EL PAPEL DE LAS «TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA» EN LA ARQUEOLOGÍA

September 3, 2017 | Autor: F. Pérez-Lambán | Categoría: Archaeological GIS, Sistemas de Información Geografica, Geographic Information Systems (GIS)
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EL PAPEL DE LAS «TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA» EN LA ARQUEOLOGÍA POR

FERNANDO PÉREZ LAMBÁN Universidad de Zaragoza*

RESUMEN Recientemente una serie de artículos, réplicas y contrarréplicas (Capel 2003 2005; Chuvieco et al. 2005; Tapiador 2006) han azuzado un debate irresuelto en el ámbito académico de la Geografía: el papel que juegan las Tecnologías de la Información Geográfica (TIG) en la Geografía, la ordenación conceptual de las diversas disciplinas que la componen y la conveniencia de considerarlas ‘ciencias’, ‘técnicas’ o ‘subcampos’. Se trata de cuestiones profundamente epistemológicas que afectan a la Arqueología por su notoria dimensión geográfica y más aún desde el momento que se inició la aplicación de las TIG —fundamentalmente los SIG— al proceso de formación del conocimiento arqueológico. Por otra parte un debate análogo al vivido en la Geografía también se ha dado, y se da, en los ámbitos de la Historia y la Arqueología. Por todo ello parece conveniente el aporte de la perspectiva de los arqueólogos a la discusión de dicha problemática y al mismo tiempo es necesaria la definición de la naturaleza de las relaciones por un lado entre las TIG y la Arqueología y por otro entre las distintas disciplinas involucradas en la formación del conocimiento arqueológico, que precisamente pueden encontrar en el SIG un medio de comunicación e int eg r a c i ó n . El objetivo de la presente comunicación es presentar esta problemática así como apuntar el esbozo de una aproximación al debate puramente deductiva, que parte de las definiciones de los elementos que lo componen. SUMMARY The role that Geographic Information Technologies play in Geography has been discussed recently by Capel (2003; 2005), Chuvieco et al. (2005), and Tapiador (2006). Other topics were drawn in the debate such as how different academic disciplines are related and how they should be arranged. These matters contain epistemological implications that can have an effect on Archaeology because of its important geographic dimension. Even more if we consider the great impact that GIT —in particular Geographic Information Systems— have had in Archaeology. Therefore it seems convenient to analyse this problem from the point of view of an archaeologist, as it seems necessary to define the connection between GIT and Archaeology. In fact, GIS can serve as a specific tool to communicate and integrate * Miembro del Grupo Hiberus, becario de investigación F.P.U., del Departamento de Ciencias de la Antigüedad, Área de Prehistoria, de la Universidad de Zaragoza. Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades. Teruel. Ciudad Escolar s/ n. 44003 Teruel. E-mail: [email protected]

different disciplines that are applied to the archaeological investigation. The aim of this communication is to illustrate this sort of discussion, and to point out a possible approach to it from a deductive perspective based on the definitions of its components. PALABRAS CLAVE: Tecnologías de la Información Geográfica (TIG), Sistemas de Información Geográfica (SIG), arqueología, ciencia. KEY WORDS: Geographic Information Technologies (GIT), Geographic Information Systems (GIS), archaeology, science.

EL DEBATE ENTORNO A LAS TIG Y LA GEOGRAFÍA El debate que Capel, Tapiador, Chuvieco y otros once geógrafos mantuvieron acerca del papel que juegan y el lugar que ocupan las Tecnologías de la Información Geográfica en la propia Geografía no debe ser ajeno a los arqueólogos ya que si en el pasado se dijo «American archaeology is anthropology or it is nothing» (Willey y Phillips, 1958: 2), hoy quizás habría que decir que la arqueología sin geografía no es nada; que es la geografía del pasado pues las sociedades antiguas deben ser explicadas en el contexto de su cultura y de su medio ambiente, lo que impone como necesidad arqueológica la reconstrucción «paleogeográfica». El detonante del debate fue un artículo de Capel (2003) en el que, a raíz de su participación en el tribunal del primer concurso para la habilitación de profesores de Universidad del Área de Geografía Humana (del 30 de septiembre al 11 de octubre de 2003 en Oviedo), reflexionaba a cerca de este procedimiento de selección y del estado actual de la geografía en el ámbito académico español. Consideró importante hacer partícipe a la comunidad de estas reflexiones para ofrecer su visión de las habilitaciones a los futuros concursantes y para manifestar su

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prevención frente al rumbo que puede estar tomando la geografía española. Se proponía estimular un debate y la contestación llegó dos años después de mano de once geógrafos (Chuvieco et al. 2005) que sostenían unas posiciones diametralmente opuestas a las de Capel. Éste no tardó en lanzar su contrarréplica ese mismo año (Capel 2005) respondiendo casi punto por punto el texto de los anteriores. Al año siguiente intervino otro geógrafo (Tapiador 2006), mostrando igualmente su desacuerdo con Capel pero con una perspectiva diferente a la de sus otros once compañeros implicados en el debate. Los principales aspectos controvertidos eran la importancia y el lugar de las TIG en la Geografía. Capel en 2003 manifestó su descontento con la presentación por parte de los concursantes a las habilitaciones de programas de materias adscritas a dos o más Áreas de Conocimiento o programas considerados por él excesivamente técnicos, como uno basado en SIG Según su parecer «solamente deberían aceptarse en las pruebas de Habilitación, en el nivel de Profesores Titulares, programas de aquellas materias que están adscritas exclusivamente al Área de Conocimiento de Geografía Humana». Capel decía que se estaba asistiendo a un proceso de «magnificación de las técnicas» en detrimento del conocimiento profundo de los contenidos teóricos y metodológicos de la geografía, hasta tal punto que «hay especialistas de SIG que no tienen ni idea de lo que es la geografía». Muchos de sus compañeros geógrafos consideraron que todo esto implicaba la consideración de las TIG como disciplinas ajenas al núcleo de la geografía: auxiliares, técnicas y de importancia secundaria. El desacuerdo con esta visión de las TIG desencadenó el debate. Chuvieco et al. (2005) argumentaron en primer lugar que presentar un programa como los que escandalizaban a Capel es perfectamente legal. Capel (2005) contrarreplicó que una cosa es que un supuesto sea legal y otra que sea conveniente. En segundo lugar alegaron que la especialización en TIG pasa necesariamente por la completa asunción de los fundamentos teóricos de la geografía. Capel (2003) no había negado esta posibilidad, de hecho escribió que el manejo de los SIG «puede ir unido» —y no «va unido»— a un desconocimiento de dichos fundamentos. Ahora bien, no creo que las carencias en la formación sean un mal posible exclusivamente entre los especialistas en SIG y en principio la sucesión de grados obtenidos y el propio procedimiento de habilitación deberían ser garantes de que los habilitados poseen una base conceptual sólida y una especialización interesante. Si esto es o no así es otra cues-

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tión. Por último la pléyade de geógrafos encabezados por Chuvieco defendió, y este es el punto clave de su posición, que las TIG deben ocupar un lugar central en la geografía actual. Consideran que identificar las TIG con meras «habilidades técnicas» es un reduccionismo improcedente dadas las importantes implicaciones metodológicas y conceptuales que comportan. Además consideran que las divisiones de disciplinas entre centrales y auxiliares, o categorías similares, por las connotaciones peyorativas que conllevan, suponen una infravaloración de muchos profesionales. También ofrecen un argumento de índole pragmática para considerar las TIG parte del núcleo de la geografía: actualmente son estas las disciplinas más dinámicas académicamente, con mayor impacto socioeconómico y que más salidas profesionales ofrecen a los estudiantes de geografía. Sería por tanto arriesgado no hacerles un hueco en el seno de la geografía. Es sin embargo Tapiador (2006) quien mejor despeja esta cuestión. Para él las TIG son un modo de aproximación a la realidad geográfica imprescindible —llega a calificarlas «único medio de medida posible», lo cual parece exagerado— lo que les otorga un papel fundamental en geografía; las considera disciplinas instrumentales, pero precisamente por ello indispensables y centrales. No puedo sino mostrarme de acuerdo con tapiador en cuanto a la cardinalidad de las ciencias, esto es, su división tradicional en nucleares y auxiliares. Obedece esta distinción a una concepción jerárquica de las relaciones entre las disciplinas. Esta concepción debe ser superada pues no sólo es errónea sino que en cierto modo es completamente opuesta a la realidad. Calificar a una ciencia como nuclear frente a otras que son sus auxiliares parece subrayar la importancia de la primera en detrimento de las segundas. Así según interese al ego de cada cual una ciencia aparecerá como auxiliar o nuclear. ¿Es la Numismática una ciencia auxiliar de la Arqueología, o lo es la Arqueología de la Numismática? ¿Sirve la moneda para datar un estrato o el estrato para contextualizar la moneda? En realidad hay una multidireccionalidad en la utilidad y aplicación de las ciencias entre sí mismas. Es más, la pretendida auxiliaridad de algunas de ellas es lo que realmente subraya su importancia, pues es lo que manifiesta su utilidad. Así si C es auxiliar, o digamos útil, a B tanto mejor, y si B lo es a A, todavía mejor. El problema es si A, la ciencia nuclear, por no ser auxiliar, ya no es útil a B y C ¿hemos de concluir que es una ciencia «dependiente» o científicamente inútil? Pues no, porque además de la inducción existe la deducción, los caminos de ida y vuelta, y guste o no A, por muy

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nuclear que sea, también es auxiliar de B y C. En resumen, la cardinalidad debe ser descrita en términos de multidireccionalidad y su concepción jerárquica tradicional es errónea pues en una estructura piramidal en la que cada nivel inferior sustenta a su superior, la cúspide no sustenta nada. En general, a modo de «ley universal», se puede decir que en una jerarquía ascendente la cabeza es lo más carente de sentido. Ahora bien, Capel considera que desdibujar esta cardinalidad tiene serias implicaciones de ordenación académica. Admite que esta ordenación es inoportuna y que quizás convendría revisarse, pero en este caso habría que plantearse muy seriamente los motivos para hacerlo y las bases de la nueva situación, lo que no es tarea sencilla. Todavía no son conocidas, que yo sepa, las razones por las que se creó el Área de Análisis Geográfico Regional. Las que he escuchado han sido interpretaciones bien diversas: estratégicas (el deseo de controlar un espacio en la geografía española), profesionales (creación de un Área de Conocimiento con vocación aplicada a los estudios territoriales y a la ordenación del territorio), corporativas (enriquecer las posibilidades universitarias de la geografía) e incluso epistemológicas (la existencia de tal área como entidad platónica que el desarrollo del conocimiento geográfico había de descubrir necesariamente). Seguramente los que tomaron la iniciativa o se adhirieron a ella deberían narrar esa historia públicamente, para conocer todos los entresijos que llevaron a dicha creación (Capel 2003). También Tapiador siente la necesidad de reorganización, pues la división de la geografía —física, humana y regional— es arbitraria y no obedece a razones epistemológicas sino sociológicas. Chuvieco et al., la consideran muy conveniente para ubicar las TIG en una posición más acorde con sus planteamientos. Parecería entonces que hay consenso en la posibilidad de redefinición de la ordenación académica en geografía, aunque Capel la ve viable pero no conveniente. El problema reside en las motivaciones de cada uno. Capel define unos procesos de divergencia y convergencia, a la vez peligrosos y enriquecedores. La divergencia sería producto de la hiperespecialización que llevada al extremo podría producir una atomización y posterior disolución de la propia geografía. Por otra parte es un camino hacia la exploración, investigación y expansión de la geografía. El proceso de convergencia se da al haber profesio-

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nales formados en otras disciplinas que realizan trabajos geográficos, es un miedo al intrusismo que desvirtúa y devalúa la geografía complicando el panorama laboral a los nuevos geógrafos. Sin embargo esta convergencia puede suponer un aporte de perspectivas y métodos que enriquezcan la geografía. Capel teme que la consideración de las TIG como parte del núcleo de la geografía potenciaría demasiado el proceso de divergencia. Por su parte Chuvieco et al., consideran que precisamente englobar las TIG en el núcleo de la geografía la fortalece ante los procesos de convergencia a la par que impide que se produzca un éxodo dado que Existe un notable riesgo de que estas nuevas disciplinas atraigan también a muchos geógrafos que, de esta manera, abandonen la Geografía para converger en disciplinas que otorgan más valor a los desarrollos y aplicaciones tecnológico-instrumentales, extrayendo de ello el uso y la investigación sobre estos temas, una situación que podría considerarse muy negativa para el futuro de nuestra ciencia (Chuvieco et al. 2005: 42). Pero además de esta discusión sobre el equilibrio entre ambos procesos, Capel (2005) advierte una oscura sospecha. Especula que la posición de algunos de quienes se alinean con el enfoque de Chuvieco et al. puede obedecer a una estrategia para ganar cotas de poder dentro de las esferas departamentales y universitarias a través del control del proceso de afirmación de las TIG y del nuevo espacio que para éstas tecnologías quieren ganar en el núcleo de la geografía. No sé qué alcance y veracidad tiene esta sospecha. Es grave, pero no es ajena a la historia de la Universidad Española. Las nuevas generaciones abrazan corrientes científicas en boga en un determinado momento y con ellas se oponen a las teorías y prácticas ya asentadas y a quienes las defienden. Supongo que es lo que en psicología se conoce como «matar al padre», un paso necesario en la maduración. En todo caso, y al margen de la sospecha de Capel, considero que tanto las consideraciones epistemológicas como las estratégicas, teniendo en cuenta la investigación y el mundo laboral actuales, aconsejan un replanteamiento de la ordenación académica en el sentido propuesto por Chuvieco et al. para enriquecer y actualizar la geografía, siempre y cuando en la docencia no se prime la aplicabilidad frente a la reflexión teórica. Queda por resolver una cuestión nada sencilla. En estos artículos se habla de la geografía como ciencia, de las TIG como técnica y como incipiente cien-

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cia, o para evitar las implicaciones de estos términos, se recurre frecuentemente a utilizar la palabra disciplinas. No es cuestión baladí por cuento respecta a la definición de las relaciones entre estas categorías.

REDEFINIR LA CIENCIA EN BÚSCA DE UN MARCO EPISTEMOLÓGICO COMÚN Cada una de las visiones ofrecidas por estos geógrafos se basa en una concepción particular de la ciencia y del proceso de formación del conocimiento. Así en el fondo de este debate se discute el propio concepto de ciencia, su adecuación geográfica y su relación con las TIG Si el concepto de ciencia está en la base del debate, en lugar de dejar que subyazga, considero oportuno plantearlo explícitamente. Desde la afirmación de las Ciencias Naturales a lo largo del siglo XIX y gracias al espectacular desarrollo de la Física en el siglo XX se creó un paradigma físico-matemático que sentaba las bases de las vías de acceso o formación del verdadero conocimiento: el conocimiento científico. Quizás la formulación más temprana, completa e influyente de este paradigma fue la efectuada por el «Círculo de Viena»: el empirismo lógico, o positivismo lógico, según el cual el único conocimiento aceptable es aquel que o bien resulta de un proceso analítico riguroso o bien es verificable empíricamente, de tal modo que sólo la ciencia empírica, la lógica y las matemáticas pueden considerarse vías epistemológicas válidas. Incluso quienes prestaron atención a las Ciencias Sociales, como Hempel, se vieron influidos por estas ideas y trataron de adecuar las materias sociales y humanas a dicho paradigma. Ésta es la raíz de la frustración de la Nueva Arqueología. Otros han abordado el problema desde otra perspectiva considerando la propia Ciencia una construcción cultural, y por tanto subjetiva, formada por «paradigmas» o «programas de investigación» según Khun o Lakatos respectivamente. Pero además el paradigma físico-matemático mismo en que se ha intentado basar el propio concepto de Ciencia entró en crisis a finales del siglo XX (Wallerstein 2005). Parece que dada la situación no sólo las Ciencias Sociales necesitan una redefinición. Las palabras no son inocentes. Además de sus denotaciones —presentes en las definiciones académicas—, las palabras están cargadas de connotaciones —presentes en el uso social del concepto—, especialmente palabras como «ciencia», por lo que merece la pena considerar definiciones de ciencia,

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más o menos explícitas, provenientes de textos de diverso nivel divulgativo y ámbito académico. En general puede decirse que hay tres aspectos cuya definición delimita el propio concepto de Ciencia: su objeto, su objetivo y su método. En cuanto a su objetivo sorprendentemente que algunas de las definiciones generales eluden explicitar cuál es el objeto de la ciencia. En la de la Real Academia Española es una cuestión omitida, mientras que en la de la Real Academia Española de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales el objeto de la ciencia aparece ambiguo, poco definido mediante la perífrasis «lo que sucede». Las definiciones de Asimov (1982; 18) y Huxley (2000; 23), mediante «el juego limpio de la Naturaleza» y «la experiencia sensorial» respectivamente, implican que la ciencia se ha de ocupar de la realidad y su relación con el ser humano, esto es, del conocimiento de la realidad. También Watsosn, LeBlanc y Redman (1981; 11) consideran que la ciencia debe trabajar sobre el mundo en que vivimos para explicar los fenómenos de la naturaleza. Tapiador (2006) lleva esto al extremo de restringir la parte de la realidad que es objeto de la ciencia a aquella que a priori se puede medir y que «presuponemos que existe». El relativismo cognoscitivo implícito en el reconocimiento de la limitación de la experiencia sensorial de una realidad que sólo alcanzamos a presuponer no concuerda con una posición tan extrema respecto a la mensurabilidad de una parte de la realidad. Además esta condición que impone la posibilidad de medida es, cuanto menos, problemática: si, como parece, se refiere sólo a una realidad directamente accesible y mensurable a través de nuestros sentidos e instrumentos sencillos, entonces la ciencia queda reducida a casi nada; ni la física nuclear, ni la astrología, ni la teledetección, ni por su puesto las ciencias sociales entran en la definición. Todas ellas observan y miden sus objetos de estudio de manera indirecta, a través de las consecuencias de la existencia de entidades teóricas no perceptibles por los sentidos pero no por ello menos reales (por ejemplo, el descubrimiento de un planeta en un sistema lejano por la interrupción intermitente de la luz proveniente de la estrella entorno a la que orbita, cada vez que el planeta se interpone entre dicha estrella y el observador). Por otra parte, si hay una realidad mensurable y otra que no lo es, y la ciencia sólo se preocupa por una de ellas, sus explicaciones serán necesariamente parciales e incompletas. Aunque pueda parecer un buen intento por concretar el mundo, la realidad, la naturaleza, la restricción cuantitativa de Tapiador resulta poco operativa. Es preferible por tanto considerar como objeto

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de la ciencia la realidad o la naturaleza en su enorme complejidad y magnitud, teniendo en cuenta que es parcialmente perceptible directamente, parcialmente perceptible indirectamente con la ayuda de instrumentos de medida y parcialmente hipotetizable en función de las partes del problema conocidas. El objetivo de la Ciencia es la explicación lo más completa posible del objeto de la ciencia. Esta explicación es compleja. En general se pretende llegar y leyes generales que expliquen un fenómeno y permitan predecirlo. Lo afirman claramente Watson, LeBlanc y Redman (1981; 11): «La formulación y confirmación de tales leyes y teorías es el objetivo primario de la ciencia». Para la R.A.E. es la adquisición de «un conjunto de conocimientos (...) sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales». La R.A.C.E.F.N. marca como objetivo la formulación de teorías cuya función es «resolver la ambigüedad, reducir la irregularidad a la uniformidad y mostrar que lo que sucede es, en cierto modo, inteligible y predecible». La ley y la predictibilidad son claves en la mayoría de las definiciones. Es significativo el modo en que Huxley (2000; 23) y Asimov (1982; 18) se refieren a este objetivo. Para el primero es una «teoría explicativa»; para el segundo unas «leyes subyacentes». Considero más acertadas en este punto las palabras de Huxley que las de Asimov. «Es un lugar común la idea de que el mundo está regido por leyes y que la tarea de la ciencia es descubrirlas. Sin embargo, lo que involucra esta pregunta está lejos de ser cosa sin problemas» señala Chalmers (2006; 200) y sospecho que es por estas dificultades que al definir la Ciencia describe el objetivo de la ciencia con manifiesta vaguedad: «llegar a un conocimiento de determinado tipo», o también «concebimos la ciencia como una búsqueda abierta con el fin de mejorar el conocimiento» (Chalmers 2006; 153). Este «lugar común» presupone que las «leyes subyacentes» son entidades reales, lo cual origina un gran problema ya no epistemológico sino ontológico. La realidad no es, que sepamos, como un programa informático del cual, mediante la ciencia, podamos llegar a conocer cada vez más fragmentos de su código de programación. Esta concepción de la realidad conduce a las inevitables preguntas de qué hace que la materia obedezca a dicho código y quién lo ha creado. De este modo no se avanza mucho más allá de la solución que buscó Boyle en el siglo XVII a la pregunta de qué hace que la naturaleza se adapte a leyes: su respuesta fue Dios. Pero los conocimientos científicos no son leyes subyacentes descubiertas sino explicaciones creadas; las leyes no se encuentran, se formulan. Los fenóme-

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nos físicos —una manzana que cae— no se repiten porque una ley lo dicte, sino que esa ley ha logrado explicar un fenómeno del funcionamiento del universo y por tanto es aplicable cada vez que ese fenómeno se repite para explicarlo. Éste es el valor predictivo de una ley: que describe una y otra vez un fenómeno que se repite. Esta es la visión de la ley vista como la expresión de una regularidad que inició Hume. Obviamente hay más que regularidades en el conocimiento científico. La regularidad puede ser o no causal. La causalidad implica una direccionalidad no explícita en la mera regularidad. Hay que tener en cuenta las condiciones en las que esa regularidad se produce y las «influencias perturbadoras» de la misma. Para superar estos escollos Chalmers recurre a las «propiedades disposicionales» de la materia: Si admitimos cosas tales como disposiciones, tendencias, potencias y capacidades en nuestra representación de los sistemas materiales, las leyes de la naturaleza pueden representar estas disposiciones, tendencias, potencias o capacidades (...) Las descripciones de las formas de actuar de las potencias activas involucradas (...) constituyen las leyes de la naturaleza (Chalmers 2006; 205-206). Estoy dispuesto a admitir esto siempre y cuando estas «potencias activas» o «propiedades disposicionales», que no son sino regularidades matizadas, no se consideren entidades reales, en cuyo caso nos encontraríamos de nuevo en el punto donde nos dejó Boyle. Deben considerarse más bien descripciones completas de fenómenos, incluidas sus circunstancias, entendidos los fenómenos como las manifestaciones de los estados de cosas y sus cambios. Pero una descripción y una explicación no son la misma cosa, y la ciencia busca la segunda. La explicación de un fenómeno recurre siempre a la descripción del funcionamiento de las partes que lo componen, pero éstas no son necesariamente explicadas. Ulteriores estudios pueden explicar así mismo alguna o todas estas partes —ahora fenómenos estudiados— recurriendo a nuevas descripciones de las partes implicadas. Por tanto en ciencia se recurre a descripciones operativas de estados de cosas y sus cambios; también a explicaciones completas de los fenómenos, que incluyen descripciones. Ambas cosas son verificables y ambas han sido llamadas leyes, pero son diferentes. Una vez hecha esta matización cabe plantearse si todo conocimiento científico debe ser expresado en forma de ley. Las leyes son válidas para los fenómenos constantes bajo condiciones similares, pero resulta que hay fenómenos naturales donde esa cons-

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tancia no se da. Si la ciencia persigue una explicación global, holística, deberá integrar en sus explicaciones tanto los fenómenos constantes como los inconstantes y por tanto parte de su conocimiento podrá ser expresado en forma de ley y parte no. Pero es más, las leyes científicas no constituyen una «última verdad», sino sólo modelos o teorías explicativas, pues, como admite Asimov, «sin que importe las veces que una teoría haya resistido una prueba de forma satisfactoria, no puede existir ninguna certeza de que no será destruida por la observación siguiente» (Asimov, 1982; 25). Un modelo explicativo o teoría explicativa, como representación de aquellos aspectos esenciales de la realidad para la resolución de una cuestión, puede demostrarse válido a lo largo del tiempo, pero si en un determinado momento hay necesidad de cambiar de escala de trabajo podrán entrar en juego variables que previamente se consideraban no relevantes y el modelo explicativo deberá revisarse, completarse o cambiarse. Así pues el objetivo de la ciencia es la explicación tanto de conjunto como de parcelas de la realidad; la generación de un conocimiento que permita comprender. Pero además se espera que dicho conocimiento científico sea útil o bien por su valor para nuevas investigaciones o bien por su aplicabilidad en la resolución de problemas cotidianos. Así el conocimiento generado por la ciencia puede ser utilizado por la ciencia para la obtención de nuevo conocimiento o puede ser aplicado por la técnica para un determinado fin1. Por ello Huxley (2000; 23) a la «teoría explicativa» añade la «consiguiente acción tecnológica». En resumen, el objetivo de la ciencia es la mejora y adquisición de conocimiento, útil en los términos descritos, sobre el mundo. Este conocimiento se expresa como modelo o teoría explicativa que involucra tanto una representación de los fenómenos —estados de cosas y sus cambios— como su descripción y explicación. Reservamos el término ley, por tradición, para aquellas teorías explicativas sobre fenómenos regulares o constantes. Aceptamos que toda teoría explicativa, como construcción cultural que es, resulta susceptible de ser sustituida por otra mejor conforme se adquieren nuevos conocimientos o se cambien las escalas de trabajo. Por último resta el tercer aspecto propuesto para la definición de Ciencia. El método es un pilar para la ciencia. De hecho muchas veces la propia ciencia 1 «La diferencia radica en que la ciencia genera conocimiento mientras que la técnica aplica ese conocimiento para un determinado fin» (Chuvieco, et al., 2005; 51.). Además la relación entre ciencia y técnica no es una relación «uno a uno» sino «varios a varios».

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se define en función de su método: la ciencia es el proceso de generación de conocimiento según un método determinado y el conocimiento será científico si se deriva de dicho método. Ahora bien, esto que parece lógico y natural en una reflexión epistemológica encierra cierto peligro. Es aquí donde quizás haya pesado más el paradigma físico-matemático. Un método es un procedimiento epistemológico arbitrario diseñado para ser eficiente en el estudio de una faceta de la realidad determinada, con unas limitaciones técnicas de observación determinadas y con unos conocimientos previos determinados. Pero éstas son cuestiones que pueden variar con el paso del tiempo y de un área del conocimiento a otra, de modo que no se puede pretender la convergencia de diversas disciplinas en el método de una predominante, ni definir cuales son científicas y cuales no en función de su adecuación a dicho método. Haciendo esto estaríamos excluyendo de la explicación del mundo facetas de la realidad que serían no susceptibles de conocimiento científico de manera que, una vez más, los modelos explicativos quedarían incompletos. La idea de que un paradigma metodológico con pretensiones universales y ahistóricas deba definir la ciencia se antoja como poco dogmática, al mismo tiempo que ignora la influencia sobre la ciencia que tienen las circunstancias sociales e históricas de los investigadores. Pese a esto, el relativismo de Fayerabend parece excesivo; aunque los científicos estén condicionados por sus propios deseos subjetivos no se puede negar la existencia y trascendencia de los métodos, eso sí, en plural. Chalmers expresa muy coherentemente un relativismo atemperado al escribir que la idea general es, por lo tanto, que en un tiempo determinado pueden modificarse progresivamente partes cualesquiera de la red de objetivos, métodos, normas, teorías y hechos observacionales que constituyen una ciencia, y que las partes restantes de la red servirán de trasfondo contra el cual se darán las razones del cambio. No obstante no será ciertamente posible dar razones para cambiar todo lo de la red de una vez, pues entonces no habría suelo donde sentarse a argumentar (Chalmers 2006; 160). Esta posibilidad de pluralidad y cambio metodológicos exige que el método concreto adoptado sea debidamente explicitado, justificado, debatido, aceptado y contrastado. No obstante se pueden identificar unos procesos fundamentales que forman parte de cualquier meto-

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dología, en tanto que son partes del proceso cognoscitivo y, no lo olvidemos, adoptemos la estrategia de investigación que adoptemos, el órgano con el que la desarrollamos es siempre el mismo, el cerebro, del que por desgracia aún desconocemos casi todo su funcionamiento (de no ser así quizás todas estas reflexiones estarían superadas y parecerían triviales si no absurdas). Las definiciones aquí recogidas aluden a estos procesos fundamentales como: «la observación y el razonamiento» (RAE); «la observación y la lógica» (RAECEFN); «experiencia sensorial», «hipótesis de trabajo» e «inferencias lógicas» (Huxley 2000; 23); «datos observados» y «la razón» (Asimov, 1982; 18); el método «hipotético-deductivo» que consiste en «hipotetizarlo primero y verificarlo después con medidas objetivas» (Tapiador 2006). Hay claramente dos partes fundamentales: la observación y el análisis de lo observado. La verificación es también una parte importante que sólo incluye explícitamente Tapiador. Asimov en sus Cien preguntas básicas sobre ciencia (1997) ofrece una descripción sencilla de lo que considera «una versión ideal del método científico» en seis pasos: Primero se detecta y observa un problema. En segundo lugar se separa y desecha los aspectos no esenciales del problema. Tercero, reunir todos los datos esenciales del problema, obtenidos o de la observación o de la experimentación, para construir con ellos una versión simplificada de la realidad, carente de la distorsión de sus aspectos no pertinentes y con una selección de datos a utilizar, puesto que la realidad misma es inabarcable. En cuarta posición está el análisis de dicha versión simplificada de la realidad mediante herramientas racionales, como la lógica y la matemática, y con la ayuda de los conocimientos científicos previos. Así se debe llegar a una descripción o generalización provisional que explique el problema en forma de breve enunciado o relación matemática: se trata de la hipótesis. Quinto, verificar experimentalmente la hipótesis en función de su valor predictivo o carencia del mismo. En sexto y último lugar queda el rechazo o la rectificación de la hipótesis si no demuestra tener un valor predictivo o su erección al status de teoría o ley explicativa en caso de que lo tenga. El propio Asimov admite que estas pautas no tienen por qué ser seguidas puntualmente y concibe este método como un ideal. Además ya hemos visto como no toda la realidad es susceptible de ser explicada mediante leyes con valor predictivo. En definitiva, hay tres procesos fundamentales sea como sea el método que se diseñe: una observación de la realidad que se desea explicar y la captura de

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datos de la misma; una construcción de una versión simplificada de la realidad que es la representación o modelización; y un análisis e interpretación del modelo. Comentaremos estos procesos más adelante, pues las TIG cuentan con herramientas para ayudar en cada uno de estos procesos. Hay que aclarar que precisamente gracias a la modelización cada disciplina puede adaptarse en función de su objeto de estudio; las variables irrelevantes para el problema pueden ser excluidas de la versión simplificada de la realidad que se construya. Así volvemos a la posibilidad de pluralidad y cambio metodológicos y a la exigencia de debate, justificación, explicitud y contrastación. Así, para sintetizar, se pueden destacar cinco puntos que ofrecen una definición abierta de ciencia —y recordemos que la relación entre significado y significante es una mera convención que podemos modificar de forma justificada y consensuada—: 1. El objeto de la Ciencia es toda la realidad en su enorme magnitud y complejidad pues todo está interconectado. 2. El objetivo de la Ciencia es la generación de conocimiento sobre dicha realidad; un conocimiento que no debe ser sólo descriptivo sino también explicativo. 3. Dicho conocimiento debe ser útil para su aplicación por parte de la técnica o para la generación de nuevo conocimiento y en todo caso para la mejor comprensión del mundo en que vivimos. 4. La subjetividad es inevitable y la única forma de prevenirla es estudiarla y explicitarla. 5. El método, el proceso cognoscitivo para la formación del conocimiento, debe ser explicito, justificado, discutido y consensuado y debe pasar por una observación, una modelización y un análisis e interpretación.

LAS TIG, LA CIENCIA Y LA ARQUEOLOGÍA Las TIG irrumpen directamente en el punto metodológico de la ciencia. Su papel es precisamente observar, representar y analizar información de aquellos planos de la realidad que tienen una dimensión geográfica. De hecho comúnmente se definen como «disciplinas que permiten generar, procesar o representar información geográfica» (Chuvieco et al. 2005; 37). Dada esta definición, no es casual que diversos autores jueguen con las siglas inglesas GIS para descifrarlas como Geographic Information System, como Geographic Information Studies, o como Geographic Information Science (Conesa 2005; 24-25). Esta Cien-

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cia de la Información Geográfica es, siguiendo a Sui (2004; 63), aquella parte de la ciencia que estudia los modos de representar el tiempo y el espacio geográfico. Por otro lado también se han propuesto definiciones más concretas que ven en las TIG el único medio de la geografía para «proporcionar medidas objetivas y permitir el tratamiento y la confrontación de hipótesis con esas medidas con el objeto de incrementar la evidencia empírica de la teoría» (Tapiador 2006). Además ¿qué hay que entender por tecnología?, ¿por qué se definen como conjunto de disciplinas? Generalmente se entiende que el concepto TIG engloba a otros como la teledetección o los SIG, lo cual puede aparentemente alejar éstos de los profundos fundamentos teóricos, conceptuales y científicos que los hacen posibles y que justifican para algunos autores el planteamiento de una ciencia dedicada al estudio de la información geográfica. Este aparentemente alejamiento se percibe si consideramos las TIG como meras técnicas o si arrastrados por expresiones como «tecnología punta» o «de última tecnología» entendemos por tecnología una infraestructura o instrumento de aplicación útil y con matices de novedad y actualidad. Pero en realidad, la tecnología se relaciona con el conjunto de conocimientos científicos, medios y técnicas que permiten la aplicación de la ciencia en actividades prácticas o en la propia investigación científica. De este modo, partiendo de la definición de tecnología, las TIG pueden definirse como el conjunto de conocimientos, medios y técnicas para aplicar la ciencia de la información geográfica en actividades prácticas o en la propia investigación científica. Teniendo en cuenta las definiciones dadas para Ciencia y tecnología, no cabe describir la relación entre los conceptos TIG y GIScience de forma jerárquica pues son en realidad cosas distintas en participación mutua: las TIG se fundamentan en la GIScience y ésta es práctica y aplicable gracias a la primera. Los SIG, la Teledetección, la Cartografía y otras disciplinas afines forman parte de las TIG y participan activamente de forma bidireccional en la GIScience coherentemente con las definiciones aceptadas. La aportación de las TIG a la ciencia es precisamente observar, representar y analizar información de aquellos planos de la realidad que tienen una dimensión geográfica. Significativamente el papel que tanto Chuvieco et al., como Tapiador otorgan a las TIG en el proceso de formación del conocimiento apunta en esta dirección. Para los primeros el gran aporte de las TIG es:

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la eventualidad de disponer de procedimientos y técnicas de análisis que permiten la formalización de un problema concreto, a un nivel de escala abarcable, ofrece una amplia e innovadora gama de posibilidades metodológicas a cualquier investigación, dentro de planteamientos teóricos muy diversos (Chuvieco et al. 2005; 39). Para el segundo la función de las TIG es más restringida y consiste en: proporcionar medidas objetivas y permitir el tratamiento y la confrontación de hipótesis con esas medidas con el objeto de incrementar la evidencia empírica de la teoría (Tapiador 2006). Básicamente las TIG intervienen en la formación del conocimiento en primer lugar mediante una captura de datos que permita objetivar variables, en segundo lugar y como consecuencia facilitando el intercambio de información y datos entre investigadores, y en tercer lugar construyendo representaciones o modelos analíticos capaces de integrar datos de diversos planos de la realidad. La pretensión de objetividad es legítima. Aunque sea un ideal inalcanzable el estudio de la subjetividad permite objetivar la variable si bien el dato permanece subjetivo. Se trata de disponer de procedimientos y medios que permitan obtener y tratar datos con una subjetividad análoga y conocida para todos los casos. Esto los hará susceptibles de análisis conjunto y comunicables dentro de la comunidad científica. Algunas TIG, como la Topografía y la Cartografía desde hace tiempo o la Teledetección más recientemente y aún en experimentación, ya han contribuido notablemente a la objetivación de variables en Arqueología. Sin embargo menor aplicación han tenido las TIG en lo que se refiere a la intercomunicación de datos entre investigadores. En este campo pueden ser de gran utilidad para la Arqueología los conceptos de metadato e IDE (Infraestructura de Datos Espaciales). Los metadatos son datos sobre los datos que informan de su proceso de captura o producción, fecha y autoría del mismo, fiabilidad, etc. Es decir el metadato contiene la información para el estudio de la subjetividad del dato. Las Infraestructuras de Datos Espaciales, como sistemas para la creación de bases de datos y para el acceso telemático a las mismas2, son un medio prometedor para 2 Una definición aceptada sería: «La definición clásica de una IDE es básicamente tecnológica, ya que la presenta como

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que diferentes investigadores compartan los datos y resultados de sus investigaciones. Sería de gran utilidad contar con Infraestructuras de Datos Arqueológicos que contuvieran, por ejemplo, datos paleoambientales o los resultados de los análisis cerámicos así como su método y condiciones de análisis. Las TIG además de ayudar a la observación de la realidad en cuanto a objetivación de variables se refiere, también lo hacen incrementando la precisión en la captura de datos y permitiendo el acceso a aspectos de la realidad difícilmente perceptibles o incluso imperceptibles por los sentidos. Ejemplos de los primero en la práctica arqueológica son los Sistemas de Posicionamiento por Satélite (GPS, Glonass, Galileo), la estación total, la fotogrametría o el escaneado láser. Para lo segundo, a la tradicional y fructífera fotointerpretación se añaden actualmente en esperanzada experimentación la teledetección y el georradar aplicados a la Arqueología. Un aspecto fundamental de la investigación arqueológica en el que las TIG pueden jugar un papel fundamental es la modelización; la construcción de representaciones de la realidad. En este campo son los SIG una herramienta muy valiosa, pues precisamente se definen como conjunto de partes —hardware, software, datos, conocimientos, usuarios...— que trabajan de forma coordinada con un objetivo común: la gestión, análisis y modelización de información geográfica. Ahora bien, dado que la Arqueología trabaja con una realidad presente para la comprensión de una realidad pasada la modelización puede adoptar aquí una doble vertiente. Se puede modelizar la realidad patrimonial actual para mejorar su análisis y gestión, pero también se puede construir un modelo de la realidad pasada a partir de los conocimientos arqueológicos, paleoambientales y geomorfológicos que se tengan. Aunque esto es complicado y nunca podrá constituir una certeza es una vía para combatir el actualismo de los datos que aqueja la aplicación de SIG en Arqueología. una red descentralizada de servidores, que incluye datos y atributos geográficos; metadatos; métodos de búsqueda, visualización y valoración de los datos (catálogos y cartografía en red) y algún mecanismo para proporcionar acceso a los datos espaciales» (Capdevila Subirana, 2004). Un ejemplo de I.D.E. es la I.D.E.E. (Infraestructura de Datos Espaciales de España) que define así sus objetivos en su página Web: «La Infraestructura de Datos Espaciales de España (IDEE) tiene como objetivo el integrar a través de Internet los datos, metadatos, servicios e información de tipo geográfico que se producen en España, a nivel nacional, regional y local, facilitando a todos los usuarios potenciales la localización, identificación, selección y acceso a tales recursos, a través de este geoportal» (www.idee.es).

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En ambos casos la modelización de la realidad arqueológica conlleva integrar datos diversos en un SIG Ésta es la verdadera potencia de los SIG aplicados a la Arqueología. Sin embargo aquí parece abrirse un problema, pues dada la fuerte vinculación actual de los SIG a la informática parecería que éstos son sólo útiles desde una perspectiva cuantitativa, mientras que las sociedades del pasado, la experiencia humana estudiada por la Arqueología, debe contemplar aspectos de la realidad no mensurables y por tanto no integrables directamente en un entorno informático. Afortunadamente hay una posibilidad. Consiste en que las disciplinas pertinentes según el caso estudien previamente esas parcelas de la realidad y construyan su modelo. Si bien esa realidad no era mensurable, su modelo sí puede adquirir forma concreta y es por tanto susceptible de codificación e introducción en el SIG De no ser así difícilmente podrían construirse mapas que reflejen, por ejemplo, el sentir político de los distintos distritos de una ciudad. En Arqueología, si se cuenta con información que lo justifique, pueden de esta forma integrarse en un SIG polos de atracción o repulsión de la población por cuestiones culturales o excluir de un análisis de captación de recursos una zona determinada por motivos religiosos o por una anomalía administrativa documentada. Esta integración de «modelos disciplinares» en un macro modelo permite además el análisis conjunto de los diversos aspectos de la realidad contemplados por la representación construida. Quizás así puedan superarse las «conclusiones por adición» fruto del trabajo de diversos especialistas que construyen sus diversos modelos llegando a sus diversas conclusiones recopiladas al final de las monografías. Se trata de analizar el sistema y no sólo sus partes.

UNA OPORTUNIDAD MÁS TRASCENDENTAL: LA TERCERA CULTURA Y EL MACROSCOPIO Precisamente esta capacidad integradora de las TIG las sitúa en un punto estratégico en ese propósito de redefinición de la parcelación del saber que se anunciaba al principio. Las TIG pueden constituir un marco común en el que «científicos» e «intelectuales literarios» tengan que entenderse. Por ello Conesa (Conesa 2005; 25-26) identifica la geografía con el «nuevo sistema» y los SIG con «el instrumento» que vaticinaba Jöel de Rosnay de cara a comprender el mundo desde una perspectiva global y sistémica:

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El microscopio y el telescopio han sido muy valiosos en el conocimiento científico del universo. Ahora necesitan un nuevo instrumento quienes tratan de entender y organizar con eficacia su actividad en este mundo, tanto si son responsables de las principales decisiones en política, ciencia e industria, como si son agentes individuales (Conesa 2005; 25)3. Es curioso como De Rosnay parece anticiparse al concepto de TIG: el macroscopio no es una herramienta como las demás. Es un instrumento simbólico, hecho de un conjunto de métodos y de técnicas tomadas de muy diferentes disciplinas (De Rosnay, 1977; 1-2). También De Rosnay advierte que los «terrenos vedados» de la educación impiden tener una visión de conjunto, que requiere un nuevo enfoque: el enfoque sistémico: Es este nuevo enfoque [sistémico] lo que simboliza el macroscopio. Se apoya en una consideración global de los problemas o de los sistemas en estudio y se concentra en el juego de interacciones entre sus elementos (De Rosnay, 1977; 3). Quizás las TIG macroscópicas faciliten el surgimiento de la «tercera cultura» en la que confiaba Snow para salvar la división entre «científicos» e «intelectuales literarios». Si bien en las últimas décadas la tendencia es la hiperespecialización, hay que reivindicar tenazmente la necesidad de síntesis. Un gran conjunto de conocimientos hiperespecializados pero aislados entre sí es prácticamente inútil. Como hemos dicho, los SIG pueden convertirse en el instrumento clave para representar y analizar conjuntamente conocimientos geográficos hiperespecializados, y por tanto para hacer su síntesis. En este sentido los SIG serían el macroscopio para aquellas partes del conocimiento que tienen una dimensión espacial y sería de esperar que para otros ámbitos científicos surgieran otros macroscopios. En general puede decirse que se necesita una perspectiva holística y comunicación entre diversas ciencias. «científicos» e «intelectuales literarios» deberían dejar de diferenciarse al participar en la «tercera cultura» de «intelectuales científico-literarios». 3 Conesa traduce la cita de la versión inglesa de 1975 de De Rosnay: The Macroscope: A New World Scientific System, New York. Es mucho más clara la traducción de este pasaje que hace Conesa que la que encontramos en la edición española de 1977, de ahí que la haya seleccionado.

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Es acaso demasiado pronto para hablar de una tercera cultura ya existente. Pero ahora estoy convencido de que esta cultura se aproxima. Cuando llegue, algunas de las referidas dificultades de comunicación serán por fin allanadas; porque dicha cultura no tiene más remedio, pera cumplir su cometido, que entenderse en su propio lenguaje con la cultura científica (...). Hay señales de que ya está sucediendo. Algunos historiadores sociales, además de hallarse en relaciones de buen entendimiento con los científicos, se sienten inclinados a volver la atención hacia los intelectuales literarios (Snow, 1977; 81-82). La investigación obliga cada vez más a la interdisciplinaridad, y para que ésta sea posible es necesaria la comunicación entre científicos, se dediquen éstos a la Geografía, la Arqueología o la Física. Para que esta comunicación sea posible es necesario compartir un lenguaje y un conocimiento básico interdisciplinario común, es decir, una formación global: la «tercera cultura».

SUMMARY: THE ROLE OF GEOGRAPHIC INFORMATION TECHNOLOGIES IN ARCHAEOLOGY The debate started by Capel (2003; 2005), Chuvieco et al. (2005) and Tapiador (2006) pointed out three main themes: the role that Geographic Information Technologies (GIT) should play within Geography according to the different conceptions of science, the convenience of modifying Spanish University Organisation because of the subject of Geography, and academic strategies. In our opinion, GIT should play a really important role in the Geographical research because they aren’t only techniques but whole disciplines that involve explicit procedures and knowledge. And what is more, nowadays GIT form part of almost any geographical research and have the most socioeconomic and labour impact, that’s why it wouldn’t be an appropriate strategy to relegate them to a second term place (Chuvieco et al. 2005). Even if we consider GIT as «instrumental disciplines», subordinated to the nuclear science, we have to admit that their significant utility place them in the centre of any Geographical research (Tapiador 2006). The connection between disciplines should not be discussed throughout a pyramidal approach but it must be done according to multidirectional conception of their utility. Nevertheless, all these considerations point out the need of a reorganisation of a Geography discipline

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in the Spanish University system that must be considered as a really serious issue. According to Capel (2005), it is quite achievable but not convenient at the moment. He considers that recognition of GIT as a specific Area of Knowledge would lead it to an extreme specialisation that might dissolve Geography itself. On the other hand, Chuvieco et al. (2005) consider that giving a central role to GIT in the area of Geography would be the best way of making the science attractive to students, and of interest for the society; also, in long terms, it would be the only efficient method to prevent intrusions into the geographical investigation and practice by non geographers that would balance on the edge with other disciplines or sciences. However, Capel (2005) points out the possible existence of hidden intentions in order to privilege GIT within the Spanish University educational structure. He considers that this might be a strategy of creating a Area of Knowledge pattern in order to dominate it and assure its position in the institutions of higher education. Most of the subjects that were discussed would enclose their epistemological grounds. This fact made difficult the agreement between the authors also because their concept of Science is quite different. That’s why we consider it might be a good idea focusing on the subject of Science. The consolidation of Natural Sciences along the 19th century and the spectacular development of Physics in the 20th century conducted to the creation of the physical and mathematical paradigm of Science. This idea of Science was stated by the Vienna Circle as the logical positivism or logical empiricism. It has had en enormous influence on the Philosophy of Science, and even in Social Sciences through the conceptions made by Hempel. However, by the end of the 19th century the physical and mathematical paradigm of Science ended up in crisis. Khun and Lakatos pointed that the social and cultural implications on scientific structures and theories had been overlooked in the discussion, and nowadays the whole confidence on scientific knowledge is been re thought (Chalmers 2006; Wallerstein 2005). Finally, we managed to outline five general points that might define the essence of Science. It was done through the synthesis and critical approach of some definitions of Science that we have borrowed from several scientific texts that represent diverse popular and academical levels, and which were produced by scientifics from different disciplines as Physics or Archaeology. We have also observed different approaches to this topic before we could conclude that:

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1: The object of Science is the whole reality in all its dimensions and complexity since everything is related. 2: The purpose of Science is the generation of new knowledge about reality. This knowledge should not only describe but also explain the object of Science. 3: Scientific knowledge must be useful in order to apply it via practice or in order to generate further knowledge. And in any case it should be useful for a better comprehension of the world in which we are residing. 4: Subjectivity is unavoidable, that’s why the study and clearness are the only ways to prevent it. 5: The method, the process of the acquisition of knowledge, must be explicit, justified, discussed, and contrasted. In any case, this method will always imply an observation, a representation of a simplified version of reality, and an analysis-interpretation. Although the definition of Science may not be concise enough, we consider that it is capable of offering a common workframe where Natural and Social Sciences can come together. This is of great importance because human behaviour and his communities ought to be studied in relation to physical aspects of the world. And it’s right within the methodological subject where GIT is positioned. Their aim of it is «to generate, to process and to represent geographic information» (Chuvieco et al. 2005). The creation of observations also constitutes the main purpose of GIT that has been described as the only valid method in order to obtain objective measures and to contrast them with hypothesis (Tapiador 2006). These aspects place GIT next to the concept of the Science. Therefore the acronym GIS – usually understood as Geographic Information Systems – is sometimes referred to GIStudies or even GIScience. This sort of Science based on the geographic information is defined as a part of Science that studies the ways of representing time and geographic space (Sui 2004: 63). Since technology can be defined as a sum of knowledges, procedures and resources in order to deal with scientific application while resolving problems or generating further knowledge, the relationship between GIT and GIScience cannot be defined in terms of hierarchy. They must be considered as different subjects that interact: GIScience requires GIT in order to evolve, and GIT receive backing from GIScience. To sum up, the employ of GIT can be of utility in some methodological aspects; mainly in those concerning observation and representation. Even if absolutely objective measures are not possible, GIT

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can be useful in making variable objectives. If all the measures are subjective in the same way and amount, it will be possible to compare them, and analyse them as a whole. Having objective variables that contain homogeneous data allows sharing information. There are two concepts related with TIG that we consider important in order to share scientific data: the metadata and the Spatial Data Infrastructures. The first one is related to the information about the data that is offered. This information involves the method of creation of data, date, author, reliability... and allows studying data itself. In this way other scientists can decide whether to use it or not. The second concept, SDI, refers to databases that are accessible to the scientific community mainly via Internet. It would be really interesting to have Infrastructures of Archaeological Data that would contain, for instance, the results of ceramic analysis, environmental information or radiocarbon dates. The representation through GIT, mainly GIS, permits the integration of different aspects of reality concentrated in one model. This can be the most important contribution of GIT to Archaeology. This allows analysing simultaneously different aspects of reality if we considered it as a system where different parts interact. In order to conclude it can be pointed out that this capacity of integration of different aspects of reality in one model places GIT close to the concept invented by De Rosnay (1977): the macroscope. He sought after a systemic perspective which would allow a whole vision of reality. While telescopes let us explore what it’s far away and microscopes show extremely tiny things, De Rosnay looked for a macroscope in order to observe the whole. Can GIT act as a sort of macroscope? And even more, can GIT be useful within the creation of the «third culture» announced by Snow (1977)?

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