El recuerdo de la Guerra Civil en la España contemporánea: la elaboración intergeneracional del deber de la memoria en Ayer no más de Andrés Trapiello

June 13, 2017 | Autor: Francesca Crippa | Categoría: Memory Studies, Spanish Civil War, Contemporary Spanish Literature, Andrés Trapiello
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Descripción

narrativas r e v is t a de na r ra t iv a c o n t e m p o rá ne a e n c a s t e l l a n o

Número 39 Octubre-Diciembre 2015

ISSN 1886-2519 Depósito Legal: Z-729-2006

● Ensayo

Pautas deconstructoras en ‘La mediadora’, de Sánchez Adalid, por Francisco Javier Higuero El recuerdo de la Guerra Civil en la España contemporánea: la elaboración intergeneracion al del deber de la memoria en „Ayer no más’ de Andrés Trapiello, por Francesca Crippa Recordar a pesar del olvido: excriptura y alienación en ‘Cielos de la tierra’, por Demetrio Anzaldo González Releyendo a Carpentier (Dictadura y Revolución en la obra de Carpentier), por Jesús Greus El espacio en los trabajos de Persiles y Segismunda (Libros I-II), por Chus Sanesteban ● Relato

Whisky y cangrejos, por Rafa Sastre Salto al abismo de un río, por Tere Susmozas París, Pont Neuf, por Lola Montero Cué «Por divorcio necesario, se busca nueva compañera» y otros cuentos de micro-amor, por Miguel Ángel Duque Hernández Relatos, por Jorge Etcheverry Las amapolas y las madrugadas sobre la mesa, por Miguel Ángel Teposteco El doctor Rumsfeld, por Jeisson G. Ospina

Lemitri Soyí, por Cony Pedraza El amigo, por José Vaccaro Ruiz Cazadores de hijueputas, por Favio Giacometto El mismo problema, por Emilia Vidal El cabello de Xunx, por Ramón Araiza Quiroz Conociendo a la hermana Luisa, por Carlos González de los Reyes Rescate, por Pablo Escudero Abenza El zombi, por Juan José Sánchez González Sueño entre nieblas, por Nechi Dorado

● Narradores

Sara Mesa ● Entrevista

Laura Muñoz Hermida interroga a José Luis Muñoz ● Miradas

Hubert Selby: Réquiem por un gran maestro, por José Luis Muñoz ● Aniversarios

La verdad de una invención. 40º Aniversario de Los soldados de Cataluña, o La verdad sobre el caso Savolta, por Pedro M. Domene ● Reseñas

“Marero” de José Luis Muñoz, por José Vaccaro Ruiz “Los escupitajos de las cucarachas” de Andreu Martín, por José Luis Muñoz “Bajo el mantel” de Alicia Estopiñá, por José Luis Muñoz “El sueño del depredador” de Óscar Bribián, por María Dubón “La cola del dragón” de Rodrigo Rey Rosa, por José Luis Muñoz “El Gran Hotel del Salto” de Margarita Barbáchano, por María Dubón “Cuando juntos caminábamos” de Elifio Feliz de Vargas, por Francisco Javier Aguirre “La sombra”, de Javier Maqua, por José Luis Muñoz

“Propuesta para matar a Salinger” de Osvaldo Antonio Ramírez, por José Luis Muñoz “Muñecos de hielo” de Eva Fortea Báguena, por María Dubón “El viejo muere, la niña vive” de Julián Ibáñez, por José Luis Muñoz “Espuelas de papel” de Olga Merino, por María Dubón “La marea del despertar” de Roberto Malo, por María Dubón “Días perfectos” de Raphael Montes, por María Dubón “Número cero” de Umberto Eco, por Javier Übeda Ibáñez

● Novedades editoriales

N a r r a t i v a s . Revista de narrativa contemporánea en castellano Depósito Legal Z-729-2006 — ISSN 1886-2519 — Año IX Coordinador: Carlos Manzano Consejo Editorial: María Dubón - Emilio Gil - Nerea Marco Reus - Luisa Miñana

www.r e v istan ar r ativ as.co m — n ar r ativa s@h ot mai l.c o m arrativas es una revista electrónica que nace como un proyecto abierto y participativo, con vocación heterodoxa y una única pretensión: dejar constancia de la diversidad y la fecundidad de la narrativa contemporánea en castellano. Surge al amparo de las nuevas tecnologías digitales que, sin querer suplantar en ningún momento los formatos tradicionales y la numerosa obra editada en papel, abren innumerables posibilidades a la publi cación de nuevas revistas y libros al abaratar considerablemente los costes y facilitar la distribución de los ejem plares. Inicialmente editada en formato PDF, dada la similitud de este formato con las tradicionales revistas hechas en papel, hemos decidido también publicarla en formato ePub, de modo que sea perfectamente legible en el conjunto de dispositivos electrónicos de lectura cada vez más presentes en nuestra vida cotidiana. ***

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Envío de colaboraciones: La rev ista Narrativas versa sobre diversos aspectos de la narrativa en español. Está estructu rada en tres bloques fundamentales: ensayo, relatos y reseñas literarias. En cualquiera de estos campos, toda colaboración es bien recibida. Las colaboraciones deberán enviarse por correo electrónico como archivo adjunto en formato DOC o RTF. En su momento, los órganos de selección de la rev ista decidirán sobre la publicación o no de los originales recibidos. No se fija ninguna extensión máxima ni mínima para las colaboraciones, aunque se v alorará la concisión y el estilo. Se acusará recibo de cada envío y se informará de la aceptación o no del mismo. Los autores son siempre los titulares de la propiedad intelectual de cada tex to; únicamente ceden a la rev ista Narrativas el derecho a publicar los textos en el número correspondiente.

SUMARIO - núm. 39

Pautas deconstructoras en „La mediadora‟, de Sánchez Adalid, por Francisco Javier Higuero ...............................3 El recuerdo de la Guerra Civil en la España contemporánea: la elaboración intergeneracional del deber de la memoria en „Ayer no más‟ de Andrés Trapiello, por Francesca Crippa ............................................................................... 12 Recordar a pesar del olvido: excriptura y alienación en „Cielos de la tierra‟, por Demetrio Anzaldo González ............................................................................................. 21 Releyendo a Carpentier (Dictadura y Revolución en la obra de Carpentier), por Jesús Greus ............................... 40 El espacio en los trabajos de „Persiles y Segismunda‟ (Libros I-II), por Chus Sanesteban ........................................ 45 Whisky y cangrejos, por Rafa Sastre ................................... 55 Salto al abismo de un río, por Tere Susmozas ................. 56 París, Pont Neuf, por Lola Montero Cué ....................... 59 «Por divorcio necesario, se busca nueva compañera» y otros cuentos de micro-amor, por Miguel Ángel Duque Hernández ............................................................................. 62 Relatos, por Jorge Etcheverry ........................................... 71 Las amapolas y las madrugadas sobre la mesa, por Miguel Ángel Teposteco ........................................................ 74 El doctor Rumsfeld, por Jeisson G. Ospina ..................... 77 Lemitri Soyí, por Cony Pedraza ........................................ 80 El amigo, por José Vaccaro Ruiz ..................................... 82 Cazadores de hijueputas, por Favio Giacometto ............. 90 El mismo problema, por Emilia Vidal ............................... 93 El cabello de Xunx, por Ramón Araiza Quiroz ........... 96 Conociendo a la hermana Luisa, por Carlos González de los Reyes .......................................................................... 98 Rescate, por Pablo Escudero Abenza ........................... 101 El zombi, por Juan José Sánchez González ............... 106 Sueño entre nieblas, por Nechi Dorado .......................... 113 Narradores: Sara Mesa ....................................................... 115

Entrevista: Laura Muñoz Hermida interroga a José Luis Muñoz ....................................................................................119 Hubert Selby: Réquiem por un gran maestro, por José Luis Muñoz .........................................................................122 La verdad de una invención. 40º Aniversario de Los soldados de Cataluña, o La verdad sobre el caso Savolta, por Pedro M. Domene ............................................................124 “Marero” de José Luis Muñoz, por José Vaccaro Ruiz ....127 “Los escupitajos de las cucarachas” de Andreu Martín, por José Luis Muñoz ........................................................128 “Bajo el mantel” de Alicia Estopiñá, por José Luis Muñoz .........................................................................................130 “El sueño del depredador” de Óscar Bribián, por María Dubón ..................................................................................131 “La cola del dragón” de Rodrigo Rey Rosa, por José Luis Muñoz ...................................................................................132 “El Gran Hotel del Salto” de Margarita Barbáchano, por María Dubón ......................................................................133 “Cuando juntos caminábamos” de Elifio Feliz de Vargas, por Francisco Javier Aguirre ..........................................134 “La sombra”, de Javier Maqua, por José Luis Muñoz .135 “Propuesta para matar a Salinger” de Osvaldo Antonio Ramírez, por José Luis Muñoz .......................................136 “Muñecos de hielo” de Eva Fortea Báguena, por María Dubón ..................................................................................137 “El viejo muere, la niña vive” de Julián Ibáñez, por José Luis Muñoz ..........................................................................138 “Espuelas de papel” de Olga Merino, por María Dubón .........................................................................................139 “La marea del despertar” de Roberto Malo, por María Dubón ..................................................................................140 “Días perfectos” de Raphael Montes, por María Dubón 140 “Número cero” de Umberto Eco, por Javier Übeda Ibáñez .141 Novedades editoriales ......................................................143

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Ensayo

PAU TAS DE CON STRUCTORAS EN LA MEDIADORA DE SÁNCHEZ ADALI D por Francisco Javier Higuero

A incrementar la calidad literaria de la producción narrativa española durante el segundo decenio del siglo XXI contribuye lo relatado, con todo lujo de detalles y desde diversas focalizaciones perspectivistas, en la novela La mediadora (2015) de Jesús Sánchez Adalid. Se inicia el discurso diegético de dicha narración mediante un motivo actancial que evidencia una dicotomía binaria abocada a confrontar a dos personajes, identificados, posteriormente, con los nombres respectivos de Agustín Medina González y María Visitación de la Vega Montellano, conocida coloquialmente como Mavi. Ahora bien, convendría advertir, desde un primer momento, que uno de los méritos más sobresalientes de esta novela radica en que tal bipolaridad consigue ser deconstruida, al tiempo que se logran superar aprisionamientos estructuralistas, fijos, definitivos y hasta imposito res de una cierta racionalidad pura, alejada de lo connotado propiamente por la experiencia de la vida en escritos ensayísticos tan conocidos y relevantes de la producción filosófica de Friedrich Nietzsche, como pudieran ser Crepúsculo de los ídolos (1975), The Will to Power (1968) y Más allá del bien y del mal (1982). 1 Las páginas que siguen se proponen tratar de esclarecer ciertas estrategias deconstructoras diseminadas a lo largo tanto de la historia como también del discurso diegético de lo relatado en La mediadora y que culminarán en el final abierto de dicha novela. Una lectura detenida que prestase la debida atención a los hechos y dichos aludidos a lo largo de la trayectoria narrativa superficial de La mediadora pudiera muy bien contribuir a poner de re lieve la persistencia atorme ntadora de una confrontación manifiesta entre los dos términos de la dicotomía binaria formada por los acontecimientos en que se ven involucrados tanto Mavi como el propio Agustín. Sin embargo, en el plano de la estructura profunda de dicho itinerario diegético no dejan de detectarse pautas deconstructoras que subvierten no solamente la bipolaridad surgida en tal dicotomía binaria, sino que llegan a eliminar la exclusión de uno de los términos enfrenta dos, cuando intenta prevalecer el opuesto. 2 Conviene advertir, a este respecto, que en lo relatado por el narrador antinatural de La mediadora no aparece un dominio definitivo de uno de los pre suntos extremos bipolares. 3 Por otro lado, los límites entre ambos términos enfrentados es tan difuso que llegan hasta desaparecer las identidades definitorias de los mismos. Al producirse ese resultado narrativo, se deconstruye y deja de tener sentido explicatorio la consideración de lo na rrado única y exclusivamente en función de la dicotomía binaria que conduciría a la eliminación total y definitiva de uno de los términos enfrentados. Para comprender esta bipolaridad confronta 1

Para una dilucidación nítida y precisa de lo argumentado en términos panorámicos y un tanto generales, por Nietzsche, convendría consultar las clarificadoras aportaciones recogidas en Not Passion’s Slave. Emotions and Choice (2003), Living with Nietzsche. What the Great “Immoralist” Has to Teach Us (2003) y True to Our Feelings. What Our Emotions Are Telling Us (2007) de Robert C. Solomon. 2 Al referirse a estructuras superficiales y profundas de un relato, no se identifica a aquellas con lo connotado narratológicamente por el ámbito del discurso y a estas por el de la historia. Gerald Prince, en Dictionary of Narratology (1987), advierte que tal identificación no es aceptada por muchos críticos, entre los que habría que incluir a Algirdas Greimas en “Narrative Grammar: Units and Levels” (1971) y Structural Semantics (1983). 3 Aunque, en términos generales, el narrador de La mediadora se presta a ser caracterizado casi siempre como heterodiegético, el hecho de que algunas veces no tenga reparo en utilizar el pronombre y la forma verbal correspondientes a la primera persona gramatical del plural viene a ratificar lo expresado teóricamente tanto por Brian Richardson en Unnatural Voices (2006) y “Representing Social Minds: „We‟ and „They‟ Narratives, Natural and Unnatural,” (2015), lo mismo que por Eva von Contzen y Maximilian Alders en “Collective Experience in Narrative: Conclusions and Proposals” (2015), cuando afirman que abundan ciertos relatos en los que la distinción básica existente entre narradores homo y heterodiegéticos llega a colapsarse, e incluso no deja de diluirse un tanto deconstructoramente. El resultado de tal eliminación taxonómica conduce a tildar a dichos narradores con el calificativo de antinaturales.

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cional habría que tener en cuenta la separación matrimonial y el divorcio consiguiente sufrido por Agustín y Mavi, acontecimientos basados en lo ocurrido previamente con cierto sesgo de inevita bilidad manifiesta. Por otra parte, no debe desdeñarse la liberación existencial que quizás pudiera abrir un apacible futuro familiar. Aunque, se precisa no olvidar tal enfrentamiento, sin prescindir de los sufrimientos padecidos y tensiones propiciadas, la estructura profunda de lo relatado en La mediadora pone de relieve una actancialidad dinámica, cuyos efectos vectoriales van mucho más allá de lo que pueda explicar cada uno de los términos de la mencionada dicotomía binaria, por separado. Cabe precisar que desde planteamientos deconstructores resultaría ser inaceptable cualquier aproximación crítica basada en una serie de dicotomías binarias jerarquizadas, sean de la natura leza que fueren. De acuerdo c on lo ya advertido, tanto la historia relatada como el discurso diegé tico de La mediadora evidencian que es la estructura profunda de lo narrado la que subvierte la validez de tales dicotomías, quizás observables en el nivel de la estructura superficial. Entre dichas bipolaridades, había que incluir las involucradas en la oposición existente entre los compor tamientos respectivos de Mavi y Agustín. Ahora bien, ha sido Jacques Derrida quien en Espolones (1981) y Posiciones (1977) ha señalado que la deconstrucción de las oposiciones jerarquizadas no implica una destrucción de las mismas (de la que resultaría un simple monismo en lugar de un dualismo) pero tampoco una inversión sencilla de dicha jerarquía, llamada a otorgar primacía al término antes devaluado, lo cual no haría sino reproducir el esquema dualista. No obstante, la estrategia deconstructora transforma dicha oposición en una pragmática de texto distinta a la ante rior. 4 En otras ocasiones, en la cadena de significantes presuntamente bipolares se introduce una fisura mortal, al mostrar la posibilidad de establecer en todo concepto una variada amplitud de sentidos irreparables. En los citados estudios de Derrida, se afirma, con cierta contundencia, que el proceso de significación es siempre plural, ya que todo texto se caracteriza por poseer una clara función diseminatoria de múltiples connotaciones semánticas, nunca resueltas definitivamente. Si se intentara buscar alguna lógica en dicha diseminación de sentidos, a la que se refiere la estrate gia deconstructora, se llegaría a la conclusión de que el ámbito excluyente propio de las oposicio nes binarias sólo tiene en cuenta la posibilidad de que exista uno de los términos bipolares, sin prestar atención al hecho de que puedan darse situaciones marginales, en unos casos, e incluso crecientemente alejadas de dichos términos, las cuales subvierten la validez de las dicotomías defendidas. Por otro lado, las consideradas posiciones irreconciliables, quizás no sean tales, sobre todo si no se ignora lo que de común tienen los términos presuntamente enfrentados, tal y como se pone de relieve a lo largo de la trayectoria diegética de La mediadora. Por consiguiente y en conformidad con lo ya advertido, resulta que, con mucha frecuencia, es desde los márgenes des centrados desde donde se pueden deconstruir las denominadas dicotomías bipolares. Dichos márgenes quizás evidencien que los elementos contrapuestos no eran tales o, si lo eran, no excluían a mu chos otros ya integrados en un texto siempre abierto e imposibilitado para aceptar cualquier intento clausurante que pueda tener éxito. No se debe perder de vista que, en gran parte, el interés de la tarea deconstructora se cifra mucho más en la apertura de unas estrategias que permitan po ner en tela de juicio y transformar productivamente lo asumido como texto fijado de forma definitiva. Dicha tarea quizás se lleva a cabo desde cualquier ángulo que se preste a la misma y siem pre está alejada de meta alguna en la que concluyentemente instalarse de una vez por todas. Lo relatado a través del itinerario narrativo de La mediadora evidencia precisamente tal inconclusividad, sobre todo cuando, al final de la historia narrada, Mavi le invita a comer a su exmarido Agustín, mientras éste le recuerda que ni siquiera se ha n saludado todavía compartiendo un beso afectuoso. Sin negarse a acceder eventualmente a tal proposición emotiva, Mavi ofrece una pauta deconstructora de lo acaecido durante la historia narrada con anterioridad inmediata. De la siguiente forma se relata e l final abierto de dicha novela, implicando el comienzo de una vida nueva, después de que se haya conseguido desmantelar lo proyectado semánticamente por una 4

La praxis de la estrategia deconstructora, según se desprende de numerosos estudios de Derrida, se encuentra alejada de cualquier tipo de formulación sistemática. Por tanto, no puede ser considerada ni siquiera como una metodología firme en la que asirse. Antes por el contrario, al referirse a esa estrategia se está aludiendo a una tarea de prudencia y minuciosidad, pero también a destreza y eficacia, aun en medio de la inest abilidad inherente a todo texto que se resiste a ser clausurado.

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serie de acontecimientos conflictivos, pertenecientes a tiempos pretéritos, aunque superados, como resultado de la introducción de determinadas pautas deconstructoras, con las que se precisa contar, del modo que fuere preciso: De nuevo vuelve a reinar el silencio entre ellos. Hasta que Agustín suspira. —Ni siquiera nos hemos dado un beso… —constata con voz temblorosa y a la vez apesadumbrada—. ¿Te das cuenta, Mavi? Ella se aparta de él en silencio y echa a andar por el camino hacia el coche. Él la sigue entre resignado y emocionado. De pronto, Mavi se vuelve sonriente. —Todo a su tiempo… —murmura.5 Convendría no perder de vista que este final abierto de lo relatado en La mediadora , por un lado, deconstruye explícitamente la dicotomía binaria con la que se inicia el discurso diegético de dicha novela. A todo esto, se precisa agregar que el entorno geográ fico de lo acaecido tanto en el mencionado comienzo como también de lo aludido al finalizar esta narración es coincidente, aunque las connotaciones semánticas proyectadas por dicho entorno sean, a todas luces, distintas. Al co mienzo, a tal lugar, convertido propiamente en sitio, le acompañan unas circunstancias confronta cionales, que son deconstruidas cuando se llega al final abierto de la novela en cuestión. Repárese, a este efecto, que de acuerdo con lo explicado, desde planteamientos teóricos por Pete r Brooker en A Glossary of Cultural Theory (2003), lo acaecido tanto al comienzo como al final de lo rela tado en La mediadora no se halla contextualizado dentro de un entorno espacial de carácter única y exclusivamente geométrico. Según Brooker, el espacio no deja de contener un pronunciado ba gaje impersonal y hasta cierto punto cuantificable también desde parámetros geométricos. Siguiendo tales razonamientos, el espacio propiamente dicho no poseería nombre propio. Si se de seara otorgarle un nombre, ya se está proyectando sobre él una cierta significación y entonces se llega a producir la transformación del espacio en lugar. El sitio, sin embargo, vendría a ser el es pacio o lugar, según los casos, en donde se produce un conflicto que tal vez en algunas circunstancias pudiera ser irresoluble. 6 El motivo por el que lo acontecido al comienzo de la trayectoria narrativa de La mediadora ejemplifica un entorno convertido en sitio se debe al hecho de que allí tuvo lugar el robo de las pertenencias tanto de Mavi como de Alberto, perpetrado por el exmarido de aquella, mientras esos amantes disfrutaban de un baño completamente desnudos, en las aguas del pantano, que volvería hacer acto de presencia al final de lo relatado en dicha novela. Para ex presarlo de un modo algo diferente, el conflicto inicial con el que comienza la trayectoria diegé tica de La mediadora acaeció en un lugar convertido, con toda propiedad, en sitio, que, sin em bargo, es deconstruido mediante el intercambio de expresiones pragmáticas y del diálogo compartido allí mismo, cuando se llega al final abierto de esta narración. Entre el comienzo conflictivo de lo relatado en La mediadora y el mencionado desenlace un tanto apaciguador de lo acaecido previamente, se van exteriorizando un conjunto de pautas e indicios deconstructores que culminarán en el final optimista a que apunta la transacción relacional esta blecida, intencionadamente, entre Mavi y Agustín. Si el conflicto inicial parece que había sido producto de la conducta social un tanto errática de Mavi, el optimismo implicado en el epílogo de la narración también procede de ese personaje que había ejercido como jueza y que no dudaba en dedicarse ya por completo a la escritura gratificadora de novelas, muy bien apreciadas por un con siderable número de fieles y entusiastas lectores. Sin embargo, no está de más insistir en el hecho de que tal desenlace pudiera ser apreciado como el resultado de la influencia ejercida por diversas y persistentes pautas deconstructoras diseminadas por la propia Mavi una y otra vez a lo largo del itinerario diegético de La mediadora. Convendría precisar, a este respecto, la diferencia existente entre lo considerado propiamente como huella en las argumentaciones perspectivistas esgrimidas por Derrida, con cierta desenvoltura categórica, en Margins of Philosophy (1982) y lo proyectado semánticamente por la pauta. La huella vendría a deconstruir la dicotomía binaria producida como 5

Jesús Sánchez Adalid, La mediadora, p. 265. Desde planteamientos posmodernos, al conflicto que no tiene ni puede tener solución se le denomina diferencia, tal y como lo ha explicado incisivamente Jean-François Lyotard a través de escritos ensayísticos tales como The Postmodern Condition (1984) Libidinal Economy (1993) y The Differend (1988). 6

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resultado de la confrontación entre presencia y ausencia. Ahora bien, pudiera objetarse q ue tal concepto de huella, aunque implique una tachadura previa, propensa a ser repro ducida indefinidamente, no deja de estar caracterizada, tal vez, por un cierto inmovilismo, rela cionado con esa presencia que no ha sido abolida, en su totalidad ni tamp oco completamente. 7 Por el contrario, la pauta parece implicar una corriente dinámica, actancial y hasta discursiva que puede contribuir no solo a mover, sino también a clarificar el desenlace de los acontecimientos narrados. Tal es lo que, de hecho, acaece, a lo largo de la trayectoria diegética de La mediadora , cuando Mavi, aunque había iniciado la separación y el divorcio de su matrimonio con Agustín, no se siente completamente satisfecha y entusiasmada, a pesar de que las sentencias y resoluciones judiciales le habían llegado a favorecer indiscutiblemente. La siguiente transacción relacional impulsada por Maite (María Teresa Tello Gálvez), en su condición de abogada de Mavi, evidencia dicha falta de entusiasmo y regocijo, por parte de quien presuntamente se esperaba que debería reaccionar de otra forma, dado que el fallo de la Audiencia Provincial de Cáceres le concedía todo lo por ella demandado: —¿Y qué te pasa? ¿No te alegras? —Sí, claro… —Pues ya lo celebraremos; porque esto hay que celebrarlo como se merece. ¿O no? ¿Qué se pensaba él? ¿Que le iban a dar todo lo que pedía? —Sí, Maite, claro que sí, esto hay que celebrarlo… —Pero…, Mavi te noto rara. ¿De verdad te alegras? A ver si ahora te va a dar pena de Agus tín, con todo lo que te ha hecho… —¿Pena? ¡No digas tonterías! No es pena… No sé… Me he quedado un poco así…8 La fragmentación de las frases entrecortadas de Mavi pudieran no sólo ser pautas deconstructoras de lo por ella propiciado sino que parece prestarse a confirmar lo explicado en términos generales y teóricos por Søren Kierkegaard cuando en Either/Or: A Fragment of Life (1949) alude a una posible continuidad detectada, si bien frágil e indecisa muchas veces, en las elecciones que acaso se vean obligados a realizar sujetos individuales, amena zados a su vez por colectividades burgue sas alienadoras. 9 Tales decisiones suelen vislumbrarse en los relatos narrados por personajes de carne y hueso que algunas veces parecen haber sido, de hecho, atrapados existencialmente en las ataduras de lo acaecido o, en otras circunstancias, han llegado a participar, con diverso grado de libertad, en las acciones realizadas. De cualquier modo, es a través de las decisiones tomadas, cuando alguien se halla en la encrucijada de tener que elegir, cómo se pueden llega r a conocer los rasgos y características propias de la presunta personalidad de sujetos individuales, los cuales, en última instancia, acaso sean considerados como creadores constitutivos de su propio ser. Para expresarlo de modo algo distinto, aunque los sujetos se encuentren aprisionados por ataduras impuestas, en algún momento de su existencia se verán obligados a elegir algo y a tomar determina das decisiones. 10 Es entonces cuando no sólo se descubren los cabos sueltos de aquello que se 7

La presencia implicada en la huella viene a materializarse en una inmediatez existencial, reivindicada, desde planteamientos neomarxistas, por Javier Martínez Contreras en Las huellas de lo oscuro (2004), escrito ensayístico abocado, sin embargo, a esgrimir la conciencia dolorosa de la propia finitud, de la que sería presa el sujeto individual, incapaz de desprenderse de sus propias circunstancias, con las cuales debe contar, de un modo u otro. 8 La mediadora, p. 39. 9 El énfasis puesto por Kierkegaard en la individualidad frente a las abstracciones históricas promovidas por Georg Wilhelm Friedrich Hegel ha sido estudiado desde diversos planteamientos discursivos por Manuel Maceiras Fafián en Schopenhauer y Kierkegaard: Sentimiento y pasión (1985), Louis Mackey en Points of View: Readings of Kierkegaard (1986), Pat Bigelow en Kierkegaard and the Problem of Writing (1987), Celia Amorós en Søren Kiek egaard o la subjetividad del caballero (1987), Merold Westphal en Kierk egaard's Critique of Reason and Society (1991), Peter Fenves en "Chatter". Language and History in Kierk egaard (1991), Carlos Goñi Zubieta en El valor eterno del tiempo (1996) y Francesc Torralba en Poética de la libertad (1998). 10 La concepción del sujeto existencial, en cuanto entidad aprisionada por imposiciones condicionantes y objetivizadoras, ha sido estudiada teóricamente por Michel Foucault en los tres volúmenes de Historia de la sexualidad (1987) en donde se advierte que los individuos se reconocen a sí mismos como tales por obra de ciertas prácticas que permiten el establecimiento de determinadas relaciones transaccionales consigo mismos.

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creía estar bien atado, sino que además se posibilita el que los sujetos se muestren como son, po seedores de rasgos existenciales acaso persistentes y repetitivos, no exentos de determinadas pau tas deconstructoras. La evidencia de tales características contribuye a que se pueda hablar, con más o menos acierto, de la presunta personalidad propia, la cual, en definitiva, si sabe desenvol verse en circunstancias propicias y favorables a la implementación de un ámbito de pronunciada libertad, deconstruye el dominio impuesto y las ataduras que convierten a alguien en sujeto alie nado, fuera de sí mismo y a merced de cualquier acontecimiento imprevisible. 11 Por lo que se refiere a la trayectoria diegética de La mediadora , convendría no olvidar que Mavi, a pesar de su condición narratológica de actante, se halla atrapada por ataduras circunstanciales que limitan su libre autonomía, manifestada en las pautas deconstructoras diseminadas a lo largo de lo relatado un tanto fragmentariamente. 12 A todo esto y por otro lado convendría agregar que dicho personaje se ve impulsado a tomar, de un modo u otro, determinadas decisiones, dirigidas a perfilar lógicamente su comportamiento existencial y pragmático. Sin embargo, la procedencia motivacional de algunas de estas decisiones es marcadamente aleatoria, pues se halla provocada por circunstancias azarosas, a todas luces imprevistas. Un ejemplo manifiesto de este comporta miento ostentado por Mavi se pone de relieve al conocer tal personaje, en un gimnasio, a Alberto, quien llegaría ser su ama nte, durante un tiempo indeterminado. Semejante encuentro inicial se constituirá en el presunto origen de un pauta deconstructora, dirigida, en cierta medida a ocasionar el distanciamiento, separación y divorcio del matrimonio formado por Mavi y Agustín. P or otro lado, no debería perderse de vista que, aunque dicha pauta se constituye como resultado de lo que pudiera ser considerado, en un primer momento, como un descubrimiento o hallazgo azaroso, va provocando paulatina y crecientemente una atracción tal e n los sentimientos de Mavi, que culmina en la necesidad de convertir a Alberto en su amante. Esta manifestación explícita del nexo exis tente entre azar y necesidad parece confirmar lo especulado por Jacques Monod en Chance and Necessity (1971), estudio crítico que evidencia una de tantas estrategias discursivas orientadas a deconstruir dicotomías binarias cuyos términos bipolares parecían enfrentados irremediablemente, debido a la inconmensurabilidad en ellos implicada. 13 En lo que respecta a la trayectoria diegética de La mediadora y en conformidad con lo ya constatado, se precisa advertir que la determinación adoptada por Mavi, al establecer un cierto lazo amoroso con Alberto, provoca el florecimiento de la dicotomía binaria abocada a enfrentar lo que había sentido esa esposa, durante los años felices de su noviazgo y matrimonio, y lo que va experimentando en su relación con ese otro personaje que, de modo fortuito o aleatorio, se había introducido en su vida. No obstante, aun en esa nueva forma de vida adoptada por Mavi, aparece también una pauta existencial que, sin duda alguna, Expresado de otra manera, es precisamente la interiorización del dominio exterior la que sujeta al individuo, sometiéndolo a un poder tal vez no bien definido, pero del que no siempre resulta fácil liberarse. El hecho de que, en realidad, no todo sea como aparece en un primer enjuiciamiento fenomenológico de lo ocurrido, todavía incrementa más la dificultad para encontrar salidas deconstructoras que ayuden a trascender la condición es tructural de sujeto impuesta a individuos concretos. Se precisa advertir, a dicho respecto, que, conforme lo señalado por Alison Leigh Brown en Subject of Deceit. A Phenomenology of Lying (1998), conviene ir más allá de la mentira social, arrojada acaso interesadamente sobre ciertas acciones, para encontrarse en condiciones de subvertir la sujeción impuesta. 11 De acuerdo con lo advertido por José Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1975), la circunstancia no es simplemente lo que rodea al yo, sino que se encuentra integrada irremisiblemente en él, no pudiéndose hacer nada para eliminar aquello que es producto de decisiones pretéritas no realizadas por tal sujeto, sino im puestas sobre él. Tal concepto de circunstancia vendría a coincidir, en parte, con lo connotado semánticamente por el de creencia, en marcada contraposición binaria al de idea. Para un mayor esclarecimiento de dicha dicotomía, lo expuesto por el propio Ortega en Ideas y creencias (2001) se ha convertido ya en un valioso punto de referencia. 12 El concepto de actante y su distinción respecto al de comparsa proceden de las aportaciones conceptuales ofrecidas por raciocinios de signo narratológico, intrínsecamente conectados a sus precedentes estructuralistas. No obstante, el aceptar tal diferenciación no implica negar, por necesidad, la autonomía de los personajes. Incluso se podría llegar hasta defender que los conceptos de actante y comparsa trascienden su aplicación reduccionista al estudio taxonómico de los personajes. Existen, de hecho, otros elementos textuales que, de algún modo, se prestan a ser calificados también como actantes o comparsas, según los casos. 13 Para un estudio de las diversas aplicaciones concretas que pudieran apoyarse en el pensamiento de Monod, deberían consultarse las aportaciones críticas expresadas por Madeleine Barthelemey-Madaule en La ideología del azar y de la necesidad (1973).

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deconstruye la dicotomía binaria establecida. Semejante situación se materializa, con claridad manifiesta, cuando en un viaje realizado por Alberto y Mavi a Ibiza, este personaje n o parece disfrutar espontánea y placenteramente, de tal vacación, programada con pronunciado cariño y des prendimiento. De hecho, Mavi evidenciaba una amargura un tanto incomprensible, emitiendo so llozos convulsivos, sin explicar el motivo de esta actitu d a Alberto que pretendía establecer una transacción relacional con ella, encaminada a ofrecerle un apoyo incondicionado De la siguiente forma se expresa la actitud de ambos personajes, a dicho respecto: —Mavi, Mavi, ¿por qué lloras? —le pregunta Alberto, lleno de preocupación—. ¿Por qué estás llorando? –repite, yendo hacia ella para abrazarla. —Por nada…, por nada … —se apresura ella a contestar, retirando una mano de su cara, haciéndole señas de que se marche—. ¡No! No es nada… Por favor, déjame… ¡Déjame estar sola! —Pero… ¡Mavi…! —Déjame sola, por favor… No es nada…14 El llanto de Mavi, en el viaje a Ibiza, cuando se suponía que estaba gozando de una alegría recon fortante, parece constituirse en una nueva pauta deconstructora de la decisión, presuntamente tomada, de llegar a divorciarse de Agustín. Para expresarlo de modo algo diferente, lo implicado por el comportamiento de Mavi entraña, por un lado, incertidumbre ante lo que pudiera ocurrir en un futuro más o menos próximo, y también una mención avanza da del desenlace final abierto, con el que concluye el discurso diegético de La mediadora. Convendría tener presente, a este respecto, que las disquisiciones teóricas de que hace gala Gerard Genette, a lo largo de lo explicado en Narrative Discourse (1980), aluden al concepto narratológico de mención avanzada, al que se le considera como un indicio textual cuya relevancia diegética llega a comprenderse, con cierta niti dez con posterioridad a cuando aparece por primera vez en lo relatado. 15 El motivo por el que la referida transacción relacional establecida entre un personaje acongojado, tal y como se presenta Mavi, y Alberto, un tanto sorprendido por semejante estado de ánimo, se presta a ser considerada como una mención avanzada del desenlace narrativo con que finaliza el correspondiente discurso diegético procede del hecho de que en ambos casos se deja translucir una cierta apertura ante un futuro incierto, producto de pautas deconstructoras previas, no desdeñables en modo alguno. En el caso del mencionado llanto de Mavi, este personaje no ofrece explicación directa que pudiera satisfacer la comprensible curiosidad de Alberto. Para expresarlo en términos pragmáticos, a los actos ilocucionarios, formulados en forma de preguntas reiterativas por dicho amante intrigado, Mavi adopta una actitud perlocucionaria materializada en un silencio, abierto a múltiples especu laciones hermenéuticas. En conformidad con lo ya adelantado, algo parecido acaecerá, ya al final del discurso narrativo, cuando Agustín se atreve a insinuar a Mavi que, a pesar de haberse vuelto a ver después de tanto tiempo, todavía no se habían besado. Tal acto ilocucionario recibirá una res puesta perlocucionaria inconclusa, aunque no definitiva ni tampoco contundente. La apertura die gética que destaca tal actitud había sido precedida, con bastante anterioridad, por la mención avanzada sugerida al sumergirse Mavi en un llanto imprevisto, durante su viaje de placer en com pañía de Alberto. 16 Cabría preguntarse por el cambio existencial padecido o pr otagonizado por Mavi, al tratar de encontrarse de nuevo con Agustín, después de presuntamente haber dejado ya atrás su relación un tanto esporádica con Alberto. En parte, la respuesta que pudiera darse a esta pregunta quizás se halle relacionada con el aleatorio encuentro casual de Mavi, después de las Navidades, con un 14

La mediadora, p. 119. No resulta superfluo diferenciar a la mención avanzada de la prolepsis y de la noticia avanzada. La prolepsis conlleva una ruptura de la linealidad temporal de la historia, narrando en el discurso diegético algo que acontecerá con posterioridad. En la noticia avanzada se relata no sólo lo que acaecerá más tarde, sino también lo que volverá a ser narrado de nuevo. 16 El silencio implicado en los actos perlocucionarios de Mavi, al negarse a responder contundentemente tanto a Alberto como a Agustín, encuentra su expresión diegética en una serie de pertinentes y esclarecedores puntos suspensivos. 15

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grupo de antiguos amigos, todos ellos abogados, entre los que se hallaba Margarita Morales Bal sera, conocida como Marga, especializada en el tratamiento de casos jurídicos y existenciales, convertidos en objeto de mediación. Este personaje entabla una incisiva conversación con Mavi, a quien le habla de la vida como una entrega a la realidad y una cierta huida del autoengaño. Como pertinente resultado de ese diálogo que se llegaría a prolongar con cierta posterioridad, tanto Agustín como, sobre todo, la propia Mavi, parecen aceptar la mediación propuesta por Marga, conducente al final abierto del discurso diegético en cuestión. Una vez más, el encuentro aleatorio que favorecerá dicho desenlace vendría a constituirse en una ejemplo explícito del presunto nexo existente entre azar y necesidad, aunque ésta quizás se halle abierta a nuevas pautas deconstructo ras, tal vez también impredecibles. P or otro lado, no deja de ser pertinente observar que las transacciones relacionales en que se ve involucrada Marga, en cuanto personaje de carne y hueso, narratológicamente redondo, vienen a ser ejemplos manifiestos de lo que, en términos pragmáti cos, se entiende como diálogo. 17 De acuerdo con lo esgrimido acertadamente por María del Carmen Bobes tanto en El diálogo (1992) como en La novela (1993), se requiere una reconocida simetría de poder entre las partes involucradas en una muestra narrativa de diálogo. Si una de ellas evidenciara cierta superioridad intimidatoria, la conversación no se encontraría en condiciones de poder ser calificada de diálogo. Repárese que, en lo que respecta a Marga, este personaje al rela cionarse tanto con Mavi como con Agustín se comporta con la espontaneidad propia de quien está conversando con amigos, sin pretender ocultar ni imponer nada, de modo implícito, ni tampoco con un frío distanciamiento deshumanizador, desde el que ejercer un poder de superioridad opre sora. Al margen de presuntos condicionamientos jurídicos, Marga rebosa simpatía y su forma de desenvolverse proyecta una cierta racionalidad emocional convertida, con indudable acierto y éxito, en pauta deconstructora, abocada a favorecer el desenlace abierto de lo relatado en La mediadora. Si se tratara de recapitular breve y sinópticamente lo que antecede, convendría reiterar que la aproximación crítica adoptada en las páginas precedentes en modo alguno se halla propensa a ser calificada de estructuralista. Aun sin prescindir de las precisas aportaciones teóricas p roporcionadas en estudios narratológicos de Seymour Chatman, tales como Story and Discourse (1983) y Coming to Terms (1990), la aproximación seguida para dilucidar lo que se ventila en la trayectoria diegética de La mediadora es predominantemente deconstr uctora. De acuerdo con lo advertido, las circunstancias en las que se encuentran determinados personajes de carne y hueso, acompaña das de la consiguiente aleatoriedad azarosa, contribuyen a poner de relieve las pautas de conducta por ellos adoptadas, aun en medio de acontecimientos a todas luces imprevisibles. De hecho, tanto el comienzo como el final del discurso narrativo de La mediadora arrojan inquietantes grietas deconstructoras que afectan a la estructura formal de la historia referida, sin llegar a producirse una culminación definitiva de lo expuesto con discontinuidad fragmentaria y que afecta también al final abierto de dicho relato, abocado a evidenciar lo dejado atrás por personajes sumamente vulnerables frente a la aleatoriedad relacionada con todo aquello propenso a ser considerado como incontrolable. Finalmente, convendría no perder de vista, a dicho respecto, que semejante aprecia ción textual contradice la línea argumentativa de lo expuesto en términos fenomenológicos por Ortega a lo largo de las especulaciones discursivas esgrimidas en «Meditación del marco» (1966), cuando se refiere dicho pensador al papel aislador y clausurante ejercido por cualquier tipo de encuadramiento respecto a aquello que pudiera quedar al margen de lo presentado co n rigor precisorio. 18 De hecho, el discurso diegético de La mediadora , al caracterizarse por transgredir deconstructoramente los posibles encuadramientos narrativos que sobre él se pudieran imponer, contri-

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Si se aplicara la terminología taxonómica introducida con connotac iones pioneras por Edward Morgan Forster en Aspects of the Novel (1955), cabría decir que, en La mediadora Marga, al no estar interesada en presentarse unidimensionalmente, ni como modelo admirable de virtudes ni tampoco como transgresora empedernida de convenciones sociales impuestas, no puede ser objeto de calificaciones que le convirtieran en personaje plano. 18 Aunque el enfoque de Ortega se dirija, con primordialidad, a constatar manifestaciones pictóricas, puede tam bién servir de punto de referencia ineludible a la hora de estudiar una narración como la evidenciada en La mediadora, donde se resquebraja el presunto marco encuadrador de lo relatado. Por otro lado, no debería perderse de vista que la tarea deconstructora del encuadramiento, considerado este del modo que fuere, ha sido objeto del estudio llevado a cabo por Julián Santos Guerrero en Cuestiones del marco (2014).

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buye a enriquecer los sobresalientes rasgos literarios de una de las novelas claves escritas y publicadas en España en el segundo decenio del siglo XXI, digna del merecido reconocimiento crítico. © Francisco Javier Higuero

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Francisco Javier Higuero, oriundo de Logroño, ejerce la docencia universitaria en Wayne State University (Detroit). Su campo de investigación se halla focalizado prioritariamente en el pensamiento contemporáneo y en la filología hispánica de los siglos XIX, XX y XXI. Ha publicado libros tales como La imaginación agónica de Jiménez Lozano (1991), La memoria del narrador (1993), Estrategias deconstructoras en la narrativa de Jiménez Lozano (2000), Intempestividad narrativa (2008), Narrativa del siglo posmoderno (2009), Racionalidad ensayística (2010), Argumentaciones perspectivistas (2011), Discursividad insumisa (2012), Recordación intrahistórica en la narrativa de Jiménez Lozano (2013), Reminiscencias literarias posmodernas (2014) y Conceptualizaciones discursivas (2015), lo mismo que numerosos artículos en revistas especializadas, de reconocido prestigio internacional.

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EL RECUERDO DE LA GUERRA CIVIL EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA: LA ELABORACI ÓN INTERGENERACIONAL DEL DEBER DE LA MEMORIA EN AYER NO MÁS DE ANDRÉS TRAPIELLO por Francesca Crippa —¿Para qué hurgar viejas heridas? —¡Para que se curen, joder! Montxo Armendáriz, Silencio roto

A pesar de las tentativas de borrar el doloroso recuerdo del conflicto y las consecuentes huellas de su trauma, el tema de la Guerra Civil se ha manifestado y sigue manifestándose de manera más o menos explícita en varios ámbitos de la literatura, del cine y, más en general, de la cultura espa ñola. Es más, como demostrado por las recientes contribuciones de Ana Luengo (2004), José Colmeiro (2005) y Ofelia Ferrán (2007), con el tiempo la cuestión de la rememoración de la gue rra se ha ido convirtiendo en el motivo principal de una tensión dialéctica basada en la oposición de dos perspectivas opuestas: por un lado, la voluntad de olvidar los aspectos más desagradables de un pasado incómodo; por otro, el deseo de transformar el mismo recuerdo en un instrumento útil a la cimentación de una memoria colectiva consciente de los errores del pasado y, por esta misma razón, necesaria para la construcción de un futuro mejor 1. En los últimos años, pues, la polémica que se acaba de mencionar se ha venido reproduciendo con renovada fuerza y vigor (Colmeiro, 2005: 13), y el escenario de la posguerra se ha gradualmente transformado en el telón de fondo ideal que muchos autores han elegido y siguen eligiendo para tratar de justificar e inter pretar las sombras que el episodio más relevante del reciente pasado español todavía proyecta sobre la sociedad española contemporánea. José Carlos Mainer ha definido la Transición democrática en España como un «proceso largo e indefinido» (2006: 153) que ha cambiado para siempre la mentalidad y el estilo de vida de los españoles. En particular, según Mainer los años que marcaron el pasaje desde la dictadura a la democracia se caracterizaron por la voluntad de olvidar el pasado reciente y por el deseo de pro yectarse con renovado entusiasmo hacia el f uturo del país que, en esa época más que nunca, nece sitaba de reformas urgentes para salir de la crisis y poder alcanzar el mismo nivel de desarrollo económico y social de las demás naciones europeas. Como explicado también por José María Iz quierdo, la tendencia al olvido que caracterizó esos años no se debió solamente a la amnesia pro piciada por la necesidad del cambio (2013: 3). Otro tipo de olvido, de hecho, fue alimentado por los pactos políticos oficiales y se impuso principalmente durante la primera época de la Transición democrática, en los ámbitos del debate público y de la convivencia social. A pesar de todo ello, la extrema violencia del conflicto, la durísima represión de la posguerra, los frenos impues tos a la libertad de expresión y la perpetuación de la dictadura hasta el año 1975, son entre las causas principales que contribuyen a explicar por qué la Guerra Civil fue y sigue siendo para los españoles una herida sangrante y dolorosa en la memoria colectiva. No sorprende, pues, que a partir de la mitad del siglo pasado hasta la fecha, el tema de la Guerra Civil haya estado atrave sando un período de gran popularidad, cinematográfica y literaria. 1

En la construcción de sus perspectivas críticas, los autores mencionados hacen referencia a los estudios semióticos de Jurij Lotman sobre el concepto de cultura. Lotman, efectivamente, define la cultura global de un país como una memoria colectiva (1995: 43), es decir, como un mecanismo de conservación del pasado, de aplicación de las consecuencias de lo que ha sido al presente y, a partir de ello, de proyección hacia el futuro.

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En realidad, ya durante los años mismos de la guerra se había asistido a la aparición de una abun dante y variada producción cultural dedicada al conflicto, la cual tuvo incluso una dimensión in ternacional debido al compromiso político de intelectuales de todo el mundo en favor de la cultura y en contra de los totalitarismos 2. El interés despertado a nivel internacional se debió principalmente a la fuerte acción persuasiva de las campañas propagandísticas propuestas por el bando republicano, según el cual la guerra podía y debía ganarse no sólo militar, sino también moral, intelectual y culturalmente. Asimismo, la popularización de géneros literarios basados en la repre sentación de la realidad como, por ejemplo, las crónicas, las autobiografías y los reportajes, así como la difusión del cine y de la fotografía, no desempeñaron solamente una función ar tística sino que formaron parte de la misma lucha contra la dictadura 3. Es más, desde mediados de los años noventa en adelante, varios autores y directores de cine han vuelto a desarrollar el tema de la Gue rra Civil desde las más diferentes perspectivas y con finalidades distintas, volviendo a conferirle un lugar destacado en la cultura y en la opinión pública, con especial resonancia en la literatura. Es posible afirmar, por lo tanto, que el tema de la Guerra Civil española nunca ha desaparecido del debate nacional e internacional, como testimoniado, por otra parte, por los numerosos repor tajes sobre la exhumación de las fosas comunes, por los debates en el Congreso de los Diputados y en el seno de la jerarquías religiosas sobre la conveniencia de ofrecer algún tipo de disculpa o reconocimiento a los perdedores republicanos, por los resquemores entre las distintas asociaciones que gestionan la memoria, por las decisiones judiciales, más o menos populares, que han limpiado el honor de personas condenadas hace tiempo, y por el boom de la literatura dedicada a la revisión y reinterpretación de la historia. Todos ellos serían ejemplos evidentes de como aún «la liquidación de la Guerra Civil no está terminada » (García Fontanet, 2015: s/n). Las motivaciones que se esconden detrás de la popularidad del tema han sido largamente debatidas por la crítica y ampliamente analizadas, entre otras, por las imprescindibles contribuciones de Maryse Bertrand (1987) de Muñoz y Sebastiaan Faber (2008). Según los dos estudiosos , en particular, el resultado más original de los recientes procesos de investigación estriba en la capacidad de los autores contemporáneos de elaborar propuestas literarias muy variadas que buscan encon trar interpretaciones diferentes para una herida política y social que todavía no ha tenido opciones de cicatrizar debido al pacto del silencio que guio la Transición española. En lugar de crear confu sión, pues, la aparición de textos que ofrecen una pluralidad de puntos de vista sobre los mismos acontecimientos históricos estaría contribuyendo a una toma de conciencia colectiva, necesaria a la comprensión de la importancia de la memoria del conflicto en la construcción de la identidad española actual. En su monografía de 2006, Antonio Gómez López-Quiñones, a su vez, ha reconocido y clasificado etapas diferentes en este proceso de lúcida reflexión, cuyos resultados finales tendrían que originar un análisis más verídico del episodio en cuestión. Desde el punto de vista del crítico, por lo tanto, en las nove las y en las películas más recientes, los autores y directores de cine han sabido manejar adecuadamente el tema de la guerra, usándolo como un ideal «territorio del imaginario nacional que presenta no pocos atractivos morales y éticos » (2006: 32). Además, lo que Gómez López-Quiñones ha identificado como el principal hilo conductor de las obras recientes, es el deseo de estimular la reflexión de los lectores/espectadores para que, c omo subrayado también por José María Ruiz Vargas (2006: 37), ellos aprendan a analizar su propio pasado sin interferencias o claves de lectura pre-formuladas y entiendan la importancia del papel de la me moria en la construcción de la conciencia histórica de su propio país. La narrativa moderna dedicada al tema de la Guerra Civil, pues, no se mueve tanto hacia la re construcción objetiva del evento histórico sino, más bien, hacia su relectura a través del instru 2

Recuérdese, por ejemplo, el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas que se realizó entre Madrid, Barcelona y Valencia en 1937 y que reunió a muchos escritores e intelectuales de todo el mundo. 3 Es suficiente pensar en el éxito de películas como Canciones para después de una guerra (1971) y Caudillo (1977) de Basilio Martín Patino, Las largas vacaciones del 36 (1976) de Jaime Camino, Las bicicletas son para el verano (1984) de Jaime Chávarri o en las más recientes ¡Ay, Carmela! (1990) de Carlos Saura y Land and Freedom (1995) del británico Ken Loach. O baste pensar en las exposiciones fotográficas de autores como Robert Capa, Kati Horna y Albert-Louis Descamps. Para lo que se refiere a la vastísima producción literaria sobre el tema, Bertrand de Muñoz habla de más de mil trescientos libros publicados hasta 1990 en casi todos los países occidentales (243).

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mento literario. En la actualidad, para los autores la ficción literaria se convierte por lo tanto en algo capaz de quebrar el discurso monocolor que ha largamente protagonizado la historiografía clásica y las novelas tradicionales. Este proceso de hibridación entre historia y ficción literaria se debe a la necesidad de referirse a una realidad que los mismos autores no han conocido personalmente, puesto que nos enfrentamos a la producción literaria de una segunda generación de espa ñoles que no han vivido la Guerra Civil, pero que han sufrido sus efectos a nivel psicológico, es decir, que, como sostiene Carmen Moreno-Nuño, han «heredado la Guerra Civil como una memoria emocionalmente cargada » (2006: 108). En el caso de los autores nacidos entre los años cincuenta y setenta del siglo pasado, en particular, nos encontramos con la así llamada generación de los nietos de la guerra 4. En su caso, si bien no hay una experiencia bélica directa ni tampoco una vivencia de la dictadura franquista en su período de mayor represión, hay igualmente un creciente interés que los lleva a reflotar el tema a través de unas perspectivas cada ve z diferentes, con el objetivo de literaturizar un pasado traumático que les compete pero que «a la vez parece excluirlos» (Lluch-P rats, 2010: 62). Con este propósito, Manuel Alberca, ha identificado tres tendencias específicas en la narrativa española ac tual, es decir, tres distintas aproximaciones prácticas al estudio de las relaciones que se pueden establecer entre la contemporaneidad y el pasado, sobre la base del papel más o menos relevante que la ficción literaria puede desempeñar. Más específicamente, Alberca habla de un pacto autobiográfico que se realiza en los libros de memorias y en las novelas autobiográficas tradicionales, de un pacto ambiguo que caracteriza las así llamadas «novelas del yo» (2007: 65) y de un pacto novelesco que se propone como el rasgo definidor de todas las demás narraciones de argumento histórico. En cada uno de los casos mencionados, las relaciones que se instauran entre el autor, el narrador y los personajes son fundamentales a la hora de explicar las complejas diná micas que se establecen entre la perspectiva histórica y el elemento ficcional. El pacto autobiográ fico, pues, se caracteriza por una mayor adhesión a la realidad porque en los textos que pertenecen a esta primera categoría el narrador se limita a proporcionar informaciones reales a través de sus personajes. Al contrario, el pacto novelesco se caracteriza por la predominancia del elemento de ficción, mientras que en el caso del pacto ambiguo la ficción literaria y lo realístico y factual con viven, dependiendo e l equilibrio de la voluntad del autor, que se sirve del instrumento literario para volver a reflexionar sobre una realidad que, de otra forma, no se podría correctamente inter pretar. Ayer no más, novela escrita por Andrés Trapiello y publicada por la edit orial Destino a principios de 2012, pertenece a esta tercera categoría. Efectivamente, junto a la componente ficcional, en el texto los acontecimientos históricos constituyen un ideal telón de fondo que proporciona a los lectores contemporáneos todos los instrumentos necesarios para renovar la meditación sobre el «[...] peso del legado del franquismo en la sociedad española » (Corredera González, 2010: 43), una responsabilidad que, según Trapiello, afecta no sólo a las víctimas directas del conflicto y a sus descendientes, sino también a las nuevas generaciones de españoles. La novela se desarrolla en León, en la contemporaneidad y los hechos evolucionan paralelamente al debate que surgió en España al momento de la promulgación y aprobación de la Ley de Memor ia Histórica en 2007, y a las circunstancias que ese mismo año llevaron al descubrimiento y a la excavación de algunas fosas comunes en el norte del país. El protagonista es José Pestaña, hombre de ideas progresistas y liberales, profesor de historia mo derna en la Universidad de León y miembro de una agrupación de la Memoria Histórica. En el texto, Trapiello relata sus vicisitudes personales, enfocándolas desde dos puntos de vista: por un lado, se analizan las relaciones íntimas y familiares de Pestaña jun to a las consecuencias que éstas han ejercido y siguen ejerciendo sobre su educación y formación; por otro, se examinan los vín culos del protagonista con sus compañeros de trabajo y los problemas éticos y morales derivados 4

Estas generaciones no han vivido el pasado en primera persona, sino lo han vivido a través de historias contadas por otros. Esto, sin embargo, no implica el recurso a un punto de vista más objetivo sobre los acontecimientos. Puesto que el recuerdo puede ser tan doloroso como la experiencia directa del sufrimiento, según Moreno Nuño (2006: 69), estos autores se han visto obligados a luchar contra los fantasmas del pasado y a desvelar una verdad que sus padres y abuelos no pudieron o quisieron llevar a la luz.

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de su papel de personaje público. Al lado de Pestaña, el coprotagonista de la novela es Graciano Custodio Álvarez, que proviene de una familia humilde de la provincia leonesa y vive solamente para satisfacer su deseo de venganza, cultivando, junto a su familia, una veneración reverencial hacia el pasado. En evidente oposición a las ideas de los personajes que se acaban de mencionar, toda la familia de Pestaña es falangista. El padre, Germán Canseco 5, ex militar franquista responsable de varios crímenes y ejecuciones durante la guerra, es un hombre que roza los noventa y aún conserva los odiosos privilegios económicos y sociales derivados de su total adhesión a la ideología del régi men. Las hermanas, Luisa y Marga, comparten los puntos de vista paternos y sufren por haber recibido una educación demasiado rígida y anafectiva. Luisa, además, está casada con Citín, neo fascista y fundador del partido nacionalista leonés, descrito por el protagonista como «uno de los imbéciles más alarmantes y acrisolados de León» (Trapiello, 2012: 24). La madre de Pestaña, mujer débil y titubeante, es la víctima directa del egoísmo y de las prepotencias del marido y, sin embargo, su constante indecisión le impide encontrar el coraje necesario para liberarse definitivamente de la opresión y del despotismo de s u esposo. Junto a la familia del protagonista, hay otro grupo de personajes que pertenecen a su entorno labo ral y desempeñan en la novela un papel de fundamental importancia. Se trata de José Antonio, Mariví y Raquel, profesores del mismo Departamento en la Universidad de León y miembros de la misma agrupación de la Memoria Histórica, aunque con finalidades muy diferentes. José Anto nio y Mariví comparten la ambición de poder llegar a ser famosos a través de la explotación del dolor y del sufrimiento de las víctimas de la guerra: para ellos, pues, la recuperación de la memo ria histórica se configura solamente como un medio necesario para alcanzar la popularidad. La figura de Raquel, al contrario, presenta connotaciones diferentes. La mujer, además de ser la amante del protagonista, es una investigadora joven y en su personalidad, que todavía no ha sido corrompida por la ambición, Pestaña y el mismo Trapiello parecen reponer las últimas esperanzas de poder llevar a cabo una investigación más objetiva y desinteresada sobre el curso de la historia 6. Según la actitud que muestran hacia el pasado, los personajes mencionados se pueden dividir en dos macrocategorías: por un lado las víctimas de la guerra y, por otro, los partidarios de la necesi dad del olvido. A la primera categoría pertenecen las figuras de Pestaña y Custodio Álvarez. Pes taña es una víctima indirecta porque es el hijo de un falangista y sufre por la vergüenza y el re mordimiento ocasionados por acciones que no dependieron de su voluntad; al mismo tiempo, también Graciano es una víctima porque perdió a su padre a causa de la guerra y sigue angustián dose por el general desinterés demostrado por la opinión pública hacia el evento que cambió para siempre su vida. En oposición a la perspectiva de las víctimas, los familiares de Pestaña se enfrentan al problema de la memoria con una actitud diametralmente opuesta, ya que solamente quieren defender los privilegios conseguidos, a pesar de ser con sufrimiento de otras personas. Una categoría aparte es la representada por los compañeros de trabajo del protagonista, los cuales, sí se profesan defensores de la memoria, pero sólo para complacer sus ambiciones personales. El núcleo temático de la novela lo constituye, pues, el tema de las relaciones que se e stablecen entre presente y pasado. El protagonista, en este sentido, personifica las inquietudes, las dudas y los temores que la sociedad española contemporánea manifiesta al acercarse al traumático re cuerdo de la Guerra Civil. P or lo tanto, a través de s u actitud crítica y acusadora hacia el pasado español 7, Pestaña se convierte simbólicamente en el representante del punto de vista de todos los 5

Germán y José no comparten el apellido porque José decidió renegarlo a c ausa de la adhesión de su padre a la Falange española. 6 Según Pestaña, pero también según el mismo Trapiello, una mirada retrospectiva más objetiva permitiría comprender los errores del pasado y actuar para que ellos no vuelvan a repetirse, como indica el mismo título de la novela. 7 Pestaña afirma de ser autor de varios textos dedicados a la Guerra Civil española en los que se declara abiertamente contrario a la ideología del franquismo y defiende las posiciones del bando republicano. Estas publicaciones, que le han garantizado el ingreso en la universidad de León, al mismo tiempo han contribuido a deteriorar las relaciones con su familia y, en cierto sentido, también las con sus compañeros de trabajos que, en más de una ocasión, se muestran celosos de su éxito. En este sentido, Trapiello abre un paréntesis sobre el problema

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que en la actualidad cuestionan las lecturas oficiales del acontecimiento histórico. Sin embargo, el escepticismo del protagonista no encuentra correspondencia alguna entre las personas que lo ro dean. Al contrario, una parte de ellas, perfecta representante de una concepción conservadora y reaccionaria de la historia, lo critica por quererse meter en una guerra que «fue de ellos» (Trapiello, 2012: 26) y no la suya, mientras que otra está convencida de que los historiadores estén «envenenando a la gente con la Memoria Histórica » (Trapiello, 2012: 74) y los reprochan por su ter quedad en querer seguir investigando sobre temas que ya no le interesan a nadie. Esta segunda visión queda perfectamente personificada por la familia de Pestaña, cuyos representantes sostie nen que la guerra fue algo necesario y que la victoria final les tocó a los que más se lo merecían. Es más, como si asistiéramos a la constitución de un segundo pacto del silencio, ellos creen tam bién que la memoria no puede añadir nada nuevo a lo que ya se sabe acerca de la guerra e, in cluso, llegan a afirmar que recordar es peligroso porque «la gente se inventa las cosas y dice que las recuerda, y a ver cómo demuestras [...] que no fue así, setenta años después » (Trapiello, 2012: 93). Para enfatizar aún más este juego de contrastes, Trapiello elige una estructura narrativa que sólo aparentemente resulta sencilla: de niño, Graciano presencia el asesinato a sangre fría de su padre en los primeros días de la guerra. Setenta años después reconoce de forma fortuita en una calle de León a uno de los que participaron en aquel trágico episodio, Germán Canseco, ahora conocido empresario leonés que, a pesar de admitir su responsabilidad, se niega a confesar dónde lo enterra ron. Testigo del encuentro entre los dos es el hijo de Germán, José Pestaña, cuya conciencia em pieza a debatirse entre el remordimiento por tene r que denunciar públicamente a su padre y la obligación, como historiador, de contar toda la verdad. A pesar de la linealidad de esta trama, la novela está dividida en capítulos muy breves, en los cuales el autor le cede directamente la pala bra a cada uno de los personajes. Como es natural, la multiplicidad de perspectivas permite seguir el curso de la narración desde diferentes puntos de vista, contribuyendo al mismo tiempo a una más acertada caracterización psicológica de los protagonistas. Cada uno de los ellos, en efecto, se expresa con su propio lenguaje, defiende sus propias convicciones y sigue el flujo de sus pensa mientos. El resultado final es una novela en la que la equilibrada mezcla de las voces narrativas produce un efecto estereofónico que se va consolidando, en un vertiginoso clímax ascendente, a medida que se procede en la lectura. La contraposición generacional entre visiones opuestas del pasado parece configurarse, pues, como la principal clave de lectura para la novela, lo que queda confirmado por la voluntad de Trapiello de examinar muy detenidamente las relaciones que se establecen entre los personajes, a partir de las dinámicas familiares que reglamentan la vida de Pestaña, hasta los vínculos humanos y profesionales con sus compañeros de trabajo. El equilibrio en la gestión de estas mismas rela ciones se rompe en el momento en que Graciano vuelve a despertar los dolorosos recuerdos del pasado y, por consiguiente, la precaria armonía que Pestaña había construido se desmorona re pentinamente, dejando que el trauma del pasado vuelva a configurarse como trauma en el pre sente. Desde la misma óptica, debe también interpretarse el enfrentamiento entre los dos bandos que se generan en el seno de la asociación de la Memoria Histórica a la que per tenece el protagonista. Mariví, José Antonio y Raquel sostienen la necesidad de sacar a la luz toda la verdad sobre la Guerra Civil, independientemente de los efectos devastadores que se podrían producir en el presente. Pestaña, al contrario, defiende la necesidad de una reflexión más íntima y consciente, convencido de que «el error es de los que han creído que el silencio es el olvido » (Trapiello, 2012: 254), mientras que, al contrario, «algunas cosas se recuerdan mejor sin tanto ruido» (Trapiello, 2012: 254). Diferentemente de sus compañeros, por lo tanto, Pestaña no confía en la contribución de los me dios de comunicación, puesto que ellos a menudo espectacularizan el pasado y lo deforman por que: «con [...] la facilidad de obtener información no siempre contrastada, nos estamos distanciando del pasado a toda velocidad, lo que significa que cada vez olvidamos antes o recordamos las cosas de una manera superficial o deformada » (Trapiello, 2012: 141). El protagonista deja del antagonismo en los ambientes universitarios y critica la pérdida de la verdadera vocación a la enseñanza de la historia.

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entonces su verdad en las manos de la literatura. Dentro de la novela, efectivamente, Trapiello cuenta la génesis de la novela misma, en un claro proceso de autoficción que subraya la importancia del rol de la cultura en el momento de volver a reflexionar sobre la historia. En la última parte del texto, pues, Pestaña decide revelar la verdad sobre el caso de su padre propio a través de una novela, cuya génesis recuerda sorprendentemente la de Ayer no más. Entonces, el autor recurre a la técnica literaria de la novela en la novela , para alcanzar cierto efecto de verosimilitud y sugerir una posible identificación entre el autor y el personaje, remarcando, al mismo tiempo, la importancia y la dignidad del texto literario en evidente contraposición a las fuentes historiográficas oficiales. Afirma, con este propósito, el protagonista: Se supone que en la novela encontramos un sentido que no tiene la vida. Pero no es verdad. Yo acabo de escribir una novela, donde todo ha sido presentado como pura ficción, y ha causado más escándalo e indignación que todos mis libros de Historia juntos, abarrotados de hechos irrefutables. (Trapiello, 2012: 301). El mismo Trapiello ha afirmado que es posible analizar al protagonista de su novela en clave au tobiográfica 8, convirtiéndolo así en su alter ego literario. El autor de Ayer no más, como Pestaña, se formó en un ambiente favorable a ideas políticas obtusamente conservadoras y durante la gue rra su padre se enroló como voluntario en una bandera de Falange. Como Pestaña, pues, el joven Trapiello se rebeló a las reglas e imposiciones paternas y encontró su realización personal lejos del entorno familiar, sin por eso olvidarse de sus orígenes. P or esta razón, el autor a menudo se vio también motivado a reflexionar sobre el verdadero significado del acontecimiento histórico y sus repercusiones en el presente 9, y parte de esta misma experiencia formativa se refleja indudable mente en la novela. Aquí la componente autobiográfica es sobre todo reconocible en el camino de formación al que Trapiello somete su protagonis ta, el cual se ve obligado por su papel de investigador e historiador a ir más allá de los vínculos familiares para ayudar a Graciano. Sin embargo, para alcanzar este objetivo, Pestaña tiene antes que cuestionarse a sí mismo y reconocer que el pasado, no tanto el suyo sino el de su padre, ha cambiado totalmente su vida, a pesar de su propia voluntad. El presente, pues, cambia a causa de un pasado que ya no existe pero que, evi dentemente, sigue influyendo en la contemporaneidad. P or consecuencia, la dimensión privada y familiar del trauma del protagonista pronto adquiere los matices de una conflictividad pública, lo que queda manifiesto en las palabras de Pestaña, en las cuales parece reflejarse el tormento espiritual de una entera generación de españoles: Nos ha tocado un destino de guerra, le he oído decir toda mi vida […]. Cuando mi padre nació, su vida estaba decidida. Se la escribieron por él sus padres, sus abuelos, las creencias hereda das. Lo empujaron a las milicias de Falange con todas sus consecue ncias y él creyó que era obligación de buen hijo obedecerles. La obediencia debida. Cuando yo nací, mi vida estaba escrita para ellos: justificar lo que mi padre había hecho, y antes mi abuelo, y el padre de mi abuelo… ¿Por qué no ha sido posible la verda d y el arrepentimiento? ¿Por qué la memoria nos conduce al rencor más que a la reconciliación, y a la venganza y no al perdón? (Trapiello, 2012: 300-301). Las palabras que se acaban de citar testimonian una vez más que, a través de sus personajes, Tra piello quiere concretamente representar las dos reacciones principales de la sociedad española contemporánea frente al trauma del recuerdo de la guerra: la indiferencia más absoluta por un lado, la voluntad de releer el pasado de acuerdo con una sensibilidad n ueva, por otro. La figura que mejor de todas encarna este dilema, propio de la modernidad, es la del protagonista, quien imputa la falta de interés a la congénita debilidad del ser humano, es decir, al deseo primordial de los hombres de auto-defenderse de lo que les podría hacer daño. Al mismo tiempo, sin embargo, Pestaña está también consciente de los riesgos ínsitos en una reinterpretación manipuladora de la historia y sostiene que, para evitar revisiones equivocadas del pasado, es necesario renunciar a l os deseos de venganza para privilegiar una colaboración colectiva que permita una reflexión más objetiva y una aproximación más despreocupada al recuerdo. Así, pues, en uno de los pasajes más 8

Trapiello habla de sus orígenes en la nota autobiográfica que él mismo ha escrito para su página web personal. Trapiello es autor de varios textos dedicados al tema de la Guerra Civil. Entre ellos, quizás el más representativo sea el que se publicó en 1994, titulado Las armas y las letras. 9

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significativos de la novela afirma: «[...] el debate debe continuar sin que nadie se arrogue la propiedad del relato de la guerra. La tarea de hacer la historia de la Guerra Civil es, más que ninguna otra, común: la verdad la hacemos entre todos » (Trapiello, 2012: 141). Tanto la voluntad de olvidar el pasado como la necesidad de recordarlo se configuran, pues, desde la perspectiva del protagonista, como recursos para poder superar el trauma de la guerra y, sin embargo, no se trata de instrumentos totalmente eficaces y tampoco fácilmente alcanzables. Al contrario, las e xperiencias de Pestaña lo llevan a comprender que el deseo de recordar es algo intrínseco en la naturaleza del ser humano, pero hay también que considerar que todo recuerdo está inevitablemente destinado a desvanecer. Debido a este ineludible y dramático proceso, lo que queda para los supervivientes es una consolación ilusoria porque el desconocimiento del pasado conlleva el riesgo de olvidar, junto a los aspectos más desagradables de la historia, también el sacrificio positivo de miles de personas, y, al mismo tiempo, el vivir solamente para recordar implica un culpable descuido del presente. Las amargas consideraciones del protagonista reflejan, pues, las inquietudes espirituales de quien, a pesar de no haber vivido la experiencia de la guerra en primera persona, sigue sufriendo, directa o indirectamente, por sus consecuencias y a pesar de su deseo de olvidar: para ellos, de una manera u otra, la memoria de la guerra nunca dejará de ser una sombra amenazadora porque: Los españoles acabarán olvidándose de la Guerra Civil por cansancio, no porque haya terminado. Se olvidarán, pero mientras siga habiendo muertos en las cunetas, estos serán una semilla que el día menos pensado germinará con vigor inusitado reclamando justicia. (Trapiello, 2012: 285). En este sentido, las teorías sobre el trauma elaboradas en los EE.UU. a partir de los años setenta del siglo pasado y profundizadas en los años noventa gracias a la contribución en clave psicoana lítica de Dominick LaCapra 10, se configuran quizás como las más adecuadas para poder explicar la complejidad temática de la novela de Trapiello. Según LaCapra, efectivamente, las personas traumatizadas por eventos límites pueden resistirse al proceso de evolución del trauma a causa de una especie de sentimiento de „fidelida d‟ al evento que quizás provenga de la sensación de que, para poder sobrevivir y participar nuevamente en la vida, es necesario traicionar a los que queda ron aniquilados o destruidos por ese mismo pasado traumático. P or consecuencia, afirma LaCapra, el pasado a menudo se convierte en un vínculo inolvidable, que el historiador y crítico estadouni dense define de la siguiente manera: «El lazo que nos une a los muertos, especialmente a los muertos entrañables, y que puede conferirle valor al trauma y hacer que el volver a vivirlo sea una conmemoración dolorosa pero necesaria, a la cual nos consagramos o al menos quedamos apega dos» (2005: 76). Esta misma condición parece efectivamente realizarse en Ayer no más, a través de las figuras de los dos protagonistas. Custodio Álvarez soporta estoicamente el doloroso re cuerdo del pasado porque, de otra manera, su existencia perdería significado. Él, pues, percibe la necesidad de cultivar la memoria del trauma y, junto con ella, la memoria de las personas queridas que fallecieron heroicamente durante la guerra. En este sentido, su sufrimiento se configura como algo concreto y más fácil de gestionar porque todo se soluciona cuando la verdad es revelada. La figura del protagonista, al contrario, personifica el segundo mat iz del trauma que, en su caso, se configura como una experiencia más indirecta, que vuelve a vivir en la conciencia y cuya gestión es complicada por las íntimas implicaciones que adquiere. Para sacar a la luz la verdad sobre el pasado, Pestaña, de hecho, pone en discusión su propia vida en el presente y a riesgo todo lo que posee, es decir, el amor, los afectos, la carrera y las ambiciones personales. Desde esta perspec tiva, pues, la rememoración del pasado produce efectos devastadoras que, sin embargo, el personaje acepta como consecuencias moralmente inevitables de su papel de hombre moderno e inves tigador. Como otros escritores nacidos en los años cincuenta del siglo pasado, Trapiello vuelve así a re flexionar sobre la Guerra Civil española, enfocando esta vez el tema desde la perspectiva de la memoria. Para alcanzar este objetivo, el autor se basa en la convicción de que la memoria es un 10

Las teorías mencionadas abarcan un panorama muy amplio y empezaron a forjarse para explicar las reaccio nes de los militares que habían regresado de las dos guerras mundiales y de la guerra del Vietnam. Nos referi mos, en este apartado, sólo a las teorías elaboradas por LaCapra acerca del trauma de la Guerra Civil española.

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instrumento indispensable a la conservación y reinterpretación de un pasado cuyo recuerdo resulta ser imprescindible a la hora de considerar lo que los españoles son en el presente. Según su pers pectiva, en particular, la memoria importa no sólo porque toda conciencia está inevitablemente mediatizada por ella, sino también porque resulta ser un ingrediente central del pensamiento contemporáneo, aspecto que queda confirmado por las últimas tendencias literarias y cinematográfi cas que han hecho de la memoria y del recuerdo unos de sus ejes temáticos principales. P or lo tanto, en Ayer no más, Trapiello reelabora el tema del trauma de la guerra desde una perspectiva intergeneracional, confrontando los puntos de vista de generaciones distintas, que viven este mismo trauma como consecuencia más o menos directa. En la realización de este propósito, el autor construye un disc urso híbrido en el que se logra un perfecto equilibrio entre la dimensión de lo real y la de lo ficticio. Además, la gracia de Trapiello consiste en haber reducido al máximo la doctrina sermoneadora contra los excesos de la memoria, para investigar más a f ondo sobre las consecuencias que el recuerdo del trauma puede producir en el ánimo de cada individuo. P or esta misma razón, el coro de voces que nos explica el proceso de apoderamiento de la memoria histó rica en Ayer no más personifica la tragedia de enfrentarse al pasado desde el presente, con la conciencia de que lo que pasó puede sí ser reinterpretado y analizado desde perspectivas diferentes, pero nunca dejará de representar para las nuevas generaciones un recuerdo doloroso y angustiante con el cual, antes o después, tendrán que ajustar cuentas. La voluntad del autor no es la de criticar la posición de los que quieren olvidar y tampoco la de los que son partidarios de la necesidad del recuerdo. Al contrario, lo que Trapiello hace es identificar los rie sgos que se esconden detrás de cada tentativa de extremización o espectacularización del hecho histórico. P or esta misma razón, su novela resulta ser creíble y auténtica, pero al mismo tiempo indócil y polémica, puesto que su finalidad es la de prevenirnos de los peligros de un posible revisionismo manipulador de la histo ria y empujarnos a la comprensión de que, al contrario, todos podemos contribuir a completar los vacíos y a solventar las incoherencias del pasado, realizando, en este sentido, un paso ade lante en la percepción de nuestra propia identidad. © Francesca Crippa

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Francesca Crippa trabaja como profesora investigadora en la Universidad Católica de Milán (Italia), donde se doctoró en 2009 con una tesis sobre la caracterización del personaje en las Sonatas de Ramón del Valle-Inclán, publicada en 2012 por Peter Lang. Sus intereses de investigación abarcan el concepto de identidad nacional con aplicación a la narrativa larga y breve de la Generación de 1898 y la narrativa española contemporánea. Ha presentado sus trabajos en varios congresos internacionales y publicado artículos en revistas especializadas sobre temas literarios.

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Ensayo

RECORDAR A PE SAR DE L OLV IDO: EXCRIP TURA Y ALIEN ACIÓN EN CIELOS DE LA TIE RRA por Demetrio Anzaldo González Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Campos de Castilla, Antonio Machado.

Ver el mundo es deletrearlo. Espejo de palabras: ¿Dónde estuve? Mis palabras me miran desde el charco de mi memoria. Pasado en claro, Octavio Paz

R ECORDAR A PESAR DEL OLVIDO: EXCRIPTURA Y ALIENACIÓN 1 EN CIELOS DE LA TIERRA En el recorrido por el universo escritural de la poeta mexicana Carmen Boullosa (1954), se encuentran múltiples transformaciones y tergiversaciones de un lenguaje que se adentra en el camino sin final de la existencia y de lo existente. La profundidad de los escritos de esta autora me conducen hacia esta lectura y escritura de sus mensajes contextualizados ideológicamente para recrear una obra abierta que enfrenta y afrenta al trabajo intelectual. La importancia de este trabajo novelístico se manifiesta en el sentido ecléctico con el que recurre y recorre una y mil veces a la memoria literaria, histórica y personal para promover un diálogo constante y sonante. El habla de las novelas nace con la fuerza del lenguaje humano y rebasa los límites de lo escrito; es una manera singular de hablar, el hablar de la s novelas de Carmen Boullosa. Y en este diálogo frente al silencio de la poesía, propongo comentar cómo los vínculos entre la tríada espacio-temporal de los mundos literario e histórico, existen, coexisten e irrumpen acerba y críticamente en todas direcciones en y desde el texto; es decir, dentro y fuera de este tejido finito de palabras por medio de las cuales la realidad ficcional y la histórica se manifiestan. Las palabras revolucionadas en el espacio-tiempo del relato, la excriptura y la alienación, dan la pauta para el mejor entendimiento de lo que se narra y para dialogar con lo que reproduce el narrador. He apuntado como las palabras y el lenguaje (de la poesía, filosofía, literatura, historia, oralidad y escritura) son usados como baluartes represe ntacionales dentro de la realidad mundana de Cielos de la Tierra.2 Subrayo cómo estas palabras son confundidas y alteradas por medio del intercambio ideológico entre el hablar y el escribir de la poeta. En todo este entramado apunto cómo las mismas palabras van siendo arrostradas por el mar de la memoria 1

La alienación es un concepto polivalente, polisémico y ambiguo que es utilizado en el escrito, teniendo en mente sus acepciones españolas de enajenación y otredad. Carlos Gurméndez ha escrito extensivamente acerca del término por lo que señalamos su definición: “...alienación, es una variante culta de enajenar que deriva de ajeno, procedente del latín alienus y, a su vez, de alius que significa «otro» [...] Pero de los múltiples sentidos que tiene en español, esta palabra, predomina la idea de Otro, bien sea para dar una cosa que es de uno, hacerse otro en la locura o ser extraño a uno mismo. En español, pues, la palabra alienación expresa la realidad del Yo como «ajeno» u «otro».” (12). 2 Todas las alusiones a lo dicho o escrito por los tres protagonistas principales son tomadas de la novela de Carmen Boullosa Cielos de la Tierra (México: Alfaguara, 1997). Y sólo se mencionará el número de páginas para efecto de las sucesivas citas que aparecen en el desarrollo del presente ensayo, con algunas variantes por supuesto.

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para hacer más evidente el olvido visto en el texto. No obstante, la misma escritura se muestra, tras el intermitente proceso conversacional, con una potencialidad diferente y deja atrás a esa voz germinal y autoritaria. Es así como le otorga, a las metamorfoseadas palabras, la libertad para confrontar y dialogar directamente con sus anónimos lectores. De esta manera se obtiene un discurso que corresponde y responde a las interrogantes que surgen a partir de las experiencias de vida de cada uno de los actuantes y actores del texto. En este incierto discurso se puede apreciar la mezcla de voces y códigos diversos y escuchar entre ellos a las palabras comunes que alegran el panorama históricoconfesional. Son las mismas voces que, pronunciadas desde la intimidad del universo personal de los personajes, describen, paradójicamente, nuevos caminos de comunicación que se proyectan al exterior del texto. Este puente hacia el exterior es resultado de la recíproca e indisoluble relación y mezcla de credos, razas, clases, preferencias y demás que los narradores hacen durante sus constantes lamentos e interpelaciones al desconocido interlocutor que descifra esos diálogos. Además, junto al preclaro conocimiento de la realidad desglosada en el proceso creativo, se desarrolla una nueva geografía literaria que Boullosa ha aprendido de la tradición. Esta, empero, conforma un territorio rebelde en el que la escritura se retrueca ante la problemática cultural que la rodea. De manera invariable, este decir del texto está en constante intercambio con las experiencias, sueños y esperanzas pasajeras de los diferentes personajes que se involucraron en el recuento de esta historia. Es Lear 3, uno de ellos, quien nos comenta esta tendencia al exclamar: Yo sí recuerdo al hombre de la Historia, y dialogo con él. A él es a quien le explico: Obedezco al pasado porque recuerdo. Y al obedecerlo no ciego mis ojos. Recordar a los hombres de la Historia no es cantarles loas, no es enaltecerlos, ni siquiera es lamentar su fin. Recordarlos es escribir para ellos, aunque no puedan escucharme porque se han destruido. No por recordar voy a ser cierva o esclava. Recuerdo para zarandear la imaginación y limpiar el clavo de la fantasía. (21). Al recordar a los seres humanos se revive el pasado y se enfrenta al presente por medio de la imaginación y el clavo de la fantasía. Al parecer, nos habla desde un lugar fuera del tiempo; su presente es un presente sordo en el que nadie escucha ni habla, pero es el espacio desde el cual escribe zarandeando y limpiando a su imaginación. Las ideas del único ser pensante y que sobrevive a la historia humana son las que repercuten en toda la novela. Aquí, este narrador-orador se confiesa e informa su propósito de comunicar acerca de los lejanos orígenes humanos y de hablar de su realidad ya inexistente pero en la que el diálogo con el otro, se materializa gracias a la escritura. Este diálogo es la liberación del lenguaje por el lenguaje mismo, puesto que es el mism o pensamiento que lo forma, el que escapa del anquilosamiento y, con la zarandeada o sacudida que se le da, se afirma proponiendo una comunicación más humana. Es este intercambio y transformación del lenguaje literario e histórico creado en la narración, el que inicia el movimiento que abre la posibilidad hacia una zona de indefinición: es el intersticio. Es el espacio en el cual la ruptura y el enlace con el deseado, desesperado y diferenciado lector se consumen. Y es esta zona de comunicación explosiva e implosiva la que genera el hablar tanto de la escritura del texto como el de su interlocutor -lector. En esta habla-lectura-escritura, las posibles respuestas a las infinitas inquisiciones del lector nunca son fijas ni constantes, sino que corren a la par con las preguntas que los mismos protagonistas se hacen de ellas. Como las interrogantes del vástago del poeta Temilotzin Tlacatécatl, mencionado en la novela, que tras el recuento de su historia y 3

Aunque en la novela aquí presentada hay un aluvión de referencias e inferencias a seres y personajes de la historia y de la literatura universal, la relación que Cordelia-Lear tiene con la tragedia de William Shakespeare King Lear, es enorme (a no ser que como dicen sean las siglas de algún grupo político). Al igual que en el mundo inglés, hay aquí un conflicto generacional dentro de la comunidad. Es la historia de una época mala, en la que el amor, la bondad, el dolor y la muerte son barridos por los poderes del mundo insolente. Las ilusiones y los ideales ceden ante el deseo bestial y auto-destructivo que se ve en el drama revestido todo con un lenguaje artificial, sufrido, doloroso y difícil. Además el final muestra una similitud en ambas obras, muy diferente en lo que quieren decir, por supuesto. Por ejemplo en la comedia se muestra una reconciliación o regreso del rey a la normalidad, ante la im-pensada resucitación de Cordelia. Ahí el rey grita: Do you see this? Look on her, look her lips, Look there, look there! Asimismo en la novela habita también la esperanza de que vivirán eternamente sus personajes, Lear dice: “Desdeciré la muerte anunciada de Hernando, quitaré el párrafo en que se la menciona, no le permitiré llegar a su fin. A Estela tampoco la dejaré alcanzar su muerte propia, la que tendría con el gran estallido...” Es decir, hay siempre un inminente por-venir.

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la del destino que sufrió su padre duda y se pregunta acerca de la validez de los escritos allegados a él: Muy generosa sería la Corona con mi padre, pero no lo fueron tanto sus maestros, que lo que se dice escribir de manera elegante no es lo que aparenta, si es que acaso fue su puño el autor de lo que aquí he transcrito. No repito que lo dudo, que no lo creo, porque ya lo he dicho, y porque, al decir que no lo digo, lo afirmo de cualquier manera. (88). Con este dinamismo complejo de preguntas, respuestas y dudas se inicia un proceso de identifica ción profundo entre los hablantes al interior de un texto en el que no se afirma ni se niega nada de manera absoluta. Es un texto en el que lo narrado, opone, propone y dispone de las mismas palabras e ideas que instruyen, construyen y destruyen a lo que es descrito por ellas. Es la propuesta de una escritura que independiza y concientiza al hablante. Con el conocimiento y reconocimiento de la realidad interior del ser que habla nos acercamos todavía más a él y a su realidad exterior. Quizás, la auto-reflexión ficcional entre los participantes nos lleve hasta nuestra propia in-definición del diario vivir. Un ejemplo de esta sociabilidad comunicativa entre la oralidad-escritura, es el diálogo al interior del protagonista en el que se transparenta una doble situación de atracción/rechazo hacia el pasado personal e histórico y ante su atormentado presente: Ustedes dirán: si este Hernando de Rivas no es un imbécil (perdón por mi soberbia), y es verdad, como él dice, que estas tierras no perdonan la presencia en ellas de algo que pueda despertar la envidia o el escozor del odio (¿qué mejor pretexto que la inteligencia, para ambas?), ¿por qué no acabaron antes con él las ponzoñas de sus tierras? Por dos motivos que enumeraré ahora: porque mi madre me cuida desde donde ella está, que su amor nunca cesó por mí y no tenía por qué cesar de muerta, su radiante bondad para conmigo brilla en mi corazón, iluminando las tinieblas, y (el segundo motivo) porque esta ponzoña es de acuñación reciente y yo no lo soy tanto, porque esta ponzoña llegó con los hispanos a estas tierras, no porque ellos la trajeran, sino porque aquí se produjo a la vista de su presencia. ¿Se vengó así nuestra tierra de nuestra de rrota? (224-5). En esta auto-flagelación y sentida nostalgia por lo pasado y el pasado del hablante, subyace una fuerte concientización que se tambalea entre el conocimiento y el desconocimiento de la propia rea lidad reimaginada al correr de los años. Es una situación incierta que nunca deja de cuestionarse. Lo que no ofrece duda es la viva añoranza al lugar de origen, a la tierra y con ella la rebeldía que busca recuperar una armonía perdida para siempre. En el decir de Hernando la añoranza hacia la madre ausente proyecta asimismo el reconocimiento y el cariño a sus ancestros; como señ ala Carlos Monsiváis es el: México mal despertado de su pasado mitológico, sigue evolucionando bajo la protección de Xochipilli, diosa de las flores y de la poesía lírica y de Coatlicue, diosa de la tierra y de la suerte violenta, cuyas efigies, dominando en patetismo y en intensidad a todas las otras, intercambian de punta a punta del museo nacional... Este poder de la conciliación de la vida y la muerte es sin lugar a dudas el principal atractivo de que dispone México. A este respecto mantiene abierto un registro inagotable de sensaciones, desde las más benignas hasta las más insidiosas. (229). Mi corazón está donde ha nacido,... A lo largo de la novela el amor, el agudo dolor por la destrucción y la in-tensa alienación se repetirán y alternarán sucesiva mente. Del mismo modo, las constantes e interminables disquisiciones, que contrastan con los densos monólogos de las sucesivas voces internas, se alternarán indistintamente para llamar más la atención del oyente e invitarlo a unirse definitivamente en la marcha en pos del camino sin final de la comunicación. Veamos entonces cómo todo y todos giran en la danza interminable de las palabras, del habla y la escritura; porque según lo explica Francisco Garzón Céspedes: La oralidad es inventora y/o reinventora; comunicacional, aquí y ahora, no puede ser fijada de antemano; tiene que ver con la memoria, pero no con la memorización tal cual; con el imaginario y no con la construcción física de las imágenes en el espacio; es una apelación a la imaginación de cada persona; rechaza la literalidad; entraña un profundo compromiso de quien dice con lo que dice; es un movimiento, se transforma, se adecúa, se actualiza, incluye la realidad circundante. [...] La oralidad, por tanto, no puede ni debe ser sustituida en la formación del ser humano, ni en sus relaciones, porque ella es esencial para la calidad y el desarrollo, para la pro-

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fundización y la plenitud. Así como el acto de oralidad por excelencia es la conversación, el acto de comunicación por excelencia es la oralidad. (75).

ENTRE LA ORALIDAD Y LA ESCRITURA : Más allá de la repetición, a veces trivia l, el lugar común puede cifrar una inquietud y una nostalgia. Poco a poco la letra va dejando de ser depósito de la voz. El libro habla cada vez más mudamente a un lector cada vez más sordo. Pero, ya lo sabemos, el proceso tardará aún largo tiempo en consumarse. Y nunca, por fortuna, se consumará tan totalmente que no deje, en medio del silencio, un resquicio a los esplendores de la voz. (Frenk, 86). Los estudios dedicados al problema de esta relación entre la oralidad/escritura en el desarrollo de la literatura hispánica, plantean que dado el desconocimiento y la falta de evidencia para saber lo que fue exactamente la lírica castellana primitiva, y el lenguaje humano en general, no es posible llegar a un consenso fijo en la dirección que deba(n) tomar la o las influencias entre el habla y la grafía, entre lo popular y lo culto, entre la realidad y la ficción. Es decir, la fijación de límites y la jerarquización del intercambio mutuo entre las distintas oposiciones del hablar y del escribir es un todo muy complejo de definir. No obstante, señalo una perspectiva más en esta dinámica de mutua interacción e imitación creativa entre lo oral y lo escrito, entre el hablar y el escribir que la novela Cielos de la Tierra posibilita. El habla es parte intrínseca del ser humano y su origen se pierde en los recovecos del pasado. Se dice, por ejemplo, que la historia y la escritura nacen ambas al mismo tiempo. Saltando los más de diez mil años en la historia humana nos detenemos en la Edad Media para empezar la personal his toria de lo que creemos es un entorno al eterno retorno de la comunicación hablada, así sea en el silencio de la poesía y la palabra impresa. Y, aunque el conocimie nto de la literatura medieval y pretrovadoresca es limitado, hay ahí una realidad que sobresale a finales del siglo XII: la literatura se escribe en verso, el verso precede a la prosa y la prosa es también poesía. En ese tiempo las obras se componían para ser oídas y eran leídas en voz alta para complacer tanto a un público particular como a uno general. En el ser humano casi siempre ha existido la tendencia natural a hacer uso del habla, de la oralidad en el proceso creativo, misma que lo acompaña en la ma yoría de las manifestaciones culturales y artísticas que realiza. Como sabemos la poesía habla desde el interior de ella misma para abarcar la totalidad del universo por intermedio de la palabra, una palabra que siempre está en incesante movimiento. Es importante hacer notar que el poeta muchas veces era un juglar que se encargaba de divertir e informar al gran público; audiencia que era en su gran mayoría analfabeta. Era éste un público cuya manera de captar el contenido de las obras culturales era por medio de lo visual y de lo oral; es decir, por medio de los cinco sentidos. Más tarde, se daría el paso hacia la lectura en silencio; sobre todo entre el reducido círculo de las élites educadas y del clero. En otras ocasiones, el juglar era culto y a su lir ismo agregaba el conocimiento de las ciencias y las artes que poseía. Siendo así, la mayoría de las veces él mismo se encargaba de recomponer y ordenar lo que recibía de la herencia cultural: la tradición. Y en este legado iba incluido el aspecto folklóric o como una reapropiación más que de lo natural y autóctono hacían las élites culturales para beneficio propio, como de costumbre... En la épica y en los Romances se vuelve a mostrar la comunión bipartita, oralidad/escritura. Las lenguas romances de los juglares, las canciones de los soldados y las complejas variedades de lo popular contrastaban con el trabajo metódico de los clérigos y poetas que trataban de estabilizar el texto. Se dice entonces, por citar un caso, que el Poema del Cid, es una obra hecha por un juglar para un público que escucha. A esta aseveración se opone la de los que opinan lo contrario; para éstos, se trata de un poeta conocedor y erudito que le canta a una élite. Nadie tiene la seguridad de lo que afirma. La incertidumbre continúa, incrementándose la eterna controversia entre el juglar y el hombre letrado. P or su parte, los Romances que copian la manera de hablar de la gente, son producto de una tradición lírica popular y, al parecer, sin relación con los cánones clásicos. En general los intercambios entre lo oral y lo escrito son difíciles de definir en cuanto a límites y prioridades; pero en cuanto a influencia, ambos son complementarios el uno del otro. Hay que agregar aquí que, según los estudios científicos al respecto, el hombre está biológicamente destinado para hablar y no para leer. Se dice que el habla del ser humano de carne y hueso, tiene más de cuatro millones de años de antigüedad. Ante todo este tinglado de ideas e hipótesis, la

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misma literatura cuestiona la validez y e l uso de las clasificaciones y conceptos teóricos tradicionales, así como la división arbitraria de los géneros, las diferentes tendencias y sus ulteriores definiciones. Ya lo señalaba Rodolfo E. Modern en su Historia de la literatura alemana al aludir a la presencia in-atrapable de Johann Wolfgang von Goethe: En Goethe encontramos al intérprete de su época, al clásico anheloso de la medida helénica y al romántico pletórico de sentimiento y ansias de infinito, la impaciencia juvenil y la exper iencia fecunda de los años, el amor al mundo de las cosas y el cultivo de toda la gama emocional, la compenetración con la naturaleza y el ejercicio de la cortesanía más exquisita, la afirmación de una cultura superior y el reconocimiento de un mundo demoníaco, la capacidad de ser uno mismo y la adaptación a la circunstancia, el goce de los sentidos y del intelecto puro, la mirada comprensiva hacia el pasado y la predicción de un futuro hecho presente, la meditación gustosa y su trasmutación en obra, la aptitud del hombre de ciencia y la actitud más desnudamente lírica, la presencia de lo particular y la vivencia de lo universal. ¿Cómo es posible, entonces, apre sarlo en una definición? (150). No, al poeta no se le puede definir, tampoco al espacio (la excriptura) que persiste entre la oralidad y la escritura ni muchísimo menos a la novela. La novela es género hasta la fecha incasillable e indefinible donde se retoma la vanguardia en cuanto a los cambios y transformaciones que deban hacerse a las caducas interpretaciones del proceso de comunicación y de la creación literaria. La novela avanza a la par de la existencia y de las épocas que transcribe -describe y de aquellas otras a las que inventa; y va de la mano con los lenguajes, sueños e ilusiones de la(o)s mujeres/hom bres. Es por ello, que el habla de la novela contemporánea es rebasada por su misma naturaleza inicial. El mismo impulso creador que no cesa de narrar le impide su definición. La práctica, el gusto y la aceptación social hacia sus textos —con los que podemos dialogar, discutir y sentir el lenguaje de los infinitos mundos posibles — va en aumento. Entonces, la creciente reinversión narrativa hacia la oralidad por parte de los escritores, es producto de la apertura-ruptura en desarrollo de las técnicas comunicativas 4 a nivel internacional con la que se logra llegar, potencialmente mediante las traducciones, a mayor número y diversidad de ávidos lectores. Sin olvidar, por supuesto, que el hecho mismo de la comercialización de los libros, de la literatura y del arte en general amplia la recepción otorgada a cualquier texto pasado. A la vez, esta modalidad, en parte, está marcada por la reconsideración del uso y la importancia de los registros del habla articulada y sonora dentro de su producción. Uno de dichos registros sería el acuerdo implícito que se establece entre el escritor, el texto y el lector y que es recíproco desde el momento mismo en que se comunican y participan activamente en un diálogo. Es una comunicación personalizada, de antemano iniciada, en e l tramado de un texto que está pensado para ella y que sigue la contextualización de la alteridad -diferencia del desquiciamiento social. Otra indicación la podemos observar en la selección de códigos lingüísticos anteriormente menos valorados, como lo serían las expresiones de los grupos marginados. Es decir, es el habla humana con sus infinitas variantes coloquiales, regionales y, sobre todo, familiares. Son las palabras comunes no fácilmente entendibles, pero que ganan una enorme simpatía al ser reconocidas entre los oyentes, logrando avivar el aspecto lúdico y referencial de lo que se dice. Es un intento por dotar de vida a la palabra. Es la fuerza de un lenguaje común que hace sentir su presenciaausencia; y que según lo señalado por Bourdieu en La sociología espontánea y los poderes del lenguaje, es: «Herencia de las palabras, herencia de las ideas», según la sentencia de Brunschvig, el lenguaje común que, en tanto tal, pasa inadvertido, encierra en su vocabulario y sintaxis toda una filosofía petrificada de lo social siempre dispuesta a resurgir en palabras comunes o expresiones complejas construidas con palabras comunes que el sociólogo utiliza inevitablemente... (37).

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Es la mezcla constante de los diferentes códigos lingüísticos, géneros y sub-generos literarios; son los registros y referentes, el lenguaje común, científico, cinematográfico, etc., que se interrelacionan en la novela. En la combinación entre el mundo del escritor con el de los personajes se produce una nueva esc ritura que se autoalimenta de ambos y que genera una nueva manera de expresión, del decir y describir literario. Es lo literario que como comenta Pierre Bourdieu: “recurre a conceptos intermediarios y mediadores entre lo subjetivo y lo objetivo, como alienación, actitud o ethos. [...] Dicho de otro modo, la descripción de la subjetividad-objetividad remite a la descripción de la interiorización de la objetividad” (35).

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Pero al fijar nuestra atención en un lenguaje que hacemos nuestro, no nos sentire mos incómodos si acaso olvidamos algo o la mayor parte de lo que se dijo al principio de nuestra conversación con el texto. Lo más importante es captar y sentir el mensaje o los mensajes que nos lleven hacia una manifestación más consciente de lo que esta mos escuchando, aunque no lo hayamos descodificado completamente. Entonces, el olvido es parte de esa oralidad que no se detiene en trámites engorrosos ni en retóricas rebuscadas, sino que busca el disfrute del intercambio de las ideas e impresiones por parte de los hablantes. Es el reflorecimiento de un lenguaje que busca hacer causa común con los registros orales para mantener una mejor vía de comunicación con los futuros interlocutores. Esto se puede apreciar en el desarrollo y manejo de las diversas estrategias narrativas que delatan esa silenciosa conversación que se sostiene entre el autor, el lector y la obra. A través de ellas, las frecuentes alocuciones, denuncias y confesiones emitidas por las voces del texto, logran crear un habla más humana, más cercana al código usado en la sociedad en que se presenta y a la que representa. El habla producida, de esta manera, adquiere soltura, ritmo y cadencia; además de la viveza, siendo mejor tolerada por el asiduo lector de textos literarios con los que logra una especie de fusión entre lo que se piensa, se habla y se escribe. No quiero dejar fuera una verdad real y a la que pongo en primer orden: la importancia que la práctica tiene por sobre las elaboraciones técnicas, teóricas y tendenciosas. Es decir, la realidad de que el lenguaje es el que habla la gente y no aquel que se prescribe en manuales y mamotretos reales que nadie lee. El lenguaje es llano, libre y dinámico y no se le puede prescribir tan fácilmente. Es el habla tuya lector y la mía, el otro lector, aquella lengua con la que jugamos a comunicarnos con nosotros y con los otros, y quizás con los que nos leerán. La realidad del habla literaria es producto de nuestra habla y siempre es medio nunca meta de ella. El escritor contemporáneo conoce de esta dinámica y la destaca en su narrativa. Reconoce en ella al mejor modo de lla mar la atención de un lector que quedará seducido al conocer y reconocerse en un lenguaje que no le es extraño; porque entenderá que lo que se lee, es parte del mundo real y por lo tanto verosímil. Y todo este accionar se produce al interior de un texto no muerto sino todo lo contrario; un escrito que integra a toda una serie de elementos periféricos en un discurso múltiple y lúdico que no tiene nada de central. Cielos de la Tierra es una especie de discurso que marcha libremente por los intersticios narrativos; como se puede apreciar en las voces de Lear, Estela Ruiz y Hernando de Rivas: Yo les digo que cualquier código aludirá al pasado, a la Historia, con la desventaja de que un código nuevo será manco, incapaz desde su origen, limitando el cerco de nuestra imaginación y el número de nuestras imaginaciones. El lenguaje fue manco también, lo acepto («la palabra ya, en sí, es un engaño, una trampa que encubre, disfraza y sepulta el edificio de nuestros sueños y verdades, todos señalados por el signo de lo incomunicable», escribió mi poeta), (19-20) [...] Como considero este trabajo un juego, hay que respetar su carácter lúdico, así que debe ser inútil, no se lo mostraré a nadie. Este juego tiene reglas, y una de ellas es ocultarlo, pero no destruyéndolo, sino guardándolo donde posiblemente sobreviva. Le pedí al carpintero que me está arreglando los libreros en casa (ya no me caben los libros) una tapa con las medidas que le llevé, y ya la tengo, en tres piezas, comodísima para moverla sin que llame la atención.(66) [...] De mis primeros años no puedo cantar los armónicos arrullos. Rorro, a la meme, riquirranes, no puedo, tin-tón, dame dame, dulce bien, no porque no los hubiera para mí, que mamá siempre estuvo presta para darme mimos, sino porque su bisbeo queda enterrado por la cruel melodía que se apoderó entonces de estás tierras. Violación de asilo, cruces enlutadas por las calles, tormentos, lenguas zumbando en desmedido, ahorcamientos y descuartizamientos de mano de la justicia, lluvias de piedras sobre respetables y sus mujeres y sus hijos, pues en cuanto salió Cortés se desencadenaron peleas a muerte sobre los beneficios reales y los imaginarios de estas tierras, y los indios bailamos al son de la violencia sembrada por sus pugnas. (97) Todas estas voces se escuchan facilmente y plantean diversas situaciones en las cuales el lector re conoce al que dialoga y juega con la palabra escrita. De antemano sabemos que el entendimiento y la intencionalidad de lo que se escucha en el texto no será nada fácil de lograr; pero si hay nuevos caminos para la compresión y comunicación de la injusta o justa realidad humana, entonces todo se andará en la literatura. Y si en ese andar, por ejemplo, se logra descifrar el por qué del engaño del lenguaje, de su acento lúdico y de las canciones de cuna que van junto con las denuncias conscientes, entonces la travesía estará completada. Pues esa misma inocencia y consciencia invertida en la

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literatura irán mano a mano para remover al lector del asiento de la apatía y del propio ensimisma miento. Así de forma indeleble, quedarán indicados canales y caminos más válidos para entender la comunicación que se realiza entre el yo, (identidad) y el otro (otredad), a través de un nosotros imaginario en el indefinible entorno ontológico que se comienza a crear en rededor de una excriptura que se deja oír. ¡Ah, volver a nacer, y andar camino, ya recobrada la perdida senda! Antonio Machado, Renacimiento.

EXCRIPTURA : La novela es diálogo y unidad. Este texto no es en cambio sino el anuncio de los cielos de la tierra. El cielo baja a la tierra en la literatura El hombre, guerrero por naturaleza, convierte en el fragor de un infierno bélico cuanto percibe. ¿Qué ángel, ajeno a los humanos sentidos, lo dotó del universo de la lengua? Para el hombre todo es evocación de la guerra que anhela. (Cielos de la Tierra, 13). Desde principios de siglo la novela tiende a ser poema de nuevo ... Estas palabras de Octavio Paz nos recuerdan que en este proceso de comunicación literaria se vislumbra, a la vez, una especie de confrontación ideológica y cultural evidenciada por el habla misma del texto. La novela entonces, como comenta el narrador, puede considerarse como una épica dialogada del guerrero por naturaleza y, por ende, la épica de la sociedad moderna. El mismo Paz argumenta que: ... la función más inmediata de la poesía, lo que podría llamarse su función histórica, consiste en la consagración o trasmutación de un instante, personal o colectivo, en arquetipo. En este sentido, la palabra poética funda los pueblos. Sin épica no hay sociedad posible, por que no existe sociedad sin héroes en que reconocerse. Jacobo Burckhardt fue uno de los primeros en advertir que la épica de la sociedad moderna es la novela. Pero se detuvo en esta afirmación y no penetró en la contradicción que encierra llamar épica a un género ambiguo, en el que caben desde la confesión y la autobiografía hasta el ensayo filosófico. [...] la novela es ambigua. Su esencial impureza brota de su constante oscilación entre la prosa y la poesía, el concepto y el mito. Ambigüedad e impureza le vienen de ser el género épico de una sociedad fundada en el análisis y la razón, esto es, en la prosa. (661). Entonces esta prosa poética o excriptura reproducida en la novela reconstruye, rememora y rescata no sólo a los valores y autores del mundo del arte y de la oficialidad, sino que hace emerger del olvido a los seres alienados y a las sociedades marginales, co nvirtiéndose en una escritura comprometida que denuncia y que se hace oír, que huye del silencio y la soledad. Épica de una sociedad que se funda en la crítica, la novela es un juicio implícito sobre esa misma sociedad. Por lo que el término excriptura, no es una novedad ni nada que se le parezca, sino que se origina en la inquietud de querer hablar con lo escrito, rebelándose el lector en contra del silencio que rodea a la letra im presa. Es simple y llanamente una composición verbal que aspira a explicar un lenguaje narrativo alternativo y fragmentario que se funde y confunde por medio del lenguaje humano. Este concepto no aspira a ser una palabra que suspire perspicacia al oirla ni que suscite el interés por conocerla sino que, por medio de la misma, se respire a la palabra de un texto en medio de un diálogo que nunca deje de ser novela, novedad. Tal vez, se llegue a pensar que sea una palabra cargada que juegue con el lenguaje y que pueda implicar a muchas otras como scrip, cripta, ruptura, inscriptura, exescritura, escritura, etc., etc.. Lo cierto es que esta palabra es la unión de dos voces latinas que se unen: ex, que significa fuera de —que también puede ser usada como prefijo para evidenciar algo que fue y que dejó de ser— y scriptura que es la escritura 5 misma. Por lo que la excriptura, puede ser todo aquello que resulte tras la concretización de la comunicación entre el autor, su texto y el pre-texto del lector. Otra de las ideas implicadas en la utilización de este vocablo, es la de que el 5

De alguna manera lo escrito por Roland Barthes se perfila dentro de lo que entiendo por escritura; según el crítico francés (citado por Marchese), en El grado cero de la escritura: “La escritura es una función: es la relación entre la creación y la sociedad, es el lenguaje literario transformado por su destino social, la forma captada en su intención y unida a las grandes crisis de la Historia...” (139).

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verbo, la palabra, fue primero en alusión directa a la Biblia. Así que con este vocablo se propone no tanto que la escritura deje de serlo, ni que se le coloque fuera de lo literario, sino que sirva para de notar el cambio operado en los usos y abusos de las palabras en la narrativa contemporánea, porque: No hay mente corrompida que sanamente entienda palabra alguna; así, las que tan honestas no son no contaminan el ánimo bien dispuesto, como el lodo no contamina los rayos del sol, ni las fealdades de la tierra las bellezas del cielo. ¿Qué libros, qué palabras, qué escritos son más santos, dignos y reverendos que los de la divina Escritura? No obstante, ha habido quienes, perversamente interpretándola, su perdición y la de otros han provocado. Cada cosa en sí misma es buena para algunas cosas, y mal empleada puede ser nociva para muchos. (Boccaccio, 638). Las palabras escritas siempre están girando hacia el ancestral pasado de una manera encubierta. Esta historia acerca de la oralidad comunicativa o de lo que se denomina como la excriptura novelística contemporánea, es otro desafío al lenguaje. Es la lucha con un lenguaje que, sin dejar de ser escrito, sí permite el intercambio dialectal entre los hablantes y demás lectores del mismo. Todo lo anterior en directa a lusión a la necesidad, vista ya por Mijail Bajtín en «La palabra en la novela», de liberar al lenguaje: La novela es un género literario. La palabra novelesca es palabra poética, pero no se inscribe realmente en los límites de la concepción que en la actualidad se tiene de ésta. En la base de tal concepción se hallan algunas premisas limitativas. La concepción misma, en el proceso de su formación histórica —desde Aristóteles hasta nuestros días—, se orientaba hacia ciertos géneros «oficiales» y estaba ligada a ciertas tendencias históricas de la vida ideológica literaria. Por eso, toda una serie de fenómenos quedaron fuera de su horizonte. (87) Asimismo para ayudar al concepto de excriptura a evidenciar su función interdialectal y para repicar entre las ideas opositoras que sobrevendrán, retomo algunas de las ideas de Walter Ong expuestas en Oralidad y escritura, donde se argumentaba que: «Leer» un texto quiere decir convertirlo en sonidos, en voz alta o en la imaginación, sílaba por sílaba en la lectura lenta o a grandes rasgos en la rápida, acostumbrada en las culturas altamente tecnológicas La escritura nunca puede prescindir de la oralidad. [...] podemos llamar a la escritura un «sistema secundario de modelado», que depende de un sistema primario anterior: la lengua hablada. La expresión oral es capaz de existir, y casi siempre ha existido, sin ninguna escritura en absoluto; empero, nunca ha habido escritura sin oralidad. (17-8). Sí, el texto siempre ha hablado. Mas ahora, frente al apocalíptico ruido urbano, el habla literaria se revitaliza e intensifica la angustiosa comunicación entre la voluntad, la memoria y el entendimiento del lector frente a la obra escrita. Con ello, la escritura literaria, rebelde en sí, nos revela y oculta una gran parte de lo planeado e imaginado por los escritores. Son las voces narrativas que nos hablan desde el espacio de lo inmaterial, de lo ficcional. Es por ello que no se puede considerar al lenguaje simplemente como lo más puro y lo más oculto, sino como el gran elemento subversivo que posibilite la disensión y el libre albedrío en, durante y desde el intercambio disquisitorial. La excriptura es un puente invisible tendido entre los mundos opuestos nunca juntos pero siempre unidos por el poder de la escritura misma. Mediante este tendido imaginario podremos reconocer que aunque se esté hablando digamos de destrucción, como en la novela aquí comentada, ésta puede tener otra connotación y ser similar a la que inspiró, como asienta Philippe Sollers, a poetas como Stéphane Mallarmé, quien decía: «la destrucción fue mi Beatriz»; La destrucción es a la misma vez la inspiración y el salvoconducto para expresarse, porque: Si la vida se alimenta de su propio pasado, o de una muerte continua, la ciencia volverá a encontrar este hecho en el lenguaje: el cual, al distinguir al hombre del resto de las cosas, imitará aún a éste por ser facticio en la esencia no menos que natural; reflexivo no menos que fatal; y voluntario no menos que ciego. (Citado por Sollers, 84) Con lo anterior quiero decir que el lenguaje va más allá, nunca es completamente de nosotros y que por lo mismo debemos ser muy cuidadosos al emplearlo puesto que estuvo, está y estará siempre fuera de nuestro control; porque aunque creamos que nos pertenece y que somos nos otros los que hablamos eso no es cierto. Ésta, es una verdad que subyace en todo texto. Por lo tanto, Cielos de la Tierra es un texto ya maduro, tal vez un pesado caleidoscopio por la inmensa saturación de imáge -

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nes que encierran una gran complejidad; un arduo viaje entre un saber enciclopédico y una convivencia neta con la cultura mexicana que deja anonadados a los incautos y cautos lectores de esta nueva geografía literaria que se auto-denomina desde su inicio no como una novela de autor, sino de autores y que se desplaza indistintamente entre la escritura y la oralidad. Contemplamos así a un mundo fraccionado que está en constante formación, en el cual la narración subjetiva y el haz de los tiempos combinados reproducen una especie de collage narrativo que difumina los múltiples caminos recorridos por la composición literaria posibilitando diferentes incursio nes e inciertos núcleos de interpretación. Siguiendo a esta nueva geografía literaria y guiados por la huella de esta habla narrativa, a la que he nombrado excriptura , tenemos que la novela es ya un fruto ma-logrado, una especie de granada que, a pesar de nacer del mismo árbol astringente de la Tradición, es siempre diferente y ocupa nuevos espacios que se abren hacia el firmamento. El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma... Naturalmente, las similitudes que el fruto del granado retiene con este lenguaje son sencillas y complejas al mismo tiempo; porque cada grano es distinto a los otros como las palabras en el follaje de la narración (pequeñas h ojas, flores vistosas). Son las semillas, las palabras poéticas, que están envueltas con un líquido rojo y muy sabroso que no empalaga, y que alineadas todas ellas, van formando cadenas poliédricas que mantienen una indefinición y una potencialidad permanentemente dentro del mismo fruto del libro. Al igual que las palabras del lenguaje literario, estos granos brillantes son capaces de transformar e iluminar su entorno con la sangre viva que las protege. Y puesto que los apetecibles rubíes pueden mancharnos si no los sabemos comer o leer, respectivamente, la granada y la novela nos atraen y nos ahuyentan al mismo tiempo por sus muy especiales características. Con nuestro hablar la palabra im-presa se libera, comemos y hablamos. El lenguaje en esta novela, al igual que esta fruta informe, es un territorio deformado, fragmentario y múltiple , cuyas ramificaciones propuestas para explorarlo y explotarlo se deslizan por las vertientes poético-narrativas chocando en el mundo de lo imaginario y real. Este lugar deformado es el espacio donde el conocimiento se concentra y se confunde; donde cada palabra está cargada de vida y cada grano lleva en sí la totalidad de su génesis. Las largas deformaciones aprisionadas en ese todo, forman infinitas galerías por las cuales nuestro andar se recrea y salta. Porque: Tanto el uno (el pensar) como el otro (el poetizar) se deben al «decir» del lenguaje, y por ello ocupan una posición geográfica paralela en la que el contacto es una consecuencia de su misma situación. El pensar, a través de una lucha metafórica con el lenguaje, «escucha», reflexionando, a aquello sobre lo que repara... Sólo si el pensamiento se introduce en el profundo trazado del lenguaje, y en el dibujo que le habla; sólo si la poesía camina por los senderos de la manifestación del ente, será posible llevar a cabo el trabajo de recuperar el irrecuperable y siempre oscuro «ser» del ente (Asensí, 239-40). Este planteamiento de la recuperación de la libertad del ser mediante el uso de un lenguaje infinito que habla, es parte de la verdad contenida en Cielos de la Tierra. Ahí el ser se reconoce en la inmersión consciente de una grafía que le llama. Y allí suena tu nombre ¡eternamente! Hay en el entendimiento con la palabra un viaje a través del tiempo, espacio y lugar que abarca a un territorio tridimensional imaginario recreado por la otra palabra que quiere atrapar para cambiar una realidad o por lo menos, suprimir males que dañan. Esa es la intencionalidad, pienso, de este nuevo recorrido del lenguaje poético. Es el trazado de una excriptura que propone e intenta hacer un cambio en el modo de pensar la novela de finales de siglo sin quedarse en el detallado muestreo histórico de sus contemporáneos. Es el viaje sin fin de la palabra que revoluciona al discurso na rrativo para fustigar el olvido de las élites y reformular a las sociedades, mal llamadas a sí mismas humanas, contenidas en Cielos de la Tierra. Ésta novela funciona a base de la realidad que otorga el lenguaje de una sociedad y cultura muy particular: la mexicana. Es un lenguaje muy cercano al hablado en la capital mexicana que si no lo es, al menos, sí lo parece. De todas maneras, sabemos que en la literatura, al igual que en todas las otras actividades humanas, se reproduce algo que no será nunca lo que fue sino sólo otra reinterpretación más. El original nunca vuelve a repetirse y para bien o para mal, el arte es único. Sin embargo, podemos tener, gracias a la literatura, nuevas vivencias humanas que proyecten interpretaciones de una realidad ya visualizada y vivida para aportar otras ideas. Si la historia, como dicen, la escriben los ganadores, a la literatura la escriben los que saben; pero no por ello dejan ambas de acercarnos a algo que parece ser una verdad perdida en el tiempo, la del lenguaje hablado que identifica al ser humano ante sus congéneres. Entonces:

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¿Qué sucede, pues, con la palabra escrita? Quien por ésta se desvela, debe optar por aquella que en su opinión lo traicione menos. Aquella que se acerque más a la dictadora suprema: la voz interna. La que en desvelo, desvela. Aunque, claro, la búsqueda individual querrá apresar fulgores diversos que acaso jamás van a tocarse. Bueno, sí lo harán, en aquel instante que precisa de la eficacia, en toda la amplitud que la palabra sugiera. Y que luego indefectiblemente, brillará de maneras distintas, acaso opuestas. Sin embargo, el acto de la escritura conlleva la la urgencia de comunicar. Pero aun en el caso de un diario íntimo, sin más destinatario que los ojos de su dueño, está presente la necesidad de entender lo escrito, las claves de lo escrito. (Petterson, 12) La excriptura in-comunica al ser humano. Y si se produce la alteración del desarrollo lineal e ininterrumpido del lenguaje literario tradicional es debido al escritor que verdaderamente se preocupa por los demás, como debiera ser. Los escritores que se preocupan por los otros que son ellos mismos y de su escritura. Pero la escritura es también de aquellos otros escritores que se atreven a intentar algo más, que no sólo imaginan y describen la realidad sino que la critican para transformarla y, por qué no, para alienarla.

ALIENACIÓN: ... Si el hombre no se encontrase ajeno en su mundo, es decir, alienado, no estaría en situación de preguntarse y de intentar comprenderse [...] Ello es rigurosamente cierto porque sus esperanzas, al medirse con la realidad, se destruyen o corrompen,y el sufrimiento que les causa esta ruptura expresa, sin ellos saberlo conscientemente, la intensidad de una desvalorización humana. Cuanto más sean las ilusiones del poeta, el novelista o el creador, con mayor evidencia reflejará el drama de la alienación. (Gurméndez, 113-4). Y el punto dramático en la comedia humana es precisamente la alienación que tiñe y destiñe a las acciones de los tres participantes en esta charla inagotable de las palabras en los Cielos de la Tierra. Hernando de Rivas, Estela Ruiz y Lear, son tres seres que denuncian su alteridad y diferencia ante los demás aun a costa de su propia integridad. Ellos llevan a cabo a través de la novela una protesta firme y decidida en contra de la alienación que se presenta en su accionar y reaccionar ante la realidad, denunciando y enunciando su genuina alteridad y diferencia ante sus contemporáneos. La alie nación que manifiestan, tiene que ver con el rechazo hacia una injusta realidad vivida en el orden social. Es un orden social del que tocaremos aquí sólo tres aspectos: el primero, la situación o posición social que mantienen dentro de la institución a la que pertenecen en la que se consideran des plazados; el segundo, la opinión que los demás tienen de ellos, siempre en la posición del otro, del extranjero o bárbaro y, finalmente, el tercero en el que con sus juicios valorativos y de la auto -estima personal recrean su alienación. Y ante las desastrosas consecuencias de ese orden social, Estela levanta la voz y pregunta: ¿Quién ha robado más? ¿Quién defraudó de peor manera, quién echó mano de los bienes del país, quién usurpó las recaudaciones de los ciudadanos, aprovechó su situación de poder? [...] el aparato judicial estatal se burla de los ciudadanos. les explica, según parece: «miren, niños, estos señores que les han birlado hasta la risa, que han robado durante los últimos quince años el equivalente a 400,000 dólares por cada uno de los noventa millones de mexicanos que ustedes son, estos señores, entiendan, eran go-ber-nan-tes. ¿No recuerdan la época de la Colonia? De la colonia venimos, en la Colonia estamos . Nuestras riquezas salen a Suiza, a Luxemburgo, a las Islas Fidji y Caimán, a Cuba (eso se dice, que hasta Cuba, ya no hay sueños, ya no hay...)... ¿Dónde más? El City Bank lo sabe en unos casos, en otros el Banco de México, en otros... Somos un país rico, muchachitos, pequeñuelos, muy rico, y debemos seguir seduciendo al capital extranjero demostrando en sus lares nuestras riquezas para que no nos dejen caer solos en nuestra barbarie .» (146-7). Esta situación de crisis y sin sentido en la corrupta babel mexicana, vuelve a agudizarse en esta época y la novela Cielos de la Tierra deja ver la influencia en ella de una especie de Kafka eterno que como Estela, denuncia el absurdo de la situación social actual perpetrada por los mal nacidos para go-ber-nar. Pareciere como si el (la) hombre/mujer estuviera ya condenado(a) y sólo le restare caminar hacia la hecatombe tras la infausta búsqueda por encontrarse. Salvatore D‟Onofrio en su

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brillante estudio nos señala que la crisis existencial del ser alienado por sus conciudadanos está vigente y que, al parecer, es un patrón mundial que se repite: el hombre como lobo del hombre: O pecado capital do herói kafkiano é a exclusao do paraíso, da terra de Canna. O mito do judeu errante é transposto para a existencia humana, na sua generalidade. O homen é condenado a errar no deserto do mundo, numa luta incessante e patética, porque sem esperança, contra a indiferencia e o alheamento. O ser humano sente-se um estrangeiro no seu própio habitat, porque é incapaz de compreender a existencia e de se adaptar aos absurdos do viver social. O drama de Joseph K., que é um pouco o drama de todo homem lúcido, reside na consciencia de que nao pode viver só e nao consegue intimamente conviver com os outros. (211-2). Los alcances ontológicos ante la temática del ser, siempre en la búsqueda de él mismo, que lucha en contra de la indiferencia y la alienación son puestos en evidencia a través de lo narrado en la cita. Es la confirmación de que el hombre es un extraño consigo mismo por los absurdos de la vida social. Puesto que como Estela Ruiz 6, Joseph K., aprende a reconocer y a desconocer la caótica y trágica realidad que lo rodea, sufriendo en carne propia las contradicciones internas del andamiaje social. Liliana Mizrahi al hablar en su ensayo de la alienación comenta que: Alternamos la experiencia de libertad con el sentimiento de abandono, el compromiso de la entrega con la vivencia de la asfixia. Para Kafka, la distancia entre la libertad y la desolación es relativamente escasa. El poder manipula a gusto «el terror a la intemperie», convierte la libertad en tabú y la enajenación en un simulacro de protección y seguridad. Toda ruptura con el sistema de poder se convierte en amenaza de ruptura con uno mismo, en renuncia a vivir. Esta ideología inmoladora tiende a destruir cualquier experiencia transformadora. Nos reduce a respuestas programadas y previsibles. Las relaciones de los hombres entre sí se cosifican y paradójicamente se personifican las relaciones con los objetos y las mercancías... (145). Es la sociedad en la que hay un sistema estatal obsoleto que modifica y objetiviza a su sector burocrático, que categoriza a los „servidores públicos‟ de números y cosas del presupuesto, cancelando su independencia y libertad. Es decir, el funcionario público se convierte en el empleado moderno, en el técnocrata actual, en una máquina que sólo recibe y ejecuta órdenes pero que no las analiza porque no cuestiona su realidad. Sí esa es la angustiosa verdad rescatada por la investigadora-mestiza que vive su alie-nación en el corazón de la ciudad de México y que comparte la horrenda fantasía colectiva de una generación perdida de mexicanos a la que pertenece-zco: Me siento culpable porque pequé al soñar. No soñé, ni yo ni mi generación, con un sueño que borrara la estructura suicida de nuestro pasado colonial. Yo reparo mi pena de la mejor manera: me aplico a traducir del latín al español el texto de un indio que mejor quedara de ser traducido al náhuatl, si éste se enseñara en las escuelas. No recibimos esa lección porque nosotros nos contentamos con vestirnos y con poner ante nuestros ojos sus artesanías, incluso diré que huarache al piso nos volvimos más ciegos, más sordos, más culpables. Merezco el silencio. (204) Estela se enfrenta ante los aciagos recuerdos de las acciones cometidas en el pasado; intenta, al percatarse de su propia alienación y la de los otros, rescatar del olvido al otro México prehispánico, al Colonial, al actual, y, tal vez, al del futuro incierto por medio de la traducción-traición a la historia. Es el México que no se quiere ver, áquel cuya imagen perdida Alexander vo n Humboldt inmortalizó en la frase La Ciudad de los Palacios, pero que era, simplemente la ciudad espanto del mundo, la capital siempre desconocida por todos. México, el lugar siempre alterado por el tiempo y por sus gentes y que no hace mucho solía ser La región más transparente. Sí, es el Distrito Federal: la ciudad (que) terminó por devorar al Pedregal de San Angel, pero todavía en 1972 alguien vio un puma en el Ajusco, y otro correr un lince en el Iztaccíhuatl. Porque esa ciudad se lo comió todo, hasta su propia belleza. (Cielos, 28). 6

Los presupuestos en torno al problema ontológico están constantemente en lo narrado por los confesantes y muchas veces quedan en evidencia por sus propias declaraciones con las que explican o intentan identificar a su propio ser. Estela, por ejemplo, al señalar su genealogía nos dice: “Es cierto que vivo en la ciudad de México que comparto la fantasía de un posrevolucionario país mestizo, pero es verdad también que tengo muy cerca a mi abuela, y que ella habitó un pasado diferente, un pasado que es colectivo y que, además, tiene bastante de presente”. (48) ¿Será el presente-pasado de Carmen Boullosa?...

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Ahora, las cosas poco han cambiado y las múltiples experiencias y vicisitudes pasadas, se permean en la palabra escrita para llevarnos a hacer un espectacular recorrido por entre los insólitos procesos sociales y culturales del eterno acontecer mexicano. Lo mexicano que aunque indefinible como diría un poeta, alcanza una paridad reconocible en la opinión formulada por el escritor y cineasta José Revueltas. Y que: No es otra cosa que ese proceso universal de transformación, integración y desintegración del hombre, localizado en un punto concreto del tiempo y el espacio, que hace posible a una comunidad formularse respecto a sí misma y respecto a las demás, el concepto más o menos absoluto de „lo francés‟, „lo inglés‟, „lo mexicano‟, etc... (123-4). Y es que en la novela se pone de nuevo en evidencia ese sentir acerca de la ciudad envilecida, endeudada y del hacer del ser que la habita. Cielos de la Tierra muestra una épica de la ciudad de México en la que la inminente destrucción sirve de base para la construcción novelística. El narrador dialoga, muestra y desenmascara la realidad mexicana con toda la cauda que arrastra la problemática social, económica y política de su historia. Es el corazón atormentado de un país increíble y del cual José Emilio Pacheco confirma su penar: ... México se soñaba moderno y modernizante y quería verse ya entrando en el impensable Siglo veintiuno sin haber resuelto aún los problemas del siglo Dieciséis... El Chac Mool sigue viviendo en el sótano de la casa de Filiberto y de la nuestra. Para él nosotros somos fantasmas.) (67-8) Al parecer, los problemas del siglo XX son los mismos que los del siglo XVI. Los fantasmas continúan siendo los mismos, aquellos seres vituperados, olvidados y escarnecidos po r los todopoderosos ciegos ante su humanidad. El pasado duele... son los hombres y mujeres olvidados a los que se les niega su humanidad, que no es que no la tengan, los que más lo sufren. Como nuestro singular Hernando de Rivas testigo de un contradictorio siglo XVI. El indio-sacerdote, que ha aprendido en carne propia que es eso del ser un muerto en vida. Y que retrata en su trabajo escritural, al mundo inmisericorde que lo ha rechazado. La fría indiferencia de las clases hegemónicas aumenta su olvido y s u alienación; por lo mismo, él está separado del grupo social, mas no de la realidad vivida de la cual comenta: Soy persona de poca iluminación, lejana a la luz de la fe, perdida en las tinieblas del desprendimiento, el desencanto, el desapego. No le pertenezco a nada. No soy de aquel tiempo ajeno a la llave y a la cerradura. [...] «si muriéremos, muramos: si pereciéremos, perezcamos; que a la verdad, los dioses también murieron.» pero que nada permita en otro más, aparte de este saco inútil, esta novidanomuerte. «Nec vivere nec mori volumus: vitae nos odium tenet timor mortis: No queremos ni vivir ni morir. Estamos poseídos por el odio a la vida y por el miedo a la muerte.»(364-5). La alienación de Hernando de Rivas, esclarece, en parte, a ese personaje sie mpre revestido con diferentes trajes y máscaras; huidizo personaje que constantemente saltaba de arquetipo en arquetipo: el indígena mexicano. El ser imberbe que necesita el tutelaje, según algunos, como en la novela de López y Fuente: El indio o el hombre poderoso y sublime de Canek. A este hombre estoico que no quiere para nadie más, otra novidanomuerte, nadie lo ve ni mucho menos lo oye. Nadie quiere hablar de lo que pasa con los indios en el país amigo de los extranjeros. Aquí sólo tenemos un caso pero hay miles de ellos. El hermano de raza no es un fantasma del pasado sino una acerba realidad presente en el México contemporáneo. Cielos de la Tierra , muestra que el racismo no fue ni está superado; la realidad de la novela recibe una fuerte dosis de veros imilitud al dialogar con los mundos de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Chihuahua, etc., de un país perdido y alienado por los remolinos de sus males. El indio en su lucha encarnizada, en el doble sentido por su encuentro con el amor sexual, defendiendo su individualidad, nos enseña el carácter de un hombre que lucha por mantener su calidad humana ante la vorágine de su propia historia, una historia que también es la nuestra. Nuestra Historia o mejor dicho la de la literatura mexicana, acaso por los incontables Juanes que pululan entre las distintas voces que escuchamos: Rulfo, Arreola, Vicente Melo, García Ponce, entre muchos otros escritores e insignes poetas. Como la que esto suscribe:

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Hago estos apuntes antes de empezar la paleografía y anotación de mi último hallazgo, un manuscrito que encontré en la Biblioteca de El Colegio de México. No es que me interese especialmente México. No «creo en ti», como gritó un vate engominado. No, yo no creo en ti. ¿Para qué lanzar diatribas abstractas por un sitio, arrancándolo como si hiciera sentido ser un trozo aparte de la Tierra? Te amo, México, como dijo el divino, «no cual mito, sino por tu verdad de pan bendito/ como a niña que asoma por la reja/ con la blusa corrida hasta la oreja/ y la falda bajada hasta el huesito». (22). Es la experiencia histórica y cultural que continúa transformándose en una serie de contradicciones ante la realidad de lo vivido. Con lo que los autorretratos vistos y oídos en Cielos de la Tierra, son una especie de prismas astringentes que denuncian a las Summas escritas en la historia para explicar y convencer al mundo o a los hombres incrédulos de los otros conceptos que en él o en ellos están ya asentados. El proceso anterior se lleva a cabo por medio de los mismos personajes independientes que emplazan y desplazan a esos mismos argumentos para, ante la evidencia de su realidad, renunciar a seguir siendo agentes pasivos (otros) frente a la alienación del pasado y la amnesia de las élites. Este es el proceso natural de una escritura que aporta una visión cada vez más natural de lo argumentado, haciendo de lo histórico algo literario y de lo figurativo algo real y viceversa. Así se comunica por medio del salto interpretativo, con la realidad cotidiana. Es por ello que, a lo largo y ancho de la novela, vemos una constante interrelación entre códigos, géneros y subgéneros literarios. Apreciamos y reconocemos a los referentes históricos, lenguajes, mitos, tradiciones, medios de comunicación y demás. Son los elementos que retroalimentan a esta escritura sui generis, creando un universo astringente que se desgrana en el texto. Es este salto constante entre el silencio y el habla, en el momento de interpelar al lector, lo que posibilita ese cambio de mentalidades y de autoridades por parte de los hablantes que por medio de diatribas, pasan del yo al tú y de ahí al, impersonal y siempre presente, nosotros; porque somos nosotros, los que nos comunicamos en la narración, con Estela: Como he dicho, el manuscrito original está en bastante mal estado. Hasta donde voy, que es poco, he intentado reconstruir lo ilegible. Lo que no me permitiré será escribir una línea que no me interese, aunque el costo de hacerlo se a saltarme pasajes manuscritos con el puño tambaleante de mi indio [...] Me he ido tomando, incluso, la libertad de acompletar también las partes que aluden a su propia persona, echando mano de lo que mi imaginación me regale, y así he de seguirlo haciendo. ¿Por qué no? Es mi lectura, exageradamente personal, de un manuscrito que me pertenece, que me habla a mí desde el siglo XVI, que me explica mi presente. Nadie más que yo le hincará el diente, [...] No he pensado en ti, lector, cuando la he escrito. Lo he hecho para mí, para mí solamente, para la mesa, para la madera inerte que será la tumba hasta que llegue el orden del tiempo y lo entregue a la luz (66-7). El deseo de Estela se cumple, pero su lectura ya no es tan sólo de ella o para ella sino de todos nosotros que la releemos, que la escuchamos. Y tras el orden del tiempo esta palabra que se arrastra desde el siglo XVI encuentra la luz en un mundo que ya no es el mismo. Y es que haciendo un retrueque en el lenguaje, se nos lleva del sentido alegórico —que pone en evidencia la pérdida de legitimidad e ingobernabilidad del México de los siglos XVI-XX— al sentido cuasi anti-utópico 7 del mundo revivido por Lear; el mundo que ya no es mundo. La ficción de la sabiduría, la sabiduría de la ficción en el penar silencioso del ente. La última y primera voz de la narrativa es la de Lear. Es un mundo en el que ya no hay historia; una época mala, en la que el amor, el dolor, la vida y la muerte fueron superados. Las creencias yacían postradas ante el deseo bestial y auto-destructivo del drama que envuelve a esta otra Cordelia-Lear. La nueva Cordelia-Lear habla, entonces, para cerciorarse que lo que pasó no fue sólo un sueño producto de su alienación desbordada: Ah, mis bellos. Todo lo hemos perdido. En la última comunidad de hombres y mujeres, todos fueron iguales, nadie hizo menos al otro por razón de raza, sexo o apariencia. Nadie fue rico ni 7

En el estudio realizado por Francisco Javier Rodríguez Pequeño, se nos dice que: De ent re las obras distópicas sobresalen Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y Fin de la infancia de Arthur C. Clark. Y que lo que subyace en el género distópico es la conciencia de los peligros a los que nos lleva la ciencia o la degeneración del comportamiento humano. Se nos muestra principalmente el futuro de la sociedad, deshumanizada, que se despersonaliza progresivamente hasta “matar” al hombre, suprimiendo, dirigiendo o fabricando su personalidad (184).

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pobre, poderoso o esclavo. Se vivió en armonía, se venc ió la enfermedad, la vejez y la muerte. En esa comunidad idílica que pudo ser eterna, el horror al pasado impuso la destrucción de la especie [...] ¿Y si yo no comprendo nada? ¿Si libres de la palabra y del tiempo, desalojados de toda realidad, han conseguido el paraíso?, «vivir sin recordar sería, tal vez, el secreto de los dioses». (363). Siendo así que tenemos en el seudo-paraíso escritural de Cielos de la Tierra a una Lear polifacética, políglota y politizada que nos habla en diferentes lenguas (náhuatl, latín, español, inglés, alemán y francés, ¿dijo esperanto?) y desde tres perspectivas o confesiones autobiográficas distintas. Lear es la palabra que une, la que lee; ella recorre las perspectivas que se desarrollan en la vida colonial del siglo XVI en la Nueva España, en el México contemporáneo y en L‟Atlàntide del futuro de los 39 sobrevivientes al gran estallido. Asimismo, vemos a través de ella que hay tres visiones de mundo en estas historias reconstruidas y entretejidas que retoman los datos guardados en la memoria individual de cada una de las voces de una memoria humana eterna que se instruye, construye y destruye al unísono por intermedio de la crítica y la auto-reflexión ejercidas por Hernando de Rivas, Estela Ruiz y la misma Lear. La conciencia se ha hecho verbo. Lo más interesante entre estos entes de la ficción, es que no sólo manifiestan tres ideologías, —nada abstractas puesto que parten desde sus concepciones teológica, pedagógica y arqueológica — sino que señalan una aguda crítica y predisposición común en contra de las instituciones que controlan su particular situación dentro del entramado social: la Iglesia, la Universidad-Estado y la Central de Estudios Ava nzados. Es precisamente esta situación ambigüa de aceptación y rechazo a las posiciones que guardan social e intelectualmente nuestros denunciantes la que marca sus confesiones con el sello de la alteridad y la diferencia. Es el concepto de la alienación e l que está inmerso en sus escritos, en su sentir, en su vivir; porque: El hombre no se aliena porque sufra la extrañeza, sino que se siente extraño porque está alienado al no realizarse su esencia humana o perderse a sí mismo en el curso de su evolución histórica. (Gurméndez, 70). En estas revisitaciones a lo dicho por los co-protagonistas y co-agonistas tenemos tres vivencias que ejemplifican una y otra vez la idea de la alienación. El caso de ellos, su caída es el resultado de una lucha en contra de un destino alienado; el ser perdido en su propio ser. Es una guerra personal dentro de la sociedad y contra unas instituciones que los rechazan e impiden su participación activa dentro de la comunidad, contra el devenir; siendo un antagonismo que es visto como : La recíproca lucha entre su mundo interior, ideal, de sueños posibles, y su realidad viva, externa, alienada, constituirá el eje del drama de un nuevo Quijote. Pero forzosamente, los escritores de la alienación no pueden ser totales ni universales. La experiencia de la alienación es singular, individual y, por consiguiente, su descripción será unilateral, aunque profunda, sobre las particulares de la alienación colectiva única. La alienación puede manifestarse como indiferencia, aburrimiento, soledad, tristeza, vacío, amor, trabajo, pero es siempre una y la misma. Su diversidad prueba el carácter único de la alienación. (Gurméndez, 174). La alienación es una e irrepetible. Es mediante el uso diversificado de estas memorias alienadas como se provocan las fisuras por las que se cuelan la violencia y la destrucción palpitante en la novela. Y todas aquellas voces inconformes, conformes y deformes que resuenan en la novela, van siendo engranadas por una sola voz que muestra la otra cara de la historia, de la rea lidad y de la vida de estas mujeres y estos hombres. Son los seres creíbles que tienen en sus pensamientos ese deseo por revelar la realidad de sus mundos. Los universos son creados para establecer una mayor comunicación y participación con el posible lect or de los mismos. La pérdida de la confianza en el sentido idílico que la vida ofrecía a Lear, Estela y Hernando; es encapsulada en la des -esperanza que les produce el revelador reencuentro con sus amargas realidades. Siempre mirando y caminando retrospectivamente por sus vidas, ellos mismos nos señalan las etapas en las que quedaron desengranados del orden y de la vida social; y que, mediante el amor sexual e intelectual, —que por el género humano manifiestan— logran la exaltación de sus pasiones. De este modo se convierten en esos otros que son separados y estigmatizados por haber encontrado la respuesta a sus inquietudes y procederes en su ancho, arduo y ducho recorrido por el anverso y reverso de la existencia humana. Ahora:

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Ya no es el mundo que él expulsó de sí mismo, de aquí su incapacidad para gozarlo y fruirlo, sino que es su propio ser el que se siente vacío. Ha perdido la ilusión de la búsqueda de un país de leyenda, de una morada, o de una mujer, donde reposarse... (Gurméndez, 123-4). La consecución de su individualidad es su triunfo-fracaso, el ser otro. Ante el rechazo social que sufren debido a su disidencia particular el ser queda expuesto a sufrir un ostracismo, un silencio y una muerte no-existencial.

R ECORDAR A PESAR DEL OLVIDO: Erré por las cercanías bajo aquel cielo tan benigno; miré revolotear las mariposas y las campánulas entre el brezo; escuché el susurro de lasaltas plantas mecidas por la brisa y me pregunté, asombrado, cómo había quien pudiera atribuir un descanso atormentado a los que duermen en la serenidad de aquella tierra tan tranquila. (Cumbres Borrascosas, 198) ¿Me pregunto o me preguntó? ¿Empañé tu memoria? ¡Cuántas veces! Las desgarradoras interrogantes suscitadas por la novela siguen remontándose al pasado y desafiando al angustioso presente, son las voces que pulsan a través del tiempo para romper el silencio de lo escrito y sacudir la conciencia del ser hablante. Este ser que sueña en soñar, describir y hablar de los mundos posibles e imposibles; de los espacios recorridos vivamente en el camino sin fin de la existencia y de los imaginarios sociales contemporáneos que se escapan lentamente. Son estos mundos ficcionales que traducen lo trascendente e intrascendente de la vívida realidad para mejor entenderla, usarla, recrearla; es decir, atraparla. El deseo por comprender la propia existencia y lo existente es una prioridad muy marcada en el hombre que se escribe en la historia y en la literatura. La escritura de lo literario e histórico en Cielos de la Tierra , convalida la verdad, en parte, de la realidad humana y mundana; porque ambas tienen el mismo régimen de certeza. Y aludiendo a lo anterior Nicolás Rosa infiere: Que la historia se encuentre siempre con la Ficción no es más que un efecto de estructura. Nadie dice la verdad sin decir la mentira del discurso, nadie dice lo real sin decir la irrealidad del gesto que lo señala. Lo real histórico está engendrado con la ficción. O para decirlo con palabras de Michel de Certeau: «La historia occidental lucha contra la ficción»: lucha contra el mito, contra la fabulación genealógica, contra las leyendas de la memoria colectiva o contra la versión de la historia oral, pero también de la versión escrita. (76). En el continuo enfrascamiento entre los agonistas, antagonistas y prota gonistas que buscan aprender la realidad de la tradición y la cultura, se rescatan algunas posibles respuestas para el entendimiento de la relación existencial entre ese yo que levanta su voz y aquel otro que le escucha. Ese otro que pareciera que no habla ra y que, sin embargo, es el que da origen a la comunicación, al diálogo en un mundo que no termina de recomenzar. Los pres-entes son parte de la siempre cambiante realidad de sus mundo y han sido testigos de los avances más espectaculares y, paradójicamente, de los mayores desastres sobre la faz de la tierra. Son los seres inquietos siempre en aras de nuevos territorios que conquistar, en una lucha-carrera en la que nadie quiere ser dejado atrás. Para algunos de ellos, el pasado es irrelevante y simplemente siguen a las sirenas del llamado progreso de la modernidad. Hay otros que reconocen que pasado y futuro son el resultado de un cambiante e in -cierto presente. Para estos seres la vida diaria será historia y posteridad. Ellos sabrán que las respuestas están en lo que se ha dejado atrás y, por ello, sus esfuerzos serán encaminados a mantener un origen que remonte ese tiempo y espacio perdidos. El pasado nuestro no es nuestro pasado, pero siempre responde, recuerda... Fuera de mí,la lluvia; dentro de mí, el clamor cavernoso y creciente de un salmista; mi conciencia, mojada por el hisopo, es un ciprés que en una huerta conventual se contrista. Ramón lópez Velarde, Zozobra. Como si no nos hubiesen dejado salir! Como si no estuviésemos embrazados siempre NARRATIVAS

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a los dos flancos diarios de la fatalidad! César Vallejo, Trilce. 8 Poesía, palabra en el tiempo; la palabra poética no consagrará a la historia, sino que será historia, vida. Y en todo este imaginario poético narrativo engranado en el sentido social de la época desde la que se habla, hay una constante que cruza al texto: la memoria. Mnemosina que vive en la tierra y que en la voz de Lear nos recuerda la razón de nuestro ser al reinventar nuestro pasado; así, desde el principio y hasta el final de la novela, es C ordelia-Lear la que tiene el control de la palabra que en ella se reinvierte. Ella tiene la previsión de alterar a esa totalidad imaginaria antes de decir la última palabra. Al convertirse en la única sobreviviente, se transforma en el ente absoluto que lo gra la unión con el ser en la excriptura. Es el lenguaje imperecedero que será recordado eternamente, en los cestos, en la literatura, en el habla humana. Este es el lenguaje que vence a la muerte, al olvido, al silencio y a las destrucciones descritas en el recuento de las grandes obras, eventos y calamidades de la historia humana. La excriptura se lanza a la búsqueda de una voz poética con la cual dialogar. Al mismo tiempo, ésta voz, se recrea en una narrativa que, rebelándose ante el desaliento cultural de la época, nace, se hace y sigue su propio camino incierto envolviéndolo (al lenguaje) con los aires de un hálito esperanzador que nos renueva aquella siempre escondida fe puesta en el gran escritor, en la literatura, en la Palabra que cuenta: No puedo permanecer ya con mi comunidad. Voy a intentar brincar el territorio que puedo compartir con Estela y Hernando, volverme de palabras. Creo que puedo hacerlo. [...] Salvaremos al lenguaje y a la memoria del hombre, y un día conformaremos al puño que nos relate, y nos preguntaremos por el misterio de la muerte, por el necio sinsentido del hombre y de la mujer. Sentiremos horror, aunque nuestros cuerpos no conozcan más el frío ni el dolor. Un abismo estará abierto a nuestros pies. Ésos serán los cielos de la Tierra. (368-9). Los movimientos horizontales y verticales ejecutados por la palabra dentro del tiempo espacial/espacio temporal de Cielos de la Tierra , perviven y reviven, una vez más, en nuestra lectura. En nuestra imaginación desatada que nos revela una visión profética de lo que fue, es y no será la naturaleza humana. Así que, los soliloquios, discursos y las disquisiciones del texto, son pronunciados desde un mundo que está más allá de la historia y del tiempo, acelerando al pensamiento y abriendo las compuertas del lenguaje granándolo para anunciar, en el aquí y el ahora, lo que lo no dicho podría habernos estado diciendo; de que el hombre y la mujer, los seres humanos, viven y son afectados por la Historia y de que no es posible desconocerla. La Historia es una y es la otra... La Historia vista y escuchada aquí, es la historia de cada uno de esos seres vivientes que pululan por el mundo de la literatura, que no existen; pero que nos sirven para reconsiderar nuestras posiciones dentro del universo real. Y puesto que son ellos mismos los que reelaboran estas vivencias, pasando de lo particular a lo universal en un eterno flujo, permítasenos jugar con el lenguaje y creer que lo dicho hasta aquí es parte de la verdad de lo acontecido y que hemos sido alienados por este flujo dinámico de una excriptura que va de la novela a la poesía, de la escritura a la oralidad, del silencio a la sonoridad. La palabra no es si no se le deja ser, hacer y deshacer en el espacio in-finito de la escritura. Entonces, aceptemos que lo objetivo nos sujeta y a la vez nos libera, volvamos a caer en la subjetividad de creer que la literatura nos ayuda, nos re -crea y que en ella: ... todo vale, que la recreación es un acto de taumaturgia y que, llegado el momento de montarte sobre tu estructura, la anécdota es de todos, las palabras son de todos, las perspectivas y los puntos de vista y los tiempos están allí, para que cada cual los use a su buen saber y entender, pero la estructura es tu cromosoma íntimo: lo que tú aportas única y exclusivamente para transformar el pre-texto en un texto. (Mata Gil, 54). Esta es mi relación frente al texto; este mi caminar por entre una escritura que des -oculta la pesadilla de la destrucción y el sueño del amor... Y todo esto es el universo verbal de una escritura poética que des-ordena. Sin duda esta lectura hoy propuesta, de lo que está y no está entre líneas, es una de las tantas posibilidades que se ofrecen en la novela Cielos de la Tierra, por esa enorme 8

Ambos poemas están tomados del estudio realizado por Saúl Yurkievich Suma crítica, en cuyo preámbulo nos alcanza a decir: La literatura es reveladora de los poderes de la lengua, pone en evidencia los procedimientos expresivos más audaces, más incisivos y más profundos. La poesía conecta con lo primigenio del lenguaje, remite a la fuente del sentido, rescata los hontanares de la conciencia. (10).

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cantidad de material informativo y comunicativo que maneja; es una complejidad que discurre en el fluir de las palabras y de la conciencia. Podemos decir así que contemplamos en la obra un desafío al y del lenguaje; es la contrapropuesta que antepone, al mismo tiempo, una posible respuesta a la crisis de la novelística contemporánea y que quizás la misma se lleve y sea mejor considerada en el mundo social del naciente milenio. Siendo la legacía de las palabras, el granar del pensamiento lo que salva la distancia de la distancia, el espacio invisible per o existente del olvido abismal entre los límites de la oralidad y la escritura, entre lo ficcional y lo real, entre el yo y el otro... Cielos de la Tierra se convierte así en la otra manifestación literaria 9 del discurso narrativo de Carmen Boullosa que responde a su sentir literario y a la problemática cultural de la época. Esta es una novela que permite el florecimiento natural de una palabra que tiñe de grana nuestros pensamientos y que nos hace Recordar a pesar del olvido. © Demetrio Anzaldo González *** BIBLIOGRAFÍA ABREU GÓMEZ, Ermilo. Canek. México: Editorial Dante, 1983. ALEGRÍA, Arguedas, et al. Primer encuentro de narradores peruanos. Perú: Latino Americana Editores, 2a. Ed., 1986. ARGUEDAS, Ledda. «Ciudad de México: entre el mito y la política», en La selva en el damero: Espacio literatio y espacio urbano en América latina. Ed. Rosalba Campra. Pisa: Giardini, 1989. 47-57. ASENSÍ, Manuel. Literatura y Filosofía. Madrid: Síntesis, 1995. BARTHES, Roland. El grado cero de la escritura. México: Siglo XXI, 1978. BAJTÍN, Mijail. Teoría y estética de la novela. Madrid: Taurus, 1989. BENALLOU, Lamine, «El carácter oral en Makbara», en Escritos sobre Juan Goytisolo . Almería: Inst. de estudios Almerienses,1988. BOBES NAVES, María del Carmen. La Novela. Madrid: Síntesis, 1993. BOCCACCIO, Giovanni. El decamerón . Barcelona: Plaza & Janes, 1973. BOTTOMORE, Tom. A Dictionary of Marxist Thought. England: Blackwell, 1983. BOULLOSA, Carmen. Cielos de la Tierra. México: Alfaguara, 1997.

———. Duerme. Madrid: Alfaguara, 1994. ———. La Milagrosa. México: Era, 1993. ———. Llanto: novelas imposibles . México: Era, 1992. ———. El médico de los piratas. Madrid: Siruela, 1992. ———. Son vacas, somos puercos. México: Era, 1991. ———. Antes. (1989) México: Vuelta, 1993. 9

No necesito agregar sino que en este caminar por la narrativa de Carmen hay, como lo digo al principio, una oscilación entre la admiración y el rechazo. En este caso planteo mi crítica ante la sobresaturación de la palabra vista en esta novela. Cielos de la Tierra presenta un distanciamiento enorme, el salto del que hablo al referirme al utilizar el concepto de excriptura, con relación a sus siete novelas anteriores. Aquellos textos, sin dejar de ser complejos, permitían una lectura directa, la libertad del pensamiento y de la ensoñación. Había llaneza en el decir y amplitud para contradecir. La prosa poética. En este caso, Cielos de la Tierra, me pareció inicialmente un plomo, no lo podía entender, perplejo al verla, dudaba en si volverla a leer o hacer caso de las quejas de los otros que tenían la oportunidad de ensayar una cruda y directa crítica sobre esta narrativa. Volví a releerla y poco a poco pude, creo yo, entender esta nueva ruta. No necesito decir que al final me gustó porque me permitió crear nuevas metáforas como la de la granada y ensayar el neologismo que imprimo aquí. Sin embargo, habrá que esperar la opinión calificada de los demás. Por lo pronto, comparto esa inquietud de los críticos que como Chris topher Domínguez Michael exigen una vigilancia continua y perpleja ante las complejidades que nos depare la literatura, la palabra...

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RE LE YEN DO A CARPEN TIE R (Dictadura y Revol ución en la obra de Car pentier) por Jesús Greus A cada paso hallaba lo real maravilloso. Alejo Carpentier

Durante mi estancia en La Habana el invierno pasado me sumergí en la inevitable relectura de El Siglo de las Luces, obra del escritor cubano Alejo Carpentier, uno de los mejores escritores del siglo XX en lengua española, dicho sea de paso. Esa arrebatadora relectura, realizada bajo la humedad cálida, el sabor a ron añejo en los labios y el eco de la lengua criolla en los oídos, me llevó, de manera también ineludible, a releer a continuación otras obras del autor relacionadas con el tema de la revolución y la dictadura, asuntos que, por obvias razones, obsesionaron al escritor. La primera obra de Carpentier dedicada al tema de una sublevación caribeña es El reino de este mundo (1949), novela histórica que narra la insurrección de los negros haitianos allá por 1757, así como sus consecuencias, que condujeron a la independencia de la colonia. Como se sabe, esta obra es exponente del concepto literario e histórico que el autor definió como lo «real-maravilloso» y que, más tarde, influiría en ese otro estilo literario latinoamericano conocido como «realismo mágico». Observa Carpentier en el prólogo de la obra: «¿Pero qué es la historia de América toda sino la crónica de lo real-maravilloso? » Y no le falta razón, pues qué mayor surrealismo histórico que el de aquella asombrosa peripecia que llevó a la proclamación de un esclavo manumitido, Henri Chris tophe, como Rey de la mitad norte de Haití (1811 a 1820). ¡Un inverosímil reinado negro en una colonia de ultramar! Lo real-increíble. En 1962 publica Carpentier El Siglo de las Luces , novela dedicada a las secuelas de la Revolución francesa en el Caribe. Puede hoy visitarse en Habana Vieja la casona colonial en la que se inspiró el autor para ambientar el inicio de la novela. Convertida en Museo Carpentier, la casa, como todo edificio estatal, resulta desangelada y carente de alma. Es la misma casona con patio y galería alta en la que , en la novela y allá por 1790, tres adolescentes huérfanos —un joven, su hermana y un primo enfermizo— se acostumbran a vivir de noche, al fallecer el padre y tío, viéndose entregados a su libre albedrío en medio de un creciente desorden: «Rosaura, la mulata cocinera, aderezaba la mesa del almuerzo a las seis de la tarde, dejando una cena fría para la medianoche. » Los jóvenes encargan instrumentos para el Gabinete de Física: «De día, se había ido edificando un laberinto de cajas dentro de la casa, donde cada cual tenía su rincón, su piso, su nivel, para aislarse o reunirse en conversación en torno a un libro o un artefacto de física.» Así, encaramados en embalajes de vajillas o de muebles, convertidos en improvisadas azoteas a la altura de las vigas del tec ho, los tres adolescentes se entregan de madrugada a la lectura. «En los caminos y mesetas, escondrijos y puentes, se daba cada cual a leer lo que le pareciera: periódicos de otros días, almanaques, guías de viajeros, o bien una Historia Natural, alguna tragedia clásica o una novela nueva, que se robaban a ratos… » Puestos los tres adolescentes bajo la tutela de un albacea, viven al margen del mundo exterior. En medio del acuoso bochorno de la vieja ciudad colonial, en la casona achicharrada se abren balcones y postigos a fin de «captar el primer aliento fresco que pasara.» Y así invade al fin en la casa la brisa marina. «Sonaban entonces las arañas y girándulas, las lámparas de flecos, las cortinas de abalorios, las veletas alborotosas, pregonando el suceso.» Un día suenan unos aldabonazos en el portón, e irrumpe de golpe en sus vidas Victor Hugues, negociante de Port-au-Prince, inveterado aventurero, francmasón y futuro politicastro revolucionario. En sus conciliábulos nocturnos, Victor Hugues inflama la imaginación de los tres adolescentes hablándoles del mundo más allá de La Habana: «…de las selvas de coral de las Bermudas; de la opulencia NARRATIVAS

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de Baltimore; del Mardi-Gras de la Nueva Orleáns, comparable al de París; de los aguardientes de berro y hierbabuena de la Veracruz, antes de descender hasta el Golfo de Paria, pasando por la isla de las Perlas y la remota Trinidad.» Victor Hugues somete la salud del frágil primo Esteban a los cuidados heterodoxos del mulato Ogé, también masón, quien logra su restablecimiento. A partir de entonces, siempre en compañía del imprescindible y sabido Victor Hugues, los chicos rescatan de baúles antiguos, en las sofocantes madrugadas habaneras, viejas prendas que emergen en medio de un revuelo de polillas. El Gran Salón se tra nsforma así, de madrugada, en improvisado teatro por donde cada noche pasean Demóstenes, Cayo Graco, Federico de Prusia, el Delfín de Francia, un príncipe Borbón, Inés de Castro, Juana la Loca o la Ilustre Fregona. Y otras noches se celebra «Baile de Embajadores frente a las lunas biseladas del salón. » Pero, como sería inevitable, los ecos caribeños de la Revolución Francesa van a transformar las vidas de estos tres jóvenes afrontados a la edad adulta. Acusados de propagar ideas revolucionarias, Victor Hugues y el mulato Ogé se ven obligados a huir, y el primo Esteban parte con ellos al París revolucionario y soñado. Volverá de allá transformado, para ser testigo desapasionado del encumbramiento antillano de Victor Hugues, así como de su posterior defenes tración. Victor Hugues, personaje histórico, regresa a las Antillas para ejercer, primero, de feroz Comisario de la Convención en Guadalupe, siendo nombrado más adelante representante del Directorio en Cayena, Guayana Francesa. Dejemos de lado la historia novelesca de los tres jóvenes para centrarnos, brevemente, en el relato que Carpentier nos hace de las vicisitudes de la Revolución en tierras caribeñas. Escalofriante resulta la imagen de la nave que llega a las Antillas portando, bien a la vista en su proa, el tétrico instrumento del Terror de Robespierre: la guillotina. «La Máquina permanecía enfundada en la proa, reducida a un plano horizontal y otro vertical, escueta como figura de teorema. » Victor Hugues, ferviente creyente en la Declaración de los Derechos del Hombre, divulga el Decreto del 16 P luvioso del año II, por medio del cual queda abolida la esclavitud en las colonias de ultra mar y se proclama la igualdad de derechos para todos los ciudadanos. Algazara entre la negrería esclava, y estupor por parte de los terratenientes franceses. Cientos de miles de esclavos manumitidos abandonan de inmediato las plantaciones de caña, café y cacao para emprender humildes negocios propios. En cuanto al intento de imponer La Máquina, con su juego de delacio nes menudas y sórdidas sospechas, resultó, sin embargo, infructuoso. Carpentier explica que «los negros de Haití se negaron a aceptar la guillotina. Sonthonaz (político francés abolicionista) sólo pudo alzarla una vez. Los ne gros acudieron en masa para ver cómo con ella se decapitaba a un hombre. Entendido su mecanismo se arrojaron todos sobre la máquina enfurecidos, y la hicieron pedazos. » Aquello, en fin, no era Francia. Destronado el Terror y proclamado el Directorio, el mismo Victor Hugues, tan pertinaz revolucionario, pero ante todo político sobreviviente a todo avatar, se ve obligado a aplicar, en el año X de la Revolución, la Ley del 30 Floreal, por medio de la cual se deroga el anterior decreto que abolía la esclavitud. En la práctica, esto supone la claudicación de todas las ideas libertarias defendidas hasta la fecha por el propio Victor Hugues, para regresar al inhumano sistema colonial previo a 1789. Se desmonta, pues, la Revolución. La Historia vuelve atrás. «En la Guadalupe —relata Carpentier—, en la Dominica, en la María Galante, la noticia fue dada con salvas e iluminaciones, en tanto que millares de “ci-devous ciudadanos libres” eran conducidos nuevamente a sus antiguos barracones. Los Grandes Blancos de antaño se echaron a los campos, seguidos de jaurías, en busca de sus antiguos siervos.» Sencillamente atroz. El siglo de las luces es, en fin, una reflexión sobre el estrepitoso fracaso de aquella primera revolu ción, emprendida a la luz de altas miras sociales que la ignominia de los hombres se encargó de pisotear. «Acaso los americanos —nos dice el autor— tratarían ahora de aplicar unos principios que el Terror había atropellado en su casi totalidad. » Pero no fue así. Al final, la Revolución quedó reducida a simple mitología. Numerosos trasnochados se afanaban, en efecto, por recolectar con fervor las falsas reliquias que circulaban por doquier: «Han llenado el mundo con esos talismanes. Ahora tenemos más llaves de la Bastilla que pedazos de la cruz de Cristo. »

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Dicha revolución ideal, con la que tantos siguieron soñando en Latinoamérica durante siglos, sería largamente esperada aún hasta cuajar, en el caso concreto de Cuba, con el triunfo del movimiento castrista. A este tema dedicará el autor, más adelante, su novela La consagración de la primavera. No se olvide que Carpentier fue comunista a ultranza y prosélito, hasta el fin de sus días, del régimen de Fidel Castro, hasta el extremo de donar al gobierno castrista los emolumentos recibidos por el premio Príncipe de Asturias. Entretanto, y como justificación del afán revolucionario que se gestaba a la sombra en Cuba, ya entrado el siglo XX, Carpentier publica El recurso del método (1974), relato de un imaginado dictador latinoamericano. La novela está basada en el dictador cubano Gerardo Machado, Presidente de la República entre 1925 y 1933. En ella se nos describen los delirios de grandeza de un tirano ilus trado y afrancesado —como lo fueron tantos dictadores latinoamericanos, algunos de ellos derrocados y exiliados en París. En un inge nioso párrafo se nos narra cómo se contempla el centro de la imaginaria capital novelesca desde los arrabales más pobres: «Eran aquellas aglomeraciones, las Villamiseria, las Hambresola, las Favelas, desde cuyas alturas contemplábase, cada noche, a vista de espectador en silla de paraíso, el panorama de la ciudad iluminada —las casas de la platería y del cristal tallado, de la gran filatelia y de las bodegas con botellas fechadas… » No deja de ser ésta una representación del Vedado, el barrio más distinguido de La Habana, ocupado por bellas mansiones donde la alta sociedad se codeaba, a principios del siglo XX, en refinados festejos. Escenario este que resurgirá, como luego veremos, en La consagración de la primavera. En El recurso del método, puestos a habla r de dictadores, turbadora resulta la descripción que nos ofrece el autor del exilio parisino de P orfirio Díaz, dictador de México: «Paseaba su propio cadáver, enlevitado, enguantado, de solemne sombrero, por las avenidas del Bois, entre los hules negros, casi luctuosos, de un hondo faetón tirado por caballos cuya ambladura anunciaba ya el paso, acompasado y lento, de próximos funerales.» El olvido del mundo es, en efecto, una condena clásica de dictadores caídos en desgracia, esos mismos a quienes un día vitorearon multitudes, arrojados después a un patético ostracismo. No me resisto a ofrecer aquí un ejemplo de la ingeniosa fórmula urdida por Carpentier para presentar algunos diálogos, o bien los pensamientos de los personajes. Véase, a propósito de un e ncuentro entre el dictador y un disidente revolucionario: «…cara de nalga / mejillas de niña / luce más blanco en las fotos: con los años vuelve a sus orígenes / despeinado, corbata ladeada, para darse estilo / huele a puta con tanta Colonia / le falta dimensión, fuerza para ser algo / hay algo repelente en su expresión / se toma por un Masaniello / yo lo creía más viejo / me pregunto si me mira con odio o con miedo / …» Y el lector se bebe así las páginas como agua fresca. Carpentier, antiimperialista y antiespañol hasta la médula, dada su condición de ferviente nacionalista cubano, comenta, no sin ironía, acerca de la vastedad del Imperio hispano: «¿Y dónde me deja ese señor una España que impuso la religión católica en una porción del planeta que se extiende desde el Río Grande mexicano a los hielos del Polo Sur? » Haciendo aquí un paréntesis, debemos hacer notar que, hombre de una vastísima cultura, Carpentier nos ofrece, en toda su obra, frecuentes digresiones acerca de la música clásica o de la caribeñ a, o bien sobre arquitectura, historia, literatura y las cosas más peregrinas. Hay páginas enteras en sus novelas que son breves tratados sobre las más diversas disciplinas. Tampoco podemos dejar de aludir a su vocabulario, de tal riqueza, que nos obliga a menudo a releer con fruición para regodearnos en su barroquismo caribeño. He aquí una muestra a vuela pluma: «…montados en jamelgos mosqueados y garrapatudos, miserias de mataduras y esparavanes. » O esta otra: «No tintinabulaban los tranvías.» O cuando describe a Eleonora Duse, musa de Dannuncio: «…extrañamente vestida de dormanes alamarados, tocada de altos morriones negros, fantasmal como los granaderos de Heine…» Y no digamos cuando se detiene a representar esos ambientes caribeños que el autor lleva en el alma: «…algarabía de comparsas, gayumbas, trompetas chinas y tambores negros, empezó la Fiesta de las Máscaras. » O bien cuando se deleita en describirnos la explosiva naturaleza de aquellas latitudes, hablándonos de cactus, medusas, corales y conchas . A propósito de medusas: «Del horizonte acudían, bajo hermosos ropajes de fiesta, esas miríadas de vidas aún suspendidas entre lo vegetal y lo animal, para ser dadas en sacrificio al sol. » O sobre cac-

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tus: «…altos candelabros, panoplias de verdes yelmos, colas de faisanes verdes, verdes sables, motas verdes, sandías hostiles, membrillos rastreros, de púas ocultas bajo mentidas tersuras… » O al describir la maduración de los frutos en las selvas del trópico: «Pasaba de lo musgoso a lo azafranado y maduraba en esplendores de cerámica —cretense, mediterránea, antillana siempre — antes de que las primeras manchas de la decrepitud, en pequeños círculos negros, comenzaran a horadar sus carnes olorosas a tanino y yodo. » Carpentier, a pesar de haber nacido en Suiza y de haber residido largos años en París (1927-1939) —donde más tarde sería ministro consejero de la embajada del régimen castrista — y en Venezuela (1945-1959), se sintió siempre cubano de alma, y fue un ferviente creyente en lo criollo: «La intuición es virtud singularmente desarrollada en el criollo, hombre que tuvo que hacerlo todo a base de intuición, desde los albores de su historia… » En casi todas sus obras late la defensa del mestizaje cultural, no en vano América Latina es una marmita donde se rev uelven desde antaño variopintos elementos: lo indio enredado con lo negro y lo español o lo francés, el cristianismo infectado de rituales afroamericanos, y así también la cocina, la arquitectura, las músicas, las lenguas. Ésta es su riqueza. Volviendo al tema que nos ocupa, en La consagración de la primavera (1978), novela dedicada, por fin, al triunfo de la revolución cubana, Carpentier nos describe aquella Habana de la década de 1950: «Ciudad de muchas columnas, infinidad de columnas, columnas en tal demasía (…) que pocas ciudades en el mundo podrían aventajarla en eso.» Hoy abundan en Habana Vieja solares destartalados donde sólo quedan en pie, recuerdo de antiguas casonas solariegas, las viejas columnas de hierro que antaño sostenían salones de aparato. En otro lugar se nos pinta la Habana Vieja de época colonial: «…pasando entre enormes casas amodorradas, que olían a tasajo, a melaza, a humo de torrefacciones, arrojando aquí, allá, según entrara la brisa del puerto, vahos de azúcar prieta, horno caliente y café verde, en un vasto respiro de establos, talabarterías y moho de viejas murallas, aún frescas de rocíos nocturnos, salitres y musgos. » Cómo no recrearse en la descripción de aquella sociedad desaforada que celebraba fastuosas fiestas en las casonas del Vedado, barrio sumido hoy, en gran parte, en una penosa decadencia, y donde desharrapados ocupas viven en ruinosos palacetes antaño radiantes. Esas mismas villas por las que pululaban entonces los vástagos de una alta sociedad disipada, «copa en ma no, barajados por el creciente remolino de grupos, en tornasol de rasos, encajes, tules y sedas, policromía de joyas, titilación de broches y aretes, alardes de peinados y escotes…» Estamos en plena dictadura de Fulgencio Batista, apodado El Hombre. La is la, como todo el mundo sabe, se ha convertido en el prostíbulo de los Estados Unidos, en su salón de juego casi privado. No puede dejar de evocar Carpentier los célebres hoteles construidos por los grandes mafiosos nortea mericanos del momento: «Hotel Riviera, gran estilo Lucky Luciano. » Estilo que él define como «más flamígero», por contraste al de la competencia, la familia Costello-Raft -George Raft era agente del mafioso Frank Costello—: «un invalorable mixto de mafia y Hollywood. » Se refiere al Hotel Capri, modernista, también hoy aún en activo, aunque redecorado en parte. El antiespañol Carpentier no se muerde empero la lengua a la hora de admitir los desastrosos efectos de la emancipación de la Madre Patria: «Nos salimos del Ruedo Ibérico (expresión de Valle-Inclán) pero fue para caer en una Ruleta Made in U.S.A.» Pero tras ese esplendor de mafia norteamericana, grandes hoteles, lustre de casinos y crupieres, conciertos de Frank Sinatra en el gran salón del Hotel Nacional —aún hoy intacto—, y revuelo de flashes en torno a Ava Gardner y a otras estrellas de Hollywood, palpita otra Habana siniestra. Los excesos del poder. Esa urbe, «que hubiese sido ayer la indolente y criolla ciudad de las volantas y los quitrines, vivía ahora bajo el signo de la Radiopatrulla.» Ciudad espiada, observada, vigilada por los agentes del gobierno. Los disidentes políticos son arrestados por la policía secreta y asesinados de madrugada para arrojar sus cadáveres al mar caliente infestado de tiburones, sin dejar huellas tra s de sí. Carpentier, sin disimular su emoción, nos describe por fin el avance imparable de los desharrapados guerrilleros castristas, quienes, descendiendo de Sierra Madre, ganan terreno día a día. Crece la Re volución, ese fenómeno arrollador que, como lectores, nos arrebata y, a la vez, nos espeluzna por NARRATIVAS

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sus excesos de otro signo. Algunas escenas que el autor nos pinta ponen piel de gallina. Ante la inminente victoria de los castristas y su entrada en La Habana, cunde el pánico entre la burguesía habanera: «Se sollozaban las risas y se reía en llanto: ¡Un litro de harina por un denario! ¡Tres litros de cebada por un denario! ¡Cien pesos te doy por un cognac Napoleón! ¡Cien pesos por una cucha rada de caviar! Mañana el dinero no valdría nada. Había que gastarlo, gastarlo, gastarlo en seguida, hic et nunc. Beberlo, comerlo, tragarlo, engullirlo. No bastaba ya con los licores alineados detrás del Baco danzante que adornaba el bar. No. Había que registrar las bodegas, sacar las últimas reservas. Venga la centenaria botella de Armagnac. Al precio que sea. ¿Quinientos pesos? ¡Tráela! ¡Te doy mil!» Y un largo etcétera de demasías etílicas y báquicas, y de locuras en las postrimerías de un régimen ya condenado: «Y los últimos cigarrillos norteamericanos de la vitrina salieron por cartones enteros; y los puros de más alto precio fueron encendidos con billetes de a cien pesos. » La francachela, vivida con postrera pasión por los retoños de familias burguesas, derrochados ya los últimos billetes que mañana perderían todo su valor, termina diluyéndose en la noche habanera, húmeda y calentorra: «Y, por grupos, se hundieron en la ciudad que habían dejado de regir, conscientes ya de haber caído en el ocaso. » Tras el aclamado triunfo de la Revolución, Carpentier nos ofrece o tras escenas no menos espeluznantes: «El pueblo de La Habana se había arrojado a las calles, espontáneamente, para destruir todas las casas de juego de la ciudad. A hachazos, a mandarriazos, se habían roto las mesas de los núme ros y los tapetes verdes; por el suelo se habían esparcido las ruletas, cubiletes de dados y fichas de coimes. En horas quedaron destruidos los dominios proconsulares de Lucky Luciano, Frank Costello y sus familias mafiosas, con grandes hogueras callejeras donde se consumían los últ imos naipes, taburetes de dealers, rastrillos de dineros, pavesas de una época rebasada… » Hoy, estas escenas patéticas aún palpitan en las calles de La Habana, ciudad tan cargada de Historia y de destinos, urbe depauperada que se cae a pedazos en una trasn ochada resistencia frente al embargo norteamericano, aún vigente pese a las relaciones diplomáticas restablecidas con Estados Unidos por un presidente negro. ¿Qué diría Carpentier si levantara la cabeza? Él, tan defensor de lo mulato y lo criollo, debe de estarse riendo en su tumba. Este nuevo y penúltimo capítulo de la Historia de Cuba, que sin duda va a atizar hasta lo inimaginable la tradicional picaresca isleña y acaso termine por desmontar un día la Revolución, parece nuevo fruto del humor cubano: lo real-inverosímil. © Jesús Greus

Jesús Greus. Nacido en Madrid, es licenciado en lengua inglesa por el Institute of Linguists de Londres. Fue colaborador de ABC, El Día del Mundo, Diario 16 de Baleares, Libération du Maroc y, actualmente, de revistas digitales españolas y de la inglesa LSD Magazine. Ha trabajado, además, como traductor para diversas editoriales de Madrid. Como conferenciante, ha sido invitado por el Institut du Monde Arabe en París; la Universidad de la Sorbona; la fundación Le Monde autour du Livre, en Burdeos; el Centro de Estudios Luso-Árabes de Silves, Portugal; la Fundación Arte y Cultura de Madrid, etc. Es también músico y formó parte, en el pasado, de diversas formaciones de fusión e investigación musical, así como de música medieval y renacentista. Ha sido gestor cultural del Instituto Cervantes de Marrakech. Es miembro de fundaciones culturales en dicha ciudad, donde reside, así como de una asociación dedicada a la salvaguardia de un palmeral y su arquitectura en el Sáhara. Es, así mismo, autor de los guiones cinematográficos ―Snapshots from Marrakech‖ y ―The City of Flowers‖. Como escritor, ha publicado hasta la fecha: Ziryab, Editorial Swan 1988. Novela ambientada en Córdoba en el s. IX. Éditions Phébus, Francia 1993. Reeditada en Editorial Entrelibros, 2006; Junto al mar amargo, Hakeldama Editor, 1992. Novela; Así vivían en alAndalus, Ediciones Anaya, 1988. 13 reimpresiones. Nueva edición revisada bajo el título Así vivieron en Al-Andalus, Anaya 2009; Claro de luna. Obra poética; De soledades y desiertos, Ediciones La Avispa, 2001. Teatro; Laberinto de aljarafes. Editorial Sirpus, 2008. Relatos. Aquella noche en el mar de las indias, Stella Maris, 2015. Novela.

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EL ESP ACI O EN LOS TRABAJOS DE PE RSILE S Y SEGISMUNDA (LI BROS I -II ) por Chus Sanesteban 1. LA NOVELA B IZANTINA : INFLUENCIAS Y CARACTERÍSTICAS . La aceptación del modelo clásico como autoridad es generalizada. Ya sea a través de la reflexión teórica, ya sea a través de la práctica que parte de diferentes modelo s a imitar, los creadores más importantes de la época tienen presente el referente griego de Aquiles Tacio y Heliodoro. El problema central de los novelistas es el de encontrar o potenciar formas de narración entretenida que se acerquen al horizonte de expectativas de un lector cuya sensibilidad e ideología han cambiado desde la Edad Media hasta la Contrarreforma. La novela bizantina es, esencialmente, la novela de la peregrinación amorosa, y sus héroes, peregrinos de amor. Es una literatura de entretenimiento que no sólo une deleite y sonoridad, sino también verdad y ficción, respetando la verosimilitud: se intenta conciliar lo maravilloso con lo verosímil para posibilitar la función primordial de la literatura: deleitar para instruir.

2. LOS TRABAJOS DE P ERSILES Y S EGISMUNDA 1. Introducción Los trabajos de Persiles y Segismunda (Miguel de Cervantes, 1617) está dividido en cuatro libros, presentando notables diferencias estilísticas, temáticas, temporales...entre los dos primeros libros y los dos últimos, lo que solo puede explicarse aceptando que ambas mitades corresponden a dos re dacciones. La primera de ellas (libros I-II) data de un periodo comprendido entre 1599 y 1605; la segunda (libros III-IV) entre 1612 y 1616. De forma similar está dividida la geografía de la obra: en los dos primeros libros se nos describen islas y tierras del norte septentrional europeo, mientras que en los dos últimos viajan por Portugal, España, Francia e Italia. Para describir regiones septentrionales, Cervantes se apoyaba más en la erudición que en el conocimiento directo. En esto cabe recordar lo que el autor dice en El Persiles: «Porque las lecciones de los libros muchas veces hacen más cierta experiencia de las cosas, que no la tienen los mismos que las han visto, a causa de que el que ve con atención, repara una y muchas veces en lo que va diciendo, y el que mira sin ella, no repara en nada, y con esto excede a la lección de la vista» (pág. 328). Cervantes aspira a provocar el deleite en esta obra en la que hay gran variedad de episodios, multiplicidad de aventuras, complicación de la intriga pero siempre describiendo sucesos cuyo carácter maravilloso esté acorde con la verosimilitud. – La peregrinación La peregrinación adquiere un profundo sentido simbólico en la Novela del Siglo de Oro como representación de la condición humana. Es necesario hacer una distinción entre las diferentes clases de peregrinación que aparecen. Ciñéndonos a los viajes que realizan los personajes de las novelas bizantinas, podemos distinguir varias subclases de peregrinaciones: la religiosa a lugares sacros realizada en cumplimiento de una promesa o para ampliar los conocimientos de la fe católica ( El Persiles); la peregrinación de los jóvenes amantes como huída o búsqueda mutua; la peregrinación del amante desdeñado, o que cree que

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su pareja ha muerto, en busca de consuelo y olvido; la peregrinación por motivos de experimenta ción, cumplimiento de una misión o búsqueda de aventuras; la falsa peregrinación. Tanto el primer tipo de peregrinació n como el último aparecen en El Persiles. El falso peregrino aparece satirizado por Cervantes entre las páginas 313-315. Pero la peregrinación que nos interesa destacar es la del primer tipo, la que hace avanzar la novela y en la que los personajes se van contando sus propias experiencias hasta llegar a Roma, definida como «el cielo de la tierra ». A lo largo de la obra, tanto Periandro como Auristela, harán mención en repetidas ocasiones de su destino y de su condición de peregrino: Pág. 125: «Pero aunque parezca locura que dos miserables peregrinos». Pág. 176: «Nuestra peregrinación hermano...». Pág. 197: «...y es discreto como andante peregrino». Pág. 182: «...de donde vienen y a do van?». La diversidad de trabajos y aventuras forman el marco dentro del c ual transcurre la peregrinación de Periandro y Auristela (Persiles y Segismunda). La peregrinación emprendida en cumplimiento de un voto, es obra de la indomable voluntad del peregrino, cuya ilusión se proyecta hacia un doble ideal religioso y humano que le permite sobrellevar los trabajos y aventuras que la fortuna interpone en su camino. El peregrino, como héroe novelesco de la Contrarreforma, es el antiguo caballero andante reducido a su verdadera dimensión humana, y carece de las fuerzas desmesuradas, del valor invencible y sobrehumano que acentúa la inverosimilitud del caballero andante. Concibe la peregrinación como una aventura, sustentado por la fuerza inmanente de su virtud estoica y por el ideal trascendente de su fe. Sucesor directo del caballero andante y heredero de sus antiguas virtudes morales, el peregrino es el caballero andante de la Contrarreforma. Es curioso el hecho de que, en la obra que nos ocupa, Los trabajos de Persiles y Segismunda, Cervantes nos dibuje unos peregrinos en pocas lí neas, es decir, el ideal de peregrino de Cervantes, que en este caso está representado por Auristela y Periandro, es descrito parcamente. Sabemos de su virtud y de su bondad, pero físicamente la descripción es mínima: Pág. 52. Descripción de Periandro: «...infinitos anillos de oro puro...» En dos ocasiones es descrito a través de otros personajes: páginas 151 y 159. Descripción de Periandro a través del capitán del esfique y de Mauricio respectivamente. La heroína, que a través de toda la obra lleva el nombre de Auristela, o sea, Estrella de Oro, en ninguna ocasión es descrita de forma detallada. Se da por supuesto que el lector ya está enterado de sus pormenores. Naturalmente, se dice que es la mujer más bella del mundo. Para Cervantes la belleza ideal de la mujer sigue siendo la de los retratos retóricos tradicionales: la heroína debe tener los cabellos rubios y ensortijados y la piel blanquísima. Debemos tener en cuenta que la peregrinación hace que nuestros protagonistas viajen y corran numerosas aventuras, conozcan personajes que narrarán las historias de su vida y nos referirán a otro espacio. Las situaciones se van acumulando y algunos lugares nos son descritos a través de su topografía, otros a través de sus personajes y otros a través de sus costu mbres, incluso en el primer libro se hacen comparaciones para plasmar la diferencia entre unos personajes y otros, entre unos espa cios y otros. En el estudio que he realizado sobre el espacio en El Persiles me he ceñido a los dos primeros libros, así como al espacio de las historias narradas en ellos y un breve apunte sobre el simbolismo en el espacio.

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2. El espacio en los libros I-II 2.1. El espacio de la peregrinación Persiles y Segismunda peregrinan a través de dilatadas, lejanas y desconocidas geogra fías que se van describiendo y precisando. Debido a esto, no es necesario indicar que Cervantes, con el doble objeto de despertar admiración y credibilidad, reiteradamente llama nuestra atención sobre las extrañezas de aquellos exóticos mares e islas. La peregrinación en los libros I y II arranca en la Isla de los Cautivos y culmina en la Isla de las Ermitas. La Isla de los Cautivos es descrita a través de la voz de uno de sus narradores, Consicurbo, como un «temible y espantoso» estruendo (pág. 51).Los acontecimientos se suceden y nuestros peregrinos van de isla en esla. En primer lugar llegan a la Isla Bárbara. No hay visión «paisajística » de este lugar, sino una descripción hecha a través de sus habitantes, de Antonio el bárbaro y su familia: lo que interesa es que nos imaginemos la isla a través de estos personajes «bárbaros» y «cueles» que viven en cuevas y van vestidos con pieles. Con la acumulación de detalles Cervantes va describiendo a los moradores de la isla y sus costumbres, dibujando un perfect o cuadro de una isla salvaje, lejana en el espacio y, si cabe, en el tiempo: Pág. 66: «los crueles bárbaros». Pág. 71: «las vajillas que en la cena se sirvieron, ni fueron de plata ni de Pisa: las manos de la bárbara y bárbaro pequeños fueron los platos, y unas cortezas de árboles, un poco más agradables que de corcho, fueron los vasos». Pág. 79: «salió al raso de aquel sitio y vio que era hecho y fabricado de la naturaleza, como si la industria y el arte lo hubiesen compuesto». Pág. 85: «fue Ricla a su cueva, y con pedazos de oro no acuñado». Por el hecho de describirnos la morada de los bárbaros como una cueva y mostrarnos que todavía no tenían moneda acuñada, Cervantes hace que nos imaginemos este lugar y su gente como indómita y cruel. Además de estas descripciones, hay comparaciones que resaltan el «atraso» de sus gentes y evocan la lejanía del lugar. En la página 64 se hace una comparación entre Arnaldo, príncipe de Dinamarca, y aquellos bárbaros: «Hizo señal Arnaldo que disparase la artillería y el bárbaro a los suyos que tocasen sus instrumentos ». Otra comparación se produce en la página 83, cuando Ricla compara las barcas de los bárbaros con las de los que llegan a la isla. A través de estas pinceladas Cervantes nos sitúa en una tierra lejana e inhós pita en donde sus moradores se matan unos a otros y provocan un incendio en la isla, que hará que nuestros peregrinos re calen en otro lugar: Pág. 87: «ni pudieron hacer otra cosa que encaminarse a una isla, cuyas altas montañas, cubiertas de nieve, hacían parecer que estaban cerca, distando de allí más de seis leguas». De aquí parten hacia Golandia y se reúnen en un mesón. La isla, Pp. 105-106: «que era de católicos, puesto que estaba despoblada, por ser tan poca la gente que tenía, que no ocupaba más que una casa, que servía de mesón a la gente que llegaba a un puesto detrás de un peñón». ya no es dibujada de igual forma que las anteriores, incluso su gente ya no es descrita como bárbara. Pág. 107: «El patrón deste hospedaje es cortesísimo, y todos los destas naves ni más ni menos». En estos dos primeros libros, no le basta a Cervantes con hacer que las islas, refrigerador hospedaje de los peregrinos causados del mar, sean lugar de encuentro de personajes y acontecimientos asombrosos. Cuando Auristela, Periandro, los dos Antonios, Ricla, Constanza, Rutilio y Transila llegan a Golandia, se hospedan en el único «mesón» y allí, a lo largo de siete capítulos, se nos muestra su encuentro con Ladislao, Mauricio, Clodio, Rosamunda y Arnaldo. A partir de este momento, los peregrinos, por causas ajenas a ellos, se dividen. Antonio el hijo, Au-

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ristela, Rosamunda, Transila y Mauricio llegan a otra isla (pág. 141). Es una isla deshabitada: Pág. 144: «para desviarnos desta isla tan sola, que aún de animales no es habitada». Además de en las islas y del mesón, las aventuras también se suceden en el mar. Siguiendo el viaje, la siguiente escala de sucesos se produce a bordo del esquife de los falsos irlandeses. Cervantes nos ofrece frecuentes descripciones. Ello parece lógico, máxime en los dos primeros libros. Las descripcicones se refieren a veces a los brumosos, helados y revueltos mares septentrionales. Pág. 161: «Atrevóse el mar insolente a pasearse por cima de la cubierta». Pág. 77: «anduve navegando por el mar, siempre más inquieto y alterado». pero resulta interesante observar que descuellan y menudean las descripciones y naufragios y tempestades. Otras veces, Cervantes prefiere presentar el bello espectáculo de engalanadas naves que en medio de maravilloso silencio, navegan por calurosos mares y propicios o que, alegres y musicales, partan o atraquen a puerto seguro: Pág. 131: «¿El cielo no está claro y sereno, el mar tranquilo y blando?». Vemos como habla de los cielos claros y mares serenos, y como deja bellas y detalladas descripciones del plácido navegar sobre las blandas y azules llanuras del mar, que reflejan una prolongada y admirativa contemplación del mar y las naves. Pág. 136: «El que nosotros ahora hacemos —dijo Ladislao— próspero y felice ha de ser, según el viento se muestra favorable y el mar tranquilo». El libro II comienza con la llegada de los peregrinos a la isla de P olicarpo. Pág. 162: «ordenaron que la nave, llegada poco a poco de las olas, ya mansas y recogidas, a la orilla del mar diese a una playa». Es en esta isla donde los peregrinos vuelven a reunirse. A su llegada, se hace una pequeña descrip ción del lugar: Pág. 162: «y no lejos estaba un puerto de muchos bajeles, en cuyas aguas, como en espejos claros, se estaba mirando una ciudad populosa, que por una alta loma sus vistosos edificios levantaba». Como podemos comprobar, las regiones inhóspitas descritas al principio de la obra se van «civilizando», y esto se contrasta también en las frecuentes alusiones durante su estancia en esta isla a la Isla Bárbara. A través de comentarios y reflexiones de los personajes, Cervantes nos lleva de nuevo a la salvaje isla para compararla a la isla donde se encuentran ahora los viajeros. Pág. 203: «en esto más bárbaro Antonio de los que parecía en su traje». Pág. 204: «Dejarás tú, ignorante, esa tosca piel que traes vestida». Pero no todo son elogios para esta tierra, hay también algunas referencias negativas Pp. 183-184: «mal podrás usar tu oficio en estas regiones, donde sus moradores no denazan ni tienen otros pasatiempos sino los que les ofrece Baco en sus tazas risueño y en sus bebidas lascivo». Durante su estancia en la isla, se sabe que los peregrinos están alojados en el palacio de Policarpo (también esto se puede comparar con la Isla Bárbara, la diferencia entre una cueva y un palacio), pero este no se describe de forma precisa, solamente se dan algunas referencias para situarnos en el espacio: Pág. 197: «En esto vieron entrar en la sala a los dos, al parecer bárbaros padre e hijo». A lo largo del tiempo que permanecen en esta tierra, los personajes muestran su deseo de salir de ella: Pág. 188: «La partida desta tierra solicitaré eon toda diligencia y brevedad, porque me parece

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que en salir de ella...». Pág. 197: «pues todos somos estranjeros y ausentes (...) tenemos en nuestras patrias lo que no hallaremos en las ajenas». Ya dejan ver el deseo de volver a su patria. De este modo, vuelven a embarcar: Pág. 250: «se hicieron al mar y que no parasen con ella hasta llegar a Inglaterra». Pág. 252: «Llevaban la mira de su viaje puesta en Inglaterra». Las referencias a Inglaterra son numerosas en la obra, bien sea para describirla Pág. 133: «Eso —respondió Mauricio— no puede ser en Inglaterra, porque en aquella isla templada y fertilísima». Pág. 135: «rey Artús de Inglaterra, ten creida de aquella discreta nación». o bien para mostrar su deseo de conocerla, aunque no llegarán a visitarla. Pág. 125: «y si te parece sea nuestra partida esta noche a Inglaterra». Pág. 128: «Hoy he dejado apuntado con tu hermano Periandro que nos partamos mañana, o ya para Inglaterra». Pp. 148-149: «y todos rogaron muchas veces a los corsarios que los llevasen de una vez a Irlanda o a Ibernia, si ya no quisiesen a Inglaterra o Escocia». Cuando navegaban Pág. 253: «descubrieron cerca de si una isla, que luego de los marineros fue conocida, y dijeron que se llamaba la de las Ermitas». Esta isla, culminación de la peregrinación de los dos primeros libros, tampoco es descrita extensa mente, aunque se nos dan unas pinceladas más precisas que en las anteriores, tanto de ellas como de sus moradas: las ermitas. Pág. 259: «llegaron a la cumbre de una montañuela, donde vieron dos ermitas, más cómodas para pasar la vida en su pobreza que para alegrar la vista con su rico adorno». Pág. 263: «Fuéronse y dejáronme (...) en estos árboles, en estas yerbas y plantas, en estas claras fuentes». Además de en las historias de los personajes, es en esta isla donde se hace referencia a los países que serán visitados en los libros III-IV, no a través de la nacionalidad de algunos personajes, sino a través de una conversación con otros protagonistas que llegan a la isla. Loa viajeros desean conocer lo sucedido en sus tierras de origen. Pág. 272: «y luego pasaron a preguntarle por nuevas de lo que en Europa pasaba y en otras partes de la tierra, de quien ellos por andar en el mar tenían poca noticia». En este fragmento podemos comprobar la distancia de la civilización en la que se encuentran los peregrinos, pues a aquellas islas no llegan noticias del resto del mundo: Pág. 272: «Contó con esto guerras del de Transilvania, movimiento turco (...).Dió nuevas de la gloriosa muerte de Carlos V». Podemos deducir ya la intención de los viajeros de dejar tierras septentrionales para cumplir en el caso de Periandro y A uristela su voto, y en el caso de los otros personajes, para visitar sus respectivos países. Hay un dato curioso en la obra: la utilización por parte del autor de un espacio como refugio: la peña. Pág. 77: «Llegueme al abrigo de una peña». Pág. 80: «Rodeé todo aquel sitio, hallé esta cueva en estas peñas, y señalela...». Pp. 114-115: «Pero la codicia humana, que reina y tiene su señorío aún en estas peñas».

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Pág. 254: «A la sombra de una peña». Estas alusiones aparecen tanto en el espacio de la peregrinació n como en el espacio de las historias de los personajes al que me referiré a continuación.

2.2. El espacio de las historias de los personajes. Durante la peregrinación, los protagonistas encuentran y conocen a diferentes personajes que van contando la historia de su vida y su peregrinación particular. Describir cómo llegaron a aquellas tierras, las razones y los trabajos que allí han tenido que pasar. El esquema para introducir las peripecias de su vida es prácticamente el mismo en todos los personajes. Primero se refieren al país del que son originarios y después van enumerando los lugares por los que han pasado hasta llegar al espacio donde se encuentran o al lugar donde se han conocido. El que estas historias se cuenten en lugares amenos para descansar, o incluso, como en alguna ocasión se dirá: «para no sentir la pesadumbre de la mala noche » (pág. 88) hace que relacionemos estos relatos con la novela pastoril. Además, el hecho de que sea un messón el lugar donde se cuentan las historias de Mauricio, Transila, Clodio, Rosamunda y Taurisa (esta a través de Arnaldo) hace que nos traslademos a otro mesón y a otra obra de Cervantes, El Quijote. En el caso de Antonio el bárbaro, la historia se cuenta en la Isla Bárbara, en su casa-cueva. Nacido en España, narra las aventuras de su viaje. Pág. 75: «con poca menos diligencia me puse en Alemania». Pág. 75: «volvimos a España, porque no hay mejor asilo que el que promete la casa del mismo enemigo»; «con que me vine a Lisboa». A partir de aquí su viaje se hace por mar. Debemos tener en cuenta que cuando lo describe, resalta que cuanto más al norte se hace bravo e inseguro. Lo mismo sucede con la tierra, ya que antes de llegar a la Isla Bárbara, visitará la Isla de los Lobos. Pág. 77: «anduve vagando por el mar, siempre más inquieto y alterado, me vine a hallar junto una isla despoblada de gente humana, aunque llena de lobos, que por ella a manada discurrían». Después de salir de esta isla, explica cómo llegó a Isla Bárbara Pág. 77: «arrebatada una barca en los brazos de una terrible borrasca, me hallé en esta isla, donde di al través con ella, en la misma parte y lugar adonde está la boca de la cueva». La siguiente historia narrada es la de Rutilio. Este cuenta su historia en una Isla Nevada. El esquema es igual al de la historia anterior: sale de su tierra, Italia, y llega a la Isla Bárbara después de múltiples peripecias. Pág. 94: «por donde conocí que estaba en tierra de bárbaros salvajes». Lo más significativo dentro de su historia es la descripción que hace de N oruega. Pág. 91: «En parte estás, amigo Rutilio, que todo el género humano no podía ofenderte». Pág. 92: «Respondióme que en aquellas partes remotas se repetía el año en cuatro tiempos ». Con estos dos ejemplos podemos comprobar la distancia existente entre aquellas tierras septentrionales y su Italia natal. Pág. 91: «Esta tierra es Noruega». La historia del enamorado portugués tiene unas características frente a las anteriores: se cuenta en el mar. El enamorado portugués aparece en el capítulo X del primer libro de Los trabajos de Persiles y Segismunda, rescatado del calabozo de los bárbaros de las Islas septentrionales. El esquema de su peregrinación es similar al de los anteriores, desde su ciudad, Lisboa, hasta las regiones del norte.

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Mauricio, Ladislao, Transila, Clodio y Rosamunda cuentan su historia en el mesón de Golandia. El viaje de estos personajes a las Islas Septentrionales es relativamente corto: desde su país de origen van hacia la Isla Bárbara en el caso de Transila, y hacia Golandia en el cas o de los cuatro viajeros. Creo necesario apuntar la descripción que sobre Irlanda hace Cervantes a través de la historia de Mauricio, cuando narra las costumbres de su tierra: Pág. 111: «Es una isla, de siete que están circunvecinas a la Ibernia». Cuando Transila continúa con la historia que había comenzado, su padre dice: Pág. 113: «aquellos cuyas deshonestas y bárbaras costumbres (...) vosotros digo, más lascivos que religiosos». Al contrario que los otros viajeros, Transila no quiere regresar a su patria , incluso llega a afirmar: Pág. 115: «lo que sé es que me trataron los corsarios con mejor término que mis cuidadanos ». La historia de Rosamunda y Clodio tiene la peculiaridad de que van hacia aquellas islas condenados, no por cuestión de honor y honra, sino desterrados de su tierra, por «impúdicas costumbres » (pág. 118) de Rosamunda y Clodio, por ser un malediciente. Desde su país, llegan al mesón. Pág. 118: «y que a mí, junto con ella, nos trajeros a una de las muchas islas que por aquí hay, que fuese despoblada». Las peripecias que siguen a estas, la de Taurisa y la de las aventuras de Periandro en la Isla de P olicarpo tiene como característica principal que no son contadas por ellos. La primera la cuenta Arnaldo en el mesón: Pág. 128: «habrá dos días que la entregué a dos caballeros amigos míos, que encontré en medio dese mar, que en un poderoso navío iban a Irlanda». La otra, la cuenta el capitán del esquife a bordo de este y a través de ella nos describe la Isla de P olicarpo. Pág. 149: «una de las islas que están junto a la de Ibernia». Pág. 150: «Haciase este espectáculo junto a la marina, en una espaciosa playa, a quiene quitaban el sol infinita cantidad de ramos». Pág. 152: «y no de lejanas tierras, sino desde una nave que dejamos en la Isla Santa, que no está lejos de aquí». Solamente restan dos historias, la de Periandro y la de Renato. La de Renato sigue el esquema: Pág. 261: «Nací en Francia». Su peregrinación particular se realiza a través de Alemania: Pág. 262: «diónosle una de las ciudades libres de Alemania». vuelve a Francia, Pág. 263: «volvíme a mi patria». y desde allí se retira a la Isla de las Ermitas: Pág. 263: «hallé esta isla acaso». He querido dejar la historia de Periandro para el final porque presenta diferencias con las anteriores. En la introducción a este apartado me he referido al esquema que siguen los personajes a la hora de contar su historia. El único que no lo sigue exactamente es Periandro, ya que cuando narra sus aventuras hasta llegar a la Isla de los Cautivos, no menciona el país del que es natural. Además, su historia es mucho más compleja y los países e islas que visita más numerosos, por lo tanto su narra ción no se sucede de forma continuada y tiene lugar en dos espacios concretos: la Isla de P olicarpo y la Isla de las Ermitas. Su exposición comienza en una noche que llegan a una isla, la de los pescadores:

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Pág. 209: «se nos ofreció a la vista una selva de árboles movibles que de la una ribera a la otra ligeramente cruzaban». Pág. 222: «la comodidad del sitio, el resplandor de la luna, el susurro de las fuentes, la fruta de los árboles, el olor de las flores». Auristela y dos pescadoras son secuestradas, por lo que Periandro sale al mar con los nativos de la isla para recuperarlas. Durante esta búsqueda, se encuentra co n personajes de diferentes nacionalidades. Pág. 231: «El cielo me hizo rey del reino de Danea». Pág. 236: «Suplicia es mi nombre, sobrina soy de Catilo, rey de Bituania». El siguiente lugar que se menciona es la Isla Maravillosa ensoñada por Periandro que trataré en el próximo apartado. Al despertar del sueño, todavía en el barco: Pág. 246: «que estaba debajo del norte, en el paraje de Noruega». Pág. 246: «porque estamos en el mar Glacial». Después de visitar Bituania, parten hacia Dinamarca. Pp. 267-268: «me diese licencia de ir a buscar a mi hermana Auristela, de quien tenía noticia que estaba en el poder del rey de Dinamarca». Vuelven a navegar: Pág. 268: «La primera derrota que tomamos fue Dinamarca». A partir de este momento, su viaje transcurre por multitud de islas. Pág. 268: «Barrimos todos los mares, rodeamos todas las islas destos contornos». Pág. 268: «Llegamos a aquella isla, que a lo que creo se llama Scinta, donde supimos las fiestas de Policarpo». Al final, llega a la Isla de los Cautivos que corresponde al comienzo de El Persiles, principio de la peregrinación de la trama principal. Pág. 269: «Di al través en aquella isla, fui preso y llevado donde estaban los vivos enterrados».

2.3. El simbolismo del espacio Los inicios de El Persiles arrancan de aquella «profundidad» o «mazmorra» en cuya estrecha boca daba voces el bárbaro Corsicurbo. Es evidente que en la cueva-mazmorra con la que se abre El Persiles surge el primer eslabón de esa cadena que conforma la doble trabazón de peregrinación y trabajos que constituye la obra hasta el final, siguiendo un proceso ascensorial que se intensifica con el conocido esquema de la cadena del ser 1. Los casos de Renato y Eusebia, y posteriormente el de Rutilio, tiene como marco la esperada Isla de las Ermitas. Ese ámbito isleño de rica tradición odiseica y paradisíaca, fue rescatado por las peregrinaciones barrocas con muy diferentes fines. Tal isla es, además, justo reverso de la Isla Bárbara, con la que se inicia la obra, y claro ejemplo de contrafactum geográfico en el proceso ascensorial de la cadena del ser que la obra implica. De otra parte, la Isla Maravillosa que Periandro describe que el palacio del rey Policarpo es, a su vez, el envés de la Isla de las Ermitas que los protagonistas visitaron más ta rde, con todos los visos de la verosimilitud novelesca, lejos ya de toda aparente invención onírica y fantástica. La Isla del 1

Todo lo creado forma una cadena, desde lo más ínfimo hasta lo más cercano a los pies de Dios, en una escala de perfeccionamiento donde unos eslabones siempre serán más perfectos que sus antecedentes. Según AvalleArce en su edición de Los trabajos de Persiles y Segismunda (pp.20-22), los personajes y lugares de esta obra ofrecen una escala de perfección: desde los Bárbaros hasta el Papa( hasta los ermitaños en los dos primeros libros ) y desde la mítica Isla Bárbara a Roma ( hasta la Isla de las Ermitas en este estudio).

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Ensueño, en la que aparece de un lado la sensualidad y del otro Auristela, convertida en Castidad (pág. 240 y ss.) es no solo una prueba de cómo los discursos pueden hacerse o no creíbles, según como se cuentan, sino un modo de desterrar de los espacios de la novela la alegoría pura (podemos verlo en la vestimenta a lo largo de la narración). La Isla Soñada, a medio camino entre la Bárbara y la de las Ermitas, recoge esa doble faz de sensualidad y castidad que estas últimas representan. Tras el recuento de una historia (a la que me he referido en el apartado anterior) y una isla cuya única existencia ha tenido lugar en la mente de Periandro, la aparición de la Isla de las Ermitas cobra todos los perfiles de lo real y posible. La Isla de las Ermitas, como antes la Isla Nevada, hace compaginable lo extraordinario con lo verosímil. La Isla de las Ermitas se erige como un templo se silencio frente a la maledicencia, un oasis de paz y oración frente a la deshonra cortesana. Esta está representada por Policarpo, vetusto enamorado de 70 años que caerá víctima de los excesos del amor tardío por Auristela. Frente a este, está el ejemplo de Renato y Eusebia, «limpios y verdaderos amantes» en sus ermitas (pág. 259). Erasmo, que había reflexionado en su Elogio de la locura el amor desmedido de un hombre viejo a la mujer joven, tiene aquí una justa réplica cervantina en la locura amorosa de Policar po, que le lleva a la destrucción final. El fuego en el que arde el palacio del rey Policarpo, donde toda la narración discurre, cierra simbólicamente un episodio en el que se queman tantas víctimas de sus propias pasiones. El eremitismo es una vuelta a lo divino del tema del solitario de amores, pero entreverado por un caso de honra felizmente resuelto, primero antes Dios y luego ante los hombres. P ues los sufridos franceses regresarán a su tierra para recuperar lo que les pertenece. Al marcharse Renato y Eusebia, la Isla de las Ermitas no queda en precario, pues Rutilo hereda su estado. La ermita de Renato, y después de Rutilo, se estudia dentro de los espacios sagrados de la obra, y la isla como lugar paradisíaco, frente a otros de signo negativo en la misma, como son las tres islas precedentes (en las islas de El Persiles, incluso por los nombres, es fácil descubrir su simbolismo y función en el proceso ascendente de la cadena del ser). También podemos comparar la colina de la Isla de los Ermitaños con la de Roma, en sincronía con el final de los libros II y IV. Téngase en cuenta que Rutilo aparece en Roma, siguiendo su vida el ciclo caída-restauración; barbarie-civilización. Rutilo se conforma, pues, como emblema de una historia septentrional que a partir de ahí va a sufrir un rotundo cambio en los dos libros restantes. Él mismo sintetiza la trayectoria geográfica que va desde la barbarie a la civilización cristiana.

3. CONCLUSIÓN La estructura abierta que caracteriza Los trabajos de Persiles y Segismunda, permite la inclusión de numerosas aventuras y encuentros con otros personajes, hecho que facilita la variedad de la obra y ello, unido a la peregrinación, facilita al mismo tiempo la multiplicidad de espacios visitas, narrados e incluso soñados. Como hemos comprobado, las aventuras que viven los personajes centrales y las historias de los personajes que encuentran suelen acaecer en ambientes extraños o en lejanos mares, máxime en estos dos primeros libros. Cervantes nos transporta a un mundo lejano en este recorrido por tierras del norte y hace bullir ante los lectores la localización y las imágenes estáticas dándoles vida. © Chus Sanesteban ***

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BIBLIOGRAFÍA Carrilla, Emilio: "Cervantes y la novela bizantina". RFEL. (1968). Pp. 155-167. Cervantes Saavedra, Miguel de: Los trabajos de Persiles y Segismunda, edición de Juan Bautista Avalle-Arce. Cruz Casado, Antonio: "Para la poética de la narración de aventuras peregrinas" en García Martín, M. (de) Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro, Salamanca, Universidad, 1993, vol. I, pp.261-265. Deffis de Calvo, Emilia I.: "El cronotopo de la novela española de peregrinación: Miguel de Cervantes", Anales Cervantinos, XXVIII (1990), pp.99-108. Egido, Aurora: Cervantes y las puertas del sueño, Barcelona, PPU, 1994. González Rovira, Javier: La novela bizantina de la Edad de Oro, Madrid, Gredos, 1996. Navarro González, Alberto: Cervantes: entre El Persiles y El Quijote, Universidad de Salamanca, 1981. Vilanova, Antonio: "El peregrino andante en El Persiles de Cervantes" en Erasmo y Cervantes, Barcelona, Sumer, 1989, pp. 326-409.

Chus Sanesteban. Nace en Cedeira, A Coruña. Estudia Filología Hispánica en Santiago de Compostela y es docente en varios institutos de la Comunidad de Madrid. En otoño de 2010, regresa a su pueblo y se dedica a su verdadera pasión: la Literatura. Actualmente escribe y hace colaboraciones en diferentes revistas como Narrativas, Culturamas, Galicia Única y Mecenas xxi. Poemas y trabajos suyos han sido publicados en: Insólitos, Apología de la Luz, HANK OVER, Los valientes andan solos, Tu cita de los martes y Calle Ficción. Forma parte del grupo de Poesía Sexta Vocal Bandadadepoetas. Entre sus proyectos está seguir leyendo, esc ribiendo, estudiar portugués y psicopedagogía

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Relato

WHI SKY Y CANGRE JOS

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por Rafa Sastre Estoy seguro de que yo habría disparado primero, pero el condenado revólver se encasquilló en el instante más inoportuno. No me quedó otro remedio que echar a rodar por los suelos, rezando a un dios en el que casi nadie cree, para evitar los besos de plomo escupidos por el arma de aquel bas tardo. Menosprecié su pericia y sobrevaloré el poder de las plegarias; tanto mi antebrazo izquierdo como la pantorrilla derecha paladearon el treinta y tres por ciento de sus proyectiles: discreto aroma mineral, sabor áspero y recio, intensamente metálico, que dejaba una sensación cálida, amarga y dolorosa. Por no hablar de la sangre, claro. Alcancé a parapetarme tras unas cajas repletas del alcohol ilegal con el que trafico, recuperando el resuello necesario. A través de las estrechas rendijas que formaban esas arcas de madera apiladas, observé cómo el agente empezaba a recargar con parsimonia y una sonrisa estremecedora el tambor de su pistola. Me convencí entonces de que si no movía ficha y lo hacía de inmediato, en cuestión de minutos el suelo del almacén aparecería decorado con la blanca silueta de mi cuerpo. Así es que rompí el cuello de una de las botellas de licor que quedaban sin empacar, metí el pañuelo con el que había intentado restañar las heridas y le prendí fuego con mi zippo. Mientras el tipo in sertaba la última bala en el cargador, salí de mi escondrijo y lancé el envase a sus pies, borrando en el acto aquella burlona mueca. Si hasta hoy no han tenido la oportunidad de sentir el hedor de la piel achicharrada, les aconsejo que perseveren en ese agradable desconocimiento. Dos minutos bastaron para que el sargento Clark no tuviera que preocuparse nunca más de reclamar e l producto del chantaje al que me estaba sometiendo. Sus calcinados restos reposan ahora en el fondo de un río, haciendo compañía a los cangre jos. © Rafa Sastre

Rafa Sastre nació en Valencia. Tras licenciarse en Económicas, comenzó a trabajar e n el sector financiero. Enamorado de la música, especialmente del jazz de los años cuarenta y cincuenta, también es aficionado al cine y a la fotografía. Sin embargo, es en la literatura, su vocación tardía, donde ha sobresalido. Algunos de sus relatos han sido distinguidos en concursos, y otros han aparecido en antologías colectivas. Forma parte del grupo literario Generación Bibliocafé y edita la revista mensual Valencia Escribe. En 2014 fue elegido como finalista para la Beca ACVF de Literatura, pero escritor y editorial acordaron su descalificación una vez iniciadas las negociaciones de su publicación. Es un admirador de la obra del ruso Antón Chejov, el irlandés Oscar Wilde y el español Juan José Millás, entre otros autores. De talante perfeccionista, su estilo es incisivo e imaginativo, conciso y lúdico. Jazzesinato es su carta de presentación: un sorprendente primer libro de relatos. 1

Del libro de relatos Jazzesinato, de Rafa Sastre (por cortesía del autor y de ACVF Editorial). http://www.acvf.es/?p=1905#more-1905

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Relato

SALTO AL ABI SMO DE UN RÍ O

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por Tere Susmozas

No me miran a mí, lo sé. Ellos sólo ven a la mujer que saltó a l abismo de un río. Son siete. Siete hombres, con sus siete pares de ojos que van y vienen sobre mi pecho, mi cintura, el bajo de mi falda. Tienen los pómulos hundidos. Reflejados en el espejo grande y sin marco que cubre la pared, me fijo en sus trajes veraniegos de paño beige, en sus camisas blancas sin cuello. Me hacen preguntas. Las dicen en voz alta y rebotan en mi blusa verde de botones nacarados, en las paredes de esta habitación sin casi muebles. Y cada vez que me obligan a responder, sólo digo: ese día, sobre el puente, silbaba el viento. Y yo me había puesto la chaqueta roja. No parece importarles mucho, pero yo les repito que llevaba la chaqueta roja de los saltos al vacío. Me gustaría más recordarme de azul y llegando a la otra orilla. Me esfuerzo. Pero sólo imagino un tono neutro que podría brillar y al final es opaco: el puente se corta a la mitad del río. Lo que está en la otra orilla siempre queda difuminado o imposible, casi inexistente. Recordarlo hace que me ponga nerviosa. Entonces bailo dentro de mi silueta bailando, proyectada por un reflejo amarillo en el blanco de la pared. Me muevo nerviosa bajo un tragaluz pequeño, oval, enrejado. Y me pregunto por qué la mu jer del puente bailaba sola cuando aquí todos se mueven en manada. Me pregunto muchas cosas y no siempre encuentro las repuestas.

«De lo que si estoy segura es de que esa mujer llevaba días pensando en tirarse. Pero no se lo digo a los hombres que visten trajes livianos.»

De lo que si estoy segura es de que esa mujer llevaba días pensando en tirarse. Pero no se lo digo a los hombres que visten trajes livianos. Lo que a ellos les cuento es que, cada tarde, durante su paseo crepuscular, ella miraba el río. Un río traspasado por los rayos verdosos de un sol que se rinde, me dio tumbado, sobre un cauce enorme de agua turbia. Y me callo lo que en realidad veía: la orilla inabarcable, la corriente que se lleva las cosas, la altura entre el puente y el río, el crecimiento de su locura. Por todo eso, ella se lanzó. Y aunque mis brazos no fueron lo suficientemente rápidos como para alcanzarla, desde ese día siento que son tan largos que me arrastran mientras camino. Duelen. P or culpa de este dolor no he sido capaz de preguntar a nadie si fue ella quien gritó o fui yo. Preguntar por qué se me atravesó un chillido en la garganta mientras su cabeza daba vueltas hacia el agua y mi estómago daba vueltas dentro de mi cuerpo. Porque supe que lo haría. Nada más sentirla inclinada hacia delante, con los codos apoyados en el puente y los ojos tenebrosos como túneles de alcantarilla, supe que iba a lanzarse. Y si no hice caso al escalofrío que precedió a esa intuición fue sólo porque hacía viento. 1

Cuento ganador del XVII Premio Internacional de relato breve Julio Cortázar de la Universidad de la Laguna.

Ha sido publicado dentro del volumen Terrestre océano (Ediciones Torremozas, 2015).

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Para protegerme del aire me había puesto la chaqueta roja, vuelvo a decir. Pero a ellos sigue sin importarles nada y gesticulan frente a mí con sus siete pares de manos. Gesticulan tanto que siento calor. Quizá también ellos. Se quitan las chaquetas y se remangan sus camisas de lino. Puede que se hayan dado cuenta de que el río tiene un centro metálico e imantado. Y que a las nubes que están colgadas sobre el puente, les brota del interior algo rojo y oscuro. Algo que gira en espiral, enloqueciendo. Ahora temen que haya otros que quieran lanzarse a la corriente. Sospechan que, si una mujer se arrojó, podría llegar el día en el que todos prescindan del vértigo. ¿Pero puede alguien prever un impulso? Para no sentir rabia ni perder el miedo a la altura, yo sabía que no debía pararme sobre el puente. Y, hasta hace poco, a la hora del ocaso, cuando llegaba al extremo que no conduce a ninguna parte, daba la vuelta. Sin asomarme siquiera, retrocedía. Porque al hacerse de noche, los gatos con una extraña luz en la mirada, salían a merodear. Y me resultaba insoportable el ruido de la corriente, mezclado con sus maullidos de hambre y los quejidos del apareamiento. Sabía que si me paraba entonces, enloquecería. Y corría hacia mi casa. Me encerraba hasta que dejaba de pensar en cruzar al otro lado. Pero de lo que pasó hace unos días, digo ahora, ya no me acuerdo. Así es más fácil responder a los siete hombres que me interrogan. Hablo y hablo, sin decir nunca lo que pienso. Mientras respondo, evito mirarme en el espejo ancho que cuelga sobre la pared. Y mirar mis ojos que parecen remolinos profundos como los que dibujan las turbulencias del río. Porque si lo hago, no podré mantener la calma. Seré incapaz de callar lo que sé sobre la mujer morena que no era más joven que yo. A la que, quizá, le faltó paciencia para cumplir más años. Resignación para darse cuenta de que, a veces, hay que dejar correr el agua. Sobre todo si se vive en una ciudad como esta, en la que unos pocos deciden donde está el final de las cosas. Donde la gente ya ha renunciado a todo, hasta a ellos mismos. Quizá porque sobre la vida hay mucho que decir, pero sobre la felicidad más bien poco. Una ciudad en la que todo sigue su curso, ciegamente, de acuerdo con las reglas. Y en la que hombres vestidos de beige te interrogan por cualquier cosa. «Se comportan como si no supieran que antes de ese instante hubo días, meses, mucho tiempo en el que ella intentó cruzar el río y no pudo.»

Hombres sudorosos que ahora me miran culpándome con sus ojos pequeños y malignos, obligándome a rememorar el salto de una mujer enloquecida. Insisten en saber si hubo algo más en él que el simple gesto de coger impulso y desvanecerse. Si hubo rebeldía, en un salto. Se comportan como si no supieran que antes de ese instante hubo días, meses, mucho tiempo en el que ella intentó cruzar el río y no pudo. Y yo les repito que sobre el puente sólo había una mujer desquiciada que se lanzó al abismo más cercano. Lo digo mientras pienso que podían no haberla encontrado nunca, como podría haber sa lido su foto junto a una esquela en el periódico. Pero se la arrebataron al río, semidesnuda y exhaus ta. Luego les vuelvo a hablar de mi paseo al atardecer, de mi blusa verde y de la chaqueta roja. Y no hablaré de otra cosa hasta que crean que no sé nada sobre ese puente más inútil que un espejismo. Al escucharme, los siete hombres que me interrogan, sudan cada vez más. Sudan tanto que, uno a uno, se van marchando. Salen a respirar el aire de fuera porque el de aquí dentro está viciado, dicen. Uno a uno. Y me dejan en esta habitación casi vacía. Mientras estoy sola, el atardecer se cuela por entre las rejas del tragaluz. Y sé que pasa el tiempo, pero no cuánto tiempo pasa hasta que, de dos en dos, vuelven seis de los siete hombres.

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Uno de ellos, con la camisa desabrochada, se acerca mucho a mí. Sobre la mitad de mi cara me echa su aliento, citándome con voz rasposa para dentro de unas horas. Yo tengo que responderle: sí, volveré al amanecer. Es lo que debo decir. Y lo digo con la cabeza, también con los labios. Y aunque me gustaría girarme, porque su boca apesta, me estoy quieta. Entonces me dan permiso para irme. Y camino hacia la puerta. Mientras avanzo, noto seis pares de ojos resbalando por mi espalda. También escucho murmullos desleídos. Pero yo, al fin, camino hacia la puerta. Nada más salir a la calle, me fijo en el remolino de nubes que inflama el ocaso. Ya nada me importa. Sólo pienso en el puente. Y en la anchura del río que, esta misma noche, mientras mi cuerpo gira abrazado al agua, podría llevarme tan lejos. © Tere Susmozas

Tere Susmozas nació en Madrid. Es diplomada en Marketing y Publicidad por el IECM y Máster en

Contabilidad y Finanzas. Su trabajo como cuentista ha sido galardonado en el XVII Premio Internacional de Relato Julio Cortázar (2014), entre otros, y recogido en diversas publicaciones, como la colección Ellas También Cuentan (Torremozas; tras resultar finalista en el XXII Premio Ana Mª Matute), en la revista Cuentos para el andén y en las antologías Relatos 03 (Tres Rosas Amarillas), La carne despierta (Gens Ediciones) y Relatos de mujeres 7 (Torremozas). La revista Lectures d´Espagne ha traducido al francés varios de sus microrrelatos. Terrestre océano es su primer libro.

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Relato

P ARÍ S, P ON T NE U F por Lola Montero Cué Toma el metro en Porte de la Villette , en hora punta matutina, asqueado por tener que hacerlo y de mal humor: el coche le ha dejado tirado y no ha encontrado un solo taxi libre en veinte minutos de espera; anoche se quedó con las ganas otra vez (su mujer está cansadísima desde que decidió retomar el trabajo); no le apetece enfrentarse a su jefe, que ha anunciado una reunión de las suyas, de las de discurso y sermoneo hasta decir basta. Todo eso. En el vagón no queda mucho espacio libre. Una fauna de diverso pelaje se esfuerza por entretener los minutos de calor y contacto humano no deseado. Echa hacia atrás la cabeza y concentra su mirada en el techo. El metro va bastante rápido, chirría y vira bruscamente. Entonces siente un cuerpo fino y ligero caer sobre él. Se agarra con fuerza para mantener el equilibrio y capta una fragancia dulzona que le resulta desconocida. —Excusez-moi —escucha decir a una voz de curiosos armónicos y acento exótico. Baja la mirada y contempla, desde muy cerca, la cara de una pequeña mulata de belleza singular. La chica no ha podido evitar ponerle una mano en el pecho al caerse, y ahora trata de despegarse luchando contra los vaivenes del tren. En un impulso, la agarra de los brazos y la ayuda a ponerse derecha. —Je vous en prie —responde. Se pregunta de dónde procede la jovencita, que ha vuelto ya la cara hacia otro lado y busca, azorada, una barra a la que agarrar se; se encuentra en medio del descansillo del vagón y no llega a la que cuelga del techo. La mira fijamente y sonríe al notar la turbación que a la chica le produce. Aunque lo encuentra estúpido, le gusta. Termina por dirigirse a ella en tono cordial: puede agarrarse a su brazo, si quie re. La chica le devuelve una sonrisa fija, que parece que le han puesto postiza, bajo la que no consigue esconder un rictus de timidez, y acepta. Al notar de nuevo el contacto siente que se le despierta algo más que la simpatía bajo la gabardina.

«El metro va bastante rápido, chirría y vira bruscamente. Entonces siente un cuerpo fino y ligero caer sobre él. Se agarra con fuerza para mantener el equilibrio y capta una fragancia dulzona que le resulta desconocida.»

Le pregunta de dónde viene. De Haití, responde ella. ¿Y lleva mucho tiempo en París? Un mes ape nas. Discretamente se cerciora de que la gabardina está bien cerrada, no sin cierta complacencia. Seguro que influye la falta de actividad sexual. ¿Y qué, le gusta París? Pues mucho, aunque es muy grande, difícil encontrar trabajo. Por una vez, se alegra de que la línea de metro sea larga y de que el tren se detenga en algunas es taciones más de lo habitual. Trata de mantener una conversación que parezca natural, y el plan se le va dibujando claramente. Entonces, pasa al ataque. Sí, es verdad que es difícil encontrar trabajo en París... pero a lo mejor él podría ayudarla, aunque tendría que conocerla un poco más. No tiene que pensar mal. Es que coincide que podría dar el perfil para un puesto que está vacante en su empresa. Desde luego que habría que hacerlo todo en la más estricta legalidad, así que... ¿tiene papeles? Todavía no, bueno, eso podría arreglarse. Pero necesita más datos sobre ella. ¿Tiene tiempo para tomar un café esa misma mañana? Sí, tiene tiempo. Entonces por qué no bajar en la próxima estación... ¿cuál es? Pont Neuf. ¿Sí? P ues venga. La empuja suavemente en la espalda al salir del vagón, notando el arco de su cintura, la toma del brazo al cruzar la calle, le quita el abrigo al llegar al café y retoma su discurso en una mesa soleada y tranquila. En media hora máximo, llamará al jefe para inventarse una excusa.

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Al principio no podrá pedir mucho, es lógico, ¿no? Con el cuerpo y la simpatía que tiene, sería per fecta para el puesto de recepcionista que ha quedado libre. Sí, a ella le encantaría, le agradece mucho esa oportunidad que le ofrece de conseguir un trabajo. Muy bien, pues tratarán de avanzar en esa línea. Quizás necesite un corte de pelo que le dé un aire un poco más actual, ¿le molesta que se lo diga? No, no le molesta. Sonríe incluso, así que se puede pasar ya a una estrategia más directa, acariciarle un mechón de pelo, por ejemplo... sí, un corte así, no estaría mal... ¿Sabe que es muy bonita? Seguro que habrá tenido muchas propuestas como esa. La mulatita se ha sonrojado. No, no ha tenido ninguna propuesta como esa, es prácticamente la pri mera vez que sa le sola por París. Baja la mirada y da vueltas con la cucharilla a un café que casi se ha bebido entero. Él la mira fijamente y, alentado por la timidez y la gratitud de la chica, le acerca la mano al mentón y le levanta la cara suavemente. No hay que ser tímida, no va bien para un puesto de recepcionista. Le da cierto vértigo ese influjo que parece ejercer sobre ella. No está acostumbrado y la sensación se le confunde con las ganas. El color de su piel le recuerda el tapiz que tiene colgado en su dormitorio a la cabecera de la cama. Ahora se la imagina desnuda entre las sábanas beige de lino que su mujer puso para la semana y siente otra vez la sangre descendiendo. Esa misma tarde tiene una reu nión con su jefe, le dice, precisamente para cuestiones de pla ntilla, así que podría hablarle de lo suyo, pero necesitaría llevarle un curriculum. Ah, no tiene. Bueno, si quiere puede acompañarle a casa y preparan uno, le queda todavía un poco de tiempo esa mañana. Ligera sorpresa en los ojos de la mulata, pero no se apea de la sonrisa postiza. Una pequeña aprensión al llegar al portal de su casa le avisa de que se está saliendo ligeramente de los raíles, pero ya no puede bajarse del tren. A esa hora tampoco habrá muchos vecinos en el edifi cio, la gente trabaja. Para qué calentarse los sesos. Es casi un acto profiláctico: seguir siempre los dictados de la moral sería malsano. Ya en la habitación degusta el placer estético de ver a la mulatita en ese decorado afro que su mujer ha conjuntado tan bien. Desnudarla ha sido como abrir un paquete de delicatessen. La chica no ha opuesto casi ninguna resistencia, parece que le gusta el sexo. Ahora está tumbada en la cama, descubierta de cintura para arriba, mostrando unos pechos de piel tersa, pequeños y temblorosos como flanes de chocolate con una frambuesa en la punta. Empieza a montarla por segunda vez agarrándole los brazos por encima de la cabeza, la besa con agresividad, se frota contra ella, se toma su tiempo. Le dan ganas de penetrarla brutalmente. P or una vez no tendrá que medir sus gestos para ahorrarse el me haces daño, quítate de encima, así que arremete contra la chica, que reprime un ge mido. Cuanto más siente la falta de resistencia, más irrefrenable es el deseo de tratarla como a un trapo. Luego sucumbe a un orgasmo monumental (aunque demasiado rápido), se separa de ella brus camente y se tumba en la cama jadeando. «La chica no parece haber disfrutado mucho, pero sigue con la misma sonrisa postiza, azorada y bobalicona. Ahora prefiere no mirarla.»

La chica no parece haber disfrutado mucho, pero sigue con la misma sonrisa postiza, azorada y bobalicona. Ahora prefiere no mirarla. Le dice que va a darse una ducha y entra en el cuarto de baño, dispuesto a relajar los músculos bajo el agua caliente. Carambola, ha follado y se ha ahorrado la reunioncita con el jefe, con lo mal que se presentaba la mañana. A lo mejor la mulatita hasta está acostumbrada a ese tipo de contacto fácil. Es mejor que se dé prisa, no quiere dejarla demasiado tiempo sola, nunca se sabe. Ella está tapada hasta el cuello con la sábana cuando él vuelve a la habitación. La escucha pedirle con su voz de campanilla si «puede», mirando tímidamente hacia el baño, y la ve levantarse y correr a saltitos hacia la puerta cubriéndose los flanes con los brazos al oír que sí, que puede. Mientras se viste, piensa si tiene que rehacer la cama. No, la asistenta vendrá esa misma tarde y cambiará las sábanas. Mejor no podían caer las cosas. Ahora tiene que deshacerse de la chica de una manera más o menos digna y tratar de llegar a la oficina lo antes posible. Hay que empezar a darse prisa, ahí está de nuevo ella... ¿En marcha?, pregunta retórica mente mientras se ajusta la corbata.

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¿Y el curriculum?, responde ella. Ah, sí, el curriculum. Pues... un momentito, tiene que llamar a la oficina primero, no sea que lo necesiten, y enseguida se ponen con ello. «Sí, Eric, no me digas, bueno, no puede ser... pues ahora mismo voy para allá entonces... no, el coche lo recupero mañana, no te preocupes, déjame esos clientes a mí, llego enseguida, sí... hasta ahora »... Vaya, qué problema, le dice, tiene que irse corriendo a la oficina, una urgencia, no pueden se guir ahora con eso. La ve torcer ligeramente la sonrisa postiza, traga saliva y vuelve la cara dirigiéndose hacia la puerta. Agarra con una mano el brazo moreno y con la otra el picaporte. De todas formas, tampoco corre tanta prisa lo del curriculum, lo pueden hacer otro día. Ya en la calle se aleja lo más rápidamente que puede del portal en dirección a la avenida principal, callejeando un poco y buscando la luz verde de un taxi. Al sentir los pasos de la mulata siguiéndole se mete la mano en el bolsillo de la gabardina y toca la cartera. Luego se vuelve y la toma otra vez del brazo. Tendría que dejarle un teléfono donde poder localizarla cuando haya hecho las gestiones necesarias. Bueno, dice ella, le dará el de casa de su tía. Al llegar a la avenida se para al borde de la acera y apunta el teléfono en una tarjeta de visita. Luego saca 50 euros. Mientras tanto, que vaya comprándose ropa un poco más elegante. Siente no poder darle más, es todo lo que tiene en el bolsillo, le toma la mano y se la cierra con el billete dentro. Antes de volverse a parar el taxi que se acerca le da tiempo a ver cómo a la chica se le ha caído la sonrisa de la cara y lo está mirando con ojos redondos. La puerta del taxi se cierra y el chófer arranca hacia la dirección que le indic a. Mientras se acomoda, alcanza a verla de nuevo por el espejo retrovisor parada en medio de la acera. Parece desorientada, como si se hubiera bajado en una estación equivocada. Tampoco le habría costado tanto llevarla hasta la boca del metro. Se hunde en el asiento con cierto desasosiego y mira cómo desfilan los coches detrás de la ventanilla. © Lola Montero Cué

Lola Montero Cué nació en Madrid y vive cerca de Ginebra. Con el nombre, algo folklórico, que le tocó en suerte (lo usan hasta pitonisas), pensó que no podía descuidarse: obtuvo diplomas sapientes (filología románica, psicología del desarrollo, terapia gestalt) y siempre ha trabajado en cosas serias (sobre todo como traductora en el sistema de las Naciones Unidas, y ahora edita en español la Revista Internacional del Trabajo; también participa en el Blog de Biolíbere sobre nutrición y salud). Aun así, no ha podido evitar que le guste la farándula y el misterio. Así que canta boleros, y música antigua en un par de coros. A rachas le salen relatos con un poco de todo eso. Algunos se han publicado en revistas electrónicas y antologías (como Trenta Cuentos, ed. Casa Abierta), y el primero de todos ganó el Premio del Club del Libro en Español de Naciones Unidas (en 1992). En realidad, escribir es lo que más le gusta… Pero si te quieres llevar bien con ella, nunca te olvides de su segundo apellido.

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Relato

«P OR DI V ORCI O NE CE SARI O, SE BU SCA N UEV A COMP AÑE RA» Y OTROS CUEN TOS DE MICRO-AMOR por Miguel Ángel Duque Hernández CUENTO DE LA VENGANZA —Adiós, Ulises, compañero de viaje, no lo consideres una amenaza, pero en nuestro divorcio por bie nes separados, prometo que encenderé fielmente cada día hasta el final de los tiempos, el fuego de la venganza que sea imprescindible para aniquilar tu espíritu de poeta, hasta reducirte a cenizas. —Gracias, garza del amor en guerra. —Vidita, te advierto que la soledad y el silencio serán tus únicos amigos de la mar, en un camino cuyas piedras serán, por su número y dimensiones, la encrucijada jurídica de n uestros senderos; y tus lágrimas, un lugar común. —Muchas gracias. —Corazón mío, tejeré la cobija del escarnio público con libelos y declaraciones inquisitorias, tan amplia como para cubrir los cuatro puntos cardinales, también el cielo y la tierra. —Muchísimas gracias, Penélope. —Amado esposo, construiré una estatua en el puerto, símbolo de un índice flamígero que siempre apuntará hacia nuestra soberbia residencia... —En donde nos fue tan difícil tratar de conciliar los sueños. —Espíritu marinero, en nuestro muro de lamentaciones ha quedado inscrita la historia de dos amantes. —Polvo somos, amor mío.

¿ESPERANZA INÚTIL? Mientras comienza el asedio electoral, nuestra guerra florida, vivo al amparo de tu sonrisa publicita ria de campaña, con el optimismo de lograr un acuerdo político de paz. Durante el pacto provisional de alto al fuego, promuevo el acercamiento diplomático de nuestros cuerpos, con legiones armadas de flores y cantos de breve luz; pero, frente al intento de ocupación, he sentido la espina de tu rencor, miradas lascivas y clavos irónicos de tu amargura. En nuestro laberinto hogareño, la esperanza es inútil junto a expresiones bucólicas y pastoriles, solicitudes de piedad: rumores en la prensa, no se trata de un desplazamiento invasor sino una libre y elevada manifestación amorosa del espíritu. Pronto. Viene la oscuridad en dos almas mortales a quienes escinde el discurso del tiempo: la quie tud en el árbol derribado, las ramas quemadas frente a la televisión. * Estoy dispuesto a dormir un año. Por favor, no me despierten. Espero que llegues... * He dedicado una semana de ejercicios sentimentales para mirar el sol, alejado de mercantiles ambiciones. Aquí estoy, frente al espejo, preparado para el examen de conciencia: —Yo soy el peor enemigo de mí mismo.

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* En nuestra relación están abolidas las garantías individuales. Desde el principio, cuando el toque de queda anuncia la guerra florida, pretendemos imponer —a sangre y fuego— los prejuicios de conquistadores, las raíces indígenas de nuestro pasado, la bipolaridad, la independencia de nuestras vidas, las revoluciones sociales, las abluciones matinales, el egoísmo y la perpetua querella contra el de sierto. Nada evita la mortificación de nuestras ánimas en el purgatorio conyugal.

CUENTO DE LA NO VIOLENCIA ¿Cuántas veces en medio de la tormenta hemos preferido seguir los caminos de censura y escarnio, al sencillo abrazo? ¿Por qué decidimos cultivar la guerra florida, a la contemplación del cielo? ¿Cuántas veces cerramos la puerta hasta desvencijarla? ¿Por qué no pudimos abandonarnos, antes de surcar el mar con el espíritu inflamado por la victoria de la batalla? ¿Cuántas veces pagamos con la misma moneda, cuando hubiera sido conveniente llorar hasta caer dormidos? ¿Por qué olvidamos circular en bicicleta y caminar descalzos? ¿Cuántas veces se convirtió el trabajo en muralla china? ¿Por qué las calumnias del agua encendie ron el fuego, rencor a cadena perpetua y a penas de muerte? Si crecen dos rizomas de amor que justifican la política de la no violencia. No dejes de escribir las respuestas en mi epitafio.

CUENTO DEL PERDÓN Setenta veces siete hemos confesado: somos el matrimonio de las contradicciones, somos habitantes de la Ciudad del Sinsentido, somos las manos que prometieron consolarse. Dec idimos construir nuestra morada en la Peña de la Costumbre, encastillados por angustia eterna que traspasa las fron teras de la razón. Mientras hemos peinado el viento de la discordia han nacido dos soles de amor que frutecen el campo. Sombras desnudas de piedad: el sublime silencio del mar y la suspicacia durante el temblor. Setenta veces siete nuestras soledades se combaten: palabras cautivas en la caverna de insidias y azoro. Setenta veces siete la guerra de los vencidos: somos dos caballos de mármol, somos el cielo y la tierra.

CHARCAS Durante esta noche quisiera platicar con mis muertos; pero ellos, los imprescindibles, no quieren salir de sus sepulcros y mojarse. Están preocupados por el redoble de nubes. Aun cuando les ofrezco un vaso de leche y un pan de muerto. Nada. Se hacen los muertos. Subo a la higuera y en el más allá escucho la tormenta, platican dos burros. Mi abuelo murió calcinado por un rayo, galopaba con rumbo a las montañas para auxiliar a los mineros. Por generosidad, el Ce menterio de Charcas, junto al arroyo, está dedicado a San Miguel Arcángel. Aquel quebrantado amor desquició a su mujer. Mi padre-niño quiso acompañarlo, se quedó huérfano en casa: somos una canasta de granadas que zurció la melancolía. Los viejos tenían tantas cosas que decirme, sólo dejaron unos retratos desvaídos. Zumban los tába nos. ¡Qué noche tan funesta! ¿Dónde estás, compañera del alma? Presagio del amor, hoy eres una sombra deshilvanada, en la puerta náufraga, en la isla de la confusión. Tengo coraje de estar solo, de que hayan muerto hace tanto tiempo. Eso no tiene remedio. Jaime dice: «sólo los muertos son la muerte». ¿Miguel Ángel, me escuchas? Ayer soñaste que estabas muerto; hay años en que se te olvida vivir, bañarte, trabajar. Con qué frecuencia nos ocurren desmoronamientos.

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No puedo dormir. Debo trancar puertas y ventanas para encerrarme en el sueño. ¿Mañana seguiré en la pizca de recuerdos? Me gusta pensar que Charcas es una lluvia de buganvilias.

CUENTO DE LA TRAICIÓN Traidora, durante el conflicto, cuando estaba acosado por el norte y el sur, me entregaste al ene migo. No me dolieron las torturas que infligieron los opositores cuando estuve cautivo; sino el puñal que tú has clavado en mi espalda, obnubilada por la codicia. Convertiste el compromis o de lealtad, en desechos radioactivos; el trabajo en equipo, en gusano de ponzoña; la ternura del cielo, en estercolero. Cuando estaba en juego la defensa de mis derechos inalienables, te entregaste con altivez al abuso extremo del poder político y al uso cotidiano del terrorismo de Estado. Paloma mía, con hipócrita esperanza te refocilas en la prensa sobre los planes de contingencia, frente a las acciones del ejército que promovió el golpe de estado a través de suspicacia, miradas de soslayo y delación. Hoy, liberado de las ataduras del enemigo, porque aborrezco la lengua del rencor y las cadenas de la venganza, pido a nuestro Padre que perdone nuestras traiciones.

M ENTIR POR MENTIR Mentir por mentir, ¿por costumbre diversión interés? Mentir, aunque los falsos testimonios sean picadura de avispa, deslave de la contradicción, parodia sardónica junto al amor. El alma se arrastra al acecho de sí misma: una boa constrictor imperator mexicana estrangula a su víctima, con verdades a medias, devora su propio cuerpo y su propia alma. Mentir por mentir irse lejos, quedarse cerca, hasta que las mentiras sean carcajada frente al de rrumbe, lenguaje ajeno al epitalamio, cadena de enfermedades. ¿Por qué mentir? ¿Para qué mentir? ¿Mentir por mentir, como si se tratara de un deporte extremo? Compañera del alma, ¿qué ganas con mentirme? Si la verdad es una caricia...

«POR DIVORCIO NECESARIO, SE BUSCA NUEVA COMPAÑERA»

«Pero con la aparición de Marcela, con sus palabras, don Quijote intuyó que allí estaba, no ya la sombra, el sueño de don Quijote, sino una sublime encarnación de su imposible amor. Por eso don Quijote, que ni siquiera ha podido hablarle, se convierte en su paladín: —Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea,

se atreva a seguir a la hermosa Marcela, so pena de caer en la furiosa indignación mía. Ella ha mostrado con claras y suficientes razones la poca o ninguna culpa que ha tenido en la muerte de Grisóstomo y cuán ajena vive de condescender con los deseos de ninguno de sus amantes; a cuya causa es justo que, en lugar de ser seguida y perse guida, sea honrada y estimada de todos los buenos del mundo, pues muestra que en él ella es sola la que con tan honesta intención vive. [Enseguida] don Quijote... determinó de ir a buscar a la pastora Marcela y ofrecerle todo lo que él podía en su servi cio». Emilio Lledó

El poeta tuvo la intención de escribir una novela o un ensayo en verso, o bien, un poema narrativo acerca de la tiranía del amor; imita la tradición cervantina con la ingenua pretensión de renovar el mito de Marcela y Grisóstomo.

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Sin embargo, vivía agobiado por su cónyuge, cuyo deporte principal consistía en propiciar la asfixia a través de presagios funestos y gritos de espanto. Encasillarlo en la sumisión a exigencias inexora bles. Acariciar el control de mando de la tele-metamorfosis para convertirlo en un títere de su propia farsa. Con poca creatividad al alcance de su mano, él decidió tomar su existencia como modelo o razón poé tica. Llegó a parecerle verosímil referir la historia de un hombre al borde existencial, limitado hasta en sus hábitos más profundamente arraigados, como leer, escribir y pensar por sí mismo. A quien ni siquiera se le permitía el descanso que marca la ley, como escuchar música; apenas comen zaban a sonar los primeros acordes del piano, cuando ella lo increpaba con insinuaciones maliciosas acerca del tra bajo y el sentido de la vida. En el fondo de su sordera, trataba de recobrar el ánimo cordial, aunque incluso el espíritu más noble y capacitado para la meditación, se hubiera descompuesto entre tal cantidad de fuegos de la lírica contemporánea. El autor y el protagonista masculino podrían distinguirse y encontrar una puerta de salida en el conformismo o la indiferencia, a la manera del mundo literario de Alberto Moravia: la realidad de las circunstancias alentaba la búsqueda de otras soluciones. La estructura del texto estaba en crisis. La tristeza y la soledad acumuladas en el diario trato con su esposa, movieron su alma al encuentro de refugio en el análisis literario de un proceso de divorcio. «Por divorcio necesario, se busca nueva compañera»: así pretendieron titular el cuentecillo y, al mismo tiempo, redactar el aviso clasificado para publicarlo en el diario de mayor circulación. Las intrincadas razones propuestas por los abogados y la femenina censura conyugal para iniciar la trama, parecían tan proclives a una literatura fantástica, por encargo de una editorial española, que prefirió el realismo autobiográfico y la crónica. El golpe categórico que causó una plancha en la cabeza del autor fue el punto final que tuvo esta historia reseñada por la crítica literaria: nadie supo quién fue el culpable.

¿CUÁNDO TOCARÁN FONDO? Arrojé dos monedas al pozo del deseo: ceiba de abandono, amor tormenta y migajas, amistad free de ceniza. Compromiso y azadón. Piedra lapislázuli, explicación de la mentira, sendero sin caminos, ¿cuándo tocarán fondo?, ¿dónde están el agua y sus ondulaciones?, ¿una fotografía invisible es evidencia del amor?

TRES DANZAS DE LA INCOMUNICACIÓN No tiene crédito el teléfono. La línea está ocupada. El servicio se interrumpió. Por esa causa nunca recibimos las danzas del cortejo, ni siquiera llegaron los mensajes de la contestadora automática; siempre el eco, nunca la otra voz. Jamás comprendí la ciencia de la caballería andante, aunque me hubiera gustado practicarla. * Ya estabas dormida cuando escuché el canto de tu respiración. Reconocí en tus labios una tristeza de exilio. Te dejé un beso en el buró de las sonrisas.

LLAMADA EN ESPERA Por diplomacia, a quienes han tratado de comunicarse conmigo en los últimos días, he contestado: «Perdón, estoy ocupado. En cuanto pueda, te devuelvo la llamada». Este sofisma se ha convertido en fórmula ritual de incomunicación con los demás. ¿Por qué? ¿Un alma en crisis electoral?

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Agencias informativas han revelado a la opinión pública que, incluso cuando marqué mi propio nú mero, preferí desconectar el móvil, bloqueada la señal porque mi cerebro está fuera de servicio: a) Para evitar el enfrentamiento con las contradicciones que agobian al amor, por los cuatro costados del espíritu; b) para no contestar a preguntas fundamentales sobre el sentido de la existencia; o acaso c) pretendía disuadir cuestionamientos suspicaces sobre la vida en pareja. Cuando los periodistas descubrieron que llegué a la entrada de la Penitenciaría del Sentimiento, repelí una lluvia de espadas flamígeras: —No tengo comentarios al respecto. Y me protegí con la armadura del silencio: silencio cómplice de la indeterminación y las soledades, silencio en espera de la incertidumbre. Ahora, cuando tratan de marcar mi número, la respuesta autonómica se repite: —Estimado cliente, el número que usted marcó está fuera de servicio (a perpetuidad), no es necesario que lo reporte al 050, gracias.

DE POLÍTICA CONYUGAL

Los dos estamos idos de la mente... Los relámpagos del norte

i Como si se tratara de candidatos de partidos opositores, Adán y Eva organizaban diariamente deba tes acerca de la economía y la política conyugales; incluso las manifestaciones de paz eran interpretadas como expresiones de violencia doméstica. ¿Cómo entender esta relación que descendió a los infiernos del escándalo y de la historia; al abismo de los golpes bajos? Los ataques terroristas en la pareja no cesaban durante el día, ta mpoco en las noches; hasta que los contrincantes caían exhaustos, cada uno en su propia esquina de la cama: —Eres un sarcástico traficante de almas ladrón de ilusiones estratega maquiavélico. —Siempre insensible a los reclamos de justicia y orden en esta casa. —Por tu egoísmo me he sentido abandonada y desprotegida. Arrogante cínico epicúreo. —Ya me lo decían mi madre mis hermanas mis amigas mis compañeras de trabajo y mi conciencia. —Nunca me he sentido apoyada. Jamás, nunca de los nuncas. —Pido la pena máxima, el exilio perpetuo, las mayores torturas morales y físicas, los más sutiles fla gelos que el espíritu humano pueda soportar, los dardos de la indiferencia y el desprecio. La respuesta de Adán a este tipo de arengas se reducía al silencio. Un silencio que se convertía en una especie de escudo y espada. Un silencio al ritmo de un bolero cubano interpretado por Ibrahim Ferrer a dueto con Omara Portuondo: «Siiileeencio, que están durmiendo, los nardos y las azuceee nas»… ii ¿Cuáles son las sinrazones que orillan a una pareja a caminar por el laberinto que conduce al odio? En los Institutos Nacionales de la Mujer y del Hombre, expertos y políticos se confrontan desde perspec tivas multidisciplinarias: teoría de la literatura, antropología, historia de las ideas, derecho familiar, sociología, democracia supeditada al poder económico, política conyugal, cine, inequidad de género, medicina forense, geografía de la pobreza; producción, distribución y consumismo frente a la recesión global; juegos olímpicos, deportes de contacto, estadísticas del hambre, premoniciones, anuncios de profetas y arqueólogos. NARRATIVAS

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iii El divorcio era anunciado como el paraíso perdido: el ritmo de la relación matrimonial era irregular y peligroso para la salud del alma y del cuerpo. Aunque al principio hubieran parecido dos hemistiquios de un verso compuesto; ahora, rotas cade nas y máscaras, se miraban como extranjeros en un encuentro fortuito, atados y reducidos por un contrato civil. El estrés conyugal, la excesiva carga de trabajo, la incomunicación, la imposibilidad del amor, el aburrimiento, el cansancio, el miedo, la desesperanza, las frustraciones de nuestros padres, los trau mas de la infancia, los resortes psicológicos y oníricos, el carácter, el automóvil del año, los espejos, la hipoteca, las cuentas pendientes, los cuentos interminables, las ausencias, las cicatrices, las arru gas, el aumento del iva, la falta de agua y luz, el deterioro ambiental, la pandemia del mundo, la ignorancia, el empobrecimiento, los baches en calles y avenidas, la oscuridad y el hacinamiento de las almas. iv Ella desdeñó la crítica y acusó al bando contrario de radicalismo en las posturas morales, cuando él propuso el perdón y la reconciliación, cuando mordía la manzana del silencio. De mutuo acuerd o, ambos decidieron iniciar el éxodo hacia un fraterno y cordial proceso de divorcio, al estilo americano.

SITIADOS POR EL ABSTENCIONISMO Paloma mía, anularé los votos que sufragamos en el viento. Permaneceré junto al Arroyo Seco que demora su salto a la oquedad del sueño. Abdicaré de la sombra democrática, de nuestra relación de relámpago, sitiados por el abstencionismo, a la espera del humor involuntario de las ranas. Volaré junto al puente que cruza la sierra en dirección de nuestro reflejo abismal, ha cia la Tierra del Sarcasmo, por fin, para alcanzar la quietud del águila en el viento.

AGUA FRÍA A veces, cuando decides vivir a contracorriente: soledades y ausencia son hospital psiquiátrico cárcel cuartel y, un abrazo fraterno, entre el silencio del día y la noche sería un tesoro. Hoy, en cambio, sólo tengo agua fría, un cartel de nostalgia, una biblioteca, los timbres del teléfono descompuesto. El domingo podría ser igual, tal vez, tristezas de agua fría, una biblioteca, los timbres del teléfono des...

CUENTO DE LA DEVASTACIÓN De cero a diez, en la escala de la devastación, hoy las mediciones alcanzaron doce grados en la Bolsa de Wall Street, en el fondo del almario. Se trata quizás de un dolor capaz de redimir —según diagnóstico de Valentín Elizalde—: recorre la espina dorsal. ¿Para concentrarse en la tesis del silencio habrá que esperar la llegada de los Huracanes del Norte? ¿Atravesamos una hondonada existencial, o estamos frente a la familiar fragilidad humana y el infinito caos de la Vía Láctea? Literaturas hispanoamericanas trabajo sindical enchiladas potosinas cartas a la entropía, ¿catarsis trágica o farsa de la pasión? ¿Es posible resistir con honor y gallar día? ¿Es posible encontrar —por momentos parece imposible— el imposible amor? ¿Es posible recordar —a esta altura de la historia del mundo— esa vieja oración del caminante de Asís?

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EN LA MUERTE

A María del Socorro y Miguel Ángel Hernández Fernández En el llanto de ceiba de tu mujer. En la admiración y agradecimiento de tu compañera del a lma. En la dulzura y bondad de tus raíces. En el macizo amor por tu familia que se multiplicó cada do mingo… En la despedida que se volvió marea. En la compañía tumultuosa de tus amigos. En las ramas del buen humor con que abrazaste la vida. En las navidades compartidas entre bendiciones… En la fortaleza con que venciste la severidad de los días. En la disciplina con que pudiste enfrentar la incertidumbre… Encuentro el ejemplo para avivar el amor, para compartir la esperanza, para descubrir la sonrisa.

LA MIRADA DEL LOBO Hay días en que la mirada del lobo, aprehendida por la tristeza del cielo, contempla la bruma. Su cora zón se disgrega. Las rocas se empeñan en guardar un silencio frío que cala hasta los huesos. Junto a su propio pensamiento, el lobo queda ciego a la polifonía de la vida. Descuida la respiración. No se enfada. El silencio se convierte en una caricia de la incertidumbre, en un espejo de abismos. Mira el recuerdo de los sueños que ha vivido mientras dormía: manos palomas abrazos como vasija s de agua fresca; elogia la metamorfosis de las rosas sitiadas por nuestros caminos de dolor. Cautivo en las soledades del mundo, bendice la sencillez de la canción que se ha alojado en su me moria, bendice la ternura del polvo, bendice nuestras almas. Enseguida, decide levantarse y caminar de nuevo.

FINALMENTE SOY LIBRE Soy libre, con los brazos abiertos recibo la noticia, mientras enciendo la tele. Soy libre, puedo consumir un jamón de pavo o de pierna, cuadrado o redondo, cien gramos o un kilo. Puedo ir adelante con el carro del mandado en el ejercicio del libre albedrío: yo razono igual que la televisión. Mi mundo se construye a través de los Casos de la vida real, auténtica y verdadera de la señora Silvia Pinal de Amores. De ahora en adelante, puedo proseguir en las compras de lo necesario y lujoso, de lo confortable, de lo barato, de lo caro, de ofertas por fin de temporada, de lo que es difícil de conseguir... Así, encuentro gozo y paz en mi alma. Compro porque puedo elegir entre melón o sandía; sin embargo, confieso que tal vez podría enfrentar el viejo dilema de Heráclito: ¿Trataré de bañarme otra vez en las mismas aguas del río conocido? Es todo lo mismo, «vivir de muerte, morir de vida».

RETRATO A LÁPIZ Marcela, el poeta pretendía desde hace mucho tiempo retratarte; su humilde condición creativa se lo impedía. Por fortuna, anoche el cielo se desahogó: un dolor que asfixia se precipitó en llanto a corazón abierto durante largas horas; devolvió la oscuridad del agua viva a las calles, a los jardines desiertos, a los

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espíritus exiliados en su buhardilla. Dedicó todas las soledades de la noche a caminar sin rumbo, para que el aguanieve le devolviera la certeza y el sentido de la vida. Al amanecer, se levantó junto con el sol y trazó sobre el papel los ingenuos apuntes que pretendían recrear tu búsqueda y tu misterio. En un atisbo de colores planteó la nobleza de tu alma risueña capaz de concitar la esperanza en me dio de catástrofes y pandemias, por tu libertad de pensamiento, por la ternura de tu m irada que ilumina el universo, por tu sonrisa del espíritu que descifra enigmas y es capaz de reflexionar por sí misma; por tu sombrero negro que destaca la belleza y tu rostro; por la maravillosa calidez de una vida ejercida en rosa. Entre líneas pudo concitar la bendición de tus caminos. En la pintura, don Quijote propuso un amor capaz de la confianza y el respeto; la desobediencia civil contra la mediocridad y el mercantilismo en las relaciones: —Sabes que cuentas conmigo frente a las máscaras de la traición, la injusticia y la hipocresía de los sueños; que estoy dispuesto a luchar a contracorriente de los fantasmas del pragmatismo y la costumbre que aniquilan la frescura de las rosas; que soy capaz de combatir sin descanso en cada jornada por tu felicidad y junto a las desdichas. Soy un apasionado guerrero del espíritu, dispuesto a defender tu libertad. Cuando el pintor dio los últimos trazos al dibujo, se desvaneció.

CARTA He descubierto el imposible amor. En tu sonrisa y en tus manos. La inalcanzab le esperanza. En tu mirada y en tus sueños. He imaginado la defensa de tu libertad, la batalla contra la entropía, el res peto a tus decisiones.

CUENTO DE LA SONRISA Sonrisa del espíritu, planta de energía nuclear, transbordador espacial, rosa en el desie rto de las soledades. Gracias por sonreír con ironía y ternura frente a actitudes teatrales, analgésicos para el do lor, hermosos gestos, certezas históricas, junto al eucalipto en colisión. Estefanía, eres consuelo y alegría para los enfermos del amor imposible, esperanza de la Vía Láctea, hallazgo astronómico fortuito de la teoría cuántica.

SI DECIDIMOS ABANDONARNOS A LA MAR… Compañera del alma, ¿cuántas jornadas de amor hemos compartido? No sé, sin duda han sido miles de años luz o tan sólo un minuto y medio, pero esta mirada de confianza y silencio que duró un ins tante, este mar de abandono, esta sonrisa escondida en el beso que se extravió ayer en tu rostro, en tus ma nos, en tu espalda, este abrazo junto a la tierra de nadie: han sido un refugio, una eternidad, una selva de cielos. ¿Cuántas estrellas hemos visto juntos nacer? Tal vez sólo algunas o ninguna, pero han sido como resurrección frente al sufrimiento de los días, agua de consuelo y fuente de música en la soledad indocumentada de las horas de campaña. Estefanía, ¿qué pasado?, ¿qué presente?, ¿qué futuro hemos vivido?, sólo sé que hoy existen tus mira das, tu perplejidad, tus sueños, tu respiración... ¿Cómo habremos de enfrentar la indeterminación? Tal vez con soles y piedras de río; bajo la ceiba, en el descanso y la sombra que se derrama en titubeos; quizás en el respeto a la libélula, a los peces que

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viven en la calle de la esperanza, a los besos inconscientes de las nubes, a la libre expresión de nues tras manos y pies. Mujer, contigo el amor es la verdad más verdadera, más absolutamente profunda y trágica, más sobrenatural; alegre y triste al mismo tiempo; el amor es pobreza y riqueza cuando se imaginan los lujos de la ciencia; el amor es un capricho perdido de la vacilación que se atreve a respirar en medio del incendio y del conflicto de múltiples dimensiones; el amor es la pérdida desesperada entre la lógica del absurdo; el amor es la dialéctica que se revuelve entre la confusión y la certeza; el amor junto a ti es el ofrecimiento de la sincera caricia que pretende el consuelo. Si decidimos abandonarnos a la mar, a este amar de abandono, a partir de todo lo que somos y de lo que no somos, seremos capaces de la liberación recíproca de nuestras almas, ahora encastilladas por la costumbre y la indiferencia. Como el Mar y el Cielo, en batalla contra la entropía del universo. Hostal Continental, frente a la Plaza del Callao, Madrid, a 15 de agosto de 2009 © Miguel Ángel Duque Hernández

Miguel Ángel Duque Hernández (San Luis Potosí, México, 1970) es poeta, editor y profesor investigador. Cursó el Doctorado en Literatura Española en la UNED, la Maestría en Educación en la UCEM y la Ingeniería en Sistemas Computacionales en el ITSLP. Como autor ha publicado: «Por divorcio necesario, se busca nueva compañera» y otros poemas de amor (UASLP, 2010) y otros libros. Uno de los recientes artículos en coautoría con Elvia Estefanía López Vera, es «―Misa negra‖ de José Juan Tablada: pieza fundamental de la reflexión decadentista en el p oemario Hostias negras», Tonos Digital. Revista de estudios filológicos [Universidad de Murcia, España], 25 (julio de 2013) y otros. Como editor: Hernández Ortiz, Francisco, Miguel Ángel Duque y Laura Gallegos, Aproximaciones a la narrativa de la Revolución Mexicana. Didáctica de la Literatura Hispanoamericana del siglo XX, prólogo de Felipe Garrido, director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua, Madrid, Iberoamericana Vervuert, Bonilla Artigas Editores, BECENE, en prensa; Pérez, Manuel, Una voz que ríe en el desierto. Ensayo sobre el humor en la charra sonorense (2013); vv. aa., Literanova. Taller de escritura creativa. Colegio Internacional Terranova (2013); Ortiz Aguirre, Ramón, Digamos que no tiene comienzo el mar. Aquellos buenos viejos tiempos. Memorias (2014); Álvarez Acevedo, Rubén, Este estado de cosas. Poesía. Premio Estatal de Literatura Manuel José Othón (1981) (2012); Álvarez Acevedo, Rubén, Saturnino, el caudillo olvidado. Novela de la Revolución Mexicana (2012); Rosas Cancino, José, Obras. Poesía y prosa (1952-2011) (2011).

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Relato

RE LATOS por Jorge Etcheverry

RAPTURE El arrebatamiento, del inglés rapture despojará a la tierra de un porcentaje variable de su población. Al investigador sesentón de gruesas gafas y espalda encorvada le preocupa la idea misma de ese invento de los abismantes protestantes americanos del Norte que nos han brindado tan variadas y extrañas mitologías, o asombrosas versiones de las antiguas, o de las escrituras, solo igualadas a ciertas torcidas y demenciales interpretaciones del Islam —no en la efusión de sangre o la exquisitez de la tortura sino en la perplejidad de su extrañeza. Este evento neocristiano que muchos proclaman se acerca y que sirve de temas a películas y novelas es lo que ahora provoca la expresión azorada del investigador, ahora que sale al mundo de todos los días como un submarino que emergiera después de décadas sumido en hondas investigaciones filológicas, que si bien le deparaban renombre, dinero y publicaciones, le absorbían la mayor parte de su tiempo de vigila, por años. Cuando mira por la ventana al caer la noche le parece ver sombras que vuelan hacia arriba, arrebatadas hacia un cielo hipotético. Se cala los anteojos y se percata que se trata de murciélagos, que a esta hora salen, de cuervos o palomas y no de gente. Se duerme con un pavor inconfesado. En su sueño no son los bra zos de un Dios los que reciben a esos seres que desaparecen instantáneamente de la superficie de la tierra. Son miríadas de tentáculos desplegados, al centro de los cuales se abren bocas, seres extraterrestres que reciben ese tan demorado alimento.

INFORME DE LOS GESTORES DEL ESCRITOR XX La mano que escribe esto no parece dudar más allá de la natural vacilación del dedo sobre la tecla, explicable por la edad, porque aunque el sujeto está ya muy cerca de los 70, se mantiene en exce lente condiciones a pesar de lo anterior, en gran parte razón de nuestra elección. Otro problema ha sido esa misma edad y el relativo buen desempeño de sus facultades mentales, un sine qua non para nuestros objetivos que parecerían ser casi remotos a los habitantes de este planeta, debido a su corto ciclo de vida. En general, a esa edad comienza un vasto deterioro de las por así decir facultades mentales de los sujetos, lo que hace relativamente fácil su control, pero cuyo resultado en términos de productividad suele ser bastante pobre. Entonces, ante la disyuntiva de un control fácil pero rela tivamente improductivo y un esfuerzo mayor pero más fructífero, hemos decidido por la segunda alternativa. El sujeto produce buenos textos, que quizás puedan expandir su influencia en algunas decenas de años, o centenas (para nosotros es casi lo mismo. Parece que la habitación en la pineal de este sujeto y sus vivencias nos está contagiando). El sujeto tiene pesadillas, sueños extraños que no logra asociar con ninguna experiencia vivida y esto le preocupa. Su relativo aislamiento de otros individuos de su especie, incluso de los más cercanos, que se llaman amigos o familia, hacen que tenga bastante tiempo para el autoexamen, introspección, lo que en su caso puede resultar peligroso para nuestros fines.

HEMISFERIOS Los humores recorrían las venas y arterias, impregnaban los tejidos de este protagonista, incluso su cerebro mismo. Su piel respondía a las variaciones de la humedad ambiente y llevaba ese mensaje a las terminaciones nerviosas ellas mismas viscosas hasta el instante y lugar mismo de la sinapsis con

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otras como ellas, donde por un instante florecía la energía eléctrica, pura y seca, luminosa, antes de perderse otra vez en ese miasma acuoso que identificaba ese ser con la otra infinidad de la vida a la postre marítima. Un científico premunido de todos los adelantos y avances de la ciencia en un laboratorio intocado por las múltiples guerras debido a su auspicio por un consorcio de las mismas corporaciones que financiaban el armamento de las facciones en lucha y que a través de intermediarios les vendían productos de diversa sofisticación y poder de fuego infirió que ese momento electrónico era el que señalaba el nacimiento del espíritu. En otro extremo del planeta el artista urbano no concilia el sueño pese a dos masturbaciones, la lec tura de viejos comics, dos cigarrillos y unas uvas, y se plantea dos interrogantes ¿es acaso el despeñadero de la historia contemporánea eso que aparece en las pantallas, chicas y grandes, y se desbarranca en multitudes sin fin de fanáticos que enceguecidos por la religión se desmiembran, crucifican y decapitan entre sí, avizorando allá en lo alto multitudes de vírgenes, ríos de miel y leche? ¿O pasa simplemente que él va a tener que decidir que el único libro que lo puede entretener o divertir es ése que va a tener que escribir él mismo, pero que nunca podrá publicar?

NIÑA Y BALLENA La tierra es el interior de una ballena y nosotros somos unas bacterias adentro —eso dijo la niña de unos seis años con sus palabras recién adquiridas, mientras el doctor trataba de discernir las raíces de esa fantasía— la hija de familia católica de clase media para quienes la biblia se conoce en las aburridas misas de once —despojadas de la enorme mitología escatológica de los protestantes que la hacen carne de sus más recónditos temores sus deseos más ocultos. La conexión o resonancia de la teoría horbigueriana, la desolada tierra hueca o esa visión más desolada de un universo de roca maciza interminable y el planeta una burbuja le vinieron a la mente. Pero por otra parte no dejaba de pensar en la vida al descampado del espacio que los físicos trataban de conformar según sus más ingenuos ideales, necesarios para su trabajo porque, ¿a qué estudiar las anfractuosidades posibles de un monstruo incógnito? Y esas grandes mentes se sentían cómodas en el seno de una entidad que era su sueño infantil y ponían el rostro del orden y de dios a ese caos entrevisto e incognoscible. El psicólogo (o siquiatra) sorbió lentamente su taza de té de hierbas y se dijo sí, en el espejo del estudio se revelaba su cara ajada, de un hombre de su edad, que despedía al mundo desde su mirada borrosa, qué mejor que eso, el interior de un ser vivo, cálido materno y femenino, como contrapartida a este planeta achurado de líneas de horror, una mota más en un infinito que se desconoce.

DOPPELGANGERS Miro hacia la calle acodado en la baranda del balcón, ella adentro se atarea en la cocina con unos trastos, su hija baja unas fotos en la computadora y el gato se refriega contra mis piernas en un paréntesis de su eterna siesta, elementos de esa vida en última instancia apacible que se deja escurrir día tras día y que ofrece la ilusión —o la verdad— de un envejecimiento suave, con las viejas series por fortuna repitiéndose en la tele, gracias a esos canales nuevos en el paquete. Los mismos libros con hojas gastadas a fuerza de la repetida lectura. La chaqueta de cuero ac umula polvo en el closet, sobre todo en esos aditamentos, bolsillitos, botones de cobre, el vistoso cierre relámpago, unas hebillas—chaqueta de roto, como se decía en mi país. Frente a mí se abre un cielo malva, los árboles muestran esa variedad de colores del otoño de estas latitudes, que si uno los viera en una tarjeta postal, creería que son mentira. Y las veo que avanzan, pasan debajo del balcón y se alejan calle abajo cuando por fin termino de reconocerlas, la madre, con su pelo rojo, seguramente teñida, las faldas amplias del tono de las hojas secas, tacones altos, la hija garbosa, de un negro gótico que acentúa sus rasgos exóticos, su abundante cabellera azabache, y ese perro que conduce, airoso y feral, con un collar de metal reluciente. Son ellas, que avanzan intrépidas hacia la noche que se

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anuncia y me pregunto con pavor, ¿con quién entonces he estado viviendo esta vida amablemente adormecida, durante estos años? © Jorge Etcheverry

Jorge Etcheverry Arcaya. Nacido en Chile y vive en Canadá desde 1975 donde trabaja como traductor. Es poeta, prosista y crítico. Cronipoemas, su sexto libro de poemas fue publicado en Canadá en 2010. En 1993 apareció su novela De chácharas y largavistas. Su antología de narradores chilenos en Canadá, Northern Cronopios, también fue publicada en 1993. Ha publicado prosa, poesía y crítica en Chile, Canadá, México, Cuba, Estados Unidos y otros países. Escritos suyos aparecen en antologías como Cien microcuentos chilenos, Armando Epple, Chile, 2002; Los poetas y el general, Eva Goldschmidt, Chile, 2002; Anaconda, Antología di Poeti Americani, Elías Letelier, Canadá, 2003; Latinocanadá, Hugh Hazelton, 2008 y The Changing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, Sandra E. Aravena de Herron, USA, 2008. Es embajador en Canadá de Poetas del Mundo. Su antología Chilean Poets: A New Anthology fue publicada por Marick Press, USA, 2011. Recientemente fue antologado en la Antología de poesía chilena I. La generación de los 60 o la dolorosa diáspora, de Teresa Calderón, Lila Calderón y Tomás Harris, 2012 y en Alquimia de la tierra, de Santiago Aguaded Landero, Dante Medina y Sarah Schbabel, España, 2013. Su último libro de prosa, Apocalipsis con amazonas, fue publicado este año por Antares, de Tornto, Canadá.

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Relato

LAS AMAP OLAS Y LAS MADRUGADAS SOBRE LA ME SA por Miguel Ángel Teposteco «En esta época que nos ha tocado, resulta di fícil afirmar que haber vivido es mejor que no haberlo hecho.» Kenzaburo Oé, Una cuestión personal

Ella escuchó un ruido debajo de su ventana; esperó a que la gota de sudor cayera de su frente; cuando cayó, el sonido fue sencillo, rápido, como si no hubiera pasado; palpó el tatuaje de mariposa en su muñeca izquierda; el último invierno el miedo le había abandonado e l cuerpo, estaba tranquila; al escuchar el segundo ruido, subió el penúltimo video de su vida, corto y sincero. La pantalla estaba en blanco. El final de las visitas, Apenas en mi ayer, se dijo Malena, una muchacha de rasgos finos y ojos castaños tocó a la puerta de su departamento y le advirtió. La chica lloró porque no quería que las cosas acabaran así. Aún podemos llamar a la policía , le suplicó. Pero Malena se negó, la abrazó y consoló. Pasará, le repitió. Horas después, Malena contó cuántas chicas ha bía salvado de esos monstruos que atacaban durante las madrugadas de invierno. Escuchó el tercer ruido, el de la ventana del departa mento vacío de abajo, el de la desaparecida Carolina. Se quitó la ropa para descubrir un cuerpo plateado ante la poca luz que pasaba por las ventanas. Ellos habían forzado la puerta cuando ella ya estaba sentada en una silla en la cocina, con los ojos cerrados y los labios apretados. Ahí la encontraron, ahí recibió una bofetada, ahí no reaccionó. La cargaron, tan ligera como sólo ella, y la depositaron en el maletín de una camioneta vieja. No hubo la menor resistencia.

«Se quitó la ropa para descubrir un cuerpo plateado ante la poca luz que pasaba por las ventanas.»

El aire del aislamiento le apretó un poco la nariz. Se aferró a su pecho e intentó recordar algunas de sus conclusiones, para ahogar el miedo que desde el fo ndo de su pecho aparecía, como una llamita necia al viento. Sabía el trayecto, lo había repasado de memoria las últimas noches: cuatro semáforos, dos avenidas, un parque, 200, 300 casas; sabía, además, que en la casa Manuel y Agustín —los secuestradores— había un martillo, un destornillador con la punta afilada y dos cubetas grasientas rellenas de gasolina. Inmolar, pensó Malena. También pensó en ese año antes de su preparación, cuando caminó por un largo sendero, donde las jacarandas le soltaban lágrimas púrpuras sobre los hombros y donde, al final del camino —más parecido al fuego que a un cuerpo— Alonso, su amor, la esperaba. Durante los 56 minutos que tardaron en llegar a la casa de seguridad, el video de Malena había sido visto 3.405 veces. Ella, chica de cabello corto y nariz aguileña, hablaba con su acento argentino sobre los padecimientos de chicas atormentadas, llenas de rencor, odio y sentimientos suicidas; era el video final de una serie de trabajos, algunos nacidos en Buenos Aires, otros en Cór doba, y los últimos, los más agresivos, en un pequeño departamento en Copilco, en una ruidosa Ciudad de México. Malena sabía su misión de mártir de aquel jueves, frío y atípico que acaeció en la capital mexicana, parecido al día cuando abordó un metro vací o y encontró a ese sujeto vestido de blanco, ése que acomodaba flores de amapolas en algunos asientos del vagón, ése que le entregó una manta llena de pétalos… Como a Juan Diego. El encuentro de Malena había sido real, lo recordó bien un momento antes de que el coche se estacionara y las puertas delanteras se abrieran deprisa.

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Oyó ladrar a unos perros que pegaban el hocico a una reja que se ocultaba en la oscuridad. Caminó casi-descalza, ya que había olvidado quitarse los calcetines. Los secuestradores la empujaban y le soltaban golpes en la espalda. Abrieron el portón. Malena cayó sobre un piso frío, al lado de una colchoneta y una mesa de metal oxidado. Parecía un animal acuático que moría acurrucado ante el viento de la superficie del mundo. Agustín —el que estaba más ebrio de violencia — la pateó un par de veces, en espera de ver alguna contusión que cambiara el color de esa piel pálida. Manuel —el que sólo lo hacía por dinero— trajo las herramientas y ordenó a su compañero que subiera a la chica a la mesa, pues estaban atrasados y tenían que empezar. ¿Nos dejaron?, le gritó Agustín a Manuel. El segundo le dijo al primero que no tenían tiempo, que entre más rápido acabaran, mejor. Manuel encendió la cámara que había puesto sobre un montón de costales de cemento, indicó a su cómplice que amarrara las extremidades de la chica a cada una de las patas de la mesa. Boca arriba, mirando a la luz, ordenó. El diálogo con la cámara fue corto. Nosotros les enseñamos cómo se tienen que comportar, para que no anden haciendo mamadas, como esta pinche extranjerita de mierda , dijo Manuel con martillo en mano. Agustín traía el destornillador. Malena sólo miraba la luz del foco que parecía flotar encima de ella. Esperaba el primer golpe. «Agustín buscó el muslo de ella, lo palpó, le dio una pequeña palmadita y, con presión sobre el mango del desarmador, enterró la punta de metal hasta tocar el fondo de la carne.»

Agustín buscó el muslo de ella, lo palpó, le dio una pequeña palmadita y, con presión sobre el mango del desarmador, enterró la punta de metal hasta tocar el fondo de la carne. Malena calló. Manuel soltó un golpe del martillo en la vagina, mientras imaginaba el siguiente movimiento de la chica: retorcerse, llorar, suplicar, como lo habían hecho otras. Pero no. ¿Qué pasó, mi niña?, preguntó Agustín irritado. Clavó otra vez, pero nada. Manuel golpeó otra vez. Nada.

Agustín retrocedió unos pasos. Le dijo a Manuel que hiciera lo mismo, que viera cómo se veían el charco de sangre al pie de la mesa. El líquido era más claro de lo acostumbrado, casi tan brillante como un caramelo, y en él flotaban puntos negros con el centro amarillo. ¿Estás enferma, niña?, le gritó Manuel a Malena. Ella sonrió. Agustín se puso pálido. No es sangre, cabrón. Agustín tocó los pétalos. Reflexionó un momento la siguiente jugada. Los apuñaló con el desarmador, pero estos se adherían al metal y se multiplicaban. Manuel apagó la cámara. Hay que acabar ya, concluyó. Golpeó a Malena por todo el cuerpo, esperando ver los hematomas, la sangre, la muerte. Golpeó hasta que el brazo le dolió. Golpeó un brazo, el ombligo, el cuello, un seno… Paró cuando la punta del martillo se aboyó, cuando chocó contra otro metal más duro, un acero blanco que cubría los lugares de impacto, donde no había ni un rasguño. ¡Vete por la pistola, cabrón!, le ordenó a Agustín, quien ya tenía el brazo derecho cubierto de amapolas. Agustín tiró el desarmador y corrió, rascándose la nuca. Las flores le mordían la cabeza y una somnolencia le desviaba la concentración detrás del cráneo. Sacó el arma de una gaveta cercana, luego caminó muy lento hacia Manuel, quien observaba cómo casi todo el tórax de Malena se cubría de blanco. Ella sonreía. Él tomó la pistola, apuntó a la cabeza y soltó tres disparos seguidos. Uno, dos, tres. Las balas dejaron agujeros. Está muerta, pensó. Las flores seguían creciendo y el metal se desperdigaba por las piernas y parte de la cabeza. Manuel miró la mancha de flores que abarcaba varios metros de la habitación, buscó con la mirada a su compañero. Sólo encontró un bulto rojo que se retorcía con lentitud, como un caracol atacado por la sal. La cabeza de Malena era lo más peculiar. Manuel, a punto de perder la razón, disparó c ontra la chica y contra el bulto ahora inmóvil en el suelo. El rostro de Malena se expandía, su nuca, sus orejas, su cabello, hasta convertirse en conjunto en una esfera de textura vidriosa uniforme. Manuel buscó la puerta, pero ésta ya no existía. Una habitación roja y el sonido de los pétalos que aleteaban como alas de mariposa , lo rodeaban. Puso el cañón del arma en su boca y jaló el gatillo. Hubo un clic. Se habían acabado las balas.

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Malena, en el centro, se convirtió en una esfera de cristal y metal b lanco que emitía en su núcleo una pequeña luz que apenas alcanzaba a iluminar el lugar, pero que iba aumentado la intensidad, al mismo tiempo que el aleteo de los pétalos incrementaba su velocidad. Algunas flores empezaron a volar. Insectos con un vuelo hiperactivo. Manuel estaba casi cubierto. Dobló con lentitud las rodillas hasta caer al piso, sintió una masa pe gajosa junto a él. Su boca, llena de mariposas, cayó sus gritos. La luz era insoportable, incluso con los ojos cubiertos, podía verla intensísima, entre blanca y naranja. ¿Estaba frente al sol? Luego… apareció la oscuridad. Él sintió la calma. Flotaba en un agua tibia, insonora. Soñó por un momento que despertaría en su cama. Pero no. Sintió que unos brazos suaves lo rodeaban. Era Malena. Los dos estaban desnudos. Sus senos estaban apretados entre sí. Manuel se sintió tranquilo, a salvo. Malena lo soltó para que él flotara lento. Él sonrió y dejó que su cuerpo se perdiera. Pasaron unos segundos. Pensó en su fami lia, en su esposa, su hija pequeña, su perro, su gato, su casa, sus deudas, sus muertos, sus amigos, su jefe, el dinero, las nubes, las calles, los árboles, las aves, los montes…Y luego, el ardor. Un ardor insoportable que le envolvió el cuerpo, que lo hizo retorcerse, soltar patadas, puñetazos, insultos. Todo lo que era él se quemó en un espacio desconocido, un pedazo de carbón que flotó por el universo, encerrado en una esfera de amapolas, en espera de la Nada que vendría por él con el paso de los eones, que vendría lenta e insegura, cargando consigo su desaparición. © Miguel Ángel Teposteco

Miguel Ángel Teposteco. Vive en el Estado de México. Estudia periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha partic ipado en la Revista literaria Entre Líneas (Miami, EU), en la página cultural www.letras.s5.com (Chile) y próximamente en la revista Cronopio (Colombia). También participó brevemente en la revista estudiantil ¡Ipso Facto! (México). Su literatura y periodismo tratan temas como la violencia física, la mitificación del erotismo, la narrativa compleja o caleidoscópica, con el uso de abundantes referencias a culturas mexicanas y del mundo (principalmente África y Asia), así como el uso de símbolos sincréticos (religiosos y mágicos), elementos metafísicos y surrealistas. Espiritualización del sexo, el amor, la violencia y la sensualidad. Actualmente trabaja en la revista ContratiempoMX (http://www.contratiempo.mx/v2/).

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Relato

EL DOCTOR RU MSFE LD por Jeisson G. Ospina a Antonio Ungar

En el final del final de esta historia, el doctor Rumsfeld abrirá la puerta doble de madera lacada de la suite presidencial y verá a su hermano contemplando los cuadros del pasillo alfombrado. Lo invitará a tomar whiskey. Hablarán hasta el amanecer. Le contará un extraño sueño que, despierto, acaba de tener frente al espejo

EL PRINCIPIO DEL PRINCIPIO A medianoche, en la recepción hotel, el doctor Rumsfeld había tocado la campanita dorada que reposaba sobre el mostrador. Luego, contemplando por enésima vez sus zapatos italianos, se dirigió al recepcionista que lucía un sombrero de terciopelo negro. Ambos se sonrieron. El doctor se precipitó hacia e l ascensor apenas hubo devuelto el bolígrafo alemán —junto con un grueso fajo de billetes—, con el que había llenado la ficha azul de registro. En ese momento no había nadie en la sala, por lo que el doctor Rumsfeld, reconocido agente diplo mático, pasó libremente hacia el ascensor. Este, por suerte, estaba detenido en el primer piso y no tuvo que esperar. Adentro, apenas hubo oprimido el número ocho correspondiente a la suite presidencial, las puertas metálicas se cerraron con un estertor neumático. Arriba, en el octavo piso, el doctor Rumsfeld había recorrido el pasillo alfombrado por el que luego llegaría a la puerta doble de madera lacada. De pie frente a la puerta, el doctor deslizó por la cerra dura la tarjeta que el recepcionista le había entregado. El pestillo de la puerta hizo eco en las paredes color almendra: decoradas con extraños cuadros orientales: Aunque al doctor Rumsfeld siempre le habían llamado la atención las representaciones de yūrei que colgaban en las paredes del pasillo, nunca se animó a contemplar detenidamente las imágenes porque él era un hombre muy ocupado, y porque además comprender esas cosas requiere cierto esfuerzo sobrehumano. Tan pronto las luces del interior estuvieron encendidas, como por arte de magia, el doctor Rumsfeld sonrió y luego entró coreando su marcial favorita: I don’t know, but I was told, that Eskimo pussies are rather cold. No pudo recordar en dónde había aprendido aquello que inconscientemente empezó a cantar al cruzar el umbral. No supo si había sido en la Compañía 39, donde de muy joven se preparó como es tratega militar, o en una de esas películas bélicas que le había enseñado su queridísimo padre. P or descontado, cualquier intento de recordar fue interrumpido luego de que el doctor Rumsfeld cerrara la puerta tras de sí y el pestillo sonara seco, sin reverberación. Descubrió los objetos tal cual los había dejado luego de su última visita, una semana atrás. Sin embargo, un objeto extraño despertó inmediatamente su curiosidad: un espejo de cuerpo entero, frente al amplio sofá rojo, en el centro mismo de la habitación. Le resultó inevitable detenerse en la imagen que de él se reflejaba en el cristal: desde los zapatos italianos, pasando por el traje de lino negro y el parche cubriendo su cuenca izquierda, hasta llegar a las entradas de su frente y su cabello gris partido en un costado por una línea recta.

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Así estuvo bastante tiempo. Finalmente se hartó de ver su propia imagen (al fin y al cabo de qué sirve una imagen cuando el ser de carne y hueso está parado ahí mismo) y creyó apartarse fastidiado hacia la cama. Por el rabillo del ojo se vio reflejado en el espejo, tirando el maletín y los guantes de piel de cordero sobre la cama. En ese instante sonó el intercomunicador, que reposaba sobre la mesa de noche. «Hola», dijo al acercarse la bocina a la cara. «Dígale que suba », ordenó finalmente. Colgó, sonriente.

EL FINAL DEL PRINCIPIO No se sentía cansada y como además quería hacer tiempo para repasar todas las indicaciones que su jefa le había dado, en vez de tomar el ascensor, que la habría llevado en segundos a la suite presi dencial en el octavo piso, prefirió subir por las escaleras. Subía cuidadosamente, sujeta a la barra de seguridad: los escalones de mármol parecían pequeñas pistas de hielo para sus tacones de nueve centímetros. En ellos se reflejaban sus piernas, y, bajo el ceñido vestido de cuero rojo, su oscura entrepierna. Movía sus labios rosados y abundantes: susurraba en un lenguaje preciso, como si leyera un manual de instrucciones. En la recepción, el hombre del sombrero de terciopelo negro se sorprendió cuando la vio antes de lo convenido, no obstante, la anunció como si nada: al fin y al cabo ya ella estaba ahí. Minutos más, minutos menos, su parte estaba hecha. En el cuarto piso la mujer se sintió fatigada: se detuvo un instante. Miró para ambos lados del pasillo. No vio a nadie. Continuó subiendo. Las palmas de las manos le sudaban y el vestido empezaba a pegársele a la piel. Los senos se le asomaban prosaicamente por la escotadura del vestido —no llevaba sostén—, por lo que en el sexto piso tuvo que parar para acomodárselos. Eran grandes, los senos, y también le sudaban al llegar al octavo piso. En el pasillo alfombrado la esperaban las mujeres mártires que antes habían estado dibujadas en los cuadros, vestidas con mortajas blancas abrochadas al revés. Las pálidas damas sonreían tristemente bajo las lámparas amarillas y levitaban desorientadas a través de las paredes en las que ahora colgaban los meros marcos vacíos. Las mujeres la observaron pasar tranquilamente. Ella, que por des contado pertenecía a la misma fantasía, ni siquiera notó su presencia. La alfombra marrón le insonorizaba los pasos. Al llegar a la puerta doble de la suite presidencial esperó un rato más. Buscó en el interior de su bolso una moña para recogerse el cabello y, en eso, palpó la forma mezquina y fría del revólver que le había dado su jefa antes de partir. Golpeó, finalmente, la madera lacada con sus frágiles nudillos y esperó a que el doctor Rumsfeld apareciera.

EL PRINCIPIO DEL FINAL Resumiendo: En el octavo piso del único hotel en el país más pequeño del mundo, el doctor Rums feld, reconocido agente diplomático, le abre la puerta doble de madera laca da a una prostituta, previamente contratada por el recepcionista que ostenta un sombrero de terciopelo negro. La mujer no tiene nombre —porque a pesar de sus escasos veinte años ya ha tenido demasiados —, y se presenta ante su cliente con una sonrisa. El doctor le devuelve el gesto; enseguida, se quita el parche de la cuenca y su ojo aparece en condiciones inmejorables. La mujer entra; la puerta doble de madera lacada se cierra. Ella trae un revolver oculto dentro del bolso. Ahora, sentados en el amplio sofá rojo, el doctor le pregunta si sabe lo que tiene que hacer. Ella le dice que sí incorporándose mansamente, y, con la misma docilidad, sacándose los senos por encima del escote. Luego se sienta sobre las piernas del doctor, quedando frente a frente y forzándose a

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abrir las suyas. En esa posición lleva sus esplendidas tetas a la cara del doctor. El vestido se le sube descubriendo sus nalgas, lo que el doctor aprovecha para poner ambas manos sobre la abultada carne, apretándola, fuertemente, con todos los de dos. En ese momento, llevado por el placer, el doctor le da tantas palmadas a la mujer que en segundos sus nalgas hacen juego con el vestido y este, a su vez, con el sofá que también hace juego con la sangre que, conturbado, el doctor anticipa saliendo de su cuerpo al ver, con los ojos bien abiertos, a la prostituta empuñando un revólver. Lo que sigue es demasiado extraño: Ella, en vez de dispararle al doctor Rumsfeld, se apunta a sí misma y tira del gatillo, haciendo que parte de su cráneo vuele en pedacit os. Precipitadamente, aunque sin salir del asombro, el doctor saca como puede su respetable miembro y lo conduce por debajo del vestido de la muerta, hasta que logra penetrar la entrepierna flácida y desabrida. El cuerpo de la mujer se tambalea desangrándose. Desafortunadamente, el orgasmo del doctor es interrumpido por tres golpes secos en la puerta de madera lacada, y la imagen en el espejo, frente a él, desaparece como un oasis en el desierto. © Jeisson G. Ospina

Jeisson G. Ospina (Ibagué, 1989). Docente y escritor. Desde el 2011 ha sido publicado en revistas y suplementos literarios en español. En el 2012 fue finalista del concurso nacional El Brasil de los Sueños. Actualmente reside en Bogotá, desde donde prepara su primer libro de cuentos.

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Relato

LEMITRI SOYÍ por Cony Pedraza En las cuevas de la voluntad inconsciente hay hilos de luz invisibles que bordan el carácter a través del espíritu.

Tinaja Trincheras se esconde del sol en el desierto Encinas y tarda uno para encontrarlo. La brecha para llegar es una serpiente flaca que se escurre entre varas de ocotillo y piedra. Su extensión abarca un puñado de chozas que florecen entre picachos salvajes. Vivir entre Seris por tres semanas fue sorber un trago del mundo hecho de rayos calientes y aullido de lobo, mezclado con fuego extraído del ocaso. Cuando mi hermano el biólogo se alejaba del campamento a recoger sus muestras de palo fierro y choyas para su laboratorio en la capital, yo metía las narices de la Koda k en las costumbres de los nativos. El último día de nuestra estancia, me sentí un experto del lugar y decidí salir a los alrededores con jasan rojo, la cámara colgada del cuello y el lucero de la mañana como testigo para capturar imágenes del nacimiento del astro, antes de que su peregrinar lo fastidiara hasta enfurecerlo y me hiciera esconderme también. —No arriesgue , muchacho. Lo desconocido tiene trampas que sus ojos no ven. Mejor guarde los recuerdos en su cabeza y no en papel de colores —me dijo el jefe de los pobladores cuando monté el caballo, dejando por un momento las brasas que prendía para su rito mañanero.

«El trote era un vaivén de gritos en un pozo profundo y la fumarola se veía siempre igual, a lo lejos.»

Asentí con la cabeza pero lo ignoré. Cabalgué un rato hasta que di con unos fuertes mezquites que se agarraban como chiquillos de las faldas de una ladera, amarré el lazo de mi acompañante e inicié la sesión con el sol saludándome la frente. Desde ahí veía la columna de humo que salía de la lumbre que atizaba el anciano. Mi ropa se inundó de sudor; me quité la playera. Tenía dos negativos más, pensé usarlos con un gallardo sahuaro que mudaba su sombra, pero el amodorramiento me lo impidió. Recogí el equipo, subí al lomo de jasan y enfilé las riendas de regreso a la aldea. El trote era un vaivén de gritos en un pozo profundo y la fumarola se veía siempre igual, a lo lejos. El esqueleto filoso del animal magulló mis posaderas y el vigor del dios celeste penetró por un agujero que tenía el sombrero hasta calcinarme la nuca. Empiné la cantimplora con ansia de humedad y solo cayó aire. El arena l dormido se levantó con nuestra presencia y llenó mis ojos con molienda de tierra seca. Comencé a transpirar inanición, el torso dejó de obedecerme, se arqueó sobre el lomo del potro. Mis brazos no soportaron más su propio peso, cayeron como dos hilachos al viento. Me invadió un silencio caliente. Recuerdo entre sueños el alboroto de un río escandaloso, las palabras soyí, soyí, lemitri soyí y a ella. Ella me regresó al caserío ¡lo sé!, con la certeza del inconsciente no la de los sentidos, cuando la noche suplió al día que yo inicié tan seguro.

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Me dijeron que me encontró, aún sin conocimiento, uno de los chiquillos en la orilla del corral, mientras mi hermano desesperado buscaba mi cadáver con los hombres del lugar con la esperanza de que los zorros durmie ran un rato más. La siguiente tarde, casi recuperado por completo, fuimos guiados de regreso por el camino serpenteante dejando atrás el sueño. Su forma se adhirió a mis pensamientos profundos: era joven. Una cascada del matiz de la noche nacía en su cabeza, con labios de granada y una mirada fresca parecida al follaje en retoño; le puse Nayú. En ese tiempo yo estaba por decidir una carrera. Las matemáticas me parecían fáciles pero no tanto como el arte. Me hice el pintor que soy gracias a esa travesía y Nayú viaja siempre conmigo en lienzos por el mundo. Axe´ta, dirigente de la tribu, me dijo cuando volví en mí: «muchacho, llevas el colmillo más afilado. ¡Te salvó el gran espíritu de la hija del desierto! ». © Cony Pedraza

Cony Pedraza. Mª Concepción Pedraza Guzmán usa el pseudónimo Cony Pedraza. Radica desde hace varios años en la ciudad de Querétaro, Qro. México. Y expresa: escribir cuento es una forma de re significar mi historia. Algunos de sus cuentos han sido publicados en revista digital literaria El Humo, revista digital En Sentido Figurado, Periódico Diario de Querétaro, Periódico La Voz de Michoacán, Gaceta Universitaria Nicolaita y colabora de manera esporádica en el Blog Chileno Alen: Claridad de Pensamientos. Ha participado en varios talleres y cursos literarios. Actualmente cursa la carrera técnica en Creación Literaria en la Escuela Libre de Escritores en Querétaro, Qro., Méx. El cuento ―Lemitri Soyi‖ obtuvo el 1 er lugar en el concurso de cuento de Editorial Ketzalcóatl Qro. en Mayo del 2012.

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EL AMI GO por José Vaccaro Ruiz 1 Don Fernando Blasco y Garay había vuelto derrengado de Barcelona. Regresó a Calatayud donde vivía y ejercía de fedatario público a las doce de la noche, tiempo justo para aparcar el coche y meterse en la cama sin más. A los cinco minutos de hacerlo estaba dormido profundamente. Fueron tres días prácticamente sin descansar desde que recibió el aviso de la Guardia Urbana de Barcelona, diciéndole que su hijo Ernesto había tenido un accidente de moto y estaba ingresado en observación en el Hospital de Sant Pau. Escucharlo, subirse al Lexus, y en apenas cuatro horas recorrer la distancia que separaba Calatayud de la ciudad Condal, fue todo uno. La sucesiva enfermedad y muerte de sus tres mujeres, como él las llamaba, en un corto plazo de tiempo: su madre de un ataque al corazón, su esposa Ángeles, de un cáncer de huesos en medio de tremendos padecimientos que se prolongaron durante meses, y su hija P ili de una enfermedad que parecía erradicada pero que la llevó a la tumba, la meningitis, generó en su cerebro un miedo cerval a que la parca pudiera volver a cebarse en su familia, hoy reducida a Ernesto y a él mismo. Cuando dos años antes su hijo se rompió una pierna, o unos meses más tarde cogió unas fiebres tropicales a la vuelta de un viaje a Egipto, Don Fernando siempre pensaba lo peor, que el destino finalmente le dejaría solo en este mundo. De ahí que, tras recibir la llamada dejara todo para acudir al lado de lo último que restaba de una familia antaño feliz y numerosa. La religión católica fue el único consuelo capaz de hacer lleva«La religión católica fue el deras y aceptar aquellas muertes. Contrariamente a otros, que se único consuelo capaz de hubieran rebelado contra Dios, lo interpretaba como una prueba hacer llevaderas y que Él le enviaba. Ferviente creyente, los ejemplos de Abraham, aceptar aquellas muertes. al que Jehová llevó al extremo de orde narle que inmolara a su Contrariamente a otros, único hijo Isaac, o el mismo Jesús, muerto en la cruz para redique se hubieran rebelado mirnos del pe cado original, los tenía muy presentes en sus frecontra Dios, lo cuentes visitas a la iglesia con la certidumbre de que él, como interpretaba como una todos los hombres, no era más que un servidor de los designios prueba que Él le del Todopoderoso. Ese sentimiento fatalista iba acompañado de enviaba.» una confianza ciega que, en la otra vida, y por toda la eternidad, estaría disfrutando de la compañía de su mujer Ángeles, Petra, su madre, y P ilar, su hija, gra cias a su resignación y a su credo renovado en el Altísimo. Cuando tres días antes, a las diez de la noche, cruzaba el umbral del box número cinco de la sección de Traumatología del hospital se esperaba lo peor, ver a Ernesto en coma, entubado y con respira ción asistida. Pero no fue así. Su hijo estaba incorporado y, aunque unos electrodos sujetos con es paradrapo le salían del pecho, plenamente consciente y risueño. Lo sufic iente bien para pegarle una bronca por haber venido: —¡No es nada, papá! Esta gente del hospital no tiene nada mejor que hacer que a quien pillan darle el coñazo. Pero yo estoy perfectamente. A su lado se encontraba Luis, el compañero de estudios de Ernesto en la Escuela de Arquitectura de la Diagonal. Compartían un pequeño apartamento y era su amigo inseparable. Se levantó cuando vio aparecer a don Fernando y esperó, tras comprobar el notario que todo estaba bajo control y mucho mejor de lo que él temía, para estrecharle la mano con timidez. Media hora después el médico lo recibía en un minúsculo despacho con montones de carpetas apila das junto a la pared y le decía:

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—Su hijo ha tenido suerte —le mostraba dos escáners y una radiografía—. Prácticamente no hay nada, acaso una pequeña inflamación en la región temporal, pero ninguna rotura, ni derrame visible. Si no supiéramos como ha quedado el casco que llevaba al pegar contra el bordillo, no daríamos ninguna importancia a esta pequeña señal —y le señaló un círculo marcado con rotulador en uno de los escáners. —¿Hay peligro todavía? —Lo conveniente es tenerlo en observación, por eso está en el box. Cada minuto que transcurre es menor el riesgo, pero hasta que no pasen cuarenta y ocho horas no le daremos el alta. Es el protocolo. Esos dos días don Fernando estuvo en atención permanente al lado de su hijo, resistiendo sus peticiones para que regresara a Calatayud: —Tienes parado todo el tráfico inmobiliario de la ciudad, papá. ¿Cómo se lo harán para hipotecar o vender los pisos si tú no estás? «Acompañó a Ernesto y a Luis a su pequeño apartamento situado detrás de los antiguos cuarteles de Lepanto, y tras comer juntos una pizza a domicilio a modo de frugal cena, los dejó, volviendo a Calatayud.»

Pero eso no le importaba, que fueran a Zaragoza o la Almunia de doña Godina si tanta prisa les corría escriturar o hacer testamento. Pasó las horas deseando que las dos jornadas transcurrieran rápidas, y que con ellas cualquier peligro hubiera desaparecido. A ratos en el box, y a ratos por los pasillos o en la capilla del hospital rezando cuando era Luis quien se quedaba de vigilancia con el enfermo. Sus oraciones siempre buscaban la piedad de su Dios Omnipotente para que concediera a Ernesto la gracia de que, aparte de salir bien del trance, encontrara una buena mujer como fue Ángeles para él, formara una familia, y le colmara de nietos a los que mimar y ver crecer.

Por fin, aquella tarde, al retorno de una de sus comparecencias ante la imagen de santa Rita, la patrona de los imposibles, que por razones obvias una de las más visitadas del templo hospitalario, el mismo médico cejijunto le dijo que las pruebas realizadas indicaban que el asomo de inflamación había desaparecido, y podía irse a casa. Acompañó a Ernesto y a Luis a su pequeño apartamento situado detrás de los antiguos cuarteles de Lepanto, y tras comer juntos una pizza a domicilio a modo de frugal cena, los dejó, volviendo a Calatayud. Tuvo que parar en tres estaciones de servicio para tomarse otros tantos cafés dobles ante el riesgo de dormirse al volante. Su cuerpo le pasaba factura por tantas horas de vigilia. No sirvieron de nada los ruegos de Ernesto para que se quedara a dormir en el sofá-cama del apartamento. —Tú ya no me necesitas, y como dijiste —le respondió— el tráfico inmobiliario no puede estar parado más días. Mañana quiero estar en la notaría. Eran casi las cinco de la madrugada, apenas cuatro horas desde su llegada a Calatayud y se acostó. Entre sueños oyó sonar su móvil colocado sobre la mesilla. Era la segunda llamada que recibía, la primera, un minuto antes, su cerebro, empeñado en recuperarse del sueño atrasado, se había negado a atenderla. Cuando estaban a punto de consumirse los diez timbrazos, conseguido que la insistente cantinela de Movistar hubiera penetrado en sus neuronas, y renegando de no haber desconectado el teléfono, alargó la mano y a tientas pulsó la tecla verde. Sin tan siquiera acercarlo a su oreja escuchó los gritos de una voz conocida pero que, con el sopor del despertar, no identificó: —¡Es horrible! ¡Está muerto! ¡Ernesto no respira! Oír mencionar el nombre de Ernesto y lo que escuchaba lo desveló al momento. Quien llamaba era Luis. —¡Don Fernando, Ernesto está muerto! , ¡muerto! Se incorporó de un salto y lanzó un grito parecido a un estertor antes de poder articular palabra: —¡Pero qué dices! ¿Muerto Ernesto? ¡Eso es imposible!

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2 En el peaje de Lérida recibió una nueva llamada de Luis. Se acababa de ir el forense que no había hecho otra cosa que certificar la defunción. Un coágulo debió ser la culpa. Era algo poco frecuente porque los trombos, con la medicación recibida y el tiempo transcurrido debían haberse disuelto, pero no fue así. Mala suerte, le dijo a modo de c onsuelo al despedirse. Dos horas más tarde, aún a mayor velocidad que el viaje hecho hacía tres días, llegaba a Barcelona, abría la puerta del apartamento, en dos zancadas recorría el corto pasillo que separaba el recibidor del comedor-cocina y se encontra ba a Luis, sentado en la mesa frente a un tipo trajeado y vestido de negro. El muchacho estaba lloroso y por todo saludo le señaló con la barbilla la puerta entreabierta de la alcoba de Ernesto. El notario al entrar se dio de bruces con el cuerpo de su hijo acostado e inmóvil, los ojos cerrados, las manos entrelazadas sobre el pecho y vestido con el mismo atuendo con que se había despedido de él lleno de vida, hacía apenas una horas. Colocó su mano sobre la frente, fría como un témpano, y le alzó los párpados quedando los ojos abiertos y fijos en el techo. Hizo en ellos la señal de la cruz y los volvió a cerrar mientras murmuraba un doliente «descansa en paz, hijo mío». No exteriorizó la pena que le golpeaba las sienes como un martillo con lágrimas, ni con gritos, simplemente fue consciente que aquello tan temido se había hecho realidad. Ya estaba solo en el mundo. Se arrodilló y oró para que Dios, al recibir el alma de su hijo, le admitiera a su diestra en la Gloria. Pero ningún reproche hacia quien le había arrebatado su vida. Así lo expresó en una de las siete plegarias contenidas en el padrenuestro que rezó: «Hágase tu voluntad, Señor, así en la Tierra como en los Cielos». El que acompañaba a Luis en el comedor era un empleado de la funeraria. Aguardaron a que don Fernando, que empleó tiempo para hacerlo, se alzara de la posición genuflexa que tenía frente a la cama y saliera de la habitación. Luis le musitó: —Este señor quiere concretar algunos detalles del entierro. El notario pareció que les viera por primera vez, e hizo un gesto resignado.

«El de las pompas fúnebres observó del recién llegado el Breitling que asomaba por la bocamanga de la camisa de Antoni Miró y los zapatos que, aunque con restos de barro, reconoció de Gucci.»

El de las pompas fúnebres observó del recién llegado el Breitling que asomaba por la bocamanga de la camisa de Antoni Miró y los zapatos que, aunque con restos de barro, reconoció de Gucci. Con un tono de voz apenas audible, perfeccionado y ajustado tras centenares de entrevistas como aquella, y con el apoyo logístico sobre la mesa de unos impresos a medio rellenar y dos catálogos, uno de ataúdes y otro de coronas, fue desgranando su salmodia comercial. Al final, y tras veinte minutos de silencios y susurros, el funcionario pudo ser capaz de cerrar la comanda. Una lujosa caja de pino melis con relieves dorados, acolchada, y bajo el terciopelo una cubeta de zinc convenientemente sellada —para evitar escapes, pensó, sin decirlo—. Como indumentaria para el muerto un blanco hábito de franciscano, incluyendo un cíngulo y un crucifijo en el pecho, y una corona con la inscripción: «que el Señor te acoja en su seno». El responso se haría a la una de la tarde del día siguiente en la iglesia del Sagrado Corazón. A continuación el cadáver se trasladaría a Calatayud donde se le colocaría provisionalmente en un nicho de alquiler (hacía menos de tres años de la muerte de Ángeles, y se debía esperar un mínimo de dos más para poder abr ir la tumba). A la pregunta si quería trasladar al difunto —las palabras que empleaba el chupatintas eran de una corrección inmaculada: deudos, sepelio, exequias, duelo—, a una de las capillas del tanatorio de Les Corts para la vela —le mostró fotografías a todo color de las instalaciones—, Luis salió al paso y le dijo a don Fernando que Ernesto no hubiera querido aquello. Una multitud hablando en voz alta o riendo, entrando y saliendo de las capillas para fumar, un aroma de pino enlatado en el ambiente, gente que se equivoca de muerto y asiste al responso de quien no le corresponde, y como remate el cura, citando compungido al difunto, leyendo su nombre y apellidos de un papel donde se lo habían escrito unos segundos antes.

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—Aquí, ni más ni menos que su casa, lo velaremos mejor —argumentó, y don Fernando hizo una inclinación de cabeza, asintiendo. Porque don Fernando no paraba de decir amén a lo que Luis y el de la funeraria por turnos le iban proponiendo, sin saber demasiado lo que éste le estaban hacién dole decidir, únicamente recordando la mirada vítrea e inmóvil y aquel frío en manos y sienes de su único hijo. El monólogo del vende dor de entierros fue interrumpido por un par de llamadas en su móvil que no sonaba, pero que daba ostensibles saltos sobre la mesa, lo cual era peor. Finalmente escuchó la cifra de tres mil ochocientos cincuenta euros que incluían los gastos del traslado hasta Calatayud, y ante su falta de reacción siguió el comentario de quien tenía pendiente la parte más importante de su t rabajo, cobrar: —Su hijo, don Fernando, tendrá unas buenas exequias —torció su vista hacia Luis como buscando ayuda—: El coste —señaló la hoja con el desglose— puede abonarse mediante tarjeta de crédito. El compañero de apartamento de Ernesto tomó la cartera de don Fernando que estaba sobre la mesa (de ella extrajo al principio de la conversación su DNI para que el entierramuertos tomara su filia ción), y acercándosela al notario le susurró: —¿Lleva usted alguna tarjeta? Asintió, la extrajo y se la pasó. Una terminal de Visa apareció tras sacarla el de la funeraria de su cartera, y a los dos minutos tenía el pago rubricado y la confirmación bancaria. «Cumplimentado su trabajo y largado el enterrador a visitar al próximo cliente con la seguridad de que no le dejaría plantado, las horas siguientes las pasaron don Fernando y Luis casi en silencio.»

Cumplimentado su trabajo y largado el enterrador a visitar al próximo cliente con la seguridad de que no le dejaría plantado, las horas siguientes las pasaron don Fernando y Luis casi en silencio. Sentados en dos sillas al lado de la cama, al principio unas palabras con los recuerdos más próximos de uno y otro que provocaban más tristeza que consuelo. Luego el notario sacó de su bolsillo un rosario y se lo mostró a Luis quien, contrariamente a lo que él esperaba, negó con la cabeza. Don Fernando cabeceó y tomando la primera de las cuentas comenzó por el primer misterio de dolor. En reverencia un padrenuestro, diez avemarías y el gloria.

A las doce de la mañana llegaron dos empleados de la funeraria. Traían el hábito de franciscano, les hicieron salir de la habitación y se lo colocaron al difunto, al acabar tuvieron que firmar un conforme (fue Luis quien lo hizo) y les entregaron su reloj de pulsera y las ropas de calle que hasta hacía unos minutos vestían a Ernesto. También les dijeron que el ataúd no estaría listo hasta el día siguiente. —No se preocupen, mañana a primera hora lo traerán. Estará con tiempo pa ra la hora del entierro. —Como si el que no fuera así significara algo irreparable, no pudo dejar de pensar don Fernando. Ya nada de lo que ocurriera tenía importancia para él. El notario observó las pertenencias de Ernesto dejadas al pie de la cama y notó a faltar la medalla de la Virgen del Carmen que Ángeles le regaló a su hijo cuando hizo la primera comunión. Les pre guntó por ella: —No, señor, su hijo no llevaba medalla ni escapulario algunos, ni anillos, solamente el reloj. —El notario fijó su vista e n Luis: —No, don Fernando, esa medalla la encontrará en el cajón de su mesilla de noche. Ernesto no se la ponía nunca. Al oír la negación expresada con la rotundidad del nunca, el notario pensó que tal vez ese gesto fuera una señal de que su hijo se hubiera apartado del recto camino de la Iglesia Católica en que le educó. Dirigió una mirada de rencor a Luis, creyendo que en parte podía ser el culpable del des apego. Un personaje, ese compañero y amigo íntimo de quien, se daba cuenta, sabía bien poco. Antes de abandonar el apartamento los dos empleados les invitaron a acceder a la habitación para que vieran como quedó el difunto. Yacía colocado sobre una colcha, por única vestimenta encima de

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la camiseta y el calzoncillo el hábito, la capucha primorosa y rígidamente colocada (debe llevar un kilo de almidón, no pudo por menos de pensar el notario al ver la cabeza de su hijo rodeada por un cerco que parecía esculpido en piedra). Con gesto mecánico, al ver que los dos tipos no paraban de cantar las excelencias de su trabajo sin acabar de salir por la puerta, les largó un billete de cincuenta euros que agradecieron con una solemne reverencia y un estudiado: —Le acompaño en el sentimiento. Y se fueron con la convicción del trabajo bien hecho. Aunque se tardaran u nas horas en embutir al muerto en la caja, habían sellado con tapones de cera todos los orificios por donde podían haber derrames (boca, nariz, orejas, pene y ano), de forma que los primeros desechos en forma de orines, mocos, saliva o mierda no tuvieran una salida franca al exterior.

3 Por la vivienda desfilaron durante todo el día un sinfín de los compañeros de estudios de Ernesto y Luis. Algunos con un casco de motorista en las manos. Se hablaba en susurros, como si temieran despertar al difunto, o ta l vez afectados por las caras compungidas de Luis y don Fernando. Nadie abrió la boca para hablar de otra cosa que no fuera lo triste del suceso y transmitir que el grupo se gundo del curso al que pertenecía Ernesto ya no sería el mismo. La mayoría estaba entre un cuarto de hora y media hora, y luego desaparecía. Don Fernando sentado al lado del cadáver recibiendo las condolencias, y Luis trajinando vasos de plástico llenándolos de Coca-cola o agua, que siempre quedaban a medio beber. Por fin, a las once de la noche, desapareció el último de los compa recientes. Padre y amigo del difunto, con mayor silencio todavía entre ellos, ocupaban las mismas sillas de siempre en la cabecera de la cama.

«Aún resistió unos minutos más, justo el tiempo que sintió la mano de Luis zarandeándole con fuerza y obligándole a salir del sueño que nuevamente le había dominado.»

El padre de Ernesto, a medida que pasaban las horas, sentía sus sienes como si fueran dos piedras, sus ojos incapaces de sumar otra más de vela a las tres noches que pasó en el hospital prácticamente sin dormir, sumado a la tensión de su viaje de ida y vuelta a Calata yud. Se le nublaba la vista, perdía la conciencia y la barbilla caía y le golpeaba el pecho, despertándose cada vez que eso ocurría. No taba que su piel le ardía y todo su cuerpo le enviaba mensajes de que ya no podía resistir más.

A la una de la noche sus ojos se cerraron por enésima vez, pero en esta ocasión estuvo a punto de caer redondo al suelo. —Váyase a descansar, don Fernando. —Le dijo el amigo de su hijo al darse cuenta de su estado—. Yo me quedaré a velarle. No tengo sueño. Aún resistió unos minutos más, justo el tiempo que sintió la mano de Luis zarandeándole con fuerza y obligándole a salir del sueño que nuevamente le había dominado: —Ande, márchese. En la esquina hay un hotel. Allí podrá pasar la noche. Mañana nos espera un día duro. Primero la funeraria, luego el responso y más tarde el traslado del cuerpo de Ernesto hasta Calatayud. Es mejor que se acueste. Lo necesita. Por fin se rindió a la evidencia. Su cuerpo ya no soportaba ni un segundo más. Con andar torpe se dirigió al hotel indicado por Luis. Resultó ser de dos estrellas, con un soñoliento portero de noche al que tuvo que despertar para que le dijera que, en efecto, había habitaciones libres y le diera la llave de una de ellas. Se acostó sin deshacer la cama, incluso con los zapatos puestos. Perdió el mundo de vista hasta que se despertó empapado en sudor por la ansiedad de la pesadilla que debía estar ocupando la zona más profunda de su cerebro y que su consciente se negaba a hacer presente.

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Encendió la luz de la mesilla y miró su reloj. Eran las cuatro y media. Había dormido tres horas. Solo tres horas, pero las justas para creer que podía pedir a su organismo un esfuerzo complementa rio de vigilia. Se levantó, abrió el grifo del lavabo y se mojó la cabeza y el cuello. La imagen que le devolvió el espejo no era la propia que el norma l de los mortales tiene de un señor notario: ojeras, sin afeitar, la caspa aflorando y los párpados caídos. Pero no le importaba. El único gesto de atildamiento fue ajustarse el nudo de la corbata. Salió al estrecho pasillo, bajó la escalera y tras pasar por delante del mismo portero de noche que le había atendido y que, sentado tras el tablero de recepción dormitaba sin percibir su presencia, salió a la calle. Acompañaría a Luis el resto de la noche en la vela. Tenía las llaves que Ernesto le dio con motivo de su estancia en el hospital. Abrió la cancela de la calle, cogió el ascensor y subió hasta el tercer piso. El edificio estaba todo él compuesto de aparta mentos para estudiantes, no demasiado lejos de las escuelas técnicas y apenas a doscientos metros del hotel que acababa de abandonar. Con cuidado abrió la puerta del piso. Lo hizo pensando que tal vez a Luis le hubiera rendido el sueño, y no quería despertarle. Al fin y al cabo, las tres noches que él pasó de vigilia las padeció también el compañero de su hijo. Con el mismo esmero desplazó el resbalón de la cerradura. Luego se puso a escuchar. «Con cuidado abrió la puerta del piso. Lo hizo pensando que tal vez a Luis le hubiera rendido el sueño, y no quería despertarle.»

Había un corto pasillo desde la entrada. Al final un espacio en forma de comedor-cocina al que daba un minúsculo aseo y las dos habitaciones, eso era todo. Creyó oír gemidos. Luis, pensó. No tenía duda de que el muchacho es taba desesperado por la muerte de su compañero. Ernesto le contó en el hospital, en un momento que se quedaron solos, que no tenía familia y que estudiaba gracias a una beca.

—Es inteligentísimo —le dijo—. Va un curso por delante y me ayuda mucho en los estudios, papá. Un verdadero amigo. —A lo que el notario le respondió con un elogio de la amistad y de lo difícil que es encontrarla. Avanzó con lentitud. Apenas tres pasos hasta llegar al comedor-cocina. No quería interrumpir las expresiones de dolor que suponía Luis estaba manifestando a solas, tal vez abocando un monólogo de despedida frente al cuerpo inerte de Ernesto. Se planteó hacer ruido para que el otro advirtiera su llegada. Pero un sonido rítmico se lo impidió. Algo parecido a una mecedora, y que los gemidos, al oírlos de cerca no se parecían a un sollozo. Lo que sí estaba claro era que salían de la habitación donde el cadáver esperaba a que los de la funeraria, por la mañana, lo metieran en la caja de pino. Acabó de recorrer el espacio que distaba, abrió la puerta y se asomó al interior.

4 Don Fernando aguardaba sentado en la cama de su habitación del hotel. A ella había regresado del apartamento de su hijo a las seis de la mañana , todavía noche cerrada y las calles desiertas. Tampoco en ese retorno el conserje dio señales de vida. Esta vez no estaba ni siquiera en el tablero de recepción. Creyó adivinar el reflejo de una televisión encendida en la habitación que comunicaba con el vestíbulo y unos pies inmóviles de quien, o estaba atento a lo que pasaba en la pantalla, o indiferente porque dormía a pierna suelta. Al fin y al cabo el tipo había cobrado un buen precio por adelantado y en metálico por la sola noche de su estancia, y encima del mostrador había un timbre de llamada por si se necesitaba su presencia. Lo que menos preocupaba a quien, teóricamente debía controlar quien entraba o salía del hotelucho, era lo que hiciera aquel hombre, don Fernando, desali ñado, de expresión compungida y acento maño. Eran las siete y media, y el notario estaba con el móvil al lado esperando que sonara, a sabiendas de

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que lo haría más pronto que tarde. Aunque su traje estaba igual de arrugado, él se encontraba per fectamente aseado: duchado, afeitado y perfumado con la colonia barata de la repisa del lavabo. El agua del baño estaba igual de fría que la habitación, pero estuvo bajo el chorro de la oxidada alca chofa mucho tiempo frotando a conciencia las uñas, el vello de los brazos, o cualquier co misura o arruga de su cuerpo. No se importó la tiritona que eso le causó, la carne de gallina de su piel y sus dientes rechinando. Por fin sonó el móvil. Miró el número que figuraba en la pantalla. Muchas cifras, era lo que espe raba. A los seis timbrazos pulsó el on: —Sí, dígame. Escuchó un papel que se desplegaba y un nombre que era leído: —¿El señor don Fernando Blasco? —Sí. ¿Quién es usted? —Me llamo Sebastián Aguirre y soy policía. —¿Qué ocurre? —Debe usted comparecer inmediatamente en el piso donde vivía su hijo. Don Fernando dejó pasar unos instantes antes de decir: —Mi hijo ha muerto. Esta mañana lo enterraremos. —Acuda, señor Blasco. Ha ocurrido algo grave, un vecino ha visto la puerta abierta de la vivienda y ha entrado —pareció dudar si seguir con los detalles por teléfono; debió pensar que no era lo correcto, porque concluyó—: Cuanto antes, es urgente. —Y cortó la comunicación. El notario se concedió todavía unos minutos antes de salir. Tarde o temprano se medirían los tiempos de respuesta de unos y otros. E l suyo, el del vecino curioso que entró en el apartamento ante la in vitación de la puerta abierta que él dejó, incluso del conserje del hote l que juraría no haberle visto abandonar el lugar en toda la noche. Advirtió el coche de la policía aparcado delante del portal, aunque no por eso apretó el paso. Sabía lo que encontraría en el piso que compartían Ernesto y Luis. Lo mismo que él dejó apenas unas horas antes, cuando lo abandonó.

«Aparte naturalmente de dos o tres policías, allí seguiría el cuerpo de su hijo, embutido en el mismo hábito franciscano en que lo metieron los de la funeraria.»

Aparte naturalmente de dos o tres policías, allí seguiría el cuerpo de su hijo, embutido en el mismo hábito franciscano en que lo metieron los de la funeraria. Solo que, si alguien lo hubiera visto con anterioridad, y se fijaba, notaría que la posición del cadáver en la cama, el nudo del cíngulo, el encaste de la capucha, los pliegues de la vestimenta y las arrugas de la colcha sobre la que estaba colo cado no eran exactamente los mismos de cuando los de pompas fúnebres abandonaron la vivienda diciéndoles a él y a Luis que regresarían al día siguiente con el ataú d. Tampoco Luis estaría como la vez anterior abriéndoles la puerta cuando llamaran trayendo el fére tro, interrumpiendo su labor de tirar los vasos de plástico y los envases a la basura, pasando un trapo por encima del hule de la mesa y recomponiendo el orden de las sillas a su alrededor. Ahora era imposible que hiciera nada de eso. El compañero de su hijo seguía en efecto dentro del apartamento, pero no en el comedor-estar ni en ninguna de las dos alcobas. Se encontraba completamente desnudo, encajado en cuclillas dentro de la minúscula bañera del aseo en los dos palmos de agua que era un mar de color rojo. Así estaba cuando el notario abandonó el piso tras dejarle sin sentido, abrirle las venas y sumergirle las muñe cas en el agua, aguardando a que se desangrara y el pulso desapareciera de sus sienes. Y si los policías se habían molestado (sin duda lo hicieron) en registrar la vivienda, tampoco encontraron las cartas de amor dirigidas a Ernesto que Luis le escribía: «Amado mío, queridísimo, alma mía». Ni las respuestas igual de pasionales de su hijo en otras tantas misivas. Pero sin hallar nada de

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eso, todos coincidirían en lo mismo. Aquel pobre muchacho, Luis, no pudo resistir la pena por la muerte de su amigo entrañable y, en un rapto de desesperación, se había quitado la vida. ¡Qué historia tan preciosa para ser descrita en la prensa del corazón!, la demostración de que, en pleno siglo XXI, en la época del chateo, usar y tirar y el hedonismo más exacerbado, la amistad podía alcanzar semejante comunión e ntre dos almas, hasta el extremo de considerar una de ellas inútil la vida si le faltaba su gemela. Nada hallaron de ese epistolario amoroso porque él se encargó de destruirlo, rompiéndolo en mil pedazos y tirándolo por la primera alcantarilla que encontró cuando regresó al hotelucho. Ni por supuesto sabrían aquello con lo que él, don Fernando Blasco y Garay, número dos de la promoción de notarios del setenta y dos, se topó cuando regresó para reanudar la vela del cadáver junto a aquel amigo de su hijo que sentía su muerte más que un hermano. Mientras traspasaba el umbral del apartamento, y a buen paso se dirigía al comedor -estar donde dos hombres de pie le aguardaban con gesto serio (sin duda los policías), recordaba la razón que le llevó a hacer lo que hizo y lo fácil que le resultó hacerlo. Quien compartía vivienda con su único hijo no advirtió su presencia cuando él asomó su cabeza por la puerta entreabierta de la alcoba, y tampoco cuando irrumpió en la habitación, porque estaba ocupado en otras cosas. Ocupado y atento, el bueno de Luis, el amigo perfecto, el compañero fiel, el desconsolado deudo, a despedirse de su alma gemela en la forma más bíblica que se podía concebir. Eso es lo que don Fer nando vio. Luis, tras girar el cuerpo inerte de Ernesto, levantar la falda del hábito franciscano del cadáver, bajarle los calzoncillos, colocar dos cojines bajo la tripa para que las nalgas estuvieran alzadas y quitarle el tapón de cera que impedía la entrada a lo que sin duda fue el objeto de su deseo, procedía a sodomizarlo, sin importarle si su pene, en cada embate, salía al exterior de aquel agujero de carne relajada y fría tiznado de color oscuro. Al tiempo que emitía unos jadeos a medio camino entre el placer y el llanto. El rostro del cadáver, mientras recibía las arremetidas del pene de Luis, pegado contra la colcha, girado y, seguramente como consecuencia del trasiego a que andaba sometido, tenía los ojos abier tos y parecía mirar hacia la puerta por donde, en aquel momento, entraba don Fernando. El notario creyó ver, en aquella mirada vidriosa y vacía, una demanda de auxilio. El último gesto de cariño que el notario hizo hacia el cuerpo sin vida de Ernesto, al regresar del aseo tras verificar que Luis estaba allí donde él lo envió, a los infiernos (de e so no tenía ninguna duda), fue quitarle los almohadones de debajo, con dulzura volver a introducir de nuevo el tapón de cera en su ano, limpiar con su propio pañuelo los restos de suciedad que enseñoreaban las nalgas, y recomponer su atuendo de monje, colocando la cruz a modo de protección sobre su pecho. © José Vaccaro Ruiz

José Vaccaro Ruiz. Arquitecto y abogado. Es autor de las novelas Ángeles negros (Atlantis, 2009), La vía láctea (Neverland, 2010), La granja (Ediciones Atlantis, 2011), Catalonia Paradis (Neverland, 2011), Tablas (Neverland, 2012) y El Invitado de Nunca Jamás (Neverland, 2014).

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Relato

CAZ ADORE S DE HIJUEPU TAS por Favio Giacometto A las mujeres les gustan los hombres deses perados; si no los encuentran, los hacen. León Daudí

Es mejor quemarse que desvanecerse Kurt Cobain

Todos tenemos un secreto y un fin. La voz de una novela. Sentir el frio del metal negro de un revolver. La hume dad de unas escaleras a oscuras. Conquistar a una mujer porque tiene un matrimonio infeliz. Un apartamento solitario y ennegrecido. Una puerta metálica que aísla los ruidos del mundo externo. Un sillón rojo. La frívola monotonía de un huérfano adinerado. Me senté a la puerta de mi casa viendo cómo el atardecer invadía a la gente y a las calles y se iba haciendo noche de lluvia. Llegó Camila, el sol de la tarde le venía pellizcando las mejillas mientras sonreía. —Pilla este poporo tan bacano que me regalaron ¿ah? Estaba tan hermosa como siempre. Con esas pinticas tan raras. Le gustaba vestirse como u na extraña-niña-linda-mala-sexy. Su sonrisa en la tarde era una prolongación de su belleza. Seguimos a mi apartamento. En la sala, se sentó en el computador para cambiar la música. Me quitó Betterman y puso In A Gadda Da Vida. Estaba bien. Los saqué de mi billetera. Ácidos para los dos. Nuestro primer ácido juntos. Camila me miró con duda pero con decisión. Reposé en su minúsculo dedo índice la felicidad en dos cartoncitos del ta maño de la lengüeta de una caja de chicles. Me habían costado treinta mil pes os cada uno. —Oye ¿pero qué? ¿No lo vamos a comer aquí? —No, no, aguanta. Tenemos que farrearnos estos ácidos en la calle. —¿O qué? ¿Quieres quedarte? —No, no. Decía no más. —A listo, ¿y entonces? —Vamos a Parking a ver cómo está la farra. —Naaa. —Mejor a P unto Chirri. —¡Huy sí! Hoy hay toque de un parcero. —Listo pues. —Mejor comamos acá. ¿Qué tal se nos pierdan estos hijueputas? —¿Son muy pequeños sí o qué? —Pues sí. Hagámole. —¿Cómo dijo el man? Mitad hoffman mitad chiva. —¿Cuál es cuál?

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—Güevón igual qué importa. —¿Si o qué? Vale güevo. —Qué video. —¿No tienes una cuchillita o algo así? Al salir, la luna giraba sobre la puta madre de todos y esa maldita lluvia que caía sobre los recodos fatales de la inmensidad de un rio de gente y aguas sucias que no parecían tener fin. Más allá de los ventanales danzaba el aguacero en la noche bajo los edificios grises. La ciudad se escurría como la taza del inodoro cuando el agua viaja hacia el océano, entre las migajas del odio de todos y las solitarias luces que acompañan sus sonidos. Ciudad sabandija y juguetona. Noche cómplice y sigilosa que se extiende amarilla como la meseta árida de la muerte. Metal, oscuro, negro, rojo. Bogotá. Gigante y miserable. Injusta. Fría y maloliente como cuchillo que corta las cabe zas de pescado que se esconden entre la multitud de cajas marcadas para ricos o para pobres según sea el caso. —Camila. Te amo. Te siento. Te veo. Hablamos de una cosa o de la «La ciudad se escurría otra. Siempre hablamos de sexo, de la masturbación, de música y el como la taza del oscuro pasajero. Y tú y yo como en el centro del mundo. Sensibles inodoro cuando el las yemas de tus dedos en las llamas de mi corazón. Abrázame , agua viaja hacia el nena, abrázame como si nos hubiéramos metido un 2cb cada uno y océano, entre las lo hubiéramos mezclado con ese perico encima de tus tetas carcajamigajas del odio de das. Como la otra noche ¿recuerdas? que me pegaste una cachetada todos y las solitarias y estabas tan borra cha que no te podías tener. Y yo tuve que pelear luces que acompañan con un hijueputa que te insultó ¿recuerdas? Y ca minábamos bussus sonidos.» cando perico en la zona T y nos fuimos a un parquecito ahí arribita del CAI donde nadie nos veía. Ahí en pleno parque virrey. En medio de apartamentos estrato seis. Al lado de un caño donde nadie sabe el olor que tienen tus besos de cerveza y marihuana. Y yo con la media de guaro. Tomándola a sorbos suaves y apretándola como si fuera mi verga. Como si fuera el arma con la que te defendería de esos dos tipos que pasan en una moto. Mierda. Estoy asustado. Pero tú no. Tú estás feliz. Tú estás riéndote a carcajadas de la fogata que imaginamos. Esa pequeñísima fogata que resulta ser una alucinación y el frío nos hace temblar los últimos cigarrillos. Llueve un poco y luego más. Llueve tanto que buscamos desesperadamente pedazos de billetes. Encontra mos unos cuantos y cogemos un taxi. Nos encerramos en un motel de chapinero y hace mos el amor, con fuerza y sin pudor, con saliva y sin concesiones. Emparamados de sudor nos dan las 3 de la tarde del martes y el hambre nos saca a patadas a una luz que nos aterra. Vemos a la gente caminando con sus trajes de oficina y sus libritos de estudiante y nos reímos. Compramos un desayuno carísimo en una panadería gigante y luego te vas y mientras te dejo en el taxi trato de recordar tu nombre pero ya lo he olvidado. Pasan los días en la monotonía de siempre, en el aburrimiento de la existencia, en la desesperación. Aparece Camila nuevamente un viernes. La beso en la boca. Ya es mía.

Nos volvemos uno. Caminamos por la calles odiando a los demás, riéndonos de todos. Bebiendo y buscando problemas. Metal, oscuro, negro, rojo. Nos confesamos mentiras mientras nos ocultamos verdades. Me entero que es una niña bien. Que tenemos dinero por nuestras familias. Pero las aborrecemos con sevicia. Sus padres la enviaron al psiquiatra cuando se hizo el primer tatuaje y un piercing en la nariz. A los diecisiete años todo fue peor. La recluyeron durante casi un año en una institución mental. Esquizofrénica y psicótica depresiva le decía la hermana mayor para burlarse de ella. Entonces le confesé, para estar a la misma altura de su sufrimiento, una temporada que pasé en el infierno de la cárcel hace algunos años por matar a un tipo en defensa personal. El dinero me puso en libertad. Se dilataron sus pupilas. No le importó la condena sino los detalles del acontecimiento. La sangre, el miedo y el dolor. Otro ácido por favor. Bebimos vino esa noche y fumamos marihuana en nuestro refugio de siempre. Sexo salvaje y esa noche me cortó con una cuchilla por primera vez. Me habló de lo bello que se ve la sangre escurriendo en el metal; balanceó mi brazo mientras escu-

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rría la sangre oscura y negra, y yo no entendía muy bien de qué hablaba. Pero me dejaba guiar por sus hermosas tetas. Nos volvimos freaks de la sangre. Como una liebre que corre detrás de un tigre que duerme. Llueve, llueve todas las noches. Somos hijos de esta jodida y malcriada sociedad. Siempre soñé con crecer en otro país en medio de una depresión. Hay tantas cosas horribles aparte del divorcio, he sido criado sobre algo que nunca he podido tener. Somos iguales. Odiamos a las ratas, tú sabes cómo son. Están en todos lados, el ácido de la reflexión: ¿P or qué si todos los hombres son medianamente buenos hay tanta maldad y tantos muertos en el mundo? Todos conocemos algún hijueputa. Sabemos cómo son. Son esos ase sinos, violadores y criminales que se ocultan entre nosotros. A veces se esconden entre corbatas y detrás de un escritorio. Apariencia de gente normal pero mala en esencia. O la maldad sin justifica ción o por razones de dinero y de poder. Abundan en racimos de familias con dinero y sin dinero. Son la verdadera escoria del mundo. Metal, oscuro, negro, rojo. Llovía en la noche de la epifanía. Lo decidimos. Trazamos un plan ela borado. Metal, oscuro, negro, rojo. Ya estaba dicho, ya estaba hecho. La primera vez buscamos a un tipo que era conocido en el barrio San Cristóbal. Llevaba años delinquiendo sin pudor. Violando, asesinando por encargo de otros. Le decían el diablo. El evento fue natural, investigamos su pasado oscuro con certeza y con hechos probados. Siempre mienten al principio. Apresuramos la confesión con dolor. Ella lo sedujo y lo redujo, lo llevó a mi apartamento, yo lo esperé y como pude, lo maté. Estaba dicho, estaba hecho. Esa primera noche celebramos de largo durante cuatro días y sus noches con ácidos y vino rojo. Fumando cocaína y marihuana mezclada con efedrina barata y algunas anfetaminas bañadas en aguardiente. Amanece por primera vez en nuestras vidas y somos otros, los mismos pero diferentes. Al fin encontramos un oficio, un destino con desesperación: Cazadores de hijueputas. © Favio Giacometto

Favio Andres Giacometto Dallos. Escritor, Ingeniero de Sistemas de la Universidad El Bosque. Algunos semestres de Español Y Filología Clásica Universidad Nacional. Egresado del Taller de Cuento Ciudad de Bogotá 2010. Taller de cuento Virtual Antonio Ungar 2011. Taller de Cuento Universidad Central 2012. Ganador 1er puesto Concurso de Cuento Universidad El Bosque 2009. Ga nador convocatoria Revista Literaria La Perra 2010. Seleccionado para Libro de cuentos Antología Renata de cuento 2010 (Tragaluz Ediciones). Finalista concurso de cuento Teuc 2012. Escritor invitado para ―BOGOTÁ CUENTA – Nuevos Narradores Colombianos‖, Semana del Idioma en la Feria del Libro Universitario organizada por la Universidad del Rosario. Abril de 2010 y mayo de 2011. Ganador Concurso Distrital Imaginación en el umbral Modalidad Concurso Nacional de Cuento para Jóvenes. Publicaciones virtuales y físicas en revistas de literatura. Textos suyos han aparecido en diversas publicaciones impresas como la Antología Renata de Cuento 2010 o las revisatas literarias La perra edicion 1 (Colombia, 2010) Letras Libres (México, 2011) Letralia (Venezuela, 2014) Cinargo (Chile, 2014) Margen Cero (España, 2015). Hizo parte del libro: Proyecto Once Autores (Colombia, 2015), cuya lectura de textos y lanzamiento se dio en el marco de la Filbo 2015.

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Relato

EL MISMO P ROBLE MA por Emilia Vidal Te escribí y te atrapé en bits, celulosa, ideas Te amarré con un nombre y un verbo Con alivio pensé ahí te quedas Luego han dicho, quienes me leyeron Que le has dado al narrador algo más que penas

El problema con Él es que no sé si existe, claro que esta trillada incertidumbre podría extenderse al mundo entero pero no es mi intención filosofar al respecto (esa es su tarea, ya les co ntaré en breve). Y paso a enumerar las pruebas del caso. Sé que lo soñé hará unos, ¿diez, doce años? Uf, ¡cómo pasa el tiempo! Luego lo besé al pasar, una noche, en un boliche, de esto hace como cinco años. También es posible que sea aquel niño que dejé plantado. Yo, niña también, con un «cuete» en el traste según mi abuela, y el resto de los adúlteros irresponsables implicados en mi crianza; con el mismo cuerpo desgarbado y claramente hecho sin ganas, moldeado a fuerza de caramelos y probables parásitos. É l mudo, expectante y luego perplejo ante mi repentina huída. Y juro que me gustaba tanto o más que las golosinas, o correr como loca, o nadar con los ojos abiertos. Así me gustaba, como mucho o todo lo que podía importarme. Igual me fui. Era demasiado bueno, demasiado idéntico al muchacho tímido de mis sueños. Demasiado para ser real. La última aparición de «Él» en mi vida fue en los zapatos de un «Y juro que me filósofo, y digo fue porque ya no habita mi cotidianidad, ésta que me gustaba tanto o más recibe con la misma pared manchada de humedad y la exacta cocina que las golosinas, o que enciendo para poner la pava con la crónica intención de preparar correr como loca, o unos mates. Digo fue, como un ser pretérito, aún ignorando su paranadar con los ojos dero físico actual o, esté donde esté, si respira con la frecuencia abiertos. Así me propia de un animal vivo. Filósofo y filoso también, no porque tenga gustaba, como mucho las uñas largas y éstas puedan actuar como un objeto cortante. No, o todo lo que podía me refiero a su potencial capacidad de herir, de hendir la perfecta importarme.» constitución de mi existencia, y la de otros. Pero vamos a lo ameno, a lo que más me gustaba de este Él aunque admito que tenía muchos atributos desde mi peculiar apreciación del mundo, y esto no lo aclaro sólo porque sea miope. Me expediré en los que considero más relevantes. Uno de ellos era un hermoso lunar en la nariz que le descubrí la quinta vez que nos vimos. Él pareció ofenderse por mi distracción previa, creo que nunca entendió que estaba embelesada con el tono de su voz u otras partes de su cuerpo, como sus ojos —sí, los mismos que se alzaban como astros atemporales en el cielo de mis sueños— pero no alcancé a explicarle, no me dejó o no me creyó, ya no recuerdo. Otra cosa que me gustaba de Él era que nunca utilizaba esa palabra fetiche de los intelectos egresados de humanidades: devenir. Jamás pronunció ni aludió de modo alguno a este vocablo. No es que estuviera en contra de los berretines propios de la deformación profesional, o de la palabra en sí, que suena elegante y parece que explica mucho. Simplemente, me parecía que esa omisión lo distinguía de alguna manera, lo elevaba por encima de las debilidades y tentaciones que son agradables a la razón. Sin lugar a dudas, aquello que más me gustaba de Él era el temblor que se insinuaba en su cuerpo, y que pude sentir fielmente con el mío, como si toda su anatomía cayera de rodillas y cediera ante el compás de su corazón tirano.

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Un temblor que se transformaba en aleteo en los labios cuando rumiaba una respuesta que le exigía pensar. Aleteo que, curiosamente, me hacía despegar. Debería volver al café en el que estuvimos la última vez y preguntarle al mozo, o al indiferente de detrás de la caja, al que sea, si esa última vez que estuve allí fui acompañada. Pero, ¡qué estúpida!, ¿por qué habría de acordarse de mí?, ni que tuviera monos en la cara o una belleza digna de anclarse en la memoria de un tipo que ve pasar decenas de argentinas por día, y con eso lo digo todo porque si hay algo que le sobra a este país es minas lindas, hay para hacer dulce. ¿Deberé confiar en el recuerdo? No lo sé, es tan irrisorio, recién conocernos y ya te rminar las frases del otro, ya tocarlo y sentirme en casa, ya telepatía, ya querer eternidad aunque sea mi mayor miedo. Además, vernos tan repetidos uno en el otro, sin espejos ni evocaciones fatuas, ni otras abominacio nes que nos divulguen. Si me decido a creerlo, estábamos en el café y hablábamos de infancia y mascotas. En mi casa había un cusco, tan mestizo que parecía un perro Frankestein, por eso lo llamamos Víctor. Este bicho se portaba bastante bien, había arrancado algunos malvones y masticado una pantufla pero nunca se metió en contra de bienes preciados como puede ser un pollo al horno o una torta de chocolate. Pero la paz se acabó al fin y su rótulo de civilizado expiró el día que llegó Taz, no sé quién le puso el nombre pero fue profético. Formaban una pareja caótica que alternaban sus funciones domésticas — ladrar, olisquearse, aullar, mover la cola cuando llegábamos — con disputas y fechorías, eso sí, eran los mejores socios para el despelote. Un día, después de encontrar un sendero de basura q ue iba desde el sillón del comedor al cubrecama Palette rojo de la cama, mi viejo suspiró y, a modo de corolario del hecho, dijo algo que no pude olvidar. —Mala yunta estos dos, no van a llegar lejos —le dije en tono campechano, parafraseando a mi viejo—, igual que nosotros parece, vos te comiste unos sopapos y yo soy clavadista de charcos. ¿A dónde vamos a parar? «Es fácil enamorarse en retrospectiva, puede que Él me recrimine. O no, con Él nunca se sabe.»

Otra vez su mirada perpleja, esa que le conocí de niño. Y seguí como si me hablara, me advirtiera, a mí misma —de la esquina, de la semana, seguro no pasamos.

Y dicho y hecho, otra vez sola o sin Él, que es lo mismo. P orque el resto siempre fue un decorado igual que mi pared manchada. Lo di por perdido o nunca tenido, excepto tal vez por ese parpadeo en el continuo del tiempo, de su vigilia insomne, el instante que entonces aguijonó el pecho con esa promesa vacía, enorme pero vacía: te voy a querer… y con todo, lo pensaba, lo extrañaba, ¿lo quería?, sí. Con esa manía, muy mía, de meterme en la boca del lobo, a consciencia, pagando entrada si e s preciso y echándome encima el aderezo previo (para saber mejor). Es fácil enamorarse en retrospectiva, puede que Él me recrimine. O no, con Él nunca se sabe. Lo que se hizo no se puede deshacer y lo que se besó ya no se puede des-besar (ya parezco de su gremio y profano las palabras ensartándolas en guiones). Nada más espantosamente determinista que un beso imaginado, negado, prohibido y, ¡maldita sea!, logrado. Un chapuzón en el desconcierto, en el aluvión de hormonas que dictan los pasos, derechito a la locura. Un eterno regreso al principio de nuestra existencia porque lo primero que hacemos cuando nos echan de la comodidad ingrávida y ciega, y salimos al aire boqueando como pescados en trance de muerte, es aferrarnos a la vida con un beso. En cada ocasión que apareció fue breve, un pellizco inesperado en la comodidad diaria (s í, la misma de siempre, aunque la pared se manchó con los años, antes era de un verde pálido), un —despertate nena —susurrado en la soledad de la noche y la misma advertencia—, ¡estás soñando! Y a un así, lo bueno si breve… ya saben. Con ligeros cambios es Él, siempre es Él, como una amenaza, un recor datorio de que existe ese otro mundo en el que Él nace, besa, respira, me conoce y me ama, a su manera intermitente. O yo no sé la diferencia entre esa cuota de uni-verso (sigo, ya que estamos) y ésta, la de la pared manchada.

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Hoy apareció de nuevo. Parece ser el mismo filósofo pero no tan filoso, por ahora. Creo que esta vida, los sopapos que dice haber atajado con la cara, lo dejaron romo, inocuo, acolchado. Y la promesa lejana parece concretarse y esta vez me quiere. Y no escapo y me pego a su lado pero, ¿y si es cierto? El problema sigue siendo el mismo. © Emilia Vidal

Emilia Vidal (Mar del Plata, Argentina, 1979). Licenciada en Ciencias Biológicas, filósofa amateur y estudiante de Psicología. Realizó tres años de postgrado en microbiología aplicada y es autora, y co-autora, de un par de artículos científicos y un capítulo de libro. Fuera del ámbito científico, participó con algunas colaboraciones en la revista Crepúsculo (Nº 26, 28 y 29) y en la Revista Literaria Visor (Nº3).

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Relato

EL CABELLO DE XUN X por Ramón Araiza Quiroz

Xunx llegó a la escuela preparatoria número 1300-HJM en su natal Goberf, un país inexistente sobre la faz de una tierra también inexistente y hasta quizá con un nombre inexistente; porque eso de es cribir con nombres reales no va con este texto, así que a usar la imaginación todos y cada uno de ustedes los lectores. Bueno, una vez aclarado este punto, debo decir que Xunx cruzó la puerta de la preparatoria y todos, hasta los que sólo iban a modelar a la escuela: hombres y mujeres cuya intención no es ejercitar las neuronas sino hacerse notar de cualquier manera y a los cuales por supuesto se les llama alumnos y alumnas, pues ellos y ellas, también con la única neurona que les quedaba revoloteando en su hueco cerebro, vieron algo: su cabello había crecido. No, no, por supuesto no me refiero a que el cabello en su totalidad le hubiese crecido, sino solamente un cabello, uno que cada vez que avanzaba por los pasillos de la escuela crecía más y más. Cuando arribó al salón de clases ya tenía ese solitario cabello, que sobresalía por supuesto del resto de su tu pida cabellera, con una longitud fácilmente de unos treinta y cinco centímetros si no es que más. Para cuando se hubo sentado, el cabellín ya medía como dos metros, y así siguió creciendo durante las clases mientras todos los compañeros sin hacer comentar ios empezaron a sentirse asfixiados por el cabello de Xunx que había empezado a invadir casi la totalidad del salón. Los alumnos empezaron a salir uno a uno y fueron dejando a la bella damisela en su soledad académica frente a un maestro que con la boca ca si llena de cabello continuaba con su clase. El timbrazo que anunciaba la finalización de la clase hizo que el profesor salvara su «Los alumnos vida. No dejó tarea para hacer en casa y salió corriendo a tomar empezaron a salir uno a agua porque el asco lo invadía. Se le vio a lo lejos haciendo unas uno y fueron dejando a reverencias que no eran más que arcadas provocadas por el gran la bella damisela en su asco que sintió. Xunx ni se inmutó. Ella caminó por toda la essoledad académica cuela con su cabellera de tamaño normal pero con un solo pelo frente a un maestro que que sobresalía evidentemente arrastrándose como animal ponzocon la boca casi llena de ñoso por los patios de la enorme escuela. Los estudiantes de otros cabello continuaba con grados se asomaron por las ventanas y vieron aquella escena como su clase.» una monstruosidad, algo que les causaría pesadillas de por vida. La directora de la prepa fue avisada de lo que sucedía. Ésta fue a ver con sus propios ojos lo que estaba ocurriendo pero el cabello de la chica había crecido tanto que no permitía que la directora saliera de su oficina. La preparatoria estaba atrapada. Nadie se podía mover. Todo era ca bello, la histeria empezó a apoderarse del alumnado pero Xunx sólo tomó su teléfono celular e hizo una lla mada. Todos se quedaron a la expectativa de lo que diría: —Madre, soy yo, volvió a suceder. Como cuando estaba en el la secundaria. Aquí te espero. Adiós. Yo también te quiero mucho. Eso fue todo lo que dijo. Todos permanecieron callados, de hecho no había otra opción, porque si abrían la boca quizá el pelo se les metería en la boca y les crecería dentro de su cuerpo, no lo sé, pero lo supongo. La madre de Xunx llegó a la escuela, sacó una jeringa pequeñita, le subió la manga de la blusa a su hija y le inyectó alguna substancia que nadie supo que era. En pocos minutos aquel pelo que había crecido tal vez kilómetros y kilómetros y que había atrapado, como ya había comentado, a t oda la prepa y sus alumnos, empezó a hacerse más corto y más corto, hasta llegar a su tamaño normal. Todo volvió a ser lo mismo en breve. Al siguiente día nadie se animó, ni siquiera sus mejores ami gas, a cuestionar a Xunx sobre lo que le había ocurrido, jamás habían visto semejante cosa y durante el largo tiempo de su amistad nadie recordaba este fenómeno. Sus amigas no habían estado en la

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misma secundaria, ellas se conocieron durante esa época pero en otro sitio y como he dicho e in sisto, jamás habían visto tal cosa. En fin, aquella normalidad se apoderó de todos y tenían desde entonces en mente que el día que sucediera una vez más esta cosa rara simplemente le llamaría a su madre, traería la jeringa con la rara substancia, se la aplicaría y asunto arreg lado. A veces las cosas pueden ser tan normales como dejar que un solo pelo le crezca a uno kilómetros y kilómetros. ¿Qué tiene que ver? ¿A poco somos normales? La preparatoria se convirtió en un éxito porque todos los alumnos de secundaria querían estar ahí al término de sus estudios. Querían ver si la chica Xunx todavía estudiaba ahí o si algún otro alumno tendría el mismo padecimiento. Quizá era el agua de la cafetería, o la exposición a las materias que llevaban durante los semestres y hasta se pensó que la directora era la que provocaba eso. Nada se pudo comprobar. Sólo les puedo comentar que hace unos minutos el padre de un alumno recibió una llamada. Tal parece que le empezó a crecer una sola uña y están todos atrapados nuevamente ahora por kilómetros y kilómetros de uña. No lo sé pero quien se atreve a no ser normal vive más feliz. © Ramón Araiza Quiroz

Ramón Araiza Quiroz. Escritor mexicano. Autor de relatos publicados en esta revista. Ganador de premios internacionales. Si deseas enviar tu opinión sobre este relato o cualquier otro es posible enviar un mensaje a través de su página www.ramonaraiza.com.

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Relato

CON OCIEN DO A LA HE RMAN A LUISA por Carlos González

Al abrir la puerta pasadas las 7 de la tarde vi encendida la luz de la habitación de mis padres. No esperaba que hubiese nadie en casa. Al acercarme, vi a mi madre sentada en un lado de la cama rebuscando fotos en una caja de zapatos. —¿Qué buscas, mamá? —le pregunté mientras me quitaba la chaqueta. —La leucemia había avanzado mucho más rápido de lo esperado. Apenas habían pasado cinco me ses desde que se lo diagnosticaron —con un tono muy serio—. Lo han mandado a casa hace un par de horas. No se puede hacer nada más que esperar —me dijo compungida sin dejar de pasar fotos. Le pregunté qué buscaba. —Tu abuelo era un gran hombre, un buen maestro de obras, y supo cuidar de todos nosotros hasta que murió —hizo una pausa —. Tu tío dice que en estos mome ntos sólo se acuerda de él, de la abuela y de nuestra hermana Luisa. —¿Luisa? ¿La monja? —pregunté. —Sí —apretando los labios intentando no llorar—. He buscado una foto de los abuelos, una de tu tío Antonio cuando era joven y del resto de nuestros hermanos. Están bastante viejas ¿Con el ordenador no puedes ponerlas mejor y sacarlas por la impresora? Mi madre apenas entendía de tecnología, tenía 70 años y mi tío, que estaba a punto de morir, más de ochenta. Me acercó desde la cama un fajo con 10 fotos. Una de mi abuela, una de mi abuelo y las ocho restantes de todos los hijos del matrimonio. Intenté hacer lo que pude para mejorar cada una de aquellas y al día siguiente las llevé a una tienda de fotografía a imprimirlas. Las dejé sobre la mesa para que mi madre pudiese llevárselas a su hermano. Mientras me sentaba en el sofá, llamaron por teléfono. Era mi madre. Me preguntó sobre las fotos. Le dije que ya las tenía.

«Mi madre apenas entendía de tecnología, tenía 70 años y mi tío, que estaba a punto de morir, más de ochenta. Me acercó desde la cama un fajo con 10 fotos.»

—Pues tráeselas al tío, anda, que quiere verlas. Mis tíos vivían a cinco minutos de casa. Apenas había tenido relación con ellos, siempre me habían parecido sido altivos y distantes pero mi madre quería mucho a su hermano, era el mayor de todos. Desde que estaba enfermo pasaba las tardes en el hospital con él y ahora en casa, acompañándole. Hablando de cuando eran jóvenes. Me abrió la puerta mi prima. Toda la desgracia del mundo parecía reflejarse en ella. —Hola, Mari ¿Cómo va? Vengo a traerle unas fotos —acercándole un sobre blanco. —Pasa, pasa, no te quedes ahí —haciéndome entrar—. Están todos en el salón. Al entrar vi la casa como la recordaba de años atrás. Repleta de cosas caras e inútiles. Adornos sin sentido. Al pasar al salón me encontré a mi madre hablando con mi tía en el sofá y a mi tío, delgado y sin fuerzas, sentado en una butaca —¿Ya has llegado, Rey? —me dijo mi madre al verme—. Antonio, mira, ha venido mi hijo a traerte las fotos que te dije —dirigiéndose ahora a él. Mi tío me miró sin apenas fuerza mientras me acercaba a él.

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—¿Cómo estas, tío? —agachándome y chocando su mejilla. Me respondió con un «mal» y siguió con explicaciones médicas que apenas entendí. —Aquí tienes las fotos —abriéndole el sobre y acercándoselas—. Hay dos de los abuelos y el resto sois todos los hermanos. Con un ritmo lento y tembloroso fue pasando foto a f oto. Tras mirarlas y examinar todo lo que había en ellas, se las pasaba a mi prima, que estaba sentada a su lado en una silla. Todos parecían ale grarse por un instante comentando las fotos. Lo cierto es que tanto mi madre como mis tíos habían sido muy gua pos de jóvenes, tuvieron una infancia y juventud sin preocupaciones y así estaba re flejado en sus rostros. Mientras las ojeaba, mi tío Antonio se estremeció al llegar a la de mi tía Luisa vestida con el hábito. Mientras le empezaban a asomar lágrimas en los ojos, empezó a lamentarse en voz alta: —Mi hermana Luisa —temblando—, mi pobre Luisa… ¡La abandoné! —ya sollozando—. ¡No puedo perdonármelo! Al escucharlo no entendí a qué se refería. Sabía que mi tía había sido monja hasta 1987. Murió pocos meses antes de que yo naciese. —No, Antonio… ¡No digas eso, hombre! —dijo mi madre apiadándose. —Papá, tenías hijos, es normal. No sabías nada. Ella desde el cielo te habrá perdonado —continuó mi prima. «Intenté buscar la mirada de mi madre para intentar adivinar de qué iba todo aquello. Me miró pero giró la vista enseguida sin prestarme atención.»

Mi gesto se fue volviendo extraño al tiempo que la situación se hacía más incómoda por el llanto y los intentos de mi madre y mi prima por consolar al pobre moribundo. —No pasa nada, Antonio, hace muchos años de eso… Intenté buscar la mirada de mi madre para intentar adivinar de qué iba todo aquello. Me miró pero giró la vista enseguida sin prestarme atención.

Un rato más tarde, cuando todo estaba más calmado, nos volvimos a casa. Por el camino, pregunté a mi madre a qué había venido toda aquella escena. Jamás en casi mis treinta años apenas me había hablado de mi t ía Luisa. —No me apetece hablar de eso ahora, nene —esquivándome. Tras la cena, más silenciosa de lo habitual, insistí. Fue entonces cuando me contó todo. —Tu tía entró bien joven al convento. Decía siempre que había sentido la llamada del Señor. Una vez cada dos meses íbamos los ocho hermanos con nuestros maridos y mujeres a verla. Escuchába mos misa el domingo y después nos quedábamos hasta la hora de comer con ella. Era la más pe queña de todos nosotros. Con el tiempo, enfermó —hizo una pausa y respiró profundo— Ya sabes que en la familia sufrimos todos del corazón… Al decir eso, paró, respiró tomó aliento y prosiguió. —La operaron y volvió al convento, pero al cabo de los meses empezó a empeorar. Todo había ido bien y no sabían qué podía haber ocurrido. Con el tiempo le detectaron en la sangre el virus del VIH. En la operación le habían hecho varias transfusiones de sangre y por lo visto una de ellas tenía el virus. En esa época no se sabía de esa enfermedad y no se hacían casi pruebas a la sangre que se donaba. A mucha gente le pasó algo parecido con la hepatitis C. —¿Qué pasó después de que se lo detectaran? —tomando de la mano a mi madre. —Nos dijeron que el virus no lo podían curar y que duraría lo que su cuerpo aguantase —paró—. Las monjas no quisieron hacerse cargo de ella. No podía volver al convento. Nos reunimos los hermanos y finalmente fuimos tu padre y yo quienes nos la trajimos a casa.

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En ese momento me sentía completamente estremecido y no podía quitar atención de lo que estaba oyendo. —Ninguno de ellos vino a verla en el año de vida que le quedó —dijo ya entre llantos—. Cada uno me daba 10 mil pesetas al mes para ayudarme a mantenerla pero ninguno pasó por aquí. Llamaban y hablaban con ella por teléfono y se excusaban diciendo que estaban trabajando u ocupados. La pobre Luisa aguantó poco, dormía en la que ahora es tu habitación —mirándome a los ojos—. Se fue apagando poco a poco, con la única esperanza de que todas las pruebas que le hacían servirían para curar a gente en el futuro Al fina l, la enfermedad se complicó. Tuvo una infección de pulmón y la ingresaron de urgencia. Entonces yo estaba embarazada de ti. Murió. Cuando pronunció la última palabra mi madre quedó en silencio, que sólo rompió con un suspiro. —Entonces, ¿papá y tú cuidasteis de ella? —Claro, cariño, era mi hermana pequeña —apretando mi mano—. No iba a dejarla sola. Los médicos nos dijeron a tu padre y a mí que tuviésemos cuidado si se hacía un corte o algo parecido. Tan siquiera me paré a pensar eso ni un solo día de los que la cuidé, no me importaba —intentando contener el llanto de nuevo. Esa noche al acostarme, apreté fuerte la almohada. En aquella misma habitación había estado mi tía aguantando años atrás. Viviendo sus últimos días con una enfermedad que le vino por sorpresa, como nos puede venir a cualquiera, en la actualidad, por otros motivos. Aguantó lo que pudo y lo hizo con una sonrisa y pensando que quizás su dolor salvaría a otros. Esa noche recé un Padrenues tro por su alma. Fue el día que más orgulloso me se ntí de que mis padres me hubiesen llamado Luis. © Carlos González

Carlos González de los Reyes (Barcelona, 1987). Licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universitat Oberta de Catalunya (2009), Licenciado en Historia por la Universitat de Barcelona (2009) y Máster de Estudios Históricos en la misma institución (2009-2011). Actualmente es becario pre-doctoral de la Fundación Universitaria ―Oriol Urquijo‖ y desarrolla su tesis en el Programa de Doctorado ―Sociedad y Cultura‖ de la Universitat de Barcelona. Sus principales líneas de investigación son la administración imperial española de Sicilia y las transferencias culturales entre Italia y España entre los siglos XVI y XVII. Ha publicado más de una decena de artículos científicos en diferentes lenguas y ha participado como ponente en congresos a lo largo de Europa y de Amé rica. En el campo literario, ha publicado relatos como ―Murmullos‖ (Ojos Verdes, 2015), ―El duque Jorge de Argel (Edítalo, 2015), tiene en proceso de publicación ―La lealtad de la prima de Elena‖ (Mundo Escritura, 2015) y está finalizando la redacción de su primera novela.

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Relato

RE SCATE

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por Pablo Escudero Abenza Parecen tenerlo todo bajo control —dije. ¿Quiénes? Los que estén a cargo de esto. ¿Quiénes son? Da lo mismo. Don DeLillo

Son muchos los que pueden decir que su padre los abandonó durante la infancia. Conozco historias de padres que se fueron con otras mujeres y nunca volvieron a visitar la ciudad ni a los hijos de su primer matrimonio. Historias de padres que cambiaron de bloque y se fueron a América. De padres que se unieron a un circo y nunca regresaron de la gira a la que partieron con su troupe. Pero, sin pretender sonar presuntuoso, creo que mi historia de hijo abandonado es la más extraordinar ia que habrán leído nunca. Con mucha diferencia. Y al fin el gobierno postcomunista y mi madre me han dado permiso para contarla. Han tenido que pasar 50 años desde que mi padre se marchara. El tiempo necesario para poder tocar los secretos sin guantes y no quemarte. Esta historia podría empezar de muchas maneras. Podría empezar diciendo que yo era un niño feliz en aquel Moscú y que mi habitación estaba llena de carteles que proclamaban a gritos la grandeza de nuestro pueblo y sus grandes avances, y podría decir que yo ganaba en la escuela todos los concursos de recitado sobre la gloria nacional y que mi padre era mi héroe y que se marchó cuando yo tenía 7 años, en 1963, y ya nunca volvió.

«O podría empezar este relato diciendo que en contra de lo que todo el mundo cree hoy en día, fuimos nosotros, los soviéticos, los que ganamos la carrera espacial.»

Podría empezar diciendo que mi padre era un héroe y mi madre la mujer de un héroe, y que no cualquier mujer vale para ser la mujer de un héroe, que para eso, como para tantas cosas, hay que estar hecha de cierta madera (la madera de la que se hacen las mujeres de los héroes) y que puede que mi madre no estuviera hecha de esa madera y desde luego podría decir que mi madre abusaba de las bote llas de vodka que el gobierno nos suministraba (nunca faltaban el vodka ni el queroseno en las casas de los héroes) y cuando bebía demasiado le decía cosas feas a mi padre, el héroe, mi héroe, y por eso yo nunca he bebido demasiado, porque nunca he olvidado las maldiciones de mi madre cuando bebía, sus ataques a mi padre, el héroe, y re cuerdo especialmente cuando le decía que vivía en la Luna y que no le importaba nada de lo que nos pasaba en Moscú, en nuestro piso cómodo y espacioso pero sin lujos, lleno de carteles que glosaban la grandeza de un pueblo, bidones de queroseno y botellas de buen vodka. O podría empezar este relato diciendo que en contra de lo que todo el mundo cree hoy en día, fuimos nosotros, los soviéticos, los que ganamos la carrera espacial. Gracias a mi padre, a su heroísmo, a su entrega a la aventura. A costa de mi infancia, podría decir también, pero seguramente no diría eso, porque me sonaría demasiado sentimental, propio de esas series americanas que siempre hemos despreciado porque ponen a la misma altura los sentimientos de cualquier niño y los pasos decisivos en el avance de la historia.

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Relato incluido en el libro Beber durante el embarazo (Editorial Baile del Sol, 2015).

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¿Han visto las fotos de la camarada perrita Laika a punto de salir a órbita? Mi padre es uno de los que salían al fondo de las imágenes, tomando notas mientras Oleg Gazenko le daba una galletita a la cama rada perrita Laika para recompensar algo bien hecho. La estuvieron entrenando durante seis meses y les duró siete horas viva en órbita. Tardaron 45 años en contar qué había pasado allí arriba con ella, por qué se murió, y por qué se murió tan pronto, y sobre todo qué aprendieron de todo aquello. Yo se lo diré: Nada. Siguen sin explicar por qué Gazenko siguió trabajando para ellos, por qué siguió teniendo tanto poder, por qué le permitieron programar las siguientes misiones, por qué fue el que decidió dar el paso de mandar al primer hombre a la Luna. A la camarada perrita Laika la entrenaron a la vez que a otra camarada perrita que nunca tuvo el honor de que ningún ministro le pusiera nombre. Mi padre se la trajo del centro espacial a casa cuando los científicos dirigidos por Gazenko eligieron a Laika para salir a órbita. Esa otra ca marada perrita vivió con nosotros hasta que se murió de vieja, cuando yo tenía casi once años. Nunca le quisimos poner nombre. Si la llamabas venía. Daba igual que gritaras camarada que comida que ven aquí que cualquier cosa, siempre acudía. Una perra entrenada en el centro espacial de Moscú siempre acude cuando la llama su dueño. Tardaron un día entero en decir por la radio que la perrita Laika había fallecido. La radio se había pa sado una semana anunciando que el próximo viernes sería el despegue se quedó muda cuando le llega ron las noticias del desastre. Aunque no dijeron nada de desastres. La palabra fracaso no existía. El viaje de la perrita Laika serviría para profundizar en los estudios espaciales soviéticos. El viaje de la perrita Laika nos daría una ventaja indiscutible sobre los americanos de cara a enviar a los primeros hombres a la Luna. Nada de eso sucedió. «Tardaron un día entero en decir por la radio que la perrita Laika había fallecido. La radio se había pasado una semana anunciando que el próximo viernes sería el despegue se quedó muda cuando le llegaron las noticias del desastre.»

Mi padre se puso a llorar antes de que en la radio dijeran nada y nos lo explicó. Lo habían llamado al teléfono que el centro espacial había instalado en las casas de todos sus hombres importantes. La camarada perrita Laika había fallecido (45 años después desclasificaron los resultados de la autopsia y se supo que le había reventado su canino corazón debido al estrés traumático provocado por el confina miento en un lugar tan pequeño) y no había servido para nada. Sólo para confirmar lo que mi padre y los que pensaban como él le habían dicho hasta la saciedad a Gazenko: que no estaban suficientemente preparados para poner un animal en órbita y sacar conclusiones.

Los americanos mandaron un sucio mono y lo vendieron como un éxito. Siempre han sido unos vendedores de humo. Los mejores en eso, tenemos que reconocerlo. Los grandes maestros en la guerra sucia de datos sin confirmar, miedos y triunfos históricos. Su gran éxito que ponía en peligro la supremacía del gobierno soviético y nuestro programa espacial y nuestro objetivo de ser los primeros en llegar a la Luna fue mandar a un mono al espacio. Nosotros mandamos a Gagarin al espacio menos de tres meses después de que ellos mandaran a su sucio mono. Además no pudieron elegir otro animal, tuvo que ser un mono piojoso. No pudieron mandar una adorable perrita como la camarada Laika o como la camarada perrita recha zada y superviviente que vivía en casa, tuvo que ser un mono de sonrisa idiota. El mono es el origen de un montón de males para la salud humana. Como el SIDA que los americanos crearon haciendo pruebas contra natura en laboratorios con monos en los 80. No se cansan de repetir que el comunismo era un desastre, pero el c omunismo era limpio. Nosotros nunca hubiéramos trabajado con monos espaciales. Desde luego nunca hubiéramos creído que eran un triunfo. Un mono es una vergüenza. ¿Dicen que sabía manejar las palanquitas de su pequeño módulo espacial? ¿Y qué? Ni que hubiera dirigido él el despegue. No era más que un sucio mono que movía sus sucios bracitos. No engañaron a nadie, pese a todas aquellas portadas. Cómo les ganamos con Gagarin. Los humilla mos. Nos dieron el día libre en la escuela. Me acuerdo de mi padre y mi ma dre brindando con champán ucraniano cuando les confirmaron por teléfono que había salido de la atmósfera y que todo iba bien, que seguían hablando con él. El camarada piloto Titov (uno de los mejores amigos de mi padre) NARRATIVAS

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se quedó durante todo el tiempo del vuelo en la pista, mirando al cielo y preparado para lo que pudiera pasar, temiendo lo peor y deseando que no viniera nadie a avisarlo de que debía salir inmediatamente en el vuelo de reserva preparado. Mi madre me dijo que mi padre dudaba de si el camarada piloto Titov hubiera aceptado subir en el vuelo de reserva si realmente hubiera sido necesario, si al camarada Gagarin le hubiera sucedido algo. El camarada piloto Titov era un miedoso, como luego vieron los que intentaron que marchara a la Luna. Porque se trataba de ser cobarde o ser valiente, básicamente. Gagarin era un valiente. 108 minutos de vuelo y una buena paliza que les dimos a los americanos. Hubiéramos podido ganar la dichosa Guerra Fría. Deberíamos haber aprovechado aquello para dominar el mundo. 108 minutos de tensión y cigarrillos y el brindis final con champán ucraniano. Recuerdo el vuelo del tapón del champán hacia el techo de nuestro piso de Moscú cómodo pero sin lujos. Conocí al camarada cosmonauta Gagarin una noche en una cena a la que acudí con mis padres. El camarada cosmonauta Gagarin era pequeño y tenía la voz aguda. El camarada cosmonauta Gagarin me regaló una fotografía suya y me dijo que estudiara muchas Matemáticas en la escuela. Que las estudiara hasta que fuera el mejor de toda mi escuela en Matemáticas. Porque él había llegado a ser quien era (el camarada Gagarin, nada menos, el primer cosmonauta, el hombre que nos trajo la gloria) gra cias a sus buenas notas en Matemáticas. Todo empezó con sus buenas notas en Matemáticas y un profesor que había sido piloto durante la Segunda Guerra Mundial que le consiguió un pase para la es cuela de pilotos de Moscú. Así que siempre estudié muchas Matemáticas en la escuela. Siempre saqué dieces en Matemáticas mientras fui al colegio, primero por el recuerdo del camarada cosmonauta Gagarin (que falleció de un problema cardíaco cuatro años después de haber vuelto del espacio) y luego de mi padre (el héroe, mi héroe, el que se fue de casa en 1963 y no volvió). «Conocí al camarada Estábamos en 1961, en el brindis con champán ucraniano de mis pacosmonauta Gagarin dres celebrando el éxito del vuelo del camarada cosmonauta Gagarin. una noche en una Recuerdo el jorovod que mi padre, mi madre y yo bailamos en el cena a la que acudí salón de nuestro piso cómodo pero sin lujos de Moscú. Mi padre era con mis padres. El el bailarín más torpe de toda la Unión Soviética. Pero era un hombre camarada alegre. Un hombre que celebraba sinceramente lo que habíamos locosmonauta Gagarin grado. Porque lo habíamos logrado todos como pueblo. Él además era era pequeño y tenía la uno de los más brillantes miembros del Centro Espacial de Moscú. voz aguda.» Por eso dos años después estaba poniéndose el traje y montándose en el Novoye-Sputnik. Por eso en casa mi madre y yo estábamos deseando que sonara el teléfono y alguien nos avisara de que su nave había llegado al destino. Como así fue. Aunque aquello fuera el principio del fin de nuestra familia. Y seguramente el principio del fin del imperio socialista soviético. Porque tuvimos que callarnos durante 50 años nuestro mayor éxito. Por que ese gran éxito coincidía con nuestra mayor vergüenza. Porque el Imperio empezó a derrumbarse entonces, con el silencio de Jruschov. Me hubiera gustado tener un hermano. No me gustan los hijos únicos. Yo he tenido tres hijos porque me acordaba de lo triste que me resultaba estar siempre jugando solo en nuestro piso cómodo pero sin lujos de Moscú. Un piso que nunca dejó de ser cómodo porque el centro espacial siempre se encargó de que no nos faltara de nada. Siempre tuvimos vodka para mi madre y libros y juguetes para mí. Y una buena escuela en la que seguir estudiando Matemáticas y una co lonia de vacaciones a la que acudir quince días todos los veranos. Jugaba solo al ajedrez (jugaba algunas noches contra mi madre, pero nunca se le dio bien concentrarse y me sentía mal por ganarle tan fácilmente), jugaba solo al fútbol en el parque cercano (compartí dos entrenamientos con Igor Belanov en un equipo de juveniles) y jugaba solo a imaginar los rescates espaciales. Me hubiera gustado tener un hermano con el que jugar y con el que preocuparme por mi padre. El camarada piloto Titov agradeció el ofrecimiento, dijo que era un honor, pero que no se sentía capacitado, que en ese mismo centro espacial había hombres mucho mejor preparados que él para lo que se le pedía. Hombres más adecuados para alcanzar la gloria y soportar su peso. Señaló a mi padre . Se retiró a su pueblo a vivir leyendo y dando clases en una escuela secundaria. Durante aquel año y me -

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dio de entrenamiento cruzó muchas cartas con mi padre, deseándole lo mejor, contándole que a veces soñaba que él, el camarada piloto Titov, era el primer cosmonauta en llegar a la Luna. Pero cuando se despertaba de aquellos sueños se sentía mejor. Y no podía evitar sentir ese alivio de saber que sería otro. Mi padre. El nuevo héroe para el nuevo tiempo. Mi héroe. El que tenía que aguantar que mi ma dre le dijera que ya vivía en la Luna. Que no le importaba lo que le pasaba a ella ni se decidía a darme un hermanito a mí. Que sólo escuchaba a ese Gazenko del que antes dudaba tanto. Que si era tan se guro por qué el camarada piloto Titov no había querido aceptarlo. El camarada piloto Titov nunca superó lo que sucedió con mi padre. Dejó la escuela secundaria en la que enseñaba y se encerró en su casa. Una mañana la mujer con la que mantenía una relación amorosa (una maestra soltera) lo encontró colgando del techo, sujetándose el cuello con un cinturón de piel. Mi padre estuvo entrenando durante seis meses antes de contarle a mi madre lo que iba a hacer. Iba a volar a la Luna. En julio de 1963. 6 años antes de que los americanos llegaran. Teníamos el espacio a nuestros pies. La carrera ganada. P odíamos hundir el capitalismo americano si todo salía bien. Acabar con las teleseries, la Coca-Cola, la Disney y la Ford. Todo dependía de mi padre. Los camaradas ingenieros y los camaradas científicos habían elegido a mi padre para que fuera el primer ser humano en la Luna. Y lo fue. Podemos decirlo ahora, 50 años después. Gazenko y los suyos sabían que el éxito de la misión era dudoso. Al menos dudoso. Se creían capaces de sacar a un hombre de la órbita durante días y volver a traerlo, pero quizá la Luna era un objetivo demasiado ambicioso. Pero para todos aquellos ajedrecistas aficionados merecía la pena tratar de darle jaque mate a Kennedy (llegamos a la Luna antes de que aquel tarado les matara a ellos a Kennedy). Jruschov estaba informado y estaba de acuerdo, pero no entendía del todo bien los problemas con los que podían encontrarse. Nadie lo ha dicho hasta hoy, porque este era un tema confidencial, porque nadie había hablado hasta hoy de la llegada (la verdadera llegada) del primer hombre a la Luna, pero este fracaso fue uno de los motivos que más pesaron en su inesperado cese como primer ministro de la unión. «Gazenko y los suyos sabían que el éxito de la misión era dudoso. Al menos dudoso. Se creían capaces de sacar a un hombre de la órbita durante días y volver a traerlo, pero quizá la Luna era un objetivo demasiado ambicioso.»

Brézhnev dijo aquella demoledora frase en el comité central: Jruschov no está en condiciones de prever los problemas, como demostró en ese asunto de la Luna. Los problemas de combustible, para empezar. De regulación de la temperatura de los motores para conseguir un segundo arranque. Tantos problemas que podían presentarse y que de hecho se presentaron. Pr oblemas que acabaron reduciendo el drama de mi padre, el héroe al que nunca reconocieron, a la categoría de asunto. Ese asunto de la Luna.

El primer viaje a la Luna era una misión espacial secreta. Gazenko y su equipo, Jruschov y sus minis tros, no estaban tan seguros de salir victoriosos como con la camarada perrita Laika o con el camarada piloto Gagarin, y no quisieron tener a toda la Unión pendiente del destino de un hombre, el primer hombre en pisar la Luna, el primer hombre en perderse en ella, el primer cosmonauta abandonado. El viaje que podía darnos la gloria eterna, el poder durante siglos, el paso adelante que sólo nosotros estábamos en condiciones de dar, debía darse en secreto, sin altavoces ni radios, sin fotografías de la preparación en los diarios, en un ambiente muy distinto al de los anteriores triunfos. Mi padre estuvo entrenando durante más de año y medio para ser el primer hombre que llegaba a la Luna. Era demasiado alto para serlo. Tal vez ya estaba un poco mayor para serlo. Pero c on entrenamiento compensó todo eso. Fallaron ellos. Fallaron todos menos él. Y por eso me quedé sin padre en 1963. Lo vimos perderse sin poder compartirlo con nadie, solos mi madre y yo, su vodka y mi ajedrez, los cuentos que la radio me contaba cada noche para que me durmiera, mientras el silencio tapaba el nombre de mi padre, mi héroe, el que podía haber sido nuestro héroe definitivo. El hombre que estuvo a punto de ganar la Guerra Fría para el comunismo. El camarada piloto Titov se suicidó porque no quería seguir viviendo sabiendo que lo justo sería que él hubiera puesto aquella primera bandera en la Luna y luego se hubiera encontrado con que la nave no podía arrancar los motores de nuevo.

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Mandamos al primer hombre a la Luna pero no tuvimos medios sufic ientes para traerlo de vuelta. El ridículo hubiera sido enorme si el camarada Jruschov lo hubiera confesado. Se tapó todo con 50 años de silencio y botellas de vodka y bidones de queroseno y una beca para estudiar Matemáticas para la familia del héroe abandonado. El héroe que estuvo mandando señales durante más de 40 horas, preguntándole al vacío burocrático qué pensaban hacer, si había una nueva misión dispuesta para ir a rescatarlo, hasta que comprendió. Hasta que comprendimos todos que deberíamos guarda r silencio. Hasta que comprendimos todos que habíamos perdido la Guerra. Que un día los americanos nos gana rían incluso al ajedrez. Que cuando llegaran a tiranizarnos con su Coca-Cola y sus hamburgueserías y sus coches nos lo tendríamos bien merecido. No lo sé, porque después de 40 horas dejó de enviar preguntas que nadie le contestaba, pero me gusta ría pensar que la suya no fue una muerte por simple inanición al borde de la locura. Me gustaría pensar que pudo elegir el momento y que se fue a un cráter para tener algo de intimidad. Me gustaría pensar que le dio tiempo a plantar la bandera cuando llegó, antes de darse cuenta de que sin querer lo habían metido en una trampa y que la desclavó y la arrojó al vacío. Me gustaría pensar que se acordó de nosotros en el frío lunar. Me gustaría pensar que Gazenko o alguno de sus inútiles le dijo a mi padre, en algún momento, que cuidarían de mí, y que lo recordarían como un héroe de aquella carrera por gobernar el espacio. Aunque haya sido mentira. Aunque hayan pasado cincuenta años de silencio. Aunque la camarada perrita Laika tenga una estatua que la recuerda a las puertas del mismo lugar en el que olvidaron el nombre de mi padre. © Pablo Escudero Abenza

Pablo Escudero Abenza (Orihuela, 1984). Licenciado en Ciencias Físicas, vive en Madrid, donde se gana la vida enseñando Matemáticas a adolescentes. Tiene un Máster en Literatura Comparada por terminar. Cinéfilo y lector empedernido desde la más tierna infancia según cuentan las crónicas familiares, hace años que cruzó al otro lado del espejo y se dedica a inventar historias que le permitan habitar otros mundos además de éste. En los últimos años su trabajo ha sido reconocido entre otros galardones en el Premio Ciudad de Alcalá de Narrativ a (2011), Certamen de Creación Joven de Narrativa Injuve (2011), Certamen de Jóvenes Talentos Booket – Ámbito Cultural (2008 y 2013) y el Certamen de Relato Corto El Fungible (2013). Algunos de estos relatos premiados y otros más, como ―Rescate‖, están rec ogidos en la colección Beber durante el embarazo (2015), su primer libro. En 2016 aparecerá su primera novela, Mil dolores pequeños (Ed. Baile del Sol).

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Relato

EL Z OMBI por Juan José Sánchez González

Aquella noche de sábado había salido tarde, como siempre, esperando a que «la gente casada y con hijos» hubiera comenzado a volver a casa. Esa era la forma con la que Marcos denominaba a toda la gente de su edad que se comportaba como gente de su edad y que tenía lo que se consideraba normal para gente de su edad, una familia, un hogar, una cierta estabilidad laboral y un futuro más o menos previsible. Sin embargo, al llegar a la avenida, pese a ser la una y media de la madrugada, encontró las terrazas de los bares atestadas de gente «casada y con hijos». La calurosa noche de julio les animaba a permanecer más tiempo de lo habitual en los bares. Su presencia fastidiaba a Marcos, no solo porque sentía su presencia como una acusación viviente contra todo lo que era, o más bien contra todo lo que no era a sus cuarenta años, sino también porque salía con un propósito muy definido para el que re sultaba molesta la presencia de esa gente. Necesitaba la sórdida intimidad que ofrecían los bares a última hora, cuando ya se habían retirado los clientes decentes con saludables planes para el domingo. Marcos tenía una forma muy expresiva y grosera de denominar a su objetivo, «rebuscar en las rebajas», es decir, ligar con mujeres desesperadas a las que llevarse a la cama. Dada su situación econó mica, no le quedaba más remedio. Los escasos sueldos que obtenía de sus precarios empleos, que abarcaban una extraordinaria variedad de actividades tales como vendimiar, barrer las calles, trans portar fruta o ser camarero de bodas y comuniones, se iba en pagar puntualmente la manutención de sus hijas, a las que su exmujer se había llevado del pueblo, en el alquiler del pequeño piso en el que vivía solo y en impuestos. Apenas le quedaba para comer y mucho «Marcos tenía una forma menos para salir de putas. Las ninfas de pechos firmes y culos muy expresiva y grosera prietos no querían saber nada de un tipo de cuarenta años que no de denominar a su tenía nada interesante que ofrecer, solo unas toscas manos curtidas objetivo, “rebuscar en en trabajos miserables, un cuerpo fofo, blando, hinchado a base de las rebajas”, es decir, tapas y cerveza, su menú preferido, una cara ancha y blancuzca que ligar con mujeres parecía una masa de cera sucia a punto de desmoronarse si guiendo desesperadas a las que la caída de sus gordos mofletes, una mirada marrón y dura que llevarse a la cama.» siempre parecía al acecho y una conversación cínica por la que desahogaba todo el rencor que acumulaba su alma podrida. Se había hecho a la idea de que, probablemente, nunca más volvería a sobar unas tetas pequeñas y turgentes, como a él le gustaban, ni acariciar una piel tersa y suave por la que su mano se deslizara traviesa y feliz. Había asumido que por delante solo tenía una triste sucesión de gordas tetas colgantes por exceso de carne, grasa y edad y ásperas pieles celulíticas por las que su mano se deslizaría ansiosa y resignada. Con todo, era mejor que nada. Una forma como cualquier otra de atravesar los penosos días que se iban sucediendo sin objetivos, sin ambición, sin esperanza, una forma grosera de distraer su pensamiento, por el que rondaba con excesiva frecuencia la negra esperanza del suicidio, una forma graciosa de violar la templada santidad del domingo, cuyo esplendor se desplegaba cada semana en la plaza a la que asomaba el balcón de su dormitorio, frente a la parroquia del pueblo, acompañado de su odiosa melodía compuesta de risas infantiles y tranquilas conversaciones adultas. Solo había que tener cuidado de no dejarse contagiar por la pegajosa pena que esas mujeres solían llevar dentro. Al principio la ocultaban entre bromas, risas y sonrisas, pero Marcos sabía que estaba ahí, que solo necesitaba un poco de intimidad regada con alcohol para que comenzase a subir a la garganta y a la boca, como un vómito. Había que tener habilidad para no parecer insensible mientras sus manos hacían su trabajo. La mayoría creía en su pena más que en sí mismas, habían hecho de ella una razón de vivir, un lugar desde el que juzgar el mundo, una excusa para abandonarse. A Marcos no le importaba mientras se dejasen llevar a la cama.

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Sorteó malhumorado las abarrotadas mesas, llenas de satisfechas caras sonrientes que se expiaban mutuamente con discreción, camino del Infierno Azul, su pub favorito, el antro que a última hora solía reunir lo más aprovechable de entre «las rebajas» y donde habitualmente paraban sus escasos amigos. De hecho, en la puerta, sentado en un taburete frente a una mesa alta y con un gin-tonic a medio vaciar, se encontró con Juanito, el Gordo, un tipo inmenso que, como siempre, iba vestido con una estridente camisa de cuadros rojos. Debía medir cerca de dos metros de alto y poco menos de ancho. Era como una nerviosa y cínica montaña de grasa disfrazada con un mantel de cocina. Rondaba los cincuenta años, tenía el cabello completamente blanco y una perenne sonrisa sórdida en los labios. Era corredor de seguros y un putero insaciable, el tipo más salido que Marcos había conocido. En pocas palabras le puso al corriente de la situación en que se encontraba el interior del local: estaba lleno de gente, imposible estar dentro, junto a la barra, como a ellos les gustaba. Marcos se quedó un rato en la puerta hablando con el Gordo. En verdad, no tenían muchas cosas que contarse desde el anterior sábado, las mismas sucias anécdotas inventadas sobre mujeres y bebida. Los demás días de la semana no existían en sus conversaciones, tampoco las dudas o los problemas personales. Había otros lugares en los que hablar de ello, otros oídos a los que pudiera interesar o, al menos, una habitación solitaria en la que torturarse pensando en la tonta sucesión de los días. Marcos necesitaba beber. Se le hacía impensable afrontar un domingo sin resaca. Necesitaba lo que él llamaba la «ácida sensación del domingo», pasarse todo el día tirado en la cama, sin hacer absolutamente nada, sintiendo como le ardía el estómago, dejando pasar las lentas horas con la boca reseca, la cabeza dolorida y la mente embotada, única forma de hacer frente al seráfic o murmullo de la vida familiar que ascendía desde la plaza, que trepaba por su balcón como el atormentado espectro de la vida que hubiera debido llevar a sus cuarenta años. Necesitaba una copa. «Apoyado en la barra, atisbó la alargada silueta de Luis, solitario e inexpresivo como siempre. Su cenicienta cara de cuarentón era un fiel reflejo de su carácter sombrío y callado.»

Entró en el local por el angosto paso que los fatigados camareros mantenían abierto a base de gritos entre los clientes que se amonto naba en la puerta. La densa luz azulada en que se sumía el interior de l local, daba a la multitud que lo llenaba el extraño aspecto de sombras cuyas oscuras miradas no expresaban nada.

Marcos se abría paso con dificultad camino de la barra, extendida frente a una de las paredes laterales del local. Apoyado en la barra, atisbó la alargada silueta de Luis, solitario e inexpresivo como siempre. Su cenicienta cara de cuarentón era un fiel reflejo de su carácter sombrío y callado. Era policía municipal. No se había casado ni se le conocían relaciones con mujeres. Apenas hablaba, solo bebía. Mar cos logró abrirse paso hasta él. Se saludaron con la misma sequedad de siempre. Ahí acabó toda conversación. Junto a Luis estaba Sergio, un tipo bajo y rechoncho de más de cincuenta años. Cuando estaba sobrio, sus gafas y el rubio cabello peinado con raya al lado le daban aspecto de profesor, aunque, en verdad, era conserje del instituto de secundaria del pueblo. Tampoco se había casado. Vivía solo en la enorme casa que había heredado de sus padres. Se decía que tenía una fortuna, pero la verdad era que vivía como si fuera pobre. Borracho como estaba, perdía mucho. Una media sonrisa torcía sus lab ios, algunos desordenados mechones difuminaban la raya que peinaba sus cabellos y lucía una indiscreta mancha en el pecho de su polo azul marino. Como siempre que estaba borracho, se empeñaba en hablar con todo el mundo. Era muy pesado, todo el mundo le evitaba. Marcos se pidió el primer combinado de whisky y cola de la noche y se apartó de la barra huyendo de Sergio. Era difícil avanzar entre la multitud sin que se le derramase nada de su vaso rebosante, lo que podía dar lugar a una pelea. Sin darse cuenta, se chocó con Pablo, un tipo de su edad que siempre andaba colocado. No paraba de ajustarse las gafas ni de sonarse la nariz ni de torcer su rapada cabeza en todas direcciones, como si buscase algo desesperadamente. No hablaron mucho, lo suficiente co mo para saber que seguían más o menos como siempre. La noche se presentaba nada prometedora. Había ojeado ya algunos grupos de chicas, algunas de las cuales habían pasado más de una noche en su piso, pero era imposible abordarlas en aquel ambiente. Decidió salir a la puerta en busca del Gordo. Recostado sobre la mesa alta y agarrado a su ginebra, se llenaba los ojos con las jovencitas que se paseaban por la avenida, delante de las terrazas de los bares,

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camino de cualquier parte. «Me están poniendo caliente como un demonio», le confesó nada más verle. También Marcos se puso a mirarlas. Caminaban sobre sus tacones en cortos pasitos ingrávidos, contoneándose dentro de sus vestidos ajustados, con sus estrechas caritas repintadas en las que desta caba el intenso tono rojo de sus labios, haciendo ondear sus largas melenas como los exuberantes es tandartes de un ejército triunfante. En Marcos no inspiraban el mismo entusiasmo erótico que en el Gordo, era más bien una especie de nostalgia lenta y dulzona como la que a veces le infundían sus recuerdos, quizás porque, como sus recuerdos, esas preciosidades escurridizas le demostraban que su pasado había muerto, que el tiempo de acercarse a ellas y tocarlas había pasado ya y que su presente y su futuro estarían llenos de las toscas deformidades con que la edad, las penas y los problemas transformaban los hermosos cuerpos de la juventud. Durante los escasos minutos que necesitó para vaciar su primera copa, estuvo compitiendo con el Gordo en decir guarrerías a costa de la s chicas. No era un entretenimiento especialmente divertido, en cuanto su vaso quedó vacío, volvió a por otro. De nuevo se abrió paso hasta regresar al lado de Luis, que seguía tan solitario y callado como siempre. Sergio había desaparecido. Su lugar en la barra lo habían ocupado un par de chicas. Una de ella le daba la espalda, de ella solo veía una densa y cobriza melena rizada. A la otra, que tenía de frente, no la conocía. Debía tener treinta y pocos. Tenía el pelo rubio y una cara agradable. Si no pertenecía a la raza de los casados y con hijos quizás tuviera suerte. Le sirvieron la copa y permaneció en la barra, observándolas disimuladamente. Nadie se les acercaba. Quizás fueran lesbianas, pero no lo parecían. Pensó que sería conveniente ver la cara de la otra chica. Las rodeó como si fuera en busca de alguien. Cuando se puso a espaldas de la rubia, pudo ver de frente a la otra chica. Desde el principio le resultó familiar, aunque no consiguió identificarla al momento. Ella también parecía conocerle. Le miraba fijamente con sus ojos azules. Dudaba. Marcos decidió presentarse de todas formas, había que intentarlo. Nunca disimulaba, no ponía estúpidas excusas para presentarse, no había que perder el tiempo. Si le iban a rechazar era mejor que fuera cuanto antes. La rubia se llamaba Paula y no parecía especialmente animada con su presencia. Sin embargo, la otra, en cuanto le dijo su nombre abrió la boca y arrugó la frente en un gesto de sorpresa: —Ya decía que tu cara me sonaba... ¿no te acuerdas de mí? ¡Soy Clara!

«De nuevo se abrió paso hasta regresar al lado de Luis, que seguía tan solitario y callado como siempre. Sergio había desaparecido.»

Ahora sí la reconocía. Comprendió por qué le había costado tanto, no eran solo los años, era como si a la Clara que conoció a los quince años, a la Clara que fue su primera novia, aquella pelirroja desgarbada que todos los chicos de la pandilla deseaban, la hubieran rellenado con aire, como un globo. Reconocía sus facciones, pero hinchadas. Pensó que también ella debía decir lo mismo de su gorda cara de cuarentón. —Ahora sí que me acuerdo... ya decía que tu cara me resultaba familiar... Clara le hizo un hueco a su lado. Parecía un poco cohibida, sus labios se esforzaban por esbozar una sonrisa cómplice. También Marcos parecía cortado, no sabía cómo reaccionar. Su estrategia consistía en mentir siempre, en no parecer nunca él mismo. Pensó que, de todos modos, eran unos desconocidos el uno para el otro. Les distanciaba toda una vida. Clara llenó el silencio con un montón de preguntas, ¿qué has hecho en todo este tiempo? ¿Cómo te va? ¿Te has casado? Marcos no tenía ganas de some terse a un interrogatorio sobre su asquerosa vida, le respondió con la misma moneda. Clara no tenía problemas en responder, pertenecía plenamente a la feliz raza de los casados y con hijos. Hablaba satisfecha de su marido Raúl, abogado laboralista, con el que vivía en Madrid, y de su hija Julia, de diez años, un encanto al juzgar por la fotografía que Clara le mostró. Marcos pensó que había fallado, que no iba a poder hacer nada con la gorda Clara. En cuanto a la hermosa Paula, era evidente que no tenía interés alguno por él. Con la excusa de que un amigo le esperaba se despidió de ambas y volvió a salir. Juanito seguía en su privilegiado puesto de observación. A su lado, en pie, tambaleándose, estaba Sergio, cuya boca no lograba articular las palabras con las que pretendía competir con el Gordo en decir guarradas. Era definitivamente una mala noche. Marcos ocupó un taburete vacío al lado de Juanito. El inmenso cuerpo de su amigo temblaba de risa bajo la camisa de cuadros rojos, divertido con la grotesca figura del conserje, s in perder de vista a las joven-

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citas que continuaban su desfile por delante de las mesas de la terraza. Hablaron de las misma cosas de siempre, mujeres, bebida, un poco de fútbol, un poco de política, más mujeres. Vio salir a Paula acompañada de un tipo que la estrechaba por la cintura. Pasó a su lado sin ni siquiera percatarse de su presencia. El tipo también tenía pinta de abogado o de médico, la cara de alguien que puede permitirse el lujo de confiar en su futuro. Clara debía haberse quedado dentro con e l abogado laboralista. En cuanto acabó su segunda copa, Marcos volvió a entrar. Luis había desaparecido. Mientras esperaba a que alguno de los atareados camareros le atendiera, sintió que le tocaban la espalda. Se volvió, era Clara, parecía que estaba sola. —Te estaba buscando, Paula se ha ido con su marido, estaba aburrida, yo no tenía ganas de irme tan pronto. —Y Raúl, ¿no está por aquí? —No... ¿no te apetece que hablemos un rato? Hay muchas cosas que contar. —Vale, te invito a una copa. —Gracias. Marcos le hizo un hueco en la barra y le pidió un ron con cola. Estaba cohibida, sonreía tímidamente, como si no supiera qué decir. Marcos le echó una rápida ojeada. Vestía un ligero vestido blanco con un ancho escote que dejaba ver sus gordas tetas salpicadas de lunares. Marcos recordaba haber besado hacía muchos años esos lunares. La verdad es que Clara conservaba todavía parte de su antiguo atrac tivo. Pensó que, quizás, si se lo trabajaba un poco, al día siguiente podría enorgullecerse de haber contribuido a ponerle los cuernos a un abogado. Marcos tomó la iniciativa, se puso a hablar de lo mucho que hacía que no se veían, de cómo había cambiado el pueblo y la gente que habían conocido. Su experta mirada detectó algo extraño en los azules ojos de Clara, a los que la densa luz azulada del local daba un tono sombrío. Había visto esa misma mirada en otras mujeres, en las mujeres que solía llevarse a la cama. «No puede ser», pensó, «ella pertenece a la raza feliz de los casados y con hijos ». Sin embargo, algo rondaba por la mente de su antigua novia, alguna idea a la que no dejaba de darle vueltas mientras él hablaba. Marcos empezó a pensar que allí pasaba algo raro, algo que no tenía ningún interés en descubrir. Resolvió que lo mejor sería darle esquinazo cuanto antes. Pero cuando acabaron sus copas, Clara invitó a otra ronda. Fue entonces cuando se decidió: «Su experta mirada detectó algo extraño en los azules ojos de Clara, a los que la densa luz azulada del local daba un tono sombrío.»

—Marcos, antes no te dije toda la verdad... en verdad me estoy divorciando de Raúl, lo estoy pasando muy mal, el muy cabrón me ha sido infiel con una compañera de trabajo, me ha destrozado la vida, no podía soportarlo más, por eso he vuelto al pueblo... bueno, ahora ya no conozco a nadie... Paula es mi prima, a ella no le gusta salir, sale por acompañarme... por eso me he puesto muy contenta al verte... Marcos se dijo a sí mismo que, definitivamente, la había cagado, que tenía que andarse con mucho cuidado, que un paso en falso y acabaría pringándose con la pena de esa mujer. Aun así, sabía muy bien disimular, se hizo el sorprendido y recitó unos cuantos consejos contra los males de amor. Pero Clara no se contentaba con eso, comenzó a desahogarse, se le saltaron algunas lágrimas. Sin pudor alguno empezó a confesar todas las miserias de su vida íntima, acusándose a sí misma de haberse hecho vieja y gorda hasta el punto de asquear a su marido, que se había liado con una veinteañera, insinuó incluso que solo por su hija Julia no había cometido una locura. La cosa va mal, se dijo Marcos, las otras mujeres no soltaban su pena tan de repente, la iban dosificando, para cuando querían convertirle en su confesor ya estaban retozando en la cama. Ahora era diferente. Clara había vomitado su pena inesperadamente y Marcos corría el riesgo de resbalarse en ella. Tenía que improvisar. Lo más sensato hubiera sido dejarla con la palabra en la boca y salir corriendo a refugiarse tras el implacable cinismo del Gordo. Pero no tenía valor para hacerlo, no se le

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ocurrió otra cosa que darle ánimos, abrazarla, besarla en las mejillas. Sabía de sobra que estaba ca yendo en la trampa. Pidieron unas cuantas rondas más. A medida que se iba emborrachando, la conversación de Clara se hacía más confusa, al tiempo que se prodigaba más en caricias y abrazos. A la quinta copa, ya se esta ban besando. Marcos pensó que, después de todo, se la iba a tirar. Le propuso seguir la fiesta en su piso, Clara asintió. Sus ojos enturbiados a base de lágrimas y alcohol y la media sonrisa floja de sus labios evidenciaban su profunda borrachera. Juanito y Sergio habían desaparecido. Ya apenas quedaba nadie en la terraza. Los camareros habían empezado a recoger las mesas. Marcos sujetaba a Clara por la cintura, hundiendo sus dedos en la blanda carne de sus caderas. Re cordó qué diferente era a los quince años, cuando tenía un espléndido culo y las tetas más bonitas que nunca había visto. Recorrieron deprisa el corto trayecto que separaba el Infierno Azul de su piso. En las oscuras calles apenas se cruzaron con algunas sombras solitarias que regresaban a casa con paso vacilante. Una de ellas mascullaba algo, alguna especie de borracha maldición incomprensible. Clara no decía nada. Se dejaba llevar por Marcos, apoyando su cabeza somnolienta en el hombro de su antiguo novio. Subieron al piso. Clara paseó su ebria mirada por las desnudas paredes del desordenado saló n, en cuya mesa se amontonaban latas de cerveza vacías y envases de comida precocinada. Se sentó en el hun dido sofá, contemplando el polvoriento mueble de la televisión con sus baldas vacías. Más que una vivienda parecía un piso ocupado por vagabundos. —¡Dios mío, Marcos, que solo estás! —Estoy bien así... ¿quieres otra copa? No sé que ron tengo.

«Sin responderle, dejando los vasos sobre la mesa, se dirigió hasta Clara, abrazándola por la cintura. Clara se zafó de él empujándole suavemente con el codo.»

Sin esperar respuesta se fue a la cocina. Cuando regresó con un par de vasos llenos encontró a Clara de pie, contemplando fijamente la única fotografía que adorna ba el mueble de la tele, en la que apare cían sus dos hijas cuando tenían cuatro y dos años. —Qué guapas son... ¿las ves a menudo? Sin responderle, dejando los vasos sobre la mesa, se dirigió hasta Clara, abrazándola por la cintura. Clara se zafó de él empujándole suavemente con el codo. Hizo algún comentario más sobre las niñas y dejó la fotografía en su lugar. Regresó al sofá sin mirar siquiera el vaso. Marcos se sentó a su lado, dándole un largo sorbo al suyo. —¿Pensaste alguna vez que esto sería así? Marcos se alzó de hombros. —Yo no, nunca pensé que me pasaría esto... cuando me casé pensaba que siempre sería feliz con Raúl. —A la mierda Raúl y a la mierda mi exmujer. —¿Te acuerdas cuando teníamos quince años? ¿Verdad que la vida parecía otra cosa? Marcos apuró el resto de su vaso en un par de tragos y se echó sobre Clara. Sin más rodeos, intentó introducir su mano entre las piernas, bajo la falda de su vestido. Pero Clara mantenía muy juntas sus rodillas, impidiéndoselo, aunque actuaba como si la cosa no fuera con ella. —¿Te acuerdas cuando hicimos aquel juego del amigo invisible, te acuerdas que nos tocó hacernos el regalo el uno al otro? Ja, ja, estaba amañado, te lo confieso ahora, veinticinco años después, manipulamos el juego para que a cada uno nos tocase quien nos gustaba... era bonito, el mundo tenía ese encanto... yo estaba enamorada de ti, enamorada de verdad... eras tan tímido y tan bueno, te daba tanto miedo tocarme... ja,ja. Ahora pienso mucho en esos tiempos, no sé por qué, me viene contin uamente a la cabeza, ¿a ti no?

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Marcos no contestó. Ante la negativa de Clara, retiró la mano de los bajos de su vestido y comenzó a sobarle los pechos. Clara le sujetó la mano suavemente, apartándola, mientras continuaba hablando de su antigua relación. Marcos, contrariado, se recostó en el respaldo del sofá, contemplando la sucia desolación de su salón. Pensaba en qué lejos le quedaban los recuerdos que su primera novia evocaba, en lo poco que ya significaban para él esa época de su vida y esa persona, en qué muerto puede llegar a estar el pasado para quien ha aprendido a no esperar nada del tiempo. —Creo que es porque fue la única vez en que fui feliz de verdad... creo que solo se puede amar de verdad una sola vez, quiero decir, amar con toda el alma, con todo el corazón... y fue a ti, eso te lo digo de verdad. Nunca te he olvidado... y ahora estamos aquí, los dos solos, jodidos por la vida... Calló, mirando el rostro de perfil de Marcos, esperando una respuesta. Las rubias mejillas de Clara se habían encarnado, él permanecía callado, impasible, absorto en la contemplación de las desnudas pa redes de la habitación. —¿No crees que... merecemos otra oportunidad, en que juntos, quizás...? Marcos se incorporó en el sofá, hablando a Clara sin mirarla. —Vete, vete ya... yo también te voy a decir la verdad, solo te quiero echar un polvo, me importas una mierda y me importan una mierda todos esos recuerdos... si todo lo que vas a hacer es seguir diciendo tonterías es mejor que te vayas... «Marcos se levantó del sofá y se fue hasta el otro lado de la mesa, deteniéndose en mitad del salón, dándole la espalda a Clara.»

Se volvió hacia Clara, ella le miraba fijamente, perpleja, pero aún no enfadada. —¿No me has escuchado? ¡Vete!

Marcos se levantó del sofá y se fue hasta el otro lado de la mesa, deteniéndose en mitad del salón, dándole la espalda a Clara. Solo quería que el numerito de gritos y lloros que acababa de provocar acabase pronto para quedarse solo y poder beberse tranquilamente otra copa o, mejor, una cerveza bien fría, la necesitaría para poder conciliar el sueño. —Pero... pero no puedes hablar en serio... no puedes estar diciendo eso, yo que... Se volvió hacia ella. Estaba tranquilo, con una calma de la que se sorprendía él mismo. —Lo único que tú quieres es alguien en quien poder descargar toda esa mierda que llevas dentro... Tenías tu pequeño paraíso montado hasta que una zorra más joven te lo ha quitado, eso es todo. ¿De verdad te crees ese cuento de que yo sería el hombre de tu vida si Raúl no te hubiera puesto los cuer nos? ¿Dónde quedaba yo cuando las cosas funcionaban? ¿Te acordabas de mí? No. Si me hubieras visto entonces habrías pensado de mí que solo era un pobre desgraciado. ¿Ibas a abandonar ese bonito paraíso por mí, por un tipo que limpia las mierdas de las calles o sirve copas a borrachos en una boda? —Pero te juro que yo nunca pensé así en ti. —Lo único que quieres es alguien que te escuche, a quien poder llorarle y te consuele hasta que estés en condiciones de recuperar esa vida de la que te han echado. Vete acostumbrando, al mundo le importa una mierda lo que te pase, solo le importa lo que pueda sacar de ti, ¿sabes para qué te he traído? Para echarte un polvo, a eso se reduce todo lo que yo quiero de ti... Clara se levantó. No lloró ni gritó como Marcos esperaba. Borracha como estaba, se movía con tor peza, como una sonámbula, como si acabase de recibir un fuerte golpe en la cabeza. En pie frente a él, mirándole fijamente con sus azules ojos enturbiados, pareció vacilar un instante, pero continuó ca llada, apretando los labios. Salió al pasillo, avanzando con torpeza, como si el peso de su cuerpo se hubiera incrementado más de lo que sus fuerzas pudieran soportar. Salió del piso dando un sonoro portazo. Marcos se sentó en el sofá y se bebió aprisa la copa que Clara había dejado intacta. No quería pensar, solo ahogar en la borrachera y el sueño esa maldita consciencia de la que no podía escapar. Después se fue al frigorífico en busca de una lata de cerveza bien fría. La cerveza era su mejor remedio contra el insomnio. Atravesó su dormitorio echando una breve ojeada a la cama desecha por la que aquella no-

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che no pasaría ninguna mujer y salió al estrecho balcón que asomaba a la plaza. Dio un largo sorbo a la lata. Sobre el robusto y chato campanario de la iglesia, el cielo comenzaba a adquirir una intensa tonalidad azulada que ahogaba el brillo de las estrellas. Abajo, el amp lio rectángulo irregular de la plaza permanecía en penumbra, iluminado por las dispersas farolas que proyectaban sobre el empe drado y las fachadas que cerraban el espacio su luz fría y pálida. Unos cuantos borrachos discutían en el centro de la plaza con voces rotas. En su mente, agudizada por esa extraña lucidez pastosa que proporcionan las borracheras abortadas a tiempo, era todavía capaz de juzgarse a sí mismo. No se sentía culpable de nada, ni siquiera se sentía mal. Precisamente esa indiferencia, esa inerte calma interior, era lo que le permitía juzgarse con toda sinceridad. Se dijo que debía estar muerto por dentro, que carecía de eso que la gente llamaba alma o espíritu, que era incapaz de conmoverse por sentimientos o emociones. Se dijo que alguna vez debió tener un alma, que alguna vez debió conmoverle algún sentimiento, quizás en aquel lejano tiempo que Clara evocaba, pero que, por algún motivo, la había perdido por el camino o se había desprendido de ella sin darse cuenta. Y se dijo que, al fin y al cabo, un hombre que ha roto con su pasado, que vive ahogado por la precariedad de su presente y sin futuro debe viajar por el tiempo con un equipaje ligero, solo con lo imprescindible, y nada es más prescindible que un alma cuajada de recuerdos y sentimientos. Y pensó en que era un zombi, un tipo que había muerto por dentro y que se movía buscando tan solo satisfacer las necesidades del momento, sin pensar, sin reflexionar en unas consecuencias que no importaban en un mundo en el que todo iba perdiendo el nítido perfil que alguna vez llegó a tener, en el que pasado, presente y futuro se confundían en días que iban pasando carentes de sentido, corriendo hacia ninguna parte, arrastrando hacia el mismo olvido todo lo bueno que alguna vez había hecho junto con todo lo malo que ahora hacía sin importarle, atrapado en el absurdo vacío de un tiempo en el que aspiraciones, sueños y esperanzas se habían disipado, dejando tras de sí nada más que un repugnante poso con sabor a nada. © Juan José Sánchez González

Juan José Sánchez González. Soy de Villafranca de los Barros, provincia de Badajoz, en España, donde nací el 2 de junio de 1984. Mi correo electrónico es [email protected]. Soy Licenciado en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid. Como fruto de mi labor profesional he publicado un libro y varios artículos en revistas científicas sobre diversos temas. En cuanto a publicaciones literarias, tengo publicados los siguientes relatos: ―El trastero‖ en la Revista Almiar, en junio de 2011, con el cual gané un accésit en el III Concurso Literario Juan Martínez Ruiz; ―¡Voy a escribir una novela sobre el Cid!‖ en la Revista Candor; ―El reflejo" en la Revista Almiar, nº 79, marzo-abril de 2015; ―El estómago de Leviatán‖ en la Revista Narraciones nº 38; ―Domus austriaca conteret caput tuum‖, relato seleccionado para formar parte de la antología resultante del XVIII Certamen El Vuelo de la Palabra, el cuento en Extremadura en 2015; ―Observación participante‖, relato seleccionado en el I Concurso de relatos RSC para ser publicado en los próximos números de la revista Relatos sin contrato. Además, tengo publicados varios relatos cortos y microrrelatos en diversas antologías Diversidad Literaria, Letras como Espada, Letras con Arte y Serial Ediciones.

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Relato

SUEÑ O EN TRE NI EBLAS por Nechi Dorado

Llevaba tres días sin pegar un ojo en toda la noche. Larga como un áspid aparece la penumbra cuando el sueño se declara en huelga, cuando los ojos decretan rebeldía y el cerebro parece montado sobre un carrusel de giro descontrolado. Se acostaba tratando de no pensar en nada de lo terrible que había vivido, solo quería dormir tranquila para retomar las fuerzas que los años le iban arrebatando sin permiso, dueños de ese extraño espíritu libertario que se grafica en calendarios que van que dando calvos de a poco. Sin embargo, el sueño permanecía atrapado en un tejido interminable, entre redes de hilo cada vez más entramadas. Parecían tan urdimbres tan escarpadas como los caminos que le tocó transitar durante toda su existencia. Se sintió Penélope 1 esperando el fin de su propia guerra interna, remate que tal vez pudiera permitirle recuperar lo perdido, pero su Odiseo no regresaría y así lo interpretaba desde su pesadilla despierta. Morfeo 2 había perdido su reinado dejándolo acéfalo, se introdujo como exiliado en algún laberinto intrincado o al menos así lo sentía ella luego de aquellas tres interminables noches en vela forzada. Parecía como si la oscuridad estuviera haciendo un recuento de glóbulos pinchándole las venas a su tiempo. En medio de su pesadilla despierta y sin darse cuenta que el sueño, como dije, estaba ausente, creyó ver a Herodes 3 sumergido en una tina con cerveza, dándose un baño entre la espuma etílica perfumada con lúpulo. Los granos de cebada eran cancerberos danzando apreta das canciones de cuna que Medea 4 se empeñaba en tararear desafinadamente.

«Cronos, en el rincón más descuidado de la habitación, desarmaba un reloj de colección.»

Cronos, en el rincón más descuidado de la habitación, desarmaba un reloj de colección. Camb iaba de lugar cada pieza; semejante desatino produjo, al pretender rearmarlo, que las manecillas que indicaban la hora anduvieran como artrósicas, emitiendo un cric crac más parecido al arrastre de una pierna anquilosada transitando un camino adoquinado, que haría imaginar a cualquiera que podría perder la rótula en el primer pocito del camino. En medio del marasmo en que se hallaba sumergida se interpretó como Diana Cazadora, solo que esa vez su flechazo se ensartaba en el centro de los tubos de Malpigio de una mosca que pasaba por la habitación, despreocupa, logrando con semejante puntería que la vida del insecto se escapara por el final de su aparato excretor. ¡Y ella no había nacido siquiera para matar a un insecto! —De haberme dado cuenta antes de semejante puntería, pensó, hoy estaría durmiendo apaciblemente, como siempre antes, pero al fin sabido es que aquila non capit muscas… 5 Se sintió descender al Tártaro 6 sobreviviendo a desgano entre la humedad reinante cuando una voz lejana, apócrifa, irrumpió en la soledad de su cuarto poblado de fantasmas avisándole que era el momento de levantarse. 1

Esposa del rey de Itaca, Odiseo. Para alejar a sus pretendientes mientras su marido estaba en la Guerra de Troya, ella prometía aceptar cuando terminara de tejer un sudario, por lo que tejía de día y destejía de noche. 2 En la mitología griega era el hijo del dios de los sueños. 3 El que ordenara matar a todos los niños menores de dos años pretendiendo asesinar a Jesús Niño. 4 Arquetipo de bruja o hechicera. 5 Del latín: El águila no caza moscas. 6 En la mitología griega era un profundo abismo donde las almas eran juzgadas después de su muert e.

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Algo alejado de allí Herodes sacó su pie derecho de la tina con cerveza para apoyarlo en el suelo. Dejó que la brisa de la aurora evaporara la espuma etílica perfumada con lúpulo. Hecho eso, se dirigió hacia la puerta de entrada donde llamaba Pilato 7, impecable como siempre, aunque acorde a los tiempos que corrían pese a las manecillas artrósicas. Antes de fundirse en un apretado abrazo frater nal, propio de los degenerados, P ilato abrió su botella de alcohol en gel, se frotó las manos y ambos sonrieron complacidos. La tina volvía a llenarse, lentamente, de cerveza © Nechi Dorado

Nechi Dorado nació en Buenos Aires, es docente, periodista en prensa alternativa, escritora, ―poetastra‖. En la actualidad escribe cuentos, relatos y poemas todos con fuerte contenido social que son difundidos por muchas revistas literarias virtuales y escritas. Participó en varias antologías. Miembro de PCsur, REMES- red mundial de escritores en español-, adherente y colaboradora del World Festival of Poetry y otros espacios culturales. http://textosnechidorado.blogspot.com/ Correo electrónico: [email protected]. https://www.facebook.com/nechi.dorado. 7

Quién se lavó las manos tras el asesinato de Jesús diciendo: “inocente soy yo de la muerte de este justo”.

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Narradores Sara Mesa

Madrid, 1976 http://www.anagrama-ed.es/autor/1309

*** Sara Mesa (Madrid, 1976). Desde niña reside en Sevilla. Ha publicado las novelas El trepanador de cerebros (2010, Tropo Editores), Un incendio invisible (Premio Málaga de Novela), Cuatro por cuatro (2012, Editorial Anagrama; finalista del Premio Herralde de Novela) y Cicatriz (2015, Editorial Anagrama), y los libros de relatos No es fácil ser verde (2009, Everest) y La sobriedad del galápago (2008, Diputación Provincial de Badajoz), con ilustraciones de la toledana Noemí González. Con su poemario Este jilguero agenda ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández en 2007.

*** Entrevista NARRATIVAS: ¿Cómo resumirías tus comienzos literarios y el camino recorrido hasta ahora? SARA MESA: No fui una escritora precoz. Realmente nunca pensé en escribir, ni en mi infancia, ni en mi juventud ni hasta... los 30 años, que es cuando me puse a ello. Comencé con cuentos, género que no he dejado nunca —de hecho mi próximo libro será un conjunto de cuentos—, y luego me centré más en la novela, aunque nunca he escrito novelas muy largas, me siento cómoda en el recorrido narrativo de corto o medio aliento. Como otros muchos escritores, los comienzos no fueron fáciles a la hora de publicar, aunque sin duda puedo considerarme afortunada. Mis libros de cuentos pasaron prácticamente inadvertidos, pero mi primera novela, aunque se publicó en una editorial pequeña, Tropo, tuvo ya una distribución muy digna, y eso me permitió darme a conocer. También mandé mis textos a editoriales más potentes y a premios con prestigio crítico, confiando siempre en lo que hacía —aunque internamente siempre esté sumida en un mar de dudas—, y sin dejar nunca de escribir —muy cabezota yo—. Poco a poco la perseverancia fue dando sus frutos. N.: Has publicado hasta el momento cuatro novelas, dos libros de relatos y un poemario. ¿Qué diferencias encuentras entre los diversos modos de contar? ¿Qué te aporta personalmente cada una de las disciplinas literarias? SM.: Como he dicho antes, en la narrativa trabajo las formas cortas, por eso no diferencio demasiado mi mecanismo mental a la hora de escribir cuentos o novelas. Sí es cierto que en el cuento tiendo a una mayor intensidad y complejidad del lenguaje —y creo que por ello su lectura puede ser más difícil—, mientras que, si el texto se alarga, trabajo más las estructuras y la coherencia de los personajes, con un lenguaje más desnudo. En ambos casos me interesan mucho la elipsis y la sugerencia. No me identifico en absoluto con esa máxima que asocia la novela con el desarrollo pormenorizado de acontecimientos. La novela también puede ser condensada. La poesía es otra cosa. Yo he sido, a qué negarlo, muy mala poeta, una poeta cursi, además, primeriza, novata y desbocada. Luego he escrito más poemas pero jamás he v uelto a publicarlos. En mi caso supongo que se trata de una forma de expresión o desahogo verbal que ni siquiera sé si puede ser de interés para terceros. N.: Una característica de tu estilo es la tendencia a sugerir más que a mostrar, así como a cons truir atmósferas más que a contar hechos irrefutables. ¿Crees que es importante dejar en manos del lector cierta libertad a la hora reconstruir e interpretar la propia historia? SM.: Sin duda. La literatura es un diálogo, una tensión entre la escritura y la lectura. E igual que a mí no me gusta que me traten como tonta cuando leo (odio que me lo expliquen todo, que no

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me dejen margen para el error), trato de respetar al lector cuando escribo, sin adoctrinamientos, dando espacio. N.: Has sido finalista del Premio Herralde de Novela y ganadora del Premio Málaga. ¿En qué medida esos premios literarios han servido para afianzar tu carrera como escritora? SM.: Han sido fundamentales, sobre todo, a qué negarlo, el ser finalista del Herralde, lo que me permitió entrar en Anagrama, donde por suerte he seguido publicando después. En esto de los premios literarios hay mucha leyenda oscura sobre su posible suciedad, y yo no dudo que haya ciertas cloacas, pero en mi experiencia han sido no sólo limpios, sino también utilís imos para darme confianza. Yo creo que lo importante es que estos premios no se queden en sí mismos, en el dinero o en la publicación del libro en sí, sino que contribuyan a proyectar tu escritura . N.: Los personajes de tus novelas parecen no encajar demasiado bien dentro del haz de relaciones en que se desenvuelven, como si careciesen de referencias claras para actuar. ¿Podría ser esa una metáfora de la vida contemporánea, donde los individuos viven sometidos a tantas cir cunstancias incontrolables? SM.: Sí, sobre todo lo que quizá más transmiten mis personajes es la desorientación, la maleabilidad, el no estar hechos de una sola pieza, la inseguridad y el movimiento interior. A lo mejor por eso me interesan cada vez más los personajes adolescentes, o incluso los niños, los personajes en formación, con todas las circunstancias que modelan el crecimiento y la formación de eso tan extraño que llamamos personalidad. N.: Otro elemento muy presente en tus historias es el poder, pero no un poder omnímodo o totalitario, sino esas pequeñas relaciones de dominación que se dan en la vida diaria de las personas. ¿Consideras que, en efecto, muchas de las relaciones humanas pueden entenderse en términos de poder? SM.: Para bien o para mal, sí. Y también creo que el poder, en sí mismo, es necesario, y que el dilema está sin duda en cómo manejarlo, porque mucho me temo que esa asociación que suele hacerse entre poder y corrupción es demasiado frecuente. Lo que a mí me interesa a la hora de escribir —o más bien, para lo que me siento más capacitada— es la descripción de las relaciones de poder en la pequeña esfera en la que solemos movernos. Así, por ejemplo, me interesa lo que sucede en un aula escolar, en una familia, en una pareja... porque muchas veces los mecanismo s de dominación o de sumisión están ahí, y aunque no trascienda de ese círculo pueden verse paralelismos con otras situaciones de más alcance (pongamos, no sé, una dictadura) . N.: ¿Qué hay en la cabeza de Sara Mesa antes de ponerse frente a una hoja en blanco? ¿Cómo concibes tus historias? SM.: Lo que hay en mi cabeza al principio es una imagen borrosa, muy borrosa, pero en la que ya se atisban ciertas líneas de acción o pequeños nudos narrativos. Es como cuando eres miope (y yo lo soy) y no es sólo que se vea mal o con poca definición, sino que también se ve distinto, de algún modo se aprecia una especie de atmósfera en la distribución de los colores y en la forma en que éstos se relacionan entre sí, y luego uno se pone las gafas y todo se reordena con claridad. Pues algo similar es escribir. N.: Como lectora, ¿cuáles serían tus preferencias en el terreno de la narrativa en castellano y tus autores favoritos? SM.: Como lectora soy muchísimo más ecléctica que como escritora, así que, qué puedo decir, en castellano me he formado —como todo el mundo— con los grandes hispanoamericanos y con los clásicos españoles, podría decir mil autores, desde los indiscutibles a algunos más periféricos (Mario Levrero, Hipólito G. Navarro...). Así que, para no entrar en obvie dades ni eludir los actuales, voy a decir los últimos libros que he leído en castellano y que me han gustado enorme mente: La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo, Memoria por correspondencia de Emma Reyes, Los libros repentinos de Pablo Gutiérrez, Todo va bien de Daniel Ruiz García, Prohibido entrar sin pantalones de Juan Bonilla, Siete casas vacías de Samanta Shweblin. N.: Por último, ¿en qué proyectos literarios está ahora trabajando Sara Mesa? SM.: Estoy corrigiendo el libro de cuentos que saldrá el próximo año en Anagrama y también empezando a escribir una historia que da para novela corta, probablemente, pero de la cual no puedo todavía hablar mucho... Digamos que está en fase de emborronamiento inicial.

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CUATRO POR CUATRO 1 CELIA (CAPÍTULO) por Sara Mesa

La línea del paisaje se curva, amarillea, baja hasta disolverse en la distancia, y ahí estamos al fin, detenidas y resoplando bajo el cielo inmóvil. Es febrero y todavía hace frío. El aire corta la respira ción, ataca los pulmones de la P oquita, que está enferma desde hace semanas. Nunca habíamos llegado tan lejos. Tenemos los zapatos chorreando de pisotear la hierba fangosa, por evitar los caminos. Esperamos que la Poquita nos alcance y hacemos asamblea: —¿Desayunamos ya? —pregunta Valen. Le tiemblan las mejillas regordetas. Valen siempre tiene hambre. Pero las demás protestamos. No es hora de comer. Si hemos parado aquí es para decidir hacia dónde continuar a partir de ahora. No hay tiempo que perder; desayunaremos más adelante, mientras caminamos. O no desayunaremos en absoluto. Las dos opciones son: remontar la colina hasta la carretera o bajar la cuesta de la derecha tratando de encontrar el río. Decir río es quizá exagerar. La memoria nos devuelve una estría pintada de ma rrón que es, como mucho, arroyo. La memoria tampoco nos define su lugar exacto. Hace años que nadie pasa por aquí. —Yo iría a la carretera. Luego hacemos autostop y hasta donde nos dejen. Osada cuando habla y cobarde cuando actúa, Marina no nos convence. Me elevo: —¿Autostop? ¿Estás loca? Nos llevarían de vuelta al instante. —El río es más seguro —dice Cristi. —¡Pero si no sabemos dónde está! —dice Marina. Cristi se encoge de hombros. Valen insiste, llevándose la mano a la mochila: —Podemos comer algo mientras pe nsamos. —¿Qué dices tú, P oquita? —le pregunto. Levanta la cabeza. Sus ojos legañosos bizquean. Tiene los cristales de las gafas empañados. Tose de nuevo; tose y bizquea sin parar. Moquea. Está llena de humedades la P oquita. Yo ni siquiera espero a que responda. Hablo por ella: —A la Poquita le da igual lo que hagamos, siempre que hagamos algo pronto. Estar aquí paradas con este frío va a terminar de matarla. —Creo que comer le sentaría bien —dice Valen. —Calla, gorda grasienta —dice Cristi. Se pelean. Primero con insultos, luego se echan sobre la tierra mojada a revolcarse, teatralmente, como sin ganas. Marina las jalea; no se sabe bien de qué parte se pone. La P oquita y yo esperamos; ella sin pensar en nada y yo tratando de pensar en todo. De nada vale. Los veo llegar en el todoterreno, por el estrecho camino polvoriento. Vienen hacia nosotras y nosotras estamos ahí, detenidas, tan detenidas como el tiempo. Mi vanidad se siente es 1

Cuatro por cuatro (Anagrama, 2012)

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poleada: pensar en una bronca de la Culo o en un castigo del Director hace que me sienta mejor. Una perdiz piñonea a los lejos. Valen y Cristi se levantan, se sacuden la ropa, me miran a los ojos. Ninguna dice nada, pero sé que me culpan. © Sara Mesa

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Entrevista

LAU RA MUÑ OZ HERMI DA IN TE RROGA A JOSÉ LUI S MUÑ OZ por Laura Muñoz Hermida

Roberto Artl mantiene en Los siete locos la angustia de su personaje principal de forma constante y a cada página. Obsesiona, apasiona y destruye a partes iguales. Sin descanso. Es común considerar la novela negra como germen de la maldad y cuna de lo mo nstruoso, no sólo en su contenido sino en el interior de sus personajes y la sordidez de los escenarios. Te voy a interrogar y someter a un tercer grado de siete preguntas. Siete como los locos de Roberto Artl. Como los días de la semana. Creación y creatividad. Modo y forma. La intensidad y vehemencia que los escritores vierten en sus textos. 1. Estados de conciencia «Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Este es el problema.» (George Orwell). LMH. ¿Consideras necesaria cierta rebeldía en la escritura para ser considerada fuerte y de cali dad? ¿La utilizas en tus textos? JLM. Es que si no hay rebeldía, para mí, no hay escritura posible. Seguir pautas precedentes no me sirven de nada, me aburren, así es que ante cada nueva novela, o ante cada nuevo relato, me rein vento literariamente para desafiarme. P or esa razón no soy muy dado a personajes fijos y, si he te nido alguno, lo he matado rápidamente para que no me lleve por un camino adocenado. Un texto debe alterar al lector, y al escritor; si no es así no tiene por qué ser escrito. No hay cosa peor que la indiferencia, o el que te lean bien y te olviden. Procuro herir con mis novelas, que el lector no salga indemne de ellas. 2. Los sueños del inventor «En las cajas de lápices guardan sus sueños los niños. » (Ramón Gómez de la Serna). LMH. ¿Cuáles fueron tus sueños de niño y dónde los guardaste? ¿Cómo se traducen o reconocen en tus obras? JLM. Para seguir viviendo no hay que dejar de ser nunca niños. Concepto niño como ilusión. De niño jugaba en mi cabeza; de mayor, sigo. Una historia es siempre un juego impredecible. De niño soñaba mujeres hermosas, las que veía en cuadros y esculturas, las que soñaba a través de unos cromos que salían en los paquetes de detergente sobre islas exóticas. Hubo una tahitiana de un cromo que me tuvo el seso comido durante años. Lo que daría por tener en mis manos ese cromo y todas las fantasías que generó. De mujeres hermosas están llenas mis fantasías literarias. De niño soñaba con perderme en paisajes exóticos. Cumplí el sueño. Conozco casi todo Extremo Oriente, pero me faltan los Mares del Sur. De niño mi ilusión era pisar Alaska siguiendo el itinerario de Jack London. El niño cumple su sueño cinc uenta y cinco años después y está dos meses en el Oeste americano y un mes en Alaska. El viaje está en todos mis libros. Un libro es un viaje siempre. 3. Capas de oscuridad «Sentía que ya no era un hombre, sino una llaga cubierta de piel, que se pasmaba y gritaba a cada latido de sus venas. Y sin embargo, vivía.» (Roberto Arlt).

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LMH. ¿Crees, al igual que Arlt hace con su personaje, importante crear a los tuyos con alto grado de monstruosidad? ¿Son siempre los protagonistas o puede una víctima soportar el p eso de un texto completo? JLM. Me gustan los monstruos precisamente por no serlo. Me gustan los ambientes sórdidos por no ser los míos, aunque viví en alguno en una etapa de mi vida que he borrado a conciencia, mi zona oscura. Me atrae lo opuesto. No hay personajes positivos en mis novelas, o contados con los dedos de una mano en toda mi producción novelística. Un nazi, un asesino en serie, un violador, un terrorista, un poli corrupto… El héroe más limpio, el de La pérdida del paraíso, era un traidor a los suyos. Caín es siempre mucho más interesante que Abel. Las novelas se escriben sobre Caín. La víc tima no decide. El verdugo, sí. La novela en la que estoy va precisamente de Caín y Abel, en el Oeste, en un viaje hasta Alaska, para cerrar el círculo de mi infancia. 4. La bofetada «Hasta hoy, la literatura exaltó a inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso ligero, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo.» (Filippo Tommaso Marinetti). LMH. ¿Dónde y bajo qué forma vamos a encontrar los golpes en tu escritura? ¿Predominan los golpes bajos o prefieres los de efecto? JLM. Me gusta el boxeo. Es un ballet elegante de gladiadores. Aunque nunca lo practiqué por ser poco agresivo. Hasta el año pasado, fortuitamente, parando un par de puñetazos que me lanzó un taxista checo. El mundo del boxeo es negrura, juguete roto, instinto primario, hombre bestia. Ocupa algún relato de Marero , el libro con el que viajé a Gijón y ahora a toda España. Disparo golpes al lector. Hay en mis páginas mucha aridez. No pretendo agradar, sino conmocionar. Un buen golpe en la boca del estómago al lector, para dejarlo sin habla. Suelo noquearlo al final. Lo bueno es que no soy dueño de mis finales, así es que noqueando al lector me noqueo yo mismo. Quizá el final más redondo fue el de La caraqueña del Maní. ETA, Caracas, cerros, y un pistolero del terror político que va buscando su expiación sin saberlo él, el lector o yo mismo. En las tres últimas líneas del libro hago una pirueta inexplicable, de la que sólo fui capaz en ese momento. Pero, por otra parte, odio las trampas, los desenlaces sorpresa, porque el desenlace sorpresa es lo trillado. Los relatos que hay en Marero son imprevisibles, alguno tan salvaje que estuve a un paso de eliminarlo. Pero también hay humor, ternura, misterio, juego, romanticismo bien entendido en «El último inquilino», historia de fantasmas. 5. Trabajo de la angustia «Al luchar contra la angustia uno nunca produce serenidad. La lucha contra la angustia sólo produce nuevas formas de angustia. » (Simone Weil). LMH. ¿Es necesario crear un bucle temporal o circunstancial de desastre alrededor del personaje para que el germen del mal brote y, sobre todo, se sienta? JLM. El mal somos nosotros. Y el bien. La bestia sólo necesita una rendija para asomar el hocico. La Alemania del Holocausto que retrato en El mal absoluto. Los personajes «normales» pueden ser más peligrosos: mi Mike Demon de La Frontera Sur, un agente de seguros más venenoso que Fred Vargas, el poli mexicano acostumbrado a matar a sus oponentes y hacerlos trocitos literalmente. Mis novelas van de gente normal que tuerce su conducta, para causar esa sensación de desasosiego en el lector que se identifique con el protagonista y te nga miedo de torcerse como él. Un profesor de literatura apacible asesina, de repente, al sicario que contrata para matar a su amante adolescente en «Muerte por muerte ». Todos, en un momento determinado, podemos hacer el mal. Muchos se abstienen por el castigo. Otros por una moral inoculada. Pero cuando se levanta la veda (Alemania de Hitler, exYugoslavia, Ruanda de hutus y tutsis, Camboya de los kmer rojos) emerge el lobo que hay dentro. Tantos siglos de civilización no han conseguido ocultar el animal que llevamos dentro.

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6. Dos almas «Las grandes almas siempre se han encontrado con una oposición violenta de las mentes medio cres.» (Albert Einstein). LMH. ¿Necesitas tener al lado un personaje dotado de cierta bondad para hacer más verosímil la situación de maldad? JLM. El maniqueísmo me revienta, lo rechazo frontalmente. En todo. En literatura, más. Mis personajes pueden ir de ser malos a ser pésimos. La habilidad que tengo es hacerlos humanos, a pesar de lo salvajes que llegan a ser. Hay lectores que ve n ternura en mis monstruos. Humanidad. Hacerlos débiles ante algo es importante. Casi todos flojean por una mujer. Amor. Más bien pasión, deseo, posesión. El niño mayor que quiere jugar con su muñeca hecha carne, que es lo que le pasa a Gaspar Noriega/ Gary Loriga en Te arrastrarás sobre tu vientre. Esa debilidad, aunque sea genital, lo hace humano. Hay algún héroe solitario, a contracorriente: Marín de Urtubia, el de La pérdida del paraíso, enamorado de la belleza de un paisaje, una indígena y una forma de vida, traicionando a los conquistadores españoles que descubrían el Nuevo Mundo. El etarra de Tu corazón, Idoia, más bueno que Idoia porque prefiere el tiro en la nuca al coche bomba. La bondad resbala en el género negro. Quinlan, el obeso policía encarnado por Orson Welles en Sed de mal, ése es la quintaesencia de lo negro. 7. La farsa «La historia se repite, primero como tragedia, después como farsa.» (Karl Marx). LMH. ¿Creas tramas y personajes a través de algo ya leído/visto/vivido o te cruzas con mo mentos flash que aprovechas para hacerlo? ¿Qué fermenta antes: personaje o situación? JLM. Todo es una mezcla, y de ese magma de lo leído/visto/vivido sale la historia. Lo primero es el protagonista. Y el punto de vista. Y cómo se va a explicar esa historia que no sé hasta que me pongo a ello, y, a veces, ni cuando me pongo. La Frontera Sur la escribí en primera persona. Me equivoqué y la volví a redactar en tercera. Así funcionó. El punto de vista es fundamental. La historia sale. Y el escritor, que es un narcisista, siempre está; en Patpong Road, mi novela testamento que escribí como exorcismo ante la muerte, al noventa por ciento. Muchas veces la historia no tiene mucha im portancia para mí, o no me preocupo por ella porque la encuentro en el proceso de escritura. El estilo surge de forma natural: si va a ser frase corta; si va a haber adjetivos; si voy a jugar con las encadenadas. Toda novela tiene su música. Pero lo fundamental, repito, los personajes y dibujarlos no sólo físicamente, que está bien hacerlo, porque ello da mucho lucimiento, sino a través de sus palabras, la forma de andar, de respirar, de beber, de comer, de follar…Ahí, en ese punto, el escritor es Dios, crea vida, pero no es dueño de ella, porque cuando los personajes viven a su aire, sin seguir tus directrices, la novela funciona, tiene alma, es un ente independiente. Y entonces te sientes como el cantante de rock que sale al escenario y recibe la ovación del público. Dios. Somos dioses . © Laura Muñoz Hermida

Laura Muñoz Hermida (Madrid, 1978). Fotoperiodista y redactora en medios culturales. Colabora habitualmente en los contenidos de Culturamas, Top Cultural y Analecta literaria. Algunas de sus fotografías han aparecido en Esquire, El Mundo, Cambio16, Diario Crítico, Revista Anfibia en Argentina, Público Número Cero, Prótesis, La Opinión de Granada, Ruta 66, y los suplementos culturales de Diario de Sevilla, Diario de Cádiz, Diario de Jerez, Diario de Córdoba, Granada Hoy, Huelva Información y El Almería. También en la revista alemana Popkulturschock. Ha trabajado como Ayudante de Dirección de fotografía en producciones cinematográficas.

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Miradas

HUBE RT SELBY: RÉ QUIE M P OR UN GRAN MAE STRO por José Luis Muñoz

Puede que este nombre, el de Hubert Selby, no les diga nada a muchos norteamericanos, y no digo a los españoles. Los libros llegan a uno de forma aleatoria por vericuetos extraños, por amigos que te los recomiendan o regalan, por una crítica literaria que uno lee al azar, por verlo destacado en el escaparate de una librería de referencia. No me ocurrió nada de esto con el escritor norteamericano. Última salida a Brooklyn llegó a mis manos tras verlo en una librería, editado por Anagrama, la mejor editorial literaria que existe en España, y seguramente me atrajo el título. A sí es que hace quince años compré esa novela, me la llevé a casa y la devoré en cinco sesiones a pesar de su consi derable número de páginas. Me di cuenta entonces de lo gran escritor que era ese tal Hubert Selby del que no había oído hablar hasta entonces, de lo magistralmente que, en sus páginas, radiografiaba el dolor y la soledad, por haberlos sufrido en su persona, y lo bien que retrataba el paisaje urbano desolado en el que se desenvolvían sus personajes, su Brooklyn natal. Sin que hubiera crímenes, especial violencia o sangre en sus páginas, y, desde luego, ninguna trama criminal al uso, Última salida a Brooklyn era una genuina novela negra poblada por personajes perdedores abocados a un destino trágico —existe una conexión evidente entre novela negra y tragedia griega —, y desde entonces, en conferencias, foros o artículos, la pongo como ejemplo del género, que, en realidad, no es sino una mirada crítica a la sociedad que nos envuelve, y Selby odiaba con furia la sociedad en la que le había tocado malvivir. Curiosamente he vuelto a Hubert Selby en mi último viaje a Nueva York, porque quizá he paseado, sin saberlo, por sus calles de Brooklyn. He estado en los escenarios de su novela Réquiem por un sueño, en las playas, nevadas porque era invierno, de C oney Island; en esa pasarela de madera que se adentra en el mar y que la extraordinaria película homónima de Darren Aronofsky recogía con Jared Leto corriendo por ella y una fantasmal Jennifer Connelly, una de las actrices más bellas de Estados Unidos, girándose en una escena onírica que nunca se haría realidad. Y, una vez de regreso a España, he estado viendo, además de la película que me sigue pareciendo la mejor de Darren Aronofsky, una entrevista que le hacía a Hubert Selby, que encarnaba en el film a un odioso carcelero con gran sentido del humor, Ellen Burnstyn, la viuda enganchada a las pastillas de la versión cine matográfica de esa novela tan terrible como conmovedora cuyos personajes despiertan nuestra pie dad. Hubert Selby era, físicamente, un personaje de una fragilidad física extrema y así él se reconoce: estaba muriendo cuando nació. Su madre tuvo un parto muy complicado. Se ahogaba el nasciturus en el útero materno. Así es que Hubert Selby, desde el segundo cero, se aferró a la vida como nadie , porque la perdía, pasó por un sinfín de vicisitudes, tuvo una salud enfermiza que le hizo frecuentar durante años hospitales y quirófanos y ser desahuciado por los médicos que pronosticaban su inminente muerte, pero el pequeño Hubert Selby siempre daba la batalla por la vida, sobre todo en sus libros espléndidos, que escribía sin haber tenido estudios —se alistó en la marina mercante a los 15 años—, haber ido a ningún taller literario ni tener padrinos influyentes, porque era un narrador nato autodidacta , y de sus libros, que le sirvieron para aferrarse a la vida contando historias de desolación absoluta, la suya, hablaba con enorme modestia. Los personajes de su breve, pero intensa —ningún lector que se adentre en sus páginas sale indemne —, producción literaria —El demonio y La habitación, además de las dos novelas citadas que fueron adaptadas al cine— eran seres desquiciados, desubicados en la sociedad y politoxicómanos —él se enganchó a la morfina para paliar el dolor de sus enfermedades y no se libró nunca de ella— y algunos moralistas lo tacharon de pornográfico y lo llevaron a juicio por hablar en sus libros, sin tapujos y con una crudeza extrema, de prostitución, homosexualidad y drogadicción.

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Cuatro años después de esa entrevista grabada, Hubert Selby, el escritor de frase corta y lapidaria, fallecía, pero su legado literario es importantísimo y sus novelas, evidentemente, son piezas capitales de la novela negra y así lo seguiré defendiendo en todos los foros a los que acuda y en todos los artículos que me toque escribir. Mis respetos a un gran maestro, a un escritor inmenso, a un personaje, pese a sus limitaciones físicas, con una fuerza interior extraordinaria, del que me he estado acordando cuando paseaba, una mañana de marzo, entre gaviotas que graznaban, por un Coney Island sepultado por la nieve, totalmente blanco, como un fundido cinematográfico. © José Luis Muñoz

José Luis Muñoz (Salamanca, 1951) es uno de los escritores más veteranos, prolíficos —38 libros publicados— y premiados —Tigre Juan, Azorín, La Sonrisa Vertical, Café Gijón, Camilo José Cela, Juan Rulfo, Ignacio Aldecoa— de la novela negra española, entre cuyas obras destacan Barcelona negra, Lluvia de níquel, El mal absoluto, La caraqueña del Maní, Pubis de vello rojo, Llueve sobre La Habana, La Frontera Sur, Marea de sangre y Ciudad en llamas. Articulista de opinión comprometido —tiene una columna en El Cotidiano en donde analiza la situación social y política —, viajero —ha colaborado en Viajes National Geographique, Traveler, Nómadas— y crítico cinematográfico y literario, vive a caballo entre el Valle de Arán y Barcelona dedicado a la escritura. Sus novelas, políticamente incorrectas y provocadoras, no dejan indiferente a nadie. Tiene en la red el blog http://lasoledaddelcorredordefondo.blogspot.com.es que acumula más de 600.000 visitas.

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Aniversarios

LA VE RDAD DE UN A I NVENCI ÓN 40º Aniver sario de Los solda dos de Ca taluña , o La ver dad

sobr e el caso Sa volta

por Pedro M. Domene La renovación formal y la transformación narrativa en la novela española contemporánea se desarrolló entre 1961, año en que Luis Martín Santos publicó Tiempo de silencio 1, y 1975 cuando apareció La verdad sobre el caso Savolta2, de Eduardo Mendoza. Una renovación intensa que provoca cambios formales y técnicos aunque, de alguna manera, se siga la estela iniciada por el realismo social previo y se reaccione contra los presupuestos del objetivismo; surge en tonces, el concepto de la omnisciencia objetiva del narrador, la alternancia de los puntos de vista y ese heterogéneo perspectivismo entre autor, narrador y personajes. El novelista incorpora una postura dialéctica y crítica con respecto al entorno y la realidad novelesca. El lenguaje es tan discursivo como poemático, y de la linealidad se pasa a una complejidad estructural, una heterogeneidad en las secuencias, y la mezcla personas narrativas, según los puntos de vista, las tres, incluida la segunda 3. Por otro lado, los excesos del experimentalismo provocaron esa anunciada «muerte de la novela» que se tradujo en una mimesis y emulación del experimentalismo europeo y americano, y así casi todos los novelistas de la época optaron por una amplia visión de la vanguardia, y los editores menos convencionales apoyaron alejarse de los textos de carácter tradicional y optaron por novelas de gran calidad, cuyos autores habían optado por la modera ción en los recursos del experimentalismo o realizaban, incluso, una parodia de ellos; citemos los casos de algunas novelas significativas, Parábola del náufrago (1969), de Miguel Delibes, San Camilo 1936 (1969), de Camilo José Cela, La saga/fuga de J.B. (1972), de Gonzalo Torrente Ballester, Florido mayo (1973), de Alfonso Grosso, Si te dicen que caí (1973), de Juan Marsé, o Escuela de mandarines (1974), de Miguel Espinosa, sin olvidar algunas de las mejores novelas de Juan Benet y Juan Goytisolo.

EL CASO SAVOLTA La verdad sobre el caso Savolta tiene un curioso plantea miento, según el propósito del propio Eduardo Mendoza, y bastante sencillo: acercar la sensibilidad postmoderna a una narrativa previa, establecida sobre cimientos tradicionales; tras su aparición, unos meses antes de la muerte del dictador, se convierte en símbolo del más absoluto y nuevo estado de la narrativa del momento que se alejaba de un realismo y un experimentalismo desmedido para ofrecer opciones capaces de interesar al lector. Mendoza quiso escribir una novela comunicativa y amena, 4 convirtió su texto en un relato de acción con variados y complejos complots, crímenes, violencia y todo tipo de percances; en realidad, un modelo de relato popular, de novela negra o policíaca que no deja de lado los rasgos sentimentales casi folletinescos, aunque percibimos que algo extraño ocurre, suena diferente, un narrador cegado por los curiosos acontecimientos vividos, y al tiempo evocador, protagonista y acusador de un crimen, que parece haberse olvidado; lo más curioso, refleja ese nuevo y corrupto estrato social superior durante los desmedidos años 1917 a 1919 en una creciente Barcelona industrial y dinámica. Tras unas primeras pes quisas y experiencias, la novela avanza en una auténtica vorágine de intrigas, maquinaciones, asesinatos, amoríos y sucesos para intentar resolver el «caso Savolta», la fábrica de armas, que suminis1

Publicada por Seix-Barral en 1961, 222 págs.; anteriormente había sido presentada al Premio Pío Baroja con el título Tiempo frustrado y con seudónimo. 2 Publicada por Seix-Barral en 1975. Premio de la Crítica, 1976. 3 Vid., Santos Alonso, La novela española en el fin de siglo (1975-2001); Madrid, MareNostrum, 2003; pág., 56 y ss. 4 Santos Sanz Villanueva, La novela española durante el franquismo; Madrid, Gredos, 2010; págs., 539-543.

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traba tanto a Francia como Alemania. Obviamente, es una historia fraccionada, se desarrolla en se cuencias dispersas, aisladas y planteadas desde diversos puntos de vista, y añade ma teriales diversos, documentos de una apariencia real. Mendoza recurre a esa mezcla de narración de corte tradicional y un aire innovador para alejarse de un vanguardismo y experimentalismo al uso; pronto se convirtió en una novela antigua y moderna que exige un lector atento por la hondura, la complejidad y la rica disposición con que el barcelonés aplica tres de sus componentes básicos: relato policíaco, novela histó rica y narración social. Inicialmente, podría pensarse que La verdad sobre el caso Savolta sea, exclusivamente, un relato criminal porque el mismo título nos remite a la confusa muerte del industrial ca talán asesinado por pistoleros pagados, aunque los anarquistas se hacen responsables; y curioso, la narración comienza con las declaraciones de un testigo ante un juez norteamericano en una causa relacionada con Savolta y sus negocios en un pasado reciente pero solo de una forma indirecta. Pronto, ese detalle, algo difuminado, se llenará de una trama mucho más densa que encubre comportamientos delictivos de gran calaje, protagonizados por muchos personajes que darán pie a una serie de escenas de violencia y desorden que enmarcan el momento en las luchas encarnizadas entre la burguesía industrial catalana de comienzos de siglo y los obreros organizados, aunque subyace la idea de las revueltas entre anarquistas y socialistas contra el terrorismo empresarial; y como se trata de una recrea ción de la Barcelona del primer cuarto de siglo, se impone la vertiente histórica que Mendoza cuidó porque se atiene a esa fidelidad que se le suponen a este tipo de obras, e incluye sucesos de menor importancia que solo se modifican con ligeras pinceladas narrativas. El retrato de época se asocia con esa dimensión complementaria que tiene la novela, incluso un a lcance político que la censura del momento ignoró, esa especie de mafia burguesa industrial que imponía su ley, y esa clase obrera explotada con hambre y miseria, y en igual proporción, sobresale ese retrato colectivo de la sociedad urbana en su conjunto, otra forma de denuncia y un alegato social, aunque como el propio escritor ha manifestado en alguna ocasión, «tan solo pretendía hacer la epopeya del proletariado». El editor Carlos Barral, de ideología muy progresista, dejará la novela dos años en el c ajón de su escritorio porque se interesa por textos literarios exigentes, experimentales, y por tanto minoritarios. 5

40 AÑOS DESPUÉS Cuarenta años después, Eduardo Mendoza recupera el título original, Los soldados de Cataluña (2015) 6, que fue presentada al Ministerio de Información y Turismo. Sección de Ordenación Editorial, el 11 de septiembre de 1973, un volumen de 379 páginas que editaría Seix Barral y pasó al lector, el 12. El informe se escribe y firma dos días después, y califica la obra como «Novelón estúpido y confuso, escrito sin pies ni cabeza (…) el tema son los enredos de una empresa comercial que vende ar mas a los aliados y bajo cuerda a alemanes (…) casamientos, cuernos y asesinatos y todo lo típico de las novelas pésimas escritas por escritores que no saben escribir (…) no hay religión, ni sexo, y aunque aparecen en al escena de la novela algunos anarquistas, aparecen más como pistoleros que como políticos y desde luego no hay nada que parezca propaganda». Y, a mano, se añade: «El título no tiene relación alguna con el contenido de la obra ». Se considera autorizable. Y finalmente, Ordenación Editorial, solo recomienda el 17 del mismo mes, «El cambio de título». Curiosamente, la novela se queda en un cajón de Seix Barral hasta dos años después, y el 17 de abril de 1975 vuelve a la censura, esta vez con 463 páginas, y cambiado el título, La verdad sobre el caso Savolta, que pasa el mismo día al lector, no aprecia objeciones en la obra y aconseja su publicación, tachada de «buena dosis de humor e ironía con lo que llega a rozar los límites de la tragicomedia clásica». Al final de esta nueva edición conmemorativa del 40º aniversario, y a modo de colofón, la edición reproduce los informes de la censura sobre el libro, los disparates vertidos por e l lector nº 6, y un segundo lector, nº 4 que, como señalamos, mucho más perspicaz en sus opiniones; y se añaden los textos de Juan García Hortelano, la primera crítica de la novela, aparecida en el recién fundado El País y firmada el 5 de mayo de 1976, Ma nuel Vázquez Montalbán, el «Prólogo» que escribiera reeditada en 5

Abriendo caminos. La literatura española desde 1975; Varios autores; ed., a cargo de Dieter Ingenschay y Hans-Jörg Neuschäfter; Barcelona, Lumen, 1994; pág., 100. 6 Eduardo Mendoza; Los soldados de Cataluña; 40º aniversario; Barcelona, Seix Barral, 2015; 470 págs.

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Espasa-Calpe, 1992; y Félix de Azúa, también para una reedición en Seix-Barral, 2003. El propio Mendoza escribe «La verdad sobre el caso Savolta », en la misma edición de 2003, y una anécdota que Llàtzer Moix cuenta en Mundo Mendoza. Montalbán situaba la historia entre Dostoievski y Groucho Marx, mientras que Azúa citaba a Valle-Inclán y Baroja. «Su aparición en 1975 dejó un rastro como el del cometa Halley: no venía de ningún lugar conocido ni se sabía adónde se dirigía, pero marcaba una dirección». Según Javier Marías, «Mendoza enseñó a la mayoría de los novelistas que vinieron después qué era escribir con libertad, sin verse obligado a complacer ni a los colegas ni a los críticos ni tan siquiera al público». © Pedro M. Domene

Pedro M. Domene. Nació en Huércal Overa (Almería) en 1954. Profesor de Lengua y Literatura. Colabora asiduamente en publicaciones literarias especializadas de España, México y Estados Unidos. Crítico literario en el suplemento Cuadernos del Sur del diario Córdoba y en las revistas Mercurio, Turia y Literal, Latin American Voices (Houston). Autor de varias antologías y publicaciones sobre narrativa contemporánea, Narradores españoles de hoy (1997), Lo que cuentan los cuentos (2001), Microrrelato en Andalucía (2008) y Disidencias (en la literatura española del siglo XX) (2010). Ha reunido sus ensayos en el volumen Imposturas (2000) y publicado obras de ficción para jóvenes como Después de Praga nada fue igual, II Premio de Narrativas Juvenil Los Pedroches, Conexión Helsinki (2009) y Las ratas del Titanic (2014).

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Reseñas MARERO, de José Luis Muñoz Ediciones Contrabando Colección: Narrativa Fecha de publicación: 2015 226 páginas ISBN 978-84-943944-4-7

*** El prolífico escritor José Luis Muñoz (39 títulos publicados e infinidad de premios en su haber) nos ofrece su quinto libro de relatos: Marero, con una multiplicidad y variedad de registros y temas que es un reflejo de su probada capacidad para poner el ojo y la pluma en los más diversos mundos, ambientes y personajes, metiéndose a fondo en el entourage que rodea sus tramas, haciendo que el lector se embeba de cada detalle que da realidad y virtualidad a la historia, exhumando un profundo conocimiento de los ambientes y las reglas de juego que presiden cada micro -mundo en donde él pone su microscopio de aplicado notario y fabulador. Empleando conceptos provenientes del campo del diseño, de donde yo vengo, si por encima de sus cualidades tuviera que destacar algo de su literatura sería la perfecta conjunción de la función (argumento, personajes) con la forma (el vocabulario, los ambientes, la atmósfera) de sus novelas, y por extensión, y de manera si cabe más acusada, de sus relatos. José Luis Muñoz puede afrontar los más dispares temas con la difícil capacidad de, a través de dicha conjunción de forma y función, hacerlos no solamente verosímiles sino absolutamente reales y vividos. El lector, al asomarse a cada una de sus historias, lo hace como si abriera, no una ventana, sino una puerta que traspasa metiéndose de cabeza en ellas. El relato corto va cogiendo fuerza en la literatura actual. A ello ayuda sin duda que se trata de un género acorde con los tiempos que corren por su limitada extensión y estar pensado para ser leído de un tirón, sintético y concreto, donde caben pocas (seguramente ninguna) digresiones o tramas colaterales. Haciendo una caricatura, diría que encaja perfectamente en el mundo sincopado y acotado que nos rodea hecho a base de SMS, WS, Facebook o Tw que van directamente al grano. Aparte, su adaptación en cuanto a extensión (desde una página en un periódico hasta varias en una antología o una revista digital) le permite una difusión a la carta y urbi et orbi que de por sí no tiene la novela. La tríada clásica de planteo/nudo/desenlace tiene en el relato corto, no solamente su mejor ejem plo, sino el formato donde uno puede diseccionarlo con más precisión. Aun sin ser absolutamente cierto, podríamos considerar el relato como la quintaesencia de la novela, su columna vertebral. Son dos vasos comunicantes pero sin que quepa calificar a uno de inferior y al otro superior en ba se a su extensión. Lo importante de la literatura es la sensación que despierte y el sediment o que deje en nosotros tras su lectura, el medio para lograrlo es secundario. Cuando El Quijote es la historia de un pobre loco a medio camino del humor y el esperpento, cualquier apriorismo valora tivo, sobra. Comenzando por «Marero», que da título al libro, un relato duro, donde la violencia primaria se expresa en toda su extensión y sin sentido, la variada temática literaria de Muñoz tiene su reflejo en el erotismo de «Oscuro despertar», rayando la pornografía en «La esclava» o «Robinson», para pasar a una gamberrada en estado puro como es «El violador recalcitrante», el mundo del boxeo en «Cristal en la mandíbula», el de los toros en «La última corrida», o los tintes homosexuales de «Beso de sangre». Así hasta los 19 relatos incluidos en el libro, ejemplos de esa diversidad de la que hablaba antes. Un valor añadido es que Muñoz atesora la experiencia personal suficiente y necesaria (Tardofranquismo, Transición, Democracia) para revivir pasajes de nuestra historia, como escenario y como protagonista haciéndola llegar al presente con una simple frase o pincelada. Algún relato, como «Sed negra» ha tenido su reflejo, tal vez han sido el antecedente, de novelas suyas, es este caso de «Ciudad en llamas», en esa urdimbre creativa e íntima del autor que le

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permite pasar de uno a otro formato. Porque para el escritor su literatura está plagada de vasos comunicantes, en primer lugar con la realidad y él mismo, y en segundo con sus obras entre sí. Muñoz, y así lo ha reconocido él mismo, ha bebido las fuentes del r elato corto entre otros en Julio Cortázar, un renovador del género, Chejov y Allan Poe, tres clásicos. Del primero entiendo que ha interiorizado la riqueza del lenguaje cotidiano, su aparente (recalco lo de aparente) desorden y la inclusión de tramas disparatadas o alocadas que abrió el universo literario a una galaxia hasta en tonces desconocida e ignorada, del segundo el micro-mundo que nos rodea, la anécdota aparentemente pueril, aquellos objetos o personajes que pasan por nuestro lado a los que no pres tamos atención (o no reclaman nuestra atención), y que sin embargo tienen un tremendo potencial humano y literario, y del tercero la estructura literaria más académica, más clásica y más unidimen sional (que en su caso no es un defecto, sino una virtud) adaptada a cada tema y a la tríada que he mencionado. José Luis Muñoz lo ha incorporado, y lo aplica, con un perfecto ajuste y encaje en el tono y el estilo a cada tema y registro que trata (el amor, la violencia, el erotismo, la risa…). El libro se cierra con una novela corta «El último inquilino» de tintes polanskianos por su temática vampirista. Es un ejemplo más, fue el propio escritor quien me lo confesó, de cómo la propia expe riencia vivida, a veces tan solo una frase o un gesto, puede ser la musa que inspire. © José Vaccaro Ruiz

LOS ESCUPITAJOS DE LAS CUCARACHAS, de Andreu Martín Editorial: CientoCuarenta 384 páginas Fecha de publicación: 2014 ISBN 9788494311307

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¿Cuándo alguien va a escribir una buena novela, que no puede ser otra cosa que negra, por descontado, sobre ese robo a gran escala que conocemos con el eufemismo de crisis global y por el que los pobres son aún más pobres y los ricos nadan más en la abundan cia? Porque, como vasos comunicantes, el dinero que se va de nuestros bolsillos acaba en el de otros, así de simple, en el casino global. Alguien lo ha hecho: Andreu Martín abre el fuego, con recortada y a bocajarro, con esta novela, seguramente el título más largo de la historia de la literatura universal, Los escupitajos de las cucarachas no llegan al séptimo sótano del pedestal donde se levanta mi estatua , que ganó el premio Ciutat de Alzira y que publica ahora en castellano la editorial Ciento cuarenta. ¿Justicia poética? No queda otra. German Rojo, uno de los protagonistas de esta novela coral, es conocido como el Salvador —Soy Dios—, el financiero poco escrupuloso, corrupto hasta el tuétano, que vende sus recetas neolibe rales —Nadie quiere prescindir del estado de bienestar. Pues, primero, se difunde la teoría de que los funcionarios son unos inútiles y de que el estado de bienestar es insostenible. — y tiene con las mujeres, a las que considera putas, idéntica relación de poder que con el resto de la humanidad. Un tío que se comporta así con una mujer no tiene derecho ni autoridad moral para representarnos ante las autoridades europeas. Pero si las paga, y lo hace bien, es para hacer con ellas lo que le venga en gana, incluido meterles una botella en el coño, carta de presentación del personaje en cuestión en cuanto el lector se asoma a la novela. Así es como actúa Germán Rojo, propietario de MonDeMon, que tiene su guardia pretoriana, los Conde, matones que agreden y amenazan a quien pone ruedas en los palos de las ruedas de su jefe, y es un psicópata financiero y sexual. ¿Les suena? Claro que les suena. Tipos así corren por Francia, en las más altas esferas, y en la España de las cacerías de Berlanga que reproducen nuestros cutres políticos. Alrededor de German Rojo, un DSK a la española, pero podría ser también cualquiera de es os tipos de las tarjetas black, Rato, Blesa y compañía, que son del mismo perfil, al que quieren cazar

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policías honrados, pero siempre se les escurre, se mueven una serie de personajes bien perfilados como Sergi Gómez, el periodista inapetente sexual, enamorado de Melba, la prostituta que destapa las costumbres depredadoras de su cliente, o Guillem Sicart, el cabo informático forense de los mossos, rastreador de informaciones encriptadas en ordenadores a través de los cuales navega a los paraísos fiscales que son el agujero negro adónde va a parar el dinero que sale de nuestros bolsillos, pero es Melba, precisamente, la sencilla Melba, con su inocencia, abnegación, simplicidad y valor, la protagonista femenina, quien concita las simpatías del lector en esta novela premeditadamente maniquea con la que Andreu Martín ajusta las cuentas a los poderosos. La trama de Los escupitajos de las cucarachas se mueve en un mundo reconocible, el que estamos sufriendo delante de nuestras narices y que nos han vendido como no cuestionable: no se pueden hacer las cosas de otra manera; las cosas son así, porque sí, y actuamos como banda de atracado res porque podemos y nadie nos lo impide. Así es que encontrará el lector en la novela de Andreu Martín blanqueo de dinero, corrupción política con mordidas, conflictos de intereses entre mafiosos (Clan de los cosacos), evasión de impuestos, economía sumergida, puterío de altos vuelos, lo que vemos y escuchamos a diario en los informativos y que, por reiterativo, acaba por anestesiar nos. Hay alcaldes vendidos a la mafia rusa, y alcaldes acusados de acoso sexual, y políticos de todos los partidos que roban, malversan, se dejan sobornar, evaden capital, defraudan, y bancos que estafan a sus clientes, y Gobiernos que subvencionan a los b ancos estafadores, y banqueros que se retiran con indemnizaciones millonarias después de haber provocado la quiebra de las entidades donde trabajaban, y jueces que prevarican y dictan sentencias injustas, y jueces perseguidos por que perseguían la corrupción, e incluso la familia del rey parece que ha metido la mano en un bolsillo que no era el suyo. El estilo de Andreu Martín es conciso, huye de florituras, de esa literatura de sonajero que tanto detesta Juan Marsé, entre otros. Las descripciones físicas son taquigráficas: Ella, cuidadosamente bronceada en todos los rincones de su cuerpo, sin señal de biquini, sexo depilado, media melena irregular y erizada, de color zanahoria, pechos suficientes sin excesos ni areola, cintura armoniosa, piernas largas, movimientos cuidadosos, manos sabias. Ese es el retrato físico de Melba, la heroína. La violencia es hiperbólica, así es que la sangre salta de las páginas de esos escupitajos a la cara del lector (Le clavo el chuletero en la nuca, donde calculo que está el cerebelo, por debajo del cráneo dolicocéfalo. Un pinchazo seco, hasta el mango, la puntilla, un crujido, un golpe fulmi nante. Cae de bruces sobre el teclado y se pega un sonoro porrazo con la nariz. Queda inmóvil) y puede resultar muy visual y escalofriante (La punta de la navaja se clava en el centro de la frente del hombre, resbala sobre el hueso y rebana un trozo de piel que queda colgando como una len gua, como un bistec sangrante, un tupé líquido y rojo) Juega con pericia el autor de la legendaria Prótesis con el punto de vista narrativo, y ese es otro de los aciertos de la novela. Primera persona y presente de indicativo en el relato que protagoniza el psicópata protagonista, con lo que Andreu Martín da voz a un asesino sanguinario y consigue que nos metamos en su retorcida mente para odiarlo un poco más. Tercera persona, pero también pre sente, para trasladar sensación de inmediatez, en el resto de la novela. Domina con soltura este maestro de la novela negra el difícil arte del diálogo, y buen ejemplo la forma de hablar de Melba, la puta llorona —No deja de llorar. Las lágrimas cubren su rostro, suplen la humedad que falta en su vagina y los sollozos acompañan mi vaivén. El gemido gutural que sale de su garganta es la can ción orgásmica más excitante que he oído en mi vida—, una escort de lujo que trabaja en La Mansarda, la que, para mí, es la auténtica heroína de la novela, que planta cara al financiero asesino: Bueno, o sea, ese tío de la tele, en plan alto y guaperas, moreno de piel y negro de pelo , rollo que no entiendes por qué tienen que ir de negocios, que con hacer así tendrían todas las tías que qui sieran y gratis, que eso ya mosquea también porque quiere decir que es raro, o sea, y vendrá con manías. El autor de Cabaret Pompeya riza el rizo en la pormenorizada y sádica paliza que propina Germán Rojo a Melba, mientras él mismo, en una conferencia en diferido, aparece en el plasma de la habitación del apartamento en donde se está produciendo la agresión/violación, el dualismo de este Jekyll del plasma /Hyde violando, pura narrativa cinematográfica. Es una grotesca muñeca hinchable que vuela por la habitación, cae sobre el lecho con chirrido de muelles y grito de dolor, y rebota patas arriba para caer al otro lado. Los escupitajos de las cucarachas tiene buen ritmo, como corresponde a una novela de acción, atrapa al lector desde el primer párrafo y está bien documentada, porque Andreu Martín demuestra un concienzudo conocimiento de las técnicas policiales; y es ferozmente crítica con esos sujeto s que nos han vaciado los bolsillos. Novela sobre la crisis, la corrupción y la economía de amiguetes,

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en la que resuena ese chas chas, el sonido onomatopéyico del cuchillo chuletero de German Rojo, psicópata criminal y financiero, para el que todos los demás, las víctimas de la crisis, son hormigas a las que pisotear, o cucarachas que, con sus escupitajos, no le llegamos a los pies de su pedestal. Una novela policial y negra, sí, pero también política. Que cada uno haga sus extrapolaciones. Breat Easton Ellis escribió hace un montón de años la odisea salvaje de un brooker neoyorquino sanguinario en American Psycho; Andreu Martín hace que su monstruo financiero, sin escrúpulos, sea un Spanish Psycho. Razón no le falta. Adonde no llega la judicatura, llega la literatura. © José Luis Muñoz http://lasoledaddelcorredordefondo.blogspot.com

BAJO EL MANTEL, de Alicia Estopiñá Editorial Las tres sorores Colección: Narrativa Fecha de publicación: 2015 251 páginas ISBN 978-84-96793-43-9

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Alguien capaz de gastarse una fortuna en un cuadro completamente blanco, o negro, es decir, en una superficie blanca o negra enmarcada, porque el pintor odia los colores, y de paso se carcajea de sus compradores, es también capaz de pagar una fortuna por destapar un plato enorme e intentar saborear una insignificante croqueta de humo que le estalla en el paladar y no sabe a nada. De la banalidad del arte se ha pasado a la banalidad de la cocina, y, claro, eso gracias a los snobs que aplauden esas presuntas obras de arte, que lo son por la firma que figura a su pie, o degustan esos platos que entran por los ojos pero no por la boca y son víctimas agradecidas de esos timos. Y de snobs, cocineros, críticos gastronómicos, restauradores avispados, tunantes, agricultores ecológicos, asesinos y perros, va la última novela de la turolense Alicia Estopiñá escrita al alimón con Emilio Gon zález Bou. Hay muy buena literatura que discurre alrededor de la gastronomía. Hubo escr itores patrios, Néstor Luján o Manuel Vázquez Montalbán, que dieron carta de naturaleza a sus platos preferidos en sus novelas, y hubo hasta un restaurante que convocaba un premio literario, el mítico La Odisea de Barcelona, ligado a los fogones. Alicia Estopiñá y Emilio González Bou, autores de Bajo el mantel, son un támden perfecto, la primera escribiendo la parte más literaria de sus libros, y el segundo aportando sus conocimientos gastronómicos al texto. Está trufada la novela Bajo el mantel, que se alzó con el primer premio de literatura rural que concede la librería Serret de Vallderrobres, de personajes descacharrantes y paródicos, como el gastrónomo Alberto Montenegro, el autor de «Los cien restaurantes en los que nunca has de comer », un amante de la cocina tradicional —Como casi todo, las anchoas deben saber a lo que son y so bran los acompañamientos— y terror de la cocina fusión, de los cambalaches ecologistas —¡Al cuerno con la puñetera ecología! Añoraba la ciudad, con su endiablado tráfico, con los guiños de los neones nocturnos, su polución, su atmósfera contaminada y, en fin, su confortable calor. — uno de los personajes centrales de la trama, sobre el que descansa el peso gastronómico de Bajo el mantel —Por tanto, se ha firmado el certificado de defunción de la «Cocina-Fusión», de la «CocinaEspectáculo», de la «Cocina molecular», de la «Cocina tecnoemocional», de la «Cocina del soplete», de los buñuelos de humo. Mero Cordero, atentos al nombre y apellido del sujeto, es un cantamañanas de la co cina ecológica, un estafador sobre la que dispara este tándem de escritores de estómago exquisito sus ácidos dar dos. Pero hay también un trama detectivesca, con algún que otro muerto por las pistas forestales de la Matarraña, en la que, una vez más, ubica Alicia Estopiñá su novela; descripciones locales de los pueblos y rincones de la comarca, que tan bien conoce por haber nacido allí y vivir con Emilio González Bou; viajes gastronómicos por los fogones de la zona; y persecuciones de unos a otros que parecen inspiradas en las divertidas películas de Blake Edwards.

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Domina Alicia Estopiñá el humor y la ironía, marcas de la casa, como ya es habitual en su produc ción literaria, y ello se hace patente cuando describe a uno de los personajes femeninos y recapi tula sobre sus propias palabras en un ejercicio metaliterario que no tiene desperdicio —Yolanda. Yolanda era una buena pieza. («¡Buena pieza!» ¡Qué calificativo tan incorrecto!). Quería decir que como hembra y para su edad, no estaba nada mal. (Vale, eso ta mpoco tendría el beneplácito feminista). Es…correcta. (¡Correcta! ¡Pobre Yolanda! Las apreciaciones son correctas, pero, ¡por Dios! ¿Correcta una mujer? ¡A paseo! Desistió en clasificar a su compañera. Un humor que preside algunas de las secuencias más hilarantes de la novela, las que atañen al estrafalario y rijoso Perico —Guiado por el olfato, atravesó todo lo rápido que su pesado cuerpo le permitía, los escasos metros de bosque que le quedaban para llegar a la senda, la cabeza gacha como un rinoceronte a punto de embestir, resoplando y gruñendo, apartando ramas a manotazos, chafando hierbas y arbustos—. Hay en la novela situaciones cómicas, como las que tienen como protagonistas al nombrado Perico y a Yolanda —Perico se volvió al oírla. Y se paró desconcertado. ¡Dos mujeres, dos! Una por cada lado. Y él en medio. ¿Qué hacer? ¿Por cuál optar? Al final, la novela, además de tremendamente divertida y dinámica, puede resultar un libro de tesis sobre ciertos excesos culinarios tan en boga hoy en día y un dard o contra el papanatismo que se rinde ante lo natural sin más. —Pero sólo hay que hacerse una pregunta: si la tecnología ha permitido la evolución de la humanidad, el alargamiento y mejora de la calidad de la vida, la eliminación de las plagas y epidemias ¿por qué negar su aplicación a la comida? La ecología no supone una mejora tecnológica sino la renuncia a la tecnología. Entre los dos escritores arman un libro divertido, ágil y bien escrito, que además es ilustrativo y útil, una novela gastronómica que es también una pataleta contra los desastres de la globalización que hace que este mundo, hasta en los sabores, se vaya cada vez pareciendo más. —Resulta curioso, por ejemplo, que en Roma comas el mismo guiso, con la misma presentación, que en Madrid. Y piensa en las patas de pulpo a la brasa, en los carpaccios de supuesto buey, los rissotos, las viei ras, el salmón ahumado o el tataki de atún, que se han acabado convirtiendo en un denominador común. Lean y coman, pero por separado, por favor. © José Luis Muñoz http://lasoledaddelcorredordefondo.blogspot.com

EL SUEÑO DEL DEPREDADOR, de Óscar Bribián Ediciones Versátil Colección: off Versátil 240 páginas Fecha de publicación: 2014 ISBN 978-84-942257-0-3

*** El sueño del depredador es una novela policiaca escrita por alguien que sabe mucho del mundo policial. Óscar Bribián habla de lo que conoce y por eso compone una historia creíble, con unos personajes casi reales. De madrugada, cuatro rumanos que viajan en un vehículo con sobrepeso despiertan las sospechas de una patrulla de la UAPO. La policía local encuentra dos cerdos en el maletero del coche, a los animales los han reventado a mazazos. El hecho no pasaría de ser un robo de no hallarse en la garganta de uno de los tocinos un dedo humano. La situación se complica para los rumanos y sirve de punto de partida a un argumento que atrapa por momentos, cuando el hilo narrativo se bifurca y nos presenta a Ismael, un chaval peculiar, con clara tendencia al sadismo, que padece alucinaciones y recita versos inquietantes. El inspector Herrera, jefe del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional, y la subinspectora Beltrán son los encargados de resolver un caso que se enreda a me dida que se conocen más detalles del suceso y el primer homicidio se vincula al de una prostituta que lleva días desaparecida.

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La poesía oscura es otro elemento que juega un papel relevante en esta historia. Cada cadáver que aparece guarda ocultos unos versos que hablan de espíritus deformes, oscuridad, terror y muerte. Las letanías de Satán de Baudelaire, El cuervo de Poe o Los demonios de Pushkin se con vierten en piezas clave para desentrañar los enigmas que habitan en la mente del psicópata crimi nal y serán determinantes a la hora de seguir el rastro hasta su guarida. Los lectores zaragozanos reconocerán lugares en los que transcurre la historia. La urbanización Torres de San Lamberto, los Pinares de Venecia o el puente de Santiago ubican hechos en un contexto de referencias familiares que Óscar Bribián conoce sobradamente por su trabajo. Es un guiño cómplice a una ciudad que, literariamente, no acostumbra a ser protagonista del género ne gro, pero que está a la altura de cualquier urbe norteamericana de las que con tanta frecuencia encontramos en el cine negro o en este tipo de obras. Óscar Bribián compone una atmósfera densa que sumerge al lector en las pesquisas policiales que han de conducir al asesino, y lo hace con un verismo que engancha, con unos personajes alejad os de los estereotipos, cercanos, que nos permiten el conocimiento de un cuerpo a veces criticado por la sociedad, pero que visto desde dentro nos descubre facetas humanas de esos hombres y muje res que dedican su vida a tareas no siempre reconocidas, ingr atas y de gran riesgo. Bribián también crea con acierto el personaje de un muchacho marcado por la violencia familiar, que se refugia en un universo imaginario de sombras y monstruos, en el que de víctima pasa a ser verdugo, compensando así el drama de una realidad que le sobrepasa. La tensión narrativa aumenta en los últimos capítulos y el desenlace no defrauda, mantiene en vilo al lector, que presencia in situ la cap tura del asesino. Pero Bribián se guarda un as en la manga y nos regala un epílogo a l a altura de la trama. Un final que deja un regusto amargo y la sensación de que, pese a todo, se ha hecho justi cia. El sueño del depredador tiene como escenario la ciudad de Zaragoza y un invitado que se cuela ululando a lo largo de la historia: el cierzo; una excelente argumentación sustentada en los sólidos pilares del conocimiento en criminalística; unos personajes perfectamente desarrollados y un clima de suspense propio de los mejores thrillers.. © María Dubón http://dubones.blogspot.com.es/

LA COLA DEL DRAGÓN, de Rodrigo Rey Rosa Ediciones Contrabando Colección: Textos y contextos 256 páginas Fecha de publicación: 2014 ISBN 978-84-942292-6-8

*** Rodrigo Rey Rosa (Ciudad de Guatemala, 1958) es uno de los más importantes escritores guatemaltecos vivos. Narrador imprescindible del que Roberto Bolaño dijo —Rodrigo Rey Rosa es el escritor más riguroso de mi generación y al mismo tiempo el más transparente, el que mejor teje sus historias y el más luminoso de todos—, su obra narrativa incluye títulos como El cuchillo del mendigo, El agua quieta, Cárcel de árboles, Lo que soñó Sebastián, Que me maten si…, Ningún lugar sagrado, La orilla africana, Piedras encantadas, El tren a Tran vacore, Otro zoo, Caballeriza, El material humano, Severina y Los sordos. La valenciana Ediciones del Contrabando ha tenido el acierto de reunir en La cola del dragón una variada representación de textos breves del escritor guatemalteco (artículos de prensa, ensayos, crónicas), prologados por Manuel Turuégano, que dan una idea del compromiso social de su autor. Pero no todos sus textos son de denuncia social, aunque sean estos los que abunden. En Bowles y yo, que abre el libro, cuenta su encuentro con el legendario escritor nor teamericano varado en Tánger a quien fue a visitar para participar en el taller literario que impartía el autor de El cielo protector con una cierta desidia y muy poca fe en su utilidad. Miguel Barceló, al que va a visi tar a Mali, aparece en Estudios de Miguel Barceló. Y hay también una entrevista que le hace Ro-

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drigo Rey Rosa al torero Martincho en Ronda. En el resto de los textos, mayoritariamente apareci dos en prensa, el guatemalteco denuncia la situación de su país y las devastadoras secuelas que dejó el dictador militar Efrain Ríos Montt. Podría parecer, por su contenido, un libro áspero, pero no lo es en absoluto porque en ningún momento olvida Rodrigo Rey Rosa su condición de escritor, así es que encontrará el lector en los textos precisas descripciones paisajísticas —Envueltos en la neblina, los árboles que flanquean el camino, contorneados misteriosamente por los vientos, eran delicadas figuras de tinta china traza das sobre el aire gris— que contrastan con la enumeración, forzosamente aséptica, de las barbaries cometidas por el poder —Las violaciones sexuales fueron efectivas para interrumpir el patrón de la vida cotidiana y la transmisión de la cultura de los ixiles a sus descendientes, y la extirpación de fetos del vientre de sus madres simbolizó el deseo de «destruir la semilla». La denuncia de la violencia institucional está muy presente en el libro ya que el ejército guatemal teco es el responsable del noventa por ciento de las violaciones de los derechos humanos perpe tradas en el país centroamericano. Los kabiles utilizaron técnicas para infundir terror, como la de capitación de los enemigos —escribía Julián Andrade en el diario mexicano Milenio en el 2008 —. La moda de cortar cabezas la trajeron los ex kabiles contratados por Los Zetas. El recuerdo de la muerte de un familiar en el incendio de la embajada de España centra otro de sus artículos —Lo cierto es que mi tío murió carbonizado, junto con un grupo de campesinos de origen maya, la tarde del 31 de enero de 1980 en la quema de la embajada española, que coincidió con el día de su aniversario de bodas. Hay en el libro imágenes de gran potencia literaria, como ésta, al hilo de su tío asesinado: Durante meses, el recuerdo de esa tarde me persiguió, y en una ocasión desperté con la imagen d e mí mismo que comía un trozo de carne asada proveniente del cadáver carbonizado de mi tío; como si, escritor en ciernes que era en 1980, yo intuyera oscuramente que la violencia política de mi entorno se convertiría en una especie de alimento. Y escritos que dan cuenta de hechos insólitos, como el que hace referencia a Rodrigo Rosenberg, que organiza su propia muerte y grava un video de de nuncia para culpar de su presunto asesinato al presidente de la nación. Contra el funesto militar golpista y religioso integrista Efrain Ríos Montt carga sin ambigüedades Rodrigo Rey Rosa en varios escritos del volumen, pero mantiene la ecuanimidad cuando denuncia una masacre que perpetró la organización guerrillera ORPA, para denunciar, a continuación, la barbarie de las fuerzas paramilitares de los kabiles que exterminaron a la población de Dos Erres. El libro de Rodrigo Rey Rosa es valiente y doloroso, pero necesario. La frase que lo antecede es suficientemente aclaratoria de su procedencia: ¿Quién necesita saber estas cosas? Nadie. Yo necesitaba contarlas. © José Luis Muñoz http://lasoledaddelcorredordefondo.blogspot.com

EL GRAN HOTEL DEL SALTO, de Margarita Barbáchano Ediciones B Colección: Grandes novelas 616 páginas Fecha de publicación: 2014 ISBN 978-84-666-5578-1

*** Antes de ponerse a escribir El Gran Hotel del Salto, Margarita Barbáchano ha realizado una ardua y esmerada labor de documentación para ubicar al lector en un espacio: Colombia, y en un tiempo: los inicios del siglo XX. A hechos reales y situaciones concretas, ha su mado su talento creativo para conseguir aunar la ficción y las refe rencias históricas en una trama apasionante y seductora. Hija del médico de Lariño, Violeta Saramago es una joven gallega que vive en un confortable hogar, disfrutando de una existencia tranquila. Puede estudiar, un privilegio reservado a pocas mujeres de

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su época, y como ha recibido una educación liberal, desarrolla un pensamiento independiente y abierto. El primer amor, los primeros desengaños y descubrimientos propios de la en trada en la adolescencia, le enseñarán la cara oscura de la vida y le inducirán a viajar a Colombia, donde su tío Eliodoro tiene una plantación de café. Sus cartas mensuales desde ultramar han fascinado a Violeta porque describen un mundo lleno de exotismo. Violeta se embarca rumbo a Amé rica con grandes proyectos para el futuro, aunque la realidad con la que se encuentra es bien dis tinta de lo que esperaba. El cafetal de su tío atraviesa momentos conflictivos, los indígenas que trabajan para Eliodoro Saramago se rebelan ante la explotación de su amo y amenazan con una huelga que es duramente reprimida. Estos sangrientos episodios, inspirados en la Masacre de las Bananeras (1928), provocarán que Violeta se decante por la defensa de los indios y vaya a vivir con ellos, en medio de la selva. La protagonista desarrolla una actividad docente con diversas tribus y posteriormente se trasladará a la capital, donde su labor profesional en el diario El Espectador la convertirá, gracias a la calidad de su trabajo, en una reputada escritora. Margarita Barbáchano ha escrito una biografía de Violeta Saramago, que abarca desde 1891, cuan do tiene once años, hasta 1929. En el transcurso de e stos años, no solo conocemos los avatares de su vida, también avanzamos por el pensamiento, los cambios sociales, el progreso científico, las revoluciones, así como las intrigas y ambiciones que desembocarían en la Primera Guerra Mundial. El Gran Hotel del Salto mezcla personajes de ficción con nombres reales: Emilia Pardo Bazán, el líder indígena Quintín Lame, el diputado Rafael Uribe Uribe, la dirigente política Ángeles Cano o Gabriel García Márquez, caracterizado bajo el nombre de Gabriel García Ponce . Asimismo enfrenta dos mundos, el de una sociedad avanzada y el primitivo. La novela es un alegato a las mujeres va lientes e independientes, que no dudan a la hora de ser las dueñas de su propio destino . © María Dubón http://dubones.blogspot.com.es/

CUANDO JUNTOS CAMINÁBAMOS, de Elifio Feliz de Vargas Editorial Última Línea Fecha de publicación: 2015 197 páginas ISBN 978-84-16159-23-9

*** Elifio Feliz de Vargas es un escritor persistente. Lo conocí cuando era un adolescente y estudiaba en el instituto de Teruel, donde ilustraba con poemas los tablones de anuncios y ganaba algunos premios escolares. Clara vocación literaria la suya, que ha mantenido a lo largo de los años, publicando abundantes colaboraciones en revistas culturales y obteniendo numerosos premios. Entre sus obras anteriores cabe destacar Un pie que hablaba inglés, La teoría del Homosaurus, Días de cierzo, Contrapunto —escrita al alimón con Ana Ubé— y Jericho Souvenir. La novela que ahora nos ocupa, Cuando juntos caminábamos, quedó finalista en el premio Azorín hace cinco años. Muchas de las obras que se presentan a los concursos y no obtienen el primer pre mio, suelen quedar inéditas porque el mercado solo entiende de grandes lanzamie ntos, nombres famosos (muchas veces por asuntos extraliterarios) y libros coyunturales. Es por tanto una realidad gozosa que esta novela haya sido publicada por la editorial Última Línea con sedes en Málaga y Ma drid. Una de las sorpresas relativas es encontrarnos con un texto de tintes autobiográficos en el sentido de que el autor se encuentra implicado en la narración, no como protagonista sino como testigo de una época que vivió durante su infancia y adolescencia. En la solapa bio-bibliográfica del libro no aparece la típica foto del escritor en plan académico o distendido, sino la reproducción de un carnet de Elifio perteneciente a la OJE (Organización Juvenil Española) fechado en octubre de 1974, cuando el mu chacho tenía justamente 10 años.

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Esa pista ya marca la trayectoria de la narración, cuyo argumento va a recorrer una etapa vital tanto para el autor como para la sociedad que nos ha tocado vivir: la transición política una vez finalizada la dictadura posterior a la guerra civil. El marco geográfico elegido es la ciudad de Teruel y sus alrededores. El autor acierta al manejar ambientes y paisajes que conoce de primera mano. Es uno de los atractivos de la novela, tanto para quienes conocemos el panorama como para quienes se quieran adentrar en la idiosincrasia de esas tierras. Las peripecias de los jóvenes cachorros que acudían a los campamentos de la OJE en la Sierra de Albarracín, las pugnas ideológicas de la transición a nivel local, la inserción de extraños en la vida cotidiana (fabulosa la aportación lingüística en el capítulo „Sabor Caribe‟), y el desarrollo poliédrico de la trama a través de los distintos personajes son algunos de los elementos que suscitan el interés del lector. Las figuras del mosén —Padre Nebot—, del activista ultra —Toro— y del policía —Agente Chozas— son el soporte de una trama que refleja con lenguaje preciso y elegante una etapa crucial en la vida de la sociedad española en el último cuarto del siglo XX. © Francisco Javier Aguirre

LA SOMBRA, de Javier Maqua Editorial Piel de Zapa Fecha de publicación: 2015 113 páginas ISBN 9788416288380

*** Es tan conocido Javier Maqua (Madrid, 1945) en su faceta literaria como cinematográfica. Películas como Tú estás loco Briones, Chevrolet, Carne de gallina o Apuntarse a un bombardeo se alternan con novelas como Las condiciones objetivas, La mosca sin atributos, Invierno sin pretexto, Uso de razón, Padre e hija, Amor africano o Fusilamientos, instrucciones de uso, con las que ha obtenido el premio Café Gijón o el Ciudad de Badajoz, entre otros. Tampoco le ha hecho ascos este singular creador al teatro: Triste animal, La soledad del guardaespaldas, El cuerpo de Ignacio de Loyola, La venganza de la señorita Trévelez, Triple garganta, Coches abandonados y El hombre risa. Un hombre orquesta polivalente y con fama de francotirador irreverente. La sombra, novela breve de 113 páginas, habla de los mejores años de su vida, o de nuestra vida para los lectores que se reconozcan generacionalmente con la época que recrea Javier Maqua. Reúne el escritor madrileño, buceando entre la ternura y el humor surreal, fotogramas del niño ado lescente que fuimos y de los sueños que tenían lugar en las salas de cine, en donde todo era posible: los aventis de Juan Marsé. Así es que el cine, y la infancia en una España negra que sólo salía del blanco y negro en las pantallas de los cinematógrafos, presiden este libro impregnado de ternura, nostalgia y humor. Pergeña el autor los recuerdos imborrables de la escuela, los retratos de esos compañeros de clase que tenían la mala fortuna de destacar negativamente. Tras las gafas, veía sus enormes ojos de buey degollado: San Benito Gómez al cuadrado, huérfano, gratuito, el tonto de la clase, injustamente humi llado y ofendido por una fiera corrupia. Hay una cierta querencia por el surrealismo y lo hiperbólico, presentes en todo el libro, que lo recorren. El cine está muy presente en la novela a través de las incidencias del rodaje de 55 días en Pekín, del que forman parte como extras los protagonistas de La sombra. Un autocar nos llevaba desde la Moncloa hasta las puertas de la Ciudad Prohibida. Pasábamos numerosos controles —vestuario, maquillaje, atrezo— antes de convertirnos en chinos; controles, que, si al principio nos divertían, pronto se hicieron tediosos. Y la cinefilia, muy crítica con esa impersonal película de Nicholas Ray. «Ni huella del maestro» sentenció Álvaro. Las referencias al séptimo arte son continuas; el cine es la única puerta de escape de una generación sumida en la mediocridad más absoluta y condenada a una educación autoritaria. El cine es una

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ventana abierta al mundo. Las fronteras se cruzan, dijo. Atravesó la ventana y cayó al vacío. Era una frase de El pistolero, de Henry King, un director que no estimaba demasiado. Descanse en paz. Ubica Javier Maqua su narración memorialista en esa España del tardofranquismo convertida toda ella en un inmenso plató cinematográfico. La Gran Muralla había sido derribada. En su lugar, se elevaba, majestuosa, la silueta de la Roma Imperial. Una película suce día a otra película; un decorado, a otro decorado; una sombra, a otra sombra. Libro breve, pero intenso, en donde las emociones afloran entre los recuerdos y el cine se convierte en una adicción salvadora. Sí, la cinefilia, a veces, mata, y la que no mata engorda. © José Luis Muñoz http://lasoledaddelcorredordefondo.blogspot.com

PROPUESTA PARA MATAR A SALINGER, de Osvaldo Antonio Ramírez Editorial Atmósfera Literaria Fecha de publicación: 2014 318 páginas ISBN 978-84-15918-40-0

*** La editorial Atmósfera Literaria, centrada en autores latinoamericanos, publica Propuesta para matar a Salinger, del escritor cubano Osvaldo-Antonio Ramirez (Sancti Spíritus, 1956) —El fantasma del camino de San José, Las razones del silencio, Dios salve a Numancia, Abejas en los zapatos, Instrucciones para desobedecer al padre—, novela que quedó entre las finalistas del premio Fernando Lara en 2007, una narración protagonizada por Yo, en una primerísima persona del presente, y que sigue los vericuetos vitales de un buscavidas, escritor a tiempo parcial, colaborador de la Seguridad del Estado para la que es el agente Salinger, y emigrante forzado a España, en donde tiene que trabajar desatascando cloacas, y peregrino en permanente huida. No puedo fallar, pienso cuando lo veo entrar en la cafetería y luego, a través de los cristales, acomo darse en una de las banquetas. La mirada no me engaña: hombre solo a esta hora de la madrugada, husmeando en la resaca humana de los bares, es un cazador, como yo, sólo que seguimos presas diferentes. Dibuja con precisión Osvaldo Antonio Ramírez a su personaje central, al mismo tiempo que quedan desdibujados los que le rodean, quizá, precisamente, para que sea Yo, la centralidad absoluta. No tenía facha de mendigo, propiamente dicho, porque utilizaba el baño de diferentes bares y allí me aseaba y componía lo mejor posible. Abunda en la novela una cierta poética de lo noir, sin que la novela sea, propiamente dicha, una novela negra canónica sino fruto de un mestizaje genérico, pero sí tiene su atmósfera. El caído (no un ángel, o tal vez sí, nunca lo sabremos) tenía los ojos y la boca tan abiertos que parecían abismos. Metí el cañón entre los dientes y apreté contra la garganta. Un quejido gutural se le escapó. Hizo un gesto desesperado para aferrarse a la vida, sus dedos de simio se enroscaron en mi cuello, comen zaba a faltarme el aire, la noche se tornaba azulosa en la misma medida que mis ojos perdían luci dez, pero justo en el instante en que la noche se tornaba gris, mi brazo saltó. Se recrea el autor con el erotismo tropicalista, tan propio de los escritores cubanos, en la línea de Pedro Juan Gutiérrez, aunque suavizando el sexo tan descarnado del autor de Trilogía sucia de La Habana. Carmela seguía con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Introduje primero el dedo ín dice y luego el del medio, comencé a moverlos de afuera hacia adentro y en círculos y hacia los lados y como pude hasta que ella sacudió las piernas y me pegó un manotazo y se fue. Cruzan la novela personajes femeninos hermosos y sensuales, como Anabel, Zura, Gedo, Julieta y Carmela, que pasan por los brazos de Yo, seductor y mujeriego. Me desabrochó el pantalón y corrió

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la bragueta con rabia. Ayudé levantando la pelvis para despegar el culo de la tierra. Tenía la verga flácida, pero mi cabeza rebullía de placer. La vi bajar y de pronto me sentí erecto en su boca. Quizá sea en esas tórridas secuencias eróticas, perfectamente construidas, es donde el talento literario de Osvaldo Antonio Ramírez se haga más evidente. Bajó los pies y quedó sentada en el sillín, recostó los brazos al manubrio y la tela se despegó del cuerpo. Entonces se descubrieron por el túnel unas tetas capaces de provocar convulsiones, el ombligo perfectamente delineado y más abajo, en caída precipitada, la braga azul apretando un Monte de Venus abultado y simétrico. Y tampoco falta en el libro ese desencantamiento hacia la revolución castrista, común entre los es critores que quedaron en la isla o los que tomaron el camino del exilio. —Después los errores fueron catastróficos —grité desde el baño mientras meaba—. La muerte del Che marcó el fin de la utopía. Luego, la entrada de los tanques rusos en Praga y el descalabro de la zafra de los di ez millones. Pero, la buena literatura que hay en el libro, a ramalazos intensos, no acaba de cuajar por su estruc tura caótica (la novela pierde fuelle en cuanto se adentra en Barcelona y abandona Cuba, en cuanto se exilia) y su dispersión temática, y la confusión narrativa acaba pasando factura a esta obra de título curioso y provocador. © José Luis Muñoz http://lasoledaddelcorredordefondo.blogspot.com

MUÑECOS DE HIELO, de Eva Fortea Báguena Editorial Prames Colección: Narrativa Fecha de publicación: 2015 432 páginas ISBN 978-84-96793-42-2

*** Tres hermanos, Teresa, de once años; Fina, de ocho y Tomás, de seis, son los protagonistas de la novela Muñecos de hielo, escrita por Eva Fortea Báguena. Teruel y la Guerra Civil española son el paisaje y el ambiente en los que transcurre la historia. La Navidad de 1937 sería bien distinta a las anteriores. Los hermanos se separan. El padre fusilado y la madre víctima de una bomba que ha destrozado la casa familiar, los convierte en huérfanos y cada uno ha de llevar expistencias separadas hasta el anhelado reencuentro. Eva Fortea recrea con verismo y sensibilidad las vidas de estos niños. Vidas con heridas perpetuas a las que solo cabe ponerles parches, remiendos. Narra las penurias de cualquier guerra, de cualquier persona que haya de enfrentarse a la crueldad absurda y gratuita de un conflicto bélico. Suciedad, inmundicia, dolor, enfermedad, hambre que obliga a quitarle la comida a los muertos o que hace que el hallazgo inesperado de una lata de sardinas se convierta en una fiesta. Famélicos rostros azuza dos por el ansia de comer. Miedo a hacer amigos por temor a perderlos. Chavales desarraigados, duros, dolientes, que miran con recelo a los hombres uniformados, que no comprenden nada. Brillante la escena entre Tomás y su amigo Gregorio, ambos intentan dirimir quiénes son los buenos y los malos en esa guerra incongruente, para concluir que los que habían ganado y los perdedores eran malos. Los malos son todos, convienen desde su inocencia infantil. Eva Fortea describe admirablemente qué es vivir cuando no hay un futuro esperando. Qué es sobre vivir con el dolor diluido en un sufrimiento colectivo, con una tristeza y unas desdichas compartidas, con el único objetivo de resistir y salir adelante, venciendo el desconsuelo, el miedo, las necesidades, las terribles ausencias…, para renacer con el imperioso deseo de recobrar la vida que llegaría tras el ansiado grito de: «la guerra ha terminado». Aunque la inseguridad provocada por vivir en una paz hostil en la que uno no puede estar seguro del terreno que pisa, ni opinar con libertad porque las consecuencias podrían ser fatales, lo ensombrezcan todo.

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Muñecos de hielo es una novela deliciosa, dura por su contenido, llena de esperanza, en la que trasciende el espíritu de lucha del ser humano cuando ha de sobreponerse a las peores y más terribles situaciones. Eva Fortea logra un perfecto equilibrio entre emociones, realidad y sufrimiento y compone una narración fluida que se lee con avidez y se disfruta pese a la carga de horror que conlleva . © María Dubón http://dubones.blogspot.com.es/

EL VIEJO MUERE, LA NIÑA VIVE, de Julián Ibáñez Editorial Cuadernos del Laberinto Colección: Estrella Negra Fecha de publicación: 2014 242 páginas ISBN 978-84-941902-4-7

*** Es Julián Ibáñez (Santander, 1940) —La triple dama, Mi nombre es Novoa, ¿A ti dónde te entierro, hermano?, Entre trago y trago, La miel y el cuchillo, Que siga el baile, El invierno oscuro, Perro vagabundo, Giley, El baile ha terminado— el más veterano de los autores de novela negra de España y uno de los más grandes. De él ha dicho Carlos Zanón que es nuestro James Ellroy que ha convertido el paisaje de los alrededores del Tajo, por donde vive, en el escenario de sus secas y contundentes novelas escritas con un lenguaje muy personal y un laconismo extraordinario que las hace latir entre los dedos de los lectores. Una anécdota simple marca el inicio de El viejo muere, la niña vive. Bellón, putero, soplón, macarra y matón de una casa de putas, gigolo de mujeres a 50 euros el polvo, un buscavidas en toda regla que sobrevive en la jungla humana, sorprende a una pareja en actitud íntima cuando está limp iando un chalet y se cree solo. Sospecha que el tipo que está en la ducha con la chica lo ha visto de refilón y escapa sin el botín. Cuando se entere, por la prensa, de que la chica que ha visto desnuda es una policía y ha aparecido asesinada en ese chalet, se complican las cosas. Cuando tiene que dar un golpe con el presunto asesino, mucho más. Julián Ibáñez retrata de forma magistral, y sin esfuerzo aparente, el ambiente lumpen en el que se mueve su protagonista en una novela en primera persona de la que Bellón es el narrador. Comí en El Badén, con vino de corcho. Luego entré en el Mócano a echar una copa y café. Tenía en la cabeza la foto del chalet, también las palabras informando que habían matado a una mujer. Una choni. La que yo había visto de espaldas en pelotas. Mis pensamientos no avanzaban, estaban allí, detenidos, como si fuera la estación final. Entre sus páginas encuentra el lector sorprendentes aciertos. El rostro es un cuaderno de caligrafía usado con multitud de líneas, únicas para cada persona. O imágenes turbadoras de erotismo. Descansamos como un cuarto de hora, sin decirnos nada, mirando al techo como si esperáramos que éste se fuera a abrir y apareciera la mano de Dios para tirarnos de las orejas. Las bragas habían ido a parar a un tocador y habían quedado colgadas de una botellita, se reflejaban en el espejo, advertí que la imagen de las bragas en el espejo me excitaba, la imagen real me dejaba indiferente. Toda novela debe tener personajes bien perfilados y Julián Ibáñez los mima a todo s: Murillo, el asesino argentino; Navarro; Azucena, la poli para la que trabaja Bellón… y Bellón, claro, un tipo callado, ensimismado, delincuente de poca monta que sobrevive con pequeños golpes (cómo despluma a un gay que cree que va a darse una fiesta con él). Y toda novela negra precisa de acción: atraco al empleado de banca; el botín de la bolsa de la pelea de perros con el que se hace la extraña banda; el golpe final. El laconismo también le sirve a Julían Ibáñez a la hora de las descripciones física s de sus personajes, a los que retrata con pinceladas someras. Era una tía guapa pero no demasiado, estaba bien pero tampoco demasiado, era tirando a menuda. Pero era la bomba atómica. Algo difícil de describir, algo

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que a los tíos seguramente les volvía locos, con pasta o sin pasta, a los tíos que trabajan como mulas toda la semana y el sábado querían una tía que les escuchara después de correrse. Pero no deja de haber una cierta ternura en ese mundo en el que se mueve Julián Ibáñez y su perso naje Bellón, así es que el territorio de la marginalidad aparece retratado con cariño. Las putas hablaban entre ellas mientras follaban, hablaban sobre las letras del piso, sobre los hijos y sobre adónde iban a ir de vacaciones. Yo me sentaba sobre los rastrojos y me dedicaba a fumar y a escuchar. Me gustaba oírlas hablar. Era como una conversación de familia, como si estuviéramos cenando alrede dor de la mesa. No hace alarde Julián Ibáñez de una violencia tarantiniana, huye de la hipérbole sangrienta para así hundirnos en el realismo de lo que narra. No le dio tiempo a sorprenderse. Le di una patada seca en la espinilla, se dobló y se cayó de bruces contra el pavimento. Me eché encima de él con la rodilla por delante aplastándole la columna. No había soltado la pistola. Le cogí del pelo con las dos manos y le golpeé el rostro contra la acera. Tres o cuatro veces. No soltaba la pistola. Con El viejo muere, la niña vive, que publica la editorial Cuadernos del Laberinto en su colección Estrella Negra, Julián Ibáñez, que obtuvo el premio L‟H Confidential y fue finalista del RBA de novela negra, construye un mundo marginal creíble y muy personal que tiene sus raíces en esa tierra árida y polvorienta, su territorio, en la que se alternan los polígonos industriales con sus naves gigantescas, los bares de carretera que son como tabernas de western y las casas de putas con sus abnegadas trabajadoras. Una novela absolutamente recomendable para el más exigente degustador de novela negra hispana. Como si Juan Madrid se cruzara con Juan Marsé. O cómo si el gran Jim Thompson no hubiera muerto. Julián Ibáñez es un escritor de culto, uno de los grandes, y, además, un gran tipo. © José Luis Muñoz http://lasoledaddelcorredordefondo.blogspot.com

ESPUELAS DE PAPEL, de Olga Merino Editorial Alfaguara Colección: Hispánica Fecha de publicación: 2004 288 páginas ISBN 9788420400518

*** No es frecuente, pero a veces, alguien se encuentra una joya en el suelo de un mercadillo ambulante, intuye el valor que hay bajo el polvo de la cubierta y comparte el hallazgo con los amigos. Así llegó a mis manos la novela Espuelas de papel, de Olga Merino. Hace mucho tiempo que la emoción no se derrama de mis ojos mientras leo, pero esta historia me ha conmovido en lo más hondo, dejándome en el recuerdo un poso de belleza dolorida y anhelante. Espuelas de papel narra la vida de la joven Juana, y las miserias de una familia andaluza con dema siadas bocas que alimentar, sumida en el horror cotidiano, herida de muerte por la vida. La posguerra española muestra su cara más cruel en la Puebla del Acebuche, un pueblecito sevillano. Cuerpos en debles, siempre con hambre y miedo. Miedo al destino infame que acecha, roba las ilusiones y tritura la esperanza hasta convertirla en añicos polvorientos. Olga Merino trastoca la tragedia en poesía brillante, en belleza contumaz que se yergue sobre el drama, y envuelve con palabras de celofán las aristas más afiladas de la realidad. La emigración no es una opción cuando la hambruna araña las tripas, y en Barcelona hay posibilida des de comer para la familia Merchán. Un escenario distinto donde convivir con la misma miseria, pe ro con un hilo de esperanza que lleva al futuro. Espuelas de papel es un libro maravilloso, de los que jamás se olvidan, pues se quedan adheridos a los poros del alma. Las vidas de los personajes se entremezclan con el tiempo y construyen una tra -

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ma con retales magníficamente cosidos, hasta crear una narración absorbente, intima y llen a de delicada magia. © María Dubón http://dubones.blogspot.com.es/

LA MAREA DEL DESPERTAR, de Roberto Malo Editorial Egemón Fecha de publicación: 2007 192 páginas ISBN 9788493563912

*** Jesús es saxofonista y toca en una banda: la Gracias Trío. Víctor y Mario son los otros componentes del grupo, con ellos ensaya en un garaje y toca en garitos de mala muerte. Todo empieza de golpe, cuando un desconocido le regala un ramo con cuatro docenas de rosas multicolores. Jesús las degusta con fruición, y para postre elige un cucurucho gigante de vaca que le ofrece una heladería italiana. Noche tras noche, Jesús tiene sueños estrafalarios en los que protagoniza las aventuras más alocadas y surrealistas. Lo curioso es que en sus oníricos viajes, Jesús viste la misma ropa con la que se ha acostado y puede usar los objetos que le acompañan en la cama. Roberto Malo ha hilado una historia delirante, con diálogos que recuerdan a los más brillantes de Marx, Groucho Marx, y con su desbordante imaginación no deja de sorprender en cada capítulo. La marea del despertar se lee con una sonrisa permanente en los labios, es una chifladura inteligente y deliciosa que se disfruta, pues transporta al lector por universos plagado s de situaciones absurdas y divertidas. © María Dubón http://dubones.blogspot.com.es/

DÍAS PERFECTOS, de Raphael Montes Editorial Reservoir books Colección: Roja & Negra Fecha de publicación: 2015 259 páginas ISBN 9788416195053 Traducción: Mercedes Vaquero Granados

*** Raphael Montes es un joven escritor brasileño que trabaja el género negro con brillante habilidad. Con Días perfectos, Montes ha logrado un thriller inquietante en el que el amor y la locura se parecen tanto que son la misma cosa, en el que el terror y el misterio mantienen el suspense de principio a fin. Téo es un solitario estudiante de Medicina que siente un afecto es pecial por Gertrudes, el cadáver que sirve para que los alumnos h agan sus prácticas en la facultad. Sus padres sufrieron un grave accidente de tráfico, su padre perdió la vida y su madre quedó para pléjica, por eso él la cuida como un hijo cariñoso. En una barbacoa, Téo conoce a Clarice, una joven espontánea y desenvue lta, además de muy guapa. Téo queda hechizado por la joven, le seduce su independencia, su aire transgresor, su inte -

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ligencia, y decide que ella será la mujer de su vida. Téo traza un plan para enamorar a Clarice, aunque ella no siente el menor interés por el chico. Este «pequeño» detalle lo complicará todo, provocando que el protagonista tenga que emplear mil argucias para ablandar el pétreo corazón de su amada. Clarice estudia Historia del Arte en la Universidad de Rio de Janeiro y tiene entre manos la e laboración de un guion de cine. Ha pensado recluirse en un hotel aislado de la civilización durante la va caciones de Navidad para concluir su trabajo y Téo ve en estos planes la ocasión ideal para con quistarla, pero como ella se mantiene indiferente, la secuestra, la lleva narcotizada al hotel perdido en un verde bosque y la mantiene esposada a la cama mientras improvisa recursos para ganarse su confianza y su afecto. La trama se va complicando con asesinatos, escenas de amor, crueldad y venganza. Días perfectos es el título del guion que escribe Clarice, la historia de tres amigas que viajan bus cando aventuras amorosas y pasarlo bien, también es el título de la novela de Raphael Montes. Una obra llena de giros inesperados que conducen a un desenlace in sospechado. Raphael Montes atrapa al lector con su desbordante imaginación y una lógica capaz de hace plausibles los delirios de un loco. Días perfectos es un tratado de Psiquiatría en el que se nos descubre la mente humana, capaz de todo, y se muestra la frágil frontera entre la cordura y la patología más terrorífica y peligrosa. La novela mantiene una atmósfera agobiante, pese a que la acción transcurre en esce narios paradisíacos: un tranquilo hotel en Teresópolis administrado por enanos o una tranquila playa desierta en Isla Grande. La tensión permanente entre los personajes, unos diálogos inteli gentes y afilados, las situaciones límite y las reflexiones que suscita, hacen de Días perfectos una historia que cuesta olvidar. © María Dubón http://dubones.blogspot.com.es/

NÚMERO CERO, de Umberto Eco Editorial Lumen Fecha de publicación: 2015 224 páginas ISBN 9788426402042 Traducción: Helena Lozano Miralles

*** Umberto Eco nace en Alsessandria (Italia) en 1932, actualmente vive en Milán, tiene 83 años de edad y está considerado uno de los inte lectuales europeos de máxima actualidad y referencia. Es profesor, semiólogo, crítico literario y autor de más de 50 ensayos, pero también debemos destacar su faceta como novelista, ya que ha escrito 7 grandes novelas de éxito. Una de las más conocidas es, sin duda, El nombre de la rosa (1980) que es la que le convirtió en uno de los narradores más leídos de todos los tiempos, dado que se vendieron más de 15 millones de ejemplares de esta obra. Otros de sus más conocidos best-sellers son: El péndulo de Foucault (1988), Baudonino (2000) o El cementerio de Praga (2010). También ha logrado importantes premios y distinciones, de hecho, fue nombrado caballero de la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República Italiana (1996); caballero de la Legión de Honor Francesa (2000) y recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2000). Y es profesor honoris causa de 38 universidades y un candidato habitual al Premio Nobel de Literatura. Número Cero es ya su séptima novela, traducida al español por Helena Lozano, ya ha sido editada en 35 países, y ha entrado de lleno en la lista de los títulos más vendidos de Italia. Podemos decir que con sus 220 páginas trata de concienciarnos de la importancia de una buena y necesaria praxis a la hora de desempeñar el periodismo. Porque en el libro denuncia los múltiples y dañinos vicios en los que ha ido incurriendo esta profesión, que Eco tan bien conoce, porque él mis mo la ha ejercido desde los años sesenta al mismo tiempo que la ha criticado por su falta de seriedad y porque cada día que pasa se parece más a la prensa rosa o a la telebasura. En una entrevista publicada en El País el

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26/03/2015 nos dice: «La existencia de la prensa es todavía una garantía de democracia, de libertad, porque precisamente la pluralidad de los diarios ejerce una función de control. Pero para no morir el periódico tiene que saber cambiar y adaptarse. No puede limitarse solamente a hablar del mundo, puesto que de ello ya habla la televisión. Ya lo he dicho: tiene que opinar mucho más del mundo vir tual». El argumento de la novela es un tanto rebuscado y rocambolesco, el comendador Vimercarte, decide fundar un periódico llamado Domani (lo que traducido al español significa «Mañana») que hablará de lo que podrá suceder mañana, con tribunas de reflexión, reportajes de investigación y avances ines perados. Y de él tienen pensado editar tan solo doce números fantasmas que jamás verán la luz, dado que nunca llegarán a los quioscos, ya que su única finalidad será constituir una herramienta de chantaje e intimidación para las altas esferas del poder, mostrándoles lo que podría publicarse en su contra. La acción de la novela transcurre en Milán en el año 1992. Y nos proporciona un retrato muy actual y reciente del país. El protagonista de esta historia es Colonna, un hombre de cincuenta años, que es todo un perdedor según su mujer y también él mismo. Y que será nombrado redactor jefe por Simei, el director del periódico, quien también le hará otro extraño encargo que consiste en que trabaje como negro redactando unas memorias que recojan la historia de ese año de trabajo creando un periódico que a sabiendas jamás verá la luz (o sea, otra herramienta más de extorsión o con la que cubrirse las espaldas). El resto del equipo lo formarán otros seis redactores fracasados, seres grises todos ellos, muy bien dibujados: Maisa Fresia, ex colaboradora durante cinco años de una revista del corazón; Braggadocio, periodista especializado en revelaciones sensacionalistas; Palatino, que venía de una larga carrera en semanarios de pasatiempos y crucigramas; Constanza, que había sido antes co rrector de pruebas; Cambria, ex cronista de La nota roja y Ludici, ex colaborador de varias publicaciones desconocidas. Todo parece marchar bien hasta que aparece muerto de un navajazo uno de los seis periodistas en la via Bagnera de Milán. Este suceso unido a la historia de amor que surge entre Maia y Colonna más a una noticia dada por la BBC al final del libro cambiarán el destino de nuestro mediocre héroe y también nuestro punto de vista que, finalmente, será algo menos pesimista de lo que en un principio pensábamos. El libro tiene una estructura sencilla: presentación de los personajes, conflicto y resolución del conflicto, y está escrito con un estilo muy potente, cargado de fuerza, la que es necesaria para escribir acerca de tanta corruptela, complot, intriga, conspiración... Hasta ahora es la novela más breve del autor y con la que emplea el estilo más ágil y aún hace más fácil su lectura las diferentes pinceladas que van surgiendo aquí y allá, con un humor sarcástico e incisivo, que nos construyen una trama y unos personajes más bien grotescos llevados hasta el límite, ya que el a utor ha querido como tensar la cuerda al máximo a ver si así nos dábamos cuenta de todo lo que quería decirnos y así hacíamos algo aún porque no da la batalla por perdida, de hecho, apunta en la misma novela unas cuantas claves acerca de dónde están los problemas, pero también las posibles soluciones para la regenera ción del periodismo, una profesión que a pesar de los pesares ama. Por ejemplo, en la página 34 de la novela aparece en boca de Simei: «Los periódicos nos cuentan lo que ya sabemos, por eso venden cada vez menos» y un poco más adelante, en esa misma página, nos proporciona otro dato: «A estas alturas, el destino de un diario es parecerse a un semanario » y esas son también las opiniones de Eco. O en una entrevista publicada en el ABC el 28/04/2015 nos recuerda el escritor lo necesario de la objetividad periodística: «El periodismo tendría que hablar sólo de los hechos que no dependen de las interpretaciones», o sea solo hechos y noticias bien contrastadas. En definitiva, se trata de un libro que nos proporciona un panorama desolador sobre la historia reciente del periodismo en Italia, fácilmente, además, extrapolable a cualquier país. A través de un es tilo sarcásticamente demoledor nos hace ver que no hace falta inventar los hechos o noticias , solo manipularlas lo suficiente para sesgar la información y sembrar todo tipo de dudas, además hasta nos proporciona algunos ejemplos concretos dentro de su novela de cómo llevar a cabo estas malas prácticas, con lo que ésta se convierte, en parte, es un manual de lo que no debe hacerse en periodismo. Con todo ello el escritor pretende que reflexionemos sobre el papel de la prensa hoy en día y sobre su constante proceso de degradación. Él ya ha puesto el dedo en la llaga, pero como intelec tual no puede hacer nada más que servirnos la polémica. © Javier Úbeda Ibáñez

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Novedades editoriales Marero José Luis Muñoz Ediciones Contrabando, 2015

Marero, encabezado por el relato homónimo que obtuvo en 2013 el prestigioso premio

Ignacio Aldecoa, está integrado por diecinueve relatos, entre los que domina el género negro. Pero no en exclusiva: todo el libro está sazonado con ingredientes de literatura erótica e incluso fantástica. Una ironía, que a veces es sutil y elegante, y otras de grueso trazo (sin despreciar la caricatura, y hasta lo grotesco), empapa una escritura que es siempre amena, estimulante y divertida. Muchos de los relatos que integran este libro han obtenido galardones literarios, formaron parte de antologías y libros colectivos de relatos o han si do publicados en revistas como Interviú o Penthouse.

El tiempo como enemigo Darío Vilas Editorial Base, 2015

su propio peso

Un mensaje recibido en su teléfono móvil empuja a Carlos a un duelo contra el tiempo. Desde la desaparición de su novia, dos años antes, ha estado esperando que una pista apareciera en su horizonte y por fin ha sucedido. Tirando de ese hilo invisible llega hasta Vigo, donde se reunirá con su mejor amigo y socio en un turbio negocio. También conocerá a Dena, la enigmática chica por tuguesa que le alquila el piso en el que se alojará durante su estancia en Galicia, y en el que el fantasma de una niña y su misterio lo aguardan, interfiriendo su búsqueda personal y mostrándole que a ve ces a la verdad le gusta hacer ejercicios de funambulismo, arriesgándose a caer por

Ríos de ceniza Félix Terrones Textual Ediciones, 2015 «Un joven peruano se embarca rumbo a Francia con el sueño de convertirse en escritor. Allí, en medio de la inestabilidad laboral de las universidades, jalonado por historias sentimentales y golpeado por rechazos de editores, irá descubriendo que el sueño es más complejo y elusivo de lo que parece, pues la literatura le exige la apuesta más radical de todas: dejar, en cierta forma, cualquier tierra reconocible para asentarse en el exilio de la escritura. Acompañado por el fantasma de Paul Celan, que recorrió paisajes similares a los suyos, el protagonista de esta novela descubre que eso que se lla ma educación sentimental implica también una "des-educación": el dejar de ser lo que uno creía que podía ser, para afirmarse en una nueva identidad posible. Félix Terrones ha escrito una nove la lúcida y chispeante, un retrato conmovedor del artista no adolescente ». (Edmundo Paz Soldán).

Fuera de la ley. 20 cuentos policiales argentinos (1910-1940) VV.AA. Adriana Hidalgo Editora, 2015

Fuera de la ley. 20 cuentos policiales argentinos (1910-1940) reúna una amplia diversidad de relatos del género policial de los más variados autores, desde Roberto Arlt, Nicolás Olivari, Enrique Anderson Imbert, Conrado Nalé Roxlo y Alfonso Ferrari Amores hasta los comisarios Laurentino C. Mejías y Alberto Dellepiane, pasando por gran cantidad de autores de narraciones populares —publicados en las colecciones semanales de la época—, como Enrique Richard Lavalle, Eustaquio Pellicer, Aristides Rabello, o renombrados periodistas de comienzos de siglo como José Antonio «El Toba» Saldías. Así, esta antología se propone ofrecer un panorama abarcador de una período casi absolutamente desconocido de la literatura policial argentina, caracterizado por una proliferación de producciones y de diferentes modalidades de relatos policiales, que incluyen cuentos cercanos a la serie ne gra, policiales rurales y urbanos, narraciones cercanas a la crónica policial de los periódicos, policiales clásicos de enigma, anécdotas incluidas en memorias de comisarios, cuentos ostensiblemente paródicos y pasti ches.

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Las esferas invisibles Diego Muzzio Editorial Entropía, 2015 Si el terror irrumpió en la literatura del siglo XVIII para contraponer la potencia latente de lo inexplicable por sobre la fe racionalista de la Ilustración, estas tres nouvelles de Diego Muzzio encuentran el momento preciso en que esas fuerzas colisionan en la historia local: el brote de fiebre amarilla que diezmó a la población porteña en 1871. Esta epidemia, que puso en crisis a una ciudad que pretendía dejar de ser una aldea barrosa para convertirse en una urbe cosmopolita, es el punto de partida de las tres ficciones de Las esferas invisibles. En El intercesor , el relato gótico hace un inesperado desembarco en los for tines criollos que delimitan los contornos de la pampa rosista y los territorios aún indómitos del indio. El ataúd de ébano lleva a dos desertores devenidos marginales de los bajos fondos por teños al encuentro de lo místico y lo trascendental. La ruta de la mangosta, finalmente, construye una cuña para volver inestable la relación entre la imaginería sobre la muerte y el padecimiento de la eternidad. Los tres relatos permanecen enhebrados por las coordenadas témporo-espaciales y por una apuesta radical en su persistencia: la puesta al día de un modo de contar que hunde sus raíces en tradiciones fundantes de la narrativa moderna y decanta con naturalidad, cada vez, en el tono necesario.

Caminar sobre la cuerda Ester Berdor Corrales Anorak Ediciones, 2015 Manuela es estudiante de periodismo. Vive en una ciudad que no es Madrid ni Bar celona. Le gusta la literatura, salir de fiesta con sus amigas, enamorarse, fumar. En la primera juerga del curso conoce a Cedric, un erasmus belga equilibrista, que le enseña a caminar sobre la cuerda y sufre problemas de depresión. Durante los veintiocho capítulos que componen esta historia, fragmentos que no siguen un orden secuencial ni cronológico, Manuela intenta mantener el equilibrio entre las fiestas y las primeras responsabilidades laborales; entre el amor y el sexo y entre la alegría de la vida y la amenaza de la muerte. La periodista Ester Berdor ha escrito una novela, ambientada en la época universitaria, que es además un tratado de poesía en veintiocho capítulos.

La fábrica de emociones Miguel Narganes Ediciones Oblicuas, 2015 Un hombre despierta a un tiempo y un mundo inexactos. En apariencia corresponde a un futuro distópico en que una raza de alienígenas domina la ciudad y a sus habitantes. Pero eso no es más que una perspectiva de la realidad. ¿Dónde está él, y quién es?, eso es lo que le atormenta, en lo que no deja de pensar. Recuerda a Molly, su amor, la mujer de su vida. Molly aparece con diferentes edades y en diversas circunstancias a su alrededor, en sus recuerdos. Pero ¿quién es Molly, quién era, existió alguna vez de verdad? Miguel Narganes ha escrito un relato inclasificable, a medio ca mino entre la ciencia ficción, el existencialismo y el misticismo cuántico. Pero ¿quién es Miguel Narganes y qué lugar ocupa el autor, el narrador en la literatura postmoderna?

La vida de las cosas Alex Ayala Editorial El Cuervo, 2015 Ayala cuenta que, al contrario de lo usual, la idea de hacer un libro antecedió a los relatos publicados semanalmente en La Razón, en la sección que también bautizaría el libro La vida de las cosas . «Primero vino la idea de hacer un libro, luego pensé que sería interesante que las historias fueran apareciendo de a poco. Por tanto, la semilla original fue el libro, aunque parezca lo contrario. Hablar del mundo cotidiano que nos rodea a través de los objetos y los objetos también fueron desde el primer momento una excusa para conocer gente», explica Ayala. «A través de este libro nos cuenta, nos narra y nos confía 50 historias de los objetos y, al hacerlo, nos habla de los personajes detrás de ellos» (Nayra Abal Camargo).

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Cuentos populares mexicanos VV.AA. Editorial Siruela, 2015 «Los dos coyotes», «El joven que quería casarse con tres hermanas», «El diluvio totonaco», «La bruja y el temazcal», «La Llorona», «El corazón de la muer ta», «El hombre que se convir tió en zopilote», «Juan Turulete»… A partir de una minuciosa investigación etnográfica y lingüística de los relatos de tradición oral más representativos de México, el narrador y poeta Fabio Morábito reúne y reescribe con criterios puramente literarios 125 cuentos populares provenientes de regiones que van desde Sonora y Chiapas, desde los tarahumaras hasta los chontales, y, más allá, hasta California y Nuevo México, para reaparecer más adelante en Veracruz y Querétaro. Acompañados de hermosas ilustraciones elaboradas por ocho ilustradores mexicanos, los relatos selecciona dos ofrecen una visión sobre los temas ancestrales que han perdurado en la tradición de los pueblos mexicanos: la creación del mundo, la aparición del Sol y de la Luna o del primer hombre, así como historias protagonizadas por reyes, princesas, animales que hablan y llenas de transformaciones milagrosas y viajes llenos de peligros, donde el humor, la astucia y el mensaje aleccionador son los ingredientes principales .

Dios se fue de viaje Beatriz Rivas Alfaguara, 2015 Entre Cirey y París y entre 1735 y 1934 ocurre el éxodo de cuatro amantes que un día abrieron los ojos y descubrieron que Dios, tan pronto creó el mundo, tomó su veliz y se fue de viaje, quizá para nunca más volver, dejando un mundo de inequidades, pre juicios y armas, impidiendo el tránsito de la historia feliz de una humanidad que no acaba de entender que ahora Dios está escondido en el conocimiento, las matemáticas y la lucha por los ideales, como la libertad y el amor indestructible a pesar de las convenciones jurídicas y morales. Entre Émilie du Châtelet y Gerda Taro no existe un vínculo a simple vista, excepto que ambas son defensoras de su propia libertad y aman y se dejan amar con vehemencia para poder encontrarse. La primera, rindiéndose a la voluptuosa inteligencia de Voltaire, desterrándose por voluntad propia para estudiar junto a él las ecuaciones de que están hechos el universo y el espíritu; la segunda, supeditando el obturador de su gitano Robert Capa a un ideal de igual dad civil en medio del fascismo. El puente entre ellas será una carta escrita por la matemática francesa en 1749, legando su fuerza a la fotógrafa mártir de la Guerra Civil Española.

El azar es solo una parte Carmen Agüeras Angulo Mira Editores, 2015 La vida de Isa es como la vida de cualquiera. Una vida de familia, amigos, trabajo, desencuentros, amor... Una vida llena de historias pequeñas. «Los días también suelen ser normales. Pero a veces solo lo parecen. De hecho, a veces parecen todos iguales, pero no lo son. Solo hay que estar un poco atento para captar las sutiles diferencias entre unos y otros. Pequeños detalles que marcan la diferencia entre un día normal y otro extraordinario, entre la alegría y la felicidad, entre el aburrimiento de la rutina y el encanto de la rutina». Pero, además, Isa vive en Zaragoza, y Zaragoza es azar: actúa siempre que puede, a veces con sabiduría, a veces con torpeza. A rachas, como el cierzo que azota sus calles y sacude las almas de quienes caminan por la ciudad.

Fuera de tiempo Antonio de Paco Editorial Caballo de Troya, 2015

Fuera de tiempo mezcla la autoficción, el diario, la autobiografía y una escritura casi

teatral para hablarnos de los fracasos de largo aliento, esos que empiezan en la infancia y pasan a formar parte de la maleta emocional hasta que un día se sacan y se tienden al sol. De su observación detenida se deducen dos cosas que siempre sabemos pero que se nos olvidan: que lo personal no es solo nuestro y que el que mira no es un espectador pasivo, sino que determina lo que ve según la posición que decide ocupar. ¿Decidimos ser víctimas o nos responsabilizamos de lo que nos ocurre?

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Los Pissimboni Sònia Hernández Editorial Acantilado, 2015 «Nadie quería a los Pissimboni. Vivían en una casa cubier ta de hiedra en lo alto de una colina, lo suficientemente distanciada de las demás casas como para que todo el mundo considerase que vivían fuera del pueblo. Formaban una familia de muchos herma nos y nadie sabía si el patriarca y su mujer, Ignacio y Martina Pissimboni, todavía esta ban vivos. Nunca se les veía por el Pueblo, y sus habitantes ya se habían acostumbrado a no pensar en ellos. Nadie les quería ni se preocupaba ya por aquella familia. Tam poco ellos pensaban en nadie ni querían a nadie». Sònia Hernández narra una sorprendente historia de tintes kafkianos que desafía con destreza los límites de la ficción y constituye una hermosa metáfora sobre la libertad.

El murmullo de las abejas Sofía Segovia Editorial Lumen, 2015 En Linares, al norte del país, con la Revolución mexicana como telón de fondo... Un buen día, la vieja nana de la familia abandona sorpresivamente un reposo que parecía eterno para perderse en el monte. Cuando la encuentran, sostiene dos pequeños bultos, uno en cada brazo: de un lado un bebé misterioso y del otro un panal de abejas. Ante la insistencia de la nana por conservar y cuidar al pequeño, la familia Morales decide adoptarlo. Cubierto por el manto vivo de abejas que lo acompañarán y guiarán por siempre, Simonopio llega a cambiar la historia de la familia que lo acoge y la de toda una región. Para lograrlo, deberá enfrentar sus miedos, al enemigo que los acecha y las grandes amenazas de la guerra: la influenza española y los enfrentamientos entre los que de sean la tierra ajena y los que protegerán su propiedad a toda costa. El murmullo de las abej as huele a la vanda, a ropa hervida con jabón blanco, a naranjas y miel: una historia impredecible de amor y de entrega por una familia, por la vida, por la tierra y por un hermano al que se ha esperado siempre, pero también, la de una traición que puede acabarlo todo.

El perdón del inocente Mónica Muñoz Editorial Amarante, 2015 Desde hace cinco años, en Santillana de las Descalzas por las noches no hay estrellas. Pero eso no fue siempre así. En este pueblo de la sierra madrileña todos sus habitantes vivían en armonía alrededor del patriarca de la Familia Puertas, Don Manuel, quien gracias a su empresa de cereales daba trabajo a todo el pueblo. Un buen día, movido por sus instintos de niño rico decide irse de Santillana sin importarle lo más mínimo la situación en la que deja a los vecinos. Desde entonces, el aire es irrespirable. Los santillanos se han convertido en unos animales sin sentimientos ni valores que lo único que quieren es ver destruida a la familia Puertas. Los dos hijos de Don Manuel Puertas siguen viviendo en el pueblo con sus mujeres e hijos. Un hecho macabro y despreciable sir ve de encendedor para avivar la llama de la venganza. Mónica Muñoz da cabida en esta trama negra a los sentimientos más oscuros y a la corrupción policial.

Cuando seas libre Maria de la Pau Janer Editorial Destino, 2015 Una novela cautivadora que enlaza nuestro presente con las leyendas de Las mil y una noches. Una historia de solidaridad entre mujeres que se enfrentan a la adversidad y no se rinden nunca en el camino de la emancipación. Desde los palacios del lejano Bagdad a los escenarios contemporáneos más inhóspitos, las mujeres de esta novela deben pasar una serie de pruebas, vivir pasiones vertiginosas, maravillarse con luminosas promesas, sufrir toda suerte de infor tunios, traiciones y desamor. Y nada tan poderoso como la conciencia de ser portadoras de un plan elaborado siglos atrás, de ser las piezas fundamentales para que se cumpla un sueño.

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Un amor como éste Luis Morales Editorial Funambulista, 2015 En octubre de 1919 el poeta Fernando Pessoa conoció a la jovencísima Ofélia Quei roz en las oficinas de la Baixa lisboeta donde esta entró a trabajar como mecanógrafa y él ya ejercía como traductor de correspondencia comercial. Al poco tiempo, iniciaron una relación amorosa que habría de durar hasta noviembre de 1920 y que, tras nue ve años de separación, retomaron en el verano de 1929, para frustrarse de nuevo, ya definitivamente, al cabo de los meses, si bien el contacto se mantuvo hasta la muer te del poeta en 1935. Un amor como éste es la reconstrucción literaria, fiel y documentada, de aquel amor, el único conocido del poeta; pero es también una biografía «encubierta» del gran escritor y una antología exquisita de su obra, un homenaje a ambos, a Lisbo a y a todos los que, ridículos, como dijo el propio Pessoa, han escrito alguna vez cartas de amor .

La vida de las paredes Sara Morante Editorial Lumen, 2015

La vida de las paredes es la historia de un caserón de principios de siglo XX y de sus

habitantes, una peculiar comunidad de vecinos que comparten sus vidas en torno a una escalera. Sara Morante dibuja retratos de tinte surrealista enmarcados en un realismo casi costumbrista a través de un diálogo muy potente entre texto e imagen. Escenas muy visuales, un tanto oníricas, que se engarzan para crear una historia común: fotografías o cuadros que hablan durante la noche y se deslizan de un mar co a otro, gárgolas perversas que cobran vida, una joven famélica desplumando a un jilguero para comerse hasta los huesos, una mujer que envuelve a su feto en tre el hule sucio y paños de cocina... Las paredes tienen vida y Sara Morante sabe poner palabras y color a un mundo insólito en este libro que incluye más de treinta ilustraciones. La vida de las paredes muestra el talento de la gran ilustradora en su máxima expresión.

Violín negro en orquesta roja Javier Perez Editorial Algaida, 2015 El comisario político Evgeni Manchev que iba a ser destinado a una España en guerra para organizar el Ejército Popular ha desaparecido misteriosamente antes de partir. Su tío es nada menos que Viacheslav Molotov, presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, que sospecha turbios manejos políticos detrás del secuestro. Incapaz de confiar en los servicios del Estado soviético, que incluso podrían estar detrás del asunto, recurrirá a un excomisario zarista internado en el campo de trabajo de So lovki para resolver el incidente. ¿Ha sido una maniobra del Gobierno nazi de Alema nia, que también desea implicarse en la guerra de España? O acaso se trata de una conjura mucho más transcendental, porque en la Unión Soviética de Stalin cualquier cosa puede sucede . Con el trasfondo de la Guerra Civil española, Javier Pérez ha urdido una trama en la tradición de las mejores novelas de intriga y que rememora uno de los periodos más apasionantes del siglo XX. Una secreta partida de ajedrez donde nunca está demasiado clara la jugada del adversario o, simplemente, quién es el adversa rio.

Wabi Sabi Teresa Gottlieb Editorial Maitri, 2015 Recopilación de relatos cor tos y cortísimos de Teresa Gottlieb, inspirados en una expresión japonesa que se aplica a manifestaciones artísticas muy variadas y extremadamente simples. Por sus detalles y silencios, estas historias tienen mucho de fotografía abstracta y de dibujos a pincel. Este es el primer libro de ficción de la editorial y la primera colección de minirrelatos de su autora. Gottlieb nació en marzo de 1950 en Santiago de Chile. Ha escrito cuentos, la mayoría inspirados de cerca o de lejos por Cortázar y su mirada de Escher que nos regala un mundo donde todo está patas arriba.

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Victoria Fernando Rivarés Tropo Editores, 2015 Victoria es una mujer y muchas a la vez a lo largo del tiempo. Y un concepto que tiene más que ver con la resistencia y la permanencia que con ningún triunfo. Victoria es también el nombre de la protagonista de la novela. Comparte el nombre con toda una involuntaria saga de mujeres consideradas solas a través de la historia, siempre con una guerra de fondo a la que no han contribuido pero de la que son víctimas y protagonistas directas, y siempre con la esperanza no medida de un nuevo eslabón de su saga. Es también una novela contemporánea sobre la gran historia contada, y la pequeña y verdadera historia hurtada. Es una historia de amor y de amistad, y sobre el valor, el atrevimiento y la importancia de las palabras y de la poesía que evidencia que tras las grandes palabras y hechos que se cuentan en la historia oficial, están las emociones y detalles nunca narrados que cambiarían por completo nuestra perspectiva si fueran tenidos en cuenta. Y una historia que comienza y termina con un concierto en los que la música distribuye la rabia y la esperanza.

Yo mi hermano Juan Mihovilovich Lom Ediciones, 2015

Yo mi hermano es el grito contenido de un personaje que se busca a sí mismo a tra-

vés de su contraparte, su hermano mayor. Recorre incansable los pasillos de una memoria compartida que no busca, pero regresa intermitentemente, alcanzando ligeros encuentros con quien cree ser. Esta novela refleja la desolación interior de un hombre que se aferra a grandes interrogantes existenciales. Atrapado en un mundo finito y mensurable, se siente incapaz de esquivar un espacio de mudo espejismo, transitorio y hasta mudable entre un él y un yo. Por medio de un monólogo dialogado, se vislumbra la atormentada existencia de este ser perdido, no obstante lúcido, que conoce los recovecos de la mente humana y los impulsos de una sociedad decadente a la que no quiere integrarse, apartándola de sí mediante una íntima condena.

La continuidad del viento Ana Caldeiro Editorial Milena Caserola, 2015 En un viaje a la ciudad de Neuquén, quizás fue la noche que bajamos de Alta Barda y sentimos el frío en la cara, alguien nos contó a los que estábamos de visitantes que el viento patagónico es tan fuerte y persistente que enloquece a la gente. Es un di cho, pero alguna víctima debe haber. A modo de homenaje o de advertencia, una conocida banda local se bautizó «El Viento Enloquece a la Gente». En Buenos Aires somos más indolentes con el clima, nos afectan los extremos (mucho calor, mucha lluvia), pero nuestras percepciones de la naturaleza son bastante limitadas. La continuidad del viento habla de ese viento sur que destruye paredes, agujerea ladrillos y arranca ventanas. Habla también de cier ta forma de la locura. Hay una acción mental, un estado anímico, que atra viesa de punta a punta la novela, y es el recordar. Todos los personajes viven evocando el pasado con pa sión de coleccionistas. Recuerdan lugares, personas, objetos, sueños, rumores, y en ese recordar minucioso la escritura de Ana Caldeiro se despliega con paciente artesanía.

Descubriendo a Omar Adolfo Silva Reyes Mago Editores, 2015

Descubriendo a Omar es una novela que nos presenta, a través de sus catorce capí-

tulos, que ninguna dicotomía es arbitraria. Esta ágil y entretenida novela nos muestra la vida de Omar, un atractivo profesor de Educación Física que, pese a tener una vida bastante normal (un buen trabajo, una novia y una familia), posee una adicción particular: brindar placer. A lo largo de las páginas vamos descubriendo a un personaje que, en un primer momento, está seguro de quién es pero, a lo largo de la trama, se va llenando de cuestionamientos que socavan todas sus premisas.

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Un hombre detrás de la lluvia Luis Quiñones Algón Editores, 2015 Alguien tenía que dar forma de novela a su biografía. Por eso, el viejo Oswaldo encarga a un escritor reconstruir el relato de su vida, una historia marcada por un secreto que nunca ha desvelado, por qué no cumplió las órdenes de asesinar a un hombre del que no conocía nada. Su búsqueda lo llevó desde el Chile de su infancia hasta el París lluvioso de los años previos a la II Guerra Mundial. Tras su viaje, descubrirá quién iba a ser su víctima, un personaje universal que le revelará el oscuro mundo interior de cada hombre. Luis Quiñones Cervantes ha publicado poemas y artículos en diversos medios, así como las novelas El retrato de Sophie Hoffman (2008) y Los papeles de Madrid (2013).

Ana, la niña austral Esteban Prado Letra Sudaca Ediciones, 2015 Matías es un hombre joven, operador de una máquina en una gráfica, y Ana es una mujer misteriosa que irrumpe en su cotidianeidad para transformarla. Al principio, las cosas cambian con un leve tornasol, la nueva perspectiva de un enamorado, pero rápidamente ese tornasol se convierte en un tornado que arrastra a Matías a un año de viajes, aventuras, crímenes, conspiraciones y seres alucinados. Ana tiene una misión que redefinirá, según ella, la relación de fuerzas a escala mundial, y él la seguirá sin saber muy bien por qué ni para qué. Esta nouvelle delimita su propio terreno: el triángulo de las Bermudas en el que conviven la ciencia ficción, el fantás tico y el terror y, al fin, un cuarto vértice que convierte el triángulo en una pirámide: la historia de amor.

La serie negra Washington Cucurto Paisanita Editora, 2015 Los cuatro textos que componen este libro confirman, una vez más, que Washington Cucurto es uno de los autores más originales e inclasificables de la literatura latinoamericana actual. Dos novelas cortas —La serie negra y Bukowski— y dos cuentos —Prisioneras de Dios y Evita traicionera — le dan a este libro un tono distinto a los otros libros de Cucurto, pero también, al mismo tiempo, le dan un tono similar. Esta vez, Cucurto sube la apuesta y el desafío parece más desmesurado que nunca: sus personajes se enfrentan con Dios; resucitan a Charles Bukowski; pelean bajo las órdenes del fantas ma de Eva Perón; destruyen el planeta. El amor, el sexo, la búsqueda de la felicidad, la búsqueda de la justicia, la vida en los suburbios, el exilio: tópicos de este gran escritor argentino que, al margen de las modas literarias, fue construyendo, lentamente y sin pausa, una obra que parece no agotarse nunca, siempre dispuesta a sorprender y a divertir.

Nadie debería irse a dormir Álvaro Abad Editorial Reservoir Books, 2015 Una mañana, el cuerpo de Norberto Obanos, un importante bodeguero de La Rioja, aparece sin vida en su lujoso despacho. Antes de morir Obanos hizo una llamada y dejó en el contestador un mensaje: «Medusa». Todo apunta a un suicidio; sin embargo, es la tercera persona que muere en circunstancias parecidas. Para llevar a cabo la investigación, el jefe de policía de la zona llama a Trejo, un policía prejubilado. Trejo sale de su retiro por dos llamadas: la de la policía y la de su hija Irina, con quien mantiene una relación ambivalente y distante. Trejo vive solo, nada se sabe de su ex mujer, pero su ausencia pesa entre los dos. Irina lleva una vida itinerante, vinculada a grupos de izquierda. Con su habilidad e intuición, Trejo descubre que las coincidencias entre las víctimas van más allá del modo en que murieron. Trejo descubre que los tres tuvieron algún tipo de conexión con el Estado… y que detrás de todo ello se lee la firma de un tal «Lobo», que opera desde el pa sado y el rencor.

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Lo que no está escrito Rafael Reig Editorial Tusquets, 2015 Carlos, padre divorciado, recoge a su hijo Jorge de catorce años para pasar un fin de semana en la sierra y, como por descuido, le deja el manuscrito de una novela que acaba de terminar a su ex mujer, Carmen. La lectura de ese manuscrito, una novela negra de extorsión y bajos fondos, será para ella muy reveladora de las intenciones de su ex marido y crecen sus temores y su angustia por lo que pueda suceder en la sierra. ¿Es la lectura del manuscrito la que lo provoca? «Al vivir con alguien, como al escribir, uno se delata», piensa uno de los protagonistas. También al leer, cuando acabamos interpretando lo que no está escrito.

La Maga y otros cuentos crueles Elia Barceló Editorial Cazador de ratas, 2015 Cuando te regalan una caja de bombones, quizá eres de los que, después de inspeccionarla cuidadosamente, se comen primero los que más le gustan. O quizá sea al revés, y te gusta dejar los mejores para el final. Elia Barceló nos ofrece una caja llena de mundos posibles. Si estuviera llena de bombones, sería muy difícil —si no imposible— elegir en un sentido u otro. Todos, por supuesto, están envenenados. Cada uno de los relatos es distinto al anterior, sorprende de una manera nueva, asombra por otras razones. Cada crueldad —porque el título hace justicia— tiene un sabor diferente. Es fascinante cómo la autora juega con el lector ofreciéndole una realidad solo para, poco después, romperle los esquemas e introducirlo en un mundo en el que nada es lo que parece .

Bajo el viaducto Xuan Xose Sánchez Vicente Septem Ediciones, 2015 Finales del los 70 y comienzos de los 80. España entera sufre una convulsión por los cambios políticos y sociales, al tiempo que se derrumban algunos de sus sectores industriales, como el naval. En Gijón, Luis Roces asiste a todas estas mutaciones desde sus primeros años de estudios en La Laboral y participa activamente en las luchas callejeras por defender los astilleros de la ciudad. Posteriormente, desde la militancia sindical y desde la actividad política en las filas del partido gobernante en Asturias y en la villa de Jovellanos, seguirá peleando por defender ese sector industrial y sus trabajadores. Paralelamente su vida matrimonial con su mujer, Teresa, y sus dos hijos, Pelayo y Olaya, pasará por momentos de extrema felicidad y por otros de tensiones, fundamentalmente a causa de la entrega total de Luis a su compromiso social y político. Al tiempo que a los avatares de estas historias particulares, el lector ve retratado el paisaje y los ambientes de la ciudad, contempla la evolución urbanística y social de la misma a lo largo de unas cuantas décadas y asiste desde el interior el funcionamiento de los partidos políticos, a sus luchas internas; asimismo, a una oscura trama por alcanzar cuotas de poder.

La vida periférica Roxana Villarreal Editorial Caballo de Troya, 2015

La vida periférica presenta treinta y cinco relatos unidos por la credulidad y sus efectos paradójicos. Y es que, si bien la confianza indiscriminada acarrea decepciones, tender una mirada inocente sobre el mundo supone en ocasiones descubrir lo mejor de él. Teniendo en cuenta que muchas de estas narraciones transcurren en México y están protagonizadas por mujeres, la apuesta por descubrir bondades y no presentar la violencia del país de forma tópica (con lo difícil que es salirse de la realidad que pintan los medios de comunicación, y sobre todo de la respuesta lógica a esta violencia, que no por lógica ha de ser siempre la más adecuada) tiene su mérito. La vida periférica arroja una mirada ontológica sobre las catástrofes o, dicho de otro modo, aquí los personajes se hacen acompañar por la muerte y la violencia, una violencia que aparece en la mayor parte de estos cuentos en sus formas menos obvias: los deseos de apariencia inocente, la soledad, los j uegos normaliza dos de poder entre ambos sexos.

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Las brigadas prosublime Jesús Pérez Editorial Sloper, 2015 Siglo XXX. Un narrador de historias vuelve a la ciudad de su infancia, una ciudad en la que dos núcleos de poder obligan a tomar partido: Calígula, gobernante arbitrario y sin rostro, por un lado; por otro, una organización terrorista que elimina a quien no sea sublime sin interrupción, llevando al extremo el axioma de Charles Baudelaire. Desde ese futuro lejano, Jesús Pérez lanza una mirada lúcida sobre nuestro tiempo y plantea la paradoja de cómo las ideologías pueden desembocar en máquinas de destrucción. Una sátira futurista en la estela de Stanislaw Lem; fantástica, en la de Swift; filosófica, en la tradición de Voltaire. Jesús Pérez es una insólita revelación, un raro caso en el que se conjuga el brillo del pensador con la habilidad del narrador.

La conspiración de los mediocres Ernesto Mallo Editorial Siruela, 2015 Ernesto Mallo nos sumerge en un mundo en el que conviven el asesinato y la impunidad del poder con una tormenta de pasiones amorosas, en un paisaj e dominado por una jauría de asesinos a sueldo. La narrativa argentina, así como la cinematografía, se ha ocupado extensamente de la sangrienta dictadura de Videla. Sin embargo, no ha tratado en la misma medida el periodo inmediatamente anterior. Aque lla etapa fue el caldo de cultivo en el que se coció lo que luego sería el terrorismo de Estado a gran escala. Bajo el nombre de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), un grupo parapolicial se encarnizó con todo aquel que osara oponerse a los designios del hombre fuerte del país: José López Rega, apodado el Brujo por su afición a la magia negra. En esta precuela de la serie del detective Perro Lascano, encontramos a un detective joven, aunque ya investi gador de fuste. Para apartarlo de la investigación, los mandos policiales le encargan aclarar el suicidio de un anciano alemán. Esa misión lo arrojará directamente a las fauces de los sicarios, en un territorio donde no puede contar con nadie ni confiar en nadie. En el transcurso de su investigación, Lascano conocerá a Marisa, con quien vivirá una épica historia de amor.

La muerte de Montaigne Jorge Edwards Editorial Tusquets, 2015 En 1588, Michel de Montaigne, que es ya un filósofo respetado, conoce en París a una joven admiradora de su obra, Marie de Gournay. Y Montaigne, que tiene por entonces cincuenta y cinco años y está «bien casado», inicia una misteriosa relación con la exaltada Marie. Para reconstruir esa pasión crepuscular, Jorge Edwards rastrea al Montaigne público y privado, y mientras aplica la lección vital de Montaigne a su propia realidad, la de la infancia y la actual, Edwards ilumina los aspectos más rele vantes, curiosos, a menudo sensuales y, sobre todo, modernos del —ahora ya plena mente— novelesco personaje.

Grand Nocturno Vera Suburbano Ediciones, 2015 Un melancólico maestro da clases de ESL a cadetes puertorriqueños enlistados para Vietnam mientras sueña con escribir la «Gran Novela Americana»; un serial killer —de oficio camionero—– que recorre el Big Sur y elabora diversas teorías sobre por qué Elvis Presley «fraguó su muerte »; el encuentro entre un canalla que vende sangre en clínicas de New York y una ex gloria de tango desencadena una trama que empieza en el Caribe en la década del ´50 e involucra a Juan Domingo Per ón; una carta que llega del exterior para revelar en la nostalgia de la Buenos Aires de fines del siglo XX un pasado de prostitución y delitos; la leyenda de los dos Papas que disfrazados de mendigos buscan jóvenes inmigrantes por la madrugada... son algunas de las personalísimas historias que incluye Grand Nocturno.

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El protegido Pablo Aranda Editorial Malpaso, 2015

El protegido es una novela policiaca de las buenas, de las que no puedes dejar de

leer porque te atrapan desde el principio; pero también es una gran novela sobre la relaciones humanas, sobre cómo desaparecen y aparecen, sin solución de continuidad, con poco o ningún esfuerzo. Jaime, sin comerlo ni beberlo, llevado por su sentido de la honradez, acaba matando a dos personas —o quizás no— para que no se lo lleve la corriente de los acontecimientos. Jaime es un tipo gris, un poco ridículo, que se ha conformado con llevar una vida no demasiado mala. Trabaja en una ase soría fiscal y acaba de separarse, aunque ya tiene otra nueva relación condenada al fracaso. De repente se ve mezclado en una historia de lo más criminal. Vive el pánico de sentirse perseguido y condenado, descubre que tiene más recursos de lo que se imaginaba y acaba, ahora sí, descubriendo a la que parece ser el amor de su vida.

La travesía de los sueños Virginia López Peñalver Septem Ediciones, 2015 La travesía de un sueño es un hermoso viaje a través de las ilusiones de Rosa, una joven emigrante andaluza de Estepona, con una infancia y adolescencia marcada por los difíciles años de la posguerra. Londres es su destino. Desde Gibraltar, pone rumbo a la cosmopolita capital europea donde vivirá todo tipo de aventuras y expe riencias, mostrando a la capacidad de superación de una muchacha que se enfrentará a una cultura e idioma nuevos, con aplomo y energía. La autora, Virginia López Pe ñalver, construye sobre una historia real, un hermoso relato lleno de humor, ternura y esperanza.

Fuera de tiempo Antonio de Paco Editorial Caballo de Troya, 2015

Fuera de tiempo mezcla la autoficción, el diario, la autobiografía y una escritura casi teatral para hablarnos de los fracasos de largo aliento, esos que empiezan en la infancia y pasan a formar parte de la maleta emocional hasta que un día se sacan y se tienden al sol. De su observación detenida se deducen dos cosas que siempre sabemos pero que se nos olvidan: que lo personal no es solo nuestro y que el que mira no es un espectador pasivo, sino que determina lo que ve según la posición que decide ocupar. ¿Decidimos ser víctimas o nos responsabilizamos de lo que nos ocurre? Este libro híbrido se desarrolla en Valencia y en Londres, y en él se cuentan historias de padres e hijos, de canciones pop de los años ochenta, de amistad, de retiros, de precariedades autoimpues tas, de entornos urbanos periféricos, de ensoñaciones, de visitas a cementerios, de romances que mueren antes de nacer y de crisis personales que transitan en paralelo con la crisis del propio país. Fuera de tiempo es asimismo un retrato muy fiel de la subjetividad de quienes hoy están en la treintena y no encuen tran su lugar.

Este muerto no lo cargo yo María Clara Rueda Editorial Alrevés, 2015 Diego Almeida no es valiente. Solo es un tipo cualquiera. O lo era. Dejó de serlo el día en que aceptó la invitación de un fulano para pasar en su casa lo peor de una borrachera espantosa. Ese día el mundo se le vino encima. O acabó de venírsele porque ya desde antes la cosa iba en bajada. Aun así, si tuviera que jurar, si tuviera que elegir entre los muchos desastrosos momentos de su infeliz pasado, sin duda elegiría ese como el día en el que para él comenzó el infierno. Y Almeida no está bien preparado: abogado comercial (desempleado), pelele sin remedio (según su madre) y amante regular (según él mismo), Diego no ha visto en su vida un cargamento de coca, no sabe una palabra sobre la trata de blancas y jamás, jamás, ha asesinado a nadie .

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Lobas de Tesalia Pilar Pedraza Editorial Valdemar, 2015 Lupercia Mania, hija de padres hispanos, vive en la Roma imperial en compañía de sus dos esclavas, Demetria y la joven Cátula, dedicada a la elaboración de elixires, reme dios y perfumes. Póstuma, su amiga de la infancia y colega de hechizos, acaba de sufrir un fatal accidente y durante su sepelio se produce un devastador fenómeno meteorológico de mal augurio. Acto seguido Lupercia comprueba que el cuerpo de su amiga ya no está completo y teme que su espíritu se convierta por este motivo en un espectro maligno o «larva» y vague eternamente sin poder alcanzar jamás el Hades. Hay rumores de que tal vez una hechicera tesalia llamada Ericta haya intervenido en el robo y huido con su botín a Grecia. Lupercia decide entonces emprender un arriesgado y duro viaje por tierra y por mar tras los pasos de la malvada y escurridiza Ericta en compañía de Lycofrón, un exgladiador, y el joven iniciado Veyano, así como de su esclava Cátula.

Fuera de trama Gabriel Noguera Editorial Berenice, 2015 Horacio Tramunt, un detective privado a la vieja usanza, recibe el encargo más extraño de su carrera cuando una despampanante pelirroja lo contrata para que averigüe el paradero del protagonista de su próxima novela, desaparecido en el tercer capítulo de la misma durante la descripción de un ficus. Siendo un profano en materia literaria, Tramunt recaba la ayuda nada experta de un oscuro escritor de tercera para introducirse en los círculos hispters y superficiales de la nueva poesía joven madrileña en pos de la principal sospechosa del caso: la terrible Venus Daniel, última sensación lírica de la capital. Ganadora del Premio Andalucía Joven de Narrativa 2014, en esta novela se mezclan una trama detectivesca fascinante y una parodia de los mundillos de cualquier juventud artística y literaria

Vida del cuervo blanco Carlos Liscano Editorial Seix Barral, 2015 «Después de muchos años de intentar escribir ficción, y no conseguirlo, encontré, creo, una forma de hacerlo. Comenzó como un juego: reescribí una historia, atribuida a León Tolstoi acerca de un cuervo mentiroso. Luego de meses pensé que el cuervo podía contar muchas historias muy conocidas. En ese momento el procedimiento dejó de ser un juego. Releí muchas de mis lecturas preferidas: Acevedo Díaz, Kafka, Homero, Moby Dick, Balzac, Poe, Akutagawa, Swedenborg, Don Quijote, Buzzati, Calvino, Darío, Macedonio Fernández, Idea Vilariño, Borges, Hemingway, algunas de las obras de Edgar Rice Burrougs en que cuenta la vida de Tarzán. La primera parte del libro, ―Lector salteado‖, relata las circunstancias en que escribí Vida del cuervo blanco y los problemas que debí solucionar. He citado, a veces sin roponérmelo, letras de tango, versos y frases de libros que leí hace muchos años. Cuando terminé la novela sentí que había hecho un homenaje a las lecturas que desde la infancia llenaron mi fantasía. Espero que así sea.» (Carlos Liscano).

Las sombras Juana Cortés Amunárriz Editores Castalia, 2015 «Hasta el momento en que había leído la carta, Hoffnung era para ella un lugar extinto que pertenecía a una vida anterior. La simple mención de aquel nombre desper taba un cosquilleo en su estómago y le provocaba una amargura que no le era grata. Había relegado a Hoffnung junto a otros asuntos molestos o poco interesantes…» Cuando María Von Moritz recibe una oferta para vender Hoffnung, el hogar de su infancia al que no ha vuelto desde hace más de cuarenta años, los recuerdos se precipitan. Decidida a deshacerse de la casa, María inicia los preparativos del viaje para llevar a cabo la venta. Sin embargo, sin poder evitarlo, se verá envuelta, una vez más, en el inquietante, obsesivo y claustrofóbico universo de los Von Moritz…

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Todo ese fuego Angeles Caso Editorial Planeta, 2015 Tres escritoras valientes, un mundo de hombres, una pasión secreta. 16 de julio de 1846. En la casa parroquial del pueblecito inglés de Haworth, las tres hijas del pastor comienzan la jornada ocupándose de las tareas domésticas mientras esperan que llegue la tarde, cuando puedan sentarse juntas para dedicarse a escribir a escondidas las novelas que ansían publicar. Son las hermanas Brontë, tres mujeres solteras de alrededor de treinta años que, desde la infancia, gracias a la literatura, han sobrevivido a las tragedias familiares, la falta de recursos económicos y el aislamiento. Durante ese verano, Charlotte escribe Jane Eyre. Emily se dedica a Cumbr es borrascosas. Y Anne se concentra en Agnes Grey. Ignorando el extraordinario destino que espera a sus obras litera rias, las tres vierten en ellas sus sueños, sus frustraciones y sus pasiones ocultas, convir tiendo aquella casa oscura y vulgar, atravesada por las muertes tempranas de muchos de sus habitantes, en un espacio lleno de luz. Todo ese fuego es una novela exquisita que bucea en la vida de tres asombrosas mujeres llenas de ta lento, que consiguieron rebelarse contra las crueles normas de la sociedad victoriana y convertirse en grandes escritoras en un mundo reservado a los hombres.

La novela del cuerpo Rafael Courtoisie Casa Editorial Hum, 2015

La novela del cuerpo deslumbra y divierte. Todos los personajes tienen un ineludible

denominador común: respiran, son humanos, tienen cuerpo. El cuerpo se modifica o perece. La resurrección, la reencarnación, la metempsicosis, son utopías, falacias o realidades, según se mire. El cuerpo es el verdadero protagonista de la aventura de existir y es, también, el pretexto para entretenerse y reflexionar. Diálogos vertiginosos, consumismo, compra y venta de órganos, modificación de la apariencia, maquillaje y cirugía mayor, ironía y humor salvajes, son algunos de los ingredientes de este relato revelador, inquietante como una sombra viva en una radiografía de tórax.

La segunda muerte del Negro Varela Mauricio Rosencof Editorial Alfaguara, 2015 La resurrección es un mérito, un accidente, un estigma. ¿De dónde viene? No interrogues a la muerte. Mirá si te contesta. Hace muchos años, en algún lugar cercano al Parque de los Aliados, aparece el negro Varela, muerto en las cercanías de su precaria vivienda. Rápidamente la barriada, humilde pero respetuosa, organiza el velorio como corresponde. A falta de médico, Pedro Bruni, el veterinario de la zona, certifica el deceso. El barrio se junta. Cada uno trae lo que puede, completando un homenaje en el que no faltan las tor tas fritas, los tambores y el escabio. En medio del jolgorio, el Dr. Bruni y el Padre Pedrín, con la ayuda del Negro Invierno, se concentran en torno al occiso, convencidos de que lo pueden hacer revivir. Lo que empezó siendo un velorio se transforma en una fiesta de celebración de la vida, donde no faltan el reencuentro con la infancia, con los recue rdos y con antiguos amores. Mauricio Rosencof, con mirada llena de ternura y piedad, construye un universo donde la po breza y la necesidad conviven con la amistad, la solidaridad y el heroísmo.

El pie de Kafka Bibiana Candia Ediciones Torremozas, 2015 Todos los relatos que integran este libro comienzan con una frase que se ha tomado prestada de los diarios de Franz Kafka, un punto de par tida extraordinario para adentrarse en las atmósferas de Bibiana Candia. Candia (A Coruña 1977) estudió Filología Hispánica y trabajó como funcionaria en la Universidad de A Coruña. En el año 2011 se mudó a Berlín para dedicarse profesionalmente a la literatura y en 2013 publicó su primer libro de poesía La rueda del hámster. Escribe habitualmente en www.bibianacandia.com

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Entre culebras y extraños Celso Castro Editorial Destino, 2015 Celso Castro, uno de los secretos mejor guardados de la literatura en español. Entre culebras y extraños se abre con la muerte del padre del narrador, una muerte seca, repentina, sorprendente. Un hecho trágico que marca el recorrido vital del protagonista, un adolescente sensible hasta el extremo, propenso a cualquier enferm edad, demasiado consentido por su madre y constantemente agobiado por el mundo que le rodea. Para sobreponerse a ella se apoya en el amor de Sofía, una adolescente de su misma edad, a la que le une una delicada relación que se rompe y se rehace continuamente, que es a la vez lo más maravilloso y también lo más trágico. Todo cambiará cuando, poco tiempo después, una historia familiar oculta salga a la luz. Él tendrá que refugiarse en su hermana, Vera, una joven rebelde, ya universitaria, que experimenta con las drogas y el alcohol y que, en el fondo, está tan perdida como él mismo.

Beber durante el embarazo Pablo Escudero Abenza Editorial Baile del Sol, 2015 Escritores inéditos, huérfanos, tanguistas, matones envejecidos, superhéroes deprimidos, genios de las matemáticas, enfermos de literatura, mitómanos, viajeros del espacio-tiempo, perdedores épicos, padres primerizos, farsantes, astronautas soviéticos olvidados por la historia e incluso dioses de barrio, todos ellos habitantes de los már genes que intentan cruzar la frontera, son algunos de los personajes que transitan por los relatos que componen Beber durante el embarazo. Los protagonistas de estas historias comparten temores, frustraciones, anhelos y la inevitable sensación de haber caído en una trampa llamada vida en la que son incapaces de imponer las normas. Al modo de una sinfonía que nos va envolviendo con sus variaciones, los quince relatos que componen este volumen se comunican entre ellos y van dibujando, con el transcurrir de las páginas, una intrahistoria, aca so una biografía colectiva de todos aquellos que no se sienten de ninguna par te y luchan a diario para vencer el tedio de hoy y llegar a mañana.

Inés se turba sola Ricardo Bugarín Macedonia Ediciones, 2015 «Circunspectamente crítico y resueltamente humorístico Ricardo Bugarín nos presenta en esta ocasión a Inés se turba sola , ejemplo acabado del subgénero de las microficciones, efímeras, breves y dulcemente fugaces, dignamente sucesoras de su Bonsai en compota . El eufemismo, la ambigüedad y la metáfora aparecen espléndidamente entramados para presentarnos desde una ironía audaz hasta el candor y la inocencia pueril. Hay que buscar las claves en la añoranza de una época que pasó y marcó la vida del autor y que se nos presenta llena de nostalgia y ternura. El estilo ágil y el lenguaje escogido exigen la confabulación del lector ofreciendo un breve itinerario por microsituaciones que van desde la intertextualidad literaria y la pincelada del mundo a través de los ojos de un niño hasta las jocosas cavilaciones que revelan el lado sensiblemente humano de nuestra vida.» (Héctor Machín Kalabujov)..

Velas en el acantilado Luis Cisneros Cabada Editorial PEISA, 2015 El cuerpo inerte y desnudo de una joven mujer es hallado en un departamento de San Isidro. Segundo Canillas, capitán de la Policía, recibe el encargo de resolver el misterioso caso. La orden le ha llegado desde las más altas esferas del gobierno. Sin embargo, al tiempo de emprender las pesquisas una circunstancia extraña perturba su vida. Cegado por los celos, Canillas se encuentra ideando la forma de deshacerse del Brujo Aponte, un chamán tenebroso que vive en un callejón de Barranco. ¿La razón? El capitán sospecha que el Brujo viola a La Gringa, una mujer que habita en el mismo callejón y con quien él mantiene una secreta relación amorosa.

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Dime quién fui Elisa Rodríguez Court Editorial Verbum, 2015 «Está bien comprobado que, tal como dice Conrad, la misma violencia de un golpe de adversidad nos ayuda a soportarla, haciéndonos momentáneamente insensibles. Cuando la anestesia natural cede el paso al malestar, cada cual inventa un modo para poder sobrevivir a ese dolor. En Dime quién fui Elisa Rodríguez Cour t encuentra la provisional salvación en la literatura, fuente de experiencias que nos recuer dan en todo momento que el drama es de todos y que la vida, como cualquier libro, no pasa en realidad nunca de ser un proyecto. La desesperación de Dime quién fui es la desesperación de esta novela que de algún modo nunca se empieza a contar porque de hacerlo el viaje terminaría aquí mismo, ya sabemos en qué tapia y sollozo. Es por eso que Dime quién fui me ha parecido una novela muy singular, quizás porque me ha permitido asistir a la fundación de una escritora, al tiempo que recrearme en la inmensa paradoja de mantenerme en vida mientras leía las di ferentes muertes de una muerte.» (Enrique Vila-Matas).

Diez negritos: nuevas voces del género negro español VV.AA. Editorial Alrevés, 2015 El éxito alcanzado por la novela negra en los últimos años ha llevado a muchos autores a acercarse a ella de forma absolutamente superficial, sin reparar en que su esencia no puede quedarse en simple manierismo expresivo ni en tópicas miradas críticas sobre la realidad. Mantener el equilibrio entre el compromiso personal y la capacidad formal implica respetar al género, no considerar que es una moda pasajera a la que poder agarrarse. Y Víctor del Árbol, Claudio Cerdán, Berna González Harbour, Susana Hernández, Toni Hill, Jordi Ledesma, Jorge Navarro, Alexis Ravelo, Aro Sáinz de la Maza y Carlos Zanón, los diez autores de esta antología, lo hacen. Por eso, en unos tiempos en los que todo se tiñe de negro y en los que se devalúa la etiqueta «novela negra», leer una antología como Diez negritos resulta tan necesario como imprescindible.

Ficciones desmedidas Rosalba Ca mpra Macedonia Ediciones, 2015 «Es mucho el bagaje de experiencias que subyacen en los historias de este libro: el viaje, geográfico y de la imaginación, el detenerse frente a innumerables obras de arte, tener cuantiosas lecturas, ver mucho cine y teatro, frecuentar interlocutores singulares. Pero lo que realmente impor ta es el prodigio artístico que las transformó en relato: la calidad estética de la mirada de Rosalba Campra, su inteligencia narra tiva, su oído y, fundamentalmente, la singularidad de una imaginación que, como en la parábola, es capaz de hacer un árbol frondoso a partir de un diminuto grano de mostaza. Y todo ello aplicado al relato breve, algunas veces extremadamente breve, sin vestigios de esfuerzo que alteren el fluir natural de la narración. Leer Ficciones desmedidas es comparable a un viaje de aventura, tiene la fascinación de lo desconocido que empuja hacia delante e impide dete nerse.» (Raúl Brasca).

Cuentos para búfalos Sergio Galarza Mesa Redonda Editores, 2015

Cuentos para búfalos reúne diez relatos breves que han participado en diversos con-

cursos y han aparecido en revistas y antologías. Galarza dice acerca de este conjunto: «… los cuentos que se publicaron en revistas y antologías, también participaron en diversos concursos, sin suerte. Y aunque han sido escritos en distintos momentos de mi vida, veo que logran formar una unidad temática, con la familia y el desarraigo como fondo, tema que me persigue desde que decidí mudarme de país, como a casi todos los que buscan una oportunidad que no ven clara en su país, o una aventura, o la oportunidad de una aventura».

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Aire visible Fernando Sáez Literatura Random House, 2015 Una mañana, a comienzos de la década de los ochenta, el empresario Luis Emilio Gor della sufre un infarto cerebral que lo deja inconsciente, al borde de la muerte. A la incertidumbre que sucede al accidente, y mientras la tecnología médica mantiene al padre en estado crítico, todos los secretos y conflictos de la familia Gordella afloran dando forma a una trama intrigante, inteligente y a ratos asfixiante. A dos décadas de su publicación original, Aire visible sigue iluminando con maestría los mecanismos retorcidos y las formas curiosas y muchas veces dramáticas de la vida familiar de la clase alta chilena. «Esta novela tan bien lograda, además de desentrañar las verdades de la alta sociedad y su decadencia, nos pone de frente con una de las grandes piezas de la literatura chilena.» (María José Figueroa).

El temor de lo inevitable Carmen Moreno Ediciones En Huida, 2015 El temor inevitable es un libro de relatos que explora lo único que es inevitable para todos, aquello que nos iguala tanto en la vida como en la muerte: la pérdida. El libro se divide en cuatro partes que indaga en diferentes ámbitos. La primera parte, «Desde el amor», nos trae cuatro relatos que nos muestran el sufrimiento ante la pérdida del amor. Desde las personas anónimas, hasta celebridades como Marilyn Monroe, o escritores como Saint Exupery, han sufrido las consecuencias de esta pérdida. La segunda, «Desde Trincheras», habla de las heridas que deja una guerra, cualquiera, en los seres humanos. Desde la guerra civil, hasta la represión chilena o argentina, pa sando por la franja de Ghaza o los conflictos creados por el poder individual o colectivo. La tercera, «Desde la Locura», es un desvío a esa parte del subconsciente que tan bien investigaron los surrealistas, un atajo hacia el esperpento y un guiño al Cortázar de aquellos Cronopios y Famas, que no eran sino la alargada sombra de lo que somos nosotros. La cuarta, «Telegramas», son microcuentos que ahondan en esta parte irracional de los seres humanos, tomando como plataforma algunos de los cuentos infantiles más conocidos por todos nosotros.

El baile de los delfines Julia Villares Anllo Editorial Verbum, 2015 Una conocida artista expone su obra en una galería de arte. Su éxito queda en entredicho con la demanda judicial de un visitante, debido al contenido de un cuadro. Es acusada y enjuiciada, lo cual paraliza su vida creativa. Mientras espera la resolución, recuerda y repasa su pasado inmediato: otro tiempo en el que también su vida se paralizó, pero por una razón diferente, mucho más importante y poderosa. Entonces, los médicos le diagnosticaron una enfermedad rara a la hija, una niña de ocho años. Una enfermedad de la que se conocía muy poco y que no sabían cómo combatir. Ahora, con este mal paso del cuadro y los días vacíos en espera de la resolución, su mente le trae recuerdos de los vaivenes vividos con su hija y de cuando esta «jugaba» con la esperanza de vivir.

Negativos Lorena Escudero Ediciones Torremozas, 2015 «En Negativos de Lorena Escudero nos enfrentamos a las invenciones —sorprendentes, frecuentemente pérfidas, a menudo de cariz autobiográfico— de una mujer que revela su mundo interior a través de los negativos de cier tas imágenes. Negativos es una obra interesada en sacar a la luz lo que no se ve. Una creación que se encuentra especialmente interesada por transitar los territorios más oscuros —con frecuencia alejados del optimismo— de la psique humana y, por ello, asimismo connotados como «negativos». Lorena Escudero demuestra tanto su extenso conocimiento de la categoría del microrrelato, como su magnífica aptitud para crearlos.» (Francisca Noguerol).

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El gato y la entropía Ramiro Sanchiz Estuario Editora, 2015 En El gato y la entropía el lector podrá encontrar: más escenas de Las Guerras de la Música. La explosión, el 30 de octubre de 1961, de la Tsar Bomba. Bob Dylan inventando la historia del rock. Una defensa de la pequeña burguesía. La historia de una chamana mexicana. Un catálogo de drogas. Hermanos gitanos entrelazados en una simbiosis psíquica. Los viajes en el tiempo de Led Zeppelin. El gran Cthulhu en la ciudad de Las Piedras. Las versiones 12 y 35 de la historia del gato y la entropía, con demonios y computadoras universales incluidas. Una fiesta entrópica que comenzó como dos fiestas separadas. La búsqueda del proverbial cruce de caminos donde se manifiesta el Diablo. La venganza de Ziggy Stardust. Una colección de libros de aventura juvenil protagoni zados por Federico Stahl y sus amigos... Y la lista continúa, casi interminable.

El mundo inmenso Aura Tazón Editorial Sloper, 2015 Una mujer extraordinaria. Un destino odioso. Un viaje alrededor del mundo en un tiempo en que algo así parecía imposible. Seljuk, joven princesa otomana, escapa de un matrimonio concertado y se embarca en una aventura que la llevará a cruzar el océano, hacia la mítica Tierra de Punt. Un viaje desde el naciente imperio turco hasta la vieja China imperial. Pero sobre todo El mundo inmenso es la historia de una mujer destinada al harén, que fue capaz de transformar su propia vida. Aura Tazón ha escrito las novelas Los gamópelúsidas (Bambú, 2009), Los senderos de Bharat (Kattigara, 2011) y Xan Irmandiño (Kattigara, 2012).

Fabián y el caos Pedro Juan Gutiérrez Editorial Anagrama, 2015 Cuba en la década de 1960. La revolución ha triunfado y dos chavales que aparentemente no tienen nada en común se hacen amigos. Pedro Juan, viejo conocido de los lectores de Pedro Juan Gutiérrez, es atlético, fornido y con el tiempo será un seductor amante de las mujeres voluptuosas. Fabián es todo lo contrario: enclenque, asustadizo y miope, toca el piano, es homosexual y su familia —una madre madrileña y un padre catalán que emigraron a la isla en los años veinte— vivió tiempos mejores en la Cuba prerrevolucionaria. Esta amistad improbable seguirá a lo largo del tiempo y las vidas de estos dos chicos volverán a cruzarse en los años venideros. Pedro Juan se habrá convertido para entonces en un hedonista que disfruta del sexo con mujeres de generosos pechos que no le piden compromiso, incluida una sexagenaria desaforada. Fabián será un artista sin capacidad para enfrentarse a una realidad hostil; lo han detenido por maricón y, aunque acaba saliendo airoso, el miedo se apoderará de él y vivirá cada vez más encerrado en sí mismo. Ambos se reencontrarán en una fábrica de enla tado de carne donde trabajan los parias de la nueva sociedad revolucionaria, pero sus destinos serán irremediablemente dispares.

Los desayunos del Café Borenes Luis Mateo Díez Galaxia Gutenberg, 2015 Luis Mateo Díez nos ofrece en Los desayunos del Café Borenes dos textos que se complementan en sus intenciones. El primero, que da título al volumen, es el relato de los encuentros de un novelista con los amigos que acuden a la cita del desayuno en el Café de una de sus «ciudades de sombra», y que divagan y dialogan con desatada locuacidad, sobre lo que la ficción supone en sus vidas. En el segundo texto, titulado «Un callejón de gente desconocida», Luis Mateo Díez hace un recuento de su pensamiento literario, el aval de una identidad de escritor que podría considerarse como una poética personal, no exenta de una comprensiva pedagogía. Sin que el juego de espejos entre los dos textos quiera contraponer las ideas y elucubraciones de tantas opiniones apasionadas y discutibles, acaso sea ese mismo juego el que mejor unifique la propia idea del libro.

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El valor Clara Usón Seix Barral, 2015 Una directora de sucursal de una caja levantina que ha vendido preferentes. Un joven militar, Fermín Galán, que decide poner en práctica sus ideales republicanos y encabezar la revolución en Jaca, en 1930. Un sacerdote fanático en el campo de concentración de Jasenovac, en el Estado Independiente de Croacia, durante la segunda guerra mundial. Todos ellos se enfrentan a situaciones en las que deben asumir un riesgo, poner a prueba su coraje, en aras de lo que para ellos es el valor supremo: la revolución, la fe, el dinero, ante los cuales la conciencia es sólo una débil barrera. Valor ahonda en las heridas del pasado y en la mayor fractura del hombre contemporáneo. Tiempos, espacios y personajes se entreveran ante el asombro del lector, configurando una novela en la que, en última instancia, se aborda la esencia de las grandes novelas: la complejidad de la naturaleza humana y sus contradicciones.

Mientras seamos jóvenes José Luis Correa Alba Editorial, 2015 Cuando el cuerpo sin vida de una estudiante aparece en un zaguán de Las Palmas, y el supuesto asesino solicita su ayuda, Ricardo Blanco no sabe que se enfrenta a uno de los casos más complejos de su carrera. A medida que se adentra en la investigación, no está seguro de que su cliente se merezca el tiempo y el esfuerzo que requeriría librarlo de una conde-na que todos dan por segura. En Mientras seamos jóvenes , la nueva novela de José Luis Correa, ambientada en el mundo universitario, verdades y mentiras se entrecruzan. Los que deberían defender al sospechoso parecen empeñados en su condena y, en cambio, los que rivalizan con él proclaman su inocencia. Las relaciones viciadas, los conflictos generacionales, las intrigas académicas dan vida a una historia que tiene los ingredientes que han hecho de Correa una de las voces más genuinas del panorama literario actual: un ritmo vertiginoso, una visión socarrona del mundo y un lenguaje poético que abren un espacio ori ginal y muy sugerente en el mundo habitual de la novela negra.

Adiós a los padres Héctor Aguilar Camín Literatura Random House, 2015 La foto anticipa y esconde la historia de una familia. Siguiendo los brillos que esa foto abre en su memoria, Héctor Aguilar Camín ha producido un texto de entrañable intimidad y transparencia sobre las huellas familiares, sobre la urgencia personal de una narrativa capaz de decir quiénes fueron tus abuelos, cómo se conocieron tus padres, por qué se casaron, por qué se separaron, por qué fueron como fueron y por qué eres como eres. Todos hemos imaginado alguna vez esa indagación. Aguilar Camín se adentra en ella hasta las últimas consecuencias, con una prosa impecable, conmovedora, y una trama envolvente, inesperada, extraña y familiar como la vida misma. Adiós a los pa dres es la novela de madurez que los lectores de Morir en el golfo y La guerra de Galio esperaban de Aguilar Camín. Una obra maestra de nuestro tiempo.

El cuerpo secreto Mariana Torres Editorial Páginas de Espuma, 2015 En este libro la inocencia, la crueldad y el dolor conviven juntos en un solo cuerpo. Mariana Torres nos invita, con este sorprendente estreno, a adentrarnos en un mundo híbrido, donde los protagonistas de los cuentos son niños dolientes, que se mueven entre cajas, cascarones y algún que otro ataúd. ¿Cuánto queda de nosotros en estos niños que sienten? La invitación es clara: leer y soltar, volver convertido en otra cosa. Si pudieran contarse serían treinta y cuatro relatos, escritos por una nueva voz. Corren de uno a otro de manera casi milimétrica, medidos para ir dibujando en la mente —o más bien en el cuerpo— del lector una emoción concreta, que no tiene un solo nombre. Y es que todo aquello que nos crece dentro puede crecer en forma de planta.

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Los diarios de Emilio Renzi Ricardo Piglia Editorial Anagrama, 2015 Los lectores de Ricardo Piglia conocen sin duda a Emilio Renzi, escritor y álter ego que aparece y reaparece en sus novelas, en ocasiones fugazmente, en otras con mayor protagonismo. ¿De dónde surge Renzi? De un juego de espejos que arranca del nombre completo del autor: Ricardo Emilio Piglia Renzi. Y ahora lo lleva un paso más allá con estos diarios que publica Piglia y firma Renzi. Tras una espléndida carrera literaria que incluye novelas y cuentos fundamentales de las letras argentinas contemporáneas y varios volúmenes de ensayos igualmente imprescindibles, el autor vuelve la vista atrás y rescata los diarios escritos a lo largo de más de medio siglo, entre 1957 y 2015, a los que se incorporan también algunos relatos y ensayos directamente vinculados con ellos.

Aguafuertes Roberto Arlt Hermida Editores, 2015 Entre febrero de 1935 y julio de 1936, Roberto Arlt publicaría en el diario por teño El Mundo, en el que colaboraba desde 1928, y gracias al cual alcanzó una inmensa fama, más de doscientas columnas, en la sección «Aguafuertes Españolas». En ellas relató sus andanzas a lo largo y ancho de la península e incluso su salto al continente africano para visitar Tánger, Ceuta y Tetuán. Toda una aventura que le llevaría a mil y una situaciones festivas y peligrosas, a descubrir la liturgia religiosa y el frenesí político que se respiraba a las puertas de la Guerra Civil. Este viaje se presenta ahora con las Aguafuertes españolas, que Arlt preparó en 1936 (edición en la que recogió algunos de sus textos sobre Andalucía y Marruecos), y el resto completo de aguafuertes gallegas, asturianas, vascas y madrileñas. Un largo trayecto que, como sugiere Toni Montesinos en la introducción —en la que alude a algunos de los narradores que consideraron a Arlt uno de sus maestros, como Onetti, Cortázar y Bolaño—, hubiera podido constituir la esperanza de que la angustia que atenazaba al autor, y que lo hacía rabiosamente creativo y anticonformista, quedara aliviada por la ilusión de conocer la anhelada Europa .

De milagros y de melancolías Manuel Mujica Láinez Editorial Drácena, 2015 «De milagros y de melancolías narra, desde los días de la conquista española hasta un lejanísimo futuro, la historia de una ciudad sudamericana ficticia: San Francisco de Apricotina del Milagro. Toda la obra está cuajada de personajes que siguen —con cierta sorna— la historia de muchas repúblicas latinoamericanas, siempre entre guiños de burla y veras y mucha mística o magias, hasta hacer una suerte de parodia del boom americanista y del tan cacareado realismo mágico. (…) Esta obra, a la vez muy pro boom y un poco contra sus tópicos, nunca salió del reducto de obra ―menor‖ de un autor grande. Acaso ahora (leída ya con mucha distancia de todo) el lector pueda admirar con el estilo primoroso los finos ribetes de la sátira, y vea en esta novela el refinado y culto divertimento que encierra. Ítem más, la misión quedaría más que cumplida si el lector, al saborear es ta novela, muy de su autor, pero asimismo algo extraterritorial a él, decide que debe seguir adentrándose en el universo Mujica Láinez.» (Luis Antonio de Villena).

Travesía a Costantigua Ana Pinar Vélix Editorial La Fragua del Trovador, 2015 La hermosa tierra de Costantigua se asoma al océano Pacífico. Dos casas señoriales se enfrentan sobre el acantilado que protege el puerto al que llegan barcos de lejanos países, para partir cargados con sus frutas, trayendo y llevándose viajeros y peregrinos. Una fábrica de vidrio ha llenado sus playas de cristales coloreados, convirtiéndolas en un joyero de fantasía. Allí confluyen las tres historias y los tres tiempos de las historias que se hilvanan en este libro. Allí acaban encontrándose y separándose los personajes, cuyas vidas quedan ligadas. Costantigua los acoge a todos, sanando sus heridas, abriendo otras nuevas. Con sus casas azules y verdes, su playa brillante, su acantilado vigilante. Territorio soñado para que ocurran historias.

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Quisiera decirte tanto Susana Pacifici Rebeca Linke Editoras, 2015 Este libro es un «tributo de amor» de Alfredo Alzugarat a Susana Pacifici, su compañera fallecida hace un año. Es, además, el testamento de una relación de pareja cons tituida de modo epistolar durante diez años. Es la historia de una mujer que a los 21 años cayó presa, que sufrió un terrible accidente en la cárcel, que fue tratada con desidia por parte de jefes y médicos militares (excepto uno) y que desarrolló una poderosa personalidad en la adversidad de la cárcel y el exilio. El libro va de menos a más. Muestra el desarrollo intelectual de la muchacha de 21 años que escribe cartas enamoradas a su compañero también encarcelado, hasta la madurez de la treintañera formada en la cárcel, en el exilio, en las duras luchas políticas.

Las cuentas pendientes Gastón Segura Editorial Drácena, 2015 Como toda novela negra, Las cuentas pendientes, bajo su envoltura de ficción, no deja de ser una amarga denuncia; en este caso, sobre los efectos devastadores de la crisis financiera de 2008 en el sector de la construcción y, como consecuencia, sobre esa red bancaria, tan peculiar, que eran las cajas de ahorros y los individuos de dudosa moralidad que las gobernaron. La trama transcurre en uno de los lugares más castigados por aquel derrumbe general: una provincia del Levante, y gira en torno a la quiebra de uno de esos monumentos a la estulticia que fueron y son los «parques temáticos», cuyo desplome es silenciado por todos los prebostes de la provincia hasta que, «accidentalmente», aparece muerta la exmujer del presidente de la caja de ahorros y…

Pequeñas doctrinas de la soledad Miguel Morey Editorial Sexto Piso, 2015 Al barullo ensordecedor de cierta modernidad que no cesa de importunarnos con su interminable retahíla de proclamas emancipadoras, Miguel Morey contrapone el único antídoto efectivo: el silencio. Pero es un silencio peculiar…, el silencio que nos permite dialogar con nosotros mismos, escuchar aquello que anida en lo más profundo de nuestro ser —antes de cualquier normalización preparada por las fuerzas de la sociedad—, para así poder transitar a través del pensamiento que mueve los hilos de este extraño acontecimiento llamado existencia. Pequeñas doctrinas de la soledad es una puerta que nos comunica con la compañía más preciada a la que podemos aspirar: la soledad de los grandes escritores, soledad que se cristaliza en palabras, y éstas en literatura, el único espejo de nosotros mismos donde la imagen coincide con el objeto que la provoca

Puente levadizo. Veinticuatro cuentistas de Panamá y España VV.AA. Foro/taller Sagitario Ediciones, 2015 La obra, que será presentada hoy a las 4:00 p.m. en el salón Bejuco de Atlapa, en el marco de la XI Feria Internacional del Libro de Panamá, propone al lector un encuentro literario, destaca Crenes Castro, y explica: «Queremos que esta antología sea el puente por el que crucen los panameños hacia la literatura española actual y se encuentren con las distintas propuestas técnicas y temáticas en lo que al cuento se refiere. El lector español, a su vez, podrá cruzar el mismo puente con la misma propuesta. Podrá asomarse a un género y a una manera de practicarlo en Panamá, que seguro va a abrirle un nuevo destino literario que para muchos de ellos es desconocido». Puente levadizo reúne el trabajo de doce cuentistas de cada país, una cifra que permite repasar distintas generaciones de narradores, afirma Crenes Castro. Por la parte española aparecen: José María Merino, Marina Perezagua, Cristina Fernández Cubas, Hipólito G. Navarro y Eloy Tizón, mientras que por Pa namá están autores como Justo Arroyo, Moravia Ochoa, Carlos Wynter y Melanie Taylor, entre otros.

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Los atacantes Alberto Chimal Editorial Páginas de Espuma, 2015 Las cámaras de seguridad nos han dado la tranquilidad de tener a alguien velando por nosotros. Pero también la incertidumbre de que siempre habrá algún otro vigilándonos. La ciencia ha erradicado enfermedades, pero también ha creado monstruos e infecciones impensables. El correo electrónico, las redes sociales, un teléfono en el bosillo: consuelos para la soledad, mejoras en la comunicación, pero también el principio del fin. Acosadores, stalkers, suplantadores. Atacantes de nuestro confort. Con un imaginario y una estética absolutamente personales, Alberto Chimal —una de las grandes revelaciones mexicanas de los últimos años— nos ofrece, agazapado entre siete magistrales relatos, el terror con el que convivimos, aun sin percatarnos. Un libro de cuentos de miedo —no necesariamente de horror— que mira en las esquinas más negras de nuestra sociedad, sin renunciar tampoco a la imaginación más libre, a la mirada más fantástica, al humor e incluso a la poesía. Aunque esta sea la poe sía que llega con el final del mundo.

La puerta vacía Esteban Navarro Ediciones B, 2015 El periodista Jorge Lafuente consigue las mejores exclusivas para su periódico gracias a un extraño don que le hace presentir los desastres y llegar siempre el primero al lugar de los hechos. Sin embargo, esta vez su notoriedad se debe a un motivo muy distinto: acaba de ser detenido por el asesinato de un conocido empresario en un hotel de Murcia. Cuando la joven y ambiciosa policía Diana Dávila asume el reto de esclarecer el caso, comienza una apasionante investigación en la que nada es lo que parece y que dejará al descubierto una madeja de bajas pasiones, chantajes y venganzas. «En esta novela el autor nos enfrentará a un puzle que parece irresoluble. Pero no teman, Este ban Navarro sabe lo que hace. Déjense llevar.» (Rosa Ribas).

Malos agüeros Eduardo Jaspe Lescure Foro/taller Sagitario Ediciones, 2015 Eduardo Jaspe Lescure (1967), ganador del Premio Nacional de Cuento «José María Sánchez» 2014 de la UTP por su libro Arcanos mayores (2015), sin duda posee tres de las más importantes cualidades que suele tener um buen cuentista: logra la difícil imbricación de uma trama interesante com la sólida caracterización gradual de sus per sonajes: sus descripciones, cumulativas, inmensamente gráficas o a veces metafóricas de manera oblicua, resultan no solo impecables sino, además, funcionales; su gusto por el lenguaje, del cual resulta ser um insólito orfebre, se hace más que evidente em la articulación compleja, densa, de su estilo. Y dentro de esta tesitura, oscila entre uma visión realista de la vida y sus problemas, y un enfoque fantástico com visos absurdistas... Por el efecto logrado em cada uno de los 15 cuentos de su segundo libro, Malos agüeros (2015), resulta evidente que Jaspe Lescure tiene muy clara la responsabilidad estética y humana de su oficio de narrador —hacedor de ficciones—, y que de forma continuada y brillante há decidido ejercitarla. La garra del escritor osado, rompe dor, está presente.

Todas las personas que mueren de amor Víctor Álamo de la Rosa Editorial Salto de Página, 2015

Todas las personas que mueren de amor es una novela para lectores curiosos e in-

mo de la Rosa.

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somnes. Juego de apariencias donde nada es lo que parece: ni el relato, una historia que profundiza en la raíz del amor y el desamor, ni la propia escritura, hechizada hasta el punto de que se borran las fronteras entre la vida y la muerte, la novela flota entre voces fantasmales que cuestionan incluso los nudos que atan la realidad de la propia existencia. En este hospital que por momentos parece una especie de purgatorio de enamorados, los muertos se convier ten en fantasmas —pero ¿quiénes son los fantasmas?—, y bailan al ritmo de la prosa sensual y jovialmente lúdica de Víctor Ála-

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Meteoro Mireya Hernández Editorial Caballo de Troya, 2015

Meteoro, la primera novela de Mireya Hernández, trata de relaciones, sobre todo de la

que la narradora, Martina, mantiene con Pablo, un joven que conoce en Zaragoza y con quien inicia un noviazgo. Harto de la ciudad, Pablo la convence para instalarse en una casa llamada Beneded, situada en La Oliva, un pequeño pueblo del Pirineo aragonés. Beneded se encuentra en un estado ruinoso. En el pueblo hay pocos vecinos y habitan un tiempo que nada tiene que ver con el fulgurante presente urbanita al que la protagonista está acostumbrada. A partir del clásico contraste (y oposición) entre la ciudad y el campo, comienzan a aparecer las resquebrajaduras en la pareja, y como si el entorno fuera capaz de mimetizar los acontecimientos, la casa empieza a inundarse cada vez que llueve, el calor del radiador a escaparse por los huecos de las ventanas y las paredes del salón, el cuerpo a enfermar (un bulto en el pecho, dolores en las extremidades, una uña que se cae, una mandíbula que chasquea sin control durante la noche). Los sueños se convierten en pesadillas, y Martina tiene que pasar la mitad del tiempo sola porque Pablo viaja constantemente a la ciudad por asuntos de trabajo.

Compañeros todos Adán Echeverría Editorial Ficticia, 2015 Con un alto nivel de erotismo y un contenido cercano a lo escatológico, los relatos que integran este libro abordan muchos de esos temas que la mayoría, por pudor o falsa decencia, prefiere callar. Poblado de personajes bizarros —mujeres que practican la zoofilia, ancianos perversos, obreros pederastas, izquierdistas manipuladores, hembras con instintos asesinos, suicidas en potencia —, Compañeros todos es un perturbador muestrario de las distintas maneras en que se abordan las relaciones humanas y la sexualidad en el siglo XXI. No estamos ante un autor complaciente. Desde sus primeros trabajos, Adán Echeverría se ha caracterizado por salpicar sus letras de irreverencia sin preocuparse demasiado por la reacción de las «buenas conciencias». Prosa dura, rítmica y trepidante que abreva de la poesía para suavizar las verdades que se cuentan y que mantiene al lector atento, en abier ta confrontación con los personajes y, en ocasiones, consigo mismo.

Código rojo Luis Gonzalo Segura Editorial Destino, 2015 Las duras represalias que sufrió el teniente Luis Gonzalo Segura por escribir Un paso al frente no han frenado su afán de denunciar la corrupción, el secretismo, las tor turas y el sistema poco menos que feudal del ejército español. Durante su arresto, Segura, en lugar de rendirse, ha seguido luchando por cambiar las cosas. El resultado de esta cruzada nos llega ahora en la forma de su segundo libro: Código rojo. En esta nueva novela, el protagonista de Un paso al frente sufre la persecución y la vigilancia secreta del CNI. El personaje investiga un suceso basado en hechos reales: el suicidio de un soldado que empieza a presentar evidencias de que no ha sido tal. Al indagar junto con dos guardias civiles, sacarán a la luz numerosos casos de corrupción y malos tratos. Estos descubrimientos pondrán su vida en peligro…

Diez días de Julio Esteban Navarro Ediciones B, 2015 El inspector Simón Leira acaba de salir de la Academia de la Policía Nacional. Su primer destino es la comisaría de Santa Margarita, un pequeño pueblo del interior del Estado. El 15 de julio todos los jefes, incluido el comisario, inician las vacaciones de verano. Durante la segunda quincena de ese mes, Simón será el jefe absoluto de la comisaría. La tarde de ese mismo día una patrulla detiene a una prostituta acusada de tráfico de drogas. La mujer es ingresada en los calabozos. Media hora después aparece muerta, desconociéndose las causas. A partir de ese momento todo es una ca dena de despropósitos.

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núm. 39 – Oc tubre-Diciembre 2015

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Milagro en Haití Rafael Gumucio Literatura Random House, 2015 Rafael Gumucio modula en Milagro en Haití la voz de una mujer que, tras una incierta cirugía estética, convalece en una clínica caribeña al cuidado de una cocinera negra de paciencia infinita e ironía refinada. Aunque no exenta de amor, la mirada del mundo que tiene Carmen Prado es desfachatadamente incorrecta, mordaz y contradictoria, «siempre exagerada», según dice el narrador que hace de contrapunto a su embriaga dor monólogo. Con el carnaval primero y luego la violencia política y social haitiana como telón de fondo, la novela transcurre principalmente en la habitación donde Carmen Prado se recupera mientras evoca sin miramientos su pasado, piensa su presente y es pecula cáusticamente con su futuro, siempre acompañada de su abnegada cuidadora, con quien termina configurando una entrañable versión femenina y sedentaria de Quijo te y Sancho.

El comensal Gabriela Ybarra Editorial Caballo de Troya, 2015 La muerte es un acontecimiento de primer orden. Cuando la parca se lleva a un ser querido heredamos lo que quedó sin resolver, y el dolor, o la liberación, que acarrea el deceso se extiende en el tiempo hasta que el vivo asume no sólo la desaparición del otro, sino también parte de la suya propia en la medida en que estamos hechos de retazos de los demás. En esta novela autobiográfica Gabriela Ybarra trata de comprender su relación con la muerte y la familia a través del análisis de dos sucesos: el asesinato de su abuelo en 1977 a manos de ETA y el fallecimiento de su madre en 2011 por un cáncer. Así, la primera parte de El comensal es una reconstrucción libre (por tanto, no esconde la parte de ficción de toda memoria) del secuestro y posterior asesinato del empre sario español Javier de Ybarra, quien también fue alcalde de Bilbao y presidente de la Diputación de Vizcaya durante el régimen franquista.

A tumba abierta Raúl Argemí Editorial Navona, 2015 Juan Hiram, Carles Ripoll o Enrique Meléndez, según le vaya interesando al mismo protagonista, nos desgrana el motivo de su vuelta a Buenos Aires, tras haber vivido en España durante años. Tiempo atrás, como militante en un grupo de jóvenes de izquierdas, sufrió la persecución de los militares argentinos. De forma involuntaria mató a su novia y eso puso a los milicos tras su pista, lo que provocó que tuviera que huir y fuera acogido por el resto del grupo, que vivía en permanente angustia de ser apresados. El jefe decidió que una importante suma de dinero, que habían conseguido entre todos con extorsiones y robos, fuera depositada en la sucursal de un banco suizo. Los términos del depósito indicaban que si pasado un tiempo no aparecían todos juntos para retirar el dinero, con la firma de tres de ellos ya sería suficiente. Así se abre la ópera. Con constantes flashbacks, Argemí, nos permite conocer el pasado en España de su protagonista, y con una prosa soberbia, nos mantiene pega dos al texto. Una novela arrolladora escrita por un maestro de la novela negra contemporánea

El cielo oblicuo Belén García Abia Errata Naturae Ediciones, 2015 «Le cuento a C que quiero escribir un libro sobre la maternidad, le explico que no me gusta clasificar, que no quiero hablar de literatura de mujeres, que los libros deben defenderse por sí mismos, sin clasificaciones ni etiquetas, y si me apuras, sin siquiera el autor. C me responde con un largo correo. Me gustaría que nos encontráramos en un café, esta conversación daría para muchas horas. Ella defiende la literatura de mujeres y leo en su correo: ―Leer a las mujeres es leer nuestra voz, un deber con nosotras‖. Escribo para escuchar esas voces». Pero este libro no es un ensayo, sino una «novela de la vida», como hubiera escrito Katherine Mansfield. Una novela breve y exacta sobre una mujer de este tiempo, sobre una no-madre de este tiempo que vive, reflexiona y escribe sobre ella y sobre nosotras. Sobre todos nosotros, en realidad. Mujeres y hombre.

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núm. 39 – Oc tubre-Diciembre 2015

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Mayo Gonzalo Cordero Lorite Editorial Talentura, 2015 El día en que clonan a una oveja con nombre de cantante countr y, Mayo se reencuentra con Mena, la primera chica que lo vio en pelotas. Como quien agita una Polaroid recién disparada, recuerdan juntos sus paseos por una playa de Cádiz, a la sombra del faro inmisericorde que fue testigo de una de esas cagadas estratosféricas que te acompañan durante diez años y ochocientos kilómetros. Tras una noche que resquebraja para siempre los cimientos de Madrid, Mayo se lanza a buscar a Mena junto a Berna, su mejor amigo y estilista vital. En el camino se les une Christina, una transexual que esconde secretos más allá de su entrepierna. A lomos de un Renault 21 Nevada reparado con tangas, y como un Ulises pasado de marihuana, Mayo tendrá que robar a profesores adictos al sexo y a Azúcar Moreno, pelear a vida o muerte con Príncipes de Persia, superar la tentación de una Miss Camomila vasca y una pérfida nudista, aliarse con una astrofísica enganchada al zodí aco... Todo por hacer real la predicción de la bruja de plástico de una feria de pueblo que, como suele pasar cuando la vida es rara, ya ha escrito su destino .

Guanaco Esteban López Brusa Mardulce Editora, 2015 Novela sobre la amistad, escrita con la misma intensidad que las imágenes fuertes de la naturaleza del norte argentino —–donde transcurre la acción—, Guanaco es una ficción de una sensibilidad notable. Sensibilidad del oído para captar el habla de Humahuaca y de la prosa para imaginar personajes queribles, para describir la vida en torno a un bar y a las peripecias que allí ocurren.Guanaco está llamada a ser una de las grandes novelas de nuestro tiempo. Esteban López Brusa nació en La Plata en 1964. Fue codirector de la revista La muela del juicio y del proyecto editorial Ediciones el Broche. Ha publicado cuatro novelas.

La dificultad Tomás Abraham Literatura Random House, 2015 Por ser tartamudo, Nicolás cava una interioridad. Zurdo contrariado, carece de motricidad fina, sus manos solo saben romper. Engordado con jeringa de aceite de hígado de bacalao, se rinde ante las harinas. Una infancia sin lengua, sin zurda y con panza es una de las formas de la felicidad. A comienzos de los años sesenta, Buenos Aires es un territorio hostil en el que el adolescente aprende a sobrevivir con sarcasmo, mientras la Historia prepara su próxima tormenta. Elige la París a la que Malraux lava los muros para que los estudiantes los cubran de grafitis. De Sartre nadie se acuerda, se discute a Althusser y a Lacan, se descubren las alegrías de los alucinógenos y el sexo. Después de una aparición inesperada en Tokio, vuelve al bongó hippie de Plaza Francia y a los bombos peronistas de Plaza de Mayo. En este contundente paso a la ficción, que es también la crónica de un viaje que une la Argentina, Francia y Japón, Tomás Abraham construye una historia vertiginosa que involucra al lector en suce sos que marcaron la vida colectiva.

Cosmorama Cristina Cerrada Tropo Editores, 2015 A la manera de las viejas atracciones decimonónicas, un cosmorama, una panorámica multicolor y brillante proyectada sobre la pared mugrosa de una barraca de feria. El cadáver de una muchacha embarazada es hallado en un oscuro callejón, próximo a la calle Ka. A partir de ahí, el crimen es reconstruido a través de las histori as de los cuatro personajes que pudieron haberlo llevado a cabo, y del que pudo haber sido su víctima. Pero, ¿acaso pueden cuatro hombres matar a la misma mujer? «Cristina Cerrada, escritora de relato y también novelista, nos deja una novela muy interesante, que se lee con gusto y que nos deja un buen sabor de boca y ganas constantes de saber más sobre los personajes que la pueblan, sobre sus grandezas y sus miserias». (Rocío Tizón).

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núm. 39 – Oc tubre-Diciembre 2015

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Los ángeles feroces José Ovejero Galaxia Gutenberg, 2015 Estás entrando en un mundo como el tuyo. Habrá algunas cosas que te extrañen, pero es posible que se deba no a que son nuevas, sino a que te has acostumbrado tanto a ellas que ya no las ves. Es un mundo que parece a punto de desmoronarse, como el tuyo. Y en él tiene que sobrevivir Alegría, una joven cuya sangre es particularmente valiosa, porque ni enferma ni envejece. De ello se ha dado cuenta Cástor, un político en horas bajas que sabe que tiene que ofrecer algo nuevo, algo con lo que volver a ilusionar a sus votantes. Pero también el Loco ha descubierto que la sangre de Alegría es especial; y le ha prometido a la Santa Muerte, de la que es adorador, que va a acabar con esa sacrílega que podría vivir para siempre. Pero atención: «esto no es una novela de aventuras. No habrá en ella acciones heroicas, ritmo trepidante, finales rocambolescos». Las cosas suceden como te suceden a ti, sin música dramática, sin primeros planos. Las cosas suceden, eso es todo. Y lo más importante a veces pasa desapercibido. Hay violencia, sí, pero, si te fijas bien, violencia hay en todas partes. Estamos rodeados por ella.

Palabras mayores VV.AA. Editorial Malpaso, 2015 Esta antología de relatos parte de la iniciativa de tres instituciones culturales de primer orden, el Hay Festival, el British Council y Conaculta, que buscaron la complicidad como seleccionadores de tres escritores internacionalmente reconocidos (Juan Villoro, Guadalupe Nettel y Cristina Rivera-Garza) para establecer una muestra de relatos de los autores más interesantes de la nueva literatura mexicana. El volumen recoge 20 relatos diversos, sin otra conexión entre ellos que la nacionalidad y la condición de emergentes. Conocedores de la tradición literaria del país, pero también pendientes de las influencias extranjeras, son una muestra del diverso y vibrante panorama de la literatura mexicana actual.

La vecindad de la carne Valerio Magrelli Mardulce Editora, 2015 Valerio Magrelli es uno de los más grandes poetas italianos contemporáneos. Y así como sus libros de poesía han sido abundantemente traducidos al español, su novela permanecía inédita. Buena oportunidad entonces para descubrir su talento de narra dor. Novela que relata los avatares en la relación entre el narrador y su car ne, sus enfermedades, el cuerpo que se expresa solo en el dolor y el malestar. Cargada de ironía pero también de ternura, puede leerse bajo el influjo de las pinturas de Francis Bacon o las esculturas de Alberto Giacometti. La vecindad de la carne nos intr oduce en el misterio abismal de la autobiografía de un cuerpo.

El secreto de la modelo extraviada Eduardo Mendoza Editorial Seix Barral, 2015 En la nueva novela de Eduardo Mendoza, El secreto de la modelo extraviada , el detective loco que protagonizó El misterio de la cripta embrujada , El laberinto de las aceitunas y recientemente El enredo de la bolsa y la vida recuerda un caso aparentemente cerrado de los ochenta y no ceja en su empeño de resolverlo más de veinte años después. El detective más divertido de la narrativa española nos cuenta aquí su doble aventura: «Para el que ha pasado buena parte de su vida encerrado en un manicomio, aunque sea injustamente, como es mi caso, una reacción absurda no tiene nada de particular, aunque eso suponga meterse en líos. La cuestión es que un incidente trivial me trajo recuerdos y viajé al pasado (con la memoria, ya he dicho que no estoy loco). Años atrás me vi envuelto en un asunto feo. Habían asesinado a una modelo y me culpaban a mí. Por supuesto, sin razón: una modelo no haría caso a un tipo como yo ni asesinándola. Simplemente, había un oscuro enredo, estaba metida gente impor tante y pensaron que yo podía servir de cabeza de turco o de conejillo de indias, o como sea que se llame el desgraciado que paga los platos rotos.»

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Kapatov o el deseo Verónica Nieto Editorial Balduque, 2015 Sasha Kovaliov, un jazzman ruso afincado en Barcelona, no tiene más remedio que viajar a su país después de veinte años, cosa que no le apetece demasiado, o por lo menos no en este momento porque su compañera, Marta, acaba de dejarlo y porque teme que tanto sube y baja emocional no le convenga ni a los nervios ni a la canción que tiene entre manos. Y desde luego que la experiencia lo descoloca, porque la Rusia que Sasha se encuentra no se parece demasiado a la que dejó en plena perestroika: tan distinta es de la que recuerda que hasta le cuesta identificarse con ella. Pero esta es una novela a dos voces o una novela-fuga: no sólo acompañamos a Sasha hasta Kapatov, ciudad imaginaria, sino que también intercalamos la lectura del diario de una joven Marta, estudiante de Literatura Comparada. Anotaciones sobre un trabajo final de asignatura, en el que compara dos novelas rusas, junto a sus aventuras amorosas, funcionan como la otra voz necesaria para que el lector construya a su gusto un contrapunto de lo más ruso. Verónica Nieto (1978), nacida en Córdoba (Argentina) y afincada en Barcelona, es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Barcelona. Es autora de la novela La camarera de Artaud (2011), galardonada con el I Premio de Novela Villa del Libro, y de los cuentos Tangos en prosa (2014)

Lo que dicen los dioses Alberto Ávila Salazar Ediciones Versátil, 2015 Dicen que el tiempo lo cura todo, pero no es verdad, hay crímenes que son demasiado terribles. Lo que dicen los dioses trata de uno de estos crímenes que parecen destinados a obsesionar a las generaciones venideras. En el Madrid de los años cuarenta, un carnicero emprende una brutal carrera asesina. Introvertido y seco, pero respetado y buen trabajador, alberga terribles fantasías morbosas. Varios años después un comisa rio de policía y una extraña médium, al rescatar del olvido aquel asunto, quedan trágicamente atrapados en él. Han visto más de lo que podían soportar y algo en ellos se ha roto, su mirada perderá toda inocencia. En 1975 una joven periodista vuelve a exhumar aquellos crímenes y descubre que detrás de ellos hay mucho más de lo que parece. Con el paso del tiempo se darán cuenta de que se enfrentan a un crimen cuya solución siempre es esquiva.

Eric Rebeca García Nieto Zut Ediciones, 2015 Bienvenidos a Astor City, la Tierra de las Oportunidades, donde uno se puede olvidar de dónde viene porque lo único que importa es dónde va y cualquier futuro siempre será mejor. Astor City está en Manhattan y es el lugar perfecto para Franz y Cindy, que han huido de sus raíces cargando con el peso de una culpa heredada: sus padres fueron ejecutores o ejecutados, no podían permitirse el lujo de quedarse, sus padres los dejaron sin patria y ellos necesitan ofrecerle una patria segura a su hijo Eric. Pero no es tan fácil esquivar al pasado, por mucha tierra y mar de por medio que se pongan, por muy exquisitas que sean las paredes entre las que refugiarse. El pasado es un polizón que se las arregla siempre para viajar con nosotros.

Mitterrand de las mil colinas Asier Rey Salas Editorial La Fragua del Trovador, 2015 El cadáver de Rodolfo descansa frente al forense. Para éste, los dos orificios de la bala incrustados en el cuerpo indican, sin duda, que se trata de un asesinato. De este enigmático modo comienza una novela que gira en torno a la figura de Mitterrand, un hombre ruandés que huyo de la sinrazón de su país para acabar en la sinrazón del nuestro. La novela juega con la psicología de los personajes, los analiza, los devora y nos los muestra con sus riquezas y sus miserias, con sus bondades y sus lados oscuros, con la bella ciudad de Oviedo como escenario de todos los movimientos que se desarrollan en esta desoladora partida de ajedrez.

NARRATIVAS

núm. 39 – Oc tubre-Diciembre 2015

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