EL OLOR DE MACONDO

June 15, 2017 | Autor: M. Granados Atlaco | Categoría: ENSAYOS LITERARIOS
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Descripción

El olor de Macondo

No recuerdo exactamente la edad que tenía cuando por primera vez cayó en
mis manos un libro de Gabriel García Márquez, menos cuál de todos ellos.
Sólo sé que el olor de Macondo se me clavó entre los poros abigarrados que
aún subsisten en estas manos blasfemas.

Porque ahí te vi, Gabo, embriagado a la orilla de los ríos interminables y
jactanciosos de la tierra sangrante entre coca y bananas, con el vello del
pecho mirando a todos los vientos y con el recuerdo a cuestas de aquellas
mujeres sudorosas y llenas de hormonas insatisfechas.

Estaba tu sombra rozando los tremedales y el desafortunado oficio de
escribir para periódicos sin memoria; eras el preso dormido en medio de las
aulas invadidas por las voces de falsos profetas de la lengua más hermosa
que Dios pudo imaginar, tu idioma, nuestra palabra, el universo encerrado
en letras desbordadas de una mente anormal y disparada que lo mismo se
enclaustra con una puta sin pensar en las bondades del viagra, que otro día
se mece entre los brazos de la muerte más común, pero no por ello merecida.

Te vi en los diluvios interminables de Macondo, acurrucado en las dotes
escapistas de la bella Remedios o en las enaguas ingentes de la Mamá
Grande, escondido detrás del incendio maligno que hizo de Eréndira una
meretriz sin parsimonia.

Eres una voz dulce y hechicera que se mete poco a poco en las entrañas de
las palabras esculpidas entre cieno y metralla, tienes veneno en las manos,
te apoderas de mundos enteros y sólo nos compartes el principio de tus
edenes taciturnos.

No eres como el poeta y sin embargo también te das la licencia de mentir;
cada vez te pareces más a los viejos pescadores que se curten en altamar y
desollan sus almas sobre los cuerpos incorruptos de las sirenas que se han
ahogado en su canto.

Gabo, nuestro Gabo, el de la piel de verano mexicano, con los brazos aún
teñidos de hoz y martillo. Me cuesta trabajo enterarme de que tienes edad.
Antes de que estuviera en boca del mundo, no sabía que "Cien años de
soledad" es un libro. Pensé que habías reinventado el Génesis.

Tú y los medios me rompieron parte del alma, la parte que no huele a
Macondo.
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