El proceso de heterogeneización y segmentación laboral como resultado del rezago productivo

June 14, 2017 | Autor: Juan Graña | Categoría: Labor Economics, Industrial Organization, Income Distribution
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Descripción

El proceso de heterogeneización y segmentación laboral como resultado del rezago productivo Juan M. Graña* CEPED-CEINEP Resumen En este artículo se analizará uno de los determinantes estructurales de las condiciones de empleo en una economía nacional: la productividad en términos internacionales. Para ello realizaremos un desarrollo teórico que nos conducirá, muy rápidamente por el reconocimiento de los mecanismos que permiten a los capitales individuales sobrevivir en la competencia, particularmente a las empresas que se rezagan productivamente. Entre ellos, nos concentraremos en la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, qué condiciones explican su surgimiento y cómo opera. Sobre esa base, analizaremos la evolución del mercado laboral argentino en las últimas cuatro décadas mostrando cómo ese rezago estructural de la industria implicó el hundimiento de salarios y calidad del empleo. Palabras claves: Productividad - Salario real - Segmentación Abstract This article analyses one of the structural determinants of employment conditions in any national economy: its labor productivity in international comparison. To accomplish that, we will review Political Economy and its Critique contributions for the recognition of the mechanisms that allow individual capitals to survive in competition, particularly for those companies that lag productively. Among them, we focus on the sale of labor power below its value, its conditions of emergence and how it operates. On this basis, we analyze the evolution of the Argentine labor market in the last four decades showing that the structural lag of manufacturing activities caused the collapse of wages and job quality. Keywords: Productivity - Real wage - Segmentation

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Diferenciación de las empresas, rezago y compensación Diferenciación de las empresas Siguiendo los desarrollos de Marx, reconocemos que el capital total de la sociedad enfrenta la necesidad constante de producir plusvalía. Para tal fin, la forma más potente, en tanto no posee ningún límite natural o social, es la que se transita disminuyendo la porción de la jornada en la que el trabajador produce el valor necesario para su reproducción; esto es, la generación de plusvalía relativa. Dado su contenido, requiere de un incremento en la capacidad productiva del trabajo en las ramas que producen valores de uso que forman parte -directa o indirectamente- de la canasta de consumo de los asalariados. Al generalizarse, conlleva una caída en el valor de la fuerza de trabajo sin afectar su capacidad de consumo, liberando crecientes porciones de la jornada para que el trabajador genere valor gratuitamente para el capital1,2. Los diferentes mecanismos para ello requieren, en general, de un incremento de la escala de producción. Sea por medio de la cooperación Investigador del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) y del Centro de Investigaciones en Economía Política del Desarrollo, la Producción y el Empleo (CEINEP). [email protected]. Agradecemos a los comentarios a este texto por parte de Agustín Arakaki, Ezequiel Monteforte, Florencia Jaccoud y Pilar Piqué y dos evaluadores anónimos que permitieron mejorarlo. 1 Marx, K.: El capital. Crítica de la economía política, Tomo I, Vol. 1, Siglo XXI editores Argentina, Buenos Aires, [1867] 2002. 2 Concomitantemente se producen importantes modificaciones. En primer lugar sobre los atributos productivos de los trabajadores requeridos por el capital y, por ende, en el valor de la fuerza de trabajo que puede modificar este resultado profundizando –o reduciendo- la porción de la jornada necesaria que se convierte en excedentaria; retomaremos este punto al analizar por qué puede decirse que la fuerza de trabajo se vende por debajo del valor. *

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de asalariados, una mayor división del trabajo, la introducción de maquinaria o utilizando de manera más eficiente los medios de producción e insumos; para todos ellos se requiere el crecimiento del capital adelantado por cada empresa individual. Entonces, como la competencia fuerza a todas las empresas por ese camino, podemos decir que el capitalismo tiene una tendencia general a la concentración de la producción como forma de producir plusvalía relativa. En ese proceso, las empresas se enfrentan a un límite externo a ellas: la magnitud de la demanda solvente, el “mercado”. En otras palabras, para apropiar la tasa general de ganancia, ese mayor volumen de valores de uso que produce cada empresa debe encontrar una demanda acorde que los realice a sus precios de producción. Aunque el mismo proceso conlleva la caída del valor individual de cada mercancía lo que ampliaría su demanda social, ésta no crece al ritmo necesario para absorber el incremento de la producción de todas las empresas al mismo tiempo. En este caso, el mercado, a la nueva escala media o normal, no puede cobijar a todas las empresas que competían originalmente. Este límite genera la diferenciación de las empresas entre aquellas que logran concentrarse (normales) y las que no (rezagadas).3 Aunque este factor impide que todas las empresas se concentren, también abre la posibilidad de supervivencia de otras más pequeñas en virtud justamente de su menor escala. Esto se debe a que las empresas que se concentraron tienen una unidad técnica -una escala de producción- que es la que les permite apropiar la tasa media de ganancia. Sin embargo, nada garantiza que la suma de las producciones de esas empresas abastezca el mercado de manera completa, por lo cual empresas de magnitud más pequeña pueden, sin enfrentar una competencia imposible de sobrellevar, continuar en producción abasteciéndola. Ahora bien, con esa diferenciación ya presente se ponen en movimiento otros mecanismos que aseguran que las empresas “líderes” mantengan su posición y tiendan a separarse crecientemente. A los efectos de la competencia, el principal factor a analizar es la menor dinámica en la productividad del trabajo que ponen en movimiento las empresas rezagadas. Esto surge debido a su menor escala que conlleva menor cooperación, división del trabajo y maquinización, todo lo cual redunda en mayores costos. Los demás factores sólo los mencionaremos ya que no indagaremos en ellos particularmente. El primero es, a pesar de estar desvinculado del propio proceso de trabajo, el acceso al Iñigo Carrera, J.: El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2004. 3

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crédito y a una red comercial desarrollada, cuyos efectos diferenciales sobre la capacidad de valorización son evidentes. El otro es el carácter diferencial que presenta la innovación en virtud de las economías de escala y su carácter incremental.4 En otras palabras, la diferenciación tiene, en realidad, un carácter permanente y creciente. En conjunto provocarían que las empresas rezagadas apropien una tasa de ganancia menor a la media. A pesar de ello, éstas permanecen en el proceso productivo debido a que ya no están habilitadas a apropiar la tasa general de ganancia debido a que no producen en las condiciones que determinan el valor de las mercancías: el tiempo de trabajo necesario en condiciones normales o medias para ese momento histórico.5 En ese sentido, su valorización pasa a estar regida -como cualquier otra masa de dinero que circula- por la tasa de interés.6 Entonces, como la tendencia a la concentración y centralización es la norma en la competencia, el universo de empresas rezagadas se modifica constantemente, se amplía por las que se van rezagando y se contrae por las que se liquidan. En este sentido, vemos que la valorización específica de las empresas retrasadas no modifica su destino de ser expulsadas de la producción sino que prolonga su tránsito hacia allí. Las fuentes de compensación del rezago productivo la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor En función de las particularidades que analizaremos, las fuentes extraordinarias de compensación son aquellas que permiten que, a pesar de ese rezago productivo, las empresas rezagadas se mantengan en producción y muestren una evolución relativamente normal. Siguiendo a Iñigo Carrera,7 y siendo extremadamente sintéticos, nos encontramos con tres fuentes de compensación: la renta de la tierra, el endeudamiento externo y el pago de la fuerza de trabajo por debajo del Varios autores tratan estos temas aunque desde diferentes desarrollo teóricos: Hilferding, R.: El capital Financiero, Editorial Tecnos, Madrid, [1910] 1985; Levin, P.: El capital tecnológico, Editorial Catálogos, Buenos Aires, 1997; Schumpeter, J.: Capitalismo, socialismo y democracia, Aguilar, Madrid, [1946] 1971. 5 Iñigo Carrera, J.: El capital…, op. cit. 6 Marx, K.: El capital. Crítica de la economía política, Tomo III, Vol. 7, Siglo XXI editores México, México, [1894] 2006; Shaikh, A.: Valor, acumulación y crisis. Ensayos de economía política, Ediciones ryr, Buenos Aires, [1991] 2006. 7 Iñigo Carrera, J.: La formación económica de la sociedad argentina. Volumen I: Renta agraria, ganancia industrial y deuda externa. 1882-2004, Imago Mundi, Buenos Aires, 2007. 4

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valor. Evidentemente, la existencia de estos flujos no es indistinta y las consecuencias de cada una varían ampliamente, sin embargo, dados los objetivos de este artículo nos concentraremos en la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, debiendo comenzar por desarrollar su contenido más general. El valor de la fuerza de trabajo, como cualquier otra mercancía, está determinado por la cantidad de trabajo humano abstracto socialmente necesario para su producción que, en este caso, es el valor encerrado en los medios de vida requeridos para la reproducción del obrero y su familia, cuya expresión en dinero es el salario.9 Es importante notar que esta noción no está estrictamente vinculada al salario de subsistencia, entendido como el equivalente para que el obrero pueda mantenerse físicamente, sino que implica todos los valores de uso que requiere el trabajador para reproducir su fuerza de trabajo. Esto implica desde lo más intuitivo como alimento, vestimenta y vivienda como sus costos de formación y esparcimiento, etc. Finalmente, como los valores de uso que satisfacen tales condiciones son múltiples y de variadas formas su determinación también reconoce un carácter histórico, cultural y climático. Asimismo, también debe reconocer el devengamiento del ingreso necesario para sustentar su vida una vez que su fuerza de trabajo se agote: los aportes a la seguridad social. En relación a tal determinación, la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor implica sencillamente comprarla por un salario que no alcanza para adquirir los valores de uso necesarios para la reproducción de los atributos productivos del trabajador y su familia requeridos por el capital. Claro que ese proceso reconoce grados; desde el salario que no alcanza apenas para adquirir todos los valores de uso necesarios hasta el que priva de los alimentos básicos para reproducir la indispensable capacidad física.10 8

De manera común, se coloca al tipo de cambio como otra de las fuentes de compensación. Consideramos, sin embargo, que tal incorporación es incorrecta en tanto esa variable simplemente redistribuye riqueza pero no la crea. En este sentido, el nivel del tipo de cambio en relación a su paridad lo convierten en el mecanismo por el cual estas fuentes se ponen en movimiento. De idéntico modo, bruscos movimientos del mismo afectan el salario pudiendo poner en marcha la compensación por vía del salario. 9 Para una discusión completa sobre esto ver Iñigo, L.: “La determinación del salario individual”, en Caligaris, G. y A. Fitzsimons (comp.): Relaciones económicas y políticas. Aportes para el estudio de su unidad con base en la obra de Karl Marx, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires, 2012. 10 Aunque existe una semejanza entre la venta de la fuerza de trabajo por debajo del 8

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A esos fines, no sólo la remuneración sino todas las condiciones que hacen al empleo pueden ser modificadas. Desde la extensión de la jornada sin aumento del salario o pago de horas extra, a un incremento de la intensidad, velocidad, etc. También puede lograrse a través de lo que normalmente conocemos como precarización laboral -o sea, el no pago de aportes y contribuciones- en tanto esas porciones de la retribución permiten el acceso a diferentes mercancías hoy -como la prestación de salud- o en el futuro cuando se agote la vida laboral –la jubilación-. A estos términos, el carácter legal o no de esa maniobra es irrelevante. En el mismo sentido, también entran en juego las inversiones que el empresario debe realizar para asegurar que la jornada laboral se realice en condiciones de seguridad e higiene normales. Por último, esta fuente de compensación puede surgir inclusive sin estar vinculada directamente a la remuneración del trabajador. Puede que lo que el empresario se “ahorra” al evadir impuestos de carácter general también resienta la capacidad de reproducción de la fuerza de trabajo. Esto se debe a que, de manera corriente, el Estado los aplica para abaratar la fuerza de trabajo por la escala de provisión de esos valores de uso como por no obtener una ganancia en el proceso. Si el Estado no lo hiciera, esos valores de uso deberían estar incluidos en el salario. Pero mediante la evasión el capitalista no los abonaría ni en el salario ni bajo los impuestos, restringiendo el nivel de esa reproducción. En todos los casos, implica que el trabajador no puede reproducirse en condiciones normales y, por lo tanto, ello tendrá consecuencias sobre sus atributos productivos o los de sus descendientes. La continuidad a lo largo del tiempo esta asociada a condiciones de pobreza e indigencia. Sin embargo, ¿qué condiciones deben cumplirse para que exista como fuente de compensación? En primer lugar, debemos reconocer que –aunque inteligible a escala global- la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor sólo puede tener existencia real en relación a un país determinado –o sólo una porción de la misma- ya que si no pondrían en peligro la reproducción de la fuerza de trabajo en general y, por ende, de la acumulación de capital. En segundo lugar, esta fuente existe de manera permanente –es decir, más allá del ciclo- como resultado directo de la existencia del rezago productivo. Por todo ello, valor y la “superexplotación”, por ejemplo en Marini, más adelante al analizar el origen de este proceso se notarán las diferencias de ambos planteos. Marini, R. M.: Dialéctica de la Dependencia, Ediciones Era, México, 1973. Una interesante discusión sobre esto último tuvo lugar en el Nº 25 de esta revista.

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el surgimiento de esta fuente de compensación tiene por origen la existencia general de un rezago a escala nacional respecto a las características productivas que poseen los capitales que operan en el mercado mundial. Dicho rezago debe ser de tal magnitud como para que, inclusive en el límite de su valorización específica como pequeños capitales –a la tasa de interés- y recibiendo otras fuentes de compensación, éstos tiendan a verse excluidos de la producción. Por esa razón, los puestos de trabajo sólo pueden crearse –de manera general y en promedio- a condición de que se paguen por debajo del valor, condenando a la fuerza de trabajo de ese país a condiciones de empleo que no reproduzcan sus atributos productivos. Esa clase obrera nacional queda condenada a la dicotomía entre desocupación y empleos en tales condiciones debiendo, si tiene suerte, elegir la segunda opción. Ahora bien, dado que la imposibilidad de competir en condiciones normales -el rezago productivo- se expresa en la competencia y de manera particularmente aguda en el mercado mundial, suele ser más sencillo reconocerlo en el sector transable. Dado que la transformación de parte del valor de la fuerza de trabajo en ganancia surge de una determinación general del país en cuestión, ese rezago debe existir también en los sectores no transables de manera de abarcar al conjunto del mercado laboral. En este sentido, las deficiencias productivas presentes en el sector transable se reflejan en similares problemáticas en la acumulación de las empresas del sector no transable en virtud de su desconexión respecto de una demanda solvente alimentada por la venta de la fuerza de trabajo a su valor. Si debe ser el salario el que asuma el lugar de compensación (ante la ausencia o insuficiencia de las otras), el rezago productivo del sector transable impactaría en la acumulación del sector no transable a través de las limitaciones que le impone al poder de compra de los trabajadores y sus escalas de funcionamiento. Lo cual, a su vez, implicaría que el propio sector no transable –para continuar operando- debe replicar el mismo comportamiento respecto al salario como fuente de compensación a pesar de no ser amenazado por la competencia internacional. De esta manera, cuando el rezago productivo es evidente en el sector transable eso implica que también es característico del sector no transable y se encuentran dadas las condiciones para que, en ausencia o insuficiencia de las demás fuentes, la fuerza de trabajo sea condenada a venderse por debajo del valor. Planteado como hasta aquí, la puesta en movimiento de esta fuente de compensación pareciera implicar que todos los trabajadores de un país venden su fuerza de trabajo por debajo de su valor. Pero eso no necesariamente es así. Para entender por qué, debemos detenernos

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a analizar el proceso de regulación del salario al valor de la fuerza de trabajo, del cual la venta por debajo es una forma más concreta. Este proceso de regulación se realiza –como tendencia- a través de dos procesos contrapuestos. Por un lado, la generación de un ejército industrial de reserva con determinados atributos productivos como resultado del crecimiento de la composición orgánica del capital producto, a su vez, del proceso de producción de plusvalía relativa. Éste compite con los ocupados por esos puestos de trabajo limitando la capacidad reivindicativa de ese colectivo. La capacidad organizativa de los trabajadores –de manera de vender como monopolio su mercancía- actúa como contrapeso. Como ese proceso determina las tendencias en los salarios, debemos comprender como se conjuga con esta “nueva” funcionalidad como fuente de compensación extraordinaria. Las diferencias entre tipos de trabajadores con su mayor (o menor) competencia por parte del ejército industrial y su mayor (o menor) capacidad organizativa indican sobre qué porciones de la clase se volcará en mayor (o menor) medida ese rol. En términos de diferencias salariales, las brechas ya existentes entre trabajadores más complejos y simples se verán ahora modificadas por estos factores ante esa necesidad. De esta manera, esa diferenciación interna de los trabajadores abre la posibilidad de que este proceso no involucre a todos por igual, siendo algunas porciones de la clase obrera particularmente afectadas y otras relativamente menos. En primer lugar, nos encontramos con aquéllos trabajadores que se encargan de la representación del capital. Al ser la personificación del capital en el interior de una empresa, sus condiciones de empleo deben distinguirse de las de los trabajadores que controla. En este caso, dado que personifica a un capital que recurre a salarios reducidos para mantenerse en producción, sus condiciones pueden deteriorarse pero la máxima compensación que pueden extraer de ellos está limitada por el nivel en el cual se homogeneizarían sus condiciones de empleo con las de sus controlados. Un caso particular de esto, es que comúnmente en las empresas más comprometidas en el rezago la gestión del capital continúe vinculada a la propiedad –posiblemente familiar- del mismo por lo cual tales compensaciones se presentan como un esfuerzo adicional para “hacer funcionar la empresa”.11 En un contexto como el que analizaremos en el próximo apartado, donde el rezago productivo general es de tal magnitud, la valorización específica de muchas empresas ya ni se vincula siquiera con la tasa de interés –dado que su capital fijo no tiene ni valor de liquidación- sino con un ingreso similar al salario que recibiría el dueño del 11

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En segundo lugar, observemos a los trabajadores más complejos que podría haber. En términos generales, estos segmentos de trabajadores formados no sólo enfrentan una menor competencia en el mercado laboral sino que además tienen la posibilidad –en función de su formación relativamente más universal- de trasladarse a otros espacios nacionales donde este descuento no se produzca. Por ambas razones, el volumen de compensaciones a obtener de estos trabajadores también es reducido. A su vez, en virtud de la necesidad de su formación extensa si sufrieran un descuento tenderían a desaparecer los incentivos que, a nivel individual, le aparecen al trabajador que encara esa formación, limitando por ende la provisión de ese tipo particular de fuerza de trabajo y contrapesando de manera específica la tendencia al deterioro de sus condiciones de empleo. De esta manera, sólo queda la porción más simple de la fuerza de trabajo nacional para cargar sobre su reproducción, de manera general, la compensación. No está demás remarcar que este estrato ya era el más castigado por la competencia del ejército industrial a lo largo del ciclo económico. De esta manera, las brechas salariales tienden a ser más amplias, y a su vez la distribución del ingreso más desigual, en las economías donde predominan las empresas rezagadas.12 Por encima de este proceso de diferenciación de las condiciones de reproducción de los trabajadores como necesidad de compensar el rezago productivo, es que el capitalista utiliza cualquier diferencia personal para “justificar” la diferencia salarial inclusive entre trabajadores similares. De este modo, entran en escena los factores “no económicos”, como la discriminación de género, racial, etc. que suele estar asociada a las personas que sufren ese menor salario. Sin embargo, a partir de lo que decimos, esos factores “no económicos” determinan qué porción específica de la clase trabajadora queda condenada a tales empleos de baja remuneración y calidad, pero estos factores no juegan rol alguno en la necesidad de existir de tales puestos y las compensaciones.13 capital si se convirtiera en vendedor de fuerza de trabajo. 12 Como es común, este proceso de diferenciación salarial en función de la complejidad y la competencia entre los trabajadores aparece en la teoría marginalista como su opuesto, como el incremento de los rendimientos a la educación. Ver Acemoglu, D.: “Technical change, inequality, and the labor market” Journal of Economic Literature, Vol. XL, 2002, pp. 7-72; Becker, G.: “Investment in human capital: a theoretical analysis”, The journal of political economy, Vol. 70, Nº 5, Parte 2, 1962, pp. 9-49. 13 Con esto no negamos que estas cuestiones sean causantes de diferenciación laboral inclusive sin ser expresión de la necesidad de compensación. Pero en estos casos, uno de tantos excesos del capitalismo, la acción política de la clase tiene directamente la

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A la incidencia relativa de la compensación sobre las diferentes porciones de la clase trabajadora, debemos sumar otro elemento. Dado que su surgimiento se encuentra vinculado a la existencia del rezago productivo y su magnitud a las brechas de productividad, la necesidad de esa compensación no es idéntica entre las diferentes empresas de un mismo país. Por ello, este proceso aparece también muy crudamente en las brechas de ingresos entre trabajadores similares según el tamaño de la empresa. Esto en la literatura es normalmente denominado “segmentación” y aparece de manera más o menos explícita en la literatura en las diferencias en salarios y calidad entre las empresas grandes y pequeñas. En esos textos, el vínculo entre tamaño de empresas y condiciones laborales se establece justamente como vehículo para sobrevivir en la competencia.14 En el marco de lo que venimos desarrollando, estas diferencias podrían explicarse en virtud de que las empresas más pequeñas contraten fuerzas de trabajo de menor valor, es decir, de menor calificación lo cual podría suceder debido a la utilización de tecnologías más simples, por ejemplo. Sin embargo, es dudoso que eso suceda en virtud de que una menor tecnología podría incluso implicar un trabajador más calificado (por ejemplo, un obrero de oficio). En cualquier caso, estas diferencias son tan amplias que no pueden atribuirse a ningún otro factor más que a la capacidad diferencial de las empresas de competir. Es decir, que las más pequeñas simplemente reducen sus costos mediante la evasión de sus responsabilidades frente a la seguridad social, eludiendo las condiciones medioambientales de trabajo y/o directamente abonando menores salarios directos. De allí, la necesidad de reconocer a la segmentación laboral –nuevamente, que trabajadores de idénticas características perciban un salario diferencial- como una forma más de la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor y, por ende, como fuente de compensación.15 potencia de resolverlo. 14 Doeringer P. y M. Piore: Internal labor markets and manpower analysis, Heath Lexington Books, Lexington, 1971; Gordon, D., R. Edwards y M. Reich: Trabajo segmentado, trabajadores divididos. La transformación histórica del trabajo en Estados Unidos, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1986; Portes, A. y S. Sassen-Koob: “Making it underground: comparative material on the informal sector in western market economies” American Journal of Sociology, Vol. 93, Nº 1, 1987, pp. 30-61; PREALC: Sector informal. Funcionamiento y políticas, OIT, Santiago, Chile, 1978. 15 La otra posibilidad, esto es, que el conjunto de trabajadores de las empresas normales vendan su fuerza de trabajo constantemente por encima y los pequeños a su

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Ahora bien, por fuera de la generalidad de esas empresas rezagadas, pueden existir otras en el país en cuestión que efectivamente pueden pagar el valor íntegro de la fuerza de trabajo pero aprovechan las condiciones del país para elevar sus ganancias más allá de la media. Ahora bien, en ese contexto podría decidir resignar parte de esa diferencia para conseguir los mejores trabajadores, contratar trabajadores sobrecalificados o simplemente garantizarse la inexistencia de organizaciones o conflictos sindicales, por citar sólo algunos ejemplos. En ese caso, se estarían ampliando las diferencias con los trabajadores de las empresas más pequeñas. Habiendo desarrollado a qué necesidad responde la existencia de esta compensación y a qué porciones de la clase obrera afecta particularmente, debemos ahora encarar el problema relativo a cómo se pone en movimiento. Para ello existen dos casos extremos: uno donde existen empresas que comienzan a rezagarse y otro donde la brecha es tan grande que ni siquiera existen tales empresas. En el primer caso, con el rezago y ante fuentes de compensación que no alcanzan, las empresas no podrán continuar pagando los salarios al valor. De esta manera, comenzarán a enfrentar problemas para reiniciar sus ciclos productivos y las más rezagadas quebrarán, hundiendo a la economía en una crisis. En ese contexto, crecerá la desocupación y los salarios se reducirán, proceso que continuará hasta que el salario y las condiciones de empleo se deterioren hasta un nivel compatible con la magnitud del rezago productivo. Si al revitalizarse la acumulación de capital pero antes de que las remuneraciones recuperen el nivel anterior, no se modifica ese rasgo estructural de la economía o crece alguna otra de las fuentes de compensación, ese crecimiento de las remuneraciones implicará la reiniciación del proceso crítico. En el segundo caso extremo, la acumulación de capital se encontrará estancada hasta tanto los capitales a escala mundial puedan aprovechar –en función de las posibilidades técnicas, logísticas, etc.- las míseras condiciones de vida de la población y se radiquen para apropiarse de esa fuente extraordinaria de plusvalía. valor, no encuentra sustento teórico alguno. Particularmente porque debería explicarse cómo sobrevive tal capital normal al perder constantemente parte de su ganancia media a costa de sus trabajadores. En el mismo sentido, podríamos preguntarnos por qué si los salarios se ubican por encima de su valor no se busca sustituirlos por maquinaria, justamente en las empresas más capaces financieramente de encarar tal proceso. Recordemos que ese proceso conllevaría la creación del ejército industrial de reserva y la baja del salario hacia su valor.

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En la próxima sección analizaremos un caso, el argentino, que se asemeja al primero de los dos ejemplos en un contexto en el cual el capital encuentra la forma de aprovechar a países como los segundos. Algunos rasgos estructurales del mercado laboral argentino Para analizar la situación en nuestro país, utilizaremos los datos de la industria manufacturera, como caso paradigmático de un sector transable donde el conjunto de las tendencias analizadas hasta aquí se manifiestan directamente. Sin embargo, para lo que sigue enfrentamos algunas limitaciones en base a la información disponible. Por un lado, aunque la capacidad de competir de manera normal se vincula al tamaño del capital puesto en movimiento aquí deberemos contentarnos con referir principalmente al tamaño del establecimiento, en virtud de los relevamientos de las condiciones laborales. Aunque la relación no es perfecta, es lo suficientemente importante a los efectos de lo que nos interesa mostrar. En el mismo sentido, y siguiendo la literatura más tradicional, se utilizarán la “realización de descuento jubilatorio” como evidencia sobre ese conjunto amplio de rasgos que hacen a la calidad del empleo. En función de lo desarrollado más arriba, el punto de partida para analizar las tendencias estructurales que enfrenta el mercado laboral es observar las condiciones productivas de un país. Para ello, estudiamos el sector industrial argentino en comparación con el de Estados Unidos (expresión aproximada de uno que opera en condiciones de competencia internacional) y encontramos que, a pesar de los diferentes esquemas macroeconómicos y los vaivenes industriales, la brecha internacional de productividad no se ha modificado en los últimos cuarenta años: en promedio el producto por ocupado alcanza a representar apenas un 12% de la estadounidense.16 Es más, aunque escape a los objetivos del Ver Graña, J. M.: Las condiciones productivas de las empresas como causa de la evolución de las condiciones de empleo. La industria manufacturera en Argentina desde mediados del siglo XX, Tesis doctoral, Doctorado en Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2013; donde se comparan varias series entre ellas la de Iñigo Carrera, J.: La formación…, op. cit. y PADI-CEPAL. En esa misma publicación, también se presentan otros indicadores para comparar ambos sectores industriales. En cuanto a la cantidad de ocupados promedio en los establecimientos –entre 1895 y 2003, último dato disponible- Argentina presenta un promedio relativamente estable de 10 ocupados, con un peso de los microestablecimientos (1 a 10 ocupados) del orden del 80%, mientras que en Estados Unidos aquél número alcanza a los 48 ocupados -entre 1889 y 2007- y el peso de los microestablecimientos es cercano al 16

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presente artículo, esa brecha internacional ha crecido desde el comienzo de la industrialización en Argentina.17 Como señalamos antes, ese rezago productivo requiere de fuentes de compensación para permitir a la acumulación de capital continuar. Durante la ISI, la fuente por excelencia fue la renta de la tierra. Captada bajo una multiplicidad de instrumentos -que incluyen al IAPI, a las retenciones, las Juntas Nacionales- y transferida por medio de un conjunto de subsidios que se otorgaban desde el Estado. A su vez, el abaratamiento de la fuerza de trabajo –sin afectar su capacidad de consumo- en función de la existencia de estos instrumentos permitía compensar tal rezago mientras los precios internacionales se mantuvieran elevados.18 A pesar de ello, la década del setenta trajo aparejadas modificaciones que no permitieron continuar por ese camino. Por un lado, el crecimiento de la brecha individual de cada empresa y la ampliación horizontal del sector industrial incrementaron la necesidad de tales compensaciones. Por el otro, la nueva posibilidad tecnológica de deslocalizar la producción permitieron al capital internacional acceder a las grandes masas de población sobrante en el mundo “no desarrollado”.19 En conjunto ambos procesos implicaron que la brecha crezca al punto de superar la capacidad de la renta de la tierra de compensarla. En ese momento, debieron ponerse en movimiento las demás fuentes, la deuda externa –cuya capacidad de actuar como compensación es siempre efímera- y la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor.20 50%. En cuanto a la potencia instalada por establecimiento, Argentina alcanza recién en 1985 el mismo nivel que Estados Unidos mostraba en 1914. Por último, en términos de ventas, las empresas más grandes de Argentina no alcanzan generalmente a superar el 5% de sus equivalentes estadounidenses. 17 Cimilo, E., E. Lifschitz, E. Gastiazoro, H. Ciafardini y M. Turkieh: Acumulación y centralización del capital en la industria argentina, Editorial Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1973; Díaz Alejandro, C.: Ensayos sobre la historia económica argentina, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1975; Schvarzer, J.: La industria que supimos conseguir. Una historia político-social de la industria argentina. Planeta, Buenos Aires, 1996; Vitelli, G.: Los dos siglos de la Argentina: historia económica comparada, Ediciones CCC-Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2012. 18 Iñigo Carrera, J.: La formación…, op cit. 19 Fröbel, F., J. Heinrichs y O. Kreye: La nueva división internacional del trabajo. Paro estructural en los países industrializados e industrialización de los países en desarrollo, Siglo XXI editores España, Madrid, 1980. 20 Asimismo, esa búsqueda de compensaciones en base a la reducción de salarios es incompatible con la industrialización basada en el mercado interno. En ese sentido, los sectores más complejos, aquellos a los que la ISI había alcanzado último -como

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Gráfico 1. Evolución del salario real industrial (Argentina y Estados Unidos), salario real total (Argentina), porcentaje de asalariados sin descuento jubilatorio y tasa de desocupación en el GBA, 1970-2012. 50,0

150 140

Salario Real Total Arg

45,0

130

40,0 Salario Real Industrial - EEUU

120

% Precariedad - GBA (eje derecho)

35,0

110 30,0 100 25,0 90 20,0 80 15,0

Salario Real Industrial - Arg

70

10,0

60 Tasa de Desocupación - GBA (eje derecho)

50

5,0

2012

2010

2008

2006

2004

2002

2000

1998

1996

1994

1992

1990

1988

1986

1984

1982

1980

1978

1976

1974

1972

0,0

1970

40

Fuente: Elaboración propia en base a Graña, J. M. y D. Kennedy (2008), op. cit. y EPH-INDEC.

Como vemos en el Gráfico 1, desde los años setenta efectivamente los salarios reales industriales (como los del resto de la economía) han sufrido de manera importante. El movimiento completo muestra que entre 1974 -año del máximo histórico de la serie- y 2012 –donde ya se han producido mejoras importantes desde 2002- las remuneraciones en la industria han caído un 28%. Por su parte, la calidad de los puestos asalariados en el Gran Buenos Aires –único aglomerado que permite una comparación tan extensa- se reduce como tendencia de largo plazo, en 2012 a un 34% de los mismos no les realizaban descuentos los de maquinaria y equipo y la electrónica-, fueron los primeros en sucumbir dado el rezago particularmente intenso que poseían. Luego comenzaron a derrumbarse aquellos que abastecían al mercado interno de mercancías simples ante la pérdida de posiciones en favor de la importación desde países con bajos salarios. Luego, otras empresas comenzaron a sucumbir por el achicamiento mismo del mercado interno. Por esta razón, el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores no sólo se explica por la necesidad de mayores compensaciones sino que también implica el inicio de una nueva etapa económica.

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jubilatorios, cuando sólo al 23% en 1974 le ocurría lo mismo. Con esa evolución es claro que las condiciones de empleo de la población argentina han empeorado, tanto en remuneraciones, calidad y cantidad. Sin embargo, debemos dar cuenta de que esa caída implica efectivamente que la fuerza de trabajo se venda por debajo del valor. En este marco, podría señalarse que ella refleja una caída del valor de la fuerza de trabajo en tanto se han reducido los niveles de calificación requeridos por el capital; esto es una descalificación masiva de la población trabajadora en línea con las opiniones de Braverman. Si bien es cierto que un sector de la misma ha sido víctima del despojo de sus capacidades productivas, otro tanto ha adquirido los atributos de la población trabajadora a nivel mundial. Dadas estas dos tendencias contrapuestas, es difícil sostener que tal caída se vincula a este proceso.21 En segundo lugar, podría pensarse que el nivel del salario real a inicios de la década del setenta se encontraba marcadamente por encima de su valor, de modo que la reducción observada desde mediados de la misma en realidad responde a un “ajuste” del salario al verdadero valor de la fuerza de trabajo. Sin embargo, si analizamos la evolución del poder adquisitivo de las remuneraciones en Argentina y sus contrapartes a nivel mundial hasta ese momento, aquí representadas por Estados Unidos, veremos que aquí su tendencia es similar o peor de manera que es también difícil sostener tal análisis.22 Ver Braverman, H.: Trabajo y capital monopolista. La degradación del trabajo en el siglo XX, Editorial Nuestro Tiempo, México, [1974] 1984 y la interesante discusión en el Nº 7 de esta revista. De manera más general, consideramos que el planteo de Braverman tiene un punto sumamente cuestionable. Sólo al no reconocerle -o sólo a regañadientes- la condición de clase trabajadora a los que ocupan los puestos “gerenciales” puede concluir que el capitalismo tiende a la simplificación generalizada de la fuerza de trabajo ya que él mismo reconoce que en tales puestos se produce un complejización creciente. En su planteo entonces queda indeterminada la tendencia en la calificación promedio de los puestos de trabajo ya que existen movimientos contrapuestos en el interior de los trabajadores que conducen, al parecer, a una creciente polarización: por un lado, se simplifican crecientemente los puestos simples y se complejizan crecientemente los ya complejos. En el mismo sentido, y en el extremo, entendemos que la tendencia general del capitalismo sería a la eliminación de los puestos más simples, reemplazados por sistemas de maquinaria, y la concentración de los trabajadores en la porción más compleja del proceso de producción. Este resultado sería, en definitiva, la especialización del trabajador en las tareas que se vinculan a la especificidad del ser humano, su capacidad de planificar la acción antes de realizarla. 22 Ver Kennedy, D. y J. M. Graña: “El empobrecimiento de los trabajadores como fuente de excedente en economías con débil dinámica productiva. Argentina desde mediados del siglo XX”, Revista Pecunia Nº 10, 2010, pp. 231-263 21

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En ese marco, si la marcada caída del salario real no está reflejando ni una caída del valor de la fuerza de trabajo ni un “ajuste” del salario a su verdadero valor, entonces puede afirmarse que la fuerza de trabajo comenzó a pagarse por debajo del valor conformándose en fuente de compensación. En este sentido, aunque el proceso “causante” del empeoramiento de las condiciones de empleo fue modificándose, primero la brutal represión de la última dictadura militar, luego la crisis permanente y finalmente la elevada desocupación, siempre respondió a la misma necesidad. De esta manera, podemos comprender por qué cuándo esas causas desaparecían (con la democracia, con la estabilización económica y con el crecimiento del empleo) esas condiciones mejoraban pero nunca podían regresar a sus niveles pasados. Antes de continuar con el análisis, es importante también observar las tendencias de más corto plazo. La dictadura militar con su brutal represión -en conjunto con la inflación y la crisis económica- ya había hundido las remuneraciones un 44% para 1982. Hasta allí, sin embargo, la degradación no había llegado a impactar sobre la cantidad de puestos de trabajo (la desocupación se mantuvo en niveles reducidos) y la precariedad no creció. Durante la porción democrática de la década del ochenta, se observan dos comportamientos diferenciales. En la primera etapa, se intentó recuperar los niveles de salarios de los años previos pero el contexto era completamente diferente y eso no fue posible. A partir de allí, las tres variables del Gráfico 1 comienzan a deteriorarse nuevamente. Para 1989, el salario real industrial se encontraba por debajo del mínimo de la dictadura (representando apenas un 53% del de 1974), la desocupación alcanzaba el 8% (contra apenas 2% en 1974) y la precariedad ya alcanzaba el 30% de los puestos (contra 23% ese año). La década del noventa, como sabemos, implicó un paso adicional importante en ese proceso de deterioro. El salario industrial en 2003 –el año del comienzo de la recuperación- alcanzaba su piso histórico representando apenas un 47% de 1974, la precariedad tocaba su pico máximo del 44% y la desocupación un 18% de los activos. En la última década, la recuperación del mercado laboral fue efectivamente importante. El salario real se elevó un 44% (representando en 2010 un nivel cercano al 72% del de 1974), la desocupación regresa a niveles cercanos al 8% y la precariedad se estabiliza en el orden del 33,5%. Esa recuperación económica, y la absorción de empleo, fueron posibles inicialmente por el reducido nivel del salario real mientras que luego el crecimiento de los precios internacionales y la reinstalación de los mecanismos de redistribución de la renta agraria permitió continuar el proceso. En los últimos años, sin embargo, al parecer Argentina

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se ha vuelto a enfrentar a sus límites estructurales históricos -de los cuales la brecha internacional de productividad es una forma de analizarlo- y por ello se detuvo ese proceso de mejora. Gráfico 2. Masa Salarial, Plusvalía total, “genuina” y extraordinaria en la Industria. 1974-2012. En % del VAB pp. 85 80 Plusvalía Total

75 70 65 60

Plusvalía "Genuina"

55 50 45

Masa Salarial

40 35 30 25 20 15 10

Plusvalía "Extraordinaria"

5

2012

2011

2010

2009

2008

2007

2006

2005

2004

2003

2002

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

1990

1989

1988

1987

1986

1985

1984

1983

1982

1981

1980

1979

1978

1977

1976

1975

1974

0

Fuente: Elaboración propia en base a Graña, J. M. y D. Kennedy, “Salarios eran los de antes… Salario, productividad y acumulación de capital en Argentina en el último medio siglo”, Revista Realidad Económica Nº 242, 2009, pp. 81 a 101.

Ese rezago productivo y el deterioro de las condiciones de empleo de los asalariados han resultado en un mantenimiento relativo a largo plazo de la apropiación de las empresas sobre el producto industrial. Como vemos en el Gráfico 2, desde 1974 la participación del superávit “extraordinario”, obtenido en base a la reducción del salario real por debajo del nivel de ese año, ha ido creciendo hasta alcanzar un valor cercano al 20% del producto industrial durante la crisis de 2001. Con el crecimiento económico y la recuperación salarial de ésta década se reduce al 12%, pero lejos está de desaparecer.23 Esa plusvalía extraordinaria se obtiene de la diferencia entre la masa salarial calculada con el salario real que mantendría el poder adquisitivo del año 1974 y la masa salarial efectivamente pagada cada año. Vale la pena notar que esta estimación es 23

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Más allá del rezago, el sector industrial argentino también presenta una elevada heterogeneidad interna. Aunque las empresas industriales más grandes (cuya amplia mayoría es extranjera) son mucho más productivas que las pequeñas, sólo logran un producto por ocupado cercano al 40% en relación al promedio estadounidense mientras que el resto de las empresas apenas alcanzan al 10% de ese nivel. En términos de establecimientos, esa heterogeneidad no es nueva ya que los más grandes (más de 100 empleados) triplican la productividad de los más pequeños (menos de 10 ocupados) y esa brecha no se ha modificado sustancialmente en los últimos 40 años. En este sentido, como señalamos en la sección anterior, esa necesidad de compensar se realiza principalmente sobre los trabajadores de las empresas más comprometidas por lo cual no sólo debieran deteriorarse las variables promedio de la economía sino que la caída debería ser particularmente intensa en las empresas más pequeñas. Si analizamos ambos paneles del Gráfico 3 veremos que efectivamente eso ha ocurrido. En el contexto de caída de los salarios promedio, los asalariados de los establecimientos más grandes han logrado ampliar las brechas respecto al promedio (Panel A), escapando relativamente a ese deterioro, mientras que en los establecimientos más pequeños las remuneraciones acompañaron la debacle general. En relación a la incidencia de la precariedad vemos idéntica situación (Panel B). No sólo en los establecimientos más pequeños el porcentaje de trabajadores precarios es marcadamente más elevado si no que además han evolucionado de peor manera. Como vemos, el deterioro promedio de las condiciones de empleo ha sido una constante desde la década del setenta y particularmente para los empleos de los establecimientos más pequeños.24 de mínima en tanto supone un salario real promedio constante (sin ningún aumento) durante cuatro décadas. Existen otras formas de cálculo de esta masa de riqueza extraordinaria transferida de los trabajadores al capital. Ver Espro, M. y D. Zorattini: “La miseria de las PYMES. Pobreza y desarrollo en la Argentina reciente”, V Jornadas de Economía Crítica, Córdoba, 2012; Kennedy, D. y J. M. Graña: “Producción y apropiación de la (nueva) riqueza social en Argentina: salario real y productividad en el siglo XXI en perspectiva histórica (1935-2010)”, V Congreso ALAP, Asociación Latinoamericana de Población, Montevideo, 2012, e Iñigo Carrera, 2007, op. cit. 24 Donde se mezclan empresas pequeñas “independientes” con rezagos productivos importantes con otras generadas como resultado de procesos de tercerización donde son justamente tales peores condiciones laborales las que generan la posibilidad de una valorización más acelerada de las grandes.

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Gráfico 3. A) Salarios relativos por tamaño de establecimiento (100% = promedio) y evolución del salario real total (eje derecho) y B) Incidencia de la precariedad por tamaño de establecimiento. GBA, 1974-2012 180 170 160 150 140 130 120 110 100 90 80 70 60

2011

2012

2010

2009

2008

2007

2006

2005

2012

Salario en Est. 41 - 100

2004

2003

2002

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

1990

Salario en Est. 6 - 40

2011

Salario en Est. 1 - 5

1989

1988

1987

1986

1985

1980

1974

50

Salario en Est. 100 y más

80

70

60

50

40

30

20

10

Prec. en Est. 1-5

Prec. en Est. 6-40

Prec. en Est. 41-100

Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.

Prec. en Est. 100 y más

Total

2010

2009

2008

2007

2006

2005

2004

2003

2002

2001

2000

1999

1998

1997

1996

1995

1994

1993

1992

1991

1990

1989

1988

1987

1986

1985

1980

1974

0

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Algunas líneas a futuro Las condiciones estructurales de la economía argentina, aquí representadas por la industria manufacturera, son extremadamente conocidas y la literatura al respecto es sumamente extensa. De manera resumida, nos enfrentamos a una estructura de baja productividad, con escasa capacidad exportadora y las pocas experiencias de relativo éxito se vinculan al procesamiento de mercancías que portan renta. Ahora bien, normalmente al analizar las consecuencias de tales condiciones estructurales no suelen tomarse en cuenta ni la abismal distancia que debe compensarse para que la industria argentina pueda enfrentar la competencia internacional ni cómo las transformaciones en la acumulación de capital a nivel mundial han afectado la capacidad de lograrlo. En este sentido, en el presente artículo intentamos mostrar cómo esas condiciones estructurales –ante la insuficiencia de otras fuentes de compensación- generan la necesidad del deterioro de las condiciones laborales para sostener la acumulación de capital. A partir de la apertura comercial iniciada en la década del setenta ese límite comenzó a expresarse crudamente generando, más allá de las coyunturas económicas y políticas particulares, un deterioro cuya expresión máxima es el año 2002. Durante la última década, el crecimiento de los flujos de renta de la tierra permitió redinamizar la acumulación de capital y reducir la necesidad de compensaciones desde la clase trabajadora. Sin embargo, y lamentablemente, al no superarse ese rasgo estructural y ante la reducción de los flujos de renta la necesidad de deterioro de las condiciones laborales vuelve a surgir. En este contexto, los argumentos más escuchados tienden a cargar sobre los trabajadores las diferentes problemáticas del desempeño económico nacional: son los culpables de la inflación (por “puja distributiva”) y mediante ella de la pérdida de “competitividad”. Sin embargo, la caída de sus salarios fue justamente lo que abrió un espacio de acumulación que no podía mantenerse indefinidamente, el cual debía ser garantizado por una reducción de la brecha internacional de productividad que nunca ocurrió. Para lograr el crecimiento de las remuneraciones es necesario conformar capitales que puedan competir en el mercado mundial sin necesidad de fuentes de compensación, particularmente la salarial. Para ello, nuestro país cuenta con la renta de la tierra que permitiría

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constituirlas. Sin embargo, el “consenso” se muestra contrario a la constitución de empresas –públicas o privadas- de escala internacional.25 Todo lo cual expresa cuán lejos estamos de poder superar estas características estructurales. Pero, mientras eso no se modifique seguiremos viviendo al ritmo de la renta y sus crisis que hunden las condiciones de vida de los trabajadores. Recibido: 19/11/2013 Aceptado: 17/2/2014

Kornblihtt, J.: Crítica del marxismo liberal. Competencia y monopolio en el capitalismo argentino, Investigaciones CEICS Nº 5, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2008. 25

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