El papa Francisco, la retórica jesuítica y el debate sobre la verdad

Share Embed


Descripción

El papa Francisco, la retórica jesuítica y el debate sobre la verdad

Por Pablo Bilsky

Los dichos del papa se inscriben en la tradición retórica jesuítica, orden
caracterizada por una visión política y militante de la evangelización. Y
dieron lugar a un debate sobre la sinceridad, la negra historia del
Vaticano y la inspiración que las palabras pueden producir en millones de
personas

El contenido político de los discursos del papa Francisco ofrecidos durante
su gira latinoamericana representa todo un desafío para los analistas. Uno
de los análisis posibles es calificar sus dichos de poco sinceros e
hipócritas, afirmar que el pasado condena tanto a la Iglesia como a Jorge
Bergoglio, y saldar así la cuestión. Hay argumentos a mano para abonar esta
postura. Pero si, en cambio, se decide dejar de lado estas afirmaciones
sobre el papa y la Iglesia, aunque sea por un rato, sólo como método de
análisis, se encontrará el analista ante un problema difícil de resolver, y
se verá obligado a reflexionar sobre el peso de los discursos en la
sociedad, la sinceridad, lo verdadero, lo falso, lo verificable y lo que no
lo es.

La sinceridad de las palabras del papa es una de las primeras cuestiones en
juego: ¿Realmente piensa lo que dice? No es necesario recurrir a la
parapsicología, ni a la lectura del pensamiento, ni siquiera a la
psicología, para resolver este enigma. Un discurso es sincero cuando se
condice con los actos, con las acciones concretas de quien lo pronuncia. Si
los hechos coinciden con las palabras, estamos ante un discurso sincero, y
coherente. De lo contrario, las palabras fueron utilizadas para confundir,
falsear o encubrir los hechos, y engañar. Es cuestión de confrontar hechos
con palabras y acciones. Observar, investigar, buscar datos y razonar.

Sobre este punto, resulta útil prestar atención a si hubo o no cambios
efectivos hacia dentro del Vaticano. ¿Tiene el papa autoridad moral para
denunciar los males del mundo si no mete mano en la podredumbre vaticana?
Hay por lo menos tres cuestiones claves, tres núcleos duros en este
sentido: sus decisiones acerca del Instituto para las Obras de la Religión
(IOR), más conocido como el Banco Vaticano, la reforma de la curia y el
juicio a los pedófilos. Todavía es muy pronto para evaluar el resultado de
las medidas que se tomaron en estas zonas pantanosas del poder Vaticano. El
tiempo dirá.

Una segunda cuestión puede resumirse en la siguiente pregunta: ¿Lo que dice
el papa es cierto? Es decir, más allá de si el pontífice lo crea o no, más
allá del grado de sinceridad o hipocresía del discurso: ¿Lo que sus
palabras afirman se puede verificar en la realidad? ¿La descripción que
hace el papa del estado actual del mundo tiene visos de realidad? Sobre
este punto, claro, las opiniones también están divididas.

Los que apoyan el neoliberalismo y el actual estado de cosas seguramente
pensarán que no, aunque a algunos les cueste desmentir al papa, sobre todo
si se trata de gente de derechas.

Los que critican el statu quo, en cambio, probablemente pensarán que la
descripción es certera, porque se condice con la realidad, que es aquello
que está más allá de las palabras.

Pero dentro de este segundo grupo habrá quienes, con argumentos sólidos,
sostengan que el representante de la Iglesia carece de autoridad moral para
decir lo que dice, y que sus descripciones no pueden ser ciertas porque
surgen del representante de una de las instituciones más sangrientas,
asesinas, retrógradas y falaces de la historia de la humanidad.

Y aquí reaparece la primera cuestión, la de la sinceridad.

En este caso, el criterio de verificabilidad está más allá de la
coincidencia entre descripción verbal y hechos descriptos. En este tipo de
análisis también se incorpora al sujeto de la enunciación: si lo dice el
papa, si lo dice la Iglesia, no puede ser cierto. Y no importa si coincide
o no coincide. Porque no coincide con la mayor parte de lo hecho en la
larga historia de la Iglesia, salvo excepciones, claro, pero que confirman
la regla. Argumentos para sostener esta afirmación hay de sobra.

Un tercer problema tiene que ver con el efecto que tienen las palabras
sobre la realidad. Y aquí se desdibuja uno de los límites que los
razonamientos anteriores dejaban intacto: los límites en la palabra y la
acción. Desdibujar estas fronteras tiene además otras consecuencias, porque
pone en entredicho la cuestión de la sinceridad de los discursos y la
relación entre sinceridad o insinceridad, por un lado, y los efectos que
los dichos producen, por el otro: ¿Una palabra dicha sin convencimiento,
sin sinceridad, puede tener algún efecto concreto sobre otras personas?
¿Qué puede suceder si palabras hipócritas, nada sinceras, son tomadas como
sinceras, y como fuente de inspiración incluso, por gente bienintencionada
y luchadora? ¿Qué pasa si personas sinceras, veraces y militantes se
sienten inspiradas por esas palabras hipócritas que, por error,
consideraron sinceras?

Sobre este asunto hay que tener en cuenta el efecto que pueden tener las
palabras del papa por el sólo hecho de ser un jefe de estado y máxima
autoridad de una institución que todavía tiene una enorme influencia sobre
el pensamiento y la acción de millones de personas en el mundo.

Algunas veces decir es hacer. La enunciación, el hablar, el ofrecer un
discurso, es de por sí una acción, un hecho, un acontecimiento. Esto no
significa que el papa, con sólo describir las miserias del mundo, pueda
cambiar algo. Lo que significa es que, a partir de sus palabras, otras
personas puedan sentirse alentadas y avaladas en la realización de acciones
colectivas que sí pueden cambiar la realidad.

Las palabras del papa pueden llegar a tener un efecto performativo: su
decir puede devenir un hacer. En principio, hay un hecho, duro e
incontrastable: el papa expresó un discurso político de enorme carga
ideológica, contrario al capitalismo financiero, los monopolios mediáticos
y el culto al capital.

Muchos pueden pensar que, como ha hecho históricamente, la Iglesia les robó
el discurso a la militancia social, para intentar cooptarla y
neutralizarla. La historia de la Iglesia está repleta de casos de
cooptación, incorporación, tergiversación y deglución de luchas e historias
ajenas.

Otros pueden pensar, en cambio, que la lucha de la militancia social logró
sus objetivos, que cobró visibilidad y legitimidad, y hasta logró convencer
al papa.

Lo cierto es que, en el contexto de los discursos que circulan en la
sociedad de hoy, Francisco ofreció un discurso político rebosante de
ideología. Lo hizo en Bolivia, durante la clausura del Encuentro Mundial de
Movimientos Populares. Y desde el punto de vista de las construcciones
discursivas circulantes, verdaderas o no, sinceras o no, los dichos del
papa se ubicaron en las antípodas de los poderes fácticos, los partidos de
derecha y el frente mediático representado por Clarín y La Nación.

Además de ser papa, argentino, peronista y ex opositor al gobierno
nacional, Francisco es un jesuita. Los jesuitas tiene habilidad y talento
para acumular poder político. La Compañía de Jesús fue fundada por el
soldado Ignacio de Loyola en 1534, desde una concepción táctica, militar y
militante de la evangelización. Los integrantes de esta orden son maestros
de la retórica, capaces de dejar descolocados a más de uno. Las palabras
del papa se inscriben en esa larga tradición.

…………………………………………………………………………..
Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.