El problema del dolor (C.S. Lewis).docx

May 22, 2017 | Autor: G. Montesdeoca | Categoría: Literature, C.S. Lewis, Filosofía, Literatura inglesa
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Descripción




«El problema del dolor – C.S. Lewis »

(Reseña Crítica)


Dios nos habla por medio de la conciencia, y nos grita por medio de nuestros dolores. C. S. Lewis – El problema del Dolor -

Lewis, C. (1995). El problema del dolor (Quinta ed.). (S. Bunster, Trad.) Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

C. S. Lewis en el año 1940 después de su conversión, escribió un pequeño ensayo titulado El problema del dolor en el que aborda, desde una perspectiva cristiana, cuál es el sentido del sufrimiento y cómo puede armonizarse la existencia del dolor con la Bondad y la Omnipotencia de Dios. En estas páginas que se va analizar, Lewis reconoce que es muy difícil imaginar un mundo en el que Dios corrigiera los continuos abusos cometidos por el libre albedrío de sus criaturas. Un mundo donde el bate de béisbol se convirtiera en un papel al emplearlo como arma, o donde el aire se negara a obedecer cuando intentáramos emitir ondas sonoras portadoras de mentiras e insultos. El propósito que Lewis posee en este texto es resolver el problema intelectual que se le presenta a la persona que sufre. Por ello, ante esta interpretación intelectual sobre el problema del dolor es una necesidad urgente mostrarle el camino a la persona que sufre, ya que el aquejado no solo se duele de padecimientos físicos sino también de la misma conciencia del dolor como aporía, es decir, como un callejón que no posee salida. Por esta razón, el problema del dolor es algo que el hombre en su existencia no puede evadir. Con todo ello, Lewis señala que una filosofía del dolor nunca podrá llegar a ser un analgésico adecuado para embotar el sufrimiento.
En el primer capítulo Lewis señala que cuando él era ateo si alguien le hubiese preguntado ¿por qué no cree en Dios?, la respuesta sería porque observé el universo en que vivimos y me di cuenta de que era un espacio vacío, completamente oscuro e increíblemente frío. Luego continua formulando otra pregunta que versa así ¿cómo es la vida mientras dura? El sostiene que se da de un modo tal, que todas sus formas pueden vivir solamente mediante la depredación. Con esta idea Lewis hace alusión a la muerte en las formas inferiores, mientras que en el hombre se da un efecto llamado conciencia, por medio del cual se es consciente del dolor que se sufre y que puede ocasionar hasta la muerte.
Por otro lado nos desea demostrar que hay unos elementos que juegan un papel fundamental en las religiones. Estos aspectos los clasifica en tres pero añade uno más en cuanto al cristianismo. El primer aspecto que nos señala es lo que se nos presenta como algo medianamente extraño, que va a denominar como numinioso. El autor para explicar este término recurre al ejemplo de un tigre en un cuarto contiguo. Por ello, señala que cuando el hombre pasa del miedo físico al pavor y al temor reverencial, da un gran paso y percibe algo que jamás podría serle transmitido – como es la idea de peligro –, por los hechos físicos y por las deducciones lógicas que se puedan hacer a partir de estos. Por otro lado señala que lo numinoso no es sinónimo de lo moralmente buen, y es probable que un hombre sobrecogido de temor reverencial, si se le deja solo, considere que el objeto numinoso está más allá del bien y el mal. Luego, nos muestra que el segundo elemento de la religión es la conciencia, no solamente una de una ley moral, sino de una ley moral que es aceptada y desobedecida al mismo tiempo. Ante esta afirmación Lewis dirá que la experiencia moral y la experiencia numinosa distan de ser lo mismo, que pueden existir durante períodos bastante prolongados sin establecer contacto alguno. La tercera etapa se da en la religión cuando los hombres identifican estas experiencias, cuando el poder numinoso por el cual sienten temor reverencial se convierte en guardián de la moral que les rige. Finalmente señala que el cuarto aspecto de la religión consiste en un hecho histórico. Por esto acude a que hubo un hombre nacido entre los judíos que afirmó ser, o ser hijo de, o ser uno con ese algo que es el pasmoso visitante de la naturaleza y, a la vez el dador de la ley moral. El cuarto aspecto o elemento de la religión es un hecho histórico. Ya que hubo un hombre nacido de entre judíos que afirmó ser, o ser hijo de, ser "uno con" ese algo que es el pasmoso visitante de la naturaleza y, a la vez, el dador de la ley moral. Finalmente en este apartado Lewis señala que en cierto modo el cristianismo más bien crea el problema del dolor en lugar de resolverlo ya que este no sería problema alguno a no ser que junto con la experiencia cotidiana de este mundo doloroso recibiéramos la certeza de que la realidad esencial es justa y amorosa.
En el segundo capítulo, Lewis, nos expone sobre la omnipotencia divina. Este literato aborda el problema del sufrimiento humano desde una aclaración de términos. Se enfrenta a la pregunta dilemática: ¿cómo Dios siendo bueno y a la vez omnipotente permite que las personas sufran? Para esto define el significado de omnipotencia para la fe cristiana, y luego define el concepto de bondad divina. Omnipotencia es, según C.S. Lewis, "poder para hacer todo o cada cosa". Pero más que una definición plana, omnipotencia implica que el acto que se demanda o se espera del ser omnipotente se lleve a cabo dentro del campo de acción en que ese ser es omnipotente. La omnipotencia tiene que ver con la naturaleza del ser omnipotente, y ese ser no puede realizar acto alguno en contra de su propia naturaleza. De esa manera, Dios es Omnipotente en la medida en que opera de acuerdo a su propia naturaleza y de acuerdo a las leyes de la naturaleza que él ha establecido. Y ya que Dios, además de ser Omnipotente y Bueno también es Santo, no puede eliminar el sufrimiento sin antes hacer que su propósito se cumpla en la vida de los seres humanos.
Según Lewis, la omnipotencia divina debe actuar con la materia prima que esta tiene: seres humanos pecadores; y a causa de ese pecado, Dios no puede simplemente quitar el dolor, porque primero tiene que tratar con las personas mismas, con lo que realmente les está impidiendo vivir, que es el pecado. Además, ésta omnipotencia no está en disonancia con los demás atributos de Dios, como la justicia o la santidad, y no puede irse contra ellos para quitarle el sufrimiento a las personas. El sufrimiento puede ayudar a la gente a darse cuenta de que necesita a Dios, y es el vehículo por medio del cual Dios actúa para perfeccionarla.
Lewis en el tercer capítulo identifica a la bondad divina con el amor divino. Expone que el concepto moderno que se tiene de la bondad de Dios es un concepto errado: Una cualidad de Dios completamente desconocida no puede proveernos fundamento moral para amarlo y obedecerlo. Si Él no es 'bueno' obedeceríamos, si en alguna manera lo hacemos, aunque solamente fuera por temor. Y estaríamos igualmente dispuestos a obedecer a un demonio omnipotente. La doctrina de la total depravación –cuando se llega a la conclusión de que, dado que somos totalmente depravados, nuestra idea del bien no vale nada- puede así convertir al cristianismo en una forma de culto al demonio .

Por otro lado, señala que la bondad de Dios hoy en día se entiende como una especie de cariño hacia las creaturas. Ante esta imagen de la bondad, el literato indica que nos fascinaría un Dios que dijera de todo aquello que nos gusta hacer: ¿qué importa, con tal que estén contentos? Ante este planteamiento nos da a entender que no queremos un Padre en los cielos, sino más bien un abuelito; una benevolencia senil a la que le guste ver a los jóvenes entretenerse. Luego, establece una diferencia entre amor y benevolencia. La benevolencia – para Lewis – está pronta a aceptar la remoción de su objeto; señala que todos hemos conocido personas cuya benevolencia constantemente los lleva a matar animales para que no sufran. A la benevolencia no le preocupa el que su objeto hacia al cual se dirige se vuelva bueno o malo con tal que este no sufra. Luego, si Dios es amor, Él es más que una simple benevolencia, ya que a pesar de haber condenado y reprendido al hombre jamás lo ha mirado con desprecio, sino que se ha rebajado hasta amar del todo al hombre. La relación que existe entre Creador y creatura, es única y no se la puede comparar con ninguna relación entre una creatura y otra. Es sorprende para este autor percibir que Dios se encuentra a la vez más distante y más cercano de los hombre que ningún otro ser. También es sorprendente ver como Dios en cada momento de nuestra vida es sostenido por Él; nuestro pequeño u milagroso poder de libre albedrio opera solamente en cuerpos que la continua energía de Dios mantiene en existencia.

Lewis sugiere que la bondad divina duele, porque lo que busca es el bien de los seres humanos. Ya que Dios es quien conoce cuál es el bien de las personas, actuará en busca de esto, aunque a las personas no les guste y aún sufran. Dice que la bondad de Dios no es "una benevolencia senil que somnolientamente desea que usted sea feliz a su propia manera, ni tampoco la impasible filantropía de un magistrado escrupuloso, ni la solicitud de un anfitrión deseoso de atender bien a sus huéspedes". Define a la bondad divina como amor: un amor transformador de la persona amada; "se trata del propio fuego consumidor, el Amor que hizo los mundos, persistente como el amor del artista por su obra y despótico como el amor del hombre hacia su perro, providente y venerable como el amor del padre por su criaturita; celoso, inexorable y exigente como el amor entre los sexos". Así que la verdadera causa del sufrimiento humano es el amor de Dios, y la condición de éste sufrimiento es el pecado. El amor de Dios busca transformar y perfeccionar a las personas, y por esto produce dolor.

Finalmente, acude a aplicar algunas analogías pero una de las que más deja entrever que le llama la atención al escritor es la siguiente: El amor de Dios por el hombre y el de un padre por un hijo. Señala que Jesucristo usó esta analogía en su época y en dicho tiempo la autoridad paterna era muchísimo mayor de lo que se encuentra en la Inglaterra moderna de Lewis. Luego explica que este símbolo que se manifiesta entre el amor de un padre hacia su hijo quiere decir, de manera esencial, que existe un amor autoritario y un amor obediente. El padre usa la autoridad para hacer del hijo esa clase ser humano que él, con justa razón y desde su sabiduría mayor, quiere que este sea. Incluso el que alguien hoy en día dijera, amo a mi hijo, pero no me importa que tan sinvergüenza sea con tal que lo pase bien, no tendría significado alguno el amor paternal.
En el cuarto capítulo Lewis expone qué es la maldad humana apelando al sentido común y a la experiencia del hombre para demostrar que todas las personas son malas en cuanto a que poseen en sí alguna semilla de maldad. Pero antes de mirar la maldad, la bondad, y el sufrimiento, Lewis presupone el libre albedrío. Ante esta presuposición éste escritor va a fundamentar toda su visión acerca del sufrimiento y la fe cristiana. No argumenta por qué cree en el libre albedrío, pero considera que es la piedra angular de todo su andamiaje teológico. La fuente de conocimiento de Lewis no es la teología moderna ni la crítica bíblica que surge en los siglos XIX y XX. Lewis es un amante acérrimo de literatura medieval, lo considera así Londoño, y su entendimiento de la fe parte de los autores más representativos de la iglesia antigua, patrística y medieval. Por ello, toma de Agustín que la maldad se debe a la mala elección del hombre. Por ésta misma vía, para Lewis es la elección humana la que produce el pecado; y la maldad ha sido y es una opción por la que el hombre puede optar, ya que es sólo dentro del espacio de la libertad que se puede amar. Lewis parte de ésta creencia; para él, el libre albedrío es necesario para elegir amar a Dios, porque si no existe la posibilidad de decir no, el amor no es una elección libre sino una obligación o una imposición en el hombre. Lewis ha expuesto que el libre albedrío presenta la opción de amar o no a Dios. No amar a Dios se llama pecado o rechazo total hacia su persona, y como tal es dolor en sí mismo, ya que se opone a Dios, que es el sumo bien de las personas. Ante esto, Lewis trata de demostrar que el sufrimiento sobreviene a la humanidad debido a su maldad, y que la maldad humana no es una ficción del moralismo cristiano. El objetivo de Lewis es demostrar que el ser humano es pecador, y que sabe lo que ello acarrea en su vida. Lewis va a usar las pruebas internas desde la conciencia humana y desde la tradición literaria para demostrar la maldad humana. Y luego, dará una mirada externa a la maldad humana, simulando una óptica no caída, perfecta, desde la cual se mira a un mundo pecador. Para Lewis, la maldad humana es algo antinatural, es algo que funciona mal dentro de todo el diseño de la creación. Ante esta problemática Lewis se vale también del sentido común y de la tradición cultural europea, y universal, para demostrar que el ser humano es malo, y que lo sabe en alguna medida. El primer argumento que usa es el argumento de la conciencia del hombre. Apela a la experiencia personal. Expone que cada persona sabe que es mala, y que trata de aparentar no serlo . Ya que el hombre busca esconderse entre el público para justificarse, Lewis cierra la vía al concepto de culpabilidad como conciencia o construcción social y elimina la falacia que dice que "el tiempo de por sí elimina el pecado", planteando que "todo tiempo es eternamente presente para Dios" . Dios siempre observa al hombre, y lo ve como un ser culpable. Lewis ataca la democracia del pecado, que dice que si todos son pecadores entonces no hay nada de malo en ser pecador; la respuesta que da a ésta objeción es que no todas las personas tienen un grado de maldad igual, sino que cada una es diferente en sus actos y responsabilidades. Lewis enfatiza la importancia de cada persona, y no del conjunto de las personas. De ello que apele a la experiencia de cada uno.
Luego de esto, Lewis da pruebas externas de la culpabilidad del hombre ante Dios. Establece como paradigmas a diferentes personas que vivieron en diferentes épocas y que fueron capaces de tener vidas moralmente correctas. Estas personas, según Lewis, tienen muchas cosas en común, y la ética que tuvieron fue más elevada que las de sus contemporáneos, y sigue siendo más elevada que la de mayoría de la gente. Menciona a personas como Sócrates, Cristo, Gotama, Jeremías o Zaratustra, y dice que si todos los demás fueran como ellos, la tierra sería perfecta Luego, Lewis especifica que "las diversas épocas y culturas pueden ser consideradas como 'ghettos' al compararlas unas con las otras". El autor irlandés se adelanta a las posibles objeciones que puedan oponerse a su argumentación. Primero acude a la objeción popular sobre la benevolencia, que cree que la benevolencia es la única virtud moral válida, y que si una persona tiene benevolencia no necesita otras virtudes como la fe o la castidad. Rebate éste argumento citando a Platón: "La virtud es una. No se puede ser bueno a menos que se posean todas las demás virtudes". Al decir esto, se está refiriendo a lo Uno de Platón, en que todas las virtudes hacen parte de eso Uno que es la virtud. Una sola virtud no es suficiente para que haya realmente virtud, pues la virtud es la suma de todas las virtudes. Así que nadie es realmente bueno según Lewis, aunque se pueda tener noción de qué es lo bueno. La otra objeción que refuta es el agnosticismo moral. Este dice que la moral de Dios es más alta que la moral de los hombres, y que no se puede conocer. Lewis argumenta que el hombre tiene una moral caída, incompleta, pero que no está del todo en contra de la moral perfecta de Dios, ya que el hombre sigue siendo Imago Dei. Lewis propone que los hombres tienen escrita en sus corazones la ley moral. Por ello se percatan de que están lejos de ser buenos, y lejos de su fin amado que es Dios. El apoyo para decir esto es la literatura paulina . Dice que todas las personas saben que han infringido la ley. Lewis no pretende afirmar la doctrina de la depravación total. Dice que no cree en esa doctrina, sobre éste fundamento lógico: si la depravación humana fuera total, no sabríamos que somos depravados, y… la experiencia nos demuestra que existe mucha bondad en la naturaleza humana. A pesar de esto, la posición de Lewis en cuanto a la depravación no libra al hombre de ser depravado ni malo. Éste es uno de los pilares de todo el pensamiento de Lewis, del que se aferrará para valorar cristianamente la moral humana. Al hablar de individuos que tienen una moral elevada, como Sócrates, Jeremías o Zaratustra, Lewis no pretende ensalzarlos o mostrarlos ante los hombres como santos o personas perfectas. Lo que trata es de mostrar el paradigma moral que fueron en su época, y que en la época en la que él escribiera, también seguían siendo paradigmas. Y a partir de ellos como luces opacadas también por el pecado, mostrar que todos los seres humanos son pecadores. Dentro de ésta disertación, el libre albedrío y el pecado juegan un papel muy importante en relación con el sufrimiento. El sufrimiento, según Lewis, entró en la vida humana debido al pecado, y el pecado fue la elección que hizo el hombre ante la alternativa de amar o no a Dios. El ser humano decidió ser su propio dios, y entonces Dios, por misericordia, le envió el sufrimiento para que se acordara que estaba separado de su Creador. Aquí es donde Lewis profundiza en la naturaleza del pecado original, en cuál fue ese pecado que hizo que el sufrimiento entrara en la vida humana.

En el quinto capítulo desarrolla la idea sobre la caída del hombre. Habiendo ya explicado que todas las personas están bajo pecado, Lewis se pregunta cuál es el tipo de pecado que originó el sufrimiento. Éste autor llama pecado al abuso del libre albedrío; y, más que una herencia de los antepasados, considera que el pecado es una decisión que cada persona toma delante de Dios, apartándose de Él, decidiendo desobedecerle. Por ello en este apartado aborda el significado a partir de la simbología presentada en la narración de Génesis tres. El pecado original, para él, es un acto de desobediencia que va más allá de una inmoralidad social que el hombre primitivo haya cometido. Es un pecado específicamente contra Dios. El pecado que en esas condiciones pudo haber cometido el ser humano ante Dios, es el orgullo, según expone Lewis. Lewis hace uso del "Yo" y de Dios como una disyuntiva en la que el hombre tiene qué elegir: "Desde el momento en que una criatura se vuelve consciente de Dios como Dios, y de sí misma como un yo, queda abierta la terrible alternativa de elegir a Dios o al 'yo' como centro" . Ésta afirmación la demuestra desde lo individual y cotidiano, en que las personas se eligen a sí mismos en lugar que a Dios. El pecado es un proceso, el cual, inicia con los pensamientos buenos, hasta que éstos se convierten en un fin en sí mismos, y luego su fin es el placer, hasta que finalmente llegan a alimentar al "Yo" de una manera que no piense sino en sí mismo y se olvide de Dios y de los otros. Para Lewis, éste es el único pecado que se puede concebir como la caída original, ya que el hombre primitivo se estaba dando cuenta apenas de su propio "Yo" y de los otros como tales. Así, fue tentado para hacer de eso "Yo" el eje de su propia existencia, la medida de todas las cosas, excluyendo a Dios, Creador del universo y Dador de la vida. El ser humano entonces, afirma Lewis, perdió su autoridad sobre la creación y fue sometido a las leyes de la creación. Por esto le vino el dolor, la vejez y la muerte. Quedó encerrado en su propio "Yo"; y sin embargo, Dios le dio la posibilidad de retornar a Él, mediante un esfuerzo doloroso de arrepentimiento.
Finalmente, acogiéndome a un comentario hecho por Londoño, se sostiene que Lewis no propone una nueva teología sobre el asunto de la caída. Toma la posición tradicionalmente más aceptada y la presenta en forma literaria. Para él, la caída del ser humano se debe a lo mismo que la caída de Satanás: al orgullo, ya que el orgullo es poner al "Yo" y sus intereses por encima de Dios y los otros, y así encerrarse en sí mismo hasta terminar odiándolo todo.

En el sexto y séptimo capítulo versan sobre el dolor humano. Lewis señala que el sufrimiento es un don de la gracia divina para que el ser humano vuelva a Dios. Ya que el pecado está enraizado en el orgullo, es olvidarse de Dios y poner el "Yo" como supremacía, entonces el sufrimiento es usado por Dios para vencer el orgullo humano, para reflejar que el ser humano está en una condición miserable, y que necesita de la salvación y del amor eternos. El autor utiliza dos capítulos de éste libro para referirse específicamente al dolor humano. Propone que el dolor le es necesario a las personas porque están caídas, y Dios les demuestra su error por medio del sufrimiento. El dolor es el llamado divino al mundo que no quiere oírlo. Lewis afirma que el dolor es necesario para que el ser humano retorne a Dios por varias razones:
En primer lugar señala que el hombre está encerrado en su propio "Yo", y dejar de hacer lo que se ha hecho por mucho tiempo es doloroso: "Devolver la voluntad que por tanto tiempo hemos reclamado como la nuestra es en sí, dondequiera y como quiera que se haga, un dolor atroz" . Renunciar a la voluntad propia duele. Además, dice Lewis, el dolor hace parte del juicio natural de Dios, del "castigo retributivo" al hombre, y es en medio del dolor que el hombre se pregunta qué maldad ha cometido y puede llegar a comprenderla .
Luego que el sufrimiento "destroza la ilusión de que lo que tenemos, ya sea bueno o malo en sí mismo, es nuestro y suficiente para nosotros". Por lo tanto, el dolor hace que el individuo vea que todo pertenece a Dios, incluso su propia vida, y que es el Único suficiente para hacer felices a las personas.
Por otro lado que el dolor está implícito en el abandono de las personas en Dios, para evitar el hedonismo: "La completa expresión del abandono en Dios, exige dolor; esta acción, para ser perfecta, debe realizarse por el solo deseo de obedecer, en ausencia o en oposición a la inclinación". Lewis, tomando como punto de partida su propia experiencia, reconoce "lo imposible que es ejercer el abandono de uno mismo, haciendo lo que a uno le place". Por esto el entregarse a Dios no es tan cómodo; es una cuestión no de comodidad sino de verdad y veracidad divinas. El entregarse a Dios no tiene como objetivo final el placer, sino que el objetivo final del sometimiento a Dios es Dios mismo, es volver a Él como la supremacía de todas las cosas.
El propósito de estos capítulos en cuanto al sufrimiento para C.S. Lewis es "perfeccionar al hombre". Para Lewis, "perfeccionar al hombre" no tiene un sentido meramente moral ni social. Se trata de un perfeccionamiento ontológico, dar al ser humano una naturaleza distinta, hacer que el "Yo" tome una identidad en Cristo, una identidad cristiana, completamente ligada a Dios. El autor ve que la manera de perfeccionar al ser humano orgulloso es haciéndolo humilde. Para hacer que el ser humano sea humilde, el único medio es humillarlo, y esto se logra por medio del sufrimiento. El ejemplo paradigmático para Lewis es Jesús, pues no fue humillado simplemente para hacer enrojecer al que lo golpeaba cuando le puso la otra mejilla, sino para ser perfeccionado, como dice la carta a los Hebreos, para guiar a muchos por éste camino de transformación misma del ser en un mundo lejano a obedecer a Dios.

En el octavo capítulo Lewis se dedica a explicar la doctrina sobre el infierno. El autor comienza señalando que en los capítulos anteriores ha hablado sobre la libertad de libre albedrio, la cual es un arma de doble filo cuando no se usa bien. También señala que ha dejado por sentado que el dolor puede despertar en la conciencia del hombre una rebeldía sin final y sin arrepentimiento. Dentro de estos párrafos también va señalando que esta doctrina acerca del infierno va dirigida de manera especial a la conciencia y a la voluntad y no a la curiosidad intelectual que se despierta en el hombre. También señala que esta doctrina da pie a que se ataque al cristianismo de bárbaro y donde la bondad divina es impugnada.
Luego, señala que en este apartado no tratará de probar que esta doctrina, acerca del infierno, es tolerable, sino que intentará mostrar que la doctrina es moral, mediante una crítica a las objeciones que de manera común se hacen contra este planteamiento. La primera objeción que plantea versa sobre la existencia de muchas mentes que se oponen a la idea de castigo retributivo. Ante esta refutación vuelve a afirmar lo que ya había tratado en uno de los capítulos anteriores: que el castigo se volvía injusto si se eliminan las ideas de merecido y retribución. Por ello descubrió que ante todo esto hay un fondo de justicia dentro la propia pasión vengativa; en aquella exigencia de que el hombre malvado no quede absolutamente satisfecho con su propio mal. Dentro de este contexto también se sirve de la idea de Santo Tomás de Aquino sobre el sufrimiento, para expresar que el sufrimiento no es bueno en sí mismo, pero que de algún modo posee una cierta bondad. También se sirve de esta doctrina tomista para indicar que si el mal está presente, el dolor de reconocerlo, al ser un tipo de conocimiento, es relativamente bueno, ya que la alternativa es que el alma ignore el mal, o ignorase que el mal es contrario a su naturaleza; cualquiera de ellos señala Santo Tomás, es manifiestamente malo.
Seguidamente Lewis define el infierno como un castigo positivo, retributivo, impuesto por Dios. Se podría deducir que para este escritor la pena del infierno es algo adecuado para aquellos hombres que se han alejado de Dios y le han dado mayor cabida al "YO". Luego señala que Jesucristo a menudo muestra que el infierno se va a dar a los hombres como una sentencia impuesta por un tribunal. También señala que en otro lado Nuestro Señor indica que muchos hombres prefieren las tinieblas a la luz. Entonces para Lewis, ante estas palabras de Jesús, queda abierta la posibilidad de pensar en la perdición de un hombre malo, no como una sentencia que le ha sido impuesta, sino como el simple hecho de ser lo que él es, es decir, que cada sujeto recibe lo que él ha labrado con su propia vida en este mundo.
La segunda objeción que plantea – como dice Lewis – fija su mirada en la aparente desproporción entre la condenación eterna y el pecado transitorio. Primero comienza explicando que el libre albedrio del ser humano habría contribuido con la línea de base que llamamos vida terrenal y ante esta existencia usted traza su línea de base torcida, todo lo sólido se encontrará en el lugar equivocado. Luego trata de hacer algo más comprensible esta objeción señalando que la muerte no debería ser el fin, que debería haber una segunda oportunidad.
La tercera objeción que nos propone Lewis fija su atención en la pavorosa intensidad de las penas del infierno. En primer lugar, nos recuerda que Nuestro Señor habla del infierno bajo tres símbolos: Primero aquel de castigo (eterno suplicio Mt. 25, 46), segundo aquel de destrucción (temed al que puede arrojar alma y cuerpo al infierno Mt 10, 28) y por último aquel de privación, exclusión o destierro a las tinieblas de afuera. También señala que la imagen del frecuente del fuego es significativa, porque combina las ideas de tormento y destrucción. Luego, señala que en toda nuestra experiencia la destrucción de una cosa significa el surgimiento de otra. Por ejemplo, al quemar un leño, se obtiene gases, calor y cenizas. Finalmente, en esta objeción, señala que para entrar al cielo es necesario volverse más humano que lo que jamás logrará serlo en la tierra; entrar al infierno es ser desterrado de la humanidad. Siguiendo esta idea sobre el infierno señala que aquello que es lanzado no es el hombre sino sus restos, entendiéndose por estos el alma de dicho sujeto con todo y sus vicios (supremacía del yo y un total dominio de las pasiones sobre la voluntad).
La cuarta objeción trata de que ningún hombre caritativo podría ser bienaventurado en el cielo, mientras supiese que tan solo un alma humana se encontrara en el infierno; y si es así – se pregunta Lewis – ¿somos más misericordiosos que Dios? Lewis indica que tras de esta objeción se encuentra una imagen mental donde el cielo y el infierno coexisten en una misma línea de tiempo. Es decir que nosotros los hombres nos hemos hecho una imagen del cielo y del infierno; esto se ve muy reflejado cuando nos referimos a ellos. Por ejemplo, para indicar el cielo señalamos hacia arriba y lo identificamos como un lugar de paz, silencio, descanso, etc.; mientras que para el infierno señalamos hacia abajo y nos imaginamos un lugar con fuego, torturas, sed, dolor, etc. Lewis indica que la confinación al fuego eterno es generalmente considerada como el final de la historia y no como el comienzo de una nueva vida; debido a que el alma quedará condena para siempre a las penas del infierno gracias a su estado de rechazo voluntario hacia Dios. En las últimas líneas Lewis señala algo que es muy alentador para el hombre sabemos mucho más acerca del cielo que del infierno, porque el cielo es el hogar de la humanidad y, por lo tanto, contiene todo aquello que está implicado en una vida humana glorificada; pero el infierno no fue hecho para los hombres. Esta idea es muy cierta, en la naturaleza del hombre no hay cabida para la infelicidad. El hombre ha sido creado para ser feliz, en su corazón está ese deseo ardiente de la divinidad; pero lamentablemente por nuestra propia decisión y por nuestras acciones decidimos acercarnos o alejarnos de ella por nuestra libertad.
Finalmente, se objeta que la pérdida final de una sola alma, significa la derrota de la omnipotencia. Para Lewis esto no se da así ya que considera a los condenados, en cierto sentido exitosos, porque son rebeldes hasta el fin. Debido a que disfrutan para siempre de la horrible libertad que han exigido y, por lo tanto, son esclavos de sí mismos, tal como los bienaventurados al someterse para siempre a la obediencia, se vuelven más y más libres a través de toda la eternidad.
En noveno capítulo va a hablar sobre el problema del dolor animal, del cual solo basta quedarnos con algunas ideas claves que propone el autor. En una primera instancia Lewis señala que la explicación cristiana al dolor humano no puede ser aplicada o extenderse al dolor animal. Ya que sostiene que hasta donde se sabe las bestias son incapaces ya sea de pecado o virtud, por ello recalca que jamás se debe permitir que el problema del sufrimiento animal se convierta en el centro del problema del dolor. Ante esta postura de Lewis hay que entenderla bien, él señala que jamás se debe poner en la base del dolor el sufrimiento de los animales ya que estos no saben o no son consciente de que sufren; en cambio el hombre es consciente de que sufre y ese sufrimiento lo puede convertir en bálsamo para el alma.
Finalmente, en el décimo capítulo va a tratar la cuestión del cielo. Comienza señalando aquella frase de San Pablo, en la que este indica que estoy persuadido de que los sufrimientos de la vida presente no son de comparar con aquella gloria venidera que se ha de manifestar en nosotros. Para Lewis a este cielo irán los puros de corazón, es decir, aquellos que han vivido en la presencia de Dios de manera permanente en esta vida terrena, no por miedo, sino por un amor que es más fuerte que el miedo. Ante esto señala que solo los hombres puros anhelan contemplar a Dios.
Luego señala que hoy nos avergonzamos mucho aun sólo de mencionar el cielo. Le tenemos miedo a la burla acerca de los "castillos en el cielo" y a que se nos diga que estamos tratando de "escaparnos" del deber de hacer un mundo feliz aquí y ahora, con sueños de un mundo feliz en otro lugar. Pero, o hay "castillos en el cielo", o no los hay. Si no los hay, entonces el cristianismo es falso, ya que esta doctrina es parte de todo su tejido. Si los hay, entonces, esta verdad, al igual que toda otra, debe ser enfrentada, sea útil o no en reuniones políticas.
Por otro lado, señala que en cada alma se encuentra una firma la cual puede ser un producto de herencia y medio ambiente, pero eso solamente significa que la herencia y el medio ambiente se encuentran entre los instrumentos mediante los cuales Dios crea un alma. Finalmente, indica que la diferenciación eterna de cada alma —el secreto que hace de la unión entre cada alma y Dios una especie en sí—jamás revocará la ley que prohíbe "poseer" en el cielo. Con respecto a sus semejantes, cada alma, suponemos, estará eternamente abocada a entregar a todos los demás aquello que recibe. Y con respecto a Dios, debemos recordar que el alma no es más que un hueco que llena Dios. Su unión con Dios es, casi por definición, un continuo abandono de sí —un abrirse, un descubrirse, una entrega de sí.
Este texto – El problema del dolor – a través de un lenguaje sencillo y entendible, C. S. Lewis explica en su libro por qué los hombres tenemos que enfrentarnos ante el problema del dolor, cuáles son sus causas, porqué existe, cuál es la finalidad del dolor, cómo se diferencia el dolor humano del animal, etc., ayudando así a comprender esta problemática desde lo más profundo de la existencia. Quizá hubiese sido enriquecedor que Lewis señale, de manera más explícita, aquella idea del sufrimiento como castigo, ya que una lectura superficial de la misma conllevaría a malos entendidos. Este punto me ha llevado a la reflexión y me ha hecho pensar que el sufrimiento aparte de ser considerado como un castigo, posee una dimensión educativa en el sujeto que padece este sufrimiento, ya que Dios, como buen Padre, movido solo por el amor y la misericordia, corrige para llevar a la conversión de las persona. Por ejemplo, hay un testimonio de una persona que estimo mucho – y que por respeto a su persona no lo menciono – una vez que cayó enfermo de cáncer terminal se hacía la siguiente pregunta ¿de qué enfermedades espirituales querrá curarme Dios con esta enfermedad-medicina con la que aflige mi cuerpo? Y esta se respondía: Esta enfermedad puede libertarme de apegos, me puede ayudar a descubrir el verdadero sentido de la vida, me puede ayudar a descubrir otros valores… Ante este ejemplo me parece muy iluminador un texto de Ramón Lucas Lucas, en el cual trata sobre el problema del sufrimiento y cómo debe el hombre asumirlo en su existencia. Este texto versa así: Todos los seres humanos nos preguntamos, algunas vez en nuestra existencia, ¿por qué el sufrimiento? Esta pregunta es muy polémica en nuestros días ya que para muchos resulta tortuosa, hasta hacerles llegar a la conclusión de que carece de alguna respuesta concreta. Por ello, algunos afirman que parece imposible que exista un Ser Todopoderoso y Misericordioso, el cual, consienta las desgracias que ocurren en este mundo y de manera especial en cada uno de los seres humanos. Con lo anterior cabe hacer énfasis en los siguientes puntos que propone Lucas y que de alguna u otra manera los desarrolla muy bien Lewis:
Sufrimiento y omnipotencia de Dios: Misterio y contradicción.
En primer lugar, Santo Tomás señala que el mal es la carencia de bien. Para que exista el mal debe existir el bien, ya que sin el bien el mal no posee una consistencia ontológica de la cual pueda valerse para existir. Por otro lado, a lo largo de la historia algunos estudiosos y filósofos han presentado algunas tesis en relación con este tema. Por ejemplo, la secta maniquea sostenía que en el mundo existen dos fuerzas la del bien y la del mal, las cuales se encuentran en una constante disputa. Otros en cambio, para evitar este paradigma recurren a negar la existencia de Dios. Finalmente, hay quienes dicen que Dios existe, pero que una vez creada la criatura se olvida de él y por eso es que sufre. Ante estos planteamientos, se puede deducir que el hombre sufre dado lo siguiente:

Por su condición física, el hombre es un ser finito (materia y forma) se encuentra de cara al padecer enfermedades, malestares e inclusive la muerte.
Por su facultad volitiva, por lo cual el hombre puede autodeterminarse a querer o no querer algo.
Con lo anterior, se puede afirmar dos cosas. La primera, el sufrimiento desde el punto de vista físico es inevitable ya que el hombre al ser finito se encuentra sujeto de irse desganando con el pasar del tiempo. Por ejemplo, una persona de 75 años no posee una salud perfecta como la de un joven de 20. Por ello, es de nuestra misma naturaleza el ir padeciendo enfermedades, desgastes en el cuerpo por nuestra misma condición humana. Segundo, en el campo moral el hombre se autodetermina estar con el Sumo Bien o alejarse totalmente de Él.
En conclusión, negar el sufrimiento o a Dios es caer en un absurdo ya que es evidente que estos dos existen.
Sufrimiento y fe cristiana
La fe cristiana y el sufrimiento van muy tomadas de la mano. Debido a que la fe cristiana, no olvida al hombre, sino más bien llena de sentido su anhelo de alcanzar la felicidad deseada. Por otro lado, la fe da sentido al sufrimiento, incluso cuando humanamente no se puede eliminar tal sufrimiento. Por ello, uno de los grandes maestros del sufrimiento es Jesucristo quien se encargó de convertir el sufrimiento en un medio para poder amar, para así convertir el sufrimiento no en algo pesado y estéril sino más bien todo lo contrario.
En conclusión, la fe cristina convierte el sufrimiento humano en un medio para poder amar y convertir su vida en una ofrenda de amor.

En términos generales, considero que este texto es bueno porque conduce de manera lenta y detallada al lector a conceptos o realidades difíciles de poder comprender. Además llama mucho la atención como el autor se involucra e involucra a su lector en el texto haciéndolo consciente de cada uno de los párrafos mediante preguntas, afirmaciones interesantes que llevan a la reflexión. De esta manera C. S. Lewis contribuye al objetivo principal de este texto que es mostrar al hombre qué es el dolor y a su vez cómo este lo debe afrontar.




Bibliografía
Lewis, C. (1995). El problema del dolor (Quinta ed.). (S. Bunster, Trad.) Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
Londoño Betancur, J. (2005). Relación entre los conceptos felicidad y sufrimiento en C.S. Lewis. (Seminario Bíblico de Colombia: Facultad de Teología Medellín) Recuperado el 05 de 10 de 2016, de Recursos teológicos. Materiales académicos para Pastores, predicadores y seminaristas: http://recursosteologicos.org/Documents/LewisTesis.htm
Lucas , R. (2008). Horizonte Vertical - Sentido y significado de la persona humana. Madrid: B.A.C.
Ratzinger, J. (2005). Dios y el mundo - Una conversación con Peter Seewald - Las opiniones de Benedicto XVI sobre los grandes temas de hoy. Barcelona: Liberdúplex, S. L.






Clive Staples Lewis, nació en la ciudad de Belfast el 29 de noviembre de 1898, popularmente conocido como C. S. Lewis, y llamado Jack por sus amigos, fue un medievalista, apologista cristiano, crítico literario, novelista, académico, locutor de radio y ensayista británico. Este gran literato ha sido reconocido por sus novelas de ficción, especialmente por Las cartas del diablo a su sobrino, Las crónicas de Narnia y la Trilogía cósmica y también por sus ensayos apologéticos – mayormente en forma de libro – como: Mero Cristianismo, Milagros y El problema del dolor, entre otros.
Cuando el dolor tiene que ser sufrido, un poco de valor ayuda más que mucho conocimiento; un poco de simpatía humana ayuda más que mucho valor, y el más leve rastro de amor de Dios es lo que ayuda más que cualquier otra cosa. C .S. Lewis, El problema del dolor, Santiago de Chile 1995, p. 10
Cfr. Págs. 13 - 26
Lo numinioso es con lo que nos identificamos, en un sentido interno, lo que es en sí introyectado, que solo es de conocimiento interno. Por ejemplo, la conmoción que producen los movimientos religiosos en los sujetos. (Otto, 1985, pág. 57)
Cfr. Págs. 27 – 37.
Cfr. Págs. 38 – 56.
Cfr. Págs. 57 – 70.
(Londoño Betancur, 2005, pág. 2)
(Londoño Betancur, 2005, pág. 6)
Cfr. Págs. 71 – 91.
De las influencias más importantes en C.S. Lewis para hablar de la vida paradisíaca y el pecado original está El paraíso perdido de John Milton. Lewis mismo escribió un comentario de ésta obra, en su época de profesor en Oxford. La imagen que usa Milton para narrar la caída es una batalla cósmica entre Dios y Satán, en la que Satán quiere usurpar el trono de Jesús y por ello incita a los ángeles a que lo sigan en contra de Dios. Satán es vencido y aprisionado en el infierno; pero escapa de allí para destruir la máxima creación de Dios: Adán y Eva. Se hace evidente en Lewis esta influencia, cuando Jadis entra en Narnia con el propósito de destruir la obra de Aslan, o cuando Weston viaja a Perelandra poseído por una fuerza maligna para destruir el mundo y los personajes creados por Maleldil para su adoración. En Narnia, la bruja decide destruir a los animales y a la tierra misma porque quiere ser la única que exista, quiere que su "Yo" sea sobre todo lo demás . En Malacandra, planeta mencionado en Más allá del planeta silencioso, primer libro la Trilogía Cósmica de Lewis, el gobernante de tal planeta narra lo que sucedió con el gobernante del planeta Thulcandra. (Londoño Betancur, 2005, pág. 8)
Éste pensamiento tiene raíces en San Agustín, quien afirmó en La Ciudad de Dios que el pecado es oponerse a Dios por medio del orgullo.
Cfr. (Londoño Betancur, 2005, pág. 9)
Cfr. Págs. 92 – 121.
Entendiendo este sometimiento no como un a esclavitud, sino como una entrega amorosa al ser amado. Por ejemplo, una pareja de esposos que se aman desde Dios cada uno se somete a la voluntad del otro, es decir, yo como esposo evitaría lo que a ella le desagrada aunque en un principio me sea difícil. Pero para el que ama no hay sometimiento tortuoso, sino una entrega radical al otro por amor.
Cfr. Págs. 122 – 133.
Señala el Cardenal Ratzinger: Si nos preguntamos qué es estar condenado, es "no poder hallar gusto en nada, no querer nada ni a nadie, ni tampoco ser querido. Estar expulsado de la capacidad de amar, y por tanto del ámbito de poder amar, es el vacío absoluto, en el que la persona vive en contradicción consigo misma y cuya existencia constituye realmente un fracaso" (Dios y el mundo, 176). "El infierno se representa normalmente con el fuego, con las llamas. El rechinar de dientes, sin embargo, surge realmente cuando se tiene frío. Aquí, la persona caída, con sus llantos y lamentos y gritos de protesta, evoca la imagen de estar expuesta al frío por negarse al amor. En un mundo completamente alejado de Dios, y por tanto del amor, se siente frío, hasta el punto de rechinar los dientes" (Ibídem, p. 188).
Summa Theologica, I, IIae, Q. xxxix, Art. i.
Aquí hace hincapié en que el concepto de segunda oportunidad no debe confundirse, ya sea con el purgatorio o con el limbo.
Cfr. Págs. 134 – 149.
Cfr. Págs. 150 – 163.
Rom. 8, 18.
Cfr. (Lucas , 2008, págs. 87 - 112)

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