EL PRINCIPIO DE SINCRONICIDAD DE JUNG EN LA ELECCION DEL REPERTORIO MUSICAL

May 22, 2017 | Autor: D. Alvarez Veizaga | Categoría: Carl G. Jung, Música, Sincronicidad Arquetipos Teoria De Las Sombras
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EL PRINCIPIO DE SINCRONICIDAD DE JUNG EN LA ELECCION DEL REPERTORIO MUSICAL

Es mala memoria, la que funciona sólo hacia atrás Lewis Carroll

Los intérpretes muchas veces por recomendación de nuestros maestros o por elección propia debemos asimilar alguna obra musical. Mediante el principio de sincronicidad podemos llegar a trazar unos hilos desde el significado personal (la emancipación del “lector” en Barthes) en cada obra y los acontecimientos correspondientes en un pasado, presente o futuro en nuestras vidas.

En 1952 C.G.Jung expone el concepto de Sincronicidad en compañía del físico, ganador del Nobel, Wolfgang Pauli. El Principio de Sincronicidad es una coincidencia significativa en el tiempo, de dos hechos o mas no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante y presenta tres formas: -La coincidencia de cierto contenido psíquico con un proceso objetivo correspondiente que se percibe ocurriendo simultáneamente. -La coincidencia de un estado psíquico subjetivo con un fantasma (sueño o visión) que después resulta un reflejo mas o menos fiel de un acontecimiento objetivo, sincronístico, que ocurrió mas o menos simultáneamente pero a distancia. -Similar a la segunda excepto que el acontecimiento ocurre en el futuro y está representado en el presente sólo por un fantasma que le corresponde. A través de experiencias propias de Jung, sus colegas y pacientes; el psicólogo suizo ejemplifica cada uno de estos tres tipos de sincronicidad. Existen muchos ejemplos en la historia, donde el arte se adelanta a las ideas o a la ciencia. Herbert Read analiza y describe estos hechos en la cultura griega asegurando que el elemento irreductible de dicha cultura es el elemento estético que en definitiva está en la base de las matemáticas, geometría y filosofía griega. Alberto Rojo, un físico argentino, también explora de forma similar éste

fenómeno enlazando las obras de Borges con la física cuántica, Vincent van Gogh y la materia oscura, etc. Las certidumbres que tenía la ciencia, mediante la física newtoniana, la geometría euclidiana y las matemáticas tradicionales se fueron derrumbando a medida que se fueron observando los fenómenos subatómicos. En 1927 el “principio de indeterminación” de Heisenberg nos explica que al observar la posición de una partícula, menos podemos saber acerca de su velocidad y viceversa. Por lo tanto parecería que el observador modifica la realidad de las partículas. En 1931 el edificio de las matemáticas, la ciencia más pura, fue completamente destruido por el lógico austríaco Kurt Gödel, quien demostró, mediante un proceso de aritmetización, que un sistema de axiomas nunca puede basarse en sí mismo y que para demostrar su solidez hay que recurrir a afirmaciones externas al sistema. Sobre estas incertidumbres, las ciencias fueron edificándose en las décadas posteriores. Los científicos a pesar del malestar que generaban las nuevas teorías, mantuvieron un presupuesto básico de esencia estética que no se puso en duda. Es decir la inmutabilidad a través de la historia del binomio Verdad y Belleza. “Una teoría bella, lo que ya era en sí mismo una presunción de verdad, debe ser elegante, económica y general. Debe unificar y simplificar, como lo habían hecho hasta entonces los grandes hitos de la teoría científica” (Hobsbawn, 1998) Una de las revoluciones conceptuales de la física cuántica es la pérdida de la idea de la trayectoria. Las partículas pueden tomar todas las trayectorias posibles y dependerá del observador la probabilidad del rumbo que tomarán dichas partículas. Es interesante comparar éstas ideas científicas con el concepto de “escritura múltiple” que Barthes propone en 1968, en contraposición de la literatura positivista que pretendía descifrarlo todo. “De esta manera se desvela el sentido total de la escritura: un texto está formado por escrituras múltiples, procedentes de varias culturas y que, unas con otras, establecen un diálogo, una parodia, un cuestionamiento; pero existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor, como hasta hoy se ha dicho, sino el lector: el lector es el espacio mismo en que se inscriben, sin que se pierda ni una, todas las citas que constituyen una escritura; la unidad del texto no está en su origen, sino en su destino, pero este destino ya no puede seguir siendo personal: el lector es un hombre sin historia, sin biografía, sin psicología; él es tan sólo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas las huellas que constituyen el escrito.” (Barhes) A continuación se mostrarán algunos textos donde se perciba el principio de sincronicidad de alguna manera:

-Alma Mahler y el Kindertotemlieder. - La Mariposa y Schumann (Eugenio Trías) -Lulu de Berg y la 2da Guerra Mundial “Lo irracional vence y domina sobre el entendimiento, como expresa Alwa al final de su “Himno a la belleza de Lulú” (final del acto segundo). Nada parece tener sentido. Estamos en pleno esplendor nihilista. Sólo posee significación y valor la música, capaz de mostrar ese rostro contrahecho y podrido de un mundo que por momentos se descompone, y que no tardará en estallar, o en desmoronarse. Sólo que no pudo comprobarlo Alban Berg, que murió de absurdo, inocuo, cotidiano modo-ciertamente trágico- a finales de 1935.” (Trías, 2007)

Volviendo al principio de sincronicidad de Jung, podemos decir que dicho principio es una nueva interpretación de la casualidad, la “providencia divina” o destino. La sincronicidad cuestiona el concepto físico de objeto y también los conceptos clásicos de espacio y de tiempo, por lo tanto es innegable su relación con las nuevas teorías científicas que surgieron dos décadas antes y su explícita génesis con Pauli, un físico cuántico. De esta manera podemos cuestionarnos sobre cómo nosotros elegimos ciertas obras musicales o será que éstas nos eligen mediante uno de los tipos de sincronicidad. Cada uno podrá reflexionar sobre sus vivencias personales con cada obra y alguna coincidencia “inexplicable” en el tiempo.

Alvarez-Veizaga, Daniel

BIBLIOGRAFIA Haber, Abraham. 1956. “Jung y el principio de sincronicidad.” Argentina: Editorial E. Santiago Rueda. Herbert Read. 1957. “Imagen e idea: la función del arte en el desarrollo de la conciencia humana.” Mexico: Fondo de Cultura Económica. Roland Barthes. 1967 “La muerte del autor” Buenos Aires: Ed.Paidos Comunicación Hobsbawm, E. 1998. “El Siglo XX” Buenos Aires: Crítica

Alberto Rojo. 2013. “Borges y la física cuántica.” Buenos Aires: Siglo veintiuno.

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