y obras impresas relacionados con el Rocío, Almonte y las Marismas del Guadalquivir, en todos los formatos para que se constituyera en centro de consulta y referente principal para todos los estudiosos y aficionados al fenómeno rociero. Entendíamos que una manifestación de tanta envergadura en la que intervienen de forma permanente o periódica instancias tan diversas como la Hermandad de Almonte, el Ayuntamiento de la villa, cientos de hermandades, congregaciones y asociaciones rocieras, la Diócesis de Huelva y la Parroquia de Almonte, la Delegación del Gobierno, la Junta de Andalucía, los parques Nacional y Natural de Doñana, la Estación Biológica y la Diputación de Huelva, debería disponer de un centro de estudios, investigación, reflexión y debate que intentara explicar, asesorar y difundir desde los presupuestos de las Ciencias sociales y de la Naturaleza los cambiantes procesos socioculturales, religiosos, medioambientales y económicos que allí se producen. Estas fueron las ideas que barajamos en los comienzos del Centro de Estudios Rocieros, y en este caso el plural no es de modestia, porque participé activamente en la concepción de este centro junto a Domingo Muñoz Bort, ideas que dejamos plasmadas en 3

los Estatutos y Reglamento del Centro que fueron aprobados por el pleno municipal del Ayuntamiento de Almonte. El Centro no es el que proyectamos en su día, quizás demasiado ambicioso en sus objetivos y en su estructura orgánica para las posibilidades de un ayuntamiento, pero las cosas hay que aceptarlas como van viniendo porque a veces, lo mejor es enemigo de lo bueno. No obstante, creo que el Centro de Estudios Rocieros, en los pocos años de vida trascurridos no ha dejado de producir cultura rociera, con la mejor intención, aunque no siempre con acierto: ha organizado un par de importantes reuniones científicas sobre religiosidad popular, convocado anualmente premios y becas de investigación para trabajos de interés para la comarca y el santuario, editado algunos libros, organizado exposiciones y algunas otras actividades, y ahora este catálogo de imágenes de la romería del Rocío debida a los fotógrafos sevillanos Serrano y Gelán vinculados a la prensa sevillana durante décadas y a la labor callada pero continua de Julio Flores. La fotografía como documento histórico y antropológico La imagen fotográfica no goza en general del reconocimiento de los académicos y por ello es poco utilizada, aunque se hacen intentos por su reconocimiento y por elevar la categoría científica de esta fuente. Las ilustraciones constituyen generalmente un adorno o una aclaración de un texto pero nunca una fuente principal para la mayoría de los autores, a pesar de que nadie mejor que el autor puede conocer que imágenes expresan, aclaran o refuerzan las ideas en él contenidas. Y ello a pesar de que nadie duda de la capacidad de comunicación y de impacto de las fotos, o lo que es lo mismo, sus posibilidades didácticas; es suficiente recordar como ciertas fotografías han dado la vuelta al mundo y han quedado grabadas en la memoria de todos poniendo al descubierto la gravedad de ciertos acontecimientos o el escándalo de algunos comportamientos. Excepcionalmente, una fotografía cobra tanta fuerza por si misma o está tan insuficientemente explicada que se desliga del hecho que representa, alcanzando otra dimensión simbólica y/o semántica. A pesar de lo dicho, se siguen dando pasos hacia la consideración de la fotografía como documento de primera mano, cuando surgen o se recuperan colecciones y se ponen a disposición de los investigadores cantidades significativas de este material; por ello considero necesario hacer algunas consideraciones metodológicas sobre su utilización como fuente histórica y antropológica: a)

Está generalmente aceptado que la fotografía no es una reproducción exacta de la realidad sino un medio de expresión que supone siempre una selección y que con ella puede manipularse el tiempo y el espacio.

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Las fotos como los documentos, son interpretables, por tanto no es aceptable la afirmación común de que constituyen documentos notariales del pasado. Las fotos disimulan o falsean la realidad, y ello dejando de lado el trucaje y la manipulación de positivos o negativos. Las fotografías, incluso cuando se trata de series, suponen siempre una selección de escenas, es decir de información de hechos. En cada foto concurren un cúmulo de circunstancias que la hicieron posible y que es necesario valorar en cada caso. Por ejemplo, en las llamadas fotos de familia, no aparecen todos los que asisten a ciertos acontecimientos. Suscribimos la idea de que la fotografía no es la realidad sino una forma convencional de representar la realidad y que no solo son significativos los primeros planos sino también, y en ocasiones más los segundos. Las series fotográficas son especialmente valiosas pues permiten la comparación, cosa que no es posible con fotos sueltas. Así, son especialmente valiosos los archivos de fotógrafos profesionales ya sean de estudio o prensa. Las fotografías reflejan la importancia y las prioridades de cada grupo social o momento histórico a pesar de los convencionalismos que las condicionan.

Los historiadores y antropólogos, los buenos antropólogos e historiadores, valoran más las series documentales y los comportamientos generalizados que el documento excepcional o el dato singular y único, aunque a veces caigan unos y otros, en la tentación de valorar una pieza o dato excepcional por su valor estético, por la importancia del personaje o el exotismo de la costumbre o tradición. Igualmente, es necesario valorar la importancia de las series fotográficas de un mismo fenómeno, incluso la repetición. De la importancia evocadora de estas series fotográficas son buena muestra las secciones existentes en los diarios locales que rememoran el pasado; su contextualización temporal y espacial es expresión del interés y la gran aceptación que estas secciones suscitan en los ciudadanos. Pero no olvidemos que a la hora de decidir qué cosas se fotografían, cómo y en que momento, ya se hace una selección personal que permite a los expertos identificar la obra de un determinado fotógrafo. Éste, salvo contados casos de genialidad artística, que suele ser reconocible, esta predeterminado por lo que es importante, aceptable, conveniente y será bien recibido y 5

admirado por el grupo social al que va dirigida la fotografía. Los aficionados a la fotografía como documento y como expresión estética nos debatimos continuamente cuando hacemos una foto, por ejemplo, si debemos incluir o soslayar los gruesos cables del tendido eléctrico o telefónico, que se interponen entre nosotros y el objeto a fotografiar. El cableado aéreo es una realidad que nos estropea la estética de la foto, pero si prescindimos de ellos falseamos la realidad. Ello introduce una dosis de subjetivismo que es necesario contemplar en la valoración de la fotografía como documento histórico y antropológico. La fotografía tiene así mismo un carácter polisémico, es decir tiene distintos significados: un mismo documento permite mirarlo desde perspectivas diferentes y encontrarle diversos sentidos. Por ello es pertinente la distinción que nos permite la utilización de los verbos ver y leer aplicados a las fotografías. Puede cconsiderarse como acción de ver la pasada rápida y sin apenas comentarios que hacemos de las fotos de amigos o familiares después de unas vacaciones, y que sobrellevamos con expresiones del tipo: ¡qué bonito!, ¡qué bien estáis!, o ¡estáis muy favorecidos! lo que nos permite salir airosos del trance. El término lectura, de tan hondas resonancias para aquellos que hemos hecho de la lectura, la reflexión y la escritura nuestra vida y profesión, incluye una gran cantidad de matices, pero sobre todos ellos destacaría la capacidad de trasmitir el conocimiento. Pero leer, es también descifrar, escudriñar, hacerse preguntas, entender y explicar, buscar contextos y comparaciones, en suma, tratar las fotografías como un documento proyectando una mirada sobre ellas que las haga hablar. La realidad de la naturaleza y de las sociedades humanas es muy rica y diversa, aunque podemos y debemos encontrar factores comunes, inevitables para el conocimiento, que es la razón de ser de la ciencia; debemos aprender a leer los datos que la naturaleza y el hombre y todas sus creaciones ofrecen para mejor conocernos y poder trasmitir lo aprendido a otros hombres. Por ello me parece tan profunda y evocadora la acepción del término lectura, porque leer no es solo pasar la vista por encima de los párrafos, las fotografías o las ceremonias sino, como hemos apuntado anteriormente, comprender y explicar, y ello solo es posible cuando se dominan las técnicas de la lectura de cada tipo de documento requiere. Así, serán diferentes para el arqueólogo, el historiador o paleógrafo, el estudioso de la arquitectura popular y el urbanismo, tarea a la que dedico desde hace años parte de mi tiempo libre, o el investigador de la fotografía. Las sesenta fotos que aquí se reproducen y que han sido seleccionadas en función de los motivos que expresan y la calidad de las mismas, recogen todo el complejo de acciones que implica la romería del Rocío en la primera mitad del siglo XX: escenas y 6

paisajes del camino, incluido el paso del Ajolí o el Quema; actividades en la aldea; actos religiosos públicos y privados como el cumplimiento de promesas y escenas familiares. Están presentes también los actores principales de la fiesta: los jóvenes almonteños en la toma de las andas de la Virgen –práctica de la segunda mitad del pasado siglo-, la procesión por el real, la exaltación de los capellanes con los brazos elevados al paso de la imagen, los tamborileros que acompañan a los simpecados, los políticos de diferentes regímenes y signos, saludos de la multitud brazo en alto en la salida o entrada de la virgen a los sones del himno nacional, y desde luego, el pueblo que baila, come y bebe pero sobre todo es espectador y vive de esta peculiar forma su religión. En síntesis, esta publicación recoge una serie de fotografías, a las que en el futuro deben seguir otras tantas, pues existen muchos archivos privados todavía no conocidos, dada la atención que desde los primeros tiempos de la fotografía despertó el Rocío entre estos artistas y aficionados. Este santuario y romería probablemente sean las manifestaciones religioso-festivas más fotografiadas de toda Andalucía, por ser sede de una de las múltiples advocaciones, la de la Virgen del Rocío. En este ser sagrado han depositado su fe y confianza generaciones de almonteños y de gentes de las tierras del Bajo Guadalquivir. Esta confianza, devoción y comunicación casi nunca ha sido bien entendida por los eclesiásticos, como lo demuestra la carta que remitiera el párroco de Almonte al arzobispo de Sevilla el 3 de marzo de 1932, a raíz de la retirada del cuadro de la Virgen del salón de plenos del ayuntamiento. Dice el párroco en su carta, reproducida íntegramente en el libro, que el pueblo se sublevó, lo llevó en hombros hasta la casa consistorial, rezaron y acordaron traer la virgen al pueblo como desagravio, y añade: “Ha habido escenas edificantes a pesar del poco espíritu religioso de los almonteños”. Sin duda, este clérigo no entendía o no aceptaba el modo de concebir y expresar la religiosidad los vecinos de Almonte, pero esto, no constituye novedad pues, durante siglos, algunos han confundido a los creyentes con los fieles, a pesar de que entre ambos términos existen importantes diferencias. Salvador Rodríguez Becerra Catedrático de Antropología Social Universidad de Sevilla

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