El papel de la familia en el proceso de construcción de la cultura

October 6, 2017 | Autor: S. Calzada Hernández | Categoría: Sociología de la Cultura
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Descripción

El papel de la familia en el proceso
de construcción de la cultura
Samuel Hernández Calzada
Universidad Autónoma de Guerrero. México


Introducción
Pocas cosas parecen tan naturales a los ojos del historiador en cualquier sociedad como la familia; no obstante, para el antropólogo y el sociólogo no lo es tanto; es de hecho una premisa de la vida social cuya ausencia (en los casos más extremos) o disfuncionamiento (en la mayoría de las veces) genera una serie de conductas anómalas en el individuo, que pueden poner en peligro la tranquilidad de la colectividad entera –ya la psicología se ha ocupado bastante de ello-; es tal la importancia de esta institución que ante la eventualidad de su falta, el grupo social se previene de ello y establece algunas soluciones: orfelinatos, adopciones, etc. para que el sujeto no se vea privado de ese núcleo de entrenamiento que le oriente en su desempeño como miembro del colectivo.
Sin mucho temor a equivocarme, podría afirmar que en cualquier análisis historiográfico, tanto más el relacionado con la historia de la cultura y de la cotidianeidad, debiera ocupar un lugar importante el estudio de la estructura familiar, pue es éste el espacio donde en primer lugar se lleva a cabo la socialización del individuo, esto es, la labor de imbuirle todo aquello sancionado por la colectividad y cuya reproducción se espera de este nuevo miembro, si la cultura en cuestión ha de perdurar.
Desarrollo
Es posible que si preguntásemos a un público determinado acerca de los grupos humanos con los que se relaciona de manera cotidiana, la familia no fuera el primero en hacer su aparición, tal es el grado de naturalidad con que se la contempla. En los análisis históricos tradicionales sale totalmente de cuadro: como si los personajes hubieran surgido por generación espontánea; acaso se menciona su ascendencia con el objetivo de establecer linajes, mas no para hablar de las relaciones establecidas en el núcleo familiar.
De hecho, cuando se realiza un registro gráfico, una gran parte de estas líneas está conformada con los nombres de los miembros varones, ello obedece a que esas construcciones son producto y premisa de la cultura patriarcal en virtud de la cual el papel de la mujer pasa a un plano poco perceptible, de permanente dependencia. Y siendo la mujer parte importantísima de la familia en términos operativos o prácticos –por llamarles de alguna forma-, es lógico que el papel de este grupo sea mantenido a media luz. Considero que ahí radica la importancia de un análisis de esta institución: su papel determinante en la formación de los seres humanos en las diferentes sociedades: en la transmisión y recreación de la cultura.
Cabe preguntarse si los acontecimientos históricos hubieran sido distintos de haberse criado los personajes en un ambiente familiar diferente al que los cobijó o, en términos más claramente metodológicos, cuál es la influencia del círculo familiar de los personajes históricos en el desarrollo de los acontecimientos que protagonizaron. Por este camino tendría que llegarse forzosamente a la pregunta sobre si es posible que dichos personajes hubiesen podido tener una familia distinta o, más bien, si los individuos en cuestión son solamente producto de las circunstancias de su grupo social, incluida su familia. Un caso sintomático y patético es el del actual presidente de México, cuya familia le ha ocasionado más de un descalabro.
La cuestión siguiente sería, por dónde debe comenzar un análisis de la institución familiar. Las respuestas pueden ser variadas, dependiendo del enfoque con que se le aborde. Bajo la lógica braudeliana, se hace necesario concatenar el análisis historiográfico con el sociológico y el antropológico. Por supuesto que esto no excluye cualquier otra tentativa como el análisis económico, el estadístico, etc.
El estudio de la familia ha sido abordado por diferentes estudiosos. En nuestro país tenemos dos ejemplos emblemáticos: el trabajo antropológico de Oscar Lewis, Los hijos de Sánchez y el del sociólogo Careaga Medina, Mitos y fantasías de la clase media en México. De ellos a la fecha existen múltiples enfoques de análisis (psicológico, estadístico, etc.) aunque en su mayoría son trabajos breves, cuyo propósito es –en el mejor de los casos- contribuir a la integración y funcionalidad de este grupo social en el contexto de la vida actual y no un análisis estructural que cuestione sus elementos y mucho menos su funcionamiento ni su papel en la sociedad.
Lo cierto es que la familia es una construcción social dinámica y cambiante, cuyo análisis exige remontarse, aunque sea brevemente, a sus mismísimos orígenes. En este punto resulta inevitable citar a Engels con El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, así como a sus reconocidos acreedores, Lewis H. Morgan, Johan J. Bachofen, por citar algunos, que rompen en el siglo XIX con la tradición de enfocar el origen de la familia desde la visión creacionista que la deshistoriza.
Entre las varias definiciones de familia podemos citar por una parte aquellas que hacen énfasis en la relación sanguínea, que la describen como una agrupación humana basada en la generación y en el consiguiente parentesco y por otra a las que aluden a la relación íntima entre sus integrantes, los cuales la presentan como "un conjunto organizado e interdependiente de personas en constante interacción, que se regula por unas reglas y por funciones dinámicas que existen entre sí y con el exterior", (Espinal I. et al. S/F). Se adivina la intención de las definiciones del segundo tipo de proporcionar cabida a las modernas expresiones familiares; no obstante, las definiciones del primer tipo no pueden soslayarse, por cuanto que el lazo sanguíneo continua siendo una parte fundamental para esta unidad organizativa en nuestra sociedad.
Más allá de su definición, la organización de la familia guarda estrecha relación con la concepción misma de la sociedad por parte de un grupo humano, puesto que esta concepción es la que será reproducida; asimismo, se convierte en la expresión primigenia de la adaptación del grupo a las condiciones de su entorno. En algunas sociedades su estructura es bastante simple y en otras llega a ser compleja en extremo. A grandes rasgos, se puede observar que la familia será tanto más compleja por cuanto el grupo social en cuestión conserve los rasgos de una organización tradicional, incluyendo a muchas personas bajo los membretes de parentesco más variados (concuños, tatarabuelos, primos segundos, compadres, etc.); por otra parte, en cuanto la sociedad se va modernizando, el papel de la familia se circunscribe a los parientes directos, e incluso existe mayor tendencia hacia el la independencia personal y el individualismo.
En cualquiera de sus expresiones, la familia ha cumplido tradicionalmente varias funciones como la reproducción de los individuos, la socialización de los miembros nuevos, la formación de una identidad personal, el sostenimiento económico solidario y la reglamentación de la sexualidad.
Para fines prácticos podemos hablar de familia primitiva, antigua y moderna. De la primera no existen registros escritos, sino especulaciones teóricas obtenidas a la luz del estudio de grupos humanos que actualmente mantienen un estilo de vida poco tecnificado; la segunda se identifica con el llamado mundo antiguo, desde la aparición de la escritura hasta el inicio de la edad media y la tercera abarca el tiempo restante hasta nuestros días.
Se supone que la familia es la forma exclusiva de organización de los grupos humanos primitivos, y le corresponde desempeñar funciones económicas, políticas y religiosas; es la horda elemental, la familia consanguínea -a la cual atribuye Engels el origen de la familia extensa presente en las sociedades tradicionales- cuya unidad es esencial para asegurar la sobrevivencia del grupo, lo cual le lleva a ser colectiva, democrática e igualitaria. Posteriormente esta unidad evoluciona hacia la formas punalúa y luego a la sindiásmica de la cual surgirán las formas poligámica y monogámica, que llegan a la época antigua y de las cuales sí existen registros.
De la familia poligámica, hay que decir que no ha sido una forma generalizada, sino meramente excepcional que puede obedecer a tres razones: para satisfacer una necesidad de lujo y manifestación de poder, como respuesta a una escasez de recursos -para evitar un aumento poblacional excesivo- o por la desproporción entre el número de individuos de uno y otro género en el grupo social. De la primera encontramos varios ejemplos, sobre todo en las culturas orientales; de la segunda los ejemplos escasean (se mencionan la antigua Creta, algunos grupos esquimales, indios y tibetanos), igual que de la tercera (como Paraguay después de 1870 y hasta principios del siglo XX o algunas tribus de Brasil). En la actualidad, y fuera de las situaciones explicadas se encuentran ejemplos entre algunas sectas religiosas (los mormones y los musulmanes, son la muestra más representativa) y como excentricidades aisladas.
La familia monogámica ha sido con mucho la predominante en el mundo desde la antigüedad hasta hoy. Su consolidación es característica del surgimiento de la civilización y del Estado y propia de la cultura occidental. Está fundamentada en el predominio del varón y no es sino hasta épocas recientes que ha sufrido algunas modificaciones en su concepción como consecuencia de los movimientos emancipadores del género femenino desde el siglo XVII, con la ilustración, que indirectamente sembró las bases del movimiento feminista, hasta la actualidad, donde van surgiendo concepciones menos radicales, que pugnan por una efectiva igualdad de géneros y no por la eliminación o suplantación del varón como en sus expresiones más recalcitrantes pregonaba el feminismo.
Otro elemento de análisis en un estudio sobre la familia y su papel en la construcción de la cultura es la existencia de diferencias marcadas entre la familia rural y la familia urbana, ambas con problemáticas derivadas de la idiosincrasia del medio en que se desenvuelven: la familia rural conserva más rasgos de organización tradicional, por ejemplo y la urbana se encuentra sujeta en mayor medida a convencionalismos de tipo económico. Además está la problemática propia de la clase social a la que pertenecen; por ejemplo, el divorcio no es opción en muchos de los casos de la familia rural de clase baja; la inestabilidad amenaza con mayor frecuencia a las clases bajas en general, ya que muchas de las discusiones familiares giran en torno a los recursos económicos y su administración; en las clases económicamente acomodadas se procura el interés económico por sobre cuestiones de tipo social y emocional; y la clase media, con sus límites cuasi indefinibles, sufre de los problemas de ambas sin encontrar consuelo en una identificación con cualquiera de ellas.
Hablar de la familia es referirse a un abanico amplio de modalidades, donde la familia nuclear es sólo una de las alternativas. Se trata de un constructo social sumamente complejo cuyo abordaje debe definirse de entrada, es decir, saber desde qué perspectiva se desea investigarla. En cualquier caso, el enfoque histórico es determinante para descubrir su devenir y encontrar sus causalidades.
En el caso particular de nuestra cultura, por ejemplo, las características de la familia actual pueden explicarse de un lado por los rasgos heredados de las culturas prehispánicas, cuyo concepto del núcleo familiar es la monogamia patriarcal -igual que el de la cultura europea-. Son harto conocidos los textos rescatados por León Portilla sobre los consejos del padre al hijo y de la madre a la hija entre los aztecas, por ejemplo. En todos los textos referidos a la educación -cuya mayor parte recaía en la familia- entre los indígenas se percibe una disciplina estricta; una clara observancia de la castidad y un repudio por las relaciones fuera del matrimonio. La poligamia estaba reservada sólo a algunos miembros de las clases dominantes. Aquí se hace necesaria la distinción entre las clases dominantes que celebraban un matrimonio antes de ayuntarse y las clases menos favorecidas de las que dice Motolinía: "tomaban también a sus mujeres con ánimo y afecto conyugal"; según él, se amancebaban, en espera de los recursos suficientes para realizar su boda; "aunque pobres, hacían con poco su fiesta", para conseguir el reconocimiento social. El varón reconocía su falta ante los padres de la mujer y solicitaba su perdón al mismo tiempo que su autorización para casarse. "Luego hacían el regocijo e solemnidad que su costilla alcanzaba, como pobres". "De allí adelante eran tenidos por marido y mujer y vecinos del pueblo casados".
De otro lado, tenemos la herencia europea, manifiesta durante la colonia, que si bien choca en un primer momento con la institución prehispánica, se amolda posteriormente en virtud de sus similitudes: el padre como cabeza de la familia, dotado de una supuesta sabiduría que le permite discernir sobre el destino del núcleo todo, el papel de la madre como segunda al mando y el cultivo de los valores. Los elementos novedosos son la preponderancia del hijo mayor sobre los restantes, el cuidado del honor (con la posibilidad de recurrir a la violencia en caso de ser necesario) y la exigencia de la dote que la familia de la mujer debe entregar al momento de las nupcias, entre otros. También aquí la poligamia está reservada para quien posea los recursos económicos suficientes, sólo que ésta debe mantenerse en la clandestinidad para no contravenir los valores morales establecidos por influencia de la religión. Mención aparte merecen el variado número de castas originado por el cruce de los diferentes tipos poblacionales de la llamada Nueva España
También hay que considerar que durante el siglo XIX, posterior a la independencia y hasta mediados del siglo XX, México fue un país eminentemente rural, cuya población mayoritaria pasaba sus vida en poblaciones menores a quinientos habitantes, las familias se dedicaban a la agricultura con la participación de todos sus miembros (de ahí el gran éxito de la época de oro del cine mexicano como hoy de las telenovelas). En esta época cobra fuerza el compadrazgo como parte de la institución familiar (y de hecho llega hasta nuestros días, permeando otras esferas de la vida social como el entorno laboral y la política).
A partir de la segunda mitad del siglo XX, la fisonomía del país cambió drásticamente para convertirse en una sociedad urbanizada y el entorno rural absorbe bastantes elementos del medio citadino. No obstante, las relaciones familiares son lerdas para acusar este cambio; antes al contrario, al emigrar buena parte de la población rural a las ciudades al grado de formar núcleos bastante extensos (colonias enteras de oaxaqueños y guerrerenses en las principales ciudades del país, por ejemplo), las costumbres de la familia rural se trasladan también, sobre todo a la periferia a los centros urbanos. Sin embargo paulatinamente se van introduciendo cambios derivados de movimientos sociales como la emancipación de la mujer y de la juventud en general, con lo cual ésta cobra mayor importancia en el hogar, los hijos cuestionan en ocasiones la autoridad paterna y el mismo paterfamilias transforma su actuación cotidiana para con su prole y su pareja en abierto acuse de recibo del mensaje de que se ha dado un cambio en la estructura social básica de la sociedad. Podemos decir que existe entonces una relación dialéctica entre la sociedad de fin del siglo XX y principios del XXI que estamos viviendo y la historia y las transformaciones de la familia mexicana.
Así podemos explicarnos la existencia de las conductas que se dan alrededor de la familia en diversos puntos de la geografía nacional: la costumbre de "robarse a la novia", que es más bien una forma de describir el hecho de que una pareja decide unirse antes de obtener la aprobación de sus respectivos padres. De igual forma encontramos una explicación –que no una justificación, por supuesto- a la pervivencia de la doble moral en virtud de la cual los varones gozan de ciertas prerrogativas que les permiten mantener un tipo de poligamia, siempre y cuando conserven la discreción necesaria para el efecto.
A la luz de lo anterior, podemos considerar a la familia moderna como un estadio transitorio en un proceso de desarrollo histórico cuyo fin es difícil de prever. Aun con lo dicho anteriormente acerca de la tendencia hacia la independencia personal y el individualismo, el núcleo familiar moderno es hoy más líquido que nunca y adopta formas variadas que se alejan del concepto tradicional, sobre todo en lo que se refiere a la reproducción, aunque por definición sigue siendo un grupo íntimo, informal y reducido unido por el afecto y no sólo por interés utilitario.
Hoy los tipos familiares son diversos y en la práctica se combinan: la familia nuclear sigue siendo porcentualmente la mayoritaria; sin embargo, persiste el tipo extenso tradicional -típico de la familia indígena y de la empresarial-, que comprende a tres o más generaciones compartiendo un espacio; asimismo los tipos monoparental (con la presencia de uno solo de los progenitores) y recompuesto (producto de la reorganización de dos familias nucleares disueltas) tienen cada vez mayor presencia. Los tipos familiares se multiplican dependiendo de los diversos autores. Por mi parte, en un trabajo anterior (Hernández, 2006) he introducido un tipo más: el semiextenso moderno, derivado del rasgo cultural mediante el cual las familias se hacen cargo de los ancianos o de algún familiar en situación de dependencia: comprende a una familia nuclear y uno o varios familiares secundarios (abuelos, tíos, etc.).
Aún faltan elementos por abordarse, como las jerarquías en la familia a lo largo de la historia o el ciclo familiar, cuya duración se ha visto trastocada por los cambios que se han mencionado, la economía familiar, la sexualidad en la familia, el ejercicio de la violencia en la familia o su consideración en las políticas públicas; y aun los elementos que se han señalado (tipos de familias, familia urbana y rural, funciones de la familia, etc.) necesitan un abordaje más profundo, para hablar, por ejemplo de la familia homosexual; sin embargo, para fines de esbozar la relación del análisis historiográfico con el de otras disciplinas en el abordaje de un elemento cultural, bastan los que se han expuesto.
Conclusión
Podemos concluir en este punto, con una reflexión acerca del futuro de la familia: en primer lugar, no hay elementos que nos permitan predecir que la familia dejará de ser la unidad nuclear de la sociedad, de ahí la trascendencia de su estudio; por otra parte, es necesario no perder de vista su dinamismo para poder comprender sus transformaciones y su papel en la conformación de los rasgos culturales de un grupo social. Es importante entonces reconocer qué rasgos conservamos de formas organizativas familiares anteriores y cuáles hemos añadido como sociedad contemporánea para construir propuestas mejores acerca de la configuración estructural deseable, toda vez que mediante las políticas públicas es posible incidir en su organización: la tarea es lograr propuestas de políticas públicas que contribuyan a mejorar la organización familiar sin detrimento de los derechos de los individuos.
De ahí, vale la pena reflexionar acerca de que el derrumbe de las civilizaciones a lo largo de la historia ocurre no sólo por causas exógenas, sino cuando sus instituciones medulares -y la familia lo es por antonomasia- caen en la anomia y pierden su capacidad de generar mecanismos de respuesta y adaptación de los individuos a los fenómenos del entorno; y no es ocioso pensar que mucha de la descomposición social actualmente imperante se ha originado en el núcleo familiar; y sólo una revisión crítica de esta institución y una reorganización efectiva puede salvar nuestra cultura de la barbarie.
Referencias
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Careaga, G. (1974). Mitos y fantasías de la clase media en México (Col. Cuadernos de Joaquin Mortiz). México: Mortiz.
Engels, F. (2012). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (Archivo Marx-Engels de la Sección en Español del Marxists Internet Archive). Biblioteca Virtual Espartaco. Disponible en: https://www. marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/el_origen_de_la_familia.pdf. Recuperado al 23 de octubre de 2014.
Espinal, I. et al. (S/F). El enfoque sistémico en los estudios sobre la familia. Santo Domingo: Centro Cultural Poveda. Disponible en: http://www.uv.es/ jugar2/Enfoque%20Sistemico.pdf. Recuperado al 23 de octubre de 2014.
Gomezjara, F. (2003). Sociología (35ª ed.). México: Porrúa.
Guerra, R. (2010). La familia y su futuro en México. En Bien común. Año 15, núm. 182. Febrero de 2010. México: Fundación Rafael Preciado A. C. Disponible en: http://www.fundacionpreciado.org.mx/biencomun/bc182/r_ guerra.pdf. Recuperado al 23 de octunbre de 2014.
Hernández, S. (2006). Sociología (2ª ed.). Chilapa: Imprenta Andraca.
Kurnitski, H. (1990). La estructura libidinal del dinero. México: Alianza.
Lewis, O. (1964). Los hijos de Sánchez. México: FCE.
Morgan, L. H. (2012). La sociedad primitiva. Disponible en: http:// seminariolecturasfeministas.files.wordpress.com/2012/01/morgan-la-sociedad-primitiva-pdf.pdf. Recuperado al 23 de octubre de 2014.
Ocelot, M. Director. (1998). Kirikú y la bruja [Película]. París: Les Armateurs, Monipoly, Odec Kid Cartoons, RTBF, Studio O y Trans Europe Film.



Por ausencia entendemos casos emblemáticos, como el del famoso "salvajito de Aveyron" en Francia, u otros similares en distintas partes del globo, donde la carencia de un proceso de socialización a través de la familia cede su lugar a un proceso de formación –por llamarle de algún modo- acorde con los comportamientos humanos instintivos más aquellos de la especie que acoge al individuo.
Esto no es privativo de la cultura occidental; Michel Ocelot rescata un cuento popular de África occidental en el cual el héroe, un niño originalmente llamado Izé Gani, es capaz de nacer –luego de prácticamente ordenar a su madre que lo dé a luz-, cortar su cordón umbilical y tomar un baño por su propia cuenta para posteriormente realizar un buen número de hazañas poco envidiosas de los trabajos de Hércules; y con el argumento logra dos películas bastante exitosas: Kirikú y la bruja (1998) y Kirikú y las bestias salvajes (2005).
En ella, Lewis retrata, mediante una serie de entrevistas, a una familia de las vecindades de la ciudad de México en la década de los setentas del siglo pasado, con toda la problemática que conlleva la vida miserable y la idiosincrasia patriarcal.
En esta obra, el autor analiza, a través de la estructura familiar, el surgimiento de la clase media en México, como sociedad poco desarrollada, que se mueve en una serie de idealizaciones, fantasías y pretensiones ante la ausencia de una identidad de clase.
En la primera etapa, la consanguínea, la familia abarca todo el grupo social y supuestamente no hay conciencia del papel del hombre en la procreación; aquí encuentra cabida en muchos autores la idea del matriarcado que en épocas recientes ha sido discutido (por ejemplo Horst Kurnitski en La estructura libidinal del dinero, sostiene que la mujer nunca tuvo tal poder, sino un valor que actualmente se expresa, reprimido, en el gusto por el dinero).
La familia punalúa surge cuando varias hordas se relacionan en una gens; en esta fase ya se evita el incesto (es posible que de esta época daten leyendas como la de Edipo) y para ello se refuerzan los lazos de parentesco. En la siguiente etapa, con la familia sindiásmica, se acentúa el tabú del incesto, y se refuerza el intercambio de miembros entre gens (incluso mediante el rapto: posiblemente de aquí se deriven leyendas como la del rapto de las sabinas por los romanos recién instalados en su nuevo territorio), dando lugar a la fratria y luego a la tribu.
Al menos así lo menciona Francisco Gomezjara, que se centra en la forma poligínica: un varón casado con varias mujeres.
De hecho la negativa anterior de éstos que obliga a la pareja a "fugarse", pareciera parte del rito, ya que si finalmente se dará un perdón, no vale la pena la fuga a deshoras de la noche y más valdría entablar un diálogo abierto para llegar a un acuerdo matrimonial.
Francisco Gomezjara establece diez tipos familiares, algunos de ellos o no son viables o no existen más, por ejemplo habla de la familia grupal o el matrimonio abierto, que fueron experimentos derivados de las comunidades hippies de la década de los sesenta del siglo XX, y de la familia unipersonal que, por definición, no cumple ninguna de las funciones señaladas para esta institución.
La Jornada publica en su edición del 25 de febrero de 2014, que la tasa de divorcios es de 16%, mientras que los matrimonios disminuyeron en un 19%; la mitad de los matrimonios hizo vida en común un promedio de diez años antes de casarse y otro 27% un período de cinco o menos. Su nota está referida a una pareja con 81 años de matrimonio, cuya historia refleja varios de los puntos que aquí se han expuesto.



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