EL PRÓLOGO DE SAN JUAN Y SU CREDO

June 14, 2017 | Autor: Diego Calvo Merino | Categoría: Teologia, Biblia, Seventh-day adventist theology, Nuevo Testamento, Cristologia, Estudios Adventistas
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Descripción



El prólogo de Juan y su 'Credo cristológico'/ 4



En este apartado 2.- El prólogo de Juan y su credo cristológico (Jn 1,1-18), seguimos el texto de este autor en las pp. 51-71.
'Homologías' = equivalencias o semejanzas.
¿Es Flp 2, 6-11 un himno prepaulino o un 'discurso de sabiduría' en el que Pablo, para fundamentar la unidad en la Iglesia y la humildad de los cristianos, propone el ejemplo de Cristo, quien existiendo en la condición divina no la retuvo ansiosamente, sino que se despojó de ella renunciando a los privilegios inherentes a ella, para hacerse semejante a nosotros en todo? Podemos señalar como homologías (fundamentalmente referidas a la resurrección) las siguientes: Flp 2, 11; Rom, 2-4; 10, 8s; 1 Tes 4, 14; Rom 4, 24s; 8,34; 1 Tes 1, 9s; 1 Cor 14, 1-11. Y como himnos: Flp 2, 6-11; Col 1, 15-20; 1 Tim 3, 16; 1 Pe 3, 18-22; Heb 1, 1-4; Jn 1, 1-14.
Otras síntesis o extractos, con el esquema más o menos completo que aparece en los evangelios, y que siguen los evangelistas conscientemente en sus libros, pueden verse en Hch 2, 22-24 y 30-36; Hch 13, 23-33. También hay huella de esa predicación compendiada en epístolas como Rom 1, 1-5 y 1 Cor 15, 1-7.
Es verdad que no aparece más el término Logos, Palabra, desde Jn 1, 18, porque se va a tratar de la vida humana. Pero no se identificó a este misterio divino como la Palabra eterna, el Dios Unigénito, en el Prólogo, para luego olvidarse unas páginas más delante de estas prerrogativas. Aunque la vida de Jesús de Nazaret es humana, con las consecuencias que esto lleva, vive en él personalmente el misterio divino.
Algunos autores han tratado de encontrar, dentro del actual Prólogo, uno más primitivo. Por ejemplo, eliminando las dos alusiones a Juan Bautista, vv. 6-8 y 15, ya que no parece lógico que en un himno cristológico de esta altura tenga que aparecer Juan Bautista. Además, la polémica con los discípulos del Bautista, que pretendían hacer de este un personaje más importante que Jesús, obligaría al evangelista a introducir en el Prólogo al propio Juan Bautista, para así confrontarlo mejor con Jesús y sus orígenes.


Licenciatura o Máster -- Curso 2015-2016
Prof. Jesús Díaz Sariego, O.P.

SAGRADA ESCRITURA

2.- El prólogo de Juan y su 'Credo cristológico' (Jn 1, 1-18)

SUMARIO

1.- Las 'Homologías' y los Himnos cristológicos en el Nuevo Testamento
2.- Introducción al Evangelio de Juan
3.- El prólogo de san Juan (Jn 1, 1-18)

3.1.- Algunas consideraciones sobre el Prólogo del Evangelio de Juan
3.2.- Lectura del Texto
3.3.- Rasgos estilísticos del prólogo
3.4.- Estructura del Prólogo

4.- Diversos sentidos del término 'lógos'

BIBLIOGRAFÍA
BARRET, C. R., El Evangelio según san Juan. Una interpretación con comentario y notas a partir del texto griego, Ediciones Cristiandad, Madrid 2003, pp. 225-255.
BOISMARD, M. E., El prólogo de san Juan, Editorial Fax, Madrid 1970, 288 pp.
MARCOS ESPINEL, J.L., Evangelio según san Juan. Introducción, traducción y comentario, San Esteban-Edibesa, Salamanca-Madrid 1998, pp. 286 pp.

1.- Las 'Homologías' y los Himnos cristológicos en el Nuevo Testamento
La pregunta fundamental que nos planteamos en el presente tema es la siguiente: ¿Cuáles son las formas que toma la cristología en los inicios? Las Homologías e himnos, junto con los relatos del pasado o recuerdos evangélicos y las ideas que identifican cada una de las fases y contenidos de su destino, son una de ellas. Las fórmulas iniciales centradas en el Resucitado son de una simplicidad sorprendente: 'Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos', 'Jesús es Señor', 'Dios le ha constituido Señor y Mesías', 'Dios le ha constituido juez de vivos y muertos', 'Dios le rescató de entre los muertos'. Junto a estas fórmulas, que tienen a Dios como sujeto que realiza la resurrección, están aquellas otras posteriores que tienen a Jesús por protagonista activo de ella.
Las homologías, a la vez que unen el pasado terrestre con el presente glorificado de Jesús, sitúan a éste en el horizonte de Dios y al servicio de nuestra salvación. Se extienden a las distintas fases de su destino: desde la preexistencia a la pasión, desde la procedencia de David a la exaltación en la resurrección.
Los títulos clave que fungen como sujeto de las acciones o como predicado de Jesús son: Hijo, Cristo, el Señor. Los verbos que constituyen el centro de la afirmación son 'confesar' a Cristo por o como Señor' y 'creer en Jesús como Mesías', 'creer que Cristo fue resucitado por Dios', 'creer que Dios entregó a su Hijo a la muerte por nuestros pecados y lo resucitó para nuestra justificación'.
Existen también las fórmulas que remiten a acciones de Dios con Cristo: 'Si confesares con tu boca a Jesús por Señor y con todo tu corazón crees que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo' (Rom 10, 9).
Estas confesiones de fe se modulan según el lugar y la función que tengan que cumplir en la vida de la Iglesia: el bautismo, la proposición de la fe a los gentiles, la celebración litúrgica, la polémica con los judíos, el catecumenado, los exorcismos, las persecuciones y el martirio.
Junto a las 'Homologías', los himnos son el primer lenguaje de los cristianos sobre Cristo. Tienen un carácter doxológico: expresan el agradecimiento a Dios por su manifestación en Cristo a la vez que por su benevolencia, agraciándonos en el Hijo amado, que nos ha enviado. Éste, consistiendo en forma divina, ha tomado forma de esclavo y tras su muerte ha recibido el nombre –el ser- superior a todo nombre; por ello merece la adoración de todo cuanto está en la tierra, en los cielo y en los infiernos, adoración que traspasándole a él se convierte en gloria del Padre.
Los himnos en su actual estructura revelan el estilo y pensamiento de aquellos autores en cuyos libros han sido integrados, pero nos remiten a una fase originaria de la Iglesia y llevan los rasgos de su probable uso litúrgico. Es difícil en cada caso concreto precisar la procedencia y autoría, el tenor y la función original de los textos, antes de ser insertados en cada carta, evangelios o apocalipsis.
Los 'himnos cristológicos' hay que situarlos en una larga cadena de textos previos, comenzando por los 'salmos cristológicos', que contribuyeron decisivamente a la reflexión sobre Cristo en la Iglesia (110; 2; 8; 16; 22; 69; 89; 118). Tales salmos eran a la vez expresión de la fe en Cristo y 'textos prueba' de su condición mesiánica, preanunciada en el Antiguo Testamento. A ellos se añadieron composiciones sálmicas nuevas de carácter narrativo, como son los cánticos del evangelio de Lucas. Estos últimos fueron compuestos por comunidades de lengua griega, y revelan el carácter de la poesía griega. En tales composiciones poéticas eran posibles afirmaciones sobre Cristo, ensalzando su ser y misión, su condición divina y sus sufrimientos humanos, que quizá no fueran posibles en una prosa rigurosa. La composición de este tipo de salmos se prolongó hasta el siglo III, en que cayó en desuso este tipo de paralelismo u homologías hímnicas.
En conclusión y en palabras de M. Hengel podemos afirmar que Los salmos crísticos inspirados por el Espíritu Santo fueron un medio esencial para el desarrollo de la cristología, que sitúa a Cristo en un nivel divino. Su origen puede retrotraerse al período más primitivo. Dentro del NT este tipo de composiciones culmina en el prólogo del evangelio de san Juan.
2.- Introducción al Evangelio de Juan
1.- Juan quiere que su libro sea un 'evangelio', quiere seguir el hilo de la predicación de los apóstoles, como puede verse por las síntesis recogidas en algunos pasajes del libro de los Hechos de los Apóstoles y de las Cartas. Este resumen del suceso de Jesús se llama técnicamente kérygma apostólico y hace como el armazón de todos los evangelios.
2.- Con diferente distribución del material que los otros evangelios y con otro lenguaje, el evangelio de Juan habla del mismo Jesús, trata de la misma histórica contada con otra penetración y diferente proyecto e intención que los evangelios sinópticos. Juan también desarrolla la doctrina de Jesús, de manera coherente con ella, no inventando gratuitamente, sino atendiendo a la situación de su comunidad, atacada en la fe, y en la penetración del mismo misterio de Jesús que tuvo este evangelista y su Escuela.
3.- Por el kérygma apostólico de Hech 10, 36-43, que es como un esquema, como un guion de un sermón del apóstol san Pedro, podemos ver cuáles son los temas de la primitiva predicación cristiana, si bien aquí están sólo esbozados.
"Él ha enviado su palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio Jesucristo que es el Señor de todos. Vosotros sabéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándolo de un madero; a éste, Dios les resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. De esto todos los profetas dan testimonio: que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados" (Hch 10, 36-43).
El Evangelio de Juan tiene las mismas líneas esenciales que este Kérygma o predicación. También es cierto que redactándose el evangelio de Juan en época más tardía que esos discursos apostólicos o kérymas, y queriendo hablar Juan a sus comunidades del hecho histórico de Jesús, pero también de su significado y consecuencias para esos lectores posteriores, tiene, debido a esta finalidad tan legítima, desarrollos e incrementos doctrinales que la madurez del tiempo de Juan ha conocido.
4.- En este kérygma se encuentran las líneas principales del evangelio:
1º).- El evangelio de Jesús es presentado como mensaje de la paz que, bíblicamente, indica el conjunto de los bienes de Dios para el hombre. Jesús de Nazaret es Mesías o Cristo, de ahí que aparezca el nombre de Jesucristo. Jesús es confesado Señor. Aparecen los lugares de Galilea, Judea y Jerusalén donde principalmente se desarrolló su acción.
2º).- Se constata que se predica a un pueblo que ha oído hablar del hecho de Jesús. Se menciona la actividad bautismal de Juan Bautista. Conocemos por este resumen cómo Jesús tenía el Espíritu de Dios y su energía. Su actividad benéfica para con los necesitados es ponderada. Los apóstoles son los testigos de su vida y de su muerte por crucifixión.
3º).- Está presente de modo especial la resurrección de Jesús como obra de Dios y las apariciones a los apóstoles. Jesús es 'juez' no sólo en el sentido de sentenciar sino en el bíblico de dirigir, como si dijera 'Jesús, Señor' de vivos y muertos, con autoridad en esta vida y en la otra.
4º).- Finalmente, los profetas anunciaron este tipo de Mesías, mortal, generoso, redentor y salvador. Jesús no es un personaje inesperado en la historia bíblica de Israel, en la historia de la salvación. Resúmenes como éste nos dan la idea de cómo funcionaba la tradición oral, la predicación y la enseñanza, antes de que se pusieran por escrito los evangelios.
5.- Por tanto, los pormenores, el desarrollo, la orientación de los escritos del Nuevo Testamento, proviene todo de la misma fuente, del suceso de Jesús y de su predicación. Pero, en cada autor, se acentúa o se profundiza más un aspecto u otro, o se atiende a nuevos campos, debido a su peculiar visión o don. Influyen también las necesidades de su iglesia, de sus comunidades y del momento en que se escribe, por ejemplo, la persecución.
6.- El evangelio de Juan no quiere ser sólo un reportaje de las palabras y episodios históricos de Jesús, aunque en él se contiene mucha historia. Desea, sobre todo, presentar en forma de evangelio, no de carta como hace san Pablo, quién es en el fondo Jesús, qué relación tiene con el pasado, con los grandes personajes e instituciones de la historia de Israel. Busca también penetrar y enseñar el puesto de Jesús respecto del Israel y del mundo contemporáneo suyo, y respecto del futuro histórico del mundo, y de otro tipo de futuro: el escatológico o la ultimidad eterna.
7.- El evangelio de Juan, naturalmente, presenta la situación de Jesús respecto del misterio de Dios. Aquí hay una luz especial, una penetración del misterio de Jesús que configura todo el relato. Su evangelio repite esta identificación entre sujeto particular y predicado universal, entre el hombre Jesús y el Hijo de Dios. El colofón del evangelio la reafirma: 'Estas cosas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre (Jn 20, 31). "Podéis conocer el espíritu de Dios por esto: todo espíritu que confiese que Jesús ha venido en carne es de Dios, pero todo espíritu que no confiese a Jesús, ése no es de Dios, es el anticristo' (1 Jn 4, 2).
Los textos de Juan (Evangelio y Cartas) expresan una respuesta definitiva a la identidad de Jesús: él es el Cristo, el Hijo de Dios en carne. Este Hijo es el salvador del mundo. No hay ya separación posible entre historia (Jesús), salvación del hombre (Mesías), proyecto de Dios (origen y envío de su Hijo).
8.- Conclusión: el evangelio de Juan, como los demás evangelios, es un escrito intenso, un testimonio de fe, una transmisión emocionada e inteligente no sólo de una revelación, sino de las realidades venidas con Jesús Hijo de Dios. ¿Qué pretende este evangelio? Su propósito está dicho en Jn 20, 31 donde asegura que 'estas cosas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías e Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre'. Para el evangelista, Jesús y su obra son la irrupción del mundo divino en el nuestro, en cuanto luz iluminadora de la existencia y en cuanto vida en plenitud insospechada. Luz y vida son los máximos símbolos decibles del lenguaje humano.
3.- El prólogo de san Juan (Jn 1, 1-18)

3.1.- Algunas consideraciones sobre el Prólogo del Evangelio de Juan
1º).- El prólogo es una unidad. Estos versículos sirven de prólogo a todo el evangelio y son, al mismo tiempo, un himno de alabanza a Jesucristo. Por su prosa poética, su concatenación de palabras e ideas, su densidad teológica, su mismo ritmo y simetría, se ve que es una unidad.
2º).- El prólogo es coherente con el contenido del evangelio. Como prólogo, incluye los grandes temas que se desarrollarán a lo largo de la narración evangélica. Estos son:
Jesús es el Verbo eterno de Dios (su Palabra, expresión de su Pensamiento), que, enviado al mundo, comunica a los hombres, mediante sus palabras y sus obras, la verdad sobre Dios y sobre Él mismo (cf. por ej. Jn 8,31; Jn 10,29; Jn 14,6-13) y la vida divina o vida eterna (cf. por ej. Jn 3,16; Jn 5,26; Jn 6,35; Jn 11,25; Jn 15,5).

Todas las visiones que los hombres habían tenido de Dios en este mundo fueron indirectas, ya que sólo contemplaron la gloria divina, esto es, el resplandor de su grandeza. Pero al llegar la plenitud de los tiempos, la manifestación de Dios se hace a través de la Humanidad de Jesucristo, ya que Él es la imagen visible del Dios invisible (cf. Col 1,15); es la revelación máxima de Dios en este mundo, hasta el punto de que Jesús asegura: «El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,9).

«Por medio de esta revelación, la verdad profunda acerca de Dios y de la salvación del hombre se nos hace patente en Cristo, que es al mismo tiempo el mediador y la plenitud de la revelación completa» (Concilio Vaticano II, Dei Verbum, n. 2).
Por tanto, a pesar de la concentración de temas teológicos y de su forma rítmica, no es algo añadido al evangelio. Resultaría extraño como prólogo de cualquiera de los evangelios sinópticos, pero no al frente del evangelio de Juan. Contiene, en efecto, sus mismos temas principales y parte de su terminología, estilo y reflexión. La cristología del Prólogo se refleja después a lo largo de todo el evangelio. El Prólogo es tenido en cuenta hasta el final del evangelio.
3º).- También en cuanto prólogo, se incluyen a quienes han sido testigos de la vida terrena de Cristo —Juan el Bautista (vv. 6-7.15) y los discípulos que han creído en Él (v. 16) y a quienes lo han rechazado (v. 11). San Agustín comenta: «Puede ser que haya unos corazones insensatos, todavía incapaces de recibir esa Luz, porque el peso de sus pecados les impide verla; que no piensen, sin embargo, que la Luz no existe porque no la puedan ver: es que ellos mismos, por sus pecados, se han hecho tinieblas. Hermanos míos, es como si un ciego está frente al sol. El sol está presente, pero el ciego está ausente del sol» (In Ioannis Evangelium 1,19).
Tenemos el caso de los otros himnos dogmáticos del Nuevo Testamento en los que aparecen siempre, relativizadas y sujetas del todo a Jesús, aquellas figuras que alguien puede pensar en oponerle:
El himno de Flp 2, 6-11: Aquí se habla de que 'toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en el abismo' para adorar a Jesús (v. 10). Es decir, todo lo creado es inferior a él, incluso en cuanto hombre.

El himno de Col 1, 15-20: En su v. 16 se mencionan como inferiores a Jesús los seres celestes: 'tronos, señoríos, potestades y autoridades'.

El himno de 1 Tim 3, 16: El misterio de Jesús 'es proclamado a los ángeles', para que lo admiren y lo acaten.

En el himno de Heb 1, 1-4: Se alude expresamente a los ángeles y a la categoría de Jesús que ha sido constituido en un rango muy superior.
En todos estos himnos dogmáticos, cristológicos, donde se condensa la doctrina del rango de Jesús, se quiere defender esta fe de cualquier otra que ponga otro tipo de seres en competencia con Jesús: sean seres misteriosos angélicos, como en los himnos aquí aducidos, sea Juan Bautista como en el Prólogo del evangelio de san Juan, o el mismo Moisés. El Prólogo que ha llegado hasta nosotros, el único conocido en los manuscritos más antiguos y en la memoria de la Iglesia primitiva, es una unidad, muy bien organizada.
4º).- Es un himno al logos de Dios. Es un himno cristológico. Como himno a Jesucristo, estos versículos proclaman: a).- la divinidad y eternidad del Verbo (v. 1); b).- su participación en la obra creadora (v. 3); c).- su acción peculiar de iluminar interiormente a los seres racionales (vv. 4-5); d).- su venida al mundo y su rechazo por parte de éste (vv. 9-11); e).- los dones que otorga a quienes le reciben (vv. 12-13); f).- la debilidad con la que habitó entre nosotros manifestando en ella su gloria divina (v. 14); y g).- la misericordia salvadora de Dios que sólo Él puede dar a conocer (vv. 16-18).
En el Nuevo Testamento se mencionan, como ya se ha indicado anteriormente, otros himnos cristológicos análogos a este Prólogo. En estos himnos se habla de la preexistencia del Hijo de Dios, de su encarnación, y, como sucede en Juan, contienen algo de polémica, han surgido para corregir desviaciones. Todos estos himnos mencionan a los ángeles porque en la especulación judía se discutía si el Mesías era superior o inferior a los ángeles. Pero Jesús no es un Mesías modelado según los deseos del pueblo, ni un Mesías político, sino trascendente, el misterio mismo de Dios encarnado, cuya palabra iluminaría todos los ámbitos de la existencia.
Decir que el Prólogo del evangelio de san Juan es cristológico es advertir que está centrado en la figura del Cristo, cuyas líneas generales se dibujan: su origen eterno, su misteriosa identidad con Dios, su pasión por el mundo, su acción en la creación, la finalidad para la que viene: 'hacer hijos de Dios', la encarnación con la cual ha llegado la gracia y la fidelidad de Dios, la superación de todo parangón con Moisés dador de la Ley, la posibilidad de conocer lo divino por habitar este Cristo en su estado eterno, en el mismísimo misterio de Dios.
En este sentido, el Prólogo de Juan es un Credo, una concreción de la fe. El que este Evangelio inicie su marcha con un prólogo así nos habla elocuentemente de cómo va a ser su desarrollo.
5º).- En resumen, el evangelista, como hace san Pablo en otros lugares (cf Col 1,15-20; Flp 2,6-11), nos anuncia quién es realmente Jesucristo, de dónde procede, cómo ha venido al mundo y qué ha hecho en favor de los hombres. Para ello presenta a Jesucristo de manera similar a como se habla de la Sabiduría de Dios en el Antiguo Testamento: personificada, eterna, partícipe en la creación e instrucción de los hombres (Pr 8,22-31; Si 24,1-21; Sb 7,21). También recoge el eco de la función de la Palabra de Dios en la creación (cf. Gn 1,1).
6º).- En el v. 14 se expresa de manera concentrada la realidad insondable de la Encarnación. El verbo griego que emplea san Juan correspondiente a «habitó» significa etimológicamente «plantar la tienda» y, de ahí, habitar en un lugar. Evoca el Tabernáculo de los tiempos del éxodo, en el que el Señor mostraba su presencia en medio del pueblo de Israel mediante ciertos signos de su gloria, como la nube posada sobre la tienda (cf Ex 25,8; 40,34-35; etc.). Además, en el Antiguo Testamento se anuncia que Dios, y en particular su Sabiduría, «habitará en medio del pueblo» (cf Si 24,8; Jr 7,3; Ez 43,9; etc.). En este habitar del Hijo de Dios Encarnado entre los hombres se cumple también la promesa de Isaías acerca del «Emmanuel» o «Dios-con-nosotros» (Is 7,14; cf Mt 1,23). Por eso al leer con religiosa admiración estas palabras del evangelio o al rezar el Angelus, es buena ocasión para hacer un acto de fe profundo y agradecido, y de adorar a la Humanidad Santísima del Señor, que con su Encarnación nos da la posibilidad de ser hijos de Dios: «El Hijo de Dios se hizo hombre —explica san Atanasio— para que los hijos del hombre, los hijos de Adán, se hicieran hijos de Dios (...). Él es Hijo de Dios por naturaleza; nosotros, por gracia» (De Incarnatione contra Apollinarium 8). Y Juan Pablo II enseña: «La unión de Cristo con el hombre es la fuerza y la fuente de la fuerza, según la incisiva expresión de san Juan en el prólogo de su Evangelio: Les dio poder para ser hijos de Dios. Ésta es la fuerza que transforma interiormente al hombre, como principio de una vida nueva que no se desvanece y no pasa, sino que dura hasta la vida eterna (cf Jn 4,14)» (Redemptor hominis, n. 18). Es decir, por la filiación divina que se adquiere mediante la unión con Cristo a través del Bautismo podemos participar, real y sobrenaturalmente, de la vida de Dios (cf 2 P 1,4). Somos introducidos en la intimidad de la vida trinitaria.
Los términos «gracia y verdad» (v. 14) son sinónimos de «bondad y fidelidad», dos atributos que en el Antiguo Testamento se aplican constantemente a Dios (cf Ex 34,6; Sal 117; 136; Os 2,16-22; etc.). «Gracia por gracia» (v. 16) puede entenderse como la sustitución de la economía salvífica del Antiguo Testamento por la nueva economía de la gracia traída por Cristo. También puede indicar una superabundancia de dones otorgados por Jesús: a unas gracias se añaden otras, y todas brotan de la fuente inagotable que es Cristo, cuya plenitud de gracia no se acaba nunca.
3.2.- Lectura del Texto

(Para una lectura más completa del prólogo seguimos los comentarios que hace la Biblia de Jerusalén añadiendo algunas relaciones temáticas de interés para el tema que nos ocupa)
1 En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
2 Él estaba en el principio junto a Dios.

VV. 1-2:

1º).- El Antiguo Testamento ya conocía el tema del Verbo (Palabra) de Dios y el de la Sabiduría que existía en Dios antes del mundo. Veamos algunos ejemplos:

(Véase Pr 8, 22-36). Personificación de la sabiduría y su actividad creadora: "Yahvé me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas" Pr 8, 22).

La idea de una sabiduría personificada se desarrolló en Israel a partir del Destierro, cuando el politeísmo dejó de ser una amenaza para la verdadera religión.
La sabiduría aparece como una cosa, un bien deseable, exterior a Dios y al hombre.
Se nos presenta como una persona.
Revela su origen (creada antes de toda criatura), así como la parte activa que toma en la creación.
Revela también el papel que desempeña ante los hombres, para llevarlos a Dios (vv. 35-36).
(Dificultad: en todos estos textos en que la sabiduría aparece personificada, como en otros pasajes la Palabra o el Espíritu, es difícil distinguir lo que hay de artificio poético, de expresión de viejas concepciones religiosas o de intuición de nuevas revelaciones.

(Véase Is 55, 10-11): Misión de la sabiduría. Es enviada a la tierra para revelar aquí los secretos de la voluntad divina. Terminada su misión vuelve a Dios: "Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello que la envié" (Is 55, 10-11).

2º).- En el Nuevo Testamento será recogida esta doctrina de la sabiduría esbozada en el Antiguo pero con un nuevo y decisivo progreso al aplicarse a la persona de Cristo. Jesús es designado como sabiduría y sabiduría de Dios. Cristo, al igual que la sabiduría participa en la creación y conservación del mundo.

El prólogo de Juan atribuye al Verbo rasgos de la Sabiduría creadora, y todo el evangelio joánico presenta a Cristo como la Sabiduría de Dios: "Les dijo Jesús: 'yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed" (Jn 6, 35).

Gracias al hecho de la Encarnación tocaba a Juan deducir claramente el carácter personal de esta Palabra (Sabiduría, Verbo) subsistente y eterna, pero esta personificación se hallaba ya preparada en otros pasajes, como Hb 1, 1-2.

3º).- La tradición cristiana, desde san Justino, desde estas orientaciones joánicas, reconoce a Cristo en la sabiduría del Antiguo Testamento. Por acomodación, la liturgia ha aplicado Pr 8, 22s a la Virgen, colaboradora del Redentor, como la sabiduría lo es del Creador.

3 Todo se hizo por él,
y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
4 En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
5 Y la luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la recibieron.

VV. 3-5 y v. 9: Tema la Luz. Se identifica con Vida y se contrapone a tinieblas ya que escapa del dominio de las tinieblas. Podemos considerar como intercambiables luz, bien, palabra.

6 Hubo un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
7 Éste vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos creyeran.
8 No era él la luz,
sino el que debía dar testimonio de la luz.

VV. 6-8 y 15: Paréntesis sobre Juan el Bautista

9 El Verbo era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre,
que viene a este mundo.

10 En el mundo estaba,
y el mundo se hizo por él,
y el mundo no le conoció.

V. 10:
El mundo designa unas veces el universo o la tierra, otras el género humano, otras el conjunto de los hombres que resisten a Dios y persiguen con su odio a Cristo y a sus discípulos: "El mundo no puede odiaros; a mí sí me aborrece, porque doy testimonio de que sus obras son perversas" (Jn 7, 7). También: "Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que vosotros" (Jn 15, 18) y "Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo". (Jn 17, 14).

San Juan, en el sentido de este último texto, coincide con la contraposición corriente en el judaísmo, entre 'este mundo', sometido al mal y al poder de Satán, y el 'mundo venidero', al que quizá designe con el nombre de 'vida eterna'. De momento los discípulos deben permanecer en el mundo, aunque sin ser del mundo.

11 Vino a los suyos,
y los suyos no le recibieron.

V. 11: probablemente esté hablando el pueblo judío.

12 Pero a cuantos le recibieron
les dio la potestad de ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,

V. 12:
"… a cuantos le recibieron" = 'ser llamados'.
Los que creen en el Hijo de Dios, ellos mismos llegan a ser hijos de Dios: "Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! (Y que lo seamos). El mundo no nos conoce porque no le conoció a él" (1 Jn 3, 1).

13 que no han nacido de la sangre,
ni de la voluntad de la carne,
ni del querer del hombre,
sino de Dios.

V. 13: alusión a la generación eterna de la Palabra, pero también sin duda alguna al nacimiento virginal de Jesús. La lectura original quizá sea la expresión breve al referirse al nacimiento: 'no de sangre ni de carne'.

14 Y el Verbo se hizo carne,
y habitó entre nosotros,
y hemos visto su gloria,
gloria como de Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.

V. 14:
1º).- La carne designa al hombre en su condición débil y mortal: "Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu" (Jn 3, 6).

El empleo de este término subraya el realismo de la venida del Hijo en la humanidad, que Juan no deja de poner de relieve. ("Porque, cuando estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas, excitadas por la ley, obraban en nuestros miembros, a fin que produjéramos frutos de muerte, Rm 7, 5s·").

Más tarde hablará de encarnación: "Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiese a Jesucristo, venido en carne, es de Dios" (1 Jn 4, 2); "Muchos seductores han salido al mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el Seductor y al Anticristo" (2 Jn 7).

2º).- La presencia personal y tangible de Dios entre los hombres sucede, por la Encarnación de la Palabra, a la presencia invisible y temible de Dios en el Tabernáculo o el Templo de la antigua alianza y a la presencia espiritual de la Sabiduría en Israel por la Ley mosaica.

3º).- La Gloria era la manifestación de la presencia de Dios. Su resplandor pavoroso, que ningún mortal podía ver, antes de hallaba tamizado por la nube, y ahora por la humanidad de la Palabra Encarnada; pero se transparenta algunas veces, ya con ocasión de escenas como la Transfiguración, ya por los milagros, 'señales' de que Dios mora y actúa en Cristo hasta que llegue la plena manifestación de Dios en la resurrección.

4º).- Gracia y verdad corresponden a 'gracia o amor y fidelidad en la definición que Dios da de sí mismo a Moisés.

15 Juan da testimonio de él y clama:
«Éste era de quien yo dije:
"El que viene después de mí
ha sido antepuesto a mí,
porque existía antes que yo"».
VV. 15 y 6-8

16 Pues de su plenitud
todos hemos recibido,
y gracia por gracia.
17 Porque la Ley fue dada por Moisés;
la gracia y la verdad
vinieron por Jesucristo.

V. 16: se refiere a una gracia correspondiente a la gracia que está en el Hijo único, o una gracia, la de la nueva alianza, en lugar de otra gracia, la de la antigua alianza.

18 A Dios nadie lo ha visto jamás;
el Dios Unigénito,
el que está en el seno del Padre,
él mismo lo dio a conocer.

V. 18: Un Dios Hijo único. Jesús es el Hijo único, amado del Padre en intimidad perfecta con él, en el conocimiento y el amor.

3.3.- Rasgos estilísticos del prólogo
Cuando uno se encuentra con un papiro o un códice de los primeros siglos, sorprende el no ver en él nuestra división de capítulos y versículos. Nos asombramos aún más cuando se ve que las palabras están unidas entre sí, que todo el texto es compacto, y a lo sumo hay dos o tres columnas de textos y de vez en cuando algún punto aparte.
Pero dentro de esta escritura, aparentemente confusa, el hombre antiguo metió, ya en el periodo oral, de predicación, multitud de esquemas y ordenamientos de las ideas y de las mismas palabras, a veces, en simetría. El texto aparece tupido e impenetrable; está, sin embargo, completamente organizado, hasta en sus mínimos detalles que hay que describir.
1º).- La inclusión semítica. Esta figura literaria consiste en que el inicio y el final de algún bloque, capítulo, aquí del propio Prólogo, coinciden en algún detalle importante. Tal detalle común afecta el conjunto, que se explica por él. Por ejemplo: en el gran párrafo primero del Apocalipsis se advierte que se trata de un libro profético, es decir, donde se recogen las palabras de Cristo, sus sentimientos, sus puntos de vista (Apoc 1, 3). Pero en el último párrafo del mimo libro, en Apoc 22, 18-19 se vuelve a recordar que se trata de un libro profético. Hay que tomar muy en serio este comienzo y este final, porque advierten que en todo el libro nos vamos a encontrar con el pensamiento y las palabras de exhortación y edificación de Jesús a su Iglesia, en las diferentes situaciones por las que ésta va a pasar.
Lo mismo ocurre en otros escritos del Nuevo Testamento, y en concreto, en éste. El primer verso y el último coinciden en una confesión de la divinidad del Logos o Palabra:

1,1,: "En el principio era la Palabra y la Palabra estaba en Dios y la Palabra
era Dios".

1, 18: "A Dios nadie lo ha visto jamás. Dios Unigénito que está en el seno del
Padre lo ha dado a conocer.

En ambos versículos se destaca la trascendencia de Dios, y cómo la Palabra era Dios desde un principio. En el v. 18 se vuelve a resaltar la trascendencia divina: 'A Dios nadie lo ha visto jamás'. Esto es una afirmación contra las pretensiones de algunos intérpretes que decían que había que tomar literalmente las frases de la Biblia en las que parece que Dios se muestra a Moisés. Ya en Ex 33, 20 Dios dice a Moisés: 'Pero mi rostro no podrás verlo, porque no puede verme el hombre y seguir viviendo'.
En Jn 1, 18 tampoco dice que Jesús, con sus ojos corporales, haya visto a la divinidad; es la Palabra que estaba en el seno del Padre, quien ha comunicado a Jesús humano la revelación de Dios. Hoy, en cristiano, no se puede hablar de Dios prescindiendo de lo que de él ha dicho Jesús, porque es el gran revelador de la divinidad.
2º).- El Prólogo (1, 1-5) recuerda la creación del universo
Jn 1, 1-5
Génesis 1, 1-5
v. 1-2: 'En el principio'
v. 1: 'En el principio
v. 1: 'La Palabra era Dios
v. 2 'Dios creó'
v. 3: 'Todo fe hecho por la Palabra, nada sin ella.
v. 1.3.5: 'Dijo Dios, fue hecho'
v. 4: 'Lo hecho era vida y luz'
v. 3: 'Haya luz'
v. 5: 'La luz luce en las tinieblas'
vv. 4-5: 'Separó la luz de las tinieblas'
El resto del Prólogo vuelve una y otra vez sobre estos conceptos. Los vv. 6-9 comentan sobre la Palabra-luz; los vv. 10-13 comentan a Jn 1, 4-5 sobre la Palabra y la creación. Los vv. 14-18 vuelven sobre Jn 1, 1: la divinidad de la Palabra.
3º).- Una división del Prólogo
Las divisiones de un pasaje o de un libro deben estar fundamentadas, tienen que hacerse sin violentar el texto, es más, viendo las razones inscritas en el propio texto, en su pensamiento o en sus vocablos.
Se puede hacer una división del Prólogo siguiendo sus contenidos y observando que la primera parte insiste más en la divinidad y eternidad del Unigénito de Dios a quien llama Palabra; la segunda se dedica a describir la historia de la Palabra actuando en el mundo; y, finalmente, se concentra en la encarnación de la Palabra, la Palabra hecha hombre.
Jn 1, 1-5: La Palabra preexistente, creadora, luz y vida
Jn 6-13: La Palabra en el mundo, en la historia de la salvación
Jn 14-18: La Palabra encanada, más que Moisés, Dios Unigénito
4º).- Un quiasmo o construcción simétrica
El quiasmo es un esquema envolvente y simétrico del texto, en el cual el primer verso o frase se corresponde con el último, el segundo con el penúltimo, el tercero con el antepenúltimo, y así sucesivamente, habiendo una parte central. La correspondencia no puede ser de los versos, ya que estos fueron introducidos en el texto bíblico en el siglo XIII. Se trata, pues, de una correspondencia de frases que a veces van con los versos, a veces con varios versos. El quiasmo tendría esta forma gráfica: a b c - c' b' a'.

La Palabra es Dios (vv. 1-2)
Todo fue hecho por Ella (vv. 3-4)
En Ella estaba la luz y Ella era la luz (v. 5)
c'. Juan Bautista no era la luz; la Palabra era la luz (vv. 6-9)
b' El mundo fue hecho por la Palabra (vv. 10-13)
a' La Palabra, Dios Unigénito (vv. 14-18)

Se ven tres temas en este quiasmo, indicados con la diferente tipografía: la divinidad de la Palabra, su actuación en la creación, y el tema de la luz. La parte segunda del quiasmo difiere de la primera, vuelve sobre los mismos temas, dice las mismas ideas, pero distintas palabras y puntos de vista. Por ejemplo, en c' aparece el tema de la luz, como en c, pero negando que el Bautista sea la luz. En b' se introduce la palabra mundo, tan importante en este evangelio. En a' se crea la fórmula 'Dios Unigénito', que es un hallazgo lingüístico y teológico.
3.4.- Estructura del Prólogo
Tenemos ahora en cuenta la estructura interna del Prólogo reflejada en el esquema anterior, con su división en ocho bloques, o conjuntos, que no es una superestructura añadida, ni una división arbitraria, sino que responde a la misma organización de las ideas. Es cierto que nos quedan muchos secretos por conocer en este evangelio y que el mismo Prólogo puede ser más penetrado, más pormenorizado.
1º).- Conjunto primero (Jn 1, 1-2): Divinidad de la Palabra:
1 En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
2 Él estaba en el principio junto a Dios.
Estos dos versículos iniciales se dedican al misterio de Dios. Todavía no se habla de la creación, ni de la encarnación. Es verdad que se alude al comienzo de la Biblia, a Génesis 1, 1 usando su misma expresión: 'En el principio'. Tras esta fórmula indeterminada, capaz de sugerir la eternidad, viene cuatro veces el verbo 'era', existía. Es un imperfecto que, en griego, según su gramática, habla de perpetuidad, 'era indefinidamente', 'era siempre'.
Este verbo, repetido cuatro veces, tiene en las cuatro ocasiones como sujeto la Palabra, en griego Logos, término sugerente en el mundo bíblico desde el que se habla, pero también interesante para los lectores que no conocen la Biblia. Con este verbo
creación y en la intemporalidad. 'Y la Palabra era en Dios y la Palabra era Dios'. Se nos está hablando con lenguaje insinuante dado que no existen términos en ninguna lengua para abarcar la trascendencia. Se identifica a la Palabra con Dios, pues se dice: 'y la palabra era Dios'; teniendo ahí la Palabra, en griego como en español se quiere aludir a un misterio divino positivo y eterno, que tiene relación directa con lo que llamamos encarnación.
La Palabra, pues, existía siempre, en el principio de la, por ser sujeto, artículo, mientras que no lo tiene el término Dios, por ser predicado.
Ahora que conocemos que se nos está hablando del mismo misterio divino, no de una criatura, hemos de afrontar la otra frase que parece contradictoria; 'y la Palabra era en Dios'. La fe cristiana no es vacilante, pero sí es fe pensante, fe que quiere entender, en lo posible. 'Pròs tòn Theòn' es frase dinámica, en acción, que debe traducirse: 'en Dios', 'junto a Dios', 'vuelto hacia Dios'. En Jn 1, 18 se dirá, haciendo inclusión semítica con el primer verso, que el Hijo, el Logos, 'está en el seno del Padre'. Se nos están insinuando así, con este lenguaje rebasado, dos personas. Tendríamos que decir que en el misterio de Dios la aritmética es diferente. La aritmética vale para la creación conocida. Pero nada puede decirse unívocamente de Dios y de otra cualquier creatura.
En estos dos versos se ha querido rastrear la huella de Dios antes de la creación. Era un misterio pleno, era la totalidad. El universo y mil universos son nada ante Dios. En esa totalidad previa a toda creación hay un mundo que llamamos con lenguaje nuestro, analógico, personal.
2º).- Conjunto segundo (Jn 1, 3-5):
3 Todo se hizo por él,
y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho.
4 En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
5 Y la luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la recibieron.

Se sigue hablando del misterio de Dios y del Hijo que llamamos Palabra. La Palabra ha intervenido en la creación, nada es ajeno a su acción. Se nos está presentando la Palabra y se le aplican los dos símbolos primeros de la humanidad: la vida y la luz. 'En ella era la vida y la vida era la luz'. Es lenguaje simbólico. Este habla no cae en el vacío, ni es lenguaje débil. Decir 'vida' y decir 'luz' es sugerir sin límite, sugerir positivamente. Nunca llegaremos a descubrir toda la vida ni toda la luz que hay en estos símbolos. Así dados, en absoluto, significan todos los estratos del ser, incluida la otra dimensión del ser, la divinidad.
El v. 3 nos pone la Palabra a favor de la creación; el v. 4 nos dice su oferta como vida y como luz de los hombres; el verso 5 habla de la respuesta humana negándose a la vida y a la luz. Ahora se puede recordar que en los cinco primeros versículos del Prólogo se mencionan términos de la creación, de Gén 1, 1-5: 'Dios', 'en el principio', 'Palabra', 'fue hecho', 'vida', 'luz', 'tinieblas'. Una vez que se ha insinuado en los dos primeros versos el mundo divino, se vuelve la mirada a nuestro mundo, porque Dios también ha actuado así.
3º).- Conjunto tercero (Jn 1, 6-8):
6 Hubo un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
7 Éste vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos creyeran.
8 No era él la luz,
sino el que debía dar testimonio de la luz.

Comienza la polémica, no contra la figura de Juan el Bautista, sino contra el judaísmo que potenció la figura del Bautista para oponerla a la de Jesús. Este evangelio ha traído hasta aquí el recuerdo del Bautista y le ha dado su verdadera dimensión: un testigo fiel acerca de la Luz, pero nunca tuvo la pretensión de ser la Luz. En el verso 15, paralelo y simétrico a éste, se vuelve al testimonio del Bautista y se oye su testimonio.
4º).- Conjunto cuarto (Jn 1, 9-13):
9 El Verbo era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre,
que viene a este mundo.
10 En el mundo estaba,
y el mundo se hizo por él,
y el mundo no le conoció.
11 Vino a los suyos,
y los suyos no le recibieron.
12 Pero a cuantos le recibieron
les dio la potestad de ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
13 que no han nacido de la sangre,
ni de la voluntad de la carne,
ni del querer del hombre,
sino de Dios.

Si en el primer capítulo la Palabra estaba vuelta a Dios, vivía en su totalidad, desde el v. 9 se habla de otra manera. La Palabra viene a lo que no es Dios, lo que no es totalidad, lo que casi es nada: viene al mundo. Cuatro veces se decía en el primer conjunto (vv. 1-20) el verbo 'era'; ahora se repetirá cuatro veces el término 'mundo'. Decididamente, Dios ama al mundo: lo crea, lo ilumina, lo habita, pero el mundo no lo conoce, no lo recibe. En los vv. 5.10.11.12 se anticipa la encarnación.
¿Para qué esta venida? ¿Para qué este amor? Para lo máximo: 'les dio poder de llegar a ser hijos de Dios' (Jn 1, 12b). Ser hijo en el evangelio es tener las cualidades del Padre, sugerirle a uno los atavismos, tener un código genético parecido. Es decir, la filiación no es una declaración externa. La filiación incluye, como dirá más adelante este evangelio, 'un nacer de arriba' (Jn 3, 3). Todo es posible gracias al Espíritu de Dios que actúa, capacita y transforma. Esto no lo da la naturaleza. La ultimidad, la eternidad, ser hijos de Dios con todas sus consecuencias, es algo gratuito: no lo da la sangre, ni la carne, ni el voluntarismo, lo da el Creador porque ama.
En el v. 13 algunos manuscritos latinos contienen esta frase en singular: 'El cual no de la sangre… sino de Dios es nacido'. Hay autores que prefieren esta lectura como la Biblia de Jerusalén y la tienen por más antigua, por la original. Entonces estaría hablando del nacimiento virginal de Jesús. Algunos Padres como Justino, Ireneo, Tertuliano, Hipólito, Orígenes, Ambrosio, Agustín citan el texto en singular. Tertuliano acusa a los gnósticos de cambiar cuantos manuscritos pudieron de singular a plural. Los gnósticos son los nacidos de Dios. Hay que advertir que todos los manuscritos griegos tienen el plural.
5º).- Conjunto quinto (Jn 1, 14):
14 Y el Verbo se hizo carne,
y habitó entre nosotros,
y hemos visto su gloria,
gloria como de Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.

Ahora, con el himno en marcha, se atreve el autor a decir la frase valiente, la medida humana del misterio. Las religiones paganas no hablan nunca de verdadera humanización de los seres divinos, porque no tienen concepto de creación como la Biblia, donde la materia es buena. La forma humana de las diferentes divinidades es sólo una apariencia momentánea. Este evangelio osa yuxtaponer las dos palabras más lejanas, la que sugiere la ultimidad total y la que habla de la precariedad culpable, es decir: 'Logos' y 'carne'. Porque la formulación del v. 14 dice textualmente: 'y el Lógos carne se hizo'.
El evangelio de Juan no es el primero en el Nuevo Testamento que menciona la carne del Hijo de Dios. Hay antecedentes. He aquí algunos ejemplos:
"El evangelio de Dios…, acerca de su Hijo, nacido de David según la carne"
(Rom 1, 13).
"Dios, enviando a su propio Hijo en carne semejante a la del pecado".
(Rom 8, 3)
"Los patriarcas de quienes según la carne procede Cristo, que está por encima
de todo" (Rom 9, 5)
"El misterio de la piedad se ha manifestado en la carne" (1 Tim 3, 16)
"Todo espíritu que confiese a Jesucristo venido en carne es de Dios" (1 Jn 4, 2)
"Seductores que no confiesan a Jesucristo venido en carne" (2 Jn 7)

Carne no tiene aquí sentido peyorativo sino que habla de la naturaleza humana, débil, mortal.
Juan 1, 14 es una confesión de fe en la encarnación, en el misterio divino que late en Jesús. Como decía Plinio el Joven al emperador Trajano: 'los cristianos… cantan un himno a Cristo como a Dios'. Una vez que ha pronunciado el misterio con todo respeto, uniendo dos palabras, nos va a presentar el hecho con referencias del Antiguo Testamento.
"Y habitó entre nosotros" (v. 14b) hace múltiples referencias y, según estilo bíblico y del judaísmo, quiere hablar de lo sucedido, con episodios y palabras ya utilizadas en la Biblia para designar la morada de Dios entre los hombres. Se pueden citar entre los textos aquí sugeridos a Ex 25, 8: 'Hazme un santuario y habitaré en medio de ellos'. Por eso Jn 2, 21 dirá que 'Jesús hablaba del templo (santuario) de su cuerpo'. Otros textos con esta idea: Núm 35, 34; Jos 22, 19; 1 Re 6, 13; 1 Cron 23, 25; Eclo 24, 8.
Estos lugares bíblicos hablan de Dios habitando en el campamento hebreo, en la tienda del encuentro, en el templo, en Israel. También habitó Dios como sabiduría, como revelación. Ahora es Jesús el lugar del encuentro. En 'Habitó entre nosotros', el verbo habitar se busca y selecciona para emplear la misma palabra que la Biblia griega Septuaginta cuando traduce los pasajes antes citados.
'Hemos visto su gloria, gloria como de Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad' (v. 14c). Aquí habla el testigo de este evangelio, pero el 'hemos visto' no es plural mayestático sino que se refiere a los otros testigos del Logos encarnado (cf. 1 Jn 1, 1-3).
Lo que han visto de él ha sido su gloria, término abarcante, de plenitud, que apunta a la propia divinidad del Hijo, como se advierte en la frase completa. Lo que se ha visto es 'la gloria como corresponde al Hijo único de Dios, lleno de gracia y de fidelidad. Estos dos atributos no forman un conjunto helenístico sino bíblico, son privativos de la divinidad hebrea, con el emet y el hesed hebreos, con los que se califican respectivamente la misericordia y la fidelidad de Dios a la alianza, por ejemplo en Ex 34, 6.
Es muy importante que el Hijo unigénito de Dios refleje al Padre, refleje sus notas características: su misericordia y su fidelidad. Precisamente él manifestará su gloria, sobre todo en la pasión (cf. Jn 13, 31-32). La gloria no son reverberos sino su categoría misericordiosa y su fidelidad hasta la muerte. La gloria de Dios en el Sinaí era cegadora (cf. Ex 34, 29-34), la gloria de Jesús está llena de misericordia y fidelidad. San Pablo tiene también el lenguaje de la gloria, Jesús es 'el Señor de la gloria' (1 Cor 2, 8).
6º).- Conjunto 6º (Jn 1, 5)
15 Juan da testimonio de él y clama:
«Éste era de quien yo dije:
"El que viene después de mí
ha sido antepuesto a mí,
porque existía antes que yo"».

El Prólogo habla de Juan el Bautista en los vv. 6-8. Ahora se oyen sus plabras. Si en el v. 8 se dice 'no era él la luz', confrontándolo con él era intemporal y eterno de la Palabra, en el v. 15 se aclara que Jesús, más joven que Juan, por él precisamente recomendado a sus discípulos, era ya desde el principio, era antes que Juan.
Se habla nuevamente de Juan el Bautista porque en tiempos del evangelista había discípulos de Juan con espíritu misionero. No que el evangelista tenga nada contra el Bautista, pero hay que decir al mundo que sus discípulos están equivocados predicando a Juan como si fuera el Salvador. No hay más que citar el texto de Hch 19, 1-5 en el que algunos discípulos confiesan no conocer otro bautismo que el de Juan.
7º).- Conjunto séptimo (Jn 1, 16-17)
16 Pues de su plenitud
todos hemos recibido,
y gracia por gracia.
17 Porque la Ley fue dada por Moisés;
la gracia y la verdad
vinieron por Jesucristo.

La plenitud del Logos, plenitud de vida en una palabra, es compartida por nosotros gratuitamente. Se compara aquí la obra de Moisés y la obra del Hijo de Dios: Moisés aportó la Ley, como una etapa necesaria en el Antiguo Testamento; Jesús ha traído la gracia y la fidelidad de Dios, es decir el cumplimiento de sus promesas. Es más, la misma revelación sobre Dios se alimenta ahora de las palabras, de las actitudes y de la autoridad de Jesús. La Ley de Moisés fue una figura, una sombra de la realidad que ha llegado en Jesús.
Todo el Nuevo Testamento refleja la polémica entre judíos y cristianos acerca del puesto de Moisés y Jesús. En Heb 3, 5-6 Moisés es 'siervo en la casa', pero Jesús es 'Hijo sobre la casa'. San Pablo, teniendo el mismo fundamento en favor de Jesús: su filiación, el nuevo régimen de gracia instaurado por ella, habla de que Moisés tuvo un 'ministerio de muerte grabado sobre piedras' (1 Cor 3, 7), mientras Jesús tuvo 'ministerio del Espíritu (Santo)' (1 Cor 3, 8). Juan no es antimosaico, no habla mal de Moisés, no dice sus defectos con otras menciones de Moisés en este evangelio. Siempre sucederá lo mismo: Moisés es un testigo de Jesús, un anuncio.
8º).- Conjunto octavo (Jn 1, 18)
18 A Dios nadie lo ha visto jamás;
el Dios Unigénito,
el que está en el seno del Padre,
él mismo lo dio a conocer.

El v. 18 vuelve a confesar la divinidad de Jesús. Lo hace creadoramente, con la fórmula 'Dios unigénito que está en el seno del Padre'. Es el Hijo, por su trascendencia, porque está en el seno del Padre, quien nos lo puede revelar. La expresión 'está en el seno del Padre' es figurada y es un paralelo sinónimo de 'estaba junto (vuelto a) Dios' de Jn 1, 1. La imagen es ya tradicional en el Antiguo Testamento donde se usa para hablar de la comunidad conyugal, y del niño que vive junto a su madre, en su pecho. Por esta cercanía, por tal intimidad, el Hijo nos puede revelar interioridades de Dios.
De nuevo se viene a decir que la revelación principal sobre la divinidad nos ha venido con Jesús. Este dato volverá una y otra vez en el evangelio. Jesús reivindica para sí el hecho de haber hablado la palabra del Padre y de haber actuado revelándole (cf. Jn 17, 6-8). En Jesús se da con más intensidad, y san Juan lo resalta, la convicción profética de que es enviado, de que su mensaje es de otro (cf. Jer 26, 1-15).
Al decir 'a Dios nadie lo vio jamás' no sólo está afirmando un axioma bíblico, y negando que Moisés hubiera visto a Dios. En esta declaración hay una llamada para que nadie en el mundo de las religiones helenistas, de tipo pregnóstico, piense que puede ver a Dios mediante éxtasis provocados y concentración mística. Es el Hijo de Dios quien lo ha dado a conocer, con sus confidencias. En el cristianismo no se puede hablar de Dios sino es desde el punto de vista de Jesús, desde sus revelaciones y de su historia.
4.- Diversos sentidos del término 'lógos'
1º).- En el Helenismo
En la lengua griega significó: palabra, discurso, cálculo, número, narración, razón, ley interior. Para los estoicos logos era el principio racional del universo, identificándolo, a veces, con Zeus: 'La Ley Universal, que es orthós logós, recta razón, que lo invade todo, es lo mismo que Zeus supremo guía del gobierno del universo'. Cleantes llama a Zeus en su himno: 'único y eterno lógos de todas las cosas. En moral se dijo: 'actuar conforme al logos'.
El Lógos joánico no depende de ideas helenistas. Se usa esa palabra porque indica la trascendencia, ni para entender a Juan hay que conocer el uso del logos griego.
2º).- En el Judaísmo
'Logos' traduce el término hebreo dabar, que no tiene sentido filosófico, sino que significa la comunicación de Dios. Suele aparecer este vocablo en la expresión 'palabra de Dios', 'lógos toû theoû. La 'logofagia', el comer la palabra (cf. Jer 1, 9; Ez 2, 8-9; 3, 4) presenta a ésta como don gratuito. El profeta se identifica con el mensaje, puede decirlo porque antes lo come.
En la Biblia, los libros sapienciales personificaron algo la palabra de Dios, dentro de lo que cabía en el monoteísmo rígido de Israel: 'Yahvé me creó, primicia de su camino' (Prov 8, 22-23); 'Yo salí de la boca del Altísimo' (Eclo 24, 3). Yahvé dice a la Sabiduría: 'Pon tu tienda en Jacob, entra en la heredad de Israel' (Eclo 24, 8b-9).
En Sab 9, 1-2 aparecen juntos lógos y sophía (sabiduría), facilitando así el paso de los atributos de la Sabiduría al Logos: 'con tu palabra (Lógos) hiciste el universo, y con tu sabiduría formaste al hombre'.
En las tradiciones de Israel en lengua aramea, palabra de Dios se dice Memrá de Yahvé. La Menrá de Yahvé, algo personalizada, sustituye los antropomorfismos, como voz, boca, etc., de Yahvé.
Filón de Alejandría quiere resaltar la trascendencia de Dios y pone como intermediario al lógos, entendiendo por tal una creatura, un arcángel, mediador para la revelación y la salvación, imagen de Dios. Son atributos que encuentra en la sabiduría del Antiguo Testamento.
3º).- En el Gnosticismo
No podemos asegurar que las especulaciones gnósticas sobre el lógos sean anteriores a Juan, antes bien, parece lo contrario. El gnosticismo es una corriente filosófica y religiosa que destaca el conocimiento y lo hace fuente principal de la salvación. No puede aceptar la encarnación, como no acepta el pecado, ni la redención por la muerte del Hijo de Dios. La especulación gnóstica sobre las emanaciones de la divinidad dejan al lógos relegado entre multitud de eones. Entre los gnósticos, los había cristianos, que negaban la encarnación, porque el hombre es la mente.
4º).- El Lógos en la revelación joánica
Juan puede tener mediaciones lingüísticas, sin necesidad de que éstas sean mediaciones conceptuales o dogmáticas. Es lo que ha sucedido. La doctrina del Lógos cristiano proviene de revelación, pero se formula a partir de palabras y símbolos que pueden tener su historia. No se ve que Juan tenga necesidad alguna de acudir a la doctrina helenista (platónica, estoica, Filón de Alejandría) sobre el lógos.
No se puede deducir la doctrina del Lógos cristiano, personal, de la 'palabra de Yahvé', 'lógos toû theoû' que se comunica a los profetas. Por eso no se dice de Jesús la expresión usual en los profetas: 'Vino la palabra de Dios sobre…' ya que él es la Palabra de Dios de manera única y personal.
El judaísmo no puede presentar una personificación estricta de la 'palabra de Dios' o de la Sabiduría, por su monoteísmo rígido. Pero en el judaísmo, y en la revelación bíblica, el cristianismo halla 'mediaciones', fórmulas lingüísticas para conducir esta revelación. Juan habla de la preexistencia del Lógos (Jn 1, 1-18; 1, 31; 6, 62M 8, 58). También habla Flp 2, 6s; Col 1, 15; Heb 1, 2s y textos como: 'Bebían de la roca espiritual y la roca era Cristo' (1 Cor 10, 4); 'Siendo rico, por vosotros se hizo pobre' (2 Cor 8, 9).
Un helenista no aceptaría 'el Lógos se hizo carne', un judío vería romperse el monoteísmo. La doctrina del Lógos encarnado da unidad a todo el evangelio de Juan. El Lógos encarnado constituye la máxima teofanía de Dios, por lo que Moisés y los Profetas quedan relativizados. El peligro de entender la encarnación del Lógos de modo doceta, como una apariencia, se conjunta con las expresiones que hablan de que el Lógos de Vida ha sido oído, visto, contemplado, tocado con las manos (cf. 1, Jn 1,1).
La alta cristología del Nuevo Testamento viene por revelación. Así lo dice Pablo: 'Cuando Dios reveló en mí a su Hijo' (Gál 1, 15b-16ª). Pero un soporte imprescindible es la tradición histórica de Jesús. No podemos separar el Prólogo de Juan del resto del Evangelio. Cuando se dice: 'Hemos visto su gloria' (1, 14), se está hablando de su divinidad, de su naturaleza de Hijo único del Padre. En el Prólogo, y luego en el Evangelio, hemos pasado de la cristología judaica, del mesianismo judío entendido de muchas maneras a la cristología cristiana y cósmica.







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