EL PASE Y LA POLÍTICA DEL PSICOANÁLISIS

August 23, 2017 | Autor: H. Bernal | Categoría: Jacques Lacan, Psicoanálisis
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EL PASE Y LA POLÍTICA DEL PSICOANÁLISIS LA POLÍTICA DEL PASE EN LA AMP

POR HERNANDO ALBERTO BERNAL Z.

EL PASE Y LA POLÍTICA DEL PSICOANÁLISIS LA POLÍTICA DEL PASE EN LA AMP1 Por: Hernando Alberto Bernal Z.

Contenido: Introducción. 1. Planteamiento del problema. 1.1. Campo. 1.2. Estado de la cuestión. 1.3. Problema. 1.4. Hipótesis. 1.5. Metodología: el «comentario de texto». 2. Consideraciones generales sobre la política. 2.1. Del concepto de política en el psicoanálisis. 2.2. Política y goce. 2.2.1. Política de la felicidad. 2.2.2. Ética del deseo y política. 2.3. Introducción a la política del psicoanálisis. 2.3.1. Ciencia, política y psicoanálisis. 2.3.2. Política freudiana. 2.3.3. Política lacaniana. 3. Pase y política en el psicoanálisis lacaniano. 3.1. El dispositivo del pase: El lugar del pase en la política lacaniana. 3.2. Principios de política lacaniana. 3.2.1. Introducción. 3.2.2. El semblante y lo real. 3.2.3. No ceder ante lo real. 3.2.4. Un principio ético al principio. 3.2.5. El acto está en el corazón del pase. 3.2.6. La política lacaniana y sus principios. 3.3. Función política del pase.

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Trabajo de investigación realizado en la Maestría en Ciencias Sociales y Humanas, cohorte «Psicoanálisis, Cultura y Vinculo Social», del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de Antioquia (Med. Col.) 1

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3.3.1. Función del pase en la institución analítica. 3.3.2. Pase y política del Witz. 4. A modo de conclusión. 4.1. Efectos de los testimonios del pase en las políticas de la dirección de la cura y la institución analítica. 4.1.1. Introducción. 4.1.2. Políticas efecto de los testimonios del pase. 4.1.2.1. Del término «Principio». 4.1.2.2. Políticas a nivel institucional. 4.1.2.2.1. Instante de ver. 4.1.2.2.2. Tiempo de comprender. 4.1.2.3. Políticas a nivel del dispositivo del pase. 4.1.2.3.1. Instante de ver. 4.1.2.3.2. Tiempo de comprender. 4.1.2.4. Políticas a nivel de la dirección de la cura. 4.1.2.4.1. Instante de ver. 4.1.2.4.2. Tiempo de comprender. 4.2. Momento de concluir: Identificación de la política lacaniana. 5. Bibliografía.

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INTRODUCCIÓN El tema general de este trabajo de investigación es la relación que existe entre el dispositivo del pase y la política del psicoanálisis; en este sentido, se trata de una investigación que tiene como campo abierto de objetos al psicoanálisis lacaniano, y en él, de manera muy particular, su política −la política del psicoanálisis− y el dispositivo del pase. La investigación se propone dar respuesta a una pregunta que surge a partir de una hipótesis. La hipótesis es la siguiente: «Los testimonios del pase orientan, en el campo lacaniano, las nuevas políticas de la dirección de la cura y de la institución analítica». La pregunta por lo tanto es: «¿qué efectos políticos tienen los testimonios del pase sobre la dirección de la cura y la institución analítica?» Esta hipótesis y su pregunta, responden a una inquietud personal referida a dos acontecimientos absolutamente contingentes, en el momento de dar inicio a la Maestría en el año 1998. El primero de ellos es la denominada «crisis de la AMP», que llegó a su culminación durante el primer gran encuentro de miembros de la Asociación Mundial de Psicoanálisis en Barcelona, y en la que el dispositivo del pase hizo parte importante del estallido de dicha crisis. Esta crisis afectó, de modo particular, a la comunidad psicoanalítica establecida en la ciudad de Medellín, provocando una escisión, y posterior disolución, de la Asociación del Campo Freudiano de Colombia −ACFC− y del Colegio Colombiano de Psicoanálisis −CCP−, instituciones a las que yo pertenecía. Se me hizo, entonces, necesario, poder dilucidar, de una manera lógica y transparente, la serie de acontecimientos políticos que desencadenaron la crisis, tanto a nivel mundial como local, y que deterioraron algunos vínculos de amor y de trabajo que se habían establecido con amigos y colegas con los que había trabajado por la causa analítica durante más de diez años. El segundo de 4

los acontecimientos tiene que ver con un íntimo interés en el tema del «momento del pase», momento dilucidado por Lacan en el transcurso de un análisis cuando éste se está acercando a su final. Hubo un tercer acontecimiento que, de cierta manera, vino a reforzar el interés que ya tenía el autor de esta investigación sobre el tema del pase y la política del psicoanálisis. Se trata de la publicación, en 1999, del seminario dictado por Jacques−Alain Miller durante el año lectivo francés 1997−98 y titulado Política lacaniana. Este texto, dedicado a la dilucidación de unos «principios de política lacaniana», se convirtió en la columna vertebral de esta investigación, no solamente por las luces que le da a la misma, sino por ser uno de los textos fundamentales para establecer el estado de la cuestión. La política es un concepto que ha recibido un tratamiento permanente en el psicoanálisis lacaniano; de cierta manera, es un concepto que hoy está muy de moda en él, si bien que Lacan lo sitúa desde La dirección de la cura y los principios de su poder al nivel de la ética y de lo que está en juego al final de un análisis. Pero la política en el psicoanálisis no solamente se despliega al nivel de la dirección de la cura. Ella se hace operativa al nivel de las reflexiones que hace el psicoanálisis sobre el comunismo, la democracia, el capitalismo y otros tópicos de la política en general; al nivel de las reflexiones que hace el psicoanálisis sobre las instituciones psicoanalíticas y la posición del analista en ellas; al nivel de las políticas que adopta el psicoanálisis para elevar su discurso a la dignidad de ciencia, y por último, al nivel de las reflexiones que hace el psicoanálisis sobre las políticas que la institución debe adoptar para reconocer la autoridad del analista. Así pues, el concepto de política en el psicoanálisis tiene varios sentidos, que se pueden clasificar así: 1. La política de la cura, 2. La política de las instituciones psicoanalíticas, a dos niveles: políticas que las rigen y políticas para garantizar a los analistas, 5

3. La política del psicoanálisis para alcanzar su estatuto de ciencia, y 4. El examen que hace el psicoanálisis de la política en general. Los tres primeros puntos −la política de la cura, la política de las instituciones psicoanalíticas y la política del psicoanálisis para alcanzar su estatuto de ciencia− convergen todos en uno de los temas más importantes del psicoanálisis lacaniano de hoy: la teoría del pase. Esta es la razón para titular este trabajo «El pase y la política del psicoanálisis». Así pues, es en la experiencia del pase donde se ponen en juego esos tres aspectos de la política del psicoanálisis: la posición ética del analista en la cura, la posición del analista en la institución, es decir, en la Escuela, y la cuestión del estatuto científico del psicoanálisis. El subtítulo de este trabajo, «Función política del pase en la A.M.P.», tiene como objetivo señalar, de una manera aún más precisa, la orientación en la que se inscribe la investigación, es decir, dentro de los lineamientos clínico, epistemológico y político de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y sus Escuelas. Y es justamente en la Asociación Mundial de Psicoanálisis donde, gracias a los recientes testimonios de pase, este dispositivo ha alcanzado una enorme actualidad en cada una de las Escuelas del Campo Freudiano. En ellas, el dispositivo está en marcha y poco a poco, a medida que salen a la luz nuevos testimonios, se van perfilando los efectos de éstos sobre la política del psicoanálisis. Realmente se está en un ámbito sin procedimientos totalmente establecidos, es decir, abierto a la invención en cuanto a las formas de su realización; un nuevo campo abierto de objetos: El de los testimonios del pase, a partir de los cuales está por establecerse su responsabilidad institucional para el porvenir de las Escuelas de la A.M.P. Es decir que gracias al dispositivo del pase, y gracias a los que consienten en hacer uso de dicho dispositivo y que cuentan cómo fue su experiencia analítica, “que se está promoviendo una 6

mutación fundamental, un desplazamiento en los hábitos y costumbres de la incorporación a un grupo analítico”.2 Justamente esto es lo que justifica poder hacer una investigación sobre los nuevos efectos políticos de los testimonios del pase sobre la dirección de la cura y la institución analítica. Digo “nuevos” porque es un hecho que el pase tiene ya una función política para las Escuelas de orientación lacaniana, y a dos niveles: Uno institucional, y otro clínico. En el ámbito institucional, el pase, específicamente la Proposición del pase, hecha dentro de la Escuela tres años después del Acta de fundación de 1964 de Jacques Lacan, se constituyó en un momento de ruptura con lo establecido por Freud y en un momento de subversión dentro de la misma institución; el pase introdujo un desplazamiento de fuerzas, un deslizamiento de poder en la Escuela, ya que con él no se trata más de sostener los semblantes de jerarquía y de poder dentro de la Institución analítica −semblantes que ocultan lo real en juego en la formación de los analistas−, sino, apuntar a lo real, a ese real ante el cual Lacan no estaba dispuesto a ceder. Anuncia así Lacan el primer principio de su política: «no ceder ante lo real en juego en la formación de los analistas». A nivel clínico, el pase introduce una exigencia a todos aquellos que desean entrar a la Escuela, y es la de dar cuenta de que en el análisis personal se ha llegado a un fin. Así pues, el candidato a la Escuela es invitado a testimoniar de ese paso que él da de analizante a analista, para verificar si en ese acto, hay o no analista. La Proposición del pase testimonia evidentemente de la preocupación política de Lacan, en conexión con la enseñanza, con la orientación. Pero fundamentalmente, si el pase tiene una función política es porque sirve para el reclutamiento de los analistas en la Escuela; es 2

NEPOMIACHI, Ricardo. La entrada por el pase. En: El psicoanalista y sus síntomas. Buenos Aires: EOL−Paidós. Colección orientación lacaniana, 1998. p. 88.

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por medio de dicho dispositivo que se accede a ella. Pero esta función política del pase, tanto a nivel clínico como institucional, no agota todo lo que se puede decir acerca de dicha función. Si bien con el pase se recluta a los analistas que ha su vez han dado cuenta de su propio caso, queda por saber cuáles son las consecuencias políticas de sus testimonios, tanto a nivel clínico como institucional. Por eso la hipótesis de mi trabajo de investigación se orienta, no hacia lo ya establecido en la teoría sobre la función política del pase, sino hacia lo nuevo en la teoría, y en este sentido este trabajo sería una contribución a la teoría del pase en la medida en que daría cuenta de las nuevas políticas de la dirección de la cura y de la institución analítica a partir de los testimonios de los pasantes en el campo lacaniano. En términos generales, lo que se propone esta investigación, es afrontar un problema abstracto, que ha podido ser, o no, objeto de otras reflexiones y con la utilización de unos conceptos que abren un campo de objetos dentro de un marco teórico específico. Para dar respuesta a la pregunta de investigación, la metodología que se propone consiste fundamentalmente en la lectura rigurosa de textos −enmarcada dentro de la metodología para el análisis de textos que nos transmitió Jacques Lacan y que denominó el «comentario de texto»− sobre la teoría del pase y de textos donde se exponen testimonios de pase hechos por analistas que han consentido a este dispositivo. Igualmente, se realizaron tres entrevistas, una de ellas al Dr. Fronçoise Leguil, psicoanalista miembro de la Causa Freudiana en París, y quien fuera el invitado internacional de la Maestría para dictar el seminario «Política del Psicoanálisis y Psicoanálisis de la Política»; él estuvo en Medellín entre el 30 de octubre y el 1° de noviembre de 1998, pero su entrevista fue hecha en la ciudad de Bogotá con motivo de.... Las otras entrevistas fueron realizadas a dos AEs de la Escuela de 8

Orientación Lacaniana −EOL−: al Dr. Aníbal Leserre −haciendo uso del correo electrónico− y a la Dra. Florencia Dassen, con motivo de su visita a la ciudad de Medellín para dictar el seminario «Actualidad en la Clínica Psicoanalítica», con motivo del IIº Encuentro Colombiano del Campo Freudiano, entre el 28 y el 30 de abril de 2000. El «comentario de texto» es un método de lectura que Lacan implementó desde el comienzo de la transmisión de su enseñanza, y que es consecuente con el descubrimiento freudiano del inconsciente. El gran aporte de Freud fue haber empezado a leer, en los síntomas de sus pacientes, en los sueños, en los lapsus y los olvidos, al inconsciente; en otras palabras, Freud descubre que el inconsciente puede ser objeto de una lectura. La lectura del inconsciente funda en el psicoanálisis un método de investigación propio, un método que se adecua a su objeto. El propósito de dicho método es extraer los elementos de estructura, de organización, de un texto, aquellos sobre los cuales se puede progresar en su exégesis. La aplica esta disciplina del comentario a un texto para su elucidación, tiene como objetivo hacerle responder las preguntas que plantea su lectura. En este trabajo de investigación, la disciplina del comentario de texto fue usada en todos los textos que se trabajaron para responder a la pregunta de investigación, y por esta razón, todo el trabajo en su conjunto es un trabajo de investigación que tiene como método dicha disciplina.3 El recorrido trazado hasta ahora y su contenido se puede distribuir en los cuatros capítulos que abarcan la totalidad del trabajo de investigación, así: el primer capítulo trata sobre el planteamiento del problema, es decir, el lugar del psicoanálisis en la investigación, la definición del campo abierto de objetos, el estado de la cuestión, el problema y la hipótesis. En un segundo 3

La metodología utilizada en esta investigación es justificada en el apartado 1.5.

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capítulo se hacen una serie de consideraciones generales sobre la política, incluyendo el tratamiento del concepto en Freud y Lacan. Después viene un tercer capítulo dedicado específicamente a la función política del pase en el psicoanálisis, y por último, las conclusiones del trabajo, las cuales abarcan: las nuevas vías del pase en la política lacaniana y los efectos de los testimonios del pase en las políticas de la dirección de la cura y la institución analítica. Por último, queda agradecer a todas las personas que de una u otra manera, me han apoyado, acompañado y asesorado en este trabajo, muy particularmente a Carlos Mario González, gran interlocutor, Mario Elkin Ramírez, quien me ha dado unas muy buenas sugerencias, Clara Cecilia Mesa, un gran apoyo para los momentos de angustia, Juan Fernando Pérez, mi asesor, guía y provocador de mi trabajo, Héctor Gallo, un gran amigo y aval en muchos sentidos, Antonella Curti, mi compañera, que sin su paciencia y cariño nada de esto hubiera sido posible, Marcello Alessandro, mi hijo, esa personita que tanto sentido vino a darle mi vida, y por supuesto, mis compañeros y amigos de la maestría, aquellos con los que he podido establecer nuevos lazos de afecto, aquellos con quienes compartí las ideas de mi trabajo de investigación, todos con los que pase tan buenos momentos y de los que aprendí muchas más cosas que aquellas que se transmiten en la academia, personas todas a las que admiro y respeto y de las que espero conservar su amistad por mucho tiempo más.

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1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA. 1.1. Campo. El campo abierto de objetos es el psicoanálisis lacaniano, y en él, muy particularmente, su política −la política del psicoanálisis− y el dispositivo del pase.

1.2. Estado de la cuestión. La política, como se dijo en la introducción, es un concepto de gran actualidad en el psicoanálisis lacaniano contemporáneo. Lacan lo sitúa desde La dirección de la cura y los principios de su poder al nivel de la ética y de lo que está en juego en el fin de análisis. [Véase, para el desarrollo de éste tema, los apartados 2.2. y 2.3.3.]. Pero la política en el psicoanálisis no solamente se despliega al nivel de la dirección de la cura. Ella se hace operativa al nivel de otros cuatro campos en el interior de su discurso: primero, las reflexiones que hace el psicoanálisis sobre el comunismo, la democracia, el capitalismo y otros tópicos de la política en general. Segundo, las reflexiones que hace el psicoanálisis sobre las instituciones psicoanalíticas y la posición del analista en ellas. Tercero, las reflexiones que hace el psicoanálisis sobre las políticas que adopta para elevar su discurso a la dignidad de ciencia. Y cuarto, las reflexiones que hace el psicoanálisis sobre las políticas que la institución debe adoptar para reconocer la autoridad del analista. Por esta razón, cada vez que se hable de política en el psicoanálisis, hay que aclarar su sentido, ya que tiene varios. Los podemos clasificar entonces así: 1. La política de la cura, 2. La política de las instituciones psicoanalíticas, a dos niveles: políticas que las rigen y políticas para garantizar a los analistas, 3. La política del psicoanálisis para alcanzar el estatuto de ciencia, y 4. El examen que hace el psicoanálisis de la política en general. [Para ampliar este punto, véase el apartado 2.1] 11

Los tres primeros puntos −la política de la cura, la política de las instituciones psicoanalíticas y la política del psicoanálisis para alcanzar su estatuto de ciencia− convergen todos en uno de los temas más importantes del psicoanálisis lacaniano de hoy: la teoría del pase. Esto quiere decir que en la experiencia del pase están en juego esos tres aspectos de la «política del psicoanálisis»: la posición ética del analista en la cura, la posición del analista en la institución, es decir, en la Escuela, y la cuestión del estatuto científico del psicoanálisis, al nivel de la verificación y la confiabilidad, aspectos éstos, más que importantes, a tener en cuenta en la investigación científica. Del pase se puede decir que es un dispositivo creado para elaborar una construcción lógica sobre la experiencia analítica. Su práctica fue introducida por Lacan en la Proposición del 9 de octubre de 1967, para resolver un problema institucional preciso dentro de la Escuela Freudiana de París: ¿cómo acceder al título de Analista de la Escuela (AE)? Dice Lacan allí: “La terminación del psicoanálisis llamado en forma redundante didáctico es el pasaje del psicoanalizante al psicoanalista”. El pase es entonces la respuesta que da Lacan a la pregunta por la garantía, es decir, cómo garantizar que al final de un análisis, haya un analista. Lo que se pone en juego en el pase es el problema del fin del análisis para un analizante que desea pasar a ser analista. El pase le permite a aquel dar testimonio de cómo fue ese paso; el pase es el único dispositivo con el que cuenta el psicoanálisis para verificar si un analizante ha llegado a su fin de análisis. Con la Proposición del ‘67, Lacan vincula el problema de la existencia del analista con el problema de la institución analítica, es decir, cómo articular la Escuela con la clínica. Para Lacan, la tarea esencial de la institución es esclarecer el problema del fin de los análisis, en la medida en que el producto de un análisis es un analista. Lacan define el pase como el pasaje al 12

«deseo del analista», pero ¿qué clase de deseo es este? [Véase para esto, 2.2 y 2.3.1.] Lacan habló en su Proposición de la recolección, la acumulación y la comparación de los testimonios de quienes pasan de analizantes a analistas para determinar qué deseo es ese que se denomina «deseo del analista», ya que dicho deseo es el eje alrededor del cual jira el análisis, así como el pase es lo que define, estructura y caracteriza a la Escuela. El testimonio de los analizantes es el núcleo de la enseñanza del psicoanálisis en tanto que él es el único que puede responder a la pregunta de saber qué es lo que puede transmitirse al público de una experiencia que es esencialmente privada. Con base a ese testimonio se busca responder a la pregunta «¿qué es un analista?» Pase es el nombre que Lacan le dio de en 1967 a dicho testimonio. El pase fracasó como experiencia en la Escuela Freudiana de París. Desde el momento en que Lacan hace su Proposición hubo oposición por parte de los miembros de la Escuela. Son variadas las explicaciones que se dan para dar cuenta de dicho fracaso: desde que no se entendió lo que Lacan proponía, que las condiciones para su aplicación eran impracticables, hasta las dificultades que habían al interior de la Escuela con la autoridad de Lacan y la transferencia que se le dirigía, ya que él conservó la dirección de la Escuela desde su comienzo (1964) hasta su final (1980). Todas esas explicaciones no dejan de tener un carácter político que habría que esclarecer. Lacan disuelve entonces la Escuela Freudiana de París y pasa a fundar la Escuela de la Causa Freudiana, con el propósito, entre otros, de hacer posible, de hacer existir, la experiencia del pase, es decir, de no dejar de tener como objetivo de la Escuela responder a la pregunta «¿qué es un analista?»; en otras palabras, dilucidar los problemas de la formación, el deseo y el fin del análisis de los analistas. 13

El pase, “Primeramente se propone como un procedimiento original. No es de institución freudiana, en el sentido en que lo es el dispositivo analítico. No lo consagra ninguna tradición. «Pase», «pasante», «pasador», «jurado de confirmación», (son) otros tantos términos inventados por Lacan”.4 Lacan, nos dice Miller, inventó este procedimiento sobre la base de haber descubierto el «momento del pase», cuando los análisis se acercan a su fin. El momento del pase es un momento “conclusivo y resolutorio de un 5 psicoanálisis” que, si el sujeto consiente, lo somete a un examen. El pase no está prescrito para nadie, no es un deber, es sólo una proposición, un riesgo que toma el analizante de dar cuenta de la adopción de la posición de psicoanalista. Es este paso de la posición de analizante a analista el que le interesa investigar a Lacan para responder a la pregunta «¿hay analista?». Ahora bien, el procedimiento del pase, a pesar de haber sido introducido por Lacan en 1967, de haber sido el motivo, tras la disolución de la EFP, de que muchos de sus miembros se apartaran de él; a pesar de haberse constituido en la forma de reclutar a los Analistas de la Escuela (A.E.) en 1974, de haber estado en el centro de la crisis de la Escuela de la Causa Freudiana en 1990, de haber sido objeto de renovaciones y relanzamientos dentro del Campo Freudiano, es un dispositivo que sigue siendo joven, y por tal razón, sujeto a permanentes debates y críticas. Del pase faltan por pulir sus mecanismos y esclarecer mejor sus resultados a tres niveles: clínico −el destino del síntoma y/o del goce al final de la cura−, epistemológico −la enseñanza y la solución de los problemas cruciales del psicoanálisis − y político −que abarca desde la ética y la autoridad del analista, 4

MILLER, Jacques−Alain. Introducción a las paradojas del pase. En: Matemas II. 3ª edición. Argentina: Ediciones Manantial. 1991. p. 108. 5 Ibid. p. 109.

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pasando por el problema de la verificación y la garantía, hasta las relaciones del pase con el futuro de la Escuela−. El pase pues, como se puede ver, es un terreno fértil para ser tomado como objeto de investigación. El pase, como dije hace sólo un momento, ha sido y sigue siendo un dispositivo fuente de un sin número de debates dentro de las Escuelas del Campo Freudiano, de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y en otros ámbitos distintos a la AMP. La puesta en marcha y afinación del dispositivo del pase no ha sido nada fácil desde el momento mismo en que Lacan lo instituyó como una de las formas de entrada a su Escuela. No era de extrañar entonces que él jugara su papel, cuando no el principal, en la denominada «crisis de la AMP», durante el primer gran encuentro de miembros, en Barcelona ´98, crisis que desencadenó la renuncia de algunos de sus miembros por no estar de acuerdo, por lo menos con relación al pase, en los siguientes puntos:6 1. La utilización de una serie de recursos que van en contra del espíritu del dispositivo, y una serie de divergencias sobre las condiciones en las cuales es necesario cultivar el dispositivo del pase. 2. La supuesta ritualización, que con ayuda de una serie de reglamentos, se ha hecho del dispositivo del pase. 3. Divergencias en los denominados «carteles del pase» con relación a lo que es un fin de análisis y el desencadenamiento, por tal motivo, de una supuesta “guerra” entre ellos. 4. La supuesta intervención, de carácter exclusivamente político, que hizo el Delegado General de la AMP, en favor de un pasante que no fue nominado AE, por uno de los carteles del pase. 6

Consúltese para esto la Carta Abierta de Colette Soler a J−A. Miller, Delegado General de la AMP, distribuida en Internet por la lista de discusión AMP−Varia y en castellano, el día viernes 26 de junio de 1998.

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5. La supuesta existencia de pasantes que no podrán ser recibidos en la Escuela como A.E. y otros que no podrán más ser escuchados, debido precisamente a esa supuesta “politización” del pase. 6. La aparente escisión entre los rasgos epistémicos y los rasgos políticos en los testimonios del pase. 7. La aparente utilización del pase para la legitimación de una jerarquía dentro de la AMP, asunto este contrario a los propósitos con que Lacan fundó su Escuela. 8. La pérdida de la buena fe y la confianza en el dispositivo. 9. La prevalencia de la jerarquía y la gestión sobre las finalidades del pase. 10. La sospecha de una centralización y control de la dirección política y doctrinal a nivel del dispositivo del pase −y de las instancias de gestión− en una sola persona: el Delegado General de la AMP. 11. Por último, la nominación por parte del Delegado General de los éxtimos del cartel del pase −lo que es una nueva estrategia dentro del dispositivo para el reconocimiento de los AE por las otras Escuelas de la AMP− es tomada como una intervención política del Delegado General. Se ve pues, claramente, cómo el pase es un terreno fértil para ser tomado como objeto de investigación, sino también, y muy precisamente, su relación con la política del psicoanálisis. [Véase más adelante, y en estrecha relación con el estado de la cuestión, el apartado 3.2.1.].

1.3. Problema. Siendo el pase, actualmente, el centro de reflexión de un sin número de dificultades y problemas, y hallando de mi interés el esclarecimiento de la política del psicoanálisis, me he formulado el siguiente problema de investigación: «¿Cuál es la función política del pase?» 16

1.4. Hipótesis. La hipótesis fundamental que me planteo es ésta: «Los testimonios del pase orientan, en el campo lacaniano, las nuevas políticas de la dirección de la cura y de la institución analítica» [Véase, para la justificación de ésta hipótesis, el numeral 3.3.].

1.5. Metodología: el «comentario de texto». En términos generales, esta investigación se propone afrontar un problema abstracto que ha podido ser, o no, objeto de otras reflexiones, y con la utilización de unos conceptos que abren un campo de objetos dentro de un marco teórico específico. Para dar respuesta a la pregunta de investigación, la metodología que se propone abarca fundamentalmente dos puntos. Primero, la lectura rigurosa de textos sobre la teoría del pase y de textos donde se exponen testimonios de pase hechos por analistas que han consentido a este dispositivo. La lectura rigurosa está enmarcada dentro de la metodología para el análisis de textos que transmitió Jacques Lacan y que denominó el «comentario de texto». Segundo, la selección de los textos a leer en acuerdo con el tutor responsable de la dirección de esta Investigación. La expresión «comentario de texto» quizás pueda sugerir a muchos la idea de una lectura no muy rigurosa como aquella que precedería al «comentario» propiamente dicho. Ello en virtud a una cierta superficialidad que le es adscrita como propia al término «comentario». Sería necesario señalar que el propósito de Lacan al elevar esta expresión al rango de verdadero método de investigación esta lejos de ello. Se trata, por el contrario, de subrayar las exigencias que plantea una lectura que pretenda ir más allá de la información global acerca de lo que dice un texto y expresar simplemente una opinión acerca del mismo. 17

De lo que se trata es de establecer su lógica, los principios desde los cuales se construye, los propósitos del mismo, todo ello para someterlo a un examen crítico, producido tanto al interior del texto mismo, de las relaciones internas que sostienen sus enunciados, como de las relaciones de oposición, continuidad o discontinuidad que guardan éstos con otros enunciados procedentes del mismo autor, de otros autores o de la doctrina en la cual se inscribe. Sobre esta metodología dice Miller que “En el campo analítico, el comentario de texto es, en palabras de Lacan, una disciplina. (...) Lacan comentó los textos de Freud porque consideró que el texto freudiano portaba una palabra. (...) La palabra, tal y como la entendía (Lacan) en esa época, la palabra verdadera, es una palabra que constituye una emergencia nueva de la verdad.”7 El «comentario de texto» es, pues, un método de lectura que Lacan implementó desde el comienzo de la transmisión de su enseñanza −durante diez años el Seminario de Lacan se llamó Seminario de textos−, y que es consecuente con el descubrimiento freudiano del inconsciente. Este método se propone, primero que todo, extraer los elementos de estructura, de organización, de un texto, aquellos sobre los cuales se puede progresar en su exégesis, y segundo, “hacer responder al texto a las preguntas que él nos plantea a nosotros.”8 El aporte de Freud, cuando él comenzó a estudiar los síntomas de sus pacientes, sus sueños, sus lapsus y olvidos, fue que el inconsciente puede ser objeto de una lectura; de aquí la importancia que le da Freud al análisis lingüístico y que lo llevó a establecer las leyes que rigen el inconsciente. Lo que hizo Lacan con el comentario que hace de los textos Freud, fue justificar el predominio que él otorgó a las funciones del significante. De otra manera, lo que Freud descubre 7

MILLER, Jacques Alain. Introducción a «Variantes de la cura−tipo. En: Umbrales del análisis. Buenos Aires: Manantial, 1986. p. 10. 8 Ibid.

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es que la articulación significante es la que le otorga su verdadera estructura al inconsciente, lo que llevó a Lacan a establecer que «el inconsciente está estructurado como un lenguaje».9 El inconsciente es, pues, lo que se lee, y el síntoma psicoanalizable, ya sea normal o patológico, está sostenido, por tal razón, por una estructura que es idéntica a la estructura del lenguaje. En el texto inconsciente Lacan descubre los efectos de la metáfora y de la metonimia, es decir, los mismos mecanismos descritos por Freud como los del inconsciente. “Es bien evidente −dice Lacan− que en el discurso analítico no se trata de otra cosa, no se trata sino de lo que se lee, de lo que se lee más allá de lo que se ha incitado al sujeto a decir, que no es tanto, como dije la última vez, decirlo todo, sino decir cualquier cosa, sin vacilar ante las necedades que se puedan decir”.10 Ahora bien, es la lectura del inconsciente la que funda en el psicoanálisis un método de investigación propio, un método que se adecua al objeto del psicoanálisis, es decir, el inconsciente mismo. Pero dicha metodología no se reduce únicamente al dispositivo analítico, en el cual el analista está a la escucha de las formaciones del inconsciente, es decir, está atento a «leer» el discurso del analizante, en lo que dice de más o dice de menos. Dice Lacan: “Si algo puede introducirnos en la dimensión de lo escrito como tal, es el percatarnos de que el significado no tiene nada que ver con los oídos, sino sólo con la lectura, la lectura de lo que uno escucha de significante. El significado no es

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“...el inconsciente— yo entiendo el inconsciente del cual habla Freud— esta estructurado como un lenguaje, lo que es visible al ojo desnudo, sin necesidad de mis lentes para verlo.” (LACAN, Jacques. De un otro al otro. Seminario 16. clase 14. del 12 de marzo de 1969. Inédito). 10 LACAN, Jacques. Aún. Seminario 20. Barcelona: Paidós., 1985. p. 38.

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lo que se escucha. Lo que se escucha es el significante. El significado es el efecto del significante”.11 El «significante» es una dimensión que fue introducida a partir de la lingüística. La lingüística introduce en la palabra una disociación gracias a la cual se funda la distinción entre significante y significado. Ella, de cierta manera, divide lo que, sin embargo, parece ir de suyo: que cuando se habla eso conlleva el significado. Pero, “Distinguir la dimensión del significante cobra relieve sólo si se postula que lo que se oye no tiene ninguna relación con lo que significa. Este es un acto que sólo puede instituirse con un discurso, el discurso científico”.12 Es gracias al discurso de la ciencia, a su instauración en el pensamiento de los hombres, que el significante se pueda postular sin tener ninguna relación con el significado. Con el discurso de la ciencia se hace posible vaciar el contenido de un concepto, de un significante, para llenarlo de contenido, para hacerlo significar otra cosa. Esto es lo que se espera que se produzca en un análisis: “En el discurso analítico, se trata siempre de lo siguiente: a lo que se enuncia como significante se le da una lectura diferente de lo que significa”.13 Esta es la razón por la cual lo que los analistas leen es, por ejemplo, el lapsus, en la medida en que es como lapsus que significa algo, es decir, que puede leerse de una infinidad de maneras distintas. “Para hacerme entender voy a tomar una referencia en lo que leen en el gran libro del mundo. Observen el vuelo de la abeja. Va de flor en flor, hace sus libaciones. Ustedes se enteran de que va a transportar en sus patas el polen de una flor al pistilo de otra flor. Eso leen en el vuelo de la abeja. En un vuelo de pájaros que vuela bajo — se le llama un vuelo, pero en realidad es un grupo 11 12 13

Ibid. p. 45. Ibid. p. 40. Ibid. p. 49.

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a cierta altura— leen que se acerca una tempestad. Pero ellos, ¿leen acaso?, ¿Lee la abeja que ella sirve para la reproducción de las plantas fanerógamas?, ¿Lee el pájaro el augurio de la fortuna, como se decía antes, o sea, de la tempestad?. Ese es el asunto. Después de todo, no se puede afirmar que la golondrina no lea la tempestad, pero tampoco es seguro. En el discurso analítico ustedes suponen que el sujeto del inconsciente sabe leer. Y no es otra cosa, todo ese asunto del inconsciente. No sólo suponen que sabe leer, suponen también que puede aprender a leer”.14 Si la lectura del inconsciente funda el método de investigación propio de la clínica psicoanalítica, el comentario de texto, derivado de aquel, es el método propio de investigación en y con el psicoanálisis. Ahora bien, ¿se puede entonces leer un texto igual a cómo se lee el inconsciente? Precisamente, la disciplina del «comentario de texto» está inspirada en la lectura que se hace del inconsciente en la experiencia analítica, es decir, que dicho método es consecuente con la experiencia misma del psicoanálisis. Lo que hace Lacan, al leer los textos freudianos, es someterlos al esquema operacional que el mismo psicoanálisis ha inventado. Si lo esencial del método freudiano para abordar las formaciones del inconsciente, consiste en confiar en el relato del paciente; lo esencial del método del comentario del texto consiste en confiar en el texto escrito, es decir, “considerar el texto como una palabra verdadera, es decir, con su valor de transferencia.”15 Miller se pregunta, aquí, qué quiere decir esto, a lo cual responde: “En la disciplina analítica, el comentario, al mismo tiempo, −es demasiado decir, en dos 14 15

Ibid. MILLER, Op. Cit. p. 10.

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tiempos, ligados y vinculados− el texto pregunta, questionne, y el texto responde. Es por esta razón, si se trata así al texto, que el comentario también tiene un valor de transferencia. (...). “Al mismo tiempo, el texto se pone en el lugar del Otro, A, y las preguntas que podemos pensar plantearle al texto, en realidad es el texto mismo quien nos las propone a nosotros. Las respuestas, en la disciplina del comentario, no son nuestras respuestas, sino las que buscamos en el texto mismo. Obedeciendo a este rigor, el efecto de transferencia se produce de una manera implacable.”16 ¿Y qué decir sobre la interpretación del texto? ¿Acaso este se interpreta igual a como se interpreta el inconsciente? El trabajo de interpretación de un texto consiste en determinar el sentido que el texto asigna a cada uno de sus términos, sentido que es efecto de la relación que establece dicho término con los demás términos del texto, es decir que cada noción, cada idea, cada párrafo, se define por las relaciones que tiene con las demás nociones, ideas y párrafos dentro del mismo texto. Esto es absolutamente consecuente con la lógica misma del significante: “un significante sólo vale en relación a otro significante”17, de tal manera que un significante sólo adquiere sentido en su relación con otro significante, el significante es el que crea, por sus permutaciones, el significado. Interpretar un texto consiste, entonces, en producir el sentido que el mismo texto impone por las relaciones que se establecen entre sus términos; cada uno de los términos de un texto adquiere su sentido a la luz del conjunto de términos de la frase o el texto. En otras palabras, es “...permitirle

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Ibid. p. 10−11. MILLER, Jacques−Alain. La lógica del significante. Matemas II. Buenos Aires: Manantial, 1991. p. 17.

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a un texto decir lo que éste pretende decir.”18 En esto cosiste el trabajo de interpretación en el comentario de texto. Al comentario de texto también se le denomina «lectura analítica», la cual es una lectura en tres tiempos y que vincula el acto de leer con la investigación. Los tres tiempos de la «lectura analítica» son: la lectura intratextual, la lectura intertextual, y por último la lectura extratextual. “La lectura intratextual es un primer tiempo de lectura que aspira a investigar un texto, para intentar establecer, sólo desde el texto mismo, lo que éste dice. La lectura intertextual, segundo tiempo de lectura, en el cual se pretende cotejar y someter a discusión unidades de análisis (párrafos, conceptos, enunciados, etc.) de dos o más textos, de uno o varios autores. La lectura extratextual, tercer tiempo de lectura, que pretende ubicar un enunciado, o un conjunto de enunciados, como campo referencial explícito en el cual, se supone, debe inscribirse la lectura del texto de base.”19 De estos tres tiempos, el que más peso tiene como procedimiento de investigación, es el primero, ya que la lectura intratextual le exige al lector tomar “como único objeto de lectura el texto mismo, en su mayor integralidad y literalidad posible, es decir, que realice una lectura sólo a partir del conocimiento que debe tener de los códigos lingüísticos allí utilizados.”20 La lectura intratextual, en el comentario de texto, tiene dos propósitos: Primero, que en dicho acto, “se ejerza el

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Pérez, Juan Fernando. Elementos para una teoría de la lectura: lectura e interpretación. En: Revista Interamenricana de Bibliotecología. Medellín, Vol. 20, Nº 1. Enero−Junio de 1997. p.24. 19 Ibid. p. 8. 20 Ibid. p. 10.

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pensar”21, y segundo, “evitar (...) la proliferación de sentidos propia del lenguaje.”22 Lo que se propone este tipo de lectura, es reducir al máximo el malentendido propio de la comunicación humana y que se halla presente tanto en la lectura como en los vínculos humanos. “La ciencia proporciona una enseñanza en este sentido, al establecer significados unívocos en su lenguaje, lo cual hace que los acuerdos básicos allí sean más firmes. (...) Es la univocidad del lenguaje científico la razón de la llamada objetividad de la ciencia, punto tan difícil de entender para el positivismo.”23 De lo que se trata, entonces, es de emplear un método de investigación acorde con las exigencias de la investigación científica, de tal manera que, con dicho tipo de lectura, se produzca “...una interpretación básica acerca de la cual se pueda disponer de un grado de certidumbre altamente razonable. Esa certidumbre se funda en el hecho de que la interpretación en cuestión está construida esencialmente a partir de lo que debía considerarse como la fuente básica de toda lectura, es decir el texto mismo, y no desde tesis o decires importados al mismo por el lector...”24 Después de esta primera lectura intratextual, se podrá pasar a contrastar y discutir las interpretaciones, extraídas de ella, con otros textos −lectura intertextual− y, más allá, ubicarlas en un contexto o campo de referencias − lectura extratextual−, de tal manera que se concibe la lectura como una investigación que considera necesario “establecer lo que en efecto dice un escrito, en la forma más rigurosa posible.”25 Así pues, si a un texto se le aplica esta disciplina del comentario para su exégesis, es con el propósito de hacerle responder a las preguntas que plantea su 21 22 23 24 25

Ibid. p.11. Ibid. Ibid. Ibid. p. 13. Ibid. p. 21.

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lectura, en la medida en que él es vehículo de una palabra que puede constituirse en una nueva emergencia de la verdad. En este trabajo de investigación, la disciplina del comentario de texto fue aplicada a todos los textos que se trabajaron para responder a la pregunta de investigación, y por esta razón, todo el trabajo en su conjunto es un trabajo de investigación que tiene como método dicha disciplina.

2. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA POLÍTICA. 2.1. Del concepto de política en el psicoanálisis. No deja de ser sorprendente que desde un texto tan temprano como es el de La familia (1938), Lacan ya alude a la política como tema de reflexión en su pensamiento, en la medida en que, según la tesis expuesta allí, las catástrofes que se presentan en la política son un efecto de “la declinación de la imago paterna”.26 Pensar los problemas relacionados con la política se corresponde bastante bien con el deber que le toca al psicoanálisis en el mundo, deber en el que Lacan lo comprometió desde su Acto de fundación de la Escuela Francesa de Psicoanálisis, el 21 de junio de 1964. [Véase sobre este punto el numeral 3.3.1.] “Es mi intención que este título represente al organismo en el que debe cumplirse un trabajo −que en el campo que Freud abrió, restaure el filo cortante de su verdad− que vuelva a conducir a la praxis original que él instituyó con el nombre de psicoanálisis, al deber que le toca en nuestro mundo, que, mediante una crítica asidua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos

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LACAN, Jacques. La familia. Argentina: Homo Sapiens, 1977. p. 112−13.

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que amortiguan su progreso al degradar su empleo”.27 Que los psicoanalistas se comprometan con los problemas del mundo, con las cosas que suceden en él y sobretodo en la medida en que la sociedad padece de un malestar que le es inherente y que, además, se multiplica por el hecho de que la civilización incluye en ella el discurso de la ciencia y sus efectos, es a lo que Lacan nos invita. ¿No suena esto a una «plataforma política» del psicoanálisis? Entonces, ¿política del psicoanálisis o psicoanálisis de la política? Para poder responder a esta pregunta, es necesario tener claro cuál es el significado del sustantivo «política» en el psicoanálisis. Para esto me apoyaré en un texto de Jacques−Alain Miller titulado Política lacaniana.28 En él, Miller nos dice que hay tres maneras de entender el sustantivo «política» en el discurso de Lacan: Primero que todo, hay la política en general, es decir, las opiniones y comentarios de Lacan acerca de la política. En sus textos se pueden pesquisar una serie de explicaciones referentes a las democracias de los pueblos y el partido comunista. En el transcurso de su enseñanza, Lacan no se negó la oportunidad de producir doctrinas sobre el capitalismo y, según Miller, hasta ofreció una doctrina del poder fundada en el psicoanálisis. Incluso las construcciones, los «matemas» de Lacan, conciernen y son del registro de la política en general, asunto este que si bien resulta enigmático, hace pensar en las políticas del psicoanálisis para alcanzar el estatuto de ciencia, es decir, para ser reconocido como un discurso a la altura de la física y las matemáticas 27

LACAN, Jacques. Acto de Fundación. En: Fascículos de Psicoanálisis: El cartel en el Campo freudiano. Argentina: Eolia. p. 5. 28 MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Seminario dictado por Jacques−Alain Miller. Colección Diva. Buenos Aires. 1999. 105 p. (URL: http://www.amp-esp.org/FRAMSET/NAVI_CUR.HTM)

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modernas. El «matema», esa serie de “fórmulas matemáticas” que Lacan introduce en el trascurso de su enseñanza, en la medida en que permite y facilita la transmisión del discurso psicoanalítico de una manera más coherente y formal, tiene como propósito elevarlo a la dignidad de ciencia. Esto tiene, por consiguiente, un alcance político para el psicoanálisis. La segunda manera de entender el sustantivo «política» en el psicoanálisis, tiene que ver con la introducción de la política dentro del discurso psicoanalítico, es decir, todo lo concerniente a la posición de Lacan, y de los analistas en general, en las organizaciones psicoanalíticas; sobre todo la posición de los analistas en la organización internacional que derivó de Freud, y que se designa actualmente por la sigla IPA; también, por supuesto, la posición de los analistas dentro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y sus Escuelas, y en general, dentro de toda institución de carácter psicoanalítico. Esta segunda manera de entender la política en el psicoanálisis también abarca la relación de los analistas con sus colegas, los estudiantes, los pacientes y el público en general. La tercer manera de pensar la política en el psicoanálisis se refiere al tratamiento psicoanalítico [Véase el apartado 2.3.3.]. En su texto La Dirección de la cura y los Principios de Su Poder, Lacan hace uso de la tripartición «táctica», «estrategia», y «política» dentro del marco de la dirección de la cura. Miller dice que el propósito de Lacan aquí es situar a la interpretación al nivel de una táctica específicamente clínica, es decir, un procedimiento o maniobra de la dirección de la cura. Lacan tampoco dudará en calificar como político el pensamiento y la argumentación acerca de las metas de la cura analítica, es decir, todo lo relacionado con el fin de análisis y el procedimiento del pase. La política para la cura se puede decir que abarca y designa tanto los objetivos de la formación de los analistas como la 27

conclusión de la cura, por eso estos temas también se incluyen dentro de esta tercera acepción de «política», es decir, la que se relaciona con el tratamiento psicoanalítico. De estos tres registros de la política en el psicoanálisis, el segundo es el más apropiado para designar lo que Miller denomina «política lacaniana», es decir, todo lo que se relaciona con la política del analista dentro de sus instituciones. Si se repasa la historia del psicoanálisis, desde Freud hasta Lacan, con todos los acontecimientos que en ella han tenido lugar, se observará que se trata de una historia llena de accidentes. La sola carrera de Lacan en el psicoanálisis contiene toda una serie de eventos en los que el impacto de la política está muy presente, y incluso es insistente. De todos estos eventos −que es necesario entender, ordenar y organizar con el propósito de intentar sacar sus consecuencias− Miller nos dice que se podría extraer una «política lacaniana» que ayude a entender los futuros acontecimientos dentro de las instituciones psicoanalíticas.29 Ahora bien, lo interesante de toda esta historia tan tormentosa del psicoanálisis lacaniano, son las preguntas que se hace Miller en su texto Política lacaniana. Dice: “Cuando hablo de política lacaniana, no se trata de narrar acontecimientos −aunque habría que conocerlos, ordenarlos, organizarlos−, sino de extraer sus principios.

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Para comprender la historia de Lacan en y con las instituciones psicoanalíticas, los remito al texto de Jacques−Alain Miller que lleva por título “Escisión, excomunión, disolución: Tres momentos en la vida de Jacques Lacan” (Manantial, Buenos Aires, 1987), donde el autor establece los documentos y la cronología de las causas inmediatas que llevaron a la escisión de la Sociedad Psicoanalítica de París −que desembocó en la creación de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis−, de la excomunión de la que fue objeto Lacan, y de la disolución de la Escuela Freudiana de París en 1980.

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Admito que se cuestione. ¿Existen principios de política que puedan ser extraídos válidamente de esta sucesión de acontecimientos? [Miller se refiere aquí a la escisión, la excomunión y la disolución] ¿Existen, por ejemplo, prohibiciones que se podrían también deducir? ¿Hay consejos, lecciones en la conducción de las cosas por venir, en las cuales inspirarnos? Incluso más allá de los acontecimientos, de los principios, está esta pregunta que no podemos dejar de plantearnos. ¿Qué sostiene a la estructura misma de la disciplina en esa sucesión de acontecimientos a los que se les puede dar, con toda reserva, el estatuto de una historia? ¿Por qué la presencia en el tiempo de esta disciplina toma la forma de una historia? ¿Acaso esta forma se puede referir a la disciplina como tal, a su estructura, incluso a un defecto de ella, si se considera que esta historia de todas maneras en su conjunto es "lamentable"? El punto de vista que tomo esta noche me impide validar este adjetivo que me surgió. La idea que sería "lamentable" no es lo que me orienta. Entonces, ¿qué se puede eventualmente referir en esta historia a la estructura de la disciplina?”30. Todas estas preguntas son, indudablemente, de gran actualidad, y lo más destacable de ellas es que apuntan a pensar, en última instancia, el real en juego en toda asociación de analistas, es decir, el real en juego en la estructura, los discursos y la formación de los analistas. Resumiendo: el psicoanálisis requiere de una política a tres niveles: primero, para situarse frente al malestar en la cultura, y entonces aquí cabrían todas las reflexiones de Lacan acerca del discurso capitalista, el comunismo, las democracias, etc. Segundo, al nivel de la vida institucional y por lo tanto todo lo relacionado con

30

MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op. Cit. p. 12.

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las políticas de las instituciones analíticas y la accidentada historia del psicoanálisis; y tercero, al nivel de la clínica en sus diferentes aspectos: la dirección de la cura, la interpretación, el final del análisis, el pase y la garantía.

2.2. Política y goce. Al margen de esos tres niveles se puede decir que si hay un rasgo que distingue la política en el psicoanálisis con relación a la política en general, es que aquella tiene en cuenta lo real, es decir, el goce que circula en los vínculos humanos, el goce que habita en todo discurso. [Véase sobre esto el apartado 3.2.3.]. La política corriente, en cambio, lo que busca es regular las formas de goce del sujeto en el ámbito de lo colectivo. El tratamiento del goce será entonces uno de los elementos que permitirá distinguir la política del psicoanálisis de la política en general, pero para hacerlo se tiene que hacer un rodeo por lo que se puede llamar, en principio, el reverso de la voluntad de goce: la demanda de felicidad. La promesa de felicidad es algo que se ha vuelto imprescindible en el mundo contemporáneo. El ejercicio mismo de la política se ha convertido en una manera de gerenciar la felicidad. Pero la demanda de felicidad no sólo la hacen los gobernados a sus gobernantes, sino también los analizantes al psicoanalista. ¿Cómo se sitúa entonces él frente a esta demanda? ¿Y cómo el gobernante? Dice Lacan en La ética del psicoanálisis: “ ...¿el final del análisis es lo que se nos demanda? Lo que se nos demanda debemos llamarlo con una palabra simple, es la felicidad. Nada nuevo les traigo aquí −una demanda de felicidad, de happiness como escriben los autores ingleses en su lengua, efectivamente, de eso se trata”. Después agrega: “...la felicidad devino un factor de la política. (...) −No podría haber satisfacción para

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nadie fuera de la satisfacción de todos”. 31 Este imperativo define bastante bien lo que se puede denominar la «política de la felicidad» en la contemporaneidad. Es más, el éxito del discurso político se debe en gran medida a las promesas de felicidad que siempre adelanta y que se ven aparecen bajo las más variadas formas: bienestar para todos, mejores salarios, más servicios de salud, más y mejor educación, incremento en la seguridad, etc. Al parecer, exactamente todo lo imposible de realizar es lo que promete el político, como si supiera muy bien a dónde apuntan los anhelos de los gobernados, es decir, exactamente al lugar opuesto a donde va el deseo del sujeto. Así pues, la felicidad, transformada en un factor de la política, se sitúa al nivel de la satisfacción de las necesidades para todos los hombres. Más exactamente, la política que se deriva del discurso capitalista, hay que pensarla en función de la «satisfacción» de la demanda, bajo la promesa de satisfacer el deseo. El problema de la satisfacción de la demanda introduce necesariamente la dialéctica entre la demanda, la necesidad y el deseo, la cual es necesario aclarar si quiere sacar algunas consecuencias de las proposiciones expuestas y, posteriormente, entender la lógica de la demanda de pase a la Escuela y la función política del pase en relación con lo real en juego en la formación del analista. En otras palabras: el problema de la demanda está estrechamente relacionado con la política de la dirección de la cura del analista [Véase sobre esto los apartados 2.1. y 2.3.3.]. Miller, en Lógicas de la vida amorosa,32 dice que existen dos tipos de demanda: una que se sitúa al nivel de la necesidad y otra a nivel del amor. La necesidad tiene un carácter natural −alimento, calor, etc.−, pero el 31

LACAN, Jacques. La ética del psicoanálisis (1959−60). Libro 7. Buenos Aires: Paidós. 1988. p. 348. 32 MILLER, Jacques−Alain. Lógicas de la vida amorosa. Buenos Aires: Manantial, 1991.140 p.

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psicoanálisis constata que la necesidad no se conoce más que a través de una demanda, una demanda dirigida a un Otro que satisface esa necesidad originaria. Ese Otro es un Otro que tiene lo necesario para satisfacer la necesidad. Pero junto al Otro que «tiene» también hay Otro que «no tiene». Es a este Otro que no tiene al que se dirige la «demanda de amor». Entre estas dos demandas se sitúa el deseo. Entonces, hay una transformación de la necesidad en demanda, y un resto que es el deseo. Ahora bien, lo que sucede es que la pulsión es ella misma una demanda, es una forma de demanda. “La distinguimos en tanto encontramos en la experiencia analítica una demanda que no podemos interpretar; donde no hay que interpretar. Hablamos de deseo cuando encontramos, al contrario, una demanda que podemos interpretar”.33 Esta demanda que «habla» se distingue de otra que «no habla», una demanda silenciosa: esta es la pulsión. Así pues, el deseo y la pulsión son dos momentos de la demanda.

2.2.1.

Política de la felicidad.

Freud ubica a la pulsión como el reverso del deseo cuando dice que el deseo nombra un estado de «insatisfacción» fundamental en el sujeto, en cambio la pulsión nombra un estado de «satisfacción», es decir, que la pulsión siempre logra satisfacerse. “Así como podemos definir el deseo como algo siempre insatisfecho, (el) concepto de pulsión es de algo que siempre es satisfecho”.34 Por esto Lacan, en Televisión, va a decir que “El sujeto es siempre feliz”. Esta idea es una subversión de la noción que se tiene corrientemente sobre la felicidad. Lo que Lacan dice aquí es que el sujeto es siempre feliz en el nivel de la pulsión en tanto que ésta es siempre satisfecha. La «satisfacción de la pulsión» es lo que Lacan formalizará 33 34

Ibid. p. 52. Ibid. p. 53.

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como el objeto a en su versión de «plus de goce». Así pues, se puede definir a la pulsión como una demanda siempre satisfecha, que produce un «plus de goce», en la medida en que hay un éxito constante en la satisfacción de la pulsión. Entonces hay que distinguir entre dos tipos de querer, dos tipos de voluntad: el deseo y la pulsión. Pero lo que Lacan enseña es que el deseo designa siempre una infelicidad, una insatisfacción. “El deseo es articulado a una falta, mientras que del lado de la pulsión hay felicidad. Una felicidad que no se conoce a sí misma, pero que es una felicidad”.35 Resumiendo: la pulsión es algo que en el hombre siempre se satisface positivamente, pero esa manera de satisfacerse le hace mal al sujeto. El sujeto neurótico, por ejemplo, es aquel cuya pulsión se satisface en los síntomas. Es en este contexto que el analista aparece como aquel que se ofrece a recibir la demanda de felicidad, pero el analista ya sabe que la demanda, como dice Lacan, “está a la vez más allá y más acá de ella misma, articulándose con el significante, ella demanda siempre otra cosa, en toda satisfacción de la necesidad exige otra cosa..”.36 Ahora bien, los pacientes llegan con la aspiración de ser felices... ¡cuando ya lo son! Es una paradoja: Demandan felicidad cuando ya gozan de la felicidad que les brinda la satisfacción de la pulsión en el síntoma. Por lo tanto, si algo sabe el analista, de lo poco que debe saber, es que responder a la demanda no resuelve la aspiración del paciente. “...la aspiración del paciente se quiebra en una nostalgia irreductible en torno al hecho de que en modo alguno podría ser el falo y que, por no serlo, sólo podría tenerlo, en el caso de la mujer, con la condición de la Penis−neid, y en el del hombre, de la castración. 35

MILLER, Jacques−Alain. Seminario el deseo de Lacan. San José: Atuel−Anafora, 1997. p. 32. 36 LACAN, Jacques. La ética del psicoanálisis. Op. Cit. p. 350−51.

33

“Esto es lo que conviene recordar en el momento en que el analista se encuentra en posición de responder a quien le demanda la felicidad. La cuestión del Soberano Bien se plantea ancestralmente para el hombre, pero él, el analista, sabe que esta cuestión es una cuestión cerrada. No solamente lo que se le demanda, el Soberano Bien, él no lo tiene, sin duda, sino que además sabe que no existe. Haber llevado a su término un análisis no es más que haber encontrado ese límite en el que se plantea toda la problemática del deseo”. 37 No es necesario entonces ser psicoanalista para advertir que hay una falla entre el deseo del sujeto y su demanda. Lo demuestra el hecho de que los sujetos desean mantener sus síntomas como si buscaran algo diferente a estar mejor, es decir, ellos son felices con sus síntomas, se satisfacen con ellos. Esta es lo que se llama en el psicoanálisis la «reacción terapéutica negativa». El Soberano Bien que el sujeto viene a buscar a un análisis, él ya lo tiene, sólo que no lo sabe. De todos modos, hay que prestarle mucha atención a la demanda, porque ella obliga a tomar muy en serio la relación del sujeto con el lenguaje. En el psicoanálisis la problemática del deseo es central, cómo lo es también para la política moderna. Y cuando se habla de la política moderna se hace referencia a ese discurso que necesariamente hay que enmarcar dentro del discurso de la ciencia en unión con el mercado, es decir, el discurso capitalista. Es al nivel de lo económico donde se puede encontrar aquello que promete la felicidad a los sujetos en la sociedad contemporánea. Existe una relación estrecha entre la ciencia y el mercado: “El mercado explota una característica principal del sujeto hablante: el deseo. Bajo su forma capitalista hace creer a los sujetos que si 37

Ibid. p. 357.

34

desean es porque les falta eso que es conveniente para su goce, que es lo que les promete. En esta empresa enrola a la ciencia, que se encarga de inventar el objeto que él coloca... en el mercado. El resultado es conocido: la fabricación de sujetos correlacionados a un más de goce, que se dirigen a él sin pasar por el compañero”.38. El mercado, entonces, promete el objeto de deseo del sujeto, aquel que se cree que le hace falta para ser feliz, lo cual genera a su vez un «plus de goce». De aquí surge ese consumismo alocado del proletario moderno, cuyo deseo es relanzado por el capitalismo con la ayuda de cada nuevo objeto que sale al mercado. Lo relanza porque no hay el objeto que venga a satisfacer el deseo, pero el mercado hace creer al sujeto con su propaganda que debe comprar ese nuevo objeto que ha salido al mercado para satisfacer su deseo y así ser feliz. ¿Acaso la política moderna no opera igual con el deseo del sujeto? Tal vez lo único que la separa del discurso de la ciencia es que el objeto prometido por éste lo encuentra el sujeto en el mercado, en cambio, las promesas del discurso político... no todas se llevan a cabo.39 De todos modos, en ambos casos, ya sea que se satisfaga o no, el deseo es relanzado y la demanda se vuelve cada vez más imperiosa. En la historia del psicoanálisis ha habido orientaciones que han puesto al analista en posición de responder a la demanda de felicidad del sujeto. Son orientaciones que han hecho girar todo el logro de la felicidad alrededor del acto genital. Pero si ni siquiera esto lo tiene el analista para dar, entonces ¿qué da? Lo que tiene el analista para dar “...no es más que su

38

SAURET, Marie−Jean. Psicología clínica y psicoanálisis. Trazos #1. Medellín: Bios Editores. 1997. p. 88. 39 ¿Acaso aquí, la posición del político se parece a la del analista, en la medida en que no responde a la demanda de sus gobernados una vez que está en el poder?

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deseo, al igual que el analizado, haciendo la salvedad de que es un deseo advertido. “¿Qué puede ser un deseo tal, el deseo del analista principalmente? A partir de ahora, podemos de todos modos decir lo que no puede ser. No puede desear lo imposible”40 Así pues, si hay algo contrario a la política de la cura, esto es el establecimiento de una relación dual entre el analista y su analizante, relación que existiría en la medida en que se responda a la demanda de felicidad. O como dice Eric Laurent en su texto La familia moderna: “Es saber precisamente, que el psicoanalista es ése cuya función política, es de recordar que el universal no arreglará jamás más cuestiones, que el goce en su particularidad más abominable. Está ahí como protestación contra el ideal: más querramos los ideales, más fabricamos el mal, lo que Lacan llamó «representación exaltada del mal»”41 Ahora bien, si los pacientes recurren al psicoanálisis con la esperanza de acceder a la posibilidad de una felicidad sin sombras, y si bien el análisis puede permitir al sujeto ubicarse en una posición tal que las cosas le vayan bien, hay algo contra lo cual estos propósitos se revientan: la instancia moral del hombre, esa que Freud denominó el superyó, y que es de una economía tal que “cuantos más sacrificios se le hacen tanto más exigente deviene”.42 Este desgarro del ser moral no está permitido al analista olvidarlo en su práctica, puesto que dicho olvido puede llevarlo a, verdaderamente, prometer el ideal de la felicidad, y así conducirse como un político corriente. Dice Lacan: “...la dialéctica de la demanda, de la necesidad y del deseo, ¿es acaso sostenible reducir el éxito del análisis a una posición de confort individual, vinculada a esa función con 40

LACAN, J. La ética del psicoanálisis. Op. Cit. p. 358. LAURENT, Eric. La familia moderna. Registros. Año 4 − Tomo Amarillo. p. 30. 42 LACAN, J. La ética del psicoanálisis. Op. Cit. p. 361. 41

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toda seguridad fundada y legítima que podemos llamar el servicio de los bienes? −bienes privados, bienes de la familia, bienes de la casa, y también otros bienes que nos solicitan, bienes de la profesión, del oficio, de la ciudad. “¿Podemos hoy en día cerrar tan fácilmente esa ciudad? Poco importa. Cualquiera sea la regularización que aportemos a la situación de quienes concretamente recurren a nosotros en nuestra sociedad, es harto manifiesto que su aspiración a la felicidad implicará siempre un lugar abierto a una promesa, a un milagro, a un espejismo de genio original o de excursión hacia la libertad, caricaturicemos, de posesión de todas las mujeres por un hombre, del hombre ideal por una mujer. Hacerse el garante de que el sujeto puede de algún modo encontrar su bien mismo en el análisis es una suerte de estafa.”43

2.2.2.

Ética del deseo y política.

A partir de lo anterior se puede preguntar: ¿está el discurso analítico al servicio del discurso político, imperante? Lacan responde que no: “No hay ninguna razón para que nos hagamos los garantes del ensueño burgués”.44 El ensueño burgués, tal y como lo entiende Lacan, consiste en promover, hasta sus últimas consecuencias, el ordenamiento universal del servicio de los bienes, movimiento en el que se arrastra hoy en día a todo el mundo, dando muestras claras de cómo la exigencia de felicidad, al pasar al plano político, tiene consecuencias. Pero, “El ordenamiento del servicio de los bienes en el plano universal no resuelve sin embargo el problema de la relación actual de cada hombre en ese corto tiempo entre su nacimiento y su muerte, con su propio deseo..”.45 Sólo existe el discurso psicoanalítico 43 44 45

Ibid. Ibid. p. 362. Ibid.

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como aquel que es capaz de ofrecer al hombre la posibilidad de resolver el problema de la relación con su propio deseo, de tal manera que lo enfrente con la realidad de la condición humana. Así pues, “La ética del análisis no es una especulación que recae sobre la ordenanza, sobre la disposición, de lo que se llama el servicio de los bienes. Implica, hablando estrictamente, la dimensión que se expresa en lo que se llama la experiencia trágica de la vida”.46 Se puede, entonces, delimitar a partir de ahora, dos campos de acción de la ética −léase también política− tradicional y la ética del psicoanálisis: la una al servicio de los bienes, la otra al servicio del deseo, núcleo de la experiencia de la acción humana y sobre el cual es posible hacer un juicio ético: “−ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita?”47 Justamente es a este polo del deseo que se opone la ética tradicional, la ética de la política moderna, de la cual se puede decir que forcluye el deseo. Es verdad que lo explota, lo usa para sus fines, es a él al que dirige sus promesas, pero lo forcluye porque de la estructura del deseo, nada quiere saber; además, no le conviene, porque entonces sería su fin. Por eso Lacan concluye diciendo −aludiendo a Alejandro llegando a Persépolis al igual que Hitler llegando a París−: “La moral del poder, del servicio de los bienes, es: En cuanto a los deseos, pueden ustedes esperar sentados. Que esperen”.48 Una parte del mundo se orienta, entonces, resueltamente en el servicio de los bienes −es a lo que apunta la política de hoy, sierva del discurso capitalista− rechazando −se dijo hace un momento forcluyendo− todo lo que concierne a la relación del hombre con el deseo. Es esta oposición entre el deseo y los servicios de los bienes −es decir, entre el deseo y la 46 47 48

Ibid. p. 372. Ibid. p. 373. Ibid. p. 375.

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demanda− lo que le da un lugar al psicoanálisis, a su ética y a su política, en el mundo contemporáneo, en la medida en que sabe que la posición del hombre ante los bienes es tal que su deseo no está en ellos. El polo del deseo es el polo donde se puede medir la incidencia política del psicoanálisis, en tanto que él está hecho para operar la salida a los impasses que produce el discurso capitalista y el discurso de la política, a nivel del deseo y las demandas de felicidad del sujeto. El deseo del sujeto no es algo colectivizable. Mientras que el discurso político busca hacer funcionar un «para todos», el discurso del psicoanálisis apunta a la pura diferencia, a lo imposible de universalizar. Esto imposible de universalizar −lo real en juego en todo discurso− es lo que para el político resulta insoportable en tanto que lo que quiere es gobernar, gobernarlo todo, es decir, él siempre apunta al «todo gobernable» −lo cual hace de gobernar una de las profesiones imposibles, junto con educar y psicoanalizar−. Es en este sentido que se dice que la política también apunta a regular los modos de goce de los sujetos, poniéndolos a gozar a todos de la misma manera, lo cual es objetado por el malestar social. El nombre de ese malestar en cada sujeto se denomina «síntoma». Por tanto, se podría decir que el síntoma es la política del sujeto contra la política colectivizable del discurso imperante. La política del psicoanálisis tiene entonces por vocación cambiar en algo la economía de goce que se establece entre el sujeto, objetor del goce universalizado, y el discurso, administrador de dicho goce. Con una gran diferencia: el psicoanálisis no busca gobernar el plus de goce, sino elucidarlo. Y en esa elucidación, separar al sujeto del malestar producido por las demandas del discurso dominante, hasta producir “la condición absoluta, el «eso y nada más», el objeto que no tiene equivalente, que no es colectivizable, porque no vale para nadie más. Desde ese momento, el psicoanalista, en el sentido de psicoanalizado, es aquel que asume 39

con conocimiento de causa su imposible de universalizar. No sale del mundo por ello, pero es ahí por donde se separa de las prescripciones del discurso corriente y por lo que se hace una causa de esta separación”.49 Es a partir de aquí, que se puede entonces empezar a pensar en la incidencia política del psicoanálisis, es decir, si el psicoanálisis tiene o no una incidencia política, tanto al nivel de los discursos que imperan en la modernidad −de lo cual esta investigación no se ocupa−, como al nivel de la política institucional que rige en las instituciones psicoanalíticas.

2.3. Introducción a la política del psicoanálisis. 2.3.1. Ciencia, política y psicoanálisis. La política, entendida como la actividad o el conjunto de actividades que tienen como término de referencia a la polis, es decir, el Estado, incluido su ordenamiento y dominio, tiene en general una muy mala reputación. Inclusive es acertado decir que esta mala reputación es un rasgo moderno de la política contemporánea. “La palabra política connota regularmente la maniobra, la magulla, la manipulación colectiva, la ausencia de claridad que se supone requiere el campo de la ciencia, la impureza subjetiva, la opacidad turbia”.50 Entiendo con esto que mientras la ciencia es un campo claro, un discurso sin ambages, que apunta al develamiento de una verdad como causa de los fenómenos naturales, la política es un campo opaco, mas bien falso y mentiroso, que busca el ocultamiento de la verdad. Cabe entonces preguntarse por las razones por las que es introducida la política en el campo del 49

SOLER, Colette. Incidencia política del psicoanalista. En: Analecta Nº 4 (Noviembre de 1993). Caracas: Boletín de la Biblioteca ECFC. 50 KLOTZ, Jean−Pierre. Traits Polotiques dans la Passe. La Cause Freudienne #38. Nouveax Symptomes. Pag. 122−24.

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psicoanálisis, sobretodo porque ella no escapa a esta apreciación cuando es evocada en dicho campo, es decir, que es sucia, mentirosa y corrupta. Si este es el sentido que ha adquirido la política en nuestro tiempo, ¿por qué entonces relacionarla con el psicoanálisis, que es un campo cercano al de la ciencia? El psicoanálisis, sin ser una ciencia a la manera de las ciencias llamadas «duras», está del lado del discurso de la ciencia, es decir, busca ser rigurosa como lo es todo saber que se llame científico. Freud inventó el psicoanálisis en nombre de la ciencia y el psicoanálisis mismo es una respuesta a los desafíos que ha planteado la ciencia desde el momento en que su discurso apareció en nuestro mundo. Si bien, con relación al rigor científico, el discurso del psicoanálisis parecería un discurso indigno, ¿basta esto para colocarlo del lado del discurso político? ¿Acaso el psicoanálisis, como la ciencia, deben estar exentos de toda política, para poder asegurar así su rigor y su pureza? Con este argumento es que muchos analistas buscan darle al psicoanálisis −y a su clínica− un virtuosismo tal, que quede alejado de los problemas de la institución psicoanalítica, protegiéndolo así de toda incidencia política. Es en las instituciones donde se pone en juego la política, de allí que se quiera separar al psicoanálisis y a su clínica de aquellas. ¿Es esto lo que nos propone el psicoanálisis de orientación lacaniana hoy? En Lacan la dimensión política es más manifiesta que en Freud, sobretodo porque aprovechó toda la herencia epistemológica que recibió −Hegel, Saussure, Marx, etc.−. Lacan, por ejemplo, frecuentó a Karl Marx y buscó en él uno de sus conceptos mayores, del que dice que es su único aporte original al psicoanálisis: el objeto a, extraído del concepto de plusvalía de Marx. También en Lacan encontramos otra dimensión de su obra referida a un combate político al interior del psicoanálisis, combate que recae sobre la habilitación y el reconocimiento del psicoanalista, es decir, todo lo 41

que tiene que ver con responder a la pregunta «¿qué es un analista?». Lacan inicia un combate en nombre de los fines de la cura, y de hecho, todas las crisis que retornan dentro de la institución analítica lacaniana, crisis que Lacan vivió y provocó, fueron siempre motivadas por la pregunta de la formación del psicoanalista y la cuestión del final de la cura. Este es un punto crucial: el del fin de la cura, es decir, resolver en nombre de qué alguien puede decir «tú eres psicoanalista porque has llevado tu cura hasta el punto que convenía». Pero, ¿cuál es este punto que conviene? Otra manera de hacer esta pregunta es ¿qué clase de analistas es la que se quiere en las Escuelas de orientación lacaniana? −Es la pregunta que va a responder la experiencia del pase−. El problema está en que un analista no obtiene su autoridad más que de sí mismo; la única cosa que da a un analista su autoridad es su deseo. El deseo es lo que autoriza a un analista a sostener una transferencia, y es porque el analista se autoriza de sí mismo −y de algunos otros− por lo que se vuelve de una importancia crucial la política −institucional− del psicoanálisis. Si la autoridad el analista él la obtiene de su deseo, deseo que a su vez es producto de su análisis, entonces la cuestión política consiste en responder a la pregunta ¿cómo hacer reconocer dicha autoridad por la comunidad científica? ¿Cómo hacer reconocer la autenticidad de la autoridad analítica ante una comunidad? De hecho, la extensión del psicoanálisis, y por lo tanto su reconocimiento por la autoridad científica, es el crecimiento de dicha autoridad. Ahora bien, ¿delante de quién se hace reconocer ese deseo que es el que funda la autoridad del analista? Es por medio de una prueba que la autoridad se hace reconocer, y de lo que se trata es de hacer reconocer la autoridad analítica delante de quienes no son analistas, y esto constituye ya toda una política del psicoanálisis,

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política que es responsabilidad del analista, uno por uno.51 Freud identificó la extensión del psicoanálisis a lo que llamó el entrecruzamiento de la autoridad del psicoanalista, autoridad que no es otra cosa que el manejo de la suposición de saber que le es hecha; la autoridad del psicoanalista reposa sobre lo que Lacan denominó el Sujeto−supuesto−Saber; la política del psicoanálisis tendrá entonces como uno de sus objetivos, poder reemplazar ese saber supuesto por un saber expuesto. Esto significa poner al psicoanálisis todo, su practica clínica y su teoría, en el tribunal de la razón. El esfuerzo de Lacan −y ahora el de cada analista en el dispositivo del pase−, “es darle a la práctica freudiana los medios para que pueda ser juzgada en el tribunal de la razón; esta es una primera toma de posición política del psicoanalista lacaniano. La política de Lacan fue y es finalmente, presentarse en el tribunal de la razón”.52 Esto quiere decir, darle al psicoanálisis un estatuto científico; que su rigor sea puesto a prueba en su contacto con otros discursos, es decir, hacer del psicoanálisis un discurso exotérico, un discurso común y accesible para todos, un discurso que para nada esté reservado a un grupo o a una elite −como sí lo son los discursos esotéricos− que lo preservaría de todo contacto y contaminación con otros saberes y lo transmitirían sólo a elegidos. Es, entonces, política del psicoanálisis, presentarse a cielo abierto y de cara a las exigencias del

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Esta es una de las razones por la que el psicoanálisis está en la universidad, para confrontarse con otros saberes. 52 LEGUIL, François. Seminario: Política del Psicoanálisis y Psicoanálisis de la Política. Organizado por el Departamento de Psicoanálisis de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, en el marco de la maestría en Psicoanálisis, Cultura y Vínculo Social. Medellín, octubre 30 a 1° de noviembre de 1998. Auditorio del Colegio Jorge Robledo. Inédito.

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rigor de la ciencia. Esto es lo que distingue al psicoanálisis de otro tipo de prácticas que también recurren a los poderes de la palabra para cambiar lo real más íntimo de un sujeto, es decir, que lo que lo distingue de dichas prácticas, es su trasfondo científico.

2.3.2. Política freudiana. El rechazo de la política en nombre de la clínica psicoanalítica no parece ser para nada un asunto freudiano, y menos aun lacaniano. En Freud se encuentran una serie de textos que se pueden denominar «los escritos políticos de Sigmund Freud», que serían diferentes a los escritos técnicos, pero que hablan de una preocupación permanente en él sobre temas relacionados con la polis, la ciudad y lo social; no es para nada una preocupación moral la de Freud, sino que es su pensar que lo social es aquello en lo cual está sumergida la patología del sujeto. Así por ejemplo, su texto de Psicología de las masas y análisis del yo es un intento por integrar la psicología de las masas en el corazón de la experiencia analítica, en la medida en que Freud hace del par analista−analizante, una masa de dos. También está su texto de El malestar en la cultura, del cual se pueden extraer una serie de ideas que hablan de la incidencia política del psicoanálisis en la civilización. En Freud la dimensión política siempre fue una inquietud, sobretodo porque la práctica misma del psicoanálisis tiene un carácter revolucionario, así pues −dice François Leguil en su seminario «La política del psicoanálisis y psicoanálisis de la política»53−, el niño que es formado por el psicoanálisis puede después adoptar una posición subjetiva tal que ni es un sujeto opresivo, ni reaccionario; es decir, que el niño formado por el psicoanálisis será tan suficientemente

53

Ibid.

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revolucionario como para rechazar el campo de la reacción y de la opresión. La dimensión política en Freud fue destacada por Lacan cuando dijo que nadie había gritado como él contra el acaparamiento del goce de aquellos que lo acumulaban sobre las espaldas de los demás. Freud rechazó enérgicamente la desigualdad que se presenta entre las personas que están del lado del goce y otras que están del lado de la necesidad. Esta es, pues, una fibra de justicia que se encuentra en Freud y que hace parte de su espíritu revolucionario, el cual ha permanecido desconocido hasta hoy. Freud, por ejemplo, estaba comprometido en un combate, un combate por la liberación sexual y contra la moral sexual. Este punto revela sin duda una posición política y revolucionaria en Freud: él denunció la opresión sexual de la civilización, la represión que la civilización impone a la pulsión sexual; él fue el primero en decir que una liberación sexual era deseable para luchar por la cura del sufrimiento humano. Este combate él lo ganó, por eso hoy se observa en todo el mundo una disminución de la represión sobre la vida sexual. Asimismo −recuerda Leguil−, la denuncia de que la desgracia de los seres humanos viene de las condiciones económicas, también es freudiana. Las concepciones materialistas de la historia no son otra cosa que el resultado de la superestructura de las condiciones económicas. La misma ideología es el resultado de unas condiciones económicas, y si bien el campo económico es un campo verdadero, no es toda la verdad. Hay otro campo: el campo del inconsciente, donde el peso del pasado es independiente de las condiciones económicas. Hay entonces una alienación económica, pero también hay otra alienación del sujeto a los ideales de su pasado. Por lo general, en el proceso de hominización, la influencia de los factores económicos es sobrestimada y la de los factores sexuales subestimada. Es verdad que 45

la base sobre la que reposa la humanidad es en última instancia de naturaleza económica: no se puede vivir sin trabajar; Freud mismo señaló cómo la pulsión sexual es volcada en el trabajo y que así como el hambre regula al amor y el trabajo regula a la sexualidad, la civilización rechaza a la pulsión. Pero el deseo de Freud, al denunciar todo esto, era que hubiese más lugar para el amor, para la sexualidad y para la pulsión en su relación con la vida. Mientras más avanza la civilización, hay mayor represión sexual por causas económicas, por tener que trabajar para sobrevivir, pero Freud se opuso a esto y buscó darle un lugar más substancial al amor y a la pulsión. Por consiguiente, la pulsión sexual y la civilización son inconciliables, a tal punto que la especie humana puede llegar a extinguirse a causa de ésta última. En esto hay un carácter visionario en Freud: La cultura, que rechaza el sexo, puede llegar a apagar la libido. Es la eterna lucha «pulsión Vs. cultura», lucha que hay que leer así: El gran Otro está siempre sobre el goce −A/J−, es decir, que el Otro del significante reprime el goce, de tal manera que sólo el goce sexual involucrado en la reproducción, sería el único tolerable por la cultura, es decir, el goce que hace de un hombre un padre y de una mujer una madre. La idea de Freud es que el trabajo reprime la libido y la cultura reprime la pulsión, y si bien él luchó contra la opresión sexual, hay que señalar que la licencia sexual que se observa contemporáneamente, es también causa de sufrimiento neurótico, lo que se puede traducir como «a menor represión, mayor pulsión» −y por lo tanto, paradójicamente, mayor sufrimiento−. Entonces, ¿qué hacer? La respuesta del psicoanálisis es que no es a causa de la cultura que hay sufrimiento, sino que la cultura está hecha para reprimir la pulsión. Así pues, no se puede pensar más a la cultura como la causa del sufrimiento, sino que ella es efecto, es síntoma. La cultura es el síntoma del 46

fracaso de los seres humanos por reprimir la pulsión. Cuanto más se reprime la pulsión más la pulsión persevera, volviendo a los seres humanos culpables. En el fondo toda sociedad está construida sobre la tentativa de limitar la pulsión; así por ejemplo, si se piensa que el hombre explota al hombre para gozar más, a partir de que la cultura es un síntoma, un efecto, habría que pensar que la explotación es una de las formas que tiene el ser humano para tratar a la pulsión. Existe pues, desde Freud, una asignación política dada al psicoanalista en nombre de la razón, y es la de luchar contra los traumatismos infligidos a la pulsión y contra la ilusión provocada por la sed de autoridad. La autoridad es invocada precisamente para ponerle un límite a la pulsión. Pero la nueva misión que Freud le asigna a los psicoanalistas −misión de carácter político− es la de habituar a los hombres a vivir sin ilusiones. Por ejemplo, al nivel de los ideales de justicia social, Freud propone el abandono de dichos ideales. Si Freud asigna esto al psicoanálisis es para hacer de la justicia, no un ideal, sino una certeza, es decir, la causa de un deseo. No se trata para nada de suprimir los ideales de la sociedad, sino hacer de esos ideales, no ideas, sino puntos de real. Por eso al psicoanalista le inquieta el hecho de que los valores humanos sean ideales, y no puntos de certeza. Entonces −dice Leguil en su seminario−, la lección política de Freud es que cada uno sienta en sí mismo esa profunda maldad que habita en cada ser humano −la pulsión de muerte−, no como algo moral, sino como un punto de certeza; que cada sujeto haga la experiencia de esa porquería, no como ideal, sino como que nuestro ser está en la pulsión y que la pulsión arruina los ideales −es de esto que se testimonia en el pase−. Esta es la razón por la que, para un psicoanalista, la igualdad, la libertad y la fraternidad no son valores, sino síntomas de la sociedad contemporánea. 47

2.3.3. Política lacaniana. Lacan, sitúa a la política, desde La dirección de la cura y los principios de su poder, en el nivel de la ética y de lo que está en juego en el fin de análisis, lo cual no deja de ser extraño, ya que ya que, como se vio al comienzo de este capítulo, ética y política son en principio dos conceptos antagónicos. Se puede preguntar, entonces, si la política es un concepto que conviene poner en relación con el de ética del psicoanálisis. Dice Lacan en el texto citado: “(...)el analista es menos libre en su estrategia que en su táctica. Vayamos más lejos. El analista es aún menos libre en aquello que domina estrategia y táctica: a saber, su política, en la cual haría mejor en ubicarse por su falta de ser que por su ser”.54 Se puede decir que el nivel de la política es el tercero de una serie de niveles, que responden a la pregunta de cómo el psicoanalista es convocado en la cura. La respuesta de Lacan es que cuando un analista dirige una cura, él paga en tres especies de monedas: con palabras, es decir, la interpretación; con su persona, soporte del fenómeno de la transferencia; y con aquello que hay de más esencial en él: con su juicio más íntimo. Estos pagos constituyen a su vez tres niveles de intervención del analista −y cuando se habla de intervención se puede traducir por «política del analista»−: primero está el nivel de las palabras que se elevan a la dignidad de la interpretación, es decir que se elige una palabra que cambia la vida del paciente; es el increíble poder de la palabra. Este es un nivel político de la palabra; la política del poder de la palabra es entonces una de las políticas del analista: elegir algo 54

LACAN, Jacques. La dirección de la cura y los principios de su poder. Escritos 2. 10ª edición. México: Siglo Veintiuno Editores. 1984. p. 569−70. 55 MILLER, Jacques Alain. Estructura, desarrollo e historia. Santa Fe de Bogotá: Edita GELBO, 1998. 226 p.

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misterioso, opaco, una palabra que introduzca un malentendido, que llame a otras palabras, que tenga como efecto la asociación libre del paciente, que abra el inconsciente. Este nivel, el nivel de la interpretación, es el nivel de la táctica, que, como dice Lacan, es el de mayor libertad en el analista. El segundo nivel, donde el analista paga con su persona, es el de la transferencia, y corresponde al nivel de la estrategia; es un nivel de menos libertad, ya que aquí el analista no puede elegir demasiado, debe hacer sólo lo justo, en la medida en que el paciente lo convoca a un cierto lugar, le da un lugar preciso en la transferencia. El tercer nivel es aquel en el que el analista se compromete sobre aquello que hay de esencial en su juicio más íntimo. Este es el nivel específicamente político; es el nivel donde se sitúa el «núcleo del ser», allí donde el analista se las tiene que ver con su deseo, es decir, con su falta en ser. A este nivel, la libertad del analista es nula, no tiene ninguna libertad; su deseo de psicoanalista, su ética como analista, están en juego, al igual que la política de su cura. Sobre este asunto, Jacques−Alain Miller dice en su texto Estructura, desarrollo e historia,55 que lo más importante en la dirección de la cura es lo que el analista quiere obtener del paciente; por esta razón es que aquí se pone en juego el deseo del analista, que es el deseo que anima al analista. Lo cito: “En la política se trata −más allá de nuestros métodos, de nuestra táctica y estrategia clínica en un caso− de lo que queremos obtener. Entonces, la política es la misma cosa que la cuestión del deseo del analista; pero incluye algo más: es, primero, la cuestión del deseo del analista: qué quiere el analista más allá de la terapéutica, qué quiere del paciente más allá de esto. Pero, segundo punto, incluye también qué queremos del analista, qué tipo de analistas 49

queremos, qué deseo en el analista deseamos obtener. Por eso, la cuestión de la política incluye la de la comunidad analítica, la de la Escuela, en tanto que Lacan nos ha invitado a conceptuar la comunidad analítica, a partir de la Escuela”.56 [Acerca de este punto, véase el capítulo 3]. Resumiendo, el analista es libre en su táctica, menos libre en la estrategia y no es nada libre en su política. Según Leguil, esto es el reverso de la guerra, donde el militar es libre en su política, menos libre en su estrategia y no es nada libre en su táctica. La política en la cura es, entonces, el nivel de la elección forzada: «psicoanálisis o nada», es decir, psicoanálisis o psicoterapia, psicoanálisis o sugestión. El psicoanalista es como un guerrero, un guerrero que jamás va al campo de batalla. Su compromiso, su acto, su política, es que él está en el lugar donde el poder de la palabra se ejerce sin sugestión; el psicoanalista se coloca en un lugar en el que su presencia no tiene nada de sugestiva. Por lo tanto, la política del psicoanalista es aquella por la cual no tiene ninguna elección: él está en el lugar donde va a darle una oportunidad a su paciente de aprender que su inscripción en el campo de la palabra, es sin magia. Por lo anterior es que se puede decir que “no se ejerce jamás una actividad tan crucial como la de cambiar la condición del sujeto sin una incidencia política”.57 Es decir, que la cura misma de un sujeto hace parte de las incidencias políticas del psicoanálisis. Alguien que sufre va donde un psicoanalista y ve su vida profundamente modificada por este acto, y ya, por este sólo hecho, hay consecuencias políticas; lo cual quiere decir que, así cómo ningún sujeto gobierna de manera impune, nadie cura impunemente, nadie psicoanaliza de manera impune. Esta es la razón por la que hay que hablar de ética del psicoanálisis, una ética 56 57

Ibid. p. 190−91. LEGUIL, François. Op. Cit.

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que está más del lado de la responsabilidad que de la convicción, una ética que es el fundamento de su clínica. Es también por razones políticas que la práctica clínica se modifica de un lugar a otro: es muy diferente psicoanalizar en un país pobre que en un país rico, y el psicoanálisis debe adaptarse a la condición social y económica del lugar donde se ejerce, si bien que −y es algo muy paradójico− en todos los lugares donde la estructura política, el Estado, le ha dado un estatuto al psicoanálisis, el psicoanalista ha desaparecido; es una cuestión para pensar −y para investigar en otro lugar−.

3. PASE Y POLÍTICA EN EL PSICOANÁLISIS LACANIANO. 3.1. El dispositivo del pase: El lugar del pase en la política lacaniana. Para reconocer la autoridad del analista, Lacan creó una institución, la Escuela, y en ella, un dispositivo, el pase, de tal manera que la autoridad del analista no solamente fuera reconocida afuera, en extensión, sino también adentro, en intención, es decir, al interior de la misma comunidad analítica. De esta manera, el pase, que es un control de las capacidades del analista, se constituye en un elemento fundamental de la política lacaniana, dentro de la institución psicoanalítica. El pase está en el corazón de la Escuela y constituye su fundamento; la Escuela es la «Escuela del pase», y esto implica necesariamente una dimensión política. Esta es la razón por la que Miller, cuando inició actividades la Escuela del Campo Freudiano, lanzó la fórmula «No a la clínica sin la ética» a nivel del pase, y de acuerdo al uso que Lacan hace del término política, eso podría traducirse como «No hay clínica sin política», ó también, «no hay pase sin política».58 58

Es esta dimensión política del pase, que anudada a una dimensión clínica y a una dimensión ética, es lo que desencadenó,

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El pase es, entonces, una de las políticas de la Escuela, y esto en la medida en que hay un real en juego en la formación de cada analista. Es sobre ese real que está fundada la Escuela, por eso ella exige, con el procedimiento del pase, una elaboración de la relación que tiene cada analista con la causa analítica, relación que es propia de cada uno, original. Por esto, en el dispositivo del pase se pone en juego una dimensión de invención, que es la que se busca transmitir a través de dicho procedimiento. Se puede decir entonces que la «política del pase» es una política de la sorpresa, de lo original, de lo inédito, una política que apunta a la invención de saber. Por ello, el psicoanalista como tal no se aprehende más que políticamente, es decir, a través de la prueba del pase.

3.2. 3.2.1.

Principios de política lacaniana. Introducción.

El establecimiento de unos «principios de política lacaniana», se vuelve, a estas alturas del trabajo, una tarea ineludible, sobretodo si se desea dar respuesta a la pregunta de investigación −«¿Cuál es la función política del pase?»−. Para la realización de esta labor, qué mejor apoyo que un texto de recientemente aparición, y que se constituye, a su vez, en la presentación del «estado de la cuestión» en lo que se refiere a la política en el psicoanálisis lacaniano. El texto en cuestión lleva por título Política lacaniana. Se trata de un seminario dictado por Jacques−Alain Miller durante el transcurso del año lectivo francés 1997−98 y que se desarrolló en medio de la crisis que atravesó la Asociación Mundial de Psicoanálisis en ese período, crisis en la que la cuestión del pase estuvo en el centro del huracán [Véase el apartado 1.2.].

entre otras cosas, la crisis de la Asociación Mundial de Psicoanálisis en Barcelona ´98.

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En este seminario, Miller hace un recorrido que va desde la historia del movimiento lacaniano, hasta el examen del dispositivo del pase, pasando por la incidencia actual del lacanismo en la AMP, sus relaciones con la Asociación Psicoanalítica Internacional −la denominada IPA− y la cuestión, siempre presente en la enseñanza de Lacan, de la formación de los analistas y, por tanto, del final de análisis. Miller introduce, en el transcurso de este recorrido, una serie de principios de los que se puede decir que van constituyendo una política que a su vez funda y orienta al lacanismo. Dichos principios son presentados en desorden, y algunos de ellos están referidos de manera específica a un contexto particular, como por ejemplo, la posición de Lacan dentro del movimiento psicoanalítico de su época, es decir, antes de la fundación de su Escuela, por lo que se trataría de principios de aplicación muy puntual y no de aplicación general. En el propósito de establecer los principios de una política lacaniana se tendrá en cuenta, fundamentalmente, aquellos que tengan una aplicación general, ya que sólo este tipo de principios serán de utilidad en la tarea de poder dar respuesta a la pregunta de investigación; es decir, que dichos principios, una vez extraídos, deberán servir para el examen de la función política del pase, y más allá de esto, servirán para establecer los medios y los fines, no sólo de la política del psicoanálisis, sino también del dispositivo. Dice entonces Miller: “(Es) En el marco de la Escuela (donde) tenemos una posibilidad de despejar los principios de la política lacaniana. Incluso mucho más de lo que fue en la Sociedad que contribuyó a fundar (la SPP)59; Lacan es el fundador único. Está en una posición de responsabilidad institucional

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Sigla que representa a la Sociedad Psicoanalítica de París.

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cuya amplitud es muy extensa, verdaderamente vasta. Allí tenemos la posibilidad de extraer sus principios de política lacaniana, si los hay. “¿Qué se debe considerar? Se debe considerar el concepto mismo de Escuela, así como el de las grandes instituciones de la Escuela, que son tres: el cartel, el pase, y también «Scilicet», la revista de Lacan, que situó en el mismo grado institucional que los otros dos; y después, la forma de hacerlas funcionar, la manera de atrapar la cuestión del grupo”.60 La Escuela y sus tres pilares −el cartel, el pase y la revista−, constituyen entonces el marco en el que Miller se va a orientar para extraer los principios de política lacaniana. Dichos principios se pueden ordenar, entonces, según estén dirigidos a orientar a la Escuela, al cartel, al pase y a la revista. Miller, en este texto, prácticamente no hace uso ni del cartel ni de la revista para extraer los principios de una política lacaniana; tiene muy en cuenta, sí, todo lo que tiene que ver con la Escuela y el dispositivo del pase. Lo más relevante que dice Miller de la revista es que Lacan la creó con el propósito de que sus alumnos estuvieran al tanto de lo que sucedía en la Escuela, por lo tanto, el principio que la rige es: «Tu puedes saber lo que piensa la Escuela freudiana de París». En cuanto al cartel, no hay nada que Miller destaque de él con relación a la política.61

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MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op Cit. p. 40. Se podría pensar que el principio que regiría al cartel, en la medida en que es la forma de vincularse a la Escuela por la vía del trabajo, sería: cumplir un trabajo −que en el campo que Freud abrió, restaure el filo cortante de su verdad− que vuelva a conducir a la praxis original que él instituyó con el nombre de psicoanálisis (y) al deber que le toca en nuestro mundo: que, mediante una crítica asidua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos que amortiguan su progreso al degradar su empleo. (LACAN, Jacques. Acta de fundación (21 de junio de 1964). En: Fascículos de

61

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3.2.2. El semblante y lo real. Lo primero que habría que hacer en la tarea de descubrir y organizar los principios de una «política lacaniana», es precisar en qué consiste ésta; Miller la define así: “Al decir «política lacaniana», aunque no me prive de recurrir a la historia, espero elevar algunos acontecimientos a principios susceptibles de constituir una política lacaniana y, al mismo tiempo, estudiar la aplicación de esos principios hoy y mañana”.62 [Respecto al sentido del concepto de «política lacaniana», remítanse al apartado 1.2.]. Para poder hacer este ejercicio de «elevar acontecimientos a principios de política», Miller advierte que hay que tener muy en cuenta dos aspectos que son esenciales a la misma «política lacaniana»: “No creo forzar las cosas al decir que los dos términos esenciales de esta política, de la cual se puede intentar hacer un principio, son la antinomia o el acuerdo que se debe encontrar entre el real en juego en la formación y los semblantes que lo aparejan”.63 Lacan se esforzó en ordenar su trabajo a partir de estos dos importantes términos de su elaboración teórica: lo real en juego en la formación del psicoanalista y el dominio de los semblantes sobre ese real en juego [véase sobre esto los apartados 2.1., 2.2 y 3.1.]. Esta es una observación bien importante, ya que si hay un rasgo que distingue a la política en el psicoanálisis con relación a la política en general, es que aquella tiene en cuenta lo real, es decir, el goce que circula en los vínculos humanos, el goce que habita en todo discurso. La política corriente, en cambio, lo que busca es regular las formas de goce del sujeto en el ámbito de lo colectivo. El tratamiento del goce será psicoanálisis: El cartel en el campo freudiano. Buenos Aires: Eolia. p. 5). 62 MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op Cit. p. 9. 63 Ibid. p. 28.

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entonces uno de los elementos que nos permitirá distinguir la política del psicoanálisis de la política en general. En cuanto al semblante, de él se puede decir que es todo lo que es opuesto a lo real, por lo tanto, el semblante está del lado del ser del analista. El ser es algo que está del lado del semblante y no del lado de lo real. Dice Miller en su texto La naturaleza de los semblantes: “Para responder a nuestra propia pregunta acerca de qué es el semblante, podemos decir que es el antónimo, lo opuesto a lo real. Ése es su sentido moderno. “Podemos pues, a continuación, plantear la siguiente pregunta: ¿el ser está del lado del semblante o del lado de lo real? “Desde la perspectiva de Lacan, y por lo menos en el psicoanálisis, no podemos vacilar en distinguir el ser y lo real, y en situar el ser del lado del semblante. A mi entender, es el sentido exacto que se le puede dar a la condensación lacaniana de parêtre (paraître−être, parecer−ser)...”. Y un poco más adelante: “El ser no se opone al parecer −como se lo escribe habitualmente− sino que se confunde con él. Éste es el valor que se le debe dar a esta otra condensación contemporánea, que Lacan señala cuando habla de par(l)être (ser−hablante) (...). “El parlêtre no es simplemente una abreviación de la expresión «ser hablante». Esta condensación atribuye al hombre, termino genérico, un ser de semblante, atribuye el parecer”.64 Entonces, el semblante, en la medida en que “consiste en hacer creer que hay algo allí donde no hay 64

MILLER, Jacques−Alain. La naturaleza de los semblantes. En: Fascículos de psicoanálisis: Arte del hacer parecer. Clínica de los semblantes. Buenos Aires: Eolia. P. 6.

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nada”65, se constituye en un asunto importante a pensar con relación, justamente, a la formación de los analistas, debido precisamente a que dicha formación está atravesada por la pregunta «¿hay analista?». Esta pregunta es la pregunta a la cual la investigación que se hace con el dispositivo del pase, busca responder. Ahora bien, decir que «hay» ¿quiere decir entonces que el analista tiene la oportunidad de ser real? ¿Hay semblantes en lo real? Si el semblante es lo opuesto a lo real, ¿cómo pensar entonces esta última pregunta? Para responder a ella hay que tener en cuenta que la oposición semblante−real no existía antes en la naturaleza, es decir, que el semblante no era opuesto a lo real. “Lacan −dice Miller− advierte (...) que el semblante está en la naturaleza, que la naturaleza hace abundar los semblantes. Se debe situar a los meteoros en esta categoría, lo que se llamaba clásicamente los meteoros, como por ejemplo el arco iris. Esto es lo que vuelve más sutil la oposición del semblante y de lo real, y en todo caso es lo que justifica que utilice el término de naturaleza de los semblantes, y no artificio de los semblantes”.66 La oposición semblante−real sólo se hace evidente a partir del discurso de la ciencia, es decir, que si existe el semblante en la naturaleza, eso no quiere decir que exista lo real en la naturaleza. “El uso idiosincrásico del término real de Lacan que se expandió comporta que no hay real en la naturaleza, que lo real adviene cuando los semblantes están ordenados, coordinados de modo tal que llegan a prescribir lo imposible”.67 Lo real es, pues, una consecuencia de lo imposible, y lo imposible es un «lugar» que el saber de la ciencia «localiza» gracias a sus demostraciones; es lo que Lacan denominó, en un 65 66 67

Ibid. p. 9. Ibid. p. 7. Ibid.

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primer momento, lo real como tal. La ciencia, entonces, es un saber que a través de la vía de lo imposible, toca lo real. Por esta razón es que la ciencia pasó a denominarse «ciencia de lo real». “El hecho de que lo real tome el sentido de ser una consecuencia de lo imposible permite visualizar que el ser es algo diferente a lo real”68. Entonces, ¿qué significa que el analista es semblante de lo real? Si bien el discurso de la ciencia escinde semblante y real, no se puede decir que el semblante no tenga nada que ver con lo real, pero si hay algo que el psicoanálisis demuestra es que, con respecto a lo sexual, ¡no hay semblante! “...la fórmula «No hay relación sexual» implica que no hay semblante sexual, que no hay relación sexual a nivel de lo real. “¿Qué es lo que a partir de entonces puede ex−sistir? Y, distingamos cuidadosamente esta pregunta. ¿Lo que puede venir a ex−sistir, tiene la oportunidad de ser real?”.69 Esta pregunta es importante porque es la pregunta por la existencia del analista. «¿Hay analista?» es también la pregunta que se pone en juego en el pase. Para responderla hay que tener en cuenta que lo real es la consecuencia de una articulación del semblante, es decir, de la articulación del saber de la ciencia, en la medida en que dicha articulación demuestra lo imposible de saber, demuestra los límites del saber. “En el uso que conocen de Lacan, lo real aparece como consecuencia de lo imposible. Por ello es necesario que los semblantes sean elevados en saber, que ese saber sea tal que tenga consecuencias, y que la más eminente entre ellas sea la demostración de lo imposible, contra la cual ningún monstruo pueda prevalecer. “Sin duda, se trata de situar primero al saber del lado del semblante. Lo que se volvió 68 69

Ibid. Ibid. p. 9.

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para nosotros un rito, hablar de la invención de saber, no tiene otro sentido más que recordar que el saber está hecho de semblante, en especial este saber reciente que es el de la ciencia”.70 Entonces, si la ciencia no sólo escinde el semblante y lo real, sino que también admite que hay un saber en lo real, se puede deducir que hay semblante en lo real, es decir, que a partir de un imposible determinado por los semblantes, se puede concluir: «hay». Determinar que «hay analista», es la prueba del pase, en la que el sujeto que deviene analista deberá dar cuenta de que obtuvo un saber sobre de lo real en juego en su formación, un real como resto de la operación analítica, y que ese saber no es sino semblante de lo real. En ultima instancia, si Lacan se interesó en los semblantes aparejados a lo real en juego en la formación de los analistas, es porque él hizo una sátira de los semblantes de la sociedad analítica en el tiempo en que fundó la Escuela; no es que Lacan odiara esos semblantes −de sabios y jerarcas−, sino cuando hacían obstáculo a lo real en juego en la formación. Por eso, el primer principio de política lacaniana que Miller va a despejar será «no ceder ante ese real».

3.2.3. No ceder ante lo real. Teniendo, pues, en cuenta, estos dos aspectos esenciales de la «política lacaniana» −lo real en juego en la formación de los analistas y los semblantes que se aparejan a ese real−, Miller se da a la tarea de extraer los principios de dicha política. Si esta tarea consiste en elevar algunos acontecimientos a principios, ya se sabe, entonces, de que tipo de acontecimientos se trata. En términos generales se puede decir que se trata de acontecimientos en los que se articula lo real en juego en la formación de los analistas. A partir de esto es que 70

Ibid. p. 7.

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Miller podrá plantear claramente ese primer principio: “El primer principio de política lacaniana que se puede despejar, es no ceder ante lo real en juego en la formación. Tal como Lacan lo entendió durante toda su vida, quiere decir no ceder ante los efectos transferenciales de su enseñanza: hay que asumirlos hasta el final”.71 Ahora bien, ¿Qué quiere decir Miller aquí con «efectos transferenciales»? La transferencia, se sabe, es transferencia de saber; es la suposición de saber a un sujeto. Ella no sólo se circunscribe al dispositivo analítico −la transferencia, decía Lacan, es universal−; se la puede encontrar en todo tipo de fenómenos que ponen en juego el saber. Pero lo importante para el psicoanálisis respecto de la transferencia, es que ella siempre pone en juego un punto de real, y ese punto de real aparece bajo la forma de una repetición. Dice Lacan en su Seminario XI: “Es moneda corriente oír, por ejemplo, que la transferencia es una repetición. No digo que eso sea falso, ni que no haya repetición en la transferencia. No digo que no fue a propósito de la experiencia de la transferencia que Freud se aproximó a la repetición. Digo que el concepto de repetición no tiene nada que ver con el de transferencia”.72 Y más adelante: “La repetición es algo que, en su verdadera naturaleza, siempre está velado en el análisis, a causa de la identificación de la repetición y de la transferencia en la conceptualización de los analistas. Ahora bien, es precisamente ahí el punto donde conviene realizar la distinción.”73 Si Lacan invita a no ceder en los efectos transferenciales, es en la medida en que lo real tiene una función en ella, y específicamente en la repetición. Esta invitación de Lacan, a no ceder en los efectos transferenciales, se puede traducir también como «no 71

MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op. Cit. p. 28. LACAN, Jacques. Los cuatro principios fundamentales del psicoanálisis. Seminario XI. España: Barral editores. 1974. p. 44. 73 Ibid. p. 64. 72

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ceder ante los efectos de lo real». “La relación con lo real de que se trata en la transferencia ha sido expresada por Freud en los siguientes términos, que nada puede aprehenderse in effigie, in absentia (...) Esta ambigüedad de la realidad que está en juego en la transferencia no podemos llegar a discernirla más que a partir de la función de lo real en la repetición”.74 Dicho real también se pone en juego en la enseñanza del psicoanálisis, en la medida en que dicha enseñanza sólo se sostiene de la transferencia: “La enseñanza del psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto a otro sino por las vías de una transferencia de trabajo”.75 Esto último es claramente otro de los principios de política que fundan y orientan a la Escuela, y que se corresponde claramente con el primero. No ceder sobre lo real en juego en la transferencia y en la formación de los analistas, es, pues, probablemente, el principio de política lacaniana más importante, y de aplicación más general en el psicoanálisis. Se trata de un principio exigente, mucho más exigente que cualquier principio de política, la cual demanda a todo aquel que participa en ella −según las observaciones de Miller en su seminario−, el «dominio de las situaciones» y «saber lo que se quiere».76 En política, sus jugadores −los políticos−, deben saber lo que quieren y dominar la situación, lo cual también es válido para la «política lacaniana». De esta observación de Miller se puede, entonces, extraer una definición general de política: «La política consiste en el dominio de las situaciones, sabiendo muy bien lo que se quiere obtener, es decir, los objetivos que se desean alcanzar». Me parece una definición válida de política, aplicable no sólo al psicoanálisis, sino también a la política en general [Véase el apartado 2.2.]. 74

Ibid. LACAN, Jacques. Acta de fundación (21 de junio de 1964). En: Escansión 1, 1989, p. 13. 76 MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op. Cit. p. 38. 75

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3.2.4. Un principio ético al principio. Si bien Miller empieza introduciendo en este texto un «primer principio» de política lacaniana −no ceder ante lo real−, para la realización de la tarea de elevar algunos acontecimientos a principios susceptibles de constituir una política lacaniana, él plantea un «principio al principio», es decir, plantea un principio de política que va a guiar su trabajo de extracción de los principios de dicha política. Se trata de un principio que está inclusive al principio de ese «primer principio» de política planteado por Miller. Se puede decir que es el principio de todos los principios, un principio que está «al principio» de la tarea de extracción de los demás principios, lo cual se parece bastante a «la paradoja de Russell: el catálogo de todos los catálogos»77, lógica que conveniente bastante al psicoanálisis en la medida en que con ella logra elucidar la lógica del significante, aquella con la que el psicoanálisis piensa el funcionamiento del sujeto del inconsciente. Hay entonces al principio, un principio que está por fuera de todos los principios, y que por estar por fuera, por ser éxtimo a todos los demás, funda la serie de principios por venir. Dicho principio lo expone Miller de la siguiente manera: “un gran principio de política lacaniana (es) plantear los principios, aún los más radicales, y tener en cuenta las realidades en la aplicación”.78 Este «gran principio» de política lacaniana lo podemos expresar también así: «hay que plantear los 77

La paradoja de Russell consiste en saber si el catálogo de todos los libros de una biblioteca se menciona a sí mismo o no. El catálogo mismo puede figurar en su lista de catálogos, pero la consecuencia de esto es la paradoja de saber si ese catálogo hace parte o no de la lista de libros de dicha biblioteca. Para una mejor comprensión del asunto, los remito al seminario de Jacques−Alain Miller La lógica del significante, en Matemas II, Manantial, Buenos Aires, 1988. 78 MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Op. Cit. p. 47−48.

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principios no importando todo lo radicales que sean éstos, y teniendo muy en cuenta las consecuencias de su aplicación». Se trata de un principio ético; es un principio que se ajusta a la ética misma del psicoanálisis, la cual es una ética que está del lado de la ética que se pone en juego en la política. Parece sorprendente que la ética del psicoanálisis pueda estar del lado de la ética de la política si se piensa que la política ha adquirido en nuestro tiempo el sentido de una práctica sucia, mentirosa y corrupta, que busca el ocultamiento de la verdad [Véase el apartado 2.3.1.]. Pero ambas éticas tienen un punto de aproximación, y es que la ética de la política, tanto como la del psicoanálisis, son éticas que se ocupan de las consecuencias de los actos y no de las intenciones con las que el sujeto actúa. Dice Miller: “Me apoyaré en una proposición lacaniana de los «Escritos» de la que haré también un gran principio (p. 837). Se los doy como un principio de dirección de la existencia, para ustedes mismos, y para que se comporten respecto a sus allegados: El error de buena fe es entre todos el más imperdonable. “¿Por que es el más imperdonable? Porque es el error del error de quien toma sus deseos por realidades. En el psicoanálisis, tomar sus deseos por realidades se llama ser siervo de su fantasma. Detrás del error de buena fe existe el goce, «el sentido gozado» del fantasma. “El inocente que comete el error de buena fe demuestra que está dominado por el inconsciente, que el inconsciente es su amo. Saben que para Lacan el discurso del amo es el discurso del inconsciente. Y bien, en el error de buena fe el sujeto se revela verdaderamente como dominado por el inconsciente como discurso del amo”.79 79

Ibid. p. 96.

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He aquí, entonces, otro gran principio de política lacaniana aplicable incluso a la existencia misma del sujeto. Es raro encontrar en el discurso del psicoanálisis una especie de precepto dirigido a orientar la existencia del sujeto; el psicoanálisis no es amigo de dar sugerencias o recomendaciones que sirvan para guiar la vida de alguien; este ejercicio es contrario a su ética, que es una ética de la responsabilidad sobre las consecuencias de los propios actos, es decir, que cada sujeto debe asumir la dirección de su propia existencia, sin que venga otro a decirle lo que tiene que hacer con ella. Pero aquí Miller, no solamente subraya que se trata de un gran principio, sino que también lo ofrece como un principio de dirección del comportamiento: no hacer las cosas de buena fe, no hacerlas a partir de las buenas intenciones; es decir, que no hay que ser inocentes, sino más bien maliciosos. En este sentido, se trata más bien de un principio dirigido a los analistas, y no al público en general. “El malicioso, que no es de buena fe, ensaya al menos ganarle de mano al inconsciente, como lo hace el hombre de ingenio. Puede fracasar, pero al menos tuvo el mérito de tratar valientemente de engañarlos, y entonces es más perdonable. Es más perdonable que dejarse ir en el sentido gozado de su inconsciente. Engañar, no ser de buena fe, implica al menos enfrentarse al Otro de otra manera que con esa inocencia beata que da testimonio de un goce ciego. Y, además, cuando alguien se libra a una mala acción por interés, puede comprenderse. El perdón y la excusa no es lo mismo, pero alguien que se equivoca por interés, por mala fe, que se comportó mal, eventualmente es un torpe, pero es excusable”.80 Es claro que hay una oposición entre la ética de la buena intención y la ética de las consecuencias, de los 80

Ibid. p. 96.

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resultados. “Lacan, por razones de fondo, se sitúa desde el principio hasta el fin de su enseñanza, del lado de la ética de las consecuencias, de los resultados, y no de la ética de la intención. Además, es lo primero que retuvo de Hegel: la ley del corazón, el delirio de presunción, y más tarde, en La fenomenología del espíritu, el alma bella. Son otras tantas versiones de las morales de la intención”.81 La ética del psicoanálisis es, pues, el reverso de la ética del alma bella. La ética de las consecuencias, llamada por Miller consecuencialista, si es la que vale para el psicoanálisis, es porque es la única que permite juzgar al acto; es la única que permite juzgar el estatuto del acto y su valor. “Juzgar el acto por sus consecuencias, que el estatuto del acto dependa de sus consecuencias, es para mí −dice Miller− un principio cardinal de la política lacaniana”.82 La política lacaniana, como se ha visto, es incompatible con la buena fe; la ética de la intención es inútil en el psicoanálisis. Pero también lo es en política: “La ética de la intención es inoperante en política. Verdaderamente es la ética del soltero. Incluso es una ética narcisista, la del alma bella, que mira sus buenas intenciones sin tomar en cuenta la complejidad de lo que se trata. Por el contrario, la ética de las consecuencias pasa enseguida a la política porque incluye al Otro”.83 Entonces, incluir al Otro, contar con el Otro, se puede decir que también es un principio más de política lacaniana. Se tiene, entonces, dos principios más de política, que se suman a: • Un «primer principio»: no ceder ante lo real en juego en la formación. • Un «principio de la Escuela»: La enseñanza del psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto

81 82 83

Ibid. p. 101. Ibid. p. 94. Ibid. p. 97.

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a otro sino por las vías de una transferencia de trabajo. • Dos «grandes principios»: plantear los principios sin importar lo radicales que sean, • y el error por buena fe es imperdonable. Los dos nuevos principios que se suman a los anteriores son: • Un «principio cardinal»: al acto se lo juzga por sus consecuencias. • Y un «último principio»: Incluir al Otro, contar con el Otro, derivado del hecho de juzgar al acto por sus efectos. Este «principio cardinal» de política lacaniana, si bien es aplicable a la política en general −al acto del político, por ejemplo−, es un principio que sirve de bisagra entre esos seis principios dilucidados hasta ahora, y otros principios que, si bien hacen parte del funcionamiento de la Escuela, apuntan directamente a su centro, es decir, al pase. Es lo que se verá a continuación.

3.2.5. El acto está en el corazón del pase. Juzgar al acto por sus consecuencias, está en el corazón del dispositivo del pase, al menos en tres sentidos: Primero, si se piensa que la Proposición del 9 de octubre de 1967, donde Lacan introduce la práctica del pase para acceder al título de Analista de la Escuela (AE), es o no un acto de Lacan. Dice Miller: “La cuestión del acto es una gran pregunta filosófica, ética, política. Lacan se plantea de entrada la pregunta acerca de si su «Proposición», formulada dos meses antes de ese texto, fue un acto. “Es el segundo párrafo (dice): «¿Es un acto?». Está la pregunta y podría hablar horas acerca de la respuesta: «Depende de sus consecuencias». La frase completa dice: «Depende

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de sus consecuencias, desde las primeras en producirse»...”.84 Un acto no es, pues, sin consecuencias. Segundo sentido por el que el acto está en el corazón del pase: Si se piensa que la creación del dispositivo del pase tuvo efectos en el psicoanálisis mismo, tanto a nivel institucional como clínico. Dice Miller: “Con el pase, Lacan cambia algo en el psicoanálisis; en principio porque plantea que hay final de análisis. El pase consiste en decir qué es este final, pero primero en decir que él es, que hay un fin de análisis, e incluso, para tomar la forma con la que está mal traducido, un análisis perfectamente terminable. Es una ruptura sensacional, osada, con «Análisis terminable e interminable»”.85 Se puede pensar, por tanto, que la teoría del pase se constituye en un acto de ruptura con respecto a la teoría freudiana sobre el fin del análisis; habría que determinar cuales han sido las consecuencias de esta propuesta, de esta ruptura, para la teoría psicoanalítica, y establecer así si su invención se constituye o no en un acto. El pase también se constituyó en un momento de ruptura y de revolución a nivel institucional, si se piensa en lo subversivo que fue la Proposición para la Escuela. El pase introdujo en ella un desplazamiento de fuerzas y un deslizamiento de poder en la institución, que fue sancionado con una escisión. Dice Miller: “El escándalo del pase no fue el escándalo clínico del pase sino el escándalo de este desplazamiento de poder en la institución. Pero está aquí desde el principio, desde el mismo día en que fue propuesto el pase, está allí al mes siguiente y aún en el otro”.86

84 85 86

Ibid. p. 92. Ibid. p. 42. Ibid. p. 66.

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Tercer y último sentido por el que el acto está en el corazón del pase: si se piensa que el pase, considerado como “el pasaje del psicoanalizante al psicoanalista”,87 es también o no un acto. La respuesta igualmente es aquí: «Depende de sus consecuencias». Por esta razón es que el dispositivo del pase esta hecho para que, con el testimonio que da el pasante de cómo fue ese paso de analizante a analista, se puedan determinar las consecuencias de ese paso, de ese acto, y verificar si un analizante ha llegado a su fin de análisis y puede, si así lo desea, ocupar el lugar de analista en la dirección de una cura. Abría que añadir que el pase, ya desde el punto de vista institucional, como dispositivo inventado por Lacan, responde a su vez a un principio efectivo, un principio con el que Lacan partió en dos el movimiento psicoanalítico y todo lo que tiene que ver con la formación del analista. Inclusive se puede decir que se trata del principio que condujo a Lacan a la fundación de su propia institución. Es un principio que tuvo efectos tanto en la institución como en la clínica. Dice Miller: “Está completamente acentuado en el principio efectivo que Lacan formuló −un principio de política de Lacan−: «El analista sólo se autoriza a partir de él mismo». Lacan lanzó esta noción en el mundo con ese principio que es todo lo contrario del final de análisis como metáfora paterna: todo reposa en el hecho de recibir el título del Otro, y cuando no se lo recibió, y bien, hace mucho mal, tiene muchas consecuencias patológicas, etc. Aquí se trata de un final de análisis en el que recibir el título se vuelve completamente problemático, está problematizado en sí mismo. 87

LACAN, Jacques. Proposición del 9 de octubre de 1967. En: Traducciones: Demanda de análisis, análisis de la demanda. Medellín: Fundación Freudiana de Medellín, 1991. p. 28.

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“Por cierto, se alegaron moderaciones a este principio: «El psicoanalista sólo se autoriza a partir de él mismo, y de algunos otros, etc.». Es un principio insertado en una máquina institucional, inscrito en el frontón de la Escuela. No es supuestamente un principio que se pasee solo a través del mundo. Es un principio de cuya ejecución, aplicación, hay que ocuparse”.88 Este principio, que Miller llama «efectivo», es, prácticamente, el principio de política lacaniana que contiene en sí mismo, implícitamente, a todos los principios de política enumerados arriba. Este principio −«El analista sólo se autoriza a partir de él mismo»− es un principio que funda, verdaderamente, a la Escuela y sus instituciones, y esencialmente, al dispositivo del pase. Entonces, si bien hay que tener en cuenta que la política en el psicoanálisis tiene que ver fundamentalmente con los acontecimientos que marcaron la carrera de Lacan en el psicoanálisis −y de manera muy particular con su posición respecto a la organización internacional que proviene de Freud, es decir, la IPA− no hay que excluir para nada la articulación de dicha política con las finalidades de la cura, y esto porque la gran preocupación de Lacan, aún antes de ser expulsado de la IPA, era y sigue siendo para los analistas que siguen sus enseñanzas, responder la siguiente pregunta: «¿Qué sucede con los sujetos que han pasado por un análisis?». Esta era una pregunta crucial para Lacan, que veía en el análisis didáctico un final de análisis como metáfora paterna, es decir, un final en el que se pone al sujeto en posición de ejercer el psicoanálisis en la medida en que ha recibido, por parte del grupo analítico, un reconocimiento, un «tú eres como nosotros». Esta pregunta de Lacan, sobre qué sucede 88

MILLER, Jacques−Alain. Política Lacaniana. Política Lacaniana. Op. Cit. p. 47−48.

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con el sujeto al final de un análisis, es entonces una pregunta inseparable de la historia del psicoanálisis y, por lo tanto, de su quehacer político. Esto es lo que justifica preguntar por los principios que se podrían extraer de los acontecimientos que han tenido que ver con el dispositivo del pase. Por interrogar el final del análisis es por lo que Lacan fue borrado de la lista de didactas de la SPP el 2 de agosto de 1963, episodio que se conoce con el nombre de «Excomunión». ¿Cómo responde Lacan a esta expulsión? ¿Cómo se las arregla con los procedimientos que estableció Freud para la formación de los analistas? En esta ocasión “...Lacan consideró que se podía desunir el descubrimiento del inconsciente y el psicoanálisis de la IPA.”89 Es a partir de esta disyunción entre el psicoanálisis y la IPA, inédita hasta este momento en la historia del movimiento psicoanalítico, que Lacan creó algo nunca visto en el psicoanálisis: la Escuela, creación que calificó como una «experiencia inaugural». “Experiencia inaugural quiso decir que Lacan decidió arreglárselas con el grupo analítico en forma diferente a la de Freud. Por eso pudo calificarla de experiencia inaugural: no continúa a otra. No está en continuación con la experiencia en curso que lleva el nombre de IPA. Asumió en ese momento una ruptura con lo que llamaba la tradición continua desde los descubrimientos constituyentes del psicoanálisis”.90 La Escuela es también una forma diferente de arreglárselas con la formación de los analistas a como la consideró Freud. Él instituyó un orden de ceremonia, animado por un número de ritos. Dice Miller: “Las formas que Freud instituyó esconden y hacen desconocer el real del que se trata, pero, al mismo tiempo, en cierta forma lo protegen. Esa es 89 90

Ibid. p. 20. Ibid. p. 20−21.

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la hipótesis de Lacan. Freud quiso dejar sociedades ritualizadas y formalizadas para proteger al psicoanálisis de los psicoanalistas, y tomó el riesgo de un estancamiento para que al menos fuera preservado, incluso desconocido, el real en juego en el psicoanálisis”.91 Se vuelve, por tanto, al primer principio de política lacaniana y probablemente el más importante de todos: «no ceder ante lo real en juego». Con la Proposición del pase de 1967, Lacan, al mismo tiempo que propone la fundación de la Escuela, propone el reclutamiento de los psicoanalistas, no a través de lo que él denominó «la cooptación de sabios», sino a través de este procedimiento, reafirmando así que lo que está intentando hacer es otra cosa, es decir, inaugurando una experiencia que rompió con la freudiana. Para terminar, se puede, en este caso, mencionar un último principio de política lacaniana, que tiene que ver con que Lacan, en su Proposición, le da a la Escuela la función de ser un organismo crítico de la IPA, es decir, que él, a pesar de haber sido excluido de ella, hace de la IPA un asunto de su Escuela, y en esta misma vía, dentro de sus propósitos incluyó el “comunicar los resultados que esperaba del pase a esta Sociedad de la organización internacional”.92 Dicho principio dice así: “(hay que) tener en cuenta el hecho de que un significante puede recibir significados muy diferentes a lo largo del tiempo”.93

3.2.6. La política lacaniana y sus principios. Como se había señalado en la introducción de éste capítulo, ha sido su propósito poner en relación la pregunta de investigación −«¿Cuál es la función política del pase?»− con los principios de política lacaniana que 91 92 93

Ibid. p. 21. Ibid. p. 22. Ibid. p. 35.

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se han reseñado, en la perspectiva de dejar completamente definida el estado de la cuestión [Véase el apartado 1.2.]. Se hará, entonces, con el propósito de avanzar sobre la hipótesis del trabajo de investigación [véase el numeral 1.4.], el listado de los principios de política lacaniana, en orden: 1. Plantear los principios sin importar lo radicales que sean. 2. No ceder ante lo real en juego en la formación de los analistas. 3. La enseñanza del psicoanálisis se transmite de un sujeto a otro por las vías de una transferencia de trabajo. 4. El error por buena fe es imperdonable. 5. Al acto se lo juzga por sus consecuencias. 6. Hay que contar siempre con el Otro.94 7. El analista sólo se autoriza de sí mismo. 8. Un significante puede recibir significados muy diferentes a lo largo del tiempo. ¿Se puede decir que estos principios, o alguno de ellos, definen claramente cuál es la función política del pase? Luego de este recorrido por la política lacaniana, no queda duda de que el pase tiene una función política para la Escuela de orientación lacaniana, y a dos niveles: Uno institucional, y otro clínico.

3.3. Función política del pase. La función política del pase en la teoría queda, entonces, establecida así: Primero, a nivel institucional, el pase, específicamente la Proposición del pase, hecha dentro de la Escuela tres años después del Acta de fundación de 1964, se constituyó en un momento de ruptura con lo establecido por Freud y en un momento 94

Principio que a su vez conduce al respeto por el Otro. Dice Miller: Uno de los nombres de la relación con el Otro es respetar en el Otro otra cosa que su imagen, respetar su diferencia, su incomparabilidad. (Ibid. p. 105).

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de subversión dentro de la misma institución; el pase introdujo un desplazamiento de fuerzas, un deslizamiento de poder en la Escuela, que terminó en el retiro de algunos de sus analistas en 1969. Durante los primeros tres años de funcionamiento, Lacan era el que nombraba a los A.E. −analistas de la Escuela−, escogidos entre aquellos que él consideraba que habían respondido a las exigencias de un jurado de admisión. La Proposición del pase fue también la respuesta de Lacan a un texto de François Perrier, en el que le demandaba a Lacan dar solución a la cuestión de la autenticación del final del análisis; esto porque en la Escuela se empezaron a recibir analistas practicantes, los cuales no eran ni AE ni AME. La preocupación de Perrier recaía sobre el hecho de que el analista de la Escuela era un igual al analista practicante. Lacan responde entonces con la Proposición, la que no gustó para nada. Pero, fundamentalmente, la proposición revelaba el hecho de que sostener unos semblantes de jerarquía y de poder, ocultaban lo real en juego en la formación de los analistas, cosa ante la que Lacan propone no ceder. Anuncia así el primer principio de su política. Segundo, a nivel clínico, el pase introduce una exigencia a todos aquellos que desean entrar a la Escuela, y es la de dar cuenta de que en el análisis personal se ha llegado a un fin. Así pues, el candidato a la Escuela en invitado a testimoniar de ese paso que él da de analizante a analista, para verificar si en ese acto, hay o no, analista. El pase, por estas razones, fue, y de cierta manera sigue siendo, escandaloso. La Proposición del pase evidentemente testimonia de la preocupación política de Lacan, en conexión con la enseñanza, con la orientación. Pero fundamentalmente, si el pase tiene una función política es porque sirve para el reclutamiento de los analistas en la Escuela; es por medio de dicho dispositivo que se accede a ella.

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Es evidente, luego de este recorrido por la política del psicoanálisis, que la función política del pase, tanto a nivel clínico como institucional, no agota todo lo que se puede decir acerca de dicha función. Por eso, la hipótesis central que orienta este trabajo de investigación de [Véase el numeral 1.4.], lo hace, no hacia lo ya establecido en la teoría, sino hacia lo nuevo en la teoría. Dicha hipótesis dice: «Los testimonios del pase orientan, en el campo lacaniano, las nuevas políticas de la dirección de la cura y de la institución analítica». La idea es poder ahondar ciertos aspectos que se ponen en juego en el pase, tanto a nivel de la teoría del pase, como de los testimonios de pase, para pensar si tienen o no alguna incidencia política, tanto a nivel clínico como institucional.

3.3.1. Función del pase en la institución analítica. Parece sorprendente que los analistas se interesen tanto en lo grupal, lo institucional y lo asociativo, si se considera que existe una antinomia entre lo analítico y lo colectivo. “Existe una antinomia entre la experiencia analítica, en la cual uno entra solo −la experiencia analítica se hace “uno a uno”−, y todo movimiento que de por sí es colectivizante”.95 Esta antinomia es la que justifica una de las grandes críticas que se le hacen al psicoanálisis: su imposibilidad para abordar los problemas y malestares de una gran o pequeña masa de hombres. Pero al parecer hay en esta antinomia una relación proporcionalmente inversa: en la medida en que para los analistas lo grupal tiene dificultades, en esa misma medida ellos, a este problema, le dan toda su importancia. Si se quisiera ir a la raíz de la preocupación institucional, ésta se halla en una 95

MILLER, Jacques−Alain. La Escuela de Lacan. En: Elucidación de Lacan: Charlas Brasileñas. Buenos Aires: EOL−Paidós, 1998. p. 514.

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demostración de la enseñanza misma de Lacan; es la siguiente: que «el analista no existe». “El analista, como tal, no existe. Es eso lo que tienen en común el analista y la mujer, en el sentido de Lacan. El analista no existe: es una formulación que merecería algunos desarrollos teóricos. Significa que no existe El analista, lo que no impide la existencia de los analistas. Significa que no hay un concepto de analista, una esencia de analista, una idea, y en ese sentido los analistas pueden representar al Otro (barrado)”.96 Si el analista puede representar al Otro barrado es porque falta el significante analista como tal, a pesar de que se haga uso del significante «analista». El analista, entonces, no existe, pero si se le fuera a dar un predicado al analista, si se fuera a dar una definición de analista, esta sería, como dice Miller: la perfección del analizado. El analista, si es algo, es un analizado, es decir que es el producto de un análisis; y Lacan propuso un examen para verificar dicho resultado. Esto es el pase, “el examen de la performance del analizante para verificar si está analizado”.97 Ser un analizado es lo que Lacan denominó la «realización del sujeto», es decir, el momento en el que el sujeto cumple con el imperativo freudiano: Wo Es war Soll Ich werden: «allí donde eso era, allí el sujeto debe advenir». Es un momento en el que el sujeto comprueba la insuficiencia del Otro, tesoro de los significantes, para representar al sujeto, para decir y decidir el ser del sujeto. Es un momento que se denomina de «caída de las identificaciones», ya que el sujeto comprueba que está excluido del Otro, que no tiene lugar en el Otro. Y si no tiene lugar en el Otro es probablemente porque el Otro como tal, no existe. Al final del análisis se afirma la insuficiencia de toda representación; el Otro deja de existir para el sujeto, es decir, el Otro pierde su ser, y el sujeto, al que 96 97

Ibid. p. 515. Ibid. p. 516.

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se le define como «falta en ser», paradójicamente, encuentra su ser. Al final del análisis hay destitución subjetiva por un lado, pero por otro hay el encuentro con el plus de goce, con el objeto a, el único que le da una certeza sobre el ser de goce al sujeto. Hay destitución del sujeto por un lado, pero por otro lado hay «institución», es decir, «institución analítica». Según Miller, toda institución es un intento de hacer existir, y para el caso de los analistas, restablecer un Otro, un Otro donde el sujeto pueda encontrar un lugar, y al parecer, esta tentativa de instituir al Otro es mucho más intensa en los sujetos que pasan por un análisis. “Porque, al someterse a la experiencia analítica, experimentan de manera intensa la falta en ser y tanto más aspiran a tener un lugar en el Otro. No se sabe lo que es el analista, pero se sabe lo que es un miembro, un secretario un presidente; y se puede experimentar en el dolor, en el desplazamiento, que al no saber qué es el analista, entonces más se desea el estatuto de miembro, secretario, presidente...”.98 Así pues, la institución analítica es antinómica del discurso analítico; Lacan decía que el grupo analítico es una defensa contra el mismo discurso analítico, lo cual es una gran paradoja. Por un lado, la institución analítica es una consecuencia del discurso analítico, y a su vez, del discurso analítico, la institución analítica se defiende. Lo que justifica poder hablar de política en el psicoanálisis, es decir, de una serie de preceptos que rijan a la institución, es que ésta última puede fácilmente hacer del discurso analítico, su enemigo. El mismo discurso analítico es una forma de vínculo social y de la teoría de los cuatro discursos de Lacan se puede pensar, cabalmente, que es una teoría política. Dice Miller:

98

Ibid. p. 516−17.

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“En la ciudad del discurso, en la cual estamos como ciudadanos y en tanto la experiencia analítica es el ejercicio de un cierto tipo de vínculo social, existe una política del psicoanálisis a nivel del propio tratamiento, de la propia experiencia. Esa política del psicoanálisis a nivel de la experiencia analítica es el capítulo de los fines o finalidades del tratamiento analítico. La política del psicoanálisis en primer lugar es la cuestión de por qué se hace un análisis, para qué se hace un análisis, qué se trata de obtener a través de un análisis”.99 En última instancia, la política del psicoanálisis se dirige al final del análisis, es decir, a los destinos del trabajo de transferencia. Pero como también hay una «transferencia de trabajo» que se pone en juego en la institución analítica, entonces también habría que hablar de una política que tenga relación con la enseñanza, con la transmisión del psicoanálisis. Y justamente en este lugar es donde se puede situar al pase, es decir, en un lugar de «bisagra». El pase, dice Miller, es lo que hace que la institución analítica esté en el corazón mismo de la experiencia analítica, ya que aquel es la invitación a que el analizante refiera su análisis a la institución, a una instancia de la Escuela, aquella que se plantea permanentemente la pregunta «¿Qué es un analista?». Como la Escuela no sabe lo que es un analista, por eso se lo pregunta, y por eso mismo la Escuela es la respuesta que le dio Lacan a esa falla en el saber. La Escuela, tal y como Lacan la pensó, fue constituida alrededor de esa falta en el saber, alrededor de «no saber qué es el analista», pero que busca siempre saberlo. En esto, la Escuela de Lacan se separa de las instituciones analíticas que se defienden del discurso analítico haciendo estándares del analista. Son instituciones que saben cómo debe llegar a ser un 99

Ibid. p. 518.

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analista, cómo debe llegar a comportarse y hasta cómo debe vestir para serlo; su formación y sus estándares están hechos para llegar a ese ideal de analista; de cierta manera, la Escuela Lacan la hizo contra este tipo de sociedades llamadas ortodoxas y que llegó a denominar «sociedades de asistencia mutua contra el discurso analítico (SAMCDA)». Ahora bien, ¿cómo saber que la Escuela de Lacan no pone ningún obstáculo al discurso analítico? No es seguro que no oponga ningún obstáculo, pero Lacan sí quiso hacer una institución que pusiese el menor obstáculo posible. Y el pase tiene su papel en esto, un papel que se puede denominar, sin ningún pudor, político; esto porque Lacan define al analista de la Escuela a partir de la propia experiencia analítica, es decir, que lo que favorece al discurso analítico dentro de la Escuela es la importancia que adquiere en ella el análisis personal y su transmisión. “Lacan no dice que alguien se transforma en analista de la Escuela porque enseña mucho, porque publica mucho, porque tiene muchos amigos, porque sabe decir a otro la palabra que conviene para tener partidarios. No es haciendo la pequeña política como alguien se transforma en analista de la Escuela, sino haciendo su análisis. Es esencial que la Escuela mantenga eso: ser un notable, haber servido bien a la extensión del psicoanálisis, no da ningún privilegio para ser analista de la Escuela. Lacan logró sostener una institución de esa manera. Realmente, puede decirse que tal institución favorece el discurso analítico, por lo tanto, favorece el análisis”.100 Cuando la Escuela no estaba funcionando más para el psicoanálisis, Lacan la disolvió. La institución analítica es, pues, un asunto bastante político para el psicoanálisis lacaniano. Es un asunto político poder llegar a vincular al analista que ha hecho su análisis, 100

Ibid. p. 519-20.

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que ha llevado su análisis hasta las últimas consecuencias, y la causa analítica. Esto porque la propia experiencia analítica favorece la soledad del analista: Él es analista sólo cuando analiza. El analista, por tanto, está solo, abarca a los pacientes uno a uno y además es a−pragmático. ¿Qué hace pues un analista en el mundo de hoy? ¿Se reduce su política únicamente a la cura y a la institución? Si bien en el analista es a−pragmático, esto no debe entenderse como un parasitismo social. Lacan invita a los analistas, desde el momento del Acto de fundación de la Escuela Francesa de Psicoanálisis, a tener un compromiso con el mundo, y en este sentido, los analistas tienen intereses sociales, no son parásitos sociales. Promueven el avance del psicoanálisis para protegerse de los efectos devastadores del discurso de la ciencia, intentando responder a los problemas de la contemporaneidad. El analista no es operativo si no pasa a la «realidad efectiva»101, es decir, a la realidad que no es imaginación o fantasía, sino aquella que abarca el conjunto de cosas que ocurren efectivamente, el conjunto de cosas existentes; es una realidad enmarcada dentro de lo simbólico, es decir, dentro de ese campo donde la palabra tiene una efectividad. Pero los efectos de la palabra, ¿se reducen al marco del dispositivo analítico?

101

La Wirklichkeit: Es el término freudiano que se le opone al de Realität. Con Wirklichkeit Freud pretende situar una realidad última, que, más allá de toda simbolización, el sujeto está en la obligación de admitir, a diferencia de las representaciones que él se puede hacer para intentar situarse en el mundo, y con las cuales se orienta, formando lo que Freud llama la Realität psíquica −la que a su vez no debe confundirse con la Realität material, según nos dice Freud en La Interpretación de los sueños−. La Wirklichkeit de alguna forma se define por su carácter último, y por tanto desconocido, lo que le permite a Freud considerar el término para referirse a la realidad ignorada por el sujeto y por lo tanto inconsciente.

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A la realidad efectiva sólo se la conoce y se la asume por los efectos de la palabra, como consecuencia del discurso analítico. ¿Cómo actuar entonces sobre el conjunto de la realidad efectiva? ¿Cómo transformar de manera metódica, desde el discurso analítico, a la realidad? −lo que son auténticas preguntas políticas−. Lacan, en el Acto de fundación del 21 de junio de 1964, dice que es su intención que la Escuela “represente al organismo en el que debe cumplirse un trabajo −que en el campo que Freud abrió, restaure el filo cortante de su verdad− que vuelva a conducir a la praxis original que él instituyó con el nombre de psicoanálisis al deber que le toca en nuestro mundo− que, mediante una crítica asidua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos que amortiguan su progreso y degradan su empleo”.102 Esta cita es una respuesta a la pregunta por lo que debe querer un analista. Un analista lacaniano debe querer denunciar las desviaciones y compromisos que amortiguan el progreso y degradan el empleo del psicoanálisis en el mundo, es decir, que debe querer el progreso del psicoanálisis en el mundo, su extensión, y debe querer emplearlo sin declinar −para decirlo sin ambages− ante lo real. Este último punto se relaciona de manera directa con la intención, es decir, con la formación del analista y el pase. Esta cita del Acto de fundación también enseña claramente cuál es la posición política de Lacan para su Escuela. Si Lacan se lanzó a esta experiencia inédita, fue para denunciar el desvío en el que se hallaba el psicoanálisis en su época −denuncia que le valió el rechazo de la IPA en 1963−, y que concierne directamente a la convicción que tenían los analistas de saber de antemano qué es el psicoanalista. La respuesta de Lacan a este desvío fue sustituir las Sociedades por la Escuela, es decir, por “una institución cuya particularidad es la de no saber algo esencial, no saber 102

LACAN, Jacques. Acto de fundación. Op. Cit. p. 5.

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qué es un analista. De ello pueden surgir dos consecuencias: la primera es la apertura al no analista y la segunda convertir esa ignorancia en un trabajo: el pase”.103

3.3.2. Pase y política del Witz. Entonces −esto hay que subrayarlo, ya que es lo que distingue la Escuela de Lacan de cualquier otra asociación, y lo que justifica la experiencia del pase en ella−: en las Escuelas del campo freudiano no se sabe qué es un analista. Ser analista no es una propiedad, ni un atributo, ni un rasgo que facilite la hermandad entre los analistas, es decir, algo que facilite la segregación. La comunidad analítica reúne a unos sujetos que, de cierta manera, no pertenecen a ningún conjunto; es verdaderamente un conjunto bien paradójico. “Es al carácter no segregativo de ese rasgo (al) que responde la idea lacaniana de una Escuela como distinta de una Sociedad. En la Sociedad analítica, se piensa que todos tienen el mismo rasgo: ser analista. Por el contrario en una Escuela no se sabe qué es un analista.”104 Y un poco más adelante Miller agrega: “La comunidad analítica se define por el hecho de que en ella se debate acerca de lo que es un analista. No se define por saberlo. No se define por dormir sobre el saber que es un analista. Se define por la inquietud de lograr saberlo. Esa inquietud toma la forma operativa del pase, que solamente tiene sentido en un conjunto serial. “A la vez, la respuesta que da el pase a esta pregunta, es siempre singular, vale para uno. Lo que aprendemos es como uno se ha vuelto, o piensa haberse vuelto analista. Falta lo universal. 103

MILLER, Jacques−Alain. La Escuela de Lacan. Op. Cit. p. 524. MILLER, Jacques−Alain. Nueve facetas de la comunidad analítica. Conferencia del 16-6-96 en el Centro Descartes, Buenos Aires. En: Más Uno 2. Buenos Aires: EOL, agosto 1997. URL: http://wapol.org/news/e-texts/miller0001.htm

104

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Es cada vez. Lo que se aprende del pase es singular. Por supuesto, vale por las resonancias que suscita en los demás, pero que no es equivalente a una descripción universal. “En cierto modo el procedimiento del pase es un medio de obtener de los delegados de la comunidad que comparten el acto «solitario» del sujeto, que sea compartido este acto por otros que hacen el mismo movimiento con él, que lo sostienen en ese paso”.105 Pero −se vuelve a preguntar−, ¿se conformará el analista de hoy con denunciar las desviaciones del psicoanálisis en el mundo y con emplearlo sin ceder ante lo real? ¿No puede acaso el psicoanálisis adoptar una posición política tal, que sirva para aportar una reflexión, a manera de denuncia, sobre los problemas que agobian contemporáneamente a la cultura y que la hacen padecer un malestar? Se trata fundamentalmente de denunciar las consecuencias de la forclusión del sujeto en los discursos de las ciencias humanas y exactas, es decir, es una denuncia contra lo real que retorna cuando el sujeto es forcluido del vínculo social. El analista, por tanto, está llamado a salir del consultorio, no sólo para hablar, si así lo desea, de su análisis, de su clínica, a una institución que lo escucha y que de alguna forma le demanda una garantía para su acto, sino que también sale a pensar los problemas de un mundo que navega bajo la égida del discurso de la ciencia, no importando si sus respuestas apuntan, como lo hacen frecuentemente, a un real como imposible, pero que por denunciarlo, deja en manos del sujeto buscar o no el alivio a su propia impotencia, de la cual él se queja y sufre. Entonces, si existe un deber para el analista, este es cumplir con el imperativo freudiano: Wo Es war Soll Ich werden. Es lo mínimo que se le pide al analista, y si

105

Ibid.

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llega a cumplir con él, ya es mucho, inclusive para el mundo de hoy. El sujeto que se autorice a sí mismo como analista, debe advenir como sujeto del inconsciente allí donde «eso» estaba, allí donde ello gozaba. Si un sujeto lleva su análisis hasta las últimas consecuencias, habrá de hacerse responsable como sujeto de su plus de goce, extrayendo de su relación con este real, un saber inédito. Parece poco, si se piensa que es una labor de cada sujeto, uno por uno. Pero es mucho si él se decide a comunicar su experiencia a toda una comunidad. La importancia de ese saber sobre el plus de goce que el sujeto obtiene de la operación analítica, es que la comunidad analítica también está fundada en una relación al goce, es decir, en la confesión de ese goce a Otro. Por esta razón es que la experiencia del pase no es una experiencia solitaria, sino más bien una elaboración colectiva, es decir, que con el pase se hace vínculo social, ¡es un proceso social!. El testimonio del pase necesita del Otro, como necesita del Otro el Witz. Hay una relación estrecha, en este punto, entre el Witz y el pase. “Hay gente que piensa que podemos hacer el pase para uno solo, cuando es esencial a la estructura de Witz del pase, que se comunique. Si el Witz no hace reír al Otro, o llorar, o rechazar, etc., si no hay respuesta del Otro, no hay Witz. La lógica del Witz implica que el pase se debe incluir en un proceso social. Además el otro del que se trata no es la sociedad en general. La «tercera persona» freudiana nunca es la sociedad en general sino una comunidad particularizada con sus propias inhibiciones, con sus propios tabú y tótem, es decir es siempre una segregación de la sociedad en general y es lo que nosotros realizamos a nuestra manera”.106

106

Ibid.

83

No hay pues Escuela sin pase y pase sin Escuela, y es deber de cada analista querer que se den las condiciones para que pueda haber experiencia del pase. Ellas son tres: una condición epistémica: que haya discusión y acuerdo sobre la doctrina; una condición institucional: un funcionamiento administrativo que ponga en marcha el dispositivo; y una condición ética: “El pase significa que una persona acepta hacer confidencias de lo más precioso de su propio análisis a colegas escogidos al azar; implica hacer pasar a una tercera persona dichos que estuvieron confinados hasta el momento y reservados a un encuadre íntimo. Esa persona eligió un analista para contarle cosas muy íntimas; ahora se trata de contar, de relatar esas cosas a personas que no conoce y que fueron elegidas al azar, personas que tal vez no le gusten. Ese desplazamiento implica una confianza en la institución, que debe merecerla”.107 También se necesita tener confianza en los jurados y en la respuesta que dicho jurado da. Es así como debe ser. Es la transformación del pase en una «realidad efectiva». El pase −se ha dicho ya de muchas formas− tiene como objetivo que el sujeto, con el fantasma fundamental y/o con el síntoma, logre decir lo imposible; se produce en este momento, lo que se puede denominar, una «reducción» como operación analítica, reducción que se dirige al objeto a. Esta operación de reducción que realiza el psicoanálisis se logra gracias al «bien decir» analítico. “El bien decir analítico −dice Miller− apunta a la reducción...”108 El bien decir es constituyente de la ética del psicoanálisis, y adquiere toda su relevancia en este punto, en la medida

107 108

MILLER, Jacques Alain. La Escuela de Lacan. Op. Cit. p. 535. Ibid. p. 24.

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en que la «reducción» es una palabra usada por Freud a propósito del Witz. Dice Miller: “(La reducción) Es la operación que consiste en explicitar, en descomponer y enumerar los componentes que entran en la producción del efecto propio del chiste. En el chiste paradojalmente, la operación reducción se produce a partir de un texto más largo que el chiste y que en sí mismo no es un chiste, es un texto plano en el cual esos elementos condensados por los mecanismos del chiste se aíslan unos de otros. En la cura la operación reducción no es esa, podemos incluso decir que es una operación inversa. “El sujeto analizante, de hecho, trae a la cura los elementos de su historia, los vuelca, los enumera, puede hasta contarlos, pero la operación de reducción sólo se produce si a partir de los elementos de esa biografía surge alguna cosa que se parezca al Witz.”109 Es decir, que la operación de reducción es la condensación de todos los elementos de la historia del sujeto en un bien decir como el del chiste. De aquí que Lacan compare el pase con el Witz, de tal manera que él “identifica la estructura del pase con la del chiste.”110 ¿Por qué? Porque en el pase de lo que se trata es de que el sujeto formule en un bien decir su relación con el goce, su relación con el objeto plus de goce, que no es otra cosa que la fórmula de su fantasma: ($◊a), de tal manera que dicha reducción incida sobre el sujeto y afecte su modo de satisfacción pulsional. Pues bien, esto último es justamente la finalidad del dispositivo del pase, y lo que funda una política del Witz aplicable, no solamente al pase, sino también a toda la comunidad analítica.

109 110

Ibid. p. 24−25. Ibid. p. 25.

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4. A MODO DE CONCLUSIÓN. 4.1. Efectos de los testimonios del pase en las políticas de la dirección de la cura y la institución analítica. 4.1.1. Introducción.111 La lectura de artículos y testimonios referidos al pase, con la herramienta del «comentario de texto» [Véase el numeral 1.5], para dar respuesta a la pregunta de investigación −«¿Cuál es la función política del pase?»−, teniendo como trasfondo la hipótesis propuesta −«Los testimonios del pase orientan, en el campo lacaniano, las nuevas políticas de la dirección de la cura y de la institución analítica»−, ha resultado ser un trabajo muy productivo. Su mayor bondad está en haber podido organizar de una manera lógica y coherente, todo lo que se puede decir sobre la política del psicoanálisis lacaniano en la actualidad, y sus implicaciones en el dispositivo del pase. Para la realización de esta tarea, ha sido primordial la lectura, por un lado, de la Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela, donde Lacan lanza su dispositivo para saber que ocurre al término de una relación transferencial, y por otro, el texto de Jacques−Alain Miller, Política lacaniana, de 1999. Se 111

Este capítulo está basado en una serie de ideas que François Leguil, Florencia Dassen y Aníbal Lesserre desarrollaron en: el primero, en una entrevista hecha por Juan Fernando Pérez sobre el tema de esta investigación, con ocasión del seminario organizado por el grupo AGALMA de Bogotá, titulado El cuerpo y los modos de goce contemporáneos, entre el 3 y el 6 de noviembre de 1999 [Ver anexo #1]; la segunda, en una entrevista hecha por Hernando Bernal con ocasión del Seminario “Actualidad en la clínica psicoanalítica”, durante el IIº Encuentro Colombiano del Campo Freudiano. Medellín, abril 28 al 30 de 2000. Organizado por Praxis, grupo de investigación de Medellín sobre la práctica analítica y el Departamento de psicoanálisis de la U. de A. [ver anexo #2]; y el tercero, en una encuesta hecha también por Bernal y que Lesserre respondió por correo electrónico [ver anexo #3].

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podría decir que esta investigación va desde el año ‘67 hasta el año ‘99, y desde Lacan hasta Miller, si bien que se tuvo muy en cuenta el aporte de Freud al campo de la política en el psicoanálisis. En medio de estas fechas y autores, se pueden situar los textos que sirvieron para extraer las consecuencias políticas de los testimonios del pase y la teoría del pase, ellos son: La práctica del pase, de Esthela Solano (1996); revista Uno por Uno #45 cuyo tema fue “La Escuela con o sin el Pase”, donde se encuentran los testimonios de Florencia Dassen y Aníbal Leserre (1997) y El psicoanalista y sus síntomas (1998), por mencionar sólo algunos de los más relevantes, textos todos leídos, para esta investigación, con la metodología del «comentario de texto».112 Ahora bien, de lo que se trata con este ejercicio de lectura sobre lo que se dice sobre el pase −sobre lo cual hay muchos más textos, pero que no serán, paradójicamente, suficientes, para dar una respuesta definitiva a la pregunta de investigación− es, poder ubicar, esbozar si se quiere, una serie de nuevas políticas de la institución analítica y de la dirección de la cura, que hablen de los efectos que han tenido los testimonios del pase sobre aquellas. Hay que tener muy en cuenta, en esta indagación, que el pase es una experiencia que no debe presentarse como algo mensurable; es verdad que el pase se ha vuelto la causa de un deseo en el acercamiento de la gente al psicoanálisis, y esto ya es un auténtico éxito del pase, y es muy probable que este solo hecho modifique la dirección de cura del psicoanálisis. Pero, ¿Cuál es el aporte del AE respecto a la dirección de la cura? Esta pregunta continuará siendo una pregunta válida para cualquier trabajo de investigación posterior, si bien que, una de las virtudes de los resultados de esta investigación, es adelantar un esbozo importante 112

Un buen ejemplo de investigación con esta metodología, es el que da Lacan en su seminario «Hamlet: un caso clínico» (En: Lacan oral. Argentina: Xavier Bóveda Ediciones, 1983).

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de respuesta a esta pregunta, el cual sirve para mostrar los efectos de los aportes de los AEs a este nivel. Es un hecho que, gracias a la puesta en marcha del dispositivo del pase, se exige cada vez más de los análisis, se espera más y más y se quiere ir cada vez más allá, más lejos en la cura de cada sujeto; esto es un hecho de la experiencia del pase, un hecho político, si se quiere, y es el pase aquello que lo produjo. Lo que el pase aporta como crucial y decisivo es el hecho mismo de dar testimonio de la experiencia analítica y de lo producido en ella, pero el efecto que éste tiene sobre las personas y sobre la institución no es calculable; es solamente verificable, a porteriori, retroactivamente. En el psicoanálisis hay siempre una dificultad y es decir cuál es el efecto de fondo del testimonio; sólo se puede saber de los efectos una vez que el testimonio se ha cumplido. ¿Se busca también, con el pase, establecer nuevas vías para la política lacaniana? Tal vez sería mejor decir que lo que se busca es saber cuál es su política; lo que se busca es identificar la política lacaniana. Es el esfuerzo hecho en esta investigación. Se tendrá que concluir que los testimonios de los AEs han tenido un efecto en hacer avanzar la teoría analítica, es decir, que lo que del pase se deduce para los psicoanalistas, es que los testimonios son capaces de hacer avanzar la teoría sobre los problemas cruciales del psicoanálisis, que es uno de los propósitos de los pasantes una vez que son nombrados AEs. Pero no hay que pensar que el pase va a suprimir las increíbles dificultades que representa la construcción de la teoría analítica. El desafío actual, como lo es en toda la ciencia, consiste en enfrentar un saber del cual una sola persona no puede hacerse cargo. Entonces, hay aquí una dimensión colectiva que es fundamental en la orientación de Lacan. Los AEs deben demostrarse capaces de lo que Lacan llama «ser analista de la experiencia misma de la comunidad». Y esto tiene un 88

efecto político de carácter internacional, ya que lo que está en juego en el pase, es el freudismo al nivel de la comunidad internacional.

4.1.2. Políticas efecto de los testimonios del pase. El procedimiento llevado a cavo para la extracción de unos nuevos principios de política a partir de la lectura de testimonios del pase y de textos sobre la teoría del pase, no es otro que el transmitido por Jacques−Alain Miller en su texto de Política lacaniana, es decir, «elevar algunos de los acontecimientos, narrados en y sobre el pase, a principios de política» [Véase sobre esto los numerales 3.2.1. y 3.2.2.]. Dichos principios han sido organizados según se trate de políticas de la institución analítica, políticas dirigidas al mismo dispositivo del pase, y por último, políticas que tengan que ver con la dirección de la cura. Estas tres divisiones son ya un efecto de la lectura hecha y en ningún momento se había planeado así. Estos tres tipos de políticas −si se puede decir así− se revelaron, se fueron imponiendo, en la lectura misma de los testimonios y la teoría sobre el pase. Al final del recorrido, hecho todo con la metodología de «comentario de texto» [véase el numeral 1.5.], se establecen una serie de principios de los cuales se evaluará si resultan ser novedosos para orientar, en el campo lacaniano, la dirección de la cura y la institución analítica. Pero entes de entrar en materia, se hace necesario definir el sentido del término «principio», el cual, hasta ahora, no se ha hecho explícito. La definición de este término facilitará la instauración y selección de los principios de política para la institución, para el pase y para la cura, a partir de los textos en los que se adelantó esta investigación.

4.1.2.1. Del término «Principio». 89

Sobre el termino «principio», Aníbal Leserre observa que al hablar sobre él en el psicoanálisis, hay que subrayar “su acepción lógica, es decir, lo tomamos como aquello que funda y fundamenta una acción”113, de tal manera, que los principios de política lacaniana enumerados hasta ahora [Véase numeral 3.2.6.], sirven, por tanto, para fundamentar y orientar el accionar de los analistas dentro de la institución. En el Diccionario de filosofía de Ferrater Mora, se dice que Aristóteles y los escolásticos se ocuparon de pensar lo que caracterizaba a un principio como tal. Dice, entonces, allí: “Según Aristóteles, «el carácter común de todos los principios es el ser la fuente de donde derivan el ser, o la generación, o el conocimiento» (ibid., 1013 a 16−18). Para muchos escolásticos, ‘principio es aquello de donde algo procede’, pudiendo tal «algo» pertenecer a la realidad, al movimiento o al conocimiento. Ahora bien, aunque un principio es un «punto de partida, no parece que todo «punto de partida» pueda ser un principio. Por este motivo se ha tendido a reservar el nombre de «principio» a un «punto de partida» que no sea reducible a otros puntos de partida, cuando menos a otros puntos de partida de la misma especie o pertenecientes al mismo orden. Así, si una ciencia determinada tiene uno o varios principios, éstos serán tales sólo en cuanto no haya otros a los cuales pueda reducirse. En cambio, puede admitirse que los principios de una determinada ciencia, aunque «puntos de partida» de tal ciencia, son a su vez dependientes de ciertos principios superiores y, en último término, de los llamados «primeros principios»,

113

LESERRE, Aníbal. Una experiencia en curso.... Texto redactado a partir de la intervención del 14 de julio de 1999, en el espacio de Enseñanzas del pase. Inédito.

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prime principia, es decir, «axiomas» o dignitates.”114 Lo importante a destacar de esta cita, y que sirve de norte para la selección de los principios extraídos de la experiencia y los textos sobre el pase, es que un «principio», definido como «punto de partida», no es reducible a otros puntos de partida, de tal manera que los «principios» de política seleccionados deben cumplir con esta condición fundamental, es decir, que deben ser «puntos de partida» para regir el accionar del analista a nivel institucional, a nivel del dispositivo del pase y a nivel de la dirección de la cura. Hay que decir que Descartes también se ocupó de encontrar «principios» que llenaran las siguientes dos condiciones: “el ser tan claros y evidentes que el espíritu humano no pudiese dudar de su verdad, y el ser principios de los cuales pudiese depender el conocimiento de las demás cosas, y de los cuales pueda deducirse tal conocimiento. Tales principios serían las verdaderas «proposiciones máximas».”115 Estas tres condiciones −que el principio no sea reducible a otros puntos de partida; que sea tal claro y evidente que no se dude de su verdad, y que de él dependa el conocimiento de lo demás− guiarán, pues, la elucidación de los principios de política que se ha propuesto esta investigación. Ahora bien, se puede declarar, sin lugar a dudas, que los ocho principios de la política lacaniana esclarecidos en el capítulo 3 [véase apartado 3.2.6.], son los prime principia, los «primeros principios» o principios superiores de la política lacaniana. De estos ocho axiomas dependerán, sin duda, los principios que a continuación se enumeran.

4.1.2.2. Políticas a nivel institucional. 114

FERRATER Mora, J. Diccionario de filosofía. Tomo III (K−P). Barcelona: Ariel, 1994. p. 2907. 115 Ibid. p. 2908.

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4.1.2.2.1. Instante de ver. El siguiente es el listado de los principios de política lacaniana, efecto de los testimonios del pase, a nivel institucional −principios de la Escuela y de los AEs y según el modelo extraído de la lectura del texto de Miller, Política lacaniana [Véase el numeral 3.2.6]−: 1. El pase es condición para la constitución de toda comunidad analítica de orientación lacaniana. 2. El pase transmite en la Escuela la relación del sujeto con el deseo del analista. 3. La Escuela es consecuencia de los actos de los AEs. 4. El AE no cede ante lo real en juego en la formación de los analistas. 5. La posición del AE en la Escuela es la de analizante. 6. El AE de la Escuela vale como ejemplo de creación y de no modelo. 7. El AE encarna al trabajador decidido. 8. En la Escuela la prudencia es inherente a la política del uno por uno. 9. La esencia del pase reside en la subversión que produce al nivel de la jerarquía institucional. 10.La función del AE en la Escuela tiene una duración de tres años.

4.1.2.2.2. Tiempo de comprender. El primer principio, que el pase es la “condición necesaria para la constitución de toda comunidad analítica”116 que intente ceñirse a la orientación lacaniana, es un principio que sirve para distinguir a la Escuela de Lacan como la Escuela del pase. A su vez, el pase, como momento lógico o topológico, anuda, crea, un vínculo social nuevo “en el corazón mismo del funcionamiento de la Escuela”.117 Este vínculo entre la Escuela y el pase es el que distingue a las instituciones 116

TOTÉ, Susana. La posibilidad por sobre la peste. En: El psicoanalista y sus síntomas. Buenos Aires: EOL-Paidós, 1998. p. 102. 117 Ibid. p. 103.

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psicoanalíticas lacanianas de cualquier otro tipo de institución. La finalidad de la operación y de la comunidad analíticas es, entonces, el pase. Así lo dice Leserre en su testimonio: “El pase representa, encarna, nos da un cierto equivalente de la finalidad de nuestra operación y de nuestra comunidad”.118 El segundo principio habla de uno de los propósitos de pase, un propósito que no deja de ser enigmático para la comunidad de analistas, ya que el concepto de «deseo del analista» es un concepto que encierra en sí mismo ésta ambigüedad: que no es fácil decir el deseo; el deseo es algo escurridizo, que se desliza entre las palabras y que no se dice directamente; hay una incompatibilidad estructural entre el lenguaje y el deseo. Aún así, con el pase se apuesta a hacer transmisión en la Escuela, y muy particularmente, se apuesta a “que lo que se puede transmitir corresponde a una cierta relación con el deseo”.119 Esta es quizás, “la apuesta más crucial del Psicoanálisis, aquella que confronta con lo imposible de la estructura”120, es decir, con lo real. Es, entonces, decisivo para la Escuela, poder determinar si un analista posee o no un «deseo de analista» decidido, ya sea para trabajar por la causa en la Escuela, o para ocupar el lugar de analista en la dirección de una cura. El pase sirve, pues, para verificar el deseo del analista, es decir, que la Escuela, que encarna al Otro que no existe, apuesta a que el deseo del analista es verificable. «La Escuela es consecuencia de los actos de los AEs». Este es un principio crucial, además, es un principio que se corresponde con el quinto principio de los prime principia establecidos en el capítulo sobre los 118

LESERRE, Aníbal. Abrir la puerta.... En: Uno por Uno. Revista mundial de psicoanálisis. #45. Primavera 97. Buenos Aires: Paidós, 1997. p. 68. 119 SOLANO, Esthela. Puntuaciones. En: La práctica del pase. Buenos Aires: EOLIA−Paidós, 1996. p. 114. 120 Ibid.

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«Principios de política lacaniana» [Ver apartado 3.2.6.], aquel que dice que «Al acto se lo juzga por sus consecuencias». Este es pues, un buen ejemplo, de cómo los principios de una determinada ciencia son, a su vez, dependientes de principios superiores, tal y como lo expresa Aristóteles en la definición que da de principio. Esta tercera máxima de política a nivel institucional, es argumentada por Esthela Solano así: “...«hacerse responsable del progreso de la Escuela». Este es el sí que se le da a la Escuela, cuando se pide el Pase: con el riesgo de ser nombrado el candidato ha aceptado la responsabilidad que le toca en el progreso de la Escuela. Esto es lo que se transformó para mí; es allí donde hubo un cambio de posición:. −hay una diferencia entre trabajar, y que la Escuela se responsabilice de la respuesta que acuerda a este trabajo, reconociéndolo, ya que, en este caso, el responsable es el Otro, el que da la respuesta: "Tú eres mi AME"; −y, por otra parte, dar una respuesta a la Escuela, que implica que el sujeto es responsable, toma parte y partido por hacer existir la Escuela. Aquí el sujeto dice «Tu eres mi Escuela y, en tanto tal, en lo que eres y cómo eres, eres una consecuencia de mis actos»”.121 Un poco más adelante agrega: “El Cartel que lo nomina (al AE) apuesta a que a ese candidato puede confiársele la Escuela a nivel de la intención: la Escuela puede ser juzgada a partir de sus AE...”122 Así pues, el AE de la Escuela es alguien que se hace responsable de su progreso y que, además, toma parte y partido por hacerla existir. La posición del analista no es, entonces, 121

SOLANO, Esthela. La práctica del pase. En: La práctica del pase. Buenos Aires: EOLIA−Paidós, 1996. p. 20. 122 Ibid. p. 27.

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de cobardía, sino de responsabilidad. La Escuela existe por sus actos, la existencia de la Escuela depende de la existencia y el quehacer de los AEs. El cuarto principio establecido aquí, se corresponde también con el segundo de los «primeros principios» de política lacaniana, el que dice que «No hay que ceder ante lo real en juego en la formación de los analistas». Por esto, este cuarto principio que se deriva de aquel, dice que «el AE no cede ante lo real en juego en la formación de los analistas». El AE tiene como tarea fundamental, apuntar permanentemente en la Escuela, tal y como lo hizo en su análisis, a “lo que cesa de no escribirse”123, es decir, lo real [Véase el numeral 3.2.3.]. Este principio es, pues, una reiteración del establecido inicialmente a partir del texto de Miller, pero no deja de ser importante que aparezca de nuevo aquí en estrecha relación con la posición del AE de la Escuela. El AE en la Escuela debe trabajar para “que no cese de pasar su Pase, que no cese de escribirse el tratamiento, siempre renovado, de su no querer saber. Dicho de otro modo: el no cesar de confrontarse a lo imposible (que) puede conducirlo al ejercicio del bien decir, como modo incesante «de tratar el goce por medio del discurso»”.124 Y con relación, justamente, a la posición del AE, este quinto principio sirve para indicarla: «La posición del AE en la Escuela es la de analizante»; en este sentido, Esthela Solano dice que “El AE no entra en función como Amo, sino en el lugar del esclavo que trabaja para producir un significante nuevo. Esta función supone un nuevo pacto del sujeto con la causa analítica, en relación con la Escuela y en lo que se realiza como estilo de vida. Este nuevo pacto puede significar, también, querer ir más allá de la operación analítica, querer saber un poco más, querer arrancar

123 124

Ibid. Ibid. p. 39.

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otro pedazo de lo real.”125 Así pues, la posición del AE como enseñante, es la posición del analizante. Es una posición en la que se privilegia, como dice Solano,126 la invención de saber, puesto que, para enseñar, hay que separarse del Otro del saber e iniciar una indagación de esa la falla de saber en el Otro para poder producir, en la medida de lo posible, algo nuevo en relación con lo ya dicho por el Otro. La posición del AE, como analizante, requiere, entonces, “...(de) una relación renovada al saber (...) (y) estar a la altura de una respuesta políticamente analítica, que reconozca la diversidad y la haga valer en sus consecuencias”.127 Consecuentemente con lo anterior, es que se hace posible introducir el sexto principio establecido aquí: «El AE de la Escuela vale como ejemplo de creación y de no modelo». También es un principio extraído de la enseñanza de Esthela Solano, cuando dice que “su creación (la del AE) consiste en hacer algo a partir del «ex−nihilo» proveniente del colmo de destitución subjetiva, que resulta de su análisis y es redoblada por la nominación”.128 La destitución subjetiva es una noción que hace referencia al término de la relación transferencial con el analista y a la caída de dicho analista como sujeto soporte de la transferencia analítica. Así pues, la creatividad del AE sólo se pone en juego en la medida en que ha habido dicha destitución, y su creación, en tanto es algo singular, no debe servir como modelo para otro AE; sería una contradicción que un AE tome como modelo la creación de otro AE cuando de lo que se trata es de que cada AE produzca un nuevo saber, produzca un nuevo significante que horade en lo

125

Ibid. p. 33. Ibid. p. 113. 127 DASSEN, Florencia. El síntoma después del pase. En: El psicoanalista y sus síntomas. Buenos Aires: EOL-Paidós, 1998. p. 47. 128 SOLANO, Esthela. Op. Cit. p. 39. 126

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real, que es, justamente, en lo que consiste su tarea creativa. Otra manera de plantear lo anterior, es diciendo que el AE tiene la tarea, en la Escuela, de hacer «matema», es decir, transmisión: transformar lo que su análisis le enseñó en un bien común. De lo que se trata es de transmitir a otros, aquello que el acto analítico ha producido como saber en el lugar de la verdad. Al respecto dice Solano lo siguiente: “Aquí, transmisión no equivale tanto a enseñanza, sino que sería más bien del orden de la virtud, ya que se trata de transmitir algo que no está articulado como un saber, para que sea enseñable. Dicho de otro modo, ¿cómo hacer matema, es decir, transmisión, de lo más singular de un decir, que se recorta como producido en la experiencia, extraído de la secuencia de los dichos? Esto se juega en un modo de decir, que marca el estilo”.129 Es, pues, función de los AEs, transformar su satisfacción personal en el análisis −palabras de Solano130−, lo que su análisis les enseñó, en un bien común, es decir, en un saber transmisible a otros. En otros términos, la función del pase en la Escuela apunta a “demostrar y transmitir que la experiencia analítica no es del orden de lo inefable, y que el pasaje de analizante a analista no involucra una experiencia mística. Es decir que hay en ello un esfuerzo epistémico para hacer pasar al psicoanálisis al terreno de la ciencia, aunque en rigor se trate de una praxis”.131 El pase, entonces, “se sostiene en el trípode clínico, científico y político que J.-A. Miller aísla como inherentes a la experiencia” 132 analítica. Por todo lo anterior −porque su deseo está en juego, porque no cede ante lo real en juego, porque es un analizante obligado a producir, a crear un nuevo 129

Ibid. p. 38−39. Ibid. p. 20. 131 SOLANO, Esthela. Puntuaciones. Op. Cit. p. 111. 132 ERNETA, Luis. Los tiempos del cartel. En: El psicoanalista y sus síntomas. Buenos Aires: EOL-Paidós. 1998. p. 82. 130

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saber− es que «el AE encarna al trabajador decidido», es decir, a ese sujeto que merece verdaderamente ser llamado así: «trabajador decidido»; es él el que demuestra tener el deseo decidido de trabajar por la Escuela; es él el que demuestra tener una transferencia de trabajo renovada hacia la causa que Freud fundó. El AE encarna verdaderamente al trabajador decidido. Los AEs “Nos presentan una verdad de las escuelas, es decir, la promoción que hicimos como significante amo de la Escuela, el trabajador decidido. Y eso está intensificado en la persona de los AE. Es decir que una verdad de la Escuela es la existencia y la exigencia de un fuerte superyó que hemos creado. Un superyó que dice: habla, continúa hablando, diferente del análisis pero que toma la secuencia del análisis”.133 Se trata de un superyó que obliga al AE a trabajar decididamente por la causa que lo convoca. Es indudable que este séptimo principio se vincula estrechamente −si no es que se deriva de él− con el tercero de los «principios superiores» de la política lacaniana [Ver apartado 3.2.6], el que dice que «La enseñanza del psicoanálisis (sólo) se transmite de un sujeto a otro por las vías de una transferencia de trabajo». Quien mejor que un AE para alojar y producir dicha transferencia dada su posición de trabajador decidido, de analizante. Es su vínculo con el trabajo lo que desencadena esa transferencia fértil que hace posible la transmisión de una enseñanza a otros. El octavo principio expuesto aquí, alude, de manera particular, a la posición ética del analista en su práctica clínica: «En la Escuela la prudencia es inherente a la política del uno por uno». Es un principio que implica hacer de la prudencia, una política, de ahí que se constituya, precisamente, en un principio importante que sirve para regula los actos de los AEs en la Escuela, así como la neutralidad analítica regula la posición del 133

MILLER, Jacques−Alain. Intervenciones. En: El psicoanalista y sus síntomas. EOL-Paidós. Buenos Aires. 1998. p. 75.

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analista en el dispositivo del análisis. “La prudencia es inherente a la política del uno por uno”,134 a lo que le hace eco Miller cuando dice que “Los informes (...) de lo ideal de la neutralidad analítica, apuntan a una cierta neutralidad, objetividad, prudencia, anuncian una cierta prudencia, cuando los testimonios necesariamente tienen un componente «personal», una implicación subjetiva”.135 El noveno principio, es un principio que habla de los efectos que se espera produzca el pase en la institución: «La esencia del pase reside en la subversión que produce al nivel de la jerarquía institucional». El pase, pues, tiene como principio, producir una subversión en la Escuela. En la Escuela el pase promueve “una mutación fundamental, un desplazamiento en los hábitos y costumbres de la incorporación a un grupo analítico”.136 El pase está hecho para desplazar, para hacer una pequeña hendidura, para hacer “vacilar los semblantes de la institución analítica”.137 Así pues, La esencia del pase reside en la subversión que produce al nivel de la jerarquía institucional. El sujeto que es promovido como AE, pasa a tener en la Escuela un lugar destacado “que no ha conquistado por ninguno de los medios habituales en los grupos humanos; no lo ha conquistado por un trabajo teórico, por un trabajo al servicio de la comunidad, no lo ha conquistado por carisma, no lo ha conquistado por astucia en las relaciones humanas. Lo ha conquistado por algo totalmente subjetivo, secreto, que admitimos nosotros,

134

ERNETA, Luis. Op. Cit. p. 84. MILLER, Jacques−Alain. Debate. En: Uno por Uno. Revista mundial de psicoanálisis (Nº 45. Primavera 97) Buenos Aires: Paidós, 1997. p. 68. 136 NEPOMIACHI, Ricardo. La entrada por el pase. En: El psicoanalista y sus síntomas. Buenos Aires: EOL-Paidós, 1998. p. 88. 137 MILLER, Jacques−Alain. Debate. Op. Cit. p. 69. 135

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que hemos admitido sin saber nada de (él)”.138 El sujeto nominado AE de la Escuela, produce una subversión tal en ella, que pasa de inmediato a ser objeto del mayor interés; se convierte en una “vedette”. Se puede tratar de alguien que nunca estuvo en puestos destacados dentro de la institución; alguien sin un nombre o una posición vistosa dentro de la Escuela, y que de un momento a otro, por su nominación, viene a ocupar el lugar de la “cúspide” dentro de la Escuela. Ya no es más el burócrata el que ocupa este lugar; quien verdaderamente ocupa un lugar destacado es el esclavo, el analizante, el trabajador decidido de la Escuela, subvirtiendo así toda la jerarquía que se pueda haber constituido en la institución. El último principio establecido para la institución Escuela, es más que todo un formalismo, que además, está siendo revisado en este momento por algunas de las Escuelas de la AMP en el mundo, de tal manera que es un principio que muy probablemente será modificado en un futuro próximo, pero que, hoy por hoy, hace parte de los axiomas que apuntan a dictar las políticas del pase en su relación con la institución analítica: «La función del AE en la Escuela tiene una duración de tres años». Para la Escuela, la posición del AE es precaria, es decir, “que su función se ejerce de manera revocable y (...) que su porvenir y duración no están asegurados. El AE no es un propietario sólidamente instalado en una posición estable, es más bien un pasajero que pasa un cierto tiempo en una situación de precariedad.. Pero es al precario AE a quien Lacan confía su Escuela. Es al AE a quien le imputa el poder testimoniar de los problemas cruciales para el psicoanálisis.”139 El AE está, entonces, para contribuir de manera activa con la institución, aportando su trabajo a la Escuela, durante los tres años que dura su función.

138 139

Ibid. p. 68−69. SOLANO, Esthela. La práctica del pase. Op. Cit. p. 32.

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“La apuesta es la de lograr hacer algo transmisible de lo más crucial de la experiencia analítica.”140

4.1.2.3. Políticas a nivel del dispositivo del pase. 4.1.2.3.1. Instante de ver. El siguiente es el listado de los principios de política lacaniana, efecto de los testimonios del pase, a nivel del dispositivo del pase: 1. En el pase no hay standard. 2. El pase se hace uno por uno. 3. El pase es la articulación entre lo más singular y lo generalizable de un saber. 4. El pase debe contribuir al saber psicoanalítico. 5. El pase da cuenta de la falla en el saber que revela el testimonio. 6. El pase enseña que no hay saber sobre el ser del analista. 7. La ética del pase es la del bien-decir. 8. Los testimonios de los AE no sirven para todos los pasantes.

4.1.2.3.2. Tiempo de comprender. Lo primero que hay que señalar, y subrayar, con respecto al primer principio planteado en este apartado, es que se está “en un ámbito sin reglas”.141 Pero si «en el pase no hay standard», es en el sentido de que “Los que se encuentran para hacer el pase, el pasante, los pasadores, inventan un modo de relacionarse, un modo de comunicar”.142 Que no haya standard no significa que se trata de un procedimiento no reglamentado, es decir, que se trata de un dispositivo que no obedece a una lógica, a unos principios y a unos fines. Si no hay aún 140

Ibid. p. 38−39. MILLER, Jacques−Alain. Intervenciones. En: El psicoanalista y sus síntomas. Op. Cit. p. 108−109. 142 LESERRE, Aníbal. Abrir la puerta.... Op. Cit. p. 67−68. 141

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un standard, es porque “...no se ha cristalizado un standard del testimonio de AE”,143 pero el pase como dispositivo, responde a una lógica que regula su uso dentro de la institución analítica. Y dentro de esa lógica que regula al dispositivo del pase, está por ejemplo, el hecho de que el pase se hace “uno por uno, cada vez”.144 Este segundo principio señalado aquí alude, a su vez, a la experiencia del análisis, la cual no es colectiva; así como no se puede hacer un análisis en grupo, tampoco se demanda el pase en masa. Ambas experiencias son responsabilidad de cada sujeto «uno por uno». El tercer principio es un axioma que guía la elaboración de testimonio del pasador. Es casi un requisito en la elaboración del testimonio, que el pase posibilite “esta inédita articulación entre lo más singular del sujeto y lo generalizable de un saber expuesto”.145 Este es un principio que guía tanto al pasante, que es quien elabora el testimonio, como al pasador y al cartel del pase, que son los que lo escuchan. El cuarto principio se articula muy estrechamente con los principios expuestos en el apartado anterior [4.1.2.2.] sobre las políticas del pase a nivel institucional, particularmente con el quinto y el sexto principio [véase el numeral 4.1.2.2.2], en donde el tema fundamental es la producción de un saber inédito. Por esta razón, este cuarto principio insiste en que el resultado del pase debe ser “su contribución al saber”,146 de tal manera que “...los testimonios (sean) una elaboración de saber sobre la verdad revelada”.147 143

MILLER, Jacques−Alain. Debate. Op. Cit. p. 69. POJOMOVSKY, Daniel. La ingenuidad del pasador. En: La práctica del pase. Op. Cit. p. 63. 145 GOROSTIZA, Leonardo. Un amor impío. En: La práctica del pase. Op. Cit. p. 87. 146 ARAMBURU, Javier. Creer o saber. En: La práctica del pase. Op. Cit. p. 81. 147 MILLER, Jacques−Alain. Debate. Op. Cit. p. 68. 144

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Del pase ha de surgir una elaboración de saber que se vuelva transmisible, saber que se relaciona con un núcleo de verdad particular del pasante y que se ha de transformar en un saber generalizable, tal y como lo indica el principio inmediatamente anterior a este. El quinto principio −«El pase da cuenta de la falla en el saber que revela el testimonio»− es un principio que va de la mano con el anterior, a pesar de que ambos principios parezcan, en apariencia, antagónicos. Y es que el pase no solamente crea y matematiza un nuevo saber, sino que él también tiene como principio precisar “la falla del saber que revela el testimonio”148 del pasante. Hay creación de un nuevo significante, pero también se devela la falla que hay estructuralmente en todo saber. Estos dos principios operan el uno con el otro, de tal manera que el primero trasgrede el límite en el saber, y el otro establece un nuevo límite en él, un agujero. Y si la Escuela sabe de agujeros en el saber, es precisamente porque éste lleva por nombre «ser del analista». Por esta razón, el sexto principio aquí planteado dice que «El pase enseña que no hay saber sobre el ser del analista» Es esta falla en el saber lo que está en el corazón de la Escuela y que es, a su vez, su razón de ser [Véase sobre este tema el numeral 3.3.1]. “...el primer saber que funda el pase es que no hay saber universal sobre el ser del analista, pero, y al mismo tiempo, que no hay analista sin transmisión”.149 El séptimo principio aquí planteado, es un principio que se corresponde con la ética propia del psicoanálisis: «La ética del pase es la del bien-decir». En el pase la relación del pasante con el saber se conjuga “con el esfuerzo del bien-decir”,150 de tal manera que se haga de esta combinación misma, algo transmisible. La 148

SOLANO, Esthela. La práctica del pase. Op. Cit. p. 39−40. ARAMBURU, Javier. Creer o saber. En: La práctica del pase. Op. Cit. p. 82. 150 TENDLARZ, Silvia Elena. Dejar-ser. En: La práctica del pase. Op. Cit. p. 106. 149

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ética del psicoanálisis se define como una ética del bien decir [Ver apartado 3.3.2]; es una ética que se extiende, por tanto, al dispositivo del pase que aquél instauró. El último principio aquí planteado es más que todo un principio operativo, un principio que se corresponde con el sexto principio planteado en el apartado anterior −«El AE de la Escuela vale como ejemplo de creación y de no modelo»−, sobretodo en su última parte, la de que el AE no es modelo para otros pasantes y mucho menos para otros AEs. De este modo, los testimonios de los AE, “no son para todos los pasantes y no son para los pasadores”.151 Y es precisamente a este aspecto que se refiere el primer principio aquí planteado, de que en el pase no hay standard, es decir, que un testimonio no sirve como modelo para otros pasantes y pasadores que estén trabajando en el dispositivo, ya sea dando testimonio de un fin de análisis, ya sea escuchando dicha demostración. Por esto Leserre insiste en que se trata de inventar una forma de relacionarse y una manera de comunicar el testimonio, cada vez, uno por uno.

4.1.2.4. Políticas a nivel de la dirección de la cura. 4.1.2.4.1. Instante de ver. El siguiente es el listado de los principios de política lacaniana, efecto de los testimonios del pase, a nivel, específicamente, de la dirección de la cura: 1. Por el pase el psicoanálisis interroga su clínica. 2. El pase modifica la teoría sobre el final del análisis. 3. La clínica es el amo del psicoanalista. 4. Lo universal se entiende mejor cuando se agrega la marca de lo particular. 5. El pase es el reverso de la búsqueda de sentido. 6. El deseo del analista es lo que en última instancia opera en el análisis. 151

MILLER, Jacques−Alain. Debate. Op. Cit. p. 82.

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4.1.2.4.2. Tiempo de comprender. El primer principio planteado aquí dice que “...por el dispositivo del pase, el psicoanálisis interroga su clínica”.152 Esta ya claro que una de las políticas del psicoanálisis es poner su practica clínica y su teoría, en el tribunal de la razón. El dispositivo del pase está hecho para darle a la práctica analítica los medios para ser juzgada en el tribunal de la razón, lo cual tiene como propósito poder darle al psicoanálisis un estatuto científico. Ahora bien, los testimonios del pase tienen la virtud de interrogar, ellos mismos, a la experiencia analítica, no sólo la de cada pasador, sino también, toda la clínica. Es gracias al dispositivo del pase y a los testimonios que allí se presentan, que la clínica psicoanalítica se ha transformado, y muy probablemente se seguirá renovando en la medida en que se escuchen más y más testimonios. Un buen ejemplo de lo anterior, y que se enlaza directamente con el segundo principio planteado aquí −«El pase modifica la teoría sobre el final del análisis»− es el vuelco que le da Jacques−Alain Miller a la concepción que se tiene sobre el fin de análisis, desplazando el acento desde el «atravesamiento del fantasma», hasta la «identificación con el síntoma», giro planteado en su texto El hueso de un análisis a partir de escuchar testimonios del pase. Dice él allí: “Lacan dijo que su pase era un fracaso. El pase, tal como él lo definió inicialmente por el atravesamiento del fantasma es un fracaso, y además es lo que observamos en los pases efectivos. En un pase efectivo, observamos alguna cosa más compleja que un atravesamiento y es eso lo que me gustaría indicar para que en el gran trabajo colectivo de las escuelas y de la AMP estemos más cerca de aquello que hacemos 152

TOTÉ, Susana. La posibilidad por sobre la peste. Op. Cit. p. 97.

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efectivamente y que, sin duda, es más modesto que un atravesamiento, pero mucho más efectivo.153 Es un hecho entre político, epistemológico y clínico, que “...el pase modifica (la teoría sobre) el final del análisis.154 Esto es algo que se irá demostrando en el uno por uno en que el dispositivo funciona, y es la forma que tiene el saber psicoanalítico para renovarse y avanzar a la manera del discurso de la ciencia. También Marie−Hélène Brousse coincide con Miller en esta apreciación. Dice ella en su seminario Los cuatro discursos y el Otro de la modernidad: “...la experiencia de los carteles del pase −y aún soy miembro de un cartel del pase−, nos enseñó y no había manera de ignorarlo, que los pasantes no hablan de atravesamiento del fantasma, buscaban eso como locos porque sabían que estaba en la teoría, pero de verdad, es decir, incluso de manera que les pudiera convencer, no conseguían localizar este atravesamiento. Hablaban de cambios, de desplazamientos, hablaban de caída, de cambios en el campo del goce inclusive, pero sin realmente poder localizarlo como precisamente atravesamiento del fantasma, y parecía que el fantasma seguía, seguía... “Tenemos que tomar en cuenta lo real de la clínica, es la lección de Freud y de Lacan. ¿Dé qué hubiera servido rechazar estos testimonios porque no nos presentaban fórmulas limpias del atravesamiento del fantasma? Mejor trabajar de nuevo sobre el concepto. La clínica como lo he dicho es el amo, es el amo del psicoanalista, lo real de la clínica es nuestro único amo verdadero 153

MILLER, Jacques−Alain. El hueso de un análisis. Buenos Aires: Tres haches, 1998. p. 61. 154 SCHWINDT, Germán Aníbal. Comentario sobre el pase. En: La práctica del pase. Op. Cit. p. 101.

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y también fue el amo de Freud y de Lacan, es el amo del psicoanalista.”155 ¿Por qué cambiar la concepción que se tiene sobre el final de la cura, es una manera de interrogar a la clínica psicoanalítica? Porque la forma como se dirige la cura de un caso clínico, depende del tipo de teoría que el analista tenga sobre el final, sobre cómo debe terminar un caso clínico. Y los pases que se han hecho efectivos han ido modificando dicha teoría sobre el final del análisis. Estos dos principios −el pase interroga la clínica y modifica la teoría del final del análisis− no van, entonces, el uno sin el otro; se conjugan de modo tal que se puede decir que cada vez que un testimonio interrogue la clínica, esto conducirá, sino inmediatamente, sí poco a poco, a una modificación de la teoría. Se desemboca, entonces, en el tercer principio, escrito de la manera como lo consigna Brousse: «La clínica es el amo del psicoanalista». Es la explicitación de un principio que ha acompañado al psicoanálisis en su dimensión clínica desde el mismo momento en que se interesó en los neuróticos; es un principio que ha guiado, desde Freud, la formalización del psicoanálisis, pero que ahora se ve reforzado por las consecuencias que ha tenido la experiencia del pase, que se muestra como una experiencia efectiva en hacer avanzar a la teoría. El cuarto principio es, como dice Miller, un verdadero principio lacaniano: que “lo que se presenta como universal se entiende mejor cuando se agrega la marca de lo particular. (...) Es en el momento en que se particulariza que tiene una suerte de devenir una lección general”.156 Es un principio que se ha develado 155

BROUSSE, Marie−Hélène. Los 4 discursos y el Otro de la modernidad. Santiago de Cali: Letra, 1999. p.155. 156 MILLER, Jacques−Alain. Intervenciones. En: El psicoanalista y sus síntomas. Op. Cit. p. 76.

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de gran utilidad a la hora de transmitir una enseñanza sobre ese íntimo saber que se extrae de una experiencia de análisis, saber que ha de servir a toda la comunidad de analistas; es a lo que apuesta una Escuela del pase. Es un principio se impone como política de toda institución que se interese en hacer transmisión y enseñanza, es decir, extensión del psicoanálisis; es un axioma útil e importante para todo analista miembro de una Escuela que participa en la tarea de extensión del discurso psicoanalítico. Este principio, presentado aquí como política de la dirección de la cura, es una reiteración del tercer principio presentado como política a nivel de del dispositivo del pase, y que dice que «el pase es la articulación entre lo más singular y lo generalizable de un saber». El quinto principio expuesto aquí −«El pase es el reverso de la búsqueda de sentido»−, es un principio que abarca a la dirección de la cura toda. Es el axioma lacaniano que enmarca a la ética del psicoanálisis y del analista en el dispositivo del análisis, por eso se puede parodiar diciéndolo así, que «el análisis es el reverso de la búsqueda de sentido». Es un principio que se corresponde con la política del psicoanálisis de apuntar siempre a lo real del goce del sujeto, es decir, a aquello que retorna en él como un sinsentido. El pase, como el psicoanálisis, es el reverso de la búsqueda de sentido como “búsqueda de consistencia del Otro”157. El «camino del psicoanalizante», como caída del Ideal de sentido, “es el camino del pase”.158 No existe otro camino para el sujeto que desea llegar a extraer un saber sobre el goce que está en el lugar de la causa de su deseo, y esta es, precisamente, la tarea de todo pasante: dar cuenta de “Lo incurable de lo real, (que es lo que) crea el deseo de

157 158

LESERRE, Aníbal. Abrir la puerta.... Op. Cit. p. 58. Ibid. p. 58.

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saber mismo.”159. Es, además, la política de base del psicoanálisis lacaniano: tratar con lo real. El sexto principio expuesto aquí, alude, precisamente, a ese «deseo del analista», que no por ser enigmático, se puede dilucidar como un operador que ocupa “...el lugar de agente como semblante de objeto «a» en el discurso”.160 El pase enseña que dicho deseo queda ubicado “como aquello que en última instancia opera en el análisis”.161 Esto que puede no tener nada de nuevo para el analista lacaniano, el pase los ilustra, una y otra vez, con cada nuevo AE. Es de aclarar, eso sí, que “...las articulaciones sobre el deseo del psicoanalista no tienen nada que ver con el deseo de querer ser psicoanalista”.162 Si algo distingue al deseo del analista es su “enunciación como x”163 en la dirección de una cura; éste es su sentido y su lugar en aquella.

4.2. Momento de concluir: Identificación de la política lacaniana. Este trabajo de investigación permitió establecer, de manera metódica, algunos de los principios de política lacaniana −prime principia− que Jacques−Alain Miller produjo en su texto Política lacaniana [Véase el numeral 3.2.6]. Ellos son, para su recuerdo, los siguientes: 9. Plantear los principios sin importar lo radicales que sean. 10.No ceder ante lo real en juego en la formación de los analistas.

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DASSEN, Florencia. Una mirada rasgada. Uno por Uno. Revista Mundial de Psicoanálisis. Primavera ’97. #45. Paidós, Buenos Aires, 1997. p. 57. 160 LESERRE, Aníbal. Abrir la puerta.... Op. Cit. p. 60. 161 Ibid. p. 61. 162 Ibid. p. 59. 163 Ibid. p. 59.

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11.La enseñanza del psicoanálisis se transmite de un sujeto a otro por las vías de una transferencia de trabajo. 12.El error por buena fe es imperdonable. 13.Al acto se lo juzga por sus consecuencias. 14.Hay que contar siempre con el Otro. 15.El analista sólo se autoriza de sí mismo. 16.Un significante puede recibir significados muy diferentes a lo largo del tiempo. ¿Qué otros principios se pueden agregar a éstos, a partir de esta investigación sobre los testimonios y la teoría del pase? Primero hay que decir que algunos de los principios de política lacaniana que se acaban de enumerar, han sido encontrados como fundamentales en todo lo que tiene que ver con el dispositivo del pase. Por ejemplo, el segundo de los principios establecidos −«no ceder ante lo real en juego en la formación de los analistas»− parece ser el más importante de todos. La Escuela, el dispositivo y la cura de un sujeto, todos giran alrededor de «lo real»; lo real está en el centro de la Escuela, del pase y de todo análisis. Los tres −Escuela, pase y cura− están hechos para responder a ese real que habita en todo discurso; los tres están hechos para responder a ese real, real que en la Escuela, es uno de sus pilares, real que en el pase, es de lo que se da cuenta; real que en la cura, es su producto bajo la forma del resto, del objeto «a». Sobre el tercer principio −«La enseñanza del psicoanálisis se transmite de un sujeto a otro por las vías de una transferencia de trabajo»− hay que decir que todo lo que funciona en la Escuela, y por lo tanto en el dispositivo del pase, con todos sus trámites, es la «transferencia de trabajo». Además, ésta es el destino de la pulsión del AE en la Escuela. Florencia Dassen dice claramente que el pase permite que se devele el deseo del analista, “...nuevo destino de la pulsión de muerte, como el mejor modo de hacer de ese borde abyecto un

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borde cómico, una trasposición del desecho en resto”.164 Es decir que el pase instaura “Un deseo de saber, como enfermedad nueva, la enfermedad del psicoanálisis”.165 Dicho deseo de saber es lo que se denomina en el psicoanálisis lacaniano «transferencia de trabajo» [Véase para complementar el noveno principio del numeral 4.1.2.2.]. El quinto principio −«Al acto se lo juzga por sus consecuencias»− está presente permanentemente, tanto en la dirección de la cura, como en el dispositivo del pase y la Escuela. Esthela Solano, cuando habla de la responsabilidad del AE en la Escuela, dice, sin dudarlo, que dicho sujeto reconocerá que la Escuela “«...en lo que (es) y cómo (es), (es) una consecuencia de (sus) actos»”.166 Recuérdese que la ética del psicoanálisis es una ética que se ha definido como ética de la responsabilidad, y esto constituye la posición política del analista en la cura, en el dispositivo y en la Escuela [Véase el numeral 2.3.3. y 3.2.4.]. Sin el sexto principio −«Hay que contar siempre con el Otro»− no sería posible el funcionamiento del dispositivo del pase en la Escuela. La Escuela “...encarna al Otro que no existe”167, y es porque hace existir al Otro por lo que se hace posible el dispositivo del pase; si bien al final del análisis hay la caída del Otro, la verificación de su incompletud y su inconsistencia, la demanda del pase hace saber que la Escuela pasa a ser ese “...Otro que funciona (y) al cual se le puede dirigir la demanda”.168 Esto tiene una consecuencia directa sobre el séptimo principio de política lacaniana, uno de los más importantes −«El analista sólo se autoriza de sí mismo»−, y es que, el analista, como lo advirtió Lacan, 164

DASSEN, Florencia. Una mirada rasgada. p. 56. Ibid. p. 57. 166 SOLANO, Esthela. La práctica del pase. Op. Cit. p. 20. 167 NAPARSTEK, Fabián. Comentario sobre «La hora de la verdad para la demanda de pase». En: La práctica del pase. Ibid. p. 97. 168 Ibid. p. 97. 165

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no solo se autoriza de si mismo, sino también de algunos otros. En este caso, de Otro, es decir, de su Escuela [Véase el numeral 3.2.5.]. El octavo principio −«Un significante puede recibir significados muy diferentes a lo largo del tiempo»− sí que debe ser tenido muy en cuenta cuando de los testimonios del pase se trata, por una razón fundamental, y es que el AE de la Escuela es un sujeto avocado a la creación: “su creación consiste en hacer algo a partir del «ex−nihilo» proveniente del colmo de destitución subjetiva, que resulta de su análisis y es redoblada por la nominación”.169 Así pues, la posición del AE, que es la posición de enseñante en la Escuela, es por tanto, como lo dice Solano, “la posición de la invención de saber (...) (para) producir, en la medida de lo posible, algo nuevo de lo que el Otro ha dicho”.170 Ese «algo nuevo» que el AE puede producir es precisamente un nuevo significado para un significante establecido por la teoría psicoanalítica. Esto es absolutamente coherente con la tarea del AE de hacer avanzar la teoría sobre los problemas cruciales del psicoanálisis. El primero y el cuarto principios −«Plantear los principios sin importar lo radicales que sean» y «El error por buena fe es imperdonable», respectivamente− han de servir como políticas para la tarea, que es permanente, de establecer los principios de política lacaniana a partir del dispositivo del pase y sus efectos tanto en el ámbito clínico, como en el epistémico y el político. Se puede, entonces, agregar a los ocho principios establecidos por Jacques−Alain Miller, de acuerdo a las tres divisiones establecidas en el numeral anterior, y continuando con su enumeración, los siguientes, los cuales se han develado, en esta investigación, como los más relevantes:

169 170

SOLANO, Esthela. La práctica del pase. Op. Cit. p. 39. SOLANO, Esthela. Puntuaciones. Ibid. p. 113.

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A nivel institucional: 9. El pase es condición para la constitución de toda comunidad analítica de orientación lacaniana. 10.El pase transmite en la Escuela la relación del sujeto con el deseo del analista. 11.La Escuela es consecuencia de los actos de los AEs. 12.El AE no cede ante lo real en juego en la formación de los analistas. 13.La posición del AE en la Escuela es la de analizante. 14.El AE de la Escuela vale como ejemplo de creación y de no modelo. 15.El AE encarna al trabajador decidido. 16.En la Escuela la prudencia es inherente a la política del uno por uno. 17.La esencia del pase reside en la subversión que produce al nivel de la jerarquía institucional. 18.La función del AE en la Escuela tiene una duración de tres años. A nivel del dispositivo: 19.En el pase no hay standard. 20.El pase se hace uno por uno. 21.El pase es la articulación entre lo más singular y lo generalizable de un saber. 22.El pase debe contribuir al saber psicoanalítico. 23.El pase da cuenta de la falla en el saber que revela el testimonio. 24.El pase enseña que no hay saber sobre el ser del analista. 25.La ética del pase es la del bien-decir. 26.Los testimonios de los AE no sirven para todos los pasantes. A nivel de la dirección de la cura: 27.Por el pase el psicoanálisis interroga su clínica. 28.El pase modifica la teoría sobre el final del análisis. 29.La clínica es el amo del psicoanalista.

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30.Lo universal se entiende mejor cuando se agrega la marca de lo particular. 31.El pase es el reverso de la búsqueda de sentido. 32.El deseo del analista es lo que en última instancia opera en el análisis. Todos estos principios, establecidos aquí por primera vez, son propuestos como hipótesis, es decir, se plantean para ser discutidos por la comunidad a quien va dirigida esta investigación. Muy probablemente ellos servirán de base para futuras investigaciones sobre este tema y sufrirán modificaciones, estratificaciones y reducciones en el transcurso de aquellas. Estos principios de política lacaniana, efecto de los testimonios del pase y de la teoría originada a partir de dichos testimonios, dirigidos ellos a cada uno de los tres niveles propuestos −la institución, el pase mismo y la dirección de la cura−, probablemente no son los únicos, y futuros testimonios y su estudio procurarán cernir, cada vez más y de una manera más clara, los principios de dicha política. De lo que sí dan cuenta los testimonios es de la diversidad de lo heterogéneo. Este es el aspecto clínico del pase: que dicha diversidad implica la manera singular de pasar la experiencia del análisis al discurso psicoanalítico. A nivel epistemológico, lo fundamental está en lo que cada testimonio considera un problema crucial del psicoanálisis. En cuanto al rasgo político, el cual vale para todos los AEs, está el hacerse cargo de la experiencia de la Escuela. Se puede pensar que las condiciones particulares de cada Escuela pueden hacer variar las formas, las maneras de hacer política, pero es claro que el AE es miembro, y por tanto, responsable del progreso y la existencia de la Escuela. Estas tres caras del pase −institucional, epistémica y clínica− hacen parte su armazón y no parece posible desanudarlas o tratarlas con independencia.

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Entonces, a la pregunta ¿Se busca con el pase la construcción de nuevas vías para la política lacaniana?171 Se puede responder que sí, que con el pase se buscan nuevas vías, tomando estas vías en el sentido de principios en su acepción lógica: como aquello que funda y fundamenta una acción. Es un hecho, entonces, que los testimonios de los AEs han tenido un efecto en hacer avanzar la teoría analítica, es decir, que lo que se deduce del pase es que los testimonios de los AEs han hecho avanzar la teoría sobre los problemas cruciales del psicoanálisis. Así pues, la hipótesis de este trabajo de investigación resulta confirmada. La extensión cada vez mayor del dispositivo del pase hace que las consecuencias del mismo en la comunidad analítica estén todavía por verse de manera más clara y radical. La elaboración de los testimonios en las enseñanzas y su recepción en la comunidad analítica no dejará de tener efectos políticos −a la vez que clínicos y epistemológicos−. Recibir la nominación de AE conlleva aceptar la responsabilidad de producir enseñanzas durante el lapso de tres años en el marco de la Escuela. Ubicar un decir singular en lo plural de las enseñanzas del pase se hace bajo el principio sostenido por Lacan en su Proposición al establecer la diferencia entre grados y jerarquías: el principio de «volverse responsable del progreso de la Escuela, volverse psicoanalista de su experiencia misma». Se trata de la experiencia de Escuela, una experiencia que tiene como axioma, evitar obturar lo nuevo reduciéndolo a lo conocido, a lo homogéneo. Esto es absolutamente coherente con la recomendación de Freud de no encasillar de antemano un caso en lo ya sabido. De aquí, entonces, que el AE de la Escuela valga 171

Ver anexo #2: Entrevista a Florencia Dassen con ocasión de IIº Encuentro Colombiano del Campo Freudiano. Medellín, abril 28 al 30 de 2000. Organizado por Praxis, grupo de investigación de Medellín sobre la práctica analítica y el Departamento de psicoanálisis de la U. de A.

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como ejemplo de creación y que los testimonios de los AE no sirvan para todos los pasantes. La experiencia del pase está ligada a lo heterogéneo, a lo no sabido de antemano. Y esto es lo que hace la dificultad de esta investigación: que la experiencia del testimonio no puede ser interpretada desde un modelo, sino como un ejemplo de enseñanza en donde se articula la lógica de lo trasmitido con el estilo de quien lo trasmite. La dimensión política del pase está en estrecha relación con este hecho de su estructura: que la experiencia que resulta del procedimiento del pase no se encuadra en un modelo preestablecido. Por esto la política que más conviene, no sólo a la experiencia del pase, sino también, a la experiencia de Escuela, es justamente, la política del Witz [Véase el numeral 3.3.2.]. Hoy se constata que la comunidad analítica que lleva adelante la apuesta por el pase, acepta tanto la dimensión clínica, como institucional y la epistemológica, a pesar de que dicho dispositivo mantiene su carácter subversivo, su dimensión de apuesta, lo cual no deja de generar resistencias dentro de la misma comunidad, de tal manera que la fuerza de la Proposición elaborada por Lacan, necesariamente implica que aparezca algún tipo de resistencia en el grupo analítico que la lleva adelante. La Proposición del Pase implica mantener siempre, como experiencia en curso, la realización del concepto Escuela, es decir, la Escuela siempre como una experiencia inaugural. No se está en el fin de la historia, sino más bien al comienzo, y por lo tanto, no han sido desarrolladas aún todas las posibilidades de los conceptos que giran alrededor de la Escuela y del dispositivo del pase. La Escuela, vía el pase, continuará siendo, eso sí, el modo de tratar lo real del grupo. Surge en este punto, una pregunta que puede señalar el camino para una investigación posterior −para un Doctorado, por ejemplo− y que tiene que ver con la reciente Declaración de la Escuela Una, hecha por 116

Jacques−Alain Miller el 23 de enero del 2000 en París. Dice allí Miller, en uno de sus párrafos, desarrollando el concepto de «Escuela Una»: “Escuela cuyos miembros no reclaman en la sociedad ningún privilegio de extraterritorialidad, sino que se activan en la vida cotidiana y en la vida intelectual de su tiempo para hacer pasar lo que, de la política lacaniana, es susceptible de transmitirse a todos y de tener una incidencia real. Porque es una Escuela que no quiere «rendir las armas ante los impasses crecientes de la civilización»”.172 La pregunta diría, entonces, así: «¿Qué incidencia real tiene la política lacaniana en la civilización contemporánea?».

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