El papel de la vida cotidiana en el arte de las sociedades en crisis: el legado situacionista en el arte desde los años 70

August 9, 2017 | Autor: C. Nieto Yusta | Categoría: Aesthetics, Postmodernism, Situationism
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Sociedades en crisis. Europa y el concepto de estética

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El papel de la vida cotidiana en el arte de las sociedades en crisis: el legado situacionista en el arte desde los años 70 Constanza Nieto Yusta

Planteamientos fundamentales Los años 50 del siglo XX estuvieron marcados por fuertes debates acerca de la modernidad. El discurso formalista instaurado por Clement Greenberg fue profundamente cuestionado y nuevas lecturas acerca de la modernidad y de la obra de arte reformularon las categorías hasta entonces asociadas a la misma. La Escuela de Frankfurt había promovido, principalmente desde la aparición de la obra de Adorno y Horkheimer Dialéctica de la Ilustración en 1944, un análisis de la obra de arte a partir de su profunda imbricación en el mundo del capitalismo industrial: conceptos como especialización, mercantilización, industria cultural, kitsch, razón instrumental, reproductibilidad técnica, unidimensionalidad del sujeto, etc., irrumpían en el discurso del arte contemporáneo como los ejes vertebradores de la próxima teoría crítica y estética. En este contexto, la relación entre la obra de arte entendida como mercancía y el individuo considerado como sujeto pasivo solo podía traducirse en términos de separación, pasividad

y no participación tanto en el mundo como en su sistema de representación. La crisis que se revelaba en el mundo del capitalismo tardío había enajenado tanto a sus individuos como a todas sus relaciones con el mundo, fueran estas de percepción, sensación, representación, identidad, políticas, sociales... Y en este contexto, la crítica del arte no podía continuar limitándose a los aspectos formales. De forma paralela, la denuncia de la enajenación del sujeto y de la sociedad contemporánea fue promovida desde Francia: centrados en la crítica del papel de los medios de comunicación y de la publicidad en la espectacularización del mundo posmoderno, la Internacional Situacionista consideró necesario no solo pasar de la teoría crítica a la praxis sino hacer de ambas una unidad indisociable. Para ello se proclamó desde una nueva óptica la antigua consigna de las vanguardias históricas “arte-vida”: la revolución había de comenzarse desde el ámbito de acción más próximo al sujeto, desde la misma vida cotidiana, para extenderla posteriormente a esferas mayores como la social, política o la económica. La vida cotidiana, en tanto primer y último re-

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ducto de las posibilidades de acción del individuo, debía “ser recuperada, reinventada y proclamada como un lugar desde el cual comenzar a hacer frente a la crisis contemporánea, como el punto de partida para establecer nuevos criterios de pensamiento y acción, de experimentación y libertad creativa y, consecuentemente, como la sede de la crítica necesaria frente a la alienación del mundo posmoderno.” La crisis a la que se refería la Internacional Situacionista no era sino la resultante de esa sociedad del espectáculo analizada por Guy Debord: la sociedad del consumo y de la mercantilización, la sociedad de los medios de masas, pero sobre todo, la sociedad de la imagen que, omnipresente gracias al papel de la publicidad, de la televisión y, principalmente, del cine, había llevado a la inversión de la vida. Todo lo que antes constituía la realidad y, por tanto, era susceptible de ser vivido, había pasado a ser representación, espectáculo. Mediado en todas sus relaciones por imágenes, el hombre se encontraba separado del mundo, de un mundo que, transformado en una especie de holograma, aparecía antes sus ojos como algo ajeno a sus acciones. En este mundo reificado, el individuo contemporáneo había pasado a ser un voyeur, un ente pasivo, un mero consumidor de las representaciones difundidas por el poder capitalista en tanto que principal mecanismo de control. Un control que se había mostrado más que efectivo no solo en el espacio público sino, asimismo, en el espacio privado. En el espacio público, la separación hipnótica respecto al mundo, cuyo pilar estaba en la alienación que el hombre experimentaba en el trabajo, se reforzaba y perpetuaba a través del papel jugado por la información, la propaganda, la publicidad y el cine. En el ámbito privado, era la prolongación del cinematógrafo que encarnaba ese gran invento doméstico que había sido la televisión, el modo de extrapolar el letargo al mismo lugar del recogimiento y de la intimidad, el hogar. La pasividad y la inercia generadas en el ámbito público habían invadido, por tanto, ese dominio donde la vida siempre se había desarrollado al margen de los imperativos de la sociedad capitalista: el dominio de la cotidianeidad hogareña, el espacio del habitar, del cocinar y de la ensoñación recogida. La vida cotidiana, ya fuera en el espacio público o en el privado, había quedado así anulada, despojada de cualquier destello de espontaneidad, creación o crítica. Era, entonces, ahí, en la misma vida cotidiana, en ese topos personal —propio a cada

individuo— y colectivo a la vez —presente en todos y cada uno de nosotros—, donde debía comenzarse la revolución que buscaba la I.S. Recuperar la pureza y la espontaneidad de los actos más cotidianos (los gestos, las conversaciones, los paseos...) era el paso previo para el desarrollo de la creatividad y del espíritu crítico de los que el hombre se había visto despojado. Reencontrado consigo mismo, y con sus posibilidades de acción inherentes, solo cabía esperar el despertar colectivo. En su reivindicación de la vida cotidiana, la I.S. articularía un discurso encaminado a la praxis crítica en la que entrarían en juego una serie de conceptos-prácticas en íntima relación con la arquitectura. ¿Cómo iba a ser de otro modo, si toda la vida cotidiana se desarrolla en espacios construidos, ya sean públicos o privados, abiertos o cerrados? La planificación y estructuras tanto urbanísticas como arquitectónicas no eran sino otro mecanismo de control más impuesto por el poder: todo el trazado urbano ponía en marcha una existencia organizada espacial y temporalmente en función del trabajo, el consumo e incluso la mercantilización del tiempo libre. El ciudadano no podía pasear por una ciudad sin rendir sus pasos al utilitarismo más feroz. La ciudad contemporánea no era sino el gran escenario espectacular capitalista donde funcionaban a la perfección todos sus actores en una trama marcada por una sola línea argumental: el consumo masificado, la masificación del hombre consumido. Frente a una existencia que había pasado a ser, más que una vivencia, una supervivencia, la I.S. desplegó una serie de tácticas con las que sacar a la vida de ese estado de letargo hipnótico y devolverla a su actividad esencial: no un participio ni un presente sino un pleno gerundio, plena praxis. Nada de reivindicar lo vivido o el vivir: a partir de ahora la revolución se instalaría en la transformación inevitable del viviendo. En el presente continuo, en el presente en construcción permanente. En este estar haciendo, estar transformando, que buscaba la I.S., la ciudad vino a convertirse en el espacio de las propuestas de esta nueva existencia activa. Contra lo que la I.S. vino a luchar no fue sino la cultura, entendiendo por esta el “reflejo y prefiguración, en cada momento histórico, de las posibilidades de organización de la vida cotidiana; compuesto de estética, sentimientos y costumbres mediante el que una colectividad reacciona ante la vida que le viene dada objetivamente por

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la economía.” (Internacional Situacionista. Textos íntegros en castellano de la revista Internationale Situationniste, vol. 1: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris, 2001, p. 15) Puesto que la vida espectacular había transformado al hombre en un ser inerte cuyas relaciones con el mundo, resultantes de aplicar los principios económicos y mercantilistas a su vida cotidiana, estaban predeterminadas y carentes de cualquier imprevisto, la I.S. establecería su revolución cultural en la construcción de situaciones. Una situación no era sino un momento de la vida; su construcción, un modo de organización consciente de esas situaciones de modo que generasen un ambiente unitario marcado por el juego, por la relación lúdica y no teleológica de los acontecimientos. Al ser el propio artífice, el responsable de las situaciones que conformaban su vida cotidiana, el individuo pasaba a ser situacionista y, en consecuencia, a establecer nuevos comportamientos con su entorno y a generar nuevas experiencias. El comportamiento experimental tendría como lugar de desarrollo la ciudad: su aplicación desvelaría un urbanismo unitario, es decir, la perfecta integración de las experiencias con el medio en el que éstas tenían lugar. De este modo, el urbanismo dejaba de ser algo ajeno al individuo que lo habitaba y recorría: ambos se desvelarían como elementos en una íntima conexión. Los trazados urbanos, las calles, las plazas..., todos los elementos característicos de la planificación urbana mostrarían, entonces, su influencia sobre el comportamiento de los individuos. Ya no se podría hablar, pues, de geografía objetiva, de coordenadas matemáticas o de organización racional de la urbe sino de psicogeografía: el medio geográfico ejercía una acción directa sobre los afectos del individuo que podía y debía ser estudiada. Basada fundamentalmente en el juego, la construcción de situaciones encontraría en la deriva su práctica fundamental: un comportamiento experimental en el espacio urbano consistente en el paso ininterrumpido por distintos ambientes. A partir de la conjunción de estos elementos, la I.S. formularía su revolución cultural en diversos planos. Alguno de sus miembros como Benjamin Constant tratarían de aplicar todos los principios nacidos de la construcción de situaciones en proyectos arquitectónicos: la Nueva Babilonia de Constant no era sino la ciudad situacionista

por excelencia, la ciudad del homo ludens, un espacio para los nómadas donde las estructuras laberínticas basadas en la desorientación impedirían la repetición de cualquier experiencia y generarían un nuevo espacio de relaciones sociales y, en consecuencia, un nuevo modo de vida. En lo referente a otras disciplinas artísticas, sería la idea de détournement o desvío la que fundamentaría la actividad situacionista en el ámbito de la creación: el empleo desviado de los medios estéticos de producción artística. Una cuestión que dejaremos para la comunicación del próximo 12 de noviembre.

Puntos de la ponencia • ¿Un legado situacionista? Contradicciones que plantea la presente comunicación. El détournement como el modo de superación y de crítica efectiva. − Nada más contrario al situacionismo que introducir sus planteamientos en un museo. − La espectacularización inevitable del arte, mediante su conversión en imágenes de recepción pasiva o su incorporación en los discursos institucionales y/o museísticos, niega rotundamente la existencia de un arte situacionista. − Cómo sacar provecho de tus enemigos: el détournement como modo de superación y de crítica. • Algunas de las ideas fundamentales planteadas en el Tratado del saber vivir para uso de las nuevas generaciones de Raoul Vaneigem ilustradas mediante la obra de Barbara Kruger. − La perspectiva del poder y sus mecanismos de control y aniquilación del individuo: - Compro, luego existo. - La humillación. - El aislamiento. - Degradación del trabajo. - La promesa del Estado de Bienestar. - La identificación con estereotipos. - Psicología del homo consomator. − La inversión de la perspectiva de esta situación o détournement se formula en la triada realización-comunicación-participación. • Crítica y vida cotidiana en imágenes. Algunos ejemplos en el ámbito artístico desde los años 70 hasta la actualidad:

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− El arte del paseo convertido en proceso estético invasor del mundo, natural y urbano. Carl André, Richard Long, Walter de Maria, Vito Acconci, Sophie Calle, Maria Abramovic. − Interrupciones, aperturas, transformaciones del paisaje urbano. Ciudad y crítica. Gordon Matta Clark, Hans Haacke, Martha Rosler, Krsystof Wodiczko.

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− Las imágenes de la cotidianeidad. Hans Feldmann, Cindy Sherman, David Goldblatt, Sophie Calle. • Más allá del espectáculo… ¿el net art como único heredero posible del pensamiento y de la acción situacionista? El caso de Critical Art Ensemble.

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