El protestantismo en Colombia 1810-1920

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Descripción

El protestantismo en Colombia 1810-1920 Carlos Arboleda Mora1

El protestantismo aparece en el siglo XIX en Colombia con la presencia de soldados extranjeros que venían a apoyar la independencia, con el aumento del comercio internacional y con la aparición del liberalismo económico y social. Durante la Independencia, llegaron soldados de Inglaterra que mantuvieron su fe como el coronel James Fraser que se estableció en Bucaramanga (Moreno P. , 1993, pp. 22-ss). La presencia de ingleses fue grande, casi 5.508 británicos participaron en el ejército libertador pero no tenían una intención misionera o evangelizadora, simplemente eran mercenarios que estaban por su paga. Muchos murieron, los demás regresaron a su país. Por tanto no fue una misión organizada, sino una presencia coyuntural (Vargas Vega, 2009). En los primeros años de aparición del protestantismo no existe propiamente libertad para su acción, más bien, son “seres raros” dentro de la sociedad. Está lejano un concepto de pluralismo religioso y un sentido ecuménico. Pero la presencia de estos soldados extranjeros y el aumento del comercio exterior, motivaron a pensar en permitirles vivir su fe. No fue un deseo de libertad religiosa, sino un efecto indirecto de tratados comerciales, los cuales, luego de arduas deliberaciones, aceptaban el culto privado de otras

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Carlos Arboleda Mora. Doctor en Filosofía. Universidad Pontificia Bolivariana, UPB, Medellín; Maestría en Sociología, Universidad Gregoriana, Roma; Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, Medellín. Docente UPB.

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confesiones. El artículo 14 del Tratado Bidlack-Mallarino firmado con Estados Unidos el 12 de diciembre l846, dice: De la misma manera, los ciudadanos de los Estados Unidos gozarán en el territorio de la República de la Nueva Granada, de perfecta libertad de conciencia y ejercerán su religión pública o privadamente en sus mismas habitaciones, o en capillas, o en lugares de adoración, destinados al efecto, de conformidad con las leyes, usos y costumbres de la Nueva Granada. (Uribe Misas, 1963, p. 21)

El Tratado con Gran Bretaña, firmado el 18 de abril 1825 -ratificado en octubre 1866- tiene un inciso semejante al respetar el ejercicio de la religión de los súbditos británicos, siempre que sea en casas privadas, iglesias, capillas o lugares destinados para el culto, y que, al ejercerla, observen el decoro debido a la Divinidad y el respeto a las leyes del país. El Tratado con Holanda, del primero de mayo 1829 dice: Los súbditos de Su Majestad el Rey de los Países Bajos, residentes en el territorio de Colombia, aun cuando no profesen la religión católica, gozarán la más perfecta y entera seguridad de conciencia, sin quedar expuestos a ser molestados, inquietados ni perturbados en razón de su creencia religiosa, ni en los ejercicios propios de su religión, con tal que los hagan en casas privadas y con el decoro debido al culto divino, respetando las leyes, usos y costumbres establecidos al efecto”. (Uribe Misas, 1963, pp. 21-22)

No se permitía el proselitismo religioso, ni la manifestación callejera de creencias religiosas a personas extranjeras de confesión distinta a la católica. Con los soldados y los comerciantes extranjeros, se inició en el país la actividad de “colportores”, personas que hacían propaganda a traducciones de la Biblia en lengua vernácula o popular y que fueron importantes para difundir el protestantismo en el siglo XIX. Durante las luchas de Independencia, se llama “masones y luteranos” a los revolucionarios del 20 de julio 1810 para descalificarlos. Este apelativo a la vez remite a la influencia modernista en las ideas independentistas (Romero , 1960, pp. 477-487). Al llamarlos así, reconocen que son portadores de una nueva filosofía

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e interpretación de la vida social, caracterizada por la libertad, por reconocimiento de la conciencia individual, de la independencia mental y de la creencia en el progreso; ideas, entonces heréticas, en medios eclesiásticos. El 29 de enero de 1825, llega a Bogotá, proveniente del Ecuador donde distribuyó 800 Nuevos Testamentos, James Thomson, bautista escocés y colportor de la Sociedad Bíblica Británica, quien en compañía de personajes de la política y del clero, establece la Sociedad Bíblica Colombiana, para distribuir biblias en lengua vernácula a los ciudadanos. El 15 de marzo 1825 se hace la primera reunión de la Sociedad Bíblica en la capilla de la Universidad de los dominicos -hubo otras reuniones el 20, 22 y 24 del mismo mes-, con la presencia de Pedro Gual, ministro de relaciones exteriores; Antonio Malo, senador; Joaquín Gómez, representante; Dr. Mariano Niño; José María Estévez, rector del Colegio Mayor de San Bartolomé; Fray Joaquín Gálvez, rector de la Universidad; Fray Mariano Garnica, prior del convento de predicadores, y el Señor Thompson. En estas reuniones se discutieron los pros y los contra del establecimiento de esta sociedad. El 4 de Abril se constituye oficialmente la Sociedad Bíblica. La preside Don Pedro Gual, Secretario de asuntos exteriores; su primer vicepresidente es el Dr. José María Castillo, ministro de finanzas; como segundo vicepresidente actúa el Dr. José María Estévez, rector del Colegio San Bartolomé; tercer vicepresidente lo fue el Dr. Juan Fernández de Sotomayor, rector del Colegio del Rosario; tesorero el Dr. José Sanz de Santamaría, senador; sus secretarios fueron el padre Antonio Marco Gutiérrez, secretario de la Universidad, y el Dr. Ricardo N. Cheyne. Hicieron parte de ella, además, un comité de veinte personas, la mitad de las cuales eran clérigos (Thomson, 1827, p. 264). Los objetivos eran “[…] divulgar Escrituras en lengua vulgar en la traducción de P. Scio y Torres Amat sin infringir en lo más mínimo los artículos del Concilio de Trento” (Thomson, 1827, pp. 253-263); y “Uniformar la moral de los pueblos por medio de las máximas divinas de las Escrituras [...] ya que los colombianos no han podido recibir otras nociones de la religión santa de Jesús, por lo general, sino de pequeños catecismos y arbitrarias interpretaciones” (Romero, 1957, pp. 148-149). El periódico El Constitucional No. 21 de marzo 1825, alaba la formación de la sociedad: “Por fin se

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ha conseguido plantear un establecimiento cuyas ventajas conocerán bien presto los amigos de la religión de Jesucristo y de la verdadera ilustración de los pueblos.” (Moreno P. , 1999, p. 05). Inicialmente las autoridades eclesiásticas no vieron peligro, pero luego vinieron los ataques pues se recordó que para publicar las biblias en lengua vernácula debían cumplirse ciertas condiciones como son: licencia del Soberano Pontífice, que la versión se haga por un autor católico y con notas de los Santos Padres y autores clásicos. Manuel Fernández Saavedra, sacerdote y vicario de Facatativá, el 16 de abril 1825, alertaba a sus fieles: el “[…] proyecto es lo más malo que se ha concebido, y que si llega a efectuarse, las resultas serán las más espantosas, porque con solo este golpe viene a dar por tierra la palabra de Dios, y con ella la Religión y la Iglesia.” (Romero, 1957, p. 151). Como la Biblia de Thompson no cumplía esas condiciones, se fue disolviendo la Sociedad Bíblica (Restrepo Posada, 1963, p. 38). Este esfuerzo de la Sociedad Bíblica fue apoyado por clérigos y por Francisco de Paula Santander, porque vieron en el método lancasteriano un camino pedagógico y porque Thompson era delegado de la Real Sociedad Lancasteriana de Londres. Bolívar invitó a dos profesores y luego al mismo Lancaster para establecer el método en la Nueva Granada. En 1821 llega Lancaster y Bolívar le entregó 20.000 dólares para iniciar su trabajo (Salmon, 1904, pp. 56, 60). La lectura de la Biblia era parte fundamental en ese método —lectura prohibida a los católicos— y esto motivó el rechazo de la iglesia católica. Los Papas condenan las Sociedades Bíblicas. Quizás las más notables al respecto son la Encíclica Ubi primum del 5 de mayo 1824 expedida por León XII, y la Encíclica Qui pluribus del Papa Pío IX, del 9 de noviembre 1846. Afirman que las Sociedades Bíblicas están contra las tradiciones de los Santos Padres y las normas del Concilio de Trento. Se manifiesta el miedo de los prelados a que el pueblo lea la Escritura pues puede caer en miserables errores. Esta prohibición viene de las luchas contra la Reforma en el siglo XVI, y acompañará los enfrentamientos entre propuestas educativas del Gobierno y del catolicismo durante el siglo XIX. El arzobispo Mosquera, a mediados de este siglo, prohibió enseñar la moral usando la Escritura por ser una práctica protestante que favorecía interpretaciones divergentes, y porque el pueblo y los maestros no estaban en “condiciones de entender

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la Biblia”. Más bien, se debía utilizar el Catecismo del Padre Gaspar Astete. Hubo debates entre quienes apoyaban al Arzobispo y quienes abogaban por la lectura de la Biblia y la capacidad de la gente para entenderla (Mosquera, 1851). En 1826 se nota la intolerancia del sacerdote Margallo: El tolerantismo es un sistema que, despojando al hombre del don más precioso que ha recibido del cielo, abre las puertas a todos los crímenes; un sistema que mira con igual indiferencia a todas las religiones, o que pone a nivel la única verdadera con la multitud de las falsas […] (Felice Cardot, 1959, pp. 107-108)

Quisiera Margallo que las sectas fueran destruidas, pues la tolerancia es la más peligrosa de todas las herejías. Está convencido de la verdad absoluta de su religión. También dice que las sectas heréticas abusan de la palabra de Dios para cohonestar sus errores, por eso se empeñan en traducirla a lengua vulgar, porque el carácter oscuro del texto nos prueba que su conocimiento no está al alcance del vulgo (Romero, 1957, pp. 152-153). El fruto de estos nuevos doctores bíblicos será la destrucción de la fe por la alteración de las Escrituras, y termina con este verso: La nave que sin brújula navega/ De la biblia en las ondas misteriosas Pierde el rumbo, se encalla, al fin no llega/ Al puerto de las almas venturosas. Y en la bascosa espuma ella se anega/ Mordida de las sierpes venenosas: No así la que mirando bien la carta/ Los escollos prevé, de ellos se aparta. (Romero, 1957, pp. 153-154).

El intento de la Sociedad Bíblica fracasó. Su continuador Lucas Matthews, también colportor de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, sólo pudo vender algunas biblias (Prien, 1985, p. 713). En 1834 se enviaron 500 ejemplares del evangelio de San Mateo, pero en 1835, Santander logra que el Estado Vaticano reconozca la nueva República y entonces no se reparten más Nuevos Testamentos para no entrar en conflicto con la iglesia católica. Estos colportores protestantes tuvieron una actitud moderada. Su intención no fue establecer iglesias permanentes y estaban bajo la presión del

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clero católico. En 1837 se intenta restablecer la Sociedad Bíblica, pero el Arzobispo Mosquera lo impide, incluso permite la reimpresión del escrito del sacerdote Margallo. En carta del Arzobispo Mosquera a su amigo Joaquín Miguel de Araújo, le dice: Enviaré a usted mi última pastoral sobre estudios canónicos que continúa una digresión sobre Sociedades bíblicas, porque éstos trabajan en descatolizarnos por este medio. Ya vienen las Biblias sin epítetos y recortando Daniel en sus dos últimos capítulos y parte del tercero. Ahora acaba de llegar a Cartagena un tal Watts a restablecer las sociedades bíblicas, y me ha traído del señor Bexley, presidente de la sociedad bíblica en Londres, comunicaciones para comprometerme a que les ayude. He contestado negándome y protestando trabajar contra ellos, porque el plan es descatolizarnos. Hay una comparsa de gente mala y es preciso no recibir de ellos ni el Credo. (Sánchez Zuleta , 1987, pp. 86-87; Arboleda Lorente , 1956, pp. 30-31)

Es tal la oposición del Arzobispo Mosquera que llama apóstol de Satanás al señor Watts (Sánchez Zuleta , 1987, p. 87; Arboleda Lorente , 1956, pp. 30-31). También critica al protestantismo porque rechaza el celibato del sacerdocio católico y no reconoce que éste necesita tiempo, vida pura y libertad de los afanes matrimoniales para dedicarse a su ministerio (Mosquera , 1838). Panamá no pertenece a Colombia desde 1903, pero hacía parte de ella en el siglo XIX y por ello mencionaremos la presencia de varias iglesias en su territorio. Allí se estableció un grupo de wesleyanos metodistas entre 1815 y 1825. En Carening Cay había un grupo de colonos ingleses y jamaiquinos que, dirigidos por la señora Madre Abel, vivían su fe y evangelizaban a los habitantes de Bocas del Toro. Esta señora evangelizó por sesenta años. En 1884, el reverendo Thomas Geddes y su hijo Alexander fueron enviados de Jamaica a evangelizar Ciudad de Panamá, Emperador y Puerto Colón. Trabajaron con cerca de 15.000 migrantes de las Indias Occidentales que construían el canal y luego con los trabajadores de las plantaciones de banano en Bocas del Toro y Chiriquí (Holland , 2002, p. 22; Moreno V. , 1983, p. 88). En 1849 algunos sacerdotes episcopales evangelizaron el Istmo de paso para las minas de California pero la presencia estable anglicana comenzó en 1851 en Taboga (Ravensbergen Gerriejan ,

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2008, pp. 42-43). En 1890 llegan bautistas de Jamaica, y en 1900 Testigos de Jehová. Otros grupos llegaron a Panamá: Adventistas del Séptimo Día a Bocas del Toro, donde establecieron tres templos y cuatro misiones en 1901 (Moreno V. , 1983, p. 109). Los Bautistas del Sur enviaron personal para atender a norteamericanos en el Canal desde 1905; la Primera Iglesia Bautista de Balboa se estableció el mismo año por americanos, y otras cinco iglesias en la zona del Canal para atender a personal civil y militar (Ravensbergen Gerriejan , 2008, pp. 42-44). El gobierno, en su política de poblamiento, piensa en la inmigración extranjera; pero una causa, aunque no fundamental ni esencial de su fracaso, es la oposición de la iglesia católica que veía en peligro su hegemonía religiosa. Martínez (1997) dice que el rechazo por razón religiosa no fue la causa principal de la escasa inmigración extranjera sino que era un proyecto voluntarista sin adecuada financiación y soportes logísticos y éticos. Aunque, para algunos, la migración masiva de protestantes ponía en peligro la fuerza de la iglesia en su lucha con las fuerzas liberalizantes del Estado. Cuando en 1836 le otorgan a Tyrrell Moore, cien mil hectáreas de tierra para colonización, los vecinos de Yarumal se oponen diciendo: La concesión de baldíos en el paraje Espíritu Santo compromete altamente su tranquilidad, sus intereses, su suerte futura y aún el culto mismo de la religión que profesamos... Que profesando los colonos la religión protestante no podrán vivir en paz con los católicos y que nos veremos envueltos en una guerra tan desastrosa como las que por igual motivo asolaron la tierra en siglos pasados […] (Uribe & Álvarez Jesús , 1987, p. 269)

Los pioneros En 1855 llega a Cartagena un ex fraile náufrago: Ramón Montsalvatge, y comienza una labor evangelizadora protestante. Con apoyo de la Sociedad Bíblica Americana distribuyó biblias y libros. Aprovechó el ambiente de libertad promovido por José Hilario López y Manuel María Mallarino para desarrollar su misión. Fue

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tanto su trabajo que seis mil fieles de Barranquilla, aprovechando un disgusto con el obispo de Cartagena, querían establecer un templo protestante bajo la guía del ex fraile. Viendo la situación, el obispo cedió a las peticiones de los fieles y no prosperó la idea (Ordoñez, 1956, pp. 24-25). Es importante profundizar en su trabajo porque generó amplia discusión en la república y fue inicio de una presencia protestante más profunda. El periódico El Catolicismo critica sus sermones y desacredita al periódico El Tribuno de Cartagena, que publicaba los mensajes del capuchino, a quien llama ministro de Satanás. El 9 de agosto 1855, el ex fraile anuncia el inicio de sus actividades: El reverendo Ramón Monsalvatge, ministro protestante i Ajente de la Sociedad Bíblica del Norte América, anuncia a los extranjeros y masones, residentes en Cartagena, que cree deber permanecer algunos meses en esta ciudad, i que se ofrece a ellos en todo lo relativo a su ministerio; por consiguiente se le podrá llamar a todas horas para bautizar, casar, enterrar, etc, en el Hotel Calamar. Así mismo suplica la asistencia de todos los amantes del culto cristiano reformado, para la lectura, oración i predicación evangélica en castellano, que tendrá lugar los domingos a las ocho en punto de la mañana, en la sala alta del edificio de la Merced. El próximo domingo 12, principiará el culto a la hora ya indicada. (El Catolicismo, 1855)

El periódico El Tribuno habla de esta primera reunión: El 12 de Agosto será memorable para Cartagena y talves (sic) para toda la Nueva Granada. Por primera vez un ministro de la religión reformada ha predicado públicamente en esta ciudad y a una congregación de individuos parte de su misma creencia, parte de católicos. Confesamos sinceramente que nos es imposible describir todas las emociones que experimentamos durante la ceremonia [...] Especialmente la que nos produjo el orden y la circunspección del auditorio, aunque todos éramos católicos con excepción de unos pocos... En otro tiempo no hubiera podido ser así y prueba de una manera indudable que el pueblo de Cartagena ha adelantado en cultura, tolerancia y en desvanecer toda clase de preocupación, es decir, el pueblo de esta ciudad con sólo vivir treinta años en una imperfecta república y gozando de libertad a pedazos y de cuando en cuando, está a una

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distancia considerable del pueblo fanático y salvaje que formó la colonia española. (El Tribuno, 1855)

Montsalvatge trae de New York dinero, órgano, bancas y libros, otorgados por la Sociedad Bíblica Americana para establecer el templo en Cartagena, pues veían las buenas disposiciones de la legislatura nacional para permitir la libertad de cultos. Pero los católicos desacreditan la labor de Monsalvatge, porque está apoyado por el “partido rojo”, el cual defiende al protestantismo para dividir a la nación (El Catolicismo, 1855). Los liberales lo trajeron para descatolizarnos y se llama a fieles y a prelados de la Costa a fin de que tomen las medidas necesarias para frenar la obra protestante (El Catolicismo, 1855). El trabajo de Monsalvatge fue atacado. En 1856 se publica “El protestantismo es destructor del cristianismo” que llama a Montsalvatge predicante de cargason –sic- y enemigo de la eucaristía (El Catolicismo, 1856; El Catolicismo, 1856). El sacerdote Trinidad Eusebio Barreto ataca la predicación de Montsalvatge, afirma que lo único que pierde la Iglesia con su predicación, son unos cuantos (El Tribuno, 1856). El sacerdote José Simón Cera publica dos panfletos contra el ex fraile, uno titulado “La espada de San Pablo” que dice: El predicante misionero ha comenzado su tarea apostólica en Cartajena; i como buen luterano, ha plantado por base de su edificio, los ataques al santo Padre i al clero católico decorándole con el epíteto de corrompido. Ah! Un hijastro del asqueroso Lutero, que sin duda, debe ser como su padrastro, se atreve a decirnos corrompidos? ¿Hijastro de Lutero, de ese ente sin nombre propio; (sin nombre propio sí porque ni es diablo ni es hombre; no es diablo porque es hombre; no es hombre porque es diablo)… te atreves, repito, a decirnos corrompidos? […] (Cera, 1955)

El panfleto “San Pablo en el Areópago” ataca las doctrinas protestantes de Monsalvatge, como el primado del Papa, el culto a los santos, y al periódico El Tribuno por mencionar las enseñanzas del ex fraile sobre la autoridad eclesiástica y el celibato sacerdotal (Cera, 1926). Luego de regresar de New York, Montsalvatge permaneció algún tiempo, no pudo pagar más arriendo del edificio

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de la Merced y el periódico El Catolicismo se alegró de su partida (El Tribuno, 1856). El 8 de marzo de 1856 desembarca en Santa Marta Henry Barrington Pratt, quien se formó en el Seminario Presbiteriano de Princenton y se ordenó pastor en 1855. Luego siguió a Bogotá donde llegó el 20 de junio 1856. Fecha considerada por los evangélicos colombianos como aquella en que se establecieron las misiones evangélicas en el país (Beach & et. al., 1990, pp. 163,173; James, Beach, & Fahs, 1911, p. 83). Es importante porque es el primer intento formal de establecer el protestantismo, aprovechando las garantías dadas por el liberalismo: libertad religiosa, interés por la cultura inglesa, y posibilidades económicas y de transporte que ofrecía el país. Estas son algunas razones del envío de Pratt según el British Foreign Mission: La última declaración por parte del gobierno en favor de la tolerancia religiosa, el deseo creciente de la porción más joven de las clases más inteligentes de recibir una educación inglesa, la pérdida de influencia del sacerdocio romano católico, las saludables condiciones del interior del país, el mayor intercambio entre su gente y la nuestra, y las grandes facilidades de acceso que ahora hay para llegar al corazón del país, y especialmente el ofrecimiento de los servicios de alguien a quien el Comité miró como adecuado para este trabajo […] (Presbyterian Church of the United States of America, 1856, pp. 101-102).

El Reverendo Pratt (1832-1912) tenía amplia cultura y era excelente conocedor de la Biblia —hizo la traducción llamada Versión Moderna publicada en 1893—, tradujo al español Noches con los romanistas del Rev. Michael Hobart Seymour escrito en 1856 Inglaterra, e inició la colección Estudios criticos y aclaratorios sobre la Santa Escritura fundados en la Versión moderna (Presbyterian Church of the United States of America, 1862, pp. 16-17). Tenía un enfoque polémico hacia el catolicismo romano; escribe contra la Iglesia en la prensa y critica el comportamiento de los clérigos. El gobierno no opuso resistencia, pero sí algunos sacerdotes en sus discursos y publicaciones al sentirse atacados por Pratt. En estos días llegan el pastor Duffield y la Sociedad Bíblica de Londres, y se unen a su obra. En 1857 aparece la primera edición de 5.000

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ejemplares del Nuevo Testamento (traducido a su vez de la Vulgata Latina por Felipe Scio de San Miguel). El 28 de Marzo 1869 se inaugura el primer templo presbiteriano (Ordoñez, 1956, p. 31), y en 1859 llegaron el Rev. Samuel Sharpe y su esposa, y el Rev. William McLaren y su esposa. El primero murió pronto y quedó sólo McLaren, pues Pratt había viajado a Estados Unidos. McLaren prefirió distribuir textos y Biblias en forma pacífica. El Rev. Paul Pitkin llegó en 1866 y buscó crear misiones en Barranquilla y Medellín (Presbyterian Church of the united States of America, 1868, p. 11). Miss Kate McFarren comenzó en 1869 el Colegio Americano para niñas, y el Rev. Thomas Candor inició la escuela para niños en 1890. La educación era vista por presbiterianos como herramienta para evangelizar, pero era obstaculizada por la Iglesia católica que los amenazaba con excomunión (Presbyterian Church of the United States of America, 1870, p. 13). El trabajo misional floreció más en Barranquilla y Medellín que en Bogotá gracias a misioneros experimentados y al énfasis en educación escolar. En 1889 el Rev. J. Gabriel Touzeau llegó a Medellín; en 1912 se inició trabajo en Bucaramanga, en 1913 en Cereté, y en Cartagena en 1914. En 1916 eran 27 misioneros americanos, 38 nacionales, 14 centros de culto, 398 miembros y 841 estudiantes (Presbyterian Church of the United States of America, 1917, p. 337). El trabajo de Pratt, aunque pionero, tuvo poco fruto por ser muy polémico con el catolicismo, no favoreció a los líderes nativos y todo estaba en manos de misioneros norteamericanos. Según Hegeman (2002, pp. 186-187), entre los misioneros presbiterianos que trabajaron en Colombia desde mitad del siglo XIX se cuentan: Rev. H.B. Pratt y esposa (185659); Rev. Thomas Wallace (1857-); Rev. Samuel Sharpe y esposa (1858-60); Rev. William McLaren y esposa (1860-63); Rev. Paul Pitkin y su esposa (1866-?); señorita Kate McFarren (1869-); señor A.H. Edwin; señor Ladd; Rev. Willis Weaver y su esposa (1875-); Rev. Thomas Candor y su esposa (1886-); Rev. Alexander Allan y su esposa; señor Charles Warren y su esposa; Rev. Grover V. Hoogestratt y su esposa; señorita L.W. Quimby; señorita Florence M. Sayer; Rev. W.S. Lee y su esposa; señorita Martha B. Hunter; Rev. Clifford A. Douglas y su esposa; señorita J.R. Morrow; Rev. T.E. Barber y su esposa; señor J.H. Cruickshank y su esposa; Rev. Charles S. Williams y su esposa; Rev. John L. Jarrett y su esposa;

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Rev. Edward C. Austin y su esposa; Rev. J.G. Touzeau y su esposa (1889-) y señorita Ana Duncan. Ante la creciente distribución de Biblias por grupos presbiterianos, Monseñor Antonio Herrán, en Pastoral del 21 de junio 1856, prohíbe la compra, recepción y venta de Biblias adulteradas y cismáticas cuya lectura es condenada por la Iglesia y sancionada con excomunión. Los párrocos deben estar atentos para retener las ediciones de la Biblia no aprobadas por la Iglesia (El Catolicismo, 1856). El obispo rechaza el libre examen de la Escritura, el trabajo de las Sociedades Bíblicas y la predicación protestante. Prohíbe leer Biblias sin notas y el Catecismo preliminar para los niños distribuido por la Sociedad Bíblica. Recomienda el libro Los misioneros de la herejía o defensa de los dogmas católicos escrito por José Manuel Groot en 1853, un tratado contra las doctrinas reformadas. Como era un libro académico y profundo, se elaboró un folleto sencillo para la gente llamado Instrucción a los pueblos de la Nueva Granada sobre el protestantismo que fue recomendado por el Delegado Apostólico Lorenzo Barili en carta del 18 de Junio 1856 (El Catolicismo, 1856). Este libro (Groot, 1853) fue realizado en respuesta a dos suizos que repartieron el Nuevo Testamento con un índice de citas bíblicas que desmontaban los dogmas católicos. Es una obra que concibe a la Iglesia católica como única Iglesia verdadera y trata al protestantismo como veneno, como herejía funesta y como evangelio de Satanás. En sus páginas refuta doctrinas protestantes sobre la concepción de la Virgen, el libre examen, la transubstanciación, la confesión de los pecados, la tradición, el primado de Pedro, la Iglesia de Roma como madre, la misa, la comunión, las buenas obras y la justificación, el culto a los santos e imágenes, el celibato de los sacerdotes, el purgatorio, las indulgencias, el uso del latín, el rosario y las romerías entre otras cosas. Este tratado apologético da las razones para seguir siendo católicos. Evidencia que los autores católicos colombianos del siglo XIX tenían formación teológica similar o superior a los clérigos de su época; sus lectores eran presbíteros y seglares. No era una discusión de clérigos contra protestantes, sino de grupos de personas que defendían ideas católicas contra otros que sostenían ideas modernas. El influjo de ideas no católicas era significativo pues editar tal libro indica que estas tales ideas se extendían entre la gente.

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Los gobiernos liberales tendrían más apertura con otras confesiones. De hecho, el presidente Mosquera quería traer protestantes. El 15 de noviembre de 1861, el Dr. M.L. Lleras, juez de la Corte Suprema de Justicia, envía una carta al Reverendo William McLaren, misionero presbiteriano, que decía: El señor presidente me ha pedido manifestar a usted sus deseos de que vengan al país más misioneros protestantes; y que deben establecerse iglesias y escuelas protestantes en el país. Por otra parte, habiendo llegado a manos del gobierno varias propiedades antes pertenecientes a la iglesia católica, el Señor Presidente desea que algunos de tales edificios sean utilizados para los fines antes dichos. El propósito del gobierno no es propiamente enajenar tales propiedades, sino facilitarlas para el establecimiento de iglesias protestantes. (Ordoñez, 1956, p. 40)

La convención de Rionegro consignó en la Constitución de 1863, la libertad de cultos reconociendo la “[…] profesión libre, pública o privada, de cualesquiera religión, con tal que no se ejecuten hechos incompatibles con la soberanía nacional, o que tengan por objeto turbar la paz pública”. Esta libertad fue ampliamente criticada por los sectores católicos, pues: […] podrán libremente los protestantes, mahometanos, judíos, budistas, masones y todos los demás sectarios abrir sus capillas, pagodas, mezquitas, logias, etc., si les place inmigrar a este país, a probar fortuna; repartir biblias, el corán, el cendavesta, hacer propaganda de sus ideas, tributar culto al dios de Mahoma, de Buda, Confucio, al Gran Arquitecto, y entrar en liza con los ministros del catolicismo, etc. (Ganuza, 1913, p. 231).

En verdad, estos primeros misioneros se sentían llamados a difundir el pensamiento religioso y político que había hecho de Estados Unidos, un país próspero y libre: “Convencidos de que poseían las llaves de la modernidad religiosa y económica, eran portadores de modelos asociativos democráticos [...] Estaban persuadidos de que el protestantismo era necesario para la consolidación del régimen republicano” (Bastian, 1994, p. 108).

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Así lo entendieron los liberales colombianos. Por eso tuvieron una actitud positiva ante la presencia de misioneros, presbiterianos especialmente. La iglesia católica también lo comprendió de esa manera, y de ahí su confusión entre liberales, masones y protestantes a quienes en conjunto se juzgaba de republicanos y enemigos del catolicismo. Las tres ideas se conjugaban, a decir de la Iglesia católica, para destruir el régimen teocrático. Donde había un grupo de democráticos podía nacer la semilla de la modernidad. Aunque como se verá, los grupos protestantes, aun portando ideas de modernidad, no lograron un éxito rotundo. Si bien, la Iglesia fue intransigente hacia las reformas, también el gobierno atizó el fuego con medidas como vender biblias protestantes, estimular el odio a clérigos, tacharlos de oscurantistas y corruptos, hacer reformas e invitar a protestantes a ocupar templos católicos e imponer una reforma sin tener en cuenta el talante y la historia del pueblo. Razón tenían los liberales pues había inmoralidad entre el clero, pero la religiosidad de las personas no aceptaba una imposición de cambios sin la adecuada preparación cultural y política. La política radical hizo germinar la unión entre Iglesia y partido conservador, que se venía perfilando desde la Guerra de los Supremos, y que facilitó las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX. Estas guerras comprueban el antagonismo que llevó a excesos de parte y parte, y creó el clima de confrontación que permanece hasta la década del sesenta del siglo XX. El liberalismo en los años 1850, como después en los años 1930 y siguientes, creó un clima general de tolerancia religiosa, pero no era una política de protestantización del país, sino una actitud reactiva frente a la Iglesia. Además, en los huecos dejados por la débil presencia del Estado o la Iglesia católica, se hicieron presentes templos y escuelas protestantes: Como puede verse no fueron medidas directas emanadas por las administraciones liberales las que favorecieron la inserción y el desarrollo de los protestantes sino más bien el contexto general creado y las limitaciones del Estado. Por esa razón la explicación para este desarrollo debe buscarse en varias fuentes y no sólo en una determinada coyuntura política como si ella causara el desenvolvimiento de la dinámica del campo religioso. (Moreno P. , 1999, p. 83).

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El siglo XX Los liberales buscan traer protestantes para debilitar la influencia del catolicismo o para provocar al clero católico -como se ve en la invitación de Mosquera a los presbiterianos-. La expansión protestante se da en lugares donde predominan liberales y existe poca presencia eclesiástica y estatal. Esto conllevó a identificar liberalismo y protestantismo en 1948 y años siguientes. La relación liberalismo-protestantismo se produce desde el encuentro de éstos en América Latina. El protestantismo es una creación moderna con elementos que dan poder al individuo: libre examen, libre decisión, libre lectura de la Escritura. Propone una relación personal con Dios, y no entra en conflicto con la ciencia (al menos la versión reformada clásica). En la historia de Colombia, los primeros protestantes encontraron en el liberalismo un ambiente propicio para su confesión, de ahí la afinidad entre gobiernos liberales y protestantismo. Los misioneros protestantes, al inicio, venían de Estados Unidos e Inglaterra, por ello tenían cierto mesianismo de ser la avanzada del mundo, los protectores de Occidente, y considerar su confesión protestante como una religión pura. La crítica de los liberales a la Iglesia y al conservatismo en el siglo XIX, es la misma que hacen los protestantes presbiterianos que evangelizaron Colombia, por ejemplo, Robert Speer -líder de las misiones extranjeras presbiterianas entre el siglo XIX y XX- dice que los países suramericanos se independizaron de España y Portugal pero no de la Iglesia católica, la cual tiene el monopolio del poder y rechaza toda otra institución que le haga competencia. La iglesia católica romana no evangeliza sino que cristianiza el paganismo y paganiza el cristianismo: El catolicismo en lugar de hacer su misión de ilustración, convertir y santificar los nativos, fue él mismo convertido: el paganismo fue bautizado, el cristianismo paganizado. Aún si el protestantismo hubiera despertado y hubiese querido ir a Suramérica, no habría podido pues la iglesia católica romana no lo hubiera tolerado. (Speer, 1904, pp. 199-210, 220-223)

Ante las objeciones a la llegada de los protestantes, Speer responde que se dice que el trabajo misionero es un intruso en un territorio ya ocupado por la Iglesia católica; en verdad el protes-

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tantismo fue llamado por gobiernos y el mismo pueblo. El catolicismo no ha ocupado todo el territorio porque hay amplias regiones sin evangelizar, y no es una religión saludable e ilustradora, sino que ha oscurecido las mentes. El clero no muestra pureza en sus vidas, ha desprovisto al Evangelio de su poder transformador y santificador; ha interferido en la libertad de conciencia de los fieles; y ha tomado las riendas de la educación y la política. La Iglesia católica ha traído error, idolatría y superstición. Sin presencia protestante la Iglesia católica se degradará más. La concepción negativa sobre el catolicismo es común en el protestantismo de la época. Así se puede ver en informes de la Conferencia Misionera Ecuménica de New York (Ecumenical Conference on Foreign Missions, 1900, p. Cap. XIX). El movimiento protestante no es mero proselitismo, es una propuesta educativa y moral que enseña libertad y pureza; es una agencia evangelizadora que pretende convertir la gente. Su propósito no es destructivo ni polémico. Busca reavivar la religión muerta que entorpece estas naciones y las mantiene lejos de la luz y del progreso. Lleva a una fe razonable e ilustrada (Speer, 1904, p. 104). Son afirmaciones de carácter liberal semejantes a las realizadas por los liberales colombianos; tienen un espíritu polémico, característico del conflicto colombiano en el siglo XIX que continuó en el siglo XX. Además, los protestantes presbiterianos de la época, poseían cierto mesianismo norteamericano respecto a Suramérica: “Nosotros hemos asumido hacia las repúblicas americanas una actitud de responsabilidad política”. (Speer, 1904, p. 104); debemos protegerlas, ayudados de la religión protestante. Brown (1909) muestra la relación ideológica entre protestantismo y liberalismo. Coloca dos bandos diferentes en la realidad suramericana y colombiana: de un lado, romanistas y paganismo; de otro, liberales y protestantes. Destaca la afinidad entre los dos últimos: “El protestantismo es agente de ilustración y progreso, así lo admiten los liberales, porque influye en estos ambientes: la familia, la moral personal, la educación secular y religiosa, los movimientos filantrópicos, la libertad religiosa, la separación iglesia-estado y el trabajo responsable.” (Brown, 1909, p. 235). A inicios del siglo XX, los católicos rechazaron a los protestantes por extranjerizantes, imperialistas y destructores de la unidad nacional y religiosa. Los protestantes, a su vez, tildan a los ca-

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tólicos de oscurantistas, reaccionarios y corruptos. Caldwell quien trabajó en Bogotá desde 1880 decía: Encontré una pequeña iglesia con 100 miembros y dos escuelas. El romanismo es la forma de religión más extendida entre el pueblo. Éste no sabe leer ni escribir. La mayoría de la gente inteligente y educada es prácticamente infiel. Por razones sociales y políticas aparentan ser buenos católicos. Hay un clero corrupto. Es un pueblo triste prácticamente sin Dios y sin esperanza. (Millard & Guiness, 1894, p. 148).

Las observaciones de Speer son duras acerca del catolicismo en la costa atlántica: En Barranquilla, el pueblo no es tan mojigato como en Bogotá y otras ciudades interiores, pero el ateísmo, la indiferencia y la superstición son duros de arrancar. Me han preguntado: “No es la religión católica lo suficientemente buena para esta gente? La verdad es que no son reconocidos como católicos por los mismos católicos que vienen de Europa y de los Estados Unidos. Ellos dicen “Estos no son católicos”. Los sacerdotes son hombres viles y reconocidos por tales. Uno que murió en Barranquilla, hace algunos años, dejó herencias a cincuenta niños que el reconoció como hijos propios. Hombres ya crecidos y mujeres ahora van por su nombre. He escuchado de iglesias en el pueblo usadas para riñas de gallos en las que el pueblo y los sacerdotes se recrean. La religión de sacerdotes y gente consiste en espectáculos y ceremonias, y a los que participan en las procesiones del Viernes Santo y Pascua se les asegura el perdón por todos los pecados cometidos durante el año, especialmente si han cargado la pesada plataforma donde es llevada la imagen de Cristo. Han sido los sacerdotes de Sur América los que han quemado las biblias, los que han intrigado las sublevaciones, los que han enseñado que los protestantes son maestros de doctrinas no santas y que alejan del reino de los cielos. Basta citar el Canon Saavedra, catecismo oficial americano del Sur: “- Porque dice usted que las doctrinas que enseñan los protestantes no son santas? Porque ellos dicen que la fe sola es suficiente para salvarse, aunque no se tengan buenas obras: ellos aconsejan una persona a pecar para hacer la salvación más segura; ellos dicen que las buenas obras son un estorbo para entrar al cielo; ellos quitaron el sacrifico de la misa y el sacramento de la penitencia; ellos quitaron el

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ayuno y la mortificación del cuerpo y dicen que la legítima autoridad no debe ser obedecida. ¿Es una falsa doctrina de nuestra religión que fuera de la iglesia católica no hay salvación? Nada es más razonable que este principio. (Speer , 1912, pp. 234, 240).

Así, no existió propiamente debate teológico, sino agresiones e insultos que profundizaron el antagonismo (Sabanes Plou, 1994, pp. 142-143). Se dio un cambio en los Congresos misioneros de New York en 1913, y Panamá en 1916 pues los protestantes decían que no venían a destruir sino a completar. La Conferencia sobre misiones de 1913 es violenta en sus juicios sobre la Iglesia católica pues se considera que ésta es romanista, pagana y alejada del evangelio (Foreing Missions Conference of North America. Committee of Reference and Counsel., 1913, pp. 22-ss). Se dice que la Iglesia católica está en crisis debido a corrupción, intolerancia y ritualismo, y también debido a educación, comercio y enseñanza evangélica (Foreing Missions Conference of North America. Committee of Reference and Counsel., 1913, pp. 63-67). El Congreso de Panamá (Committee on cooperation in Latin America by the Missionary Education Movement, 1917), es una nueva visión de la labor protestante en América Latina y de las relaciones con la Iglesia católica, porque abandonó la confrontación. Asistieron delegados por Colombia, todos extranjeros presbiterianos: Rev. Thomas Barber, Rev. T.H. Candor, Martha Bell, Rev. Alexander Allen, Mr. Edward Austin, Rev. John Jarrett, Rev. Walter Lee. El Congreso resume la situación del protestantismo en Colombia: con cinco millones de habitantes sólo hay cinco ministros ordenados protestantes, no existe ministerio nacional, y sólo cuatro colportores. Se considera que la iglesia católica es perseguidora; pero se pide evitar la hostilidad, buscar un evangelismo social como lo tiene el catolicismo, y no mencionar la superioridad del protestantismo norteamericano como salvador de Latinoamérica (Committee on cooperation in Latin America by the Missionary Education Movement, 1917, pp. 327-328, 344, 347-348). Se busca suavizar la posición protestante sobre la Virgen María: Tome la adoración de la Virgen María: ¿Qué hace de éste el más extensamente recibido de los errores populares del catolicismo ro-

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mano? ¿No es ese el deseo de comprender la fragilidad y que Dios siente las debilidades y se compadece con las luchas de los pobres? ¿ Cómo ven que yo predique este hecho humano y esta enseñanza romana? [...] ¿Y no sin cesar procuro con extremo predicar la ternura para indicar que todos ellos buscan en María lo que está presente en medida ilimitada en Jesús, nuestro humano divino salvador y procurar así recuperar para ellos a su Señor cariñoso? En una palabra, yo procuraría ser evangélico más bien que Protestante en la tendencia general de mi enseñanza. (Sabanes Plou, 1994, p. 143)

El ecumenismo comienza en este congreso a dar sus primeros pasos: tener una actitud abierta a otras confesiones es novedoso en ese momento en el mundo: Déjeme recordar, sin embargo, que el espíritu ha controlado y ha dirigido la Iglesia, no la Iglesia del protestantismo, no la Iglesia del catolicismo romano, sino la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo. Nosotros deberíamos comenzar en la fundación y la fuente de la verdad como está en Cristo Jesús. Solamente así la verdad será proclamada y es un problema sobre el cual los hombres piadosos no siempre han estado de acuerdo. Permítannos llegar a una sabia y armoniosa solución. (Committee on cooperation in Latin America by the Missionary Education Movement, 1917, p. 347)

La intervención de Rev. Judson Swift fue especial: Cuando el Presidente Wilson se dirigió a seiscientos clérigos en Nueva York recientemente, había representantes presentes de seis o siete comuniones, incluyendo a católicos romanos y judíos. Ellos todos escucharon al sacerdote de la catedral quien había traído un mensaje del Cardenal a unos humildes congregacionalistas y era la opinión general de que nadie podría haber diferenciado a los conferencistas confesionalmente. Allí había sólo un énfasis y era sobre el mensaje. Si nosotros en nuestro servicio de misioneros acentuamos el mensaje, la verdad como está en Cristo a Jesús, haremos nuestro deber a algunos y a todos. (Committee on cooperation in Latin America by the Missionary Education Movement, 1917, p. 348)

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El Congreso de Panamá tiene una actitud más positiva hacia el ecumenismo, fruto de la recién realizada Conferencia de Edimburgo (World Missionary Conference, 1910); es inicio del movimiento ecuménico en el mundo. Se vio la necesidad de cooperación entre diversas confesiones y de buscar unidad entre ellas pues los orientales se quejaban: “Ustedes me urgen de que sea cristiano. ¿Cuál de las innumerables formas de cristianismo debo yo aceptar? Yo debería ser siempre un hombre de Cristo pero nunca un cristiano.” (World Missionary Conference, 1910, p. 349). Ocho comisiones trabajaron en este congreso alrededor de la anterior: 1. Llevar el evangelio al mundo no cristiano, 2. La iglesia en el campo de misión, 3. Educación y recristianización de la vida nacional, 4. El mensaje misionero y las religiones no cristianas, 5. La preparación de los misioneros, 6. El hogar de las misiones, 7. Misiones y gobiernos, 8. Cooperación y promoción de la unidad (Gairdner, 1910). En Edimburgo se inicia el movimiento ecuménico que ha logrado gran fruto a fines del siglo XX, luego que la Iglesia católica se adhiriera a él en el Concilio Vaticano II. En el Congreso de Panamá se oyen reclamos de los protestantes que son de tipo liberal: el derecho a la libertad intelectual, el derecho a la Biblia y el derecho al manejo democrático de la iglesia (Committee on cooperation in Latin America by the Missionary Education Movement, 1917, pp. 104-110). La conferencia regional de Barranquilla, poco después del Congreso de Panamá, habla de la poca presencia protestante en el país: sólo tiene estaciones en Bucaramanga, Medellín, Tolima, Cartagena, Barranquilla y Bogotá. En al país trabajan presbiterianos, Kansas City Gospel Union, y las Sociedades Bíblicas Americana y Británica. Concluyen sobre la necesidad de evangelizar a Colombia con un ministerio autóctono colombiano (Committee on cooperation in Latin America by the myssionary education movement, 1917, p. 291). Con fuerza y penetración en el continente, las conferencias de Montevideo en 1925 y La Habana 1929, reclaman el derecho a evangelizar toda América Latina, frente a católicos que mostraban abandono del Evangelio y corrupción moral. Esto generó agresividad entre católicos y frenó el diálogo entre iglesias por varias décadas. Las ideas ecuménicas de la Conferencia de Edimburgo fueron olvidadas en Colombia y siguió un tiempo de enfrentamiento. Numéricamente, sin embargo, no era grande la presencia

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protestante. En 1911, la Junta de la Misión Presbiteriana daba estos datos (James, Beach, & Fahs, 1911, p. 83):

Presbiterianos Año de inicio Misioneros ordenados Mujeres casadas Mujeres no casadas Nativos ordenados Estaciones para evangelización Organizaciones eclesiales Comulgantes Bautizados Nativos adherentes Escuelas dominicales Miembros escuela dominical Contribuciones en dólares

1856 3 3 3 2 3 64 125 500 130 935 US$

Gospel Missionary Mission 1908 1 1 -

Datos de Millard y Guiness (1894, p. 181) sobre presbiterianos 1856 5

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-

El informe presentado al Congreso sobre Misión en Sur América, realizado en Montevideo, Uruguay, en abril de 1925 autoevalúa negativamente el trabajo realizado por grupos protestantes en Colombia. Se dice que en “[…] la perla de América hay casi seis millones de habitantes de los cuales 159.428 son indígenas repartidos en los departamentos de Boyacá y Cauca; en las intendencias de Chocó y Meta y en las comisarías de Arauca, Caquetá, Putumayo, Vaupés y Vichada” (Speer, Samuel , & Frank , 1925, p. 160). Para atender esta inmensa “parroquia” sólo está la Misión Presbiteriana con un equipo de cuarenta personas y setenta asociados nacionales, con trabajos en cinco ciudades: Bogotá, Barranquilla, Medellín, Cartagena y Bucaramanga. Cuenta con diecinueve estaciones y subestaciones para evangelizar, algunas en el Valle del Magdalena y otras en las cordilleras oriental y central (Speer, Samuel , & Frank, 1925, p. 128). La educación evangélica está pobremente equipada: instalaciones regulares, poco personal y constante cambio del mismo. En 1922 había nueve escuelas elementales y tres secundarias. Las dos

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instituciones principales estaban en Barranquilla, una para niños y otra para niñas. Las matrículas allí en 1923, eran de 299 y 297 respectivamente (Speer, Samuel , & Frank , 1925, p. 257). Según el informe, en este extenso territorio sólo la Misión Presbiteriana de Estados Unidos está presente, y esporádicos esfuerzos de agencias menores. El protestantismo delegó por sesenta años la evangelización a una sola comunión. Según la visión presbiteriana, la iglesia católica romana en Sur América y en Colombia, necesita al movimiento misionero protestante. En ella hay buenos hombres y mujeres; a pesar de falsedades y vicios, también hay verdad. Las misiones protestantes pueden llevarla a purificarla y le introducirá fuerzas que pueden corregirla y vivificarla (Speer , 1912, p. 237). Durante el gobierno de Alfonso López Pumarejo, parte de su esfuerzo modernizador, era implantar la libertad religiosa y separar Iglesia y Estado. El artículo 12 de la reforma constitucional buscaba favorecer los protestantes: “[…] nadie será molestado por razón de sus opiniones religiosas, ni compelido a profesar creencias, ni a observar prácticas contrarias a su conciencia” (Arias, 1999). Luego trató de suavizar la cuestión para evitar conflictos con la iglesia y un sector opositor del partido liberal; al final tuvo una actitud conciliadora con la Iglesia católica (Arias, 1999). Bastian (1994, pp. 90-ss) ha sugerido que los primeros protestantismos en América Latina eran una especie de sociedad de ideas, es decir, núcleos de organización de minorías liberales, como el crisol de un nuevo pueblo latinoamericano para crear un pueblo de ciudadanos que luego constituirían el pueblo político, base para una democracia representativa y una cultura política moderna. Es difícil aceptar esta tesis. En Colombia aparece el protestantismo de la segunda mitad del siglo XIX, apoyado por el gobierno liberal, con mentalidad progresista e individualista, para luchar contra el oscurantismo, para debilitar la Iglesia Católica o provocar a los jerarcas. No parece haber sido una sociedad de ideas que se amplía en forma progresiva para originar una sociedad democrática. Sí se ve una actitud moderna y crítica en algunos protestantes cuando argumentan al clero sobre libertad de conciencia y otra forma de vivir la religión:

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El apoyo que brindaron algunos políticos hacia el proyecto protestante tuvo la intención de facilitar el establecimiento de un “status” religioso diverso, y el protestantismo sirvió a ese interés en la medida en que promovió una religión privada, que no aspiraba a ser la religión oficial por decreto (Moreno P. , 1999, p. 13).

Era una visión religiosa distinta, pero no llegó a ser germen de una nueva sociedad. Proclamó la libertad individual y el progreso educativo, pero quizás por ser pocos los protestantes, por la dificultad del ambiente social, o por el apoyo de liberales, no hubo grupos que difundieran ampliamente las ideas liberales dentro de la sociedad. En la segunda mitad del siglo XIX son pocos los protestantes como para ser semilla de una nueva sociedad; la presión social era fuerte para evitar la propagación de sus ideas. Los protestantes vieron en el liberalismo un partido que les permitía actuar: Es atrevido decir que los protestantes colombianos contribuyeron en forma decisiva al crecimiento de las bases liberales, o que reforzaron las bases del liberalismo radical. Parece que el discurso protestante no creó en la burguesía liberal colombiana del siglo XIX un interés filosófico y político amplio. Es difícil creer, por ejemplo, que el presidente Tomás Cipriano de Mosquera, encontrara en grupos presbiterianos suficiente base para reforzar su poder. En junio de 1856 se realizó el primer culto presbiteriano con diez extranjeros y dos colombianos; en l858, el primer culto en español convocó a veinticinco colombianos y cinco extranjeros; en 1865, se recibieron los dos primeros colportores colombianos (Moreno P. , 1993, pp. 20-21). No tenían el poder para incubar una nueva sociedad política; incluso los más radicales eran católicos en creencias, aunque no en visión política. El protestantismo fue más una reacción al poder de la iglesia que una propuesta socio-política así fuera en pequeñas células. Tenían ideas democráticas: libertad de conciencia, independencia del estado, autonomía personal; pero carecían de dinamismo y de fuerza política dentro de la sociedad civil. Los presbiterianos iniciales eran anti-romanos y anti-papales, y entraron en conflictos con católicos; la sede presbiteriana en Estados Unidos no veía prioritario venir a Colombia. Sólo a fines del siglo XIX existe más presencia y voluntad misionera entre norteamericanos y europeos.

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En la segunda parte del siglo XIX y en la primera parte del XX, los protestantes eran en general liberales; excluyendo a los pentecostales que inician otra forma de vivir su fe. Eso explica en los protestantes su actitud anti-romana, su amistad con gobiernos liberales, y su preocupación por la educación. Eran pro-norteamericanos porque aceptaban el destino manifiesto de Estados Unidos respecto al mundo, aunque no se puede hablar de colaboración ideológica entre los primeros protestantes y los intereses políticos de Estados Unidos. Existe correspondencia entre doctrinas protestantes y proyecto liberal: libre examen, libre interpretación, relación personal con Jesucristo, cosas que tienen relación con el individualismo liberal. La visión de educación coincide con la ilustración: la educación hace hombres libres, y va acompañada por la difusión de la Biblia y por la publicación de prensa y de folletos para el hombre educado. La Constitución de 1886 presenta un gran proyecto de construir la nación bajo la dirección conservadora, católica. Una fe, una lengua, una cosmovisión, un sistema educativo, un sistema político que busca expresar la nacionalidad colombiana. Ser colombiano es ser católico y viceversa. Esta Constitución une iglesia y estado: al adoptar el credo católico como el del país coloca la religión católica bajo la protección del gobierno, y establece su enseñanza en todas las escuelas. El Concordato entre la Santa Sede y el gobierno colombiano en 1887, dice en su artículo primero: La religión de Colombia es la Católica, Apostólica y Romana, la cual será reconocida por las autoridades públicas como un elemento esencial del orden social, y aquellas se comprometerán a protegerla en todos sus derechos y privilegios, y hacerla respetar tanto a ella como a sus ministros. Además, se respetará la legislación canónica católica, se reconocerá el matrimonio católico, se impartirá educación religiosa católica y los cementerios estarán bajo el control católico […] Y a partir de l891, el delegado apostólico de Roma tendrá el rango diplomático de Enviado Extraordinario de la Santa Sede como decano del cuerpo diplomático acreditado en Colombia. Es el triunfo del proyecto político conservador sobre el proyecto liberal. Ese proyecto de la Regeneración impone su visión al resto de la nación. (Uribe M., 2001, pp. 55-56)

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El Concilio Plenario de América Latina en 1899, plantea el concepto y la estrategia de la Iglesia Católica Latinoamericana para afrontar el fenómeno protestante que no está en la verdad. “Por tanto yerran cuantos afirman que el protestantismo no es más que una forma diversa de la misma verdadera religión cristiana, en la cual se puede agradar a Dios ni más ni menos que en la Iglesia católica (Concilio Plenario de América Latina, 1906, p. 78). El protestantismo es causa de errores modernos: Del protestantismo han emanado todos los errores político-sociales que perturban las naciones […] De aquella herejía nacieron en el siglo pasado esa mentida filosofía y ese derecho que llaman nuevo, y la soberanía popular y esa desenfrenada violencia que muchos juzgan es únicamente libertad… De estas se pasó a las plagas colindantes del comunismo, del socialismo y del nihilismo, negros verdugos y casi sepulcros de la sociedad civil. (Concilio Plenario de América Latina, 1906, pp. 78-79).

El concilio plantea formas de control: Establecer consejos diocesanos para analizar la diseminación del protestantismo y tomar medidas oportunas; no entablar disputas con los herejes; excomunión latae sentencia para quienes celebren juntamente con herejes actos religiosos. Prohibir que obstetras heterodoxas asistan a mujeres católicas; y se mezclen en las mismas escuelas niños católicos y heterodoxos (Concilio Plenario de América Latina, 1906, pp. 95-96). Exclusión total en lo educativo, laboral, cúltico, relacional, cultural (Concilio Plenario de América Latina, 1906, pp. 81-82, 97). Exclusión significa no prestarles cualquier género de apoyo. (Conferencia Episcopal de Colombia, 1956, p. 462). En 1901, Monseñor Nicolás Casas envía pastorales a fieles del Casanare sobre los peligros del liberalismo como son la libertad de cultos y la libertad de conciencia; y asume las enseñanzas del concilio plenario, y las condenas pontificias al liberalismo (Casas, 1901). Entre 1900 y 1915 se enfrentaron liberales y conservadores sobre el tema de la filosofía liberal: los primeros mostraban que no eran anticlericales; los segundos, que el liberalismo colombiano era condenado por la iglesia en sus documentos oficiales (Sardá y Salvany , 1975; Martínez Silva, 1897; Vélez B. , 1897-1898; Mo-

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reno y Díaz, 1897) y su énfasis en libertad de conciencia y cultos estaba contra el catolicismo. Después de la separación de Panamá, el sentimiento contra Estados Unidos provocó agresividad contra algunos grupos protestantes. Después de la Guerra de los Mil días, el Rev. Walter Lee, en Barranquilla, hizo una colecta entre los comerciantes para mejorar las instalaciones del Colegio Americano para Varones, del cual se encargó a su llegada en 1898. Recogió 800.oo pesos para mejoras. Circuló entonces un boletín titulado “Católicos, despertad” que decía: El ministro protestante y el rector del Colegio Americano están recolectando sumas de dinero en oro para llevar a cabo la construcción de un edificio para dicho colegio. Nadie será tan insensato como para no creer que tal colegio pretenda la propagación del protestantismo, aunque ellos niegan el hecho, y es seguro que no habrá católicos que puedan cometer el error de ayudar con dinero, ni siquiera en forma de préstamo, para una obra hereje. Naturalmente que los extranjeros, cuya mayoría se compone de protestantes o judíos, contribuirán para ello; pero el que uno de nuestros compatriotas, hijo de un país tan católico como Colombia, pudiera ayudar a los protestantes yanquis a sembrar la semilla del escepticismo en las mentes de la juventud, para decir lo menos, con todas sus fatales consecuencias, preparando así el camino al Americanismo, no constituye solamente un pecado contra la religión, sino también contra la sociedad y contra nuestro suelo patrio. ¡Despertad, católicos colombianos! ¡No os engañéis! ¡No os dejéis llevar del respeto humano! Lo primero es nuestra nación; y antes que nuestra nación, está Dios. (Shaw, 1984, p. 38)

Quizá inicia en Colombia la idea de que los protestantes son testaferros del imperialismo norteamericano, y que gracias a los dólares se está volviendo protestante el país. Durante la guerra de los Tres años circuló en medios católicos que el protestantismo había ofrecido diez millones de dólares para que el liberalismo lo reconociera como religión de la nación (Ganuza, 1913, p. 270). Se ve al protestantismo como algo extraño producido por influencia extranjera. En los años 60 revive esta idea: se cree que Estados Unidos expande el protestantismo para lograr modernizar a

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América Latina. Algunos intérpretes de Max Weber hicieron una lectura ingenua de La Ética protestante y el espíritu del capitalismo, y otros autores creen que el protestantismo propicia desarrollo y modernidad por su individualismo, sentido del trabajo como vocación, y sentido calvinista de la vida. Realmente la discusión de Weber era con Marx sobre la causalidad social de las ideas, y no con el protestantismo como origen del capitalismo. La pastoral de 1924 asume la orientación del Concilio Plenario, recuerda la prohibición de relacionarse con protestantes que difunden biblias adulteradas y libros llenos de errores, y enseñan en las escuelas teorías opuestas a la doctrina de la Iglesia (Conferencia Episcopal de Colombia, 1956, p. 365). El arzobispo de Medellín retoma esta pastoral en l926. La Iglesia Adventista y otros protestantes hacen un congreso semejante a los realizados en Panamá en 1916 y en Montevideo en 1925; el arzobispo Manuel José Cayzedo lo rechaza porque, dice él, quieren repartir biblias protestantes sin notas, abrir servicios médicos adventistas, organizar misiones entre indígenas, desarrollar pretensiones feministas, y atacar la gente sencilla del campo; lamenta que ese congreso sea en Medellín, la “[…] ciudad del Corazón de Jesús, la Villa tradicional de la Candelaria, la Roma de la montaña” (Cayzedo , 1926, pp. 3, 6-7). Este congreso se realizó a pesar de la oposición del clero católico (Acevedo González, 2004, pp. 111-112). La celebración religiosa del sacramento del matrimonio fue motivo de controversia. Aunque existía en la nación la posibilidad de matrimonio civil, después de la Constitución del 1886 se planteó que los bautizados católicos debían contraer el matrimonio eclesiástico porque el hecho de ser bautizado constituía a la persona en católico desde el punto de vista legal, y el bautismo tenía un carácter perpetuo. Por ello, el no practicante pero bautizado, debe contraer matrimonio católico: Luego queda claro y precisado por el Derecho Canónico actual, que todo bautizado en el seno de la Iglesia católica, aunque después pretenda llamarse no católico, aunque apostate, está de jure sometido a la disciplina eclesiástica en relación con la celebración del matrimonio. Desúsese pues, que un juez no puede proceder a autorizar matrimonio civil si no cuando le consta que ambos pretendientes no

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son católicos, es decir, que no son bautizados ni uno ni otro, o no lo han sido en la Iglesia Católica, y por tanto no han pertenecido a ésta jamás. (Revollo, 1916, pp. 515-517, 522)

Según él, las leyes religiosas y civiles tienen que cumplirse a pesar de los rebeldes, porque se basan en una ley natural que es universal: ninguna ley puede favorecer excepciones opuestas a la misma: no hay libertad racional para quienes están fuera de toda razón del orden racional. Celebrar un matrimonio fue motivo de enfrentamiento en algunas ciudades: En Medellín, también, el conflicto se dio sobre la cuestión del matrimonio civil. La forma de la ceremonia ha sido sancionada por las leyes, pero es furiosamente combatida por la Iglesia, como es combatida por todas partes en América Latina, y pocos allí son quienes desafían la ira de la jerarquía y se arriesgan a la amonestación de excomunión. Varias parejas, pertenecientes a la congregación Presbiteriana en Medellín, tuvieron más tarde, enfrentamientos legales, para dar seguridad a la ceremonia civil en el juzgado local, pero cada una ha sido examinada por el arzobispo. (Wheeler & Webster , 1925, pp. 142-143)

Se rechaza la resolución del Ministerio de Justicia del 1 de Septiembre l893 que autoriza a católicos que dicen ser protestantes a casarse civilmente, se deben exigir pruebas de haber abandonado su anterior religión y de tener prácticas correspondientes a su nueva fe (Revollo, 1916, p. 521), pues esa resolución no se ajusta a la teología católica ni al derecho canónico, que supone un carácter católico no renunciable. Por ello, los bautizados católicos deben contraer matrimonio sacramental. En 1924 el cardenal Gasparri aprueba una interpretación del artículo XVII del Concordato, que daba mucho poder a la Iglesia en derecho de familia; la cual se estableció como ley el 5 de diciembre 1924. Con motivo de la reforma constitucional de 1936, el episcopado colombiano firmó una pastoral el 17 de marzo del mismo año rechazando la libertad de cultos:

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[…] Ved lo que se pretende erigir como principios que nos gobiernan: la libertad de cultos en vez de una razonable tolerancia; la libertad de cultos, error doctrinario condenado por la iglesia; la libertad de cultos en una forma tal, que deja a la iglesia católica, la de la totalidad moral de los colombianos, al ras con todas las religiones falsas, así sean las más exóticas y extravagantes… Hacemos constar que nosotros y nuestro clero no hemos provocado la lucha religiosa sino que hemos procurado mantener la paz de las conciencias aún a costa de grandes sacrificios; pero si el Congreso insiste en plantearnos el problema religioso, lo afrontaremos decididamente y defenderemos nuestra fe y la fe de nuestro pueblo a costa de toda clase de sacrificios, con la gracia de Dios […] (Tirado Mejía, 1997, p. 157).

En 1944, se descalifica a los protestantes por no tener la misión divina y eclesiástica para enseñar la verdad, y por atentar contra la unidad nacional y su base fundamental que es la Iglesia Católica (Conferencia Episcopal de Colombia, 1956, p. 458). Argumentar que se destruye la unidad nacional será el argumento para enfrentar al protestantismo y los judíos. Cuando se contratan profesores judíos para el Ministerio de Educación, Laureano Gómez truena: Incapaces de deslumbrar o improvisar el aparato de una cultura racionalista, han importado al país elementos hebreos, repudiados y expulsados del otro lado de los mares, a quienes se ha confiado la obra sacrílega de destruir las convicciones del alma nacional, sustituyéndolas por las vagas convicciones sensibleras y universales con que el judaísmo disfraza a través del orden su espantosa sed de dominio y su odio contra el espíritu cristiano. (Tirado Mejía, 1997, p. 158)

Los católicos insisten en las tesis de la Encíclica Quanta Cura y del Syllabus en el sentido de que la libertad religiosa y la tolerancia no eran actitudes permisibles: Seguramente nos habríamos ahorrado todo lo que te llevo dicho en esta respuesta, si tú no hubieras dado oídos a otra palabrota que anda también muy en boga por el mundo, juntamente con la de libertad de conciencia y demás de su especie que antes de ahora te he mencionado. Esta otra palabrota es la tolerancia. (Segur, 1920, p. 160)

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Por ello la exclusión de otras formas de pensar y creer que cerró el país a otras alternativas de vivir la fe. El país se debía construir sólo bajo principios católicos. En los años cincuenta se propone que el país se llame Cristilandia (González, 1989, p. 383). La lucha contra protestantes aumentó en los colegios, la formación apologética pretendía mostrar la verdad de la religión católica y la falsedad de toda otra doctrina. Además presentaba a la Iglesia católica como sociedad perfecta, que podía lograr sus fines. Esta concepción desaparece en el Concilio Vaticano II, que plantea otra eclesiología y otra forma de relación con otros cristianos. La Iglesia confundió entre cristiandad como forma cultural concreta, y cristianismo como mensaje de Jesucristo; hizo depender la verdad de Jesús del poder de la Iglesia; sacralizó formas históricas de Iglesia como si fueran reveladas e inmutables.

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