El pensamiento complejo, de la transmodernidad al mesianismo

July 9, 2017 | Autor: Leonardo Meza | Categoría: Filosofía
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Descripción

El pensamiento complejo, de la transmodernidad al mesianismo

Leonardo Meza Jara

El pensamiento moriniano ha sido clasificado dentro de la corriente transmoderna, de forma alterna al posmodernismo. Rodríguez Magda (“Transmodernidad, un

nuevo

paradigma”, 2011) es quien ha teorizado de manera más abundante y concisa al respecto. La filósofa española parte de una crítica al posmodernismo, sustentando un anquilosamiento que de 1980 a la fecha lo ha convertido en un “Nuevo Gran Relato”:

La postmodernidad abanderaba el surgimiento de una multiplicidad, fragmentada y centrífuga, gozosamente irreconstruible. Y sin embargo, en los últimos tiempos, esa miríada de partículas dispersas, parecen haberse reagrupado en un todo caótico, totalizante, surgiendo un Nuevo Gran Relato, que no obedece al esfuerzo teórico o socialmente emancipador de las metanarrativas modernas, sino al efecto inesperado de las tecnologías de la comunicación, la nueva dimensión del mercado y de la geopolítica. Globalización económica, política, informática, social, cultural, ecológica… donde todo está interconectado, configurando un nuevo magma fluctuante, difuso, pero inexpugnablemente totalizador.

Según la filósofa española, los posmodernos

pretendieron abandonar las totalidades

ideológicas supuestas de la modernidad. Los grandes relatos modernos fueron desentrañados. Deleuzianamente se extrajeron de sus cuerpos los órganos en un ejercicio forense sobre la historia-cultura, pero los posmodernos incubaron una nueva gran narrativa. De los años ochenta del siglo pasado a los inicios del siglo XXI, la fragmentación y la dispersión des-organizadora posmoderna se consolidó como otro gran relato. Alan Badiou plantea que la filosofía de Gilles Deleuze, una de las posturas posmodernas más radicales, es el fondo lo uno de la multliplicidad. Lo múltiple y lo esparcido se decantan unívocamente en la filosofía deleuziana. “Nunca hubo otra proposición ontológica: el Ser es unívoco… La ontología se confunde con la univocidad del Ser.” (Deleuze citado por Badiou,

“Deleuze. El clamor del ser”, 2008). “Haced mutiplicidades” en los órdenes

epistemológico, ontológico, político, social, etc.,

refiere Deleuze en el célebre ensayo

Como hacer un cuerpo sin órganos. La incitación ha sido proclama de los anarquistas del siglo XXI. Pero Badiou interpreta que en ella subyace una ordenación a la univocidad de lo uno ontologizado. Las escisiones, fragmentariedades y multiplicidades deleuzianas, están determinadas por una gran narrativa desde-hacia lo uno. Rodríguez Magda acomete contra los posmodernos y de ello deriva su postura transmoderna.

La Transmodernidad prolonga, continúa y trasciende la Modernidad, es el retorno, la copia, la pervivencia de una Modernidad débil, rebajada, light. La zona contemporánea transitada por todas las tendencias, los recuerdos, las posibilidades; trascendente y apariencial a la vez, voluntariamente sincrética en su “multicronía”. Un retorno, distanciado, irónico, que acepta su ficción útil. La Transmodernidad es lo posmoderno sin su inocente rupturismo, es imagen, serie, barroco de fuga y autorreferencia, catástrofe, bucle, reiteración fractal e inane; entropía de lo obeso, inflación amoratada de datos… Su clave no es el post, la ruptura, sino la transubstanciación vasocomunicada de los paradigmas (Ibidem.)

Lo transmoderno que asume la filósofa española es el remix remasterizado de la memoria moderna que se hace-presente hacia el futuro. Recapitulación de lo moderno que se abre laberínticamente en pos de un re-conocimiento que cruce todas las puertas, que permanezca en todos los lugares, y que extraiga lo mejor de ellos hacia mañana. Morín asume un “transitar todas las tendencias, los recuerdos, las posibilidades”, que tienen por escenario inmediato a la modernidad. El contenido profuso de los seis tomos de El método está encaminado por una búsqueda de la posible totalidad humana complejizada. “Lo trascendente” y “lo apariencial” referidos por la Rodríguez Magda, es decir, “lo metafísico” y “lo concreto posible”, se amalgaman en la fe del pensamiento complejo. ¿No desemboca la obra de Morín en una restauración de la utopía? “Lo sincrético de la multicronía” moriniana se concentra en el bucle como operación transconceptual que lleva a los conceptos a la complejización al esquematizarlos simbólicamente. La española emplea al término “bucle” para definir la transmodernidad,

amalgamándolo con otras ideas: “imagen, serie, barroco de fuga y autorreferencia, catástrofe… reiteración fractal e inane; entropía de lo obeso, inflación amoratada de datos.” Rodríguez Magda retorna a la modernidad para restaurar la ética y la política:

El prefijo “trans” connota no solo los aspectos de transformación que vengo apuntando, sino también la necesaria trascendencia de la crisis de la modernidad, retomado sus retos pendientes éticos y políticos (igualdad, justicia, libertad…), pero asumiendo las críticas posmodernas. Los enunciados de la postpolítica o el postdeber no pueden resolverse en el nihilismo, sino en la formulación de un horizonte que asuma el vacío ontológico como desafío racional, creador y comprometido (Ibidem).

La misma operación de restauración es desarrollada por Morín en el tomo VI de El método. Ética y en el capítulo VII de Los siete saberes necesarios para la educación del fututo (La ética del género humano). La española refiere la necesidad de un “sujeto estratégico situado” (Ibidem.) que pueda sobrevellar transmodernamente su paso histórico. Estrategizar al pensamiento y al hombre es una de las tesis centrales del pensamiento complejo. El in situ es a cada paso, bulle en la soltura de la vida, y la posibilidad más humanizada que nos permite convivir con sus incertidumbres, es la estrategización. ¿Acaso la “transmodernidad” de Rodríguez Magda es una más de las ideaciones que al anclar los restos salvables y los estragos de la modernidad en lo futuro, terminan convirtiéndose en otra gran narrativa más? ¿Acaso el pensamiento complejo de Morín y la perspectiva de unicidad de las ciencias sociales en la que culminan los trabajos de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, van con-figurando teóricamente los territorios claves de una gran narrativa transmoderna? ¿Totalitarismos en ciernes? La filósofa iberoamericana concibe a la transmodernidad como ” transubstanciación vasocomunicadamente de los paradigmas”. Alquimia filosófica, cultural y religiosa. Una de las acepciones conceptuales del vocablo “transubstanciación”, es el de una operación litúrgica mediante la cual la hostia y el vino son convertidas en el cuerpo y la sangre de

Jesús, que luego son dados a los hombres que comulgan y entran en comunión con Jesús y con Dios mismo. ¿En qué corporalidad serían hechos caber los paradigmas no abandonados de la modernidad? ¿Acaso lo “trans” de la “trans-modernidad” es esta corporalidad,

lo

“trans”

que

la

filósofa

española

concibe

como

corporalidad

“vasocomunicante”, que habrá posibilitar la extracción de lo mejor que ha quedado hundido en la modernidad? ¿Acaso lo “trans” corporal trascendentalizado, los “trans” como intento histórico-temporal omnívoro de lo pasado hacia lo futuro? Sobre el concepto de ”transubstanciación vasocomunicadamente de los paradigmas” de Rodríguez Magda, que sintetiza la encomienda del pensamiento complejo y de la búsqueda por la unicidad de las ciencias sociales, se afirmó la presencia de indicios religiosos en forma de liturgia. El procedimiento litúrgico mediante el cual la hostia y el vino son transubstanciados en el cuerpo y la sangre de Jesucristo, donde el Mesías

de

Nazaret es-hecho re-nacer y derramar-se en la tierra, es un ritual cristiano que termina en la comunión mediante el acto de comulgar. El sacerdote convida a los fieles cristianos el vino y la hostia que re-presentan a Jesucristo y a Dios mismo encarnado en él. Cristo y Dios

transubstanciados

son

hechos-entrar

por

la

boca

de

los

hombres.

La

“transubstanciación” de la filósofa española esta conceptualmente investida por la ritualidad cristiana. El cristianismo tiene por su Mesías a Jesús de Nazaret. La modernidad tuvo a su Mesías en Sócrates.

En la Edad Media Sócrates no había pasado de ser un nombre famoso transmitido a la posteridad por Aristóteles y Cicerón. A partir de ahora su estrella empieza a subir, al paso que la de Aristóteles, el príncipe del escolasticismo, comienza a declinar. Sócrates se convierte en guía y en ilustración de toda la filosofía moderna; en apóstol de la libertad, sustraído a todo dogma y a toda tradición, sin mas gobierno que el de su propia persona y obediente sólo a los dictados de la voz interior de su conciencia; es el evangelista de la nueva religión terrenal y de un concepto de la bienaventuranza asequible en esta vida por obra de la fuerza interior del hombre y no basada en la gracia, sino en la tendencia incesante hacia el perfeccionamiento de nuestro propio ser(…) al filósofo pagano se le encomendaba ahora la misión de contribuir a crear una religión moderna

en la que el contenido imperecedero de la religión de Jesús se fundiese con ciertos rasgos esenciales del ideal helénico del hombre. (Jaeger, “Paideia”, 2004 ).

Morín se autoinstaura como Mesías transmoderno:

Me encuentro en la situación extrema de ser a la vez mi propio presidente, mi propio objeto y mi propio sujeto; es una situación hipercomplicada. El título de esta última comunicación tiene la marca de la ironía que el texto de Sergio Manghi ya había formulado de modo en apariencia cuasi coloquial, y que la mayoría de ustedes ya leyeron, sobre el rito, el sacrificio y la celebración, y en función del mismo me permití intitular mi exposición “Mesías, pues no”, en el entendido de que la negación de Mesías apela asimismo a su implicación. Saco mi reloj, entonces, porque vamos a dar la batalla contra el tiempo, batalla de titanes. (“Mesías, pues no”, en: “En torno a Edgar Morín argumentos para un método”, 2005)

Morín se niega y se afirma como Mesías. Juega su propio juego mesiánico. No se sustenta ni se vanagloria de ser Mesías. En lo lúdico de la negación-afirmación, desliza que posiblemente lo sea y deja la idea latente en la inscripción que cruza de orilla a orilla el ensayo Mesías, pues no. Es la posteridad humana la que habrá de darle el título religioso. Ya ha recibido múltiples doctorados honoris causa que lo encaminan hacia ello. Sócrates tardó un milenio y medio en ser reivindicado como Mesías. La negaciónafirmación de Morín delata que el francés no quiere esperar tanto tiempo. Por eso se autonombra negándose, y termina su ensayo con mandatos que circunscriben a la hazaña intelectual de “El método” en la religiosidad: “Ayúdate, que el método te ayudará (…) Id, creced y multiplicaos” (Ibidem.).

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