El Qhapaq Ñan en Chile. Tramo 2: Miño – Lasana, Región de Antofagasta. Informe presentado al Programa Qhapaq Ñan-Chile, Consejo de Monumentos Nacionales, Santiago, 2008.

June 14, 2017 | Autor: José Berenguer | Categoría: Inkas, Inka roads, Arqueología Inka, Atacama Desert
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Descripción

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MIÑO Faldas del Miño Esquiña Pampa El Inca Pampa Tarapata DESENCUENTRO Desencuentro Lequena Viejo Bajada del Toro Cerro Colorado Abra de Revinco

Incaguasi Todos los Santos

LASANA

EL QHAPAQ ÑAN EN CHILE TRAMO 2: MIÑO – LASANA, REGIÓN DE ANTOFAGASTA José Berenguer R. Iván Cáceres R. TAGUA TAGUA CONSULTORES Santiago, mayo de 2008

2 INTRODUCCIÓN

En abril de este año viajamos al valle del Alto Loa por encargo del Consejo de Monumentos Nacionales, recorriendo y registrando segmentos de camino inkaico y sitios prehispánicos e históricos asociados o vecinos a él, con la finalidad de proveer información arqueológica básica sobre el derrotero, características y contenido del Qhapaq Ñan en el Tramo 2: Miño – Lasana (Comuna de Calama, Provincia de El Loa, Región de Antofagasta).1 El presente informe expone los resultados de este trabajo. Su objetivo general es enriquecer la información que se dispone para la postulación del Qhapaq Ñan en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Los objetivos específicos son argumentar sobre el valor patrimonial y la excepcionalidad del Tramo 2, así como sugerir secciones de la arteria que pudieran ser consideradas por el Programa Qhapaq Ñan-Chile para actividades de diagnóstico e intervención posteriores. El informe se compone de siete apartados. Los tres iniciales proporcionan diversos antecedentes que permiten contextualizar la información básica. El primer apartado presenta un panorama general sobre la expansión inkaica y algunos de los principales aspectos de la ocupación inka en la Región de Antofagasta. El segundo es una descripción de las características físicas y bióticas del valle del Alto Loa. El tercero sintetiza la historia cultural del valle desde el Período Arcaico Tardío hasta la actualidad, con énfasis en el Horizonte Tardío o Período Inka. El cuarto expone y discute los procedimientos metodológicos ocupados en terreno durante la reciente campaña de abril. Los capítulos quinto y sexto constituyen la médula del informe: comunican y evalúan los resultados de la campaña. El apartado final contiene las conclusiones y recomendaciones de la expedición. Se sugieren también algunos recaudos a tener en cuenta. LOS INKAS EN LA REGIÓN DE ANTOFAGASTA

La expansión de los inkas se inició con una rápida conquista militar de territorios y grupos étnicos circundantes al Cuzco, siguió luego con la anexión de amplias áreas a ambos lados de los Andes peruanos y, en poco más de un siglo, concluyó con la conquista de un enorme territorio que se extendía desde el S de Colombia hasta Chile central. La eficiente maquinaria estatal cuzqueña desplazaba tropas, funcionarios y bienes a través de grandes distancias e instauraba en las provincias un régimen de gobierno basado tanto en alianzas con las autoridades locales, como en la redistribución de bienes y servicios (Núñez et al. 2005). En su clímax el Imperio Inka o Tawantinsuyu abarcaba cuatro grandes divisiones territoriales: Antisuyu, Condesuyu, Chinchaysuyu y Qollasuyu. Partes de Perú, Bolivia, Chile y Argentina quedaron comprendidos en el Qollasuyu, que correspondía a las provincias del sur del imperio. Tradicionalmente, se ha considerado a este vasto territorio 1

Lo hicimos en compañía de la conservadora Cecilia Lemp, que trabaja para el Programa Qhapaq ÑanChile, y de la bióloga Lorena Morales de EcoTecnos. Los informes de estas especialistas serán presentado en forma separada de este informe.

3 un área marginal a los intereses del Inka debido a su escasa población, a su relativa ausencia de grandes instalaciones y a su distancia del Cuzco (Hyslop 1984; Malpass 1993; D’Altroy 2002: 257; sin embargo, véase Hyslop 1993). Aun así, son numerosas las evidencias de actividad inkaica en el Qollasuyu, al punto que hasta hace seis años se contabilizaban cerca de 400 sitios inkas o mixtos inka-local en el área (D’Altroy 2002: 257). Esta masiva evidencia refleja un esfuerzo imperial considerable, planificado y ejecutado en el marco de una nítida concepción global. Al igual que en los otros tres suyus, en el Qollasuyu las autoridades cuzqueñas establecieron la mit’a, un sistema de turnos laborales mediante el cual las poblaciones conquistadas tributaban al Estado. En los territorios ocupados los inkas intensificaron la producción agrícola, ganadera, minera y artesanal; en ciertas áreas erradicaron a la población nativa, reocupándolas con poblaciones foráneas o mitimaes; en muchas de las principales cumbres erigieron “santuarios” donde practicaron ritos sacrificiales como la qhapaq ucha; y a lo largo y ancho del territorio construyeron el Qhapaq Ñan, una extensa red de caminos longitudinales y transversales, centros, tampus y chaskiwasis para administrar y controlar los territorios anexados. Cuando los inkas llegaron a la árida Región de Antofagasta encontraron a la población atacameña concentrada en dos grandes cuencas del interior: la hoya hidrográfica del río Loa y la cuenca del salar de Atacama. Puesto que las tierras locales son pobres para la agricultura en comparación con otras partes, pero ricas en recursos de subsuelo, el consenso actual entre los investigadores es que la principal motivación para la conquista no fue la producción agrícola, sino la fabulosa riqueza minera de la región (Aldunate 2001; Berenguer et al. 2005; Núñez et al. 2005). El Estado cuzqueño aprovechó la milenaria experticia de los atacameños en el rubro (Núñez 1999), para explotar diversos metales, piedras semipreciosas y tierras de colores, incrementando la producción en yacimientos que estaban siendo explotados de mucho antes, tales como Collahuasi, El Abra, Chuquicamata, Cerro Verde, San Bartolo y otros (Lynch & Núñez 1994;; Uribe 1999-2000; Salazar 2002; Berenguer et al. 2005; Berenguer 2007). Mediante alianzas con las elites de la región, pero superponiendo un nivel de gobierno más alto, los inkas involucraron a la población local en relaciones de tributo con el Estado. Grandes cantidades de huesos de camélidos y cientos de fragmentos de aríbalos, ollas y platos en los sitios atestiguan las comidas, bebidas y festines con que el Estado retribuía a la población local sus prestaciones colectivas de trabajo. Para controlar los recursos mineros, así como la producción agrícola y ganadera de apoyo, los inkas construyeron grandes centros administrativos en Turi (Aldunate 1993) y posiblemente Chiuchiu (Berenguer 2007) en la hoya del Loa, y en Catarpe (Lynch 1977, 1993) y Peine (Núñez et al. 2005) en la cuenca del salar de Atacama, todos conectados por una red vial provistas de tampus y chaskiwasis, la que, por lo general, fue trazada sobre viejas rutas caravaneras (Niemeyer & Rivera 1983; Hyslop 1984; Berenguer et al. 2005; Núñez et al. 2005).2 Kallankas, qanchas, plazas, ushnus y otras emblemáticas unidades de la arquitectura inkaica, constituyen parte de la infraestructura de administración y control establecida por el Tawantinsuyu en la región.3 Aquí, como en otras partes del imperio, el Qhapaq Ñan o “Camino Principal Andino” fue una eficiente herramienta de dominación física del territorio. Desempeñó, por 2 3

Para definiciones de tampu y chaskiwasi, véase Hyslop (1984). Para definiciones de estos conceptos, véase Hyslop (1990).

4 cierto, importantes funciones económicas y militares, pero, al igual que los “santuarios” instalados por los inkas en las cumbres atacameñas (Cornejo 2001), fue también un poderoso instrumento de conquista simbólica de los habitantes de la región. Después de todo, el significado literal de Qhapaq Ñan en quechua es “Camino Poderoso” (Urioste 1980: 1096). La apropiación y modificación por los inkas de las rutas de tráfico tradicionales (y en último término, del paisaje regional), procuraba borrar la memoria anterior e inaugurar una nueva historia, dando denominaciones nuevas a los lugares y presentando a los invasores como gobernantes capaces de imponerse a la geografía mediante la asombrosa rectitud de su eje vial (Berenguer 2004a). No es raro, por lo tanto, que hasta hoy circulen leyendas entre los habitantes sobre el “Rey Inka” que habita los cerros, modifica el paisaje y controla el destino del mundo (Aldunate et al. 2003). Central en la estrategia del imperio en la Región de Antofagasta fue la ocupación del Alto Loa, donde se encuentran las reservas de cobre más grandes del mundo. Describimos a continuación el escenario físico y biótico de este valle. GEOGRAFÍA Y MEDIO AMBIENTE

El valle del Alto Loa es una fosa intermontana de origen tectónico de casi 150 km de largo y unos 20 a 25 km de ancho máximo. El río nace en las vertientes de Pozo de Miño y Ojos de Miño, a casi 4000 m snm, en un amplio anfiteatro limitado por serranías y volcanes. Desde éste desciende un extenso pedimento árido conformado por el carcanal Mal Paso en su parte superior y detritos de diversos orígenes y naturaleza en su parte inferior. Muchos de estos campos de tobas se hallan incisos por quebradas secas o de escurrimiento temporal que alimentan el río Miño. Al unírsele 5 km más abajo el estero Nacimiento, el Miño toma el nombre de río Loa. Desde allí, el valle corre de N a S por una meseta inclinada o rampa de no más de 10° de pendiente, encajado entre dos largas cadenas montañosas: al W la cordillera del Medio y al E la cordillera Andina.

El rectángulo señala la localización del valle del Alto Loa en la Región de Antofagasta.

5 Relieve y características litológicas La cordillera del Medio -poseedora de las mayores reservas de cobre del planetaestá compuesta principalmente por rocas fundamentales mesozoicas del Jurásico y Cretácico Inferior, con intrusiones de rocas plutónicas como el cordón Cerro Colorado (4466 m) y el macizo de granodiorita del Mineral de Chuquicamata. Una de sus máximas elevaciones es el cerro Pajonal (4550 m), en cuyas proximidades se hallan Conchi Viejo, el actual Mineral El Abra y el prehispánico Complejo Minero San José del Abra (Salazar 2002). Se trata de una cadena continua, pero franqueable a través de unos pocos pasos hacia el W. La cordillera Andina, en tanto, es un cordón volcánico activo más nuevo y de mayor altitud que la cordillera del Medio, con estrato-volcanes de edad pleistocénica. Con un zócalo no inferior a 3800 m de altitud, sus nevados más altos alcanzan entre 5000 y 6000 m snm. De estas imponentes construcciones pueden mencionarse los volcanes Miño (5661 m), Aucanquilcha (6176 m), Polán (5362 m), Gordo (5196 m), Chela (5644 m), Palpana (6023 m), Cebollar (5716 m), Polapi (5949 m), Carasilla (5040 m), San Pedro (6145 m) y San Pablo (6092 m). Varios pasos comunican al Alto Loa con el E a través de este cordón.

Cerro Colorado, cordillera del Medio.

Volcán Miño, cordillera Andina.

De ambas cadenas montañosas descienden hacia la fosa del Loa sendos planos inclinados. El plano occidental es una penillanura árida de declive al E, cruzada por numerosas estribaciones y cerrillos desprendidos de la cordillera del Medio, así como por medio centenar de quebradas de escurrimiento estacional, algunas someras y otras profundas. El plano oriental, en tanto, es una penillanura árida de declive al W. Lo atraviesan varias coladas de lava extendidas en abanico que angostan el valle, así como otro medio centenar de quebradas de características similares a las de la banda opuesta. Quebradas, estribaciones y coladas delimitan llanadas conocidas localmente como "pampas". Por estas planicies corrió el camino inka. Las rocas volcánicas más importantes del área corresponden a ignimbritas dacíticas y riolíticas (Ramírez & Huete 1981). Estos flujos piroclásticos soldados, de color blanquecino el superior (dacítico) y rojizo o anaranjado el inferior (riolítico), forman parte

6 del volcanismo fisural del terciario (Mioceno Superior - Plioceno) e incluyen niveles basales de conglomerados, posiblemente fluviales. Las placas ignimbríticas de las pampas occidentales se encuentran en su mayor parte cubiertas por depósitos de piedemonte, consistentes en diferentes tipos de rocas volcánicas e intrusivas (Pino 1998). El piedemonte volcánico es resultado de procesos de meteorización o rotura in situ. El intrusivo, en cambio, es causado por procesos de desintegración, remoción y transporte desde la cordillera del Medio bajo la forma de bolas de granito y arenas. Las placas de ignimbritas de las planicies orientales, por otra parte, presentan una cubierta por lo general formada por andesitas y basaltos, presumiblemente asociadas a procesos coluviales y aluviales holocénicos derivados de los conos volcánicos vecinos. Son campos de lavas cuaternarias originados en grandes coladas en abanico. En ausencia de materiales sueltos como éstos, aflora en ambas planicies roca firme o no alterada bajo la forma de planchones ignimbríticos en proceso de denudación y peneplanización, localmente conocidos como “carcas”. En algunos sectores, como en las pampas Cuestecilla, Carrazana y Cerro Guacho, quedan aún remanentes de las ignimbritas superiores o dacíticas; se trata de “planchadas” (sensu Niemeyer & Rivera 1983) y “dorsos de ballena” (sensu Whittow 1988), cuyas formas fueron talladas por la arena y otros materiales particulados transportados por el viento dominante. En varios otros sectores, en cambio, el proceso de erosión de estas tobas se halla consumado, aflorando únicamente planchadas de las ignimbritas inferiores o riolíticas (p.e., Miño, pampa Redonda, quebrada Solche, Desencuentro). La naturaleza, composición y características de estos piedemontes son importantes para entender el estado de preservación o degradación de la vialidad inkaica en el área (Berenguer et al. 2005). Aguas abajo del cerro Añil se superponen a las tobas del volcanismo fisural del Terciario materiales lacustres pleistocénicos, que constituyen la serie más reciente de sedimentación. En estos sectores el piedemonte está formado por planchadas de calizas y por regolitos producto de la alteración in situ de estas rocas, como también por clastos subangulares y arenas procedentes de los flancos montañosos, operando estas pampas como genuinas playas de sedimentación. La visibilidad del camino inka en esta zona es generalmente óptima. El río Loa corre en la mayor parte de su trayecto encajonado en una estrecha y profunda hendidura de paredes verticales, labrada a expensas de las placas ignimbríticas y riolíticas de la zona. Desprendimientos sucesivos de bloques de estas paredes han formado en muchos sectores taludes de escombros de falda. Las quebradas tributarias más profundas también han tallado gargantas, pero salvo la del río San Pedro, carecen de taludes de escombros o éstos muestran un desarrollo menor. Para salvar estos accidentes, los inkas acondicionaron rampas y, a veces, escalinatas. Al sur del Embalse de Conchi, la garganta del Loa está incisa en sedimentos lacustres y en tobas de la formación riolítica subyacente (Ochsenius 1974-75: Lám. II). Como forma de paisaje, el cañón del Loa desaparece unos 6 km aguas abajo de la localidad de Lasana, en el sector Chacras Viejas, al ingresar el río a la parte más profunda de la extensa cuenca paleolacustre de Chiuchiu-Calama (Ochsenius 1974-75: Lám. IV).

7 Hidrología El régimen del río Loa ha sido descrito como principalmente nivopluvial, con crecidas violentas en verano y mayores caudales en otoño e invierno (Romero & Rivera 1995). En su curso superior el río presenta recargas de renovación de tipo primario o de aguas nuevas, asociada a precipitaciones que ocurren con cierta regularidad durante la temporada estival en la cordillera Andina por encima de los 4000 m snm (ESSAN 1992). A lo largo de este curso el Loa recibe por el E a los esteros Nacimiento y Paco Paco y a los ríos Chela y San Pedro (de Inacaliri). Vale decir, en su brazo superior el río Loa se halla bien dotado en recursos hídricos, sobre todo si se le compara con la menguada escorrentía que caracteriza a los cursos de agua del norte de Chile, cuestión vital desde el punto de vista logístico en una ruta de tráfico que atraviesa fajas tan áridas.

Red de drenaje de la cuenca superior del río Loa (Archivo Proyecto 1010327). .

Clima El clima de la zona varía de N a S desde uno caracterizado como Desierto Marginal de Altura (BWH) a otro tipificado como Desértico Normal (BW) (IGM 1990: Fig. 11). Las precipitaciones ocurren normalmente durante el verano, siendo por lo general seco durante el resto del año (ESSAN 1992). Se observa una clara y radical disminución de la pluviosidad con el decremento altitudinal. De casi 150 mm en Collaguasi (4700 m) y más de 100 mm en la Captación Lequena (3300 m), se pasa a valores cercanos a 25 mm en

8 el Embalse de Conchi (2920 m) y a montos prácticamente nulos en Chiuchiu (2545 m) (CONSECOL 1988: Fig. 1.4).

Cordillera Andina, Aucanquilcha.

Precipitaciones en la alta cordillera Andina.

Las lluvias también decrecen de E a W. La cordillera del Medio, por ejemplo, presenta precipitaciones menores y más irregulares que los relieves de alturas equivalentes de la cordillera Andina (ESSAN 1992). Estos patrones de pluviosidad parecen haber influido de manera decisiva en el estado de preservación arqueológica de los distintos tramos de camino inka (véase Berenguer et al. 2005: 23 y pss.). Flora y fauna De N a S, es posible distinguir tres principales pisos vegetacionales que varían con la gradiente altitudinal e isoyética. Primero, el Piso Altoandino, que se extiende desde unos 4100 m en Miño, hasta alrededor de los 3750 m en Chela. Corresponde a una vegetación caracterizada por gramíneas cespitosas en mechón, como la cebadilla (Stipa venusta) y la paja brava (Festuca chrysophylla), y por plantas en cojín, como la llareta (Azorella compacta) y la llaretilla (Pycnophyllum sp.), con algunas intrusiones de arbustos bajos de follaje reducido (tola), que pueden alcanzar mayor altura y densidad en localizaciones cercanas al río. Segundo, el Piso Andino Inferior, que abarca aproximadamente desde los 3750 m en Chela, hasta los 3300 m en Condoroma. Es una vegetación esencialmente arbustiva dominada por Fabiana densa (tara, checal) y Baccharis boliviensis (lejía, pesco tola), que ocupa con densidad variable las planicies en toda su extensión. Tercero, el Piso Subandino, que se extiende más o menos desde los 3300 m en Condoroma, hasta los 3100 m en Santa Bárbara. Se caracteriza por una cobertura extremadamente rala, dominada por el arbusto Acantholippia punensis (rica-rica). Varias de las especies de estos tres pisos vegetacionales son leñosas y resinosas, y deben haber sido empleadas como combustible por los viajeros. Por debajo de los 3100 m, donde las precipitaciones son virtualmente nulas (0,1 mm), se extienden pampas sin vegetación. Es el dominio del desierto absoluto.

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Pajonal en Miño.

Tolar denso en Miño, cerca del río.

Tolar en Chela.

Tolar en Lequena.

Tolar ralo en Cerro Colorado.

Desierto absoluto en Incaguasi.

La formación de tolar es el ámbito por excelencia de la kiula o perdiz andina (Tinamotis pentandlii) y del suri (Pterocnemia pennata [Lesser Rhea]). No hay constancia en los sitios arqueológicos locales de que estas especies hayan integrado la dieta de los habitantes prehispánicos del valle. En el presente, pequeñas manadas de guanacos (Lama guanicoe) descienden de la cordillera a las vegas del río. A juzgar por sus restos en los sitios arqueológicos, estos camélidos silvestres (48-96 kg) desempeñaron un importante rol en la dieta de las poblaciones prehispánicas del Alto Loa. No es raro que los guanacos capturen llamas jóvenes para integrarlas a sus manadas. Las vicuñas (Vicugna vicugna)

10 también formaron parte del menú de estas poblaciones, pero tienen su hábitat en pisos más altos. Hemos hecho avistamientos de vicuñas desde Miño hasta las quebradas Solche e Ichuno. A fines de los años ochenta, estos camélidos salvajes (35-65 kg) estuvieron al borde de la extinción, pero en los últimos años han vuelto a aumentar.

Tropilla de guanacos cerca de Lequena.

Hembras de llamas iniciando una nueva vida, Chela.

En ríos y esteros es común observar diferentes especies de patos, guayatas y otras aves menores. Es común también ver águilas y grandes vultúridos como el cóndor (Vultur gryphus), especialmente al comienzo del verano. Se dice que el puma (Felis concolor) está extinguido en el área, pero los pastores de Chela reportan recientes ataques de este felino a sus rebaños. Dos mamíferos que todavía sobreviven son el zorro (Dusicyon sp.) y la vizcacha (Lagidium viscacha), un roedor de hábitos diurnos que vive en grandes comunidades entre los roqueríos de las quebradas. Otro roedor gregario, algo más pequeño que el anterior, pero ocupante también de las áreas rocosas, es la chinchilla (Chinchilla laniger). Muy apreciado por su fina piel, la caza prácticamente lo ha exterminado. Huesos de ambos roedores han sido encontrados en los depósitos arqueológicos y ciertamente integraron la dieta de los antiguos habitantes del Alto Loa. RESEÑA HISTÓRICO CULTURAL

A pesar de las limitaciones ambientales de este desierto de altura para la vida humana, el valle del Alto Loa posee una rica historia cultural. Tiempos pre inkaicos Entre 4000 y 1000 a.C., el valle del Alto Loa fue habitado por comunidades de cazadores-recolectores, que dejaron trazas de sus viviendas, talleres de manufactura de herramientas líticas y un arte rupestre que hoy conocemos como Estilo Kalina. Esta gente vivía en grupos pequeños, que cambiaban de lugar de asentamiento con las estaciones, siguiendo a los animales salvajes y recolectando diversas plantas silvestres (Berenguer 1999; Berenguer & Cáceres 1996).

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Estilo Kalina (Archivo J. Berenguer).

Estilo Taira (Archivo J. Berenguer).

Entre 1000 a.C. y 1000 d.C., asentaron comunidades de pastores-horticultores, seguramente procedentes de los oasis de Chiuchiu y San Pedro de Atacama, que establecieron campamentos temporarios en diversos puntos del valle, donde también plasmaron arte rupestre (Berenguer 1999; Berenguer & Cáceres 1989). Uno de sus estilos, Taira (ca. 800– 400 a.C.), ha ganado celebridad internacional. Durante este largo período, la caza de animales salvajes y la recolección de plantas silvestres se combinaron con el cultivo de diferentes plantas comestibles y el pastoreo de llamas. Arribaron también llamas más corpulentas, especializadas en el transporte de cargas, que dejaron sus huellas en el corredor del Loa. Algunas comunidades vecinas empezaron a hacer vasijas de cerámica, a tallar utensilios de madera y a confeccionar adornos de metal, al tiempo que la vida se tornó gradualmente más sedentaria en toda la región. A fines de esta época, las comunidades atacameñas de San Pedro de Atacama y Chiuchiu explotaban intensamente los yacimientos de turquesa, malaquita y otros minerales de la cordillera del Medio (Berenguer 2004b). Después de 1000 d.C., advino una época de intensos conflictos interétnicos (Nielsen 2007). A este período corresponden los “pukaras”, que son asentamiento fortificados, emplazados en puntos elevados, naturalmente protegidos o poco accesibles y generalmente con gran visibilidad de su entorno. Su localización estratégica, a menudo reforzada con muros exteriores y otros elementos defensivos, refleja un estado de guerra que es característico de este período a través de gran parte de los Andes. El Pukara de Lasana es parte de este proceso. Pese a estos conflictos, hacia 1200-1300 d.C. el valle superior del río Loa se transformó en un vital corredor para el tráfico interregional de caravanas, sirviendo de vía de comunicación entre puntos tan distantes como San Pedro de Atacama en el S, el salar de Uyuni en el NE y los valles tarapaqueños en el N (Berenguer 2004b). Decenas de paskanas o estaciones caravaneras jalonan los senderos troperos de esta época en el Alto Loa. Un arte rupestre muy distintivo y que es parte de la ritualidad de los llameros, caracteriza a este período en casi toda la región. Su expresión local se conoce como Estilo Santa Bárbara I (Cáceres & Berenguer 1996; Berenguer 2004b).

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Estilo Santa Bárbara I (Archivo J. Berenguer).

Tiempos inkaicos En vísperas de la llegada de los inkas al Alto Loa dos grandes asentamientos agroganaderos localizados en el extremo S del valle reunían el grueso de la población local: el Pukara de Lasana, una ciudadela fortificada de casi medio millar de recintos, ubicada en el interior del cañón del Loa (véanse fotos en págs. 59 y 60), y el así llamado “Pukara de Chiuchiu”, un poblado fortificado de unos de 250 recintos, emplazado sobre una terraza elevada del río. Ambos nodos poblacionales surgieron en el Período Intermedio Tardío (ca. 1000-1450 d.C.) y prolongaron su ocupación hasta bien avanzado el período de contacto con los españoles (Pollard 1970; Thomas y Benavente 1974-1975; Thomas 1978). Aguas arriba, en cambio, se extendían áridos y desolados territorios, interrumpidos sólo por precarias paskanas caravaneras separadas entre sí por una jornada de viaje y unas pocas estancias pastoriles diseminadas a lo largo del valle (Berenguer 2004b). A comienzos del siglo XV arribaron al Alto Loa las huestes del Inka. Rápidamente tomaron control de las minas de Collahuasi, Conchi, El Abra y otras del área (Berenguer 1999). Una extensa instalación inkaica y varios campamentos mineros fueron encontrados en el actual mineral de cobre de El Abra (Núñez 1999; Salazar 2002). Otro tanto ha ocurrido en la zona de la Minera de Collahuasi (Lynch & Núñez 1994; Romero & Briones 1999). En este extenso espacio internodal, próspero en recursos mineros, pero de casi nula aptitud para la agricultura y prácticamente despoblado, los inkas construyeron el Qhapaq Ñan y diversos asentamientos alineados con un eje N-S de más de 125 km (Berenguer et al. 2005). No hay buenas evidencias de traslado de mitimaes al valle. A juzgar por las abundantes cerámicas locales en éstos y otros sitios, la mit’as mineras, agrícolas, caravaneras, de mantenimiento del camino, de construcción de edificios y, probablemente, de caza y recolección, parecen haber sido servidas por poblaciones oriundas de la región, que trabajaron bajo la supervisión de funcionarios del imperio. Tiempos post inkaicos Durante la Colonia el área pasó a integrar el Alto Perú. Los españoles siguieron explotando los yacimientos cupríferos de la cordillera del Medio, como lo habían hecho previamente los atacameños y los inkas, usando el corredor de este valle como ruta de transporte y de comunicación (Sanhueza 1991). En el siglo XVII, mineros españoles e

13 indígenas construyeron la Capilla de Conchi, alrededor de la cual se fue formando la aldea actualmente conocida como Conchi Viejo. Los sucesivos estancieros del Loa convirtieron este lugar en un importante centro ceremonial para satisfacer sus ideales étnicos y religiosos, función que desempeña hasta el día de hoy (Lindberg 1969; Villaseca 1998).

Posta de Santa Bárbara en 1999 (Archivo J. Berenguer).

Con el proceso de independencia de España, el área quedó bajo la soberanía de Bolivia. Las autoridades altiplánicas hicieron pasar por el valle sus rutas de transporte y de correo entre Cobija y Potosí (Cajías 1975). Varias ruinas de postas dan testimonio de estas actividades del siglo XIX (Risopatrón 1924; Berenguer 1999). A fines de esa centuria el Alto Loa pasó a manos de Chile como consecuencia de la Guerra del Pacífico. Las azufreras de los volcanes vecinos y las borateras de los salares altiplánicos dieron lugar a un intenso tráfico de carretas por el Alto Loa, cuyas huellas aún se conservan sobre el terreno (véase foto en pág. 21). Mucho de ese tráfico carretero fue para extraer llareta y queñoa para usarlas como combustible en los centros mineros. Algunas vegas del valle, como la de Santa Bárbara, fueron usadas para engordar el ganado vacuno que venía de Argentina con destino a Potosí o a las salitreras del desierto central (Bertrand 1885). La inauguración en 1914 del ferrocarril entre Antofagasta y La Paz (FCAB), cuya línea cruza el valle a un par de kilómetros al S de la confluencia de los ríos Loa y San Pedro (de Inacaliri), prácticamente puso fin al tráfico de arrieros y carretas por el Alto Loa. Tiempos modernos Durante el siglo XX el crecimiento de las ciudades de Calama y Chuquicamata, así como las necesidades de la gran minería del cobre, llevaron a fijar la atención en los recursos hídricos de la cuenca. Primero se extrajeron aguas del Loa desde Lequena, luego se hizo lo mismo desde el río San Pedro, más tarde se construyó el Embalse de Conchi (Niemeyer 1979) y hace unos 20 años se inauguró la Captación Quinchamale. Varios ductos, caminos de servicio y, más recientemente, tendidos eléctricos, surcan el valle con motivo de estas actividades industriales.

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Tubería Captación Lequena (Archivo J. Berenguer).

Cementerio de Conchi Viejo (Archivo J. Berenguer).

La merma de las aguas condujo al desecamiento de las vegas, a la disminución de los rebaños de los pastores locales, a la reducción de las áreas de cultivo y, en muchos casos, a la emigración de los jóvenes a las ciudades (véase Cavieres 1985). En la actualidad permanecen en el valle unas pocas familias de pastores, como los Galleguillos y Aimani, cuyos linajes tienen profundas raíces en la zona y siempre han reconocido a Conchi Viejo como su centro ceremonial. De hecho, los restos de gran parte de sus ancestros reposan en el cementerio de esa aldea. Todos los años, Conchi Viejo se activa el 24 de junio (San Juan) y, principalmente, el 16 de julio (La Tirana Chica), fechas en las cuales emigrantes y residentes se reúnen en la aldea en fiestas religiosas de amplia convocatoria regional (Villaseca 1998; Berenguer 2004b). Desde la década pasada, Conchi Viejo quedó encapsulado por las instalaciones y caminos del mineral de El Abra. ASPECTOS METODOLÓGICOS

Las noticias sobre el camino inka del Alto Loa se conocen desde hace mucho tiempo (p. e., Risopatrón 1924; Latcham 1938; Mostny 1949; Le Paige 1958; Raffino 1981; Berenguer 1994; Cornejo 1995; Varela 1999; Stehberg 2001). Para un recuento de esos y otros estudios previos, véase Berenguer et al. (2005: 8-10). Sólo recientemente, sin embargo, su derrotero, características y contenido han sido investigados directamente en terreno y de manera sistemática. La información básica actual proviene de cuatro años de prospecciones intensivas a lo largo del valle y de excavaciones practicadas por nuestro equipo en diversos sitios, dentro de los marcos del Proyecto FONDECYT Nº 1010327 (Berenguer et al. 2005; Berenguer 2007). Gracias a esta investigación se pudo constatar, entre otras cosas, 1) que la traza del camino se conserva sólo en algunos segmentos; 2) que interpolados estos segmentos el trazado caminero alcanza alrededor de 125 km de longitud, entre Miño por el N y Lasana por el S; 3) que en sus 47 km septentrionales el camino corre por la banda E del valle y en sus 78 km meridionales lo hace por la banda W; 4) que a lo largo del tramo hay una decena de asentamientos inkaicos de diversa envergadura, distantes entre sí aproximadamente por una jornada de viaje; 5) que el camino exhibe diferentes fisonomías, según pase por roca desnuda, depósitos de piedemonte o arena; 6) que el eje vial conecta mediante desvíos con al menos dos asentamientos locales; y 7) que no hay arte rupestre directamente asociado a la vía o en las instalaciones inkaicas. Este conocimiento previo fue fundamental en la campaña que se informa para orientar el levantamiento

15 sectorial de información encargado a los autores por el Consejo de Monumentos Nacionales a través de su Programa Qhapaq Ñan-Chile. Para operar en el valle, establecimos dos bases. La primera estuvo en la estancia pastoril de Chela, desde la cual nos trasladamos diariamente para cubrir el área entre Miño y Pampa Tarapata. En ese apartado lugar gozamos de la hospitalidad de los pastores Marino Gabriel y Juana Chayapa. La segunda base estuvo en Calama, de donde viajamos cada jornada para cubrir entre Desencuentro y Lasana. Procedimientos de registro La metodología empleada en terreno fue proporcionada por el Programa Qhapaq Ñan-Chile y consistió básicamente en: 1) recorrer secciones reconocibles de la traza del camino efectuando trackings con GPS desde el comienzo hasta el fin de cada segmento, a fin de levantar digitalmente el derrotero de la arteria; 2) recorrer los sitios inkaicos y otros sitios asociados o vecinos al eje vial, realizando trackings perimetrales para levantar el área abarcada por éstos; 3) registrar un amplio número de variables descriptivas (50 entradas en la ficha de caminos y 43 en la de sitios) para alimentar dos bases de datos, una de segmentos de camino y otra de sitios; 4) llevar un registro fotográfico de los hallazgos, sincronizando fecha y hora de GPS y cámaras digitales, posibilitando así que cada toma fuese adjudicada a un punto específico de un tracking; y 5) registrar las tomas en una ficha especial para alimentar una base de datos fotográfica. Los datos de los GPS y las cámaras fueron traspasados diariamente a un Notebook y respaldados en dos pendrives de 4 GB. Los segmentos de camino fueron designados con la letra “C” y los sitios con la letra “S”, seguidos de guión y un número de orden independiente. El orden de la numeración señala únicamente la secuencia del registro en terreno. En una bitácora se llevó registro diario de las tareas efectuadas en el campo y de las decisiones tomadas durante cada jornada. Acuerdos previos, decisiones sobre la marcha y dificultades Los cálculos del equipo del Programa Qhapaq Ñan-Chile señalaban 5 km diarios de recorrido diario (Francisco Garrido, comunicación personal 2008), estimación que se ajustó plenamente a la realidad. Sin embargo, documentar con esta metodología los 125 km del Tramo 2 (Miño – Lasana) habría tomado 25 días de trabajo efectivo en terreno. Contando los días de viaje Santiago – Calama – Santiago, de instalación y levantamiento de campamento en Chela durante la primera parte de la campaña, y de traslado diario desde Calama a la zona entre Desencuentro y Lasana durante la segunda parte, sumarían más de un mes de trabajo, lo que estaba fuera de nuestras posibilidades. Por eso, tempranamente se acordó con el equipo del Qhapaq Ñan-Chile documentar selectivamente el valle. La opción tomada en terreno fue registrar todos los sitios funcionalmente asociados con el eje vial, algunos sitios pre inkaicos y post inkaicos asociados a éste por cercanía o proximidad y sólo aquellos segmentos de camino más representativos de cada sección del valle. Supusimos que con esta aproximación los geomáticos del Programa podían disponer de sitios y segmentos camineros georreferenciados, e interpolar los “espacios vacíos” graficándolos con línea discontinua. De esta manera, podían disponer de una visión

16 relativamente ininterrumpida del tramo, imposible de obtener de otra manera. Los “espacios vacíos” entre segmentos, ya sea porque efectivamente no presentan evidencia tangible de actividad caminera o porque en esta ocasión se decidió no registrarlos, aparecen en un Anexo al final de este informe. Consideraciones de tiempo en la apretada agenda desarrollada en terreno impidieron registrar algunos sitios interesantes, aunque no estrictamente imprescindibles, como el sitio histórico conocido como Establecimiento de Miño, una paskana caravanera localizada al N de Esquiña, los afamados picto-grabados del Alero Taira, los petroglifos de la quebrada Quinchamale y los petroglifos de Lasana. Por otra parte, hay que decir que la falta de individualización de hitos o mojones (sayhuas, chutas o tupus) en las fichas a nivel de UTM, imposibilitó registrar su localización específica, en circunstancias que estos “amojonamientos” son una de las características más singulares de los caminos imperiales en la Región de Antofagasta (véase Garcilaso de la Vega, 1604 [1953] Libro Nono, Cap. 4 XIII: 587-591). En tres notables casos de amojonamientos hicimos una excepción y los registramos como sitios (S-9, S-11 y S-22), pero las referidas limitaciones de tiempo desalentaron repetir este procedimiento en zonas con hitos menos conspicuos. A continuación y siguiendo las especificaciones del equipo del Programa Qhapaq Ñan-Chile, se exponen los resultados del trabajo divididos en dos subtramos (subdivisiones entre 10 y 100 km de largo): Subtramo 2.1, que se extiende entre Miño y Desencuentro y Subtramo 2.2, que lo hace entre Desencuentro y Lasana. Cada subtramo se descompone en secciones de una longitud inferior a 10 km.5 Las secciones están integradas por uno o más segmentos visibles del Qhapaq Ñan. Primero se describe el derrotero general del camino, en seguida se describen estrictamente de N a S los segmentos y sitios levantados en el subtramo, y finalmente se evalúan estos datos en términos de interés para el público, visibilidad y accesibilidad. Las coordenadas UTM están en la base de datos que acompaña a este informe. SUBTRAMO 2.1: MIÑO – DESENCUENTRO

El Subtramo 2.1 discurre de N a S por la banda oriental del Loa y comprende desde la localidad de Miño hasta el vado de Desencuentro (cartas IGM Volcán Miño [4230-B/7] y Chela [4230-B/15]; fotogramas SAF 81 CH-30 S4-5 Nº 022671 a 022655).6 Desde Miño, el Qhapaq Ñan corre con franco rumbo N-S por los faldeos del volcán Miño, pasando por los esteros Nacimiento y Paco Paco. Continúa por un estrechamiento de 4

No confundir con las apachetas (véase discusión en Berenguer et al. 2005: 26 y pss.). Hay ciertas diferencias entre los conceptos empleados por Berenguer et al. (2005) y aquellos propuestos por el equipo del Qhapaq Ñan-Chile y utilizados en este informe. Trayecto y tramo para los primeros, equivale, respectivamente a tramo y subtramo para los segundos. 6 Recientes investigaciones sugieren que en el N, el camino inka del Alto Loa proviene del altiplano boliviano y que entra a Chile por el salar de Coposa (Berenguer 2007). Su traza aparece nítidamente en el abra W del cerro Pabellón del Inca, muy cerca del campamento minero inkaico de Yabricoyita (Lynch & Núñez 1994; Romero & Briones 1999), se pierde en pampa Ujina por efecto de las actividades de la Compañía Minera Doña Inés de Collahuasi y reaparece en el carcanal Mal Paso, dirigiéndose a la localidad de Miño (Berenguer 2007). 5

17 la banda oriental del valle producido por una colada del volcán Polán, atraviesa varias quebradas seca o de escurrimiento temporal y diversas pampas onduladas, incluyendo la profunda quebrada Río Blanco. Al S de la quebrada Toro el camino corre por una superficie de ignimbritas y un nuevo estrechamiento de la banda oriental, esta vez producido por las coladas del volcán Gordo, hasta arribar a la quebrada Esquiña. De allí el camino vira resueltamente hacia el SE, pasando por varias quebradas secas y las arenosas pampas Redonda y del Inca, para cruzar el río Chela unos 5 km aguas abajo de la actual estancia pastoril de ese nombre. Una vez en pampa Colorada, el camino dobla en dirección al SW. Cruza varias quebradas de escurrimiento temporal, incluyendo quebrada Pérez, donde el camino sube a pampa Tarapata. Atraviesa en seguida algunas quebradas y ásperos carcanales, corre por pampa Negra, cruza una docena de otras quebradas hasta llegar al río Loa en el punto donde se halla el vado de Desencuentro (534310 E / 7614097 N). Sección 2.1.1: Faldas del Miño Sitio S-3.7 Este sitio se encuentra sobre una terraza de la margen izquierda de la quebrada Collaguasito, cerca de la confluencia de ésta con el río Miño. Consta de 12 estructuras, incluyendo un recinto con muros de doble hilera de piedras, un corral y los cimientos de varias estructuras circulares, posiblemente qolqas. Fueron construidas con tobas ignimbríticas. En la superficie del sitio hay cerámica Inka Local y Saxámar, restos de mineral de cobre y material lítico. Nuestra interpretación es que se trata de un sitio especializado en el acopio de mineral de cobre extraído por los inkas de una mina cercana, probablemente Conacona. El sitio se halla lejos del camino, pero se hallaría funcionalmente relacionado con él. Está en estudio por Berenguer y coautores.

Sitio S-3, quebrada Collaguasito, Miño.

Vista del centro administrativo S-4, Miño, desde el E (Archivo Proyecto 1010327).

Sitio S-4.8 Se halla sobre la terraza derecha del cauce seco del Miño, a pocas decenas de metros del punto donde brotan las aguas de este río y en medio de espesos y altos matorrales. Consta de 31 estructuras, pero su elemento arquitectónico dominante es una plaza subrectangular limitada por un muro perimetral. Se adosan al muro una kallanka, tres estructuras rectangulares y un conjunto de 14 recintos cuadrangulares en torno a un patio. Al S presenta una hilera de cuatro estructuras rectangulares y dos conjuntos, cada uno 7

MI-19 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. MI-1 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Kona Kona-1” por Castro (1992) y como “Miño-1” por Berenguer (2007).

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18 con tres recintos más o menos cuadrados. La mayoría de los muros de este sitio se hallan derruidos. Los recintos más grandes presentan muros de doble hilera de piedra. Todas las estructuras fueron construidas con tobas ignimbríticas. Se halla también a cierta distancia del camino inka, pero se encuentra funcionalmente vinculado con él. Fue excavado por Berenguer et al. en 2004 y hay previstas nuevas excavaciones.

Kallanka del centro administrativo S-4, Miño.

Centro administrativo S-5, Miño.

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Centro administrativo S-5, Miño.

Kallanka del centro administrativo S-5, Miño.

Sitio S-5.9 Se encuentra en la terraza opuesta a S-4, a unos 400 m al NE de él, en medio también de la espesura del tolar. Presenta 33 estructuras divididas en tres sectores: un sector E, que incluye una qancha o Recinto Perimetral Compuesto (RPC,) con fogones y abundantes restos de huesos de vicuña y otros animales; un sector N, que comprende una kallanka y varios recintos menores; y un sector S, que consta de 12 recintos rectangulares, cinco contiguos y alineados, otros cuatro formando una “L” y un gran recinto rectangular con otro más elevado en su interior, junto al cual pasa el camino inka. Las estructuras fueron construidas con tobas ignimbríticas y bolones de andesitas y basaltos. En la ladera de cerro que hay frente a este sector, se recolectó una gran cantidad de fragmentos 9

MI-2 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Kona Kona-2” por Castro (1992) y como “Miño-2” por Berenguer (2007).

20 cerámicos, incluyendo muchos fragmentos Cuzco Policromo e Inka Local. Evaluamos los sitios S-4 y S-5 como partes de un solo tampu que se habría desempeñado como centro administrativo para las actividades extractivas en minas vecinas como Collahuasi y tal vez Conacona (Berenguer 2007). Fue excavado por Berenguer et al. en 2004 y hay previstas nuevas excavaciones. Camino C-6. La traza de este camino comienza en el sector N de S-5 y atraviesa en forma recta este sitio en dirección S. Fue construido por despeje de rocas superficiales, sobre el lecho de arena de la terraza y con un ancho de 10,70 m. Los muros de algunas construcciones del tampu operan como bordes delimitadores del vial. Camino C-7. Es la continuación hacia el S de C-6. Cambia por corto trecho su dirección para ascender la suave ladera del cerro y después retoma un definido curso N-S. Fue construido por despeje de detritos superficiales, corre en forma no estrictamente rectilínea, lo hace por arena y bolones de basalto y tiene un ancho de 2,80 m. Cruza algunas quebradas someras, puntos en los cuales presenta muros de sostenimiento de terraplén del lado W. En su extremo S se encuentra cortado por el sitio S-6, luego de lo cual prosigue por algunas decenas de metros hasta alcanzar la orilla derecha del estero Nacimiento.

Estancia S-6. Al fondo, estero Nacimiento.

Establecimiento minero de Miño.

Sitio S-6.10 Se localiza a unos 4,5 km al S de S-5, junto a un afloramiento de ignimbritas que lo protege del viento. Posee una casa habitación, horno, corrales, bodegas y chiqueros. Corresponde a las ruinas de una estancia pastoril que fue construida sobre la traza del camino C-7. Unos 200 m al W de S-6, sobre la margen derecha del Miño y aguas arriba de la confluencia de este río con el estero Nacimiento, se encuentran las ruinas de lo que Risopatrón (1924: 555) llamó “Establecimiento de Miño”.11 Es un conjunto de ruinas relativamente grande, de unos 40 recintos, con muros de piedra altos y aplomados, separados en un sector E y otro W. El sector E presenta 13 recintos rectangulares de tamaño 10

MI-8 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. MI-3 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327 (véase Castro 1992; también Berenguer et al. 2005). Como se dijo anteriormente, este sitio no alcanzó a ser documentado en nuestra reciente campaña. Sin embargo, dado que se observa muy bien en las imágenes de Google Earth y que se conocen sus coordenadas (534688 E / 7656308 N / 3898 m), sugerimos a los geomáticos ubicarlo en pantalla y delimitar su perímetro directamente sobre la imagen.

11

21 mediano a grande. Los medianos parecen haber sido habitaciones y los más grandes campos de cultivo. Incluye un canal que capta agua del estero Nacimiento para procesar mineral en un trapiche o molino de piedra. Cruzando el río, el sector W presenta 23 recintos, que incluyen cuartos, corrales y un cementerio a cierta distancia aguas arriba. El edificio principal tiene forma de “U” y se parece mucho al diseño de las postas decimonónicas de Corina y Vizcachillas, en el Altiplano de Lípez, Bolivia (NIELSEN ET AL. 2006). Es posible que parte de este “Establecimiento” haya sido construido sobre algún asentamiento inka preexistente, pero no hemos encontrado prueba de ello. Más seguro es que haya operado como posta y campamento minero desde por lo menos el siglo XVIII hasta fines del XIX. Según la etnohistoriadora de nuestro proyecto Cecilia Sanhueza (comunicación personal 2002), la primera referencia que se conoce sobre la zona proviene del “Itinerario Real de Correos” establecido por las Reales Ordenanzas de 1778. En ese documento, que describe la ruta colonial de correos entre Tarapacá y Atacama con dirección al Reino de Chile, se menciona la localidad de “Miño” como uno de sus hitos, situándola entre la localidad de Copaquire al N y la de Santa Bárbara al S, sin entregar más detalles. Es posible que ya existiera una “posta” o, al menos, una explotación minera en el sector. Durante el Período Colonial la zona del volcán Miño fue considerada como límite entre los corregimientos de Tarapacá y Atacama. En el Período Republicano, Perú reclamó ante Bolivia esta zona. Philippi (1860: 58) menciona a Miño como “pueblecito del Perú”, indicando que se ubicaba en el “nacimiento del río Loa”. Risopatrón (1911: 154-155), al referirse a este sitio y a los caminos carreteros de las proximidades, dice que en 1903 este establecimiento se cuidaba, pero que ya no se explotaba. Conforme a este autor, allí se beneficiaban los súlfuros de plata de Chijlla, con cuyo mineral está unido por un camino carretero, que va también a los vecinos salares de Carcote y Ascotán. Las ruinas se encuentran en muy buen estado, tratándose del sitio histórico mejor conservado del valle. Sección 2.1.2: Esquiña Camino C-1. La traza consiste en una huella de 3,30 m de ancho construida por despeje de detritos superficiales. Discurre por el E del valle en dirección al S describiendo una curva. A veces corre sobre toba y en otras sobre arena. Al W del vial corre en forma paralela la traza de un camino de carretas, lo que se nota por los profundos surcos labrados en la roca por las ruedas metálicas de esos vehículos. Eran carretas tiradas por seis mulas y con freno trasero para las cuestas. La traza del camino inkaico pasa por el E del sitio S-1.

Surcos tallados por ruedas de carreta.

Carreta en Lasana, 2004 (Archivo Proyecto 1010327).

22

Al centro, camino C-1 y chaskiwasi S-1, Esquiña. Detrás, huella de carretas y más atrás trocha carrozable (Archivo Proyecto 1010327). Vista desde el E.

Sitio S-1.12 Este sitio se encuentra a unos 13 km al S de S-6, sobre una estrecha planicie de tobas cubierta parcialmente por arena, entre el frente de una colada del volcán Gordo y el borde del cañón del Loa. Posee tres estructuras: un recinto en forma de “U” con muros pircados; una pirca más o menos perpendicular al cañón que opera como atajadero para los rebaños del pastor Mariano Gabriel; y otro recinto en “U” con muros de doble hilera de piedra abierto al camino inka. Sólo este último corresponde al asentamiento inkaico original. Todas las estructuras fueron construidas con tobas ignimbríticas del lugar. Es muy probable que el atajadero haya sido construido con piedras sacadas de los muros de los recintos. Por sus pequeñas dimensiones y su emplazamiento en relación al camino, evaluamos este sitio como una chaskiwasi. Aproximadamente 1 km al N de Esquiña existe una paskana caravanera con alrededor de 40 recintos circulares, que no fue registrada por restricciones de tiempo.

12

RE-5 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Esquiña” por Berenguer (2007).

23

Estructura principal en chaskiwasi S-1 (desde el E).

Camino C-2. Es la continuación de C-1 hacia el S. Presenta 4,20 m de ancho y fue construida por despeje de detritos superficiales. Su traza es también curvilínea y también discurre a veces sobre toba y en otras sobre arena. Va flanqueada al W por los referidos caminos de carretas y vehicular moderno. Camino C-3. Es también una continuación de C-1 y C-2, pero está separada de este último segmento por una quebrada que interrumpe la traza. Tiene 3,30 m de ancho, fue construida por despeje de rocas superficiales, corre por un sustrato de toba y arena, y su derrota es curvilínea. En superficie se encontró un fragmento de escudilla café alisado por el exterior y pulido por el interior. En su extremo S, la traza se halla cortada en ángulo agudo por el camino de carretas y la mencionada trocha carrozable, desapareciendo después del cruce. Sección 2.1.3: Pampa El Inca Camino C-5. Corresponde a una traza de camino inka construida por despeje de rocas de la superficie, que desciende en forma rectilínea sobre toba y basalto a través del repecho N de la quebrada Refresco. Camino C-4. Es la continuación hacia el SE del segmento anterior. Construido por despeje de detritos superficiales y con un ancho de 3,80 m, corre en forma rectilínea sobre la arena de la pampa El Inca en dirección al sitio S-2. Su visibilidad se torna muy dificultosa a medida que se acerca a este sitio.

24 Sitio S-2.13 Está a unos 8 km al S del sitio S-1, en una angosta terraza de la margen izquierda del río Chela, al pie de un escarpe. Posee agua en abundancia y extensos pajonales y bofedales hacia las cabeceras del río. Presenta siete estructuras: dos recintos rectangulares con muros de doble hilera de piedras de factura inka; un amplio espacio cerrado con pircas, bloques rocosos y la pared del cañón; y varias estructuras adosadas a bloques rocosos y a la barranca. Todos los recintos fueron construidos con tobas ignimbríticas del lugar. El camino pasa por el borde W del asentamiento. Evaluamos este sitio como un pequeño tampu de enlace que ha sido parcialmente desmantelado por pastores locales.

Valle del río Chela (vista desde pampa Colorada hacia el NE).

Vista del tampu S-2, río Chela, desde el N (Archivo proyecto 1010327). 13

CH-1 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Mencionado como “Inga” por el pastor Marino Gabriel y publicado como “Chela Inga” por Berenguer et al (2005).

25 Sección 2.1.4: Pampa Tarapata Camino C-8. Corresponde a una traza de camino inka que cruza en dirección N-S la quebrada Pérez. Fue construido por despeje de rocas superficiales, corre sobre toba desnuda y lo hace en forma rectilínea, hasta subir a la pampa Tarapata.

Camino C-8, quebrada Pérez (desde el S).

Ascenso a pampa Tarapata por C-8 (desde el N).

Camino C-9. Es la continuación de C-8 por pampa Tarapata. El camino se transforma en un rectilíneo sendero de 0,30 m de ancho que circula por esta arenosa planicie. Parece ser el resultado de un desgaste por uso continuo.

Camino C-10, pampa Tarapata (desde el N).

Arbustos alineados con C-10, pampa Tarapata.

Camino C-10. Es la continuación de C-9 por esta pampa. Señala la transformación del sendero anterior en un rectilíneo camino de 3,30 m de ancho, construido sobre arena por despeje de detritos superficiales. La traza va marcada en su borde E por un notorio alineamiento de taras (Fabiana densa), que es el arbusto que da nombre a la pampa. Camino C-11. Describe la conversión del camino anterior en un sendero de 0,30 m de ancho. Presenta las mismas características que C-9. En su extremo S se halla cortado por una trocha carrozable, después de lo cual su traza desaparece.

26 Evaluación del subtramo (véase Tabla 1) Las secciones 2.1.2 (Esquiña), 2.1.3 (Pampa El Inca) y 2.1.4 (Pampa Tarapata) tienen, en nuestra opinión, escaso interés para el público. Sus trazas de camino inka son relativamente visibles (C-1, C-2, C-3, C-4, C-5, C-8, C-9, C-10, C-11), pero sus dos sitios (S-1 y S-2) son muy pequeños y se hallan en malas condiciones de conservación. Además, acceder a la zona toma demasiado tiempo en proporción a lo que ofrecen, y la trocha carrozable para llegar a ella tiene segmentos muy malos si se ingresa a Chela desde los salares de Ascotán y San Martín, y es, en su mayor parte, casi intransitable si se intenta hacerlo desde la localidad de Miño. La sección 2.1.4, en tanto, es la menos accesible de todas, con caminos vehiculares cortados que requieren buscar pasos alternativos no siempre fáciles de encontrar. En cambio la aislada Sección 2.1.1 (Faldas del Miño) es un mejor prospecto. Comprende un centro administrativo (sitios S-4 y S-5); trazas de camino más o menos visibles (C-6, C-7); un sitio inkaico de acopio de minerales (S-3); una posta y campamento minero de la época colonial y republicana (MI-3); y una estancia en desuso como silencioso testimonio de la vida pastoril en la puna (sitio S-6). Los mayores obstáculos de esta sección son su gran distancia de la ciudad más cercana, que obliga a acampar en el lugar, y la pesada trocha carrozable que hay recorrer para llegar a ella, especialmente en su último trecho, donde al regreso es preciso usar vehículos 4 x 4. Se recomienda llevar dos neumáticos de repuestos como mínima precaución. Tabla 1 Secciones de camino en el Subtramo 1: Miño - Desencuentro Camino Topónimo Interés Visibilidad Acceso Sitios asociados * C-1 Q. Esquiña Bajo Buena Difícil S-1 C-2 Q. Esquiña Bajo Buena Difícil C-3 Q. Esquiña Bajo Buena Difícil C-4 P. El Inca Bajo Mala Difícil C-5 Q. Refresco Bajo Mala Difícil C-6 F. del Miño Alto Regular Difícil S-5 C-7 F. del Miño Alto Regular Difícil S-5, S-6 C-8 Q. Pérez Medio Buena Muy difícil C-9 P. Tarapata Medio Regular Muy difícil C-10 P. Tarapata Medio Buena Muy difícil C-11 P. Tarapata Medio Regular Muy difícil * Sitios pre inkaicos, inkaicos y post inkaicos contiguos o cercanos a un segmento de camino en particular.

SUBTRAMO 2.2: DESENCUENTRO – LASANA

El Subtramo 2.2 va de N a S por la banda occidental del Loa y se extiende entre Desencuentro y Lasana (cartas IGM Cerro Palpana [4230-B/24], Estación San Pedro [4230-B/33], Conchi [4230-B/42] y Chiuchiu [4230-B/52]; fotogramas SAF 81 CH-30 S4-5 Nº 022655 a 022719).

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Vado del río Loa en Desencuentro (desde el N).

Después de cruzar el vado de Desencuentro, el Qhapaq Ñan corre con franco rumbo al S a distancias variables del río Loa, pasando por Lequena, Bajada del Toro, los arenales del cerro Colorado y los altos de Taira. Desde la arenosa pampa Carrazana el camino sube hacia el abra de Revinco, vira en seguida al SE, pasa por los faldeos del cerro Guacho, atraviesa pampa Pichiguara y baja al valle del Loa por Mirasol, un poco aguas arriba de la quebrada Quinchamale. Desde allí se pierde toda traza del camino y es discutible si efectivamente pasa por la rinconada de Santa Bárbara (BERENGUER 1999: 48-49, 2004b: 311-315). Es probable que continúe por el fondo del valle en dirección S y que ascienda nuevamente a las pampas occidentales por algún punto aún no detectado, ya que es un área que ha sido sumamente alterada por la actividad moderna. La traza sólo reaparece al S del Embalse de Conchi y del cerro Añil, siempre por la banda occidental del valle. Pasa junto a Incaguasi, Sandía, Los Chorros y Todos los Santos, desprendiéndose en ese punto un desvío al SE que baja al valle a la altura del Pukara de Lasana. El camino troncal sigue en dirección a Chiuchiu, pero su traza desaparece a pocos metros al S de la tubería de la Aducción Toconce, obliterada por huellas troperas. Probablemente, se dirige al Pukara de Chiuchiu, que es el principal asentamiento local en actividad en ese oasis durante el Horizonte Tardío. Hemos buscado sin éxito el tramo de conexión con San Pedro de Atacama. Sección 2.2.1: Desencuentro Camino C-42. Este corto segmento de camino está en la rocosa ladera SE de una quebrada tributaria del Loa situada al E del valle, poco antes del vado de Desencuentro. Consiste en una rampa natural en un afloramiento de ignimbritas, que presenta un

28 alineamiento de piedras del lado de la quebrada. Alcanza 3,70 m de ancho. El camino se halla junto al sitio S-30 y se dirige hacia el vado y el sitio S-29.

Camino C-42, desde el S.

Uno de los recintos del sitio S-30.

Sitio S-30.14 Se encuentra casi al llegar al citado vado, en la quebrada lateral que fluye al Loa por su margen izquierda. Consiste en tres recintos circulares de una sola hilada de piedras, construidos con tobas ignimbríticas del lugar. Evaluamos a este sitio como una paskana caravanera.

Tampu S-29, Desencuentro (desde el SW). 14

DE-3 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Desencuentro Oriente” por Berenguer (2007).

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Tampu S-29, Desencuentro (desde el N).

Cimientos de RPC en S-29 (desde el S).

Mampostería inkaica en sitio S-29 (desde el W).

Sitio S-29.15 A 1 km al S del sitio S-30, al W del valle y a pocos metros del río Loa, está este sitio. Salvo el agua del río, el vado que existe en ese punto y el camino inka (C-42) que conduce a él, no se advierte otra razón para establecer un asentamiento inkaico en este lugar. Posee 11 estructuras, incluyendo una qancha o RPC en cuyo interior hay dos recintos rectangulares, uno de ellos bien conservado y con vano trapezoidal, y el otro preservado sólo a nivel de sus cimientos. Puede haber un tercer recinto, del cual sólo queda en pie la esquina NE. Todas las estructuras fueron construidas con tobas ignimbríticas del lugar. El conjunto fue reacondicionado como corral y refugio por pastores locales, lo que se nota por los muros pircados, que contrastan con los muros de doble hilera de piedra que se conservan en algunos sectores. Interpretamos el sitio como un pequeño tampu de enlace. Fue excavado por Berenguer y coautores en 2004.

15

DE-1 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Desencuentro Poniente” por Berenguer (2007).

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Panorámica de la posta S-31, Ólcar.

Ruinas de vivienda en sitio S-31 (desde el N).

Sitio S-31.16 Aguas arriba de S-29 por la misma banda W y fuera del eje del camino inkaico, están las que parecen ser las ruinas de Ólcar, una posta de correo del siglo XIX intermedia entre las de Miño y Santa Bárbara. En el mapa publicado por Risopatrón (1911), este sitio figura con el nombre de Oilca. Posteriormente, en su Diccionario Geográfico, este autor señala que el nombre correcto es Oílcar y lo ubica en 21º 34’ Lat. S y 68º 42’ Long. W, describiéndolo como una “posta” en el sendero de las márgenes del curso superior del río Loa, sin entregar mayores antecedentes (Risopatrón 1924). Las coordenadas geográficas coinciden con nuestras coordenadas UTM. Los lugareños denominan Ólcar a este lugar y sólo existe memoria de su utilización como estancia pastoril. 16

DE-5 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327.

31 Sección 2.2.2: Lequena Viejo Camino C-41. Constituye una de las raras apariciones de la traza del camino inka en el arenoso sector de Lequena. Lo hace bajo la forma de una escalinata con peldaños acomodados, que desciende hacia una quebrada relativamente profunda. Se halla bien conservada en su porción media, pero bastante destruida en la parte más próxima al lecho de la quebrada.

Escalinata de C-41, Lequena (desde el S).

Escalinata de C-41 (desde arriba).

Camino C-40. En la planicie situada en el lado S de la referida quebrada se observa una corta y algo sinuosa traza de camino de 2,30 m de ancho. Fue hecha despejando los guijarros de la superficie, dejando en el centro un material de granulometría más fina que el de los costados. Es de muy baja visibilidad.

32

Vista parcial del tampu S-28, Lequena desde el N.

Mapostería inkaica en sitio S-28 (desde el N).

Vista parcial del tampu S-28 desde el S.

Cimientos de RPC en sitio S -28.

Sitio S-28.17 Este sitio se halla a unos 12 km al S del sitio S-29, sobre un afloramiento de tobas ignimbríticas cubierto de arena, en la banda W del valle. La tubería de la Captación Lequena destruyó el sector W del sitio. “Según Casassas, el topónimo Lequena figura en los documentos parroquiales de la jurisdicción de Chiuchiu al menos desde 1681, aunque no es seguro que se refiera específicamente a este lugar” (Cecilia Sanhueza, comunicación personal 2004). Risopatrón (1924: 476), por otra parte, se refiere a este sitio como una “posta antigua”. Presenta más de 24 estructuras. Inmediatamente al N del sector de las estructuras históricas mejor conservadas, hay un recinto rectangular muy derruido, con muros dobles e inclinados de factura inka, que fue reacondicionado posteriormente como corral. En su interior afloran cimientos de cuatro estructuras, que podrían ser remanentes de una qancha o RPC. Algunos recintos fueron edificados con tobas ignimbríticas, otros con bolones de basalto y andesita, y otros con una combinación de estos materiales. Interpretamos a este sitio como una de las postas históricas entre Miño y Santa Bárbara, en este caso construida sobre un tampu inkaico. El camino pasa a bastante distancia del sitio. Fue excavado por Berenguer y coautores en 2004.

17

NA-7 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Lequena Viejo” por Berenguer et al. (2005).

33 Sección 2.2.3: Bajada del Toro Camino C-39. Aparición de la traza del camino inka en las inmediaciones de la quebrada La Garita. Fue construida sobre un afloramiento de ignimbritas mediante despeje de rocas superficiales. Es rectilínea y alcanza 3,10 m de ancho. Camino C-38. Reaparición de la traza en las inmediaciones de una quebrada situada al S de la quebrada La Garita. Presenta las mismas características que el segmento precedente, aunque con un ancho de 2,50 m. Camino C-37. Reaparición de la traza al cruzar la quebrada Las Cruces. Fue construida sobre arena y afloramientos de ignimbritas mediante despeje de rocas superficiales. Viene recta desde el N bajo la forma de un sendero de 0,30 a 0,40 m de ancho. Se convierte en un camino al llegar a la quebrada, punto en que tuerce en dirección al sitio S -25. Sitio S-25.18 Está a poco más de 10 km al S del sitio S-28, sobre la planicie W del Loa, entre la Ruta B-141 y el cañón del río Loa. Consta de 11 recintos de planta rectangular y subrectangular, cinco de los cuales conservan sus muros en pie y seis muestran únicamente sus cimientos. Varios de estos recintos presentan muros inclinados de doble hilera de piedras de indiscutible afiliación inkaica. Los cimientos que afloran en una parte del sitio revelan restos de una qancha o RPC destruida en los últimos cuatro siglos para acondicionar un refugio para arrieros y viajeros. Todas las estructuras fueron construidas con tobas ignimbríticas del lugar. La superficie se encontró tapizada con fragmentos de cerámica, incluyendo cerámicas Inka Policromo, Inka Local, Diaguita y Saxámar. Evaluamos a este sitio como un tampu. El camino inka pasa por el sitio. Unos 35 m al NE, junto a la quebrada Las Cruces, hay una paskana caravanera. Fue excavado por Berenguer y coautores en 2002.

Tampu S-25, Bajada del Toro (desde el NE).

18

CG-9 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Bajada del Toro Poniente” por Berenguer (2007).

34 Sitio S-26.19 Se halla a unos 150 m al S del sitio anterior, al parecer también a la vera del camino inka. Son cinco recintos que podrían corresponder a una instalación inkaica reacondicionada como refugio y corral, pero no hay certeza de ello. La totalidad del edificio fue construido con tobas ignimbríticas del lugar. Camino C-36. Corresponde a un desvío del camino troncal que se desprende perpendicularmente de éste en dirección al cañón del río Loa. Fue construido sobre una pampa arenosa tapizada con detritos de ignimbritas, mediante el despeje de rocas superficiales. Es un camino generalmente rectilíneo que vincula los sitios S-25 y S-27. Es más o menos visible, dependiendo de las condiciones de luz.

Desvío C-36 (desde el E). En el horizonte, las ruina de, S-25.

Desvío C-36 (desde el E). 19

CG-8 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327.

35

Camino C-35. Al bajar a la quebrada Las Cruces, la traza del desvío C-36 empalma con un sendero de 1,20 m de ancho que corre apegado a la pared S de la quebrada y después a la pared W del cañón del Loa. Fue hecho sobre ignimbritas por despeje de rocas superficiales, es de trazado sinuoso y presenta una escalinata con peldaños acomodados. Concluye en el sitio S-27.

Sendero C-35 (desde el E).

Escalinata en C-35 (desde el E).

Sitio S-27.20 Este caserío local se encuentra a 1 km al E de S-25 y S-26, en el interior del cañón del Loa. Consta de 83 estructuras de piedra, una parte de las cuales son recintos de forma irregular, aunque también los hay de planta semicircular, circular y subrectangular. El resto son alineamientos de piedras que no conforman recintos. El centro del asentamiento se extiende sobre derrubios, en ocasiones sobre roca desnuda y, en los extremos N y S del sitio, sobre grandes escombros de falda. Lo hace desde la pared del cañón, situada a unos 35 m de altura, hasta la terraza del Loa. Todas las estructuras fueron construidas con tobas ignimbríticas del lugar. En superficie presenta abundante presencia de cerámica, lítica tallada y lítica pulida, incluyendo numerosos morteros planos y rectangulares, como también gran cantidad de manos de moler planas y oblongas. Excavaciones efectuadas en 2003 permitieron evaluar a este sitio como un asentamiento agro-pastoril del período Intermedio Tardío, que durante el Horizonte Tardío se transformó en un asentamiento-satélite del tampu S-25. Allí se producían, preparaban, consumían y almacenaban alimentos para los agentes y funcionarios estatales que hacían la ruta del Alto Loa. A estas relaciones de servidumbre se deberían sus “anomalías” cuando se le coteja con otros caseríos agro-pastoriles cercanos, como son: su cantidad de recintos, demasiado alta para los estándares locales; la modificación de la estructura social y demográfica del asentamiento original, que pasó de un pequeño caserío unifamiliar a un villorrio de varias familias; la insólita abundancia de instrumentos de molienda; la gran cantidad de basuras; el “patio”, un espacio comunal no visto antes en los caseríos del valle; y tal vez, la construcción de un par de recintos con una mampostería más elaborada que la usual en el área. Las paredes del cañón, diversos bloques sueltos y algunas piedras de los muros de los recintos presentan arte rupestre de los estilos Taira y Santa Bárbara I (Berenguer et al. 2007). 20

SBa-518 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Bajada del Toro Oriente” por Berenguer (2007; véase también Berenguer et al. 2007).

36

Grabados Taira en S-27 (Archivo Proyecto 1010327).

Grabados Santa Bárbara I en S-27 (Archivo Proyecto 1010327).

Sección 2.2.4: Cerro Colorado Camino C-34. Ubicada en pampa Cuestecilla, la traza de este segmento fue construida por sustracción de arena y despeje de bolones de granito hacia los lados. Es rectilíneo y de un ancho de 4,40 m, pero de observación dificultosa. En 2004, Berenguer et al. excavaron aquí una trinchera transversal al eje del camino, constatando que su lecho consiste en una estabilizado de tierra diferente al resto de la matriz arenosa, que alcanza sólo 3 m de ancho. Hay un montículo artificial de piedra colapsado asociado al camino.

37

C-34, pampa Cuestecilla (desde el N).

C-34, Pampa Cuestecilla (desde el S).

Sitio S-23 21 Casi 8 km al S del sitio S-25, siempre por la planicie W del Loa y a unos 2 km al W del cañón del río, está Cerro Colorado-1. El sitio asienta en la inhóspita pampa arenosa de Cuestecilla, en la punta NW de dos de una veintena de largos afloramientos o “dorsos” de ignimbritas dacíticas de 4 a 5 m de alto. Comprende 70 estructuras distribuidas en cuatro sectores. El sector N es una gran plaza en forma de “U” abierta al NE. Su lado N es un muro con recintos rectangulares adosados a él y vanos abiertos a la plaza; su lado W está formado por uno de los afloramientos rocosos e incluye tres oquedades, una de las cuales presenta antepuesto un muro bajo centrado con el eje de la plaza, que podría corresponder a un rudimentario tipo de ushnu; y su lado S está limitado 21

SBa-162 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Cerro Colorado-1” por Castro (1992; véase también Berenguer 2007).

38 por dos grandes recintos rectangulares, que contienen otros tres recintos menores, por la punta de otro de los afloramientos y por un muro que cierra la plaza . El segundo sector se halla inmediatamente al S de este muro, en el callejón situado entre ambos afloramientos. Presenta un gran recinto rectangular, con aproximadamente 10 recintos rectangulares en su interior, así como otros tres recintos un poco apartados. El tercer sector se encuentra adentro del callejón, algo más al S de este último conjunto y consiste de ocho recintos muy destruidos de planta subrectangular. El cuarto sector se halla al E del recién citado afloramiento. Consiste en estructuras rectangulares y circulares, posiblemente paskanas. La totalidad de las estructuras fue construida con las blanquecinas tobas dacíticas del lugar. Distribuidos en varios puntos de los tres mencionados afloramientos, hay una serie de oquedades parcialmente cerradas con pircas. La continuación de C-34 pasa por el W del sitio, entre éste y la Ruta B-141, pero su traza no es observable hoy en día. El sitio fue excavado por Berenguer y coautores en 2003.

Al centro, “dorsos” o afloramientos lineales en pampa Cuestecilla.

Centro administrativo S-2, Cerro Colorado (desde el W).

39

Detalle de la mampostería del sitio S-23.

Detalle acceso a estructura en sitio S-23.

Sitio S-24.22 Aproximadamente a 1 km al W del sitio S-23, se encuentra el Cerro Cirahue o Sirawi, una pequeña estribación del cordón cerro Colorado que en planta afecta la forma de una “Y” abierta al NE. Las arenas claras y oscuras cautivas en la empinada concavidad alojada de la ladera del cerro son diariamente movilizadas por el viento y la gravedad, dando la impresión de un ojo con la pupila en movimiento. El cerro es conocido en el folklore regional como “Bramador, porque emite un rugido como de toro” y es también referido como “lugar de las arenas que se mueven” (Reynaldo Lagos, comunicación personal 1973).23 En la tradición oral de los estancieros del Alto Loa se dice que bajo las arenas existe una ciudad de cristal. Otra leyenda cuenta que en el Cirahue “paraba el corregidor del Inka” y que en una ocasión éste fue perseguido por dos toros, uno bayo y otro negro, el primero de los cuales lo cubrió con bostas de otro y el segundo con bostas de plata (Berenguer 1994: 11, 1999: 44). En la base de la ladera se hallan tres recintos y una plataforma rectangular, pero no hay seguridad de que se trate de construcciones inkaicas. Por el flanco N del cerro se observa una senda peatonal que, al comenzar el ascenso, se convierte en lo que parece ser un derruido camino de 3 a 4 m de ancho que llega a la cumbre. Un brazo de este presunto camino parece continuar hacia el macizo Colorado. En la cima del Cirahue hay una terraza oval y relativamente despejada de piedras, donde se observan dos maderos de cardón, un pequeño muro de sostenimiento de terraplén y un semicírculo de piedras en forma de “D” con unos pocos fragmentos de cerámica sobre la superficie y dos piedras planas en su interior. Entre esta cima y el tampu Cerro Colorado existe un desnivel de 190 m. Hay otro posible camino de acceso por el lado S del Cirahue. No se observa conexión vial entre el camino inka visualizado en C-34 y los que suben el Cerro. Más o menos a esta latitud, pero dentro del cañón del Loa, están los sitios de arte rupestre de estilo Taira SBa-42 y SBa-43, y 16 manantiales (Berenguer 1999). También SBa-41, un caserío de 42 recintos y 20 paneles de arte rupestre de estilo Santa Bárbara I, con fechas que fluctúan entre 940 y 1445 DC, con una posible prolongación hasta el período de contacto (Cáceres & Berenguer 1996).

22

SBa-163 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Cerro Colorado-2” por Castro (1992; véanse también Berenguer (2004b, 2007). 23 Bowman (1942: 162-163, 167-167) menciona un lugar similar situado a 15 km al W de Copiapó, pero se ignora si está asociado a instalaciones inkas.

40

Vista del cerro Cirahue desde sitio S-23.

Posible camino de acceso S al cerro Cirahue.

Posible camino de acceso N al cerro Cirahue.

Estructura en forma de “D” en cima del cerro Cirahue.

Vista aérea de estructuras al pie de cerro Cirahue. Estructuras al pie de cerro Cirahue (desde el E).

Sitio S-21.24 Se localiza al borde del cañón del Loa, junto a una pequeña quebrada de escurrimiento estacional y al comienzo de la bajada a la zona de Taira. Se trata de un conjunto de alrededor de 20 recintos de piedra de planta circular construidos con toba ignimbrítica distribuidos a lo largo de la quebrada. El recinto que se encuentra inmediatamente al E de la huella vehicular de acceso al lugar, exhibe actividad votiva 24

SBa-571 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Bajada de Taira Poniente” por Berenguer (2007; véase también Berenguer & Cáceres 2003).

41 reciente. El sitio corresponde a una paskana caravanera. Unos pocos fragmentos de cerámica en la superficie de algunos recintos individuales permiten situar los inicios de esta ocupación en el Período Intermedio Tardío, aunque su uso como paskana pudo prolongarse hasta bien entrada la Colonia, incluso hasta el Período Republicano, cosa que sólo podría establecerse mediante excavaciones.

Una estructura del sitio S-21, bajada a Taira.

Actividad votiva actual en estructura del sitio S-21.

Sitio S-22.25 Está inmediatamente al E de la tubería de la Captación Lequena y de la Ruta B-141. Consiste en un alineamiento aproximado N-S de siete hitos de piedra de forma alargada, construido con granito de las inmediaciones. El alineamiento se halla a 8,5 m al W de un segmento de camino inka de 3 m de ancho e igual dirección, que no fue registrado por problemas de visibilidad (dicho segmento es sólo observable con la luz rasante de las primeras horas de la mañana o últimas de la tarde). Es el único caso encontrado hasta ahora en el Alto Loa de un segmento de camino inka flanqueado por hitos camineros paralelos a la vía.

Alineamiento de hitos, sitio S-22, junto a Ruta B-141 (desde el S).

25

IC-0 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. (véase también Berenguer & Cáceres 2003).

42 Sección 2.2.5: Abra de Revinco Camino C-33. Está en pampa Carrazana y corresponde a la reaparición de la traza del camino en la ladera del cerro Blanco, que se dirige al abra de Revinco. Es una huella de muy baja resolución, sólo visible con luz rasante, especialmente en sus dos tercios septentrionales. Fue trazada sobre arena, presenta un leve despeje de bolones de granito superficiales y alcanza un ancho de 3,20 m.

Camino C-33, pampa Carrazana (desde el SW).

Camino C-33 (desde el SW).

Camino C-32. Es la reaparición de la traza notada en C-33, pero bajo la forma de un sendero que sube hasta el abra de Revinco. Con 2 a 2,50 m de ancho, fue construido por despeje de rocas superficiales y alineamiento de hileras de bolones de granito en sus bordes. Su trazado es sinuoso y su curso superior se halla profundamente erosionado por el agua, probablemente a causa de la intensa lluvia caída dos semanas antes de nuestra inspección. Durante la estación seca hemos visto este sendero con su lecho cubierto de arena. Va a dar a la cima del abra, donde está el sitio S-20.

Camino C-32 por ladera cerro Blanco (desde el N).

Camino C-32 (desde el S). Al fondo, pampa Carrazana.

Sitio S-20.26 En plena abra de Revinco, este sitio consiste en un montículo artificial de piedra y una pirca semicircular, a modo de paskana, construidos con bolas de granito del 26

IC-14 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327.

43 lugar. Según informantes locales, el nombre correcto de este lugar es “Abra del Rey Inka” (Berenguer 1994). Otras personas lo denominan “La Puerta del Inka”. No hay trazas del camino, pero es probable que éste reaparezca en la empinada ladera situada al S del abra, con un trazado tan erosionado como el del segmento C-32 y con características muy similares a éste, aunque mucho más recto y abrupto.

Pirca semicircular en sitio S-20, cima del abra de Revinco (desde el N).

Camino C-31. La traza del camino inka reaparece más o menos nítidamente al pie de la ladera S del abra de Revinco. Fue construida por sustracción de material de la superficie y despeje de éste hacia los lados. Discurre en forma sinuosa sobre arena y detritos de granito, alcanzando un ancho de 2,20 m. En sus comienzos la traza está cortada por una quebrada somera, pero al reaparecer al S de ésta, corre por la ladera E del cerro Guacho y se muestra continua hasta ser cortada por una trocha carrozable y la tubería de la Captación Lequena.

Camino C-31 (desde el S). Al centro, abra de Revinco. Camino C-31, pampa cerro Guacho (desde el S).

Camino C-30. Traza del camino inka que presenta las mismas características que C31, pero menos visible. Discurre por pampa Pichiguara hacia el cañón del Loa. Camino C-29. Parece corresponder a la bajada del camino inkaico al río Loa en la zona de Mirasol. Desde el pie de la pared del cañón, su traza desciende describiendo una profunda curva hasta llegar al piso del valle. Fue trazado sobre arena y en su parte inferior presenta hileras discontinuas de piedras a ambos lados.

44

Camino C-29, Mirasol (desde el SE).

Sitio S-16.27 Se ubica en la rinconada de Santa Bárbara, a sólo 45 m al S del sitio S17. Está integrado por 14 paneles de arte rupestre, en su mayoría petroglifos. Trece de ellos fueron ejecutados sobre las caras planas de grandes bloques de tobas ignimbríticas situados principalmente en la parte baja del talud de escombros y uno sobre un paredón del cañón. Incluye representaciones de antropomorfos ataviados con cascos emplumados, túnicas o corazas de cuero, llamas cargadas, hileras de llamas, cruces andinas, felinos moteados, cúpulas, cruces cristianas, veleros, fechas, iniciales y nombres. Salvo los seis últimos motivos, que son modernos, el resto ha sido atribuido al Período Intermedio Tardío e interpretado como relacionados con la guerra y la actividad caravanera de la época (Berenguer Ms.).

Grabados históricos sitio S-16. 27

Publicado como SBa-144 (Berenguer 2004b).

45

Grabados Santa Bárbara I, sitio S-16

Grabados Santa Bárbara I, sitio S-16.

46

Pictograbados Santa Bárbara I, sitio S -16.

Sitio S-17.28 Casi 12 km al S de S-23 y S-24 está la rinconada de Santa Bárbara, que es la detención lógica después del tampu Cerro Colorado, por distancia y por su buena dotación de recursos. A pesar de que presenta en superficie unos pocos fragmentos cerámicos inkaicos o relacionados con los inkas, no existe la más mínima evidencia de construcciones de esa época en el lugar. Se hallan en cambio las ruinas de lo que parece ser la posta erigida en este lugar por el gobierno boliviano en la década del treinta del siglo XIX (Berenguer 2004b: 236-237; véase Cajías 1975: 65, 80, 384 y pss.). Su construcción puede haberse hecho a expensas de un asentamiento inkaico preexistente, aunque no ha sido posible demostrar esto. Actualmente, el asentamiento está ocupado por los pastores Nicolás y Clementina Aimani. El edificio está compuesto de 18 recintos en diferente estado de conservación, varios de los cuales exhiben una mampostería similar a la del Establecimiento de Miño (MI-3). Su parte central es una construcción rectangular de seis cuartos, muros aplomados y aparejo celular unido con mortero, delante de la cual hay una plataforma con un horno. Detrás hay un amplio patio con otro horno y recintos apegados a los muros W y N. Más atrás todavía, se observan un muro pentagonal hecho con pircas, los restos muy destruidos de dos hornos de fundición de mineral, un área circular despejada y los restos de dos recintos cuadrangulares de los que sólo quedan los cimientos. El material de construcción fue toba ignimbrítica disponible en el lugar. Toda el área del asentamiento, así como sus alrededores está cubierta con desperdicios de diferentes épocas, incluyendo 28

SBa-109 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Posta de Santa Bárbara” por Berenguer (1999, 2004b).

47 fragmentos cerámicos prehispánicos. Cabe añadir que a 500 y 750 m de la posta hay dos caseríos locales de 34 recintos cada uno, cuyas fechas de ocupación abarcan desde 1200 a 1480 DC (Berenguer 2004b).

Posta S-18, actualmente en uso. Rinconada de Santa Bárbara (compare con foto pág. 13).

Sitio S-18.29 Este sitio de arte rupestre se encuentra en el vértice SW de la rinconada de Santa Bárbara, a unos 400 m al W de la posta de este nombre, sobre un gran paredón ignimbrítico que encara al N. En un área de 4 m de ancho por 1 m de alto hay 27 petroglifos ejecutados por percusión y raspado. El conjunto incluye siete antropomorfos en posición frontal: los tres del extremo izquierdo son pequeños y de trazado lineal, uno de los cuales presenta su cabeza en forma de tumi y lleva un casco; los dos del centro son también pequeños y de cuerpo rectangular. Los dos del extremo derecho son más grandes y complejos, uno de ellos con un casco provisto de penacho de plumas, una "X" en el cuerpo y un hacha en una mano y una cabeza cortada en la otra; el otro con un casco y el cuerpo cubierto de círculos. Completan el conjunto un círculo con un punto en el centro, otro sobre una línea vertical, tres pequeños zoomorfos indeterminados y ocho pequeñas figuras de camélidos de cuerpo rectilíneo, uno de los cuales presenta sobre la cabeza dos hileras de puntos y una de círculos. También han sido atribuidos al Período Intermedio Tardío e interpretados como relacionados con la guerra y la actividad caravanera (Berenguer Ms.).

29

SBa-141 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. (véase Berenguer 2004b).

48

Grabados Santa Bárbara I, sitio S-18.

Sitio S-19.30 Este sitio de arte rupestre se sitúa cerca del vértice NW de la rinconada de Santa Bárbara, a unos 500 m al NW de la Posta de Santa Bárbara. Se trata de un alero rocoso abierto al E, con un ancho de 10 m, una profundidad de 5 m desde la proyección de la línea de reparo, una altura de 3 m en el umbral y menos de 1 m en su parte más profunda. En el exterior hay una superficie artificialmente aplanada de alrededor de 10 m2, con grandes bloques de piedra, en uno de los cuales hay talladas tres tacitas de cavidad cónica. En una quebradita que hay al pie del sitio hay dos hileras paralelas de estructuras cuadrangulares contiguas hechas de piedra, de aproximadamente 1,00 por 1,00 m cada una, a modo de paskanas caravaneras. El perfil del abrigo exhibe un acuñamiento hacia el interior, donde se ha acondicionado un reducido espacio de habitación, protegido de la intemperie por un pircado muy rudimentario. Todos los recintos, tacitas y paneles fueron hechos sobre tobas ignimbríticas. Dos bloques de la terraza y las paredes del abrigo y especialmente su frente a lo largo de 20 m, presentan pictografías, petroglifos y picto-grabados. Se han contabilizado 14 paneles que incluyen hileras de llamas, individuos con túnicas o con escudos, motivos en forma de laberintos, hileras de triángulos equiláteros. El sitio ha sido atribuido al Período Intermedio Tardío con una posible prolongación hacia el Horizonte Tardío. Fue interpretado como una paskana de “ocupación prolongada” con fines ceremoniales (Berenguer 2004b).

30

SBa-110 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. (véase Berenguer 2004b).

49

Pinturas Santa Bárbara II, sitio S-19.

Pinturas Santa Bárbara II, sitio S-19.

Piedras tacita en sitio S-19.

Hileras paralelas de paskanas al pie del sitio S-19.

Sección 2.2.6: Incaguasi Camino C-12. Este segmento representa la reaparición de la traza del camino inka al S del Embalse de Conchi y del cerro El Añil, por la banda W del valle. Comienza cerca de la Carretera del Mineral El Abra bajo la forma de múltiples surcos dejados por el tráfico tropero, hasta convertirse en un camino de unos 4,50 m de ancho. Fue construido sobre una combinación de arena y calizas por despeje de rocas superficiales. Es rectilíneo y presenta un trecho marcado con un superficial alineamiento de piedras a ambos lados. Camino C-13. Es la continuación hacia el S del segmento precedente. Consiste en una traza de camino rectilínea, muy bien definida y de un ancho de 4 m. Discurre sobre una planchada de calizas. Fue construida por despeje de rocas superficiales, formando bordes laterales de hasta 0,60 m de alto que no deben confundirse con muros propiamente tales. Se trata de uno de los segmentos de camino mejor conservados de todo el Tramo 2.

50

Camino C-13, Incaguasi (vista desde el N).

Camino C-13 (vista desde el S.

Sitio S-7.31 Se halla a unos 17 km al S de la rinconada de Santa Bárbara, en el interior de una quebrada somera que corta a través de una planchada de calizas. Al menos una vez se menciona a "Ingahuasi" dentro de las postas bolivianas sujetas a la jurisdicción de Calama, la que se habría incendiado en abril de 1841 (Cajías 1975: 91). Es muy probable que el siniestro aluda al sitio "Incaguasi" inspeccionado en 1903 por Risopatrón (1924: 424) y que fuera descrito en esa publicación como "posta abandonada [que se] encuentra a 2898 m de altitud, en la márjen W del río Loa, a unos 18 km al S del caserío de Conchi, en el camino a Chíuchíu i Calama". El sitio posee 17 estructuras alineadas con la quebrada, todas construidas con piedra caliza. Varios recintos presentan muros de doble hileras de piedras, planta rectangular y vanos orientados al E. Se reconocen corrales, recintos habitacionales, un antepatio y otras estructuras de más difícil interpretación. Sólo una parte del conjunto arquitectónico es de origen inka, el resto es posterior. No se observan trazas del camino inka en el lugar, pero es clara su asociación con los segmentos C-13 y C-14. Nuestra evaluación es que el sitio corresponde a un tampu inkaico que en tiempos históricos fue reciclado como posta para el tráfico de correos. Fue excavado por Berenguer y coautores en 2002.

Vista aérea del tampu S-7 desde el SW (Archivo Proyecto 1010327).

31

Tampu S-7 (vista sector corrales desde el SE).

LR-1 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Inkawasi” por Aldunate (2001) y Stehberg (2001).

51

Tampu S-7 (vista sector central desde el SE).

Sitio S-7, detalle mampostería.

Sitio S-8, zona de paskana en Incaguasi.

Sitio S-8.32 Entre el tampu de Incaguasi y el cañón del Loa, se observan una huella tropera y una zona de paskanas caravaneras, una de cuyas estructuras rindió fechas y fragmentos cerámicos correspondientes al Horizonte Tardío o Período Inka. Todas las estructuras son de piedra caliza. Pensamos que en época preinkaica la zona de paskanas abarcó hasta el lugar ocupado después por el tampu y que durante el Horizonte Tardío quedó reducida a la expuesta planicie donde la encontramos. Está en una zona sin vegetación, a unos 100 m del borde del cañón, donde hay varios afloramientos de calcedonia, un alero rocoso, una bajada al río y forraje para los animales. Fue excavado por Berenguer et al. en 2002.

32

LR-2 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327.

52

Fragmentos cerámicos inkaicos (Inka Local) en el camino.

Camino C-14, Incaguasi (vista hacia el S).

Camino C-14. Corresponde a la reaparición de la traza del camino inka al S del sitio S-7. Su traza es rectilínea y un poco menos definida que la anterior. Corre también por una planchada de calizas. Fue construida por despeje de rocas superficiales, formando bordes laterales. Camino C-15. Es otra reaparición de la traza del camino. Tiene las mismas características que el segmento anterior y presenta un ancho de 3,40 m. Camino C-16. Reaparición de la traza del camino con las mismas características que el segmento previo.

53

Camino C-16. Al fondo, sitio S-9 (vista hacia el S). Camino C-16, pórtico de Sandía, sitio S-9 (vista hacia el S).

Uno de los hitos de S-9, Sandía.

Paskana en el sitio S-10, Los Chorros.

Sitio S-9.33 Se encuentra en la zona conocida como Sandía, a medio camino entre Incaguasi y Lasana, más cerca del primero. Consiste en ocho hitos de piedra caliza bien formalizados, dos de ellos de sección cuadrada, situados a uno y otro lado del camino inkaico, formando una suerte de “pórtico”. Están alineados con un azimut de 65°06’07”, formando una recta de más de 2 km de longitud, que cruza transversalmente la traza del Qhapaq Ñan. Sanhueza (2005) discute un alineamiento de cuatro hitos, sayhuas o “mojones del Inca” en Vaquillas (Despoblado de Atacama), que es isomorfo con el de Sandía y que está dispuesto también de modo transversal al camino inka que va hacia el S. Lo interpreta como parte de un sistema de demarcación de territorialidades (rituales, políticas, sociales) con “asociaciones simbólicas con el orden del cosmos, el espacio, el tiempo, los ciclos naturales y sociales” (Sanhueza 2005: 66). Identificando de esta manera el ordenamiento territorial inkaico con el orden permanente del cosmos, aparentemente los inkas naturalizaban la apropiación de ciertos espacios conquistados, legitimando de este modo su dominio sobre ellos (Berenguer 2007). Camino C-17. Corresponde a una reaparición de la traza del camino con similares características que los segmentos precedentes, pero de muy baja visibilidad. Su ancho es de

33

SV-14 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Publicado como “Sandía” por Berenguer (2007).

54 3,10 m y si bien presenta alineamientos de piedras en ambos bordes producto del despeje, en su mayor parte carece de éstos. Camino C-18. Reaparición de la traza del camino muy similar a C-17, pero con una visibilidad todavía más baja. Posee un ancho de 3,60 m. Camino C-19. Reaparición de la traza al S de quebrada con características muy parecidas a C-18. Se encontraron varios fragmentos de cerámica probablemente etnográficos. Camino C-20. Reaparición de la traza con características similares a los segmentos C-14, C-15 y C-16. Sitio S-10.34 Está junto al segmento C-20 y a huellas troperas en la zona referida como Los Chorros. Es una estructura semicircular de piedras caliza que habría operado como paskana del tráfico caravanero. Camino C-21. Es otra reaparición de la traza sobre una planchada de calizas, pero esta vez muy alterada por huellas troperas y, por lo tanto, de muy baja visibilidad. Se alcanza a apreciar que fue construido por despeje de piedras superficiales y que tiene un ancho de 3,20 m.35

Huellas troperas en zona Pallinga (vista hacia el S).

Camino C-22. Reaparición de la traza sobre calizas. Fue construida por despeje de rocas superficiales, es rectilíneo y alcanza 3,70 m de ancho. Va acompañada por múltiples surcos de tráfico tropero y cada cierto trecho exhibe acumulaciones artificiales de piedras originadas en hitos o mojones colapsados. 34

AB-10 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. Entre este segmento de camino y el siguiente sabemos que existen otros segmentos, pero por la ya referida falta de tiempo éstos no fueron recorridos ni documentados en esta ocasión. 35

55

Sección 2.2.7: Todos los Santos Camino C-23. Reaparición de la traza del camino inka en la zona Todos los Santos. Consiste en una huella de muy baja visibilidad construida sobre calizas por despeje de rocas superficiales. En un comienzo es rectilíneo, pero hacia el S se torna curvilíneo. Su ancho es de 3,40 m. Se encontró un fragmento de cerámica muy bien cocida, con engobe rojo en su cara externa. Pasa entre dos hitos o mojones del sitio S-11.

Camino C-23, Todos los Santos (vista hacia el N).

Pórtico de Todos los Santos, sitio S-11 (vista hacia el S).

Detalle de hito, sitio S-11.

Sitio S-11 (vista hacia el N).

56 Sitio S-11.36 El sitio está casi al llegar a los altos de Lasana, en el sector conocido como Todos los Santos. Consiste en un sinuoso alineamiento de 28 hitos cónicos construidos con piedras caliza, dos de los cuales se hallan a uno y otro lado del camino inka formando un “pórtico” similar al del sitio S-9. En sus inmediaciones hay gran cantidad de fragmentos cerámicos, astillas de hueso y trocitos de mineral de cobre, que parecen ser producto de la actividad ritual. Pollard (1970) sostiene erróneamente que son apachetas, en circunstancias que éstas se van formando gradualmente por el recurrente lanzamiento y acumulación de piedras en eventos diferentes, en cambio los hitos o mojones son el resultado de un solo evento de construcción. Evaluamos estos hitos como mojones demarcatorios que habrían sido construidos por la población local, quizás en una época posterior al período inkaico. Camino C-24. Es una continuación del segmento C-23, que se inicia en el punto de la zona Todos los Santos donde se desprende un desvío hacia el SE. Presenta las mismas características que el segmento precedente, incluyendo una muy baja visibilidad. Pocos metros al S de esta bifurcación, hay dos sitios laterales: S-12 y S-13. Aparentemente se dirige al S hacia Chiuchiu, pero está cortado por la tubería de la Aducción Toconce y su camino de servicio.

Chaskiwasi S-12 (vista hacia el S).

Ckaskiwasi S-12 (vista desde el E).

Chaskiwasi S-12 (vista desde el S).

Posible chaskiwasi S-13 (vista desde el N).

36

RP-17 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327.

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Sitio S-12.37 Se halla junto al camino troncal del Qhapaq Ñan, pocos metros al S del punto donde se desprende el desvío a Lasana. Se trata de un recinto en forma de “U” abierta al camino, con muros de doble hilera de piedras caliza bien calzadas. Lo evaluamos como una chaskiwasi. Sitio S-13.38 Se encuentra a un costado del eje troncal del Qhapaq Ñan, muy cerca de S-12 y al S del punto de desprendimiento del desvío a Lasana. Se trata de otro recinto en forma de “U” abierta al camino, pero más grande y derruida. Podría tratarse de una segunda chaskiwasi. Camino C-25. Corresponde a la reaparición del camino al S de la tubería de la Aducción Toconce. Exhibe las mismas características que el segmento C-24. Corre por corto trecho, recto hacia Chiuchiu, hasta terminar borrado por múltiples surcos del tráfico tropero. Camino C-26. Se trata de un desvío que se desprende hacia el SE del camino troncal (C-23 y C-24) en dirección a la localidad de Lasana. Fue construido sobre arena y calizas por despeje de rocas superficiales. Presenta un trazado curvilíneo y un ancho de 3,25 m. Desaparece al pasar por el lecho de una quebrada somera.

Camino C-26 (vista hacia el SE).

37 38

RP-19 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327. RP-21 en el Proyecto FONDECYT Nº 1010327.

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Camino C-27 (vista hacia el NW).

Camino C-27. Corresponde a la reaparición del desvío hacia Lasana después de la referida quebrada somera. En un principio muestra las mismas características que el segmento C-26, pero, al llegar a una quebrada relativamente profunda, se transforma en un sendero de 1,80 m de ancho que baja por una rampa con muro de sostenimiento de terraplén y sube por otra rampa similar, para continuar al SE nuevamente como camino. Hay una tercera rampa un poco aguas abajo de las dos primeras, que puede corresponder a otro acceso desde el troncal. Este segmento está cortado por la tubería de la Aducción Toconce.

Rampa en C-27 (vista el S).

Rampa en C-27 (vista hacia el SW).

Camino C-28. Se trata de la bajada hacia la localidad de Lasana. Es un sendero de trazado curvilíneo actualmente en desuso y en muy mal estado de conservación. Fue construido con una combinación de arena y calizas, y presenta muros de sostenimiento de terraplén. Va a dar a la altura de la Iglesia de Lasana y del Pukara de Lasana o sitio S-14.

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Sendero C-28, bajada a Lasana.

Sendero C-28, bajada a Lasana.

Pukara de Lasana o S-14 desde sendero S-28.

Iglesia de Lasana

Sitio S-14.39 Conocido como Pukara de Lasana, el sitio se encuentra en el interior del cañón del río Loa, sobre la mitad N de un largo promontorio rocoso que se eleva unos 25 m sobre el piso del valle. Las ruinas abarcan 250 m N-S y entre 60 y 100 m E-W (Pollard 1970). Cuenta con unas 450 estructuras, considerando recintos grandes y recintos pequeños incluidos en otros mayores (véase plano en Berenguer 2004b: fig. 5.7). Las estructuras son por lo general rectangulares y de un solo piso, y fueron construidas con piedra caliza unida con un firme mortero de anhidrita. Existen unidades habitacionales de un solo cuarto y cuartos múltiples, muchos de ellos con bodegas que parecen haber sido usadas también como lugares de enterramiento. En su empinado borde E, el pukara presenta grabados rupestres de Estilo Kalina, así como grabados de otro estilo. Ocasionalmente, las viviendas están separadas entre sí por estrechos corredores, pero muchas presentan al menos un muro en común. En su perímetro S hay estructuras más grandes que pueden haber operado como corrales y en su costado W se observan restos de campos de cultivo antiguamente irrigados por un canal sellado con anhidrita. Mientras el lado E del asentamiento se halla naturalmente protegido por un profundo corte vertical que da al río, el lado W exhibe una pendiente más suave y presenta un muro defensivo. Originalmente este muro puede haber tenido troneras, como las que se conservan en 39

RAnL-1 en Pollard (1970).

60 algunas de las construcciones interiores. El Pukara de Lasana se edificó durante el Período Intermedio Tardío (ca. 1000-1450 d.C.), prolongando su ocupación hasta bien entrado el período de contacto con los españoles (Latcham 1938; Mostny 1949; Pollard 1970; Berenguer 2004b). Restaurada a fines de los años cuarenta del siglo pasado, esta ciudadela fortificada es un ejemplo local de los asentamientos defensivos que caracterizaron a los Andes durante el período de las guerras preinkaicas o Edad de los Auca Runas o guerreros (Guamán Poma 1980 [1615]: 51). Actualmente, el sitio se halla administrado por la Comunidad Atacameña de Lasana, algunas de cuyas viviendas y chacras están diseminadas por el valle, si bien el núcleo del poblado está frente al pukara. Un centenar de habitante reside actualmente en la localidad.

Pukara de Lasana, sitio S -14 (vista desde el SW).

Mampostería del Pukara de Lasana.

Flanco del pukara que da al río Loa.

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Grabados Kalina en Pukara de Lasana.

Otros grabados en Pukara de Lasana.

Sitio S-15.40 Está localizado a unos 800 m al S del sitio S-14, sobre una colina en forma de meseta que flanquea por el S el camino vehicular por el cual se ingresa al valle de Lasana desde Calama. Consiste en alrededor de 40 muros de piedra rectos y bajos e hileras de “cajas” construidas con piedras lajas, todos construidos con calizas. Las estructuras están orientadas hacia las principales cumbres del área. El largo de los muros oscila entre 1 y 30 40

RAnL-348 en Pollard (1970).

62 m, pero el promedio alcanza unos 5 m de largo. Se observan también pequeños montículos artificiales de piedra. Los sitios de muros-y-cajas son característicos del Período Intermedio Tardío de Chiuchiu, Lasana y Santa Bárbara, y estuvieron en actividad hasta después del contacto con los europeos, pero se sospecha que algunos son objeto de actividad ritual hasta el día de hoy. Estudios realizados en Santa Bárbara indican que fueron estructuras ceremoniales relacionadas con el tráfico de caravanas, donde los llameros y la gente local practicaban ritos a Pachamama y los mallkus o dioses de los cerros para favorecer las expediciones de intercambios (Berenguer 2004b).

Sitio ceremonial S-15, Lasana.

Evaluación del subtramo (véase Tabla 2) Las secciones 2.2.1 (Desencuentro) y 2.2.2 (Lequena Viejo) conservan muy pocas trazas del camino (C-40, C-41, C-42); además, son demasiado cortas y escasamente visibles. Acceder a sus cuatro sitios (S-28, S-29, S-30 y S-31) requiere un viaje demasiado largo que no guarda relación con lo que ofrecen. Dos de ellos no son inkaicos: uno es una paskana caravanera (S-30) y el otro una posta de correos histórica (S-31). Sus dos sitios inkaicos (S-28 y S-29), por otra parte, se encuentran muy derruidos y alterados por ocupaciones posteriores, siendo difícil discernir cuáles partes de las ruinas son inkaicas y cuáles no. La sección 2.2.3 (Bajada del Toro) conserva trazas de camino relativamente visibles (C-37), un sitio inkaico (S-25), un desvío inkaico relativamente visible (C-36) que

63 empalma con un sendero con escalinata (C-35) y un caserío local con arte rupestre (S-27). Se puede acceder a este segmento por la Ruta B-141 y un corto desvío, ambos en buen estado, siendo necesario únicamente un vehículo 4x2. Al igual que el caso anterior, puede ser difícil discernir cuáles partes de las ruinas de S-25 son inkaicas y cuáles no. Mucho mejores candidatas son, a juicio nuestro, las secciones 2.2.4 (Cerro Colorado) y 2.2.5 (Abra de Revinco). Incluyen un centro administrativo inkaico (S-23); un mítico cerro o w’aka con singulares efectos acústicos y visuales (S-24); un segmento de camino de regular visibilidad (C-34), una cuesta con trazas del Qhapaq Ñan bajo la forma de un sendero (C-32); y una posta histórica boliviana (sitio S-17) rodeada por sitios de petroglifos y pictografías relacionados con el caravaneo y la guerra (S-16, S-18 y S-19). A unos 90 km de Calama en su extremo más próximo y 100 km en el más distante, sus segmentos de camino y sitios son accesibles mediante la trocha carrozable de la Ruta B141, que se encuentra en buen estado y tampoco requiere vehículos 4 x 4. Candidatas insuperables son las secciones 2.2.6 (Incaguasi) y 2.2.7 (Todos los Santos). En conjunto, contienen trazas de camino muy bien conservadas (p. e., C-13); un lugar donde primero hubo una paskana caravanera, luego un tampu inkaico y finalmente una posta de correo (S-7 y S-8); dos pórticos (S-9 y S-11); una traza de camino dotada de tres rampas con muro de sostenimiento de terraplén (C-27); un pukara (sitio S-14); y un sitio ceremonial atacameño (sitio S-15). A sólo 40 km de Calama en su extremo más cercano y 65 km en el más lejano, estos segmentos de camino y sitios son, por lo general, fácilmente accesibles desde la pavimentada carretera del Mineral de El Abra, aunque en algunos puntos es preciso internarse por trochas carrozables o caminar una cierta distancia para llegar a los puntos de interés.

64

Tabla 2 Secciones de camino en el Subtramo 2: Desencuentro - Lasana Camino Topónimo Interés Visibilidad Acceso Sitios asociados * C-12 Incaguasi Medio Regular Muy bueno C-13 Incaguasi Alto Muy Buena Muy bueno S-7, S-8 C-14 Incaguasi Alto Muy Buena Muy bueno C-15 Ramaditas Alto Muy Buena Muy bueno C-16 Sandía Alto Regular Muy bueno S-9 C-17 Sandía Alto Mala Muy bueno C-18 Los Chorros Bajo Mala Muy bueno C-19 Los Chorros Bajo Muy bueno C-20 Los Chorros Bajo Regular Muy bueno S-10 C-21 Pallinga Bajo Mala Muy bueno C-22 T. los Santos Alto Regular Muy bueno C-23 T. los Santos Alto Regular Muy bueno S-12, S-11 C-24 T. los Santos Alto Regular Muy bueno S-12 C-25 A. de Lasana Alto Mala Muy bueno C-26 A. de Lasana Alto Regular Muy bueno C-27 A. de Lasana Alto Buena Muy bueno C-28 B. de Lasana Alto Buena Muy bueno S-14 C-29 Mirasol Bajo Regular Bueno S-16, S-17, S-18, S-19 C-30 P. Pichiguara Medio Mala Bueno C-31 Cerro Guacho Medio Regular Bueno C-32 A. de Revinco Medio Buena Difícil S-20 C-33 P. Carrazana Medio Mala Difícil C-34 P. Cuestecilla Alto Regular Bueno S-23, S-24 C-35 B. del Toro Alto Muy buena Bueno S-26, S-27 C-36 B. del Toro Alto Buena Bueno S-25, S-26, S-27 C-37 B. del Toro Alto Buena Bueno S-25, S-26 C-38 B. del Toro Medio Buena Bueno C-39 Q. La Garita Medio Buena Bueno C-40 Lequena Viejo Bajo Mala Bueno C-41 Lequena Viejo Alta Buena Bueno C-42 Desencuentro Medio Regular Bueno S-29, S-30 * Sitios pre inkaicos, inkaicos y post inkaicos contiguos o cercanos a un segmento de camino en particular.

65 SUMARIO Y CONCLUSIONES

En este informe hemos entregado información básica sobre el derrotero, características y contenido del Tramo 2: Miño – Lasana. Se aportaron datos sobre 42 segmentos del Qhapaq Ñan del Alto Loa y 31 sitios arqueológicos relacionados con él, ya sea en términos funcionales o debido a su relativa proximidad con el eje vial. Aunque sinuoso (C-31, C-32), incluso curvilíneo en algunos trechos cortos (C-1, C2, C-3, C-7, C-26), el camino presenta la típica rectitud reportada para el Qhapaq Ñan en otras partes de los Andes (p. e., véase Romero Sotomayor 1978; Hyslop 1984). Es, además, un claro exponente de los caminos longitudinales: sin contemplar sus desvíos en Bajada del Toro (C-35) y Altos de Lasana (C-26, C-27, C-28), hay sólo dos puntos en que la traza se aparta hasta unos dos grados del eje N-S, Chela (C-4, C-5) y el Abra de Revinco (C-31, C32, C-33). Puede ser descrito como una modesta huella, sin aparejo alguno, que dista mucho de las calzadas empedradas, con banquinas, caminos colaterales, muros en los costados, enrasamientos, adoquinados o emplantillados, sistemas de drenaje y de seis a 16 m de ancho, que caracterizan al Qhapaq Ñan en otras partes (Hyslop 1984: figs. 2.2, 5.3, 15.1, 15.6, 15.9, 15.17, 17.2, 17.4).41 Su ancho promedio es de 4 m y fue construida, por lo común, mediante despeje de piedras de la superficie formando rudimentarios bordes en los costados (Berenguer et al. 2005). Son estos despejes los que producen el alineamiento que permite identificarla como una vía formal. En ausencia de estos rebordes, la trocha presenta superficiales hileras de piedras en uno o los dos lados (C-7), y a veces ni siquiera eso (C40). Menos a menudo, el vial fue construido por sustracción del material de superficie (C31), apareciendo en ocasiones como una leve depresión en la arena (C-34). Otras veces se convierte en una senda de 30 a 40 cm de ancho, producida por el simple trajín de peatones (p. e., entre C-37 y C-38). En varios puntos, el camino atraviesa (C-14), se superpone (C12), corre paralelo (C-1, C-2, C-22), es cortado (C-3, C-13) o es obliterado (C-21) por huellas del tráfico que precedió, coincidió y sucedió al tráfico estatal. Rampas con muro de sostenimiento de terraplén (C-27), rampas naturales con hilera de piedras del lado de la quebrada (C-42) y, menos frecuentemente, escalinatas de piedra con peldaños o escalones acomodados (C-41), facilitan el cruce del camino a través de las quebradas más profundas. Estos son los únicos elementos arquitectónicos propiamente camineros integrados a la vía. Salvo los segmentos de camino que pasan cerca del río Miño o cruzan a través del estero Nacimiento o el río Chela, todos los demás tienen al río Loa como el elemento hídrico más cercano. A trechos variables jalonan la arteria más de medio centenar de hitos o mojones construidos con una gran variabilidad tipológica, cantidad y disposición respecto al camino. Sólo aquellos más formalizados parecen ser sayhuas, chutas o tupus (entre otras denominaciones), reconocidos en las fuentes históricas como “mojones del Inka”.42 Entre estos últimos, destacan los hitos de Sandía (S-9), que forman una especie de portal o pórtico demarcatorio de territorialidad, con posibles asociaciones calendáricas, astronómicas y simbólicas (Sanhueza 2005; Berenguer 2007). Topónimos como pampa Bacañán (W’aka Ñan), pampa el Inca, Inga, Mollo Pongo, Catuncalla (Jatun Kolla) Garri 41

De hecho, en la ficha no hay contemplada para este género de huella una categoría específica en el ítem “Tipo de Camino”, por lo que tuvimos que asignarle el código 99, que es una categoría residual. 42 Estas columnas desempeñaban una función importante en la simbología de frontera y se hallan documentados principalmente en relación a los caminos del Qollasuyu (Sanhueza 2004).

66 Muerto (Ingarrí o Inka Rey), abra de Revinco (Rey Inka), Incaguasi y Pallinga, recuerdan de diferentes maneras el paso de los inkas por el valle.

Instalaciones inkaicas entre Miño y Lasana (Berenguer 2007). Incluye segmentos de camino situados al N de Miño, entre esa localidad y el cerro Pabellón del Inca.

67 Para una primera etapa de diagnóstico y puesta en valor del Tramo 2, consideramos que las candidatas óptimas son la Sección 2.2.6 (Incaguasi) y la Sección 2.2.7 (Todos los Santos). Para una segunda etapa, nuestras candidatas son la Sección 2.2.4 (Cerro Colorado) y la Sección 2.2.5 (Abra de Revinco). Para una tercera y última etapa, la candidata es la remota Sección 2.1.1 (Faldas del Miño). Los argumentos para esta selección han sido entregados al final de la descripción de cada subtramo y estimamos innecesario repetirlos aquí. Digamos en términos más generales que la construcción de este camino se efectuó durante la primera mitad del siglo XV.43 Tuvo como objetivo principal proporcionar una ruta de acceso a los recursos mineros del Alto Loa y sacar la producción hacia otras regiones del Tawantinsuyu, donde tales recursos eran escasos o inexistentes (Berenguer 2007). En efecto, si bien el derrotero general de la vía puede haber obedecido a razones de planificación estratégica de la circulación, que seguramente transcendían a las circunstancias locales o regionales, hay pocas dudas que sus funciones específicas fueron proporcionar una eficiente salida de la producción minera, movilizar mano de obra hacia los enclaves extractivos, asegurar una buena línea de suministros y dotar al valle de una infraestructura de control y administración estatal. Dos centros administrativos controlaron este importante distrito minero, cuyas respectivas áreas de influencia coinciden aproximadamente con los dos subtramos en que subdividimos el Tramo 2. Uno en Miño (S4 / S-5), desde donde se habrían dirigido las actividades extractivas en la vecina mina de Collahuasi y, eventualmente, en la mina de Conacona. Y otro en Cerro Colorado (S-23), que habría tenido a su cargo las operaciones en las también cercanas minas de El Abra y Conchi Viejo. Los sitios intermedios (S-1, S-2 y S-29) pueden haber sido simples asentamientos de enlace caminero entre ambos centros administrativos. En suma, el Qhapaq Ñan del Alto Loa es un excepcional ejemplo de un camino minero inkaico, con escasos símiles en los Andes y, por lo tanto, de un alto valor patrimonial. En pocas partes del Qollasuyu se conserva todavía una arteria inkaica de esta naturaleza, provista de un elenco completo de chaskiwasis, tampus, centros administrativos y sitios locales, y que, además, corre a través de zonas tan desérticas y desoladas. Hay, desde luego, otros caminos inkaicos que pasan por zonas hiperáridas y despobladas, pero éste es uno de los más variados, accesibles e investigados. A las evidencias de movilidad inkaica se suman huellas troperas producto del tráfico caravanero pre inkaico y huellas de carretas de tiempos republicanos tempranos. La traza de estas vías tienden muchas veces a cruzarse, así como la localización de paskanas, tampus, chaskiwasis y postas de correos tienden a coincidir a lo largo de la ruta, revelando una historia de a lo menos 800 años de tráfico por este corredor. Por otra parte, desde los ricos pajonales de la puna del Miño y 43

Al calibrar juntas 14 fechas radiocarbónicas (OxCal 3.9, p = 95%), obtenidas en nueve sitios (S-4, S-5, S-7, S-8, S-23, S-25, S-27, S-28 y S-29), las dataciones se agrupan entre 1414 y 1444 d.C., intervalo que, obviamente, es demasiado corto como para reflejar el lapso total de ocupación inkaica en el valle (Berenguer 2007). Esto se debería a que la mayor parte de las muestras fechadas proceden de capas profundas de los depósitos, por lo que estarían fechando los eventos más tempranos del Horizonte Tardío en los sitios. Nuestra interpretación de estas fechas es que los inkas llegaron al Alto Loa antes de 1414. Entre esa fecha y 1444 habrían establecido el sistema de la m’ita y construido el camino, actividades que reflejan una fase de “anexión consumada” del valle. Después de 1444 habría empezado el flujo más normalizado de bienes, funcionarios y soldados (cf. Hyslop 1984: 268).

68 flanqueado al E por una cadena de imponentes volcanes activos y apagados, la ruta atraviesa tres pisos de vegetación, descendiendo casi 1500 m de desnivel en 125 km de trayectoria, para ingresar a una zona carente de toda vegetación en el desierto más extremo de la tierra (Weischet 1975). A su vera aún es posible divisar vicuñas, guanacos, vizcachas, suris, perdices y otros exponentes de la vida silvestre del valle. Cruza, además, por oscuros campos de escoria volcánica, anaranjadas placas de tobas o carcanales, dorados cerros de granito, extensos arenales y blancas costras de calizas paleolacustres, en un trayecto que no sólo es una genuina clase de geología, sino también un verdadero deleite para la vista por su variada paleta cromática. * * * * * Como todo antiguo camino del desierto, el Qhapaq Ñan del Alto Loa es un relicto sumamente frágil. Dado que los segmentos mejor conservados (2.2.6 y 2.2.7) se hallan en zonas sin precipitaciones, tenemos la impresión de que la lluvia y el sistema de drenaje han desempeñado un papel en la destrucción que presenta la traza en las zonas más húmedas (Berenguer et al. 2005: 23). Es probable también que los sismos y el tráfico por la vía hayan producido diversos grados de deterioro en los hitos, incluyendo el colapso de muchos de ellos. Existen, por otra parte, muchos trechos severamente impactados por las carreteras, la actividad industrial y las maniobras militares (incluso amenazas potenciales, como rallies, jeep fun races, etc.), tanto que nuestras generaciones pueden ser las últimas en ver algunos de sus segmentos más delicados y evanescentes. Para evitar nuevos daños antrópicos, el camino no debiera ser transitado, sino “visitado” desde localizaciones laterales. Algunos de sus asentamientos arqueológicos, en tanto, han sido radicalmente alterados por pastores locales, arrieros y viajeros durante los últimos 450 años o ensuciados con desperdicios durante el último medio siglo por excursionistas y pescadores de fin de semana. Ni pensar entonces en lo que significaría para la integridad de la vía, sus instalaciones y su entorno paisajístico el exponer al valle a un turismo sin regulación. Las autoridades asumen, entonces, una responsabilidad muy grande al colocar al alcance del público este conjunto excepcional de patrimonio arqueológico y ambiental. Tienen por delante un arduo y sostenido trabajo de conservación y manejo de este bien cultural, así como de educación de los visitantes. Quizás debieran preverse “zonas de exclusión”, para proteger trazas sensibles y sitios vulnerable. Sumando y restando, sin embargo, creemos que la incorporación del Tramo 2 al Programa permitirá al Consejo de Monumentos Nacionales poner salvaguardias a este valioso patrimonio, ya que, a partir de este informe, dispone de datos duros acerca del derrotero preciso de la arteria, sus características y su contenido. “Conocer -ha dicho Marinov (2005)- es el primer paso para abordar cualquier gestión referida al estudio, manejo, conservación, restauración y puesta en valor patrimonial”. Y en el caso del sistema vial de los inkas en el Alto Loa, ese “conocer” ha sido resultado de varios proyectos financiados por FONDECYT. Producto de estas investigaciones hemos podido decir qué características tiene el desarrollo preinkaico local, dónde está el camino inka y sus asentamientos, de qué época datan sus vestigios, quiénes participaron en su operación y con qué fines. En nuestra opinión, estas investigaciones ya han proporcionado la información que el Programa Qhapaq Ñan-Chile requiere para darle contenido a la prehistoria e historia de las secciones del Tramo, haciendo innecesario

69 realizar nuevos estudios en esa dirección. Existe una amplia bibliografía cuyos contenidos pueden ser traducidos a una narrativa sencilla y amena, que esté al alcance de todo el mundo. Desde un punto de vista estrictamente científico, sin embargo, subsisten todavía muchas interrogantes que precisan ser resueltas mediante nuevas investigaciones arqueológicas. Cualquiera sea la decisión que las autoridades tomen al respecto, confiamos en que sabrán cautelar que las intervenciones que se hagan en este tramo en las etapas de diagnóstico y puesta en valor, con motivo de la postulación del Qhapaq Ñan en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, se efectúen conciliando los objetivos del Programa con las investigaciones actualmente en desarrollo o por venir. Por ejemplo, estableciendo “zonas reservadas” en los sitios, para preservar depósitos que pueden ser de interés para las investigaciones arqueológicas que se realicen en el futuro.

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ANEXO SEGMENTOS DE CAMINO EN EL ALTO LOA 44

NO REGISTRADOS EN LA CAMPAÑA DE ABRIL

SUBTRAMO 2.1: MIÑO – DESENCUENTRO Entre C-7 y C-1 Al sur de las ruinas, el camino reaparece brevemente sobre roca viva (MI-7) con calidad MR, para perderse en la arena, la vegetación y el curso de agua de este esterito.45 Al sur del esterito, el empalme con el siguiente segmento de camino inka es de difícil localización. Sólo reaparece en MI6 con visibilidad MN, sobre una rojiza superficie de ignimbritas meteorizadas. El segmento está casi al llegar a una quebrada anónima y finaliza en su borde norte, entre un par de hitos tipo pila. Desde este punto al sur, el camino atraviesa dos quebradas someras, reaparece a trechos (Mi-5, -4), es cruzado por la huella vehicular que se dirige al sur, vuelve a aparecer en PP-4 y llega al borde norte del Estero Pacopaco, donde hay un alero rocoso, una pequeña cuesta (PP-3) y varios recintos de data no determinada. Este vallecito, bien provisto de pasto y agua, es relativamente ancho y de intenso color amarillo por la abundancia y densidad de la paja brava. Probablemente, el nombre del riachuelo proviene del quechua ppaccu, que significa “cosa bermeja rubia roxa”, aludiendo al color de sus pastizales. Las ruinas de una estancia pastoril se observan en la orilla sur del estero, cerca del vado de la huella vehicular. Un nuevo segmento de camino se visualiza en PP-2 con calidad MR al norte de la primera quebrada anónima y frente a la quebrada Feta, pero su adscripción a la vía inka es incierta. Más adelante, frente al desolado carcanal de Feta, que se divisa en la banda opuesta, el camino se convierte en una senda (p.e., en PP-1) y su adscripción a la vía se deduce por su empalme más adelante con un segmento (RE-13) de visibilidad MR que, al aproximarse al borde norte de la Quebrada Patuno, presenta 30 m de calidad N y doble hilera continua de piedras, para volver a una visibilidad MR poco antes de iniciar el descenso de la quebrada y desaparecer en su ladera. Al sur de la quebrada, el camino reaparece sobre la pampa por una decena de metros con calidad MR, para en seguida tornarse invisible. Lo único que se observa es una senda en medio de la arena y el pajonal, marcada por un hito tipo pila poco antes de bajar la profunda quebrada de Río Blanco y desaparecer en sus flancos. Al culminar el costoso ascenso del repecho sur de la quebrada de este río, cerca de un hito, la vía es tan solo una senda que aparece (RE-12) y desaparece a trechos. Sólo reaparece como camino al aproximarse al borde norte de la Quebrada La Mona, donde exhibe visibilidad MR, posible doble alineamiento continuo de piedras y un hito en su costado oeste (RE-11). Otros segmentos del camino yacen al sur de esta quebrada. Reaparece allí con calidad MR, primero sin ribeteado de piedras (RE-10) y luego con doble hilera continua (RE-9). 44

Fuente: Segundo Informe de Avance del Proyecto FONDECYT Nº 1010327 – José Berenguer, Iván Cáceres, Mauricio Uribe & Cecilia Sanhueza, 2006. 45 Para describir sobre la marcha el grado de resolución de los segmentos de camino en cada observación puntual, en el Proyecto 1010327 se utilizó una escala ordinal de cinco niveles de visibilidad: Nítido (N = se observa con suma claridad), Menos Nítido (MN = se observa con claridad), Regular (R = se observa con dificultad), Menos que Regular (MR = se observa con suma dificultad) e Invisible (I = es inobservable o se convierte en una huella tropera [surcos paralelos o anastomosados] o en una senda [huella de 30-50 cm de ancho]).

76 Entre C-3 y C-5 Más adelante, el camino inka es brevemente observable sobre la arena con calidad R en EA-11, junto a una carca. Al disiparse la arena, el camino desaparece en la superficie de roca sólida y sólo es aparente bajo la forma de un sendero tropero que pasa entre dos hitos tipo pila (EA-10) y después ni siquiera por eso (EA-9, -8). Al norte de la quebrada Pampa Redonda, una vez superado el carcanal, reaparece como una senda por unos 200 m (EA-6), desapareciendo al atravesar la vaguada de la quebrada. En el borde sur de la quebrada Pampa Redonda la vía reaparece brevemente sobre la roca viva con visibilidad N (EA-5), para transformarse luego en un amplio sendero tropero y finalmente en una senda sobre la arena. Al atravesar la primera quebrada, la vía reaparece con calidad R (EA-4), pero se convierte rápidamente en una senda, pasa junto a un hito en U abierto al volcán. Chela (EA-3) y sigue como senda hasta llegar a la segunda quebrada, donde pasa entre dos hitos tipo pila y reaparece por corto espacio con calidad N y doble hilera continua de piedras en el borde rocoso sur de la quebrada (EA-2). EA-1 marca el punto donde el camino reaparece con calidad MR, casi al borde de la tercera quebrada. Luego desaparece casi a todo lo ancho del siguiente interfluvio, reapareciendo en el borde rocoso norte de la próxima quebrada con una visibilidad MR (PI-3). Entre C-4 y C-8 En el borde meridional de la quebrada del río Chela se observan dos cuestas: una tropera, que inicia su ascenso aguas arriba de CH-1 y otra correspondiente al camino inka, que lo hace aguas abajo del sitio. Se trata en este último caso de una simple rampa que asciende la pendiente en forma diagonal sobre la superficie de ignimbritas, con algunos alineamientos de piedras a borde de quebrada para orientar el tráfico. Sobre la Pampa Colorada, el camino toma una definida dirección hacia el suroeste. Es observable con calidad N en la roca sólida de la ceja de la barranca, pero al internarse en las arena y los regolitos, cambia a visibilidad R hasta poco antes de la siguiente quebrada (CH-5, -4), donde se convierte en una senda. En la ceja de esta quebrada el camino reaparece con calidad R (CH-3, -2), hasta que es obliterado por un amplio sendero tropero que se le traslapa. Más adelante presenta visibilidad N (PC-1), atraviesa luego una quebrada somera y desaparece, para reaparecer con calidad MN en PC-2. De ahí, se convierte en una senda (PC-3) que se alterna con trazas del camino de visibilidad MR hasta la Quebrada Yollanta, donde adquiere visibilidad N (PC-9). Más adelante, cambia bruscamente de rumbo para cruzar la quebrada y varía de una calidad MR a otra N (PC-11), donde es intersectado por una senda que conduce a unos corrales subactuales y es flanqueado por un hito cilíndrico derrumbado. En seguida, adquiere una calidad MR y recupera su rumbo general (PC-13), hasta alcanzar la Quebrada Calvario, donde desaparece (PC-14). Al llegar a la Quebrada Chulpaguaico, hay un hito que incluye un hito en U abierto al Vn. Chela (PC-15), al este del cual se observa un segmento de camino inka de calidad MR (PC-16). En la ladera norte de la Quebrada Chulpaguaico existe una cuesta del camino construida con muro de contención (PC17). En la ceja sur de esta quebrada el camino reaparece por breve espacio con calidad N (PC-18), hasta alcanzar la Quebrada Pérez. Entre C-11 y C-42 Después de desaparecer el alineamiento arbustivo y de convertirse en una senda, el camino reaparece con calidad MR en TA-3 y N en TA-4, para transformarse en una senda al bajar a la Quebrada Solche. Esta quebrada, donde merodean vicuñas, es la única con agua permanente desde el río Chela al sur. En su lecho existe una pequeña vega y sobre una planchada ignimbrítica situada en la banda sur se observan las ruinas de una estancia pastoril del siglo pasado. En TA-5, la senda se superpone a un segmento de camino de calidad MR y en TA-6 a otro de calidad N. El carcanal que existe al sur de la Quebrada Solche posibilita una visibilidad MN (SO-1) hasta poco antes de llegar a la Quebrada Potrerito, donde hay un hito troncopiramidal 40 m al este (SO-2). Después de atravesar esta quebrada y especialmente en la Pampa Negra, el camino se convierte en una senda (PN-1). Al aproximarse al borde rocoso de la Quebrada Mal Paso, pasa a visualizarse como sendero

77 tropero (PN-2). Al sur de la Quebrada Mal Paso, el camino reaparece por breve trecho sobre roca sólida con calidad N, flanqueado y traslapado por un sendero tropero (OL-24), pero desaparece al cambiar la superficie a arenas y regolitos. OL-23 es un hito en U abierto hacia el Vn. Palpana, a cuyos lados pasa el sendero tropero. Combina una construcción de piedras lanzadas al azar por caminantes. La traza del camino reaparece con calidad MN en el borde rocoso sur de la quebrada Tinas Verdes, pero desaparece a poco andar, conservándose en cambio el mencionado sendero hasta llegar a la Quebrada Pabellón. Hay sólo tres excepciones: OL-21, un segmento de 14 m de largo y calidad MR; OL-15, un segmento de 90 m de largo y calidad N; y OL-12, un segmento de 35 m de largo de calidad R. Dos hitos tipo pila en pareja y siete solitarios, uno de ellos troncoporamidal (OL-18), jalonan el camino. La cuesta norte de la quebrada Pabellón es una senda que desciende serpenteando por una abrupta e inestable ladera de escombros, que exhibe un sencillo, si bien muy derruido, pircado externo (OL-9). A sus pies hay un conjunto de recintos subrectangulares y subcirculares con muros de una sola hilada. La cuesta sur es una rampa que asciende diagonalmente sobre la roca sólida, también con un sencillo pircado por el borde externo (OL-8). OL-7 marca el punto donde el camino es observable en la roca viva de la ceja de la quebrada con una visibilidad MN. Al discurrir al sur por una superficie arenosa y pedregosa, su visibilidad pasa a ser R y luego desaparece. En esta pampa, como en la anterior, el camino presenta numerosos baches lineales producidos por arroyadas. Desde OL-4 y principalmente desde OL-2 al sur, donde corre en general sobre roca firme, su visibilidad fluctúa entre R y MN, hasta llegar a la Quebrada La Cueva. Entre la vía y el cañón del Loa discurre un camino referido como de carretas por informantes locales. Incluye los restos de un puente sobre el estrecho y profundo tajo de la quebrada, supuestamente destruido por militares en el siglo pasado.4 Al otro lado del valle, se divisan las ruinas de Olcar, una posta de correo del siglo XIX. Desde ese punto en adelante, el reconocimiento del camino inka se torna en extremo difícil, pero es clara su reaparición a media ladera de una pequeña quebrada anónima que se junta con el río Loa en Desencuentro. Varios recintos subcirculares con muros de pirca se hallan dispersos en esta quebrada.

SUBTRAMO 2.2: DESENCUENTRO - LASANA Entre C-42 y C-41. Este es uno de los tramos que arrojó menos evidencias de camino inka. De hecho, el primer registro de actividad vial lo hicimos recién pasado la Estancia Aimani, casi 9 km al sur de Desencuentro. Corresponde a un sendero tropero y un par de hitos tipo pilas (LE-3). Las primeras señas de camino propiamente tal se observan unos 300 m al sur, en LE-4, después que el mencionado sendero tropero se desvía hacia el sureste. En ese punto, al este de una hilera de tres hitos tipo pila, comienza un segmento de camino sobre roca firme de visibilidad MN (LE-2). Más adelante varía a R al pasar por el eje de una quebrada somera. Desaparece al sur de ésta, al ser obliterado nuevamente por el sendero tropero. Unos 700 m al norte del camino vehicular de acceso a la Captación Lequena, también sobre roca firme, el camino inka reaparece con calidad R (LE-1), para desaparecer poco antes de la Quebrada Mollepongo. Sólo reaparece casi 2 km al sur (NA-9), primero con visibilidad MN y luego con visibilidad N, empalmando unos 150 m más adelante con una escalinata de piedra de unos 50 m de largo en la cuesta norte de una quebrada anónima (NA-5). Entre C-40 y C-39 NA-4 señala el punto donde una senda cruzada por el camino de tierra moderno (Ruta B-141) presenta un hito tipo pila derrumbado. En NA-3 el camino aparece en el borde norte de una quebrada somera con visibilidad MR, convirtiéndose más al sur en una senda. Reaparece luego como un camino de calidad MR en NA-2 por espacio de unos 50 m, desaparece en seguida y reaparece en la ceja norte de la quebrada Condoroma con calidad R y con calidad MN en la ceja sur (NA-1). Luego de un largo recorrido hacia el sur, en que sólo es visible como senda -en una ocasión flanqueada en sus veras por dos hitos tipo pila- reaparece en la quebrada Caquiguaico bajo la

78 forma de una cuesta con construcción formal (JB-13). La cuesta septentrional muestra un corto muro de contención y la meridional uno más largo. Ambas poseen rampas diagonales respecto de las laderas, logradas mediante rellenos de nivelación. En la ceja sur de la quebrada, el camino exhibe calidad N (JB-12), pero su traza desaparece rápidamente al internarse en la planicie, convirtiéndose nuevamente en una senda. JB-11 marca el punto en que esta senda se halla señalizada por un hito tipo pila. En ambos bordes de una quebrada somera, el camino reaparece con calidad N (JB-9), para volver a transformarse en una senda. Entre C-37 y C-34 Después de cruzar la quebrada Las Cruces, la traza del camino continúa reconocible sólo por un par de metros hacia el sur, desapareciendo en la pedregosa superficie meteorizada donde se emplaza el asentamiento CG-9. Calculamos que las estructuras 11, 10 y 9 de este sitio son más recientes y fueron construidas sobre la vía. En realidad, salvo estructuras en U e hitos tipo pila de dudosa afiliación, la traza del camino no vuelve a aparecer sino 7 km al sur. Entre C-34 y C-33 En cuanto al camino inka, no se observa su traza en SBa-162, pero la proyección hacia el sur del último segmento del tramo anterior (CG-1) sugiere que la vía discurre soterrada entre la tubería y este asentamiento. La misma proyección sugiere que se dirige al sur por la pronunciada escotadura de uno de los “dorsos de ballena” situado al suroeste del sitio. La traza sólo reaparece al norte de los morrillos de Taira y de la huella vehicular de acceso a los baños de esa localidad, a unos 30 m al este de la tubería (IC-17). Es una corta y leve depresión lineal de visibilidad MR, observable en la arena únicamente con la luz rasante de las primeras horas de la mañana o de las últimas de la tarde. Entre la tubería y el camino inka hay una hilera de siete montículos alineados con la vía (IC-0). Desde ese punto y principalmente al sur de los mencionados morrillos, en las pampas Garri Muerto y Carrazana, no observamos trazas del camino. Solamente es posible especular que se le superponen el camino moderno o la tubería. O bien, que va soterrado entre ésta última y el carcanal de Garri Muerto y que, debido a las restricciones de circulación impuestas por el Co. Morado y los afloramientos de tobas de Carrazana, tuerce al suroeste para internarse en una arenosa pendiente que asciende la falda oriental del Co. Blanco. Entre C-29 y C-12 Desde ese punto hasta la Rinconada de Santa Bárbara no hay nuevas trazas del camino.En lo referente a evidencias de camino inka, éste es el tramo más problemático. Su traza no pudo registrarse sino hasta poco antes de Incaguasi, es decir, 17 km al sur de Santa Bárbara. Las razones son de diferente tipo. Por una parte, la prospección de la planicie hasta la quebrada Potrero y del piso del valle hasta la confluencia de ambos ríos, no ofreció resultados positivos. Por otra, banderines anunciando peligro por presencia de explosivos, impidieron prospectar la superficie del lahar del río San Pedro, pese a que la foto áerea mostraba un sugerente rasgo lineal cruzándolo de norte a sur. Otro tanto ocurre al norte y sur del campamento del Embalse de Conchi, donde letreros similares a ambos lados de la Ruta B-141 desaconsejaron la prospección. En cuanto a la zona en torno al campamento del embalse, se halla tan alterada por caminos modernos, ductos, vías férreas, instalaciones y movimientos de tierra de todo orden, que consideramos vano prospectarlo. Entre C-22 y C-23 En seguida, después de una quebrada, viene un intervalo de casi 6 km, donde la traza del camino inka desparece casi totalmente en la arena. Abarca parte del sector Los Chorros, la totalidad del sector Pallinga y parte del sector Otachel. Unicamente un sendero tropero ocupa el eje por donde debería discurrir la arteria. No obstante, varios hitos tipo pila -solitarios, dobles, triples y múltiples-, así como dos estructuras, una en arco y otra un murete recto, jalonan este intervalo. El camino reaparece más o menos a la altura de Otachel y a través del sector La Cruz, entre RP-3 y RP-18. Lo

79 hace sobre una superficie de arena y principalmente de roca disgregada o regolitos. Si bien se observan partes con visibilidad MN (RP-3, -4), incluso N (RP-10, -12), la visibilidad prevaleciente fluctúa entre R y MR, con trechos en que desaparece totalmente.

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