El personaje narcisista: un fenómeno de autopercepción y su relación con el Yo ideal y el falso Self.

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Descripción

El personaje narcisista: un fenomeno de autopercepcion y su relacion con el yo ideal y el falso self Mtra. Marisol Zimbrón Flores Sevilla, España. 2014

Resumen: A través de la escucha empática de mis pacientes he podido observar en un número significativo de casos un fenómeno al que he denominado “el personaje narcisista” basándome, principalmente, en la propia palabra que, a modo de metáfora y de forma recurrente, utilizan distintos pacientes en su intento por explicar su propia experiencia psíquica (e incluso física en la “frontera-contacto”) al respecto. El personaje narcisista constituye una suerte de disociación del yo de evidente carácter defensivo que, en su origen, cumple con una función adaptativa pero que, con la evolución y el desarrollo del individuo, este fenómeno sufre un proceso de deterioro que lo lleva de una condición egosintónica a un problema egodistónico que genera en quien lo padece una constante sensación de insatisfacción, tensión e incluso falta de sentido de pertenencia en determinadas situaciones. En otras palabras el personaje es una construcción compleja de elementos que se manifiestan en un patrón complementario de personalidad como defensa adaptativa ante determinadas circunstancias y cuyo origen se encuentra en el yo ideal entendido este como “un ideal narcisista de omnipotencia que implica una identificación primaria con otro ser catectizado con la omnipotencia…” (Lagache, 1961). Es decir que dicho personaje surge como una ilusión de omnipotencia ante situaciones en las que, en general, el individuo se siente inferior y que, para buscar pertenecer adopta el personaje como si se tratara de su verdadero self, consolidando hacia el exterior y actuando en la frontera-contacto esa “identificación heroica” (ídem.) o ilusión de omnipotencia. El presente trabajo explica la formación del personaje narcisista, y su propia debacle al carecer de capacidad evolutiva, convirtiéndose tarde o temprano en una estructura rígida que impide el verdadero self, tornándose patológico al generar las sensaciones de irrealidad, futilidad y vacío que menciona Winnicott (1961) en relación con el sometimiento que el Self verdadero sufre a manos del falso.

Introducción A través de la escucha empática de mis pacientes he podido observar en un número significativo de casos un fenómeno que ha llamado mi atención y al que he denominado “el personaje narcisista” basándome, principalmente, en la propia palabra –“personaje”- que, a modo de metáfora y de forma recurrente, utilizan distintos pacientes en su intento por explicar su propia experiencia psíquica e incluso física en la “frontera-contacto” (al presentarse ante otros), al respecto. El personaje, entonces, oculta al verdadero Self, anteponiéndose en función de lo que considera valoran los Otros a quienes busca impresionar. El presente trabajo explica cómo el personaje surge como defensa y medio de adaptación y cómo, al carecer de capacidad de evolución, conforme el individuo se desarrolla y su contexto cambia, poco a poco el personaje narcisista poco a poco se convierte en una estructura rígida que pesa e impide el verdadero Self, tornándose patológico o con características tales al generar las sensaciones de irrealidad, futilidad y vacío que menciona Winnicott (1961) en relación con el sometimiento que el verdadero Self sufre a manos del falso Self.

Desarrollo El “personaje narcisista” se trata de una suerte de disociación del yo (en tanto es una función del yo y no “sobre” el yo, como sería la escisión) de evidente carácter defensivo –en su origen- como plantea Kernberg (1975) y que, también en su origen, cumple con una función adaptativa consistente principalmente en permitir al individuo pertenecer –o sentir que pertenece- a un grupo determinado adoptando conductas y poses específicas que se consideran adecuadas y valiosas en el o los grupos de referencia. Sin embargo, con la evolución y el desarrollo del individuo, este fenómeno sufre un proceso de deterioro que lo lleva de una condición egosintónica a un problema egodistónico que lleva a quien lo padece a una constante sensación de insatisfacción y tensión. En otras palabras el personaje es una construcción compleja de elementos que se manifiestan en un patrón alterno de personalidad como defensa adaptativa ante determinadas circunstancias y cuyo origen se encuentra en el yo ideal entendido este como “un ideal narcisista de omnipotencia que implica una identificación primaria con otro ser catectizado con la omnipotencia…” (Lagache, 1961). Es precisamente el Yo ideal el que da origen al personaje narcisista como una ilusión de omnipotencia ante situaciones en las que, en general, el individuo se siente inferior y que, para buscar pertenecer adopta el personaje como si se tratara de su verdadero self, consolidando hacia el exterior y actuando en la frontera-contacto esa “identificación heroica” de la que habla también Lagache (ídem.) y que no es otra cosa que aquello que “no somos pero queremos ser; esa imagen mítica y narcisista…” (Lacan, 1949).

Por su relación con el yo y con el narcisismo, el fenómeno del personaje puede ser explicado desde la perspectiva de la psicología del Self. En este sentido personaje es un desarrollo que evoluciona paralelamente al Self y, como éste, es producto de la evolución del narcisismo infantil y no necesariamente una manifestación patológica. Se trata más bien de un desarrollo defensivo que salvaguarda el funcionamiento psíquico y emocional y, como tal es una formación de compromiso que permite mantener la estabilidad de la estructura psíquica del individuo que lo crea en situaciones en las que la ansiedad y los sentimientos de inferioridad pondrían en riesgo su desarrollo social y personal (su desempeño en la frontera de contacto) ya que el personaje juega un papel de apoyo para el Self sobre todo durante la adolescencia. En etapas tempranas del desarrollo “el niño tiene fantasías omnipotentes mediante las que alimenta un Self grandioso. Los demás sólo existen en la medida en que son un reflejo del exhibicionismo y la grandiosidad de la criatura” (Bleichmar y Lieberman, 1989). El personaje mantiene dichas características especulares en tanto busca y mide su valía en la medida en que logra atraer la atención y el “aplauso” de los otros que reflejan su exhibicionismo y le permiten fantasías de grandiosidad. “Finalmente es aceptado y admirado… finalmente es valioso”. Aunque esta sensación no sea permanente y dependa constantemente de un refuerzo exterior a partir del reflejo especular de sí mismo en las reacciones de los otros. Pero el personaje tiene la característica de irse tornando egodistónico en personas que no sufren de un trastorno narcisista per se. Por lo que aunque e disfruta, el individuo no cree en la grandiosidad, sino que sabe que es únicamente aparente, lo cual lo deja igual de vacío e insatisfecho eventualmente. Posteriormente, durante la latencia, el niño tiende a entablar un vínculo con un objeto del Self que es “vivenciado como su gemelo, un ser con el que comparte ideales, ambiciones y metas” (ibíd.). Kohut (1977) explica que el Self se forma a partir de la relación de los objetos del Self arcaicos que son objetos grandiosos –que proporcionan ambiciones y metas- e imago parental idealizadas –que al ser internalizadas dan origen a los ideales del Self-. Ahora bien, si a esta ecuación le incluimos la falla básica de la que habla Michael Balint (1979), se obtiene como resultado un Self –o sí-mismo- con estructura tripartita en donde, ante la dificultad para idealizar a los padres (o a uno de ellos) resulta altamente catectizado el personaje en detrimento de los polos idealizado y grandioso y, por tanto, esta falla básica es reactivada por una herida narcisista inflingida por el o los padres que por sus propias faltas internas fallan como figuras idealizables y esto se traduce una falta de cohesión del Self que es subsanada temporalmente y en apariencia por las ganancias secundarias que otorga el personaje, exhibicionista por definición y relacionado siempre a importantes deficiencias en la autoestima. Es así que podemos comprender la presencia y el papel del personaje que, junto con las ambiciones y los ideales del individuo que lo presenta, impulsa sus actividades básicas y sus conductas, generalmente de tipo histriónico y que responde a la necesidad de pertenecer y

sentirse aceptado en un entorno en el que se percibe inferior por la falta de aceptación original de alguno de sus objetos del Self (entendidos como objetos externos que se experimentan como propios y a los que se aspira a controlar como si fuesen internos, tal como lo plantean Kohut y Wolf [1978]). La falta de cohesión hace especialmente susceptible a este tipo de personas a padecer sentimientos de insatisfacción y de vacío que los mantiene generalmente en estados de ansiedad constante y, la manera en que logran encontrar cierta satisfacción y reducir dicha ansiedad es el despliegue del personaje que le permite lograr admiración y aceptación de aquellos objetos del Self (generalmente sustitutos y no los originarios –es decir, amigos y colegas y no los padres-) y, por tanto lograr generar la fantasía de un control real sobre esos otros en los que sus acciones –las del personaje- generan en los otros las reacciones deseadas. Ahora bien, los modelos y patrones que asume el personaje como deseados, en función de los que se constituye y que posteriormente despliega, están investidos por libido narcisista que, como menciona el mismo Kohut (ibíd.) no sólo se vuelca en las representaciones internas, sino que también inviste a los objetos externos del Self. Por lo anterior podemos considerar al personaje como una estructura compensatoria. Más aún, el personaje funge como el traje del superhéroe y, como tal, conserva el atractivo dramático que Joseph L. Henderson (1964) atribuye al héroe de tal suerte que el personaje también proporciona la fuerza de la que carece –o cree carecer- el individuo, tal como ocurre con Clark Kent, sujeto tímido y que suele pasar desapercibido en contraposición con el “personaje” que despliega cuando se viste como Superman. En otras palabras, las personas susceptibles de generar un personaje se caracterizan por un lado por una vulnerabilidad específica en la esfera de la autoestima, lo cual los hace extremadamente lábiles ante situaciones que representan –o que interpretan como- rechazo hacia su persona y, por otro, una predisposición a la fortaleza del Self ya que el personaje es una construcción que permite al individuo seguir un desarrollo en general exitoso aunque con grabes daños en el autoestima. Es decir que como defensa a dicha vulnerabilidad surge el personaje que es, precisamente, lo que les permite ser aparentemente exitosos pero que, a su vez y conforme el individuo crece y el personaje se vuelve egodistónico, conscientes de la falta de autenticidad de éste, es el mismo personaje el que les impide sentirse satisfechos con su ser y hacer. De tal suerte que el personaje es un arma de dos filos que termina propiciando aquello que buscaba evitar. En ese sentido y desde la perspectiva de “Los mitos antiguos y el hombre moderno” de Josepp L. Henderson (ibíd.) el personaje es a su vez un mito del héroe y, por tanto, su función esencial es desarrollar la consciencia del Yo-individual y, cuando bien encausado por la terapia, permitirá al individuo darse cuenta de su propia fuerza y valía al asumir, de igual manera, su propia debilidad; consciencia que le permitirá vivir de una manera más auténtica con un Self verdadero y no a través de la mirada del personaje y el reflejo que éste produce en otros.

Cuando a partir del tratamiento el individuo logra consolidar su identidad, el personaje –al igual que el mito del héroe- pierde importancia. Como dijera Henderson (ibíd.) “la muerte simbólica del héroe se convierte en el logro de la madurez”. Es recomendable que como parte del tratamiento se fomente esa muerte simbólica paulatina del personaje como un rito en el que se reconozca que dicha muerte conducirá a una nueva vida para el individuo, liberado ya de la coraza oxidada en la que el recurso del personaje se convirtió al tornarse egodistónico y ser percibido más como una demanda que como una ventaja. Pero esta muerte paulatina no será posible, ni sana en todo caso, sin guiar al individuo en un proceso de autodescubrimiento que le permita identificar “elementos salvadores” en sí mismo que hagan del personaje un elemento innecesario promoviendo de tal manera una evolución creadora a la vez que se libera al individuo de las cadenas de la compulsión a la repetición de patrones de relación y acción aprendidos que si bien en su momento fueron útiles y necesarios para salvaguardar la estructura psíquica y emocional, llegan a convertirse en obstáculos. Este proceso es así mismo un surgimiento de la motivación inconsciente al ser y estar en una existencia consciente en la que el sujeto se libera de las opresiones de las expectativas generadas por el personaje y termina de constituirse en individuo libre y responsable de su propia existencia pero, sobre todo, de su propia plenitud.

Conclusiones Debemos recordar que una de las condiciones parala existencia del personaje es la dificultad de los padres –o alguno de ellos- para constituirse en un objeto idealizable, por lo que, ante la falta de dicho objeto parental idealizable y la ausencia de un vínculo gemelar derivada de esta falta surge el personaje para hacer esas veces y su formación se sustenta en modelos y patrones que los grupos de referencia consideran aceptables, admirados y deseados. Más que buscar alguien que se parezca a sí mismo, busca hacer que su sí-mismo aparente –es decir el personaje- se parezca a alguien que considera idealizable. En este caso y como parte del tratamiento, el analista debe reflejar la imagen del paciente brindándole continuidad temporal. “El paciente exhibe y necesita de alguien que refleje este exhibicionismo y se lo devuelva para que su Self, debidamente catectizado, adquiera solidez” (ibíd.) y cohesión, lo que, además, constituye la base de la autoestima. Y en la medida en la que la autoestima se consolida, el personaje pierde necesidad de existir. Cuando las condiciones óptimas se presentan en el desarrollo del Self, el resultado es un Self autónomo claramente diferenciado de las réplicas de los objetos del Self que surgen durante dicho proceso de desarrollo. El personaje es una mezcla de estas réplicas y es precisamente el surgimiento del personaje el que dota de autonomía al sujeto ante las deficiencias de las imagos parentales. De tal suerte que el personaje denota una autonomía nata del individuo para proporcionarse, aunque de forma

rudimentaria, con objetos a los que catectizar de forma narcisista y que, con el devenir del propio desarrollo y la madurez se van desidealizando paulatinamente permitiendo que poco a poco se manifieste el verdadero Self y es entonces cuando surge el conflicto que desata sensaciones de vacío, insatisfacción generalizada, aburrimiento al tornarse dicho recurso –el personaje- en egodistónico. Estas sensaciones son generalmente las que motivan al individuo a la búsqueda de tratamiento. Es entonces labor del terapeuta resignificar y consolidar aquellos elementos que permitan una mayor cohesión del Self y la desaparición voluntaria del personaje, como si de un “objeto transicional” (Winnicott, 1968) se tratase y es que precisamente, el personaje guarda importantes similitudes con él pues ambos están cubiertos por una capa de simbolización que representa el objeto del deseo y constituyen una zona intermedia de la experiencia, lo que existe entre la actividad creadora primordial y la proyección de lo que ha sido introyectado. El objeto transicional actúa como neutralizador de la ansiedad. De igual manera, el personaje permite al individuo enfrentarse a situaciones que le resultan de alguna manera amenazantes en tanto sus fallas esenciales en la autoestima. Pero así como la separación del objeto transicional es necesaria, lo mismo es la integración del personaje. En ambos casos la decatectización es fundamental aunque en un primer momento sea necesario fortalecer al personaje como parte del tratamiento terapéutico para lograr diferenciar aquellos elementos que sí pertenecen auténticamente al sujeto y que lo hacen feliz, y así separarlos de la sensación de rechazo que un personaje egodistónico genera hacia todo aquello que el sujeto le atribuye y poder entonces integrarlos al Self mientras se desinvisten y separan aquellos elementos que no son auténticos y que forman parte medular de la coraza que es el personaje. En otras palabras, el trabajo con el personaje es un proceso de individuación, expansión y modificación de la autorepresentación similar a la que se da –o debe dar- en la adolescencia como parte de la consolidación de la identidad que resulta también fortalecida con la adecuada integración del personaje al Self. El terapeuta entonces debe asumir un papel de guía para apoyar al paciente en el proceso de descubrir su Self verdadero, distinto de su propia puesta en escena a través del personaje y reconciliarlo con las carencias y situaciones que hicieron necesaria la gestación del mismo. La idea es dejar ir lo anterior y poder seguir adelante desde una postura más auténtica y menos supeditada a las demandas histriónicas del personaje.

Bibliografía Balint, M. (1979). La falta básica. Barcelona: Paidós, 1982. Bleichmar, N. & Lieberman, C. (1989). El psicoanálisis después de Freud: teoría y clínica. México: Paidós, 2001. Freud, S. (1914). Introducción al narcisismo. España: Amorrortu editores. Jung, C., Von Franz, M., Henderson, L., Jacobi, J. & Jaffé, A. (1964). El hombre y sus símbolos. España: Paidós, 1995. Kohut, H. (1971). The analysis of the Self. New York: Int. Univ. Press. (1977). La restauración del sí-mismo. Barcelona: Paidós, 1980. Kohut, H. & Wolf, E. (1978). The disorders of the self and their treatment: an outline. Psycho-Anal (Int. Journal) (59). Winnicott, D. (1968). El uso de un objeto y la relación por medio de identificaciones. En: Realidad y juego. Barcelona, Gedisa, 1997.

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