El pasado entre las hojas. Nueva información arqueológica del noroeste de la provincia del Chubut, Argentina

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Descripción

Revista Werken N° 4, Diciembre 2003, Santiago de Chile. Pág. 25-42

EL PASADO ENTRE LAS HOJAS. NUEVA INFORMACIÓN ARQUEOLÓGICA DEL NOROESTE DE LA PROVINCIA DEL CHUBUT, ARGENTINA

CRISTINA BELLELLI * , MARIANA CARBALLIDO*, PABLO FERNÁNDEZ ** Y VIVIAN SCHEINSOHN *

RESUMEN En publicaciones anteriores hemos planteado un modelo de uso del bosque templado mixto y su ecotono con la estepa. Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en la localidad Cholila (Noroeste de la Provincia del Chubut, Argentina) han permitido obtener resultados acerca de las distribuciones de artefactos y su visibilidad, así como información contextual y cronológica de sitios de superficie y estratificados. Dicha información, junto con las consideraciones acerca de las fuentes de aprovisionamiento de recursos minerales, llevan a postular una utilización intensa y continua del espacio en momentos posteriores a los 2.000 años AP. ABSTRACT In previous works, an exploitation model of forested/ecotone environments was proposed. Archaeological research in Cholila (NW Chubut Province, Argentina) had resulted in new information about artifact distributions and visibility and contextual and chronological information on stratified and superficial sites. This information along with those obtained from mineral sources led us to postulate an intense and continuous space utilization after 2000 BP.

I.

INTRODUCCIÓN

Uno de los temas claves de debate en la arqueología patagónica actual es el papel de los ambientes boscosos y ecotonales en la dinámica poblacional del pasado (Arrigoni 1997, Aschero et al. 1992, 1993; Aschero et al. 1992, Aschero et al. 1995, Aschero et al. 1998, Belardi et al. 1994, Belardi et al. 1998, Borrero 1994, 1995; Borrero y Muñoz 1999, Goñi 1988, Mena 1991, 2000; Silveira 1987, 1996, 1999; entre otros). En el marco de este debate fue que iniciamos las investigaciones arqueológicas en la Comarca Andina del Paralelo 42° (sudoeste de Río Negro y noroeste de Chubut). En un principio estos estudios estuvieron orientados al relevamiento de sitios con arte rupestre y al diagnóstico de su estado de preservación (Bellelli et al. 1998, Bellelli et al. 1999, Podestá et al. 2000, entre otros). Luego se centralizaron en el sector Sur de la Comarca Andina, en la zona aledaña a la localidad de Cholila (Figura 1), pero siempre con la idea de ampliar estos trabajos a otras áreas dentro de la Comarca. El objetivo general de la investigación es comprender qué tipo de relación se estableció entre los cazadores-recolectores y los ambientes boscosos y ecotonales en el pasado.

* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), Argentina, [email protected], [email protected], [email protected]. ** Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), Argentina, [email protected].

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Cristina Bellelli, Mariana Carballido, Pablo Fernández y Vivian Scheinsohn

Figura 1. Localización de Los sitios arqueológicos detectados en La localidad Cholila. Referencias: 1) Los Guanacos 4; 2) Los Guanacos 3; 3) Los Guanacos 1; 4) Los Guanacos 2; 5) Juncal de Calderón 1; 6) Juncal de Calderón 2; 7) Juncal de Calderón 3; 8) Calderón 1; 9) Campo Cifuentes; 10) Raimapu; 11) Lili 1; 12) Lili 2; 13) El Peñasco; 14) Cerro Pintado.

En otra oportunidad presentamos un modelo que planteaba la existencia de variaciones en el uso del espacio en la Comarca Andina del Paralelo 42° (Bellelli et al. 2000b). Este suponía, en términos arqueológicos, dos momentos diferenciados en cuanto a la frecuencia de sitios, densidad y variabilidad de artefactos, resolución del registro, redundancia ocupacional y explotación de recursos minerales y faunísticos (Bellelli et al. 2000a y b). Como nuestro modelo pretendía considerar los modos de uso de esta región, independientemente de su cronología y sucesión, en este trabajo hablaremos en términos de modalidades más que de etapas. Estas modalidades están planteadas a partir de un continuo de intensidad, que va desde la ausencia de uso hasta un uso intensivo de la región. Así quedarían definidas tres modalidades: Modalidad A, caracterizada por la falta de uso humano de la región, que se manifiesta por la ausencia total de evidencia arqueológica. Modalidad B, correspondiente a un uso poco intensivo dirigido a la obtención de recursos específicos o al tránsito hacia otras regiones, que se vería reflejada en una baja densidad de artefactos, dando como resultado pocos o ningún sitio. Estos conjuntos se caracterizarían por su poca variabilidad en los artefactos y por la escasez de restos faunísticos. Modalidad C, donde la utilización seria más intensa y continua, con mayor densidad, diversidad y variabilidad de artefactos, mayor cantidad de sitios, probabilidad de redundancia ocupacional y menor resolución y frecuencias más altas de restos faunísticos (Bellelli et al. 2000a y b).

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En este trabajo presentaremos nueva información que contribuirá a evaluar el modelo en los aspectos referidos específicamente a:



EL análisis de las distribuciones de artefactos y su visibilidad.

• •

La información contextual y cronológica proveniente de los sitios estudiados hasta el momento. Consideraciones acerca de las fuentes de aprovisionamiento de recursos minerales y la procedencia de la obsidiana presente en los sitios.

II.

EL ANÁLISIS DE LAS DISTRIBUCIONES DE ARTEFACTOS Y SU VISIBILIDAD

Las prospecciones asistemáticas y la información suministrada por pobladores del área nos había permitido localizar los sitios que muestra el mapa (y que se detallan más adelante). Por ello esperábamos que el estudio de las distribuciones de artefactos en superficie nos permitiría ubicar hallazgos aislados y loci de actividades diversos. Al iniciar este tipo de estudio se decidió, como primer acercamiento, evaluar si había diferencias en la distribución de los materiales en función de la geoforma en donde éstos se depositaban. La elección de esta unidad de análisis obedece a que, por un lado, se esperan diferentes usos de cada geoforma por parte de las sociedades del pasado y, por otro, cada una de ellas tiene propiedades y las afectan procesos que determinan que los artefactos se distribuyan de manera diferencial. Así, se decidió practicar una transecta por geoforma. No se pretendía que estas transectas tuvieran valor estadístico sino poder compararlas entre si, considerando a cada una como una estimación aproximada de los valores esperables para cada unidad geomorfológica. A partir de este relevamiento se obtuvieron ocho franjas rectangulares, correspondientes a sendas geoformas, de 5000 m2 cada una. Las transectas fueron subdivididas en 10 subunidades de 100 mts. lineales, cada una para facilitar la identificación de cambios vegetacionales y topográficos dentro de una misma transecta. De las once geoformas determinadas en los alrededores de Cholila se recorrieron ocho: fue imposible acceder a dos geoformas (Antigua Bajada y Afloramientos Rocosos) debido a la densa vegetación y a la altitud (más de 800 msnm) y pendiente que presentan. Por otra parte, una tercera geoforma (Dunas) posee una extensión tan reducida que no justificó su evaluación. Así, las geoformas evaluadas fueron: Planicie Glacifluvial (transecta 1), Abanicos Aluviales (transecta 2), Planicie Lacustre (transecta 3), Bajos y Cañadones (transecta 4), Rocas Aborregadas y Morenas de Fondo (transecta 5), Morena (transecta 6), Pendiente con Predominio de Remoción en Masa (transecta 7) y Terrazas y Planicies Aluviales (transecta 8). Aunque la cobertura vegetal predominante en ellas es alta (entre 80% y 100%), algunos sectores presentan valores entre 50% y 60%, y otros pocos poseen una cobertura vegetal significativamente más baja (Scheinsohn 2001). Estos análisis, junto con la evaluación de aspectos geoarqueológicos y tafonómicos (Bellelli et al. 2000a, Fernández 1999) permiten establecer que la visibilidad arqueológica del área es altamente heterogénea debido a la densidad de la cobertura vegetal (que se correlaciona con la presencia de suelos de desarrollo moderado) y a la relación erosión-depositación, altamente variable en cada geoforma. Además, dentro de cada una de ellas, las variaciones microtopográficas presentan diferencias en la relación erosión-depositación, que determinan zonas de deflación (en las cuales en algunos casos se presentan sitios arqueológicos) y zonas de acumulación de sedimentos y/o alta cobertura vegetal donde la presencia de materiales arqueológicos no puede ser determinada. Con el objetivo de ponderar los efectos de estos factores, se realizaron modificaciones en las estrategias de muestreo y una experiencia de sembrado de materiales (Scheinsohn 2002). Los resultados muestran que la posibilidad de localizar artefactos en el área está en relación tanto con los factores que 27

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inciden en la visibilidad como con la obtrusividad de los artefactos implicados (Scheinsohn 2001). Así, según los valores estimados en la experiencia de sembrado, se estaría recuperando alrededor de un 40% de las evidencias disponibles y siempre en el caso de las piezas de más de 3 cms. Estrategias de muestreo más intensivas permitirían el hallazgo de más artefactos pero, dado los costos que estas estrategias implican, es necesario desarrollar modelos predictivos que permitan estipular las zonas más adecuadas para la implementación de las mismas. En esa dirección, apuntan los trabajos que estamos desarrollando en relación a la aplicación de conceptos y métodos de la Ecología del Paisaje a la delineación de los paisajes arqueológicos, en vista de las importantes restricciones a la movilidad humana que pueden registrarse en esta área (Scheinsohn 2001, Scheinsohn y Matteucci 2003). Los problemas de visibilidad y obtrusividad planteados permitirían explicar las diferencias entre los resultados de los estudios distribucionales y los de las prospecciones dirigidas (Bellelli et al. 2000a y b): mientras que en los primeros se halló un solo artefacto, las segundas permitieron localizar catorce sitios arqueológicos y diversos loci de hallazgos líticos aislados. De ellos, once son altamente visibles: siete están ubicados en superficies de deflación y corresponden a concentraciones de material lítico a cielo abierto en superficie (Los Guanacos 1 a 4 y Juncal de Calderón 1 a 3, ver Figura 1) y otros cuatro son paredones rocosos o bloques erráticos con pinturas (Cerro Pintado, Raimapu, El Peñasco y Lili 1). Sólo tres están localizados en sectores de alta cobertura vegetal. Uno de ellos es un enterratorio saqueado que es visible por la concentración de piedras que conformaban su estructura y otros dos (Lili 2 y Calderón 1) corresponden a pequeñas concentraciones de material lítico en ambientes de Bosque Caducifolio.

III.

LA INFORMACIÓN CONTEXTUAL Y CRONOLÓGICA DE LOS SITIOS

3.1. Sitios de superficie a cielo abierto De los nueve sitios de superficie detectados fueron analizados dos: Juncal de Calderón 1 y 2 (Juncal de Calderón 1 y Juncal de Calderón 2, ver Figura 1). Estos sitios, distantes 200 mts. entre sí, se encuentran ubicados en los márgenes del mallín homónimo, emplazado en una superficie de erosión localizada sobre una morrena entre el valle del Cajón y la cuenca del lago Lezana. Ambos constituyen ejemplos de los espacios a los que hacíamos referencia en el punto anterior, con escasa cobertura vegetal y donde predomina la erosión por sobre la depositación. El primero abarca 9.392 m2 y el segundo 12.000 m2. Ambos están en la cota de 600650 msnm. Según relatos de los pobladores ambos sitios han sido saqueados durante los últimos cuarenta años. El saqueo estuvo especialmente dirigido hacia los instrumentos más llamativos y formalizados como bolas, puntas de proyectil y raspadores (Sra. Serena Avilés de Curry com. pers.). En consecuencia, la información del conjunto instrumental se evaluó cualitativamente mientras que el estudio de los desechos de talla ha sido abordado tanto cuali como cuantitativamente. Se recolectaron los materiales en superficie mediante transectas y se realizaron controles subsupeficiales. En Juncal de Calderón 1 se registraron 10 instrumentos (que incluyen un molino y una mano de mortero) y 115 desechos de talla, y en Juncal de Calderón 2, 12 instrumentos y 170 desechos de talla. Entre los 115 desechos de Juncal de Calderón 1 hay algunos (14%) que no pudieron ser atribuidos a ningún tipo de materia prima ya que presentaban alteraciones térmicas importantes que impidieron su clasificación. Entre los restantes 99 desechos, las materias primas presentes se caracterizan por ser rocas con alto contenido de sílice (areniscas y limolitas entre las sedimentarias, riolitas entre las volcánicas, y escasas piroclásticas). Además se reconoció una alta frecuencia de basaltos y calcedonias y una baja frecuencia de obsidiana (4%). La distribución de las frecuencias relativas de esta amplia variedad de rocas sólo fue abordada cuantitativamente en los desechos de talla, debido al saqueo que

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sufrió el sitio, como ya se señaló, y que pudo haber provocado la ausencia de muchas piezas formatizadas. Entre ellos predominan los basaltos (41%) seguidas por las calcedonias (27%). El resto de las materias primas presentan porcentajes muy bajos. En Juncal de Calderón 2 se observa un panorama similar a Juncal de Calderón 1, ya que por un lado no pudieron identificarse los tipos de materias primas de un 15% de los 170 desechos recuperados. Entre los 144 restantes, se registran los mismos tipos de rocas como materia prima y la distribución de sus frecuencias relativas en los desechos es similar a la observada en Juncal de Calderón 1, ya que también predominan los basaltos (49%) seguidos en importancia por las calcedonias (17%) y por otras rocas con alto contenido de sílice (por ejemplo ópalos, con un 13%). La obsidiana está representada en un 6%. El análisis tecno-tipológico del material lítico de estos sitios permitió notar pequeñas diferencias entre ellos. En Juncal de Calderón 1 predominan fuertemente las evidencias de los últimos pasos de la secuencia de producción (esto es, actividades de manufactura y formatización de instrumentos) mientras que en Juncal de Calderón 2 también hay algunas evidencias de las primeras etapas del proceso técnico (reducción de núcleos y extracción de formas base). Otras características relevantes de las muestras analizadas son las elevadas frecuencias relativas de artefactos fragmentados y de rastros de alteración térmica. En Juncal de Calderón 1 la fragmentación alcanza el 54% de los artefactos y en Juncal de Calderón 2 el 49%, mientras que las piezas con alteraciones térmicas representan el 59% en Juncal de Calderón 1 y el 50% en Juncal de Calderón 2 (la información detallada del análisis lítico se presenta en Carballido Calatayud 2001). 3.2. Sitios con arte rupestre Corresponden a cuatro sitios que dado su emplazamiento topográfico y la presencia de pictografias poseen alta visibilidad. Uno de ellos (Lili 1) está ubicado en un bloque errático, en un ambiente de Bosque Caducifolio, mientras que los tres restantes son aleros (Cerro Pintado, Raimapu y El Peñasco, ver Figura 1) y están ubicados en afloramientos rocosos que enmarcan valles lacustres y fluviales. Hasta el momento se realizaron excavaciones en uno de ellos, Cerro Pintado (CP). Este alero se encuentra en el margen izquierdo del río Blanco, 9 km. al sudoeste del pueblo de Cholila, en un afloramiento de rocas tobáceas, ignimbríticas y andesíticas de la Formación Ventana de edad Terciaria, emplazado en la cota de 650 msnm. El paisaje dominante en este sector es el de ecotono, donde alternan las zonas boscosas del Bosque Caducifolio con zonas abiertas. En el alero, las pinturas se disponen, casi sin solución de continuidad, sobre un frente de 95 mts. de longitud, constituyendo uno de los sitios con arte más extensos de la Comarca (Podestá y Tropea 2001). El alero puede segmentarse en tres sectores de acuerdo a su topografía y a la distribución y disposición de los motivos de arte. De E a O, el Sector 1 corresponde a una superficie plana de 53 mts. de largo (362,39 m2), seguido por el Sector 2, que posee una pendiente de 12° y que se extiende por 20 mts. Separado de la pendiente por una gran roca se extienden los 22 mts. correspondientes al Sector 3, que se caracteriza por estar más elevado que el resto y por presentar muy poco talud (110,36 m2). En el Sector 1 la línea de goteo casi coincide con el comienzo del talud. Allí se excavaron 13 m2 distribuidos en distintas áreas del sector, en las zonas de mayor concentración de motivos rupestres. También se recolectó el material que se hallaba expuesto en la superficie del Sector 1 y en el talud. En la excavación se identificaron distintas unidades de extracción hasta llegar a un sedimento estéril. También se reconocieron zonas deprimidas y dos estructuras claras consistentes en dos fogones, uno de cubeta y uno plano. De estas estructuras y de otra acumulación de carbones, todas de la capa 3, se dataron cinco muestras (Figura 2).

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Profundidad Edad C14 CuadríRelativa convenciocula (cms.) nal 13,5 16,5 (cumbre fogón en cubeta)

H17a

Edad calibrada (**) ± 1 sigma

Moderno

± 2 sigmas

-

-

Laboratorio y N° de muestra

LP 1319

F17c/d G17a/b

680±60

1283-1391 años cal. AD 559-667 años cal. AP

1247-1406 años cal. AD 544-703 años cal. AP

17

G16a

1100±60

888-1011 años cal. AD 939-1062 años cal. AP

789-1029 años cal. AD 921-1161 años cal. AP

LP 1439

14

F16d

1120±60

883-998 años cal. AD 952-1067 años cal. AP

782-1023 años cal. AD 927-1168 años cal. AP

LP 1427

28 (base fogón en cubeta)

F17c

1870±80

71-244 años cal AD 1706-1879 años cal. AP

32 años cal.BC-375 años cal. AD 1575-1982 años cal. AP

LP 1333 (*)

LP 1313 (*)

Figura 2. Dataciones radiocarbónicas de CP. (*) Las muestras 1313 y 1333 proceden de distintos sectores de la misma estructura de combustión en cubeta. (**) La calibración fue realizada por el LATYR de acuerdo con el programa Rev. 3.0.3 de Stuiver y Reimer (1993) Radiocarbon 35 (1): 215-230, Método A de intersección.

En el sitio se recuperaron restos óseos, materiales líticos, tiestos cerámicos, rocas con pinturas, pigmentos minerales preparados y no preparados, cinco cuentas de valva, treinta y seis fragmentos de valvas de Dyplodon sp. (muchos quemados), un fragmento de roca grabado en un borde, un fragmento de punzón de hueso y dos fragmentos de hueso decorados. Además, se hallaron escasos restos vegetales muy desmenuzados, excrementos, maderas quemadas y se tomaron muestras para distintos análisis. 3.2.1. Arqueofauna de Cerro Pintado Cerro Pintado es el único sitio que proporcionó material arqueofaunístico en estratigrafía. La unidad de análisis arqueofaunístico en este sitio corresponde a la unión de todas las unidades de extracción identificadas durante la excavación. Se recuperaron 3445 huesos1, casi en su totalidad fragmentos muy pequeños. Un porcentaje importante de la muestra (65%) está quemado2 y algunos de los huesos presentan marcas de pisoteo. Ambos factores podrían ser los responsables del reducido tamaño de los huesos recuperados y del bajo grado de identificabilidad de la muestra. Sólo se pudieron determinar taxonómicamente 405 especímenes (12%). Los taxones identificados son huemul (Hippocamelus bisulcus), guanaco (Lama guanicoe), roedor y artiodáctilo (correspondiente a huesos que podrían pertenecer, por su tamaño y morfología, tanto a huemul como a guanaco). El 84% de los restos identificados son de roedor, los que se concentran a mayor profundidad estratigráfica (Figura 3 ) . Taxón

NISP

Roedor

339

83,7

Huemul

52

12,8

Artiodáctilo

13

3,2

1 405

0,3 100,0

Guanaco Total

%

Figura 3. Especímenes identificados taxonómicamente en las áreas excavadas de CP. 1

2

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Además, en la superficie del Sector 1 se recuperaron restos óseos de oveja y liebre, asociados a estructuras de combustión modernas. Estos han sido definidos a partir del color que presentan las superficies óseas, considerándose quemados a los huesos de color gris y negro (comúnmente designados como calcinados y carbonizados, respectivamente).

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Una de las características más relevantes del conjunto óseo analizado es el predominio del huemul dentro de los mamíferos de mayor porte. En general, cuando este taxón está presente en las arqueofaunas exhibe una abundancia relativa menor en relación con el guanaco (Aschero 1981, 1982; Aschero et al. 1992, 1993; Borrero y Massone 1994, Casiodoro et al. 2000, De Nigris 2000, Hajduk y Albornoz 1999, Mena 1983, Perrotta y Pereda 1987, Silveira 1999, entre otros). Esta particularidad del conjunto óseo de Cerro Pintado es sólo comparable con el sitio Alero Fontana, ubicado en el bosque de tenga (Nothofagus pumilio) en Aisén, Chile (Mena 1992). Los restos de huemul recuperados en Cerro Pintado corresponden al menos a dos individuos. Se hallaron elementos de casi todo el esqueleto, aunque la región axial es la menos representada, ya que faltan principalmente la región toráxica y el espinazo. Los miembros anteriores y posteriores están representados en proporciones iguales, aunque predominan los segmentos distales. Hasta el momento, no se hallaron evidencias de que dicho patrón esqueletario responda a condicionantes vinculados con el transporte selectivo ni que la representación de huesos largos pueda obedecer al aprovechamiento de la médula ósea. La integridad del conjunto de huemul es alta en relación con la densidad mineral y las evidencias de aprovechamiento por parte de los seres humanos, aunque, como el resto de los huesos recuperados en este sitio, éste se vio afectado por los procesos y agentes tafonómicos antes mencionados. 3.2.2. Tecnología lítica de Cerro Pintado Parte de la problemática que presenta el tema de la tecnología lítica fue expuesta anteriormente en la sección 3.1. Sitios de superficie a cielo abierto. Aquí nos referiremos a los resultados del análisis realizado en Cerro Pintado, resumiendo las principales tendencias ya que la información detallada se encuentra en Carballido Calatayud (2001 y 2003). La unidad de análisis empleada es la misma que la utilizada en el análisis arqueofaunístico. Se recuperó un total de 83 instrumentos y núcleos y 5045 desechos de talla. El único artefacto que se aparta notablemente de la norma es un fragmento de cilindro cuyas características morfológicas hacen pensar en una boquilla de pipa. Está realizado en una roca de grano muy fino y en el canal (que no ocupa el centro exacto del cilindro) tiene sustancias adheridas. Entre los instrumentos, el 25% no pudo ser adscrito a ningún tipo de materia prima ya que se encontraban demasiado alterados térmicamente. Entre los restantes, la materia prima que tiene la frecuencia más elevada es la calcedonia (44%) seguida por las rocas silíceas (24%) y frecuencias menores de rocas piroclásticas, sedimentarias y basalto. También se registró la presencia de obsidiana (8%). En los desechos de talla, al igual que en los instrumentos, hay un porcentaje significativo de desechos en rocas que no pudieron identificarse (15%). En los desechos restantes se observó una variedad aún más amplia de materias primas, ya que además de los tipos mencionados para los instrumentos, también se registró la presencia de areniscas, de dacitas/andesitas y de un tipo de roca denominada volcánica vítrea ya que no es obsidiana pero presenta un alto contenido de vidrio en su composición. Entre las materias primas identificadas predomina la calcedonia (37%) y también son importantes las silíceas (19%) y los basaltos (17%). La obsidiana está presente en un porcentaje muy bajo: sólo alcanza el 4%. El conjunto instrumental se encuentra dominado por las puntas de proyectil que conforman el 27% de la muestra. También son importantes los fragmentos no diferenciados tanto de filos como de artefactos (21%), los raspadores (17%) y las bifaces (13%). El análisis de diversas variables (como la relación entre las frecuencias relativas de instrumentos y desechos por materia prima, las formas base, los tipos de lascas, los índices de corteza y las dimensiones) en ambos conjuntos, permite afirmar que las actividades relativas a las primeras etapas del proceso de reducción habrían sido escasas o nulas en todas las materias primas líticas y que muchos de los instrumentos que fueron descartados en Cerro Pintado fueron confeccionados en otros loci. La excepción la constituyen los basaltos, entre los que vemos un porcentaje más alto de desechos que de instrumentos. De hecho sólo hay 3 instrumentos y 2 núcleos y una elevada cantidad de desechos de talla.

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Por otra parte, las evidencias relacionadas con el mantenimiento de instrumentos muestran que la mayor parte del conjunto no ha sufrido la reactivación de sus filos, sólo el 33% de las puntas de proyectil presentan algún tipo de evidencia en este sentido. Una posible explicación ante la alta frecuencia relativa de artefactos abandonados o descartados estando aún potencialmente activos, sin evidencias de reactivación o mantenimiento y con una baja inversión de energía y tiempo (el 50% presenta retoques o microretoques unifaciales marginales) sería el uso expeditivo de algunos grupos tipológicos, como los raspadores y los artefactos de formalización sumaria. 3.2.3. Tecnología cerámica de Cerro Pintado La presencia de cerámica en la localidad Cholila se restringe a dos puntos en el espacio, bien localizados. Los análisis distribucionales no aportaron evidencia cerámica en ningún otro punto. Una de estas localizaciones es un escondrijo donde un poblador halló una vasija entera (que conserva su familia) en el faldeo sudoeste del cordón montañoso que divide el Lago Lezana del valle del río Pedregoso y del río Argentino (ver Nota 3). La segunda localización donde se recuperaron tiestos cerámicos es Cerro Pintado. En este sitio se hallaron 80 fragmentos. Debido al alto estado de fragmentación de la muestra (ningún tiesto tiene más de 4 cms. de longitud) y a que un alto porcentaje de ellos sufrió daños por fuego, no es posible distinguir grupos o variedades cerámicas. Las observaciones macroscópicas realizadas en cada espécimen sobre fracturas frescas, que permiten conocer la composición, tamaño, distribución y densidad de las inclusiones, la textura de la pasta y el color y las variaciones del núcleo y, también, sobre las superficies internas y externas (color, tratamiento, defectos) permitieron distinguir pocas diferencias tecnológicas entre los tiestos. La muestra está integrada por 75 tiestos de cuerpo de vasija (dos de ellos con decoración incisa realizada por punzonado continuo en un caso y línea incisa continua, en el otro) y por 4 fragmentos de posibles torteros y un trozo de arcilla. Los cuatro artefactos que sobre la base de su morfología hemos clasificado como torteros, fueron confeccionados con tiestos reciclados. Se advierten diferencias en el tratamiento de las superficies internas y externas (imperfectamente alisada y alisada en tres casos y alisada en ambas superficies de la cuarta pieza) y también la ligera curvatura típica de tiestos provenientes de cuerpos de vasijas. Además, el alisamiento de los bordes y el agujero central fueron hechos post-cocción. Son cuatro fragmentos, pero dos de ellos, si bien no remontan, por sus características técnicas podrían pertenecer a la misma pieza. Los análisis de las características de la pasta y del tratamiento de las superficies permitieron realizar tres agrupaciones de tiestos del mismo tipo. Podríamos, entonces, establecer un número mínimo de tres vasijas y tres torteros para la ocupación de Cerro Pintado. Es interesante hacer notar que en buena parte de la muestra (16 tiestos) se verifican daños tales como tizne, saltaduras y roturas, junto con una coloración negra muy oscura en la superficie que presenta los defectos descriptos. Ésta va variando hacia el color original de la pieza en la superficie opuesta. El control de la posición estratigráfica de estos tiestos mostró que 6 de ellos fueron recuperados en el interior de una estructura de combustión y los restantes a pocos centímetros de ella. Se trata de la misma estructura de cuya cumbre fue tomada una muestra fechada en 680 años A. P. En consecuencia, los daños por fuego que presentan algunos tiestos sugerirían que se trata de daños derivados de su descarte en una estructura de combustión o en su periferia.

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IV. CONSIDERACIONES ACERCA DE FUENTES DE APROVISIONAMIENTO DE RECURSOS MINERALES Con respecto a las fuentes de aprovisionamiento de materias primas minerales y de rocas para la talla, se comprobó, a través de recorridas asistemáticas, que los pigmentos minerales están disponibles en diferentes geoformas de la región en forma de escasos nódulos de material pigmentario. En otro lugar (Podestá et al. 2000) habíamos adelantado que en algunos sectores del sitio Cerro Pintado existen dos concentraciones de potenciales pigmentos minerales rojos y verdes que ocupan las diaclasas de la pared del alero. Los análisis químicos determinaron que la última es "tierra verde" (glauconita, celadonita), mineral muy común entre los motivos rupestres de este color analizados en Patagonia: Cueva de las Manos, Cerro de los Indios (ambos en Santa Cruz), Campo Moncada 1 (Piedra Parada, Chubut) y, en regiones próximas a Cholila, el sitio Gran Paredón de Azcona (El Bolsón, Río Negro) (Wainwrigth et al. 2002). Los escasos motivos en verde de los sitios Cerro Pintado y Raimapu no pudieron ser muestreados por ser muy acuosa la pintura utilizada, aunque tienen la misma tonalidad de la guía Munsell que la veta a la que nos estamos refiriendo (Podestá y Tropea 2001). Esta semejanza no es suficiente para considerarla como la fuente usada para diseñar los motivos verdes, ya que la "tierra verde" es un mineral muy común, ampliamente disperso y de distribución muy ubicua en la corteza terrestre (Wainwrigth 2002 y F. Pereyra corn. pers.). En cuanto a la veta roja, los análisis químicos determinaron que es un oxalato de calcio hidratado de estructura whewellita. Este mineral puede ser producto de la reacción del carbonato de calcio ante el ácido oxálico producido por la presencia de líquenes, hongos y microorganismos en general (Podestá et al. 2000). La composición de las cinco muestras de distintos tonos de rojo analizadas en los sitios El Peñasco y Cerro Pintado está siempre dentro del rango de los óxidos de hierro, componente que no está presente en la veta roja de Cerro Pintado. Si bien en Cerro Pintado un motivo rojo y uno blanco presentan oxalato de calcio y en un motivo naranja el oxalato de calcio es de estructura whewellita3, creemos que la presencia de estos compuestos se debe a una reacción entre el carbonato de calcio y los ácidos liquénicos que afectaron tanto los motivos rojos como el blanco y que la veta de whewellita sufrió el mismo proceso. Si la veta roja de Cerro Pintado fue utilizada, lo fue como agregado a óxidos de hierro provenientes de otra fuente, posiblemente los nódulos de pigmentos detectados en la región. El componente principal del mencionado motivo blanco de Cerro Pintado es el yeso (Helwig 2001). Este es un mineral muy común y de amplia dispersión. Por lo tanto, los posibles lugares de aprovisionamiento pueden estar muy cercanos al sitio, sobre todo teniendo en cuenta que en ambientes de este tipo son comunes los procesos de meteorización que llevan a la formación de cristales de yeso en las rocas. En cuanto a las materias primas para instrumentos líticos, las transectas efectuadas en cada una de las geoformas y las recorridas asistemáticas realizadas en el área no han revelado la existencia de fuentes primarias y secundarias, tanto en filones o en forma de bloques o de rodados fluviales o lacustres aislados que sean aptos para la talla. Como se dijo en los puntos relacionados con la tecnología lítica, la materia prima más representada en los sitios de superficie (Juncal de Calderón 1 y Juncal de Calderón 2) es el basalto, seguido por la calcedonia, aunque hay que recordar el porcentaje de rocas que no pudieron determinarse. Esta última materia prima domina en el sitio estratificado Cerro Pintado, tanto en instrumentos como en desechos. También en este sitio, el basalto es una de las más representadas, registrándose, además, silíceas en frecuencias elevadas y rocas volcánicas y piroclásticas en frecuencias más bajas. A partir de estos datos, podemos ver que las rocas mayoritariamente utilizadas son, potencialmente, de origen local. La región, por sus características geológicas y litológicas, está en condiciones de brindar una buena oferta de

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En El Peñasco no se registró este mineral en ninguno de los dos motivos muestreados (Helwig 2001).

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rocas volcánicas (basaltos, andesitas, dacitas y riolitas) (F Pereyra com. pers., A. Lizuain corn. pers.), cuyas fuentes no hemos localizado aún. La calcedonia y las rocas con alto contenido de sílice, por su parte, también puede hallarse en este tipo de formaciones, aunque de un modo más ubicuo. En los sitios de Cholila, las limolitas y algunas riolitas, están presentes en baja proporción. También podrían ser ubicuas y locales. Por otra parte, a pesar de las intensas búsquedas que llevamos a cabo tanto en varias geoformas, playas de lagos, márgenes de ríos y distintas formaciones geológicas, sólo hemos ubicado bloques de basalto de calidad media a buena en dos sectores del espacio, uno localizado a pocos metros de Cerro Pintado y otro a unos 12 km. del sitio Cerro Pintado. En ambos casos, no hay evidencias de que estos bloques hayan sido utilizados como fuentes de aprovisionamiento. En cuanto a la obsidiana, informes de pobladores permitieron localizar un afloramiento de esta roca al sur de Cholila, en proximidades del PN Los Alerces (laguna La Larga). Los análisis geoquímicos (de elementos mayores, menores y tierras raras) de una muestra de éste y de dos fragmentos aislados de obsidiana negra hallados en las cercanías, mostraron que todos tienen las mismas características geoquímicas, están muy hidratados4 y, por lo tanto, no son aptos para la talla. Arrigoni (1999) también ha indicado la presencia de obsidiana hidratada en el curso de un arroyo sin nombre que desemboca en la citada laguna. Como ya hemos indicado, la representatividad de la obsidiana en los tres sitios estudiados es baja. Con el fin de conocer las posibles fuentes de aprovisionamiento utilizadas, realizamos análisis geoquímicos de dos desechos provenientes de los sitios de superficie. Un desecho de obsidiana negra de Juncal de Calderón 2 tiene semejanzas químicas con desechos arqueológicos de seis sitios del área de Piedra Parada (Chubut). Tanto estas muestras como la de Juncal de Calderón 2 provienen de una fuente cercana a Gastre, en el borde Sudoeste de la meseta de Somuncura (Sacanana, a 230 km. lineales de Cholila)5. Los análisis geoquímicos de un desecho de obsidiana atigrada de Juncal de Calderón 1 mostraron que proviene de una fuente todavía no conocida, ya que no tiene ninguna relación con las fuentes de la meseta de Somuncura ni del volcán Chaitén, en Chile. Tampoco tiene similitudes con las muestras de origen arqueológico de Piedra Parada, donde ya hemos mencionado la presencia de materias primas provenientes de la meseta de Somuncura y donde hemos definido otro grupo de obsidianas de fuente también desconocida pero diferente de la de esta muestra de Juncal de Calderón 1 (Bellelli y Pereyra 2002).

V. DISCUSION Y CONCLUSIONES Los datos obtenidos hasta el momento permiten comenzar a discutir la cronología, resolución e integridad del registro, la incidencia de la visibilidad, la densidad de artefactos en los sitios y la explotación de los recursos minerales y faunísticos. La cronología obtenida en Cerro Pintado nos da un marco temporal para la discusión de las modalidades de uso del espacio en el área. Aunque los fechados han sido obtenidos en un solo sitio, la información de los conjuntos artefactuales y el estilo de las manifestaciones rupestres son coherentes con éstos y apuntan a una utilización relativamente tardía de la zona. Esta cronología coincide con la que presentan otros sitios de características ergológicas similares emplazados también en ambientes boscosos y ecotonales al sur y al norte de la CA42° (Albornoz y Cúneo 2000, Arrigoni 1991, 1997, 2000; Hajduk y Albornoz 1999, Silveira 1982, 1987, 1996, 1999). 4

Los porcentajes de agua que contienen las muestras son de 5,60% para el hallazgo aislado y de 6,87% para la muestra extraída del bloque (Bellelli y Pereyra 2002).

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Los desechos del sitio estratificado Cerro Pintado no pudieron analizarse debido a que su peso es inferior a los valores mínimos requeridos por el laboratorio ActLabs, de Canadá.

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Con respecto a la resolución del registro, en Cerro Pintado existen diversos factores que determinan que sea baja. En primer Lugar, la escasa potencia del depósito sumada a la poca distancia estratigráfica entre las muestras fechadas (ver Figura 2) permiten inferir una baja depositación sedimentaria. Dicha situación contribuyó a La formación de un palimpsesto, que se ve reflejado en la imposibilidad de diferenciar niveles estratigráficos o eventos de depositación. En los sitios Juncal de Calderón 1 y Juncal de Calderón 2 los materiales también presentan una baja resolución. El análisis de la evidencia recuperada permite inferir que la integridad del registro se vio afectada por la acción del fuego en los tres sitios aquí considerados. En Juncal de Calderón 1 y Juncal de Calderón 2 una importante proporción de los materiales líticos presenta evidencias de alteraciones térmicas. Por otra parte, hemos podido observar un gran número de tocones y restos de troncos quemados que estarían asociados al incendio que tuvo lugar en ese sector en 1988 (Sra. S. Avilés de Curry com. pers.). En Cerro Pintado, las evidencias de termoalteración se observan en toda la variedad de materiales recuperados (lítico, cerámico, óseo) y la ladera en la que está emplazado el sitio así como el interior del alero presentan señales de fuego. Estas estarían asociadas a un incendio que habría ocurrido en 1995 (Sr. C. Mansilla com. pers.). Por otra parte, la acción de este proceso no se limitaría a los últimos años. Entre los paralelos 40° y 43° se halla documentada una importante cantidad de eventos de fuego en el último siglo, causados principalmente por los seres humanos con el objetivo de clarear el bosque y obtener terrenos de pasturas o agricultura (Tortorelli 1947, Veblen et al. 1992, Veblen y Lorenz 1988, Willis 1943). Para el lapso previo a la instalación europea, existen registros de eventos de fuego (Bianchi 1999, 2000; Markgraf y Bianchi 1999) que algunos autores relacionan con el uso antrópico del bosque (Heusser 1987, Moreno 2000) mientras que otros interpretan como una evidencia de la regulación natural de estos ecosistemas (Veblen et al. 1992, Markgraf y Anderson 1994). Específicamente en la Comarca, un perfil del Río Epuyén con una secuencia de siete fechados radiocarbónicos entre los 1180 y 480 años A. P. documenta la ocurrencia de incendios forestales durante ese lapso (Goldammer et al. 1997). Es decir que el material arqueológico tiene altas probabilidades de haber estado expuesto a este proceso y que, por consiguiente, las modificaciones por acción del fuego podrían constituirse en uno de los factores que más inciden en la integridad y en una de las características más conspicuas del registro arqueológico de la región. Además, respecto de la integridad del registro de Cerro Pintado, se identificó la acción de pisoteo y de raíces en los huesos y, en la cerámica, se encontraron evidencias de que pudieron haber sufrido meteorización química. Con respecto a la densidad, hemos considerado sólo la de los artefactos líticos. A raíz de los problemas de saqueo las comparaciones se hicieron sobre la base de los desechos de talla recuperados en la superficie de los sitios. Los resultados obtenidos muestran que en Cerro Pintado la densidad es 146 veces mayor que en Juncal de Calderón 1 y Juncal de Calderón 2 (1,76; 0,012 y 0,014 desechos por m2, respectivamente), indicando una mayor redundancia ocupacional o una mayor duración de las ocupaciones en Cerro Pintado. En cuanto a la procedencia de las materias primas líticas, a pesar de la potencialidad litológica de la región y de las búsquedas realizadas, no se han detectado fuentes de aprovisionamiento utilizadas efectivamente. La única materia prima de la que se conoce la procedencia es la obsidiana recuperada en Juncal de Calderón 2, que proviene de la fuente definida por Stern et al. (2000) en Sacanana, Meseta de Somuncura. Además, como ya hemos señalado, se ha ubicado un afloramiento y hallazgos aislados de obsidiana muy hidratada en la laguna La Larga, a 45. lineales al S.0. de Cholila. Teniendo en cuenta esta información no podemos descartar la presencia de obsidiana de buena calidad para la talla, ya que en las formaciones en las que se presenta la obsidiana hidratada, frecuentemente, también hay no hidratada y de fractura concoidea (F. Pereyra corn. pers.). Apoyando esta idea, Arrigoni (1999) informa que en los afloramientos del Cordón Oriental del Futalaufquen, Viera detectó obsidiana similar a la de los instrumentos líticos de Alero del Shaman. Por lo tanto y hasta no tener un control geoquímico de la obsidiana hallada en el Cordón Oriental, queda abierta la posibilidad de que en las cercanías de Cholila exista una fuente de aprovisionamiento de obsidiana independiente de las ya constatadas.

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Finalmente, la potencialidad litológica de la zona justifica continuar con las prospecciones en búsqueda de fuentes de aprovisionamiento con el fin de precisar el origen de los distintos tipos de roca utilizados, aspecto clave para evaluar las estrategias tecnológicas desarrolladas por los grupos humanos del pasado. Esta potencialidad litológica señalada vale también para los pigmentos minerales. La geomorfología de la zona, su litología y los procesos de meteorización actuantes abonan la idea que los minerales utilizados en la realización del arte rupestre son locales y de fácil acceso. Generalmente son ubicuos y muy comunes en regiones de estas características ("tierra verde", yeso y también los óxidos de hierro). Si bien no hemos podido probar la utilización de pigmentos provenientes de fuentes potenciales ya ubicadas, es claro que las sociedades que realizaron los motivos de arte rupestre tuvieron a su disposición variados minerales en las proximidades de los sitios. El hecho de haber ubicado nódulos en distintos ambientes y geoformas, ayuda a sostener esta idea. Con respecto a los recursos faunísticos existen evidencias claras en Cerro Pintado del aprovechamiento del huemul. Tal como señaláramos, este taxón domina el conjunto óseo, situación poco frecuente en Patagonia. Aunque la muestra es pequeña, contribuye a la discusión del aprovechamiento de los recursos que ofrecen los ambientes boscosos. Al respecto, consideramos que la dominancia de este taxón estaría reflejando la disponibilidad de ungulados en la región más que la preferencia de una especie en particular. Teniendo en cuenta que la estepa también ofrece ungulados y que éstos son más abundantes que en el bosque, resulta poco probable que la explotación del huemul haya sido una de las causas principales que motivaron el uso de los ambientes boscosos por parte de los seres humanos. Otro aspecto que pudimos evaluar a partir del análisis arqueofaunístico se relaciona con la modalidad de explotación del huemul. Hasta el momento, no hay evidencias de selección de partes esqueletarias en función de la carne y/o médula y aparece representado casi todo el esqueleto. Una interpretación posible es que este patrón sea el resultado del transporte de animales completos. De ser así, dado lo accidentado del terreno y la densidad de la vegetación en el área, es muy probable que los sitios de procesamiento estén cercanos a los puntos de caza. Las características del conjunto lítico apoyarían esta hipótesis ya que éste se encuentra dominado por puntas de proyectil que presentan atributos compatibles con un contexto de recambio de estos instrumentos por otros nuevos (ver Carballido Calatayud 2001). Con respecto a la visibilidad arqueológica ya señalamos que es heterogénea. Esto se debe a la cobertura vegetal y a la relación erosión-depositación, altamente variable en cada geoforma. Los estudios distribucionales efectuados hasta el momento muestran escasez o ausencia de evidencia arqueológica en un contexto general de baja visibilidad y, aun en los sectores acotados de alta visibilidad, tampoco se localizaron artefactos. Con el objeto de evaluar en profundidad el problema de la visibilidad hemos propuesto nuevas estrategias de investigación (Scheinsohn 2001 y 2002). De todas formas, los problemas de visibilidad y obstrusividad de materiales siguen siendo importantes. Teniendo en cuenta la frecuencia de fuegos recientes (ver más arriba), hay que destacar los efectos de éstos sobre la visibilidad, al reducir drásticamente la cobertura vegetal, tal como lo demuestran casos similares en otras áreas boscosas (por ejemplo, ver Clark 1996). En síntesis, los trabajos realizados hasta el momento en Cholila muestran que el registro arqueológico presenta una baja integridad y escasa resolución. Esto es válido para los sitios a cielo abierto en superficie y en el alero estratificado. La distribución de los materiales arqueológicos se da en concentraciones puntuales separadas por grandes espacios sin evidencias, restando determinar si este patrón responde al uso humano de la región o a problemas de visibilidad, mientras que la densidad, en los espacios en que pudo ser evaluada, presenta sectores con valores notablemente superiores a otros. El marco cronológico preliminar comprende el lapso entre 1900 años A.P. y 700 años A.P. Los recursos faunísticos explotados corresponden mayoritariamente al bosque (huemul) y resta determinar la procedencia de la mayoría de las materias primas utilizadas en la confección de los artefactos líticos y de los pigmentos minerales usados en la confección de las pinturas, aunque no puede descartarse su origen local en ambos casos. La obsidiana,

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con escasa representación entre las materias primas, procede de una fuente ubicada en la estepa, a 200 km. El arte rupestre tiene semejanzas estilísticas y técnicas con el arte de otros sitios de la CA42° (Podestá et al. 2000, Podestá y Tropea 2001). Las similitudes en la tecnología lítica, cerámica y en el arte rupestre con sitios de la estepa y de regiones boscosas cercanas que presentan cronologías similares y la información de la procedencia de la obsidiana, permiten pensar en la existencia de amplias redes de circulación que estarían integrando a esta región con otras áreas (planteos similares pueden verse en Albornoz y Cúneo 2000, Arrigoni 1997, Pérez de Micou et al. 1992, entre otros). De las tres modalidades de uso de la región que hemos propuesto, la información disponible no permite ser conclusivos, sobre todo teniendo en cuenta algunas de las propiedades del registro y la importante incidencia de la visibilidad. Sin embargo, no parece ser posible sostener una estrategia dirigida específicamente a la obtención de recursos del bosque, tal como se postula en la modalidad B de nuestro modelo. Como ya hemos dicho, el aprovechamiento del huemul no es suficiente para sustentar esta idea ni tampoco puede postularse un uso de la región orientado a la obtención de materias primas líticas o pigmentos minerales. Posiblemente, si hubo una estrategia de este tipo debió estar dirigida a los recursos vegetales exclusivos del bosque, como plantas medicinales, hongos, resinas y determinados tipos de maderas y cañas (ver en Cox 1999 el uso en tiempos históricos de algunos de estos recursos). Teniendo en cuenta los problemas de integridad señalados, esta estrategia podría ser muy difícil de detectar en el registro arqueológico de la región. Con respecto a la modalidad A, que postula la falta de uso de la región, este podría ser el caso para el lapso previo a los 2.000 años A.P., aunque la escasez de contextos fechados impide zanjar esta cuestión. Finalmente, la modalidad de tipo C es la que podría describir mejor, en ciertos aspectos, el panorama arqueológico de Cholila, aunque, como señaláramos, esta no es una conclusión sino un primer acercamiento a la problemática arqueológica de la región. Agradecimientos Estas investigaciones se desarrollan en el marco del PIP-CONICET N° 119/98, el UBACYT U904 (2001/2) y el Subsidio en Apoyo de Proyectos de la Fundación Antorchas denominado "Arqueología en la Comarca Andina del Paralelo 42°. Análisis espacial en la localidad de Cholila" (2001/2).También ha recibido subsidios otorgados por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. Agradecemos la colaboración de Soledad Caracotche, Laura Caruso, Isabel Cruz, Ed Eastaugh, Débora Finkelstein, Ana Forlano, Lisa Hodgetts, Antonio Lizuain, Daniela Maluf, Paula Marchione, Carlos Massota, Margarita Ondelj, Mariel Paniquelli Fernando Pereyra, Mercedes Podestá, Mariana Selva, Elena Tropea y a toda la comunidad de Cholila. Con Adam Hajduk hemos podido discutir distintos aspectos de la evidencia presentada y, como siempre, nos brindó muy generosamente todos sus conocimientos. Un reconocimiento especial al Sr. William Reynal por su apoyo a nuestros trabajos en el Cerro Pintado. Estamos especialmente agradecidos con D. Rolandi y el personal del INAPL, cuyos esfuerzos contribuyeron enormemente a la realización de los trabajos de campo. También hemos recibido subsidios de la Fundación Antorchas para llevar a cabo algunos de los trabajos aquí mencionados.

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