El re-conocimiento de la paz en la historia (en Historia de la Paz. Tiempos, espacios y actores. Granada, Ed. UGR, 2000)

July 25, 2017 | Autor: M. López-Martínez | Categoría: Peace and Conflict Studies, Peace History, Nonviolent Civil Resistance
Share Embed


Descripción

PRÓLOGO

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA PAZ EN LA HISTORIA FRANCISCO A. MUÑOZ - MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ Instituto de la Paz y los Conflictos Universidad de Granada

La Historia y, solidaria y complementariamente, todas las ciencias y disciplinas interesadas por las dinámicas de los grupos y sociedades humanas han tenido que actualizar continuamente sus presupuestos y perspectivas de acuerdo con los cambios producidos en las preocupaciones y la conciencia del conocimiento científico y humano en general. Esto incluye los debates tenidos en la filosofía, la economía, la política, la opinión pública en general, los foros internacionales, etc., así como todos aquellos acontecimientos humanos que las propias sociedades han considerado relevantes de una forma u otra. En definitiva todas aquellas contribuciones capaces de aportar nuevas demandas y propuestas en las relaciones humanas en cualquiera de las escalas en las que se produzcan. De lo que hablamos es de la «historicidad» de la Historia, la dependencia de los conocimientos históricos de las coyunturas históricas donde se elaboran. En esta misma línea se ha demandado en distintos momentos la necesidad de un compromiso del historiador con los tiempos que la ha tocado vivir. Queremos recordar la dificultades que en situaciones parecidas han podido tener determinadas innovaciones como ha podido ser la Historia Social, o más recientemente la Historia de las Mujeres. Existían dudas sobre la información de las fuentes, sobre la utilidad de las citadas investigaciones, pero sobre todo resistencias a integrar nuevas perspectivas sobre la Historia.

16

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

La Paz, la regulación pacífica de los conflictos, es sin duda una de las grandes preocupaciones de nuestro siglo, es punto de interés de la opinión pública en general, así como de políticos, religiosos, gentes de diversas culturas y estatus social, mujeres, jóvenes, empresarios, etc. Este sentir general ha alentado el nacimiento de estudios -interdisciplinares en la mayoría de los casos- relacionados con esta temática a lo largo de todo este mundo, con ellos se ha ampliado sus objetivos, ha elaborado propuestas metodológicas y epistemológicas nuevas y ha participado y compartido con otras ciencias y disciplinas su inquietud por las sociedades humanas. Tal vez unas de las aportaciones más significativas de la Investigación de la Paz (Peace research) hayan sido el estudio de los conflictos y la caracterización de la violencia. Efectivamente, buscar vías explicativas de la conductas humanas a través de la aceptación del conflicto como inherente a la propia especie y, en consecuencia, admitir que pueden ser utilizadas alternativas a las resoluciones violentas resulta si no alternativo sí al menos novedoso. Hoy, sin duda, los historiadores tienen el compromiso de introducir en sus investigaciones las temáticas relacionadas con la paz no sólo por su compromiso con la realidad social que viven, sino también por el enriquecimiento mutuo que se pueda producir por el contacto con las aportaciones científicas de la Investigación de la Paz, incorporando los análisis de los conflictos, ampliando sus horizontes y ámbitos, para comprender una dimensión insoslayable de la Humanidad: las vía alternativas (pacíficas -la «paz»- y violentas) de regulación de los conflictos. Asimismo, conviene señalar el fuerte desajuste o desequilibrio historiográfico entre el número de trabajos y la importancia que el mundo científico ha otorgado a los estudios de la guerra con respecto a los de la paz y las vías pacíficas de resolución de conflictos. En este sentido, esta línea hegemónica ha contribuido a sobredimensionar y, definitivamente, a legitimar al belicismo, la violencia y el poder destructivo como formas inevitables de progreso (¡la guerra como motor de la historia!). Sin entrar a valorar más profundamente este sofisma, los estudios sobre la paz, y este trabajo tienen la intención de ayudar a nivelar parte de ese desequilibrio. Valga el planteamiento de esta primera cuestión para reflexionar en tal sentido: ¿Puede ser la historia de la paz un instrumento de análisis y un objeto historiográfico para comprender el desarrollo y evolución, o los actos involutivos, de la especie humana? Las siguientes páginas pretenden no sólo contestar a esta cuestión sino abrir y desarrollar interrogantes en este campo.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

17

Intentamos abordar estos interrogantes, comenzado por reconocer la presencia de la paz en la historia como un mero acontecimiento histórico. A continuación, y en estrecha relación con el anterior apartado -con la vivencia social de la paz-, pretendemos hacer algunas contribuciones que nos permitan situar a la paz como una categoría analítica de los procesos históricos. El tercer apartado, aún débilmente desarrollado, quiere indagar sobre los obstáculos epistemológicos y teóricos para poder construir un Historia de la Paz. Por último, en el apartado cuarto, solamente queremos afirmar la pertenencia, relaciones y dependencias de esta historia con la «Historia», con letras mayúsculas. Todo ello pretendemos que sirva de marco introductorio a los artículos de nuestros/as colegas que ejemplifican algunas realidades y momentos históricos. Finalmente, en el último capítulo del presente libro enlazaremos con estas problemáticas intentando dar una perspectiva mas general y constructiva sobre la Historia de la Paz.

1.

LA «PAZ» EN LA HISTORIA

Existe un primer paso que se hace estrictamente necesario: reconocer hasta que punto el concepto Paz puede ser relevante para el análisis e interpretación de los fenómenos históricos. Este reconocimiento puede tener ciertas dificultades intrínsecas (definición, relaciones con otras conceptos y categorías analíticas, utilidad, etc.) que, sin embargo, ha dado ya algunos pasos en otros ámbitos y disciplinas (relaciones internacionales, ciencia política, sociología, pedagogía, filosofía, etc.), casi todos ellos interaccionados con la Investigación para la Paz que lo ha convertido en uno de sus principales focos de atención. Efectivamente, desde que la Paz comenzó a ser considerada como un objeto de estudio científico, las aproximaciones que se han realizado a ella han sido múltiples, para ello se han utilizado las aportaciones de otras disciplinas y elaboraciones propias que han enriquecido la perspectiva general sobre la conducta humana. En cualquier caso desde un enfoque necesariamente interdisciplinar y transdisciplinar abierto, con capacidad de integrar y ganar en capacidad de relación e integración de la diversas variables presentes. Creemos interesante hacer un pequeño balance de esta corta pero fructífera historia, para reconocer sus rasgos esenciales, plantearnos cuáles pueden ser los futuros desafíos de las investigaciones históricas sobre la paz. Y, desde ellos, reconocer como la Paz puede contribuir a la creación de nuevos paradigmas de análisis comprometidos

18

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

con los retos sociales y de conocimiento del mundo en que vivimos y particularmente con los desafíos de la Historia.1 Según podemos deducir de las fuentes escritas parece que la aparición del concepto de paz ha estado ligado al de guerra, pues ambos aparecen casi coetáneamente. Puede que en las primeras etapas de los sociedades humanas no existiera ni el uno ni el otro, sobre todo porque la realidad social que debían de definir no estuvieran presentes: la guerra porque no había nacido todavía, la paz porque no era necesaria como idea. Queremos afirmar que cuando no existe la Guerra tampoco existe la Paz, conceptualmente hablando,2 por tanto el concepto de paz obedece a la necesidad de frenar la Guerra cuando esta última aparece como práctica y, probablemente, también como concepto. El horror de la guerra debía ser explicado y también relacionado con un horizonte de esperanza en que aquélla no existiera. Como sucede con muchas otras circunstancias históricas y sociales estas quedan reflejadas en el lenguaje cuando son motivo de preocupación. En los momentos históricos a los que nos referimos, no tenemos constancia de la conceptualización porque no había preocupación y consciencia por el problema, o no había transcurrido el tiempo suficiente para que éste fuera fijado. De modo semejante, hasta hace pocos años no utilizábamos el concepto de «seguridad ecológica» (sobre todo porque o no existía o no percibíamos el riesgo de catástrofe en la biosfera). Además, según muchos autores, un porcentaje muy elevado, por encima del 90% -el porcentaje no tiene una exactitud matemática pero sirve como aproximación a la dimensiones de la realidad-, de las comunidades existentes en la historia de la humanidad no han tenido que plantearse este problema.3 Continuando con nuestro razonamiento anterior, en una segunda fase, ligada en la mayoría de los casos a la aparición del estado, cuando las

1. Cf.: PAGÈS, Pelai (1983)Introducción a la Historia. Epistemología, teoría y problemas de método en los estudios históricos, Barcelona; MUÑOZ, Francisco A.- RODRÍGUEZ ALCÁZAR, Javier (1997) «Horizontes de la investigación sobre la paz», en CANO PÉREZ, M. J. - MUÑOZ, Francisco A. Hacia un Mediterráneo pacífico, Granada, 59-75. 2. Cf.: MUÑOZ, Francisco A. (1993) Sobre el origen de la Paz (...y la Guerra), en RUBIO, A. (ed.) Presupuestos teóricos y éticos sobre la paz, Granada, 95-116. 3. Sin duda existe una cierta deficiencia en la información para poder generalizar con toda garantía tales afirmaciones, ya que para muchas de las sociedades pre-estatales, que estarían enmarcadas en la propuesta que hacemos no disponemos de información suficiente. En realidad esta problemática es común para todos los modelos existentes para el análisis de estas sociedades y sus transiciones a sociedades estatales.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

19

guerras se extienden por múltiples causas, la necesidad y el anhelo de paz comienzan a hacerse patentes. Debieron de ser estas circunstancias las que favorecieron que emergiera el concepto de paz como un campo conceptual y de análisis en el que se podían reconocer relaciones y regulaciones pacíficas entre grupos e individuos. Aunque sometida aún a una débil articulación teórica y dependiente, en la mayoría de los casos, de la conceptualización de la guerra. En esta fase se crean lo que podríamos denominar como ideologías de paz. En estas circunstancias la paz establece vínculos y se extiende hacia y con las religiones, sus ritos y ceremonias, llegando incluso a ser deificada, a convertirse en un recinto o refugio de lo sagrado.4 En esta fase en la que la idea de paz se desarrolla a su vez podríamos afirmar que se ha ido paulatinamente formando un «pre-concepto» de paz definido por ideas que ayudan a definir un campo conceptual que englobaría al altruismo, la cooperación, la solidaridad, el amor, etc. Desde esas latitudes históricas hasta el final del segundo milenio, esta categoría pre-conceptual se ha ido alimentando de múltiples debates, caracterizaciones y controversias. Siendo en esta última fase, la que coincide con las más virulentas guerras que han azotado a la Humanidad -la Primera, la Segunda Guerras mundiales y el potencial holocausto nuclear-, cuando se comienza a construir una teoría de la paz mucho más profunda, coherente y compleja. Fue, en gran medida, necesario el progreso de las ciencias sociales en los siglos XIX y XX y el fuerte impacto emocional de las grandes guerras para que, de manera teórica y articulada, se empezara a plantear con toda su profundidad el problema epistemológico de la paz. Es precisamente en esta fase cuando nace la Investigación para la Paz, que ha supuesto la incorporación de tales perspectivas e intereses a los ámbitos y foros científicos y de investigación (Universidades, Institutos, centros y comunicad científica en general).5

4. Cf. MUÑOZ, Francisco A. - MOLINA RUEDA, Beatriz (eds.) (1998) Cosmovisiones de paz en el Mediterráneo antiguo y medieval, Granada. 5. Cf. HOIVIK, T. (1983) Peace Research and Science. A Discussion Paper, Journal of Peace Research 3; WALLENSTEIN, Peter. (1988) Peace Research. Achievements and Challenges, Boulder; THEE. Marek (1986) Alcance y prioridades de la investigación sobre la paz, Anuario de Estudios sobre Paz y Conflictos Unesco.1, Barcelona, 38-53; MUÑOZ, Francisco A. - RODRÍGUEZ ALCAZAR, Javier (1997) Op.Cit.

20 1.1.

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

La Historia y la Investigación para la Paz

Así como la paz ha sido y será una de las formas más creativas de construir la historia, la Investigación para la Paz ha tenido como virtud ampliar los horizontes epistemológicos de las ciencias y dotar de un utillaje nuevo e interdisciplinar a las mismas para que ciertamente se produzca un avance significativo en el tratamiento y las soluciones a los problemas intelectuales y reales de los seres humanos. Asimismo, la Investigación para la Paz no ha sido ajena a los intereses de los debates historiográficos en torno a los motores de la Historia. Ella ha contribuido a generar nuevas perspectivas de análisis y a agregar muchas más variables desdeñadas u olvidadas a la reconstrucción de la Historia, tales como el pacifismo, la cultura de la paz o la no-violencia. Durante sus primeras andaduras, tras los años de la primera guerra mundial, la Investigación para la Paz surgió de la necesidad de encontrar un equivalente moral y científico a la guerra, para poner fin a la guerra misma. Nació la pedagogía de la paz que era el estudio de los comportamientos agresivos y violentos en los seres humanos y la apuesta por unas formas de socialización y educación diferentes que hicieran a las personas más libres, responsables y creativas. Los movimientos pedagógicos del mundo de entreguerras que abordaron un tipo de educación y formación más democrática, junto a los movimientos no-violentos capacitaron los primeros pasos de la Investigación para la Paz. Si bien es cierto, que la Investigación quedó sujeta desde sus inicios a explicar la importancia, en el mundo, de los conceptos de violencia y de guerra. Tal fue así que, en sus comienzos, la Investigación para la Paz permitió desarrollar mucho más la polemología que la irenología, en gran medida porque el propio fenómeno de la guerra y sus asociados debían ser explicados de manera racional, lógica y científicamente para, también desde estas premisas, no sólo diagnosticar sino evitar su fenomenología: para ser abolida tenía que ser entendida y estudiada. El concepto de paz nació así como ausencia de guerra o como situación de no-guerra, era la paz negativa. Durante los años 50, hasta los setenta, la polemología se desarrolló de una manera muy espectacular al calor de la carrera de armamentos convencionales y nucleares y bajo el patrón de relaciones internacionales marcadas por el neo-imperialismo de la guerra fría. Su evolución iría desde el estudio de las formas de armamento, hasta sus implicaciones con otras ciencias humanas del comportamiento, se amplió a la psicología social, la antropología y el psicoanálisis.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

21

Sin embargo, ya desde finales de la década de los cincuenta se produjo en la Investigación para la Paz una profunda e irreversible excisión, la irenología tomó una gran vitalidad y acabó por despegar como disciplina propia. Los conceptos claves pasaron a ser la paz positiva y la violencia estructural.6 El primero se refería a una clara superación de los límites de la paz entendida como la ausencia de guerra o de manifestaciones de violencia externa. Así la paz positiva era el resultado de una construcción consciente de una paz basada en la justicia, generadora de valores positivos y perdurables, capaz de integrar política y socialmente, de generar expectativas, y de contemplar la satisfacción de las necesidades humanas, etc. Esta aspiración a colmar y satisfacer le daba a la propia Investigación para la Paz la posibilidad de trabajar en un campo inmenso en las ciencias humanas, indagando sobre las mejores soluciones para evitar los conflictos o resolverlos de la manera más positiva. En cuanto al segundo concepto, la violencia estructural -un tipo de violencia indirecta presente en la injusticia social-, ha permitido hallar las formas ocultas y estáticas de la violencia, de la violencia de los sistemas (miseria, dependencia, hambre, desigualdades de género, etc.). Con ello, aunque se han parangonado los valores paz y justicia, ha permitido a la Investigación para la Paz avanzar considerablemente en el estudio de muchos campos que se creían agotados o diseminados por todas las ciencias sociales, tales como desarrollo y subdesarrollo, democracia, formas de participación y de exclusión, etc. El balance tras cuatro décadas de desarrollo es que la Investigación para la Paz ha supuesto un avance sustancial en las ciencias humanas porque ha promovido la renovación de los estudios en campos como la politología, la sociología, las relaciones internacionales, etc. haciendo que se centraran en los valores concretos de la paz; ha contribuido al declive de la ideología de la neutralidad científica y ha creado una sensibilidad hacia las posibles utilizaciones y manipulaciones de signo represivo de sus investigaciones; y, en definitiva, ha fomentado la cooperación interdisciplinar entre investigadores de las ciencias sociales y también en otras disciplinas (como las ciencias físicas). Uno de los objetivos principales ha sido el estudio del conflicto, con todas sus posibilidades, desde los niveles personales y grupales, hasta los internacionales y globales.7 6. Cf. BOBBIO, Norberto - MATTEUCCI, N. (1977) Diccionario de política. Madrid, 1196; GALTUNG, Johan (1985), Sobre la paz. Barcelona, pp. 27-72 (originalmente publicado, en Journal of Peace Research, 1969. 7. STRASSOLDO, R. (1986) Paz, en Diccionario de Sociología. Madrid, 1263.

22

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

También, la Investigación para la Paz se ha hecho un hueco en la disciplina de la Historia. No es sólo las temáticas, que ya resultan de interés, pues se trata de la reconstrucción de las aportaciones, ideas, proyectos, propuestas y pensamientos de los movimientos sociales pacifistas, de la no-violencia, de grupos alternativos, de grupos más o menos marginales, etc.; así como del estudio de las aportaciones realizadas por las religiones, las filosofías, las ciencias, etc. a la construcción histórica de la paz; sino también la forma en la que se abordan los propios problemas históricos, es decir, la influencia sobre las historiografías que implican una visión diferente de algunos conceptos y categorías de análisis, tales como la propia visión que se tiene de qué son los conflictos, quiénes son sus actores y cómo se debe estudiar y enfocar; o las contradicciones que pueden aparecer entre el modelo antropológico utilizado y los resultados a los que se pretende llegar; o la excesiva importancia dada a ciertos actores históricos (como los Estados) en detrimento o en el olvido de otros; o el excesivo peso dado a ciertos enfoques eurocéntricos o etnocéntricos para marcar etapas, períodos o ciclos históricos; etc. En tal sentido, la Investigación para la Paz ha querido, también, influir en temáticas, enfoques y resultados, y lo ha hecho en los últimos tiempos especialmente a través de la sociología histórica, enriqueciendo las posibilidades de examen del pasado, incorporando nuevas categorías analíticas y abriendo la Historia al hermanamiento con otras disciplinas de las ciencias sociales. El resultado, hasta el momento, no es todavía una Nueva Historia, con nuevo e independiente utillaje, sus propias categorías específicas, etc., pero sí al menos el inicio de lo que con el tiempo sí podrá ser un enfoque aceptado por las viejas historiografías. En todo caso, la Investigación para la Paz no está tan interesada en crear o atomizar las viejas disciplinas, sino en enriquecerlas con sus aportaciones y enfoques.

1.2.

¿Una especie conflictiva?

La especie humana podemos definirla como «conflictiva» en la medida en que el conflicto como «contraposición de intereses y/o percepciones», está siempre presente en todas las sociedades y actividades humanas, en todas sus actividades, es mas, cabe proyectar su presencia a todo el tiempo y espacio humano, desde que la «cultura» nos hizo humanos, nos ayudó a avanzar en el dominio de la naturaleza. A su vez, podría ser entendido en la medida en que fuerza la búsqueda de soluciones como una fuente

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

23

de creatividad y renovación continua. La noción de conflicto abre grandes posibilidades de análisis por sus relación con las necesidades, los deseos, las emociones, etc., que forman parte de todo el entramado social. Efectivamente la capacidad inmensa de «sentir» de los seres humanos, la evolución y cambios sufridos en este nivel, basados en su predeterminaciones biológicas y en sus adaptaciones culturales abre grandemente las posibilidades de enfrentarse con nueva situaciones que pueden ser «deseadas» y/o «creadas» individual o colectivamente. Con lo que el abanico de posibilidades de que existan propuestas no coincidentes se abre bastante, aunque también hay que reconocer que el sustrato de socialización común facilita propuestas, proyectos y soluciones coordinadas. De esta forma estos estadios «conflictivos» con los que se enfrentan las sociedades pueden ser continuos y permanentes. La variabilidad y la riqueza de tales situaciones hacen del conflicto ante todo pueda ser entendido como una fuente de creatividad.8 Igualmente y, en consecuencia, el conflicto forma parte del proceso de interacción social en el que los intereses de los individuos y grupos se interaccionan, transforman o regulan. Podríamos decir, incluso, que es una parte esencial del complejo desarrollo de socialización que experimenta toda entidad humana en su trayectoria social. Claro está, que ese proceso, en cuyo marco ha de producir múltiples y complejas colisiones y coaliciones que puede favorecer futuras formas de reconocimiento mutuo (asimilar la otredad y la variedad humana), comprensión de las percepciones del otro (la inexistencia de una única verdad, de una única visión de la realidad, etc.), mera coexistencia (una tolerancia negativa al menos); o incluso, la emergencia de nuevas formas de colaboración, convivencia y mestizaje y, en ocasiones, tiene resultados destructivos y aniquiladores. Asimismo, retomando el argumento anterior: la condición humana, por su propia complejidad, produce desigualdades entre los individuos y las sociedades que son la base de los conflictos existentes entre ellos. Esto ha obligado a que cada sociedad articule soluciones particulares para la regulación de estos conflictos lo que tiene su reflejo institucional y cultural y, particularmente, en los sistemas de reglas que las rigen, que en la práctica no dan a todas las categorías de personas los mismos derechos

8. BURTON, John (ed.) (1990) Conflict: Human Need Theory, New York; TOUZARD, Hubert (1981) La mediación y la solución de conflictos, Barcelona; ROSS, Marc. H. (1995) La cultura del conflicto, Barcelona.

24

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

y obligaciones. Efectivamente, existen diferencias relacionadas con la constitución física, la habilidad, los conocimientos, la sabiduría, etc. que generan desigualdades en la mutua dependencia y en el poder real para realizar o interferir en la gratificación de los deseos. Tales desigualdades tienden a hacerse mayores en el discurrir histórico al asociarse con la especialización del trabajo y sus valoraciones sociales. En consecuencia podríamos afirmar que no existiría historia sin conflicto, el conflicto contribuye a establecer la dinámica de la Historia. La no aceptación de estos presupuestos ha llevado a una serie de aseveraciones genéricas sobre la especie humana repetidas continuamente en diversos foros han terminado por convertirse en axiomas incontestables que conforman nuestra identidad, en muchas ocasiones por encima de su veracidad y carácter científico. Por ejemplo, se dice que el hombre es agresivo (bélico) por naturaleza, lo que sirve en ocasiones de razón última para justificar los comportamientos violentos a lo largo de toda la Historia.9 Sin embargo, frente a las generalidades sobre las actitudes pacíficas o violentas, de acuerdo con determinadas concepciones religiosas o culturales, nosotros, desde la perspectiva del «conflicto» afirmaríamos que la especie humana no es bélica ni pacífica por naturaleza, la especie humana tiene la posibilidad de soluciones pacífica y violentas10 a lo largo de toda su historia , y opta por una u otra alternativa dependiendo de las variables (experiencia, conocimiento, conciencia, cultura, bienestar social, etc.) presentes en cada momento. Esto también nos deja más abiertas las explicaciones que sobre cada situación concreta se produzca de acuerdo con las decisiones de los agentes que la conforman, aceptarla en cuanto experiencia de una comunidad humana, ni positiva ni negativa, sin la necesidad de recurrir a meta-agentes externos de esa propia realidad. Evitando, también, adoptar posiciones alarmistas, o catastrofistas, ni admiraciones desmesuradas sobre otras. Cada situación histórica es fruto de la experiencia de los actores que la conforman (individuos y grupos 9. Además de las implicaciones ontológicas (sujeto masculino, universalización de prácticas coyunturales...) se identifica agresividad y violencia lo que acarrea no pocos problemas. En este sentido la Declaración de Sevilla, auspiciada por la Unesco (Paris, 16 de noviembre de 1989), dejó muy claro que tales afirmaciones eran, desde el punto de vista del conocimiento científico completamente inadecuadas. 10. La violencia se «institucionaliza» en un proceso que desemboca en la aparición de los primeros estados. Cf. MUÑOZ, Francisco A. «Sobre el origen de la paz (...y la guerra)», en RUBIO, Ana: Presupuestos teóricos y éticos de la Investigación para la Paz, Granada,...

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

25

interrelacionados), con las múltiples variables ofrecidas desde muchos campos del desarrollo humano.

1.3.

Los conflictos y las necesidades

Una vez definidos los intereses individuales o grupales como eje de la articulación de los conflictos, cabe relacionar estos con las necesidades, entendidas como aquellos presupuestos materiales, «espirituales» o sociales que las entidades humanas consumen, usan, utilizan, etc., para alcanzar sus expectativas de realización como seres humanos y, que en esta medida, son fundamentales, indispensables o imprescindibles, y su carencia causa desequilibrios y tensiones.11 Aunque cualquier definición de las mismas resulta dificultosa y comprometida porque van asociadas, o llevan implícitas, modelos de sociedad (estructuración política, normas jurídicas, etc.). Somos conscientes que podrían hacerse múltiples clasificaciones, se podrían jerarquizar, debatir sobre las variables culturales, políticas, económicas y sociales, etc. No obstante, no deja de haber elementos comunes o un umbral en el que se puede percibir los límites de esas necesidades: el de subsistencia y el «moral» por así decirlo, marcados por las disponibilidades sociales y por los procesos de tomas decisiones sobre las mismas.12 Sin entrar en las muchas teorías sobre las necesidades humanas (funcionalistas, marxistas, biológicas, genéticas, etc.), ni en todos debates suscitados al respecto, si puede ser ilustrativo al menos como referente inicial utilizar la definición de necesidades humanas básicas o primarias, en las que se incluyen no sólo las materiales -bien definidas por la perspectiva economicista- sino también las emocionales y sociales. Que a su vez está asociado con la posibilidad de su universalidad, es decir

11. El concepto de necesidad ha sido utilizado desde los filósofos presocráticos a Platón y Aristóteles, éste con mayor precisión, hasta algunos autores contemporáneos. Convirtiéndose en un debate nodal en la definición de las características de las sociedades, y como tal ha generado inumerables controversias y bibliografía (Hume, Kant, N. Hartman, Maslow, etc.) cuyo objeto de análisis desborda el interés del presente trabajo. Desde entonces ha adquirido significados ontológicos -relacionado con algunos aspectos que trataremos en el apartado siguiente-, metafísicos y reales. Cf. DOYAL, Len - GOUGH, Ian (1994) Teoría de las necesidades humanas, Barcelona. 12. Véase, por ejemplo las propuestas y taxonomía de MAX-NEEF, Manfred A. (1998) Desarrollo a escala humana, Barcelona.

26

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

aplicables para todas las culturas. Esto no evita que conforme avanzamos en su elaboración social y cultural todo el entramado en torno a ellas se haga más complejo. Los diferentes índices de desarrollo humano lo que pretenden evaluar empíricamente es la satisfacción de las necesidades que se consideran más relevantes. Un impulso transcendental relacionado directamente con esta problemática, como también veremos más adelante, será el debate sobre los Derechos Humanos, especialmente desde la Declaración de 1948. Su elaboradas articulaciones son intentos de alcanzar normativas que reconozcan y reflejen los anteriores debates y proteger la satisfacción de necesidades de individuos y grupos. Sin embargo, su propia proclamación como universales, no exenta de una amplia polémica en nuestros días, no hace sino indicarnos la amplitud y complejidad que necesariamente alcanzan en su intento de llegar a todos los rincones del planeta y, hasta cierto punto, en la construcción de un paradigma de análisis y comprensión de todas las sociedades en el espacio y en el tiempo.13 Cabe destacar como en los llamados Derechos Humanos de «tercera generación» se incluye la Paz lo que no es sino un «bucle» afortunado para nuestros razonamientos que quieren proponer que ésta se constituya en una categoría de análisis de la historia. Más adelante hacemos algunas consideraciones al respecto. La distinción entre necesidades, satisfactores y bienes dada su contina confusión es una manera obligada de abordar estas problemáticas. Los satisfactores serían todo aquello que contribuye a la realización de las necesidades, podrían ser formas de organización, estructuras políticas, prácticas individuales y sociales, valores, normas, ámbitos, comportamientos y actitudes, etc. Los bienes serían los objetos y manufacturas a través de los cuales se implementa la eficacia de un satisfactor. Ambos estarían sujetos a los cambios históricos y coyunturales, por contra las

13. Este debate tiene una significación tan amplia que, desde otra perspectiva, está presente en los debates que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo mantiene con respecto a los índices a utilizar para evaluar a las sociedades humanas.Indicadores tales como la renta per capita, el PQLI (índice de Calidad Física de Vida), el IDH (Índice de Desarrollo Humano), etc. que incluyen aspectos como el consumo de cereales, expectativas de vida, tasa de mortalidad infantil, ratio médico/habitantes, agua potable, grado de escolarización, de analfabetismo, camas hospitalarias por habitante, incorporación de la mujer, etc. nos dan muestra de su profundidad.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

27

necesidades en su formulación más abstracta y universal permanecerían constantes a lo largo de los tiempos.14 Los cambios y variaciones sufridos por los satisfactores y los bienes en las diversas coyunturas históricas y sociales afectará al logro de las necesidades, de esta forma podemos hablar de que estas últimas a pesar de ser relativamente invariables -como categorías generales de análisis y comprensión- sin embargo estarán sujetas a los vaivenes de la historia. Por otro lado, ya que las necesidades motivan y movilizan a las personas y a los grupos las diversas teorías a explicar el surgimiento muchas de las dinámicas sociales y la mayoría de los conflictos con los que nos enfrentamos, ya que los presupuestos de partida nos llevaran a entenderlos de una u otra forma. Los diversos intereses pueden ser expresión de expectativas diferentes de satisfacción de las necesidades, en las que la existencia y formación de percepciones, actitudes y conductas juegan un papel importante. Cabe distinguir entre la urgencia de unas necesidades u otras y la legitimidad de las mismas; también entre la articulación de los deseos y los anhelos individuales y la capacidad del colectivo de articularlos o satisfacerlos. Como cabe imaginar, la utilización de dialécticas abiertas ofrece muchas más posibilidades interpretativas de las realidades sociales, de las relaciones y dinámicas entre los individuos, grupos y comunidades; asimismo, permiten una mejor adaptación discursiva de nuestras teorías al discurrir y a la existencia de los agentes de la realidad.

1.4.

¿Redefinición del modelo antropológico?

En definitiva, tal como intentamos defender a lo largo de todo el texto, estamos proponiendo una nueva aproximación a la Historia desde la que podamos apreciar una nueva variable: la establecida por las vías alternativas de regulación de los conflictos y, particularmente por las vías pacíficas. Tal como hemos afirmado en otras ocasiones, a través de ella podríamos contribuir a redefinir el modelo antropológico dominante que

14. HELLER, Agnes (1996) Una revisión de la teoría de las necesidades, Barcelonadistingue entre las necesidades de las sociedades premodernas y modernas. En estas últimas la necesidad de «poder» se convierte en la primera de todas ya que de ella depende la satisfacción de las demás.

28

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

tiene como uno de sus pilares fundamentales la la violencia, la fuerza, hacia otros humanos y hacia la naturaleza. Las ideas desarrolladas en los anteriores epígrafes podrían ayudar, cuando no obligar, a redefinir los modelos desde los cuales pensamos las realidades humanas. Aunque este debate transciende a la propia Historia como disciplina académica, lo que hacemos es intentar insertar a ésta en el debate que ya están inmersos muchos campos del conocimiento humano. Advertimos que, desde una perspectiva necesariamente inter y transdisciplinar, cada disciplina debe hacer suyos los interrogantes generales que en espacios comunes o cercanos se están haciendo en otras esferas del conocimiento. Partimos de un punto de vista europocentrista y, por extensión «occidental», ligada a los valores de la cristiandad, la ilustración, los mercados, los «hombres blancos», etc. que se ha demostrado insuficiente, cuando no traumático o violento, para relacionarse -negociar- e integrarse con otras culturas y realidades sociales. Así, una modernidad basada en el frío poder de la razón, en la supuesta universalidad de la ciencia (especialmente desde un foco central hacia la periferia), acaba por uniformar e inmovilizar la experiencia humana, no dejando resquicios para las diferencias, los matices ni los cambios, tanto en lo ontológico, constitutivo de las realidades sociales como de sus dinámicas. En este sentido la violencia forma parte de su paradigma, no sólo porque impone su realidad, sino también porque en su historia está representada por el poder de los estados, de los ejércitos y las guerras. Sin duda unos presupuestos sobre los que hay que mantener un profundo debate en la construcción de la historia de la paz. El conocimiento histórico tiene acumulada suficiente bagaje teórico para contribuir a la resolución de tales enigmas.15 Sin duda, una concepción abierta del conflicto, de sus regulaciones, de la paz, tal como hemos apuntado en las páginas anteriores, no sólo es incompatible con los rasgos descritos del modelo dominante, sino que apunta a un tipo de relaciones humanas diferentes. Existen numerosas razones que hacen aconsejable dotarnos de un nuevo modelo antropológico. De hecho éste no es un canon fijado sino a través de un debate

15. Víd. sobre la conceptualización de la ‘polemología’ como nuevo término que alumbró debates de alta calidad e interés para la comprensión del mundo tras la segunda guerra mundial, en Gaston BOUTHOUL (1971) La guerra. Barcelona. El autor desde su conservadurismo ideológico atina bien en señalar una de las claves históricas para pensar: hay que «desantificar» la guerra y «despolitizar» la paz.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

29

abierto en el que participan intelectuales, políticos, mujeres, hombres, religiosos, hombres de negocios, trabajadores, etc., de todas los confines del planeta. Las interdependencias de la globalización hacen que las ideas y las prácticas -es posible que éstas aún más- contribuyan a cambiar nuestros modelos antropológicos y/o ontológicos. El reconocimiento del papel de los conflictos, que el conflicto ha estado ineludiblemente ligado a la historia de la humanidad, que ha sido un factor esencial de creatividad, de adaptación al medio ambiente, de evolución,... contribuye a cambiar sin duda la percepción que tenemos de nosotros mismos. Si reconocemos que las regulaciones pacíficas -la paz, tal como vamos a demostrar en este volumen ha sido esencial en todo este proceso histórico, no cabe el menor atisbo de duda de que el «espejo» en el que nos miramos puede cambiar en algunas de sus cualidades espectrales. Incluso más, nosotros estamos convencidos, desde nuestra posición de investigadores de la paz de que este paso es completamente necesario por el «poder» añadido de que tal punto de vista tiene para la regulación pacífica, de muchos de los conflictos violentos que padecemos actualemente y la prevención de otros que existen o se puedan plantear. Tal puede ser la potencia de modelos de pensamiento adaptados a nuestras posibilidades filantrópicas y liberalizadoras. 2.

HACIA UNA HISTORIA DE LA PAZ

Quisiéramos empezar formulando este aserto: las experiencias pacíficas, de intercambio, cooperación, solidaridad, diplomacia, han sido dominantes en la Historia. Y, sin embargo, es una historia que quizás porque su cotidianidad y «naturalidad» no deja huellas ostensibles, no ha necesitado ser resaltada, porque tampoco es estridente. En los párrafos que siguen proponemos unas líneas sobre las que construir una historia de la paz: la paz silenciosa; la historia de la socialización humana, la solidaridad y la cooperación; la historia y las experiencias de la baja entropía; y, la negociación como articulación positiva de realidades en conflicto. Evidentemente, no serían las únicas líneas posibles para la construcción de la Historia de la Paz (Peace History), pero a buen seguro servirán para alimentar el debate a este respecto. 16

16. A parte de la aportaciones de autores individuales, entre los que podríamos citar gran número de teóricos que han estudiado momentos y situaciones particulares queremos

30

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

2.1. La paz silenciosa Los historiadores hemos tenido que inventar una actividad humana muy habitual en el mundo antiguo, la relacionada con el comercio, llamándolo a éste «silencioso»; porque no dejaba rastro: se producía en un punto prefijado, normalmente una cala o un puerto natural, allí periódicamente acudían los indígenas con sus productos y los comerciantes portadores de sus mercancías, gracias a su predisposición y conveniencia negociaban y satisfacían mutuamente sus deseos anhelos y necesidades. Este modelo, que se ajusta a una realidad evidente (testimoniada por múltiples restos arqueológicos y materiales), permite explicar muchas situaciones que ni siquiera existirían como grandes fenómenos históricos recogidos en los libros de Historia. Así mismo permite comprender porque los objetos de unas y otras culturas aparecen diseminados por todas las tierras ribereñas a los mares que fueron punto de encuentro, cruce de civilizaciones y culturas, espacios compartidos y lugares para el mestizaje (Mediterráneo, Caribe-Antillas, Indico-Bengala, Amarillo-Japón, SulawesiChina, etc.), sin que se sepa todavía, con plena exactitud, cómo se trasladaron allí. Esta paz silenciosa, igualmente, hace que los procesos de hiperendogamia se atemperen y que, por contra, los de socialización se amplíen, cumpliendo parte de los objetivos propuestos en toda comunidad (renovación para la perpetuación), que se satisfagan las necesidades de todos sus miembros, de acuerdo con las posibilidades reales de cada situación. También favorece los intercambios con otras comunidades, las buenas relaciones de vecindad, la hospitalidad, la cooperación, los acuerdos, los pactos, etc. La paz silenciosa forma largas cadenas y redes que facilitan el intercambio y el enriquecimiento cultural de los habitantes de las sociedades vecinas. La paz «innominada», no medida ni en el tiempo ni en espacio, se difumina en la representación geométrica de los «grandes acontecimientos», entre los que ocupan un lugar relevante las guerras, las conflagraciones, etc., que aparecen jalonando la línea del discurrir histórico que, de esta manera, representan y distorsionan de manera aparentemente continuada a la perspectiva de los ritmos sociales.

citar la revista Peace and Change, como espacio en el que se han concentrado múltiples esfuerzos en tal sentido.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

31

La Investigación para la Paz tiene que darle voz a esa paz silenciosa para que no se convierta en «silenciada». Esta paz es un elemento esencial para comprender nuestra historia y nuestra realidad. Pero además no es una circunstancia más, sino que es esencial en la identificación de nosotros mismos como seres sociales y pacíficos, con un pasado explicado a través de la paz y un futuro esperanzado en la concordia. La ignorancia, inconsciente o provocada, de esta paz justifica y favorece el uso indiscriminado de la historiografía sobre la violencia y debilita la esperanza de un futuro donde primen las soluciones pacíficas sobre aquéllas.

2.2.

Semiótica de la paz17

La paz nos ha dejado unos claros signos de su existencia en palabras, ideogramas e imágenes. En definitiva en símbolos de su actividad que de esta manera es aprendida y transmitida. La mayoría de las lenguas tienen no sólo palabras para definir la paz sino también todo un campo semántico y conceptual formado por otros términos y expresiones que son complementarios entre sí. Ideogramas y jeroglíficos también nos trasmiten esta idea, desde el Egipto faraónico a la actual China, como se puede comprobar en los tres ideogramas de la figura 1 (a, b, c), en los que a través de un «cereal» un «cereal y una boca», y «una mujer en el hogar» se reconoce la paz. Las imágenes sobre la paz han estado asimismo siempre presentes,18 desde la eirene griega, a la pax romana y renacentista, moderna, etc. La Paz como otras realidades sociales, desde el momento que es recogida, abstraida por el lenguaje, que es una actividad humana universal puede, quedar reflejada en la escritura. Esta dimensión, o nivel histórico del lenguaje coincide con la historicidad del hombre, y por ello mismo la lengua como tal puede darnos cuenta de ideas y rasgos culturales. En efecto, todo estado de una lengua refleja la imagen de una cultura en un momento determinado; por eso, el análisis de las construcciones lingüísticas utilizadas por cada pueblo para expresar sus experiencias pacíficas,

17. En este apartado recogemos fundamentalmente las ideas aprecida en los capítulos introductorio y final del libro: MUÑOZ, Francisco A. – MOLINA RUEDA, Beatriz (1998) Op. Cit. 18. Como está perfectamente documentado en el artículo de la doctora Elena Diez, en este mismo volumen.

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

32

Fig. 1-a

Fig. 1-b

Fig. 1-c

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

33

aspiraciones y deseos, puede ayudarnos a reconstruir la imagen de la realidad y la cosmovisión que una sociedad tenía sobre la paz. Para llegar a estas consideraciones, hemos de partir de la estrecha relación existente entre lengua y pensamiento. Si efectivamente una lengua es un instrumento de comunicación según el cual la experiencia humana se analiza, de forma diferente en cada comunidad, no debe pasar desapercibido que la lengua ejerce además otras funciones, como la de servir de soporte al pensamiento. El lenguaje, además de ser un sistema de comunicación es en buena medida «el espejo del pensamiento», y la prueba es que, a pesar de las barreras lingüísticas, sigue siendo posible la comunicación entre los individuos, de la misma o de diferentes culturas, gracias a la existencia de procesos cognitivos iguales o similares, como puede ser la paz; y es por ello por lo que la herencia literaria o filosófica de un pueblo sobrevive y traspasa las culturas. De esta manera, las lenguas, al servir de expresión del pensamiento, el sentir, el actuar, de los hablantes, tienen un impacto cultural e ideológico, al tiempo que expresan identidades,19 porque detrás de cada lengua hay todo un universo simbólico que remite a una identidad concreta, a través de unas referencias culturales, y que proyecta en los hablantes una conciencia de pertenencia a un grupo frente a otros. Pero las lenguas no se limitan a ser receptáculos que recogen y reflejan lo que ocurre en la cultura extralingüística, sino que entre lengua y cultura se dan unas relaciones dialécticas: la lengua, no sólo recibe los rasgos culturales relevantes, sino que «concebida como institución, la lengua influye sobre los individuos como lo hacen las leyes y las costumbres, que, tras haber nacido por razones histórico-culturales, influyen innegablemente sobre la cultura», de manera que entre lengua y cultura existe una relación recíproca. De ahí, si cabe, la mayor importancia de los términos de la paz. El interés estriba en establecer las relaciones entre tales símbolos y las actividades sociales sobre las que, evidentemente, se sustentaba. Una tarea que encierra dificultades pero a su vez sabemos que estaba anclada, al menos, el contexto social donde aparece. Aunque ya sea harto decirlo, la cooperación, la hospitalidad, la salud, la abundancia, el amor, los pactos, los tratados, las alianzas, el final de una guerra, etc., representan un espacio

19. Como ha dicho Jacques BERQUE, a propósito del árabe, una lengua sirve, no para hablar, sino para ser.

34

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

concentual que se refuerza por las vinculaciones mútuas y particularmente los de la paz.

2.3.

Una historia de la socialización, la solidaridad y la cooperación

El origen de la Humanidad, se produce tras un largo recorrido temporal del Universo (reconocido hace unos 20.000 millones de años), de la formación de la Tierra (4.600 millones de años) y, por fin, de la aparición de la vida (que pudiera producirse hace unos 3.500 millones de años). Muchas de nuestras actuales características provienen directamente del orden de los primates cuya evolución se ha producido en los últimos 70 millones de años aproximadamente, en los que han desarrollado una alta capacidad adaptativa a distintos tipos de alimentos y un complejo comportamiento social20 . Nuestra familia zoológica (hominidos) modificaron su aparato dental y comenzaron a caminar erguidos. Presumiblemente mejoraron su lenguaje y, por extensión, el desarrollo cerebral. Estos cambios anatómicos, liberaron las manos para otras posibles tareas, entre otras para optimizar el uso y la fabricación de herramientas, y facilitó la formación de grupos cooperativos de caza y recolección. Los Autrolopithecus fueron los primeros individuos del genero Homo, pudieron aparecer en un periodo comprendido entre los 4 y los 8 millones de años, allá en el continente africano. Nuestra especie Sapiens es conocida en la tierra desde hace aproximadamente unos 100.000 años y, finalmente, pertenecemos a la subespecie Homo sapiens sapiens.21 Con este párrafo no hemos querido ofrecer una breve historia de la evolución humana pero sí, al menos, resaltar la profunda dependencia que tienen nuestras actuales conductas de nuestros ancestros milenarios.22

20. Cfr. LEAKEY, Richard E. (1981) La formación de la Humanidad. Barcelona, 50 ss. 21. Muchos otros animales de la naturaleza se valen de piedras y otros objetos para facilitar sus tareas pero, sin embargo, sus limitaciones anatómicas le impiden optimizar su uso, cfr. HARRIS, Marvin (1991) Nuestra especie. Madrid, 35-40. 22. Víd. La interesante aportación de CAIRD, Rod y FOLEY Robert (1995) Hombre mono. La historia de la evolución humana. Barcelona, para lo que estamos señalando. Un repaso al índice de esta obra -junto a la tesis que defiende-: la importancia de la experiencia humana acumulada y asimilada, deja a las claras su intención, en el bipedismo, pensamiento, lenguaje, colonización, creación de imágenes y la evolución continúa.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

35

Nuestra cultura encierra la experiencia de cientos de miles de individuos y grupos que han aportado, a lo largo de los siglos, cotidiana y oficialmente sus vivencias en sus relaciones con el medio y sus congéneres. En todo este proceso la socialización, la actuación en grupo, es una de las principales características que han asegurado el éxito de la especie. Las normas culturales cohesionaban y aseguraban las practicas individuales y grupales en estos niveles de cooperación, sentido de la colectividad e igualdad.23 El género humano desde tiempos remotos ha profundizado en el proceso de socialización como alternativa colectiva para la satisfacción de sus necesidades individuales y grupales, entre ellas probablemente la más importante: cómo hacer pervivir la especie y cómo hacer cada vez más compatible la misma. De tal manera que han sido los grupos, y no los individuos, los principales agentes de socialización, en ellos ha habido una serie de interacciones mutuas, unos objetivos comunes y una vida afectiva común. Aunque el contenido de estas necesidades ha variado conforme lo ha hecho la propia entidad humana cabe preguntarse sobre cuáles serían estas necesidades. Pues en la medida en que conozcamos éstas podremos aproximarnos mejor a los márgenes de actividad de las sociedades.24 Así, los grupos han ordenado y articulado la satisfacción de sus necesidades a través de la interacción recíproca, la conciencia de grupo, la existencia de objetivos, valores y actividades compartidas, la estabilidad y duración relativa de las mismas, y la identificación social. Los individuos se organizan en instituciones, definidas por el conjunto integrado y coherente de pautas de conducta, recurrentes y estables, que aseguran el cumplimiento de funciones socialmente relevantes. Finalmente, es en el proceso de socialización cuando se llega a alcanzar la conciencia de uno mismo, a través del reconocimiento e interiorización de los otros. En un sentido parecido, algunos investigadores ya han resaltado el papel del altruismo, la solidaridad, y la cooperación y otras actitudes (dulzura, ternura, amistad, hospitalidad, ...) que explican gran parte de nuestros comportamientos habituales.25 Su operatividad aparecería en

23. Cfr. MANN, Michael (1986) Las fuentes del poder social, I. Madrid, 18-21. 24. MORALES NAVARRO, Julián-ABAD MÁRQUEZ, Luis V. (1988) Introducción a la sociología. Madrid, 63-75. 25. SEBASTIÁN, Luis de (1996) La solidaridad. «Guardián de mi hermano». Barcelona, propone una interesante definición de solidaridad: «El reconocimiento práctico

36

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

primer lugar en los procesos de socialización de los grupos básicos (familia, tribu, gens, estirpe, ...); después, casi por definición, en los grupos de iguales; en las comunidades pequeñas (alrededor de 500 miembros) que por otro lado están siempre presentes, son conductas completamente necesarias; en comunidades más complejas puede que se diluya algo en las relaciones institucionales, pero en estas también existe (casta, nación...); en las relaciones entre comunidades importantes, de distintas dimensiones y características, la diplomacia asume, también asimismo, estas funciones. Por fin, en la esfera económica (producción, distribución, cambio y consumo), en el trueque y el intercambio son también manifestaciones que necesitan y explican buena parte de estas actitudes.

2.4.

Una historia de las actividades de baja entropía

La entropía es un concepto que procede de la física, particularmente de la leyes de la termodinámica, y que explicita la degradación de la energía de los sistemas, y por ende su grado de desorganización.26 Un sistema tiende a estar mas desorganizado en la medida en que en sus intercambios energéticos no sólo transforma la energía (primera ley de la termodinámica), sino que se degrada (segunda ley). Por tanto, debemos entender por entropía, el estado o grado de «desorden» (caos) de un sistema. En las últimas décadas está siendo utilizada desde la perspectiva ecológica, en la medida en que mide el grado de desorganización de los sistemas vivos, donde los elementos son completamente independientes entre sí.

de la obligación natural que tienen los individuos y los grupos humanos de contribuir al bienestar delos que tienen que ver con ellos, especialmente delos que tienen mayor necesidad» (p. 16). Pra la explicación concienzuda de los términos propuestos en esta definición, el autor le dedica las siguientes páginas 17 a 21. 26. La primera ley de la termodinámica explicita las transformaciones de la energía (esta ni se crea ni se destruye) pero por si sóla ha dado a lugar serios equívocos (crecimiento sin límites,, etc.). Es necesario invocar la segunda ley de la termodinámica que nos indica que en estas transformaciones también se produce una degradación, (desorden, caos) de tal manera que las fuentes de energía son menos accesibles para los seres vivos y en particular para los humanos (individuos y sociedades). Estos aspectos están siendo en la actualidad muy discutidos, por ser, en parte, la razón de fondo de la «crisis ecológica», en foros de todo tipo (movimientos sociales, estados, conferencial internacionales, etc.).

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

37

Por esto puede ser aplicada a las sociedades humanas 27 y, desde nuestro punto de vista, creemos que puede ser interesante una aproximación que nos permita ver las relaciones entre las actividades humanas de baja entropía y las situaciones de paz,sin que ello deba de ser entendido, obviamente, de manera mecánica. Efectivamente, aunque todos los sistemas humanos crean entropía -pues consumen más energía de la que reciben (acumulada en los recursos la tierra o la que se recibe de la energía solar)-; sin embargo, aquellos que gasten la menor posible podrán gozar, a su vez, de un mayor «orden» (entendido éste como capacidad de regeneración y continuidad). También podríamos verlo de otra manera: aquellos grupos humanos que mantuviesen una mejor armonía con la Naturaleza estarían menos sujetos a las respuestas y variaciones de ésta frente a las «agresiones» producidas sobre ella. Igualmente, serían más estables aquellos grupos, comunidades o sociedades en los que la gestión de la energía se realiza con el menor desorden posible. Es decir gastan la menor energía posible en la realización de sus actividades, en la satisfacción de las necesidades sociales (entendidas como la del grupo, de todas las individuales mas las colectivas) y, por tanto, conservan mejor el equilibrio entre los elementos del ecosistema, en el que está incluido el conjunto social. Dentro de estas actividades cabe considerar aquellas en las que la obtención de recursos (materiales o humanos) necesarios se realizan con menor coste posible, también aquellos en los que la distancia (no sólo física sino también social) entre la producción, la distribución (el cambio en su caso) y el consumo es mas corta posible. Esto está condicionado por la riqueza de partida del ecosistema, por la presión demográfica que sobre él se produce, por las prácticas de autoconsumo, por la reducción del transporte, por la cooperación social, por la formas coparticipación y democracia, etc. Entre esas sociedades o actividades de baja entropía, podríamos incluir gran parte de los sistemas productivos agropecuarios (la recolección, las actividades agrícolas y pesqueras sostenibles, etc.),

27. Se podría decir, por el contrario, que en un sistema organizado al máximo -hasta el punto de que sólo es posible un orden de vínculos entre los elementos-, la entropía es nula, ya que el orden de las partes es perfecto. Lo normal, no obstante, no es esta última situación, sino más bien otras intermedias Cf. CESARMAN, Eduardo (1982) Hombre y entropía. Termodinámica social, México; RIFKIN; Jeremy (1990) Entropia. Hacia el efecto invernadero, Barcelona, especialmente la tercera parte: La entropía: un nuevo marco histórico, 87-121.

38

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

también las tareas de ámbito doméstico, algunas tareas humanas (diálogo, lectura, contemplación, amor, etc.), etc. Cabe imaginar que estas situaciones incluyen gran parte de la historia de la humanidad representada por las sociedades de recolectores y cazadores. Se trata de grupos humanos de pequeña dimensión, que, como su propia nominación indica, su principal actividad es la recolecciónde productos vegetales y pequeños animales, el carroñeo y en menor medida la caza, todo ello en un ecosistema relativamente amplio, que tiene capacidad para recuperarse por si mismo de las actividades antrópicas, etc. Por otro lado, el trabajo agrícola desarrollado predominantemente, al menos, desde antes de la revolución industrial; el trabajo doméstico, tradicionalmente realizado por las mujeres; todas las periferias -en muchos casos mayoritarias- de los sistemas urbanos (los marginados de las ciudades y economía sumergida, sus comportamientos de «reciclaje»y recolección de residuos), etc., son actividades de este tipo. En general podríamos decir -aportando una dimensión ética al concepto en cuestiónque, incluso, el nivel de entropía se vería reflejado en la capacidad de reflexión de un sistema humano hacia las generaciones futuras, su sensibilidad para tenerlas en cuenta, su capacidad de planificar un desarrollo sostenible. Existen varias vías por las cuales se rompen estas situaciones de máxima armonía, o baja entropía, una de ellas es la ruptura del equilibrio de la relación de los grupos humanos con el ecosistema, bien por una crisis natural o bien por un crecimiento vegetativo de la población, la aparición de nuevas necesidades para el conjunto de la población, o una parte de ella. Pues bien, una de las vías comúnmente utilizadas para contrarrestar esta última situación, ante límites de las estructuras productivas (naturaleza y actividad humana) para reestablecer, en fin, el «equilibrio» es detraer energías de las necesidades que se satisfacían, por algunos grupos de población, en los momentos anteriores, siendo fuente de preocupaciones, distorsiones, disturbios y violencia. Sus manifestaciones más claras pueden ser los más diversos grados de subordinación, la jerarquización, las clases sociales, el autoritarismo, etc., en definitiva diversas formas de discriminación -o no satisfacción- de necesidades en favor de unos grupos (o intereses) y en perjuicio de otros. El gasto por encima de las posibilidades de las energías disponibles, el forzamiento al límite de un sistema ecológico, etc., genera unos desequilibrios tan grandes que si se opta por compensar tales pérdidas con detraer esos recursos de otros ámbitos, sistemas o espacios por la vía impositiva, no se hace sino generar

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

39

aún más caos y desorden, puesto que con el objetivo de obtener mejores resultados y beneficios se exportan gran cantidad de externalidades (negativas) a otros ecosistemas que comienzan a romper sus primitivos equilibrios. Esto ha ocurrido históricamente con el intercambio desigual, con la exportación de industrias altamente contaminantes a países «no desarrollados», con la venta de los excedentes militares convencionales, etc. El resultado de todo ello, permite seguir manteniendo unos altos niveles de gasto en energía en los centros (el Norte), lo que repercute en el desorden que se genera en las periferias (el Sur). Curiosamente, las actividades donde se concentra (se dilapida o se desorganiza) mayor energía son -historiográfica y llamativamente- más «visibles». En este lado estarían actividades como los gastos militares, los suntuarios, las guerras, etc.; que coincidirían, como se puede ver, con las actividades más violentas. La reacción frente al «desorden», interior o exterior, obliga a realizar actividades diferentes para readaptarse a las nuevas situaciones, significa, también, consumir más energías, además de generar enormes cantidades de externalidades.

2.5.

La negociación como articulación de realidades en conflicto

La negociación es básicamente la acción por la cual uno o más actores en conflicto optan por ceder parte de sus intereses en función de preservar parte de ellos y de evitar el coste de mantener la tensión entre ellos. Es básicamente una alternativa que supone ahorrar energías para todas las partes y en que se optimiza al máximo lo recursos disponibles. Para ello es necesario que consciente o inconscientemente, y siempre experiencialmente, se reconozca la situación conflictiva, lo que implica que los distintos actores e intereses reconozcan mutuamente su existencia y sus capacidades (desde sus ejércitos hasta sus recursos económicos, pasando por su potencial demográfico, su capacidad de movilización, su nivel cultural, las distintas capacidades estructurales, etc.). Es por antonomasia una de la vías principales de regulación pacífica de los conflictos que necesita además de ciertas cualidades para llevarla a cabo, tales como paciencia, calma, dominio de las pasiones, flexibilidad, persistencia, imaginación etc. La negociación permite establecer vínculos entre unos grupos y otros, entre sus intereses, pues también, y dada su universalidad, nos posibilita analizar y explicar las relaciones humanas desde dialécticas más abiertas

40

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

que, como se puede comprobar a lo largo de este ensayo, es colateralmente uno de nuestro principales objetivos, en la medida en que podemos reconocer a los diversos grupos que pasan a convertirse en actores en las dinámicas sociales, de no contemplarlo así, serían meros actores casi totalmente inactivos y anónimos.28 Una de las consecuencias de esta perspectiva es poder comprender como los procesos de toma de decisiones, no pertenecen exclusivamente a los grupos dominantes, aunque formalmente se expresen así, sino que están relacionados con las acciones del conjunto de la sociedad, en la medida que en que se produce una negociación más o menos manifiesta en la que los grupos dominantes, por su dependencia de los grupos dominados establecen una negociación recíproca, en la que eliminan una parte de la tensión existente entre ambas partes. Situaciones que podrían ser contempladas desde esta perspectiva podrían ser las demandas de derechos políticos (libertades, sufragio, etc.), la cuantía de los tributos, los salarios, el fin de las acciones bélicas, las relaciones entre grupos urbanos, entre grupos domésticos, etc.29 El problema puede estar en detectar bajo qué condiciones los grupos dominados son capaces de presentarse en la negociación, que exige la manifestación del conflicto, de los intereses o las percepciones del mismo. En la mayoría de los casos la conciencia de los diversos grupos en el conflicto es baja, no tienen análisis de la realidad, ni conciencia de grupo, sin embargo sí pueden existir otras formas de conciencia (recogidas según las fuentes que utilicemos), tales como desavenencias, disensiones, críticas, etc. presentes en el imaginario popular, en las religiones, en expresiones artísticas, que en definitiva encauzaban diversas manifestaciones de la resistencia ante una realidad no deseada.30 Todos los puntos intermedios serían pues barajados, experimental o teóricamente, con o sin consciencia de ello, por aquellos actores participantes en el conflicto que optan por una u otra posibilidad en función del balance en la correlación de fuerzas. De tal manera que las concesiones mutuas

28. Tal sería el caso de los campesinos, los esclavos, los nómadas, los siervos, las mujeres, los no-ciudadanos, etc. 29. Norbert ELIAS ha desarrollado esta idea en varias de sus obras. 30. En este sentido son interesantes las aportaciones de György Lukácks sobre la conciencia en sí y para sí, posteriormente retomadas y matizadas por Ágnes Heller (Sociología de la vida cotidiana).

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

41

es la única posibilidad para evitar una desintegración mayor y más rápida.31 En el caso particular de un conflicto bélico, entre los dos polos, guerra y paz, existen muchas situaciones intermedias que alejan o aproximan a las partes. Así, las treguas, los pactos, las alianzas o los armisticios, serían manifestaciones de estas negociaciones. En este sentido, no cabe duda que la fortaleza de los ejércitos es un elemento de primer orden a considerar en lo que se refiere a la disuasión; y que, en nuestro caso, inclinaría la balanza de la negociación al lado de los grupos que tengan mayores efectivos militares (aunque el término que hemos utilizado resulta extremadamente polémico para una situación histórica como la de la disuasión nuclear durante la Guerra fría). Pero incluso en estas situaciones, la negociación se produce, en ocasiones, sin que los ejércitos tengan que entrar necesariamente en liza. Los resultados de su acción pueden ser previsibles y, por tanto, pueden ser puestos en la mesa de las negociaciones, las amenazas surten sus efectos, menos nocivos, siempre que la propia guerra. 32 La negociación, pues, presente en todas las escalas, en las que existen los conflictos, formará parte de una serie de mecanismos de los cuales se dotaron las sociedades para la regulación de todos aquellos conflictos que aparecían en su seno y de esta manera evitar los efectos más dañinos y nocivos de los mismos. Son mecanismos que permiten combinar las distintas realidades representadas por los actores en el conflicto, desde sus necesidades, deseos y anhelos, a sus ambiciones y proyectos. Cuando la asimetría y desigualdad entre los diversos actores -que por sí mismas podrían conducir al caos-, debieron ser amortiguadas, posibilitan con ello la supervivencia y satisfacción de algunas (o muchas) de las expectativas de las partes. A estas medidas optamos por encuadrarlas dentro de la negociación, independientemente de su explicitación o formalidad, porque de hecho articulan, favorenciendo el entendimiento, el interlocución (y hasta el diálogo) entre las partes, la reglamentación pacífica de las tensiones, de tal manera que se aminoren al máximo los costes sociales potenciales de los conflictos.

31. Cf. BENABOU, M. (1976) La résistance africaine a la romanisation, París. 32. CLAVEL, Jean Daniel (1994) La negociación diplomática multicultural, México.

42

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

3. OBSTÁCULOS LATENTES PARA RECONOCER LA PAZ EN LA HISTORIA Sin duda el primer obstáculo es que la paz no ha sido un objeto central de estudio e investigación. Por lo tanto tenemos un gran desconocimiento al respecto de la Paz y todas las circunstancias que la han rodeado. El segundo, por supuesto, es que haya existido la violencia en sus distintas manifestaciones (guerra, coerción, explotación, marginación, etc.). Y el tercero, llegando a ser mas importante que el anterior, es la sobredimensión que de estos últimos aspectos ha realizado la historiografía tradicional. A esto podríamos añadir las perspectivas que se han tenido sobre los conflictos, tal como hemos visto mas arriba, reconocidos solamente como mecánicos y violentos. Pero estos presupuestos no son resultado de aportaciones individuales y descontextualizadas, muy al contrario, estan ligados con concepciones mas profundas (ontológicas, epistemológicas y axiológicas) de ahí la dificultad en analizarlas y desconstruirlas. Algunos de estos obstáculos están ligados a formas de pensamiento (epistemes, modelos, paradigmas, etc.) muy arraigados en Occidente, y no sólo en la historia. Estas se han conformado y sustentado a lo largo de los siglos creando verdaderas redes intelectuales interdependientes sobre las que resulta muy difícil acceder.33 A continuación exponemos algunos de los ejes de este problemática sin ánimo de ser exahustivos, por supuesto.

3.1.

Visiones negativas de la especie humana

Todas las culturas desde sus orígenes se han visto obligadas a ubicar la especie humana en la naturaleza y el cosmos, y a la par definir su propio ser y condición.34 Estas elaboraciones, aunque tienen muchos puntos en común provenientes, en esencia, de unas condiciones similares de partida, sin embargo no han dado las misma solución a todas sus preocupaciones. Un caos particular que aquí nos interesa mucho resaltar es la visión que

33 . Cf. BLUHM, William T. (1985)¿Fuerza o libertad? La paradoja del pensamiento político moderno, Barcelona. 34. Algunos de estos aspectos los hemos tratado en el apartado sobre los modelos antropológico y/o ontológicos.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

43

sobre si mismo se otorga, la «autoestima» que se manifiesta, el espejo en el que se mira la culturas y las posibilidades que otorga a las imágenes que crean. Desde un «naturaleza» humana en armnonía con el cosmos, hasta una especie perversa que rompe con el orden establecido y natural, las distintas interpretaciones dan soluciones a tales problemáticas desde la perspectiva armónica-pacífica, como es el caso de las filosofías orientales, o desde la depredadora-destructiva-violenta, como en el judaismo el cristianismo y el islam. La especie humana esta estigmatizada por el «pecado original» desde Eva, una mujer, que probó el fruto prohibido y fue expulsada del paraíso terrenal. Este pasaje inicial de la Torá y la Biblia, también presente en el Corán refleja bien el origen de la perspectiva negativa que sobre nuestra especie se ha tenido no sólo en el momento judaico inicial sino en ámbitos posteriores mediterráneos y occidentales (judaicos, cristianos, islámicos), perviviendo hasta nuestros días. Esta perspectiva explicaría y justificaría todas las acciones negativas y violentas. Fijado en el siglo IX a.C., probablemente fruto de una elaboración sincrética de las diferentes cosmovisiones presentes desde épocas anteriores en ese espacio geográfico-cultural. Puede que tuviese una fuerte capacidad interpretativa e integrativa de los acontecimientos negativos vividos por aquellos grupos (catástrofes, accidentes, muertes, etc.). Esto quedó, a su vez, reforzado con otros episodios de las sagradas escrituras que fueron escritos en un ambiente cultural similar. Como es bien sabido, todo el pensamiento europeo, a través de la aceptación cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, fue dependiente de una u otra forma de estos paradigmas. Incluso después de que la Ilustración separará la razón de la religión pervivieron muchos de estos presupuestos que no fueron sometidos directamente a revisión crítica. El individualismo es la doctrina que hace enfasis en la constitución de la sociedad por individuos como unidades básicas de la misma y que considera que su existencia determina en gran medida la dinámica de ésta. Para muchos teóricos de esta corriente lo esencial es la constante oposición de los individuos a los grupos, a la sociedad, al estado y al resto de los individuos. A partir de esta hipótesis fundamental, las normas, la cultura y la jurisprudencia deben buscar vías de armonización esta realidad. Aunque bien es cierto que no todo individualismo lleva directamente a la lucha y la competencia de unos individuos contra otros, también lo es que todas las teorías individualistas se oponen, por lo general, a cualquier forma de colectivismo como fuente de coacción del individuo.

44

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

Con la emergencia de las primeras ideas que daban validez al individualismo de hecho se estaba dando pie a interpretar la historia de la Humanidad como la consecuencia de la lucha de unos individuos contra otros, los otros pueden ser un obstaculo, para satisfacer las necesidades, que conviene eliminar, la competencia se convierte en una explicación de la dinámica histórica. Aunque, estas ideas, también conectan intimamente con los presupuestos bíblicos, tan arraigados en Occidente donde los humanos deberían de sufrir y luchar en esta tierra para supervivir (...con el sudor de tu rostro comeras pan, hasta que tornes al suelo... , valle de lagrimas, Calvario, etc. ). Bien es verdad que la lucha no esta planteada contra los demás directamente. Estas teorías tienen uno de sus más claros representantes en Thomas Hobbes (1588-1679) a través de los principios de la competencia, la desconfianza y el deseo de fama hacen que la especie humana tenga fundamentalmente una conducta antisocial, homo homini lupus, bellum omnium ontra omnes. Sus propuesta del contrato social representan el acuerdo para no aniquilarse mutuamente ante la peligrosidad de las condiciones de partida. Todas estas aportaciones tuvieron -y aún lo siguen teniendo- una fuerte influencia en el mundo occidental.

3.2.

Darwin y los modelos de evolución humana

La hipótesis de la lucha por la supervivencia, si queremos simplificada, de Darwin (El origen de las especies, 1859) tienen cierta continuidad con las ideas del individualismo y el libre mercado, presentes en su entorno social e intelectual. Esta teoría acabo por convertirse en un paradigma explicativo de la evolución de los animales y del hombre, pero también, tuvo su gran influencia en las propias concepciones de la Historia ya que presentada las cualidades, la potencialidad, de cada individuo como justificación de su propia supervivencia y la de la evolución de la especie.35 El darwinismo social se puede definir como aquella forma de selección que favorece a los actores más despiadados y egoístas. Según esto, los

35. Por otro lado sería absolutamente injusto no reconocer la significativa aportación del autor. Cf. DENNET, Daniel C. (1999) La peligrosa idea de Darwin, Barcelona. Aunque nuevos enfoques incorporan factores tales como «coevolución», cooperación, creación, simbigénesis, convergencia, etc., a los presupuestos previos.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

45

colectivos humanos deberían de transformarse para poseer los atributos más letales frente a aquellos otros que pudieran representar una igualdad de consideración entre las personas o cualquier otra forma de altruismo, generosidad o sacrificio hacia los más débiles o los peor adaptados. Así considerada, la concepción evolutiva, es como un programa político, una teoría que sólo puede conducir -como se ha podido comprobar en períodos recientes (colonización, nazificación, etc.)- a la peor alternativa.

3.3.

Dialécticas antagónicas

Evidenciar la dependencia de los fenómenos de una dialéctica supone dar una vía explicativa a las dinámicas sociales, pero los limites de esta propuesta también son claros: el conocimiento (como marcha hacia lo Absoluto) requiere de una dialéctica del sujeto y del objeto enunciada como tesis-antítesis de la cual se obtiene la síntesis en la que se supera la reducción de uno al otro. La bipolaridad de esta dialéctica reduce las posibilidades de la presencia y acción de otros actores, además de no posibilitar otro tipo de relaciones fuera del «antagonismo». Por otro lado, la fenomenología del espíritu no parte del saber absoluto pero parece conducir necesariamente a él. Aleja de los humanos la gestión de sus problemas. Esta hipótesis fundamental de Marx es una continuidad de las ideas previas, fundamentalmente de Hegel, tal como fue reconocido por Althusser al hablar de la «inversión espistemólogica». Efectivamente se invirtió el papel determinante del Espiritu para hacerlo recaer en la infraestructura económica. Pero la Historia de la Humanidad siguió siendo explicada en clave «darwiniana» de lucha de los unos con los otros. Simplificar la crítica al marxismo, como gran corriente de pensamiento y de acción del presente siglo, puede ser un gran error. Hay que aceptar el papel de primera magnitud que ha jugado el marxismo, unido al movimiento obrero, para incorporar a las clases y grupos dominados a la Historia, para convertirlos en actores de la realidad. Este aspecto favorece sin duda la ampliación de las conceptualizaciones de la paz ya que por una parte permite participar a actores que estaban silencicados y amplia la teoría y la práctica de los Derechos Humanos, ambas circunstancias, contribuyeron, sin duda, ampliar las concepciones y los debates sobre la paz.

46

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

Sin embargo estas premisas no deben evitar ver que, contradictoriamente, muchos de los presupuestos marxistas, teóricos y prácticos, se han visto involucrados en acciones alejadas de la contrucción de la paz, fundamentalmente porque, relacionado con las propuestas de liberación, el discurso de la violencia ha estado casi siempre presente. Interpretar las dinámicas históricas en clave de conflictos conlleva además la posibilidad de ampliar las dialécticas36 de los mismos. Efectivamente, frente a la dialéctica «occidental» (dominante), bipolar, antagónica y subordinadora, que no alcanza a explicar todas la vías posibles de regulación de conflictos, se pueden utilizar modelos explicativos de dinámicas multipolares, alternativas e integradoras. En la realidad historia las mediaciones sociales, económicas, culturales, o de cualquier otro tipo, resultan de tal importancia que es completamente imposible aislar la naturaleza humana de las pautas de conducta aprendidas a lo largo de los miles de años de existencia. Al introducir la capacidad de elección en la conducta humana (la categoría analítica de la libertad humana recobraría un peso esencial en nuestra argumentación), las soluciones que nuestra especie da a determinados problemas y conflictos, dependen de multitud de variables biológicas y culturales interrelacionadas experimentalmente y de una manera indisociable. Las simplificaciones de las concepciones dualistas de la especie humana, que distinguen entre cuerpo y alma, naturaleza y espíritu (o cultura) sólo contribuyen a alejarnos de una verdadera comprensión del transcurrir de nuestra propias historias.

4.

UNA HISTORIA DE PAZ «IMPERFECTA»

Los presupuestos y postulados contemplados a lo largo de los anteriores epígrafes nos permiten retomar una nueva -en cuanto que pretende prestar

36. A lo largo de este texto vamos a hablar en diversas ocasiones del término dialéctica, como quiera que sobre este concepto hay una amplia polémica es necesario justificar su uso. Lo utilizamos en parte con el significado original, dado por los griegos, de diálogo entre varios presupuestos (inicialmente dos), para definir las relaciones entre los distintos elementos de una realidad (sistema) social. Intentando, desde esta perspectiva, hacer una búsqueda abierta de las interrelaciones entre estos elementos, sin estar determinados, inicialmente por presupuestos mecánicos y cerrados. Sabemos que por el uso que distintos autores (Kant, Hegel, etc.) han hecho del concepto esto puede acarrear algunos problemas pero no hemos encontrado otra alternativa mejor.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

47

mayor atención a aspectos olvidados o marginados hasta ahora- perspectiva de la historia, que a su vez enriquezca y complemente con las ya existentes. En ella que se deberían de incluir los distintos hechos, experiencias y ámbitos de paz hasta el momento visto (solidaridad, cooperación, actividades de baja entropía, negociaciones, tratados, planes de paz, etc.). De esta manera se podría intentar recomponer una Historia de la paz, como una parte inseparable y necesariamente complementaria con el resto de «Historias» y de la «Historia» en general. Hablaríamos de paz , tal como lo hemos venido haciendo, en el sentido de todas aquellas experiencias y estancias en la que los conflictos se han regulado pacíficamente: firma de tratados, paz silenciosa, solidaridad, cooperación, actividades de baja entropía, etc. Es decir en las que los individuos, los grupos humanos o las sociedades han optado por satisfacer sus necesidades y las de los otros basándose en criterios igualitarios y solidarios. Todo ello sin que ninguna causa ajena a sus voluntades (fenómenos de la naturaleza, crisis de subsistencia, epidemias, agentes externos, etc.) lo impidiese. En este sentido incluiríamos la Paz, en el sentido más genérico, aquellas situaciones en que se satisfacen dominantemente las necesidades, con las premisas que hemos señalado anteriormente para todo el conjunto social, a lo largo del tiempo. Las diversas escalas de las regulaciones pacíficas, ya sea a escala individual o grupal (la socialización, caridad, cariño, dulzura, solidaridad, cooperación y mutua ayuda), regional o estatal (acuerdos, negociación, o intercambios) o internacional (pactos, acuerdos, tratados, organismos internacionales, o intercambios). También la paz de las periferias, de las esferas subordinadas y marginadas, donde puede que existiera una mayor predisposición a las regulaciones pacíficas, y la de todos aquellos grupos que por unas u otras razones reconocen sus horizontes y sus prácticas bajo estos presupuestos, podrían ser comprendidos. En la «visualización» de esta Historia de la paz incorporaríamos las interrelaciones causales entre las distintas estancias donde tales prácticas se producen. Es decir las posibles influencias que las acciones de un grupo pudiera tener en otros ámbitos, bien porque algunos de sus miembros interactuan en distintos espacios, bien por la influencia que las obras o las ideas pudieran ejercer sobre otros grupos o comunidades. Serían causales porque las prácticas mantenidas en un primer lugar pudieran ser la causa de que actitudes similares se mantuvieran posteriormente. La Historia esta llena de ejemplos de este tipo, desde los buenos gobernantes

48

FRANCISCO A. MUÑOZ, MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ

que provienen de buenas familias, hasta creyentes y seguidores de religiones e ideologías que mantienen públicamente coherencia con sus convicciones personales o vivencias de diálogo, amor o ternura, pasando por comunidades que adoptan determinadas posiciones pacifistas en conflictos internacionales, por las mujeres en sus actitudes solidarias hacia todo su entorno cercano, a estados en los que la raigambre de las prácticas democráticas tiene repercusión en la convivencia interior y exterior a través de su mayor predisposición a la negociación, etc., o coyunturas de paz en las que las propuestas de los individuos de su sociedad son mas «pacifistas». Cabe resaltar que lo que queremos aquí reconocer no es una paz absoluta, perfecta, que probablemente nunca haya existido -ni exista- en la Historia de la Humanidad. Sino un concepto de paz amplio, que específicamente esté relacionado por la variable: regulación, transformación o resolución cotidiana de los problemas y de los conflictos creados por los propios humanos para consigo mismos, entre ellos mismos, o su relación con la naturaleza. Es por ello que preferimos hablar de una paz imperfecta porque no es total ni esta absolutamente presente en todos los espacios sociales, sino que convive con el conflicto y las distintas alternativas que se dan socialmente a éste para regularlo. Que, aunque las propuestas sean mayoritariamente de regulación pacífica, las propuestas y acciones violentas pueden que también estén casi siempre presentes -tal como nos ha recordado exhaustivamente la historiografía tradicional.37 Desde este punto de vista la investigación interesada en una Historia de la Paz, comprometida con los desafíos que los «nuevos tiempos» nos demandan, con la construcción de la Paz como un instrumento para la recreación de un mundo donde las vías de regulación pacífica de los conflictos se conviertan en la opción principal ante todas las situaciones presentes y futuras. En definitiva una Historia de la Paz que reconozca y analice en el pasado que se desarrolle en el futuro podría tener en consideración las siguientes directrices, a modo de primera propuesta: desarrollar y perfeccionar el análisis de las causas, estructuras y dinámicas de las situaciones de conflicto y las vías de regulación de los mismos; desvelar las instancias en las que se producen las relaciones de la paz

37. Cf. MUÑOZ, Francisco. A. (1999) La paz imperfecta, apuntes para la reconstrucción del pensamiento pacifista, Papeles de Cuestiones Internacionales 65, 11-14.

EL RE-CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA DE LA PAZ

49

y de la violencia; establecer la relación causal y las mediaciones entre los diferentes niveles e instancias donde se practica la regulación pacífica y/o violenta de los conflictos; profundizar en la teorización de las necesidades humanas, su concreción en los derechos humanos y los mecanismos que posibiliten su satisfacción, protección y realización efectiva; explicar lo más fielmente posible los acontecimientos históricos siguiendo estas pautas.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.