el Proyecto de cIudad hermoSIllo 2009-2012: “de cartóN-PIedra... eN uN eScaParate”

July 24, 2017 | Autor: Milton Aragón | Categoría: Urban Studies, Imaginarios sociales, Arquitetura e Urbanismo, IMAGINARIOS URBANOS, Políticas Urbanas
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Descripción

Estudios sobre Sonora 2011 Instituciones, procesos socioespaciales, simbólica e imaginario

Álex Covarrubias Valdenebro Eloy Méndez Sáinz Coordinadores

Estudios sobre Sonora 2011: instituciones, procesos socioespaciales, simbólica e imaginario Álex Covarrubias Valdenebro, Eloy Méndez Sáinz, coordinadores Hermosillo, Sonora, México: El Colegio de Sonora, 2013. 404 páginas : cuadros, gráficas, ilustraciones, fotos y mapas; 23 cm ISBN: 978-607-7775-41-6 Incluye referencias bibliográficas 1. Sonora – Política y gobierno 2. Elecciones – Sonora 3. Movimientos sociales – Sonora 4. Ciudades y pueblos – Proyectos y urbanización – Aspectos políticos – Sonora – Hermosillo 5. Sonora – Aspectos sociales 6. Economía del conocimiento – Sonora 7. Sonora – Condiciones económicas 8. Desarrollo sustentable – Aspectos políticos – Sonora 9. Tecnología y Estado – Aspectos sociales – Sonora. I. Covarrubias Valdenebro, Álex, editor. II. Méndez Sáinz, Eloy, editor. HN120.S6 .E77

El Co­le­gio de So­no­ra Doctora Gabriela Grijalva Monteverde Rectora Doctor Nicolás Pineda Pablos Director de Publicaciones no Periódicas Licenciada Inés Martínez de Castro N. Jefa del Departamento de Difusión Cultural ISBN: 978-607-7775-41-6 D.R. © 2013 El Co­le­gio de So­no­ra Obre­gón 54, Cen­tro Her­mo­si­llo, So­no­ra, Mé­xi­co C.P. 83000 http://www.colson.edu.mx

Este libro se publicó gracias al apoyo de los siguientes proyectos de investigación: Pueblos Mágicos. Estudios de los imaginarios y rediseño de ciudades turísticas. Fondo SEPPROMEP y Turismo e imaginarios. Estudio de la revaloración de lugares singulares como estrategia de atracción turística del Programa Pueblos Mágicos: prácticas, resultados y líneas alternativas (2001-2014). Fondo SEP-CONACYT Im­pre­so y he­cho en Mé­xi­co / Prin­ted and ma­de in Me­xi­co

Índice

Presentación Álex Covarrubias Valdenebro Eloy Méndez Sáinz ................................................................... 11 Parte i. Esfera pública, Estado y sociedad civil Las elecciones 2012 en Sonora: de la cartelización de la política al fin de la era de crecimiento del PAN Álex Covarrubias Valdenebro ................................................... 19 El estilo panista de gobernar: los movimientos sociales y el gobierno panista de Guillermo Padrés Mario Alberto Velázquez García .............................................. 49 Consecuencias del conflicto minero en la cohesión social de la comunidad: percepciones, valoraciones y posturas sobre la huelga en Cananea Héctor Roberto Valenzuela Méndez ......................................... 75 El ascenso y el descenso del periodismo de investigación y denuncia en Sonora: hallazgos empíricos y reflexiones normativas

Víctor Hugo Reyna García ...................................................... 103

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Parte ii. Ciudad, territorio y gobierno El proyecto de ciudad Hermosillo 2009-2012: “De cartón-piedra… en un escaparate” Eloy Méndez Sáinz Alejandro Duarte Aguilar Milton Aragón Palacios ................................................................ 133 Ciudadanía, espacio público y democracia: el caso del programa “Transformando Hermosillo contigo” Aurora García García de León ..................................................... 171 Diálogo con Merton desde la Plaza Hidalgo Ana Gabriela Rodríguez Pérez ..................................................... 203 Paisajes urbanos de Sonora Isabel Rodríguez Chumillas ......................................................... 225 Parte iii. Imaginarios urbanos, turismo y migración Álamos: las reconfiguraciones de centro/periferia Helene Balslev Clausen ................................................................ 251 Recorrido turístico en Puerto Peñasco a partir del imaginario

Sylvia Cristina Rodríguez González ............................................ 263 Biografías de la migración. Experiencias de integración de jóvenes migrantes en un contexto migratorio y multicultural:

Estación Pesqueira, Sonora Rosangela Rojas Vásquez Ana Lucía Castro Luque .............................................................. 287

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Índice

Parte iv. Ciencia, tecnología e innovación social Sustentabilidad y resiliencia en la frontera de Sonora y Arizona: revisión de literatura sobre tres sistemas ecológico-sociales Barbara J. Morehouse Daniel B. Ferguson Gigi Owen Anne Browning-Aiken Robert Varady Pablo Wong González Nicolás Pineda Pablos ............................................................ 323 Educación superior y desarrollo científico-tecnológico en Sonora José Ángel Vera Noriega Ángel Alberto Valdés Cuervo ................................................ 363 Relaciones interactivas e Internet en secundarias públicas de Sonora: una aproximación a los usos, consumos, regulación, mediación y control de padres en el manejo de Internet Gustavo Adolfo León Duarte Dora Yéssica Caudillo Ruiz ................................................... 383

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El proyecto de ciudad Hermosillo 2009-2012: “De cartón-piedra… en un escaparate” Eloy Méndez Sáinz* Alejandro Duarte Aguilar** Milton Aragón Palacios*** Introducción

En el año 2012 confluyeron importantes intervenciones urbanísticas

en Hermosillo. Al parecer la coincidencia inédita de los gobiernos del país, el estado y el municipio, todos pertenecientes al Partido Acción Nacional (pan), ha facilitado las condiciones para potenciar la afinidad política en factor decisivo de la concepción y ejecución del nuevo proyecto urbano. En su historia, el tejido urbano de Hermosillo ha mantenido continuidades y ha sufrido rupturas. Más de medio siglo de sucesivos gobiernos priistas condujeron hacia la madurez el proyecto posrevolucionario de ciudad en el siglo xx. A lo largo de éste se construyó la ciudad moderna que desmanteló y desestructuró la incipiente capital provinciana plasmada en el antiguo régimen. Tras puntuales y desarticuladas intervenciones en el último cuarto del siglo pasado, el ­gobier­no panista del siglo xxi ha hecho el intento de conducir el proyecto de ciudad como un todo coherente. Los gobiernos del pan han precipitado la obsolescencia del urbanismo precedente a la vez que Profesor-investigador de El Colegio de Sonora. Correo electrónico: emendez@ colson.edu.mx ** Profesor de tiempo completo de la Universidad de Sonora. Correo electrónico: [email protected] *** Profesor-investigador de El Colegio de Sonora. Correo electrónico: jaragon@colson. edu.mx *

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sobreponen nuevas edificaciones y con ellas los nuevos símbolos y significados distintivos del cambio político. De ahí la relevancia del trienio reciente. Si bien es un lapso insuficiente para marcar tendencias y cambios sustanciales, sí registra los indicios necesarios que verifican la consolidación de procesos preexistentes y aseguran el surgimiento de otros. Luego, ¿existe un nuevo proyecto urbano? Aunque sea prematura la respuesta, conviene al menos apuntar esbozos de interpretación. En términos hipotéticos adelantamos que, con sentido de la oportunidad, la elite política-empresarial panista ha pergeñado sus iniciativas en el seno de los procesos en marcha, ha coronado las obras de transformación funcional con recursos de imagen que presumen tanto el fin de una ciudad como el inicio de otra. Desde luego que este corte es más una representación que una realidad, pero incide sin duda en la percepción y funcionamiento urbanos. Así que con estas notas nos proponemos ofrecer una lectura del conjunto de acciones urbanas sobre Hermosillo, en la que se toma de hilo conductor la edificación gubernamental de redes, monumentos y equipamiento urbanos, todos ellos como efecto d­ irecto del discurso y prácticas dirigidas a realizar el proyecto urbano de época. Tanto el imaginario de ciudad como el proyecto de ciudad son nociones a las que recurrimos con el objeto de interpretar cantidad de obras dispersas e invertebradas. Dibujamos el panorama general del periodo acotado, compuesto de planteamientos, planes, programas e intervenciones específicas, es decir, mencionamos las obras más relevantes en la idea de sugerir una primera interrelación. También exploramos con cierto detenimiento los componentes, emplazamiento y entrelazamiento de la obra individual con el tejido urbano y el resto de trabajos urbanísticos del periodo. Asimismo analizamos y subrayamos la fundamentación última del conjunto de prácticas y representaciones echadas a andar, lo que subyace en el colectivo hermosillense en tanto motivo común de cohesión y sentido social arraigado. No sobra mencionar que el estudio mostrado es sólo una estación que intenta fortalecer una reflexión preliminar a desarrollar en elaboraciones posteriores.

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Ciudad, territorio y gobierno

Ciudad imaginada El estudio de los imaginarios urbanos incorpora las aportaciones de la visión y prácticas de los distintos actores. La interrogante es cuáles son las percepciones de la ciudad en virtud de su apropiación. La apropiación simbólica de la ciudad por sus habitantes es también la imagen objetivo referida en los proyectos apenas prefigurados o en proceso de edificación, es decir, la cristalización de lo deseado según los promotores y especialistas del diseño. Según el propósito de rescate de la ciudad a construir por los distintos actores que en ella confluyen, necesitamos arrojar luz sobre el urbanismo ejercido y de diferentes maneras enunciado. El imaginario social es el elemento “que da a la funcionalidad de cada sistema institucional su orientación específica, que sobredetermina la elección y las conexiones de las redes simbólicas, creación de cada época histórica, su manera singular de vivir, de ver y de hacer su propia existencia, su mundo y sus propias relaciones” (Castoriadis 2007, 234). La capacidad de imaginar, de evocar imágenes, se asocia a lo simbólico en la medida que así se expresa, viendo lo que no es en lo que es, pues lo primero se transfiere a lo segundo. Para Castoriadis, el imaginario sería central en la formación de las instituciones, pero negado en la preeminencia de los fundamentos funcionales-económicos del pensamiento occidental heredado, en el que lo imaginario es concebido como irreal, condición que le ha confinado a un rol marginal en la explicación de los procesos productivos de la base material. Si bien las instituciones se integran por componentes funcionales e imaginarios a la vez, el momento imaginario cobra autonomía en la institución mediante la alienación, de modo que “esta autonomización de la institución […], no reconoce en el imaginario de las instituciones su propio producto” (ibíd., 212). Luego, se ha diluido la perspectiva del imaginario en tanto herramienta de comprensión de la realidad, cuya recuperación contrae la posibilidad de aproximarnos al significado de las instituciones. Charles Taylor (2006) acepta la propuesta de Castoriadis y selecciona un apartado posible de la tarea a desarrollar. Estudia la moder-

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nidad occidental de acuerdo al enfoque de los imaginarios sociales, sin desdeñar las instituciones, con la idea de mostrar el surgimiento de un nuevo orden moral de la sociedad. Incorpora el imaginario ante la necesidad de explicar el sentido de las prácticas sociales; es el caso de la producción y reproducción del orden aceptado. Las significaciones imaginarias brindan respuestas a las interrogantes del ser social de cada época, de cada sociedad. La imagen del mundo de cada sociedad proviene del imaginario. El objetivo de la sociedad organizada es la seguridad y beneficio económico, que da significado al orden. Taylor entiende como imaginario social de las personas el modo en que imaginan su existencia social, el tipo de relaciones que mantienen unas con otras, el tipo de cosas que ocurren entre ellas, las expectativas que se cumplen habitualmente y las imágenes e ideas normativas más profundas que subyacen a estas expectativas (ibíd., 37). La noción de imaginario urbano, derivada del imaginario social, es aplicada por Armando Silva (2004) al estudio de varias metrópolis latinoamericanas y españolas. Según él, se construye la ciudad por la percepción o lectura de los ciudadanos, la cual se define por los sentimientos, por la representación a través de la técnica y por la representación social de la realidad; con tal supuesto aborda el proceso de construcción del imaginario de una ciudad. ¿Qué intentamos responder con el auxilio del imaginario? Desde luego, tener lecturas de la ciudad desde la percepción de quienes la construyen, por ser prácticas constituyentes de los sitios, y de quienes están de paso en la misma, e igual, todos la recuerdan en relatos que refrendan su conocimiento, producto de la vivencia cotidiana. Con este material se puede: a) reconstruir la dimensión institucional de la experiencia efímera, su anclaje en la definición de figuras mediante la designación (representación), así como en la agrupación de elementos en conjuntos identitarios; b) encontrar el orden urbano reconocido en la apropiación individual y colectiva de los habitantes y aun de los visitantes, ya no por la interpretación cartográfica o fotográfica de

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promotores y especialistas en general, y c) conectar la representación convencional con la ciudad imaginada. Dichos materiales se captan en el recorrido, son memorizados y luego identificados en el croquis, la fotografía o el souvenir. De acuerdo con Marc Augé (1977), la forma urbana se eslabona con la forma del imaginario en el encuentro, la memoria y la ficción. La ciudad de la memoria es la que se apropia durante el recorrido, el reconocimiento de la historia instituida y ordenada en función de la forma urbana, ordenada a su vez en virtud de la potencia de las figuras históricas, abarcando el monumento y el lugar establecido en circunstancias registradas en el recuerdo. Los encuentros se sujetan a la simultaneidad de dos vectores, uno que incluiría el orden de descubrimiento sucesivo de la autenticidad local, dependiente del tiempo invertido en la observación; el otro depende más bien de los múltiples des­ plazamientos de la población arraigada, de los rituales seguidos por los vecinos estables, lo que provoca la confluencia de ambos vectores, pero sobre todo su necesaria separación en correspondencia a los roles por completo distintos de las personas que los efectúan siguiendo y estableciendo marcas. La ciudad ficticia es la del espectáculo y la que se aísla en cotos de seguridad, identificada con los no-lugares de los encuentros preliminares, o con segmentos de paso y preludio de subyu­ gación monumental. Y la ciudad es forma. El espacio ciudad incorpora todo proceso urbano en sus partes y sistemas, los cuales suelen materializar dichos procesos en presentaciones tangibles o virtuales, a su vez sujetos a la mediación de las representaciones. Luego, la morfología urbana responde a múltiples lógicas temporales, ya que las ciudades sucesivas se decantan, cada una da paso a la siguiente. La que va quedando atrás en el tiempo es desmantelada y colocada en el trasfondo dando origen al palimpsesto, esto es, al énfasis de la ciudad más reciente, colocada en primer plano de la puesta en escena al día. Ésta es a su vez condicionada, permeada, retenida y aún desafiada por las anteriores, que logran mantener con diversa fortuna algunas de sus mejores piezas en el nuevo escenario.

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Es el nuevo proyecto urbano el que define los roles y partes pro­ tagónicas. En la medida que arquitectura y ciudad son representaciones, esto es, presentaciones simbólicas de las relaciones sociales, la imagen objetivo de la nueva elite politica y financiera ha de mate­ rializarse en toda acción encaminada a brindar soluciones a los problemas de la comunidad local, tanto en su dinámica anclada en los sitios tra­dicionales como en la de flujos ocasionados por la articulación con demandas externas. El proyecto de ciudad se define por el conjunto de inter­venciones urbanísticas difundidas o realizadas en torno a la cristalización de una determinada ciudad imaginada, ya para resolver funcionalidades emergentes, ya para legitimar valores y prácticas en formas materiales, ya para plasmar a la vista una retórica distintiva como innovadora, exitosa y por ende necesaria. De esta manera, el paso de un proyecto político a otro ha de ser mediado por la transformación de las ciudades donde se implementa, requiriendo por definición un proyecto de ciudad que ha de ilustrar de manera distinta a la precedente el imaginario heredado y aun incubado en su seno. La ciudad en el contexto de la alternancia En la primera década del siglo xxi redundan las persistencias. La integración del palimpsesto hermosillense no se ha logrado a pesar del intento de rescate del histórico eje rivereño ubicado en la fuente última del río Sonora que atrajo la fundación histórica del Pitic (toponímico yaqui del Hermosillo de fundación colonial), refundado en el porfiriato, en la posrevolución y ahora en el preámbulo panista. Es decir, la conjunción de los proyectos de ciudad implementados exhibe suturas urbanas irresueltas, mientras las expectativas de formación metropolitana local se basan en la preeminencia sobre una región indisputada (el estado de Sonora) y en la aglomeración de habitantes provenientes de una migración sin término previsible. Pero los nuevos ciudadanos terminan por establecerse fuera del tejido urbano central. El paisaje de la periferia es una llanura en torno a núcleos encerrados en sí mismos, autosegregados, nueva forma de la ciudad excluyente.

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Después de una década de suspendido el megaproyecto rivereño, luego de la debacle económica de 1995, se emprenden de nueva cuenta los trabajos constructivos consolidando la vocación de espacios para el ocio consumista, el sector servicios y un polémico conjunto artísticocultural y de servicios turísticos estatales; este último malogrado del todo. En la misma línea, el gobierno estatal y variados socios privados emprendieron el proyecto Puerta Norte. Este nuevo centro urbano tendría una afectación de 2 610 hectáreas, el equivalente a la quinta parte de la superficie urbanizada hermosillense; el plan comprendía la ampliación del bulevar Morelos hasta la carretera internacional y un distribuidor vial con proyectos industriales, educativos y habitacionales, un centro de convenciones para la promoción turística y de negocios, así como un campo de golf. Al final de la administración sólo se había avanzado en la obra vial. Hacia 2009, con el arribo al poder del primer gobierno estatal de alter­nancia, el desmantelamiento de la ciudad posrevolucionaria al­ can­za mayor impulso. Durante los trienios municipales de 1997 a 2006, todos de signo panista, destacaron las acciones de imagen ­urbana enca­ mi­nadas a la remodelación de distintos espacios públicos y del pri­mer cuadro de la ciudad: recuperación de la Plaza Hidalgo, las re­­mo­­de­ laciones del Jardín Juárez, la Plaza Zaragoza, la Plaza Alon­so ­Vidal, el Parque Madero y el centro de la ciudad, entre otras. En la gestión 2009-2012, también panista, no sólo se intervinieron de nueva cuenta los espacios antes citados, sino que se promovieron proyectos conjuntos con el gobierno del estado y la federación en ma­ ­te­­ria de vialidades e infraestructura hidráulica; además, el ­municipio lanzó las campañas de marketing urbano “hmo” y “Hermosillo te ­quie­ro”, que a pesar de su novedad aparente no van más allá de la promoción turística de los espacios públicos antes mencionados o del re­ fuerzo de actitudes y prácticas ciudadanas responsables (García 2010; Llanes 2010). A mediados de 2011, el gobierno estatal p­ resentó el deno­ minado “proyecto urbano incluyente” Puerta Oeste, “la apuesta del sol”, ubicado al poniente, al final de los paseos Río Sonora sur y ­norte, y en paralelo al aeropuerto internacional. El conjunto, que se espera sea el hogar de 150 mil familias en un lapso de treinta años, i­niciará

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con una inversión de mil millones de pesos en un terreno de más de 550 hectáreas al poniente de la ciudad […] y en el que se tiene contemplada la construcción de centros urbanos, un parque ecológico, plaza comercial y de negocios, [una] exclusiva zona residencial [además de] espacios para vivienda económica y media […] así como grandes áreas públicas para el deporte y el esparcimiento familiar de los sonorenses […]. Será un sector en el que se desarro­llarán escuelas, jardines, hospitales, bancas comerciales […] diseña­do en un nuevo orden de Hermosillo que unirá el norte con el sur, el oeste con el este, convirtiendo a esa zona como la mejor conectada [sic] de Hermosillo (Sistema Interno de Comunicación del Estado de Sonora 2011). Al proyecto lo rematan, por una parte, una suerte de lago artificial navegable servido por un sistema de tratamiento de aguas residuales, mismo que presumiblemente contribuirá a rehabilitar la zona rural para alcanzar la autosuficiencia agrícola; y por otra, el proyecto de la nueva casa del equipo local de béisbol, la cual se indicó será la sede de la Serie del Caribe en febrero de 2013: el Estadio Sonora, ubicado a dos kilómetros al poniente del bulevar Quiroga, a la altura del paseo Río Sonora y a un kilómetro al sur del bulevar Colosio, con una afectación de diez hectáreas y con capacidad para 15 mil espectadores, que, se explicó, “será un homenaje a la reserva de la biosfera del Pinacate, pues su estructura simulará el cráter del Cerro Colorado realzado con los colores y texturas del agua, cielo y viento de la tierra sonorense” (ídem). De todo el centro urbano proyectado, este último es el único cuyas obras se han iniciado. En principio, Puerta Oeste contiene elementos asociados al urbanismo ecológico (Rueda 2011), tales como la relación compactacióndensificación, los usos múltiples del espacio, el tamaño de las manzanas que potencia la semaforización efectiva, la recuperación de suelos para cultivo, etcétera, pero al mismo tiempo, deja bien claras las intenciones de exclusividad comercial y habitacional. Puerta Oeste es la continuación, y mejor, la siguiente etapa del proyecto Río Sonora (megaproyecto en el que la elite priista cifró sus expectativas neolibe-

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rales sobre el agotado proyecto posrevolucionario a finales del siglo xx); es el complemento a la urbanización del cauce rivereño siguiendo el modelo de la ciudad global (Sassen 1991), su puesta al día, donde el espacio privado cobra tal protagonismo que es lícito definirlo como privatopía, es decir, la ciudad privada, la antítesis de la ciudad como espacio abierto, colectivo y público: de la ciudad como ­espa­cio de diversidad, una concepción de la ciudad que sólo se ­expresa territo­rialmente y funcionalmente de forma fragmentaria: ­suburbios, barrios acomodados […] malls cerrados que sustituyen las plazas, protegidos, con el acceso cotidiano restringido y vigilado. Es d­ onde están los mecanismos de selección de los residentes o de los usuarios que no solamente se centran en el nivel adquisitivo sino que puede haberlos con otros filtros: desde étnicos hasta profesionales (Rufí 2003, 93). En el Hermosillo de inicios del siglo xxi, los proyectos antes descri­ tos han potenciado, así sea de manera incipiente, reacciones de resistencia en la sociedad civil, tanto organizada como individual. En el centro del debate está la exigencia de la participación concertada en la gestión de la ciudad que se necesita, y no la que los grupos de poder imaginan, la que reiterada y cansinamente se justifica con imágenes urbanas de supuesta sofisticación primermundista o como detonadores del desarrollo regional, con la consabida derrama económica. Ciertamente el sector poblacional más participativo lo componen adolescentes y jóvenes adultos, estudiantes universitarios, en muchos casos pertenecientes a organizaciones no gubernamentales, cuya agen­ da por el momento se circunscribe a la esfera de problemáticas ambien­ tales, la defensa de los derechos de los animales domésticos, el uso de transportes alternativos —principalmente la bicicleta— y la defensa y uso del espacio público. Esta participación activa tuvo momentos protagónicos: en 2008, durante los trabajos de construcción del M ­ useo de Arte de Sonora, en lo que fuera un añejo parque urbano, y más recientemente, como una fuerza que potenció la cancelación del dispendio de agua en las obras de la nueva remodelación del Parque Madero.

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Este último ejemplo abre posibilidades esperanzadoras: primera, la de transparentar los procesos de gestión de la obra pública, y segunda, la de lograr convencer a la clase política-empresarial sobre la nece­ sidad de incluir a la sociedad civil organizada en los procesos de planeación urbana, ya que usualmente se le ha colocado en un mero estadio de “consumidora”. Hasta el momento, la alternancia p­ artidista en el poder no ha mostrado diferencias significativas en la forma de concebir la ciudad, antes bien, quizá haya polarizado la diferenciación social; quedará por ver, en los próximos años, si el embrionario despertar a la participación ciudadana puede transformar a Hermosillo en algo más que la burda imitación de las ciudades arizonenses que las clases altas y medias fincaron como las referentes ideales en sus imaginarios de modernidad y progreso.

Desmantelamiento y cristalización En el trienio 2009-2012, la administración municipal abunda en intervenciones respecto a los dos anteriores y en particular resignifica la ciudad. Registramos la obra pública del periodo, agrupada en términos gruesos como vialidades, edificaciones, mantenimiento e infraestructura (véanse figuras 1-4), según apareció en el periódico El Imparcial. De entrada aclaremos que tal registro es sesgado y circunstancial. Obras o proyectos de la mayor relevancia, como la Ciudad del Conocimiento, apenas aparecen de paso; luego, en el episodio electoral de 2012, las notas de intervenciones urbanas se marginan ante las noticias relativas a las campañas políticas. De ahí que la importancia de las obras individuales no se corresponda necesariamente con el espacio noticioso, o que las obras y proyectos de mayor envergadura sean más bien motivo de propaganda en otros medios de mayor alcance, como la televisión y el cine. En los primeros meses de la gestión se advirtió la nueva tendencia. La intervención vial más importante fue la conexión con la carretera Internacional a través del bulevar Morelos, formando parte de una

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nueva red de enlaces regionales mediante vías primarias, mismas que inducen con mayor dinamismo el mercado del suelo y la expansión del tejido urbano. El monumento conmemorativo más interesante realizado en este breve lapso es el obelisco ubicado en el entronque del arranque del bulevar Morelos con la vieja salida al norte, ahora adecuada para dar servicio a los hoteles y servicios conexos más importantes de la ciudad (véase figura 1). Ya asentado el equipo de gobierno, en 2010 se mostró de lleno el contenido del programa de obra pública (véase figura 2). Las operacio­nes más destacadas en vialidades fueron el ensanche del bule­ var Morelos y la construcción de distribuidores viales que se agregan a los realizados en el periodo anterior. Asimismo, en el área central se intervino en edificaciones patrimoniales y se crearon nuevos espacios públicos. El año 2011 sirvió para consolidar el programa. Así lo muestra la persistencia en abrir nuevos distribuidores viales y la creación de via­li­dades primarias, destacando en particular el inicio del acueducto que surtirá de agua a Hermosillo con agua extraída de la presa serrana El Novillo, sin duda la obra emblemática y más polémica del gobierno estatal. Del mismo modo se trabajó en el área central y las aledañas con la creación de espacios públicos (véase figura 3). En 2012 se continúa hasta concluir los distribuidores viales y pasos a desnivel, mientras en el área central se intensifica la rehabilitación de espacios (véase figura 4). En suma, fueron tres años de adecuación vial con el propósito de ampliar y extender vías, así como de atender mayor aforo. Se priorizó la vialidad primaria y regional para obtener un nodo urbano eficiente en el interior y como elemento articulador. De manera simultánea se refuncionalizó el área central y atrajo la mayor densidad de intervenciones del área urbana. Atención especial merecen los proyectos más ambiciosos: Puerta Oeste, Ciudad del Conocimiento, Centro históricocomercial y la marca “hmo”.

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Figura 1 Obra pública en Hermosillo (2009) Salida a Nogales

Salida a Nogales

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Salid

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Salida a Guaymas

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Hermosillo

Obras realizadas en zonas rurales de Hermosillo

Obra Pública 2009

Obras viales 1. Bulevar Morelos final que se conectó a la carretera internacional. 2. Inicio conexión de calle Olivares con Paseo Río Sonora y Camino del Seri. 3. Construcción puente elevado en calle Pino Suarez. 4. Tramos terminados: García Morales y Quiroga, al norte, 90 %; Río Sonora a Camino del Seri, 70 %.

Edificaciones a. Obelisco.

Infraestructura

Pavimentaciones 1. Pavimentación. 2. Reparación de banquetas. 3. Reparación de calles. 4. Riego de calles sin pavimentar.

1. Cambiar tuberías. 2. Alumbrado público. 3. Semaforización. 4. Mantenimiento drenaje. 5. Cambio cableado público. 6. Señalización. 7. Limpieza de terrenos.

b.

c. d. e. f.

Declaran patrimonio cultural al Cerro de la Campana y a la Capilla del Carmen. Mantenimiento a la fuente del Parque Madero. Arreglo de la Plaza Zaragoza. Nueva comandancia norte. Nueva comandancia Nuevo Hermosillo.

Fuente: elaboración propia con base en información publicada en El Imparcial (01/09/2009-31/12/2009). 144

Ciudad, territorio y gobierno

Figura 2 Obra pública en Hermosillo (2010) Salida a Nogales

Salida a Nogales

B*

ahía

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2*

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Obras realizadas en zonas rurales de Hermosillo

Salida a Guaymas

Hermosillo

Obras viales 1. Pasos elevados: -Pino Suárez. 2. Conexiones: -Morelos-Cuatro carriles. 3. Nuevos carriles. 4. Nuevas calles. 5. Nuevos cruceros: - 60 cruceros libres, seis sobre calle Reforma. 6. Reparación - Cuatro carriles - Distribuidor vial Solidaridad

Obra Pública 2010

Pavimentaciones

Infraestructura

1. Pavimentación. 2. Reparación de banquetas. 3. Reparación de calles. 4. Riego de calles sin pavimentar.

Fuente: ídem (01/01/2010-31/12/2010).

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1. Cambio de tuberías. 2. Alumbrado público. 3. Semaforización. 4. Mantenimiento drenaje. 5. Señalización. 6. Limpieza de terrenos. 7. Introducción de cableado.

Edificaciones a.

Patrimonios culturales. b. Inversión escuelas. c. Apoyo casa habitación. d. Rehabilitación de espacios. e. Nuevos espacios públicos. f. Rehabilitación/creación de espacios deportivos.

Estudios sobre Sonora 2011

Figura 3 Obra pública en Hermosillo (2011) Salida a Nogales

Salida a Nogales

ahía

aaB

Salid

ino

de K

Salida a Guaymas

*

Obras realizadas en zonas rurales de Hermosillo

Hermosillo

Obra Pública 2011

Obras viales 1. Nuevo bulevar Camino del Seri. 2. Nuevo distribuidor vial Pavimentaciones Morelos y Periférico norte. 1. Pavimentación. 3. Cambio de sentido calle 2. Reparación de calles. Reforma a partir de bulevar Francisco Serna. 4. Cambio de sentido avenida Olivares a partir de bulevar Luis Encinas hasta Dr. Paliza. 5. Cambio de sentido calle Aburto, de poniente a oriente. 6. Cambio de sentido calle Eguiarte, de oriente a poniente.

Infraestructura 1. Cambio de tuberías. 2. Alumbrado público. 3. Semaforización. 4. Mantenimiento drenaje. 5. Señalización. 6. Limpieza de terrenos. 7. Introducción cableado subterráneo. 8. Construcción planta tratadora de agua La Sauceda. 9. Construcción de barda a los lados del arroyo Las víboras. 10. Inicio construcción Acueducto Independencia. 11. Cuenca Altares

Fuente: ídem (01/01/2011-31/12/2011).

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Edificaciones a.

Inversión escuelas. b. Apoyo casa-habitación. c. Rehabilitación de espacios. d. Nuevos espacios públicos. e. Inversión en seguridad. f. Rehabilitación/creación de espacios deportivos.

Ciudad, territorio y gobierno

Figura 4 Obra pública en Hermosillo (2012) Salida a Nogales

Salida a Nogales

7*

H*

km 33

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H*

km 133

F* B*

Poblado Miguel Alemán

Salida a Guaymas *

Obras realizadas en zonas rurales de Hermosillo

Hermosillo

Obra Pública 2012 1. Puertas Quiroga y García Morales. 2. Distribuidor vial El Gallo. 3. Puerta bulevar Jahudiel Zamorano Ledesma y carretera a Guaymas. 4. Ampliación de puente Reforma y Paseo Río Sonora.

Edificaciones a.

Obras viales Pavimentaciones 1. Pavimentación. 2. Reparación de banquetas calle Aquiles Serdán. 3. Remodelación de parrillas. 4. Reparación de calles, 1o. Varias calles pavimentadas en la misma colonia.

Conmemorativo Acueducto Independencia. b. Construcción Cobach Hermosillo 5/B,* Cobach Infraestructura Bahía de Kino, extensión 1. Cambio de tuberías. Hermosillo 5. 2. Alumbrado público. c. Apoyo casa-habitación. 3. Semaforización. d. Rehabilitación/modernización 4. Señalización espacios públicos. 5. Limpieza de terrenos. e. Nuevos espacios públicos. 6. Introducción de tuberías, f. Rehabilitación/creación de 4 de marzo y Red 2000. espacios deportivos. 7. Acueducto Las Calzas g. Estadio Sonora. 8. Planta tratadora de aguas h. Nuevos espacios de servicios residuales. públicos

Fuente: ídem (01/01/2012-30/06/2012).

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Puerta Oeste Este megaproyecto de ciudad adyacente a la ciudad central tiene como antecedente inmediato el proyecto Puerta Norte, ubicado al final del bulevar Morelos, concebido por el gobierno estatal anterior, mismo que ha quedado varado cuando ya se tenía establecida la red vial y de servicios. La estrategia de Puerta Oeste tiene su origen a partir de un proyecto ancla altamente vendible, el estadio de béisbol de Sonora, el deporte más popular de la región que ahora tiene una sede obsoleta en el interior de la mancha urbana de la ciudad. Emplazado en un páramo rural en el poniente de la ciudad, el toponímico evidencia la rivalidad con el proyecto del gobierno priista ahora en desventaja, así como la alusión a un proyecto análogo en Phoenix, Arizona, denominado West Gate, cuyo programa urbano y estrategia se ha enhebrado también en torno a un estadio. Ciudad del Conocimiento Es un megaproyecto emplazado en 669 hectáreas en la carretera Internacional adyacentes a la Puerta Norte. El núcleo urbano se ha dimensionado en más de 35 mil habitantes, cuyo componente principal sería la villa universitaria. El programa prevé varios campus universitarios, equipamiento, instalaciones industriales, áreas residenciales, verdes, deportivas y comerciales (Impulsor, s.f.). Centro histórico y comercial Entendidas como intervenciones de rehabilitación en un sector impor­ tan­te del área central —sobre todo los ejes comerciales más añejos—, se han construido nuevas fachadas de tabla-roca (cartón-piedra) con el propósito de “limpiar”, ordenar y hermosear; se ha homogenizado la irregular y variopinta presentación de las instalaciones comerciales, acompañada de la ampliación y mejora de banquetas. De manera simultánea se ha emprendido la “limpia” social y topográfica, así como el enverjado de control de los dos parques centrales más importantes.

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A esto último se puede agregar la extraña iniciativa de instalar en gran parte de la placita del Centenario un monumento al acueducto en construcción, consistente en un tramo del mencionado ducto, el cual ha sido rechazado y expulsado por un inesperado desplante popular en reclamo de respeto y dignidad. “hmo” A manera de proyecto transversal, se ha colado la invención de una “marca” de ciudad, consistente en las siglas “hmo”, colocadas en puntos estratégicos de atracción visual. El primero de ellos es el monumento celebratorio de una fuente con forma de obelisco o zigurat en el nudo vial de arranque del bulevar Morelos. En la base encorsetada del mojón luce la firma “hmo” sobre zacate de plástico “siempre verde”. En el enclaustrado Parque Madero se ha introducido el mismo trío de letras. En el simbólico Cerro de la Campana, reconocido patrimonio cultural ex profeso, se acaricia el proyecto de plantar dicha marca en luces coloridas de neón. En fin, en la trama urbana hermosillense se ha cris­talizado en poco tiempo un conjunto de imágenes que integran una propuesta de cómo la elite panista quiere que sea vista la ciudad. Es n­ ecesario ­superar la ingenuidad de que la edificación arquitectónica, ­urbanística, escul­ tórica y gráfica tiene una justificación funcional, según la cual todo tiene lugar debido a su utilidad. Hay una retórica de la forma que induce a la percepción de una ciudad que encarna el éxito y valores de una elite que aprovecha la oportunidad de apropiarse la ciudad simbólicamente. El imaginario hermosillense de sueños y anhelos pospuestos Sería un despropósito suponer que la imagen urbana hermosillense en la actualidad, a más de una década de iniciado el siglo xxi, es de origen pospriista, o mejor aún, panista. La impronta del partido de la revolución institucionalizada es del todo distinguible en la estructura urbana

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y en el sistema de representación institucional de los espacios burocráticos. Y de forma más perceptible todavía, quizás por los mismos mecanismos de construcción de imaginarios urbanos, en la constante referencia a dos manifestaciones cronotópicas bien definidas: el sueño de las clases acomodadas de conformar un paisaje urbano siguiendo al de las ciudades arizonenses, y el anhelo por encontrar mecanismos de distinción social entre lo que se percibe como mediocre o anodino. En este orden de ideas, se asiste no tanto a la conformación de procesos de transformación urbana estructural con base en políticas públicas pretendidamente asociadas a la ideología partidista blanquiazul, sino más bien al aprovechamiento de un proyecto de ciudad que, fragmentaciones y discontinuidades aparte, ya cumple setenta años, y que sirve como armazón portante del aparato escenográfico de los gobiernos de la alternancia. El sueño: Tucson La ciudad de Tucson es la segunda en importancia económica y ­po­­bla­­­cional en el estado de Arizona; se localiza a 190 ki­lómetros, aproximadamente, al sureste de la capital, Phoenix, y a menos de 100 kilómetros de la frontera mexicana. Al igual que Hermosillo, Tucson fue fundada en el siglo xviii y cuenta también con orígenes presidiales (Dobyns 1976). Ambas ciudades tienen referentes geográficos significativos: el Cerro de la Campana, la serranía vecina y la sierra del Bachoco para la primera y las montañas Santa Catalina para la segunda; y más todavía, tienen un cause rivereño, el Sonora y el Santa Cruz, respectivamente. Al turista habituado a viajar a Tucson, no le resultará difícil establecer correspondencias morfológicas o paisajísticas entre ciertos corredores comerciales y de servicios de dichas ciudades y las más recientes intervenciones viales en los sectores norte y poniente de Hermosillo. Puede, ciertamente, argumentarse que tales correspondencias se validan desde perspectivas geográficas (los modelos urbanos modernos más cercanos), socioeconómicas (Arizona es el principal destino comercial de Sonora), culturales (la influencia, poco menos

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que inevitable, del american way of life), entre otras. Pero, y a riesgo de abusar del argumento, la tucsonización de Hermosillo se inicia con la modernidad misma en el seno de una sociedad que se identifica más con el pragmatismo anglosajón, con la llamada cultura-del-esfuerzoy-del-trabajo (Estupiñán 1999), que con las formas y protocolos del centro y sur de la república, para continuar sostenidamente hasta la explosiva eclosión de las franquicias comerciales tras la puesta en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte a inicios de la década de 1990. Casi de la noche a la mañana, Hermosillo, lo mismo que muchas otras ciudades mexicanas, se había “visto alumbrada con anuncios de neón de flamantes instalaciones de McDonald´s, Domino´s Pizza y Pizza Hut” (Oppenheimer 1996, 23). Es entonces que la posibilidad de hermanar urbanísticamente las ciudades de am­bos lados de la frontera se hace factible: la urbanización del vado del río Sonora (1989-1994), con su centro de gobierno que le debe mucho al de Phoenix, es un ejemplo contundente. La expansión hermosillense al norte y al poniente en la década de 2000, permite la reiteración de una imagen urbana ampliamente ensayada, pero ahora no sobre la transformación de la existente, sino por completo ex novo. Al observar la imagen urbana que se desarrolla a lo largo del bulevar Broadway en Tucson (véase figura 5), se aprecia el predominio de usos de suelo comerciales y de servicios de muy baja densidad, que en contados casos supera los dos niveles, alternando ocasionalmente con conjuntos habitacionales de distintos niveles socioeconómicos; el paisaje es casi por completo xerófilo, con escasa presencia de parches de pasto y, como protagonistas, las palmeras datileras. La tipología arquitectónica se presenta, a ambos lados de la superficie vehicular, mediante formas regulares, aplanados finos o rugosos, colores terrados —supuestamente relacionados a la arquitectura south­ west o pueblo— y las consabidas formas neocoloniales, rematadas por elementos decorativos asociados: molduras y cubiertas-faldón recubier­tas con teja de barro cocido —escuetos remanentes de los orígenes hispanos de la ciudad— que la fría eficiencia de la construcción industrializada ha producido como espacios que evocan sets escenográficos. El espacio de estacionamiento precede en todos los

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casos al edificio, perfectamente alineado a una distancia establecida y que, siguiendo la norma venturiana, se relaciona casi exclusivamente con el conductor-consumidor a través de diversas formas de señala­ mien­­tos luminosos espectaculares. A pesar del orden y la general limpieza del entorno, el peatón es el gran ausente del cuadro descrito; los traslados a pie, si los hay, son por mera necesidad en este panorama con tan sólo dos puntos de fuga que se pierden de este a oeste. Es la inhospitabilidad controlada. La prolongación del bulevar Luis Donaldo Colosio hacia el poniente, que otrora finalizaba en el ahora bulevar Carlos Quintero Arce, ha de­venido en la vialidad principal de uno de los sectores con mayor plus­valía inmobiliaria de la ciudad de Hermosillo. Es notorio el de­­sarrollo acelerado del sector, que se caracteriza principalmente por contener fraccionamientos cerrados de nivel medio-alto y alto, unos más exclusivos que otros, pero que finalmente ofrecen las pretendidas ventajas de esta tipología habitacional. Los seis carriles de circulación del bulevar Colosio están flanqueados por diversos establecimientos de comida preparada, boutiques, estéticas, servicios pro­fesionales, tien­das de decoración, servicios educativos, tiendas de conveniencia, supermercados de productos importados con nombres abiertamente anglófonos, etcétera. Con base en esta somera descripción, compárese con el caso arizonense. El observador entrenado puede tener problemas al intentar establecer diferencias sustanciales (véase figura 6). Mismas formas, mismas características espaciales, misma apariencia anodina que en principio pareciera anunciar que es el interior de los espacios lo que cuenta, no tanto lo envolvente. Y en este argumento es donde radica el punto central de esta apuesta de imagen urbana: el exterior se percibe como una suerte de mal necesario, y por extensión, la ciudad no es otra cosa que una red vial de espacios de eterna transición hacia los interiores refrigerados, que por definición y como­ didad, potencian la ilusión de que el árido entorno ha desaparecido. Se asiste pues a un ejercicio de negación de la realidad urbana a través de un manejo estético mediocre. Esta operación, sin embargo, no es exclusiva de los sectores de altos ingresos. El centro mismo de la ciudad, sector comercial popular, ha

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sido intervenido prácticamente de manera ininterrumpida desde inicios del siglo. Se trata de una amalgama de proyectos promovidos por comerciantes organizados, con el visto bueno de las administraciones municipales. El objetivo central de la operación consiste en fabricar una imagen urbana que evoque limpieza, uniformidad, orden; en una palabra, “modernidad”. El resultado (véase figura 7) remite de manera inmediata a los ejemplos anteriormente señalados. Los arreglos, que incluyen modificaciones a las fachadas de los comercios y el ensanchamiento e iluminación de banquetas, evocan el ambiente escenográfico, con la diferencia de que en este caso el elemento humano domina el paisaje. No obstante, tal diferencia, por importante que sea, no debe llevar a determinar a la ligera que el nuevo panorama supone el éxito, y más bien debe llevar a la reflexión sobre la pertinencia de los ejercicios de uniformización del espacio público o de la imagen urbana en las ciudades contemporáneas. Una característica notoria de la historia del arte en el siglo xx fue la utilización de la estética con fines ideológicos, no porque implicara una novedad, sino por los métodos a los que se acudió (Calvar 2003). Desde los grandes regímenes autoritarios —fascismo, comunismo, nacionalsocialismo, maoísmo, y sus puntos intermedios— hasta las socialdemocracias contemporáneas, ningún gobierno ha resistido la tentación de ideologizar el espacio (Sudjic 2007). La cuestión estriba en el tipo de ideología que se intenta manifestar a través de su manipulación. Siendo así ¿qué mensaje ideológico pareciera manifestarse a través de las intervenciones urbanas en el centro de la ciudad de Hermosillo? En general, el rechazo, por razones “estéticas”, de la diversidad cultural de la población, en aras de supuestos beneficios —se entiende que económicos— de una imagen unificada que a su vez remite al imaginario de lo que es “bueno” —el modelo arizonense, el “primer mundo”—, lo que podemos llegar a ser si actuamos como un solo pueblo. Y más allá: “si nosotros —detentores del poder— lo validamos, despreocúpate, es seguro que sea lo correcto”. Democracia real: “tú me elegiste para que no te preguntara qué necesitas, yo lo decido por ti”. Hágase Tucson. Y Tucson se hizo.

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Figura 5 Bulevares y centros comerciales de Tucson, Arizona

Panorámica del bulevar Broadway, en la ciudad de Tucson, Arizona. Las palmeras indican el acceso a una zona habitacional.

Ejemplo de plaza comercial típica sobre el bulevar Broadway, en la ciudad de Tucson, Arizona.

Ejemplo de formas, alturas, acabados y colores en una plaza comercial típica sobre el bulevar Broadway, en la ciudad de Tucson, Arizona. Fuente: Archivo Alejandro Duarte Aguilar.

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Figura 6 Bulevares y zonas residenciales de Hermosillo, Sonora

Panorámica del bulevar Luis Donaldo Colosio, en la ciudad de Hermosillo, Sonora. Compárense las características formales de las construcciones con las de Tucson.

Acceso y punto de control de un fraccionamiento cerrado sobre el bulevar Luis Donaldo Colosio.

Camellón sobre el bulevar Luis Donaldo Colosio con plantas xerófilas en desarrollo. Fuente: ídem.

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Figura 7 Bulevares y centros comerciales de Hermosillo, Sonora

Panorámica de locales comerciales sobre la calle Matamoros, en el sector centro de la ciudad de Hermosillo, Sonora.

Panorámica de la esquina de Luis Donaldo Colosio y Matamoros.

Panorámica de locales comerciales en la esquina de Luis Donaldo Colosio y Matamoros. Fuente: ídem.

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El anhelo: la exclusividad En la historia política del país, el pan pretende detentar los valores ciudadanos y democráticos que el autoritarismo priista canceló por necesidades estructurales y de orden político. Siguiendo tal aserto, el pan y sus gobiernos, una vez llegaran al poder, devolverían a su agenda los grandes temas ciudadanos como la libertad de expresión y la democracia participativa. Las expectativas se han cumplido en parte, en los tres niveles de gobierno, pero no necesariamente por la mera llegada del panismo al poder; mucho de ello se logró en las gestiones priistas durante el zedillismo, por ejemplo. La percepción general, empero, tras la experiencia de dos sexenios presidenciales de mano del blanquiazul es muy otra: en esencia, las prácticas de todos los partidos son de origen priista. Los panistas, hasta el momento, no han generado una cultura propia, más allá del discurso. La espacialización de la democracia, o siendo más precisos, el imaginario panista del espacio público democrático en Hermosillo ha sido significado por el último proyecto de rehabilitación del Parque Francisco I. Madero. A través de sus más de 230 años de historia, el parque más emblemático de la ciudad ha sufrido sendas transformaciones dependiendo de las voluntades e intereses políticos del momento (Escobosa 1995). Fue hacia 1780 que por iniciativa de autoridades virreinales se desmontó y arregló un fértil terreno de la Villa del Pitic para el solaz de sus habitantes, hasta que fue abandonado y recuperado en 1825 para usarse como potrero de los animales de tiro del Ayuntamiento. En 1895 se rehabilita nuevamente, llamándosele popularmente La Alameda, pero en 1901 recibe el nombre oficial de Parque Ramón Corral, en honor del entonces gobernador. El parque cae otra vez en el abandono en 1911, y el populacho lo bautiza ahora como Parque Francisco I. Madero; más tarde el Ayuntamiento no tuvo más opción que hacer el cambio oficial. El parque ha sufrido transformaciones importantes, como la de 1932, con la demolición de los arcos de acceso y el paisajismo de un lago artificial navegable; en 1959 se construyeron el restaurante en estilo modernista y la fuente iluminada (recientemente desaparecida).

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Figura 8 Remodelación del Paque Madero. Hermosillo, Sonora

Panorámica de depreciación con césped en el Parque Francisco I. Madero. Este es el único espacio con dicha característica.

Panorámica de la fuente de aguas danzantes. La fuente construida en la remodelación de 1959 fue demolida para dar lugar a este cuerpo de agua que se surte de la planta de tratamiento. Se tuvo que colocar la reja perimetral para evitar que la gente se introdujera a la fuente y causara desperfectos a la instalación hidráulica.

Panorámica del andador principal en el Parque Francisco I. Madero.

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Fuente de sodas remodelada. El pequeño establecimiento sigue los mismos patrones formales que los espacios comerciales del centro de la ciudad que han sido intervenidos.

Acceso al parque a través de la plaza del monumento que señala el lugar de la casa de la familia García Corona. La reja perimetral se aprecia al fondo.

Letrero “hmo” sobre el montículo de pasto artificial. Fuente: ídem.

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Desde finales de la década de 1960 el deterioro del espacio fue constante, hasta que en el periodo 1996-1997 se anunciaron proyectos que pretendían dotar de usos comerciales al parque, pero no se superó dicho estadio. El último intento de recuperación, iniciado en 2011, recién ha concluido. ¿Qué diferencia el resultado actual de las experiencias anteriores, emprendidas por los gobiernos posrevolucionarios? Una sustancial: al parque se le ha dotado de una reja perimetral, marcando puntos de acceso determinados en horarios determinados, cerrando un día a la semana para labores de mantenimiento. La reja es un instrumento de control que, a decir de sus promotores, brindará una mayor seguridad a los paseantes y evitará el paso a personas indeseables —prostitutas, proxenetas, indigentes, traficantes, etcétera— quienes aprovechaban la noche y la casi inexistente iluminación para realzar actos contrarios al bando de orden público. Este argumento, pone de manifiesto una tendencia global donde hay un temor al espacio público. No es un espacio protector ni protegido. En unos casos no ha sido pensado para dar seguridad sino para ciertas funciones como circular o estacionar, o es sencillamente un espacio residual entre edificios y vías. En otros casos ha sido ocupado por las clases peligrosas de la sociedad: inmigrados, pobres o marginados. Porque la agorafobia es una enfermedad de clase de la que parecen exentos aquellos que viven la ciudad como una oportunidad de supervivencia. Aunque muchas veces sean las principales víctimas, no pueden permitirse prescindir del espacio público (Borja 2004, 45). La agorafobia en Hermosillo es un fenómeno dilatadamente estudiado tras la aparición de los fraccionamientos cerrados, pero por primera vez se pone de manifiesto en su dimensión pública con el proyecto de intervenir el parque, presentado el 21 de octubre de 2010 por el alcalde Javier Gándara Magaña, en el marco del programa “Hermosillo te quiero limpio, ordenado y moderno”.1 Las preguntas inevi1 



Para más detalles sobre este programa, consúltense: García (2010) y Llanes (2010). 160

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tables: primera, si el problema era la inseguridad provocada por la oscuridad ¿no era suficiente iluminar adecuadamente y asignar cuerpos de policía de guardia?; segunda, ¿a dónde irían a descansar los indigentes y migrantes en tránsito que tenían en el parque su lugar para pasar la noche?, y tercera, Hermosillo cuenta con 784 322 habitantes (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática [inegi] 2010) y casi 14 mil hectáreas de superficie. ¿Por qué no emprender un programa para rehabilitar parques abandonados y proyectar nuevos, evitando la centralidad y los problemas de transporte relacionados? Mientras estas preguntas esperaban respuesta, la polémica se desató de inmediato, tanto por el asunto del enrejado como por el anuncio de que se restauraría el lago artificial de la década de 1930 utilizando agua tratada en una planta que se construiría ex profeso. Luego de protestas por parte de grupos ambientalistas y ante el riesgo de repetir los hechos tras la desaparición del Parque Villa de Seris para alojar el complejo cultural musas, las autoridades convocaron al diálogo. Al final, se dio marcha atrás en el tema del lago, cambiándolo por una fuente de aguas danzantes e iluminación nocturna colorida. Las obras iniciaron el 5 de septiembre de 2011, presupuestadas entre 40 y 45 millones de pesos (El Imparcial 2011), y se inauguraron el 4 de julio de 2012 ante unos ocho mil hermosillenses. Para dejar en claro la vocación ciudadana del asunto, se informó que el parque estará bajo el cuidado de un patronato integrado por los vecinos del lugar (Expreso 2012). Los cambios en el parque, abierto de las cinco de la mañana a las once de la noche, son poco más que cosméticos (véase figura 8), pero parecen haber convencido a la ciudadanía de visitarlo masivamente. Los fines de semana, sobre todo por las tardes, el espectáculo de la muchedumbre —habitualmente ausente del espacio abierto— haciendo uso del parque es fascinante. Con todo, el fantasma de ver los prolegómenos de procesos de privatización del espacio público no es infundado, luego de los antecedentes presentados (Martínez 2010). Así, ¿por qué los hermosillenses aparentan validar un espacio público restringido? Además de que la evidente falta de espacios públicos como el descrito es un factor determinante y a reserva de que la respuesta merece un estudio detallado, por lo pronto se adelanta la hipótesis de que el

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Ayuntamiento apeló al mismo imaginario que opera en los fraccionamientos cerrados: el de seguridad-exclusividad, sin importar si se trata de una mera percepción o de un hecho, apoyados por los mecanismos de branding. Quizá por ello es que uno de los espacios más populares y por mucho el más solicitado para sacarse una fotografía de la visita sea precisamente el punto donde, sobre una alfombra de pasto artificial, descansa el emblema “hmo” (véase figura 8). Esto último es en suma significativo: la alfombra permanecerá verde y “fresca” por mucho tiempo, aun cuando la capa vegetal natural se deseque o desaparezca. La marca, el emblema, el tótem tribal de perte-nencia e identidad, la agorafobia se neutraliza con un espectáculo de ilusionismo: ser exclusivo perteneciendo al grupo. Inconsistencias Mientras el proyecto posrevolucionario cobró forma en pinturas, edificios, esculturas, calles, plazas e instituciones en gran parte del siglo xx, se bebió de la fuente del nacionalismo fincado en valores e iconos de las ricas tradiciones del valle del Anáhuac. Ninguna ciudad mexicana escapó a esta influencia por alejada que estuviera del centro fede­ral. Así sucedió con Hermosillo. Pero agotado este discurso, adop­ tada la doctrina neoliberal e integrado el país en la globalización económica y cultural, el resquebrajamiento de las sólidas herencias labradas en décadas y siglos deja un vacío a ocupar por la homogenización internacional que aplana el paisaje urbano con la arquitectura de la caja y los iconos de las franquicias. El proyecto hermosillense vigente da forma a sueños, añoranzas e inconsistencias. Todo fue con­ ju­gado y postergado cuando la prioridad era erigir las figuras de los caudillos revolucionarios, extender murales cargados de historia oficial o dotar de equipamientos funcionalistas de salud, educación y agroindustria. Durante décadas se ha acariciado el sueño de lograr una ciudad central funcional rodeada de suburbios dispersos, con amplias avenidas de concreto, vías primarias rápidas, distribuidores viales sobre­pues­tos y centros comerciales que anuden los enlaces suburbanos. Asi­mismo

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se ha socializado una imagen urbana ordenada, limpia y moderna que homogeniza la ocupación del suelo en franjas con usos exclusivos de residencias, comercios, servicios e industrias. Ahora, este sueño se ha precipitado. También el régimen derivado de la revolución mexicana interrumpió un fragmento urbano que escenificaba la puesta en valor de las buenas costumbres, la moral y el progreso. El Parque Ramón Corral cercó y erigió suntuosas portadas a la antigua alameda para proteger un pequeño lago artificial que imitaba los paseos de naturaleza domesticada en las ciudades de prestigio, más europeas que americanas. Aquella burbuja cosmopolita fue desmantelada por la plebe de la revo­ lución triunfante, lo mismo que fue echado el nombre del representante local más encumbrado en el viejo régimen. Sin lago, sin barda y sin el distintivo social de la exclusividad se abrió el lugar, emplazando al lado la Casa del Pueblo y las instalaciones del partido que monopolizó los beneficios de la revolución instituida. No es casualidad que el nuevo topónimo sea “Parque Madero”. Aquel arrebato no fue olvidado y el gobierno panista se ha regocijado en recuperar la imagen enclaustrada, la exclusividad y un lago que quedó en proyecto ante el rechazo vecinal de una gran alberca de dudosa sustentabilidad. El broche de oro es en todo caso la marca “hmo”. La añoranza clasista del antiguo régimen y sus emblemas también ha recuperado de oportunidad lo que fue el culto al Centenario de la Independencia, ahora Bicentenario, con una plaza de concreto ad hoc, arquitectura afrancesada porfiriana y un ángel de la Independencia sujeta en el aire cual marioneta en bodega. También se intenta recuperar el antiguo mirador del Cerro de la Campana, un lugar nostálgico a acotar también con la imagen sobrepuesta del cerco, la limpieza y el cartón piedra que cubre toda geometría de la modernidad reciclada. Si bien lo anterior sugiere desencuentros, hay inconsistencias que apuntan a las deficiencias del proyecto en marcha. Se trata de los ­intentos de monumentos celebratorios. Uno es el revestimiento del puente del bulevar Morelos, donde el cartón piedra se emplea en hacer escenográfico el tramo vial: un volumen falso desde el que cuelgan falsos tensores para sugerir la imagen cosmopolita de los puentes de

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Calatrava. Otro es el zigurat ya mencionado, también en el mismo bulevar, realizado fuera de proporción y sin mayor intención ­simbólica que ostentar el poder del falo. El tercero y colmo fálico de los anteriores es el despropósito del “monumento al acueducto”, donde la inca­ pa­cidad de representación y de puesta en valor de los éxitos de gobierno han sido largamente incubados en un sostenido desdén hacia las prácticas artísticas y el consenso social. Esta marginación del arte urbano, la falta de disciplina en la recreación simbólica y el total desconocimiento de las insatisfacciones y expectativas sociales ha desembocado de momento en el repudio a la más inequívoca de las muestras de poder absoluto. Bajo el gobierno de alternancia se intenta reconfigurar una ciudad, desviar el ­sentido de las obras que representan al antiguo régimen y crear un nuevo signi­ficado del espacio urbano por medio de intervenciones que mag­ni­fi­quen la idea de progreso económico como serían los megaproyectos urbanos integrados por el entretenimiento, lo comer­ cial y lo habita­cio­nal. La búsqueda de la trascendencia histórica producto de una obli­ga­ ción autoimpuesta de los gobiernos de alternancia, lleva a una inter­ ven­ción del espacio urbano en búsqueda de elementos simbólicos que doten de un nuevo sentido y generen un imaginario de progreso, ­donde se evite la añoranza de un pasado y se vea un presente mejor, representado por ese nuevo Hermosillo del discurso oficial. Un caso significativo de cómo la sociedad civil puede influir direc­ tamente sobre las intervenciones gubernamentales del espacio urbano, se presentó con el Pabellón del Agua, bautizado por la ciudadanía como el “monumento al tubo” y el cual por las protestas y el descontento de los habitantes fue retirado de la Plaza del Centenario, lo que ejemplifica un símbolo urbano fallido, generando un efecto contrario al que tenían los encargados en la toma de decisión de su instalación. El cómo se generó esta significación inversa del sentido del “tubo”, se puede encontrar en la definición de símbolo de Beuchot, que es “el signo más rico en significado, pues siempre tiene más de un sentido (el aparente) y nos remite a su sentido oculto. Además, el sím­bolo está cargado de afecto, es un signo que vincula, que une” (2007, 9).

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El sentido aparente es el más visible y fácil de ubicar en el ­discurso oficial en relación con la promoción de una cultura del agua c­ entrada en su cuidado, así como una intencionalidad de trascendencia histórica por las obras hidrológicas que se realizan en el estado, como menciona el gobernador en una entrevista con La Jornada: Yo respeto mucho lo que dice la gente, y si no quieren el pabellón, pues lo qui­tamos, no hay ningún problema, eso lo hicieron y lo propusieron las mismas constructoras [del acueducto] para que se vea lo que se está ha­ciendo, porque es una obra histórica que no se había podido lograr (Gutiérrez-Ruelas 2012). Tal declaración, por una parte, d­ esvía la culpa hacia las empresas constructoras excluyendo a los que toman la decisiones en la intervención del espacio urbano y, por la otra, acentúa el carácter histórico (autoimpuesto) del Acueducto Independencia, lugar a donde fue a parar el tramo de tubo. La pretensión de construir un imaginario instituyente por medio de un símbolo que represente la importancia histórica de la obra de infra­ estructura es, posiblemente, el elemento que da la pista sobre el sentido oculto del Pabellón del Agua, queriendo presentar al “tubo” como un contenedor del acontecimiento (Méndez 2010), el cual fracasó por querer forzar la memoria en una ciudad donde las grandes obras de infraestructura han dejado de ser acontecimiento. La memoria, para Todorov (2008, 41), “no es sólo responsable de nuestras convicciones, sino también de nuestros sentimientos”. Para que se dote de sentido histórico a un símbolo, es necesario que, en parte, sea significado desde la emotividad y se aprehenda en la memoria, yendo más allá de la imposición o supuesta importancia his­ tórica del mismo. En el caso del “tubo” ni siquiera se sustentaba en un elemento estético, fue una imposición de un elemento funcional con la pretensión de contener el acontecimiento histórico y marcar el inicio de un nuevo Hermosillo, a través de la gran obra que requería la ciudad a inicios del siglo xxi en un contexto de la transición gubernamental.

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La forma en que fue impuesto el Pabellón del Agua se puede ubicar dentro de lo que Lefebvre (1976) llama la “colonización del espacio urbano”, que consiste en imponer un sistema de objetos que se convierten en símbolos y espectáculo; en el caso de los monumentos presentan dos elementos contradictorios, según sea su origen: como monumentos institucionales que organizan el espacio para colonizarlo y, como elementos para concebir e imaginar la vida social, teniendo la finalidad de congregar. El querer colonizar el espacio urbano le trajo un alto costo político al gobierno de transición, pues la sociedad civil se impuso por medio de la opinión pública, haciendo que una situación local se volviera nacional, logrando que se retirara el famosamente infame “Tubo de Hermosillo”. Por medio de protestas creativas y el uso de las redes sociales se aprovechó la coyuntura sociopolítica que fue la pieza ­clave para evitar la imposición de un símbolo de supuesto sentido histórico. Conclusiones Hay diferentes y abundantes datos que revelan un nuevo proyecto de ciudad fincado en la imposición de imágenes antes que en la recreación del imaginario. ¿Qué se desmantela? El eje vial —o del poder— más significativo de la ciudad precedente es el bulevar Rodríguez, el cual ha sido desplazado en funcionalidad, relevancia y escenografía por el Morelos, un bulevar pletórico de iconos que trasfieren la ciudad norteamericana a un segmento local. Hay muchos otros ejemplos de desmantelamiento de los que sólo mencionaremos algunos: el campus de la Universidad de Sonora, el Cerro de la Campana, espacios públicos y el Centro Histórico. ¿Qué ciudad se quiere construir? Un Hermosillo con la marca de limpio, moderno, ordenado, homogéneo. ¿Cuál es la estrategia para lograrlo? La adopción de imágenes de rápida manufactura. ¿Cuál es el resultado? Se invierte en edificios, fachadas, cercas, montajes, no en la población: la elite panista concibe la ciudad como imagen, no como sociedad. Si la estrategia de desarrollo urbano consiste en cons-

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truir en el Parque Madero nuevas y amplias banquetas de concreto, pero sin sistema de riego de la vegetación, el colapso del parque se precipita. De los escaparates disimulados en el viejo centro comercial bajo fachadas de cartón piedra no puede esperarse menos. Ya el “monumento al tubo” se reconoció como imposición fallida. Es la marca urbana del régimen. Bibliografía Augé, Marc. 1977. El viaje imposible: el turismo y sus imágenes. Barcelona: Gedisa. Beuchot, Mauricio. 2007. Introducción. http//132.248.101.214/htmldocs/sem-herme/html-docs/herme1-introd.pdf (15 de noviembre de 2013). Borja, Jordi. 2004. Ciudadanía y espacio público. En Redefinir espacios públicos. Políticas culturales y ciudadanía, coordinado por Néstor García Canclini, 127-156. México: Universidad Autónoma Metropolitana. Calvar, Didier. 2003. Arte e ideologías autoritarias en el siglo xx. http://www.ort.edu.uy/fcd/pdf/InmediacionesIV.pdf  (3 de agosto de 2012). Castoriadis, Cornelius. 2007. La institución imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Tusquets. Dobyns, Henry F. 1976. Spanish Colonial Tucson. Tucson: ­University of Arizona Press. El Imparcial. 2011. Darán nuevo rostro al Parque Madero. http://www. elimparcial.com/EdicionEnlinea/Notas/Noticias/04092011/53956 6. aspx (4 de septiembre de 2011).

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Con un tiraje de 500 ejemplares, este libro se terminó de imprimir el mes de diciembre de 2013 en los talleres de Imagen Digital del Noroeste, S.A. de C.V. Veracruz 19A, Hermosillo, Sonora, México Tel.: 01(662) 214-88-22 Diseño de portada: Miguel Ángel Campuzano Compuedición: Fernanda Aguilar Almada Corrección: María Cristina Santeliz Soto La edición se formó en InDesign CS5.5 con tipografía Times New Roman de 11.5/14 y estuvo al cuidado del Departamento de Difusión Cultural de El Colegio de Sonora.

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