El Retorno intempestivo al arjé, la voluntad metafísica como origen y fin de la naturaleza toda.

July 7, 2017 | Autor: Alan Bogarín | Categoría: Schopenhauer, Arthur Schopenhauer, Filosofía, Metafísica
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Descripción

El retorno intempestivo al arjé, la voluntad metafísica como origen y fin de la naturaleza toda.

¿Qué es la Filosofía sino la consecuencia del estupor, de la admiración, fascinación y maravilla provocado en el hombre por la realidad (realidad en el sentido más general) o bien, por el ser?. Ya Platón y Aristóteles pronunciaban al asombro y a la admiración como condición para el pensar. Y en este sentido, es quizá Schopenhauer el filósofo moderno que vuelve más taxativamente a esa idea del asombro como lo primigenio de todo filosofar (Tirado, 2002, pág. 130). Una de las primeras cuestiones que ha movido y excitado al espíritu griego dentro del periodo presocrático, ha sido aquélla sobre el origen, del cual todo partía y al cual todo volvía, el principio que permanecía inmutable por debajo de todos los cambios y las mutaciones. Los sondeos de los primeros filósofos griegos han sido en torno al arjé. Ahora bien, es Schopenhauer, al menos desde cierta perspectiva quien más claramente retoma el intenso afán de buscar la esencia y el principio de la naturaleza en total, incluyendo la esencia del hombre. El pensador de Danzig, admitiendo la influencia kantiana, conviene también sobre los límites de la razón en la actividad cognoscitiva, sin embargo no se conforma con la distinción fenómeno-noúmeno de Kant, menos aún renuncia a hacer Metafísica; él, a pesar de admitir un distrito demarcado de la razón se arroja a

"trasgredir los límites del

conocimiento y a señalar simbólicamente la esencia inmanente de todas las cosas" (Tirado, 2002, pág. 128). Los requisitos entonces, para llegar a la cosa en sí o esencia de la naturaleza son: a) silenciar a la razón y su conocer puramente fenoménico, b) alzarse en una actitud algo introspectiva y buscar la autoconsciencia o intuición del "yo" (Pifarré, 2002, pág. n.d.) y c) volcarse hacia el mundo con una mirada que va más allá de la experiencia, es decir, contemplar a la naturaleza con el ojo metafísico (Schopenhauer, 1844, págs. 198-226). La cosa en sí (voluntad) es o puede ser aprehensible; ésta es Una pero se encuentra en todas y en cada una de las cosas de la naturaleza. Aunque nuestro autor propugne un conocimiento

que vaya más allá de la experiencia, para resolver el enigma del mundo, no se puede más que acudir a la experiencia interna y externa, pero ya en un sentido sutil y de manera más sofisticada. La tarea de la metafísica no es sobrevolar la experiencia en la que se encuentra el mundo sino comprenderla a fondo, ya que la experiencia, externa e interna, es de hecho la fuente principal de todo conocimiento; que, por lo tanto, la solución del enigma del mundo solo es posible vinculando de forma adecuada y en el punto correcto la experiencia externa a la interna, y conectando así esas dos fuentes de conocimiento tan heterogéneas; si bien todo ello dentro de unos ciertos límites que son inseparables de nuestra naturaleza finita, de modo que lleguemos a una correcta comprensión del mundo mismo sin que en todo caso alcancemos una explicación de su existencia que sea concluyente y elimine todos los problemas ulteriores (Schopenhauer, 1844, pág. 238). Schopenhauer descubre así que: "la verdadera metafísica nos enseña que eso mismo físico no es más que producto o más bien manifestación de algo espiritual (la voluntad) y que la materia misma está condicionada por la representación, en la cual tan sólo existe" (Schopenhauer, n.d., págs. 1-2) . El rasgo fundamental de la doctrina schopenhaueriana, así como él mismo lo dice, consiste justamente en confrontar a la voluntad y al intelecto, y abandonar la postura casi unánime de toda filosofía anterior a él: el de ver "como inseparables y hasta como condicionada la voluntad por el conocimiento" (Schopenhauer, n.d., pág. 1). Lo primigenio y la esencia más íntima en el hombre no es el intelecto, la razón, o ni siquiera el alma, sino es la voluntad. El intelecto no es lo esencial en el hombre, no es más que producto o derivación de aquélla. Tampoco el alma es el principio de vida o lo más simple y puro en el hombre, es aún más posterior que el intelecto. El alma es una mezcla o compuesto formado por el intelecto y la voluntad.

"En mi doctrina, lo eterno e indestructible en el hombre, lo que forma en él el principio de vida, no es el alma, sino que es... la voluntad. La llamada alma, es ya compuesta; es la combinación de la voluntad con el nouz, el intelecto. Este intelecto es lo secundario, el posterius del organismo, por éste condicionado, como función que es del cerebro" (Schopenhauer, n.d., pág. 1). Sin embargo, no hay que considerar aquí a la voluntad en sentido psicológico; tampoco hay que confundir la voluntad con el albedrío, debido a que "albedrío se llama a la voluntad cuando la alumbra el intelecto, siendo...las causas que le mueven a motivos, es decir, representaciones...quiere decir que la influencia del exterior, que es lo que ocasiona el acto, se mediatiza por un cerebro." (Schopenhauer, n.d., pág. 3). La diferencia entre movimientos voluntarios e involuntarios, refiérese pues, no a lo esencial y primario, que es en ambos casos la voluntad, sino meramente a lo secundario, la provocación de la exteriorización de la voluntad, o sea si se cumple dicha exteriorización por el hilo de las causas propiamente tales, o de los excitantes, o de los motivos, es decir, de las causas llevadas por el intelecto. (Schopenhauer, n.d., pág. 3). La voluntad es considerada principio de todo en tanto es metafísica; el arjé de Schopenhauer es metafísico, y esto en la medida en que la cosa en sí excede al fenómeno, que es producto de la representación. Pero ésta sólo excede en el sentido de que al preguntarnos por la esencia del fenómeno y buscar una comprensión más profunda, se supera el mero conocimiento físico o de representación (dado mediante el principio de razón). La necesidad metafísica del hombre es incuestionable (Caro, 2001, págs. 29-30) . La voluntad, diría Schopenhauer, no es únicamente lo más originario y el principio de vida en el hombre, sino que se extiende a la naturaleza toda. Los animales, las plantas, todo lo que sea vivo y lo que no, proviene de un singular pero no aislado principio: la voluntad. 05/06/2015 Alan Bogarín Colmán.

Bibliografía

 Caro, H.D.(2001). El origen de la Necesidad Metafísica del Hombre. Revista Saga N°3 (Vol. I). En: http://www.saga.unal.edu.co/etexts/PDF/saga3/Caro.pdf  Pifarré, L. (2002). La Voluntad como Fundamento en Schopenhauer. (A.O. Delclós, Ed.). Edición Digital Arvo Net. En: http://arvo.net/filosofia-moderna/la-voluntadcomo-fundamento-en-schopenhauer/gmx-niv541-con11932.htm  Schopenhauer, A. (1844). El Mundo como Voluntad y Representación. (P. L. María., Trad.) Madrid: Trotta Editorial.  Schopenhauer, A. (n.d.). Sobre la Voluntad en la Naturaleza. En: http://www.medellindigital.gov.co/Mediateca/repositorio%20de%20recursos/Schop enhauer,%20Arthur/Schopenhauer_ArthurSobre%20La%20Voluntad%20En%20La%20Naturaleza.pdf.  Tirado, C. G. (2002). Verdad y Belleza: Un Ensayo Sobre Ontología y Estética. Coyoacán, México: Editorial Universitaria: UNAM.

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