El perfil profesional de la población madrileña entre 1860 y 1900

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Descripción

El perfil profesional de la población madrileña entre 1860 y 1900

Borja Carballo Barral1 Personal Investigador en Formación. Departamento de Historia Contemporánea. UCM. [e-mail: [email protected]]

Publicado en: PAREJA ALONSO, Arantza (ed.): El capital humano en el mundo urbano. Experiencias desde los padrones municipales (1850-1930). UPV, Bilbao, 2011, pp. 69-93.



Esta investigación se ha realizado dentro del grupo de investigación de la Universidad Complutense de Madrid “Historia de Madrid en la edad contemporánea”, dirigido por el profesor Luis Enrique Otero Carvajal y cuyo número de referencia es 941149. 1

Este artículo se ha beneficiado de la colaboración y aportaciones de Fernando Vicente, Borja Carballo y Rubén Pallol, miembros del Grupo de Investigación de la UCM “Historia de Madrid en la Edad Contemporánea”, y financiado por el IV Plan Regional de Investigación e Innovación Tecnológica de la Comunidad de Madrid en distintas convocatorias. Asimismo, ha sido posible por la concesión del proyecto de investigación HUM2007-64847/HIST. Plan Nacional I+D+I.

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La ciudad de Madrid se transformó por completo durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX. Hasta el ecuador de la centuria decimonónica, la capital española, que sólo aparecía en los mapas del reino por el azar de haber sido elegida sede de la Monarquía tres siglos antes, mantuvo un semblante pueblerino y una economía timorata. Sin embargo, la derrota del absolutismo, la construcción de un Estado liberal centralizado, la adopción del liberalismo económico, la lenta llegada de la industrialización y el inicio de la modernización del sistema productivo español y de su sistema de transportes y comunicaciones, transformaron la fisonomía de la ciudad para siempre. Madrid recibió un nuevo aura de legitimidad política al erigirse no sólo en sede de la Monarquía sino también en capital del nuevo Estado liberal en ciernes. Esta decisión política otorgó a Madrid una ventaja cualitativa sobre el resto de las ciudades españolas y creó los cimientos sobre los que se sustentó gran parte de su desarrollo económico posterior. No obstante, Madrid no formó parte del proceso industrializador hasta bien entrado el siglo XX, quedando fuera durante el siglo anterior de los circuitos industriales en los que sí participaron, en cambio, Barcelona y Bilbao y sus respectivas zonas de influencia. Sin embargo, Madrid creció durante la segunda mitad del siglo XIX como nunca antes lo había hecho, erigiéndose en el principal polo de atracción de inmigrantes de todo el país2. El tren del crecimiento madrileño no tuvo como locomotora los humos de las fábricas que ya teñían los cielos de la Ciudad Condal o de la ría de Bilbao. Fueron otros los cimientos sobre los se sustentó la primera fase de la modernización económica, demográfica y social de la capital. El tímido y pausado despegue de Madrid hacia la modernidad no se produjo gracias a la llegada de la industrialización (como en Manchester, Leeds, Bilbao o Lyon) o por su inserción en los circuitos comerciales nacionales e internacionales (como Marsella, Londres o Barcelona). A partir de la segunda mitad del siglo XIX, gracias a su condición política de capital, Madrid se erigió en centro redistribuidor de recursos y personas a escala nacional3, en nudo de comunicaciones4, en sede de las principales sociedades mercantiles y financieras del país5, en aglutinante de la maquinaria burocrática del Estado, de la ciencia y la cultura española, y en la capital del capital español6. Si Madrid pasó el corte de mera ciudad y capital para convertirse en metrópoli

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Una exposición detallada de los ritmos de crecimiento demográfico de la capital durante el siglo XIX en Antonio Fernández García: “La población madrileña entre 1876 y 1931. El cambio de modelo demográfico” en Ángel Bahamonde Magro y Luis Enrique Otero Carvajal (Eds.): La sociedad madrileña durante la Restauración (1876-1931) Vol. 1, Alfoz-CAM-UCM, Madrid, 1989, pp. 29-76; y en Antonio Fernández García y Ángel Bahamonde Magro: “La sociedad madrileña en el siglo XIX”, en Antonio Fernández García (Ed.): Historia de Madrid, UCM, Madrid, 1994, pp. 481-487. 3

Para un análisis de las relaciones migratorias y laborales entre Madrid y Guadalajara consultar: Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros, Javier San Andrés Corral y Fernando Vicente Albarrán: “Madrid y su hinterland: redes sociales, capital humano y modernización urbana (1860-1905)”, Coloquio sobre la Modernización Urbana en la España Contemporánea, Cádiz, 2009. 4

Luis Enrique Otero Carvajal: “Las telecomunicaciones en la España contemporánea, 1885-2000”, Cuadernos de Historia Contemporánea, nº 29, UCM, Madrid, 2007, pp. 119-152. 5

José Luis García Delgado y Miguel Carrera Troyano: “Madrid, capital económica” en Luis Germán, Enrique Llopis, Jordi Maluquer y Santiago Zapata (Dirs.): Hª Económica regional de España. Siglos XIX y XX, Crítica, Barcelona, 2001, pp. 209-237. 6

José María Sanz García: Madrid, ¿Capital del capital español?: contribución a la geografía urbana y a las funciones geoeconómicas de la Villa y Corte, Instituto de Estudios Madrileños, Madrid, 1975.

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en el primer tercio del siglo XX fue gracias a la interacción de una serie de factores que se concatenaron en el tiempo. Entre mediados del siglo XIX y la víspera de la Guerra Civil, la modernización económica madrileña pasó por tres grandes fases de desarrollo a tenor de los factores que propiciaron dicha transformación. Los primeros agentes de cambio que impulsaron el despertar de la capital del letargo económico heredado del siglo anterior fueron, sin lugar a dudas, la llegada del ferrocarril y el agua a la ciudad y la puesta en marcha de su Ensanche a mediados del siglo XIX. Estos tres elementos conformaron una suerte de banco de tres patas sobre el que se asentó las bases indispensables de la modernización madrileña, siendo cada una de estas patas indispensable por sí misma pero requisitoria a su vez de las otras dos. Ferrocarril, para traer a Madrid las materias primas, alimentos y manufacturas de las que la capital era deficitaria y a su vez servir de red logística tanto para la exportación de su producción como para la redistribución de productos y materias primas de un lugar a otro del país7. Agua, para abastecer las ingentes necesidades que sus habitantes demandaban, líquido elemento sin el cual la capital no habría podido abrirse al exterior ni disponer de la más mínima dotación industrial8. Y Ensanche, un nuevo espacio urbano donde ubicar las infraestructuras pertinentes relativas a los dos elementos anteriores; una ampliación en donde acoger a los miles de recién llegados, tanto a la nueva notabilidad española como a las nutridas capas populares, todos perfectamente segregados; una nueva opción en donde situar las instalaciones industriales de nueva generación y las modernas instituciones estatales relacionadas con el Estado, la Banca y la Ciencia9. En la segunda fase, que abarcaría las dos últimas décadas del siglo XIX hasta la 1ª Guerra Mundial, se mantuvo la expansión urbanística de la ciudad allende el perímetro del Ensanche, fenómeno derivado del redoblado impulso con el que miles de inmigrantes arribaban a la capital y sus alrededores. Estos contingentes migratorios, procedentes en su gran mayoría del mundo rural, auparon a Madrid a la cúspide demográfica del país y transformaron para siempre el mercado laboral de la ciudad. Con tanta gente a la que dar cobijo, la demanda inmobiliaria subió como la espuma, al mismo ritmo que los alquileres y, por ende, que las rentas obtenidas del negocio de la construcción y el hospedaje. Pero el impacto producido por la llegada de legiones de inmigrantes, en su mayoría con una escasa o nula cualificación laboral aprovechable en el marco urbano10, no acabó ahí. La figura del jornalero (entendida como aquella 7

Antonio Gómez Mendoza: “Ferrocarril, abastecimientos y mercado nacional: Madrid, 1875-1931”, en Ángel Bahamonde Magro y Luis Enrique Otero Carvajal (Eds.): La sociedad madrileña durante la Restauración (1876-1931) Vol. 1, Alfoz-CAM-UCM, Madrid, 1989, pp. 351-375. 8

Jesús Espinosa de Romero y Juan Jesús González Reglero (Coords.): 1851. La creación del Canal de Isabel II, 2 vols., Fundación del Canal Isabel II, Madrid, 2001. 9

Un estudio exhaustivo de las motivaciones de la puesta en marcha del Ensanche de Madrid y sus consecuencias a nivel económico, demográfico, urbanístico, social y laboral para la ciudad de Madrid en: Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán: El Ensanche de Madrid. Historia de una capital. Editorial Complutense, Madrid, 2008. 10

En determinadas profesiones o actividades comerciales, la cualificación laboral de índole rural acumulada por los inmigrantes les sirvió para sobrevivir e, incluso, para labrarse un futuro más halagüeño. Éste fue el caso de las vaquerías y lecherías de la capital, regentadas en la mayoría de los casos por paisanos de aquellas comarcas rurales donde la tradición fuera más fuerte, como por ejemplo la Vega del Pas. Un análisis detallado de esta realidad en: Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán: “La ciudad de las oportunidades. Inmigración, vida y trabajo en el Madrid de la Restauración”, II Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Contemporánea, Asociación de Historia Contemporánea, Granada, 2009.

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persona, en su gran mayoría inmigrante, que carecía de cualificación laboral y de trabajo estable y que iba a la busca diaria de una ocupación en el que emplear la fuerza de sus brazos para cobrar un mísero jornal) cobró fuerza ante tantas bocas que alimentar y tantos brazos parados11. La jornalerización del trabajo artesanal y la corrosión de los oficios fue la inevitable consecuencia. Pero el declive económico del artesanado en el mercado laboral madrileño fue sustituido por el aumento de los empleados y el sector servicios, cuyo mascarón de proa estaba compuesto fundamentalmente por las administraciones públicas, sectores clave como el transporte y las telecomunicaciones, y el comercio12. En los primeros compases del siglo XX, Madrid ya había consolidado su capitalidad política, era el eje nodal del entramado nacional de transportes y telecomunicaciones, y el núcleo urbano más poblado del país junto a Barcelona. De esta forma, la ciudad alcanzaba la tercera fase de desarrollo, marcada por su conversión en un enorme mercado de consumo en el que también se concentraban las principales redes de información y gran parte del poder político, mercantil y bursátil del país. Durante el primer tercio de este siglo, Madrid vio cómo su papel de capital política era refrendado por el de la capitalidad económica, beneficiada por la especialización económica regional que afectaba al país. En este sentido, el mercado laboral madrileño derivó hacia una economía de servicios, en el que las profesiones liberales y los empleados del sector privado y del comercio obtuvieron un mayor protagonismo en detrimento del mundo jornalero y artesanal13. A su vez, la industrialización llegó por fin a Madrid al surgir los primeros centros fabriles en la ribera del Manzanares. De esta forma, Madrid alcanzó en tiempos de la 2ª República la categoría de metrópoli europea, fruto de su papel como gran centro de consumo y por su condición de capital política y económica de España14. En el presente trabajo hemos centrado nuestra atención en la segunda de estas fases económicas de Madrid.15

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En 1878-1880, 8.143 hombres declararon ser “jornaleros” en las hojas del padrón correspondientes al Ensanche de Madrid, un 39% de los varones mayores de 12 años. En 1905, la cifra ascendía al 41% de los varones mayores de 15 años, un total de 17.858 varones. 12

Rubén Pallol Trigueros, Fernando Vicente Albarrán y Borja Carballo Barral: “Jornaleros, criadas, artesanos, obreros y trabajadores de cuello blanco: la formación del mercado de trabajo de la ciudad de Madrid en la Restauración”, Coloquio sobre la Modernización Urbana en la España Contemporánea, Cádiz, 2009. 13

Rubén Pallol Trigueros: El Madrid Moderno. Chamberí (el Ensanche Norte), símbolo del nacimiento de una moderna capital, 1860-1931, Tesis no publicada, UCM, Madrid, 2009. 14

La revista The Times dedicó un reportaje fotográfico de varias páginas a la modernización de Madrid el 18 de enero de 1929 titulado “The new Madrid. A modern european capital”, en el que incidían en la rápida modernización de la capital española y en su conversión en una metrópoli europea. El New York Times también hizo lo propio. Nuria Rodríguez Martín: “Madrid en el primer tercio del siglo XX: una metrópoli europea en el corazón de España”, artículo incluido en esta obra. 15

La primera fase económica madrileña aquí indicada ha sido analizada en profundidad en: Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán: El Ensanche de Madrid. Historia de una capital. Editorial Complutense, Madrid, 2008. Por otro lado, la fase económica que engloba el primer tercio del siglo XX es abordada en el artículo incluido en esta obra Rubén Pallol Trigueros: “Una ciudad de empleados: el nuevo perfil profesional de la población madrileña de 1930”.

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La evolución del mercado laboral madrileño en el último cuarto del siglo XIX El despegue del crecimiento de la ciudad de Madrid a mediados del siglo XIX no fue el producto de ninguna transformación en el seno de su economía. La causa de que Madrid comenzara a crecer en número de habitantes (y de trabajadores) a partir de 1850 no residía en que hubiera encontrado un camino nuevo para generar y acumular riqueza. Las cosas sucedieron a la inversa. A la capital española llegaron primero los inmigrantes, en grupos crecientes desde 1830 hasta convertirse en auténticas riadas desde mediados de siglo, reclamando un trabajo y un hueco en el que vivir en una ciudad cada vez más atestada, y sólo más tarde, tras varias décadas en que el paro, la miseria y los problemas relacionados con la vivienda presidieran la vida de una parte sustancial de los vecinos de la ciudad, se produjo el cambio económico. A pesar de que se produjeron algunos momentos de cierta bonanza en el empleo16, en los años centrales del siglo XIX el modelo de desarrollo social y económico de la ciudad de Madrid vivió al borde del colapso. En sólo cincuenta años, la población de Madrid se cuadruplicó, rebasó definitivamente el umbral de los 200.000 habitantes y llegó a sobrepasar el medio millón de habitantes al finalizar la centuria17. La ciudad se vio desbordada por las continuas riadas de inmigrantes que se agolpaban a las puertas de la capital, estando representados los acentos de todos los rincones de la península 18. Ésta fue la causa principal del derrumbe de las tapias de la capital y del despegue definitivo de su ampliación urbana. El origen de la potenciación de esos movimientos migratorios se encuentra en el profundo cambio del sistema económico, legislativo y judicial del país a raíz del nacimiento del Estado liberal. La defensa a ultranza de la propiedad privada y del laissez faire convirtió a las ciudades en grandes oportunidades de promoción inmobiliaria y especulación. Sin embargo, fue en el campo donde los cambios fueron más dramáticos19. La expropiación de los bienes propios y baldíos por un lado, y la desamortización de los bienes eclesiásticos y comunales por otro, transformaron para siempre la forma de vida de los habitantes del mundo rural. Miles de personas se vieron obligadas a emigrar desde el campo hacia los núcleos urbanos, y muchos percibieron la capital como uno de los destinos más asequibles20. Allí esperaban contactar con familiares o paisanos que les ofrecieran cobijo y/o trabajo, acudiendo a la solidaridad

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Ángel Bahamonde Magro: “El mercado de mano de obra madrileño (1850-1874)” en Estudios de Historia Social, nº 15, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1980, pp. 143-175. 17

Antonio Fernández García y Ángel Bahamonde Magro: “La sociedad madrileña en el siglo XIX”, en Antonio Fernández García (Ed.): Historia de Madrid, UCM, Madrid, 1994, pp. 481-487. 18

Un estudio pormenorizado de cómo afectó el fenómeno migratorio al crecimiento demográfico de Madrid y su Ensanche consultar: Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán : El Ensanche de Madrid. Historia de una capital. Editorial Complutense, Madrid, 2008, pp. 283-326. 19

Javier Silvestre Rodríguez: “Las migraciones interiores durante la modernización económica de España, 1860-1930”, Cuadernos económicos de ICE, nº 70, 2005, pp. 157-182. 20

Madrid encabezaba una red urbana claramente centralizada formada por las ciudades de la meseta castellana. La relevancia histórica de la tupida red urbana andaluza y la fuerte atracción de ciudades costeras y comerciales como Barcelona o Valencia, redujeron la influencia de Madrid en esos ámbitos geográficos durante la Edad Moderna. El concepto de sistema centralizado aquí usado procede de la definición realizada por Jan De Vries en: “La ciudad en su contexto”, Manuscrits, Revista d´història moderna, nº 15, UAB, Barcelona, 1997, pp. 207-220.

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familiar y de paisanaje el tiempo necesario hasta su inserción relativa en el marco laboral y residencial urbano21. Gráfico 1. Pirámide de población del Ensanche de Madrid según su procedencia (1905) Más de 75 70-74

Madrileños Inmigrantes

65-69 60-64 55-59 50-54 45-49 40-44 35-39 30-34 25-29 20-24 15-19 10-14 5-9 0-4 8000

7000

6000

5000

4000

3000

2000

1000

0

1000

2000

3000

4000

5000

6000

7000

8000

Elaboración propia a partir de los datos recogidos por Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán del Archivo de Villa de Madrid (AVM), Estadística, padrón del Ensanche, año 1905.

La mayor parte de los inmigrantes llegados a Madrid eran trabajadores no cualificados procedentes de un mundo rural que dejaban atrás a cambio de la esperanza de mejorar su nivel de vida en la capital, con la intención de incorporarse rápidamente al mercado de trabajo de la ciudad. Sin embargo, si tal muchedumbre de jóvenes manos era absorbida por las fábricas siderúrgicas y las minas en la ría de Bilbao, o por las industrias manufactureras en Barcelona, no ocurría lo mismo en el caso de Madrid, en donde no existía ningún sector productivo a la altura de 1850 que pudiera absorber semejante magnitud de mano de obra. Los más afortunados lograban ser elegidos como aprendices en algún taller familiar, como dependientes de comercio en alguna tienda de barrio o como porteros en los portales que jalonaban las barriadas más lujosas del 21

Para una visión con más detalle de la actuación de las redes familiares y de paisanaje en la integración de las personas en la capital, así como la transformación de éstas a lo largo del tiempo, ver: Borja Carballo Barral: “Redes familiares en la inmigración hacia el Ensanche Este de Madrid (1860-1878)”; Rubén Pallol Trigueros: “Un hogar abierto: familias inmigrantes en el crecimiento de Madrid a través de un caso de estudio, Chamberí 1860-1905”, y Fernando Vicente Albarrán: “De parientes a vecinos: evolución de las redes de parentesco y la solidaridad familiar en un espacio urbano en transformación: El Ensanche Sur de Madrid (1860-1905)”, en Giovanni Levi (Coord.) y Raimundo Rodríguez Pérez (Comp.) Familias, jerarquización y movilidad social, Actas del Congreso Internacional “Familia y organización social en Europa y América, siglos XV-XX”, Universidad de Murcia, Murcia, 2010, pp. 201-216, 231244 y 245-258 respectivamente.

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Ensanche, donde los nuevos madrileños se ahorraban, como mínimo, el pago de un alquiler mensual22. Al contrario que en otros puntos de la geografía española, en el caso de Madrid fue la desmesurada inmigración y el subsiguiente exceso de mano de obra los factores que, unidos a la necesidad de expandir la ciudad a causa de la exponencial subida de la demanda habitacional, acabaron propiciando el despegue de uno de los futuros sectores cardinales de la economía de la ciudad: el sector inmobiliario y la construcción 23. El auge de la promoción inmobiliaria y la conversión del suelo urbano en un bien escaso, caro y de alto valor especulativo, tuvo su origen en las sucesivas desamortizaciones liberales y en los distintos proyectos de reforma interior que se sucedieron hasta mediados de siglo24. Además, recibió como agua de mayo las colosales obras relacionadas con la traída de aguas del Lozoya, la llegada del ferrocarril y la ampliación de la ciudad gracias a la ratificación del proyecto de Ensanche de Castro en 1860. Con semejante caldo de cultivo, era lógico que el sector de la construcción adquiriera un peso económico fundamental para la ciudad. El enorme negocio generado por el parqué inmobiliario madrileño, formado tanto por edificios como por solares, atrajo a este sector no sólo a grandes inversores y productores de ciudad como José de Salamanca o Miguel de Indo, sino que también auspició la modernización del mercado inmobiliario madrileño25. Fue en este sector donde se refugiaron, por un módico jornal diario que a duras penas superaban las 2 pesetas, cientos de los inmigrantes que inundaban la urbe26. Decenas de cuadrillas de peones salpicaban las calles de la creciente ciudad derribando edificios, abriendo plazuelas, acondicionando nuevas calles, erigiendo nuevas barriadas... Lo único que tenían en común estos trabajadores era su condición inmigrante, una nula cualificación laboral, un salario a jornal y la inseguridad de no saber si trabajarían y dónde al día siguiente. 22

Sólo 10 de cada 100 porteros del Ensanche Este había nacido en la capital, con lo que se percibe que era un trabajo reservado para los inmigrantes. 23

Para un acercamiento al mundo de los trabajadores de la construcción en el Madrid de la Restauración ver: Clementina Díez de Baldeón: Arquitectura y clases sociales en el Madrid del siglo XIX, Siglo XXI, Madrid, 1986; y Francisco Sánchez Pérez: La protesta de un pueblo. Acción colectiva y organización obrera. Madrid 1901-1923, Cinca, Madrid, 2006. 24

Rafael Más Hernández: “La propiedad urbana en Madrid en la primera mitad del siglo XIX” en Ángel Bahamonde Magro y Luis Enrique Otero Carvajal (Eds.): Madrid en la sociedad del siglo XIX, Vol. 1, Alfoz-CAM-UCM, Madrid, Vol. 1, 1986, pp. 23-87; Ángel Bahamonde Magro y Jesús Martínez Martín: “La desamortización y el mercado inmueble madrileño (1836-1868)” en AAVV: Urbanismo e historia urbana en el mundo hispano, Universidad Complutense, Madrid, Vol. 2, 1986, pp. 939-956; Francisco Simón Segura: “La desamortización de Mendizábal en Madrid” en Información Comercial Española, Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, 1967, pp. 69-79. 25

Isabel Rodríguez Chumillas: “La modernización del sistema inmobiliario madrileño: vías de cambio y novedades en la promoción urbana del siglo XIX”, en José María Beascoechea Gangoiti, Manuel González Portilla y Pedro Antonio Novo López (Eds.): La ciudad contemporánea, espacio y sociedad, UPV, Bilbao, 2006, pp. 507-528. 26

A la altura de 1867, las cuadrillas de jornaleros de las obras de vía pública de la división exterior de la capital estaban formadas por uno o dos sobrestantes (cuyo jornal era de 1,4 escudos), tres capataces (0,9 escudos), un escribiente (0,8), cuatro camineros (0,8 escudos), un auxiliar (0,7), un guardia (0,7), un ordenanza (0,7), un arreglador (0,8) y 110 peones (que cobraba desde 0,7 a 0,5 escudos el día). Había un total de 4 secciones o cuadrillas para las obras de la división exterior a la cerca con esta composición. Además, había una sección de aceras formada por un sobrestante, un capataz, 3 canteros (1,3 o 1,2 escudos) y 20 peones. AVM, Contaduría: 2-917-2. En total, alrededor de 500 trabajadores empleados sólo en la división exterior de la ciudad y en una fecha, 1867, en la que aún no habían sido derribadas las cercas de Madrid ni se habían iniciado las obras del Ensanche.

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Había hecho acto de aparición la figura del jornalero, que un día cargaba fardos en la estación de Atocha, otro levantaba andamios en las obras del Ensanche, y al siguiente hacía de repartidor en alguna panadería de la ciudad. Todo por un mísero jornal de 2 pesetas diarias cuyo incremento quedaba vedado de raíz ante la abundante mano de obra excedente. El que no estuviera dispuesto a deslomarse por tan bajo sueldo era relegado en un santiamén por otro más necesitado. El proceso de jornalerización del mercado laboral madrileño se gestó durante el último tercio del siglo XIX y llegó a su máximo apogeo en la primera década del siglo XX, llegando a significar más del 40% de la población activa masculina27. La estructura profesional de los inmigrantes recién llegados a la capital demostraba la vigencia de ese modelo de desarrollo económico28. De esta forma, un problema de tan grandes dimensiones como la inmigración hacia Madrid, se convirtió en un estímulo económico para la ciudad. Este proceso de exacerbada jornalerización coincidió en el tiempo con la desintegración del mundo gremial y la consiguiente corrosión de los oficios y del artesanado madrileño, que vio degradarse su relevancia en el sector productivo de la ciudad mientras que perdía parte de su autonomía29. A su vez, el avance de la red viaria y del ferrocarril consolidó un mercado nacional integrado, permitiendo que manufacturas producidas a cientos de kilómetros de la capital llegasen a la urbe en menos tiempo y a menor coste, lo que generó una competitividad sin precedentes al artesanado madrileño que le obligó a sucumbir ante los vientos de modernidad30. Esta flexibilidad, que era el signo laboral distintivo de los jornaleros, también se contagió a unos trabajadores manuales que en un principio se definían por su cualificación profesional. Los miembros de los oficios y gremios de antaño se veían cada vez más frecuentemente abocados a compaginar el desempeño de su profesión con la participación en sectores laborales que no eran el suyo y en los que no contaba apenas su cualificación profesional, siendo pagados a jornal como trabajadores sin cualificación. El fenómeno era común a todos los oficios que componían el artesanado madrileño. El viejo mundo gremial se corroía; aunque muchos trabajadores aún mantuvieran una alta cualificación, su situación laboral apenas se distinguía de los inmigrantes de entornos rurales recién llegados a la ciudad. Y lo que era más 27

Una explicación pormenorizada del proceso de jornalerización del mercado laboral madrileño acaecido durante la segunda mitad del siglo XIX en: Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán: El Ensanche de Madrid. Historia de una capital. Editorial Complutense, Madrid, 2008. Los resultados desprendidos de la investigación realizada por Rubén Pallol Trigueros relativos al Ensanche Norte de Madrid sugieren que dicha jornalerización alcanzó su punto álgido en la primera mitad del siglo XX, siendo sustituida su importancia de forma paulatina por el incremento del sector servicios en los años siguientes. Rubén Pallol Trigueros: El Madrid Moderno. Chamberí (el Ensanche Norte), símbolo del nacimiento de una moderna capital, 1860-1931, Tesis no publicada, UCM, Madrid, 2009. 28

Rubén Pallol Trigueros, Borja Carballo Barral y Fernando Vicente Albarrán: “Inmigración y mercado de trabajo en el Madrid de la segunda mitad del siglo XIX”, artículo de próxima publicación en la Revista de la Asociación de Demografía Histórica. 29

La evolución de los principales oficios de los trabajadores cualificados del Ensanche de Madrid entre 1880 y 1905 en: Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán: “La ciudad de las oportunidades. Inmigración, vida y trabajo en el Madrid de la Restauración”, II Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Contemporánea, Asociación de Historia Contemporánea, Granada, 2009. 30

Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán: El Ensanche de Madrid. Historia de una capital. Editorial Complutense, Madrid, 2008.

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importante, las viejas certidumbres de que una vez pasado cierto tiempo, el aprendiz se convertiría en oficial y más tarde en maestro y dueño de un negocio propio se estaban diluyendo. Tener un oficio ya no garantizaba nada. La brecha entre los patrones y los trabajadores se estaba abriendo cada vez más, y mientras los dueños de los talleres se olvidaban de registrar cuál era su oficio y se presentaban como industriales, sus empleados parecían perder su orgullo profesional y se consideraban con mayor frecuencia como meros trabajadores a jornal. Gráfico 2. Estructura profesional de los inmigrantes varones con menos de 5 años de residencia en Madrid y su relación con la media profesional del Ensanche (1880)31 45,00

42,45

40,18

40,00 Inmigrantes con menos de 5 años de residencia 35,00 Media Ensanche 1880

30,00 25,00 20,00

16,3

15,00 9,49

10,00

12,01 11,26

2,79

5,00

4,16

5,51

2,05

0,00 Jornaleros y trabajadores sin cualificar

Profesiones liberales

Artesanos y trabajadores cualificados

Empleados y dependientes

Pequeño comercio

Elaboración propia a partir de los datos recogidos por Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán del Archivo de Villa de Madrid (AVM), Estadística, padrón del Ensanche, año 1880. Varones mayores de 14 años.

Gran parte del artesanado madrileño se vio sometido a los nuevos tiempos, en que los horarios quedaban marcados, los talleres reducidos a la distribución y a la realización de remiendos o pequeños encargos y sus trabajadores obligados a realizar otras labores complementarias para subsistir32. Sin embargo, los aires de cambio que 31

Para el análisis del mercado laboral madrileño, el grupo de investigación de la UCM “Historia de Madrid en la edad contemporánea” en el que me inserto ha realizado una clasificación profesional compuesta por trece categorías, válida tanto para mujeres como para hombres. Además de las cinco categorías expuestas en este gráfico (elegidas dada su relevancia cualitativa y cuantitativa), se encuentran los siguientes epígrafes: “propietarios”; “grandes comerciantes y banqueros”; “labores agropecuarias”; “población militar y eclesiástica”; “servicio doméstico”; “sin oficio”; “pensionistas, jubilados y retirados”, y “sin determinar”. 32

Valga como ejemplo el testimonio de Largo Caballero quien, a pesar de ser estuquista, tuvo que dedicarse como jornalero al acondicionamiento de los caminos de las afueras de Madrid. Francisco Largo

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dejaron atrás la ciudad de tipo preindustrial con la que la Villa y Corte saludó el comienzo del siglo XIX no trajeron sólo oleadas de inmigrantes, la jornalerización del mercado laboral madrileño y la corrosión del trabajo cualificado33. Tabla 1. Clasificación socioprofesional del Ensanche en 1880 y 1905. Población masculina mayor de 14 años Categorías profesionales

1880

%

1.743

8,89

3.313

7,68

701

3,57

2.270

5,26

72

0,37

71

0,16

Jornaleros/Trabajadores sin cualificar

7.881

40,18

17.858

41,40

Artesanos, oficios y trabajo cualificado

3.197

16,3

4.819

11,17

Pequeño comercio

1.081

5,51

2.038

4,72

Industriales

139

0,71

313

0,73

Servicio doméstico

685

3,49

1.398

3,24

2.209

11,26

6.008

13,93

Profesiones liberales/Titulados

548

2,79

1.865

4,32

Iglesia y militares

806

4,11

1.539

3,57

Pensionistas, jubilados y retirados

210

1,07

952

2,21

Propietarios y rentistas

341

1,74

692

1,60

Sin determinar/Sus labores Sin oficio Labores agropecuarias

Empleados y dependientes

1905

%

Elaboración propia a partir de los datos recogidos por Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán del Archivo de Villa de Madrid (AVM), Estadística, padrón del Ensanche, años 1880 y 1905. Hombres mayores de 14 años.

Caballero: Mis recuerdos. Cartas a un amigo, Ediciones Unidas, México D.F., 1975. Un perfil profesional de Largo Caballero en el Madrid de finales de siglo en Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán: El Ensanche de Madrid. Historia de una capital. Editorial Complutense, Madrid , 2008. 33

En esta comunicación se ha optado por no tener en cuenta la estructura profesional femenina del Ensanche de Madrid debido a su escaso reflejo de la realidad fruto del endémico subregistro del trabajo asalariado femenino en las estadísticas de la época. De hecho, algo más del 70% de las mujeres mayores de 15 años del Ensanche rellenaron el padrón municipal dejando esta casilla vacía o con fórmulas del tipo “sus labores” o “su sexo”. La única profesión que no sufre tal ocultación del trabajo femenino es el servicio doméstico, que ocupaba a más del 17% en 1905 (a cerca de la mitad si contamos sólo a aquellas mujeres mayores de 14 años que declararon algún tipo de actividad laboral en el padrón municipal de 1905. La estructura profesional femenina del Ensanche de Madrid en la segunda mitad del siglo XIX en Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán: “La ciudad de las oportunidades. Inmigración, vida y trabajo en el Madrid de la Restauración”, II Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Contemporánea, Asociación de Historia Contemporánea, Granada, 2009.

10

Madrid 1900. Vientos de cambio en el mercado laboral madrileño. Los datos de los padrones de habitantes de Madrid del último cuarto del siglo XIX nos ofrecen una visión de la estructura económica madrileña y del funcionamiento de sus mercados laborales con múltiples caras. A grandes rasgos y teniendo en consideración los grandes agregados profesionales, se observan pocos cambios. En 1880 y 1905, a pesar del crecimiento notable de la población madrileña, que pasó de unos 400.000 a cerca de 550.000 habitantes, jornaleros y empleados tenían el mismo peso proporcional dentro de la composición socioprofesional madrileña que dos décadas antes. En ese sentido, parecería que nada se había transformado en el modelo de crecimiento y desarrollo de la ciudad que desde 1868, con la plena puesta en marcha del proyecto de Ensanche urbanístico, había hecho de los negocios inmobiliarios su principal fuerza de arrastre y su solución particular para integrar a las crecientes riadas de inmigrantes que se dirigían hacia Madrid. Los jornaleros seguían siendo la figura más representativa del mundo laboral madrileño, junto a las criadas, mientras que el viejo mundo de los artesanos y los oficios proseguía su disolución sin que fuera sustituido por las grandes fábricas que ya se recortaban en el paisaje de otras ciudades. Ahora bien, si más allá de las grandes líneas de evolución profundizamos en los cambios y transformaciones que se produjeron en aquel tiempo en el seno de los distintos sectores que componían el mercado laboral madrileño, podemos apreciar la germinación de nuevas dinámicas económicas que alterarían la faz de la ciudad en las dos décadas siguientes. Gráfico 3. Estructura profesional de los inmigrantes varones con menos de 5 años de residencia en Madrid y su relación con la media profesional del Ensanche (1905) 45,00

41,40

40,00 35,00

inmigrantes últimos 5 años

33,63

Media Ensanche 1905

30,00 25,00 20,00

16,07 13,93

15,00

11,17 8,07

10,00 4,83 4,31

5,00

4,72 2,16

0,00 Jornaleros y trabajadores sin cualificar

Profesiones liberales

Artesanos y trabajadores cualificados

Empleados y dependientes

Pequeño comercio

Elaboración propia a partir de los datos recogidos por Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán del Archivo de Villa de Madrid (AVM), Estadística, padrón del Ensanche, año 1905. Hombres mayores de 14 años.

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Una de las pesquisas que inclinan esta visión viene dada por el profundo cambio registrado en la inserción laboral de los inmigrantes llegados a Madrid a principios del siglo XX. El tipo de actividad económica en el que se integraban los inmigrantes al llegar a la ciudad refleja, tanto el tipo de demanda laboral que proyectaba Madrid como la cualificación de aquéllos que iniciaban la aventura migratoria. Si a la altura de 1880 la integración laboral de los recién llegados a la capital mostraba una clara sintonía con los factores de desarrollo económico persistentes en la capital (preponderancia del trabajador no cualificado y pérdida de peso del artesanado), veinticinco años después, en 1905, esta misma integración laboral mostraba síntomas de cambio. Los inmigrantes no cualificados seguían siendo mayoría sí, pero su relevancia iba disminuyendo año a año y, lo que es más importante, su representación era casi 10 puntos porcentuales inferior a la media del Ensanche. Por el contrario, su incidencia empezaba a ser mayor en el sector de los servicios y, levemente, en el de las profesiones liberales. La evolución del mercado laboral madrileño durante el primer tercio del siglo XX fue en esa dirección, comandado por las transformaciones acaecidas en el interior del sector servicios, el comercio y el mundo de los empleados34. Al inicio del siglo XX, aproximadamente uno de cada seis varones madrileños en edad de trabajar estaba empleado en el amplio mundo de los servicios. Se trataba de un grupo emergente dentro del mercado laboral ya que, en las primeras décadas de la Restauración, desbancaron a los artesanos y trabajadores manuales cualificados como el segundo grupo profesional más abundante de la capital. En 1905, residían en el Ensanche madrileño más trabajadores de oficina y de comercio que trabajadores cualificados de taller. Es cierto que esta abundancia de empleados no era un rasgo nuevo en la economía de la capital. En Madrid siempre había habido una fuerte presencia de funcionarios públicos y servidores del Estado, como consecuencia de su condición de sede permanente de la Corte y, más recientemente, como centro de decisión política del nuevo Estado liberal35. Sin embargo, este crecimiento del empleo del sector terciario no sólo respondía a que Madrid fuera una ciudad de vocación burocrática y administrativa. Lo mismo que los trabajadores manuales se caracterizaban por su heterogeneidad, también el mundo de los empleados era extremadamente diverso. Bajo la amplia denominación de empleado se incluía tanto al trabajador en un ministerio o una institución oficial del Estado como a los empleados de banca, a los centenares de personas que estaban contratadas por el Ayuntamiento en todo tipo de tareas que iban desde el médico que trabajaba en la Beneficencia municipal hasta el conserje del Museo del Prado, pasando por los guardias de los cementerios. Empleado era también el dependiente de comercio y el cochero que trabajaba para alguna de las empresas de coches de punto que operaban en las calles de la capital; como también eran empleados los telegrafistas y los carteros, los modernos telefonistas y los conductores de tranvía.

34

Rubén Pallol Trigueros: El Madrid Moderno. Chamberí (el Ensanche Norte), símbolo del nacimiento de una moderna capital, 1860-1931, Tesis no publicada, UCM, Madrid, 2009. 35

Ángel Bahamonde Magro y Luis Enrique Otero Carvajal: “Madrid, de capital imperial a región metropolitana. Cinco siglos de terciarización”, en Papeles de economía española, nº 18, Madrid, 1999, pp. 18-30.

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Gráfico 4. Evolución de los empleados varones residentes en el Ensanche de Madrid por sectores (1880) 30,00

27,99

25,00 20,09 18,68

Porcentaje

20,00 15,00

13,05 10,82 9,36

10,00 5,00 0,00 comercio

porteros, jardineros y guardias de seguridad

transportes y servicios públicos comunicaciones

sector privado

sin especificar, cesantes y meritorios

Elaboración propia a partir de los datos recogidos por Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán del Archivo de Villa de Madrid (AVM), Estadística, padrón del Ensanche, 1880. Hombres mayores de 14 años.

El análisis pormenorizado de los empleados según el área económica en el que se inscribía su labor mediante la elaboración de una serie de subcategorías profesionales nos permite vislumbrar cuáles eran las que marcaban la pauta económica de este sector, a la postre fundamental para el desarrollo económico de la ciudad. De su estudio se desprende cómo en la segunda mitad del siglo XIX, especialmente tras 1875, el Estado había multiplicado en Madrid (como eje de un proceso de centralización política y económica a escala nacional) sus dependencias administrativas y su número de funcionarios. La vocación centralista de la clase política española había influido decisivamente en que el aparato burocrático estatal y las nuevas instituciones creadas situaran su sede y una buena parte de sus dependencias en Madrid, ampliando la oferta de empleos como funcionarios en la capital, ocupando a casi la tercera parte de los empleados del Ensanche en 1880 (el 28%). Este fenómeno tuvo su correlación a escala nacional en los principales núcleos urbanos del país, en las capitales de provincia y en las poblaciones cabezas de partidos judiciales especialmente. Pero la diferencia radicaba en el cambio de escala, en las diferentes necesidades administrativas y de control entre una pequeña capital de provincia como Guadalajara, Segovia o Jaén, un núcleo urbano de ámbito regional como Barcelona, Valencia o Bilbao, o la capital del país. Aunque el Estado no proporcionara tan abundante número de empleos como la construcción, también condicionó y moldeó el desarrollo y crecimiento de Madrid como ciudad. Si los negocios inmobiliarios en general ofrecieron una posibilidad de ganarse la vida a las riadas de inmigrantes venidos de entornos rurales desde todos los rincones del país, los ministerios y las oficinas estatales constituyeron a finales del siglo XIX el cebo que atrajo a otros contingentes de población de distinta procedencia social que, aunque en menor número que los jornaleros, también contribuyeron sustancialmente a la

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expansión urbana de la capital36. En Madrid se encontraba la cúspide de todas las carreras profesionales, la de los militares y las de los abogados, las de los médicos y las de los políticos, las de los financieros y los grandes hombres de negocio. Las elites provinciales y regionales españolas confluían en el centro geográfico y político del país animadas por el deseo de aumentar su patrimonio y consolidar su posición social hegemónica. Pero es que además, en Madrid, al existir más oficinas que en cualquier otro lugar, también se abría una posibilidad de promoción para los miembros de las clases medias de todas las provincias. A la capital también se dirigían numerosos contables, escribientes y demás empleados de rango medio atraídos por las oportunidades generadas por la gran acumulación de instituciones y oficinas de la capital para sus carreras profesionales. Y una de las ramas económicas más atractivas y boyantes del momento, en plena expansión, fueron los transportes y las telecomunicaciones, que aglutinaban en 1880 a casi uno de cada cinco de los empleados madrileños (el 18,68%). Esta inmigración más acomodada tuvo a su vez un efecto multiplicador sobre la atracción de gentes más humildes hacia la capital. Una parte de los inmigrantes carentes de cualificación laboral llegados a la ciudad, aquellos que no cayeron en las redes de la jornalerización gracias a la suerte, el mérito propio o las redes de paisanaje, engrosaron los escalafones más bajos del sector servicios madrileño. La concentración de pequeñas y grandes fortunas en las calles de Madrid y el auge en la construcción de inmuebles que ocupaban manzanas enteras y que poseían numerosos portales generó la posibilidad al inmigrante de emplearse como porteros, jardineros, conserjes, ordenanzas, guardias de seguridad, etc.

Sin embargo, a la altura de 1905 el panorama dentro del mundo de los empleados empezaba a mostrar síntomas de cambio que serían claramente patentes tres décadas más tarde. La relevancia de la maquinaria de la Administración pública y de los sectores punteros de los transportes y las comunicaciones seguía siendo incuestionable, pero otros segmentos laborales irrumpieron con fuerza. El primer fenómeno que cabe destacar es el aumento de los trabajadores en el comercio que se produjo en los barrios del Ensanche, que incrementaron llamativamente su peso dentro del conjunto de los empleados en los servicios. Este crecimiento, no obstante, podía ser más aparente que real y probablemente no era tan intenso en el conjunto de la ciudad37. En parte se debía a causas particulares del propio Ensanche, ya que aquellos barrios recién construidos de la capital apenas habían comenzado su desarrollo en 1880. Fue precisamente en las dos últimas décadas de siglo cuando muchos de los nuevos barrios del Ensanche de Madrid se integraron definitivamente en la vida social y económica de la ciudad, abandonando así el carácter periférico que habían conservado hasta entonces. Con una población ya significativa, que suponía en 36

Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán: El Ensanche de Madrid. Historia de una capital, Editorial Complutense, Madrid, 2008. 37

Sobre la geografía comercial de la época véase Gloria Nielfa Cristóbal: “La distribución del comercio en Madrid en la primera década del siglo XX”, Cuadernos de historia moderna y contemporánea, nº. 4, UCM, Madrid, 1983, pp. 117-138. Esta hipótesis se confirma si tenemos en cuenta los datos por separado de la zona con un desarrollo más temprano y donde el aumento del peso de los dependientes de comercio fue menor: en 1880 representaban el 17,34% de los trabajadores en los servicios y en 1905 el 23,47%.

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1905 casi una cuarta parte del total de la ciudad, muchos servicios comerciales y negocios que antes tenían sus establecimientos en el casco antiguo de la ciudad, comenzaron a desembarcar en los nuevos barrios. Y con ellos, sus empleados, que empezaron a tener más presencia en el Ensanche. Gráfico 5. Evolución de los empleados varones residentes en el Ensanche de Madrid por sectores (1880-1905) 30,00

27,99

% en 1880 % en 1905

24,78

25,00 21,84 20,09 20,00 15,00

18,68 17,09

16,93 14,09

13,05 10,82

9,36

10,00

5,27 5,00 0,00 comercio

porteros, jardineros y guardias de seguridad

transportes y servicios públicos comunicaciones

sector privado

sin especificar, cesantes y meritorios

Elaboración propia a partir de los datos recogidos por Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán del Archivo de Villa de Madrid (AVM), Estadística, padrón del Ensanche, 1880. Hombres mayores de 14 años.

Al mismo tiempo, este aumento de los trabajadores del comercio pudo ser también el reflejo de ciertos avances en la formalización del empleo en este sector. Los comercios de Madrid se habían mantenido (y todavía lo hacían en gran medida en el cambio de siglo), en un ámbito de organización familiar38. El cabeza de familia solía ser el dueño o patrón de la tienda y como tal figura en los registros de empadronamiento como comerciante o industrial, pero eran habitualmente su mujer y sus hijos, y si no algún sobrino, los que despachaban tras el mostrador, y éstos no solían declarar su actividad laboral en el padrón. Aunque lentamente, en los negocios dedicados al comercio de distribución en la capital se estaba recurriendo cada vez con más frecuencia a trabajadores que no formaban parte de una parentela más o menos extensa y a los que se les asignaba un sueldo, pues no realizaban sus tareas por solidaridad familiar. Con todo, esta regularización del trabajo en el comercio madrileño era muy tenue aún a comienzos del siglo XX. Por lo que se sabe sobre la situación de los dependientes mercantiles en esta época en general seguían siendo trabajadores que aún vivían en las trastiendas de los establecimientos en los que trabajaban, ganando unos salarios muy bajos porque gran parte de su remuneración la recibían en alojamiento y comida, y en 38

Gloria Nielfa Cristóbal: Los sectores mercantiles en Madrid en el primer tercio del siglo XX.: tiendas, comerciantes y dependientes de comercio, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1985.

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una situación en la que, por su parecido a la servidumbre doméstica, eran víctimas frecuentes de la explotación y de los abuses laborales por parte de sus patrones39,. En ese sentido, a pesar de su expansión, el trabajo en el comercio madrileño parecía más un signo de supervivencia de las relaciones laborales preindustriales que de modernización y transformación económica40. Al margen del comercio, el otro sector de la economía de servicios en el que se aprecia una expansión del empleo en las últimas décadas del siglo XIX es el de las compañías privadas. Aunque el aumento no era tan significativo como el de los dependientes de comercio, se trataba de un fenómeno que obliga a modificar la imagen según la cual el desarrollo del sector servicios de Madrid se debía únicamente a las funciones administrativas y burocráticas que la ciudad cumplía como centro de decisión política del país. De hecho, a pesar de que los funcionarios seguían teniendo un peso considerable entre los empleados, lo cierto es que los datos del empadronamiento indican que éste se iba reduciendo mientras que el del sector privado aumentaba. Claro que este aumento del empleo vinculado a las compañías privadas no era completamente ajeno a cuestiones políticas, aunque fuera de una manera indirecta, pues el principal factor que causaba esa abundancia de trabajadores de cuello blanco en el Madrid de 1905, ya fueran éstos públicos o privados, era su condición como capital de un Estado que por aquel entonces intensificaba y multiplicaba sus funciones. A comienzos de siglo XX Madrid empezaba a experimentar las consecuencias que acarreaban los profundos cambios que desde hacía décadas se estaban produciendo en el tejido productivo y económico de todo el país. Con todo el acento que se le quiera otorgar a su mayor lentitud respecto a otras economías nacionales, lo cierto es que el proceso de industrialización había iniciado su despliegue en España. La puesta en marcha de sistemas de producción fabril en determinadas regiones del país había corrido paralela a una dedicación cada vez más acentuada del interior castellano hacia la producción agrícola, al tiempo que el tendido de una red de comunicaciones y de transportes modernizadas por el ferrocarril y el telégrafo facilitaba y abarataba el intercambio entre unos lugares y otros41. A la altura de 1900 se puede considerar que en España ya había quedado articulado un mercado nacional con una visible especialización regional de la producción que, además, había sido reforzado por la apuesta política hacia el proteccionismo. Esta organización crecientemente compleja de 39

Para las formas del trabajo en las tiendas madrileñas a finales de siglo XIX, consultar: Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán: El Ensanche de Madrid. Historia de una capital. Editorial Complutense, Madrid, 2008. La situación laboral de los dependientes a comienzos del siglo XX y una comparación con otros colectivos de trabajadores, en Francisco Sánchez Pérez: La protesta de un pueblo. Acción colectiva y organización obrera. Madrid 1901-1923. Cinca, Madrid, 2006, pp. 346-349. 40

Aunque Madrid careciera en 1905 de grandes department stores al estilo londinense o parisino, la publicidad ya empezaba cobrar cierto protagonismo entre los comerciantes afincados en Madrid. En: Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros, Nuria Rodríguez Martín, y Fernando Vicente Albarrán: “De aduar marroquí a metrópoli europea: Madrid entre dos siglos: 1860-1936”, Coloquio sobre la Modernización Urbana en la España Contemporánea, Cádiz, 2009. 41

Antonio Gómez Mendoza: “Comercio interior” en VV. AA.: Historia de España de Menéndez Pidal. Los fundamentos de la España liberal (1834-1900): La sociedad, la economía y las formas de vida” dirigida por JOVER ZAMORA, Tomo XXXIII, Madrid, Espasa Calpe, 1997, pp. 391-411; Luis Enrique Otero Carvajal: “Las telecomunicaciones en la España contemporánea, 1885-2000”, Cuadernos de Historia Contemporánea, nº 29, UCM, Madrid, 2007, pp. 119-152; Alfonso Herranz Loncán “La reducción de los costes de transporte en España (1800-1936)”, Cuadernos económicos de ICE, nº 70, 2005, pp. 183-203.

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la economía española en la que cada vez eran más decisivos el intercambio de recursos y mercancías entre regiones exigía a su vez un centro que se especializara en la coordinación y la armonización del conjunto.

Tabla 2. Evolución del mercado laboral asociado a los servicios en el Ensanche entre 1880 y 1905. Población masculina mayor de 14 años grandes sectores del Empleados % Empleados % mercado laboral en categorías de empleados 1880 1880 1905 1905 servicios dependientes y empleados de comercio comercio 304 13,05 1.385 21,84 porteros, conserjes y ordenanzas 202 8,67 605 9,54 jardineros, guardias de porteros, jardineros y arbolado y de cementerios 104 4,47 77 1,21 guardias de seguridad guardias de orden público y seguridad 162 6,96 402 6,34 cocheros y chauffeurs 189 8,12 395 6,23 empleados del ferrocarril transportes y 169 7,26 447 7,05 comunicaciones empleados de correos, telégrafos y teléfonos 77 3,31 232 3,66 empleados municipales 162 6,96 305 4,81 empleados estatales 363 15,59 842 13,27 empleados de tribunales 71 3,05 129 2,03 servicios públicos maestros y empleados de la educación 48 2,06 232 3,66 servicios médicos y sanitarios 8 0,34 64 1,01 empleados de banca y servicios financieros 44 1,89 230 3,63 sector privado empleados particulares 171 7,34 534 8,42 escribientes y oficinistas 37 1,59 130 2,05 empleados sin identificar 153 6,57 275 4,34 sin especificar, cesantes y empleados cesantes y en paro 62 2,66 37 0,58 meritorios meritorios y aspirantes 3 0,13 22 0,35 total 2.329 100,00 6.343 100,00 Elaboración propia a partir de los datos recogidos por Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán del Archivo de Villa de Madrid (AVM), Estadística, padrón del Ensanche, años de 1880 y 1905. Hombres mayores de 14 años.

Ese centro organizador de la economía española no fue otro que Madrid, que por aquel entonces empezaba a acumular grandes remesas de capital. El desastre del 98, tan negativo para las conciencias españolas, generó sin embargo una ola de crecimiento económico sin parangón en España fruto de la repatriación masiva de capitales

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españoles procedentes no sólo de Cuba y Puerto Rico, sino de todos los países americanos con pasado colonial español42. Tan formidable volumen de recursos financieros invertidos de nuevo en el país (equivalió a algo más de un cuarto de la renta nacional anual) hizo surgir la gran empresa moderna en España. Y, como no podía ser de otro modo en un Estado centralizado cuya capital aglutinaba el poder político, el control del sector financiero nacional, y era el epicentro del entramado de telecomunicaciones del país, estas empresas y sociedades de nuevo cuño ubicaron sus sedes centrales en Madrid como abejas van a la miel, y cuando no, se aseguraron de tener una importante legación que defendiera sus intereses ante el Estado y ante terceros. A su vez, los primeros años del siglo XX se convirtieron en uno de los momentos estelares de la historia bancaria española, siendo el germen de gran parte de la banca contemporánea del país43. En semejante tablero financiero, la pieza de Madrid se convirtió en primordial desde que se fundara el Banco de España y, sobre todo, desde que éste obtuviera la concesión del monopolio de emisión de billetes en 1874 e iniciara la senda hacia su consolidación como Banco Central del Estado44. La consolidación del Banco de España como principal entidad financiera del país y la aparición de los primeros bancos que, como el Hispano Americano, pretendían operar más allá del marco regional para invertir en el conjunto del país y hacer del comercio internacional una de sus principales ramas de actividad, son dos de los factores que explican el ligero pero cualitativamente importante aumento que se puede observar en el número de trabajadores de la banca en el Madrid de principios del siglo XX45. Lo mismo cabe decir de los empleados de las compañías ferroviarias, los telegrafistas, los empleados de correos y los primeros telefonistas que, aunque no habían variado prácticamente en su peso en la estructura socioprofesional del Ensanche en las últimas décadas, hacían notar con su presencia la creciente importancia que los transportes y las telecomunicaciones habían alcanzado en la organización económica madrileña en los últimos tiempos. Unos y otros, empleados de banca, de comunicación o de transportes, de grandes sociedades y de empresas privadas, representaban a comienzos del siglo XX los gérmenes de una posible transformación de la economía madrileña en el futuro46. La misma naturaleza del trabajo que realizaban, en contacto con las innovaciones tecnológicas más recientes en aquel momento, en el caso de los telegrafistas o los telefonistas, o aquellos enmarcados en flamantes empresas de un tamaño y de un 42

Albert Carreras y Xavier TAFUNELL: Historia económica de la España Contemporánea, Crítica, pp. 200-208, Barcelona, 2007, pp. 200-208. 43

José Luis García Delgado: La modernización económica en la España de Alfonso XIII, Espasa Calpe Madrid, 2002. 44

Pedro Tedde de Lorca: “Los primeros cincuenta años del Banco de España: crisis financiera e innovaciones bancarias”, en Revista de la Historia de la economía y de la empresa, nº 1, Archivo Histórico BBVA, Madrid, 2007. 45

Para las transformaciones de la banca en este periodo, Gabriel Tortella Casares (Dir.): La Banca española en la Restauración, Servicio de Estudios del Banco de España, 2 Vols., Madrid, 1974. El caso del BHA, en Gabriel Tortella Casares y José Luis García Ruiz: “Trayectorias divergentes, paralelas y convergentes: La Historia del Banco Hispano americano y del Banco Central, 1901-1965” en Juan Hernández Andreu J. y José Luis García Ruiz (Comp.): Lecturas de Historia empresarial, Editorial Civitas, Madrid, 1994, pp. 401-427. 46

José Luis García Ruiz, “La empresa en Madrid: una realidad condicionada por la capitalidad”, en J. L. García Ruiz y C. Manera Erbina (Dirs.): Historia empresarial de España. Un enfoque regional en profundidad, Editorial LID, Madrid, 2006.

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volumen de actividad nunca conocido hasta entonces, en el caso de los trabajadores de la banca, permiten considerar que el sector servicios madrileño daba muestras de una esperanzadora vitalidad. Es cierto que, a grandes trazos, los empleados madrileños seguían ocupados en una alta proporción en sectores tradicionales como el funcionariado, o escasamente modernizados en sus pautas y formas de relación laboral como en el caso del comercio, pero aquellos telegrafistas y trabajadores de la banca indicaban que no todo era estancamiento en la economía madrileña si no que, bajo la aparente impresión de una cierta inercia, se estaban produciendo pequeñas transformaciones que, al menos en lo cualitativo, ya marcaban profundas rupturas con el pasado. A principios del siglo XX, el mercado laboral madrileño sufría la fase más aguda del proceso de jornalerización y corrosión del artesanado iniciado en la segunda mitad del siglo anterior. Sin embargo, vientos modernos resoplaban en lontananza. Ya hemos visto cómo el sector servicios escalaba posiciones dentro de la estructura socioprofesional del Ensanche de Madrid apoyado en la oferta laboral que los transportes y las comunicaciones, la administración del Estado, el comercio y el ámbito bancario generaban. Aquel poblachón manchego de la primera mitad del siglo XIX, que había entrado en la pubertad gracias a la unción recibida como capital del Estado liberal, ganaría su mayoría de edad durante las dos décadas siguientes hasta convertirse en una moderna metrópoli europea en tiempos de la Segunda República47. Una parte de la población madrileña se adentraba en la sociedad de consumos, para cuyo despegue fue imprescindible la existencia de un segmento social amplio cuyos ingresos fueran estables y lo suficientemente holgados para que una parte de éstos se dedicaran a la compra de bienes de consumo o al disfrute de los distintos servicios y las nuevas formas de ocio urbano que estaban germinando en Madrid durante estos años. El inicio de la terciarización del mercado laboral madrileño (en 1905 era la segunda categoría con más trabajadores del Ensanche de la capital sólo por detrás de los jornaleros) generalizó el uso del salario anual, fomentó la estabilidad económica de una clase media en expansión y convirtió a Madrid en un suculento mercado en el que distribuir mercancías y servicios con una cierta posibilidad de éxito. Prueba de ello era el salario medio de los empleados residentes en el Ensanche Este (aquél en el que los cambios económicos fueron visibles en primer lugar) en 1905, que ascendía hasta las 1.838 pesetas anuales. El número de empleados ascendía año a año, igual que sus ingresos salariales, lo cual fortalecía a las clases medias madrileñas y les permitía disponer de una mayor capacidad de gasto. Este aumento de la estabilidad laboral de las clases medias, unido a la concentración de pequeñas y grandes fortunas en las calles de Madrid, sostuvo un sector de empleo especialmente permeable a la integración laboral de los inmigrantes, o mejor dicho, de las mujeres inmigrantes: el servicio doméstico. Si bien es sobradamente conocido el subregistro estadístico de una parte mayoritaria de la actividad laboral de las mujeres48, particularmente en lo que se refiere al trabajo manual,

47

Un somero análisis sobre cómo se produjo dicha transformación en: Edward Baker: Madrid cosmopolita. La Gran Vía- 1910-1936, Marcial Pons, Madrid, 2009. 48

Mercedes Arbaiza Villalonga: “La “cuestión social” como cuestión de género. Feminidad y trabajo en España (1860-1930)” Historia Contemporánea, nº 21, UCM, Madrid, 2000, 395-458; Enriqueta Camps: “De ocupación sus labores. El trabajo de la mujer en los albores del siglo XX (Sabadell, 1919-1920)” en Manuel González Portilla y Karmele Zárraga Sangróniz (Eds.): IV Congreso de la Asociación de demografía histórica, Historia de la población, UPV, Bilbao, 1999, pp. 549-562; Gloria Nielfa Cristóbal:"El Registro del Trabajo" del ayuntamiento de Madrid y el problema social en los umbrales del

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el padrón municipal del Ensanche muestra claramente la hegemonía alcanzada por el trabajo como sirvienta en el mercado laboral femenino en el Madrid de 1900. Gráfico 6. Sueldos medios anuales de los empleados del Ensanche Este por categorías (1905) Dependientes de comercio Porteros Mantenimiento Escribientes Guardias de seguridad, cocheros y meritorios Empleados en sanidad Empleados en Educación Telecomunicaciones Media Empleados Ensanche Este Empleados sin especificar Administración municipal y provincial Particulares Transportes Estatales Sector financiero Justicia

484 605

Sueldo anual medio en Pesetas

850 866 1.000 1.090 1.715 1.812 1.838 1.880

2.075 2.488 2.534 2.833 3.213 3.952

0

1000

2000

3000

4000

5000

Elaboración propia a partir de Archivo de Villa de Madrid (AVM), Estadística, padrón del Ensanche, año 1905. Hombres mayores de 14 años.

Casi una de cada cinco mujeres residentes en los nuevos barrios de la ciudad trabajaba en 1905 como criada, la gran mayoría residiendo en la casa de sus empleadores. En términos absolutos, 9.500 sirvientas que superaban con creces al número de varones que se presentaban en los registros como empleados o dependientes (6.008), y que prácticamente doblaban la cuantía de los trabajadores cualificados (4.819). La contratación de una criada que habitara junto a la familia no era una costumbre ni un gasto sólo reservado a los estratos sociales más elevados, a la nobleza, la aristocracia o la gran burguesía de Madrid49. Una parte de las clases medias de los principales núcleos urbanos españoles (Barcelona, Bilbao, Pamplona, etc.) también formaban parte de esta realidad50. siglo XIX (1899-1900)” en Santiago Castillo (Coord.): Estudios de Historia de España: homenaje a Manuel Tuñón de Lara, vol. 1, UIMP, Santander, 1981, pp. 465-480. 49

En 1905, más del 15% de los hogares del Ensanche de Madrid (4.844 hogares de los 30.775) tenían al menos a una persona contratada como servicio doméstico interno. En este apartado, como en los demás, existían diferencias abismales entre unas zonas y otras del Ensanche de la capital. Así, mientras que en el Ensanche Este más del 30% de los hogares tenían servicio doméstico interno, el Ensanche Sur no alcanzaba ni un exiguo 2%. En el punto medio quedaba el Ensanche Norte, que alcanzaba el 12%. 50

Fernando Mendiola Gonzalo: Inmigración, Familia y Empleo. Estrategias familiares en los inicios de la industrialización, Pamplona (1840-1930), UPV, Bilbao, 2002; Manuel González Portilla (Dir.): Bilbao en la formación del País Vasco Contemporáneo (Economía, Población y Ciudad), Fundación BBV, Bilbao, 1995; José Luis Oyón Bañales): La quiebra de la ciudad popular, espacio urbano, inmigración y

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Tabla 3. Clasificación socioprofesional femenina del Ensanche de Madrid Mayores de 14 años (1880-1905)51 Categorías profesionales 1880 % 1905 % Amas de casa 6.831 30,29 31.315 57,41 Sin clasificar 9.171 40,66 9.331 17,11 Ilegible 81 0,36 63 0,12 Sin profesión 113 0,5 223 0,41 Labores agropecuarias 6 0,03 4 0,01 Jornaleras/Trabajadoras sin cualificar 600 2,66 388 0,71 Artesanas, oficios y trabajo cualificado 1.189 5,27 781 1,43 Pequeño comercio 351 1,56 264 0,48 Industriales 6 0,03 9 0,02 Servicio doméstico 3.368 14,93 9.487 17,39 Empleadas y dependientes 144 0,64 471 0,86 Profesiones liberales/Titulados 42 0,19 96 0,18 Población eclesiástica 130 0,58 79 0,14 Pensionistas 374 1,66 1.460 2,68 Propietarias y rentistas 147 0,65 577 1,06 Elaboración propia a partir de los datos recogidos por Borja Carballo Barral, Rubén Pallol Trigueros y Fernando Vicente Albarrán del Archivo de Villa de Madrid (AVM), Estadística, padrón del Ensanche, años de 1880 y 1905.

Entre estas legiones de sirvientas abundaban las criadas para todo, empleadas en los hogares de clase media, que llegaban desde las provincias cercanas para emplearse por una temporada o desde regiones rurales lejanas, especialmente Galicia y Asturias, huyendo de la pobreza. También se podía encontrar a doncellas, nodrizas, costureras particulares y señoritas de compañía cuyos salarios eran más altos y sus orígenes sociales menos modestos. Todo esto hasta llegar hasta las institutrices venidas de Inglaterra, Irlanda, Alemania o Francia, cuyas retribuciones y formas de vida se asemejaban a veces a las de un empleado de oficina de rango medio52. En definitiva, el del servicio doméstico era un sector de empleo que, a pesar de su aparente carácter tradicional y poco innovador, aún se mostraba pujante en la ciudad de servicios en la que se estaba convirtiendo Madrid durante el cambio de siglo. anarquismo en la Barcelona de entreguerras, 1914-1936, Ediciones del Serbal, Barcelona, 2008; Jesús Mirás Araujo: “Rasgos básicos y transformaciones en el servicio doméstico en una ciudad periférica. A Coruña, 1900-1960”, en Cuadernos de Historia Contemporánea, Vol. 27, UCM, Madrid, 2005, pp. 197221. 51

En este cuadro, realizado en el seno del Grupo de Investigación Historia de Madrid en la edad contemporánea, se han incluido bajo el epígrafe “Amas de casa” a todas las mujeres que indicaron en la casilla de profesión una de las siguientes fórmulas: “sus labores”, “su sexo”, “la casa”, etc.; aquellas que dejaron la casilla vacía conforman el epígrafe “Sin clasificar”; aquellos casos en que indicaron algún tipo de actividad (estudiante, dando clases de piano, etc.) o estado (inválida, enferma, ciega, etc.) que las eximía de tener una actividad laboral asalariada han sido incluidos en “Sin profesión”; por último, aquellas mujeres que indicaron una profesión pero que no pudo ser descifrada (por la caligrafía o la pésima conservación del documento) conforma la etiqueta de “Ilegible”. 52

Carmen Sarasúa: Criados, nodrizas y amos. El servicio doméstico en la formación del mercado de trabajo madrileño, 1758-1868, Siglo XXI, Madrid, 1994.

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A principios del siglo XX, el mercado de trabajo madrileño se hallaba impregnado por una profunda jornalerización de sus capas populares y por la corrosión de los oficios y del artesanado. En tiempos en que el desarrollo industrial parecía definir la modernidad, tales rasgos de su mercado laboral podían llevar a calificar Madrid como una ciudad escasamente dinámica en su desarrollo económico. Si a esto se le suma la omnipotente presencia del servicio doméstico dentro del mercado laboral asalariado femenino y el mantenimiento de una gruesa capa de empleados ligados a los presupuestos e instituciones públicas, la economía de la ciudad generaba un reflejo más cercano a una economía de consumo de bienes que a una de producción de bienes y servicios. Sin embargo, en el horizonte se vislumbraban nuevos aires que transformarían la economía de la capital hasta convertirla en una moderna metrópoli europea, entre los que se incluyen la incipiente modernización del sector servicios y el cambio de tendencia mostrada por los inmigrantes que llegaban a la capital en 1905 y el modo en el que se insertaban laboralmente en la urbe53.

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Las transformaciones económicas que Madrid sufrió en el primer tercio del siglo XX han sido analizadas en Rubén Pallol Trigueros: “Una ciudad de empleados: el nuevo perfil profesional de la población madrileña de 1930”, artículo incluido en esta obra.

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