¿EL POPULISMO COMO UNA EXPRESIÓN DE CONSTRUCCIÓN DEL PODER?

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¿EL POPULISMO COMO UNA EXPRESIÓN DE CONSTRUCCIÓN DEL PODER? Eduardo Albán Gallo 24-01-2009 INTRODUCCIÓN Parto de la premisa de considerar -en un supuesto no muy alejado de la realidad- al populismo como un fantasma (Burbano de Lara, 1998, p. 9), ya que la generación del concepto como tal gira alrededor de la incomodidad y la confusión. Por ello, el debate que busca una salida teórica y política coherente de este fenómeno nació hace algunos años. Quizá, el objeto de estudio que más cerca está de dar luces de una definición clara del populismo en el Ecuador es el Velasquismo. A muchos autores y estudiosos de la política les atrae estudiar el manejo político utilizado por Velasco Ibarra durante las campañas electorales, acciones que lo llevaron a instalarse durante cinco periodos en Carondelet. Incluso, me atrevería a decir que este es uno de los mandatarios que utilizó –con conciencia o no de sí mismo- una adecuada estrategia para llegar a sus seguidores con un mensaje seductor y atrayente. Se justifica entonces el título que le otorga Carlos de la Torre a su texto: “La seducción velasquista”. Algo que es indiscutible, para la mayoría de autores, es que el populismo es un fenómeno que se liga a procesos de rápida modernización o cambio como una postura crítica ante los distintos grados de desarrollo que estos procesos pueden generar en las diversas clases o regiones de un país y en consecuencia una desigualdad en varios ámbitos de la sociedad. En algunos casos se identifica erróneamente el populismo con la demagogia: mientras ésta última está referida al discurso del político buscando influir en las emociones de los votantes, el populismo está referido a las medidas que toma un político, buscando la aceptación de los votantes en una determinada elección. Se podría señalar que las estrategias utilizadas por José María Velasco Ibarra son consideradas como un fenómeno político, el mismo que gira en torno a una aproximación, no solo teórica sino también política1. El concepto de populismo ha sido utilizado muy regularmente en los medios de comunicación; es decir tiene una relación mucho más mediática, pero al intentar hacer una aproximación teórica es considerado como una “expresión de movilización socio-

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En el texto “el populismo en el Ecuador” (Burbano de Lara. 1989. Pág. 14) se señala que el interés por este fenómeno ayudará a construir una sociología política de la región, pues permitirá comprender mejor la cultura política de las sociedades latinoamericanas.

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política en la cual los sectores marginados2 son manipulados por los líderes demagógicos”3. Puede ser muy simple la definición antes citada; sin embargo, la complejidad en la se mueven este tipo de fenómenos sociales y políticos es realmente notable. En el transcurso de la historia, el populismo se deriva del latín populus que significa pueblo, pero muchos autores e investigadores coinciden en señalar que el término ha sido utilizado para “designar corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo de los partidos tradicionales (institucionales e ideológicos), su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al pueblo como fuente del poder”4. En América Latina los primeros ejemplos de gobierno considerados populistas fueron: Álvaro Obregón en México; Gertulio Vargas en Brasil; José María Velasco Ibarra en nuestro país e Hipólito Yrigoyen en Argentina. Por lo general, la salida de estos mandatarios se sujetaba a las dictaduras militares que buscaban la recuperación de la democracia; a pesar que estos gobiernos y sus medidas contaban con el apoyo popular en elecciones libres. Más a profundidad, el populismo es considerado como una categoría de análisis político y nos enfrenta a problemas muy específicos5, asegura Laclau, quien además menciona esta complejidad de definición como recurrente, debido a que forma parte de la descripción de una amplia variedad de movimientos políticos. “El concepto de populismo intenta comprender algo crucialmente significativo sobre las realidades políticas e ideológicas a las cuales se refiere; de hecho, su vaguedad no se traduce en dudas acerca de la importancia de su función atributiva”6. La presencia de un “líder”7 es fundamental en la definición del populismo, este actor político tiene como característica dar una respuesta a la crisis institucional de la democracia y del Estado. Se habla incluso de un liderazgo que viabilice y de solución al agotamiento de las identidades; de por sí, el líder político ha revivido el debate del populismo en América Latina.

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Este término de “marginados” es aplicado a los sectores subalternos que no cuentan con atención por parte de los gobiernos de turno. Es muy recurrente escuchar que a la población de estos sectores se les asocia con la pobreza y depresión, que por lo general tienen una serie de demandas y necesidades que cumplir. 3 Burbano de Lara, Felipe; De la Torre, Carlos; “El populismo en el Ecuador”; pág. 13. 4 http:/www.wikipedia.com. Concepto de populismo. 5 Laclau, Ernesto; “La razón populista”; pág. 15. 6 Ibid 5. 7 El “regreso del líder” es la aparición de una forma de hacer política con otros rasgos; Menem, Fujimori, Bucaram, Collor de Melo, son algunos de los mandatarios latinoamericanos que guardan relación con acciones populistas, como una vía para adjudicarse el poder estatal.

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Sin duda, las actitudes y estrategias utilizadas por los denominados populistas ubican este fenómeno en el contexto de la seducción, término que guarda estrecha relación con los aspectos culturales y no deja de lado la adecuada utilización del discurso político, el mismo que a larga se convierte en una particularidad de gran peso para los seguidores8 del populista. Max Weber es quien da valor al término de populismo a través del carisma, una característica otorgada al líder en base esa capacidad de seducir y de ser reconocido por los demás. El carisma (De la Torre, 1998) debe ser estudiado como un proceso de creación mutua: el líder se auto-produce y es una creación de sus seguidores. Velasco y su carisma La teoría funcionalista (Burbano, 1989) considera al populismo como movimientos sociales e ideológicos que se producen en la transición de la sociedad tradicional a la moderna. Pero estos movimientos sociales se originan por cambios estructurales bruscos. De hecho, la base social del populismo para el funcionalismo es integrado por la clase media y alta, pero con una fuerte base popular y/o campesina-obrera, como producto de la sociedad de masas. Estos movimientos se consolidan, no como en el caso de Europa, bajo una institucionalidad rígida, sino a través de mecanismos extra, ya que carecen de una ideología sistemática, pero sobre todo se unifican a la voz de un líder carismático. La relación de este líder carismático con sus seguidores o en definitiva con el pueblo no puede ser reducida a la manipulación demagógica9. El movimiento populista implica que su estilo político puede haber sido más importante que las plataformas políticas utilizadas para el efecto, para entender la dinámica política, señala Burbano de Lara, es necesario concentrar la atención en los símbolos políticos generados por el movimiento. La personalidad de Velasco Ibarra ha sido el motivo de estudio de muchos, quizá de ahí nace la consideración que se le otorga, la de un líder populista; en este caso, su interpelación a los sectores populares con el objetivo de reivindicar su condición; por ejemplo, el hecho de utilizar el término “chusma”10. Si bien las propuestas de Velasco 8

Los seguidores del líder populista son analizados como masas marginadas disponibles, que al no tener una estructura normativa que les permita funcionar políticamente en una sociedad moderna son presas fáciles de la seducción demagógica del líder carismático. (cf. Germani, 1971). 9 En Burbano de Lara se toma como referencia lo que señala Steve Stein, donde entra en juego la emotividad del proceso: el pueblo se identifica con el líder carismático sobre todo en términos emocionales. El rol de la figura del líder como la fuerza unificadora. 10 En una de sus campañas, las hojas volantes contenían el siguiente texto: “El Velasquismo no es una chusma ignara ni una mesnada reclutada con el vil licor ni la denigrante soldada. Velasquismo es un sentimiento popular, es una idea, es una acción, es emporio de nobleza y dignidad”… El estilo electoral de Velasco Ibarra se caracteriza por la utilización de las calles y plazas, allí se expresan las aspiraciones y anhelos y no para que los esclavos arrastres sus cadenas (Quito, 30 de diciembre de 1939).

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no diferían mucho de las de sus rivales, su estilo electoral fue único en su forma y contenido. A diferencia de los otros candidatos, viajó por tierra a la mayoría de provincias del país, presentado su mensaje de incorporación política y a su figura misma como la única garantía para resolver los problemas nacionales11. Es indudable que este novedoso estilo político de concentrar masivamente a la gente era la diferencia marcada de ese entonces, así lo explica en su texto De la Torre, cuando hace un análisis pormenorizado del respaldo que recibe Velasco en una de sus participaciones políticas rumbo a la presidencia12. El historiador Alfredo Pareja Diezcanseco (1962) 13 señaló que es muy difícil definir la figura del ex mandatario por su personalidad; de hecho dice que en cuanto al carisma de José María Velasco Ibarra, sería absurdo negar que, desde su aparecimiento, haya trascendido en la vida política ecuatoriana debido a cualidades de verdadero líder, a peculiaridades de su personalidad que no han tenido paralelo en nuestra historia contemporánea. El liderazgo carismático ha tendido hacia un “bonapartismo” tanto más acentuado si tomamos en cuenta la ambigua posición ideológica que le ha caracterizado. Velasco, una breve reseña histórica José María Velasco Ibarra nació en Quito el 11 de marzo de 1893. Su padre fue Alejandrino Velasco Sardá, ingeniero formado en la Escuela Politécnica, pertenecía a una familia de ascendencia colombiana. Su madre, Delia Ibarra Soberón, según narra la historia, ésta influyó en los valores y enseñanza de su hijo. Estudió la secundaria en el Seminario Menor San Luis y en el Colegio San Gabriel de los jesuitas, ambos en Quito. A los 29 años de edad se graduó de jurisconsulto en la Universidad Central del Ecuador con una tesis doctoral sobre el sindicalismo. Trabajó en la docencia universitaria, en la secretaría del Consejo de Estado, en la sindicatura de la Municipalidad de Quito y de la Asistencia Pública.

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De la Torre, Carlos; “La seducción velasquista”; pág. 160. El 23 de noviembre de 1939, Velasco aceptó su postulación a la candidatura presidencial, días después, tras el arribo del candidato, la mayor parte de vehículos iban completamente cubiertos de pequeños tricolores patrios, fotografías del doctor Velasco Ibarra, grandes cartelones con caricaturas y leyendas decían lo siguiente: “Velasco Ibarra se debe a la nación y no a los Partidos Políticos”; “el Dr. Velasco Ibarra acabará con los festinadores de la Patria”; “el Dr. Velasco tratará con mano de hierro a los políticos ambiciosos que tratan de destruir la nacionalidad ecuatoriana” (Ibid 11, pág. 161). 13 En general se trataba de un liberal católico, con afán de reformas y pasión constructora, muchas veces improvisada... Sería muy injusto juzgar su dinamismo sólo por razones demagógicas o por afán de espectáculo. Ha de creerse que hay razones más hondas que lo expliquen: una prisa febril, una desconfianza del tiempo, un temor al prematuro final, una carrera de velocidad improvisada contra la circunstancia objetiva. todo ello alimentado por su indiferencia hacia una doctrina política homogéneamente conformada y por la rebeldía de un carácter introvertido, devorador de libros y lanzado de pronto a la vida exterior como un tremendo impacto de fuerzas interiores en lucha. 12

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Entre 1920 y 1929, con el seudónimo de "Labriolle" escribió ensayos para "El Comercio" de Quito y con su nombre propio, los libros Cuestiones americanas, Democracia y constitucionalismo, Estudios varios, Meditaciones y luchas. En 1930 estudió Filosofía del Arte y Derecho Internacional en la Sorbona y el Colegio de Francia. Ausente aún en Europa, fue elegido diputado por Pichincha. Participó en el Congreso de 1932, donde junto a los conservadores defendió con elocuencia la idoneidad constitucional del presidente electo Neptalí Bonifaz. En el de 1933, impugnó con igual elocuencia e iguales argumentos la incapacidad constitucional del presidente en ejercicio Juan de Dios Martínez Mera, cuya destitución lideró. Elegido presidente en 1934 y depuesto en 1935, tuvo que exiliarse en la ciudad de Sevilla, en el Valle del Cauca, Colombia. Allí escribió “Conciencia y Barbarie”, ensayo sobre su primera experiencia presidencial. De regreso al Ecuador, en 1940 perdió las elecciones. La aviación militar de la Base Aérea Simón Bolívar considerando fraudulento el triunfo de Carlos Arroyo del Río, se sublevó para entregar el Poder al legítimo ganador Velasco Ibarrra. Apresado éste, fue exiliado a Medellín, Colombia, luego a Buenos Aires y a Santiago de Chile. Desde estas ciudades dirigió la oposición. Luego de la derrota militar de 1941 y del Tratado de Río de Janeiro, pidió la renuncia del presidente ecuatoriano, conformó Alianza Democrática, un frente político que unió las fuerzas populistas, conservadoras, socialistas y comunistas contra Arroyo del Río, y se trasladó a Pasto, Colombia, para esperar la caída del presidente. Consumada la revolución popular del 28 de mayo de 1944 (“La Gloriosa”)14, Alianza Democrática Ecuatoriana (ADE) lo llamó y "el gran ausente" fue recibido como un mesías liberador. Al cabo de tres años Velasco Ibarra fue traicionado por su ministro de Defensa y conoció de nuevo el exilio: Quito, Santiago, Buenos Aires. De regreso a Buenos Aires se le aclaró el futuro, insistentemente le solicitaban que volviese a postularse a la presidencia, a lo cual ganó con facilidad las elecciones. Gobernó entre 1952 y 1956, su sucesor inmediato fue Camilo Ponce y durante ese periodo decidió retirarse a Uruguay donde continuó con su vida de catedrático hasta noviembre de 1959, cuando decidió aceptar la postulación que para la cuarta presidencia. Vino, habló y venció, la campaña fue intensa y apoteósica. Nunca antes su palabra había sonado tan convincente ni su emoción nacionalista había generado tanta emotividad; de hecho, esto se justifica con el 48.7 por ciento del voto de sus seguidores. Lo lamentable es que no logró terminar este cuarto período. El Congreso lo sustituyó por el vicepresidente Carlos Julio Arosernena Monroy. 14

La Gloriosa fue el nombre dado por los participes y contemporáneos a la serie de revueltas ocurridas en varias ciudades del país, en especial en Guayaquil, el 28 y 29 de mayo de 1944 contra el régimen liberal y a favor de José María Velasco Ibarra y de la Alianza Democrática Ecuatoriana (ADE). (De la Torre, 1993).

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En 1968 volvió Velasco y ganó las elecciones. Su pensamiento social se había radicalizado a tal punto que su palabra era todopoderosa. Al cabo de dos años de gobierno, desconoció la Constitución y asumió todos los poderes a fin de cumplir el mandato que le había dado el pueblo decía. A cinco meses de terminar este quinto mandato fue depuesto por las Fuerzas Armadas en febrero de 1972. Velasco Ibarra, ¿un líder populista? Velasco Ibarra gobernó en la crisis económica (1934-1935), en la post- crisis territorial (1944-1947), a comienzos del "boom" bananero (1952- 1956), a comienzos del tercermundismo castrista (1960-1961), y en la antesala del "boom" petrolero (19681972). Trece años en el Poder y cuarenta años como un referente obligado significaron una continuidad de influjo populista que contrastó con la inestabilidad. Por ello y después de haber pasar por una aproximación a la definición de populismo y el proceso como tal en el Ecuador es necesario desembocar en una conclusión, que si no es muy clara, debido a la serie de ambigüedades que se manejan en torno a este fenómeno, coincidió en algo mucho más concreto, señalar que el populismo es un fenómeno social y político; social porque obviamente depende de un líder, tal como lo explicaron los autores y para que estos actores se posiciones, es necesario que exista una relación (muchas veces cargada de emotividad) con sus seguidores. Pero también es un fenómeno político porque el fin es justamente ese, llegar a la consecución del poder. Carlos de la Torre (1998) llega a una conclusión casi acorde a lo que este trabajo pretende, él dice que la política de masas se origina en el Ecuador entre los años treinta y cuarenta con el velasquismo que domina la política del país durante cuatro décadas; es decir, durante los cinco periodos en los Velasco Ibarra se instala en el poder, luego de la crisis del régimen oligárquico, pero sobre todo porque los sectores de artesanos, clase media, trabajadores temporales y sectores proletarios demandaban y exigían su inclusión en la política. De hecho, en la seducción velasquista resalta que los políticos contemporáneos a Velasco, en algún momento de sus vidas e independientemente de sus ideologías políticas, se definieron como velasquistas o antivelasquistas, lo cual justifica que este movimiento no atrajo sólo a las élites del país. Reitero, su papel más importante fue incorporar el sistema político a sectores hasta entonces excluidos del mismo (artesanos, trabajadores...) Velasco Ibarra inauguró un nuevo estilo que incluía a votantes y no votantes y por eso inaugura la bien llamada política de masas15. Esto justifica en parte esa apelación a lo popular que se hace en el populismo, por el hecho de considerarla como una retórica y un estilo de movilización política, esta retórica populista que radicaliza el elemento emocional de los discursos políticos (José Alvares Junco, 1987). Es clara la identificación dicotómica entre el pueblo y la 15

De la Torre, Carlos; “La seducción velasquista”.

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oligarquía que Velasco Ibarra define esos términos como inclusión y exclusión, que como ya se analizó se sujetan a las oligarquías y los sectores que no han tenido participación. Se dice que el populismo simplifica el espacio político porque reemplaza una serie de complejas, no solo diferencias de clase sino también en el orden político e ideológico (Laclau, 2005) y en el caso ecuatoriano, esa caracterización también fue visible y latente; en definitiva, las masas ocupan directamente los espacios públicos para demandar su incorporación política, estas masas, según de la Torre son utilizadas por el líder como una buena estrategia para intimidar a sus adversarios. A manera de conclusión José María Velasco Ibarra (George Blanksten, 1989) es una de las figuras políticas más mal entendidas; comparado con líderes como Flores, García Moreno y Alfaro, fue un caudillo16 inferior, debido a que como se ha señalado, el caudillo ecuatoriano tiene como característica la capacidad intelectual, vitalidad, reputación y conciencia de su propio significado. Sin embargo, su mensaje fue claro, su pasión por el poder es más que clara, a tal punto que este proceso es sin lugar a dudas como el fenómeno político más inquietante del Ecuador (Cueva, 1989), esos 40 años de dominación del escenario político no son gratuitos (desde 1932 hasta 1972). El velasquismo encierra ciertas dudas de cómo logró consolidarse luego de varias crisis de periodos, o como Cueva lo señala, en menos de diez años se produce el fracaso de tres fórmulas de dominación en el país. Así, entre 1922 y 1925 se desmorona el mecanismo armado por la burguesía guayaquileña por hacerse del poder: el fracasado liberalismo; en 1931 cae el gobierno juliano en medio de la crisis económica y por sus debilidades propias; finalmente, en 1932 fracasa el conservadorismo, como una acción de los terratenientes de la sierra.. Por ello, el espacio adecuado y el “vacío de poder” al que hace referencia Cueva, será ocupado oportunamente por Velasco Ibarra. Esta crisis de poder a la que se menciona es el primer elemento para explicar el fenómeno velasquista. No es cuestión de un simple fenómeno caudillista con bases en el liderazgo y en la relación del líder-seguidores, sino que esos años estaban caracterizados por una 16

Monarca vestido de republicano que lleva la tradición monárquica ecuatoriana es el caudillo. Los dos sistemas monárquicos en que en gran parte se basa el proceso político ecuatoriano – el sistema español y el sistema indígena- contienen el principio hereditario como vehículo de la sucesión… El caudillismo surgió espontáneamente y en forma caótica de la tradición cultural ecuatoriana, como el método de selección de líderes naturales. El caudillo ecuatoriano es producido por una especie de interacción sociopolítica que opera en el grupo de los blancos o criollos que es la clase dirigente. El caudillo se ve a sí mismo como un hombre indispensable, normalmente siente que es la única figura nacional que puede “salvar al país”. De hecho se parece muchísimo a lo que Max Weber designa como líder carismático. (El populismo en el Ecuador, pág. 106).

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situación de dependencia, sin la cual, a criterio de Cueva, es imposible explicar cómo el fenómeno velasquista caló en la sociedad ecuatoriana. Su agotamiento se debe, para mí, a dos aspectos importantes, el primero relacionado al agotamiento de la figura de líder y también por la crisis del sistema capitalista mundial. En primera instancia, los cuarenta años de dominación resquebrajaron la salud de Velasco, que incluso, según narra la historia, hubo quienes le propusieron comandar el sexto velasquismo pero su respuesta fue tajante: “tengo 84 años, tengo un riñón menos, mi memoria e imaginación retentiva están fallando... Mi edad me obliga a proceder austeramente renunciando a la fatua vanidad”. En cuanto a la crisis capitalista, ésta sacude la frágil estructura de la sociedad ecuatoriana de ese entonces considerada como agro exportadora, lo cual provocó que la industrialización sea ajena a la realidad nacional y por ende la serie de contradicciones políticas internas. Más bien, el fenómeno velasquista sirvió de fórmula para una etapa de transición entre la burguesía agromercantil en crisis. Hasta cierto punto se estableció como un factor de equilibrio precario entre los intereses de una clase dominante en su conjunto débil y fraccionado. Cueva concluye señalando que el velasquismo constituyó una combinación de elementos estructurales heterogéneos, amalgamados al calor de una demagogia mistificadora. Pero entre los más importantes aportes de este proceso velasquista es incluir a los sectores marginados a la acción política, lo cual provoca que las contiendas electorales se conviertan en un factor determinante. Los sectores sociales menos favorecidos ingresan en la escena política (Hurtado, 1989) y se transforman en actores al ser escuchados por los caudillos o visitados por sus intermediarios; pero sobre todo al ver como sus planteamientos de necesidades son escuchadas y además buscan una solución inmediata para vivir en armonía. En cuanto a la utilización del discurso, la muy acertada percepción de Lautaro Ojeda da cuenta de cuán importante es para este caso, su lenguaje popular, prácticamente utilizado ante públicos de los sectores excluidos. Esto, a mi modo de ver, es una estrategia bastante elocuente que lleva a identificar a los bueno y malos dentro del contexto político, la moralidad y los valores son la clave del embelesamiento, ya que solo, según Velasco, a través de los “valores absolutos” harán libres a los hombres y podrán llegar a la satisfacción de todas las necesidades. Sin embargo, la clave de todo éxito y de cualquier tipo de acción populista se reviste de dos actores: el líder con sus características innatas, las mismas que son identificadas por sus seguidores, quienes fascinados por el discurso coloquial se sienten, no con un 8

diferente, sino con un igual y semejante; quien, gracias a la consecución del poder tendrá la facultad, en una suerte de salvador o mesías, solucionar sus problemas y satisfacer todas sus necesidades. La consecución del poder es una realidad en el populismo, lo lamentable es que una vez consolidado ese poder, los gobernantes no sepan aplicar ese discurso popular, solo con las medidas adoptadas se puede afectar a aquellos seguidores y aparte confiados. Bibliografía     

Burbano de Lara, Felipe; De la Torre, Carlos; “El Populismo en el Ecuador”; primera ed; Ildis, 1989. Laclau, Ernesto; “La razón populista”; Fondo de Cultura Económica; 2005. De la Torre, Carlos; “La seducción velasquista”; Librimundi - FLACSO; 1993. Burbano de Lara, Felipe; “El fantasma del populismo”; ILDIS – FLACSO; 1998. Quintero López, Rafael; “El mito del populismo”; Abya Yala-UASB; cuarta edición; 2005.

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