El populismo y el lopezobradorismo

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Descripción

Ministerio de la Presidencia Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y Universidad Internacional Menéndez Pelayo Máster Universitario en Derecho Constitucional 2014-2015 Módulo II

El populismo y el Lopezobradorismo

Presenta: Gibrán Ramírez Reyes Diciembre de 2014

Asignatura: Retos de la democracia en América Latina Profesor: Ludolfo Paramio Rodrigo

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Introducción Este trabajo tiene el doble objetivo de formular una caracterización del populismo y utilizarla para el análisis de un movimiento político mexicano recientemente convertido en el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que es encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Para cumplir el objetivo se argumentará que el populismo, para ser una categoría fructífera, debe circunscribirse al análisis político y dejar de lado su adscripción a una corriente de pensamiento económico. En ese sentido, el populismo podría presentarse como una estrategia política, de lucha o de gobierno, fundada en un modo de representación que ajusta cuentas con la representatividad democrática, invocando al pueblo en contra de una elite. Desde mi punto de vista, deben evitarse dos extremos en la caracterización del concepto: uno material, derivado del populismo como hecho histórico, que podría llamarse extremo reduccionista y uno derivado del planteamiento del populismo como categoría teórica que podemos llamar extremo generalizador. El populismo, en este ensayo, es una fuerza latente en la estructura misma de la política democrática representativa. Examinaré su relación con la democracia que puede tomar dos formas: contrademocrática, en el sentido que Pierre Rosanvallon da a esta expresión, o antidemocrática, pero siempre con una fuerte vocación hegemónica. Tras caracterizar el populismo y examinar sus relaciones con la democracia, se hará una exposición sobre el discurso y la acción del movimiento lopezobradorista a partir de tres etapas. Finalmente, y a la luz de los dos tipos ideales de relación del populismo con la democracia (contrademocrático y antidemocrático), se esbozará una hipótesis sobre las relaciones del Lopezobradorismo con la democracia en México. I Caracterizar al populismo Del populismo como hecho histórico lo mejor que puede hacerse para entender fenómenos contemporáneos es rescatar el uso dado a la palabra y lo que comparten los diferentes fenómenos mencionados. Lo peor, desde luego, sería intentar circunscribir el quid del populismo a algún rasgo particular propio de uno de los populismos existentes históricamente. Puede decirse que desde los Narodniks hasta hoy, el populismo está caracterizado a grandes rasgos por “la exaltación del pueblo, el apego por la confrontación, el personalismo y la movilización popular.” 1 En América Latina, el fenómeno comenzó a mirarse a través del cristal de la teoría de la modernización como muchos otros procesos sociales. Gino Germani pensaba que el populismo era entendible principalmente como “una anomalía en la ruta habitual de una

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Benjamín Arditi, La política en los bordes del liberalismo: diferencia, populismo, revolución, emancipación, Barcelona: Gedisa, 2010. P. 128

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sociedad tradicional hacia una moderna”,2 en alguna medida generada por la brusquedad del cambio y por la coexistencia de elementos sociales tradicionales con otros modernos. Torcuato Di Tella, otro de sus principales exponentes, pensaba que el populismo surge de la convergencia de fuerzas ideológicamente opuestas al statu quo, la masa de desposeídos disponible para la movilización y una elite frustrada y resentida por la brecha entre sus aspiraciones y su condición.3 Ambos tenían en común que pensaban que el populismo consistía en formas de movilización de masas por líderes demagógicos, de sectores multiclasistas con alta base popular y en regímenes en fases de transición hacia la modernidad.4 Según Di Tella, hay una rápida difusión de aspiraciones generadas por la participación política de las masas que en última instancia no pueden ser satisfechas, lo que fortalece un sentimiento de despojo. Esta interpretación fue refutada entre otros por Tilly y por Melucci porque parecen negar la racionalidad que implican las acciones colectivas. Sin embargo algunos autores siguieron el mismo camino hasta hoy. Roger Bartra, recientemente, caracterizó el populismo como “una cultura política alimentada por la ebullición de masas sociales caracterizadas por su abigarrado asincronismo y por su reacción contra los rápidos flujos de deslumbrante modernización”.5 La asociación directa a un proceso de desarrollo modernizador y otra a un tipo de políticas distributivas características de lo que podría llamarse el populismo clásico latinoamericano —urbano e industrializador—, favorecieron que se considerara que el populismo tenía como características ambas cosas y, en consecuencia, cuando se presentó un fenómeno de característica políticas similares (que menciono más abajo) pero con características económicas y de desarrollo muy distintas, se le llamó neopopulismo. Se trata de los casos de Collor de Melo, Menem y Fujimori. En mi opinión no se trata de un populismo diferente o nuevo, sino de la demostración de que el populismo es un fenómeno esencialmente político6 en el que las formas económicas y el grado de desarrollo constituyen variantes históricas. Laclau diría que no es posible situar al populismo siempre en una etapa transicional del desarrollo, porque hacerlo supone que la medida en que la sociedad de sincronice (todos los sectores se modernicen), va a estar libre de este tipo de fenómenos. Además pensarlo así refleja una concepción lineal y 2

Ibid. P. 121 Corte, Malena y Josefina Mallades, “Revisitando el concepto de populismo”, Memorias de las VII Jornadas de Sociología, Universidad Nacional de General Sarmiento. Disponible en http://www.ungs.edu.ar/ms_ici/wpcontent/uploads/2012/11/Corte-Mallares-ponencia-UNGS.pdf (consultado última vez el 13/12/2012). 4 Loc. Cit. 5 Bartra, Rorger, La fractura mexicana, izquierda y derecha en la transición democrática, México: Debate, 2009. Edición digital, sin paginado, disponible en https://books.google.com.mx/books?id=m8wYAgAAQBAJ&pg=PT27&lpg=PT27&dq=bartra+flujos+de+deslum brante+modernizaci%C3%B3n+abigarrado+asincronismo&source=bl&ots=EbIQFmA9qq&sig=-dpr58tGR6OBdxKlo9sZj6WU_U&hl=es&sa=X&ei=2KCKVKPXCcvwUs2GhJAM&ved=0CCgQ6AEwAg#v=onepage&q=b artra%20flujos%20de%20deslumbrante%20modernizaci%C3%B3n%20abigarrado%20asincronismo&f=false 6 *Paramio, Ludolfo, “La izquierda y el populismo”, en Pedro Pérez Herrero (ed.), La “izquierda” en América Latina, Madrid: Editorial Pablo Iglesias, 2006. P. 30 3

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ascendente de la historia que se ha mostrado manifiestamente errónea.7 Más recientemente, Worsley diría que hay una multiplicidad de circunstancias históricas que han prohijado el populismo y que sería un error atribuir a una de ellas con su significado, pues atravesó movimientos del siglo XIX hasta antineoliberalismos contemporáneos.8 “El populismo de hoy parece tener poco en común con su referente urbano industrial clásico, tal vez con la sola excepción de la autopercepción del líder como salvador de la nación y la premisa habitual, aunque a menudo demagógica, de que ‘la gente simple, que constituye la aplastante mayoría, y sus tradiciones colectivas son las depositarias de la virtud.’” 9 El mejor remedio para salir de la reducción del populismo a alguna de sus formas históricas, fue teorizar más fina y generalmente, ampliando los horizontes de la base material que puede tomar el concepto. En esa tarea, el más empeñado fue Ernesto Laclau. En palabras de Benjamín Arditi hay seis pasos en el desarrollo del argumento de Laclau en La razón populista: 1)cuando demandas sociales no pueden ser absorbidas diferencialmente por los canales institucionales, éstas 2) se convierten en demandas insatisfechas que entran en una relación de solidaridad o equivalencia entre sí y 3)cristalizan alrededor de símbolos comunes que 4) pueden ser capitalizados por líderes que interpelen a las masas frustradas y por lo tanto comienzan a encarnar un proceso de identificación popular que 5)construye al “pueblo” como un actor colectivo para confrontar el régimen existente con el propósito de 6)demandar el cambio de éste. […] La política-como-populismo divide el escenario social en dos campos y produce una frontera o relación antagónica entre ambos.10 El populismo para Laclau implica el surgimiento de una demanda y su transformación en reclamo, a partir de los cuales se construye “el pueblo” que confrontará al Statu quo. Se caracteriza además, casi como consecuencia lógica, por la presencia de un líder, dado que “un conjunto de elementos heterogéneos mantenidos equivalencialmente unidos sólo mediante un nombre es, sin embargo, necesariamente una singularidad […]. La lógica de la equivalencia conduce a la singularidad, y ésta a la identificación de la unidad del grupo con el nombre del líder”.11 Sin embargo, al teorizar tan generalmente corremos otro riesgo. Si la categoría es demasiado amplia también deja de ser fecunda. El parecido de la formulación de populismo de Laclau con la que hiciera sobre hegemonía en Hegemonía y estrategia socialista sugiere —aunque por momentos acepte variantes divergentes— la restricción de las formas de la política a la política hegemónica, y de la política hegemónica a la política 7

Laclau, Ernesto, “Hacia una teoría del populismo”, Política e ideología en la teoría marxista, Madrid: Siglo XXI, 1978. 8 Citado en Benjamín Arditi, op. cit. p.122 99 Ibid. p. 123 10 Arditi, Benjamín, “Populism is hegemony is politics? On Ernesto Laclau’s On Populist Reason”, Constellations, Vol. 17, 2010. 11

Ernesto Laclau, La razón populista, México: Fondo de Cultura Económica, 2005.pp. 130,

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populista, de manera que prácticamente toda política sería populista. La mejor muestra está en la afirmación de Laclau de que “la razón populista, en la medida en que es la lógica misma de la construcción del ‘pueblo’, equivale… a la razón política tout court.12” En un punto que está en el intermedio de la reducción del concepto a una forma histórica del populismo y la generalización de Laclau, puede encontrarse el máximo potencial del concepto. Primero, habría que decir que aunque no necesariamente surgen populismos en el tránsito de una sociedad tradicional a una moderna que implica asincronías, sí puede afirmarse que no cualquier coyuntura es propicia para que surjan, y más de un estudioso ha advertido, más generalmente, que se dan en procesos de cambio a los que las elites, y en especial los partidos, no se han adaptado, generando una crisis de representación.13 La crisis de representación que escenifica concretamente esta brecha entre representantes y representados, puede entenderse como “la inadecuación funcional de los partidos —y como consecuencia, de los gobiernos que éstos forman— respecto a lo que los ciudadanos esperan o demandan”,14 casi siempre producto de un cambio en las condiciones sociales que favorecen que “actores políticos no encuentren estrategias adecuadas para mantener identidades con las que los electores se puedan identificar, o al menos calcular qué es lo que les conviene, con qué opción pueden ver mejor representados sus intereses”15. En el repaso sobre la forma de darse de ésta en Argentina y Ecuador que hace Paramio, se encuentra la desconfianza que mencionaré con Rosanvallon y, coincidentemente, ronda el origen de la democracia como ejercicio directo y no como representación. También puede convenirse en que en los populismos hay un segmento social multiclasista importante dispuesto a la movilización (no necesariamente a la manipulación autoritaria y demagógica) por encontrar una frustración de sus expectativas, o una privación relativa. Por el otro lado, puede decirse que lo fundamental en Laclau es la construcción del pueblo como identidad política, pero debe aclararse que esto no es propio sólo de la política populista sino de toda la política que aspira a la legitimidad democrática. A continuación, exploro esta relación. II Populismo y democracia La democracia puede definirse, en palabras de Pierre Rosanvallon como un régimen con soberanía del pueblo. Algunos otros, como Dahl en su poliarquía, han añadido que la democracia, así vista (como representación y no como presentación directa) tiene su legitimidad fundada la igualdad que promete. En el inicio de la democracia moderna, la palabra sonaba como un arcaísmo que significaba un gobierno de los pobres o, en el mejor de los casos, que cada ciudadano sería también 12

Arditi, “Populism is hegemony is…” Cf. Paramio, op. cit. 40 14 Ibíd. p. 22 15 Ibid. P. 25 13

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magistrado. De esa manera, por ejemplo, en la revolución de 1789 la palabra no se reivindicaba, pues se le atribuía un sentido peyorativo. En esto, la oposición inicial entre república y democracia se parece a la oposición actual entre democracia y populismo, y de ahí surge mi intuición de que el populismo es una tensión latente de la política representativa, sobre lo que profundizaré abajo. El vocablo tiene un tufo de pasado, de fascismos y regímenes autoritarios también de izquierdas, caracterizados por la movilización populosa que, aunque no tuvieran un puerto de llegada unívoco, evocan más cosas negativas que positivas, igual que la democracia antes. Tomemos por ejemplo un discurso pronunciado en la Cámara de la nobleza del conde de Antraiguess: “hay amenazas que tienen a la democracia que, en un gran imperio, no es distinta a la anarquía”. 16 Paulatinamente se fue disolviendo la noción de democracia como gobierno directo e instaurándose la de soberanía popular que refrendaría o rechazaría los actos del parlamento. Vigilaría. Fue en ese proceso de disolución que la democracia se popularizó en el lenguaje. La democracia es hoy sin lugar a dudas una idea hegemónica, merced en gran parte al triunfo de la idea de representatividad sobre la de autogobierno. Hoy en día es muy difícil que alguien se atreva a declararse en contra de la democracia. Eso no quiere decir, sin embargo, que haya alguna un consenso cerrado en la forma de concebir lo que democracia o soberanía del pueblo quiere decir. Hay un significado hegemónico y otros marginales, lo que debe ocuparnos especialmente para retratar el tejido donde surge el populismo. Democracia hegemónica El significado hegemónico de lo que democracia quiere decir es quizá lo que Norberto Bobbio consideró como su definición mínima. Se trata de ver a la democracia como un método que permite tomar decisiones colectivas mediante el debate libre y el cálculo de la mayoría. Las reglas del juego democrático serían a) que todos los ciudadanos que hubieran alcanzado la mayoría de edad deben gozar de derechos políticos, b) el voto de todos los ciudadanos cuenta igual, c) todos los ciudadanos que gozan de derechos políticos deben ser capaces de votar según su propia opinión, formada en lo posible de manera libre, en una libre confrontación entre grupos políticos organizados que compiten para unir sus demandas y transformarlas en deliberaciones colectivas; d) deben ser libres para encontrarse en condición de tener alternativas reales, esto es, de escoger entre soluciones diversas; e) tanto para las deliberaciones colectivas, como para las elecciones de representantes, vale el principio de mayoría numérica, aunque puedan ser establecidas diversas formas de mayoría; f) ninguna decisión tomada por mayoría debe limitar derechos de la minoría, de modo particular el derecho de convertirse, en igualdad de condiciones, en mayoría. Hay una brecha evidente que surge entre la promesa de soberanía popular y su instrumentación en la idea hegemónica antes descrita. Esta brecha, marcada por la 16

Pierre Rosanvallon, “Historia de la palabra democracia en la época moderna”, Estudios Políticos, No. 28, enero-junio 2006. Pp.14 y 15

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desconfianza, es tan vieja como lo es la democracia moderna y a cada uno de los pilares añadiría una objeción realista y desconfiada. Desde el Acuerdo del pueblo “publicado en Londres en mayo de 1649, que constituye el primer manifiesto democrático moderno, [se] mostraba ya de manera ejemplar esa dualidad” marcada por las promesas de la democracia, por un lado y por otro por la advertencia sobre la “dolorosa experiencia de la corrupción del poder”.17 Esa desconfianza, dice Rosanvallon, se instituye en formatos de vigilancia que constituyen candados al ejercicio del poder democrático. Les llama contrademocracia. De esto quisiera extraer dos cosas: primero, el señalamiento de la brecha, pues es en ella misma que surgen los populismos de los que Rosanvallon no se ocupa. Segundo: creo que Rosanvallon permanece en una sola dimensión, casi la deseable y feliz, de las soluciones probables a esta brecha o por lo menos de los intentos de soluciones democráticas probables. A mi parecer, esta brecha de desconfianza puede solucionarse con los mecanismos que él llama contrademocráticos, pero también postulando que el problema es la democracia y movilizando mecanismos antidemocráticos. Esta doble posibilidad la advierte Margaret Canovan, que sí habla de populismo. Para ella, el rasgo específico del populismo en las sociedades modernas es el de apelar al “pueblo” en contra de la estructura de poder y de las ideas y valores dominantes.18 Este rasgo le dota de su esquema de legitimación, de su estilo político y de su modo de darse. (Entonces, su contenido no puede estar predeterminado, depende del orden establecido y de los valores dominantes contra los que se alce.) El populismo es entonces una reacción contra algo, pero también un acto de apelación a una autoridad reconocida: los populistas hablan por el pueblo, apelan a la soberanía democrática, no a un interés particular. Su legitimidad es la misma que la legitimidad traicionada por la democracia real en su discurso.19 El estilo populista es “democrático” en el sentido de estar dirigido a la gente ordinaria. Su lenguaje es sencillo y franco (directo). Pero si apelar a nociones de poder popular y decisión popular son cuestiones difícilmente anti-democráticas, ¿por qué entonces –se pregunta Canovan– son vistos los populistas en gran cantidad de ocasiones como un peligro contra la democracia? Para responder a esta interrogante, Canovan propone un esquema de análisis de las complejidades de la democracia moderna en el cual se ve a ésta partida en dos caras opuestas pero a la vez interdependientes, una “redentora” y una “pragmática”, planteando que en la brecha abierta entre ellas es donde se gesta la posibilidad del florecimiento del populismo. ¿De 17

Rosanvallon, Pierre, La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza, Buenos Aires: Manantial, 2007. Pp. 22 y 23 18 Cfr. Margaret Canovan, “Trust the People! Populism and the Two Faces of Democracy”, Political Studies, XLVII, 1999, p. 3. 19 Sin embargo, hablar por el “pueblo” resulta no ser tan franco, debido a que el término es ambiguo y los populistas tienden a explotar sus posibilidades retóricas. Canovan identifica tres diferentes sentidos que aparecen en los discursos populistas –los cuales en la práctica se presentan combinados: 1) el pueblo unido contra las facciones y los partidos que lo dividen; 2) nuestro pueblo –basado en un principio exclusivista–, y 3) el pueblo común, ordinario, contra las élites –los populistas hablan por la “mayoría silenciosa”. Cfr. Ibíd., p. 5.

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dónde vienen estas caras? Canovan hace una corta referencia a Okeshott que desarrollaré enseguida. Política de la fe y política del escepticismo Michael Oakeshott, en un texto que el mismo reivindica como el desarrollo de una intuición teórica, dice que en la modernidad occidental la política se desenvuelve alrededor de dos polos diferentes. Se trata de principios que suelen ordenar los hábitos, instituciones y quehaceres gubernamentales, estilos de ejercer la política que coexisten pese a su contraposición. Estos extremos serían los de la política de la fe y la política del escepticismo. Cabe mencionar que no se trata de los extremos de una geometría política entre izquierda y derecha y que tampoco puede establecerse un paralelismo sólido entre la díada de conservador y progresista. Según concibe Oakeshott, en la política de la fe los aparatos de estado servirían principalmente para tender a la perfección de los hombres, lo que a su vez implica que la humanidad es susceptible de redención. Este estilo político no apelaría a soluciones mínimas o posibles, sino a las mejores que pueden vislumbrarse, abocándose con fe a su cumplimiento. Eso quiere decir dos cosas: la mejor solución es concebible y los medios para alcanzarla parecen, si bien no al alcance de la mano, conquistables. Surge la confianza en que lo mejor aparece como posible. Se trata de una fe pagana que no confía en la providencia sino en lo que puede hacerse con el poder. La política democrática en su variante de fe, podría darse en pos de las promesas de una noción amplia de democracia. Por el contrario la política del escepticismo considera que la perfectibilidad humana en la vida social es imposible o ilusoria, incluso inconcebible. Si fuera concebible, los medios para alcanzarla distarían muchísimo de contenerse en las simples instituciones políticas. Sería imposible orientar los esfuerzos de la sociedad en una sola dirección porque en principio tampoco habrá un consenso sobre la solución a los problemas y menos aún respecto a “lo mejor” para todos. Este estilo se orientará a funciones limitadas pero perfectamente concebibles y posibles: mantener el orden, la seguridad, la paz, los derechos individuales y castigar los ilícitos (a diferencia de los de la política de la fe que quisieran prevenir las actividades indeseables). Mientras la fe justifica un gobierno presente en muchos sitios, el escepticismo piensa que el gobierno moderado es el gobierno fuerte. Aunque Oakeshott se declara a favor del escepticismo, no piensa que ningún estilo deba imperar por completo, de hecho piensa que como en los tipos ideales eso nunca sucede.20 En la política democrática, lo escépticos serían los que consideran que hay que sostener y fortalecer lo que arriba describí como democracia hegemónica

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Como veremos en seguida, esta distinción se utilizará por Canovan para distinguir dos caras de la democracia. El núcleo de este argumento puede verse en Cfr. Michael Oakeshott, La política de la fe y la política del escepticismo, México, FCE, 1998, p. 48.

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Ahora bien, ¿pueden utilizarse las categorías que aluden a estos dos estilos políticos para pensar la política democrática o debemos encasillarla en uno solo? Margaret Canovan sugiere que estos dos estilos pueden verse reflejados en dos caras de la democracia, una pragmática y una redentora. No hace falta aclarar cuál es cuál. El contraste entre las dos visiones de la democracia se hace manifiesto en tres puntos, en tres tensiones específicas, según ella. El primero de estos contrastes es que mientras la cara redentora promete la salvación, hace “la promesa de un mejor mundo a través de la acción por el pueblo soberano”21, la pragmática “sólo” promete dar una solución pacífica a los conflictos, ve a la democracia como un conjunto de instituciones, procedimientos y prácticas. La segunda tensión se sigue de la anterior: mientras que la cara redentora sitúa al poder popular en el centro de su visión, la pragmática ve a la democracia simplemente como una forma de gobierno entre otras. La ambigüedad se da en la contradicción entre el poder efectivo y la impotencia de las promesas de la democracia. Por último, mientras que la cara redentora tiene un fuerte impulso anti-institucional, la pragmática es fuertemente institucionalista. Las instituciones democráticas necesariamente se alejan del “pueblo”, lo cual presenta un contraste frente al reclamo de una expresión inmediata de la voluntad popular. La democracia no puede funcionar como gobierno sin instituciones alienantes. Sin embargo, también puede decirse que “las instituciones democráticas necesitan un ocasional aumento de fe como medio de renovación”22. Cuando se abre una gran brecha en estos ámbitos, los populistas tienden a ocupar ese espacio con la promesa de la renovación de la democracia. Y esta brecha es ineliminable, si bien a veces se amplía y a veces se reduce. ¿Es entonces el populismo un acompañante natural y omnipresente de los sistemas democráticos? Canovan diría que sí, que el populismo es la sombra de la democracia. Espectro de la democracia Como dije arriba, incluso los teóricos de la democracia de elites, sostienen que ésta tiene su legitimidad de una promesa de igualdad. Esa promesa, desde luego, jamás se confirma, o si se quiere, con Rancière, tiene que ser confirmada constantemente, por lo que la brecha entre realidad y legitimidad jamás está cerrada del todo. Es previsible que si la brecha es más grande, los espacios para el surgimiento del populismo serán más. Pero nótese que aunque el populismo es en cierta manera consustancial a la democracia, no aparece siempre dentro de ella. En ese sentido, no es su sombra como Canovan sostiene, intuyendo algo que efectivamente se encuentra presente. En esa brecha tiene que surgir una acción estratégica orientada a capitalizar las inconformidades de ella derivadas, como en el concepto de Laclau recuperado arriba. Sin esa acción estratégica no hay populismo posible. 21

Canovan, op.cit., p. 11. Ibíd., p. 14.

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En ese sentido, me sumo a la propuesta de Benjamín Arditi: el populismo no es una sombra de la democracia, sino un espectro. La forma de habitar del populismo, de cohabitar con la democracia, es una forma espectral, como Derrida dijera para corregir la mala traducción de que “un fantasma recorre Europa” en la obra de Marx. El populismo ronda (haunts) la democracia23. Asediar (hanter, umgehen, spuken, to haunt) es el modo de habitar de los espectros. “Estar” en un lugar sin “ocuparlo”24. “Están” en la brecha. Siempre están. El espectro es siempre espectro de alguien o de algo, pero nunca ese mismo alguien. El populismo, por eso, no es idéntico a la democracia, nunca es la democracia misma. En Hamlet, retomado por Derrida para exponer el modo de ser espectral, el espectro del difunto rey de Dinamarca lleva puesta armadura y casco. El espectro ve sin ser visto. Siempre es así. Como no podemos mirar al que nos mira –nunca nuestras miradas se cruzan– “no podemos identificarlo con certeza, estamos entregados a su voz […] sólo podemos creerle bajo palabra”25. Siempre puede tratarse de un impostor. El populismo puede ser siempre un impostor de la democracia: ya sea en el momento de torcer la institucionalidad a favor de una supuesta “salvación”; ya sea en el empoderamiento extremo del líder por la preferencia de una representación directa en detrimento de las instituciones intermediarias 26, el populismo puede ser siempre cascarón de democracia, (re)aparición espectral no democrática. El populismo siempre proclamará ser democrático, pero habrá que verificar, fuera de su propio discurso, que tanto lo es, si es que lo es. Esta es la lógica del asedio: “un espectro es siempre un (re)aparecido. No se pueden controlar sus idas y venidas porque empieza por regresar”27. Por último, habrá que rehacerse un poco la fórmula: si el espectro es el ser-ahí de un ausente, si el populismo es el espectro de la democracia, entonces el populismo es –dependiendo de la singularidad del caso– el ser-ahí de la democracia ausente, tomando en cuenta que la democracia nunca está plenamente presente. La espectralidad no corresponde al orden de los presentes. El populismo actualiza –o no– a la democracia, pero siempre a la democracia por venir. El populismo puede o no encarnar el espíritu democrático. El populismo que actualiza a la democracia sería el populismo contrademocrático, el populismo que la imposta, el antidemocrático.

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“[…] the radical populist mobilization […] haunts even the most firmly established democracies […]”. Ídem. Crf. Derrida, op. cit., p. 18., nota a pie de página de los traductores. 25 Ibíd., p. 21. 26 Cfr. Canovan, op. cit. p. 14. 27 Derrida, op. cit., p. 25. 24

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III El Lopezobradorismo en tres etapas Surgimiento Cuando se escriba la historia del Lopezobradorismo como movimiento político nacional, se discutirá si éste comenzó en 2004 o 2005. Pienso que lo correcto es fecharlo en el primero de esos años, por la potencia inesperada del respaldo popular que desde entonces acompañó a López Obrador, por los ataques que se desataron antes y continuaron después en su contra. En ese momento, parecía que llegábamos a la culminación de la transición a la democracia y México se abría a la disputa democrática del proyecto de país. En ese año, la aprobación de López Obrador como gobernante rebasó el 80 y rozó el 90 por ciento, por sus políticas públicas, el rescate de espacios públicos, la construcción de obras y su austeridad en el gobierno. Era un obvio y serio aspirante a la presidencia de la república. En las urnas se mediría si la ciudadanía quería que el proyecto político que transformó a la capital del país se implantara a nivel nacional. Ese año, desde el gabinete foxista, Jorge Castañeda dijo que “A López Obrador hay que ganarle a la buena, a la mala o como sea”. Y a la mala lo hicieron. Los golpes antes de las elecciones fueron cuatro. Primero, aprobaron para el gobierno del DF un límite de endeudamiento menor al de todas las entidades de la república, si se considera el tamaño de la población, para asfixiarlo económicamente (e involuntariamente mostrando su eficacia administrativa y que el supuesto populismo financiero era un mito). Después, vino el juicio por el Paraje San Juan, con el que se quería obligar al gobierno del DF a pagar una indemnización fraudulenta, en una trama que implicaba a abogados cercanos al panista Fernández de Cevallos, por más de mil 800 millones de pesos y que la Suprema Corte convalidó (después, tras la negativa de AMLO a pagar, se demostraría la falsedad de los documentos presentados y la indemnización se reduciría a 60 millones). A estos dos primeros ataques políticos, López Obrador respondió sin apelar al pueblo. De hecho, el adjetivo populista se puso en juego antes de una apelación al pueblo con el fin de movilizar. Fueron los diputados que negaron un techo de deuda superior porque sugerían que la política social del gobierno del DF era populista y sería financiada con deuda, haciéndola inviable, particularmente la pensión universal a los adultos mayores. No obstante, el plan presupuestal del Distrito Federal contaba con ese dinero para obra pública28 Los reproches sobre el Paraje San Juan más bien se centraron en su desprecio por las instituciones, porque advirtió que se negaría a pagar una indemnización ilegítima, pero fue esta ‘necedad’, si quiere verse así, la que favoreció el esclarecimiento de la tentativa de fraude. Posteriormente, llegaron los videoescándalos: René Bejarano fue el arma con la que Carlos Ahumada —un empresario que dejó de recibir contratos durante el gobierno de López Obrador (porque sí los recibió en el de Cárdenas)— quiso chantajear a López Obrador, que 28

http://www.jornada.unam.mx/2003/12/29/007n1pol.php?printver=0&fly=1

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había abierto procesos en su contra por fraude e incumplimiento: si no dejaba intocados sus negocios, mostraría en video a Bejarano, que fue su secretario particular, recibiendo fajos de billetes para una campaña. Tras la estrategia de difusión de los videos se encontraban, como escribiría después Ahumada, Diego Fernández de Cevallos (sí, otra vez) y Carlos Salinas de Gortari.29 Cuando López Obrador lo dijo en su día, se le acusó de fantasear con una mafia inexistente. Finalmente, vino el proceso de desafuero. En marzo de 2004, a expensas de la Procuraduría General de la República, se abrió un procedimiento para quitar el fuero a López Obrador (en México, quien está sujeto a proceso judicial pierde sus derechos políticos, en este caso el de ser candidato a la presidencia), con el pretexto de que desacató la orden de no obstaculizar —con las obras de apertura de una calle que comunicaría un hospital— las entradas a un predio. Un montaje absurdo y obvio. Casi el 60 por ciento de los ciudadanos advirtió que se estaba torciendo la justicia para impedir la llegada de un proyecto de nación a la presidencia, según una encuesta de GEA-ISA publicada en Milenio que Angélica Cuéllar y Roberto Oseguera recuperan en su libro “El desafuero de López Obrador”.30 La farsa que el proceso supuso fue de tal magnitud que, tras las movilizaciones más grandes que ha visto este país, tuvo que renunciar el Procurador General de la República y Vicente Fox dio marcha atrás en su intento, declarando que no impediría a nadie participar en la elección de 2006. En estos dos momentos la apelación al pueblo surgió y se consolidó, así como la formulación de un proyecto de nación en contra de la decadencia favorecida “por quienes se sienten amos y señores de México: aquellos que llaman rescate o fomento a lo mucho que se entrega a las minorías rapaces, pero nombran populismo o paternalismo a lo que se destina a las mayorías depauperadas. Son ellos los que tienen mucho miedo a que el pueblo opte por un cambio verdadero y ese miedo cobarde de perder privilegios los lleva a tratar de aplastar a cualquiera que atente contra sus intereses y proponga una patria para todos y una patria para el humillado. Por eso utilizan al ciudadano presidente, a quien encumbraron para seguirse devorando al país y a quien lanzan en mi contra para impedir que avance el movimiento de transformación nacional capaz de crear una nueva legalidad, una nueva economía, una nueva política, una nueva convivencia social con menos desigualdad, con más justicia y dignidad”. 31 Algunos dirían que se trata de un discurso populista de manual. “Cambio verdadero” como oposición al carácter falso de la “transición a la democracia” es uno de los elementos que han permanecido constantes desde 2004 hasta 2014. El populismo lopezobradorista nació como un movimiento en defensa de un proyecto atacado. Probablemente, si no se hubieran utilizado medios ilegales para intentar frenarlo, no habría recurrido a la movilización preelectoral. Lo que muestra su biografía es que su 29

[http://www.jornada.unam.mx/2004/10/19/003n3pol.php?origen=index.html&fly=1]. Cuéllar, Angélica y Roberto Oseguera, El desafuero de Andrés Manuel López Obrador, UNAM-Gernika-FCPyS, México, 2011pp.43-44. 31 Discurso ante la Cámara de Diputados, 2005. https://www.youtube.com/watch?v=dPcUJkOjWSg 30

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especialidad está más bien en las movilizaciones postelectorales cuando acusa fraude. En Tabasco, así fue en la elección a gobernador en 1994, con buenos resultados para su protesta (entre otros, el reconocimiento de la victoria en municipios donde antes se había negado). En su campaña hacia el gobierno del Distrito Federal, si bien mantuvo un tono de acercamiento con los pobres (“por el bien de todos, primero los pobres”), no recurrió a movilizaciones o a la “profecía del fraude” a pesar de lo cerrado de la contienda. Entre las primeras movilizaciones importantes,32 es decir, de las que puede decirse que tuvieron una repercusión nacional, estuvieron las que se planteó López Obrador en marzo y agosto de 2004. El 14 marzo,33 la primera vez que se llenó el Zócalo de la capital, se trató de un informe de labores en el que su principal objetivo fue explicar los actos de corrupción en que se vieron implicados su ex secretario particular y su ex secretario de finanzas, así como los procesos judiciales que el empresario corruptor de los dos anteriores personajes tenía abiertos por el Gobierno del Distrito Federal desde antes de la difusión de los videos en que se vieron implicados. En agosto, puede decirse que combinó la estrategia defensiva con el contraataque: una vez comprobada su capacidad de convocatoria, llamó a una marcha en contra del proceso de desafuero, a la que concurrieron cientos de miles de personas. Ahí, por primera vez en un acto de esa dimensión marcó el horizonte del movimiento que nacía: expuso 20 puntos básicos de un proyecto alternativo de nación que permitieran “aprovechar la globalización en lugar de padecerla; utilizar los recursos energéticos para la industrialización; reactivar la economía a través del sector de la construcción; fortalecer el sistema de seguridad social; aplicar en todo el país la pensión para personas de la tercera edad; rescatar el campo; hacer cumplir los acuerdos de San Andrés, reconociendo el derecho de la autonomía indígena; atender el problema de la inseguridad pública desde su origen y destinar más recursos a la cultura”.34 Instó, en ese mitin, a definir un proyecto de nación, siendo su futuro incierto, para que quien fuera el candidato a la presidencia por la izquierda, lo llevara como bandera de batalla. Apuntaba todavía más claramente al adversario: “los personajes más corruptos del país, que se confabularon para dañarnos, se erigieron en paladines de la honestidad y quisieron ponernos contra la pared. Ahora, los más tenaces violadores de la ley nos quieren poner en el banquillo de los acusados y han emprendido toda una campaña para hacer creer que nosotros somos quienes no respetamos el estado de derecho”. Denunció, también que “la política económica imperante sólo ha servido para beneficiar a unos cuantos, sin interés alguno en el destino del país y en el bienestar del pueblo”. A partir de entonces se crearon “redes ciudadanas” ajenas al PRD, que López Obrador encomendó a Manuel Camacho Solís. Sin duda la movilización más impresionante fue aquella del 24 de abril del 2005 que suspendió la pretensión autoritaria contra el ya desaforado López Obrador. Al día siguiente 32

Digo importantes para este trabajo porque aunque López Obrador http://www.jornada.unam.mx/2004/03/15/017n2cap.php?origen=index.html&fly=1 34 http://www.jornada.unam.mx/2004/08/30/005n3pol.php?origen=index.html&fly=1 3333

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La Jornada tituló “un millón contra el abuso de poder”. Aun si la cifra fuera de la mitad, esa movilización sólo competiría en fuerza con las que sucedieron tras la elección de 2006 y en que se reclamó fraude electoral. Desde entonces, todo se centró en la lid electoral, que acentuaría sus desencuentros con las elites por la inconstitucional campaña del Consejo Coordinador Empresarial y el presidente en contra del candidato de las izquierdas. Cabe hacer notar que aunque la movilización y su carácter personalista hubieran empezado hasta 2004, López Obrador utilizaba un discurso de enfrentamiento del pueblo contra la oligarquía desde que era presidente del PRD o candidato al Gobierno del Distrito Federal, no alrededor de él sino de su partido: en el 2000 le decía a Diego Fernández de Cevallos en un célebre debate televisado “ustedes han simulado ser oposición y eso ha impedido que la democracia avance. Yo sostengo que hay dos proyectos de nación, contrapuestos, distintos: el PRIAN, por un lado, y el PRD por el otro. Somos distintos. Ustedes se relacionan muy bien con los hombres del régimen. Estamos ante un grupo compacto, algo muy parecido a una mafia donde intervienen banqueros, hombres de negocios, tecnócratas y políticos corruptos que han utilizado el poder público para beneficio de minorías a costa del sufrimiento de la mayoría de la gente. Lo digo porque a la gente le interesa saber qué está en juego en esta elección.35” III.2.Trayectoria A muy grandes rasgos pueden identificarse tres etapas del Lopezobradorismo. La primera sería la que giró en torno a las elecciones de 2006, desde el proceso de desafuero hasta el conflicto postelectoral; la segunda sería el sexenio calderonista, con un punto sobresaliente de movilizaciones en contra de la reforma energética en 2008 (ese segundo ciclo puede considerarse cerrado hasta noviembre de 2011, cuando el Movimiento Regeneración Nacional se constituyó como Asociación Civil con miras a la siguiente elección). La tercera giraría alrededor de la aparición como partido político del Movimiento Regeneración Nacional, sería desde 2011 hasta hoy. Después de una campaña tirante con elementos ilegales —que el Tribunal Electoral reconocería en su dictamen— tales como la intervención directa del presidente de la república a favor de su candidato mediante mensajes televisados, así como la campaña del Consejo Coordinador Empresarial, llegó el dos de julio de 2006, con una jornada electoral sin incidentes graves registrados. En la noche, se anunció que no podía decirse un ganador de la contienda electoral con los datos que el conteo rápido del órgano electoral arrojaba. Los dos candidatos punteros se declararon como ganadores. Después, cuando se registró una tendencia en los resultados preliminares a favor de Felipe Calderón, López Obrador desconoció los resultados y demandó un recuento total de los votos, “voto por voto y casilla por casilla”, como decía la consigna más popular salida de las calles. La contienda arrojó una 35

Debate entre Andrés Manuel López Obrador y Diego Fernández de Cevallos en el marco de la elección presidencial del año 2000. A partir del minuto tres https://www.youtube.com/watch?v=UDkTQYGALY&spfreload=1

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polarización de las preferencias. Casi cada estado del norte, a excepción de uno, lo ganó el Partido Acción Nacional. Los del sur, por el contrario, el Partido de la Revolución Democrática. El PRI no ganó ninguno en la votación presidencial. Esa polarización se reflejaba en el ambiente cotidiano. Otro efecto que arrojó la coyuntura fue la descalificación del IFE mediante la circulación de pruebas de conteos mal realizados, actas en que se reportaban muchos menos votos que los reales a la candidatura de López Obrador y otros elementos, quizá tomados selectivamente, que favorecían la impresión de que los dados estaban cargados. A esto contribuyó una carta que circuló el Consejo General del IFE a las juntas distritales en que pedían no recontar casillas completas a menos que se cumplieran ciertos supuestos legales y en la que, casualmente, no aparecía el supuesto más aplicable “cuando existan errores evidentes en las actas”.36 Es decir, en el descrédito del IFE, el IFE también hizo su parte. En los momentos posteriores a la elección, especialmente en dos grandes marchas (derivando la última en la toma de una de las avenidas principales de la capital), el PRD acompañó decididamente a López Obrador y el movimiento en sus demandas. Tras la negativa del Tribunal Electoral al recuento, que por otra parte era una demanda sin respaldo jurídico sino más bien político, y el mínimo porcentaje de diferencia entre la votación de los candidatos (0.56%), el Lopezobradorismo convocó a la creación de una Convención Nacional Democrática que decidiría los pasos a seguir. El resultado de esa convención, en la que se registraron un millón de participantes, fue el nombramiento de López Obrador como presidente legítimo de México. Su “toma de protesta” fue el 20 de noviembre de 2012 y ese ciclo puede considerarse cerrado ahí. El primero de diciembre sería la toma de protesta de Felipe Calderón en el Congreso, con un ambiente totalmente en contra, pues una gran parte de los diputados estaban en contra de permitir el acto. Calderón entró por las puertas de emergencia del recinto sin que nadie lo esperara y con la ayuda del PRI y la fracción Nueva Izquierda del PRD pudo tomar protesta. En la crónica de Arturo Cano en La Jornada puede verse el papel que los legisladores de esta corriente jugaron para garantizar el inicio del mandato de Calderón. A partir de ahí, comenzaría una disputa por el partido que sólo terminaría con la salida del Lopezobradorismo de él.37 2008 es el año más significativo de la tensión entre el perredismo y el Lopezobradorismo, que aparecían ya como identidades diferenciadas aunque superpuestas. Ese año, Felipe Calderón presentó su iniciativa de reforma energética para permitir la participación de la 36

José Antonio Crespo, “El proceso de escrutinio y cómputo: Omisiones de las autoridades electorales”, Política y gobierno, Vol. 16 spe. 2 (2009). Disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S166520372009000400009&script=sci_arttext 37 Arturo Cano, “Cobijado por PRI y AN, Calderón asume el poder con El Gran Salinas como paradigma” en La Jornada, México, 2 de diciembre de 2006. Consultado en: http://www.jornada.unam.mx/2006/12/02/index.php?section=politica&article

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iniciativa privada en todo el proceso de extracción y procesamiento de crudo, a lo que siguió una ofensiva que comenzó con la exhibición, por parte de López Obrador, de contratos de la familia del secretario de gobernación con Pemex, en que evidenciaba el conflicto de intereses que suponía en ese caso la reforma. La estrategia que adoptó la movilización entonces fue menos de masiva pero mejor organizada. Mientras el movimiento por la defensa de la soberanía energética, como entonces se llamó, contaba con un buen número de legisladores leales, brigadas se organizaron en las calles para impedir el funcionamiento del Congreso. Adentro de él, los diputados del Lopezobradorismo tomaron la tribuna e impidieron el debate de las proposiciones. Afuera, cada vez que se intentó sesionar en sedes diferentes a la habitual, brigadas del movimiento impidieron, incluso acostándose sobre el pavimento, el traslado de legisladores. Finalmente se logró que las iniciativas se sometieran a un debate que tuvo lugar por dos semanas, tras lo cual se transformaron sustancialmente. Esto fue visto por la opinión publicada como un triunfo para AMLO y sus seguidores, pero no por él. Fue también en 2008 que tuvo lugar el cambio de dirigencia dentro del PRD. Las posiciones se agruparon alrededor de dos polos: uno postulaba el desconocimiento a Felipe Calderón como presidente, otro su reconocimiento priorizando el trabajo conjunto a favor de la agenda del Partido. El primer polo fue representado por Alejandro Encinas, una de las pocas figuras empoderadas provenientes del antiguo Partido Comunista. El segundo, por Jesús Ortega, cuyos orígenes se remontan al Partido Socialista de los Trabajadores de Rafael Aguilar Talamentes, de la corriente que entonces se llamó de izquierda paraestatal. El proceso fue desastroso y el día de la jornada electoral hubo una exhibición de urnas en fuego, robo de votos, asaltos a mano armada y otras incontables, de ambos bandos.38 El ganador, según el partido y después de la impugnación de Jesús Ortega, fue Alejandro Encinas. Sin embargo, tras recurrir al Tribunal Electoral, que anuló algunas casillas, por estrecho margen Ortega se colocó como el triunfador legal. Tal vez desde ese año, el Lopezobradorismo estaba más afuera que adentro del PRD. La explicación de por qué no formó desde entonces su partido, puede ser que con la reforma electoral de 2007, sólo el año siguiente a las elecciones presidenciales, se abrirían las peticiones de registro. Necesitaba al PRD para competir en 2012. En las elecciones legislativas de 2009, López Obrador llamó a votar diferenciadamente, por candidatos afines, estuvieran en PRD, PT o Convergencia. Aunque entonces el presidente del PRD amagó con procesarle y expulsarle, jamás se planteó la posibilidad seriamente. El choque mayor fue en la entidad territorial más grande del Distrito Federal: Iztapalapa, con más de un millón de habitantes y un presupuesto superior al de algunos estados de la república. Ahí, aunque la candidata lopezobradorista ganó por amplio margen la elección interna, también se impugnó ante el Tribunal Electoral, que anuló un número de casillas 38

Octavio Rodríguez Araujo (con la colaboración de Gibrán Ramírez Reyes), Poder y elecciones en México, Orfila, México, 2012, p. 74.

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suficiente para no invalidar toda la elección pero revirtiendo el resultado. Como la resolución fue de última hora, las boletas ya decían el nombre de la candidata de López Obrador, pero en realidad se estaría votando por la otra. Así fue la resolución. López Obrador planteó, en su acto más cuestionado de entonces, apoyar a un candidato títere del Partido del Trabajo, para que, después de ganar, éste renunciara, y cediera su lugar a la candidata desposeída. Y así sucedió, aunque no sin tropiezos. Rumbo a 2012 —en lo que llamamos aquí la tercera etapa—, López Obrador realizó giras por todos los municipios de México, repitiendo el discurso que en lo esencial comenzó en las movilizaciones de 2004, si bien cada vez estuvo más afinado por las redacciones que intelectuales hicieron para los procesos de 2006 y 2012 del llamado “Proyecto Alternativo de Nación”. López Obrador, además, desde 2006, promovió la afiliación al “gobierno legítimo”, y desde 2011 al Morena como “protagonistas del cambio verdadero”. El adversario interno de López Obrador fue su antiguo secretario de seguridad pública en el DF, Marcelo Ebrard. Ambos acordaron que la candidatura se resolvería por una encuesta de popularidad con una batería de cinco preguntas en que quien ganara en la mayoría de éstas se alzaría con la nominación. López Obrador ganó tres y fue candidato. Después de perder por menos de seis puntos (cuando una gran parte de las encuestas daban hasta 20 puntos de diferencia), López Obrador volvió a denunciar fraude, esta vez por compra de votos y encuestadoras, y anunció la creación del Morena como partido político. La organización solicitó el registro y lo obtuvo en 2014. Hace unos días, de hecho, diputados de las bancadas de los partidos de izquierda, se separaron de sus grupos parlamentarios para formar el grupo del Morena aunque aún no haya participado en elecciones. Desde Morena, López Obrador ha acusado a la dirigencia del PRD de cómplice de la mafia en el poder, como llama a un grupo de 35 empresarios, líderes sindicales y políticos. IV Lopezobradorismo y democracia en México El análisis del Lopezobradorismo como populismo sólo tendría sentido si aceptamos que se trata de un movimiento populista peculiar, cuyo líder fue antes presidente de un partido político y quizá el mayor impulsor de su institucionalización,39 es decir, parte de una elite política que, sin embargo, desde su irrupción como personaje clave en la política tabasqueña en 1988 mantuvo un discurso antioligárquico, una crítica de los déficits del tránsito democratizador y su liderazgo al servicio del PRD y el cardenismo. El Lopezobradorismo como movilización populista fue una especie de profecía autocumplida de las elites del PRI y el PAN, que, ante sus políticas distributivas y fiscales en el Gobierno del Distrito Federal, comenzaron a hablar de populismo económico, aunque el manejo del gobierno en ese aspecto (equilibrio fiscal, deuda y gasto) se mantuvo responsable.40 A partir de enfocar sus 39

Ver, Victor Hugo Martínez, Fisiones y fusiones, divorcios y reconciliaciones: la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática, México: Flacso-UNAM-Plaza y Valdés, 2005. 40 En el gobierno y en campaña, López Obrador insistió “ante quienes era importante insistir” en que mantendría las políticas de estabilidad macroeconómica y la independencia del Banco de México. Ver:

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ataques al entonces jefe de gobierno del DF como ataques contra el populismo, diversos actores vinculados al gobierno y la legislatura generaron un clima de inestabilidad política, especialmente con el desafuero de López Obrador, lo que generó la movilización populista en pleno. Antes de eso, el clima era cordial e incluso intelectuales de derecha como Enrique Krauze llegaron a calificar a AMLO como “el socialdemócrata que México necesita”, si bien luego cambió su juicio drásticamente. Si atendemos a los dos tipos de populismo que establecimos, el Lopezobradorismo se acercaría más al contrademocrático en el sentido de que, aunque navega en los bordes de la institucionalidad y funda la legitimidad de su lucha contra el modo de ser actual de las instituciones, no se ha abocado a la lucha extrainstitucional y sus reclamos siempre son al funcionamiento de las instituciones y no a la existencia de las mismas (más allá del sobresalto discursivo de “al diablo con sus instituciones” que PRI y PAN han utilizado hasta el hartazgo). Sin embargo, como todo fenómeno social, tiene elementos contradictorios que no pueden encasillarse en uno solo de los tipos ideales. Entre sus principales elementos antidemocráticos podríamos encontrar el descrédito a las instituciones y la falta de matices en que funcionan “al servicio de una mafia”, como sucedió en 2006 y en el debate sobre la privatización del petróleo en 2008. Otro sería la inestabilidad de las subjetivaciones antagónicas, pues, aunque se ha mantenido coherente en hablar de una mafia de políticos, empresarios y tecnócratas, algunos elementos de los que presumía que eran parte integrante de ella, han sido “perdonados” después de acercarse a él. Es el caso de diputados que votaron a favor de iniciativas privatizadoras o, en su caso, de empresarios que antes fueron cercanos a Salinas de Gortari, el PRI y el PAN. También por otro lado, descalificó una marcha en contra de la delincuencia den 2004 por ser organizada por la derecha de la sociedad civil. Hablo de que era una marcha “de pirruris”, como se conoce despectivamente a los adinerados de modales exquisitos. Sin que obste lo anterior, las principales consecuencias de la lucha lopezobradorista son de tipo contrademocrático y ha institucionalizado sanamente la desconfianza. Después de 2006 y la demanda del recuento que diera certeza al resultado (en cuyo único caso reconocería la victoria de Calderón), la posibilidad de recontar los votos se instaló en la ley. Lo mismo sucedió con la reglamentación referente a la participación de la iniciativa privada en las campañas, los límites del poder y el uso de la comunicación oficial en las mismas y, el más importante de todos, la prohibición de comprar espacios en televisión y el surgimiento de una franja de tiempos del estado asignadas a los partidos como parte de sus prerrogativas. Además, el Lopezobradorismo no sólo aprovechó la crisis de representatividad sino que está en proceso de institucionalización como opción de representación política entre-otras, con algunos signos alentadores, como la ausencia de López Obrador en las votaciones más importantes de su recién nacido partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), para no influir con su peso caudillista. De hecho, la candidata de sus simpatías a la presidencia del partido fue derrotada por Martí Batres, el actual presidente. Así, el Morena da una salida 18

que aunque permanece incierta, da cauce institucional a un programa antineoliberal del que el PRD cada vez es menos depositario. (Cuerpo del ensayo: 7871 palabras. Con aparato crítico: 8333) Fuentes Prensa: *Periódico La Jornada, diversas fechas. *Debate entre Andrés Manuel López Obrador y Diego Fernández de Cevallos https://www.youtube.com/watch?v=UDkTQYGAL-Y (consultado última vez el 13/12/2012). *Discurso de López Obrador ante la Cámara de Diputados en la votación de su desafuero. https://www.youtube.com/watch?v=c1WIMiiL7jM (consultado última vez el 13/12/2012). Bibliografía *Arditi, Benjamín, “Populism is hegemony is politics? On Ernesto Laclau’s On Populist Reason”, Constellations, Vol. 17, 2010. __________, “El populismo como espectro de la democracia: una respuesta a Canovan”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Vol. 47, No. 191, 2004. *__________, La política en los bordes del liberalismo: diferencia, populismo, revolución, emancipación, Barcelona: Gedisa, 2010. *Bartra, Rorger, La fractura mexicana, izquierda y derecha en la transición democrática, México: Debate, 2009. Edición digital, sin paginado, disponible en https://books.google.com.mx/books?id=m8wYAgAAQBAJ&pg=PT27&lpg=PT27&dq=bartra+ flujos+de+deslumbrante+modernizaci%C3%B3n+abigarrado+asincronismo&source=bl&ots =EbIQFmA9qq&sig=-dpr58tGR6OBdxKlo9sZj6WU_U&hl=es&sa=X&ei=2KCKVKPXCcvwUs2GhJAM&ved=0CCgQ6AEwA g#v=onepage&q=bartra%20flujos%20de%20deslumbrante%20modernizaci%C3%B3n%20a bigarrado%20asincronismo&f=false *Canovan, Margaret “Trust the People! Populism and the Two Faces of Democracy”, Political Studies, XLVII, 1999. *Corte, Malena y Josefina Mallades, “Revisitando el concepto de populismo”, Memorias de las VII Jornadas de Sociología, Universidad Nacional de General Sarmiento. Disponible en http://www.ungs.edu.ar/ms_ici/wp-content/uploads/2012/11/Corte-Mallares-ponenciaUNGS.pdf (consultado última vez el 13/12/2012). * Cuéllar Vázquez, Angélica y Roberto Oseguera Quiñones, El desafuero de Andrés Manuel López Obrador, UNAM-Gernika-FCPyS, México, 2011. 19

*Crespo, José Antonio, “El proceso de escrutinio y cómputo: Omisiones de las autoridades electorales”, Política y gobierno, Vol. 16 spe. 2 (2009). Disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S1665-20372009000400009&script=sci_arttext (consultado última vez el 13/12/2012). *Derrida, Jacques Espectros de Marx. El Estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva Internacional, Madrid, Trotta, 1995, p. 12. *Johansson, Steve M, “¿AMLO populista?”, Casa del tiempo, México: Universidad Autónoma Metropolitana, núm 14-15 (2008-2009), pp. 17-20. Disponible en http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/14_15_iv_dic_ene_2009/casa_del_tiempo_eI V_num14_15_17_20.pdf (consultado última vez el 13/12/2012). * Laclau, Ernesto, “Hacia una teoría del populismo”, Política e ideología en la teoría marxista, Madrid: Siglo XXI, 1978. *Oakeshott, Michael, La política de la fe y la política del escepticismo, México, FCE, 1998. *Paramio, Ludolfo, “La izquierda y el populismo”, en Pedro Pérez Herrero (ed.), La “izquierda” en América Latina, Madrid: Editorial Pablo Iglesias, 2006. Pp. 21-46. *______, “Giro a la izquierda y regreso del populismo”, Nueva Sociedad, 205. 62-74. *Rodríguez Araujo, Octavio, México en vilo. 2006: partidos, candidatos, campañas y elecciones, 2ª edición ampliada, JORALE Editores-Orfila, México, 2008. *_____, (con la colaboración de Gibrán Ramírez Reyes), Poder y elecciones en México, Ed. Orfila, México 2012. *Rosanvallon, Pierre, La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza, Buenos Aires: Manantial, 2007. *_______________, “Historia de la palabra democracia en la época moderna”, Estudios Políticos, No. 28, enero-junio 2006.

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