El retorno a Japón de Amelie Nothomb

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Descripción

El retorno a Japón de Amélie Nothomb ALEJANDRO GONZÁLEZ LARIO Universidad Autónoma de Barcelona

Amélie Nothomb es hija de padres Belgas y nació en 1967 en Shukugawa, una pequeña localidad cercana a la ciudad de Kobe. Debido al cargo diplomático de su padre, pasó los primeros cinco años de su vida en Japón; cinco años que la marcarán su propia existencia así como sus obras. Posteriormente, pasará junto a sus padres una temporada de tres años en Pekín, para después vivir en Nueva York hasta los once años y más tarde en Bangladesh, Birmania y Laos. No visitará Bélgica hasta los diecisiete años, después de haber vivido en diferentes países asiáticos. A su llegada a Bélgica Amélie comenzó sus estudios de Filología Clásica en la Universidad Libre de Bruselas. Los cuatro años que pasó en la tierra de sus padres, desconocida hasta entonces, estuvieron marcados por una sensación de desarraigo y soledad, puesto que desde el momento en el que abandonó su Japón natal, ella se había sentido siempre una expatriada1. Así pues, con veintiún años y tras licenciarse decide volver a Japón con la intención de pasar allí el resto de su vida. Conociendo estos datos sobre su biografía, nos percatamos inmediatamente de la importancia que tienen los viajes durante toda su infancia y posteriormente. A pesar de haberse criado en multitud de países distintos, en su mayoría asiáticos, será Japón el lugar que ella considerará durante gran parte de su existencia el punto de partida de su viaje, el que marcará sin duda toda la infancia y adolescencia de la autora, condicionando su identidad hasta el punto de considerarse, entonces y durante una buena parte de su vida, japonesa, y considerando todo lo demás extranjero2. Del mismo modo, verá Japón como su primer hogar y, por consiguiente, base para, si no toda, parte fundamental de su identidad. A lo largo de este trabajo analizaré, a través de algunas de sus obras, todas ellas de carácter autobiográfico, su regreso a Japón desde el punto de vista de la identidad, así como de los contrastes entre oriente y occidente que influirán notablemente en la escritora.                                                                                                                 1

«Tener que marcharme del país a los cinco años fue una experiencia que viví como una injusticia, un escándalo y una desgarradura. Durante el resto de mi infancia, me consideré una exiliada. No dejaba de contar a quien quisiera escucharme que en realidad yo era japonesa, para perplejidad de mis interlocutores, pero que un día lograría volver a mi país.» (VICENTE, A (2009): Amélie Nothomb: El abrazo del samurái. Queleer. 2402.2009: http://www.que-leer.com/226/amelie-nothomb-el-abrazo-del-samurai.html [1’-03.2011] 2  «El perdigón de saliva aérea atravesó el mar de Japón, Corea del Sur, el mar Amarillo, y aterrizó en el extranjero: China. Debo señalar que, en adelante, todo país que no fuera el del Sol Naciente fue calificado así por mí.» (NOTHOMB, A. (2006): Biografía del hambre, Barcelona, Anagrama. p. 63)

1.

METAFÍSICA DE LOS TUBOS (2000) Y LA CREACIÓN DE UNA IDENTIDAD JAPONESA Esta obra relata, en forma de biografía, los recuerdos de sus tres primeros años de

vida. A lo largo de estos tres años, la protagonista va forjando una identidad profundamente enraizada en Japón. La relación con sus progenitores no es demasiado destacable, más allá del hecho de que serán el único elemento que la acabará distanciando de Japón. Sin embargo, el papel de su primera aya, Nishio-san, con la que habla japonés en secreto desde bien temprano, es fundamental en la creación de esta identidad japonesa, ya que ella la acepta y refuerza. No ocurrirá lo mismo con la segunda aya que se ocupará de Amélie, Kashima, una antigua noble de cuyos privilegios se había visto despojada tras la guerra, que se convertirá en el principal obstáculo para el desarrollo de la identidad japonesa de la protagonista, pues nunca la aceptará como japonesa y la considerará igual de intrusa que los occidentales que entraron en su país y le despojaron de sus privilegios. Durante toda la obra Amélie se considera puramente japonesa y de forma consciente, pues considera la identidad como una elección que ella no tarda en hacer3. Sin embargo, esta convicción no estará libre de desaprobaciones. La condición de diplomático de su padre suponía un obstáculo para los intereses de Amélie; la llegada de un día en que tendría que abandonar Japón junto a su familia era inevitable. Ante este fatal destino la protagonista, en un ataque de ira propio de su edad, se niega a aceptar tal hecho, tremendamente injusto para ella4, pues considera Japón parte fundamental de su propia existencia. La obra termina con una caída accidental al estanque de la casa que la protagonista concibe como una tentativa de suicidio, justificada por el miedo a abandonar su país, y que ella misma mistifica. Durante los minutos que la niña pasa en el agua, la única en percatarse de lo que está ocurriendo es la aya Kashima que, como muestra de rechazo, decide no actuar. No obstante, será finalmente Nishio-san quien corra a socorrerla. Después de este incidente, Nothomb termina la obra con un final enigmático: «Luego ya no volvió a ocurrir nada más» (M.T., p.143).                                                                                                                 3

«…rápidamente elegí mi bando: entre unos padres que me trataban igual que a los demás y un aya que me divinizaba, no había duda. Sería japonesa.» (NOTHOMB, A. (2001): Metafísica de los tubos, Barcelona, Anagrama. p. 54) 4 «—¡No puedo marcharme! ¡tengo que vivir aquí! ¡es mi país! ¡es mi casa! —¡No es tu país! —¡Es mi país! ¡Me moriré si me marcho!» (Ibíd., p. 113)

2.

BIOGRAFÍA DEL HAMBRE (2006) Y LA PERDIDA DE LA IDENTIDAD JAPONESA Esta obra continúa la anterior, recogiendo el último periodo que pasa la autora en

Japón y los años posteriores hasta su regreso. En sus primeras páginas, Amélie, aún niña, afronta la realidad que la separa del que ella concibe como su país5. Antes de su marcha, empieza a ser consciente de su eterna condición de extranjera y del rechazo que este hecho provoca en los que son para ella sus compatriotas. A diferencia de sus hermanos, Amélie fue inscrita en un yôchien6 cercano, donde sería la única no-nipona. Este sería el primer lugar donde la protagonista entraría en contacto con la sociedad japonesa, que no tardó en remarcar su condición de extranjera, desafiando totalmente la concepción de si misma de la niña. En uno de los ejercicios de canto habituales en la escuela, Amélie sufre un ataque de pánico que la deja sin habla y da a entender a su maestra que es incapaz de hablar japonés, hecho que se toma como normal, pues era extranjera7. Poco tiempo después, su padre es destinado a Pekín y Amélie abandona el país junto a su familia, siendo ya completamente consciente de que su amado Japón, que ella había elegido como su patria, no la acogería del mismo modo8. En el relato de los más de quince años que pasa Nothomb fuera de Japón es destacable el cambio progresivo en la concepción de si misma, pues desde poco después de dejar Japón, a pesar de que conscientemente se identifique como japonesa, Amélie empieza a observar el mundo desde un prisma totalmente belga. Esta condición de belga, además, supondrá un refuerzo de su particularidad, ya que, hasta su llegada a Bruselas a los diecisiete años, no tendrá contacto con apenas ningún otro belga, aparte de su familia, por lo que siempre se considerará un ser único en los grupos de norteamericanos y franceses, entre otros, que se va encontrando en su viaje. Amélie no será consciente de este cambio en su identidad hasta su vuelta a Japón, que supondrá una retrospección a sus cinco años9. En un viaje de visita a Shukugawa, en el que la acompaña su hermana, Amélie se reencuentra con el Japón de su infancia que, aunque no

                                                                                                                5

p. 57)

6

«Sabía que iba a marcharme de Japón, lo cual no dejaría de constituir un monumental fracaso.» (B.H.,

Yôchien: Jardín de infancia. «Lo peor fue cuando me preguntó si entendía lo que me estaba diciendo. De este modo sugería que, de haber sido yo japonesa, no habría habido problema —que si hubiera hablado su idioma, habría cantado como las demás.» (Ibíd., p. 38) 8 «Japón era mi país, el que yo había elegido, pero él no me había elegido a mi.» (Ibíd., p. 74) 9 «Tenía ventiún años pero tenia cinco años. Me parecía haber estado fuera durante cincuenta años y era como si sólo me hubiera ausentado una temporada.» (Ibíd., p. 197) 7

había apenas cambiado, ella percibe de un modo distinto10. En este deseo por reencontrarse con el Japón de su niñez, Amélie se pone en contacto con Nishio-san. En su reencuentro con su aya, Amélie tiene una reacción muy poco nipona: «Le di un beso: me resultó embarazoso.» (B.H., p. 205). Esta sensación de embarazo indica que la protagonista se percata de su propio cambio; ha saludado como una occidental.

3.

NI DE EVA NI DE ADÁN (2009) Y LA RECUPERACIÓN DE LA IDENTIDAD JAPONESA Esta novela comienza con el regreso a Japón de Amélie. Nada más llegar a Tokio

decide empezar a dar clases particulares de francés, como una vía rápida para conocer japoneses y ganar algún dinero. Su primer, y único alumno en toda la obra, resulta ser un chico joven, llamado Rinri, cuya discreción y cortesía atraen a la protagonista. Entre estos dos personajes no tarda en surgir un idilio sentimental, en torno al cual gira la trama. Durante toda la obra, la autora nos presenta una curiosa dicotomía entre los intereses de los personajes principales. Como ya sabemos, la protagonista, Amélie, tiene como principal propósito de su regreso a Japón recuperar el tiempo pasado y volver al estado de su infancia donde era indudable su japonesidad. Así pues, durante su experiencia en Japón ella busca reafirmar todos esos rasgos característicos de los japoneses. Por otro lado, el personaje de Rinri supone una extraña contradicción. Atendiendo a las descripciones sobre el personaje que la protagonista presenta, resulta indudable que Rinri recoge fenotípica y psicológicamente todos los rasgos propios de un nipón. No obstante, en su relación con la protagonista, Rinri muestra, en ocasiones de forma poco directa, un interés por la cultura occidental, llegando al punto de parecer desear formar parte de ella. En una de las primeras ocasiones en las que Rinri invita a su profesora, Amélie, a su casa, ésta hace una interesante reflexión sobre la razón que llevaría a su alumno a servirle un té verde, mientras que él optaría por tomar un refresco tan occidental como la Coca-Cola: «En su casa, me preparó té verde, aunque él tomó una Coca-Cola, un detalle que me hizo gracia, ya que ni siquiera me preguntó qué deseaba. Se daba por sentado que una extranjera se regocijaría con ese refinamiento japonés mientras que él estaba hasta la coronilla de las japonesadas.»11. A pesar de que este hecho no resulta demasiado significativo en la obra, nos                                                                                                                 10

«El pueblo no había cambiado prácticamente, éramos mi hermana y yo las que nos habíamos metamorfoseado.» (Ibíd., p. 201) 11 NOTHOMB, A. (2009) Ni de Eva ni de Adán, Barcelona, Anagrama. p. 28.

muestra cómo, de alguna manera, los elementos o costumbres concebidos comúnmente como “japoneses”, y que Amélie busca, no son sino conceptos estereotipados de una realidad cuestionable. No muchas páginas después, surge entre los protagonistas un sentimiento que los une, cuya naturaleza interpretan de forma distinta. La relación sentimental de ambos personajes supone para cada uno de ellos un sentimiento nuevo y ajeno a la cultura propia. Amélie es consciente de que el sentimiento que Rinri tiene hacia ella se corresponde con el concepto occidental de “amor”, cuyo correspondiente en lengua nipona sería “ai”, un término desterrado del vocabulario habitual japonés. Por otra parte, en una breve, pero acertada definición del concepto “koi” 12 , Amélie explica el carácter lúdico y novedoso de ese sentimiento que despierta en ella su alumno, y cuya idealidad provocará una crisis en la pareja. Esta contradicción 13 supone una incompatibilidad esencial, que llevará a la protagonista más tarde a abandonar Japón definitivamente. Sin embargo, resulta notable el júbilo que la protagonista muestra respecto al hecho de haber desarrollado ese sentimiento tan japonés, como ella misma considera “koi”. Sin duda ella lo ve como un logro, como un acercamiento a su meta; ha conseguido sentir como una japonesa. Este proceso de redescubrimiento de su japonesidad ocupa gran parte de la obra, y tiene un desencadenante muy claro. Amélie acude como invitada a una cena informal en el apartamento de unos jóvenes japoneses, entre los que se encuentra su alumno, y a la que también ha sido invitada una norteamericana. En un primer momento, las características físicas, así como las lingüísticas, hacen que el lector sitúe a las dos foráneas en un mismo plano. Sin embargo, esto choca frontalmente con los intereses de Amélie que, tal y como se aprecia en sus reflexiones internas, muestra cierto desprecio por la norteamericana y procura diferenciarse de ella, interpretándose esto como un verdadero deseo de distanciarse de todo lo no japonés, incluida su propia e innegable parte occidental. En esta misma escena, Amélie parece pasar por un proceso de iluminación al combinar en su mente los ingredientes que los anfitriones están manipulando; no hay lugar a duda, están preparando okonomiyaki14. Este plato tan típico de la región de Kansai, donde nació, despierta en ella recuerdos de su infancia,                                                                                                                 12

«Lo que sentía por aquel muchacho no se correspondía con ninguna palabra del francés moderno, pero en japonés el término adecuado era koi. En francés clásico, koi puede traducirse por gusto. Sentía gusto por él. Era mi koibito, aquel con el que compartía el koi: su compañía era de mi gusto.» (Ibíd., p. 53) 13 «Sospechaba que él sabía que mis sentimientos hacia él se correspondían más con koi que con ai. Si eso no le entristeció, sin duda fue por conciencia inaugural: debía de comprender que él era mi primer koi, en la misma medida en la que yo era su primer amor.» (Ibíd., p. 54) 14 «Rinri pelaba jengibre, Hara pelaba gambas, Masa había acabado de atomizar la col. Añadí en mi cabeza todos aquellos ingredientes a la salsa de Hiroshima e, interrumpiendo a Amy en medio de una frase sobre Portland, exclamé: —¡Vamos a comer okonomiyaki!» (Ibíd., p. 19)

a la vez que desencadena su proceso de re-identificación con Japón. Durante gran parte de la obra, las referencias al monte Fuji son numerosas. Amélie, como buena conocedora de la cultura japonesa, sabe que entre los japoneses existe la idea de que cada uno de ellos debe subir el Fuji para así confirmar su derecho a ser considerado plenamente japonés. De este modo, Amélie considera la escalada al monte como la prueba definitiva para su propósito15. Así pues, una mañana Rinri la lleva por sorpresa al monte Fuji, donde ella, nada más llegar, se lanza en una acelerada escalada, acabando por adelantarse a su compañero y convirtiendo la subida en un reto personal. Durante el ascenso, la autora introduce una escena, donde coincide en el camino con un militar norteamericano del que destaca su absoluta incapacidad de comprender la magnitud del monte y su significado. Una vez más, ella misma se sitúa en una posición diferente a la del occidental, puesto que ella, como japonesa que se considera, tiene muy presente la importancia de tal gesta. Una vez en la cima, y tras pasar la noche, Amélie participa en un rito, que para ella resulta sin duda introductorio. Se une al grupo de peregrinos japoneses a la espera del amanecer, aguardando la confirmación de que ella, al igual que los japoneses que la acompañan, es aceptada por Japón. Poco después se produce un estallido colectivo en forma de grito unánime: «Banzai»16; la protagonista ya ha conseguido su propósito, ya es una más entre los japoneses, confirmándose así su identidad japonesa. No será, sin embargo, ésta la última referencia al monte Fuji. Más adelante, con el objetivo de practicar montañismo, Amélie decide ascender el monte Kumatori en solitario. Ya bien inmersa en su escalada, se ve sorprendida por una tempestad de nieve y, temiendo por su vida, decide refugiarse en una vieja cabaña donde pasa la noche. A la mañana siguiente, descubre que está perdida en medio de la nieve y busca desesperadamente el camino de vuelta. Esta escena resulta particularmente interesante, pues se puede hacer una lectura desde el punto de vista de la identidad. Amélie se encuentra perdida en si misma, en una crisis de identidad, y necesita confirmar su identidad nipona. Para ello, invoca al que ya es su talismán, el monte Fuji. Es bien sabido que la cumbre de este volcán extinguido es visible desde muchas partes de la isla, por lo que inicia una búsqueda desesperada, necesita divisar la cumbre, no solo para sobrevivir, sino para confirmar que Fuji, así como Japón, la reconocen17.                                                                                                                 15

«La tradición afirma que todo japonés debe subir al monte Fuji por lo menos una vez en su vida, so pena de no merecer tan prestigiosa nacionalidad. Yo, que deseaba ardientemente convertirme en nipona, veía en aquel ascenso una genial astucia identitaria.» (Ibíd., p. 83) 16 «Entonces se produjo un fenómeno cuyo recuerdo me sigue conmoviendo: de los cientos de pechos reunidos allí, entre ellos el mío, se elevó el siguiente clamor: —Banzai!» (Ibíd., p. 90) 17 «[…] ruego para que se vea el monte Fuji, lo llamo como se llama al mejor amigo, acuérdate,

Finalmente lo encuentra, la agonía ha pasado, ya considera que Japón la vuelve a aceptar.

4.

ESTUPOR Y TEMBLORES (1999) Y EL DESENGAÑO DE AMÉLIE Tal y como hemos visto, en Ni de Eva ni de Adán, Nothomb presenta la experiencia de

búsqueda de una identidad pasada y de un reconocimiento de ésta, que la protagonista finalmente parece encontrar. Sin embargo, en esta obra, que, aunque fue publicada años antes que la anterior, se recoge el segundo año de estancia de la autora tras su llegada a Tokio. Nothomb muestra la otra cara de la moneda de su experiencia de regreso al país que la vio nacer. El titulo de “desengaño” deriva no solo de la narración de la novela a la que se dedica este apartado, sino también es la conclusión resultante del análisis de este viaje de regreso que este trabajo pretende presentar. Esta es sin duda una de las obras más conocidas de Nothomb, no solo por haber recibido el Gran Premio de Novela de la Academia francesa en 1999, sino por haber desatado ciertas tensiones diplomáticas entre Francia y Japón, que finalmente se quedarían en un hecho meramente anecdótico. La obra comienza con el ingreso de Amélie en la empresa Yumimoto. Gracias al convencimiento de su origen japonés, su amplio conocimiento de la lengua japonesa y, sobre todo, a su recién recuperada identidad nipona, Amélie considera este ingreso la mejor vía para entrar en el sistema y formar parte de él. No tardará, si embargo, en percatarse que la realidad dista considerablemente de su idea inicial18. Durante toda la obra, fruto del trato que recibe, la protagonista sufre una crisis interna que, aunque ella misma intenta dominar, la lleva a darse cuenta de su verdadera naturaleza, es decir, la lleva a reconsiderar su propia identidad. Amélie entra en el sistema empresarial japonés cuya característica fundamental es la jerarquía a la que están sujetos todos los empleados. Por este motivo, una de las tareas primeras de la protagonista será servir bebidas                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           hermano, me acosté junto a tu cráter, grité para saludar la salida del sol, soy uno de los tuyos, te lo suplico, reconócelo, reconóceme, formo parte de los tuyos, espérame en la cima de esa ladera, renegaré de todos los dioses para creer sólo en ti, estate allí, estoy perdida, sólo tienes que aparecer y estoy salvada.» (Ibíd., p.130) 18 «Luego vino mi ingreso en una compañía japonesa, lo que he contado en Estupor y temblores, es decir, cómo me vi rechazada por aquel mundo al que yo quería pertenecer a toda costa. Fue triste pero no trágico, y en cualquier caso, he de decir que ellos tenían razón, que yo era belga a pesar de que quería pasar por y sentirme japonesa.» (MARTÍ, O. (2006): "Tener hambre es terrible, pero no tener la posibilidad de padecerla es aún peor", ENTREVISTA: UNA ESCRITORA ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE Amélie Nothomb. El País, 28-01-2006: http://www.elpais.com/articulo/semana/Tener/hambre/terrible/tener/posibilidad/padecerla/peor/elpbabpor/20060 128elpbabese_1/Tes [10-03-2011]

al resto del personal de su oficina. Amélie es consciente de que las funciones de una simple camarera, que le han sido encomendadas, distan mucho del cargo de intérprete por el que se la contrató, pero será su ímpetu por permanecer en Japón lo que le hará aceptar tales condiciones y esforzarse para desempeñarlas de manera óptima. Así pues, ve la orden de servir bebidas a los delegados de una importante reunión con una empresa amiga la oportunidad perfecta para mostrar sus capacidades en el “ochakumi”, que aun siendo simplemente el servicio de té, ella considera un acto honorable. Una vez llevado a cabo su cometido, Amélie se siente pletórica, ha servido el té como la más japonesa entre las japonesas 19 . No obstante, su jefe de departamento, Saito-san, la informa de que, lejos de haber agradado a los delegados, los ha incomodado profundamente por haber servido el café «utilizando fórmulas que sugerían que sabía hablar perfectamente japonés» (E.T., p.17). Ante este hecho, tan injusto y absurdo para Amélie, ésta alega que sus conocimientos de japonés no son tan malos, enojando aún más a su jefe que acaba atacando a su naturaleza occidental20 y prohibiéndole hablar japonés, un hecho que la indigna profundamente. Después de haber cometido tan cuestionable error, el jefe Saito, con el fin de evitar más intromisiones de la occidental, decide encargarla fotocopiar infinitas veces un grueso reglamento de golf. Resignada, pero sin intención alguna de renunciar, Amélie dedica horas a la tarea, sin contentar ninguna de las veces a su jefe. Sin embargo, el azar quiere que conozca por casualidad al jefe de otro departamento de la empresa que, por sus conocimientos de francés, le ofrece colaborar en un proyecto de su departamento. Entusiasmada, Amélie aceptará y escribirá un completo informe cuya autoría pide a su improvisado jefe que se oculte. Sin embargo, inexplicablemente llega esta información al presidente de la empresa que no tendrá reparo en acusar, tanto al jefe del proyecto, como a la propia Amélie, de individualistas, y despreciar su pragmatismo, calificado, peyorativamente, propio de occidentales21. Aunque no se muestra directamente en el texto, podemos suponer que las continuas alusiones a la naturaleza occidental de la protagonista, de la que huye en favor de su identidad japonesa, despiertan dudas en ella. Sus logros identitarios, comentados en el apartado anterior, se ven completamente ignorados simplemente por su apariencia occidental. Al mismo tiempo,                                                                                                                 19

«Entré en el despacho del señor Omochi con mi enorme bandeja y estuve mejor que perfecta: serví cada taza con sostenida humildad, salmodiando las más refinadas fórmulas de cortesía, bajando la mirada e inclinándome. Si existía una orden al mérito del ochakumi, debería haberme sido concedida.» (NOTHOMB, A. (2000): Estupor y temblores, Barcelona, Anagrama. p. 16) 20 «¿cómo iban a sentirse cómodos nuestros socios ante una blanca que comprendía su idioma?» (Ibíd., p. 17) 21 «Su odioso pragmatismo es digno de un occidental.» (Ibíd., p. 38)

el hecho de no admitir plenamente la jerarquía del sistema y defender sus actitudes puramente pragmáticas nos revela que realmente Nothomb, contraria a sus propósitos conscientes, tiene una fuerte identidad occidental que, aún siendo negada, no deja en ningún momento aparecer. En un primer momento, Amélie encuentra en su superior más directa, la señorita Fubuki, un aliada que, no solo por el hecho de ser mujer, sino por provenir de la misma región que la protagonista, Kansai, considerará referente para su japonesidad22. Sin embargo, Amélie acaba descubriendo que la que, hasta entonces, para ella había sido su amiga fue la delatora en el caso del proyecto. Así pues, con la intención de comprender qué ha llevado a su colega a traicionarla, exige una explicación a Fubuki. Esto deriva en otro desengaño más: su colega le confirma que en el sistema japonés prima el reglamente sobre cualquier otra cosa23. Las malas relaciones con su superior llevan a Amélie, ya degradada al puesto de limpiadora de baños, a replantearse su estancia en Japón. En las últimas páginas, parece comprender que el sistema no acaba de admitirla y mucho menos reconoce su identidad japonesa. No obstante, y a pesar de sus circunstancias, se niega a presentar una dimisión, evitando nuevamente ceder a su mentalidad occidental, al considerar la renuncia como un hecho deshonroso. Finalmente, poco antes de terminar su contrato de un año, Amélie presenta su negativa a la renovación y lo hace de una forma sumamente japonesa24, dando a entender que, pese al rechazo del sistema, ella mantenía su identidad japonesa.

5.

LA DESPEDIDA En la novela Ni de Eva ni de Adán encontramos un final muy significativo. Ante la

imposibilidad de confesar a Rinri la verdadera naturaleza de sus sentimientos, que, como hemos visto, no es la misma que la de su compañero, decide abandonar Japón, deshaciendo

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«Ella me habló de su infancia en la región de Kansai. Yo le hablé de la mía, que se inició en la misma provincia, no lejos de Nara, en el pueblo de Shukugawa, cerca del monte Kabuto -la evocación de aquellos lugares mitológicos estuvo a punto de hacerme saltar las lágrimas.» (Ibíd., p. 21) 23 «—Me he limitado a aplicar el reglamento. —Para usted el reglamento es más importante que la amistad? —Amistad quizás sea una palabra excesiva. Yo hablaría más bien de buena relación entre colegas.» (Ibíd., p. 42) 24 «La compañía Yumimoto me ha brindado múltiples oportunidades de demostrar mis aptitudes. Y le estaré eternamente agradecida por ello. Por desgracia, no he sabido mostrarme a la altura del honor que me era concedido.» (Ibíd., p. 128)

así su compromiso de boda. Una vez en el avión de vuelta, Amélie hace una reflexión reveladora: ¿Acaso no pertenecía a ese país al que más amaba? ¿Acaso no era la única prueba de que la adorada isla no me rechazaba? ¿Acaso no me ofrecía el modo más simple y más legal de adquirir la fabulosa nacionalidad? Y, finalmente, ¿acaso no experimentaba hacia él un sentimiento auténtico? Sí, por supuesto. Le quería mucho y aquel mucho, para mí, constituía una novedad. Sin embargo, era la presencia de un adverbio en ese enunciado lo que me convencía de la urgencia de partir. (E.A., p.161) Está claro que la reflexión gira en torno a Rinri y su accidentado compromiso, sin embargo, podemos darle una lectura diferente. Amélie había conseguido recuperar su lado japonés, pero también había descubierto que esto no bastaba para conseguir su propósito de entrar en el sistema japonés y formar parte de él, tal y como cualquier otro nipón. Esta huida no solo supone abandonar a Rinri, sino también abandonar un Japón que prefiere dejar en su memoria como el país al que adora, evitando así que el constante rechazo que sufre haga desaparecer tal sentimiento: «Viejo hermano, te quiero. No te traiciono al marcharme. Huir también puede ser un acto de amor. Para amar, necesito ser libre. Me marcho para preservar la belleza de lo que siento por ti. No cambies nunca.» (E.A., p.164)

6.

CONCLUSIÓN Conociendo las obras, así como la biografía de la autora, vemos que son tres los viajes

que condicionan y determinan la identidad de la misma. En primer lugar, nos encontramos con el primer viaje, cuando abandona Japón por primera vez a los cinco años, que supone para Nothomb un desarraigo de sus orígenes, puesto que, tal y como leemos en Metafísica de los tubos, Japón supone el origen de la propia existencia de la autora. Debido a esto, los años que pasa fuera de este país los vivirá como un exilio. En su segundo viaje, el de retorno, Nothomb vuelve al que para ella ha sido siempre su hogar con el objetivo de reorientar su identidad en busca de una confirmación por parte de Japón que para ella es, aunque inconscientemente, muy necesaria para su propia aceptación. Sin embargo, como he querido demostrar en estas páginas, durante los dos años que pasa en el país nipón la protagonista y autora de las obras nuevamente pasa por un periodo de crisis identitaria: en un primer lugar, descubre que esa

japonesidad, que ella quiere desesperadamente acentuar, aun existiendo realmente en ella, finalmente no se ve aceptada por la sociedad. Por lo tanto, en el tercer viaje, que no es sino una huida, observamos como Nothomb escapa de ese rechazo, para encontrarse de nuevo en Bélgica habiendo, sin quererlo, confirmado que su verdadera identidad es, y habría sido siempre, belga25. Por último, concretamente en la última escena que encontramos en Ni de Eva ni de Adán, vemos como se produce un cuarto viaje que ya la autora no considerará de regreso, pero que sí resultará un reencuentro con su japonesidad pasada, representada en Rinri. Este reencuentro provoca un súbito entendimiento de lo que realmente ha significado Japón en su vida, firmando, por decirlo de algún modo, una paz en forma de «abrazo fraternal del samurái»26.

Bibliografía NOTHOMB, A. (2000): Estupor y temblores, Barcelona, Anagrama. NOTHOMB, A. (2001): Metafísica de los tubos, Barcelona, Anagrama. NOTHOMB, A. (2006): Biografía del hambre, Barcelona, Anagrama. NOTHOMB, A. (2009): Ni de Eva ni de Adán, Barcelona, Anagrama.  

                                                                                                                25  «Al regresar a Japón con poco más de 20 años, usted se sentía japonesa. Pero al volver a salir sabía que no lo era: Me di cuenta. Podía creerlo. Pero ahora incluso sé que yo era entonces ya belga, aunque no fuera consciente porque mi identidad era algo muy vago, y eso es completamente belga.» (RUÍZ MANTILLA, J.(2009): ENTREVISTA: Amélie Nothomb. El País, 01-03-2009: http://www.elpais.com/articulo/portada/Amelie/Nothomb/elpepucul/20090301elpepspor_6/Tes [10-03-2011]) 26«Y fue terriblemente intenso, siete años de emoción vividos en diez segundos. Así que era eso, Rinri y yo: el abrazo fraternal del samurai.» (E.A., p. 172)  

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