El Paleolítico en la Alcarria Conquense

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Descripción

EL PALEOLÍTICO INFERIOR Y MEDIO EN LA ALCARRIA CONQUENSE

Santiago David Domínguez-Solera Míchel Muñoz García

Publicaciones de la Excma. Diputación Provincial de Cuenca. Serie Arqueología nº 17. Bajo la dirección de Marta Segarra Juárez.

Edita: Diputación Provincial de Cuenca. Departamento de Cultura, Sección de Publicaciones. 2013. Depósito legal: CU-35-2014. ISBN: 978-84-16161-03-4. Diseño: Santiago David Domínguez-Solera. Imprime: Imprenta Provincial – C/ Sargal s/n, C. P. 16002, Cuenca. Imagen portada: “Familia de heidelbergensis”. Santiago David Domínguez Solera.

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ÍNDICE: Prólogo........................................................................................ 5 Parte I: El ser humano y el medio. 1.

La Alcarria durante el Pleistoceno……………………………….. 11

2.

El Paleolítico Inferior y Medio……………………………………… 33

Parte II: La investigación. 3.

Intervención arqueológica en “El Mulatón” (Caracenilla, Huete)……………………………………………………………………… 61

4.

La colección de Inocente López y Jesús María Martínez………….......................................................... 125

5.

Completando el mapa………………………………………………. 184

Parte III: Conclusiones. 6.

Recapitulación y conclusiones…………………………………… 243

7.

Balance y propuestas………………………………………………. 255

Agradecimientos……………………………………………………………………. 263 Bibliografía……………………………………………………………………………. 265 ANEXO: Inventario de los materiales donados al M. Arq……………. 281

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PRÓLOGO En el año 2012 los firmantes de la presente propuesta hemos prospectado y excavado un yacimiento arqueológico paleolítico cuya cronología arranca en el Paleolítico Medio y abarca hasta el Superior. Se trata de “El Mulatón”, un cerro testigo en un margen de la vega del Río Mayor, en el Término de Caracenilla (Huete, Cuenca). Se había de abrir una cantera de áridos y era de obligado cumplimiento un estudio arqueológico dirigido a conocer el Patrimonio presente en la parcela a explotar. Se pretendía entender su naturaleza, aprovechar la apertura de la cantera como trinchera o corte estratigráfico y delimitar el área para la labor minera, excluyendo de ella la mayor parte de la superficie total del yacimiento. En este sitio arqueológico, se definieron dos unidades estratigráficas: la UE 2, un nivel de gravas y arenas con materiales musterienses en su seno, y la UE 1, de arcillas y arenas con materiales musterienses rodados y otra industria laminar en mejor estado. Este yacimiento, entregado el informe final en la Delegación de Cuenca de la Consejería de Educación, Ciencia y Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, ha permanecido inédito. Los resultados del trabajo arqueológico han sido bastante satisfactorios, ya que la presencia de material musteriense en uno de los estratos sirve para puntualizar la cronología relativa de la sucesión geológica del paraje. Además es el punto de partida para definir el contexto físico del Pleistoceno Medio, el tipo de ecosistema que aquí hubo y las actividades humanas que se desarrollaran entonces. “El Mulatón” sugiere una serie de hipótesis que merece la pena desarrollar y en las que resulta interesante trabajar, dado que la Alcarria Conquense se encuentra relativamente poco estudiada en lo que a Paleolítico Inferior y Medio se refiere. Las inmediatas riberas del

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Jarama y el Manzanares en Madrid, la Sierra de Guadalajara (recuérdese el sitio de “Los Casares”, también “Valdesotos” o “Tamajón”) y las estribaciones y cuevas valencianas han arrojado en las últimas dos décadas un enorme volumen de información que se puede extrapolar, matizar o buscar en la Alcarria. El caso es que “El Mulatón” no es el único ejemplo arqueológico ni la única pista útil existente en el área. Más al Norte, ya en el término de Alcocer (Guadalajara, pero lindando con la Provincia de Cuenca), descubrimos, definimos y prospectamos otro yacimiento con materiales musterienses: el de “Los Cabezos”, en uno de los márgenes del Río Guadiela. En 2011 revisamos los materiales de otro conjunto de yacimientos musterienses en la Ribera del Júcar (zona de Sisante y Tébar, Cuenca),

publicados en 2012 (Muñoz y Domínguez-Solera,

2012)… Todo ello es el germen de una línea de investigación arqueológica prehistórica que permanece abierta. Pero lo que realmente motiva este proyecto es la revisión y clasificación de una serie de materiales arqueológicos procedentes de distintos yacimientos de la Alcarria Conquense (sobre todo del término de Huete), donados recientemente al Museo Arqueológico de Cuenca. Se trata de unas 23 localizaciones (en principio) con materiales muy interesantes y con tipologías claras desde el Modo 1 (Paleolítico Inferior), al Achelense y el Musteriense (Paleolítico Medio) o el Paleolítico

Superior.

También

hay

piezas

cerámicas

y

líticas

indiscutiblemente adscritas a la Prehistoria Reciente. Al Museo Arqueológico de Cuenca, por falta de especialistas y medios para la clasificación óptima de tal material, le resultaba práctica nuestra ayuda en la definición y catalogación de tal material. A nosotros, abierta ya una línea de investigación precedente al respecto, nos eran valiosísimos estos materiales como fuente de información.

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Se

están

realizando

o

ya

se

han

realizado

cartas

arqueológicas y actualizaciones de las mismas en los términos de Campos del Paraíso, Huete, Valle de Altomira, Cañaveruelas y los otros pueblos implicados o de interés. El cotejo y actualización de las cartas con la información de los materiales recogidos desde los años 70 y donados ahora al Museo es también una necesidad práctica ineludible. Para terminar con esta introducción, ha de quedar como máxima la idea de que las investigaciones actuales sobre Paleolítico no pueden limitarse al estudio de las piezas: ha de comprenderse el contexto en el que se encontraban, para entender a los grupos humanos que las produjeron interrelacionando clima, fauna, flora y las pistas de comportamiento antrópico obtenidas en otras latitudes y longitudes del Globo. Con este espíritu se redacta el libro que aquí arranca. Del mismo modo lo hizo el proyecto de investigación que le da contenido, entendiendo que se dan una serie de factores muy favorables para obtener con él un rendimiento científico muy potente y beneficioso a todos los niveles. ¿Por qué forma de libro? ¿Por qué este libro explica unas veces las cosas más básicas y en otras ocasiones da información técnica? Defendemos que la investigación científica ha de ir pareja a un cuidado trabajo de difusión y divulgación, con el fin de obtener el rendimiento sociocultural inmediato de los trabajos de campo y laboratorio. Este texto esperamos que sea de interés tanto al público general como al especialista y rogamos, si finalmente desagradamos a uno u otro tipo de lectores, nos disculpen el intento de ser entendidos a todos los niveles. ***

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PARTE I: EL SER HUMANO Y EL MEDIO

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1. LA ALCARRIA DURANTE EL PLEISTOCENO Aprovechamos este primer capítulo para aproximarnos a la evolución del medio físico, el clima, la fauna y la flora de la zona que hoy conocemos como Alcarria Conquense. Dibujar, en definitiva, el escenario en el que las primeras comunidades de seres humanos del Paleolítico vivieron. Este ejercicio previo resulta básico e indispensable para interpretar el por qué de los yacimientos que aquí se contienen. Pretendemos así entender cómo era la vida humana desde la llegada de sus primeros representantes al área de estudio hasta la entrada en escena del Homo sapiens o ser humano moderno. En concreto, perseguimos aquí estimar de qué recursos disponían los cazadores y recolectores paleolíticos en cada época y con qué otros animales competían por ellos.

Fig. 1. Área de estudio. (Lámina confeccionada sobre captura del SigPac.)

Pensamos que no se puede estudiar el Paleolítico haciendo meras clasificaciones o inventarios descriptivos de piezas, sino que ha de hacerse obligatoriamente siempre una reconstrucción del contexto en el que aparecen éstas a todos los niveles para poder reconstruir a su vez la forma de vida de los seres humanos del Paleolítico. Ha de estimarse desde cómo era el suelo que pisaban (ayudándose la

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Arqueología de la Geología), qué clima soportaban o disfrutaban (Paleoclimatología)

y

preocuparnos

por

el

tema

de

los

ya

mencionados recursos vegetales o animales gracias a Paleontología y Paleobotánica.

Fig. 2. Área de estudio. (Lámina confeccionada sobre captura del SigPac.)

Se han hecho útiles e indispensables los trabajos que aúnan todo esto y pretenden sacar conclusiones globales para entender el Origen de la Humanidad, encarnándose tales en el proceder de la Arqueología del Paisaje (Domínguez-Rodrigo, 1996). Para momentos

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del Paleolítico Superior y la Prehistoria Reciente (Epipaleolítico, Neolítico, Calcolítico, edades del Bronce y del Hierro), además hace falta estimar en Arqueología del Paisaje cómo entendían los seres humanos el mundo, aspectos simbólicos y racionales (Criado, 1998). También ha de tenerse en cuenta para momentos históricos. Pero para momentos anteriores a la aparición del Homo sapiens no podemos tener en cuenta tales conceptos, dado que no sabemos cómo se estructuraba la mente de los seres humanos que precedieron a nuestra especie. Es el caso del tema que aquí estamos desarrollando y aplicaremos en tales límites la Arqueología del Paisaje. Las investigaciones sobre el pasado humano más remoto en el Centro Peninsular datan del siglo XIX: Mariano de la Paz Graells protagonizó la excavación paleontológica de in elefante en San Isidro (Madrid) en 1840 (Panera y Rubio, 2002). El Marqués de Cerralbo trabajó en Torralba (Soria) a principios del XX (Santonja y otros, 2005). Pérez de Barradas excava hacia 1920 en Buenavista (Toledo) hachas de piedra y fauna cuaternaria extinta (Santonja, Morín y López, 2005). Clark Howell continuó a mediados de siglo los trabajos de Cerralbo en Torralba y Ambrona (Santonja y otros, 2005). Emiliano Aguirre fomenta el estudio del Paleolítico en trabajos por toda España. Máximo Martín Aguado es el responsable del estudio geológico de Toledo también a mediados del siglo XX y descubre uno de los yacimientos más importantes de la Submeseta Sur: Pinedo (Santonja, Morín y López, 2005). Son abuelos y padres de las investigaciones arqueológicas de los Orígenes y precedentes de todos los estudios que vamos a citar y a realizar aquí. Advertimos desde un principio que no se dispone de información directa en sentido estricto para los parajes alcarreños que aquí nos ocupan: Las tierras al Sur del Guadiela, comprendidas entre la Sierra de San Sebastián/Altomira y la Sierra de Bascuñana/Serranía

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de Cuenca. Es la mitad Sur de la Alcarria. No hay información útil publicada sobre la Paleontología o la Paleobotánica cuaternaria de esta parte del Centro Peninsular. Pero ello no es un problema demasiado grave por el momento, dado que sí existen voluminosos estudios de este tipo para las áreas directamente inmediatas, zonas con

unas

características

idénticas.



se

han

estudiado

interesantísimos yacimientos en las vegas de los ríos del SE madrileño, también en tierras manchegas y en las tierras alcarreñas de la Alcarria de Guadalajara. También resultan útiles los datos paleontológicos y arqueológicos de las cuevas de las sierras del Levante Español y de las cuevas cársticas de Guadalajara, aunque la información obtenida de éstas ha de tratarse con las debidas reservas dado que son contextos diferentes a los llanos y yacimientos al aire libre que tenemos en la Alcarria, La Mancha y las vegas madrileñas.

Fig. 3. La Alcarria desde lo alto de la Sierra de Altomira. (Foto: SDDS.)

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Por

supuesto,

sería

ideal

disponer

de

yacimientos

paleontológicos adecuados en nuestra área de estudio. Se obtendría así una resolución muchísimo mayor sobre la ecología concreta de ésta. Por el momento, no se conocen yacimientos paleontológicos cuaternarios, por problemas de conservación de los restos óseos producidos por las características de los suelos. Por extensión, tampoco se conocen yacimientos del Paleolítico Inferior y Medio con industria lítica y fauna en la Alcarria Conquense. Si la falta de información paleontológica directa en nuestro caso se podía solucionar buscándola en las áreas colindantes, la falta de restos faunísticos asociados a los instrumentos de piedra es mucho más grave. Ello impide análisis zooarqueológicos de carácter tafonómico en los yacimientos: la identificación de las marcas de corte, diente, etc. en las superficies óseas, indispensable para reconstruir qué relación existió entre los grupos humanos pretéritos y la fauna de su entorno. En cualquier caso, destacamos y ponderamos de nuevo la ventaja que resulta disponer de excelentes estudios paleontológicos que versan sobre áreas de una proximidad intimísima. No cometemos un error considerando para el Sur de la Alcarria la misma fauna y flora que a unos pocos kilómetros de ella existiera en determinada época y en entornos geológicos y climáticos idénticos.

Geología Para poder ubicarnos cronológicamente cuando hablemos de yacimientos, tipos humanos, fauna, flora o tipo de industria, es necesaria una breve definición sobre los periodos Terciario y Cuaternario.

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Fig. 4. Imagen satélite del área de estudio, la Serranía de Cuenca y la Sierra de Altomira. (Lámina confeccionada sobre captura del SigPac.)

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Fig. 5. Formación ideal de los cerros testigo del área de estudio. A: Sierras resultado del plegamiento. B: Los cauces de agua aportan materiales y generan un nivel, por ejemplo de arcillas. C: Los cauces de agua aportan más materiales y generan ahora, por ejemplo, un estrato de arenas y arcillas. D: Los cauces de agua se llevan ahora materiales de la zona y excavan valles. (Lámina: SDDS.)

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El Periodo Geológico Terciario se inicia hace unos 65 millones de años y termina hace unos 2,5. Se subdivide en las épocas del Paleógeno (65-23 millones de años) y del Neogeno (23 a 2,5 millones de años). El Neogeno se divide a su vez en Mioceno (23 a 5,3 millones de años) y Plioceno (5,3-2,5 millones de años). Aquí nos interesa sobre todo el Plioceno, ya que es el momento en el que aparecen en África los primeros yacimientos arqueológicos, las primeras herramientas líticas y los primeros representantes del género

Homo. Pero el periodo que más incumbe a este libro es el Cuaternario, que se inicia hace 2,5 millones de años y llega hasta nuestros días. El Cuaternario se subdivide en Pleistoceno (2,5 millones de años hasta hace 11.000 años) y Holoceno (desde hace 11.000 años hasta la actualidad). El Pleistoceno se subdivide en Pleistoceno Inferior (2,5-0,8 millones de años), Medio (0,8 a 0,12 millones de años) y Superior (128.000 años hasta hace 11.000 años). El Holoceno, repetimos, es la época en la que vivimos en la actualidad. La

Submeseta

Sur

se

ha

configurado

por

dos

acontecimientos geotectónicos: el movimiento de placas de las orogenias Hercínica (hace 360 millones de años) y Alpina (hace más de 50 millones de años). La zona de estudio, al igual que ocurre con las riberas de los ríos del SE de Madrid, es una cuenca continental cerrada intraplaca (posiblemente generada por la deformación alpina). Se trata de materiales terciarios que afloraban previamente y sobre los cuales actuaron en el Cuaternario varios procesos erosivos y deposicionales que han terminado dando lugar al paisaje actual (Tapias y otros, 2011). La Alcarria es una depresión intermedia entre la Sierra de Altomira y la Serranía de Cuenca. Técnicamente hablando, tales

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sierras tienen un origen mesozoico (estamos hablando de un periodo de entre 250 y 60 millones de años), con rocas carbonáticas y terrígenas plegadas del Triásico, Jurásico y Cretácico. En el Mioceno (entre los 23 y los 5,3 millones de años) ya se forman las tierras intermedias con arenas y otros materiales arrastrados. En los bordes de la Sierra de Altomira hay estratos del Paleógeno (terrígenas y carbonatos del Paleoceno, Eoceno y Oligoceno) (Tapias y otros, 2011). Y es que la Alcarria forma parte de una cubeta, con sedimentos paleógenos (65-23 millones de años) y miocenos (23-5,3). Su relieve actual es suave y ondulado. La Sierra de Altomira es un anticlinario con materiales jurásicos, cretácicos y menos materiales paleógenos, presentando dirección N-S y está formado por materiales calizos y dolomías de los dos primeros periodos y por materiales detríticos en el Paleógeno (Bellot y otros, 1982: 10-11). De forma mucho menos técnica, explicamos gráficamente el proceso de formación del paisaje alcarreño que hubiera en el Paleolítico hasta el actual en una de las figuras de este libro. Se resume así éste en: -

Plegamientos de materiales en el Mesozoico (250-60 millones de años).

-

Comienzan a acumularse materiales entre el Paleógeno y el Mioceno por la acción transportadora de los cursos fluviales que discurren entre los plegamientos (60-5,3 millones de años).

-

Continua esta acumulación de sedimentos y la presencia de canales de agua potente durante el final del Tericario (Plioceno, alrededor de 3 millones de años) y el Cuaternario (desde

el

Pleistoceno

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Inferior).

El

Pleistoceno,

concretamente desde hace menos de 1,5 millones de años en adelante, es el momento en el que las comunidades humanas paleolíticas realizan las actividades que nosotros estudiamos en este libro, atestiguadas por los yacimientos arqueológicos. -

Sobre esta estratigrafía se producen nuevos procesos fluviales, ahora llevándose materiales y tallando nuevas vegas en los estratos llanos de la fase anterior. Esto se produce al final del Pleistoceno Superior y durante el Holoceno. Este esquema es crucial para entender la naturaleza y el por

qué de los yacimientos de las vegas del Río Mayor (entorno de Huete, Caracenilla y Garcinarro), como veremos más adelante.

Fauna, flora y clima Una de las causas de conservación de la fauna antigua es la de su enterramiento rápido por la acción sedimentaria de cursos fluviales o de los márgenes de los lagos. Esto es lo que ocurre en las vegas de los ríos del SE de Madrid: el Manzanares, el Henares o el Jarama. Uno de los sitios paleontológicos del Terciario más impresionantes del SE de Madrid es el del Cerro de los Batallones. En él hay muchísimos restos fósiles y en conexión anatómica. Además de multitud de especies de herbívoros destaca el yacimiento por la presencia de tigre dientes de sable. No es frecuente encontrar restos de carnívoros entre los de herbívoros, pero se ha interpretado “Batallones” como una zona de “trampas naturales”, pozos en los que caerían los carnívoros y no podrían salir. El inventario de especies

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cuenta

con

mastodontes,

osos

primitivos,

jirafas

(jiráfidos

y

sivaterinos), caballos primitivos (Hipparion), rinocerontes… (Morales, 2011) También se conoce, gracias al yacimiento paleontológico de Córcoles (Guadalajara), la fauna que hubiera en la zona de la Alcarria en el Mioceno Inferior (hace 18-17 millones de años). Destacándose los mastodontes, rinocerontes, caballos arcaicos, Eotragus (el primer bóvido de Europa), otros ungulados y grandes cánidos y félidos (Hemicyon, Amphicyon, Pseudaelurus…) (Alférez y otros, 1988 y Alférez, Molero y Maldonado, 1999). Se trata de una fauna típica de sabana y de bosque-galería coherente con la situación del relieve generado por los procesos geológicos durante terciario que ya hemos comentado más arriba. Tenemos constrancia de fauna Pliocénica en Valdeganga (Cuenca), cocretamente caballos, cérvidos y Mammuthus meridionalis del Plioceno Final (o fauna villafranquiense) (Alcalá, Mazo y Morales, informe). Toda esta fauna terciaria es entendible que viviera también en el área alcarreña. Vamos a comentar ya y con algo más de detalle las especies propias del Cuaternario, del Pleistoceno, dado que es en ese momento cuando aparece el ser humano, el género Homo, en África (hace 2,7-2,5 millones de años) y se extiende por Europa y Asia (hace 1,5 millones de años). Entre el Plioceno terciario y el Pleistoceno cuaternario hay en la Península Ibérica (hacia los 1,8-1,5 millones de años) una renovación de la fauna, quedando tres grupos: especies de rumiantes de origen asiático, variados animales africanos (hienas, tigres dientes de sable o Megantereon whitei, Hipoppotamus antiquus y los primeros seres humanos) y algunos remanentes del Plioceno (Ursus etruscus el rinoceronte Stephanorhinus etruscus o el Mammuthus meridionalis) (Arribas y Jordá, 1999). El Mammuthus meridionalis vivirá desde los

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2,5 a los 1,5 millones de años. Se fija en el Pleistoceno Inferior en la Alcarria un ecosistema de Sabana y clima más o menos cálido con dientes de sable, perros salvajes y hiénidos como depredadores y grandes carroñeros. Tal es la primera paleocomunidad de fauna cuaternaria en la Península Ibérica (ibídem). Existen

yacimientos

paleontológicos

útiles

para

este

momento en la Provincia de Cuenca. El de “El Provencio”, en las cuencas confluyentes del Júcar y el Záncara en La Mancha. En él se descubrieron restos de Mammuthus meridionalis y bóvidos y se ha datado en el Pleistoceno Inferior (Pérez-González, Mazo, y Aguirre, 1990).

También

es

ilustrativo

para

esta

época

el

material

paleontológico conocido en Villanueva de la Jara, donde también han aparecido mastodontes plio-pleistocénicos (Alcalá, Mazo y Morales, informe). El yacimiento de Fuensanta del Júcar, relacionable con el de “El Provencio” ha dado Mammuthus meridionalis e hipopótamo, pudiendo abarcar desde el Pleistoceno Inferior a principios del Medio (González, Mazo y Aguirre, 1990). Tal paleocomunidad dura hasta los 0,9-0,8 millones de años, momento en el que se extinguen muchas de las especies que la caracterizaban. Pueblan el área durante el Pleistoceno Medio, climáticamente más variable que la etapa anterior, los supervivientes y

una

nueva

oleada

de

especies

tales

como

los

primeros

representantes del caballo moderno (Equus feres caballus) en diversos taxones. También tenemos la hiena manchada actual (Crocuta crocuta), los primeros suidos de la especie Sus scrofa (cerdo salvaje) y osos de varios tipos (Ursus deningeri, Ursus prearctos,

Ursus arctos y Ursus spelaeus) y se cambian los dientes de sable pliopleistocénicos por panteras (Panthera leo o león y Panthera pardus o leopardo) (Arribas y Jordá, 1999). Los seres humanos que coinciden con esta segunda comunidad del Pleistoceno Medio son el Homo

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antecessor, el heidelbergensis y el neanderthalensis… pero de esto hablaremos en el siguiente capítulo. Destaca entre todos los sitios útiles para entender el Pleistoceno el yacimiento de Áridos (información de las primeras campañas y del estudio de fauna y flora en Santonja y otros, 1980; resumen misceláneo de la información actualizada en Morales y Antón, 2008), en la confluencia entre el Jarama y el Manzanares. Sabemos que en el Pleistoceno Medio vivieron en el Centro Peninsular elefantes antiguos (Elephas antiquus), caballos (Equus caballus) de diferentes sub-tipos taxonómicos, uros (Bos primigenius), bisontes (Bison priscus), rinocerontes de Merck y de estepa y varios tipos de cérvidos. Los elefantes antiguos eran unos paquidermos con una morfología similar a la de la especie asiática actual, pero con unos colmillos más grandes y con una talla más estilizada, alcanzando los 4,5 m. hasta la altura de la cruz. Téngase en cuenta que los elefantes asiáticos actuales no sobrepasan los 3,5 metros y ni los africanos los 4. Mucho más grande que los bóvidos que actualmente conocemos en Europa era el uro, animal que se extinguió en el siglo XVII, con unos potentes cuernos y que podía superar los dos metros de altura hasta la cruz. El rinoceronte de Merck, extinto desde el Paleolítico Superior, podía rondar también los 2,5 metros de altura hasta la cruz. Entre los tipos de cérvidos, además del ciervo común actual (Cervus elaphus), el gamo (Dama dama) o el corzo (Capreolus capreolus) ha de mencionarse la presencia en el Pleistoceno a partir de los 0,5 millones de años antes de nuestra era del tipo gigante o Megaloceros

giganteus, con más de 2 metros de altura hasta la cruz y con unas cuernas terminadas en pala y con más de 3 metros de longitud cada una. Del Pleistoceno Medio, también se han rescatado restos de hipopótamo en el Valle del Jarama y en las terrazas del Tajo de Pinedo (Santonja, López, de Borja y Pérez, 1979 y Sesé y Soto en Panera y Rubio, 2002).

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Fig. 6. Reconstrucción ideal del área de estudio durante el Pleistoceno Medio. Al fondo se representa la Sierra de Altomira y en primer término un cauce fluvial amplio, sobre un lecho de gravas, en el que se ve a un grupo de elefantes antiguos. (Lámina: SDDS.)

Fig. 7. Reconstrucción ideal del ambiente del área de estudio en el Pleistoceno Medio. Márgenes de un cauce fluvial en el que dos leonas acechan a un grupo de cérvidos. (Lámina: SDDS.)

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Fig. 8. Comparativa de las tallas de algunas de las especies estimadas hace 500.000 y 100.000 años para el área de la Alcarria Conquense. (Lámina: SDDS.)

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En lo referente a los carnívoros y predadores, en el Valle del Jarama se han documentado lobos (Canis lupus) (Santonja, López, de Borja y Pérez, 1979). También vamos a mencionar los resultados del estudio faunístico emprendido por las obras del proyecto de viviendas en el entorno de la Real Fábrica de Paños de San Fernando de Henares (Madrid) (Yravedra, 2008). Se encontraron restos de Paleoxodon o

Mamuthus (pocos restos y muy fragmentados para precisar), caballo, rinoceronte (mandíbula, tibia y carpo o de Dicerorhinus mercki o de

Dicerorhinus hemiotechus), de ciervo, de uro y bisonte, de pequeños animales arborícolas y lagomorfos (conejo/liebre) y de un pequeño carnívoro (tal vez un mustélido). La mala conservación de las superficies óseas impide un análisis buscando marcas de corte o de diente que permita saber si la acumulación fue humana, animal o mixta (ibídem). No hacemos demasiado hincapié en la fauna de pequeño tamaño, en la microfauna, dado que ésta es más sensible a las diferencias más mínimas y varía notablemente de unas zonas a otras aunque sean próximas. Las analogías con animales pequeños son muchísimo más comprometidas que las que hagamos con fauna de tamaño medio y grande. En todo caso desechando los inventarios de microfauna de las cuevas de Guadalajara y el Levante, sí vamos a enumerar el registro fósil datado en el Pleistoceno Medio relacionado con los horizontes achelenses del Valle del Jarama, por su similitud a priori con nuestra área de estudio. En las excavaciones de 1976 celebradas en Arganda (Madrid) se identificaron: anfibios y reptiles tales como distintas especies de sapo, galápagos y culebras y lagartos; entre las aves ánade, distintos tipos de perdices y palomas y mamíferos pequeños tales como la musaraña, el murciélago, el conejo, la liebre, el castor, el lirón, el hámster enano, el topillo, la rata de agua o el ratón de campo (Santonja, López, de Borja y Pérez,

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1979). Dependiendo de los subtipos de estas especies, en ocasiones arcaicos y extintos ya, se pueden obtener datos de detalle del clima. En el caso concreto de las excavaciones antiguas del Valle del Jarama se pudo explicar que la presencia del sapillo pintojo (Discoglossus

pictus) y del sapo de espuelas (Pelobates cultripes) define para momentos del Achelense unas condiciones climáticas similares a las actuales dado que son especies que aún existen en la España Meridional y que no habría en épocas posteriores de glaciaciones (ibídem). Aparecen asociados estos animales tanto a fauna de páramo y ecosistema abierto como a fauna de tipo forestal, por lo que se asume que el Valle del Jarama tenía ambos tipos de entorno. De mamut hay especies desde el Pleistoceno Inferior hasta el Superior, siendo los elefantes antiguos la especie propia del Pleistoceno Medio ibérico. El mamut es un animal que sugiere siempre un clima más frío. Morales y Antón (2008: 150-156) afirman que la fauna del Pleistoceno Inferior y Medio del SE de Madrid resulta mejor conocida que la del Pleistoceno Superior, por falta de investigaciones específicas al respecto. Se caracterizaría la del Superior, para ellos (ibídem: 156), por la aparición del mamut lanudo y la presencia de los ciervos Megaloceros. La presencia de estas dos especies define la situación climática del Pleistoceno Superior como bastante más fría que la del Pleistoceno Inferior y Medio. No cambia demasiado los grupos genéricos de fauna con respecto al momento anterior, modificándose la morfología anatómica de las nuevas especies en adaptación al frío glaciar (Arribas y Jordá, 1999). Decíamos que era también útil la información sobre grandes mamíferos procedente de las cuevas del Levante para el Paleolítico Medio. Pongamos como ejemplo la Cueva de Bolomor (Tavernes de la Valldigna, Valencia): en los niveles denominados Bolomor II y III se

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han documentado el tar (un ungulado extinto en la Península del que quedan representantes en el Himalaya), caballos y asnos, ciervo y gamo, también el ciervo gigante o Megaloceros giganteus; en el nivel Bolomor IV se estima un clima más templado y, por ello, hay además de las anteriores especies hipopótamo, jabalí y elefante antiguo (Martínez-Valle, 2001). Uno de los animales característicos de los yacimientos del Paleolítico Medio de las sierras y cuevas levantinas es la cabra montés. Tendiendo hacia el Paleolítico Superior, en otras cuevas del Levante hispano se han encontrado rinocerontes, lo que indicaría que se tiende hacia la aridez. Los carnívoros representados en las cuevas levantinas para el Paleolítico Medio son el lobo, las hienas, los cuones y los grandes félidos. El cuón es un cánido asiático representado en el Pleistoceno Medio Ibérico por el Cuon priscus, de mayor tamaño que los especímenes actuales (Martínez y Sarrión, 2001). Estos animales también existieron el los llanos. También se conocen, y muy bien, las especies presentes desde el Pleistoceno Medio hasta el Holoceno en estas cuevas (Guillem, 2001), pero elidimos su comentario dado que pertenecen a un nicho ecológico distinto al de las riberas de los ríos del Centro Peninsular. Las cuevas kársticas de Guadalajara también merece la pena que las empleemos aquí, con las reservas anteriormente expuestas, para dibujar la semblanza faunística de las riberas alcarreñas que vamos a estudiar. La “Cueva de los Casares” (Riba de Saelices, Guadalajara) fue descubierta por G. Puig y Larraz en 1894 y la “Cueva de la Hoz” (Santa María del Espino) por Cabré en los años treinta del siglo XX (Arribas y Jordá, 1999). También son importantes para el Paleolítico las cuevas del “Congosto”, “Las Figuras”, “Los Torrejones” y las cuevas del Alto Valle del Jarama y Tamajón. Este conjunto de cavidades atesora arte rupestre (Paleolítico Superior), pero también niveles anteriores del Paleolítico Medio y fauna pleistocénica relacionada con los neandertales. Volvemos a poner el

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acento en los animales de tamaño medio y grande. En “Las Figuras” encontramos la secuencia más antigua (Pleistoceno Medio-Superior): hienas (Crocuta crocuta), oso pardo (Ursus arctos), corzos, ciervos, rebeco, cabra pirenaica, uros y caballos. La “Cueva del Congosto” (del último tercio del Paleolítico Medio) encontramos cuones, lince,

Panthera sp., Crocuta crocuta intermedia, Ursus spelaeus, corzos, ciervos, rebecos, cabra pirenaica, uros, jabalíes, caballos de varios tipos, perro rojo y leopardo. En esta cueva hay un metatarsiano IV derecho humano. La cueva más famosa es la de “Los Casares”, con las especies anteriores más león de las cavernas y una variedad de hiena: la spelaea (Crocuta crocuta spelaea). Además en “Los Casares” hay

un

nuevo

resto

humano,

atribuido

a

neandertales

(un

metacarpiano V derecho). Terminamos con la “Cueva de los Torrejones”, en la que hay que destacar leopardo y tortuga con marcas de corte. Sobre los restos de leopardo o Panthera pardus, es una de las más completas para el Pleistoceno y se interpreta como un animal al que los seres humanos quisieron retirarle la piel (Arribas y Jordá, 1999). Las cuevas de Guadalajara, téngase en cuenta, que se emplearon tanto por neandertales como por humanos modernos, distorsionándose los restos de cada momento por las ocupaciones y acumulaciones realizadas por grandes y pequeños carnívoros. La extinción de estos animales, de esta “megafauna” del Pleistoceno más o menos homogénea, es causa y consecuencia del periodo denominado Holoceno (momento templado en el cual vivimos y que empezó hace unos 10.000-11.000 años). La fauna y la flora salvajes de comienzos del Holoceno eran, a grandes rasgos, las mismas que existen hoy en día en la Alcarria. La Europa actual y el Norte de África presentan un clima con verano e inviernos reales y bien definidos, pudiendo alcanzar la media de bajas temperaturas los -3º C y la media de las altas superar

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los 18º C. Las medias anuales de esta franja del mundo son de entre 0 y 20º C. (Tricarl and Cailleux, 1972; Bartholomew et al., 1980 y Strahler and Strahler, 1987). La Península Ibérica, aunque partícipe de estas generalidades y aunque se mantiene dentro de los rangos del clima templado europeo, presenta una diversidad climática mayor que la de otros países del continente, provocada por la compleja orografía y su posición entre Atlántico y Mediterráneo. En algunos puntos peninsulares se superan los 40º en verano y en otros se desciende de los -10 en invierno. La Alcarria actual es un área de clima continental, con fluctuaciones térmicas grandes entre invierno y verano, variaciones que llegan a los 20º C de diferencia; las precipitaciones anuales rondan los 500 o los 650 milímetros (Bellot y otros, 1982). Estos datos, por supuesto, pertenecen al Holoceno, siendo otros los estimados para el Pleistoceno. Y es que en aquel momento se dieron varios picos de glaciación (avance de los casquetes polares), alternados por momentos interglaciares (retroceso de los casquetes con un clima templado y húmedo más similar al actual). El Holoceno, momento templado, acaba con dicha situación, aunque también puede considerarse como un interglaciar. En cualquier caso, durante el Pleistoceno los hielos perpetuos alcanzaron el centro de Europa y la acumulación de agua en ellos hizo descender el nivel del mar dibujándose unas líneas de costa diferentes a las actuales. No obstante, la Península Ibérica, la Itálica, Grecia y el Norte de África quedaron siempre al margen de los hielos perpetuos. Aunque sí cambiara el clima en el Mediterráneo, descendiendo ostensiblemente las temperaturas, siempre fue más benigno que el del Norte de Europa. Sirvieron tales penínsulas como refugio de fauna y flora, siendo una ventaja para las comunidades humanas paleolíticas.

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La línea de costa cambia mucho con respecto a la silueta que hoy conocemos de Europa. Por ejemplo, El Canal de la Mancha deja de existir en determinados momentos del Pleistoceno y Francia quedaba unida a las Islas Británicas por tierra. Sin embargo, la línea de costa de la Península Ibérica tiene la misma morfología a grandes rasgos, quedando estable (Williams et al., 1998: 123). El Estrecho de Gibraltar no deja de existir como separación entre Europa y África. Potts (1994) dijo que la investigación del Plio-Pleistoceno debería enfocarse de tal manera que se analizasen aisladamente los contextos ecológicos antiguos, puesto que en cada cual han de entenderse distintos patrones de conducta o distintas actividades por parte de las comunidades humanas. Los anteriores animales enumerados, atribuidos al área de estudio por su presencia efectiva en las inmediaciones, asumiendo la flora a ellos y a las características climáticas adscrita, denotan un ecosistema asimilable a la sabana arbolada, dispuesta en el entorno de los ríos y canales de agua abundante que formaron y estructuraron la zona durante el Pleistoceno. Manuel Domínguez-Rodrigo explica (1996: 18-19) que las zonas con ríos en la sabana africana, también las tierras de los márgenes de los lagos, son ricas en recursos, coincidiendo que allí están también los yacimientos más ricos para la Arqueología del Origen de la Humanidad. En las sabanas actuales la inmensa mayoría de los animales (98-99%) son herbívoros, mientras que muy pocos (2-1%) serían carnívoros depredadores. Son obvias las facilidades que tienen los depredadores en los puntos de agua, dado que se concentran allí la mayoría de animales. Esto lo destacó también Binford (1988: 66) al hablar de la “Vida y muerte en la charca”. Hay que tener en cuenta, matiza Domínguez-Rodrigo (1996:44-45), que son estas zonas de cursos de agua trampas sedimentarias en las que se conservan más y mejor los restos tanto

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de fauna como la lítica. De las actividades humanas en otras zonas tendríamos, por ello y en consecuencia, menos evidencias. No significa, entonces, que los humanos sólo desarrollasen su vida en estas sabanas inmediatas a los cursos de agua. Significa que mayoritariamente tenemos sólo la información de lo que hacían aquí.

***

32

2. EL PALEOLÍTICO INFERIOR Y MEDIO Sobre las divisiones geológicas y biológicas del Pleistoceno, se superponen las divisiones del Paleolítico (Inferior, Medio y Superior), referentes a circunstancias antropológicas sobre los tipos humanos o características arqueológicas. Los periodos del Paleolítico no coinciden con los del Pleistoceno y tampoco se producen en todo el Mundo al mismo tiempo. Así, el Paleolítico Inferior arranca a nivel mundial hace 2,5 millones de años y llega hasta los 150.000 años de antigüedad. Los tipos de industria propios de este periodo son el Olduvayense o Modo 1 y el Achelense o Modo 2. El Achelense empieza en África hacia los 1,7 millones de años, pero en Europa a los 0,7. El Paleolítico Medio se define por el complejo cultural Musteriense o Modo 3 y acaba hace 40.000 o 30.000 años. El Paleolítico Superior concluye con el inicio del Holoceno hace apenas 10.000 años… Se trata de divisiones artificiales más o menos objetivas-subjetivas con muchas excepciones. Varían de unos a otros autores y son sólo orientaciones útiles para localizar cronológicamente los yacimientos y los tipos humanos a la hora de investigarlos.

Tipos humanos No se conocen restos esqueléticos humanos en el área que vamos a estudiar o en sus cercanías. Pero es de lógica que presentemos de forma adecuada a los tipos humanos, distintos al moderno, que generaron los yacimientos que vamos a estudiar. Durante el Plioceno conviven en África varias especies de australopitecos, primates bípedos cuyo ecosistema es la sabana y con unas capacidades cognitivas asimilables a las de los chimpancés y los

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gorilas actuales. De estos seres extintos, hace 2,6-2,5 millones de años deviene el ser humano.

Fig. 9. Reproducción del cráneo juvenil KNM-WT 15000, Nariokotome, Kenia. Se trata de un Homo ergaster/erectus. Colección de la Facultad de Biología de la Complutense de Madrid. (Foto: SDDS.)

En el año 1964 Louis Leakey encuentra en la Garganta de Olduvay al que define como Homo habilis, considerado como el primer ser humano. Con el paso de los años, se fueron encontrando más restos de este tipo y, analizados en conjunto, se distinguen claramente dos subtipos de lo que se llamó en un principio y genéricamente Homo habilis: un grupo de especímenes gráciles y con unos 510 centímetros cúbicos de capacidad craneana (cercana a la de los australopitecos), una dentición poco potente y bastante parecida a la típicamente humana y una cara prognata. El segundo conjunto de

habilis consiste en sujetos más grandes y con una capacidad craneana de 800 centímetros cúbicos. Su cara resulta evidentemente más plana, pero los dientes son grandes como los de los australopitecinos robustos. Algunos autores consideran a este segundo tipo como un verdadero ser humano, denominado también Homo rudolfensis, y al

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tipo grácil un australopiteco… otros justo lo contrario. En resumen: ambos

tipos

tienen

rasgos

típicamente

humanos

pero

diferencialmente y existe un debate sobre cuál sería nuestro ascendiente realmente (Domínguez-Rodrigo, 1996: 105-118), el primer antepasado de los seres humanos posteriores. Sea como sea, hace 1,8 millones de años surgiría un nuevo tipo inequívocamente humano y de hasta 1.000/1.200 centímetros cúbicos de capacidad craneana, con una complexión y proporciones de los miembros casi idénticas a las nuestras, que saldrá de África por esas fechas (Wong, 2006) y poblará Asia y Europa. Es el Homo

erectus (tipos asiáticos) o ergaster (los que quedan en África). Se sabe a ciencia cierta que una de las vías principales de la salida de África es Oriente Próximo, siendo crucial el yacimiento de Ubeidiya (Israel) y el de Dmanisi (Georgia) para datar esta migración hacia los 1,8 millones de años de antigüedad. Varios cráneos completos identificados recientemente en Dmanisi (Lordkipanidze, Ponce de León, Margvelashvili, Rak, Rightmire, Vekua and Zollikofer, 2013) sugieren una única línea evolutiva en la primera salida de África, pero caracterizada por una gran variabilidad en la especie por las grandes diferencias que se han documentado entre 5 cráneos.

Fig. 10. Estudio para la reconstrucción de las facciones de un Homo erectus/ergaster masculino. (Lámina confeccionada por Luis Antonio Amieiro para el documental “Cuando empezábamos a ser nosotros”, en el que participamos los firmantes.)

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Volviendo a lo que aquí más nos interesa: El Estrecho de Gibraltar, también ha sido apuntado como uno de los posibles caminos entre África y Europa, habiendo fauna equivalente a ambos lados. Pero juega en su contra que siempre fuera una barrera de agua pese a las fluctuaciones del nivel del mar. Recientemente

se

ha

actualizado,

por

dos

veces

consecutivas en el mismo yacimiento, la fecha de la huella de seres humanos más antigua conocida en el Oeste de Europa. Se trató primero de un fragmento de mandíbula hallado en Atapuerca de alrededor de 1,2 millones de años (Carbonell et al., 2008). En este yacimiento se había definido al Homo antecessor, de unos 0,8 millones de años. La mandíbula es también posible que pertenezca a un Homo erectus/ergaster. En 2013 saltó la noticia (por ejemplo verla en “El País”, 24 de julio de 2013) del hallazgo de industria lítica fechada en 1,4 millones de años y, por ello significa la huella más antigua hasta el momento conocida de presencia humana en el centro de la Península Ibérica. Los yacimientos de Barranco León (1,4 millones de años) y Fuente Nueva 3 (1,3), en Granada, también contienen ejemplos de industria lítica arcaica (Toro y otros, 2000).

Fig. 11. Reproducción de la mandíbula humana de 1,2 millones de años de Atapuerca, expuesta en el Museo de la Evolución Humana de Burgos. (Foto: SDDS.)

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¿Qué relación tenían estos primeros seres humanos con la fauna que hemos descrito en el capítulo anterior? Los primeros prehistoriadores del siglo XIX, mediante la observación de las sociedades no productoras de su tiempo, asumían que el ser humano desde sus orígenes era cazador. Ya en el siglo XX Raymond Dart, el descubridor

del

Australopithecus

africanus,

subrayó

que

tal

antepasado del hombre era un violento cazador y que se servía de huesos y cuernas para acabar con sus presas. Ésta es la visión que se reproduce al principio de la película “2001: Odisea en el Espacio”. Los investigadores de principios y mediados de siglo interpretaron sus yacimientos partiendo de tal asunción, sin comprobar que fuera cierta, como ocurre con el caso de Torralba y Ambrona (Soria). Tales localizaciones significan un ejemplo en el que no se puede demostrar que los numerosos elefantes antiguos documentados fueran cazados y que tradicionalmente se había interpretado como un matadero de elefantes abatidos con complejas tácticas de grupo (Santonja y otros, 2005). Debido a tal falta de respaldo de pruebas surge a principios de los ochenta, y aunque ya existían trabajos anteriores en esta línea, una corriente que trabaja basándose en el análisis pormenorizado del registro óseo y en la experimentación actualista para crear marcos referenciales en los que comparar los yacimientos. Entraría en acción un corpus de técnicas que se denomina “Tafonomía”, consistente en buscar explicación a la formación de los yacimientos estimando los procesos (naturales o humanos) que sobre los huesos han operado sucesivamente desde la muerte del ser vivo analizando qué huesos están presentes, cuáles ausentes, las marcas de corte, de diente de carnívoros, físicas, bioquímicas, de erosión, etc. (Yravedra, 2006). L. R. Bindford fue, en cierta mediada, el impulsor más importante de esta vía (Binford, 1981). El desarrollo de nuevos métodos se une a la mentalidad que imperaba en la década anterior, al pacifismo tras las

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terribles guerras mundiales y la más mediatizada guerra de Vietnam. La violencia no podía ser algo consustancial a la naturaleza humana y, por extensión, no podía estar representada en nuestros orígenes. Se inicia entonces un debate entre los partidarios de definir a los primeros homínidos como cazadores y los que pensaban que éstos eran incapaces de desarrollar tal actividad, solucionando sus necesidades cárnicas mediante carroña hasta casi la aparición del

Homo sapiens. Durante las décadas de los ochenta y de los noventa (por ejemplo Blumenschine, 1988) triunfó el carroñeo entre la comunidad científica del mundo anglosajón ante todo (si los libros divulgativos y escolares hablaban y hablan de cazadores era y es porque seguían anclados en las ideas de mediados de siglo). Sin embargo, aunque la necesidad de una aproximación empírica es acertada, los partidarios del carroñeo partían también de un prejuicio, el del hombre pacífico por naturaleza, que condicionaba sus interpretaciones. En los últimos años, llevando más allá la Tafonomía y el actualismo, se han demostrado actividades de caza en los primeros yacimientos de África, por ejemplo en el FLKZinj de Olduvai, con más de 1,78 millones de años de antigüedad (Domínguez-Rodrigo y Barba, 2007). Aquí y en otros yacimientos señeros para estudiar el Origen de la Humanidad en África se ha corroborado que las partes anatómicas representadas en el registro, el porcentaje de marcas de corte y de diente y su distribución en los huesos encaja con los modelos construidos experimentalmente propios de un acceso primario a los cadáveres por parte de los seres humanos (Domínguez-Rodrigo, Barba and Egeland, 2007). Revive así la teoría del comportamiento cazador en el origen de nuestra especie, fuertemente sustentada ahora en datos empíricos. Si en algunos de los yacimientos africanos más antiguos se demuestra la capacidad humana para cazar, ha de asumirse que la

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relación de

los primeros pobladores europeos con

la fauna

pleistocénica también consistiría en estrategias de caza y no sólo en el carroñeo puntual y esporádico. Por supuesto, ello no excluye que los grupos humanos no carroñeasen también dentro de sus estrategias de supervivencia, compaginando todo en su modo de vida cazadorrecolector. La cuestión es que queda probada su capacidad para la caza desde el Origen.

Fig. 12. Recreación ideal de un grupo de Homo heidelbergensis. (Lámina: SDDS.)

Descendiente en Europa del Homo antecessor tenemos al

Homo heidelbergensis, que aparece hace 0,6 millones da años y del que descienden a su vez los neandertales. Se trata de un ser humano relativamente alto, que puede alcanzar el metro ochenta de talla y con una capacidad craneana de algo más de 1.300 centímetros cúbicos. La cara de este tipo humano está proyectada hacia delante y, como los neandertales, presenta unas fosas nasales bastante destacadas.

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Reiteramos que se extiende por toda Europa, poblando las Islas Británicas, siendo el responsable allí del yacimiento de Boxgrove. Pero el enclave más espectacular para conocer antropológicamente a este tipo de ser humano es la “Sima de los Huesos” de Atapuerca (Burgos). De aquí procede la mayoría de sus restos esqueléticos (Arsuaga y Martínez, 2003: 242-247), algunos en tan buenas condiciones que se han podido obtener muestras de ADN. Hacia el 250.000 antes de nuestra era se inicia en Europa una fase fría y hostil para la vida. Pero los seres humanos siguen representados aquí, gestándose al poco una nueva especie: el neandertal,

descendiente

directo

del

Homo

heidelbergensis

preexistente. Será el “europeo por excelencia” hasta la llegada al continente del Homo sapiens desde África muchos milenios después. El primer cráneo de neandertal aparece en Bélgica en 1830, siendo de un niño. En 1848 se descubrió un cráneo en Gibraltar, pero no se le dio la suficiente importancia y, por ello, la especie se bautizaría algo más tarde (1856) con los hallazgos de la cueva de Feldhofer, en el Valle alemán del Río Neander (para más detalles sobre los primeros hallazgos de neandertal y su definición primera ver Krause, 2004: 5-14). Desde entonces se han ido encontrando muchísimos más restos esqueléticos atribuibles a neandertales, significando su volumen total el de mayor de todos los tipos humanos conocidos por detrás del volumen, claro está, de cadáveres de humano moderno. Los cráneos de los neandertales son alargados hacia la parte posterior y tienen una capacidad craneana media de 1.500 centímetros cúbicos (los seres humanos modernos tenemos una media de 1.350 centímetros cúbicos). La frente es característicamente plana. La visera ósea sobre las cuencas de los ojos, unos grandes orificios y fosas nasales (adaptación útil para calentar el aire frío

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durante el ejercicio físico) y la ausencia de mentón son otras de las características del cráneo neandertal. En cuanto al resto del cuerpo: la altura media de los hombres rondaba los 170 cm. y la de las mujeres los 160 y ambos tenían una complexión robusta. Es curioso que los neandertales tuvieran una capacidad craneana superior a la que tenemos los sapiens. No es que los neandertales fueran más inteligentes que los humanos modernos: al tener los primeros un cuerpo más voluminoso, resultaría en ellos menor el denominado “índice de encefalización”. También ha de desecharse la idea de que el neandertal fuera un “troglodita lerdo y fortachón”, como lo describían los estereotipos del siglo XIX y la primera mitad del XX (el debate en Stringer y Gamble, 2009). Decíamos más arriba que no podemos llegar a saber cómo entendían el mundo los tipos humanos anteriores al Homo sapiens. Pero sí sabemos con toda seguridad que el cerebro de los neandertales funcionaba de forma diferente al nuestro. A. Ribera (2008) utiliza argumentos de Biología del Desarrollo, Neurobiología, Antropometría y otras disciplinas relacionadas con el funcionamiento del cerebro y la mente humana para explicar diferencias cualitativas (no cuantitativas) del lóbulo prefrontal. Es un área del cerebro a la que se le atribuye la función de la asociación de ideas y las diferencias observadas entre los cráneos de sapiens y neandertal sugieren que ahí residen las divergencias en la capacidad para el simbolismo entre ambas especies. En el neandertal crece el tamaño, pero en el humano moderno cambia la morfología de esta parte, sin aumento del tamaño. En esta diferencia ha de estar la clave de los respectivos comportamientos observados en el registro arqueológico. Todo esto tampoco significa que los neandertales no fueran capaces de desarrollar comportamiento simbólico. Como prueba están los diversos ejemplos de enterramientos que ejecutaron en cuevas (Bosinski, 2004), tales como los de los yacimientos franceses de La-

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Chapelle-aux-Saints, La Ferrassie o Le Moustier y como los de Próximo Oriente de Shanidar, Dederiyeh o Kebara (Binant, 1991). Recuérdese también que la “Sima de los Huesos” del complejo de Atapuerca ha sido interpretada como un ejemplo de enterramiento realizado por el

Homo heidelbergensis y anterior al caso neandertal (Arsuaga y Martínez, 2003: 242 y ss.).

Fig. 13. Rasgos característicos del cráneo de un neandertal. (Lámina: SDDS.)

El debate sobre caza y carroñeo no sólo ha venido afectando a los tipos humanos más antiguos. También se ha defendido

una

dieta

predominantemente

carroñera

para

los

neandertales. En los años 80 del siglo XX autores como el propio L. R. Binford (1981) así lo teorizaron. Sin embargo, existen argumentos de peso para pensar que estos seres humanos hubieron de depender inexcusablemente de estrategias cazadoras. Se ha demostrado, estudiando isótopos estables extraídos de especímenes, que su dieta se basaba casi en exclusiva en el aporte cárnico. Cantidad a la que

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sólo se puede tener acceso como cazador y no como carroñero oportunista. M. P. Richards y R. W. Schmitz (2008) son los responsables de un estudio de este tipo sobre restos de dos individuos del Valle de Neander, recordemos que es el área donde se definieron por primera vez los neandertales. Llegan a la conclusión de que la dieta concreta de estos dos neandertales del Centro de Europa se basaba en recursos terrestres, no marinos, siendo los herbívoros terrestres y mamíferos la base de su alimentación. Las plantas y el pescado de agua estarían en ellos muy poco representados. En Francia y en el Este de Europa se han hecho estudios de este tipo con resultados muy similares. Por otro lado, se han documentado también estrategias de los neandertales tendentes a explotar recursos cárnicos más diversos peces, aves y animales marinos (ver para Bolomor y Atapuerca Blasco, 2011). En cualquier caso: los estudios indican siempre dietas ricas en carne. Se conocen restos esqueléticos de neandertal en las cuevas del levante. Son múltiples y relativamente abundantes, pero sin entrar en más detalles, han de valorarse como limitados en tanto en cuanto no hay ningún resto cadavérico suficientemente completo y, por supuesto, ningún cuerpo completo (Arsuaga y otros, 2001). Entre todos los restos, destacamos por la información interesante que aporta, un diente incisivo de Cova Negra (Arsuaga y otros, 2001b): como los dientes de la Sima de los Huesos de Atapuerca, tiene marcas de corte. Se interpretan como la técnica de los inuit actuales de sujetar la carne con los dientes mientras se corta con un cuchillo. Además, la dirección de las marcas indican que ese ser humano era diestro. Todos los individuos de la Sima de los Huesos eran mayoritariamente diestros (Lozano, 2005). Nuestra especie, el humano actual u Homo sapiens no desciende de los neandertales, como se ha explicado hasta hace algo

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más de una década en los libros de texto. Ambos tienen un antepasado común. El sapiens surge en África, donde sobrevivía el

erectus y, tal vez, algunas otras subespecies en paralelo a los tipos (antecessor,

europeos

heidelbergensis,

neanderthalensis).

Encontramos la huella inequívoca del sapiens en los yacimientos palestinos de las cuevas de Skhul y Qafzeh, datándose entre los 100.000 y 90.000 años respectivamente. Estos primeros humanos modernos convivieron con los neandertales y no podemos distinguir los yacimientos de unos y otros grupos de no existir enterramientos (tallaban la misma industria). El asentamiento definitivo del sapiens en Europa se sitúa hace unos 40 a 50.000 años. Aparece entonces el Modo 4 o industrias del Paleolítico Superior. Los neandertales empiezan a ser sustituidos por los humanos modernos a partir de entonces. Los últimos reductos de

Homo neanderthalensis se han documentado precisamente en Gibraltar, datándose en fechas cercanas al 25.000 antes de nuestra era. Recientemente se han descubierto restos musterienses atribuibles a neandertales en el Norte de Europa, concretamente en el sitio ruso de Bizovaya (Slimak et al., 2011) con cronologías de unos 30.000 años de antigüedad. Se han interpretado estos últimos reductos del

Homo neanderthalensis como refugios naturales para éstos y otra fauna

típica

asociable).

del

momento

También

es

anterior

interesante

(hay el

desaparecieron los neandertales. Se han

también

debate

de

megafauna por

qué

argumentado luchas

violentas con los humanos modernos (improbables en nuestra opinión), agotamiento genético, mestizaje con los sapiens, problemas adaptativos a la nueva situación, el hecho de ser unos seres menos rentables energéticamente que los humanos modernos… No es sitio éste para resolver la cuestión, bastante complicada. Por ello seguimos adelante pasando a explicar ahora ciertos rudimentos sobre tecnología

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lítica, apoyos útiles para comprender y acometer el análisis de los yacimientos alcarreños que aquí nos ocupa.

El Olduvayense o Modo 1 Aunque la Humanidad surge de África y este tipo de industria está relacionada estrechamente con sus orígenes, nosotros tenemos en el área de estudio ejemplos identificables con este tipo de talla, tal y como veremos en la “Parte II” de este volumen. Es uno de los puntos fuertes de atención de nuestro trabajo y, por ello, merece la pena explicar lo que se sabe del Olduvayense o Modo 1 dentro y fuera de la Península Ibérica para entender su trascendencia dentro de la línea de investigación que tenemos abierta. Los chimpancés salvajes emplean instrumentos simples para obtener o procesar alimento: se trata de palos para alcanzar los nidos de insectos, esponjas o piedras para abrir nueces (García, 2013 y ver la Web y las publicaciones del “Ugalla Primate Project” en www.ugallaprimateproject.com). Tras décadas de experimentos con chimpancés en cautividad, enseñándoles a tallar lítica, se ha demostrado que, aunque pueden aprender a hacerlo, son incapaces de conseguir la misma eficacia en los resultados que la observada entre las primeras industrias líticas, pues necesitan muchísimos intentos para conseguir una lasca útil de un canto. Se estima que los australopitecos, aunque bípedos, tenían características cognitivas similares a las de los chimpancés (Domínguez-Solera, 2009). El Olduvayense recibe este nombre de manos de Mary Leakey, por haberse encontrados las primeras herramientas de este tipo en la Garganta de Olduvai (Tanzania). También se denomina Modo 1 y consiste básicamente en cantos trabajados o “choppers” y lascas obtenidas de éstos al golpear otro canto o “percutor” contra un

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punto concreto del canto o bloque a trabajar. En un principio se consideraba que los cantos trabajados eran las piezas que los primeros seres humanos buscaban exclusivamente con la acción de talla. Gracias a los análisis traceológicos (huellas en los filos producidas por el uso) se sabe que la mayoría de cantos son sencillamente el soporte y el utensilio propiamente dicho son las lascas (Isaac, 1997). Aunque, por supuesto, los cantos trabajados también pueden servir como instrumento propiamente dicho y emplearse para ejecutar determinadas acciones. Las lascas pueden emplearse como cuchillos con el filo que se obtiene al extraerla (y que durará más o menos hasta desgastarse en función del tipo de materia prima) o retocado, acción que consiste en golpear con el percutor en el mismo borde creando un nuevo filo aserrado y que sirve para reavivar el útil y/o cambiarle la morfología y funcionalidad. Han sido encontrados en la zona de Bouri (Etiopía) los huesos más antiguos con marcas de corte, atestiguando la más antigua práctica de carnicería documentada (De Heinzelin, Clark, White, Hart, Renne, WoldeGabriel, Beyene and Vrba, 1999 o Domínguez-Rodrigo, Barba and Egeland, 2007: 276-277). Los instrumentos de piedra más antiguos conocidos tienen al menos 2,5 o 2,6 millones de años. Han sido hallados en Gona (Semaw et al., 1997). Antes de descubrirse, las industrias más antiguas documentadas procedían del Omo y de Turkana (Kenya), datándose tales en 2,3 millones de años de antigüedad. Los instrumentos líticos de Olduvai, la colección con la que se había definido precisamente el Olduvayense como la primera industria de la humanidad, tienen tan solo 1,8 millones de años. Hay

un

tipo

de

ser

humano

y

un

australopiteco

(Australopithecus aethiopicus) asociados cronológicamente a las industrias de Gona. Lo lógico es que sea el ser humano el responsable de la factura de los instrumentos líticos. Sea como sea y en atención a

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lo que veníamos diciendo antes, la industria de Gona es de una complejidad tal que indica que no existe una fase de gestación preliminar. De repente, sin un precedente progresivo, aparece esta industria ya coincidiendo con los primeros ejemplos de tipos humanos diferentes a los australopitecos en el registro fósil. A las mismas conclusiones llegan los trabajos realizados en el “Complejo ST” de Peninj (Lago Natrón, Tanzania). Su cronología oscila entre los 1,6 y los 1,4 millones de años (De la Torre, Mora y Domínguez-Rodrigo, 2004). Se trata de Olduvayense también, pero los núcleos se gestaron de forma muy compleja. Se consigue con ellos piezas predeterminadas, lo que se pensaba que era exclusivo o una “invención” de tiempos y tipos tecnológicos mucho más tardíos, como el Musteriense. Pero la colección del “Complejo ST” demuestra que la predeterminación de las piezas arranca desde tiempos muy remotos, lo que es muy elocuente sobre las capacidades cognitivas de los tipos humanos que las generaron (habilis/rudolfensis y erectus/ergaster). El registro arqueológico más antiguo desvela que los primeros seres humanos no sólo tallaban piedra en los puntos donde disponían de materia prima apta. Algunos útiles han aparecido a kilómetros de la fuente de materia prima (Roche et al., 1999), lo que atestigua inequívocamente acciones de transporte sistemático de núcleos y/o instrumentos tallados previamente. Pensamos que a la hora de teorizar sobre este transporte sistemático de piedra habría de asumirse el empleo de bolsas y otras formas para el acarreo que, por el material perecedero en el que se realizaron, resultan invisibles hoy por no haberse conservado en el registro arqueológico. Se pensaba que no hubo ocupación humana en la Península Ibérica hasta el Pleistoceno Medio. Pero los descubrimientos de Fuentenueva 3 y Barranco del León (Orce, Cuenca del Guadix-Baza), Gran Dolina y Sima del Elefante (Atapuerca, Burgos) han hecho evidente la actividad humana en esta parte del mundo desde el

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Pleistoceno Inferior. Los sitios de Fuentenueva 3 y Barranco del León se han datado entre 1,2 y 1,3 millones de años, cronología similar a la del caso de Atapuerca como ya hemos expuesto más arriba a la hora de hablar de los tipos humanos. Recuérdese que el resto en estratigrafía segura de industria lítica más antiguo de la Península y Europa Occidental procede de Atapuerca y está fechado en 1,4 millones de años. El Homo erectus/ergaster y el antecessor serían, en principio, los responsables de estas primeras industrias en Europa.

Fig. 14. Croquis ideal de las piezas típicas de los modos 1 y 2. (Lámina: SDDS.)

En la Península Ibérica el tipo de industria definida como Modo 1 se acota entre los 1,4 y los 0,7 millones de años. Son fechas que coinciden con la existencia ya del Modo 2 o “Achelense” en otros

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puntos del Mundo, cuyas fechas rondan los 1,4 millones de años (Santonja and Villa, 2006: 451-452).

El Achelense o Modo 2 A la hora de hablar sobre el Achelense vamos a concretar más nuestro área de atención al Centro Peninsular, dado que hay muchos más datos para tal zona de este tipo de industria que para el Modo 1. Los restos más antiguos del Achelense proceden de África y tienen cronologías de hasta 1,6 millones de años. Los restos más modernos se entremezclan con el Musteriense o Modo 3 hace menos de 0,2 millones de años. Además de la panoplia de elementos propios del Olduvayense, los útiles líticos definitorios del Achelense son los bifaces (piezas de forma simétrica almendrados tallados a dos caras, con los bordes afilados y cortantes y generalmente con uno de sus extremos terminado en punta), los picos triédricos (núcleos tallados de forma grosera a tres caras y terminados en punta), los hendedores (como un hacha, con un filo cortante en el extremo distal, donde los bifaces terminarían en punta) y los útiles de gran formato de talla bifacial. A los bifaces y hendedores, también a otros tipos de instrumento de gran formato, se les da primero su forma general mediante el descortezado o extracción de lascas relativamente grandes mediante percutores duros de piedra. Después vendría una segunda fase de retoque más cuidadoso con percutores de piedra más pequeños e incluso de materiales más blandos (cuerna o hueso). Como decíamos, el Achelense se extiende por la Península relativamente tarde, en relación a los orígenes africanos de esta tecnología (Santonja and Villa, 2006: 451-452). Tenemos ejemplos de

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tecnología y piezas achelenses desde los 600.000 y 500.000 años de antigüedad hasta los 100.000, solapándose entonces con las técnicas de talla catalogadas como Musteriense o Modo 3 (se habla de “Musteriense de tradición achelense”). Los yacimientos achelenses ibéricos, a excepción del caso de Atapuerca o del de la “Cueva del Castillo” (Cantabria), siempre son depósitos asociados a cuencas fluviales, sitios al aire libre, con las implicaciones de sesgo contextual que ello supone con respecto al registro de las cuevas (mejor preservado en general). Uno de los yacimientos al aire libre más famoso y por más largo tiempo estudiado es el de Torralba-Ambrona en Soria. Pero podemos entender como zonas ricas en indicios achelenses Áridos, San Isidro y Arriaga en el área Madrileña, Puente Pino y Pinedo en Toledo, la Depresión del Guadalquivir, la Depresión del Guadiana en la Mancha, las Riberas del Tajo, el Valle del Alagón (Extremadura) o el Área del Duero. La zona alcarreña, esperamos, también se convierta en un futuro en una zona útil para estudiar el Achelense. Tal es uno de los objetivos de nuestro libro. Todas

estas

localizaciones

ofrecen

una

información

limitadísima en comparación con la obtenida en Atapuerca, donde hay lítica y fauna en posición primaria y también porcentualmente la práctica totalidad de elementos esqueléticos humanos del Occidente Europeo, además de pruebas bastante sólidas de un tratamiento “funerario” del que poco o nada sabemos para cronologías tan antiguas. A citar, por haber sido publicado por el donante de la colección de materiales alcarreños que vamos a analizar en la segunda parte de este libro, está el yacimiento de Villafría (Martínez, 1978). Se trata de materiales del entorno de Burgos, anteriormente estudiados a los trabajos del equipo actual de Atapuerca.

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En los yacimientos al aire libre achelenses ibéricos no disponemos realmente de mucha más información que la de la industria lítica por un lado y la paleontológica de la fauna existente en aquel por otro. Hacen falta casos y sitios arqueológicos donde se puedan emprender estudios tafonómicos que pongan en relación la fauna

con

las

indispensables

actividades análisis

humanas.

traceológicos

También

que

son

superen

útiles

las

e

meras

clasificaciones tipológicas y tecnológicas (ver Ollé, 2005). En cualquier caso, algunos autores advierten (Santonja and Villa, 2006) que hay sierras cársticas del interior que están sin explorar y la situación de la investigación puede cambiar en el futuro. Nosotros opinamos lo mismo y puntualizamos que el Sistema Ibérico puede ser una de las esperanzas para el desarrollo de la Arqueología de los Orígenes. Volviendo al tema que aquí nos ocupa, destacar los estudios en el Valle del Jarama, un área con características geológicas muy similares a las de los yacimientos alcarreños aquí estudiados: potentes estratos de deposición aluvial (gravas, arenas y arcillas) enmarcados por relieves terciarios. Pero son los yacimientos toledanos de “Pinedo” y “Puente Pino” los más y mejor estudiados. “Pinedo” fue descubierto por M. Martín Aguado en 1959 e intervino en él también Aguirre. En los años setenta dirigió varias campañas aquí María Ángeles Querol (Querol, 1976). Se encontraron restos de conejos, liebres, caballo, hipopótamo, ciervo, uro y elefante antiguo. Se data entre los 400.000 y los 300.000 años y su industria lítica consiste en núcleos, lascas, hachas, picos triédricos, etc. usados allí en múltiples y sucesivos episodios por los grupos humanos durante milenios (Santonja, Morín y López, 2005). “Puente Pino” (Alcolea del Tajo) ronda también los 400.000 años de antigüedad. Fue descubierto en el año 2000 y es un yacimiento junto a un lecho fluvial muy útil para conocer la industria

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lítica y las actividades de talla en la Mancha, destacando aquí no sólo las hachas y otros útiles elaborados, sino también los restos de talla de su fabricación (Santonja, Morín y López, 2005). El Campo de Calatrava, los yacimientos de “El Martinete”, “Albalá” o “Puente Moreno”, significa otro área importante para estudiar el Achelense (Santonja, Morín y Lólez, 2005). También el yacimiento de “Porzuna”.

Fig. 15. Esquema levallois idealizado. (Lámina: SDDS.)

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El Musteriense o Modo 3 Se trata de un tipo de industria vinculada al Homo

neanderthalensis y datada entre el 125.000 y los 30.000 años de antigüedad. Se definió por vez primera en el yacimiento francés de “Le Moustier” y de ahí su nombre. Consiste, básicamente en la obtención de lascas y puntas predeterminadas, tallando los núcleos de forma concreta gracias a la aplicación de la “técnica levallois” de reducción. A grandes rasgos, el Musteriense y la técnica levallois optimizan aprovechando al máximo la explotación de los núcleos y generan lascas con un importante perímetro cortante, otras de menores proporciones, puntas y también láminas. Retocando los útiles se consiguen filos aserrados o raederas, raspadores de sección gruesa, filos rectos reavivados o buriles o denominados

perforadores.

Los

bordes

picos apuntados

aserrados

muescas.

Características de la talla levallois son las puntas, que se extraen de forma secundaria a partir de las lascas predeterminadas. Una figura de este volumen explica la generalidad estereotipada de la técnica levallois. En cualquier caso, ha de tenerse muy presente que muchos de los rasgos característicos y definitorios del Musteriense aparecen en momentos muy anteriores y pervivirán después. Entendamos tal tipo de industria con una mínima cautela y a modo orientativo para definir ciertos tipos de técnicas propias del Paleolítico Medio. Así, algunos estudios apuntan que los primeros indicios de la técnica levallois y de estandarización de útiles pequeños pueden apreciarse a partir del los 350.000 años, siendo Atapuerca, Torralba y Ambrona yacimientos ilustrativos de tales procesos de mutación (Santonja and Villa, 2006: 453-454). Se han realizado importantes estudios en la zona de Madrid sobre el Musteriense y esta información es la mejor referencia que

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tenemos para entender los yacimientos análogos en la Alcarria Conquense. Así, durante el Paleolítico Medio y aún habiendo mucha materia prima disponible, se aprecia en el registro madrileño una mayor selección del material de talla. Las técnicas más especializadas de reducción y fabricación de útiles requieren mejores materiales (Baena y otros, 2008). Hay que advertir que los yacimientos madrileños musterienses, pese al gran número de enclaves conocidos, no están clasificados tan bien como en otras áreas de Europa. Destacamos, entre todos los yacimientos, “El Cañaveral”, excavado por las obras de la M-45 y asociado a afloramientos y fuentes de sílex en estratos de deposición fluvial y con muchas piezas... Es muy útil para el caso de los yacimientos alcarreños que aquí vamos a analizar y volveremos a hablar de él a su debido tiempo. José Yravedra (2004-2005), advierte de un problema irresoluto sobre lo que sabemos de la subsistencia en el Musteriense de la Vertiente Mediterránea. Sí han hecho estudios en las cuevas del Levante taxonómicos (identificación de especies) y de representación anatómica (¿qué partes esqueléticas se han conservado y/o llevado a las cuevas?). Pero habría pocos estudios tafonómicos adecuados (marcas de corte, diente, etc.) y no se puede saber por ello qué parte de la fauna rescatada en los niveles de las cuevas es por aportación antrópica y qué otra parte se explica por el aporte de carnívoros. Este problema es extensible a la investigación general de la subsistencia en el Musteriense de toda la Península Ibérica: en el Centro y en el Levante no hay estudios tafonómicos adecuados y sólo en el Norte se conoce algo mejor el caso. En general, dice Yravedra (2001), se observa la especialización de la caza de especies desde el Musteriense (aunque, dependiendo de la variable analítica empleada, si se hacen los estudios en base al MNI no hay tanta especialización). Pero téngase en cuenta que sólo podemos aplicar esto al estudio de las actividades fosilizadas en las cuevas.

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Estado de la cuestión para el área de estudio Ya explicamos en el prólogo que nuestro estudio en la Alcarria partía de los trabajos realizados por nosotros en 2012 en los yacimientos musterienses de “Los Cabezos” de Alcocer (Guadalajara) (Domínguez-Solera y Muñoz, 2012b) y de “El Mulatón” de Caracenilla (Huete, Cuenca). En 2011 habíamos revisado los materiales de otro conjunto de yacimientos musterienses en la Ribera del Júcar (zona de Sisante y Tébar, Cuenca), publicados en 2012 (Muñoz y Domínguez-Solera, 2012). Uno de los sitios, “Cuesta Colorada”, había sido excavado por López Campuzano (informe inédito). En la siguiente parte del libro publicamos el resultado de los trabajos en “El Mulatón”. Además, plasmamos los resultados de nuestra revisión de los materiales arqueológicos de las colecciones de Inocente López y Jesús María Martínez y la nueva prospección que hemos acometido de los sitios de origen de las colecciones para la redacción de fichas de carta arqueológica. De todo esto parte el contenido del presente libro. ¿De qué panorama partíamos nosotros? En la zona de la Submeseta Sur muy limitados han sido los casos, al margen de los anteriores, de yacimientos investigados del Paleolítico más antiguo. Aquí hacemos un inventario misceláneo con los sitios de los que teníamos noticia por bibliografía o por investigaciones personales1, en el que se denota que los yacimientos estudiados convenientemente mediante excavación sistemática y publicados en bibliografía están todos fuera de la Provincia de Cuenca

1

Gracias al trabajo actual, hemos tenido conocimiento de más informes inéditos y de más información de carta arqueológica al respecto del tema que aquí nos ocupa.

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y que dentro del área conquense teníamos siempre referencias de enclaves aislados de su contexto inmediato, de hallazgos casuales, de restos casi descontextualizados o de sitios de superficie:

-

Hallazgos de superficie en las terrazas del Guadiana y del Tajo (De la Torre, 2007).

-

Excavaciones de “Pinedo” y “Puente Pino”, en Toledo (De la Torre, 2007).

-

Múltiples bifaces en superficie en “Porzuna” (Ciudad Real).

-

Materiales puntuales procedentes de Chillarón, Arcos de la Cantera, Colliguilla, de Cuevas de Velasco, de Noheda y de Cuenca Capital (Osuna, 1974).

-

Canto expuesto en el Museo Arqueológico de Cuenca, procedente de Villar de Olalla (Osuna, 1976: 31).

-

“Ucero” (Castillo de Gacimuñoz, Cuenca), definido en la Carta Arqueológica (Molina, 2007).

-

Otros yacimientos inéditos y definidos en cartas arqueológicas.

-

Áreas de “Porzuna” (Ciudad Real), las terrazas del Záncara (Cuenca), el Río Mundo, Campo de Hellín y el alto Guadiana albaceteño.

-

Abrigo de “El Palomar” (Albacete).

-

Cueva de “Los Casares” (Guadalajara) y de los “Torrejones” (restos esqueléticos de neandertales).

-

La “Cueva de Jarama VI” (De la Torre, 2007).

Recientemente se ha publicado una sinopsis global de yacimientos prehistóricos conocidos en la Provincia de Cuenca, firmada por J. M. Millán (2012: 13-16), en la que se refieren (además de algunos de los casos anteriores) piezas del Paleolítico Inferior y

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Medio procedentes de Villarejo de Fuentes, en las terrazas del Záncara (una

raedera de gran formato y una punta musteriense

expuestas en el Museo Arqueológico). Millán también resume los trabajos de Manuel Santonja sobre las industrias líticas pleistocenas para las hojas del Mapa Geológico y Miniero 1:50.000 números 713, 714, 715, 739 y 762, encontrando en el área cubierta por la hoja 715 materiales del Paleolítico Medio en “La Camarilla” y canteras del “Canal del Guadiana”. A. Pérez González también trabaja en la misma zona y recogió más piezas de este tipo. Millán explica, del mismo modo, los trabajos dirigidos por Ignacio de la Torre en relación a las obras de la R-4 en su tramo Ocaña-La Roda a su paso por El Pedernoso, pues se encontraron pocos materiales pero entre ellos bifaces de cuarcita (De la Torre y otros, 2004). En conclusión: Los casos debidamente estudiados son muy puntuales. No se han relacionado entre ellos en un proyecto adecuado para obtener un panorama general sobre el poblamiento y el modo de vida humano en esta parte de la Submeseta Sur. Han primado las clasificaciones tipológicas sobre otras preguntas más interesantes al respecto de la actividad humana prehistórica y, así, sólo tenemos una lista de puntos catalogados por la tipología de sus materiales en tal o cual franja cronológica.

***

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58

PARTE II: LA INVESTIGACIÓN

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60

3.

INTERVENCIÓN

ARQUEOLÓGICA

EN

“EL

MULATÓN”

(CARACENILLA, HUETE) Con motivo de la apertura de una cantera de grava en el cerro de “El Mulatón”, en Caracenilla (Huete, Cuenca) se encargó una prospección arqueológica para el estudio de viabilidad previo a las obras. La cantera se denomina “Los Rincones”, el promotor y propietario de la misma es José García Pérez y el ingeniero de minas responsable del proyecto José Félix Ruiz Requena. Durante las prospecciones del estudio de viabilidad (Fase I) se detectó un yacimiento paleolítico, cuyo material era definible en su inmensa mayoría como musteriense. Presentamos un informe con el resultado de los trabajos de prospección a la Delegación en Cuenca de la Consejería de Educación, Ciencia y Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha (Domínguez-Solera y Muñoz, 2012). En él se explicaban las conclusiones del estudio, la valoración de los restos y la interpretación del sitio arqueológico en el contexto peninsular. En las conclusiones de dicho informe destacábamos la utilidad que tendría continuar el trabajo arqueológico en el yacimiento para arrojar más luces sobre la vida en el Paleolítico Medio en el centro de la Península Ibérica. Habíamos consultado al promotor y el técnico de minas José Félix Ruiz Requena y se había corroborado la poca entidad programada para la explotación minera: menos del 10% de la extensión total del yacimiento. Propusimos entonces al Servicio de Patrimonio de la Delegación en Cuenca de la Consejería de Educación, Ciencia y Cultura la viabilidad de la cantera dentro de esta concepción: Había de entenderse el proyecto de cantera como una oportunidad para acceder a la estratigrafía del yacimiento y no como una amenaza para el mismo.

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Fig. 16. Detalles de la hoja 608 del Mapa Geológico y Minero.

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Fig. 17. Vista general del yacimiento. (Foto: SDDS.)

Autorizada la apertura de la cantera con la condición de que el promotor encargase una intervención arqueológica adecuada para la correcta documentación del yacimiento, realizamos dicha campaña (Fase II), a partir de cuyo informe final se redacta este capítulo. Adelantamos que, como preveíamos, la apertura de la cantera ha posibilitado unos resultados satisfactorios, un acceso a la estratigrafía profunda que no habrían sido posibles si los trabajos de extracción y las técnicas arqueológicas no se hubiesen desarrollado en paralelo. El área objeto de proyecto es la parcela 9 del polígono 508 de Huete-Caracenilla. Abarca 4,6 hectáreas, pero la explotación minera propuesta en un principio (ver planos adjuntos) era casi de la mitad. Tras el descubrimiento del yacimiento, se decidió aprovechar tan sólo el 10% del área definida para el sitio arqueológico. Se sitúa a escasos kilómetros del casco urbano de Caracenilla. Se accede por la carretera que une Caracenilla a Huete y

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que viene desde Cuenca (CM-2019). Pero está en las inmediaciones de la vía del tren en su línea Cuenca a Tarancón. Concretamente la parcela queda al N de la vía férrea. También por el Sur pasa el Río Mayor (paralelo a la vía del tren) y al Este pasa el Río Bonilla. Estamos ante un pequeño cerro amesetado, una altura emplazada en la confluencia de dos cursos de agua. La altitud de su cima es de 851 m., mientras que su parte más baja está entre los 820 y los 810 m. Sólo en la cima y la parte baja se advierte en explotación agrícola reciente, estando abandonadas las faldas y cubiertas sólo por matorral.

Fig. 18. Cantera sobre el Mapa Topográfico Nacional superpuesto a imagen satélite. (Lámina confeccionada sobre captura del SigPac.)

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Según el Mapa Topográfico Nacional es su versión digital (http://sigpac.mapa.es/fega/visor/), el cerro se llama “el Mulatón”. Geológicamente, según la cartografía del Instituto Geológico y Minero (hoja 608, de Huete), estamos en la cima del cerro ante unos estratos de limos arcillosos con cristales de yesos y margas (Pleistoceno y Holoceno), rodeados de estratos de fondos de valles de arenas, gravas y arcillas (Mioceno). Son estos últimos los que motivan la apertura de una explotación cantera. Veremos que esta definición geológica del Cerro del Mulatón cambia radicalmente con los resultados de la intervención arqueológica.

Fase I Los trabajos de prospección en el cerro en el que se pretende ubicar la cantera fueron positivos. La naturaleza de lo documentado y su entidad son bastante evidentes y fáciles de exponer. Dedicamos este apartado a ello. La parcela 9 de polígono 508 de Caracenilla está ocupada casi en exclusiva por el cerro denominado “El Mulatón”. Éste abarca, además, una de las esquinas de la parcela limítrofe al SW. La cima de “El Mulatón” se encuentra en cultivo en la actualidad. A este cultivo se llega mediante una senda situada en el N. Los alrededores del cerro también estaban en explotación agrícola.

Fig. 19. Prospección de “El Mulatón”. (Foto: MMG.)

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Las estructuras perimetrales que se aprecian en la imagen del satélite son zanjas y caballones de los que se realizaron para repoblaciones arbóreas. Pero no se ejecutaron tales repoblaciones en el caso que aquí nos ocupa. No se corresponden los tres perímetros a resaltes de amurallamiento, bancales de cultivo en terraza o a otros tipos de estructura humana enterrada. La maquinaria rasparía la superficie y amontonaría la tierra conformando estos relieves con estratigrafía idéntica al geológico del entorno. Tampoco están presentes los materiales propios de un poblado y que, arruinado, erosionado y enterrado éste, quedarían obligatoriamente visibles en superficie. La única construcción antigua documentada es un murete de aterrazamiento sito en el SW. Se trata de mampuestos colocados en seco, dispuestos en talud para soportar la tierra de la terraza que conforma. No hay materiales inclusos en este murete distintos a la lítica de la superficie. Y lo interpretamos como una estructura etnográfica destinada a cultivo de algunos de los árboles que aún quedan encima, quizá un huerto. La lítica, presente en el cerro desde hacía miles de años, pasaría a formar parte del aterrazamiento de forma fortuita. Además de la lítica, se encontraron en la Fase I restos cerámicos muy puntuales. Estamos hablando de apenas 9 fragmentos de cerámica moderna y contemporánea, producto inequívoco del abonado con basura de la cima del cerro y las inmediaciones y/o de aportes accidentales a lo largo de siglos. Estos nueve fragmentos son la totalidad de los detectados y hacemos hincapié en ello para que se entienda la poca densidad de cerámica que hay en el sitio. Es la lítica el material más presente. El sílex es la única materia prima empleada para la talla.

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Fig. 20. Nódulos naturales de sílex del “Cerro del Mulatón”, sin explotar. (Foto: SDDS.)

Imprescindible decir que el cerro de “El Mulatón” es riquísimo en nódulos de sílex blanco, piedras presentes de forma natural y con un volumen medio de entre 40x40x30 y 20x20x15 cm. Algunos nódulos de sílex presentan extracciones por percusión, sin poder valorarse éstas como una explotación intensa del núcleo. ¿Podría tratarse de probaturas para estimar la calidad de la materia prima sobre la que tallar? También hay núcleos agotados, algunos con huellas propias de técnica levallois. Otros con extracciones laminares propios de momentos prehistóricos más recientes. Hemos documentado en los núcleos tanto esquemas de reducción directa unipolar como multipolar-discoide. Sobre todo hay en superficie fragmentos de útiles rotos, desechos de talla y restos de descortezado de nódulos. Por supuesto, hay útiles y son los que nos han permitido identificar la cronología. Por un lado, tendríamos las piezas típicamente musterienses:

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raederas, raspadores, puntas, cuchillos, muescas… sobre lasca levallois y no levallois y lámina. Por otro hemos encontrado laminitas microlíticas, con y sin retoque que pertenecerían a momentos del Paleolítico Superior en adelante. Analizado en el campo una cantidad mucho mayor de lítica de la que aquí constituye el inventario de la prospección de la Fase I, dado el tremendo volumen de la misma, no se recogieron mas que los restos más representativos para ilustrar el resultado de nuestra prospección. Quedan dibujados los útiles musterienses y las laminitas, fotografiados los nódulos naturales, fragmentos de piezas rotas y desechos para que se comprenda, a rasgos generales, qué material hay en la superficie de El Mulatón. Comentar, por último que todas las piezas están confeccionadas en el sílex natural del paraje. No se han encontraron restos de fauna, a excepción de la pata trasera de un cánido de aspecto muy reciente. Ésta no tenía ni marcas de corte ni de diente, sólo rastro de weatherign o alteraciones por exposición a la intemperie. Para las conclusiones del trabajo, el dato más trascendente es el de la distribución de los restos. En atención a su densidad, éstos se concentran en la parte SW, mientras que, en la cima y conforme avanzamos hacia el NE la intensidad se reduce notablemente. Al igual que no podemos hacer estadísticas para la Fase I a la hora de describir los materiales, tampoco se recogieron los suficientes como para poder aportar un dato estadístico sobre la densidad en el cerro. El no haber tomado más que las piezas indispensables para poder catalogar el yacimiento, tenía la desventaja de no poder profundizar estadísticamente para su interpretación. Pero se decidió esto en favor de una segunda prospección con la que posibilitar la cantera al tiempo que ampliamos la información sobre el yacimiento.

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Fig. 21. AA12-03-1 a 9. (Foto: SDDS.)

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Fig. 22. Piezas AA12-03-1 a 9. (Lámina: SDDS.)

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Fig. 23. Dibujo de los útiles AA12-03-13 a18. (Lámina: SDDS.)

Fig. 24. Útiles AA12-03-13 a 18. (Foto: SDDS.)

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Inventario de materiales (AA12-03-…)2: SW (mayor concentración): AA12-03-1: Punta levallois retocada. Retoque discontinuo. AA12-03-2: Raedera recta en el lado izquierdo. AA12-03-3: Lasca retocada. AA12-03-4: Punta levallois retocada. AA12-03-5: Muesca. AA12-03-6: Útil pedunculado. AA12-03-7: Muesca. AA12-03-8: Laminita. AA12-03-9: Laminita. AA12-03-10: Conjunto de desechos de talla, fragmentos de útiles, lascas de descortezado, etc. AA12-03-11: Conjunto de núcleos. Algunos presentan talla centrípeta, otros extracciones laminares. AA12-03-12: Conjunto de cerámica moderna y contemporánea. Borde de cerámica común, reductora, desgrasante grueso y exvasado; borde de plato esmaltado con molduras y decoración en sombras marrones; borde vidriado melado y galbo vidriado melado. Centro y NE (menor densidad): AA12-03-13: Escotadura. AA12-03-14: Raedera recta y raspador. AA12-03-15: Perforador y raedera convexa. AA12-03-16: Raedera transversal convexa. Sobre lasca notablemente gruesa. AA12-03-17: Laminita. AA12-03-18: Laminita. AA12-03-19: Conjunto de núcleos, fragmentos de descortezado, etc. AA12-03-20: Conjunto de cerámica moderna y contemporánea. Galbo de cerámica común, galbo de cerámica vidriada, decoración modelada de un recipiente vidriado y fragmento de fondo de plato esmaltado con decoración en azul (entrefina).

Conclusiones de la Fase I: Desde que L. R. Binford (1988) advirtiese que los cazadores-recolectores desarrollan sus actividades entre dilatadísimas áreas, dado que fundamentan su supervivencia en el nomadismo y la

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Referencia del expediente del Museo Arqueológico de Cuenca.

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búsqueda de recursos estacionales, cíclicos, caducaría la discusión sobre la distinción de grupos culturales del Paleolítico, derivados de una obsesiva atención a las diferencias tipológicas en unos y otros yacimientos. Las famosísimas propuestas de tipología de Bordes para el Paleolítico Inferior y Medio (1961) y de Sonneville-Bordes y Perrot (1954-1956) para el Paleolítico Superior siguen siendo útiles para describir y denominar las piezas que encontramos en los yacimientos, pero los estudios de los sitios arqueológicos no pueden quedarse ya en meras descripciones tipológicas y la comparación de los resultados estadísticos

de

cierto

enclave

con

los

de

otro

excavado

anteriormente. Se han desarrollado en las últimas décadas los estudios actualistas sobre tecnología y funcionalidad, teorías de alcance medio, al amparo de las disciplinas de Arqueología Experimental y la Etnoarqueología. Sobre todo desde la obra de Semenov sobre tecnología prehistórica (1964) en la que se hablaba de cómo se fabricaban los principales útiles, cómo pudieron enmangarse y para qué se empleaban gracias al empleo de microfotografía y microscopía de las huellas de uso, la técnica se ha desarrollado muchísimo por acumulación de datos y por la invención de nuevos aparatos. La observación del trabajo de piedra entre comunidades etnográficas, de las cadenas operativas que dan lugar a la pieza desde la obtención de la materia prima en la cantera hasta el descarte del útil, ha ayudado a exorcizar muchos de los errores a los que los estudios de tipología tradicionales/decimonónicos inducían. Así, por ejemplo, se ha constatado cómo lo que para las tipologías tradicionales serían diferentes tipos de útiles, para las comunidades que los producen son un mismo instrumento más o menos desgastado y/o reutilizado (González, 2003: 33-36).

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Es el caso de lo observado entre los Fuga de Etiopía (Clark and Kurashina, 1981), entre los que se observó que los útiles que catalogados estrictamente mediante tipologías clásicas darían varios tipos distintos, en realidad eran sólo unas pocas herramientas en la realidad. Y es que los útiles, más si están enmangados, se han de reavivar y retocar para estirar su vida útil. Lo que empieza siendo, así, un filo convexo, termina siendo un filo recto y termina teniendo forma cóncava. También puede darse el caso en el que un útil que servía para un solo fin, se emplea como soporte para tallar en otro de sus extremos una muesca o una punta perforadora para que sirva para otra cosa. Recordamos todo lo explicado en la primera parte de este libro: El estudio de los sitios arqueológicos ha de desbordar el propio yacimiento, ha de prestar atención no sólo a los materiales, sino a su ubicación en el espacio con respecto a otros yacimientos. Ponemos de nuevo el acento en que el desarrollo y aplicación de la Arqueología del Paisaje es especialmente útil para los yacimientos que nos hablan de los primeros seres Humanos (Domínguez-Rodrigo, 1996:17-58), una de las pocas y principales herramientas junto a la Zooarqueología para entender cómo era la vida antes de la aparición del Homo

sapiens. Recordado esto junto a los datos sobre los yacimientos que hemos explicado para esta parte de la Submeseta Sur española: Asumamos que cada uno de ellos con independencia no sirve para explicar la totalidad de estrategias vitales de los primeros seres humanos que habitaron el área. En cualquier caso, y aunque es una zona mucho menos conocida que la del Levante hispano (Yiravedra, 2004-2005) o la del centro madrileño (Baena y otros, 2008), se aprecia cómo todos los yacimientos que conocemos aquí son áreas en las márgenes de los ríos Guadiela, Júcar o el río Mayor (como es el caso de “El Mulatón”). Pero: ¿Qué actividades desarrollaban los

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grupos del Paleolítico Medio aquí en “El Mulatón” y cuáles en otros nichos ecológicos? La respuesta es complicada a la luz de los datos que sobre el yacimiento tenemos. Pero podemos acercarnos a unas cuantas conclusiones interesantes: La presencia de sílex natural en el cerro y la detección de bastantes nódulos casi enteros con algunas huellas de descortezado inducen a pensar en que estamos ante un lugar en el que recurrentemente se acudía en busca de materia prima. Ante una zona de aprovisionamiento de sílex. Ya solamente con el estudio de materiales de superficie tenemos constatados los distintos pasos de la cadena operativa: -

Nódulos naturales.

-

Nódulos con algunas extracciones.

-

Lascas de descortezado.

-

Desechos de talla.

-

Útiles enteros descartados y fragmentos de útiles rotos.

Pero la presencia de útiles descartados, retocados y reavivados indica que aquí se desarrollaban otras actividades diferentes a la mera producción de los útiles, dado que éstos se emplearían y se descartarían tras su uso. En el Cañaveral (Madrid), yacimiento también adscrito a un afloramiento silíceo, constituyente del complejo recientemente estudiado en la plataforma entre los cauces del Jarama y del Manzanares y estudiado intensamente por las obras de construcción de las infraestructuras viales de la zona, habría una gran cantidad de desechos de talla, núcleos, lascas sin retocar, nódulos y otras huellas propias del trabajo de taller, frente a una escasísima representación

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de útiles (Baena y otros, 2008). Aún a falta de una recogida sistemática de material estadísticamente más útil, en “El Mulatón”, además de un parecidísimo panorama de taller, sorprendía durante la Fase I ya la mayor presencia de útiles detectables en superficie, por lo que podemos asumir (aunque con reservas) la confluencia aquí de más actividades productivas que la simple obtención de materia prima silícea. ¿Para qué se emplearon las piezas líticas? Podemos especular: para procesar animales cazados, para labrar madera o hueso… Pero reiteramos que necesitaríamos recoger una muestra mayor de lítica y realizarle un estudio de Traceología, de huellas de uso, para poder escribir una hipótesis sólida. A excepción de la mencionada pata de cánido, mucho más reciente que la lítica, no se ha encontrado resto alguno en superficie de material óseo. Tampoco se encontró durante la fase de excavación (Fase II). Conocíamos los yacimientos paleolíticos cercanos, casi inmediatos como dijimos en su momento, de las Terrazas del Río Mayor y de los alrededores de la Estación de Ferrocarril en el término de Huete. Pero no disponemos en ellos de información en detalle, puesto que no sabemos de las actividades allí desarrolladas. Tampoco podemos enunciar las actividades de El Mulatón más allá de la de punto de obtención de materia prima y taller. Por tanto: no podemos, con los resultados de la Fase I, hablar de qué papel desempeñaban estos yacimientos en las estrategias de subsistencia y las migraciones de las comunidades paleolíticas neandertales. Pero es sugerente que la mayoría de actividades, fueran cuales fueran, se localizasen en lo que hoy es la zona del Sur del cerro. De ello nos informa la notablemente mayor densidad de restos en esta parte. ¿Tiene que ver algo que esta cara del accidente geográfico sea la próxima al Río Mayor?

76

Podemos hablar también de los procesos que han afectado al yacimiento: Según el Mapa Geológico y Minero, no hay huella de fallas u otras alteraciones del relieve implicadas con la evolución sedimentaria de “El Mulatón”. Pero sí procesos de coluvión y propios de cuencas de ríos. Por supuesto, hubo que precisar durante la Fase II el estudio del cerro y en el siguiente apartado lo extendemos. Aquí exponemos que la totalidad de la superficie del cerro ha sido modificada en época reciente por otras dos actividades principales: -

Explotación agrícola hasta el siglo XIX de la cima del cerro.

-

Preparación de las faldas para una repoblación de pinos, que no se realizó por causas que, de momento,

desconocemos.



se

harían

repoblaciones en cerros cercanos, como puede verse en las fotos y capturas del SigPac. El promotor nos ha confirmado esta interpretación. Éstas son las responsables de la visibilidad de las piezas que detectamos en el campo y que recogimos durante la Fase I. La presencia de cerámica moderna y contemporánea es la huella elocuente de la traída de basura desde núcleos de población para el abonado de los campos, acostumbrada desde antiguo o de roturas accidentales durante la frecuentación o explotación del cerro en su cima. Téngase en cuenta que, además de piezas musterienses, encontramos durante las prospecciones de la Fase I industria propia del Paleolítico Superior en adelante, como son las laminitas AA12-038, 9, 17 y 18. Hemos rescatado también una lasca retocada grande que podría ser mucho más antigua, pero no podemos asegurarlo al

77

no haber encontrado los suficientes materiales que de ello hablen. No sería de extrañar tampoco, como ocurre en Cuesta Colorada (Tébar), encontrar lascas para trillo etnográficas o huellas de extracción de tales lascas. En resumen: con la Fase I definimos un yacimiento no inventariado hasta ese momento en la Carta Arqueológica y que bautizamos como “El Mulatón” y lo adscribimos al Paleolítico Medio, aunque hay vestigios líticos que desbordan tal periodo. La naturaleza de la campaña, una prospección para un impacto ambiental en la que no se recogieron más que unos pocos restos destinados a ilustrar las conclusiones del trabajo de campo, hacía imposible llevar más allá las afirmaciones arriba expuestas. El yacimiento tenía bastante más potencialidad y por ello se hacía muy interesante una segunda fase de estudio y la excavación del sitio.

Fase II Determinada el área a explotar para obtener la zahorra o gravilla (ver planimetría), el producto árido que interesaba extraer al promotor, se volvió a prospectar ésta. Coincide con el SE de la cima del cerro. Se ha procedió a la recogida total de los materiales líticos detectados en superficie. Al mismo tiempo, una máquina excavadora abrió 8 catas o sondeos que, además de para buscar y determinar la entidad del estrato de zahorra, han servido para la caracterización estratigráfica del cerro en su cima, indispensable para la interpretación de los materiales arqueológicos. La prospección en superficie, determinados los estratos, los distinguió y el material pudo clasificarse en atención a ellos.

78

Fig. 25. Ubicación de las distintas catas y remociones confeccionadas durante la Fase II. (Sobre imagen del SigPac.)

79

Fig. 26. Distinción estratigráfica en la Cata 1. Perfil E. En la UE 1 se hizo el sondeo manual. (Foto: SDDS.)

Fig. 27. Cuadro A3, excavado manualmente en el extremo N de la Cata 1. (Foto:SDDS.)

80

Fig. 28. Plano de la Cata 1. (Lámina: SDDS.)

81

Fig. 29. Plano de la excavación manual del Cuadro A3 de la Cata 1. (Lámina: SDDS.)

82

Una vez terminada la labor de la máquina excavadora, se revisaron las terreras y los perfiles, obteniéndose lítica de ellos. Estas piezas se consideran procedentes de la estratigrafía y sirvieron también para caracterizar los diferentes niveles arqueológicos. Con la ayuda y asesoramiento del ingeniero de minas José Félix Ruiz Requena, se ha concretado la evolución geológica del yacimiento, la formación del cerro hasta el presente. La estratigrafía se ha representado en planos gracias a los estudios topográficos previos, las prospecciones de la presente fase y la localización mediante GPS y fotografía aérea. El último paso ha sido el de excavar manualmente dos sondeos de 2 x 2 metros en los estratos arqueológicamente fértiles. Se pretendía conocer la naturaleza de los mismos, el tipo de material en ellos preservado y su tamaño. Tales han sido las acciones realizadas. Es momento ya de describir los resultados obtenidos con ellas.

Evolución geológica Tanto la prospección sistemática del SE del cerro como la apertura mecánica de las 8 catas en su cima han servido para determinar la génesis del mismo. Se trata de una sucesión de estratos de arcillas, gravas y arenas.

Todos

los

estratos

están

en

posición

horizontal,

superpuestos, sin apreciarse en ellos buzamientos. Este tipo de estratigrafía, tanto las gravas como las arenas o arcillas se producen por el arrastre y deposición de materiales durante procesos fluviales. Dependiendo de la procedencia del material arrastrado y de la

83

intensidad de la corriente de agua, bien se formaron acumulaciones de gravas, bien de arenas o bien de arcillas. Aunque, si estudiamos la estratigrafía en detalle, todos estos materiales están entremezclados de forma más compleja, es verdad que se aprecian capas en las que indiscutiblemente uno u otro predomina. Así, hemos denominado: -

Como UE 1 al estrato más superficial, compuesto casi íntegramente por arcillas, pero también con lenguas de arena entremezcladas.

-

La UE 2 sería el paquete de gravas y arenas inmediatamente inferior. Tiene una profundidad media de 4-5 metros.

-

Bajo tal unidad estratigráfica hemos identificado la UE 3, como un nuevo paquete de arcillas rojizas.

-

Bajo

el

mismo

hay

una

capa

de

arenas

compactadas o UE 4. -

En el extremo N del cerro hemos detectado un estrato con yesos o UE 5.

Dado que la apertura de la cantera sólo afecta a las cotas de las unidades 1, 2 y 3, y que las unidades 1 y 2 (en principio) son las únicas arqueológicamente fértiles, no hemos llevado más allá el estudio estratigráfico. Esta superposición de arcillas, arenas, gravas y yesos se aprecian también en los cortes de los cerros inmediatos al de “El Mulatón”. Y es que estas tierras fueron en el momento de su formación, en el Pleistoceno Medio y Superior, un área relativamente llana sobre la que nuevas corrientes de agua, esta vez destructivas, erosionarían la superficie, tallando los actuales cerros y fondos de

84

valle. Tal proceso de erosión se produciría ya en el Holoceno (hace unos 10.000 años). Esta historia geológica es la que se repite en muchas zonas de la Alcarria. “El Mulatón” es un perfecto ejemplo ilustrativo del esquema de evolución geológica expuesto en la primera parte de este libro (ver más arriba). Tal interpretación, obtenida de la consulta de la cartografía geológica (Hoja 608 (Huete) del Instituto Geológico y Minero.), de la observación de la estratigrafía, ha sido cotejada y puntualizada por el ingeniero de minas José Félix Ruiz Requena. Encaja a la perfección, además, con las piezas arqueológicas exhumadas.

Prospecciones de la Fase II Determinada la superposición de depósitos geológicos para generar un esquema estratigráfico útil para trabajar durante la investigación del yacimiento, prospectamos intensivamente el SE atendiendo a la demarcación de los estratos visibles en las pendientes. Como se puede comprobar en el inventario si revisamos los listados, dibujos y fotografías de los materiales recogidos durante las prospecciones, algunos restos están intensamente rodados (piezas AA12-03-52, 65 o 66 por ejemplo), mientras que otros tienen una pátina que aún permite observar los detalles de las técnicas de talla (piezas

AA12-03-57,

67

o

37

por

ejemplo).

Algunos

están

relativamente bien conservados. Por supuesto, dada la naturaleza estratigráfica de estratos gestados por procesos fluviales, estamos ante un yacimiento arqueológico en posición secundaria, cuyos materiales han sido

85

movidos en mayor o menor medida del lugar donde fueron tallados y/o utilizados. Pero es de rigor (además de posible en este caso) precisar más los pormenores de la formación del yacimiento. En la UE 1 se percibe que algunos de los útiles y núcleos más rodados denotan técnicas propias de momentos musterienses. Vendrían arrastradas desde puntos más distantes. Por el contrario, entre las piezas menos rodadas encontramos ejemplos de tallas más propias del Paleolítico Superior, algunos ejemplos en los que hay negativos de talla laminar en núcleos y desechos. No se han encontrado en la prospección de la superficie de la UE 1 piezas poco rodadas claramente musterienses. En la superficie de la UE 2 sí abundan las piezas musterienses y las huellas de talla levallois en restos y núcleos poco rodados. Hay ciertas piezas más rodadas, con pátina y fragmentadas, laminitas e incluso con microrretoque (AA12-03-44, por ejemplo) que son más propias de los tipos del Paleolítico superior. Por estar la UE 1 sobre la UE 2, la erosión de tal unidad ha de haber arrastrado las piezas que contenía sobre la franja de ladera de la UE 2. Tal y como apreciamos durante las prospecciones de la Fase I, hay lítica en toda la ladera SE. Está, por supuesto, presente más debajo de los estratos 1 y 2, pero ha de entenderse que procede de éstos y ha terminado aquí por su erosión progresiva.

Catas En la planimetría indicamos la ubicación sobre imagen satélite de las catas realizadas por la máquina excavadora que había de detectar la entidad y la distribución del depósito de zahorra que se ha de explotar como cantera. Reiteramos que gracias a ellos hemos podido acceder a estratigrafía y cotas de más de cinco metros.

86

Fig. 30. Plano con las plantas de la excavación de la UE 2 en la Cata 6. (Lámina: SDDS.)

87

Hemos

elaborado

una

lista

con

las

secuencias

estratigráficas detectadas en cada una de las catas, en la que se indica también la presencia de materiales arqueológicos y/o nódulos de sílex natural: -

Cata 1 (existente antes de las remociones de la Fase II para comprobar la presencia de zahorra con una extensión de 4 x 10 m. En la Fase 2 se amplía a 24 x 8 m.):

-

-

o

UE 1: Industria lítica y sílex natural.

o

UE 2: Industria lítica y sílex natural.

o

UE 3.

Cata 2 (2 x 4 m.): o

UE 1: Industria lítica.

o

UE 2: Industria lítica.

o

UE 3.

Cata 3 (2 x 4 m.): o

UE 2: Sílex natural.

o

UE 3.

-

Cata 4 (2 x 4 m.):

-

Cata 5 (2 x 4 m.):

o

o -

UE 2: Industria lítica y sílex natural. UE 2: Sílex natural.

Cata 6 (apertura irregular de cantera en un área aproximada de 25 x 30 m.): o

UE 1: Industria lítica y sílex natural. Destaca una pieza de sílex rojizo que sugiere extracción laminar y presenta microrretoque en su filo (AA12-03-90).

o

UE 2: Industria lítica y sílex natural.

88

o -

Cata 7 (2 x 4 m.): o

-

UE 3. UE 1: Sílex natural.

3

Cata 8 (raspado superficial de 10x 6 m. aprox.): o

UE 1: I. Lítica y sílex natural. (Material no recogido.)

o

UE 2: Lítica y sílex natural. (Material no recogido.)

Fig. 31. Excavación manual de la Cata 6. (Foto: SDDS.)

Se ha obtenido material de los perfiles de las catas. Este material es más valioso a la hora de definir los contextos que el tomado durante las prospecciones (hay que asumir que en la superficie de las laderas se habría mezclado el de los estratos superiores con el de los inferiores). Se confirma tras esta acción la

3

Esta zona, de momento y en principio, no va a ser explotada como cantera. Por ello no se han recogido materiales.

89

presencia de útiles y núcleos con huellas de técnicas musterienses en la UE 2 y en la presencia de técnicas más propias del Paleolítico Superior en la UE 1. Para buscar fragmentos más pequeños que ayudasen a aumentar la resolución sobre la documentación arqueológica de los estratos 1 y 2, se ha recurrido a la excavación manual de dos cuadros en las catas 1 y 6. En la Cata 1 se ha sondeado la UE 1 hasta llegar a la interfacial con la UE 2. Por supuesto, al excavar este estrato se han detectado subdivisiones de lo que genéricamente llamamos UE 1:

-

UE 1 A: Nivel arqueológicamente fértil de arcillas de

consistencia

suelta.

Todas

las

piezas

recuperadas proceden de él. -

UE 1 B: Nivel estéril de arena con arcillas.

-

UE 1 C: Nivel de arcilla mezclado con gravas. Es la interfacial con la UE 2.

Las cotas y distribución de estratos y materiales están reflejadas en la planimetría específica. Sólo indicar que el logro de este sondeo es haber encontrado restos de talla y núcleos de pequeño tamaño, no documentados ni durante las prospecciones ni al analizar los perfiles abiertos por la máquina. También destacar un canto que, interpretable como percutor (es un elemento extraño al estrato geológico de arcilla, tiene impactos…). Pero el rodamiento no permite asegurarlo. Fuera del cuadro excavado, en el área colindante con éste e inequívocamente insertas en el estrato UE 1, hemos obtenido varias piezas también (véase inventario, dibujos y fotos). En la Cata 6 hemos sondeado varios subestratos de la UE 2, todos fértiles:

90

-

UE 2 A: Arena (mayoritariamente) y grava.

-

UE 2 B: Grava con carbonatado negro.

-

UE 2 C: Grava con arena (esta vez en menor cantidad que en la UE 2 A).

-

UE 2 D: Grava con arena de consistencia compacta,

distinguible

por

ello

de

estrato

superior. (Unidad no excavada ya.) -



Las cotas y distribución de estratos y materiales están reflejadas en la planimetría específica. Se han obtenido también desechos de talla y fragmentos pequeños, además de documentarse bloques de sílex natural, núcleos con negativos y un útil de tipología musteriense (AA12-03-100). Insertas en el estrato UE 2, pero en los cuadros colindantes hemos obtenido varios útiles musterienses más (una muesca-raedera sobre lasca, el fragmento de una raedera y una punta musteriense).

Inventario de la Fase II UE 1 Prospección: Nº 21

Pieza/s Restos de talla y fragmentos inferiores a los 2 cm.

22

25 26 27

Restos de talla, núcleos y fragmentos superiores a los 2 cm. Núcleos. Lámina levallois con retoque directo con los bordes retocados y posible golpe de buril o tranchet en la parte distal. Punta levallois retocada, retoque alternante Lasca retocada. Denticulado circular. Lasca.

28

Punta levallois retocada, retoque alternante.

23 24

91

Observaciones 2 piezas, una retocada. 23 piezas. 9 piezas.

Rodada. Podría ser un resto.

también

UE 2 Prospección: Nº 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 46 47 48 49 50 51 52 53 54

Pieza/s Restos de talla y fragmentos superiores a los 2 cm. Restos de talla, núcleos y fragmentos inferiores a los 2 cm. Núcleos. Fragmento de cerámica a torno, cocción reductora. Desgrasantes grandes y bandas incisas. Fragmento de cerámica a torno, cocción reductora. Desgrasantes grandes. Laminita retocada. Parte distal de lasca. Retocada. Punta levallois. Raedera de retoque alternante en borde izquierdo. Raedera desviada. Retoque directo y alternante. Parte distal de un perforador. Lasca sin retocar. Parte distal de una lasca retocada. Retoque directo y discontinuo. Muesca en el extremo. Lasca sin retocar. Lasca retocada. Retoque directo. Punta de raedera convergente. Un lado con retoque directo y el otro con retoque inverso. Hojita retocada. Lasca retocada. Parte distal de una punta levallois retocada. Parte proximal de una punta levallois retocada. Lasca con ¿golpe de buril? Parte distal de un perforador desviado. Parte distal de lasca o lámina retocada. Retoque tanto directo como inverso. Lasca con posible muesca. Punta retocada. Con la base adelgazada. Retoque continuo directo casi en su totalidad. Lasca retocada. Retoque directo e inverso. Presenta dos muescas y el retoque de uno de sus lados lo hace denticulado. Perforador desviado. Punta retocada.

55

Lasca. Retocada en la parte distal.

56 57

Parte proximal de una punta musteriense. Punta musteriense alargada. Retoque aserrado.

58 59 60 61 62 63 64 65 66 67

Cuchillo de dorso atípico. Fragmento de lasca. Cuchillo de dorso natural. Parte proximal de una pequeña lasca. Buril. Útil ¿Con perforador desviado? Denticulado. Retoque inverso. Lasca retocada. Lasca retocada. Lámina retocada. Denticulado en el lado izquierdo, el derecho y en la parte dista. Núcleo grande. Núcleo grande.

108 109

92

Observaciones 74 piezas. 18 piezas. 22 piezas.

¿Muesca fractura?

tallada

en

Fragmento. 46 BIS

Podría ser un útil Paleolítico Superior. Rodado.

del

Parte distal, pieza fracturada y rodada. Rodada. Es confundible con una piedra de trilla. Le falta la parte distal, fracturada.

Muy rodada. Muy rodada.

110 111

Núcleo o desecho de talla grande. Núcleo grande.

Cata 1 UE 1: Nº 68 69 70 71 72

76

Pieza/s Lasquita o desecho de talla. Núcleo. Canto de cuarcita. Posible percutor. Desecho de talla. Fragmento de lámina. Partido en dos durante el proceso de excavación. Resto de talla. Lámina retocada. Tanto en la parte distal como en los extremos. Desecho de talla o núcleo con retoques. Fragmento de lasca retocada.

77

Fragmento de lasca.

73 74 75

Observaciones Nº 2 en plano. Nº 1 en plano. Fracturado por golpes. Nº 3 en plano. Nº 4 en plano. Nº 5 en plano. Hallada junto al cuadro excavado. Muy desgastada por rodamiento. Pieza hallada junto al cuadro excavado. Hallada junto al cuadro excavado. Muy desgastada por rodamiento. Hallada junto al cuadro excavado. Muy fresca y cortante.

Cata 1 UE 2: Nº 78 79 80 81 82 83 84 85

Pieza/s Punta levallois retocada. Retoque alternante. Lasca retocada. Lasca retocada. Raedera y denticulado sobre lasca. Muesca. Sobre núcleo. Bloque de sílex con extracciones. Conjunto de núcleos. Conjunto de desechos y restos.

Observaciones

Grandes proporciones. 3 piezas. 10 piezas.

Cata 2 UE 2: Nº 86

Pieza/s Muesca sobre lasca. Retoque directo.

Observaciones

Cata 4 UE 2: Nº 87 88

Pieza/s Raedera convergente cóncava sobre lasca. Núcleo.

Observaciones No tiene la agudeza suficiente para clasificar esta pieza como perforador.

Cata 6 UE 1: Nº 90

Pieza/s Fragmento de lámina con marcas de microrretoque en su filo.

93

Observaciones

Fig. 32. Instrumento de sílex inserto en el perfil de la UE 2 de la Cata 1. (Foto: SDDS.) Cata 6 UE 2 (perímetro del cuadro sondeado): Nº 91 92 93

Pieza/s Muesca y raedera sobre lasca. Fragmento de punta retocada. Lasca levallois retocada.

Observaciones Su parte distal puede entenderse también como perforador.

Cata 6 UE 2 (piezas del sondeo, mapadas): Nº 94 95 96 97 98 99 100 101 102 103 104 105 106 107

Pieza/s Desecho de talla. Lasca con una muesca y bordes retocados. Bloque de sílex con extracciones. Núcleo con pátina y rodado. Desecho de talla. Núcleo. Lasca levallois retocada. Desecho de talla. Núcleo. Fragmento retocado. Fragmento retocado. Fragmentos o desechos inferiores a 2 cm. Núcleo. Muesca distal sobre lasca con córtex.

Observaciones Mapado como 1. Mapado como 10. Mapado como 9. Mapado como 13. Mapado como 12. Mapado como 2. Mapada como 8. Mapado como 11. Mapado como 6. Mapado como 3. Mapado como 5. Mapados como 14. Mapado como 7. Mapado como 4.

Terreras: Conjunto de piezas descontextualizadas obtenidas en la revisión de las terreras. Se catalogan con el número AA12-03-108.

94

Fig. 33. Materiales destacados de la prospección de la UE 1 durante la Fase II. (Foto y lámina: SDDS.)

95

Fig. 34. Arriba: restos de talla y fragmentos. Abajo: Núcleos. Prospección de la UE 1 durante la Fase II. (SDDS.)

96

Fig. 35. Lítica destacada de la prospección de la UE 2 durante la Fase II. Lámina I, piezas menos rodadas. (SDDS.)

97

Fig. 36. Lítica destacada de la prospección de la UE 2 durante la Fase II. Lámina II, piezas más rodadas. (SDDS.)

98

Fig. 37. Lítica destacada de la prospección de la UE 2 durante la Fase II. Lámina I, piezas menos rodadas. (Foto: SDDS.)

99

Fig. 38. Lítica destacada de la prospección de la UE 2 durante la Fase II. Lámina II, piezas más rodadas. (Foto: SDDS.)

100

Fig. 39. Restos de talla, núcleos pequeños y fragmentos de la prospección de la UE 2. (Foto: SDDS.)

Fig. 40. Núcleos de gran tamaño obtenidos durante la prospección de la UE 2. (Foto:SDDS.)

101

Fig. 41. Núcleos y restos de talla obtenidos durante la prospección de la UE 2. (Foto: SDDS.)

102

Fig. 42. Piezas destacadas de la UE 1 de la Cata 1. (Foto y lámina: SDDS.)

103

Fig. 43. Piezas de la UE 1 de la Cata 1. (Foto: SDDS.)

104

Fig. 44. Piezas destacadas de la UE 2 de la Cata 1. (Foto y lámina SDDS.)

105

Fig. 45. UE 2 de la Cata 1. Abajo: Núcleos y restos de talla. (Foto: SDDS.)

Fig. 46. Bloque con extracciones 83. (Foto: SDDS.)

106

Fig. 47. Piezas de las catas 2, 4 y 6. (Lámina: SDDS.)

107

Fig. 48. Piezas de las catas 2, 4 y 6. (Foto: SDDS.)

108

Fig. 49. Materiales destacados del sondeo de la UE 2 en la Cata 6. (Lámina: SDDS).

109

Fig. 50. Arriba: Materiales destacados del sondeo de la UE 2 en la Cata 6. Abajo: Resto de materiales del sondeo en la UE 2 de la Cata 6. Nódulos, núcleos y deshechos de talla. (Fotos: SDDS.)

110

Discusión y conclusiones Manteniendo la esencia de las conclusiones redactadas en el apartado referente a los trabajos de la Fase I, la intervención de la Fase II ha venido a precisarlos con otras muchas. Éstas sirven para entender mejor el caso del yacimiento de “El Mulatón”. El sitio arqueológico es un palimpsesto de cientos de miles de años de industrias líticas acumuladas por procesos fluviales. Falta por resolver cómo han llegado los materiales estudiados a conformarlo, cuáles proceden de puntos más distantes, cuáles de los más lejanos, cuáles están “relativamente” en el sitio en el que se produjeron las actividades humanas, cuáles han sido arrastrados y no están presentes en lo que después sería el cerro testigo de “El Mulatón”, etc. Se pueden identificar los procesos y episodios que han llevado a la formación del yacimiento, a producir la acumulación. Así, es posible ver tras ellos, codificados, retazos de las acciones de las comunidades humanas de la Prehistoria. Tal y como indica Ignacio de la Torre en un estudio misceláneo sobre el impacto de los procesos fluviales en la formación de los yacimientos arqueológicos al aire libre del Pleistoceno (De la Torre, 2001: 13-45), la mayor parte de los sitios paleolíticos antiguos están asociados a cuerpos de agua y, por ello, los procesos de sedimentación hidráulica condicionan en gran medida el registro arqueológico. Mediante experimentos actualistas realizados desde los años 60 del siglo XX, se han conseguido marcos referenciales (Binford, 1981) indispensables para interpretar yacimientos afectados por estos procesos hidráulicos. Vamos a emplearlos aquí en relación con las características del registro arqueológico documentado en El Mulatón.

111

Según la clasificación de yacimientos dada por G. L. Isaac (1978), “El Mulatón” sería un sitio de Tipo A, consistente en industria lítica exclusivamente. No han de entenderse éstos sólo como lugares de talla, sino que pueden ser también yacimientos de los tipos B o C (que son los que tienen fauna asociada) en los que la fauna ha desaparecido. Y es que han de resolverse, entonces, algunos de los interrogantes

sobre

la

formación

del

yacimiento.

Empecemos

explicando por qué no hay huesos: Michael Voorhies (1969) realizó un estudio sobre arrastre de material esquelético según tipos y partes anatómicas, Behrensmeyer (1975) según densidades. También citar entre los estudios experimentales actualistas y etnoarqueológicos más recientes el de Gifford-González, Stewart y Rybczynski (1999). Coard y Dennell (1995) se encargaron en trabajar el arrastre fluvial de huesos articulados. Estudios como éstos sirven para, detectados huesos en contextos sedimentarios de gravas arenas o arcillas, determinar cuáles han llegado al yacimiento, cuáles han permanecido y cuáles han desaparecido seleccionados por la corriente de agua. En el caso que aquí nos entretiene, hay una ausencia total de huesos prehistóricos (en la campaña de la Fase II los únicos elementos óseos detectados eran recientes: huesos de ovicápridos, lagomorfos y zorros en superficie, que conservaban incluso manchas de sangre y tendones).

Aunque

han

de

argüirse

también

otros

procesos

destructivos que han impedido la conservación de restos esqueléticos (tales como la descomposición de los mismos por las características originales del terreno, acidez o la propia presencia del agua) la causa más importante que podemos estimar es la de que éstos han sido arrastrados del área. Aún así, el hecho de que no hayan llegado aquí huesos desplazados desde las áreas de origen, sigue haciendo pensar en otros procesos de degeneración que han imposibilitado su conservación.

112

Uno de los autores de este informe (SDDS), realizó un experimento sobre el comportamiento de huesos en el interior de un depósito de arcillas (Domínguez-Solera, 2010), concluyendo que, una vez enterrados los restos, éstos también se mueven, se mezclan, giran y voltean. En tan sólo un año, las piezas se movieron en cota unos centímetros o giraron sobre su eje más de 90º. Esto sucede así en ausencia de rodamiento, dadas las características de las moléculas de arcilla, de cómo éstas se expanden y contraen al mojarse y secarse. Dejando a un lado el tema de los huesos, ha de asumirse que lo mismo ocurre con materiales líticos insertos en estratos de arcilla, lo que nos interesa directamente a la hora de entender qué ha pasado con las piezas líticas de la UE 1 en “El Mulatón”. Ha de asumirse la inexistencia de suelos de ocupación en este estrato, la imposibilidad de reconstruirlos, dado que las piezas de diferentes episodios de actividades humanas o aportadas al área por sucesivos arrastres, habrán sido mezcladas por el comportamiento físico definitorio de las arcillas en las que se contienen. El caso es que asumíamos más arriba que, por haber piezas rodadas y piezas con muchísimo menor grado de rodamiento, ciertos materiales habrían sido arrastrados desde lejos a los estratos 1 y 2 y otros, aunque algo desplazados del punto exacto de talla o uso, habrían sido confeccionados o usados relativamente in situ. G. L. Isaac (1967) fue pionero en la experimentación sobre el arrastre de lítica. Éste advirtió que criterios como el tamaño de las gravas, las características de la sedimentación, la erosión del propio material lítico, la orientación de las piezas y la posibilidad o imposibilidad de remontajes son válidos en casos extremos. Nosotros tenemos en “El Mulatón” piezas influidas por ellos. La UE 2 es un estrato de gravas. Pero, Isaac indicaba que los anteriores criterios no eran tan resolutivos en estratos tales como arenas, en los que la energía fluvial no es tan fuerte como en los de gravas. Recordemos

113

que hay importantes lenguas de arena entremezcladas en las gravas, que tenemos documentados materiales de menor tamaño en las UE 2 A, B y C del sondeo en la Cata 6, donde la arena era un componente de entidad. Isaac concluyó que en estratos de arena, poco consolidados, ciertas piezas logran hundirse y enterrarse pudiendo mantenerse así en su posición original. Independientemente del tipo de sedimento, obviamente las piezas pequeñas, tales como los desechos de talla, son más proclives al transporte que las de mayor peso y tamaño (núcleos, instrumentos o restos de talla de entidad). Schick (1987) parte de la idea de que un yacimiento con poca presencia de debris mayor habrá sido la acción de la corriente de agua y también será mayor la presencia de grandes

núcleos.

Pero

Schick

(ibídem)

observó

en

sus

experimentaciones que hasta en los casos de mayor fuerza hidráulica se conservará siempre una pequeña parte de desechos de talla. Hemos confeccionado tablas y diagramas cuantificando los restos por su tamaño para las unidades 1 y 2. En la primera de ellas, sumamos tanto los resultados de las prospecciones de las Fases I y II como los restos obtenidos de contexto estratigráfico incuestionable (catas y sondeos manuales). UE 1: - 2 cm.

+ 2/- 10 cm.

+ 10 cm.

15

58

0

- 2 cm.

+ 2/- 10 cm.

+ 10 cm.

29

168

9

UE 2:

114

58

60 50 40 30 15

20

UE 1

10

0

0 s s s ña de na e a n i ra qu ed G M Pe

200 150 100 UE 2

50 0 s s s de ña na n e a i ra qu ed G M Pe

Fig. 51. Piezas líticas de “El Mulatón”, obtenidas tanto en prospecciones como en excavación. Pequeñas son de -2 cm., medianas de entre 2 y 10 y grandes superiores a 10.

Nótese que las reflexiones anteriores concuerdan con la forma de los gráficos. Existen piezas pequeñas producto de desecho de talla, las pocas que se enterraron. Dada la mezcla de materiales de la UE 1 en la UE 2, hemos confeccionado también sendas tablas con las piezas obtenidas sólo de la excavación de la UE 2, asumiendo que es imposible que piezas

115

de la UE 2 hayan desafiado a la gravedad y se hayan mezclado con las de la 1. Sirven para tener otra perspectiva más cauta, si se quiere, al respecto de las piezas de la UE 2. UE 2: - 2 cm.

+ 2/- 10 cm.

+ 10 cm.

7

28

4

28

30 25 20 15 7

10

4

5

UE 2

0

Pe

eñ qu

as M

s as de an n i ra ed G

Fig. 52. Piezas líticas de “El Mulatón”, obtenidas sólo en excavación. Pequeñas son de -2 cm., medianas de entre 2 y 10 y grandes superiores a 10.

En “El Mulatón”, no hemos excavado manualmente un área suficiente para poder reflexionar sobre las orientaciones de las piezas. Sería también un criterio a tener en cuenta. Por otro lado, ha de discutirse el papel que juega la presencia de lítica en los sedimentos del área. Los estudios geológicos generales publicados para esta zona del entorno de Caracenilla explican que estamos ante formaciones de cerros testigo y que se trata de una cuenca o depresión formada durante el Eoceno y que se fue rellenando de depósitos continentales durante el resto

116

del Terciario; los materiales fueron plegados durante el Oligoceno y después, durante el Oligoceno Superior y el Mioceno inferior (hace aproximadamente 30 millones de años), se acumularían nuevamente sedimentos. Los valles se formarían por encajonamiento de la red fluvial durante el Cuaternario (VV. AA., 2008:74). El yacimiento que aquí estudiamos es también un cerro testigo.

Nuestra

investigación

estratigráfica

en

“El

Mulatón”,

anteriormente expuesta, precisa lo conocido sobre la evolución geológica del entorno de las riberas del Río Mayor en lo referente a las etapas desde el Pleistoceno Medio y Superior hasta el Holoceno: al existir ciertos estratos con lítica musteriense en su interior, como es el caso de la denominada UE 2 (de zahorra o grava) se ha de fechar tal en el Pleistoceno Medio, mientras que la UE 1 (arcillosa) el un depósito aluvial del Pleistoceno Superior. En el Holoceno se erosionarían las inmediaciones, conformándose así el cerro testigo de “El Mulatón”. En definitiva: El yacimiento de “El Mulatón” es un palimpsesto de materiales líticos producto de múltiples procesos de arrastre y desplazamiento. La estratigrafía fértil es el resultado de procesos de deposición de gravas, arcillas y arenas. Junto a la grava y arenas de la UE 2 fueron traídas (al área que hoy significa el cerro) piezas y nódulos de sílex natural. Todo este material aportado “desde lejos” presenta huellas de rodamiento y fracturas. Hay piezas de este primer tipo de todos los tamaños, lo que significa que tales proceden, a su vez de distintos puntos de actividad. Fueron seleccionadas por formas y tamaños por la corriente, pero terminaron en el mismo punto

superpuestas.

Además,

hay

piezas

más

frescas.

Las

comunidades humanas del Musteriense, tallarían los bloques en el área de deposición, desarrollando allí otras actividades invisibles (por la no conservación de huesos) y abandonando los útiles tras ellas. Sobre estas actividades actuarían nuevos procesos de arrastre, pero

117

algunas piezas bien no pudieron ser arrastradas por su tamaño o bien se enterrarían sin desplazarse demasiado. El mismo proceso ha de entenderse para la UE 1, influyendo también el comportamiento físico de la arcilla, como agente perturbador de la integridad del yacimiento. Este estrato de arcillas, tal vez su parte más superior, hubo de estar en formación en el Pleistoceno superior, dados los tipos de materiales que contiene. Ya en el Holoceno, se erosionaría lo que anteriormente fuera un llano y sobreviviendo este cerro testigo. El propietario y promotor y personas mayores del pueblo nos han indicado que en la zona se tomaba sílex hasta hace poco para confeccionar trillos. Algunas de las piezas que hemos identificado como fragmentos sin retoque y ciertos desechos rescatados durante las prospecciones, bien pudieran ser piedras de trillo. Pero no vamos a extendernos más sobre el tema. Producto de las actividades agrícolas en época histórica, hasta el presente inmediato, es la presencia del cultivo en la cima, la apertura de caminos y las remociones para la repoblación de árboles frustrada. Muchas piezas de sílex grandes se han empleado como mampuestos de los corrales situados a pocos metros de la parcela estudiada. Hechos todos que han alterado, en mayor o menor medida, la formación geológica y el yacimiento. El yacimiento de “El Cañaveral” (Baena y otros, 2008) es valorado por sus excavadores como el primero en el que la “Arqueología Madrileña” se ha tenido que enfrentar a un gran volumen de restos. Hay tanto piezas rodadas aportadas al estrato pero procedentes de lejos, como otras frescas consideradas talladas en el lugar, como pasa en “El Mulatón”. Se definen en “El Cañaveral”: A) estrategias de talla unipolar (considerada “de gaspillaje” o derrochadora justificada por la abundancia de materia prima); B)

118

multipolar discoide y C) laminar unipolar. Esto es lo que hemos apreciado en “El Mulatón” y veremos en muchísimo más volumen en los yacimientos de Huete analizados en el siguiente capítulo.

Fig. 53. Croquis de la estratigrafía de “El Mulatón”. (Lámina: SDDS.)

119

Fig. 54. Croquis ilustrativo con una sección que ejemplifica la formación del cerro testigo de “El Mulatón”. Se trataría de un cerro testigo de una “segunda generación” con respecto a otros cerros testigo más antiguos de sus inmediaciones. (Lámina: SDDS.)

120

Fig. 55. Estratigrafía de “El Mulatón” en planta y en sección. (Lámina: SDDS, sobre captura del SigPac.)

121

Pero existen interesantes diferencias entre “El Mulatón” y “El Cañaveral”: en “El Cañaveral”, además de bloques y nódulos de sílex inferiores a los 50 cm., también se emplean grandes nódulos masivos de más de 200 cm. y se tallan los afloramientos presentes en el área. Además se ha interpretado que se desarrollaban en tal yacimiento las primeras fases de las cadenas de producción de útiles. Hay muchos menos útiles que en “El Mulatón” y nosotros pensamos que en el yacimiento de Caracenilla y en los demás sitios alcarreños cercanos que veremos después se llevaban a cabo también las actividades en las que se empleaban los útiles retocados. “El Cañaveral” parece un taller propiamente dicho y sus excavadores explican que los pocos útiles presentes son instrumentos viejos descartados en el punto en el que se obtienen nuevos (Baena y otros, 2008: 273) y también mencionan gestos de “aprendizaje de los procesos”. “El Mulatón” puede considerarse a nuestro entender, más bien, una zona de consumo además de un taller. Se tallan y emplean los instrumentos en el mismo punto, aprovechando la presencia de materia prima a mano. El sílex natural presente, el mismo de los útiles, no es de demasiada buena calidad. Resulta práctico su empleo, aprovechando que está allí, para las labores que los humanos realizaran en la misma área en la que se puede encontrar. La pena es no haber encontrado fauna en “El Mulatón”. Se podría saber qué actividades se realizaron con la lítica. En cualquier caso, el análisis traceológico de las piezas menos rodadas podría ayudar a resolver, en parte, esta pregunta. PERO hay que tener presente que los materiales en estratos de gravas no son demasiado adecuados para estudios de huellas de uso, dado que sus bordes se repiquetean y erosionan. Habría que hacerlo sólo sobre materiales de los estratos de arcillas y arenas inclusos en las unidades fértiles.

122

El área del yacimiento (ver planos), abarcaría la parcela 9 del polígono 508, pero también la 10. Antes de la Fase II era evidente que el proyecto de apertura de la cantera “Los Rincones” entraba gravemente en conflicto con la preservación del yacimiento. Pero propusimos una posibilidad de actuación, modificando el proyecto

de

explotación

y

realizando

una

nueva

campaña

arqueológica de investigación en el sitio que podía, en nuestra opinión, compatibilizar la Gestión Patrimonial con una explotación minera limitada. Poníamos el ejemplo de “Los Cañaverales” en Madrid por ser un sitio musteriense relacionado con un afloramiento de sílex, con ciertos parecidos al caso de “El Mulatón” y apelábamos en el informe de la Fase I al caso del sitio madrileño ahora para destacar la utilidad para la investigación que tuvo su excavación, estando amenazado íntegramente el yacimiento por la construcción de las carreteras e infraestructuras hoy ya dispuestas en la plataforma de entre el Jarama y el Manzanares (Baena y otros, 2008). Recomendamos por ello la celebración de una nueva campaña arqueológica para “El Mulatón”, replanteando la ubicación de la cuadrícula a explotar (ver planimetría). En la que se destruiría una mínima parte del yacimiento (10%). Autorizada ésta por la Administración, podemos valorar que gracias a su celebración se han logrado los objetivos referentes a la investigación: De no haberse empleado la maquinaria para la apertura de la cantera, habría sido imposible acceder a cotas de más de 5 metros. Tampoco se habría podido obtener un volumen de material suficiente para plantear hipótesis interesantes. Recomendamos que, en caso de ampliaciones de la cantera a otras zonas del cerro, se recurra a más trabajos arqueológicos. El área SE de la cima del cerro ha sido suficientemente estudiada.

123

Como se habrá hecho evidente en las páginas precedentes los resultados en el yacimiento tienen bastante interés para la investigación del Musteriense en el Centro de la Península Ibérica. Se conocían antes de su excavación la estratigrafía de pocos yacimientos de esta antigüedad en lo que hoy es la Provincia de Cuenca. Han de realizarse estudios de dispersión de yacimientos, prospecciones de cobertura amplia en más regiones geográficas que nos ayuden a entender cómo, dónde y de qué vivían aquí las comunidades humanas anteriores al Homo sapiens. En el caso concreto de “El Mulatón”, se pueden hacer análisis estadísticos más complejos. También intentar análisis de huellas de uso en las piezas con menos pátina y rodamiento. Con las reflexiones plasmadas en este documento, basta para cumplir los objetivos propuestos. Pero es posible jugar más con los resultados en el marco de estudios y campañas de investigación particulares sobre otros aspectos de la Prehistoria.

***

124

4. LA COLECCIÓN DE INOCENTE LÓPEZ Y JESUS MARÍA MARTÍNEZ Había noticias muy escuetas y puntualísimas en la bibliografía sobre yacimientos antiguos en las riberas del Río Mayor (por ejemplo Santonja, Morín y López, 2005: 41), sin entrar en mucho más detalle. Nuestro trabajo en “El Mulatón” se sumaba en 2012 a ellas aportando las conclusiones desarrolladas en el anterior apartado, pero permanecían a finales de ese año aún inéditas. Coincidiendo con la entrega por nuestra parte de las piezas de “El Mulatón” en el Museo Arqueológico de Cuenca, el investigador y colaborador del Museo Jesús María Martínez donó una voluminosa colección de restos líticos procedentes de distintas localizaciones de Huete, Valle de Altomira, Carrascosa del Campo y otros municipios limítrofes. Se trataba de una serie de hallazgos realizados hace décadas por él mismo y por el erudito local optense Inocente López. La mayor parte de piezas, a simple vista, pertenecían al Modo 3, aunque destacaban entre las cajas los cantos trabajados de cuarcita de claro Modo 1 de un yacimiento en Carrascosa del Campo bautizado como “El Pino”, varios bifaces del resto de yacimientos, piezas del Paleolítico Superior y otra lítica y cerámica de la Prehistoria Reciente. Según palabras del propio Jesús María Martínez, él no tenía tiempo en el presente para estudiar y clasificar las miles de piezas que donaba. Las entregaba al Museo Arqueológico de Cuenca con la esperanza de que alguien pudiese desarrollar el trabajo. La antigua directora Concepción Rodríguez Ruza y el técnico Juan Manuel Millán nos propusieron a los firmantes, aún con la resaca de la investigación de “El Mulatón”, el trabajo de estudio, siglado y clasificación de la colección. Durante todo el mes de enero de 2013 y parte del mes siguiente, en las mismas instalaciones del Museo de Cuenca,

125

estuvimos clasificando, inventariando y fotografiando la totalidad de los restos líticos y cerámicos. El arduo trabajo nos ha servido para familiarizarnos estrechamente con el repertorio de piezas líricas presentes en el área alcarreña a lo largo de toda la Prehistoria y para poder valorar más acertadamente técnicas de talla, peculiaridades, volumen de restos y entidad de los mismos a la hora de arrostrar el estudio del Origen de la Humanidad en el Centro Peninsular. Éste es el listado de los 23 yacimientos entregados por Jesús María Martínez en el Museo Arqueológico de Cuenca, con el número de piezas, sigla y una breve descripción general de los restos.

-

Huete, “Fuente la Teja” (AA13-01-…): Siglas 1 a 34. 622 piezas. Yacimiento con materiales desde el Musteriense (sobre todo) hasta momentos campaniformes.

-

Huete, “Cerro de San Juan” (AA13-02-…): Siglas 1 a 44. 193 piezas. Por los materiales, el yacimiento va desde el Paleolítico Medio hasta época protohistórica. Un caso de fragmento de sigillata resulta puntual.

-

Huete, “El Borbotón I y II” (AA13-03-…): Siglas 1 a 39. 149 piezas. “El Borbotón I” tiene piezas del Paleolítico Medio, pero más rodadas. La mayoría de materiales presentan rasgos

propios

del

Paleolítico

Superior

en

adelante.

Importante un núcleo tallado en dos momentos bien distintos y alejados por un amplio lapso de tiempo. Proceden los materiales de la cima de un cerro, por lo que se pueden asumir muchas de las conclusiones que obtuvimos en “El Mulatón” (Caracenilla). “El Borbotón II” tiene más piezas de Paleolítico Medio, aunque también elementos con técnicas propias del Paleolítico Superior.

126

-

Huete, “Los Carriles I, II y III” (AA13-04-…): Siglas 1 a 23. 180 piezas. Desde el Paleolítico Medio hasta la Prehistoria Reciente, pasando por el Superior. Algunos de los útiles de “Los Carriles I y II” tienen un filo relativamente fresco. Lo mismo ocurre con “Los Carriles III” y con la localización imprecisa. Varios tipos de sílex.

-

Huete, “Los Cosos” (AA13-05-…): Siglas 1 a 23. 110 piezas. Paleolítico Medio y Superior. Hay varios tipos de sílex en este yacimiento, aunque la mayoría de piezas sean del sílex de la zona.

-

Huete, “El Cerrillo” (AA13-06-…): Siglas 1 a 41. 298 piezas. Hay piezas desde el Achelense hasta la Prehistoria Reciente. También dos piezas de cuarcita similares a la del Yacimiento del Pino/Los Pinos de Carrascosa, que podrían ser Modo 1.

-

Huete, “Camino de los Agustinos” (AA13-07-…): Siglas 1 a 17.

62

piezas.

Materiales

desde

achelenses

hasta

musterienses. -

Huete, “Carretera de Mazarulleque” (AA13-08-…): Siglas 1 a 17. 108 piezas. Este conjunto de yacimientos tiene materiales desde achelenses hasta musterienses. Algunas piezas laminares podrían ser también Paleolítico Superior.

-

Huete, “La Heredad” (AA13-09-…): Siglas 1 a 5. 5 piezas. Parecen piezas de momentos Musterienses. Pero hay muy pocas para no asegurar que la cronología pudiera llegar al Paleolítico Superior o retrotraerse al Achelense.

-

Huete, “Detrás del Batán” (AA13-10-…): Siglas 1 a 12. 227 piezas. El material lítico es desde musteriense (presencia de técnica levallois) hasta el Paleolítico Superior (piezas más puntuales). Pero también hay cerámica, lo que indicaría cronologías de Prehistoria Reciente.

127

-

Huete, “Arroyo de la Anzorita” (AA13-11-…): Siglas 1 a 8. 239 piezas. Hay claras señas de talla levallois. Pero también laminitas posteriores. Musteriense y Paleolítico Superior, tal vez Epipaleolítico-Neolítico. Piezas muy rodadas. Algunas huellas y pseudo-retoques de uso.

-

Huete, “Los Parrales” (AA13-12-…): Siglas 1 a 27. 122 piezas. Tenemos varias localizaciones. Van desde el Paleolítico Medio, tal vez el bifaz y algunas raederas de gran formato sean achelenses. Hay restos del Paleolítico Superior y otros de la Prehistoria Reciente (Neolítico-Calcolítico).

-

Huete, “Fuente del Peral” (AA13-13-…): Siglas 1 a 3. 3 piezas. Desde el Achelense hasta la Prehistoria Reciente. Pero son muy pocas piezas las que hay para concretarlo.

-

Huete, “La Peñuela” (AA13-14-…): Siglas 1 a 4. 21 piezas. Parece todo industria del Paleolítico Medio y Superior.

-

Huete, frente a la Bodega “La Calzadilla” (AA13-15-…): Siglas 1 a 4. 27 piezas. Parece todo del Paleolítico Medio.

-

Material no identificado, descontextualizado, etc. (AA13-161)

-

Carrascosa del Campo, “El Pino” (AA13-17-…): Siglas 1 a 12. 63 piezas. La tipología de las piezas es propia del Paleolítico Inferior, el denominado “Modo 1”.

-

Jabalera, “Camino de la Hermita de Santiago” (AA13-18-…): Siglas 1 a 11. 17 piezas. Los cantos de cuarcita podrían ser perfectamente Modo 1. Pero hay piezas que parecen del Paleolítico Superior o de la Prehistoria Reciente.

-

“Entre Mazarulleque y Garcinarro” (AA13-19-…): Siglas 1 a 5. 13 piezas.

-

Cañaveruelas

(AA13-20…):

Siglas

1

a

3.

5

piezas.

Musteriense la mayoría de piezas. Un microlito indica momentos de Prehistoria Reciente.

128

-

Moncalvillo-Valdemoro, Palomeque (AA13-21-…): Siglas 1 a 7. 48 piezas. La mayoría de materiales son de rasgos musterienses. Los prismas son elementos de cronologías más recientes, aunque no es posible precisar cuánto se adentran en el Holoceno. Material muy rodado (a excepción de uno de los posibles dientes de hoz y alguna lasca).

-

Cuevas de Velasco (AA13-22-…): Siglas 1 a 10. 10 piezas. Los materiales van desde el Musteriense (técnica levallois) hasta la talla laminar de tiempos prehistóricos recientes.

-

Portilla ¿Valdemoro? (AA13-23-…): Sigla 1 (conjunto). 11 piezas. Paleolítico Medio. Hay que precisar la ubicación de este yacimiento, su identidad.

Se hace aquí lógicamente inviable la inserción de los inventarios y las descripciones pormenorizadas de las piezas de cada yacimiento. Quedan a disposición de los interesados, además de en los archivos del Museo Arqueológico catalogadas por el número de expediente o sigla (AA13-1, 2, 3, 4…), en un apéndice al final de este volumen. Lo que sí plasmaremos en este capítulo, tras exponer las matizaciones devenidas de la nueva prospección de la mayoría de localizaciones, son las ideas y reflexiones obtenidas a partir de los trabajos de clasificación.

129

Fig. 56. Cantos trabajados del yacimiento de “El Pino”. (Fotos: SDDS.)

130

Fig. 57. Cantos trabajados del yacimiento de “El Pino”. (Fotos: SDDS.)

131

Fig. 58. Lascas retocadas (arriba) y cantos trabajados (abajo) del yacimiento de “El Pino”. (Fotos: SDDS.)

132

Fig. 59. Cantos trabajados (arriba) y lascas retocadas y discoides (abajo) del yacimiento de “El Pino”. (Fotos: SDDS.)

133

Fig. 60. Cantos trabajados del yacimiento de “El Pino”. (Foto: SDDS.)

Fig. 61. Lascas y deshechos de talla, núcleo y conjunto de piezas de sílex del yacimiento de “El Pino”. (Foto: SDDS.)

134

Fig. 62. Croquis idealizado de la estratigrafía de “La Calzadilla” y de “La Heredad”. (Lámina: SDDS.)

135

Fig. 63. Croquis idealizado de la estratigrafía de “Fuente del Peral” y de “Detrás del Batán”. (Lámina: SDDS.)

136

Fig. 64. Croquis idealizado de la estratigrafía de “La Peñuela” y de “Arroyo de la Anzorita”. (Lámina: SDDS.)

137

Fig. 65. Croquis idealizado de la estratigrafía de “El Borbotón” y de “El Cerrillo”. (Lámina: SDDS.)

138

Prospecciones visuales Tras el análisis de los materiales donados al Museo de Cuenca por parte de Jesús María Martínez, se procedió a la visita de cada

una

de

las

localizaciones

para

la

ubicación

mediante

prospecciones visuales de dichos yacimientos. El descubridor nos ha ayudado estrechamente a identificar los parajes. Se pretendía obtener una mínima aproximación al contexto geológico en el que aparecen las piezas respectivamente para así caracterizar mejor cada sitio. Tal contextualización ha sido positiva. A continuación, se describe brevemente cada uno de los yacimientos vueltos a prospectar de la zona de Huete y el yacimiento de “El Pino” de Carrascosa. Téngase en cuenta que al describirse la estratigrafía se trata de una simple aproximación orientativa. No se han sondeado los estratos, perfiles y acumulaciones de materiales como para ejecutar precisas secuencias geológicas. En cualquier caso, las conclusiones se han cotejado con la opinión especializada del ingeniero de minas José Félix Ruiz Requena, quien, entre otros trabajos, nos ayudó en la caracterización estratigráfica de la campaña de 2012 en “El Mulatón” (Caracenilla) y trabajó años atrás en voladuras

para

las

carreteras

de

la

zona,

estudiando

así

estrechamente la geología general de esta parte de la Alcarria. La necesidad de visitar los yacimientos para comprender el contexto sedimentario que los contiene viene dada por la obligación de completar, actualizar o crear las fichas de carta arqueológica pertinentes con los resultados de nuestra investigación tras la revisión de materiales en el Museo Arqueológico de Cuenca. Téngase en cuenta que el resultado de las prospecciones visuales sirve también para ampliar o matizar el rango cronológico de alguno de los yacimientos estudiados en el Museo Arqueológico. Sobre todo ha sido la identificación de algunos bifaces en el suelo lo

139

que hace que ampliemos preventivamente la secuencia temporal representada en la estratigrafía (como ocurre, por ejemplo en el caso de “La Calzadilla” o “Peña de San Juan”).

Fig. 66. Pieza bifacial de superficie hallada en “La Calzadilla” durante las prospecciones. (Foto: SDDS.)

Fig. 67. Pieza de superficie hallada en “La Calzadilla”. (Foto: SDDS.)

140

Fig. 68. Testigo estratigráfico en “La Calzadilla”. En los perfiles se observan piezas líticas. (Foto: SDDS.)

La Calzadilla (AA13-154): En la actualidad es un terreno cultivado sobre un estrato de gravas. La parte sin cultivar, al Este del área, conserva una serie de testigos de antiguas remociones y/o extracciones donde se puede ver la estratigrafía. En la parte superior de estos testigos hay un paquete vegetal, pero la mayor parte del testigo muestra gravas y arenas entremezcladas con materiales, núcleos y demás. Todo el estrato de gravas es fértil, tanto en los testigos como en la propia parcela. Se han detectado útiles de sílex, puntas musterienses/levallois, útiles sobre lasca, bifaces, bloques de sílex natural abundantes, algunos con

4

Número de inventario del Museo Arqueológico de Cuenca.

141

extracciones. También se perciben desechos de talla. Materiales todos bien intensamente rodados, o bien sin rodamiento alguno. El estrato de gravas, sea en la parcela cultivada o en los testigos, es del Paleolítico Medio.

La Heredad (AA13-09): Ladera con surgencia de estratos de arenisca, sobre ellos hay arenas y estratos de arcilla intercalados. Los materiales detectados, son musterienses, dispersos en canales de arrastre. También hay presencia de bloques de sílex natural. Interesante el corte que significa la vía del tren para comprobar estratigrafía.

Los Cosos (AA13-05): Difícil de explicar e interpretar la estratigrafía, por estar ocupado el sitio por una finca vallada, que ocupa la mayor parte de la extensión de interés, y sus alrededores cultivados o con mucha maleza. Pero se perciben estratos de gravas y arenas, con presencia de sílex natural y núcleos tallados, también sílex natural y desechos de talla. Los Cosos son, por lo que se ha podido comprobar, el mismo contexto estratigráfico que la parcela contigua del yacimiento denominado “Fuente del Peral”.

Fuente del Peral (AA13-13): La mitad del área donde aparecen los materiales es difícil de interpretar, dado que está cultivada y/o llena de maleza su ladera. En

142

cualquier caso, se aprecian en esta parte gravas con cantidad de materiales (sílex natural, bloques con extracciones y útiles retocados). En la parte más inferior, en cuanto a cota, sólo labrada en el momento de la visita, se aprecian estratos con mayor contenido de arena y con materiales similares.

Fig. 69. Piezas líticas y cerámica en la superficie del cerro “Detrás del Batán” (Foto: SDDS.)

Detrás del Batán (AA13-10): Se trata de un cerro testigo, con areniscas como base y con surgencias hasta su parte superior. Ello explica que se haya mantenido tras la erosión por arrastre en su alrededor. Sobre tales estratos hay arenas con presencia de materiales líticos. La parte superior del cerro es la más abundante en materiales líticos, habiendo muchísimos menos en las laderas. Algunos de tales materiales líticos parecen claramente musterienses. Pero también hay cerámica a mano y estructuras de

143

mampostería con escombros de teja adscritos. Yacimiento multifásico. Dificultad de clasificar la lítica por todo ello.

La Peñuela (AA13-14): Se trata de una zona con areniscas de base. A menor cota existen estratos de arena y arcilla (mayoritariamente arenas a simple vista), cultivados. Hay sílex natural en nódulos pequeños. También hay núcleos y útiles consistentes en puntas musterienses, raederas, etc. En la parte de labor más al N es donde aparece más concentración de piezas. También es de destacar la existencia de múltiples fragmentos cerámicos de distintas épocas históricas, interpretados como abonado de campos.

Fig. 70. Prospección visual de la concentración de industria lítica definida como “Camino de los Agustinos”. (Foto: SDDS.)

144

Camino de los Agustinos (AA13-07): Se trata de un área de grandes extensiones de campos de labor, cuya estratigrafía es un gran nivel de arcillas rojizas de apariencia uniforme. En este estrato se distingue una enorme densidad de piezas líticas. Hay nódulos de sílex natural de no más de 20 cm. El área de dispersión es mucho mayor que la que nos indicó Jesús María Martínez. Los útiles y núcleos mayoritariamente presentan tipologías típicas del Paleolítico Medio. Destacar la presencia también de piezas poco rodadas y desechos de talla. Otros materiales sí están muy rodados. Los núcleos y piezas son tanto de sílex blanco, como también de otros tonos tales como amarillentos, melados, naranjas y rojizos. Ello sugiere la idea de que, aunque la materia prima más representada es el sílex blanco, todo el sílex de los yacimientos de Huete es de la zona, independientemente de la tonalidad. Las piezas minoritarias talladas en sílex de tonos distintos al blanco no son traídas de zonas lejanas. En el entorno del “Camino de los Agustinos” están todos los tipos en nódulos naturales.

Arroyo de la Anzorita (AA13-11): Del entorno de este paraje hemos analizado un potente estrato de yesos en el que se distinguen afloramientos de espejuelo. En tal parte, al igual que ocurría con el área del “Camino de los Agustinos”, encontramos sílex natural y tallado de diferentes colores (anaranjado, rojo intenso, rosa, amarillento…). Llegamos aquí a las mismas conclusiones que para el caso del “Camino de los Agustinos”. Los materiales parecen proceder de la parte superior del estrato, dado

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que en las cimas, donde también hay arenas, aparecen las densidades mayores. Los núcleos naturales son inferiores a los 15 cm. El tipo de materiales: además de lascas retocadas, hay núcleos y piezas de pequeñas proporciones, junto a desechos de talla muy abundantes. Materiales algunos poco rodados. ¿Paleolítico Superior y Prehistoria Reciente? Menos de un kilómetro en dirección a Mazarulleque, en el mismo punto donde hay una fuente o brota el Arroyo de la Anzorita, sobre la surgencia desde un estrato calizo y sobre ésta, hay un estrato de arcillas con abundantes materiales con rasgos y formatos más propios del Paleolítico Medio. Puede tratarse entre esta parte y la de la zona de los yesos de la secuencia estratigráfica completa entre el Paleolítico Medio y la Prehistoria Reciente.

Fig. 71. Nódulos y núcleos con extracciones de sílex de distintos tipos y coloraciones en el entorno del “Arroyo de la Anzorita”. (Foto: SDDS.)

Carretera de Mazarulleque (AA13-08): Según Jesús María Martínez, se trata de una zona imprecisa, de hallazgos a lo largo del tramo del camino. Efectivamente, hay

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múltiples acumulaciones de materiales siguiendo la antigua carretera. Asimilamos esta zona a lo definido en el “Arroyo de la Anzorita”.

El Borbotón (AA13-03): Ladera de un cerro con la siguiente secuencia: estrato de areniscas y estrato de arcillas fértil encima y seccionado por la carretera (en su trazado viejo y en el nuevo). Sobre este estrato hay otro más potente de yesos con presencia de espejuelo. En el estrato de arcillas hay más abundancia de materiales. Presencia de sílex natural en toda la estratigrafía. Piezas rodadas y no rodadas. Los tipos de piezas y estrategias en núcleos parecen mayoritariamente del Paleolítico Medio. Indicamos también la presencia de un chozo con huesos alrededor. Pero es todo material etnográfico. En la cima fotografiamos enormes bloques de sílex.

Los Carriles (AA13-04): Punto impreciso. Vistamos el entorno para conocer el contexto

sedimentario

general.

Advertimos

concentración

de

materiales en estratos de arcillas y yesos (presencia de espejuelo). Misma secuencia que en “El Borbotón” (arcillas y sobre ellas yesos).

El Cerrillo (AA13-06): Se trata de un cerro testigo. Base en arcillas, arenisca y arena en la cima. En la cima, sobre las areniscas y las arenas, se

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encuentra la máxima concentración de materiales. Encontramos varias lascas retocadas en sílex blanco.

Fig. 72. Estrato fértil en materiales prehistóricos de “Los Parrales”. (Foto: SDDS.)

Los Parrales (AA13-12): Se trata de un cerro con la cima cultivada. En la base areniscas y sobre ellas un estrato de gravas, que es el punto que más materiales presenta. Piezas propias del Musteriense, rodadas y sin rodar. Probablemente, los materiales bajo el estrato de gravas vengan rodados de él. Presencia de nódulos de sílex anaranjado además del típico blanco.

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Fig. 73. Pieza de gran formato con un filo con retoques continuos a modo de raedera. “Peña de San Juan”. (Foto: SDDS.)

Fig. 74. Útil retocado de gran formato y bifacial de la superficie de la “Peña de San Juan”. (Foto: SDDS.)

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Fig. 75. Útiles de gran formato junto a útiles de estrategias musterienses. “Peña o Cerro de San Juan”. (Foto: SDDS.)

Peña de San Juan (AA13-02): Cerro con la cima cultivada junto al Paraje de la “Peña de San Juan”. Está constituido por arcillas y gravas (entre las arcillas). Hay abundantes nódulos de sílex natural de unos 20 cm. de media. “La Peña de San Juan” son areniscas y en ellas hay excavados covachas y chozos rupestres (etnográfico todo). Los materiales que encontramos en uno de los puntos estudiados (parte S del Cerro, en su cima) son piezas de sílex de gran formato, lascas retocadas grande conformando raederas. Vemos también un pico. ¿Conjunto achelense? De esta parte es la coordenada más arriba inserta. En la zona S vemos más piezas, pero de tipología Musteriense. ¿Diferenciación cronológica por áreas o producto del sesgo en superficie?

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Fig. 76. Canto trabajado de “El Pino” y área en la que aparecen los restos. (Fotos: SDDS.)

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Fuente de la Teja (AA13-01): Cerro de arenisca (mismo contexto sedimentario que la “Peña de San Juan” propiamente dicha). La parte superior está labrada. Es la zona de más concentración de lítica en sílex. Musterienses las piezas observadas. En la ladera hay chozos y estructuras de mampostería en piedra no identificadas.

El Pino (AA13-17): El yacimiento de “El Pino” consiste en un estrato de arenas sobre otro más compacto de areniscas. En el estrato de arenas se encuentran revueltos cantos trabajados de cuarcita y lascas retocadas del mismo material. Es un conjunto clasificable como Modo 1. El estrato inferior de areniscas debió significar el suelo de base en el Paleolítico. También hay otras piezas de sílex, considerables como aportes posteriores y de tipos propios del Paleolítico Medio en adelante. Dado que las piezas de cuarcita de “El Pino” están muy poco deterioradas por el rodamiento, se puede argumentar que: o bien se tallaron y emplearon allí mismo y se sepultaron (algunas de las piezas del conjunto original serían arrastradas) o bien los materiales son aporte de estos arrastres, pero proceden de pocos metros de distancia. Importante el hecho de que en los alrededores de “El Pino” afloren estratos de conglomerados en los que hay cantos de cuarcita presentes. Aunque aún queda por determinar si estos estratos son más antiguos que el de arena con la industria lítica inserta, todo hace pensar que los seres humanos que tallaron las piezas habrían

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obtenido en ellos la materia prima necesaria para confeccionar los útiles de piedra y no tuvieron que acarrearla desde lugares más distantes. Todo esto, muy interesante, necesita de una caracterización geológica y estratigráfica más precisa para obtener información más útil y de detalle.

Fig. 77. Arriba: Estructuras históricas del yacimiento arqueológico de “Peñas Lisas” (Garcinarro). Abajo: Materiales líticos musterienses (puntas levallois y lascas en sílex) descubiertos en la ladera del yacimiento. “Peñas Lisas II”. (Fotos: SDDS.)

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Durante las prospecciones visuales hemos encontrado alguna concentración más de lítica. Entre todas, hemos definido un yacimiento más en el término de Garcinarro. Se corresponde con el sitio arqueológico de “Peñas Lisas”, a los pies de las ruinas de un poblado muy posterior a la época que aquí nos compete (los materiales de superficie son históricos con algunos ejemplos protohistóricos) y que se va a estudiar en fechas próximas por el equipo de Miguel Ángel Valero, según nos han informado tanto el director como el Ayuntamiento. Auguramos que este proyecto se resolverá como muy interesante por la tipología constructiva de las estructuras visibles (excavadas parcialmente en la misma roca). En cualquier caso y alejadas del área que se entiende como parte del poblado, aparecen en la falda E del cerro acumulaciones de material lítico en sílex de talla típicamente levallois (puntas). Definimos la acumulación como Musteriense y definimos el yacimiento como “Peñas Lisas II”. No hemos recogido restos y, por ello, no se le ha dado sigla en el Museo Arqueológico a este sitio. Sí hemos abierto ficha definitoria para Carta Arqueológica. También hemos detectado materiales paleolíticos antiguos en los términos de Castejón, Sotoca y Villar del Saz de Navalón, áreas que habrán de investigarse más a fondo en futuras campañas para sumar los sitios arqueológicos de este contexto (presencia de sierras) al panorama general.

Análisis general del registro lítico Hemos subrayado en varias ocasiones la presencia de sílex natural tanto en nódulos manejables con una sola mano como de bloques más grandes. Durante las prospecciones nos hemos

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esforzado en comprobar la correspondencia de los tipos de sílex naturales, los núcleos con extracciones y los productos de talla. Son tipos más o menos toscos, con un grano apreciable y con algunas irregularidades internas que provocan fracturas durante la talla (la textura depende de su cristalización), de unas tonalidades recién fracturados los nódulos que van desde el blanco, beige al grisáceo. También hay piezas de colores vivos, pero no pensamos en importaciones dado que, aunque muy raros en proporción, existen nódulos naturales en la estratigrafía en cuyas fracturas se aprecian tales colores. Explicar que el color que adquiere el sílex es originado por cationes de aluminio, hierro o titanio. Todo ello hace innecesario, por el momento y en respuesta a las conclusiones a las que podemos aspirar en el estado presente de la investigación, un análisis petrológico profundo y pormenorizado. También queremos indicar que, aunque el sílex de algunas piezas no sea de óptima calidad, siempre es una materia útil para el corte: el sílex siempre tiene una dureza 7 en la escala de Mohs, raya el vidrio por tanto y no puede ser rayado por el acero. Aunque no de la mejor calidad y con abundantes imperfecciones internas que frustran ambiciosas piezas en el lascado o laminado de los nódulos, la abundancia de sílex en la Alcarria hubo de ser una razón determinante en los procesos de subsistencia humanos allí desarrollados. En nuestra opinión, la cantidad de restos de talla indica objetivamente una preferencia por la cantidad frente a la calidad a la hora de relacionarse con este recurso. Dejando a un lado la industria del yacimiento de “El Pino”, donde la cuarcita es la materia prima por excelencia, las piezas en cuarcita son muy minoritarias en el resto de casos estudiados. Aún así: es la única materia prima tallada en el área al margen del sílex. Hemos comprobado también que el tipo de cuarcita es el de los cantos naturales presentes en los mismos estratos o los inmediatos.

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Fig. 78. Materiales donados procedentes de Cañaveruelas. (Foto: SDDS.)

En todos los yacimientos, como se comprobó con más solidez al excavar la estratigrafía de “El Mulatón”, encontramos pruebas en un mismo contexto de la totalidad de la cadena operativa de talla: la materia prima, nódulos con extracciones puntuales (tal vez pruebas), con negativos de una explotación más intensa, núcleos muy explotados, deshechos de talla de todos los tamaños, descortezado, lascas sin retoque y útiles retocados propiamente dichos. Unos rodados y otros con apenas rodamiento. Ello hace extensibles a la generalidad de sitios musterienses algunas de las conclusiones dadas para “El Mulatón”. Se trata de suelos donde vienen materiales tallados arrastrados de otras partes, entre ellos los nódulos de materia prima,

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pero también dónde se tiene acceso a ellos y se producen episodios de talla in situ, descarte de útiles antiguos y uso de la lítica para unas actividades por ahora invisibles al no conservarse la fauna y al no haber realizado aún análisis de huellas de uso a las piezas de filos más frescos.

Fig. 79. Colección de materiales donados procedentes de Cuevas de Velasco. (Foto: SDDS.)

Sin poder hacer estadísticas ambiciosas, por tratarse de materiales de superficie mezclándose los de varias épocas, es el momento de intentar sacar las conclusiones que sean posibles sobre estrategias de talla, piezas y tipos de útiles. Observando los negativos (la presencia en una parte u otra del bulbo indica la dirección de talla) podemos distinguir la estrategia de talla o de reducción del nódulo o canto original. Por supuesto, los núcleos de

estrategias

laminares

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y

microlaminares (negativos

alargados y finos, produciendo laminitas), tallados por presión y propios del Paleolítico Superior y de la Prehistoria Reciente quedan fuera del análisis. También los núcleos de tamaño inferior a los 2 cm., considerados también del Modo 4 en adelante.

Fig. 80. Materiales donados procedentes de localizaciones entre Mazarulleque y Garcinarro. (Foto: SDDS.)

Empezamos por los cantos considerados Modo 1: en el yacimiento de “El Pino” tenemos la mayor colección de ellos. Son todos productos de talla en uno de sus extremos, tanto de talla en una de sus caras como bifacial. No suelen tener más de 5 extracciones (produciendo 5 lascas) antes de ser descartados. Pensamos que la abundancia de cantos en el estrato hace que no se agotasen más como núcleos. Queda por demostrar si los cantos fueron empleados como herramienta o sólo como soporte para obtener lascas útiles. Es uno de los objetivos prioritarios del análisis de huellas de uso que planteamos como principal objetivo de las siguientes fases de investigación.

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Fig. 81. Materiales cerámicos a mano (arriba) y fragmentos de molino (abajo), donados y procedentes de “El Cerrillo”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 82. Hachas pulimentadas (arriba) y materiales líticos (abajo), piezas donadas procedentes de “El Cerrillo”. Las hachas, laminitas y dientes de hoz son materiales desde el Paleolítico Superior al Calcolítico. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 83. Materiales líticos (y fragmento de cerámica) donados y procedentes de “El Cerrillo”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 84. Materiales líticos donados de “El Cerrillo”. Bifaces de posible Modo 2-3 y puntas, lascas y otros útiles de clara naturaleza musteriense o Modo 3. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 85. Materiales líticos (y punta de hierro) donados y procedentes de “El Cerrillo”. En las fotografías se ven desde un diente de hoz, núcleos y laminitas propios de la Prehistoria Reciente, hasta materiales más antiguos del Paleolítico Medio. Destacar el canto de cuarcita trabajado (¿Modo 1?). (Fotos: SDDS.)

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Fig. 86. Conjunto de lascas, desechos y fragmentos y conjunto de núcleos. Conjuntos donados y procedentes de “El Cerrillo”. (Foto: SDDS.)

En los núcleos de sílex de la colección de Jesús María Martínez e Inocente López las estrategias más comunes (en un 80%) de los casos, son las estrategias asimilables a la técnica levallois. Recordemos que la mayoría de útiles del área alcarreña son claramente musterienses. Colegimos una parte de los núcleos como producto de talla centrípeta (lascado de fuera hacia dentro) y de talla unidireccional (predomina una dirección frente al resto) encarnada por extracciones en paralelo. Pero también hay muchos núcleos con negativos de múltiples direcciones de interpretación más compleja. En cualquier caso: recordemos que los núcleos de estas colecciones son una selección consciente por parte de los prospectores de las piezas que consideraban más representativas. Al volver a prospectar los yacimientos nos hemos encontrado con nódulos con la mayoría de su superficie conservando el córtex y con unas cuantas extracciones de lascas, tanto pequeñas como para obtener piezas de gran formato. Son éstas piezas voluminosas elementos que excluyeron

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los

prospectores, pero que sirven para obtener una visión más acertada del registro, más acorde con la conclusión de que en el área están presentes todos los pasos del proceso de talla: desde la elección hasta el agotamiento de los núcleos.

Fig. 87. Materiales líticos donados procedentes de “La Calzadilla”. (Fotos: SDDS.)

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El hecho de que algunos núcleos más explotados aún tengan cornisas útiles para la extracción de más lascas, que no estén agotados del todo, devuelve a las conclusiones derivadas de la ingente abundancia de materia prima en la zona.

Fig. 88. Materiales líticos y fragmento de cerámica procedentes de “Fuente del Peral”. Donación. (Foto: SDDS.)

Merece la pena destacar la existencia de núcleos con múltiples extracciones y que, habiendo sido arrastrados por un cauce y con su superficie desgastada por este rodamiento, presentan nuevas extracciones secundarias frescas. También tenemos el caso de lascas rodadas, en las que ha vuelto a reavivarse un filo (AA13-05-23, yacimiento de “Los Cosos”). Ello significa que dos individuos han tallado en momentos diferentes, existiendo un importante lapso temporal entre una acción y la otra. Es la estratigrafía del “macroyacimiento” alcarreño condensado en una sola pieza. De aparecer estos núcleos y útiles reavivados en estratigrafía segura podríamos identificar a qué fase pertenecen las extracciones más recientes de la secuencia. En todo caso, es elocuente e importante sobre el comportamiento a la hora de explotar los recursos líticos del entorno corroborar que los nódulos apenas explotados y los núcleos y lascas aún con extracciones posibles (y vida útil en consecuencia) de

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cierta época siguiesen siendo útiles a nuevos cazadores, quizá hasta de otro tipo humano.

Fig. 89. Materiales líticos donados y procedentes de “La Heredad”. (Foto: SDDS.)

Durante la revisión de materiales en el Museo Arqueológico, de las colecciones de Jesús María Martínez e Inocente López, ya notamos la enorme presencia de lascas sin retoque en los conjuntos. Sobre todo de lascas que creemos productos de optimización de las reducción de núcleos dentro de la lógica del Modo 3. Este hecho no es producto de la selección arbitraria de los prospectores, dado que al volver a visitar los sitios hemos observado lo mismo en superficie. Volvemos a reiterar que un análisis traceológico podría ayudar a la interpretación de este hecho. Los útiles que podríamos analizar a la luz de las tipologías al uso plantean también la dificultad de haber sido encontrados en superficie. Volvemos a considerar indispensable rescatar útiles en

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estratigrafía y realizarles análisis de huellas de uso para poder sacarles todo el potencial de información que nos pueden ofrecer.

Fig. 90. Materiales líticos (y almeja) donados y procedentes de “La Peñuela”. (Foto: SDDS.)

Teniendo muy presente la anterior advertencia, sí podemos concluir que en “El Pino” tenemos todas las características de una talla de cantos propia del Modo 1. Los útiles son en todo caso lascas con o sin retoque. Los cantos tallados y lascas retocadas de cuarcita en otros yacimientos podrían corresponderse a este Modo 1. De “El Cerrillo” (Huete) conservamos precisamente un canto tallado de cuarcita (número de inventario del Museo Arqueológico de Cuenca AA13-06-39), en “Los Parrales” (Huete) otro (AA13-12-7), otros tres con varias extracciones en el “Camino de la Ermita de Santiago” en Jabalera (número de inventario AA13-18-1 a 3) y unas lascas retocadas en el yacimiento de “Los Cabezos” de Alcocer (número de inventario del Museo Arqueológico de Guadalajara MG12/006/1 y 20). Pero resulta imposible corroborar que sean piezas de Modo 1 en casos

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no tan claros como “El Pino” y en ausencia de información estratigráfica segura. Algunos de los cantos observados en las colecciones y en el campo… ¿podrían ser percutores con una rotura por el impacto?

Fig. 91. Materiales líticos y cerámicos donados y procedentes de Jabalera, del “Camino de la Ermita de Santiago”. (Foto: SDDS.)

Dado que “El Mulatón” no alcanza tales cronologías, no tenemos estratigrafía segura asimilable al Modo 2. Es más difícil distinguir entre los materiales de superficie instrumentos de este modo: recordemos que consiste en el mismo utillaje que pudiera resultar del Modo 1, en bifaces, picos y hendedores y en útiles retocados diversos de gran formato. Las lascas retocadas de gran formato, producto de estrategias de talla no levallois, analizadas para los yacimientos alcarreños podrían ser musterienses e incluso posteriores ya que no son restos totalmente exclusivos de momentos

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achelenses. Lo mismo ocurre con los bifaces, que también se hacen durante el Musteriense. En cualquier caso, el repertorio de bifaces se constituye por los que tenemos constatados en “El Cerrillo” (AA13-0622), en la “Carretera de Mazarulleque” (AA13-08-14), en el “Camino de los Agustinos” junto a instrumentos de talla bifacial (AA13-07-1, 2, 3, 4, 8 y 12), en “Los Cosos” hay una colección de piezas de gran formato y un bifaz (AA13-05-…), en “El Borbotón” (AA13-03-25 y 26), en la “Fuente del Peral” (AA13-13-3), en “Los Carriles” (AA13-04-3 y 11) y en “Los Parrales” (AA13-12-14). Durante las prospecciones visuales encontramos más bifaces frente a la “Bodega de la Calzadilla” y en el “Cerro de San Juan”. Repetimos que no podemos asegurar que todos los bifaces aquí enumerados correspondan a momentos achelenses.

Fig. 92. Núcleos y fragmentos líticos donados y procedentes, según el etiquetado, de Moncalvillo-Valdemoro, Palomeque. (Foto: SDDS.)

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Fig. 93. Materiales líticos y cerámicos donados y procedentes, según el etiquetado, de Moncalvillo-Valdemoro, Palomeque. (Fotos: SDDS.)

Los restos catalogables como Modo 3 o Musteriense son mayoritarios tanto en las colecciones donadas como entre las piezas reconocibles en el campo. Tenemos representada la totalidad de la

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panoplia tipológica relacionada con esta industria: puntas levallois, lascas levallois, raederas, raspadores, buriles, denticulados, láminas retocadas y sin retocar… Sorprende la enorme cantidad de puntas levallois primarias y secundarias, retocadas y sin retocar, que encontramos entre las colecciones. Sería muy interesante destinar los esfuerzos de la siguiente campaña de investigación a saber cómo y para qué se empleaban. No hacemos aquí un listado, como resolvimos para los modos 1 y 2, dado que podemos asegurar que todos los yacimientos analizados aquí, menos “El Pino”, presentan múltiples ejemplos claros de este tipo de industria.

Fig. 94. Materiales líticos donados y procedentes, según el etiquetado, de Portilla y Valdemoro. (Foto: SDDS.)

Las piezas musterienses entendidas como útiles y lascas sin retocar de las colecciones donadas tienen muy pocos ejemplos de presencia de córtex (corteza natural de los cantos o nódulos). Se entiende que, por ser una colección de piezas selectas, los prospectores no recogieron los útiles y lascas retocadas o sin retocar

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con córtex. Nosotros en el campo hemos comprobado que hay frecuentemente útiles con córtex.

Fig. 95. Lítica donada y procedente de la “Carretera a Mazarulleque”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 96. Lítica donada y procedente de la “Carretera a Mazarulleque”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 97. Lítica donada y procedente de la “Carretera a Mazarulleque”. Destacar la gran abundancia de puntas levallois primarias y secundarias. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 98. Lítica donada y procedente de la “Carretera a Mazarulleque”. Bifaces y/o piezas bifaciales. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 99. Lítica donada y procedente de la “Carretera a Mazarulleque”. (Fotos: SDDS.)

La agricultura tradicional alcarreña ha venido empleando hasta mediados del siglo XX las trillas para separar en las eras la paja del grano. Estos aparatos consisten en una tabla amplia con fragmentos de sílex engastados formando líneas en la parte inferior que, tiradas por animales, cortan las gavillas recolectadas y extendidas en el suelo. Las piezas de sílex de las trillas se reconocen por su mayor espesor, por tener un tamaño medio de 2 a 4 cm., por ser más cortas y ocupar su bulbo casi toda la lasca. Estas lascas de trillo son diferentes de las lascas prehistóricas obtenidas mediante percusión con canto porque se obtienen reduciendo los núcleos mediante un martillo (Merino, 1980: 358). La naturaleza del percutor de metal produce una fractura concoide distinta. Piénsese que los filos

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de las piedras de trillo han de ser robustos, porque el peso de la tabla y del agricultor encima partiría los filos finos, los filos útiles para hender carne o piel y afilar madera, etc. También se sabe que los núcleos de artesano trillero pueden confundirse con los prehistóricos. Incluso se sabe de cantos de trillero que adquieren morfología de bifaces toscos y cantos trabajados (Álvarez y de Andrés, 2011). Otra actividad relacionada con el trabajo de sílex en época histórica es la elaboración de piezas de chispa para fusil (Merino, 1980: 358). Somos conscientes de la presencia de piezas de trillo en las colecciones. Hemos conocido incluso durante las visitas a los pueblos alcarreños a personas mayores que han sacado lascas para reponer piezas a las trillas. Algunas piezas puntuales de las analizadas y obtenidas en superficie, sobre todo en lo referente a lascas sin retocar, habrán sido irremisiblemente confundidas. De igual modo ocurrirá con algunos de los núcleos. Otras las hemos identificado más claramente (AA13-03-15 de “El Brobotón”, por ejemplo). No hemos identificado piedras de fusil claras ni en la revisión de materiales del Museo Arqueológico ni durante el trabajo de campo.

Fig. 100. Lítica donada y procedente de “Los Cosos”. (Foto: SDDS.)

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Fig. 101. Lítica donada y procedente de “Los Cosos”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 102. Lítica donada y procedente de “Los Cosos”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 103. Lítica donada y procedente de “Los Cosos”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 104. Lítica donada y procedente de “Los Cosos”. (Foto: SDDS.)

En cualquier caso, no son confundibles los centenares de productos de talla levallois, las láminas y los útiles retocados, los bifaces retocados dado que dichas piezas son imposibles de generar casualmente al confeccionar piezas para trillo o fusil. Tampoco pueden haber sido confundidos la mayoría de núcleos y cantos de sílex y cuarcita, cuyos negativos indican extracción de lascas o láminas con dimensiones y filos importantes. Las piezas de trillo presentan en los filos extracciones confundibles con retoques, pero son mellados accidentales y puntuales, generados al chocar las piezas de las trillas con piedras en el suelo y nunca retoques continuos y extensos, denticulados o terminados en punta como los perforadores.

***

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Fig. 105. Punta musteriense descartada, rodada y con evidente pátina. Muy posteriormente, un filo fue vuelto a reavivar por otro individuo. “Los Cosos”, ejemplo de “estratigrafía en la propia pieza”, dado que una acción y otra hubieron de estar separadas obligatoriamente por un amplio periodo de tiempo. (Lámina: SDDS.)

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5. COMPLETANDO EL MAPA Revisión de cartas arqueológicas y otros inventarios Con el fin de completar el compendio de información que tenemos sobre los yacimientos del Paleolítico Antiguo en el área de estudio, se solicitó permiso para consultar las cartas arqueológicas y datos disponibles de la mayoría de los municipios de la Alcarria Conquense y de su límite manchego al Sur. Los

inventarios

arqueológicos

han

sido

consultados

directamente en la Dirección General de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en Toledo. La autorización fue solicitada por los autores y autorizada debidamente el 29 de abril del año 2013. Los pueblos analizados en concreto son los municipios de Campos del Paraíso, Valle de Altomira, Cuevas de Velasco, Cañaveruelas, Huete, Castejón, Buendía, Villalba del Rey, Gascueña, Canalejas del Arroyo y la Peraleja. Para el Paleolítico Inferior, los inventarios tan sólo localizan dos yacimientos en Villalba del Rey y que son “El Cepar” (yacimiento 0142) y el “Cerrillo de la Sartén I”, ambos en un cerro y el segundo al pie de Arroyo de Vallejo Grande, que desemboca en el actual Pantano de Buendía. No han sido excavados y los materiales que se recogen en superficie se mezclan con otros del Paleolítico Medio. Tampoco se especifica si estamos ante el Modo 1 o el 2 en el periodo del Paleolítico Inferior y Medio o las características del Musteriense. El panorama cambia en lo referente al Paleolítico Medio, donde la práctica totalidad de los dieciocho yacimientos examinados en las cartas son calificados como “Musteriense Indeterminado”. Otro detalle digno de apuntar es que todos están situados en el término municipal de Huete y sus pedanías. De este modo, con tipología física en loma o colina se encuentran “Peñas Angostas I” (0066), “Cañada la

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Cautiva IV” (0056), “La Artesilla” (0058), “Arroyo de Valdelaba I” (0059), “Arroyo de Valdelava II” (0060) pertenecientes a Huete. La pedanía de Moncalvillo de Huete conserva “El Barrancazo” (0065) y los “Cascajares III” (0061). En Saceda del Río, Bonilla y Valdemoro del Rey (también pedanías optenses) encontramos “La Rinconada” (0068), “Los Llanillos” (0069), “Las Majadillas” (0070) y “Ermita de Carrascosa” (0072). Ya situados en terrazas o valles de corriente de fluvial tenemos el “Río Mayor” (0062) casi a la orilla del embalse de Buendía y curiosamente muy cercano al mentado yacimiento de “El Cerrillo de la Sartén”. Otro es la “Finca de los Palomarejos” (0063) en Moncalvillo de Huete; aquí también figura el mismo “Pantano de Buendía” con el número de

0071 y “La Heredad” con el 0064.

Nosotros mismos redactamos la ficha para completar la Carta Arqueológica de “El Mulatón” de Caracenilla. Y, aunque queda fuera de nuestro ámbito temporal de estudio, sí apuntamos que en Valle de Altomira se localizan hasta cuatro yacimientos del Paleolítico Superior, como son “Cantera la Peña II” (0035), “El Ustar” (0061), “Los Molinillos” (0214) y “Valle Izquierdo” (0239), todos ellos con márgenes temporales que se alargan hasta época contemporánea. Del mismo modo, en Villalba del Rey conocemos de la misma época “Buenavista” (0143) y “Barranco Hondo” (0010) en Gascueña. Otro de los inventarios oficiales consultados ha sido el listado de yacimientos que se deriva de los hallazgos casuales depositados en el Museo Arqueológico de Cuenca. De este modo, conocemos cantos trabajados, lascas y núcleos en Albalate de las Nogueas. En el mismo yacimiento de “Ercávica” en Cañaveruelas se han recogido lascas, láminas y desechos de talla. Procedentes de Caracenilla (Huete), en el pie del “Cerro del Otero”, loma situada cerca de “El Mulatón”, se depositaron una punta, un raspador y una

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hoja con retoque musteriense, aunque el yacimiento definido es básicamente calcolítico. En Culebras también hay material de esta época en los lugares conocidos como “Cerro de las Tumbas” y la “Cueva del Tinajo”. Etiquetados genéricamente como procedentes de Huete, se pueden estudiar núcleos (alguno tipo rabot)

buriles,

cuchillos, raederas, hojas, lascas, etc. Fueron retirados del Arroyo Borbotón, de Verdelpino, La Peñuela, La Hinojosa, Villasviejas y del Cerro de Alvar Fáñez, enclave con importantes restos romanos donde además se recogió un bifaz. Aunque se ha hecho un enorme esfuerzo al respecto por parte de las administraciones (Junta de Castilla-La Mancha y Ayuntamientos) y las distintas agencias de desarrollo implicadas, no todas las cartas e inventarios están lo suficientemente completas que debieran. Por eso, en Castejón tan sólo aparecen dos yacimientos de la Edad del Bronce y otro de la Edad Media, conociéndose también el “Abrigo de Buendía” del Paleolítico Superior (en Castejón sólo hay un inventario, no estando hecha la carta), mientras que de Canalejas del Arroyo sólo hay un yacimiento clasificado cronológicamente como indeterminado entre los documentos que se nos facilitaron. Aparte de esto, en el término municipal de Buendía no aparecen registrados yacimientos paleolíticos y en Villar y Velasco tan sólo se constata el hallazgo aislado de una lasca de sílex dentro de la Pedanía de Cuevas de Velasco (0403). Por otra parte, en el gran terreno que supone el municipio de Campos del Paraíso sólo vemos que en Olmedilla del Campo hay inventariado un yacimiento que contiene secuencia del Paleolítico (0056). Es un lugar funerario que, aparte de Paleolítico sin determinar, contiene restos de la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro.

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Fig. 106. Lítica donada y procedente de “El Borbotón”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 107. Cerámica a mano donada y procedente de “El Borbotón”. (Foto: SDDS.)

Fig. 108. Núcleos donados y procedentes de “El Borbotón”. (Foto: SDDS.)

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Fig. 109. Lítica donada y procedente de “El Borbotón”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 110. Lítica donada y procedente de “El Borbotón”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 111. Lítica y cerámica donada y procedente de “El Borbotón”. (Fotos: SDDS.)

Habrá quedado claro que los yacimientos estudiados por nosotros, a parte de “El Mulatón”, y/o representados en la colección de Jesús María Martínez e Inocente López, no están reflejados en los inventarios para cartas arqueológicas, a excepción de “La Heredad”. Así, por ejemplo, que en la carta arqueológica de Campos del Paraíso en el terreno circundante de Carrascosa del Campo no se constate la presencia del yacimiento de “El Pino”, una de las aportaciones más

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señeras de esta investigación, obviamente conduce a una serie de preguntas y reflexiones. A primera vista, no deja de ser contraproducente que un instrumento administrativo destinado a proteger todo el Patrimonio Cultural digno de ser estudiados con metodología arqueológica no contenga uno de los yacimientos más antiguos de la provincia. También llama la atención que en el área de Huete se definan decenas de yacimientos arqueológicos musterienses y, a cientos de metros, coincidiendo con el término de Carrascosa y todos los pueblos reunidos en Campos del Paraíso no haya yacimientos de esta cronología. Por lógica ha de haberlos. Del mismo modo, podemos darle una vuelta más a la situación y señalar que pocos son los documentos de este tipo que incluyen los edificios históricos en las cartas más allá de su subsuelo. Todavía no hemos visto ninguna ficha de yacimiento en el cual se incluya un plano de la lectura estratigráfica de uno de sus paramentos para manifestar su importancia arqueológica de la misma manera que se señala la existencia de restos cerámicos en superficie. La Arqueología es una ciencia con una gran proyección cronológica, tan grande que no tiene más remedio que subdividirse en estancos temáticos como Prehistoria, Arqueología Clásica, Arqueología Medieval, Postmedieval e Industrial. Además, el conjunto de los científicos que trabajan la Prehistoria suelen subdividirse por regla general entre paleolitistas, neolitistas, especialistas en la Edad del Hierro… Y esto, sin señalar la existencia de especialidades técnicas como la misma Arqueología de la Arquitectura o colaboraciones de otras ciencias como la Paleontología o Paleobotánica. No es frecuente que un solo individuo atesore conocimientos profundos de todos estos estancos. Lo más normal es que sepa más de un periodo o de unos pocos y que tenga un conocimiento superior al profano sobre el resto, pero aproximativo en comparación al del especialista.

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Fig. 112. Lítica donada (y dos piezas de cerámica a mano) y procedente de “Los Parrales”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 113. Lítica donada y procedente de “Los Parrales”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 114. Lítica y cerámica donada y procedente de “Los Parrales”. (Fotos: SDDS.)

Ante esto, se podría plantear que en los pliegos técnicos de contratación de las Cartas Arqueológicas exigiese a las empresas contratantes incluir especialistas en todas estas temáticas, o la

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garantía de que el equipo de arqueólogos procurará cubrir todas. Pero la primera consecuencia de ello, sería que el coste de los documentos subiría de precio. En las décadas de los años 90 del S. XX y primeros años del S. XXI no creemos que eso hubiera sido un problema, pues la flexibilidad empresarial y la disposición de fondos que entonces se tenía, hubieran hecho posible la constitución de equipos solventes científicamente hablando. Pero el problema no era tan sencillo, ya que el principal objetivo que han perseguido las cartas arqueológicas en los últimos años no era “conocer” sino “proteger”. El desarrollo de la normativa urbanística

incluyó,

entre

muchas

disposiciones

nuevas,

la

conservación y preservación de los restos del pasado. Los urbanistas se dieron cuenta de que tenían que contar con arqueólogos, puesto que en la mayoría de los municipios españoles los inventarios manejados (si es que existían) eran pobres y desfasados. Es cuando el profesional arqueológico tuvo que adaptarse tanto a los tiempos que regían los planes del suelo como al dinero disponible. Si el terreno era el de una capital de provincia, siempre había más garantías puesto que se presupuestaba según los kilómetros cuadrados del término municipal objeto de estudio y, por tanto, se podía emplear a más de un arqueólogo. Pero cuando el terreno era escaso, era un único individuo el que se tenía que hacer cargo de todo el trabajo. Y éste sólo era y es producto de su propia formación, del desarrollo de su carrera profesional y de sus propias limitaciones físicas. Si su carrera se había desarrollado con éxito en el campo de la Arqueología Clásica, por ejemplo, lo más normal es que la carta arqueológica contuviese un exhaustivo inventario y estudio de los yacimientos romanos, junto a un notable trabajo sobre la Edad del Hierro y sobre la etapa visigoda, ya que son los periodos anterior y posterior a la etapa latina. Sin embargo, cuando se bajaba a estancos temporales como la Prehistoria o se subía a otros como la Edad

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Moderna, la calidad de la información disminuía. Además, la única forma de acometer el estudio general de un término municipal no es prospectarlo palmo a palmo, sino planificar sistemas de prospección parcial de campos aleatorios, basados en toponimia, en informaciones bibliográficas o de los propios habitantes… No es nuestra

intención al

señalar

estas

carencias

demonizar al sistema, al instrumento, ni mucho menos al arqueólogo que firma. Simplemente estamos explicando una situación bajo nuestro punto de vista, para valorar el caso que aquí nos ocupa. Por otro lado, la mayoría de las cartas arqueológicas se han hecho con la suficiente calidad como para proteger una buena parte del Patrimonio Cultural que engloba un municipio y ha servido para preveer daños o estar prevenidos durante multitud de obras. El resultado final no es más que el producto de una serie de circunstancias a las que la gestión patrimonial de las administraciones y la realidad de la práctica de la Arqueología Empresarial no han podido eludir. Una de ellas es su carácter incompleto, que hay que asumir y aceptar a la hora de, como hemos hecho nosotros aquí, utilizar la información de cartas arqueológicas y diseñar un futuro para nuestro proyecto de investigación. Las administraciones han sido muy conscientes de ello y por eso no ha sido extraño encargar revisiones de cartas arqueológicas viejas o que se habían quedado insuficientes de recursos en el momento de su elaboración. No obstante, las necesidades son más amplias y no tenemos una fórmula definitiva para su solución. Por ello, las cartas arqueológicas no dejan de ser documentos abiertos y el hecho de que la carta arqueológica de un municipio no indique la existencia de un yacimiento, no implica que desde los órganos autonómicos y municipales no se prescriba un control arqueológico en una determinada obra de arquitectura o infraestructura por si lo hubiera.

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Fig. 115. Lítica donada y procedente de “Detrás del Batán”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 116. Lítica y cerámica donada y procedente de “Detrás del Batán”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 117. Lítica donada y procedente de “Detrás del Batán”. (Foto: SDDS.)

Pero nosotros proponemos hacer más: rescatar la vieja fórmula de los Proyectos de Investigación, aplicarlos a una etapa cronológica concreta y a una subdivisión administrativa (comarca, término municipal, provincia, etc.) y encargarlos a especialistas en el periodo, tal y como hemos hecho en este estudio del Paleolítico en la Alcarria Conquense. No se trata de plantear una reforma del sistema de carta arqueológica vigente, tan sólo de proponer una formula complementaria que ha dado resultados espectaculares en el conocimiento de una importante parte del Patrimonio Cultural alcarreño y que puede integrar tanto a arqueólogos privados, como a los administrativos, como a los que ejercen la docencia en el mundo universitario. Las pruebas están en estas líneas: no sólo se ha documentado un Patrimonio Cultural prehistórico mucho más rico de lo que se suponía en la Alcarria Conquense, sino que también se ha completado un importante capítulo de su historia. Historia que, además, puede ser convertida en producto cultural comercial y

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contribuir no sólo al desarrollo de la región, sino en definitiva a que los ciudadanos vivan mejor haciendo un uso adecuado de los restos del pasado.

Fig. 118. Lítica donada y procedente del “Camino de los Agustinos”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 119. Lítica donada y procedente del “Camino de los Agustinos”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 120. Lítica donada y procedente del “Camino de los Agustinos”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 121. Lítica donada y procedente del “Camino de los Agustinos”. (Foto: SDDS.)

Por supuesto, el cierre de este libro complementa la redacción por nuestra parte de fichas para todos los yacimientos estudiados y que se han logrado identificar en campo, que no estuvieran en las Cartas Arqueológicas u otros inventarios.

Fig. 122. Lítica donada y procedente del “Arroyo de la Anzorita”. (Foto: SDDS.)

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Fig. 123. Lítica donada y procedente del “Arroyo de la Anzorita”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 124. Lítica donada y procedente del “Arroyo de la Anzorita”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 125. Lítica donada y procedente del “Arroyo de la Anzorita”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 126. Lítica donada y procedente del “Arroyo de la Anzorita”. (Foto: SDDS.)

Fig. 127. Lítica donada y procedente de “Peña de San Juan”. (Foto: SDDS.)

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Fig. 128. Lítica donada y procedente de “Peña de San Juan”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 129. Cerámica a mano donada y procedente de “Peña de San Juan”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 130. Cerámica donada y procedente de “Peña de San Juan”. (Foto: SDDS.)

Fig. 131. Diáfisis fósil entre la colección donada y procedente de “Peña de San Juan”. (Foto: SDDS.)

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Fig. 132. Piezas donadas y procedentes de “Peña de San Juan”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 133. Lítica donada y procedente de “Los Carriles”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 134. Lítica donada y procedente de “Los Carriles”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 135. Lítica donada y procedente de “Los Carriles”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 136. Lítica y cerámica a mano donada y procedente de “Los Carriles”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 137. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 138. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 139. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 140. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 141. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 142. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Foto: SDDS.)

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Fig. 143. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 144. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Foto: SDDS.)

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Fig. 145. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 146. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 147. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 148. Lítica donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Fig. 149. Cerámica a mano donada y procedente de “Fuente la Teja”. (Fotos: SDDS.)

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Otros casos fuera de la Alcarria Podemos comparar la industria representada en “El Pino” y los útiles de cuarcita de otros de los yacimientos de la colección con la hallada en la zona de La Mancha conquense recientemente por la obras de construcción del Ramal R3 en el término municipal de Mota del Cuervo. Se definieron por los técnicos de AUDEMA tres yacimientos arqueológicos inéditos: “Cañada del Concejo”, “El Guijoso” e “Iniestares”. Los tres casos consisten en materiales de superficie o extraídos a poca profundidad.

-

“Cañada del Concejo” (Morín, 2012): Cantos rodados en superficie. Todas las piezas talladas son cuarcita. Estarían en ubicaciones cercanas a sus posiciones originales, pero removidas por el arado. Piezas sin apenas rodamiento y por ello se considera que sólo las labores agrícolas recientes son responsables del movimiento. Talla fundamentalmente expeditiva y recurrente en los núcleos, sobre todo de debitage discoide (bifacial) y también núcleos unifaciales. Se denotan en algunos casos estrategias unidireccionales desde una única plataforma de golpeo (prismáticos), también

jerarquización

de

talla

(levallois

recurrente

centrípeta). Escasez de macroutillaje y productos de lascado. Se interpreta el sitio como un yacimiento del Paleolítico Inferior y Medio. -

“El Guijoso” (López, 2012): Cantos rodados en superficie con industria lítica en posición secundaria por acción fluvial. No se encontraron en estratigrafía. Piezas rodadas en este caso. Industria lítica de cuarcita. Las técnicas y procesos de talla son expeditivos y recurrentes, con núcleos de talla unifacial, prismáticas y sobre lasca. Hay un bifaz de gran

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formato parcial y productos de lascado. Se interpreta el sitio como del Paleolítico Inferior y Medio. -

“Iniestares” (Agustí, 2012): Cantos rodados en superficie con lítica en posición secundaria. Cuarcitas de tipología propia del Paleolítico Inferior y Medio. También hay sílex, pero sobre todo son piezas de cuarcita. Gran cantidad de núcleos, de los cuales se extraen productos de lascado. Las piezas están muy rodadas, por arrastre desde las zonas lejanas. Formas de talla expeditiva y recurrente, sobre todo estrategias discoides. Hay un hendedor, un bifaz parcial pequeño, además de productos de lascado. Paleolítico Inferior y Medio.

Más recientemente se han descubierto una serie de yacimientos con materiales líticos en cuarcita y sílex, cuyas tipologías van también desde el Modo 1 hasta el Musteriense, en el área de terrazas del Río Moscas (entre Arcas del Villar, Cuenca-La Melgosa y Fuentes). Se trata de 8 localizaciones nuevas descubiertas durante las prospecciones previas a las obras del Parque Eólico de Cuenca I, realizadas por J. A. Sánchez y D. Vizcaíno (CGERPI-EIN, Sánchez y Vizcaíno, 2013). La lítica está constituida por materia prima local, siendo el sílex de buena calidad. Más que como yacimientos individuales, los descubridores interpretan las concentraciones como restos de actividades al aire libre, como una misma unidad arqueológica en el entorno de la cárstica Sierra de los Palancares. Del mismo modo que entendemos nosotros la serie de “yacimientos” alcarreños. Los sitios, en concreto, son “El Cubillo” y “Las Hoyas” en Fuentes, la “Laguna de los Cáñamos”, “Valencaso”, “Hondo del Pino”, “La Vega”, “El Hontarrón”, “Los Aguachinares” y “El Enlace” en

232

Cuenca. Son todos concentraciones de materiales tanto del Paleolítico Inferior como del Medio, con algunos materiales muy poco rodados. Ello es muy útil para efectuar sobre ellos estudios de Traceología o huellas de uso. En la Carta Arqueológica de Arcas del Villar, término inmediato a Cuenca y Fuentes se mencionan más localizaciones paleolíticas en relación directa al contexto arqueológico estudiado en la Prospección del Parque Eólico: “Dehesa Royal”, “La Charca” y la “Vega de San Martín”, sitios o ámbitos de protección con abundantes restos tallados. El contexto Paleolítico Inferior y Medio de esta parte de la Sierra de Cuenca ha de entenderse como los restos de actividades de caza y recolección en el entorno de antiguas lagunas y las riberas del Moscas. Sin poder precisar más, por el momento.

En

una

investigación

en

paralelo,

nos

encontramos

estudiando el Paleolítico Inferior y Medio en El Provencio. Se conocían en este término municipal, como escribíamos en la primera parte del libro, restos paleontológicos de dientes de Mammuthus meridionalis y bisonte o bóvido no identificado (Pérez-González, Mazo y Aguirre, 1990). Se databa el yacimiento paleontológico como del Pleistoceno Inferior final. El caso es que el informante José Manuel Triguero nos confirmó que conocía el emplazamiento exacto del yacimiento porque su propio abuelo había trabajado en las obras del arenero que lo descubriera. Visitamos el sitio y comprobamos la presencia de sílex trabajado en el estrato de arena y grava que contenía los restos. El yacimiento arqueológico y paleontológico lo hemos bautizado con el nombre del paraje en el que se encuentra: “El Pinarico”. José Manuel Triguero nos llevó a una cantera restaurada de su propiedad, en cuyos perfiles y terreras encontramos abundantes

233

materiales de sílex claramente musterienses. Este yacimiento lo hemos bautizado también con el nombre del paraje que lo alberga: “Pinar de la Vega”.

Fig. 150. Piezas destacadas del yacimiento musteriense del “Pinar de la Vega” (El Provencio, Cuenca). (Lámina: SDDS.)

234

Se han confeccionado sendas fichas de carta arqueológica para advertir de la presencia de estos yacimientos y se ha iniciado una línea de investigación en la zona de El Provencio para intentar detectar más yacimientos arqueológicos/paleontológicos en esta parte de plena Mancha.

***

235

236

237

LEYENDA DEL MAPA DE LA PÁGINA ANTERIOR: Yacimientos del Paleolítico Inferior y Medio en Carta Arqueológica (rojo): 1 = El Cepar. 2 = Cerrillo de la Sartén I. Yacimientos del Paleolítico Medio en Carta Arqueológica (azul): 3 = Peñas Angostas. 4 = Cañada la Cautiva IV. 5 = La Artesilla. 6 = Arroyo de Valdelava I. 7 = Arroyo de Valdelava II. 8 = Río Mayor. 9 = Finca de los Palomarejos. 10 = La Heredad. 11 = El Barrancazo. 12 = Peñas Angosta II. 13 = Embalse de Buendía. 14 = Los Cascajares III. 15 = La Rinconada. 16 = Los Llanillos. 17 = Las Majadillas. 18 = Ermita de Carrascosa. Yacimientos del Paleolítico Superior en Carta Arqueológica (púrpura): 19 = La Cantera de la Peña II. 20 = El Ustar. 21 = Los Molinillos. 22 = Valle Izquierdo. 23 = Buenavista. 24 = Barranco Hondo. 25 = Cerro de las Cuevas. Yacimientos del Paleolítico sin determinar y hallazgos casuales (negro): 26 = Yacimiento 0056. 33 = Cuevas de Velasco. Yacimientos del Paleolítico Inferior identificados en el presente proyecto de investigación (verde): 27 = El Pino. Yacimientos del Paleolítico Medio identificados en el presente proyecto de investigación (amarillo): 28 = La Calzadilla. 29 = Los Cosos. 30 = Fuente del Peral. 31 = Detrás del Batán. 32 = La Peñuela. 34 = Camino de los Agustinos. 35 = Arroyo de la Anzorita. 36 = Carretera de Mazarulleque. 37 = El Borbotón. 38 = Los Carriles. 39 = El Cerrillo. 40 = Los Parrales. 41 = Peña de San Juan. 42 = Fuente de la Teja. 43 = Peñas Lisas II.

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239

240

PARTE III: CONCLUSIONES

241

242

6. RECAPITULACIÓN Y CONCLUSIONES Hasta hace unos años, los datos publicados o notificados en los inventarios administrativos sobre el Paleolítico Inferior y Medio en el área conquense de la Alcarria eran, como dijimos ya muchas páginas atrás, parciales, puntuales y relativamente pobres para lograr una interpretación global sobre este tipo de Patrimonio. Nuestra investigación en “Los Cabezos” de Alcocer (Guadalajara), de la que parte circunstancialmente este trabajo, estaba encorsetada por estas limitaciones. Más resultados, debido a la información estratigráfica obtenida gracias al proceso de excavación, se obtuvieron en el trabajo de “El Mulatón” (Caracenilla, Cuenca). Además, excavar este sitio sirve de referencia para interpretar otros muchos puntos musterienses análogos en el área. Mejor dicho: “ha servido” para poder analizar con pasos más seguros la información de los sitios arqueológicos representados en las colecciones donadas por Inocente López y Jesús María Martínez. Volver a prospectar visualmente tales sitios arqueológicos era necesario para comprobar su estratigrafía y naturaleza general, para detectar algunas piezas más de la selección hecha por los descubridores

y

comprenderlos

mejor

así.

El

compendio

de

información obtenido de estas labores es un grueso volumen que hemos querido publicar para poner a disposición del público general y otros investigadores. Como habremos podido percibir durante los capítulos anteriores y veremos a continuación, son muchos los interrogantes abiertos tras esta primera fase de investigación y muchas las limitaciones que aún tenemos para resolverlos. Pero: si no se hubiese emprendido

esta

primera

fase,

interrogantes.

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ni

siquiera

existirían

dichos

Tenemos que entender el registro arqueológico aquí tratado no como un enjambre de distintos yacimientos. Más bien como un conjunto o varios conjuntos de ellos. Más arriba explicábamos la lógica geológica de los cerros testigo y de los fondos de valle y las terrazas, como consecuencia de ella, lo que tenemos en la mayoría de los yacimientos en ladera no es ni más ni menos que la surgencia de estratos

arqueológicos

fértiles

en

materiales

arqueológicos

pleistocenos. Lo mismo ocurre con las concentraciones de materiales en áreas llanas y que, sepultados en tiempos, vuelven en la actualidad a ubicarse en superficie por la erosión paulatina o las labores agrícolas contemporáneas. La idea de que estamos ante un entorno arqueológico unitario generado en el Pleistoceno Inferior y Medio se subraya por la propia naturaleza del registro arqueológico. Lo más espectacular y emocionante del caso es tomar conciencia que la ingente acumulación lítica en cada uno de los afloramientos de estratos fértiles no es producto de episodios únicos de la actividad humana: Se trata de cientos de miles, tal vez millones, de episodios sucesivos en los que los grupos de cazadoresrecolectores acudieron al área en sus constantes migraciones en busca de los recursos naturales de lo que hoy llamamos Alcarria. Recordemos que el lapso cronológico entre las industrias de Modo 1 y las de Modo 3 abarcan cientos de miles de años e implican incluso a diferentes tipos humanos. Hay que poner en relación los yacimientos analizados con las pistas sobre el Origen de la Humanidad y la Evolución Humana que nos dan otros yacimientos ibéricos. Las piezas más antiguas del área alcarreña han de ser obra de los restos humanos constatados en Atapuerca, concretamente con el Homo antecessor (Carbonell et al., 2008). Tales piezas más antiguas y los bifaces con el Homo

heidelbergensis y los bifaces y el repertorio musteriense con las actividades de neandertales. Es absurdo hablar de piezas, piezas y

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más piezas, de tipos, tipos y más tipos, sin nombrar a sus responsables y utilizar lo poco o mucho que de sus hábitos y capacidades sabemos en otras partes de la Península y del Mundo para intentar comprender el registro. Hacemos, por ello, extensibles a estas conclusiones el bosquejo hecho en la primera parte de este libro. Pero, al mismo tiempo, los yacimientos paleolíticos de la Alcarria u otras áreas de sitios arqueológicos al aire libre son útiles también

para

entender

y

complementar

los

descubrimientos

esqueléticos humanos que se realizan en Atapuerca o en cualquier otra cueva: son, ni más ni menos, lo que los tipos humanos hacían en áreas llanas y en cursos fluviales. Sería la Alcarria en el Pleistoceno un área mucho más llana que la que hoy conocemos, surcada por amplios y potentes cauces de agua, con bosques de galería en sus riberas a los que acudirían importantes concentraciones de animales. Como explicábamos en el capítulo sobre fauna y flora, son estas zonas de cursos de agua puntos de encuentro entre los herbívoros y los predadores (Domínguez-Rodrigo, comunidades

1996:

humanas

18-19

acudirían

y del

Binford, mismo

1988: modo

66).

Las

a

ellos

recurrentemente a obtener agua y alimentos, disfrutando también de la presencia de ingentes cantidades de nódulos de sílex natural al fácil alcance de su mano para fabricar las herramientas con las que explotar los recursos animales y vegetales. Hay que tener muy presente que no sólo habría grandes herbívoros o grupos nutridos de animales gregarios de talla mediana en las riberas de estos ríos como potenciales presas de los grupos humanos, sino también potentísimos depredadores (leones, hienas, leopardos...) que, aunque distintos en cada época, competirían con ellos por los recursos cárnicos y significarían un potencial peligro para

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sus vidas. Éste es el escenario animado en el que se integraban las comunidades humanas del Paleolítico Inferior y Medio en la Alcarria. Por supuesto, no ha de entenderse el anterior bosquejo topográfico general como un escenario unitario a lo largo del tiempo: desde hace un millón de años hasta el Holoceno variaría clima y temperatura (glaciares e interglaciares), especies de plantas y animales. También variarían los tipos humanos y sus hábitos y necesidades (nos referimos, por ejemplo a la dependencia de los neandertales a una dieta casi exclusivamente cárnica constatada en yacimientos de Europa Central por Richards and Schmitz, 2008). Resta por obtener información sobre el ecosistema específico del Pleistoceno Inferior Final y de las distintas etapas del Pleistoceno Medio en la Alcarria Conquense, pero sirva de momento lo dicho en la primera parte para entender las diferencias que hubo de haber entre unos momentos y otros. Independientemente de las modificaciones climáticas a lo largo de los milenios, lo que sí es cierto es que todos los estratos arqueológicamente

fértiles

con

piezas

del

Pleistoceno

Medio

detectados hasta la fecha en La Alcarria Conquense constituyen zonas de antiguos cauces (gravas, arcillas, arenas, yesos…). Por lo menos la mayoría de casos por nosotros estudiados o mencionados en las fichas de cartas arqueológicas presentan esta posición. Estos estratos conforman un horizonte claro e inequívoco que aflora aquí o allá en el área. Hemos de establecer una analogía cronológica y cultural afín que los englobe. El 50% de los sitios arqueológicos con registro paleolítico estudiados están en tierras que han sido labradas. Téngase en cuenta que la acción del arado extrae las piezas sepultadas en la estratigrafía (el arado mecanizado actual llega más profundo que el tradicional, claro) y facilita la identificación de yacimientos en superficie. Pero

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también ha de entenderse que estos elementos se revuelven, se ruedan sus superficies, se fracturan, se descontextualizan y, a lo largo de los años del paso del arado, se dispersan. Existen estudios muy minuciosos sobre alteraciones de labores agrícolas sobre yacimientos del Paleolítico (Díez, 2009). Con esto queremos advertir que, a la hora de valorar qué yacimientos están mejor conservados sobre el mapa de distribución general, ha de considerarse su ubicación o no en campos de cultivo, la existencia en ellos, en caso de haberse labrado el suelo, de perfiles no alcanzados por maquinaria agrícola, etc. El área alcarreña no ha de estudiarse con independencia a otras partes del Centro Peninsular. En la primera parte de este libro hacíamos los ejercicios de analogía necesarios para comprender qué tipos humanos fueron responsables de las piezas basándonos en los restos esqueléticos humanos encontrados en Atapuerca, las cuevas de Guadalajara o la Costa del Mediterráneo. También nos hemos basado en los restos paleontológicos de las vegas de los ríos madrileños para reconstruir el panorama faunístico. Nos remitimos a lo dicho. No olvidar que el modo de vida cazador-recolector, nómada, está basado en las migraciones estacionales en busca de los recursos que cada área ofrece en cada época del año. No podemos estudiar a los grupos responsables del registro arqueológico alcarreño como si éstos no viviesen más que en este contexto. Hemos de asumir que los cazadores-recolectores, ya pertenecieran al tipo antecessor, fueran

heidelbergensis o neandertales, son los mismos grupos que operaban en el área madrileña, en la Mancha, en Guadalajara, en Valencia, etc. Por eso las diferencias en el registro de unas áreas u otras significa que los mismos actores actuaban y vivían de forma distinta en unos sitios y en otros. Así, por ejemplo: en el área de las sierras, en los yacimientos en cueva, se constata la alternante ocupación de las

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cavidades entre seres humanos y animales. Los grupos humanos que en sus migraciones llegan a las áreas montañosas, emplean las cavidades como refugio y área de habitación y actividades varias de forma estacional. Generan así estratos que se desdibujan por la acción de carnívoros que acuden después o se solapan a otras acumulaciones de huesos generadas exclusivamente por carnívoros antes y después de las etapas de ocupación humana. Sólo un análisis tafonómico (marcas) adecuado de los restos faunísticos puede desentrañar la maraña de ocupaciones (Yravedra, 2001, 2004-2005 y 2006). Es la lógica de funcionamiento de las cuevas de Guadalajara (Arribas y Jordá, 1999) o de las valencianas (VV. AA. 2001). En el caso de los yacimientos aquí y ahora estudiados operan otras reglas: la acumulación de restos en riberas de ríos, su arrastre total o parcial por los propios cauces, la llegada de materia prima adecuada, la mezcla de restos de animales cazados y/o aprovechados por el ser humano (en caso de que los hubiera) y lítica con otros restos ya no sólo cazados por otros carnívoros, sino también arrastrados por el cauce de agua, separados de la lítica por el curso de agua, etc. Es lo que vemos en los yacimientos madrileños de contextos de terrazas o fondo de valle, de riberas de antiguos cauces de ríos. Juguemos un poco con la comparación entre los casos estudiados en la Alcarria y los yacimientos de las vegas del SE madrileño, que ya definimos como áreas análogas y dignas de analizar conjuntamente. Los yacimientos del Paleolítico Antiguo de las terrazas de estratigrafía compleja de los valles del Manzanares y el Jarama a fecha de hoy se cuentan por 200, desde el descubrimiento y estudio en el XIX de “San Isidro” hasta la primera década del S. XXI (Panera y otros, 2010). Aunque la mayoría de sitios fueron descubiertos y trabajados con metodología antigua o anticuada, suponen una concentración importantísima de localizaciones que ilustran sobre la

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intensidad de la actividad humana en la zona. Para el caso de los yacimientos del área del Jarama-Manzanares, destacamos los estudios modernos y concienzudos de la “Terraza de Butarque” (Manzanares) y de la “Terraza de Arganda” (Jarama) donde se obtuvieron muchas piezas y un alto contenido de productos de talla, en sílex, cuarcita y cuarzo. Además se ha encontrado fauna (un bóvido, sin marcas de corte y, por tanto, no alterado por el ser humano en “Casa de La Peña”, en la “Terraza Compleja de Arganda”) e instrumentos sin rodar (“Soto Pajares”, también en la “Terraza Compleja de Arganda”) (Panera y otros, 2010.) Pero es el yacimiento de “Valdocarros”, también en esta área de Arganda, el que vamos a comparar con lo que conocemos para el tema que protagoniza este libro: Sobre Valdocarros, destacar que ha aparecido bastante fauna del Pleistoceno Medio, consistente en bóvido, caballo, cérvido y elefante, al margen de varios tipos de microfauna que aquí no vamos a describir. Junto a la fauna: alrededor de 1.500 piezas líticas sobre todo de sílex y en menor medida de cuarcita y cuarzo. Se caracteriza la lítica por destacar la talla de fraçonnage (trabajo sobre cantos), para realizar bifaces, hendedores y cantos trabajados, la gran abundancia de deshechos de talla y lascas sin retocar. Los núcleos son de tipo discoide y levallois, poliédricos, bifaciales… Entre los útiles abundan las raederas y los denticulados. Son colecciones muy similares a las que encontramos en la mayoría de sitios de la Alcarria. Valdocarros, en palabras de sus investigadores (Panera y otros, 2010), es un tipo de yacimiento nuevo no estudiado en la Península Ibérica, con muchísimos restos del Pleistoceno Medio, con lítica y fauna. Se puede estudiar en él mismo comportamiento y Entorno, seres humanos que van a tallar y a aprovechar recursos animales junto a cursos de agua. En “Estragales” también hay muchas piezas musterienses (“Terraza Compleja de Butarque”, Valle del Manzanares), pero las

249

cadenas operativas están incompletas por el desarrollo y formación intrínsecos al sitio (Panera y otros, 2010). En el de “PRERESA” (“Terraza Compleja de Butarque”), también hay fauna como en Valdocarros y 750 piezas líticas (sílex sobre todo), sobre todo lascas sin retocar, también denticulados, raederas y muchísimos deshechos de talla. En este último yacimiento se pueden hacer remontajes y la fauna presenta marcas de corte y percusión que atestiguan actividades

antrópicas.

Tener

en

cuenta

que

“PRERESA”

es

Pleistoceno Superior y “Valdocarros” Pleistoceno Medio, eso sí. “Cerro Negro”, en el contexto del antiguo “Arroyo Abroñigal” (Tapias y otros, 2010), se han documentado caballos, bóvidos, cérvidos y rinoceronte en estratigrafía con piezas musterienses (núcleos levallois y discoides entre otros, muchas lascas, deshechos de talla que atestiguan momentos de toda la cadena operativa desde el aprovisionamiento hasta el uso y descarte de los útiles…) y algunas piezas más antiguas que hablan de momentos anteriores (también hay Paleolítico Superior). Algunas piezas están muy rodadas y otras no tanto. Es, por supuesto, un contexto desde el Pleistoceno Medio al Superior, de un ambiente lacustre o palustre. En la “Terraza Compleja del Manzanares”, en la zona del “Arroyo Butarque” (Villaverde) y concretamente en el nivel 4 de arcillas del yacimiento “Estanque de Tormentas de Butarque” (De los Arcos, Gallego, Gil, González e Yravedra, 2010) se ha encontrado material in situ, además hay huesos de fauna con huellas de consumo humano. Las especies: caballo, uro, ciervo, jabalí, lobo, conejo, liebre, tortuga y erizo (ambiente templado y húmedo). El uro y el ciervo tienen marcas de corte y fracturas de tipo antrópico. La industria es casi exclusivamente de sílex y sólo hay un bifaz de cuarcita. Son posibles remontajes de los productos de talla dado que el yacimiento está en posición primaria, sin desplazamiento. Se concluye que está

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toda la cadena operativa: desde la captación de materia prima, la talla, el retoque, el uso, el desgaste y el abandono del útil. En “Los Ahijones” también se conocen bifaces in situ (Bárez, Rus-Pérez, Pérez-González y Vega de Miguel, 2010). Análogo a “El Cañaveral” por la presencia de bloques de sílex primarios relacionados con talla de lítica, ha sido interpretado el yacimiento de “El Langostillo”, en “Los Berrocales” (Manzano y otros, 2010a). Otros yacimientos de “Los Berrocales” tienen testimonio de toda la cadena operativa (Manzano y otros, 2010a). Otros yacimientos con gran número de restos del Paleolítico Medio, con mayoría de lascas, abundantes deshechos de talla, núcleos discoides y levallois, bifaces, puntas levallois y todo en sílex, son el de “12 de Octubre” (Villaverde) (López y otros, 2010a) y el arqueo-paleontológico de E.D.A.R. Culebro 1. En éste último hay un mamut5, además de restos de caballo y de un ciervo y la Palinología (análisis de pólenes en la estratigrafía) define un entorno de bosques poco densos adscritos a cursos de agua (Manzano y otros, 2010b). “Valdocarros”, “PRERESA”, “Estanque de Tormentas de Butarque” o “Cerro Negro” son casos arqueológicos achelenses y musterienses,

muy útiles para

nuestro estudio.

Se

observan

características afines a los de la Alcarria Conquense en las colecciones líticas y las cadenas operativas (núcleos discoides y levallois, muchísimos deshechos de talla, gran abundancia de lascas sin retocar, bifaces, retoques denticulados en útiles y raederas…), siendo también yacimientos al aire libre adscritos a contextos de cursos fluviales… pero los madrileños con fauna. La fauna de yacimientos alcarreños como “El Mulatón” ha desaparecido. Pero, por tener éste sitio características similares a

5

Sin marcas de corte al final según Yravedra (comunicación personal), que lo ha revisado recientemente.

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“Valdocarros” y “PRERESA”, podemos entender la analogía de que compartan una misma forma actividad humana. En

algunos

yacimientos

madrileños

(“Valdocarros”

y

“PRERESA”) se observa cómo los seres humanos del Paleolítico Inferior y Medio prefieren las materias primas inmediatas (Panera y otros, 2010), aunque no sean éstas de la mejor calidad. En el Jarama hay más cuarcita y en el Manzanares el sílex. “Puente Largo del Jarama”, un yacimiento achelense, hay abundantes piezas en cuarcita y, debido a que abunda esta materia prima en las inmediaciones, los cantos están poco explotados o no se encuentran agotados (López y otros, 2010b). En los yacimientos madrileños de los depósitos cuaternarios del “Arroyo de la Gavia” hay numerosos casos vinculados a aprovisionamiento de sílex (López y otros, 2010c). El sílex es empleado mayoritariamente en la Alcarria y en Madrid, después la cuarcita y el cuarzo (muy puntual en los casos que hemos estudiado, como puede comprobarse en el inventario). Sería interesante comprobar, mediante un análisis petrológico, la existencia del sílex natural presente en la Alcarria en útiles del área madrileña o viceversa, por ejemplo. No hemos tenido oportunidad de acceder a materiales suficientes en el área madrileña en los últimos dos años para hacerlo en el seno de nuestras investigaciones. Sólo hemos detectado y obtenido tres únicos útiles musterienses en el municipio madrileño de Valdilecha, durante una prospección para la ampliación de una cantera (número de expediente del Área de Protección del Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid 0992/09), muy rodados y que no se han podido cortar para observar su naturaleza. Animamos desde aquí a otros investigadores que tengan acceso a piezas en ambas áreas a realizar una comparativa.

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Si hacemos una valoración numérica de los yacimientos y los restos conservados, para terminar, entre un área y otra: En los ríos del S. E. madrileño se conocían multitud de yacimientos arqueológicos con una importante concentración entre ellos y un enorme volumen de restos. Ahora sabemos que las riberas de los ríos de la inmediata Alcarria Conquense presentan también un enorme volumen, similar en yacimientos y restos. Son, reiteramos, los mismos grupos humanos, en distintas épocas, haciendo cosas similares en ambas áreas y con la misma intensidad. No nos corresponde a nosotros, y menos en el punto de partida en el que se encuentra nuestra investigación en la Alcarria, llevar mucho más allá estas reflexiones. Este libro se escribe también para que otros autores dispongan de la información alcarreña para jugar con ella y plantear hipótesis para dilucidar las diferencias de comportamiento en unas áreas y otras. En cualquier caso: las conclusiones de los futuros estudios y campañas dentro de nuestro proyecto tienen que, al igual que hemos empleado nosotros el contexto inmediato para interpretar el registro paleolítico de la Alcarria Conquense y el Norte de la Mancha (Campos del Paraíso), interpretar el contexto general con los datos de la Alcarria Conquense.

***

253

254

7. BALANCE Y PROPUESTAS Este libro significa la consumación de la primera fase de una línea de estudio al respecto del Paleolítico en la zona de la Alcarria. Hacen falta imperiosa campañas futuras tendentes a suplir las carencias de información presentes y expuestas en los capítulos precedentes (fauna para estudios paleontológicos y tafonómicos). Una de las tareas indispensables a realizar en la siguiente fase de investigación es la de seguir explorando los municipios de la Alcarria para encontrar más yacimientos y volver a prospectar algunos de los sitios paleolíticos definidos en las cartas arqueológicas para precisar su estratigrafía y su naturaleza. Completar de forma sistemática el mapa de localizaciones y aumentar su resolución. Aquí hemos puesto de manifiesto algunas de las deficiencias de las cartas arqueológicas, que muchas veces ignoran las concentraciones de lítica en laderas o estratos del llano. Destacar que prospectar otras zonas diferentes a los actuales fondos de valle, por ejemplo las de las laderas de la Sierra de Altomira que es un contexto calizo interesante y con varias cuevas conocidas, ha de completar el dibujo de la actividad humana en la parte S de la Alcarria. Nos remitimos a la primera parte de este libro para volver a señalar que sí conocemos la presencia humana en las cuevas de las sierras calizas inmediatas de Guadalajara, donde además tenemos yacimientos paleontológicos valiosísimos. Encontrar

yacimientos

paleontológicos

pleistocenos

asociados al área de estratigrafía con lítica es crucial para resolver cuestiones básicas sobre cómo y dónde se desarrollaba la vida de las comunidades humanas del Paleolítico Inferior y Medio. Lo óptimo sería encontrar yacimientos con fauna y lítica directamente asociadas y poder analizar tafonómicamente las superficies óseas: las marcas de

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corte, de diente u otro tipo visibles en las superficies de los huesos que nos cuentan, a modo de análisis forense de una escena del crimen, qué ocurrió con los cadáveres animales y cómo los explotaron los seres humanos.

Fig. 151. Diseños de las propuestas de recursos didácticos para centros de interpretación, rutas y exposiciones en las que se ponga en valor la información del proyecto. (Lámina: SDDS.)

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Fig. 152. Carteles de la gira de charlas sobre el proyecto impartidas en verano de 2013.

257

A falta de lo anterior, un análisis de huellas de uso en los filos de la lítica (Semenov, 1964 y 1981 y Martín, 2008) es el único camino a saber más sobre los pormenores de las actividades humanas en el área. ¿Se empleaba tal pieza para cortar carne, hueso o piel, para madera u otras fibras vegetales? Los estudios tafonómicos y traceológicos son, hoy por hoy, indispensables junto a los datos derivados de proyectos de Arqueología Espacial para poder investigar el comportamiento humano en la Prehistoria. Prioridad en nuestros programas para el caso de la Alcarria es conocer las actividades desarrolladas con las piezas de Modo 1. ¿Se empleaban sólo las lascas o los cantos trabajados también eran útiles? También es crucial saber el uso concreto de los bifaces y de todo el utillaje musteriense. ¿Cómo se enmangaban las piezas y para qué se empleaban? Excavar yacimientos apropiados, con piezas poco rodadas y con una unidad estratigráfica clara es el procedimiento óptimo para obtener piezas adecuadas para los análisis de huellas de uso. Siendo “más difíciles de solucionar” las cuestiones de la ausencia de la fauna y de lograr encontrar piezas en estratigrafía sin rodamiento, sí es necesaria y acuciante la fechación precisa de los yacimientos de la Alcarria Conquense no sólo por tipología o por cronología relativa (el estrato superior del cerro testigo de “El Mulatón” ha de ser posterior al nivel que tiene debajo, por ejemplo). Hace falta emplear métodos de datación absoluta tales como la Termoluminiscencia (se puede fechar cuánto tiempo ha estado irradiado a la intemperie el cuarzo, por ejemplo, para obtener fechas de hasta 500.000 años de antigüedad). Tales técnicas se han empleado en muchos sitios arqueo-paleontológicos madrileños (VV. AA. 2010) para datar secuencias de terrazas con enorme efectividad en resultados. Merecería la pena buscar medios y recursos para posibilitar fechaciones de estratos.

258

Sin dar pie a discusión al respecto, de nada sirve investigar el registro arqueológico si los resultados no se publican y presentan en público. No sólo han de emanar de aquí publicaciones científicas, sino que es necesario enseñar los avances a la ciudadanía no especializada, para que aprenda cómo eran las comunidades humanas antes de la aparición del Homo sapiens. En el verano de 2013 hemos desarrollado una gira de charlas por los municipios alcarreños interesados con importante afluencia de público. Los asistentes nos han transmitido en todos los casos su interés al respecto de este tema que, si no se presenta de forma amena, puede resultar muy áspero. Además hemos presentado en prensa, radio y televisión el proyecto y los primeros resultados y ha surgido la oportunidad de crear exposiciones permanentes con reproducciones de lítica y reconstrucciones de fauna y seres humanos, paneles y audiovisuales. Oportunidad que esperamos ilusionados que llegue a materializarse pronto. El futuro del proyecto es la difusión tanto en jornadas científicas como en charlas para todos los públicos, está en la celebración de talleres para adultos y para niños, en el diseño de exposiciones que reclamen a público visitante al área alcarreña, en la financiación de paulatinas campañas de investigación que vayan sumando (o multiplicando) información útil, en la confección de documentales, de artículos, de libros… En hacer de este libro el primer paso de la gestación de un programa de investigación ambicioso, centrado en un área muy útil para conocer al ser humano desde su origen en Europa. Pero también ha de entenderse como la semilla de un recurso económico cultural para el área de la Alcarria y el Norte manchego: el área atrae visitantes por su gastronomía y su entorno paisajístico rural. ¿Por qué no reclamar visitantes gracias a una gestión racional y sostenible de monumentos y yacimientos?

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Por supuesto, tampoco admite discusión el hecho de que el Patrimonio Paleolítico ha de protegerse. La tarea, como hemos explicado en las charlas, resulta difícil por su propia naturaleza (piedras

dispersas

en

superficie

y

estratos

ricos

en

restos

arqueológicos). Controles arqueológicos en obras de explotación tales como las canteras e infraestructuras ayudarán a detectar más sitios arqueológicos de este tipo, a evitar que se dañen sin siquiera estudiarlos y a potenciar el propio ámbito de investigación. El caso de cómo se ha gestionado el expediente de “El Mulatón” es ejemplar. Concienciar a la ciudadanía del valor de este tipo de Patrimonio, enseñar a que ante hallazgos lo mejor es informar a la Administración y que recoger piezas para “coleccionarlas” perjudica a todos es el único camino viable. Como medida de protección, el final de este libro coincide con la redacción de múltiples fichas de inventario o carta arqueológica, para que la Administración tenga conocimiento de la existencia de estos yacimientos y queden advertidos ante la posibilidad de obras o cambios de uso del suelo en el futuro.

***

Releyendo estas páginas para encontrar un cierre acorde con el espíritu de nuestro trabajo, hemos llegado a la conclusión de que es imposible transmitir a los lectores algunas de las sensaciones que a los firmantes nos llevamos tras los muchos meses de trabajo en la Alcarria y con los materiales procedentes de ella. Y es que resulta imposible explicar (por lo menos nosotros no somos capaces mediante nuestra limitada prosa de científicos), por ejemplo, la sensación que se experimenta al cobrar conciencia en el campo de que los millares

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de piezas que ante nosotros aparecen en superficie son obra de las manos de innumerables seres humanos distintos durante cientos de miles de años. También es imposible de explicar con palabras lo pequeño e ignorante que se siente uno estando en lo más alto de la Sierra de Altomira al imaginarse la Alcarria hace quinientos mil años. Fieles y adictos a estas sensaciones, dedicamos las páginas finales de este libro a rubricar la promesa de seguir investigando para acercarnos un poco más a lograr una instantánea fidedigna de cómo era la vida de aquellos hombres y aquellas mujeres que vivieron antes que nosotros una Alcarria muy distinta a la nuestra. Cuenca, 11 de diciembre de 2013.

FIN

261

262

AGRADECIMIENTOS: En primer lugar, y delante de todos y todas, queremos agradecerles su colaboración a Juan Manuel Millán, Concepción Rodríguez y Félix de la Fuente, del Museo Arqueológico de Cuenca (pasado y actual cuerpo de técnicos/directores). Sois culpables en gran medida de que hayamos escrito esto. Gran protagonista es Jesús María Martínez, con quien hemos forjado una estrecha amistad en este año y con el que esperamos poder seguir investigando el Paleolítico de la Alcarria en las futuras campañas de este proyecto. Por supuesto: a José García Pérez, propietario de “El Mulatón”, por apostar por nosotros y posibilitar uno de los estudios fuertes que componen nuestro trabajo en la Alcarria hasta la fecha. También queremos agradecerles su ayuda a Carlos Villar, María Perlines y Patricia Hevia, técnicos de la Junta de Castilla-La Mancha que siempre han visto el interés que este proyecto y otros paralelos pueden tener para la correcta Gestión del Patrimonio Cultural. Gracias a todos los alcaldes, concejales y habitantes de los pueblos implicados. Esperamos no defraudaros y conseguir desarrollar nuestro trabajo hasta convertir vuestro Patrimonio Arqueológico Paleolítico en algo muy visible y tangible. Gracias a José Yravedra y a José Félix Ruiz Requena por asesorarnos y corregirnos. A Manuel Osma, Juan José Fernández y María Contreras, por ayudarnos durante el trabajo de campo, y a José Luis, Dorian y “Grus” (DOJO PRODUCCIONES) por grabar y editar la versión en documental que resume este libro. Y, por último, a Ignacio Ruiz de Lerma, traceólogo al que esperamos poder llevarle muy pronto piezas para que se una a nosotros en futuros episodios de esta emocionante aventura.

263

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279

280

ANEXO: INVENTARIO DE LAS COLECCIONES DONADAS AL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE CUENCA

281

282

Huete, Fuente La Teja (AA13-01) Descripción en etiquetas: En todas pone “Fuente La Teja”, por lo que ha de entenderse como un único yacimiento. AA13-01-1: Conjunto de Núcleos (129 piezas). Sílex, sobre todo de tonos blancos, melados y grisesblancos, pero también puntuales casos de sílex rosado. Se clasifican, por técnicas de reducción y/o tratamiento (características más destacables) en: Núcleos con retoque, bien para producir cornisas o tal vez con retoque funcional (16 piezas). Núcleos de talla centrípeta (31 piezas). o Tendencia discoide (núcleos con poco espesor resultante, 21 piezas). Algunas son lascas levallois evidentes. o Talla centrípeta (con espesor, 10 piezas). Núcleos con estrategias de reducción varias: unidireccional, múltiples direcciones… (21 piezas). Núcleos de estrategia laminar (27 piezas). o Presión muy evidente (6 piezas). o Resto (22 piezas). Lascas de gran tamaño que funcionan como núcleo (15 piezas). Algunas presentan retoque. Se clasifican así por el tamaño y por la presencia de extracciones en ellas tras haber sido extraídas éstas propiamente dichas. Lascas levallois también, algunas con retoque. Núcleos de pequeño tamaño. Agotados y/o con pocas posibilidades de proporcionar productos (19 piezas). AA13-01-2: Conjunto de lascas de sílex. Conjunto de lascas sin retoque o con retoque puntual, sin llegar a ser retoque continuo (61 piezas). Todas de sílex blanco, melado o blanco-gris. Sólo una lasca de sílex rojizo. Conjunto de lascas retocadas y raederas sobre lasca (27 piezas). Simples (cóncavas, convexas o rectas), dobles y convergentes. Todas de sílex blanco, melado o blancogris. Sólo una lasca de sílex rojizo. Conjunto de lascas de = o
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