El problema de conocer y dar a conocer

September 5, 2017 | Autor: Patricia Iriarte | Categoría: Estudios del Caribe, Pensamiento Caribeño
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Descripción

El problema de conocer y dar a conocer1 Por Patricia Iriarte “Hay momentos en la vida en los que la cuestión de saber si se puede pensar de modo diferente a como se piensa y percibir de otro modo a como se ve, es indispensable para continuar contemplando o reflexionando.” Esta muy sugestiva cita de Foucault en un artículo sobre globalización, cultura e identidad en el Gran Caribe (Bracho, 2004) resulta pertinente a la hora de estudiar ciertos conceptos fundamentales del discurso caribeño y de preguntarnos cómo ese discurso circula entre estudiantes, políticos, académicos, investigadores e incluso, medios de comunicación de la región. Porque el problema de la apropiación del conocimiento que han producido sobre la macroregión caribeña amplios sectores de la intelectualidad dentro y fuera de sus límites, tiene que ver con el problema de pensarnos de un modo diferente a como siempre nos hemos pensado y de vernos de un modo diferente a como siempre nos han visto. Si bien la literatura y la música son algunas de las áreas en las que se ha expresado el aporte ético y estético del Caribe a la cultura universal, existen también abundantes ejemplos de un vigoroso pensamiento caribe que se instaura cada día desde las calles, los centros académicos y los quehaceres culturales, es decir, desde la “inteligencia”2 regional. Conceptos como transculturación, criollización, antillanidad o realismo mágico, entre otros, surgieron de un fértil diálogo intercultural en el que han participado mentalidades como las de José Martí, Alejo Carpentier, Fernando Ortiz, Aimé Cesaire, V.S Naipul, Fidel Castro, Juan Bosch y Gabriel García Márquez, todos tan grandes como disímiles entre sí. De otra parte, el Caribe como objeto de estudio para intelectuales de otras regiones también ha generado aportes fundamentales. De hecho, autoridades como Gerard Sandner, Sydney Mitz o Peter Wilson encontraron en sus estudios del Caribe conceptos que representaron un avance en ciencias como la geografía, la historia, la sociología y la antropología. No obstante, como advierte George Lamming (2000: 24), sólo cuando este saber3 se distribuya masivamente tendrá una influencia formadora sobre la conciencia; si no se divulga, nada se grabará en la conciencia de la gente, es decir, no habrá apropiación:”este conocimiento es todavía mayormente cosa de archivos. Está encerrado en un cenáculo de eruditos e investigadores, de asesores y tecnócratas. Es un saber que espera aún la distribución masiva, y que, por tanto, no ha llegado todavía a ser la influencia formadora de la conciencia de aquellos cuyos antepasados recientes lo hicieron posible. No se ha inscrito en la conciencia”.

Este ensayo se propone mostrar la preocupación de numerosos investigadores, pensadores y escritores caribeños por el estado de marginación en que se encuentra, con respecto a la conciencia colectiva, el conocimiento producido, en las últimas décadas, sobre 1

Publicado en la revista Aguaita, N° 15-16. Pp 7-11. Observatorio del Caribe Colombiano. Cartagena, 2007 Va entre comillas porque considero que el término no responde exactamente a un sentido de intelectualidad que no excluya ni la labor artística ni el saber popular. 3 Entendido como conocimiento, información, argumentos. 2

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la región y sus culturas. Junto a Lamming, se han ocupado (si bien tangencialmente) del tema, autores como Edouard Glissant, Manuel Moreno Fraginalis, Gerard Sandner, Beate Ratter y Silvio Torres Saillant, entre otros, quienes se refieren, desde distintas ópticas y vertientes disciplinarias, a lo que podríamos llamar una falta de apropiación, por parte de los sectores mayoritarios de la población, de la idea de pertenencia a una misma cuenca geográfica y cultural, llamada, en momentos distintos o simultáneos, “societal”, “cultural” y “sociocultural”, una de cuyas características es la ausencia de fronteras lingüísticas (para ello tiene la música), políticas o administrativas. El Caribe mismo es, en su más sustantiva expresión, una toponimia, un lugar, una geografía humana y cultural: decir Caribe es designar a un pueblo, una cultura. Pero, ¿hasta dónde somos conscientes de ello? Para Silvio Torres Saillant (2004: 187), éste del Caribe “es un mundo del cual los otros rincones del orbe saben poco y del cual el resto de la humanidad tiene mucho que aprender”, pero que “ha padecido la narración desfavorable del discurso occidental4, y exige, por lo mismo, una rectificación.”5 E. Glissant (2005: 173) da cuenta de este aspecto cuando al narrar la aventura del coronel guadalupeño Degrès (quien prefirió inmolarse con su tropa antes que rendirse a las fuerzas de Francia), denuncia la “solapada treta de la ideología dominante que logró desnaturalizar por un tiempo el sentido de su acto heroico, y borrarlo de la memoria popular”. Glissant (2005: 173), por su parte, emplea la expresión “bloqueo ideológico” para denominar las maniobras ensambladas desde los aparatos ideológicos (educación, prensa, cultura) de las potencias dominantes, antes contra Degrès en Guadalupe, Toussaint Louverture en Haití, y hoy contra Castro en Cuba. A este respecto resultan interesantes las apreciaciones del periodista venezolano Pedro Antonuccio (2000) sobre las formas que puede adquirir la percepción grancaribeña: “las categorizaciones sobre aspectos de la realidad de grupos sociales, individuos y gobiernos, han sido almacenados por el receptor de la región con una carga de predisposiciones positivas y negativas, según sea el caso. Las mismas se originan en la tremenda polución comunicacional creada por las orientaciones hegemónicas extraterritoriales que algunos asocian con el imperialismo ideológico, junto a la inyección publicitaria como guía calibradora de los empresarios de mass media de la sub-región.” Desde epítetos y expresiones como “narración desfavorable”, “treta de la ideología”, “bloqueo ideológico”, “elocuencia difamatoria” o “infamia histórica”, hasta categorías como “neocolonialismo intelectual” o “polución comunicacional” van los equívocos en el diálogo del mundo Caribe con la cultura Occidental (o viceversa). De tales líneas está

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El subrayado es nuestro, y en adelante, todos los que se presentan en esta forma. Torres considera que el discurso caribeño surgió contaminado por el impulso rectificador como consecuencia del “hostigamiento conceptual” que el pensamiento occidental infringió al Caribe a través de la historia. 5

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compuesta la red de conversaciones entre los respectivos cuerpos académicos6. Otra cosa dicen, sin embargo, las redes de conversación de las comunidades locales y regionales7. En resumen, no sólo puede decirse que del Caribe se sabe poco en el mundo, sino también que lo poco que se sabe es lo dicho por otros. La región, habiendo comenzado a narrarse a sí misma con una voz y un discurso propios, no se ha proyectado suficiente ni convenientemente hacia el mundo para lograr esa rectificación que señala Torres Saillant y para ubicarse como una comunidad económica, política y cultural diferenciada de sus respectivos tutores coloniales. Por ello a algunos observadores les resulta desconcertante que a pesar del impacto educativo y concientizador, a la vez que democratizador, que ejercen los medios en las estructuras nacionales, “el sistema de comunicación vigente en la región del Gran Caribe no haya utilizado este potencial. (…) Esta deficiencia continúa siendo suplantada por los grandes esquemas comunicacionales de Estados Unidos y Europa, cuyas estructuras amparadas en la tecnología no encuentran fronteras ni barreras. Por eso, puede inferirse que la idea de la integración grancaribeña ha sido contada desde hace décadas desde el Norte.”8 Llegados aquí, surge, necesaria, la pregunta sobre cuál es el saber que habría que divulgar y cuál la utilidad de dicho conocimiento en la conciencia colectiva de los caribeños. Es desde aquí donde la corriente nos lleva, inevitablemente, al tema del discurso, y nos remite a la pregunta inicial sobre su apropiación.

Las vertientes (o constantes) del discurso caribeño Respecto a los contenidos discursivos que habría que insertar en el debate público de la región encontramos que esa narración a varias voces ha tenido dos vertientes muy imbricadas la una con la otra: la corriente que centra su atención en el problema de la identidad y la que, partiendo de la existencia de un patrimonio común, se concentra en promover un discurso integracionista como salida política a las necesidades y destinos comunes.9 Una de las primeras palabras que los estudios del Caribe ayudan a resignificar es la palabra “otro”. Otro, en el discurso de lo Caribe, está adscrito a Diferencia, a Modernidad, a transformación de conceptos y relaciones entre el “descubridor” y el “descubierto”, que se convirtieron después en conquistador y conquistado y, a continuación, en esclavo y amo; en obrero y patrón; en empleado y empleador (y finalmente en desempleado). El “encuentro”, 6

“Nuestro pasado está lleno de malas interpretaciones con graves consecuencias y crasos prejuicios que se derivan del desconocimiento de la naturaleza de los espacios ajenos y de la cultura de sus habitantes” A. Kolb, citado por B. Ratter (2001: 32) 7 Sobre las redes de contactos informales que se dan en todo el Caribe y que, a su juicio, ayudan a superar la fragmentación, Ratter (2001: 10) dice: “las unidades culturales sólo se pueden comprender a partir de las Redes Caribes. Estas redes de contacto y comunicación humana superan el fraccionamiento.” 8 Antonuccio (2000). 9 Moreno Fraginals (1980) sostuvo que, como resultado de iguales raíces en iguales contradicciones y desarrollo histórico, en la región ha surgido “una cultura caribeña cuya identidad se expresa también en iguales necesidades, urgencias y destino.”

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se ha dicho, le reveló a cada una de las partes la existencia de otro diferente: el otro americano, el otro indio, el otro negro, el otro blanco. (La polaridad permanente de las clases y entre tanto, la aparición de lo múltiple; la explosión de formas, el caleidoscopio de posibilidades). Al explorar el tema del discurso en tanto articulación de un pensamiento propio, salta a la vista el énfasis que algunos autores han puesto en un aspecto calificado como “ontológico” (Torres Saillant: 2004: 184), es decir, el que se pregunta por la identidad. El esfuerzo definitorio sobre quiénes somos y cómo somos tuvo por largo tiempo como referencia permanente y necesaria la noción del espacio: “Las Antillas conforman un ecosistema insular, de comunes características climáticas, geológicas y, originalmente, flora y fauna semejantes”, dice Moreno Fraginals (1980: 42-43); la experiencia del genocidio: “la base indígena que era común a las islas fue arrasada en un proceso histórico también común” (Moreno Fraginals (1980: 42-43)) y el sistema de plantación. Posteriormente el discurso se siguió nutriendo de nuevos conceptos, hallazgos y categorías fraguados por escritores, investigadores, historiadores y otros científicos sociales que asumen esa labor de exploración/construcción histórica del cosmos caribeño. En este punto es conveniente recordar la reflexión de Torres Saillant (2004: 187) acerca del tono rectificador que él encuentra en la producción intelectual de la región y cuya característica principal sería esa “cierta insistencia en la autoafirmación histórica y el énfasis en la proclamada autenticidad de las formas culturales de la región”, es decir, en lo identitario. Ahora bien, si el discurso caribeño surge como reacción rectificadora al discurso occidental cabe preguntarse: ¿existiría el discurso caribeño sin el occidental? La respuesta parece ser negativa. Tampoco fue posible el discurso europeo de la modernidad sin el Otro que surgió del encuentro en América. El discurso caribeño se funda asimismo con la palabra Otro, a la cual se le suman las palabras América, conquista, mezcla, colonización, Europa, esclavitud, plantación, Africa, mestizaje, diversidad, hibridación, fragmentación, genocidio, piratería, contrabando, capitalismo, transculturación, Asia, Antillas, criollización, integración, identidad caribeñas, diáspora, turismo, incomunicación, rezago, además de otra serie, emparentada con la economía, con las cuales continuaría ampliándose ese ancho y complejo campo semántico de la palabra Caribe. Hace 25 años Moreno Fraginals (1980: 46-47) propugnaba porque los artistas y científicos sociales caribeños emprendieran “una tarea más importante que la búsqueda simplista de elementos africanos en su cultura o el análisis comparativo con culturas africanas actuales”, y dicha tarea sería “el estudio de las integraciones específicas y de las formas simbólicas comunes desarrolladas en el Caribe durante el proceso de consolidación de sus nuevas sociedades”, como respuesta a la pretensión colonial o neocolonial de perpetuar el sentido de heterogeneidad agregando una barrera incomunicante o distorsionadora de la comunicación, que pretende que cada isla se sienta y actúe como un mundo cultural –y por ende político- diferente.” Vemos entonces cómo al tema de la identidad viene aparejado al de la integración como un anhelo que recorre la región. Al parecer, ese clamor que el cubano lanzara hace un 4

cuarto de siglo fue atendido por más de un artista (especialmente por más de un escritor) y de un científico social, según lo corrobora la observación de S. Torres Saillant (2004: 189): El postulado de la singularidad caribeña y el consiguiente énfasis en articular un discurso de unidad regional y política, institucional, o meramente cultural, recurrió a todo lo largo del siglo XX en los postulados teóricos o en las figuraciones artísticas de plumas principales del pensamiento antillano: Luis Palés Matos, Nicolás Guillén, Juan Bosch, Daniel Guérin, Maryse Condé, Cola Debrot, Frank Martines Arion y Ana Lidia Vega, para citar sólo algunos. Parece claro entonces que el ideal integracionista se nutre de la reflexión identitaria y ésta, a su vez, se retroalimenta en la literatura a medida en que son más intensas y extensas las relaciones económicas, políticas y sociales entre las gentes y gobiernos de la región. El asunto es ¿cómo potenciar esa comunicación entre intelectuales y políticos, sin la cual la construcción regional sería imposible?

La función mediadora (y mediática) de los intelectuales De nuevo es el barbadense Lamming (2000: 18) quien, atendiendo la invitación de Foucault a pensar de modo diferente a como se piensa y percibir de otro modo a como se ve, propone otro modo de observar el problema y, de paso, acortar en buena parte la distancia entre el discurso académico y los destinatarios de sus mensajes. Él lo denomina una “zona de mediación”10 que estaría constituida por los intelectuales (maestros, tecnócratas y académicos), quienes, en circunstancias como las nuestras (“que requieren la compilación, preservación, y difusión del inventario nativo”), 11 tienen el deber de “cultivar las aptitudes del periodista, el espíritu de urgencia tan común al evangelista, interviniendo en el debate público sobre asuntos que puede identificar con facilidad en los textos literarios mediados”. Edouard Glissant (2005: 179) menciona otra forma ya probada de acercar conocimientos y generar apropiación en los ciudadanos caribeños: los famosos festivales Carifesta, cuya versión de 1976 tuvo lugar en Jamaica “en torno a los héroes antillanos Toussaint Louverture, José Martí, Benito Juárez, Simón Bolívar, Marcus Garvey. La comunión popular consagraba así, de manera espectacular y masiva, lo que hasta entonces sólo había sido un sueño de intelectuales. En ese sentido, la Carifesta trasladaba a la conciencia de todos la pulsión de algunos” 12 Dos décadas más tarde, Beate M.W. Ratter (2001: 137-138) le atribuiría al Green Moon Festival de San Andrés y Providencia (realizado durante varios años, pero ya desaparecido) la función de relacionar al archipiélago “con el ambiente del Caribe actual, al hacer interactuar las manifestaciones vivas y dinámicas que hacen del Caribe una de las regiones 10

En clara alusión a lo comunicativo, se refiere a la mediación que él considera necesaria, entre los depositarios del conocimiento y los destinatarios del mismo: lectores, estudiantes, funcionarios públicos, etc. 11 El subrayado es nuestro. 12 Obsérvese como Juárez y Bolívar, que no eran caribeños antillanos, entran en esta delimitación de Glissant.

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cuyos productos culturales alcanzan difusión e influencia mundiales”, al tiempo que señalaba cómo entre los reclamos del movimiento S.O.S de San Andrés, a principios de los noventas, estaba el establecimiento de canales de radio y televisión en inglés. Recordemos, para concluir, que el proceso de inscripción de la idea de identidad cultural en la conciencia de los habitantes caribeños pasa, necesariamente, por un esfuerzo de socialización de los nuevos discursos sobre el Caribe producidos por la intelectualidad caribeña; que esta integración requiere –según Lamming-- “un nuevo y radical tipo de actitud concentrada en el pensamiento y en la práctica de la mayoría excluida”; y que la pregunta sobre la singularidad del cosmos antillano y el cuerpo de conocimientos producido por la región, como advierte Torres Saillant (2004:195), no pueden dejarse “colonizar por la mirada predominante en el ámbito conceptual promovido por la academia euronorteamericana”. Para todo ello debemos recordar, con Sandner, en su prólogo a Ratter (2001: 9) que “el análisis científico requiere la comprensión, pero la comprensión requiere el conocimiento del lenguaje, que está escondido detrás de los hechos y que transporta significados”. Si queremos trascender el discurso de la reacción y dejar bien establecido el papel del Caribe en la historia de las ideas contemporáneas y del mundo actual, habrá que hacer un despliegue de creatividad y atreverse, desde el lenguaje y desde la comunicación, a pensar de un modo diferente.

BIBLIOGRAFIA

Antonuccio, Pedro (2000), Hacia una integración mediática. En Página web del Instituto Venezolano de Estudios Sociales y Políticos, Invesp. Consultada el 28 de marzo de 2006 Bracho, Jorge (2004), “Globalización, cultura, identidad en la integración del Gran Caribe”. Revista Mañongo, 23, Año XII, Volumen XII Julio Diciembre.Sitio web: http://revista-manongo.postgrado.uc.edu.ve Glissant, Edouard (2005). El discurso antillano. Monte Avila. Caracas. Lamming, George (2000). Regreso, regreso al hogar. Conversaciones II. House of Nehesi Publishers. St. Martin. Moreno Fraginals, Manuel (1980). “En torno a la identidad cultural en el Caribe insular.” Revista Casa de las Américas. Ratter M.W., Beate (2001), Redes Caribes, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá: 137-138 Serbin, Andrés (1998). “La integración en el Gran Caribe. Entre la dinámica intergubernamental y el impulso intersocietal”. En Pensamiento Propio, 6. Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales, Cries. Caracas. Torres Saillant, Silvio (2004), “El Caribe frente al discurso occidental”, En Rita de Maeseneer y An Van Heche, El artista caribeño como guerrero de lo imaginario, Iberoamericana Vervuert, Madrid/Frankfurt.

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