El pilar-estela de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla). Treinta años del hallazgo.

August 30, 2017 | Autor: J. García Cano | Categoría: Coimbra del Barranco Ancho, Pilar-estela
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Descripción

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El pilar-estela de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla). Treinta años del hallazgo

José Miguel García Cano Museos de la Universidad de Murcia

Virginia Page del Pozo Museo de Arte Iberico «El Cigarralejo», Mula (Murcia)

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EL

I

PILAR-ESTELA DE

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ntroducción

Se van a cumplir por estas fechas los treinta años del descubrimiento más importante de la arqueología ibérica de Murcia: el hallazgo de un pilar-estela totalmente decorado en la necrópolis de El Poblado del conjunto ibérico de Coimbra del Barranco Ancho, en las cercanías de Jumilla. Con precisión fue en julio de 1981.

Como era práctica habitual desde 1977, un equipo de arqueólogos y estudiantes del ramo de Historia Antigua y Arqueología de la Universidad de Murcia dirigido por la Dra. Ana María Muñoz Amilibia, estábamos iniciando la quinta campaña de excavaciones sistemáticas en el mencionado yacimiento ibérico. En concreto era la segunda actuación en la necrópolis. Otro ingrediente a sumar al atractivo del hallazgo fue que se produjo el primer día de intervención en la necrópolis, aunque ya llevábamos una semana de trabajos en El Poblado.

Ese primer día se localizó el célebre «cipo» decorado con relieves en sus cuatro caras (Muñoz Amilibia, 1981; 1983 y 1987) y, conforme avanzaron los días, se completó el pilar-estela con la aparición de varios trozos esculpidos pertenecientes a la gola, la zapata y un toro, que debió coronar el conjunto. El bloque escultórico quedaba prácticamente en superficie y, de hecho, la cara superior aparecía erosionada, cubierta con líquenes y en peor estado que el resto del bloque, debido a los muchos años que permaneció a la intemperie, soportando las inclemencias del tiempo. Deterioro del que aún quedan huellas, pese a las acertadas restauraciones que se realizaron en diciembre de ese mismo año. Y así, lo que parecía ser un primer día de duro trabajo arqueológico en un yacimiento ibérico, con el planteamiento de las cuadrículas, la excavación del estrato superficial y mucha planimetría, se transformó por completo con el extraordinario descubrimiento. Entre otras cosas, la campaña, en principio de quince días, tuvo que prolongarse a lo largo de todo el mes de julio de 1981 debido a la problemática que presentaba extraer un bloque pétreo de semejante envergadura y su traslado, desde lo 161

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alto del monte en donde se ubica la necrópolis, hasta los almacenes del museo arqueológico de Jumilla «Jerónimo Molina».

Las gestiones de la profesora Ana María Muñoz dieron sus frutos y, en poco tiempo, una restauradora de primer nivel del IPH (Instituto de Patrimonio Histórico) llegó a Jumilla para consolidar, proteger y, sobre todo, intentar extraer en una pieza el bloque de piedra tallado. El trabajo que realizó María Sanz Nájera, acompañada en todo momento por Virginia Page, fue impagable y novedoso en aquel momento, ya que ideó un sistema mixto de bloque de planchas rígidas con cama, también rígida, de poliuretano expandido (Escudero y Roselló, 1988: 20-24), cuyo objeto era el de extraer y transportar en un bloque un objeto pesado y relativamente frágil sin que sufriera al manipularlo.

Y así, a finales de julio, la pieza principal, perfectamente protegida y envuelta en poliuretano expandido dentro de una caja de madera realizada a medida, descansaba en el Museo Arqueológico Municipal de Jumilla, hasta su apertura y tratamiento definitivo que tuvo lugar, por parte del mismo equipo de restauración, en diciembre de ese mismo año. El objetivo prioritario, además de su conservación para el futuro, era que el monumento funerario pudiera ser musealizado y visto por primera vez en el citado museo tras sus reformas, con motivo del XVI Congreso Nacional de Arqueología, que se celebró en Murcia en enero de 1982 y donde se presentó a la comunidad científica el estudio de la pieza y su interpretación iconográfica, así como el sistema de extracción y restauración posterior.

El cipo en el contexto de la arquitectura funeraria ibérica

Como hemos señalado, han pasado los años y creemos que las teorías planteadas en torno a los monumentos funerarios de carácter escultórico/arquitectónico por el profesor Martín Almagro-Gorbea se han consolidado por completo (1983a; 1983b y 1983c), con la adición de estudios globales más recientes, de los que destacaremos los llevados a cabo por Isabel Izquierdo (2000).

No hay que incidir demasiado en que una de las señas de identidad de la élite contestana es el uso, en contextos religioso-funerarios, de una arquitectura monumental y de esculturas re162

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alizadas en piedra arenisca para coronar sus sepulturas. El reducido número de ejemplares y el breve periodo de tiempo en el que se erigieron —desde fines del siglo siglo

IV

V

a mediados del

a.C.— hace pensar que estuvieron relacionadas con el dominio de unos grupos aristo-

cráticos que decayeron en los últimos años de esta centuria y, con ellos, su afán por representar el estatus al que pertenecen y su poder frente al resto de la población; o quizás pasaron de moda estos monumentos, tan inestables que no gustaron a los descendientes de aquéllos; o, simplemente, se extinguieron los artesanos itinerantes que pasarían por los poblados de la zona ofreciendo sus servicios a las mencionadas élites y que aprenderían su arte de artistas griegos —aunque no dispongamos de ninguna pieza que podamos considerar genuinamente griega (Domínguez Monedero, 1984: 154)— sin que fueran reemplazados por otra generación de escultores.

Estos elementos no sólo sirven para reflejar determinados aspectos religiosos basados en la simbología de los animales, representados como remate del monumento o en las escenas que aparecen en ellos, como en el caso que nos ocupa. También mantienen vivo el recuerdo del difunto, aunque sea por un breve espacio temporal; autentifican, a través de la heroización del fallecido, el papel de su familia o del grupo al que perteneció y, finalmente, delimitan físicamente el territorio. Son, en definitiva, un elemento propagandístico de primer orden en una sociedad fuertemente jerarquizada como es la ibérica.

Es cierto que no todos los monumentos funerarios eran del tipo denominado pilar-estela, que tan acertadamente definió Martín Almagro a partir de los hallazgos del gran yacimiento de Pozo Moro. Aunque éste sea el más abundante, se han podido constatar otros modelos que podemos dividir en:

Escultura exenta

PERSONAJES

SEDENTES

Se trata de un personaje masculino o femenino ricamente engalanado, con amplia túnica y envuelto en un manto que deja al descubierto joyas y aderezos. El tamaño es algo menor que el real y siempre se representan sentados en un trono. Destaca, en la necrópolis del Cabecico del Tesoro en Verdolay (Murcia), la relativa abundancia de personajes masculinos, ataviados 163

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con la indumentaria típica ibérica, aunque los rasgos faciales y el peinado nos remiten a los kouroi griegos de los siglos

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y

V

a.C.

Más abundantes son las «Damas», como la del Cigarralejo en Mula (Murcia), asociada a una sepultura doble y colocada directamente sobre el encachado pétreo que cubría la tumba 452, sin más aditamentos (Cuadrado, 1995), con claros paralelos formales en Baza o, en la procedente de la Alcudia (Elche). Las recientes investigaciones no llegan a determinar si se trata de una representación de la difunta, de una sacerdotisa o de una diosa protectora que vigila el tránsito de almas al más allá.

CABALLEROS

O GUERREROS A CABALLO

Normalmente, el caballo aparece ricamente enjaezado. Responde a la representación de un personaje heroizado con o sin sus armas. Los máximos exponentes de este grupo los encontramos en la necrópolis de Los Villares (Hoya Gonzalo, Albacete), perfectamente documentados por el profesor Juan Blánquez Pérez (1992: 121-143; 1993: 111-128), quién señala lo excepcional de su aparición in situ, sobre las tumbas para las que fueron concebidos o muy próximos a ellas. Aunque en el Cigarralejo aparecen numerosos fragmentos escultóricos pertenecientes a caballos con todos los atalajes y restos de guerreros, no es posible delimitar si pertenecen al mismo grupo.

Monumentos

PILARES-ESTELA Modelo proveniente del mundo griego y oriental, consta de un pilar, una moldura (gola), a veces de una nacela decorada con personajes tendidos y, coronando el conjunto, la escultura de un animal: un león (Coy, Lorca) o un toro (Coimbra, Jumilla), seres fantásticos como grifos (Corral de Saus, Mogente) o esfinges. El animal actúa como un protector de la tumba, aunque algunos investigadores opinan que se trata del emblema de un linaje familiar.

Pese al tiempo transcurrido desde su aparición, sigue siendo un caso único el pilar-estela de los Jinetes de Jumilla, tanto por su interés tipológico dentro de este grupo, al estar totalmente esculpido con una escena figurada, como por el interés iconográfico de su propia decoración en alto relieve, con una procesión de caballeros, tal vez miembros de una misma familia, que muestran su poder y solidaridad ante la muerte (Aranegui, 1996: 94). En él aparecen evidentes 164

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atributos de prestigio como los propios caballos, ricamente enjaezados con atalajes y montura, o los aretes que penden de las orejas de todos los personajes, sumados a los brazaletes claramente marcados en los brazos izquierdos, excepto en la figura de menor tamaño, que lo porta en el derecho. Estos relieves revelan unos ritos funerarios y unas creencias en la vida de ultratumba de los que aún se nos escapan muchos datos. En ellos se hace evidente la ausencia de armas y la aparición de símbolos, tales como el conejo, un pájaro y una cabeza cortada, asociada según Carmen Aranegui a la tortuga y que podría ser la propia muerte, como símbolos representativos de las tres edades del hombre: juventud, madurez y ancianidad (1996: 93-94). Junto a ellos se representa una escena de imposición de mano de un personaje masculino adulto —posiblemente una divinidad— sobre la cabeza de un niño —interpretado como el alma del difunto—, quizá un símbolo de despedida o acogida. Finalmente, destacaremos su importancia cronológica, tan tardía dentro de la estatuaria contestana.

TURRIFORMES Es quizás el mejor soporte arquitectónico para reflejar aspectos religiosos, rango social e ideo logía del poder tanto en el ámbito ibérico como en el púnico, de donde parecen proceder estos monumentos. En la Región de Murcia no se ha identificado ninguna obra de este último tipo, aunque no faltan en Albacete (monumento de Pozo Moro) y Alicante (Huerta de Mayo, Alcoy y Parque de Elche).

Estado actual y perspectivas de futuro del yacimiento

Desde la aparición del monumento funerario en 1981, las investigaciones arqueológicas en la necrópolis del Poblado han mantenido una continuidad casi ininterrumpida durante los últimos treinta años. Cabe reseñar el planteamiento por parte del equipo directivo de dos grandes proyectos de investigación arqueológica:

1. Uno desarrollado entre 1980 y 1995, en el que se incluyen, al finalizar el mismo, dos campañas de excavaciones de urgencia en 1992 y 1995, tras unas intervenciones clandestinas que dejaron al descubierto los restos saqueados de varias sepulturas ibéricas (Page, García Cano, Iniesta y Ruiz, 1987; Iniesta, Page y García Cano, 1987; García Cano 1997 y 1999). 165

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PILAR-ESTELA DE COIMBRA DEL BARRANCO ANCHO © Museo Municipal «Jerónimo Molina» de Jumilla (Murcia) Fotos: Jesús Gómez Carrasco

CUATRO CARAS DECORADAS DEL

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2. Y un segundo gran programa de actuación que encuadraríamos entre 1997 y 2010, aunque aún sigue en vigor, y al que denominamos «Proyecto Iberos Murcia» (García Cano y Page, 2007a y 2007b; García Cano, Page, Gallardo, Ramos, Hernández y Gil, 2008). Este proyecto surge como resultado del convenio de colaboración entre la Fundación ADENDIA (entidad benéfica sin ánimo de lucro cuyo objetivo es realizar obras de asistencia social y promover, fomentar y difundir la cultura, desarrollo íntimamente ligado a la mejora social) y el Proyecto de Investigación del Conjunto Ibérico de Coimbra del Barranco Ancho debido a las oportunidades que ofrecía para el conocimiento de nuestra historia a través de la arqueología, y la posibilidad de fortalecer ese conocimiento gracias a una labor científica, de documentación, estudio y divulgación de los resultados, para concluir con la «puesta en valor» del yacimiento. La Fundación ADENDIA no sólo buscaba un emplazamiento interesante a nivel científico, quería también un proyecto que le permitiera potenciar la zona geográfica donde se ubicase, por lo que desde el principio se planteó junto a la financiación de los trabajos, su difusión cultural (Haber, Gallardo y García Cano, 2006).

De esta manera podríamos resumir las actuaciones del Proyecto Iberos-Murcia en: campañas arqueológicas (con el levantamiento topográfico, dibujo técnico de los materiales y de las estructuras recuperadas, fotografía digital e inventario de los objetos), publicación de las conclusiones obtenidas del estudio de los hallazgos y realización de una exposición temporal que plasme los resultados de estas últimas excavaciones arqueológicas. Y, como complemento, la rehabilitación del yacimiento para su conservación, visita y comprensión por el gran público.

Respecto a la «puesta en valor» del conjunto, querríamos reseñar la intervención en la zona de acceso al poblado, concretamente en la muralla y torreón defensivo y en las casas «H» e «I», consolidando y recreciendo los muros entre dos y tres hiladas con piedra caliza de la zona. Además, a uno de los muros de la casa «H» se le han añadido también dos filas de adobe, con el objetivo de que el visitante conozca el tipo de fábrica utilizado por el hombre en época ibérica. El suelo de uso ibérico del interior de las dependencias fue protegido con geotextil cubierto de chinarro de color beige.

En la necrópolis del Poblado, han llegado a reconstruirse los empedrados tumulares de las dos tumbas principescas n o s 22 y 70. Así mismo, hemos acondicionado los caminos de acceso 167

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al yacimiento y reforestado la zona baja del monte. En un futuro próximo tenemos previsto continuar con los trabajos periódicos de restauración del yacimiento, prácticamente en paralelo con los de la excavación arqueológica. El plan integral contempla también la construcción de un pequeño centro de interpretación del conjunto arqueológico, que se ubicará en la base del acceso oriental del yacimiento. Sin embargo, el momento actual de crisis económica ha impedido que el proyecto pase de la fase inicial.

Concretando, podemos puntualizar que en el transcurso de estos años se han realizado 18 campañas de trabajos arqueológicos que han supuesto la investigación de más de 400 metros cuadrados de superficie de la necrópolis, alcanzando una profundidad, en determinadas cotas, de más de 2 metros de potencia estratigráfica y la localización en ese espacio de 164 nuevos enterramientos ibéricos de incineración. De los que presentan cubiertas pétreas del tipo túmulo, organizadas a modo de encachados, en torno al 35%-40% de las deposiciones. Encontramos un aprovechamiento total del área cementerial, al igual que en otras necrópolis ibéricas de la región —hasta cinco niveles de superposiciones de enterramientos a lo largo de los casi dos siglos de uso del cementerio— y una adscripción cronológica que comprende las primeras décadas del siglo

IV

y los primeros años del siglo

II

a.C.

El volumen total de incineraciones asciende a 238, de las que ya han sido publicadas las primeras 160 sepulturas con sus respectivos ajuares funerarios (García Cano, 1999; García Cano, Page, Gallardo, Ramos, Hernández y Gil, 2008) y recientemente una monografía sobre las cerámicas áticas de figuras rojas (García Cano y Gil, 2009). Igualmente la necrópolis ha podido ser delimitada en sus lados norte, oeste y sur, lo que ha permitido concentrar las investigaciones de las últimas campañas en el sector más oriental, donde se han encontrado una gran cantidad de incineraciones correspondientes al siglo

IV

a.C. Entre los materiales más signifi-

cativos documentados en esta área, destaca la presencia de determinados tipos de cerámica ática de figuras rojas, muy escasos en el elenco de las importaciones áticas constatadas en la Península Ibérica, como una pelike muy próxima al pintor London Griffin Calyx y una tapadera reversible de lekanis del pintor de Coimbra, perteneciente al Grupo de la lekanis de Viena y adscrita al modelo concreto del pintor de la lekanis de Coimbra (García Cano y Gil, 2009). Destaca también la presencia de un grupo de cerámicas ibéricas de excelente calidad, en cuanto al acabado y la decoración, pintada en color rojo vinoso sobre bandas blancas en las 168

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RECONSTRUCCIÓN DEL PILAR-ESTELA DE COIMBRA Foto: Jesús Gómez Carrasco

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que combinan motivos típicamente ibéricos, con otros inspirados en los representados en las producciones de cerámica ática: ovas, grecas, róleos… (García Cano y Page, 2007a: 65) que de momento, sólo hemos podido constatar en este yacimiento, por lo que pensamos que el centro de producción de estas cerámicas debió estar en la propia Coimbra o en sus proximidades. A este modelo podría sumarse el que presentan otros vasos ibéricos con decoraciones excepcionales por su carácter simbólico (García Cano, 1999; García Cano, Page, Gallardo, Ramos, Hernández y Gil, 2008: 157-158, figuras 186-187, lámina 29).

Nuevos hallazgos escultóricos

Pese a conocer en profundidad el cementerio y su entorno, y habiéndose documentado gran cantidad de enterramientos provenientes de niveles fértiles del siglo

IV

a.C., como apuntábamos

con anterioridad, no hemos vuelto a encontrar restos arquitectónicos correspondientes a otros posibles monumentos. Este hecho, en principio, supone que la familia aristocrática que mandó levantar el prestigioso pilar, no continuó con esta moda en otros túmulos pétreos posteriores que perpetuaran la nobleza de su linaje, moda que no llegó a arraigar en otros clanes afines que decidieran continuar con la construcción de estos costosos monumentos.

Sin duda alguna, el pilar de Coimbra puede considerarse uno de los más recargados y complejos en cuanto a representaciones iconográficas esculpidas en relieve se refiere, lo que supondría un aumento del trabajo de los artesanos y el correspondiente coste adicional. Asimismo, nos encontramos ante uno de los monumentos más tardíos de la serie (García Cano, 1994). Quizás influyeron ambas razones para la desaparición de la arquitectura monumental en este asentamiento. Pero, sea cual fuere la razón, la realidad patente es que hacia finales del siglo

IV

este modelo de monumento funerario, o el de las figuras exentas, desaparece definitivamente del paisaje de las necrópolis ibéricas del sureste peninsular y, por tanto, también de Coimbra del Barranco Ancho.

Aún persiste la duda sobre la procedencia y el destino del monumento tipo pilar-estela aparecido en las inmediaciones del asentamiento eneolítico del Prado. Dichos restos se encontraron abandonados y reutilizados en época romana como parte de una fuente (Lillo Carpio, 1990). 170

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Su ubicación final sería probablemente la necrópolis de Coimbra del Barranco Ancho, pero fue abandonado en el llano a menos de 2 kilómetros del citado asentamiento, en la fase final de su traslado y colocación en el cementerio. Desconocemos el por qué de un cambio tan brusco y repentino.

Cabeza de toro

En el transcurso de estos años de trabajos de campo, sólo se ha recuperado un nuevo fragmento escultórico perteneciente a la cabeza de un torito en piedra arenisca-molasa de color blancoamarillento, de formato algo menor que el natural.

Presenta un morro prominente muy desgastado, así como un lateral, quizás el derecho, aunque no podemos confirmarlo porque sólo se talló una de las caras para ser visto de perfil y de frente. Se conservan restos de la boca cerrada, la huella de los gruesos orificios nasales y cinco pliegues del cuello. En la cara, bien conservada, los ojos subrectangulares de gran tamaño, con lacrimal indicado, marcados con una incisión y, sobre ellos, un grupo de arrugas realizadas con incisiones. En la testuz, cubierta por una ancha banda, apreciamos unas incisiones verticales muy deterioradas que podrían indicar pelo y, en uno de los extremos de la misma, se conserva uno de los arranques de los cuernos. No se conservan las orejas. Forman la papada una serie de incisiones verticales y paralelas entre sí que dejan franjas en resalte. La boca cerrada, sin apenas labios, se insinúa también mediante una incisión.

Dimensiones: altura: 13,5 cm.; grosor máximo: 7 cm.; longitud conservada: 14,3 cm.

Contexto del hallazgo: Durante la campaña arqueológica de 2004 como parte de la cubierta pétrea de la sepultura nº 194, nº inventario 8232.

Cronología y ajuar funerario asociado: En base al ajuar funerario de la cremación, podemos ofrecer una cronología para la escultura del toro de la primera mitad avanzada del siglo

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a.C. La tumba 194 no contenía urna cineraria 171

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CABEZA

DE TORO.

EMPEDRADO DE LA TUMBA 194 Foto: Jesús Gómez Carrasco

y tanto el ajuar como los restos óseos calcinados se depositaron directamente en el interior de la fosa, de donde únicamente se recuperaron dos ítems de cerámica ática de barniz negro: una pátera incurving rim bowl (F21L), decorada en el interior con cuatro palmetas agrupadas de trazo continuo rodeadas por varias orlas de estrías hechas a base de ruedecilla (nº 8224), y un plato outturned rim bowl (F22L), decorado en el fondo interno con seis palmetas enlazadas rodeadas por estrías hechas mediante ruedecilla (nº 8225). De acuerdo a sus elementos morfológicos, la disposición de las reservas, la propia decoración impresa, el tamaño etc., podemos fechar ambas piezas alrededor de 375-350 a.C. Quizás la nº 8224 hacia mediados de la centuria, mientras de la nº 8225 podría situarse en los primeros años del siglo

IV,

esto es, circa 375-

360 a.C. El ajuar también proporcionó tres elementos de hueso que pueden pertenecer al mecanismo de la bisagra que acciona la tapadera de una cajita de hueso (García Cano, 1997: 255, figuras 1 y 2; 1999: 97-99). 172

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VISTAS

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DE FRENTE Y PERFIL DE LA CABECITA DE TORO DOCUMENTADA EN EL ENCACHADO PÉTREO DE LA TUMBA 194

Presencia y significado del toro en el mundo ibérico

La representación del toro en el mundo ibérico es relativamente frecuente y así lo atestigua su aparición en monedas, en pequeños exvotos de piedra o bronce (Nicolini, 1969; 1977: 8889), en terracotas, en vasos plásticos (Page, 1984: 130-131; García Cano y Page, 2004: 153 y 170) o incluso como apliques de asas cerámicas (Page, 1984: 97-98). Sin embargo, destacan especialmente las piezas de mediano y gran tamaño esculpidas en piedra, propias de contextos religioso-funerarios, como el que nos ocupa o los descubiertos en Los Nietos (Cartagena) o Monforte del Cid (Alicante) (Ramos y Almagro, 1986, con un completo estudio sobre las representaciones de toros en el Mediterráneo durante la antigüedad). Todos los mencionados anteriormente forman parte del remate de un monumento arquitectónico del tipo «pilar-estela», aunque no faltan esculturas exentas, ya tengan una postura erguida o echada, la mayoría encontradas fuera del contexto para el que fueron concebidas (Chapa, 1984: 144-157). 173

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No es posible, debido a las limitaciones de espacio de este artículo, hacer un estudio exhaustivo sobre el toro y su significado en la sociedad ibérica, tema por otro lado muy bien tratado en diversos estudios científicos y de alta divulgación, por lo que nos limitaremos a recoger algunas anotaciones de interés iconográfico y simbólico sobre este emblemático animal, el segundo más representado dentro de la gran plástica ibérica, después del león.

Parece haber unanimidad en la investigación al interpretarlos, al menos los aparecidos en necrópolis, no como un dios venerado por los iberos, sino como un símbolo de fortaleza, en base a su ancestral poder fecundador y regenerador de vida (Olmos, 1986: 18) y, por extensión, a la de ultratumba (García-Gelabert y Blázquez, 1997: 417). En esta línea se encuentran también Morena y Godoy (1996: 84) que apuntan que el toro, a diferencia del león, no simboliza una fiera protectora del difunto, sino que indica sobre la tumba la perduración constante de la vida basada en su poder fecundador, mientras que los exvotos procedentes de santuarios pudieron tener un carácter profiláctico de protección del ganado. José María Blázquez vincula el toro al sol, representado como una rueda o roseta en la frente del animal o entre los cuernos. Sería la fuerza vivificadora, potenciación sobrenatural y esperanza de una futura vida astral, remarcando de esta manera su simbología como fuerza regeneradora y fecundadora (Blázquez, 1977: 436 y 476)

T. Chapa defiende el valor sagrado del toro en el ámbito de los ritos y ceremonias religiosas indígenas o, al menos, de los bóvidos que presentan adornos en la frente como los citados símbolos astrales (Chapa, 1984: 155). El carácter sacro es tratado asimismo por Blanco Freijeiro (1961-62: 172), quien opina que la sacralidad del toro se funde en la doble percepción de su vigor físico y genérico, suficiente para despertar en la mente popular un sentimiento de religioso respeto. Recoge incluso un texto de Diodoro (IV.18.2) en el que se señala el carácter sacro de las vacas en Iberia.

Finalmente nos gustaría reseñar la hipotética vinculación de este animal con el agua que le atribuyen varios autores como Enrique Llobregat (1981) o Teresa Chapa (1984: 226) basándose en la abundancia de esculturas de bóvidos en lugares íntimamente ligados al río Segura. No obstante para A. Domínguez (1986: 317) esta hipótesis plantea serias dudas ya que, aunque no niega la posible relación entre los toros y el agua, apunta que en la mayoría de los yaci174

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mientos donde aparecen toros hay también otras figuras representadas, por lo que no se puede establecer una clara vinculación entre ellos, ni los revestiría de un simbolismo especial y, si lo tuviera, éste no se circunscribiría únicamente al toro. Por otro lado, hemos de reseñar igualmente que la práctica totalidad de los asentamientos ibéricos se ubican en torno o muy próximos a los recursos de agua, esto es, en Murcia a lo largo del río Segura o de sus afluentes, con el claro propósito de poder abastecerse de un elemento tan necesario para la vida como es el agua.

Reflexiones finales

En definitiva, pensamos que, aunque existen otras necrópolis donde se han constatado varios pilares-estela, como Cabecico del Tesoro o Cigarralejo, por señalar ejemplos cercanos de la Región de Murcia, en Coimbra la aceptación de estos complicados y caros monumentos sujetos a una base pétrea de considerables dimensiones no tuvo excesivo éxito. No existen monumentos funerarios en la necrópolis de la Senda y en la necrópolis del Poblado sólo un gran clan adoptó el modelo, con dos posibles monumentos si aceptamos el pilar del Prado con viable destino en Coimbra. Podría pensarse en un tercer pilar en base al fragmento de nacela que también se documentó en 1981, aunque creemos que este trozo es otra pieza inacabada adscribible a una prueba del pilar que finalmente se coronó con éxito.

La aparición de esta escultura pone de manifiesto que alguien, en un momento dado de la primera mitad del siglo

IV

a.C., esto es, a la par o incluso antes de la erección del pilar-estela

de la tumba 70, decidió añadir un elemento significativo o distintivo a la tumba de un ser querido con el relieve de un torito. Sin embargo fracasó, no sabemos por qué razón, y al final el esbozo de torito fue empleado sin más, como piedra en ese u otro enterramiento de la necrópolis.

Para concluir estos apuntes sobre la revisión del yacimiento treinta años después de la aparición del pilar-estela, nos gustaría reseñar que el proyecto de investigación arqueológica en Coimbra continúa activo, tanto en la necrópolis donde se produjo el hallazgo, como en el poblado. Si bien es cierto que, debido a la falta de un presupuesto adecuado a la envergadura 175

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del proyecto a realizar, las actuaciones de consolidación de estructuras, al igual que las nuevas investigaciones en el poblado, junto a la publicación de las mismas, se está viendo retrasada en el tiempo. Del mismo modo, la última fase del Proyecto Iberos Murcia, que pretendía completar el conocimiento sobre esta estación ibérica con la excavación de la necrópolis del Barranco, la única que aún no ha sido investigada de forma sistemática y, la puesta en marcha del centro de investigación, así como la rehabilitación íntegra del conjunto para su conservación y visita, se encuentran en una fase de paralización.

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BARRANCO ANCHO (JUMILLA). TREINTA AÑOS DEL HALLAZGO

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