El País. La respuesta moral ante el cambio climático (2014)

July 4, 2017 | Autor: Antxon Olabe Egaña | Categoría: Climate Change
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Descripción

La respuesta moral ante el cambio climático

La cumbre mundial sobre el clima que ha tenido lugar en New York el 23 de
septiembre a iniciativa del secretario general de las Naciones Unidas, Ban
Ki-moon, y la masiva movilización ciudadana que la ha precedido, han vuelto
a situar al cambio climático en la agenda política internacional. A lo
largo de los próximos meses los principales países emisores, en especial
China y Estados Unidos, han de hacer públicos sus compromisos concretos de
mitigación de emisiones de manera que se vaya pavimentando el camino hacia
un acuerdo global en la cumbre de París en diciembre de 2015.

Ha transcurrido una generación y las alertas científicas (cinco informes
del IPCC) no han sido suficientes para que los responsables políticos de la
comunidad internacional adopten las medidas que permitan reconducir la
situación. El problema de hecho se ha agravado. Entre 1970 y 2000, las
emisiones totales de gases de efecto invernadero se incrementaron a un
ritmo medio anual del 1,3 por cien. Entre 2000 y 2010 lo hicieron al 2,2
por cien. Significativamente, el año 2013 ha conocido el mayor incremento
en la concentración de CO2 de los últimos treinta años. El tiempo para
reconducir la situación es limitado. El sistema del clima no es lineal, es
un sistema complejo con diversos efectos de retroalimentación positiva que
pueden quedar fuera de control si la temperatura sobrepasase el umbral de
seguridad de los dos grados centígrados. Por ejemplo, el efecto albedo de
los hielos del Ártico desaparecerá a medida que se fundan sus hielos. Las
aguas oscuras que los sustituyen absorberán cada vez más calor en lugar de
reflejarlo a la atmósfera.

Sin embargo, si esa información científica no es descodificada apenas
adquiere un significado relevante para la persona de la calle. Y si no se
le otorga significado permanece como mera información que se mezcla con el
ruido de fondo de nuestra sociedad hiper-mediática. Esa carencia en la
construcción del significado se debe, en mi opinión, a que a la reflexión
sobre las graves consecuencias de la crisis climática apenas han acudido,
hasta el momento, filósofos, sociólogos, politólogos, historiadoras,
educadores, antropólogos, pensadoras del mundo de la cultura, teóricos del
derecho, escritores, cineastas, poetas, etcétera. Sin ellos, no es posible
construir socialmente el significado de la crisis del clima de manera que
sea relevante para la mayoría de las personas de nuestra sociedad. Lo
anterior es importante porque veinticinco años de experiencia han
demostrado que los líderes de las naciones no van a adoptar y mantener en
el tiempo las importantes decisiones que se precisan si no se ven
confrontados con una sociedad civil concienciada y movilizada. Y sólo se
logrará una implicación masiva de muchos millones de personas si somos
capaces de explicarla en claves morales de manera que puedan comprenderla
como algo significativo y relevante para los valores que guían sus vidas
personales.

El filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas habla de dimensión moral
cuando una decisión se refiere a la resolución equitativa e imparcial de
las relaciones entre las personas sobre bases o prescripciones de carácter
universal. En el horizonte plural de modelos de vida de las sociedades
modernas la moral racional ha de orientarse hacia las cuestiones normativas
que hacen referencia a la justo y equitativo, es decir a los fundamentos de
la sociedad: los que definen qué derechos y obligaciones se reconocen
mutuamente los miembros de la misma. Los principios establecidos en ese
ámbito son, por definición, universales y se construyen en un diálogo
entre personas libres en un contexto no impositivo. Debido a ello, las
teorías morales contemporáneas de carácter racional se presentan como
teorías de la justicia.

La crisis climática se plantea en términos morales puesto que hay elementos
decisivos de justicia en juego, En primer lugar, si bien las consecuencias
negativas afectan a todas las sociedades, son las comunidades más pobres y
vulnerables de los países en desarrollo las que sufren y sufrirán las
consecuencias más devastadoras. Estados-isla del Pacífico y del Caribe se
verán anegados por la subida del mar, es decir para ellos supone una
amenaza existencial. Entre veinte y treinta millones de personas humildes
que viven en el delta del Ganges-Brahmaputra de Bangladesh habrán de
emigrar si el mar aumenta un metro de nivel; cientos de millones de
personas del África subsahariana padecerán el agravamiento de sequías
devastadoras y una mayor presión sobre sus ya escasos recursos, sometiendo
a muchos países de la región a una intensa presión adicional que apenas
podrán gestionar. En segundo lugar, de mantenerse la tendencia actual de
emisiones hacia mediados de siglo, entre 2046 y 2065, el calentamiento
anual excederá los 2ºC en la mayor parte de la superficie terrestre,
incluyendo un incremento superior a 3ºC en amplias zonas de Norteamérica y
Eurasia (Noah Diffenbaugh y Chris Field, Science, 2013). Un cambio de esa
magnitud implicará una alteración drástica de los parámetros climáticos y
supondrá un desastre sin paliativos para el mundo que recibirán nuestras
hijas y nietos, así como para el resto de formas de vida que comparten con
nosotros la biosfera.

En consecuencia, la crisis climática interpela los fundamentos de justicia
y equidad en que se basan nuestras sociedades democráticas. La respuesta ha
de encontrar sus raíces y fundamentos en el legado de la razón crítica, el
conocimiento científico, el compromiso con la justicia como igualdad
(también entre generaciones), el debate y la participación activa de una
ciudadanía libre que busca retomar desde la Política el destino de su
sociedad. En otras palabras, la respuesta ha de conectar con el programa
emancipador de la modernidad cuya corriente central desde Thomas Hobbes,
John Locke, Jean-Jacques Rousseau, Immanuel Kant, hasta la Idea de la
Justicia de Amartya Sen, pasando por Alexis Tocqueville, la Escuela de
Francfort, la Teoría de la Justicia de John Rawls, o el republicanismo
cívico de Hannah Arendt, ha reivindicado siempre una mirada crítica-moral
sobre la sociedad y sus desafíos cruciales (Giner, Historia del pensamiento
social).

El cambio climático no es un problema científico-técnico. Es un desafío que
afecta a nuestra autocomprensión como comunidad universal por lo que ha de
ser abordada desde una mirada crítica-moral. El mensaje es claro: no
podemos permitir que nuestros hijos y nietas hereden un mundo
climáticamente devastado. Los Gobiernos de las naciones tienen el deber de
preservar el clima de la Tierra ya que como representantes de los intereses
de la sociedad no pueden permanecer impasibles ante su deterioro
irreversible. Ese clamor de las conciencias ha de crecer como un tsunami y
París 2015 ha de marcar el necesario punto de inflexión.

Antxon Olabe
Economista ambiental y ensayista. 26 de septiembre, 2014
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