El Prof Haber cromanon y la camara de gas

July 8, 2017 | Autor: Mario Betteo | Categoría: Philosophy Of Law
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Descripción

El Prof. Fritz Haber, la República Cromañón y la cámara de gas.

Mario Betteo Barberis





La crónica de los acontecimientos podría escribirse así : "Cuando en la
noche del 30 de diciembre del año pasado , la "República Cromañón", se
encontraba atestada de público en medio del recital de "Callejeros",
sucedió lo peor. Se sabe que desde el lugar del público se comenzó a
prender pirotecnia, cosa que habitual durante ese espectáculo, y el azar
se sumó a la imprudencia. Una bengala se incrustó en el techo, el cual
estaba cubierto con una malla plástica, y el fuego se inició sin dilación.
Dentro del salón había en ese momento alrededor de 3000 personas, las
cuales presas del pánico buscaron inmediatamente las salidas. Solamente dos
estaban abiertas; el resto, criminalmente atadas con alambres por fuera y
alguna incluso con candado. Luego de horas de terror, se conoció el
resultado del incendio. Hasta hoy son mas de 190 personas muertas y otro
tanto con lesiones respiratorias."

Sucedió que el salón se convirtió en una cámara de gas debido al material
altamente tóxico e inflamable que había en el lugar, a la sobrevendida
capacidad y sobre todo al cierre casi hermético del espacio. Incluso el
aire acondicionado estaba clausurado. Los cuerpos no salieron calcinados
por el fuego: no se trató de cuerpos quemados o incinerados sino que fue
el aire contaminado de anhídrido carbónico y sustancias tóxicas lo que
causaron la asfixia y la acumulación altamente dañina de venenos en las
vías respiratorias mayores. La Rep. Cromañón era una cámara de gas
encubierta por una funcionalidad artística. Ni los inspectores
municipales o de bomberos habían inspeccionado el lugar ni el dueño había
tomado medidas para evitar un incendio. Al contrario, la necesidad de
cuidar el capital, las ganancias, la explotación salvaje de la diversión
popular empujó ciegamente al dueño a clausurar literalmente las salidas de
emergencia con el fin de que "no entraran de afuera sin pagar".[1]

No solamente murieron jóvenes seguidores de la banda sino que también se
hallaron cuerpos de niños de escasa edad, quienes habían sido dejados en
"custodia" por sus padres en el baño del local, atendido por algunas
mujeres que cobraban por hacer el servicio de nursery. La vecindad del
lugar de los desechos con el de la infancia delegada hizo que tales
resultados causaran encendidos comentarios posteriores. Los adultos, los
padres, los jóvenes padres encontraron una inimaginable solución de ocasión
a la natural dependencia del infans . Alguien escribía en esos tiempos con
bastante tino que nadie de los asistentes seguramente hubiese dejado en
custodia su sueldo o sus valores personales materiales a alguien que se
ofreciera de garante pero inexplicablemente así fue con algunos niños. En
la República Cromañón, bajo el manto de una supuesta normalidad ("todo
bien che", "¿Cuál es el problema?") se mostró en su desgarradora realidad
el estado corrupto y delincuente que da soporte a algunos actos de masas.


La asfixia.

Cualquier esfuerzo por dar alguna razón a la catástrofe suena a menudo un
esfuerzo estéril. Pretender darle sentido al accidente, al tropiezo, a la
fractura de un estado de equilibrio social, puede incluso a sonar
desacomodado y altamente oportunista. Sin embargo, algo distinto puede
resultar, si escuchamos las resonancias de las tragedias en otros
espacios del saber. La complejidad de los planos de análisis de un
fenómeno de masas no merece ser delegado a solamente la sociología o la
política a secas. La subjetividad no es propiedad de Un saber , sino que de
alguna manera son los contactos entre espesores y recorridos de saber lo
cual produce subjetividad y paradójicamente , si cabe, renueva esas
relaciones , desaloja el denso y cómodo orden del sentido. En este caso,
circunstancias casuales me llevaron a la lectura de un ensayo que a la
distancia trae una renovación de aire.

Peter Sloterdijk plantea en "Temblores de aire. En las fuentes del
terror"[2] algo acerca de este tipo de espanto cuando estudia
detalladamente la originalidad de esta época, al considerar a la práctica
del terrorismo, el concepto de diseño productivo y la reflexión en torno
al medio ambiente como un tríptico organizador de un estilo de muerte: el
modelo atmoterrorista y la guerra del gas. Es desde el medio ambiente,
desde la necesidad elemental del respirar que proviene el cambio en los
medios de agresión al semejante. Como decía Shylock, "Me arrebatáis la vida
cuando me arrebatáis los medios que me permiten vivir" refiriéndose en la
comedia de Shakespeare a la asfixia económica que iba a sufrir a partir
del castigo impuesto a él por la usura.

El horror que define al siglo XX es algo más que ese "me es lícito porque
yo quiero" de procedencia jacobina (algo que la argentinidad conjuga
habitualmente). Cito "La ineludible costumbre de respirar se vuelve contra
aquellos que respiran, por cuanto estos, a fuerza de seguir la práctica de
ese elemental hábito, se convierten en involuntarios cómplices de su propia
destrucción"[3], a propósito y extendiéndolo a los actos terroristas que
usan el aire para victimar. En este contexto, el bioterrorismo se
desprende de suyo de un clima político imperante en el siglo XX el cual
desarrolló , empujó el borde de lo bio, de tal manera que ahogó y sigue
ahogando, asfixiando paulatinamente las marcas de la subjetividad. El
ámbito de lo privado, del sueño, del acontecimiento incomprensible de un
lapsus o de un síntoma, queda corregido automáticamente por el aparato de
la ciencia, intoxicando de alguna manera el aire de la ocurrencia y el
juego del lenguaje. Hoy suscribimos el exceso verbal de la tesis
esgrimida por Thomas Mann cuando en un pequeño texto referido a Hitler,
sostenía que la razón de la invasión de Austria por parte de los nazis
estaba comandada por el deseo de exterminar al psicoanálisis, y a Freud,
como exponente del arte y la ciencia degenerada. Desinfectar con gases
tóxicos a Europa de los sujetos impuros y animales es lamentablemente
un hecho. Del otro lado, las bombas de Hiroshima y Nagasaki así como los
bombardeos aliados a Alemania encarnan el aspecto incendiario y
atmosférico de tales genocidios.

Finalmente Sloterdijk nos presenta el paradigma del humanismo y del
terrorismo hermanados en la figura del Profesor en Química Fritz Haber
(1868-1934) responsable del "Instituto Emperador Guillermo de Dahlem para
la Investigación químico-física y electroquímica". Premio Nobel en 1918
fue asimismo asociado a la organización de la guerra química en la primera
guerra mundial, padre de la máscara de gas y promotor de la llamada
"campaña contra la eliminación de parásitos" en el campo agrícola. Todos
estos laureles no impidieron que a su turno tuviese que emigrar en 1933
debido a su ascendiente judío, después de que todavía en el verano había
asesorado al mando militar del Reich en cuestiones de gas tóxico. Murió
en Basilea en 1934, en viaje a Palestina. Algunos de sus familiares
perdieron la vida en los campos de Auschwitz, gaseados.

El frágil respiro de los muertos.

El aire y la respiración pasan así a ocupar un primer plano de lectura de
los acontecimientos sociales. Son las envolturas totalitarias las que
expulsan a sus víctimas y moradores a una situación general de actualidad
asfixiante, y donde la atmósfera funciona como un sistema cerrado. "Bajo la
resonancia totalitaria de las campanas de signos los hombres inhalan una y
otra vez sus propias mentiras trocadas en opinión pública mientras,
encadenados voluntariamente, se mueven al compás de un trance oportunista".
[4]

La indignación popular, el obstinado pedido de justicia, el reclamo
fogoso de protección por parte del estado hacia las personas, llegan
siempre un día después de la pérdida de la vida, de los muertos ya
sepultos. Pareciera que el movimiento histórico y económicamente
determinado y orquestado por el biopoder solo se detiene, por un momento,
y frena su alocado avance, cuando el muerto cae ante sus pies. Pero es
solo un respiro, una fabricación momentanea de una "conciencia y una ética
humanitaria, banderas que se levantan para honrar a los muertos. Luego,
aprisionado en la atmósfera cada vez mas acondicionada por la basura de la
cultura-cloaca, renueva sus aspiraciones de arrancarle al Real un saber
que, recuperado aunque nunca perdido, colocaría al sujeto en una
fantástica cercanía y vecindad con los dioses oscuros, muertos pero no
sepultados. Arrebatarle algún saber a las estrellas es una de las
ambiciones descabelladas de la modernidad, aunque sea a costa de generar
una o muchas repúblicas Cromañón.





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[1] Dentro de este contexto se encuentra la tragedia de aquel
Hipermercado de Asunción , Paraguay, en el cual la mayoría de las muertes
ocurrieron a partir del cierre de las salidas de emergencias por parte de
los dueños del local, "para evitar que la gente se robara mercadería".
[2] Peter Sloterdijk; Temblores de aire. En las fuentes del terror., Pre-
textos, Valencia, 2003.
[3] Ibidem; p. 53.
[4] Ibidem; p.135.
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