El rasgueo de la pluma. Afrancesados escritores (1814-1850)

October 9, 2017 | Autor: Juan López Tabar | Categoría: Guerra de la Independencia Española, Fernando VII, Afrancesados
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Descripción

El rasgueo de la pluma. Afrancesados escritores (1814-1850)

Hace ya más de cincuenta años que Miguel Artola comenzó a desbrozar el camino de la investigación sobre los afrancesados con la publicación de su tesis doctoral en 1953. Hubo algunos ilustres precedentes ahí están, entre otros, los trabajos de Mario Méndez Bejarano o los siempre sugerentes artículos de Deleito y Piñuela pero sin duda el trabajo de Artola supuso el pilar sobre el que asentar las futuras investigaciones. A él siguieron otros: Juretschke, Mercader Riba, biografías de calidad como las del propio Juretschke (Alberto Lista), Demerson (Meléndez Valdés) o Dufour (Llorente), que fueron completando y ampliando el panorama de lo que conocíamos sobre los josefinos. Pero, si exceptuamos el librito de Luis Barbastro Gil sobre el exilio afrancesado, publicado ya en los años 90, todos ellos ponían el punto y final de sus trabajos en torno a 1814. ¿Qué fue de los afrancesados tras el final de la guerra? A esa pregunta intenté dar respuesta mediante la realización de mi tesis doctoral, publicada hace ya unos años1. A ella remito al lector interesado, donde podrá encontrar el transcurso de su trayectoria a lo largo de los penosos años del exilio, el regreso esperanzado de 1820, su evolución a lo largo del Trienio o su destacado papel en los años de la llamada década ominosa, aspecto este igualmente destacado en el reciente trabajo de Jean-Philippe Luis2. Por ello, y dado que el límite de estas páginas es estrecho, quisiera dedicarlas a centrar la atención sobre un aspecto concreto: mostrar la nada desdeñable presencia de antiguos afrancesados entre las publicaciones de todo tipo que vieron la luz en España más allá de 1814. Preciso será comenzar con algunos números para cifrar la importancia de esta presencia. Mi estudio se cimenta sobre una base de datos de más de 4.000 afrancesados, base sobre la que se sustenta mi tesis doctoral ya citada3. Una de mis preocupaciones durante su elaboración fue precisamente la de detectar los escritos de todo tipo que a lo largo de su vida publicaron todos los incluidos en la base. Para ello pasé el larguísimo listado de nombres por el tamiz de diferentes repertorios bibliográficos, muy especialmente el conocido Palau y otros instrumentos como la Bibliografía de F. Aguilar Piñal o los catálogos, impresos y en la red, de las más importantes bibliotecas nacionales. El cotejo ha dado un resultado cercano a las 150 personas de las que se tiene constancia que publicaron algo después de 1814 (se excluye por lo tanto a aquellas que publicaron únicamente en fechas anteriores). A lo largo de los siguientes epígrafes procuraré ordenar en lo posible (no siempre es fácil) a publicadores y publicaciones 1

J. LÓPEZ TABAR, Los famosos traidores.

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J.-P. LUIS, L’utopie réactionnaire.

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En cuanto a las fuentes utilizadas para su elaboración, remito al lector a las primeras páginas de mi citada tesis doctoral. Simplemente diré que utilicé fundamentalmente diversas listas de refugiados, confeccionadas al entrar los josefinos en el exilio francés en 1813, así como otras redactadas en España al acabar la guerra sobre los españoles «adictos al intruso», junto con la consulta de muy variada documentación y bibliografía.

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según su temática. Por razones de espacio me detengo únicamente en los casos más relevantes. 1. Justificaciones y otros escritos autobiográficos4 El final de la guerra y el consiguiente destierro creó el momento propicio para la reflexión sobre lo acontecido, reflexión que dio lugar a una amplia literatura justificativa mediante la cual los refugiados josefinos quisieron presentar ante la opinión publica las razones de su actuación, ya fuera a título individual o colectivo. Así, desde que Fernando VII ocupa el trono en mayo de 1814 hasta la amnistía de septiembre de 1820, numerosas representaciones manuscritas (he localizado más de 200 en el AHN, pero sin duda habrá más) fueron dirigidas al monarca acompañadas del consiguiente juramento de fidelidad. Las motivaciones expuestas en estos escritos son las mismas que se verían repetidas, ya en letra impresa, en aquellas justificaciones que fueron publicadas a lo largo de estos años: falta de un poder sólido en 1808; adopción del partido que parecía el más adecuado para la conservación e integridad de la monarquía, el único que era una garantía de orden en aquellos momentos de anarquía; inutilidad de la resistencia; bondad de la gestión de los funcionarios josefinos y ventajas con respecto a una administración militar francesa... Estos argumentos son el telón de fondo de todas las representaciones impresas en las que sus autores justificaron su actuación a título individual durante la guerra. Es el caso de las obras de los marqueses de Almenara o Arneva, de Gutiérrez de la Torre, Guzmán y Carrión o Segura, entre otros5. Entre las exposiciones a título individual descuellan sin embargo algunas que, saliéndose del guión adulatorio y sumiso hacia Fernando VII, común a muchas de ellas, defienden abiertamente la gestión del gobierno josefino y la figura de José I, prudentemente silenciada, cuando no transfigurada en «rey intruso» en la mayoría de estos escritos. Sin duda la más valiente a este respecto es la Representación del Consejero de Estado D. Francisco Amorós a S. M. el rey D. Fernando VII6, en la que haciendo gala de un estilo claro, directo y sin tapujos, no tendrá reparos a la hora de declarar con dignidad: «me glorío de haber sido miembro de la Asamblea Constituyente de Bayona, de haber obtenido el empleo de consejero de Estado y la Orden Real de España, y de todas las comisiones que he desempeñado y tampoco he pedido»7. Baste este ejemplo. 4

Una síntesis interesante en G. DUFOUR y A. VAUCHELLE-HACQUET, De l’autobiographie politique. A destacar también el trabajo de F. DURÁN LÓPEZ, Catálogo comentado de la autobiografía española. 5

Marqués de ALMENARA, El marqués de Almenara a su defensor y a sus jueces, Madrid, Impr. de El Censor, 1820; Marqués de ARNEVA, Manifiesto de la conducta política del... durante la revolución de España, París, Impr. de Plassan, 1815; Dámaso GUTIÉRREZ DE LA TORRE, Exposición de la conducta política de Don..., caballero de la Orden de Santiago, etc., en tiempo de la dominación francesa..., París, Rougeron, 1816; Antonio GUZMÁN Y CARRIÓN, Relación de méritos y servicios de Don..., capitán de navío de la Marina Real de España, París, Rougeron, 1818; Ramón SEGURA, Carta del Dr. D... a los señores curas del arzobispado de Zaragoza, Bagnères, Impr. de J. M. Dossun, 1819. 6

París, Rougeron, 1814. Sobre Amorós véase la tesis doctoral de R. FERNÁNDEZ SIRVENT, Francisco Amorós. 7

F. AMORÓS, Representación, pág. 43. Esta obra causó tal revuelo que no solo el gobierno español mandó requisar todos los ejemplares que pudieran llegar a España, sino que incluso varios refugiados afrancesados quisieron desmarcarse de su contenido por medio de una carta que publicaron en la Gazette de France el 31 de enero de 1815.

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Entre las representaciones impresas que pulularon a lo largo de estos años las hubo claramente sumisas en petición de clemencia al monarca español, valientes como la de Amorós o descaradamente aduladoras, como las de Sempere y Guarinos, Carnerero o el marqués de Caballero8. Otros, emplearían sesudas argumentaciones jurídicas basadas fundamentalmente en el derecho natural de autores como Puffendorf o Burlamaqui, caso de las anónimas Satisfacción dada por un anónimo a los cargos de traición e infidelidad imputados a los españoles sometidos a la autoridad que por contratos o por la fuerza ocupó casi toda la España y el Discurso de un magistrado de Andalucía en defensa de los españoles que sirvieron empleos en las provincias ocupadas por las armas francesas y que se sometieron al conquistador9. Buena parte de estas publicaciones afrancesadas, unas más que otras, tuvieron una difusión aceptable para la época ya que, además del público español, y en menor medida el francés, el colectivo de los refugiados afrancesados recibía con mucho interés este tipo de publicaciones, que se ponían a la venta en los principales centros de la emigración. Sin duda las que mayor éxito e influencia tuvieron, hasta el punto de que fueron muy citadas en otras representaciones posteriores a su publicación fueron la Memoria de D. Miguel José de Azanza y D. Gonzalo O’Farrill sobre los hechos que justifican su conducta política desde marzo de 1808 hasta abril de 181410, por la importancia de los dos firmantes, ministros del gobierno josefino, y muy especialmente el Examen de los delitos de infidelidad a la patria, publicado de forma anónima por Félix José Reinoso11. El Examen es desde luego la representación afrancesada por antonomasia. Redactada con habilidad y fuerza persuasiva, esta obra, calificada por Menéndez Pelayo como «el alcorán de los afrancesados», «el libro más fríamente inmoral y corrosivo, subvertidor de toda noción de justicia, ariete contra el derecho natural y escarnio sacrílego del sentimiento de patria»12, colmó las expectativas de los refugiados, que vieron en ella la mejor de sus defensas13. Al parecer Reinoso tuvo muy presente durante su redacción el caso de su amigo Joaquín María Sotelo, prefecto josefino que tuvo, al decir de todos, una actuación ejemplar durante la guerra, lo que no 8

Estos tres autores descollaron por encima del resto en su descarado pasteleo con las nuevas autoridades españolas que les llevó a desmarcarse abiertamente de las obras de Amorós o del propio Reinoso en obras como la Histoire des Cortes d’Espagne de SEMPERE (Burdeos, Pierre Beaume, 1815) o la “Carta al autor” que Carnerero insertó en su traducción al francés de la obra de Juan ESCOIQUIZ, Exposition sincère des raisons et des motifs qui engagèrent S. M. C. le Roi Ferdinand VII à faire le voyage de Bayonne en 1808... traduite en français par..., Toulouse, Impr. J. M. Douladoure, 1814. Juan NELLERTO (Juan Antonio Llorente) se encargaría de criticarlos personalmente en sus Memorias para la historia de la revolución española (París, Impr. de M. Plassan, 1814) lo que provocaría sendas respuestas de los acusados a través de diferentes folletos. 9

París, Rougeron, 1816 y Bayona, Impr. de Lamaignère, 1819, respectivamente. Próximamente J-B. BUSAALL, a quien agradezco la información, publicará un artículo al respecto con el título de La fidelidad de los famosos traidores. 10

París, Rougeron, 1815. Tuvo una tirada de 1.560 ejemplares, más que notable para la época.

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Auch, Impr. de la Viuda de Duprat, 1816.

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M. MENÉNDEZ PELAYO, Historia de los heterodoxos españoles, pág. 788.

«La defensa de los afrancesados dirá Javier de Burgos la hizo ya para siempre Reinoso, y no ha habido entre sus enemigos ninguno tan petulante o sabio que se atreva a contradecir ni una sola sílaba de su libro inmortal», en Miscelánea de Comercio, Política y Literatura, núm. 540, 21 de agosto de 1821. El propio calificador de la Inquisición encargado de la censura de la obra admitiría que «el autor ha agotado todo el caudal de su ingenio y podría decirse que nada queda que añadir a la causa que intentan defender» (AHN, Inquisición, 4.501/5). Sobre los avatares de la redacción y publicación del Examen véase I. AGUILERA SANTIAGO, Notas sobre el libro de Reinoso. 13

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le libró de sufrir la cárcel y la persecución al finalizar la misma. En 1818, con motivo de la aparición de la 2ª ed. de su obra, Reinoso escribía a Sotelo diciéndole que «la amistad de Vd. y su incomparable infortunio que he llorado sobre todos los males, han sido los móviles que me excitaron y sostuvieron para la meditación y tareas que me costó la formación de esta obra (...) Yo tuve a Vd. tan presente en mi memoria que sólo de sus acciones benéficas formé los dos capítulos sobre el mérito de los empleados»14. 2. Historia. Literatura. Jurisprudencia Entre los autores de obras de historia encontramos al erudito académico personificado en la figura de Juan Sans de Barutell (1756-1822), archivero del Ministerio de la Marina durante la guerra y caballero de la Orden de España, depuesto de sus cargos en 1814, destinado desde 1794 a recoger información sobre la historia de la Marina española en Simancas y Barcelona de los que dejó 27 vols. manuscritos hoy en la RAH, entre ellos una Memoria sobre el origen de las barras de Aragón que sería publicada póstuma en el tomo VII de las Memorias de la RAH15. Igualmente interesante, como poco conocida, es la figura de Simón de Argote, secretario general de la prefectura de Segovia durante la guerra, autor de unos Nuevos paseos históricos, artísticos, económicos-políticos por Granada y sus contornos en 3 vols.16, obra hecha con mentalidad de investigador que cuenta con un valioso “Ensayo histórico sobre los árabes” donde hace un resumen de la dominación musulmana en la península17. Precisamente sobre los árabes publicaría José Antonio Conde, jefe de división del ministerio del interior josefino su gran obra, la Historia de la dominación de los árabes en España (Madrid, Impr. de García, 1820-1821), en la que por primera vez incluyó fuentes árabes en su estudio y que durante años deslumbró como gran obra histórica antes de que su estrella se apagara18. Igualmente conocidas son otras obras históricas realizadas por antiguos afrancesados. Es el caso de las trabajos que dedicó Juan Antonio Llorente a la Inquisición española, en especial su Historia crítica de la Inquisición de España (París, 1817-1818), obra que sería inmediatamente traducida al francés y a otros idiomas y que conocería numerosas ediciones a lo largo de todo el siglo XIX19; de la Historia de Carlos IV de Andrés Muriel obra que, pese a quedar incompleta (abarca únicamente hasta 14

Carta inserta como apéndice en F. J. REINOSO, En la muerte, págs. 21-22.

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Sobre Sans y Barutell da mucha información F. TORRES AMAT, quien lo trató bastante, en sus Memorias para ayudar a formar un diccionario. 16

Granada, Impr. de Francisco Gómez Espinosa de los Monteros, 1807-1815. Hay ed. facsímil con prólogo de Antonio Domínguez Ortiz en Granada, Albaida, 1985. 17

Sobre esta obra véase el juicio de Mª S. CARRASCO URGOITI, Paseos.

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La obra de Conde causó inicialmente sensación y gozó de gran reputación durante una generación. Pronto fue traducida al alemán y al francés en 1825, pero ya en 1840-1843 P. de GAYANGOS en su The History of Mohammedan dynasties señalaba graves errores en la lectura de las fuentes árabes, algo que remachó definitivamente R. P. DOZY unos años más tarde en sus Recherches sur l’histoire, donde denunció que Conde sabía poco más que el alfabeto árabe y mostró crasos errores. Sobre este asunto puede verse M. MANZANARES DE CIRRE, Gloria y descrédito. Una aproximación a Conde, todavía incompleta, en J. CALVO PÉREZ, Semblanza de José Antonio Conde. 19

Sobre Llorente y su obra véase la monografía de G. DUFOUR, Juan Antonio Llorente. En 1823, otro afrancesado, Tomás RODRÍGUEZ BURÓN, oficial 2º del ministerio de Justicia josefino, publicaría en París un Compendio de la Historia crítica de la Inquisición de España de Llorente, con una biografía del autor, recién fallecido.

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1801) sería profusamente utilizada por autores como Modesto Lafuente en su Historia general de España, y que tendría que esperar hasta final de siglo XIX para verse publicada20, o de los Anales del reinado de Doña Isabel II, de Javier de Burgos21. Por último citaremos al polifacético Sebastián Miñano, quien publicaría una interesada (pero interesante) Histoire de la Révolution d’Espagne de 1820 a 1823 (París, J. G. Dentu, 1824), y un meritorio Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal en 11 vols. (Madrid, Impr. de Pierart Peralta, 1826-1829), precedente del afamado Diccionario de Pascual Madoz. Ya anciano se ocupó en la traducción de la Historia de la revolución francesa de Thiers, a la que añadió cientos de notas propias22. En el campo de la actividad literaria descuellan con nombre propio los ilustres nombres de Moratín y Meléndez Valdés, pero ambos se muestran prácticamente inactivos en las fechas en las que nos ocupamos. El dramaturgo publicó sus cinco grandes comedias antes de la fecha que hemos establecido como límite y, aunque murió en 1828, con posterioridad a 1814 no publicaría obra alguna. Solo nos queda su delicioso epistolario íntimo que publicó hace ya años magistralmente René Andioc23. En cuanto al dulce Batilo moriría pronto, en 1817, aunque no dejaría de escribir odas, como la que dedicó “A mi amigo Don Manuel María Cambronero por su sensibilidad y su amor a la patria” en homenaje a este ilustre josefino, protector de sus compañeros durante el exilio. En 1820 se publicarían en 4 vols. sus Poesías de Don Juan Meléndez Valdés, en una edición preparada por Martín Fernández de Navarrete con noticia histórica y literaria de Quintana. Además de estos grandes astros, otros josefinos darían muestras durante estos años de su mayor o menor inspiración. Inspiración y olfato tuvo sin duda Sebastián Miñano, quien alcanzó renombrada fama y un increíble éxito de ventas con sus Lamentos políticos de un Pobrecito Holgazán24. Igualmente relevante es Alberto Lista, activo como pocos entre los afrancesados durante el Trienio y la década ominosa, quien, además de las publicación de sus Poesías en 1822 (Madrid, Amarita), destacó como preceptor literario en sus afamadas Lecciones de literatura española explicadas en el Ateneo en las que impartió doctrina con una visión renovadora del siglo de Oro 25. Años más tarde publicaría unas Lecciones de literatura dramática española y unos influyentes Ensayos literarios y críticos en dos vols. con prólogo de José Joaquín de Mora26.

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En los tomos XXIX-XXXIV del Memorial Histórico Español, Madrid, Manuel Tello, 18931894. Al parecer fue su traducción al francés de la obra de William COXE, L'Espagne sous les rois de la maison de Bourbon, ou Mémoires relatifs à l'histoire de cette nation, depuis l'avènement de Philippe V en 1700 jusqu'à la mort de Charles III en 1788 (París, De Bure frères, 1827) lo que impulsó a Muriel a seguir adelante con el reinado de Carlos IV. 21

Publicados póstumos en Madrid, Est. Tip. de Mellado, 1850-1851.

22

Se publicaría en 12 vols. en San Sebastián, Impr. de Ignacio Ramón Baroja, 1840. Sobre los avatares de esta traducción puede consultarse las cartas que Miñano dirigió a Reinoso por estos años en J. LÓPEZ TABAR, Cartas de Sebastián Miñano a Félix José Reinoso, en especial las págs. 177 y ss. 23

R. ANDIOC, Epistolario.

24

Publicados por entregas a partir de marzo de 1820. Véase la edición de C. MORANGE, Sátiras y panfletos. E. de OCHOA cifraba en 60.000 ejemplares la tirada de estos Lamentos, cifra que «si hoy sería enorme escribe en 1859 era entonces enormísimo, monstruoso», en Epistolario español, pág. 603 n. 25

Madrid, Nicolás Arias, 1836.

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En Madrid, 1839 y Sevilla, Calvo-Rubio y Cía., 1844, respectivamente.

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Ya a mayor distancia podemos hablar de otros literatos de algún interés. Es el caso de Manuel Norberto Pérez del Camino, fiscal de la Casa de Alcaldes de Casa y Corte josefino, quien durante la guerra mantenía en su casa una activa tertulia literaria. Ya en el exilio en Burdeos, donde casaría con una rica francesa, se dedicó a la traducción de clásicos como Virgilio o Tíbulo27. En 1820 publicaría La Opinión, largo poema filosófico-político destinado a ensalzar al liberalismo como el espíritu de su siglo28. Años más tarde publicaría su Poética y sátiras de Don...29, calificada por Menéndez Pelayo en su Biblioteca de Traductores Españoles como «una de las producciones literarias más notables del primer tercio de nuestro siglo»30. Traductores, como Pérez del Camino, fueron otros ilustres afrancesados, como Javier de Burgos, traductor de Horacio31, o José Gómez Hermosilla, protagonista con Miñano y Lista de empresas como El Censor o El Imparcial durante el Trienio. Helenista de fama merecida, su traducción de la Ilíada (Madrid, Impr. Real, 1831) gozaría de justa fama durante décadas. Como preceptor literario publicó un Arte de hablar en prosa y en verso que desde su publicación en 1826 se impondría como texto oficial en las aulas hasta 1835, aprovechando su cargo de Inspector General de Instrucción Pública32. En 1840 plasmó, desde la preceptiva clásica más cerrada, sus opiniones acerca de los escritores de su tiempo en su Juicio crítico de los principales poetas españoles de la última era (París, H. Fournier), con atención a autores como Moratín, Meléndez Valdés, Jovellanos, Cienfuegos... Personaje de indudable interés es el conocido abate Marchena, quien en el exilio francés se dedicó a la traducción de obras de indudable interés, caso del Emilio, o la educación de Rousseau (1817), las Novelas de Voltaire (1819) o Las ruinas, o meditación sobre las revoluciones de los imperios, de C. F. Volney, obra de gran influencia en España por aquellos años (1820), todas ellas en la imprenta bordelesa de Pedro Baume. En las mismas prensas publicó en 1820 unas Lecciones de Filosofía Moral y Elocuencia..., con un discurso sobre la literatura española, selección de textos clásicos en la que, según Menéndez Pelayo, «Marchena teje a su modo la historia literaria de España (...) La resonancia de tal discurso fue grandísima, sobre todo en la escuela hispalense, y aún no dista mucho de nosotros el tiempo en que los estudiantes sevillanos solían recibir de sus maestros, a modo de préstamo clandestino, los dos volúmenes de Marchena, como si contuviesen la última ratio de la humana sabiduría y el misterio esotérico sólo revelable a los iniciados»33. Obra similar, aunque con un 27

Estas traducciones serían publicadas décadas después por Manuel ALONSO MARTÍNEZ, el conocido político de la Restauración, descendiente suyo: Elegías de Tíbulo, traducidas al castellano por Don..., Madrid, Impr. de Julián Peña, 1874; Las Geórgicas de Virgilio, traducidas por Don..., Madrid, Impr. de J. M. Martínez, 1885. 28

De similar género es La compasión. Poema filosófico y moral distribuido en cinco discursos en verso castellano, publicado por José Joaquín VIRUÉS, mariscal de campo josefino (Madrid, Impr. de Miguel de Burgos, 1822). 29

Burdeos, Lawalle joven, 1829.

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Sobre Pérez del Camino puede consultarse el estudio de su descendiente J. L. ABELLÁN, Manuel Norberto Pérez del Camino. 31

Las poesías de Horacio traducidas en versos castellanos con notas y observaciones críticas por..., 4 vols., Madrid, Imprenta de Collado, 1820-1823. 32

Sobre este importante tratado puede verse el artículo de F. GONZÁLEZ OLLÉ, Arte de hablar en prosa y en verso. 33

M. MENÉNDEZ PELAYO, Historia de los heterodoxos, págs. 455-456. Sobre Marchena véase la excelente monografía de J. F. FUENTES, José Marchena.

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carácter más didáctico es la Biblioteca selecta de literatura española, o modelos de elocuencia y poesía tomados de los escritores más célebres desde el siglo XIV... (Burdeos, Impr. de Lawalle joven, 1819-1820) publicada por Manuel Silvela y Pablo Mendíbil, refugiados ambos en la capital del Garona, donde regentaron una prestigiosa casa de educación. También célebre fue la antología publicada por Juan María Maury, Espagne poétique (París, 1826), en la que se recogen poetas desde Garcilaso a Meléndez Valdés34. Entre los que se dedicaron al teatro destaca por estos años Manuel Eduardo de Gorostiza, hijo de un virrey español en México, capitán de infantería josefino y ayudante de campo del general Hugo, quien tendría éxito con obras como Indulgencia para todos (1818), estrenada por el gran actor Isidoro Maiquez, o Don Dieguito (1820), entre otras, siendo su mayor éxito Contigo pan y cebolla, publicada en 1833 (Madrid, Repullés)35. Periodista activo durante el Trienio desde carteleras como El Constitucional, desencantado con el liberalismo español se lanzará en manos de la nueva nación mexicana, a la que adoptará como patria, y donde haría brillante carrera como político, siendo en numerosas ocasiones ministro36. No faltarían quienes tomaran la pluma para dar rienda suelta a una inspiración con clara intencionalidad política u oportunista. Ya en 1815 el citado Pérez del Camino publicaría una Oda compuesta en honor de S.M.C. Luis XVIII, Rey de Francia y de Navarra, por..., refugiado español37, una alabanza a Francia y a su historia escrita con el fin de «desahogar un pecho abrasado por el reconocimiento» por las ayudas que el monarca francés concedía a los refugiados josefinos. La misma intención adulatoria tendría Francisco León Bendicho, alcalde de casa y corte josefino, al publicar en 1830, en la imprenta del también antiguo afrancesado León Amarita, su oda Al feliz natalicio de la Serenísima señora Infanta de España Doña María Isabel Luisa. Con todo, el caso más flagrante de acomodación a las circunstancias lo encontramos en La noticia feliz. Comedia en un acto en celebridad de la deseada y conseguida libertad del Rey N. S. y toda la Real Familia38, obra que José María Carnerero, verdadero camaleón político, publicó y consiguió estrenar en noviembre de 1823 ¡con presencia de la propia familia real!, cuando durante el Trienio se había mostrado como activo periodista de avanzadas ideas liberales. Las traducciones fueron muy abundantes en ámbitos como el teatro. Los citados Carnerero y Gorostiza lo harían con frecuencia, adaptando al castellano numerosas obras francesas, el primero de ellos desde principios de siglo. También Pedro Ángel 34

La obra sería muy bien recibida por la crítica. Larra le dedicó una elogiosa reseña en la Revista Española del 24 de abril de 1834. Similar, aunque dedicada al teatro, es la obra de Pablo MENDÍBIL, Revista del antiguo teatro español. Selección de piezas dramáticas desde el tiempo de Lope de Vega..., Londres, Impr. Española de M. Calero, 1826. 35

Publicó varias recopilaciones de sus obras: Teatro original, París, Chez Rosa, 1822; Teatro escogido, Bruselas, Chez Tarlier, 1825, etc. 36

Para una primera toma de contacto con este interesantísimo personaje véase M. ORTUÑO MARTÍNEZ, Manuel Eduardo de Gorostiza, y A. de MARÍA Y CAMPOS, Manuel Eduardo de Gorostiza. El principal centro de estudio sobre este personaje está hoy en la University of Texas, en Austin. 37

Burdeos, Pedro Baume, 1815.

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Madrid, Impr. que fue de García, 1823. En la misma línea iría el Manifiesto que en la entrada de S. M. Don Fernando VII y su esposa... María Josefa Amalia..., por Don..., Madrid, Impr. de Antonio Martínez, 1823, publicó el antiguo oficial del registro general del reino josefino Manuel RODRÍGUEZ CARREÑO.

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Gorostiza, hermano de Manuel Eduardo y afrancesado como él (fue asistente del Consejo de Estado), quien sería traductor de Casimir Delavigne. Más interés tiene la atención que varios afrancesados prestaron a La Henriade de Voltaire, un interés que va mucho más allá de sus valores literarios. No es casualidad que en los rigores del exilio Pedro Bazán de Mendoza y José Joaquín Virués se esforzaran por traducir y publicar esta obra, auténtico cántico a la tolerancia personificada en Enrique IV de Francia, que constituye una llamada de atención hacia las autoridades españolas y su monarca. Así, Bazán, en el largo prólogo de su traducción se dirige a Fernando VII, diciendo que «debería recordarse fácilmente a sí mismo en el fiel retrato que hace este poema del combinado carácter de clemencia y justicia que hace este su heroico causante; que su real ánimo se elevó siempre sobre todos los innobles y rastreros afectos del resentimiento y la venganza personal (...); que la sincera benevolencia y la generosidad verdaderamente real con que remontando al trono tuvo a bien correr un espeso velo por todo lo pasado (...) fueron los más finos y acertados golpes de política con que logró convertirles en sus más leales e importantes servidores»39. También entre las publicaciones de temática jurídica encontramos una notable presencia de antiguos josefinos. Sin duda es destacable la especial atención que mostraron algunos de ellos por el derecho natural. Ya hemos dicho antes cómo en buena medida se nutrieron de él, a través de autores como Bossuet, Puffendorf o Burlamaqui para elaborar las justificaciones de su actuación durante la guerra. La huella de estos autores está muy presente en el Examen de Reinoso o en el también citado Discurso de un magistrado de Andalucía..., publicado de forma anónima pero atribuido por Gómez Uriel al aragonés Agustín de Quinto40. Pues bien, otros autores prestaron igualmente atención preferente al iusnaturalismo. Es el caso de Antonio Ortiz de Zárate, presidente de las Juntas Criminales de Segovia durante la guerra, quien publicó De la autoridad real según las leyes divinas reveladas, las leyes naturales y la carta constitucional (Madrid, 1821)41; Miguel Ruiz de Celada, alcalde del crimen de la chancillería de Valladolid durante la guerra, a quien se deben Los fundamentos de la jurisprudencia natural, traducción libre del francés considerablemente aumentada por... (León, 1821), o de Manuel Pascual Hernández, juez de primera instancia en la Segovia josefina quien, también en el Trienio, publicó la traducción de Derecho de Gentes o principios de la Ley natural, aplicados a la conducta y a los negocios de las Naciones y de los Soberanos de Emer de Vattel42. También Bossuet es uno de los pilares sobre los que Félix Amat fundamenta sus Observaciones políticas sobre la potestad eclesiástica,

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La Henríada, Alais, Impr. de Martín, 1816. Bazán, intendente de Soria durante la guerra, había traducido anteriormente Hirza (Madrid, 1806), también de Voltaire. En cuanto a Virués, mariscal de campo josefino, personaje muy interesante, publicaría su versión unos años más tarde en Madrid, Impr. de Miguel de Burgos, 1821. Sobre este asunto puede verse el artículo de F. LAFARGA, Sur la fortune de La Henriade en Espagne. 40

M. GÓMEZ URIEL, Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses. En cuanto a REINOSO, además del Examen, conviene citar sus Reparos sobre los capítulos primeros y sobre el estilo del proyecto del Código Penal, Sevilla, Impr. Mayor, 1821. 41

Su carrera posterior en la judicatura puede verse en su expediente en AHN, Fondos Contemporáneos. Ministerio de Justicia, leg. 4.735, exp. 7.096. 42

Madrid, Impr. de Sancha, 1820. Esta edición incluía también la traducción de Memoria sobre esta cuestión ¿cuáles son los medios de fundar la moral de un pueblo? de DESTUTT DE TRACY. En 1834 apareció una nueva edición, corregida y aumentada con una noticia sobre el autor en la imprenta madrileña de León Amarita.

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destinadas a analizar las relaciones entre el poder eclesiástico y el civil43. Sobre la presencia del iusnaturalismo entre los escritos de los afrancesados remito de nuevo a la citada obra en prensa de Jean-Baptiste Busaall. Personaje muy interesante en el ámbito jurídico es Manuel María Cambronero. Consejero de Estado durante la guerra, uno de los primeros difusores de la obra de J. Bentham ya en el Madrid josefino44, tras su regreso del exilio publicó en 1820 La institución de los mayorazgos examinada histórica y filosóficamente, con un proyecto de ley para su reforma45, y pudo se quizás el autor de Los principios de la Constitución española y los de la justicia universal aplicados a la legislación de señoríos 46, obras ambas surgidas al calor de la discusión en las Cortes de la ley sobre señoríos que finalmente sería aprobada en mayo de 1823. También destaca en estos años del Trienio la labor de Ramón de Salas, uno de los padres del derecho constitucional español, y autor de unos Principios de legislación civil y penal (Madrid, 1821), y unas afamadas Lecciones de derecho público constitucional para las escuelas de España (Madrid, 1821)47. El mismo año publicaba la traducción del Comentario sobre El espíritu de las Leyes de Montesquieu de Destutt de Tracy (Burdeos, Lawalle joven), con un prólogo suyo en el que, dando muestras de su sincero liberalismo subrayaba: «Lo que ahora importa es que sepamos estimar, afirmar y conservar los bienes inmensos que debemos a esta carta sagrada la Constitución, y para esto nada conduce tanto como extender y popularizar las ideas liberales a que el hombre no puede dejar de aficionarse luego que las conoce». Dejando de lado el papel desempeñado por otros juristas como Pedro Sáinz de Andino, durante la década ominosa48, citaré por último a dos autores que, al calor de los acontecimientos, afloraron en 1833 con motivo de la problemática sucesión a la corona. Se trata de Eustasio Villaseñor, teniente de ingenieros durante la guerra y autor de un Derecho público de la Francia en materia de regencia, fundado en la discusión de los hechos ocurridos en las minorías de sus reyes, traducido del francés por... (Madrid, 1833), y de Francisco Fernández del Pino, oidor de la Audiencia de Sevilla josefina, que

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Barcelona Impr. Viuda Pla, 1817-1822, 3 vols. En esta obra Amat, nombrado obispo de Osma y comendador de la Orden de España por José I, opondrá al «fanatismo de los ultramontanos» el galicanismo moderado de Bossuet. Véase al respecto la obra de R. CORTS I BLAY, L’arquebisbe Fèlix Amat, págs. 346 y ss. 44

Sobre el importante papel desempeñado por Cambronero y otros josefinos en la difusión en España del utilitarismo de Bentham veáse J. LÓPEZ TABAR, Los famosos traidores, págs. 206-209. 45

Madrid, Impr. de Collado, 1820. Por la misma época Mariano AMADORI, comisario cuartel de la Sevilla josefina, publicó una Memoria sobre señoríos territoriales y solariegos (Madrid, 1821). 46

Madrid, 1821. A. PALAU manejó un ejemplar de esta obra anónima que contenía al margen una inscripción manuscrita que atribuía la obra a un tal “Cambronen” (véase su Manual del Librero, t. XX, pág. 272). Me ha parecido interesante apuntar esta posibilidad. 47

Sobre la importancia de esta obra remito al estudio introductorio de J. L. BERMEJO CABRERO en la edición de las Lecciones publicada en Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982, págs. IXL. Salas, prestigioso profesor de la Universidad de Salamanca en las décadas finales del XVIII había sido prefecto de Guadalajara y Toledo durante la guerra. 48

Véase al respecto J. LÓPEZ TABAR, Los famosos traidores, págs. 340-346. ANDINO publicó por estos años unos Elementos de elocuencia forense en 2 vols. (Madrid, Julián Viana Razola, 1828). Años más tarde publicaría Los gobiernos representativos (Madrid, Sociedad de Operarios, 1847), y colaboraría en los seis primeros tomos de la obra de Lorenzo ARRAZOLA, Diccionario de derecho y administración, o Nuevo Teatro universal de la legislación de España e Indias, Madrid, 1848-1859.

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el mismo año publicó en Valladolid un Testimonio de las Actas de Cortes de 1789 sobre la sucesión de la corona de España. Por último, en el ámbito de la historia del Derecho merece citarse a Juan Sempere y Guarinos, que en las postrimerías de su vida publicó unas Memorias para la Historia de las Constituciones españolas. Memoria primera sobre la constitución gótico-española, por... (París, Rougeron, 1820) y una Historia del derecho español en dos vols. (Madrid, Impr. Real, 1822-1823)49. 3. Ciencia50 Incluyo bajo este epígrafe, a modo de cajón de sastre, a geólogos, botánicos, médicos e incluso autores de obras de agricultura y no solo a científicos en sentido estricto de la palabra. Entre los autores que publicaron obras destinadas a la mejora de la agricultura podemos citar en primer lugar a Claudio Boutelou, vinculado al Jardín Botánico de Madrid desde 1799, siendo su director durante la guerra. Allí era profesor desde 1807 de agricultura y botánica agrícola. En 1801 había publicado con su hermano Esteban un Tratado de la huerta, o modo de cultivar toda clase de hortalizas, y en 1817 publicó unos Elementos de Agricultura (Madrid, Martínez Dávila). Diez años más tarde publicaría en Madrid la segunda ed. mejorada de su Tratado de las flores, publicado originalmente en 1804. Botánico fue también, con especial atención a las labores agrícolas el citado Agustín de Quinto. En 1818 publicó un Curso de agricultura práctica, conforme a los últimos adelantamientos hechos en esta ciencia y a las mejores prácticas agrarias de Europa (Madrid, Collado), a la que agregó, a modo de fábula agrarista El barón Robinski o la moral del labrador, publicada el mismo año, en la que incluyó una poesía de Alberto Lista, a quien conoció en el exilio51. También ilustre botánico fue Simón de Rojas Clemente, funcionario del ministerio del Interior josefino y Diputado a Cortes en 1820, «bibliotecario de yerbas, botánico callado y vegetante», según una descripción de la época52, y autor entre otras obras de un Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía (Madrid, Villalpando, 1817) o unas Reglas para el cultivo del algodón (Valencia, Impr. de Ferrer y Orga, 1821). Citar también a Francisco Verdejo Páez, profesor de aritmética, álgebra y geometría en el colegio de Lavapiés josefino, autor de un Tratado de agrimensura, o arte de medir tierras (Madrid, Repullés, 1814) y una Guía práctica de agrimensores y labradores (Madrid, 1822) que conoció nueve ediciones. Polifacético e inclasificable es José María Ruiz Pérez. Administrador de bienes nacionales de Martos durante la guerra, publicaría obras de aplicación a la agricultura como un Tratado teórico y práctico de la fermentación espirituosa o alcohólica fundado en experiencias... aplicable al arte de fabricar vinos y aguardientes (Granada,

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Sobre Sempere véase la monografía de J. RICO GIMÉNEZ, De la Ilustración al Liberalismo.

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Resulta imprescindible en este punto la consulta de la tesis doctoral de J. R. BERTOMEU SÁNCHEZ, La actividad científica. 51

Años más tarde Braulio Antón RAMÍREZ, en su clásico Diccionario de bibliografía, pág. 102, mostraba su aprecio por el Curso de Quinto por «sus serias investigaciones sobre cuanto se ha escrito acerca de la agricultura», así como «su excelente método y sano juicio en todas las apreciaciones». 52

Condiciones y semblanzas de los Diputados a Cortes para la legislatura de 1820 y 1821, Madrid, Impr. de D. Juan Ramos, 1821.

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M. Sanz, 1845)53, obras médicas como una Memoria del cólera morbo asiático, su método curativo (Granada, Impr. de Benavides, 1834) o geológicas, y fue un hombre preocupado por la divulgación científica también desde la prensa54. De interés resulta también la figura del ingeniero Juan López Peñalver, traductor de unas Cartas a una princesa de Alemania sobre variadas materias de física y filosofía de Leonardo Euler en 4 vols. (Madrid, 1822), o del geólogo Joaquín Ezquerra del Bayo, quien pese a su juventud sería nombrado asistente del Consejo de Estado josefino y secretario personal de José I desde abril de 1812, profesor de la Escuela de Ingenieros de Caminos (1821-1823), traductor de los Elementos de geología de Charles Lyell (Madrid, 1846), aportación importantísima al ser la primera geología publicada en España, y autor entre otras obras de unos Elementos del laboreo de minas (Madrid, Salvador Albert, 1839), que fue manual de esta asignatura durante todo el siglo XIX55. Entre los matemáticos podemos citar además de al canónigo José Isidoro Morales, autor de una prestigiosa Memoria matemática sobre el cálculo de la opinión en las elecciones (Madrid, 1797, traducido al francés en 1829)56, a Francisco Pérez del Rivero, jefe de división en el ministerio de Hacienda josefino, autor de unas Lecciones gramaticales de ideología matemática en tres vols. (Cádiz, Impr. de J. M. Guerrero, 1829-1830). Por último, en lo que respecta a las publicaciones médicas cabe hablar del catalán Francisco Piguillem, muy relacionado con la Escuela de Medicina de Montpellier, uno de los primeros introductores en España de la vacuna y de la auscultación, autor entre otras obras de unos Opúsculos clínicos (Barcelona, Impr. de Silverio Lleyxa, 1820)57, y de Carlos Gimbernat, hijo del afamado cirujano Antonio de Gimbernat autor de estudios geológicos y de obras de medicina como una Institution sur les moyens propes à prevenir la contagion des fievres epidemiques (Estrasburgo, 1814), traducida al alemán y al castellano en 182158. Por último citar a al cirujano militar José Lorenzo Pérez, autor de unos Elementos de materia médica arreglados a los principios fisiológicos adoptados por J. B. G. Barbier (Madrid, 1825), y de unas Reflexiones sobre el cólera morbo epidémico que ha reinado en esta corte (Madrid, Repullés, 1834). 4. Economía. Educación El cambio de régimen en 1820 impulsó, con la apertura de nuevas perspectivas y el cambio radical en las condiciones de la libertad de prensa, la publicación de numerosas obras y panfletos de carácter económico y tendencia más o menos arbitrista a 53

En AHN, Consejos, leg. 12.223, núm. 17, se dice que en 1825 pasó al sur de Francia para contrastar varias experiencias sobre la fabricación de aguardientes y vinos. 54

Preocupación que expresó en artículos como “Sobre la necesidad y modo de propagar los conocimientos útiles”, publicado en la Estafeta de San Sebastián de Lista y Miñano (núms. 47-49, abril de 1831) o una serie de artículos sobre ciencias físicas publicados en la revista granadina La Alhambra como el titulado “Ciencias físicas. Del peso absoluto y peso específico de los cuerpos”, t. IV, 1841, págs. 43-45, 89-90 y 105-106. 55

Más información en E. COBERTERA LAGUNA, Revolución industrial y minera.

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Sobre la importancia de esta obra y de su autor véase M. MORENO ALONSO, Sevilla napoleónica, págs. 256 y ss. 57

Más información sobre él en O. MIRÓ Y BORRÁS, Bibliografía del doctor Francisco Piguillem.

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Sobre Gimbernat véase L. SOLÉ SABARIS, La vida atzarosa.

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la que no se sustrajeron algunos antiguos afrancesados, muchos de ellos recién regresados a su patria. A algunos de ellos no les faltaban sólidos conocimientos económicos y hacendísticos, caso de Francisco Gallardo Fernández, director general de rentas durante la guerra, autor del Origen, progresos y estado de las rentas de la Corona de España (Madrid, Impr. Real, 1805-1808), obra de gran fama, y que por estos años publicó un Plan general de Hacienda en el que se propone el restablecimiento de las principales rentas y contribuciones que tiene la Nación en 1808... (Madrid, 1822) que presentó a las Cortes y que, dados sus conocimientos, posiblemente tendría más enjundia que otros proyectos más fantasiosos. También bien preparado estaría sin duda José Vasconi, jefe de la administración de rentas del Madrid josefino, autor de una Memoria sobre el sistema de contribuciones que podrían establecerse para igualar los gastos con las rentas de la Nación (Madrid, 1820). Ya sin el prestigio de los anteriores cabe citar a Juan del Castillo Rodríguez, autor de A las Cortes de España. Manifiesto español, desenvolvimientos de esta Nación (Madrid, Mariano Miedes, 1820) y de un Segundo manifiesto que hace a las Cortes... para librar a la patria de todo género de contribuciones (Madrid, 1820) y a Luis Astigarraga, tesorero de la aduana de Irún durante la guerra, pedagogo de interés (introdujo en España el método de la enseñanza mutua) y autor de un “Prospecto de un plan de prosperidad general para ocupar todos los brazos de la Nación” que publicó en El Patriota Luminoso, periódico bilbaíno del que era principal redactor59. El campo de la educación fue especialmente frecuentado por los antiguos josefinos. Ya antes de la guerra personajes como Juan Andújar y especialmente Francisco Amorós hicieron aportaciones interesantes al respecto, en especial el segundo, que destaca como introductor del método pestalozziano en España60. Durante el exilio no fueron pocos los que se ganaron la vida como profesores de las más variadas materias, creando en algunos casos casas de educación que llegaron a alcanzar notable prestigio, caso de la regentada en Burdeos por los citados Mendíbil y Silvela. Durante el Trienio José Garriga y Alberto Lista, uno de los grandes educadores del siglo, montaron sendos colegios, siendo el de San Mateo, regentado por Lista, el lugar donde se formaron ilustres alumnos como José de Espronceda, Eugenio de Ochoa o Ventura de la Vega, entre otros. Lista no abandonaría nunca su actividad docente a la que se dedicaría en pleno en sus últimos años a través de sus colegios de Cádiz y Sevilla61. Por todo ello es lógico que nos encontremos con un buen puñado de obras destinadas a la educación en todas sus vertientes. En un plano teórico, aunque se escapa de la cronología de este artículo es preciso citar a Manuel Narganes de Posada y Francisco de Paula González de Cándamo. El primero, redactor de la Gaceta de Madrid josefina, publicó en 1809 sus Tres cartas sobre los vicios de la instrucción pública en 59

Sobre estas publicaciones véase el artículo de A. GIL NOVALES, Los arbitristas.

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Trato de estos temas en J. LÓPEZ TABAR, Los famosos traidores, págs. 28 y ss. AMORÓS publicaría sobre esta experiencia una Mémoire lu à la Société pour l’Instruction Elémentaire de Paris..., sur les avantages de la Méthode d’Education de Pestalozzi et sur l’experience décisive faite en Espagne en faveur de cette Méthode, París, Favre, 1815. Amorós destacaría años después como el inventor de la gimnasia moderna. 61

Sobre el papel de los afrancesados en la educación en estos años véase J. LÓPEZ TABAR, Los famosos traidores, págs. 248 y ss. Sobre el papel de Lista como pedagogo y la importancia del Colegio San Mateo, J. REYES SOTO, La obra educativa. Un testimonio directo en E. BENOT, Alberto Lista, para quien «ningún hombre como profesor, y sin haber pasado por las alturas del poder, ha ejercido influencia mayor en nuestro país».

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España y proyecto de un plan para su reforma62, y el segundo, fiscal de lo civil de la chancillería de Valladolid durante la guerra, una Memoria sobre la influencia de la instrucción pública en la prosperidad de los estados63. Entre los autores de manuales, de las más variadas materias, destacar en primer lugar a Juan Manuel Calleja, administrador del partido de Uceda durante la guerra, compañero de tareas educadoras de Alberto Lista, autor de unos Elementos de gramática castellana (Bilbao, 1818); Francisco Tramaría, secretario de la Imprenta Real durante la guerra, quien regentaría una academia de francés en Madrid desde 1825 y sería años más tarde catedrático de francés y director del Instituto de Noviciado en 1846. Publicó una Gramática francesa para uso de los españoles (Madrid, Impr. de Moreno, 1829) que tendría notable éxito, hasta el punto de ser designada en 1848 texto oficial de la asignatura por el Consejo de Instrucción Pública64. El citado Francisco Verdejo, catedrático de matemáticas en los Estudios de San Isidro durante el Trienio y más tarde profesor en el colegio de José Garriga publicó, entre otras obras didácticas, unos Principios de geografía astronómica, física y política (Madrid, Ripollés, 1818) que conocería una treintena de ediciones hasta finales del siglo y sería utilizado por muchos colegios. Por último, el propio Garriga publicó una Gramática de la lengua castellana compuesta por la Academia española, ordenada en forma de diálogo y aumentada con un tratado de ortografía (Madrid, 1823). **************** Creo que este rápido panorama puede dar una idea de la riqueza de la aportación que los antiguos josefinos hicieron a las diferentes ramas del saber, y en definitiva de su presencia entre la letra impresa en estos años de transición al Nuevo Régimen. Es la finalidad de estas páginas. Por razones de espacio no he tratado las diferentes publicaciones que de su pluma salieron en torno a los avatares políticos de aquellos años, aunque la política se adivine como telón de fondo de no pocas de las obras aquí reseñadas. Tampoco me ocupo de la prensa, campo en que no sólo destacaron los Lista, Hermosilla o Burgos a través de sus conocidas carteleras (El Censor, El Imparcial, La Gaceta de Bayona...), pues en él pulularon las firmas de muchos otros afrancesados en las más variadas cabeceras. Qué decir, por ejemplo, de la importancia de publicaciones como las Cartas Españolas (1831-1832) y la Revista Española (1832-1836) de Carnerero, desde las que dio la alternativa a jóvenes espadas de la nueva generación romántica. Trato de uno y otro aspectos de forma detenida en mi citado libro al que estas páginas sirven de complemento.

Juan López Tabar 62

Madrid, Impr. Real, 1809. Sobre esta obra véase J. RUIZ BERRIO, El plan de reforma.

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Madrid, 1810. La obra fue prohibida por la inquisición en 1816 y se reeditó en Salamanca, Impr. de Vicente Blanco, 1820. 64

Un texto similar es la Gramática francesa para uso de los españoles (Madrid, Impr. de Tomás Albán, 1824) de Francisco CABELLO MESA, coronel de caballería josefino.

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Dr. en Historia

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Se incluye únicamente la bibliografía utilizada como fuente. No cito en esta relación los títulos de obras de afrancesados, objeto de este artículo, que el lector podrá encontrar, con sus datos completos, en las notas al pie.

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