El retorno de lo trágico

July 22, 2017 | Autor: Aura Arcos | Categoría: Aesthetics, Art Theory, Contemporary Art, Friedrich Nietzsche, Dioniso
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Descripción

Aura Arcos Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México. Estética y Filosofía del Arte.

El Retorno de lo Trágico Una intuición de la vida. Retomando las obras de Nietzsche “Más allá del bien y del mal” y por supuesto “El nacimiento de la tragedia”, se pretende exponer las señales que da el arte contemporáneo de la imposibilidad de coincidencia entre el caos constitutivo que somos y la máscara, la tan necesitada máscara que posibilita la expresión, que, justo por ser disfraz, nunca alcanza a coincidir con la pluralidad que somos. Vida desgarrada, por esta contradicción fundamental entre necesidad de expresión e imposibilidad de coincidencia. Una vida que se muestra de la forma más grotesca y original en el arte contemporáneo confrontando los dioses elegidos por Nietzsche para personificar las potencias en el arte. Dioses que, en vez de luchar o anteponerse el uno al otro, se reconcilian en las manifestaciones artísticas de nuestra era.

Palabras clave: Nietzsche, Dioniso, Apolo, Arte contemporáneo.

El Retorno de lo Trágico Aura Arcos “¿Quién me oiría, si gritase yo, desde la esfera de los ángeles? Y aunque uno de ellos me estrechase de pronto contra su corazón, su existencia más fuerte me haría perecer. Pues lo hermoso no es otra cosa que el comienzo de lo terrible en un grado que todavía podemos soportar y si lo admiramos tanto es sólo porque, indiferente, rehúsa aniquilarnos. Todo ángel es terrible”1 Rilke, Elegías de Duino

La cultura, como refinamiento de la naturaleza originaria tiene que estar en constante reinvención, es un proceso de ascenso y descenso en el que se transforma la vida humana, siempre un perderse en lo Uno primordial, la trascendencia de la forma a favor de lo indefinido, pero siempre para retornar y recuperar lo apolíneo de una manera distinta, pero ¿Qué ocurre cuando este vaivén apunta en dirección contraria? no refinamiento sino un retorno a Dioniso “¿qué esperanzas tienen que reanimarse en nosotros cuando los auspicios más seguros nos garantizan un proceso inverso, un despertar gradual del espíritu dionisiaco en nuestro mundo actual?”.2 El arte como la forma en la que el ojo se redime ante el terror de la noche, es donde mejor se aprecia el juego Dioniso-Apolo. La historia del arte muestra el proceso de refinamiento, la tendencia hacia lo apolíneo, hacia la forma, la definición y luego, el proceso contrario. La penetración de Dioniso en las artes plásticas, el constante empujar para romper el velo apolíneo. Con esta ponencia pretendo mostrar como Dioniso está presente en el arte grotesco, contemporáneo y en el hiperrealismo especialmente de Ron Mueck, artes esencialmente apolíneos. Pero que ahora se inclinan hacia lo dionisiaco, dando lugar a las discusiones sobre si esas obras son arte. La categoría estética de lo bello se ve transfigurada en el horror profundo, reflejo evidente del fondo originario.

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Rainer Maria Rilke, Elegías de Duino, pág. 15. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, pág. 167.

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Dioniso y Apolo La primera cumbre que levanta el pensamiento de Nietzsche se eleva sobre la piedra musgosa de Dioniso y la columna dórica de Apolo. De los dioses griegos se apropia para simbolizar la lucha perpetua de dos “potencias artísticas que brotan de la naturaleza misma”3. Apolo -divinización del principio de individuación, la hermosa apariencia, la luzse alimenta del sueño, la imagen; se purifica a través de la redención dolorosa y la mueca de horror. El mundo necesita ser justificado, simbolizado, sentido plenamente. Apolo es “dios de todas las fuerzas figurativas”.4 Dios embriagado, Dioniso se hace acompañar de una corte de sátiros y “náyades arteras” que transportan el vino del arrebato perpetuo. Y si Apolo es el sueño, Dioniso es el transe de la embriaguez. No presta atención al hombre sino que, en el movimiento interno de atracción, lo arrastra hasta la unidad primordial, lo absorbe hacia un estado de unidad mística. Dioniso es el fondo abismal, el caos sobre el que Apolo erige torres de belleza, la apariencia y el orden “pero bajo Apolo es Dionysos el que gruñe”.5 Es el caos originario y constitutivo, Dioniso es lo terrible, el arrobamiento, la indiferencia total. Sin embargo, no es Dioniso bárbaro, no es simplemente el llamado orgiástico y el desencadenamiento de las bestias más salvajes, sino un juego de ascenso y descenso, el camino a la trascendencia de la individualidad. Nietzsche no busca un fundamento paralizado y muerto; bebe de una fuente viva en devenir y creación, donde se nace y reproduce. Es el lugar previo a la creación. Dioniso es el fondo mismo y fuente de la vida. La realidad completa se entiende por la lucha y tensión de estas dos fuerzas, pero en realidad Apolo y Dioniso no son antitéticos. Sólo formas de resolución distintas. Apolo redime el sufrimiento en apariencias diurnas. Dioniso afirma la vida sin justificarla ni redimirla, la celebra sin distinciones. Todo avanza en un torrente ciego. En él se ahogan todas las experiencias, “incluso el más áspero sufrimiento”. 6 Dioniso es la indiferencia misma como poder, la pérdida completa de la individuación. Imposible vivir con esa

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F. Nietzsche, El Nacimiento de la tragedia, pág. 48. Ibíd., pág. 44. 5 G. Deleuze, Nietzsche y la filosofía, pág. 22. 6 G. Deleuze, op. cit., pág. 28. 4

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verdad, la sabiduría del Sileno7 debe ser superada una y otra vez para poder soportarse. Mientras la naturaleza –Dioniso- carece de finalidad, de contornos, de intencionalidad, con Apolo el hombre se define porque es capaz de modelarse. Apolo es un principio vital. ¿Queréis vivir ‘según la naturaleza’? ¡Oh nobles estoicos, qué embuste de palabras! Imaginaos un ser como la naturaleza, que es derrochadora sin medida, indiferente sin medida, que carece de intención y miramiento, de piedad y justicia, que es feraz y estéril e incierta al mismo tiempo, imaginaos la indiferencia como poder- ¿cómo podríais vivir vosotros según esta indiferencia? Vivir - ¿no es cabalmente un querer-ser-distinto de esa naturaleza ¿vivir no es evaluar, preferir, ser injusto, ser limitado, querer-ser-diferente?8

Sólo bajo la apariencia redentora es posible la vida. Y la voluntad de trascender lo natural, sin exiliarse del mundo, es la potencia de darse forma, la fuerza que crea la apariencia. El caos no encarna una ‘mera apariencia’ que resulte falsa, por el contrario, es un refinamiento de aquel caos constitutivo, la configuración comprensiva del mundo. La vida es el resultado de darse forma del ‘sí mismo’, la proyección sobre el mundo. El encubrimiento de Dioniso bajo el velo -por más delgado que sea- de Apolo es lo que hace soportable la vida. Más que encaminarse hacia una cima, los griegos tendieron un puente sobre el abismo: “Para poder vivir tuvieron los griegos que crear, por una necesidad hondísima, estos dioses […]”.9 En tanto proyección de este ‘sí mismo’, somos creación artística de la dualidad de potencias estéticas. Sólo como fenómeno estético está enteramente justificada la vida y “nuestra suprema dignidad la tenemos en significar obras de arte”.10 “El ámbito dionisiaco, ámbito de fuerzas en lucha y contradicción constante que dan paso a la simbolización y a la cultura”.11 Este tempestuoso mar sin sentido se enmascara y se transforma en lo humano, en la cultura. Este arte -y necesidad- de transfiguración se llama filosofía “la filosofía es ese

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‘Estirpe miserable de un día, hijos del azar y la fatiga ¿por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de todo es inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti –morir pronto.” El nacimiento de la tragedia, pág. 54. 8 Nietzsche, Más allá del bien y del mal, pág. 30. 9 Nietzsche, el nacimiento de la tragedia, pág. 55. 10 Ibíd., pág. 69. 11 Rebeca Maldonado, Metáforas del abismo, pág.13.

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instinto tiránico mismo, la más espiritual voluntad de poder, de ‘crear mundo’, de ser causa prima”.12 El juego Dioniso- Apolo y el arte contemporáneo El arte plástico, simbolización apolínea por esencia, condición de vida es invadido por dionisiaco, por el horror, el caos y la verdad silénica. Como la imagen que plasma Nietzsche en el Origen de la tragedia: los griegos apolíneos viendo la oleada que está a punto de absorberlos de bárbaros dionisiacos en pleno delirio místico. En el arte grotesco y en el arte contemporáneo, el orden de Apolo en lugar de suplantar el orden titánico del horror en pro de la alegría, regresa al horror. Lo que por definición debería ser de Apolo: las artes plásticas que representa lo sublime de la cultura y la delimitación, está ahora a servicio de Dioniso. Imágenes terribles nos hacen dudar que Goya al pintar Saturno devorando a su hijo hiciera arte, lo que debería brindarnos serenidad y belleza, nos deja atónitos, nos horroriza. Lo apolíneo no cumple ya su cometido, pues la intuición de Dioniso es más que evidente. Ya no se suplantan órdenes de horror por la alegría, sino que se simboliza a Dioniso en lo apolíneo, hasta la medida en lo que esto es posible pues es ya símbolo, ya apolíneo pero al fin horror profundo, “Se refleja de manera simbólica a la contradicción primordial […] Al dolor primordial existente en el corazón de lo UNO primordial y por tanto, simboliza una esfera que está por encima y antes de toda apariencia”.13 ¿Puede entonces hablarse de una circularidad? Sobre la base de lo indiferenciado, sobre lo completamente terrible, se erige lo apolíneo, el arte. Éste, ya individuado, cubre la base caótica con apenas un ligero velo. Intuyendo siempre el deseo profundo, el arte es la redención del “yo” y de nuevo la superación de la subjetividad, “silenciamiento de toda voluntad y caprichos individuales”, 14 “en la medida en que el sujeto es artista, está ya redimido de su voluntad individual y se ha convertido, por así decirlo, en un médium a través del cual el único sujeto verdaderamente existente festeja su redención en la apariencia”.15 Intuye de manera apolínea la verdad silénica y la ingenuidad de la naturaleza creadora plasma, hasta lo que Apolo permite, ese fondo abismal, Dioniso. Es un círculo de 12

Nietzsche, Más allá del bien y del mal, pág. 31. F. Nietzsche, El Nacimiento de la tragedia, pág. 74. 14 Ibíd., pág. 64. 15 Ibíd., pág. 68. 13

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dos sentidos: el construir la identidad desde lo indistinto, para superar al fin el yo en favor de la indiferencia regocijada en la apariencia. Y en sentido histórico, donde hemos llegado a simbolización extrema e incluso se ha ya dejado atrás y de nuevo está el arte en el principio. Del esplendor del arte, de la cultura no quedan sino vestigios. Ejemplos abundan. Danto impactado por la Brillo box, dando vueltas incrédulo. Incluso las instalaciones de arte contemporáneo, donde se sacan objetos de contexto y se les coloca en un espacio que los define como arte: los balones ponchados de Orozco, el cuadro hecho de periódicos, en el piso expuesto en el MUCA como parte de Arte povera. Otro ejemplo, que quizá funcione mejor para mostrar la invasión dionisiaca en lo apolíneo es el hiperrealismo de Ron Mueck. Lo intrigante de la obra de Mueck, no es la precisión o la impecable técnica con la que construye sus esculturas, sino que nos muestra lo más profundo. Ejemplo perfecto de mímesis III ricoeuriana, donde el arte imita la realidad pero para llegar al fondo mismo de esta no como simple copia, sino para reconfigurarla y transformarla. El arte —plástico— ahora se parece más a un coro trágico que a un pintor clásico, el cual no se mezcla con su símbolo, no se fusiona con la imagen que crea. Las artes plásticas en general, pertenecen al dios Apolo, por ser redención en la apariencia, impera la forma y la definición, por ello el artista se sabe distinto, nunca se funde con su obra, siempre la mira como otredad. Las esculturas de Mueck, algo que tendría que ser bajo cualquier luz apolíneo, parece más arte trágico, música, donde hay un despedazamiento del individuo y unión con lo primordial. Las esculturas hiperrealistas llevan a una identificación intensa y desgarradora, al ser tan similares no sólo en la apariencia, sino en el conocimiento de esencia, intuimos algo de lo más originario. A suerte de espejo nos hacen sumergirnos en la extrañeza que poco a poco se vuelve un deja vu, para sorprendernos viendo nuestro reflejo que ya no es propio. El hombre-mujer-escultura “nos sorprende por su precisión y claridad apolíneas, de tal modo que en seguida nos figuramos penetrar con la mirada en el fondo más íntimo de su esencia, con cierto estupor porque el camino hasta ese fondo sea tan corto”.16 Lo que hace patente la obra de Mueck es el ligero velo que cubre a Dioniso. Lo terrible inscrito en el mundo de la cultura. En este arte, que tiende a la imitación precisa de la realidad, donde la definición total impera; nos podemos sentir identificados y por ello 16

Ibíd., pág. 91.

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repelidos ante copias tan perfectas de lo que somos, mostrando la verdad silénica: los cuerpos se acercan más a lo grotesco y lo deforme que a la perfección con la que se han dibujado; la belleza que le hemos atribuido al cuerpo, se desvanece ante imitaciones tan precisas. El cuerpo es dionisiaco totalmente y la simbolización apolínea encubre la verdad silénica para hacernos soportable el mirarnos. Pero en realidad no somos esas representaciones griegas, con proporciones perfectas. Estas esculturas, nos regresan desde el núcleo mismo de lo apolíneo a lo más originario, al fondo abismal que es Dinosos. Pero Dioniso va más allá: no sólo es el cuerpo sino el horror que se expresa. Es la incomodidad de ver un hombre en su desnudez total, con la imperfección que su cuerpo implica, acurrucado en una esquina aterrado e incluso un tanto resignado ante su condición, ante la situación, ante su vulnerabilidad. Igual de desconcertante fue para los griegos apolíneos descubrirlo y ahora el arte nos lo arroja: “en realidad todo aquello no le era tan extraño a él, más aún, de que su conciencia apolínea lo ocultaba ese mundo dionisiaco sólo como un velo”. 17 Por ello, nos repelen este tipo de obras, porque envuelven una contradicción fundamental, o quizá dos: la contradicción originaria que representa Dioniso en sí mismo en adición con la tensión entre él y Apolo. Y además, el encontrar en el seno de la cultura, en la exaltación a Apolo, tan inmerso y evidente lo dionisiaco. Estos dioses que marchan normalmente en abierta guerra entre sí, no son realmente atintéticos sino que es un juego en el que se excitan y potencian. El arte grotesco, es una precaria reconciliación, una endeble alianza en la que domina Dioniso. Porque al igual que en la tragedia, el que sufre y el sufrimiento mismo es Dioniso “sufrimientos de la individuación, pero reabsorbidos en el placer del ser original”,18 pero apolíneo al fin al ser la simbolización de Dioniso. Dioniso proyectando fuera de sí un mundo de imágenes apolíneo. Esta tensión entre Dioniso y Apolo es a su vez un constante descenso sin el cual no hay ascenso. El descenso es el encuentro con el cuerpo y la tierra; la caída libre desde las máscaras celestes –lo más sublime- hasta el abismo del núcleo creador. Este vaivén es la vida. Se trata de un retraimiento a lo dionisiaco para trascender lo individuado, que al final resulta en la recuperación de Apolo de una forma nueva, una reinvención que revitaliza las

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Ibíd., pág. 52. G. Deleuze, op.cit., pág. 22.

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formas corroídas por las olas que rodean por completo la isla apolínea. Las figuras apolíneas están ahora gastadas, perdieron ya la definición que las caracterizaba, y como todo lo que llamamos cultura, tienen ahora que compadecer antes el terrible juez Dioniso.

Bibliografía Deleuze, Gilles. Nietzsche y la filosofía. Barcelona: Anagrama, 2008. Maldonado, Rebeca. Metáforas del abismo . México: Ediciones sin nombre, 2008. Nietzsche, Friedrich. El Nacimiento de la Tragedia. Traducido por Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza Editorial, 2011. —. Más allá del bien y del mal. Traducido por Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza Editorial, 2008. Rilke, Raine Maria. Elegías de Duino. Traducido por Jenaro Talens. Madrid: Hiperión, 2007. Weber, Paulina Rivero. Nietzsche. Verdad e Ilusión. México, D.F.: UNAM, Editorial ITACA, 2004.

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