El perdón en las religiones del mundo

June 30, 2017 | Autor: Dorothea Ortmann | Categoría: Teologia, Ética, Diálogo Inter-religioso
Share Embed


Descripción





Algunas ideas sobre el perdón y la reconciliación en las religiones del mundo
Dorothea Ortmann
Introducción
Para poder apreciar mejor lo común y luego lo específico de cada sistema religioso a los que nos referiremos a continuación, lo creemos oportuno de establecer algunas premisas. La primera es, que el perdón hacia la persona que nos agredió y nos hizo un daño es una exigencia universal, según nuestro parecer lo encontraremos en todas las religiones del mundo, aunque no siempre sea llamado perdón, sino puede aparecer en conceptos similares. La segunda premisa es, que la práctica del perdón remplaza la Ley del Talión, el "ojo por ojo, diente por diente" que es la primera forma de practicar la justicia. En el estado de desarrollo de una sociedad gentil, que se forma sobre la base de organización en tribus o clanes, aquella ley regulaba la justicia entre los pueblos. La venganza era una manera de restablecer el equilibrio que se había destruido mediante un daño cometido al patrimonio o a la honra de un miembro del clan o a toda la comunidad. La Ley del Talión pertenece al sistema de una justicia retributiva. Se hace un daño a lo equivalente que fue agredido en un acto de agresión. De esta manera se tenía la satisfacción de haber establecido la justicia, pero a la larga la relación entre los pueblos se volvía muy conflictiva y hacía imposible una convivencia en armonía e intercambio. Por ello, con tal medida de regular la justicia la convivencia no mejoraba y se tenía que abandonar la Ley del Talión, remplazándola por la práctica de aplicar el perdón. El perdón no es idéntico con la reconciliación, porque ella es un proceso que acontece entre dos partes. Perdonar o pedir perdón es una actitud que se puede emplear de manera unilateral, no requiere necesariamente de la colaboración de la contraparte. Para que se dé la reconciliación es preciso que el ofensor realice una restitución del daño que ha causado. Lo importante para nosotros es que la idea del perdón y de la reconciliación se desarrolló durante el proceso de la historia y es el resultado de necesidad de una buena convivencia entre pueblos e individuos. La historia de las religiones puede ayudarnos de encontrar los origines de la necesidad del perdón y de la reconciliación, además de subrayar la necesidad de practicarlo. Mediante ese conocimiento nos es más fácil de entender mejor el sistema ético normativo actual de cada cultura.
Actuar sin aspirar una recompensa según la ética del hinduismo
Aun cuando en el hinduismo no se encuentra de manera explícita una doctrina del perdón y de la reconciliación, podemos afirmar que el concepto del ahimsa, el no hacer daño a ningún ser vivo, así como también la exigencia de practicar el desapego reemplazan de una manera adecuada la doctrina del perdón y el comportamiento hacia los demás. El problema es que el hinduismo no es una religión que reglamenta la vida en comunidad, sino en el centro se encuentra el individuo que debe esforzarse a perfeccionarse. Cada ser humano debe dedicarse durante su vida a la búsqueda de su salvación y ella depende de la consumación del karma que cada uno carga. El karma son las acciones: las buenas y las malas. Un ser humano llega a ser bueno por un karma bueno o malo por un mal karma. El proceso de aprendizaje en un sentido más amplio que podemos imaginarnos consiste en esforzarse de desprenderse de los frutos de los actos para ya no acumular más karma. Como cada acto recibe su recompensa, se debe entrenarse de no considerar más los frutos de sus actos, solo así es posible de salir del círculo de las acciones y su recompensa, para poder unirse con el alma universal y salir de las infinitas reencarnaciones. Para poder llegar a ello se busca el conocimiento que todas las cosas que nos rodean son perennes, por ende no valen la pena que les prestemos demasiada atención.
El individuo vive junto con otros seres y forma parte del cosmos y su tarea es buscar su equilibrio en él. El aprendizaje religioso consiste en interiorizar este conocimiento y mantener una conciencia dispuesta que renuncie por completo al mundo sensible para estar atento al mundo metafísico que es el mundo real según la filosofía y teología hindú. En consecuencia, la práctica del perdón está relacionada a la exigencia de vivir en armonía tanto con los seres humanos como con la naturaleza, sin esta armonía no habrá salvación para un hindú. Como el hinduismo no es una religión con una sola doctrina, se conoce tres formas para llegar a esa meta: el camino mediante la acción, el camino por el conocimiento y el camino por la devoción. El camino por la acción se refiere a una correcta praxis que tiene como ideal la fuga de este mundo. Se celebra liturgias o sacrificios, también es posible entregarse a la práctica de acción social, cumpliendo desinteresadamente con las obligaciones del mundo sin atarse a él. El segundo camino, el del conocimiento, hace alusión a la entrega del estudio de textos sagrados y la contemplación para tratar así de superar la ignorancia. Esa práctica presupone un cambio de la conciencia humana. Se recurre a la ascesis y al yoga para purificar cuerpo y mente. Lo que hay que conocer es la esencia interior, las cosas que nuestros ojos no ven, pero las que importan para llegar al entendimiento. El tercer camino, el de la devoción, es el camino más popular y se refiere a la entrega completa de una práctica devocional, en la cual domina claramente la emoción por la entrega a la divinidad. El devoto se comunica con su dios, preocupado por mantener una relación fluida con él. Se participa en el amor de la divinidad que se comparte luego con los demás. Mediante oraciones o plegarias muy emotivas, -que recuerdan a veces a poesías de amor por su estilo muy efervescente-, se busca invitar a la divinidad para que ella habite en el creyente. Los devotos del amor a Dios, llamado bhakti, han desarrollado una práctica de oración muy viva que ha dejado sus huellas hasta en el lenguaje cotidiano porque en el momento de expresar los buenos deseos hacia otra persona se lo realiza en un lenguaje florido y altamente emotivo.
La convivencia justa según el budismo
El budismo comparte algunos conceptos claves con el hinduismo, como por ejemplo, el concepto del karma, que se refiere a la acción, causante de las infinitas reencarnaciones, porque las acciones están encadenadas a la reencarnación. El fin último del feligrés es abandonar el círculo de las reencarnaciones y entrar al nirvana, un estado anímico que ya no nos ate a los asuntos de este mundo, liberado por completo de los deseos que uno pueda tener. Los deseos, según la doctrina budista, son la causa de nuestro sufrimiento como especie y el entrenamiento del feligrés consiste en deshacerse de las cosas que aparentan de tener una existencia real, porque las cosas visibles que nos rodean son perennes, no existen de verdad. En este proceso de discernimiento entre existencia verdadera y falsa el monje se entrena, buscando su perfección meditando para volverse un iluminado.
El Buda histórico comparaba su doctrina con una balsa, capaz de sacarnos del círculo de las reencarnaciones y llevarnos a la orilla del nirvana. Las primeras corrientes del budismo subrayan el esfuerzo propio para lograr esta meta, que además era solamente posible para aquellos que consagraban toda su vida a ese proceso, lo que significa, que era una vía solo abierta para monjes. Avanzando en la historia se presentan corrientes que buscan la salvación no solo para uno mismo, sino para todos los demás seres existentes. Según esa doctrina, todos los devotos, tanto los monjes como los legos, buscan la salvación para si y para todos los demás. En esa corriente el mandamiento de la misericordia es esencial. De allí se entiende que las relaciones interhumanas deben ser las mejores posibles. La ofensa del prójimo es considerado una falta grave e incompatible con la perfección religiosa. Las relaciones entre los seres humanos no solamente están determinadas por la doctrina de la compasión, sino también por el esfuerzo de mantener el equilibrio del dharma. El dharma es el orden cósmico, la doctrina y la ley, en realidad toda la existencia es dharma que es la única sustancia real, mientras el mundo visible es irreal. El dharma es dañado cada vez cuando seres humanos cometen una falta y ponen en peligro el equilibrio del dharma. Esa doctrina es la base para insistir en acciones que exigen el perdón y la reconciliación entre personas, porque solamente en una convivencia armónica se puede mantener el dharma en su equilibrio. Pero el problema de la armonía no se ventila solamente referido a los seres humanos, sino también se lo ve entre humanos y la naturaleza. Como siempre estamos entre la teoría y práctica de la fe. El ideal sería vivir en armonía que incluye hacer el bien a los demás y a la naturaleza, pero la práctica puede diferir, porque vivir según ese ideal no siempre es posible. Amabilidad, bondad y misericordia son actitudes que debe de tener cada persona hacia los demás. Estas actitudes resumía uno de los maestros Zen en el concepto de la compasión, que según él, sería muy diferente al amor. El amor queda en la dualidad entre el yo y el otro. En la compasión uno se siente idéntico con el otro, siente empatía y finalmente es el otro. De esta manera uno actúa en lugar del otro, se entiende que este proceder no requiere perdón ni reconciliación porque se supone que uno no dañaría a la otra persona, ni a la naturaleza. La idea de fondo es: cuando uno aplica la meditación en el budismo Zen llamado zazen automáticamente se hace el bien como buena consecuencia de una vida contemplativa. Parecido al mandamiento cristiano: ¡ama! y luego haz lo que te plazca.
El perdón y el jubileo en el judaísmo
En el centro de la práctica religiosa del judaísmo se encuentra la búsqueda de la cercanía con Dios, así como la justicia que él prescribe. La práctica de aplicar el perdón se conoce ya desde la época arcaica y se lo entendía en un sentido muy práctico, porque se refería al perdón de una deuda contraída. El prestamista tenía dos opciones: cobrar la deuda además de la tasa de interés que le correspondía, o perdonar la suma prestada para no dañar la vida del deudor, quien, incapaz de devolver el monto prestado, se quedaría sin medios para sobrevivir. Por ello, en la tradición judía perdonar significa originalmente renunciar al pago de una deuda. Para poder establecer el equilibrio entre las personas se introduce el año del jubileo en el cual Iahvé perdona, y en consecuencia, el ser humano debe hacer lo mismo.
El perdón en el sentido religioso y ético aparece recién después del exilio del pueblo Israel a Babilonia, y ahora se refiere a la corrección de las faltas cometidas por el ser humano ante Dios. Para reparar el daño, Dios perdona al infractor y él por su parte, debe realizar ritos expiatorios o acogerse a la penitencia. Como testimonio y recuerdo de aquella tradición se celebra hasta hoy anualmente la fiesta del Yom ha kipur, o el día del Perdón el 10 de Tishrei, que cae 10 días después del Año Nuevo judío. El Yom ha kipur es la festividad más solemne y respetada del calendario judío. Este día se inicia como todas las fiestas judías la tarde del día anterior. Se observa un ayuno riguroso, es un día que se dedica a la plegaria y al arrepentimiento por las faltas cometidas durante el año, esperando el perdón de Dios para poder comenzar el nuevo purificado.
El más importante mandamiento que regula las relaciones interhumanas en la tradición judía es el mandato del amor al prójimo. Aunque se toma por entendido que cada persona debe preservar su vida, el amor al prójimo da fe que la persona no vive para si solo, sino en comunidad con los demás. De esta manera las exigencias éticas que reglamentan la convivencia culminan en la búsqueda de la justicia, además en el amor al prójimo, ser humilde y mantener la fe sobre todas las cosas. La antropología judía considera que el ser humano debe rendir cuenta ante Dios por sus actos, es allí donde se hace evidente que las faltas de cada uno impiden una cercanía con Dios. Surge la necesidad de buscar una reconciliación con él. Según la doctrina al feligrés siempre le es posible a volver con su Dios, decisión que depende únicamente de la voluntad y del arrepentimiento del ser humano. Tomando todo ello en consideración, podemos interferir que la reconciliación entre seres humanos es la base para estar bien con Dios.
El perdón y la reconciliación en el cristianismo
La doctrina del perdón y de la reconciliación es en cierta manera el meollo del cristianismo y sumamente compleja, por ende, muy difícil de resumir en poco espacio. Abreviadamente podemos decir que el espíritu de cada época ha dejado su huella en la interpretación de esa doctrina. Para ejemplificar esta estrecha relación quisiera referirme a la doctrina de la satisfacción de San Anselmo, que, por su cercanía a la ética medieval, nos dibuja claramente que cada generación debe buscar un nuevo acercamiento a la expresión bíblica del perdón y de la reconciliación. San Anselmo (1033-1109) afirma que el ser humano con sus faltas ha dañado la honra de Dios, por ello, Dios como Amo señorial tiene el derecho de pedir satisfacción para restablecer su honra dañada. Como el ser humano no está capaz de realizar dicha satisfacción, Dios nos envía Jesucristo a nuestro auxilio, él asume para nosotros el establecimiento de buenas relaciones con Dios y así logra reparar la honra. De ahí vemos que Dios es el único autor quien otorgue el perdón. El ser humano no se lo puede ganar, solo en un acto de fe lo recibirá, previo reconocimiento y arrepentimiento de sus faltas y de su culpa. La doctrina cristiana del perdón se nutre de la tradición judía, según la cual el sacerdote recibe un chivo expiatorio, lo carga con los pecados de la comunidad de los fieles y luego lo envía al desierto. De esta forma desparece la culpa y se puede comenzar una renovada relación con Dios. La función de chivo expiatorio asume en el cristianismo Jesús y Dios es quien acepta ese sacrificio a favor de nosotros. El perdón recibido por Dios implica la obligación de actuar con nuestros semejantes de la misma manera. De ahí regresamos al mandamiento del amor al prójimo expresado en el Sermón de la Montaña Mateo 5 al 7, que en cierta manera es la suma de todo evangelio cristiano.
La práctica cristiana del perdón ha impregnado sus huellas tan hondamente que está presente hasta hoy en prácticas laicas, como por ejemplo en la psicología, allí se emplea el mismo orden como se la conoce por la penitencia cristiana: conciencia de la falta, reconocerla y ver como se la puede reparar. El proceso de reconocerlo supone un acercamiento profundo al otro, con comprensión y empatía, y un establecimiento de una comunicación que no se basará en disculparse o evitar las consecuencias o el castigo por lo que ha hecho. Eso permite al otro expresar su sufrimiento de forma plena. Este proceso es positivo cuando se hace mientras se va informando al otro de lo ocurrido. Para pedir perdón es preciso ser consciente de que se ha hecho un daño importante al otro. Ponerse en su lugar y acercarse a sus sentimientos puede llegar a hacer sentir de verdad el dolor del otro. Compartir ese conocimiento con la otra persona es un paso necesario para avanzar en el proceso de pedir perdón y llegar a la reconciliación. Sin perdón y reconciliación no existe la posibilidad estar con Dios, pero al fin de las cuentas es él quien otorga el perdón, siempre y cuando el ser humano tenga fe y confianza en él.
Perdón y reconciliación en el islam
Según la teología musulmana la relación entre el fiel y Dios debe de ser lo más cercana y confiada posible. Alá castiga y perdona, pero su característica más resaltante es su misericordia, lo que significa que él siempre está dispuesto a perdonar las faltas al creyente si él se arrepienta sinceramente. El único pecado que Alá no perdonará es la idolatría, porque implica la no aceptación que Alá es dios único, y ello es falta grave, para la cual no hay perdón.
La antropología musulmana entiende el ser humano como creación a imagen y semejanza de Alá, por ello es lo más normal de practicar la misericordia con los connaturales. Con justa razón el islam se autoproclama una religión solidaria que pone el bienestar de la comunidad, llamado umma, encima de todos los demás aspiraciones personales. En comparación con el cristianismo el ser humano no es corrupto desde su nacimiento, sino bueno, pero cada persona está libre de determinar su comportamiento porque su decisión está sometida al libre albedrío. La única inferencia que puede evitar hacer el bien es el egocentrismo o la dejadez a los servicios que se debe a Alá, como son las oraciones diarias, el ayuno en el mes del ramadán, servir a los pobres y participar en el peregrinaje a La Meca. Los preceptos religiosos tienen la función de ayudar en no apartarse del camino hacia Alá, por ello existe también la expectativa de cumplir estrictamente con ellos. Por ejemplo, el peregrinaje a la Meca, tiene el fin de conseguir el perdón de Alá, así como reafirmar la importancia de la comunidad religiosa. Sin la convivencia en la comunidad islámica no hay ejercicio religioso posible. Se busca la paz para todos, lo que significa se busca a vivir en armonía, hecho que no es posible sin la práctica del perdón y reconciliación. Eso sería el ideal según la cual se debería vivir.
Resulta que a veces el islam se inculturó en países, que todavía consideran la Ley del Talión como algo legitimo y su justicia se rige por ella, no obstante que esa práctica no coincide con los preceptos éticos del islam. Por ello, podemos encontrar casos donde esas dos éticas se sobreponen. Por ejemplo, cuando escuchamos en las noticias que varones de una familia se vengaron a otra familia violando una niña de ella, por el solo hecho que un pariente fue ofendido. Según la Ley del Talión se establece de esta manera el equilibrio entre las dos familias. Nos urge aclarar, que este acto no es hacer justicia según la ley islámica, porque el Corán condena la aplicación de la Ley del Talión. De la misma manera existe el malentendido que la Yihad o la Guerra santa, como se suele a traducir ese vocablo, es algo que impide el acto del perdón o una actitud pacífica ante los demás. La palabra yihad significa hacer un esfuerzo. Ese esfuerzo puede ser una meta en la vida espiritual de un creyente, o cumplir una meta en la vida política, o en la comunidad o donde sea. Solamente en el islam político se exige que la yihad sea para luchar en contra de los infieles. Eso es el entendimiento a lo que comúnmente se reduce la yihad, y con ello se le otorga al islam la reputación de ser una religión bélica que deja fuera la posibilidad de buscar el perdón y la reconciliación entre los pueblos y las personas.
Lo que puede quizás causar confusión a un lector cristiano es el siguiente problema. El amor de Alá no es incondicional y tampoco siempre universal, sino gradualmente medido. Alá tiene preferencia para sus fieles y dentro de ellos para aquellos que les sirven con toda su alma y todo su corazón, al que más ama entre todos los mortales es el profeta Mahoma. De allí se entiende que el amor de Alá es difícil de describir y explicar. Alá es un dios de ira y de misericordia, la ira es más limitada que su misericordia. Su ira cuenta para aquellos que deliberadamente no creyeron o cometieron malas acciones. Al otro lado, el amor de Alá puede incluir también personas que actuaron mal, porque en su existencia manifestaron de una u otra manera algún nivel de bondad, pero de todas maneras él derrama una porción mayor de amor hacia sus fieles: aquellos que creen en él y realizan buenas acciones, así como para aquellos que se arrepientan y buscan purificación en la fe.
La visón islámica del amor, sea en su forma divina o en forma humana, es dialéctica porque incluye el rechazo de los asuntos negativos. Por ejemplo, en la medida que se ama la justica, se odia la injustica, o si se ama la verdad, una persona que miente debería ser odiada. Una misma persona puede ser amada o alabada por algo y al mismo tiempo puede ser odiada y culpada por otra cosa. Un aspecto del amor en el islam es que generalmente va a la par con el hecho de aborrecer el mal por la causa de Dios. Así que, la ética musulmana no idealiza el amor, ni lo generaliza, sino exige al mismo tiempo el repudio y el odio para asuntos que van en contra de la fe. Pero ahora viene el paréntesis que consiste en el hecho que hasta la lucha en contra el mal se hace por amor, y entendido así, el amor en el islam también es universal.
¿Qué significa todo ello para la percepción del perdón y la reconciliación? Si le conviene al bien de la comunidad, se emplea el perdón y la reconciliación, pero si es necesario y mejor para la umma se debe castigar y se debe inclusive matar. Se entiende el matar a gente como Hitler como un acto de amor genuino, de lo contrario, él cometiera más crímenes y se degradaría más y más, sufriendo castigos más severos tanto en este mundo así como en el otro. Se mide los actos a favor de la comunidad, pero leemos en libros de algunos sabios musulmanes que reconciliar a dos personas es mejor que todos los rezos y ayunos de un piadoso (Bihar Al-Anwar). Esa idea se confirma en la siguiente cita que pone énfasis en el legado que un fiel deja para los demás: "Hay siete cosas de las se beneficia el creyente después de su muerte: un hijo probo que pida perdón por él, un Corán que ha dejado tras sí y del cual se lee, un pozo que haya cavado en beneficio de la gente, un árbol que haya plantado, un cauce de agua que haya hecho fluir en caridad y una buena costumbre que haya implementado y se haya adoptado después de él." (Al-Jisal)
La ética del islam está pensada en pro de la comunidad y según ella es a veces oportuno de perdonar y buscar la reconciliación, pero a veces es imprescindible aceptar la confrontación y solucionarla por la fuerza.

1


Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.