EL OBISPADO DE CADIZ EN LA EPOCA CONTEMPORANEA (2002).

July 24, 2017 | Autor: A. Morgado García | Categoría: Contemporary History, Church History, Historia de Cádiz, Contemporary Church History
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Descripción

Publicado en “Cuarta parte. La Iglesia de Cádiz y Ceuta. Capítulo XIV. El obispado de Cádiz en la época contemporánea”, SÁNCHEZ HERRERO, José (coord..), Historia de las diócesis españolas. 10. Iglesias de Sevilla, Huelva, Jerez y Cádiz-Ceuta, Madrid-Córdoba, Biblioteca de Autores Cristianos y Servicio de Publicaciones de Cajasur, 2002, pp. 693-723, ISBN 84-7914-621-4.

5. LA EPOCA CONTEMPORANEA (SIGLOS XIX-XX). Por Arturo Morgado García

FUENTES.

Los Archivos Diocesano y Catedralicio de Cádiz siguen constituyendo, obviamente, la principal fuente de información. Es fundamental la consulta del Boletín Oficial del Obispado de Cádiz y Ceuta (BOOCC), publicado a partir de 1854. Numerosas referencias contemporáneas en la obra de José María León y Domínguez Recuerdos Gaditanos (Cádiz 1897).

BIBLIOGRAFIA.

Crisis del Antiguo Régimen. MORGADO GARCIA, Arturo, La Iglesia gaditana ante la crisis del Antiguo Régimen (18001833), "Hispania Sacra" (97 1996). SOLIS, Ramón, El Cádiz de las Cortes (Madrid 1958).

Obispos del siglo XIX. CHAMIZO DE LA RUBIA, José, Fray Félix María de Arriete y Llano (1864-1879) "Hispania Sacra" (97 1996). ESPIGADO TOCINO, Gloria, La Primera República en Cádiz (Jerez de la Frontera 1993). CUENCA TORIBIO, José Manuel, La visita ad limina de Catalá y Albosa "Estudios sobre el catolicismo español contemporáneo" (Córdoba 1990). SANCHEZ GIJON, María Josefa, Aspectos sociales del gobierno de la diócesis de Cádiz por Vicente Calvo y Valero (1884-1899) (Cádiz 1987).

Segunda República, Guerra civil y postguerra. BENVENUTY MORALES, Juan, Educación y política educativa en Cádiz durante la Segunda República (Cádiz 1987). MORGADO GARCIA, Arturo, et al., El papel de la Iglesia de retaguardia como soporte ideológico del bando "nacional" en la Guerra Civil Española. El caso gaditano "Actas del IV

Congreso sobre el Andalucismo Histórico" (Sevilla 1990). MORGADO GARCIA, Arturo, y PEREZ SERRANO, Julio, Guerra civil, guerra mundial y postguerra en el discurso ideológico oficial de la Iglesia gaditana (1936-1945) "Anales de la Universidad de Cádiz" (11 1996).

5.1. LA CRISIS DEL ANTIGUO REGIMEN.1.

Los primeros años del siglo XIX, que coinciden con el episcopado de Francisco Javier de Utrera (1801-1808) fueron bastante críticos para la Iglesia gaditana. Sus crecientes dificultades económicas, como consecuencia del proceso desamortizador iniciado con Godoy, y la cada vez más difícil percepción del producto decimal; las apuestas políticas realizadas durante este período, y su incidencia, parece ser cada vez más reducida, sobre la vida cotidiana de la feligresía; conformarán un panorama que poco tiene que ver con la halagüeña situación vivida aún en tiempos de Carlos III, cuando sus bases económicas eran sólidas, su alianza con el Trono, indiscutida, y su influencia ideológica, considerable.

El clero gaditano del primer tercio del siglo XIX tenía buenos motivos para añorar la época inmediatamente anterior, puesto que ya nunca volverá a encontrar la plenitud numérica del pasado. Los datos son bastante ilustrativos en este sentido: en la urbe gaditana, que contaba en 1786 con 1142 clérigos, solamente habrá 838 en 1801 y 375 en 1830, aunque los datos de este último padrón estén incompletos por cuanto omite alguna de las comunidades religiosas existentes en este período. Sin negar la incidencia de factores meramente vegetativos (las sucesivas epidemias de fiebre amarilla, las consecuencias de la Guerra de la Independencia), todo ello se origina por el declive, cada vez más acentuado, de las ordenaciones sacerdotales: si en los años noventa del siglo XVIII un total de 279 individuos recibieron el presbiteriado en la diócesis gaditana, este número ascenderá a tan sólo 111 en la década de 1800, 250 en la de 1810 (incremento artificial que ha de explicarse por la afluencia de numerosos clérigos foráneos durante el asedio francés de la ciudad), 162 en la de 1820, y tan sólo 71 entre 1830 y 1834. Ello se debe en buena medida al fin de las fundaciones de nuevas capellanías (y la desamortización de muchas de ellas a partir de 1799), que hasta el momento habían constituido el soporte de la congrua de todos aquéllos que optaban por ingresar en el clero secular. Tal como reconocía el obispo Fray Domingo de Silos Moreno en 1830, "el ramo de capellanías es casi nulo por no

pagarse los réditos de los capitales vendidos y no resta para proveer a la Iglesia de los ministros necesarios otro medio que el de la erección de patrimonios tan poco conforme al espíritu de aquéllas sino en caso de necesidad". Y no había otras alternativas, dado el escaso aparato parroquial y beneficial de la diócesis, incapaz por ello de asegurar la subsistencia de un clero numeroso. Los religiosos, por su parte, se verán fuertemente afectados por las secularizaciones: según un informe remitido por el obispo en 1823, desde el 30 de septiembre de 1820 habían pasado al clero secular 151 monjes, habiendo sido suprimidas por no reunir el número mínimo de frailes establecido en 1821 once comunidades religiosas. La situación empeoraría en muchos casos con el tiempo, a juzgar por el hecho de que en 1835 17 conventos de la diócesis contaban con menos de doce religiosos.

Si precaria era la situación humana de la Iglesia gaditana, no lo será menos la económica. Los 8.697.000 reales a los que ascendieron las rentas beneficiales de los eclesiásticos gadicenses en 1799 constituirán, sin duda alguna, un máximum que ya nunca volvería a ser alcanzado: en 1800-1808 la media anual es tan sólo de 8.374.000 reales, y aún no se habían iniciado las grandes dificultades. La primera de ellas: la crisis del diezmo, que afectará, obviamente, a los perceptores del mismo, fundamentalmente el obispo, el capítulo catedralicio y los beneficios simples y las fábricas parroquiales de la diócesis, para todos los cuales el producto decimal era, sencillamente, básico para su economía. Las lamentaciones, por supuesto, no se hicieron esperar. En 1819 se exponía en el cabildo catedralicio cómo "obligados los pueblos por las tropas francesas a pagar los diezmos adoptaron los labradores varios efugios para eximirse de pagar...mas libres ya no saben los labradores distinguir lo que dicta un gobierno de otro". Al año siguiente se recibía una queja de los beneficiados de Alcalá, que mostraban cómo "en los labradores de aquel término entusiasmados con la idea de una mal entendida libertad se observaba harta aversión a pagar los diezmos de sus cosechas". La situación llegaría a ser tan grave que en 1827 el obispo Fray Domingo de Silos Moreno se vería obligado a publicar una pastoral en la que afirmaba la ilicitud de no pagar el diezmo.

Un segundo elemento de crisis vendrá dado por la pérdida del patrimonio eclesiástico como consecuencia de las desamortizaciones iniciadas en 1799. Entre 1801 y 1808 fueron vendidas en la urbe gaditana 204 fincas y 42 censos, por un monto económico de 46,2 y 1,3 millones de reales respectivamente, pertenecientes en su inmensa mayoría a obras pías. Durante el Trienio Liberal la Desamortización afectó en toda la provincia a 365 fincas, en sus dos terceras

partes urbanas, que fueron tasadas en 19 millones de reales y vendidas en 52,4.

Un tercer elemento, finalmente, radicará en la crisis de la piedad barroca, con el subsiguiente descenso de encargos de misas, sufragios y funerales, lo que afectará de modo importante a los párrocos, para las cuales estas obvenciones eran básicas para su subsistencia. Ya en 1803 los curas dirigían un memorial al cabildo municipal gaditano en el que exponían sus acuciantes problemas financieros, y la situación llegó a tal gravedad, que el número de curas existente en la ciudad fue reducido de siete a seis ante la imposibilidad de ser mantenidos dignamente. Pero las dificultades, empero, persistieron. En 1826 el cabildo municipal recibía una carta de los curas en la que éstos demostraban nuevamente la cortedad de sus dotaciones, y una Real Orden promulgada en 1828 pretendería solucionar el problema aplicando a los párrocos la mitad del arbitrio de 4 maravedís en cuartillo de vino impuesto para las obras de la casa capitular y de la cárcel. No fueron los curas de la urbe gaditana los únicos en lamentarse durante estos difíciles tiempos, puesto que el malestar ante la crítica situación económica era bastante generalizado entre los clérigos de la diócesis, siendo el problema de fondo muy justamente captado por los capellanes de Medina Sidonia, que en 1827 exponían al prelado cómo "en el día están mucho más caros los víveres y ropa son más crecidos los costos en aquella epoca el subsidio tocaba a un medio por ciento y en el día a un cinco o seis entonces existía un gran número de instituciones de esta clase mas en el día a causa de las ventas hechas por orden real ha quedado reducido a la tercera o cuarta parte en aquel tiempo las capellanías y memorias estaban dotadas con multitud de fincas urbanas y tributos y actualmente aquéllas estan arruinadas las más y éstos casi incobrables por su antiguedad".

A pesar de este apocalíptico panorama, la vida espiritual en la diócesis pudo mantenerse, aunque también con problemas. La situación de los lugares de culto, por ejemplo, que en los medios rurales nunca había sido muy halagueña, se vería gravemente perjudicada por los daños provocados por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. Un informe de 18201821 mostraba al respecto cómo en San Roque la ropa blanca y de color de la parroquia estaba en una situación deplorable, y las ermitas de San Felipe, la Caridad, Puente Mayorga, Campamento y Línea de Gibraltar carecían de adorno alguno, en tanto la capilla de San Roque había sido saqueada por las tropas francesas. La parroquia de Paterna vivía en la mayor indigencia de ornamentos y misales. En Los Barrios la fábrica era tan pobre que ni siquiera podía comprar cera. En Algeciras la situación económica de aquélla era continuamente deficitaria. En Jimena, por

último, faltaban en las parroquias vasos sagrados, ornamentos y alhajas. Y el raquítico marco parroquial de la diócesis (según la relación ad limina de 1824 había en todo el obispado 20 parroquias, tres iglesias auxiliares y diez parroquias castrenses) provocaba que, en muchos casos, la infraestructura cultual fuese insuficiente para atender las necesidades espirituales de la feligresía. El vicario de Paterna informaba en 1816 cómo "dos misas no más se dicen los días festivos en todo este distrito la una en la capilla susodicha (la Ina) y la otra en el valle (San José del Valle) quedando desiertos de este auxilio todos los demás punto en donde ya por la reunión de cortijos y ya por otras circunstancias hay concurrencia de gentes que careciendo de este auxilio las muchas distancias no les proporcionan facilidad de asistir a los puntos sobredichos...los oratorios que estaban en otro tiempo piadosamentre erigidos a expensas de los dueños de los cortijos quienes se encargaban de llevar sacerdotes que en los días festivos facilitasen a los trabajadores el cumplimiento de este precepto también han cesado".

Las cofradías, más de 170 en 1824, siguieron gozando de buena salud durante esta época, conservando muchas de ellas su patrimonio económico y renovando otras sus constituciones y estatutos. Continuaron las procesiones de Semana Santa, aunque a veces comience a vislumbrarse la política anticlerical de los liberales, como el 23 de marzo de 1814, cuando el ayuntamiento gaditano las prohibía "por regla de buen gobierno". A finales de este período muchas hermandades atravesaron una profunda crisis, hasta el punto de que cuando en 1840 se reanudaban las procesiones de Semana Santa, se trataba de una práctica interrumpida desde hacía unos diez años en la urbe gaditana2.

La siempre precaria situación de la beneficencia se vio agravada por las desamortizaciones de este período y por los intentos por parte de los liberales de adscribir al Estado o al Municipio lo que hasta el momento había sido prácticamente un monopolio de la Iglesia. Un claro ejemplo al respecto viene dado por el gaditano Hospital de san Juan de Dios, del que en 1822 se hiciera cargo la Junta local de Beneficencia, aunque al año siguiente pasara de nuevo al control de los hermanos. Una noticia de los establecimientos benéficos existentes en la ciudad en 1834 nos indica que seguirían perviviendo la casa de expósitos y el Hospital de Mujeres del Carmen, aunque con una situación económica nada halagueña. En los núcleos rurales se mantuvieron las distintas casas de expósitos (de cuya precaria situación nos ilustra un informe de 1827), así como, en Alcalá de los Gazules, el Beaterio fundado a finales del siglo XVIII (que comprendía además un colegio de educandas) y un hospital de hombres; en Conil dos hospicios

que alimentaban a un total de 51 viudas; en San Fernando el hospital de San José de ambos sexos, y la Casa de Misericordia para niñas huérfanas; y en San Roque el hospital de la Caridad (aunque todas sus posesiones habían sido vendidas).

Pero estas leves pinceladas impresionistas no pueden hacernos olvidar que la piedad tradicional parece estar atravesando una grave crisis durante este período, siendo de destacar las continuas lamentaciones de la jerarquía eclesiástica acerca de las lacras morales de la feligresía, algunas, ciertamente, de añejo contenido, pero otras, por el contrario, reflejando la aparición de nuevos problemas relacionados con la implantación y el desarrollo de las ideas liberales: si el prelado Francisco Javier Cienfuegos en la relación ad limina de 1824 se vio obligado a reconocer los "infinita librorum improborum per manus fere omnium circumlata fuerint, quodam in populo christiano disciplina et morum disolutio observatur", un edicto promulgado por Domingo de Silos Moreno el 15 de octubre de 1825 mencionaba cómo "son por desgracia bien públicos y notorios los perjuicios y daños que ha experimentado nuestra amada patria, la religión santa que profesa, sus dogmas sagrados, su divina moral, y la disciplina de la Iglesia por la mal entendida libertad de imprimir, discurrir y hablar a la cual dio motivo la ominosa revolución empezada el año de 1820...rotos por ésta los diques que oponía a la impiedad la barrera de la Inquisición se inundaron al momento las ciudades villas y lugares y hasta las más retiradas aldeas de libros, folletos y papeles impíos y blasfemos unos, subversivos de toda autoridad y religión otros, corruptores de la sana moral y obscenos muchos, denigrativos de los ministros del santuario aquéllos y todos o casi todos llenos de hiel contra el trono y el altar".

Aunque ya durante la Guerra contra la Convención comenzaron a detectarse en el seno del clero gaditano diversos síntomas muy reveladores del rechazo suscitado por las nuevas ideas ilustradas y revolucionarias, ello llegará a su paroxismo durante la Guerra de la Independencia, en la cual el estamento eclesiástico gadicense se comprometió al límite de sus posibilidades en la defensa de la Religión y de la Patria, tanto a nivel económico, como mediante la busca del favor divino por medio de periódicas rogativas encaminadas a la obtención del auxilio para la justa causa de las armas españolas, como prestando el necesario bagaje ideológico a la lucha por medio de las consabidas referencias al Altar, el Trono, y los desmanes cometidos por los franceses, a la vez que se mantenía una amistosa relación con las Cortes, llegando a jurar el cabildo catedralicio la constitución el 6 de junio de 1812.

Pero todo cambiaría ante la exigencia de leer en las iglesias de la ciudad el decreto por el cual las Cortes resolvían la abolición del tribunal de la Inquisición. En principio, el cabildo evitó un enfrentamiento directo, de tal modo que el 4 de marzo de 1813 se acordaba "obedecer y no cumplir" el mandato constitucional, aunque alguno de sus miembros, como el lectoral Antonio Manuel Trianes y el magistral Antonio Cabrera, firmes partidarios de la abolición del Tribunal, se negaran a firmar la representación dirigida por el cuerpo capitular a las Cortes sobre esta cuestión. Todo ello acabaría provocando la detención de los prebendados más comprometidos con esta resistencia, el arcediano de Medina Pedro Juan Servera, los prebendados Matías de Elejaburu y Manuel de Cos y el vicario capitular Mariano Martín Esperanza, al que el cabildo de canónigos in sacris del 10 de julio de 1813 pretendiera sustituir por el canónigo Francisco de la Plaza (lo que de paso provocó un acre pleito contra esta medida que llegaría al tribunal metropolitano de Sevilla e incluso al Tribunal de la Rota, que resolvería en 1816 declarar como nula la elección de Plaza). Los prebendados enjuiciados, una vez restablecido Fernando VII en el trono, viajaron a Madrid en 1814 para entrevistarse con el monarca, visita reflejada en el Discurso de los señores comisionados del Ilmo. cabildo de la SIC de esta ciudad de Cadiz pronunciado en presencia de Don Fernando VII publicado en Cádiz en 1814, donde exponían cómo "nosotros imperturbables en nuestros principios de religión y firmes en el propósito de llenar nuestros deberes supimos rechazar con vigor los primeros sus ataques y sostener con dignidad los sagrados derechos del santuario cuando intentaron profanarlo con la lectura de un decreto inicuo y de un manifiesto lleno de falsedades", publicando bajo sus auspicios, asimismo, la Memoria interesante para la historia de las persecuciones de la Iglesia católica y sus ministros en España en los ultimos tiempos de cautividad del señor Don Fernando VII el Deseado (Madrid, 1815), donde se encuentra una detallada narración de todos estos enfrentamientos y una defensa del tribunal de la Inquisición, que "impedía el libre ejercicio a los propagandistas de la impiedad".

No obstante, la actitud hostil no fue ni mucho menos unánime en el seno del clero gaditano. El prepósito de la congregación de San Felipe Neri, Joaquín Alvarez, llegaría a escribir una felicitación a las Cortes en agosto de 1813, ya que en ellas "se discutió y sancionó la constitución de la monarquía, esta obra admirable de la sabiduría y beneficencia". El cura de Algeciras, Vicente Terrero, en su Sermón sobre la constitución política de la monarquía española (Algeciras, 1814) aludirá a ese "volumen reducido pero a la verdad copioso de leyes saludables que exacta y religiosamente custodiadas afianzarán la gloria de la nación". Y ya hace muchos

años que se conoce la actitud favorable a las ideas liberales del magistral Antonio Cabrera o del lectoral Antonio Manuel Trianes.

Constituirán, empero, una minoría. Durante el Sexenio Absolutista, coincidiendo con la prelatura de Juan Acisclo de Vera y Delgado (1815-1818) y Francisco Javier Cienfuegos y Jovellanos (1819-1824), con posterioridad arzobispo de Sevilla, la inmensa mayoría del clero gaditano tomará partido por la renovada alianza entre el Altar y el Trono, y se tomarán las pertinentes medidas contra aquellos eclesiásticos más díscolos desde el punto de vista ideológico: uno de ellos, el cura Manuel Galiano, fue depuesto en 1814 de su destino en la catedral, aunque sería restablecido tres años más tarde, llegando en el Trienio a ser elegido capellán de la milicia local. Al mismo tiempo, la jerarquía condenará sin reservas cualquier conato subversivo: el 13 de septiembre de 1819, ante el requerimiento de los comisionados de la corona para la investigación de los sucesos acaecidos en el Palmar del Puerto de Santa María, el cabildo catedralicio responderá no tener "datos de ninguna clase para ilustrar en materia tan ardua, pues el alto clero siempre es sospechoso a los ojos de los facciosos para empresa de este orden y harto conocido es su interés por la conservación de la monarquía que los individuos de este cabildo fuesen sorprendidos en la incidencia del dia ocho"; el 4 de enero de 1820, ya iniciada la sublevación de Riego, los prebendados se ofrecieron al Gobernador de la ciudad para todo "cuanto conduzca al bien de la tranquilidad pública y conservación de la fidelidad al rey", cinco días más tarde el prelado Francisco Javier Cienfuegos publicará su famoso edicto "Contra los lobos rapaces..." en el que expone cómo "la religión no ha autorizado ni autorizará jamás las rebeliones aun cuando pudiera haber motivos a primera vista fundados de queja por el contrario ella nos enseña que debemos obedecer a los príncipes aunque sean díscolos...la religión y nuestro propio interés os estimulan amados hijos míos a perserverar constantemente adheridos al trono de nuestro legítimo soberano tan digno de nuestro amor y respeto como injustamente peerseguido por los facciosos que no merecen el nombre de cristianos ni de españoles".

Una vez implantado nuevamente el régimen liberal, se impuso una actitud más posibilista. El propio cabildo catedralicio juró la constitución el 21 de marzo de 1820, y Francisco Javier Cienfuegos promulgaría un nuevo edicto el 19 de mayo de 1821 en el que exhortaría a los fieles "a la puntual observancia de la constitución política de la monarquía española que todos hemos jurado". Algunos eclesiásticos, nuevamente, se caracterizarían por una actitud sinceramente liberal: el cura Antonio Romero en el Sermón predicado en la solemne fiesta del juramento de la

constitución de la monarquía española (Cádiz, 1820) afirmará cómo "el gran Dios de las misericordias que vela sobre los hombres y más admirablemente sobre los españoles, suscitó tantos hombres sabios, hombres prudentes, hombres amantes de su religión, de su rey, de la patria, que unidos formaron este precioso libro de la constitución política de la monarquía española", el lectoral Antonio Manuel Trianes en su Discurso exhortatorio (Cádiz, 1821), expondrá cómo "somos libres y dichosos por el benéfico influjo de un código de leyes sabias que será eterno monumento de los progresos del conocimiento humano y de la civilización de las naciones".

De todas formas, el entendimiento duró poco, y casi inmediatamente comienzan a observarse en el seno de la Iglesia gaditana posturas hostiles hacia el nuevo régimen. El cabildo municipal del 1 de diciembre de 1820 exponía cómo en la noche anterior hubo una reunión del pueblo solicitando la separación de varias personas de la ciudad, entre ellas el prelado Francisco Javier Cienfuegos, acordándose tomar medidas vigorosas contra todos los eclesiásticos que indujeran al pueblo a creer "que se pierde la religión bajo el sistema constitucional o directa o indirectamente desacreditan las nuevas instituciones", y que se le hiciera entender al obispo la inconveniencia de su regreso a la ciudad cuando concluyera su visita pastoral. El 28 de abril de 1821 se daba la noticia de un sermón publicado en la catedral el día 25 por un descalzo apellidado Carambano en que se hablaba mal de la constitución, el 30 de abril de 1821 se solicitaba por parte del pueblo el arresto del obispo, el chantre Juan Nepomuceno, y los canónigos Matías de Elejaburu, Manuel de Cos y Bonifacio Casteli...la entente entre la Iglesia gaditana y el Nuevo Régimen no podía durar. Las secularizaciones de los religiosos, las nuevas desamortizaciones y los ataques a la religión explican esta postura visceralmente combativa, a lo que se unirá la obligada ausencia del obispo Francisco Javier Cienfuegos durante casi todo el transcurso del Trienio.

Triunfante de nuevo el absolutismo recalcitrante, la reacción ideológica no tardaría en llegar, con el corolario consiguiente de persecuciones políticas contra todos aquellos eclesiásticos comprometidos con el régimen anterior. El obispo Francisco Javier Cienfuegos ordenaría un expediente general del clero, y en Medina Sidonia hubo una serie de inculpados por ser miembros de sociedades patrióticas o de juntas secretas, alterar el orden público, perseguir a realistas o no asistir a los actos conmemorativos de la Restauración de Fernando VII. Del cura de San Roque Manuel Villalba se confeccionó un grueso expediente en el que se indicaba cómo "protegió la

asonada que hizo a la fuerza que se jurase la constitución...instaló la secta reprobada de comuneros rigió las asonadas nocturnas persiguió a los que se manifestaron fieles y adictos al legítimo gobierno fue permanentemente en los cafés con los de su facción pasó el tiempo en desórdenes escandalosos que produjeron funestos resultados y estuvo refugiado en la plaza de Gibraltar cuando supo se acercaban las tropas aliadas y realistas a aquel campo en el año de 1823", siendo depuesto de su curato por el obispo. El lectoral Antonio Manuel Trianes fue denunciado en 1826 por el gobernador Aymerich por ir "siempre acompañado de personas de muy mala nota por sus opiniones y adhesión al abolido sistema constitucional". El presbítero de Jimena Francisco González fue acusado en 1824 de "concurrir a los atentados criminales que los revolucionarios prepararon proclamando la constitución con vivas y muera el rey, vivan los ingleses y mueran los franceses, viva la igualdad y viva la libertad con otras muchas expresiones subversivas".

El benedictino Fray Domingo de Silos Moreno, obispo desde 1825, será el último prelado que ocupará la sede gaditana durante estos turbulentos años, prolongándose su episcopado hasta 1853, siendo su mayor empresa la culminación de la nueva catedral, concluida en 1838, y que sigue siendo en el día la seo del obispado gadicense. No tan fogoso como su predecesor Francisco Javier Cienfuegos, hubo, empero, de tomar partido en alguna ocasión por el gobierno fernandino, como refleja su pastoral El obispo de Cádiz a sus diocesanos con motivo del asesinato cometido en la persona del señor Gobernador de esta plaza (Cádiz, 1831), promulgada tras el asesinato del gobernador Aymerich, en la que exhorta a los fieles a no dejarse llevar "de las falaces promesas de libertad, independencia e igualdad, con que intentan seduciros los que quieren dominar a todos y no sujetarse a nadie. Esas mismas promesas hizo el Príncipe de las tinieblas a nuestros primeros padres...eso de ser iguales, independientes y libres en el sentido que lo explican los libritos del día, y que tanto cacarean los que se titulan amigos de los hombres, es una quimera".

5.2. LA EPOCA ISABELINA Y EL SEXENIO DEMOCRATICO.

La Desamortización de Mendizábal marca, como en el resto del país, el fin de la Iglesia gaditana del Antiguo Régimen, provocando no sólo la enajenación del patrimonio económico del clero, sino la ruina y el deterioro de buena parte de los edificios religiosos, especialmente los conventuales, cuya suerte sería muy diversa, destinándose, según los casos, a usos gubernativos o

militares, a viviendas particulares, o, simplemente, derruidos3. La Iglesia gaditana pasaría a depender de unas cortas aportaciones económicas proporcionadas desde 1841 por el Estado por medio de la Contribución de culto y clero: hacia mediados de siglo, el obispo gaditano percibía unas rentas de 90.000 reales, las 6 dignidades y canónigos un total de 80.000, las dos raciones enteras 14.000 y las 5 medias raciones 30.0000, amén de unos ingresos de 138.700 reales específicamente destinados al culto de la catedral. Por aquel entonces los sueldos de los dos curatos de entrada existentes en el obispado eran de 3300 reales, los ocho de primer ascenso 4500, los nueve de segundo 5500 y los seis de término (todos ellos situados en la urbe gaditana) 7.000, lo que revela las grandes diferencias económicas existentes entre el clero rural y el urbano4. En 1854 el presupuesto de culto y clero ascendía en la diócesis a 1.353.019 reales, cifra muy lejana de los más de ocho millones de reales a los que ascendían a fines del XVIII tan sólo las rentas beneficiales de la Iglesia gaditana5. A la ruina económica se sumarán las numerosas trabas impuestas por el régimen liberal, de las que no escaparía el prelado gaditano Domingo de Silos Moreno, que declaró en cierta ocasión que, a pesar de haber reclamado muchas veces contra los atropellos del poder civil, había encontrado siempre dificultades para el ejercicio de su ministerio pastoral. En 1839 nuestro obispo, en unión de otros 24 prelados españoles que tuvieron que ausentarse de sus respectivas diócesis o vieron limitadas sus actividades por disposición gubernativa, presentaba al pontífice Gregorio XVI un cuadro desolador de la Iglesia española6.

La situación de la Iglesia gaditana se normalizaría en cierta medida durante la prelatura de Juan José Arbolí (1853-1863), que se beneficiaría de la nueva situación existente en la Iglesia española tras la implantación del concordato de 1851. Nacido en Cádiz en 1795, y estudiante en el seminario gaditano, en 1829 se convertía en canónigo doctoral de la seo gadicense, y tras unos cuantos años de profesor en el colegio de San Felipe Neri de dicha ciudad, fue nombrado en 1851 obispo de Guadix, siendo trasladado pocos años después a nuestra diócesis7. De la acción por él realizada son muy ilustrativas las palabras emitidas por el nuncio con motivo de su muerte: "el seminario y el clero bajo su mandato se mantuvieron en una óptima y ejemplar disciplina, el protestantismo, que tiene su roca en Gibraltar cerca de la diócesis de Cádiz, debió desistir en ella de cualquier tentativa de propaganda porque fue combatido por él con energía, las obras de caridad cobraron fuerza bajo su mandato y por sus gestiones, las señoras más distinguidas de Cádiz se reunieron en la Asociación de Nuestra Señora Inmaculada, asociación que es la providencia de los pobres de aquella ciudad y que se ha extendido a otros lugares de la diócesis"8.

Fundador en 1855 del Boletín Oficial del Obispado de Cádiz, en más de una ocasión utilizaría sus páginas como una plataforma privilegiada para criticar la acción gubernamental, especialmente finalizado el bienio progresista: repulsa por el silencio acerca del catolicismo como religión de Estado existente en el proyecto de constitución de 1855 (silencio "peligroso en un siglo de indiferencia religiosa")(BOCC, 29-3-1857), petición para que se retirara el proyecto de ley de desamortización del mismo año (BOOCC, 5-4-1857), o solicitud de revocación de la Real Orden del 31 de julio de 1855 que suprimía los conventos con menos de doce monjas profesas (BOOCC, 3-6-1860).

Durante la época isabelina, el clero gaditano ya no gozará de la plétora numérica del pasado. En 1844 la diócesis contaba con 23 parroquias (una en cada localidad, exceptuando Cádiz con cinco, y Chiclana, Medina y Jimena con dos), seis parroquias castrenses (Cádiz, Chiclana, Puerto Real, San Fernando, San Roque y Tarifa), nueve parroquias anejas (una en Alcalá de los Gazules, Paterna y Puerto Real, cuatro en San Fernando), 74 santuarios y ermitas, 27 párrocos, 37 tenientes, 431 beneficiados y capellanes y 241 dependientes9. La desaparición de las órdenes religiosas puso de relieve la insuficiencia de un aparato parroquial (24 párrocos en 1859, 30 en 1864, 30 en 1867, si bien habría que sumarles tenientes y coadjutores, cuyo número ascendía en cada uno de los citados años a 47, 31 y 30) incapaz de atender las necesidades espirituales de la feligresía (901 almas por sacerdote en 1859, 7493 por parroquia). El total del clero secular, contando los clérigos adscritos a parroquias, ascendía a 99 en 1859, 211 en 1864 y 180 en 1867, y, añadiendo los religiosos exclaustrados, el estamento eclesiástico masculino sumaba un total de 208, 262 y 246 individuos respectivamente10. Los conventos de religiosas, por su parte, reunían 136 monjas en 1852 y 138 en 1857, distribuidas en las comunidades de concepcionistas franciscanas descalzas, concepcionistas de Santa María, y agustinas de Nuestra Señora de la Candelaria en la urbe gaditana, agustinas recoletas de Jesús Nazareno en Chiclana, agustinas recoletas de Jesús, María y José y agustinas de San Cristóbal en Medina Sidonia, clarisas en Alcalá y religiosas de la Enseñanza en San Fernando11.

El seminario gaditano experimentó una cierta renovación tras la fundación por parte de Arbolí de cátedras de Hebreo, Griego, Francés, Matemáticas, Historia y Geografía, Retórica y Poética12. Contaba a mediados de siglo con una biblioteca eclesiástica de 3400 volúmenes, aunque fue privado de la colección que Escalzo y Miguel le regaló de cortes y concilios nacionales en 22 tomos, que fueron pedidos en préstamo por las Cortes de Cádiz y nunca fueron

devueltos13. Durante este período el seminario acabaría convirtiéndose en el único centro de formación sacerdotal, y esta fuerte clericalización de la enseñanza suscitó muchas críticas, respondiendo a ellas en cierta ocasión el prelado Arbolí indicando que no era necesario enviar a sus clérigos a las universidades, ya que en el seminario se les educaba "como conviene a las ciencias del siglo XIX", criticando de paso a quienes consideraban "innovación peligrosa todo lo que no se ajusta a los estrechos moldes en que su ignorancia y su pereza han encerrado los estudios eclesiásticos" (BOOCC, 10/17-10-1858).

¿Cuál era el comportamiento de la feligresía? En su Memoria de la administración municipal de 1861, el alcalde Juan Valverde afirmaba rotundamente que "Cádiz es un pueblo esencialmente religioso, porque es esencialmente ilustrado", si bien la práctica externa era escasa, al menos en los hombres, mencionando la escritora inglesa Tenison cómo los varones rara vez iban a la iglesia. Será en los actos públicos religiosos donde se de una mayor participación de la burguesía gaditana, que entre sus costumbres y normas de conducta programaba la asistencia a los actos de culto externos14. Las cofradías, que durante buena parte de los años treinta vieron su actividad procesional interrumpida ante la fuerte crisis interna que padecían, reinauguraron las procesiones de Semana Santa en 184015. A mediados de la centuria existían en la ciudad más de una treintena de cofradías y hermandades, centradas en la mayor parte de los casos en el culto a sus respectivas advocaciones, y que casi han perdido su funcionalidad funeraria, conociendo una notable participación de elementos burgueses en su seno16. Por lo que se refiere a las fiestas religiosas, el alcalde gaditano Juan Valverde procuró que desde 1861 se solemnizasen las fiestas del Corpus con mayor pompa y diversiones públicas en la calle de lo que se venía haciendo. Ya habían sido tomadas medidas simnilares en Granada, Málaga y Sevilla, por lo que Cádiz se vio forzada a hacer como las demás, con amplia participación en el exorno del comercio gaditano. Las medidas tuvieron éxito, pues la gente se volcó en la calle y acudieron a Cádiz numerosos forasteros. La solemnidad de la fiesta fue tal que en la procesión de 1867 se contó con la asistencia de los recogidos en el Hospicio, hermandades religiosas, seminaristas, clero y cabildo catedralicio17.

Pero, si la burguesía gaditana aún guardaba al menos las formas externas de la práctica religiosa, en las clases populares el hundimiento de la moral tradicional era evidente: en 1865, de los 1889 nacimientos que hubo en la ciudad, nada menos que 573 niños eran ilegítimos, una proporción superior al 30%18. En 1857 el secretario del obispo, José María de Urquinaona,

indicaba cómo "la ignorancia de los fieles en los principios de la doctrina católica es tan notable y como consecuencia inmediata de ella se observa la relajación de costumbres más deplorable y escandalosa", instando a los párrocos a la predicación, la administración de la primera comunión, la asistencia al confesionario, la confección de los padrones parroquiales, y la celebración de pláticas doctrinales en la catedral, Rosario, San Antonio y San Lorenzo (BOOCC, 15-2-1857). Y no se trataba tan sólo de una desbandada en las prácticas, sino que en más de una ocasión se aprecia la existencia de una literatura considerada peligrosa. A este respecto, Arbolí aludirá en 1857 a "la publicación de escritos encaminados a pervertir el sentido religioso, corromper la moral cristiana y minar los cimientos en que descansa el orden social", refiriéndose en concreto a los opúsculos Mancomunidad. Vista sintética sobre la doctrina de Ch. Fourier por Hipólito Regnaud traducida por Israim y Luz y verdad del espiritualismo (BOOCC, 22-3-1857). El vicario capitular, Diego Herrero y Espinosa, señalará en 1863 cómo "es notoria la ruda, tenaz e inextinguible guerra que de algunos años a esta parte se viene haciendo en nuestra España a la doctrina católica propagando por medio de pestilenciales y perniciosos escritos a todo género de errores", añadiendo acto seguido la censura de Los miserables de Víctor Hugo, en la que "se exalta de todos modos al desprecio de la autoridad civil o eclesiastica inventando o exagerando defectos de personajes oficiales o históricos...se ridiculiza y censura el estado religioso y las practicas de devoción...se profesa claramente el panteísmo y la transmigración de las almas" (BOOCC, 12-7-1863). En una pastoral del 18 de diciembre de 1864, con motivo de la visita pastoral a Vejer, el obispo Arriete y Llanos se referirá a los ataques realizados a Jesucristo en publicaciones y reuniones subterráneas, indicando cómo los fieles viven sin fe, desconociendo el amor a Dios y el prójimo, quebrantando los mandamientos y apartándose de los sacramentos19.

Y, por si no contara ya con bastantes problemas, la Iglesia gaditana debió enfrentarse al peligro de perder el monopolio religioso que hasta entonces había disfrutado el catolicismo en la feligresía. En 1835, y contando con la autorización del gobernador civil Pedro Urquinaona, con reputación de heterodoxo en los ambientes católicos, abría una escuela en la urbe gaditana W.H. Rule, que comenzaría a celebrar cultos evangélicos en una capilla improvisada, si bien las presiones episcopales acabarían provocando su cierre20. El fracaso de la misión de Rule no impidió nuevos intentos de proselitismo metodista en la ciudad a cargo de James Lion, que fundaría una nueva capilla, continuando la propaganda protestante en los años cincuenta21.

La reacción de los prelados gaditanos no se hizo esperar. Arbolí señalaría en 1860 cómo

"aunque en ninguno de los pueblos de la católica España y mucho menos en la sensata Cádiz es de temer que el protestantismo anglicano encuentre apoyo a sus maquiavélicos planes...es sabido que uno de los activos agentes que los enemigos de nuestra religión y de nuestra patria han enviado y sostienen en ella para engañar y pervertir a los ignorantes ha dogmatizado en Granada...algunos, aunque muy pocos, de sus vecinos, pobres en facultades y mucho más en instrucción, cayeron en los lazos armados por el cohecho y los sofismas del seductor enviado para pervertirlos" (BOOCC, 23-12-1860). En 1863 se aludía al folleto publicado en Jerez por Roberto Mallen Carta dirigida por un protestante al P. Mariano Acebedo de la Compañía de Jesús, prohibiéndose su lectura (BOOCC, 5-8-1863). En 1861 el canónigo Esteban Moreno Labrador, que posteriormente estaría presente en las sesiones del Concilio Vaticano I, publicaba Refutación de un folleto protestante titulado Pruebas justificaticas de la Religión cristiana.

En vísperas de la Revolución de 1868 existía en Cádiz un grupo evangélico auspiciado por Salvador Jiménez, propagandista de la Sociedad Bíblica Londinense, destacando entre sus creyentes la figura de Margarita Barea, que llegó a alcanzar cierto renombre como biblista. Paralelamente, en el resto de la diócesis se desplegaban los esfuerzos propagandísticos, abriéndose en 1865 una obra anglicana en Algeciras. En agosto de 1868 había iglesias adscritas a la Iglesia Española Reformada en Puerto Real y Cádiz, y colectividades menores y puntos de misión en Algeciras, Tarifa y La Línea. A raíz de la revolución de 1868 y de la discusión parlamentaria del tema religioso se multiplica la actividad de los predicadores protestantes, y la reacción católica con motivo de la aprobación de la libertad de cultos en la constitución de 1869 fue fulminante: en Cadiz el "padre Cayetano", posiblemente el presbítero Francisco de Lara y Arjona, editó una serie de cartas abiertas a los representantes de la iglesia evangélica en las que advierte del peligro que corren aquéllos que se dejen embaucar por su discurso22. La presencia del protestantismo continuaría durante la Restauración, aunque no pasó de ser un fenómeno marginal. Hacia 1880 había en Cadiz una escuela evangélica en la calle del Aire y en San Fernando una capilla evangélica23. En años posteriores llegarán a existir una Unión Cristiana de Jóvenes (YMCA) en Cádiz, y, mucho más conocida, en San Fernando24. En 1909 había una escuela evangélica en Cádiz, otra en San Fernando, y dos más en La Línea, con un total de 122 niñas y 183 niños25.

El modus vivendi logrado entre la Iglesia y el Estado liberal durante la época isabelina se romperá momentáneamente durante el Sexenio. Ocupará la diócesis durante estos años Félix

María de Arriete y Llano (1864-1879), cuyo talante humano queda definido por tratarse ante todo de un misionero de la orden de los capuchinos, y fiel seguidor en su oratoria de Fray Diego, creyendo como él que la encarnación de las fuerzas del mal estaba en las filosofías modernas que atacaban a la Iglesia26.

Los roces del prelado con las autoridades revolucionarias no se hicieron esperar. Si en un principio la Junta Local Revolucionaria, que tras la Revolución de 1868 se hizo cargo del gobierno local, realizaría una política moderada en el terreno religioso (la iniciativa de mayor relieve fue el derribo del antiguo convento de los descalzos), ello no pudo evitar las protestas de los sectores católicos de la ciudad, encabezados por el obispo, ante el proyecto de ley constitucional, cuyo artículo 21 establecía la libertad de cultos, enviando sus contradictores en febrero de 1869 un escrito a las Cortes firmado, según El Comercio, por 6500 personas. Los enfrentamientos se agravaron con el tiempo: en mayo de 1870 el obispo dirigiría un escrito a las Cortes en el que mostraba su oposición al proyecto de Arreglo del Clero, que en su opinión violaba los derechos de la Iglesia. Ante la suspensión de la dotación del clero por la negativa de los obispos españoles a jurar la constitución de 1869, en un nuevo escrito del 4 de agosto recordaría al gobierno que la asignación del clero era una indemnización por los bienes perdidos por la Iglesia en favor del Estado. Al ser proclamada la I Republica Arriete estaba fuera de Cádiz realizando la visita pastoral (pudiendo comprobar por sí mismo en Jimena el anticlericalismo de los republicanos, donde unos cuantos gritaron "mueras" al prelado), quedando al frente de los asuntos diocesanos el vicario general Fernando Hüe y Gutierrez que hubo de defender los intereses de la diócesis frente a las pretensiones republicanas27.

Esta postura anticlerical llegó a su momento culminante durante el período cantonal, dirigido por Fermín Salvochea, que además de incautar algunas propiedades eclesiásticas (durante su mandato se derribó el convento de Nuestra Señora de la Candelaria) puso en práctica la reforma de la educación suprimiendo la enseñanza religiosa, a la vez que incautaba la iglesia de San Francisco, que se libró de ser destruida por la actuación del embajador francés, al que hubo de acudir el vicario. Paralelamente, se suprimen los capellanes existentes en la cárcel y el cementerio, se rebautizan las calles de la ciudad, se prescinde de la representación municipal en actos de naturaleza religiosa, se cuestiona la celebración del corpus, y se pretende retirar los retablos ubicados en el exterior de las iglesias y las estatuas de vírgenes y santos diseminados por calles y plazas. Las formas concretas en las que se materializa la oposición católica serán la

protesta abierta utilizando todos los medios disponibles para atajar la conducta municipal (tanto Arriete como Hue enviaron numerosas cartas al cabildo, pasando de un tono contemporizador a una actitud cada vez más dura), el desafío a las autoridades mediante la reafirmación de la fe del pueblo en los actos litúrgicos creados incluso exprofeso (el derribo de la columna salomónica que sustentaba la imagen de la Virgen del Rosario, patrona de la ciudad, provoca un acto religioso de desagravio), y el uso de los canales administrativos pertinentes solicitando la intervención de Madrid (dirigentes del partido republicano, como Castelar, señalarían la inconveniencia de estos actos)28.

5.3. LA IGLESIA GADITANA HASTA LA GUERRA CIVIL.

Como es bien sabido, la Restauración supuso una normalización de la vida eclesiástica y una cierta recuperación de la influencia social y de la proyección educativa y asistencial de la Iglesia española. El episcopado gaditano de este período, tras el fallecimiento de Arriete, estará encabezado, en primer lugar, por el catalán Jaime Catalá y Albosa (1879-1883)29, el cual, a pesar del corto tiempo que estuvo ostentando la prelatura, tuvo tiempo de organizar un sínodo en 1882, el primero que se celebrara en la diócesis desde hacía casi trescientos años, y en cuyas constituciones se abordarán aspectos tales el catecismo, las fiestas, el tiempo pascual, los casos reservados, las conferencias morales, reparación de templos, sacristías, oratorios privados, cementerios, cofradías, entierros de pobres, capellanías, arancel general, y vida y costumbres de los clérigos. Sería trasladado con posterioridad a la sede barcelonesa, donde manifestó una gran preocupación por las cuestiones sociales30. El sevillano Vicente Calvo y Valero (1884-1899) será el primer representante en nuestra diócesis del catolicismo social, preocupación reflejada en sus numerosas pastorales, debiéndosele además una activa labor de restauración e instalación de congregaciones religiosas31, y esta preocupación social sería continuada por sus sucesores. José María Rancés y Villanueva (nacido en Cádiz en 1842), familiar de Félix María de Arriete, y obispo entre 1898 y 1917, cursó sus estudios en el seminario gaditano, llegando a ser canónigo en la catedral gadicense y obispo de Ciudad Real en 1886, ostentando con posterioridad la prelatura gaditana (BOOCC, 25-6-1917). Finalmente, tendríamos a Marcial López Criado (Córdoba, 1868), obispo de nuestra diócesis entre 1918 y 1933. Educado en el cordobés seminario de San Pelagio, sería catedrático en los seminarios de Córdoba y Valencia, canónigo en ambas sedes, y Consiliario del Centro Católico de Obreros de la silla de Ossio (BOOCC, 19-2-1918).

La labor del episcopado se haría notar en una activa política de fundación y restauración de congregaciones religiosas, en mucha mayor medida femeninas que masculinas, destacando en esta línea la figura de Calvo y Valero, que contaría con la valiosa cooperación de destacadas familias de la urbe gaditana, tales los Moreno de Mora, Dolores de la Torre, María de Aguirre y Larraondo, Ana de Viya y Justa López Martínez. Los frutos de dicha labor fueron la restauración de los dominicos (1890) y franciscanos (1892) en Cádiz, la fundación de la congregación de religiosos de la Compañía de María en el local del antiguo colegio de San Felipe Neri de Cádiz (1892), los hermanos de las Escuelas Cristianas (1895), las religiosas terciarias franciscanas o del Rebaño de María (1891), las esclavas del Sagrado Corazón de Jesús (1890) y las Hermanas de la Caridad de san Vicente de Paúl (1887). En el resto de la diócesis, destacaría la instalación de las capuchinas en San Fernando, la fundación de un colegio en Chiclana por las agustinas recoletas de Jesús Nazareno, de un asilo en Algeciras a cargo de las hermanitas de los Ancianos Desamparados, la instalación de las hermanas de la Caridad en el nuevo hospital de Tarifa, y de las Religiosas Franciscanas en el hospital de la Línea de la Concepción32.

La expansión de las órdenes religiosas será la causante del incremento demográfico del estamento eclesiástico, por cuanto el clero secular experimenta un cierto descenso numérico. El 31 de diciembre de 1884 había 191 clérigos seculares en la diócesis de Cádiz33, número que habrá bajado a 185 en 190634. Se trata de una diócesis con un débil índice vocacional: entre 1870 y 1939 se ordenaron un total de 308 sacerdotes, de ellos 49 religiosos. Tras unos niveles relativamente altos en los últimos años del siglo XIX (77 sacerdotes en los años setenta, 57 en los ochenta, 50 en los noventa), se aprecia un hundimiento en las primeras décadas del siglo XX (20 en 1900-1909, 27 en 1910-1919), una cierta recuperación en los años de la Dictadura (46 en 1920-1929) y un nuevo descenso durante la década de los treinta (un total de 28), coincidiendo con la Segunda República y la Guerra Civil. Las vocaciones de religiosos experimentan unos índices sumamente reducidos, y solamente en los años veinte (con 22) y treinta (con 11) se obtienen unas cifras relativamente significativas35. En 1931 la diócesis de Cadiz estaba dividida en 6 arciprestazgos, 4 parroquias de término, 19 de ascenso, 2 de entrada, 9 filiales (el aparato parroquial apenas experimenta variaciones durante la Restauración), 58 capillas o santuarios, 146 sacerdotes seculares residentes en la diócesis, 9 residentes fuera de la diócesis, 5 sacerdotes extradiocesanos residentes en la diócesis, con un total de 160 seculares, 104 seminaristas latinos o humanistas, 22 filósofos o teólogos, 39 alumnos de otros colegios sacerdotales, 17 casas de

religiosos con 105 individuos, y 59 de religiosas con 268 monjas, lo que hace un total, contando los seminaristas, de 698 clérigos para una población diocesana de 310.000 habitantes36.

El seminario sería renovado durante la prelatura de Calvo y Valero gracias a los donativos de Ana de Viya, siendo inaugurado el nuevo edificio en 189037. En 1910 su plan de estudios comprendía cuatro cursos de Latín y Humanidades (en los que se impartían Latín, Gramática castellana, Historia Sagrada, Geografía, Historia Universal, Retórica, Historia de España, Lengua griega y Doctrina cristiana), tres de Filosofía Escolástica (Lógica y Psicología, Aritmética y Algebra, Ontología, Cosmología y Teodicea, Geometría y Trigonometría física, Química, Etica, Derecho Natural, Historia de la Filosofía, Historia Natural, Nociones de Astronomía y Catecismo), cinco de Sagrada Teología (Teología Fundamental, Hebreo, Teología Dogmática, Teología Moral, Historia Eclesiástica, Teología Pastoral, Hermeneútica Sagrada, Patrología, Arqueología, Instituciones Canónicas y Sagrada Liturgia) y dos de Derecho Canónico (Decretales, Derecho Patrio y Sagrada Liturgia), contando todas estas especialidades como lenguas modernas con el francés o el inglés (BOOCC, 22-12-1910). En el curso académico de 1910-1911 tenía un total de 82 alumnos, de ellos 7 canonistas, 24 teológos, 13 filósofos y 38 latinos, procedentes en su mayor parte de la Bahía gaditana: 31 nacieron en Cádiz, 8 en San Fernando, 10 en Chiclana, 17 en otras poblaciones de la diócesis, y el resto en otros lugares de nuestro país (BOOCC, VII-1911). Ese último año se creaba en el mismo una Cátedra de Sociología38, como reflejo del interés que la jerarquía gaditana comienza a tomar por las cuestiones sociales, en clara sintonía con lo que ocurre en el resto del país. Algunos eclesiásticos descollaron por su altura intelectual, como Servando Arbolí Faraudo (1840-1908), profesor durante muchos años en el seminario de Sevilla, y dotado de una gran erudición humanística aunque con tonos muy conservadores, como revelan sus obras Estudio sobre la filosofía contemporánea e Introducción general al estudio de los Santos Padres y de la literatura cristiana (BOOCC, 30-1-1907); o como José María León y Domínguez, fallecido en 1906, y autor de Recuerdos Gaditanos (1897), obra fundamental para el conocimiento de la Iglesia gaditana decimonónica, así como de una amplia producción dramática de carácter religioso.

La época de la Restauración contempla los inicios de la preocupación social de la Iglesia gaditana, aunque con unos tintes muy conservadores, siendo uno de los primeros exponentes de estas inquietudes la colaboración económica del cabildo catedralicio en la fundación en 1884 del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Cádiz39, o la figura del prelado Vicente Calvo y Valero,

que en su Carta pastoral en que se muestra el remedio eficaz del grave mal del pauperismo (24 de mayo de 1890) señalaba cómo "es necesario disipar esas fatales prevenciones y aun blasfemias contra la Providencia por el reparto desigual de las riquezas e inculcar la observancia del sublime precepto de la caridad...y, en fin, determinar la noción verdadera del trabajo, según la cual no sólo deja de ser éste como el infierno de los incrédulos sino que aun se convierte en cielo ambicionado...la diferencia de riquezas es una de las muchas, todas muy convenientes, y aun debidas, que en el plan admirable del orden general del universo contribuyen al armónico concierto y aun a la conservacion del mismo...lo que sí puede justa y licitamente pedirse no es la insensata nivelación de las riquezas...sino el recto uso de las mismas, según los designios y aún preceptos de la Divina Providencia que se reserva la posesión de ellas y concede a los ricos la mera administración en favor de los pobres". En su Discurso con motivo de la bendición del astillero de Nuestra Señora del Rosario propiedad de los Vea Murguia, pronunciado en 1892, incidirá en los mismos temas: "la inmoralidad es ocasionada por la miseria y que procurar el remedio de ésta es lograr el de aquélla sobre todo si al trabajo se junta la oración, al pan el catecismo, al jornal el buen ejemplo...recuerde el rico que no es tanto dueño cuanto administrador de sus bienes en provecho del pobre. No olvide el pobre que el trabajo es inherente a la actual condición de la humanidad"40. Sus sucesores, Rancés y Villanueva y López Criado, también tendrían grandes preocupaciones en el terreno de la acción social de la Iglesia. El primero, en una Instrucción pastoral de 1909, haría alusión a las muchas obras de acción católica y social ya existentes en la diócesis, que en su opinión constituían el "remedio de las necesidades materiales y aproximación de las clases para unirse con el vínculo santo de la caridad cristiana" (BOOCC, 21-2-1909). El segundo hará hincapié sobre todo en la organización de sindicatos católicos, de cuya existencia no faltan testimonios.

De este modo, los Secretariados del Pueblo, oficinas de información y asesoramiento a los trabajadores, estuvieron representados por el creado por la Liga católica de Cádiz en 1906. En 1885 se proyectaba la fundación de un Círculo Obrero en Cádiz siguiendo el modelo de los animados por Vicent41, en 1895 había uno con 817 miembros, y en 1900 nos consta la existencia de dos círculos de este tipo en la diócesis con un total de 1252 asociados, aunque esta cifra resulta insignificante ante los más de 76.000 que había en España por entonces. En el Congreso Nacional de las Corporaciones Católico-Obreras de 1919 había representantes de cuatro sociedades de obreros de la Compañía Transatlántica y dos de la Constructora Naval. Ya en 1913

hay constatados sindicatos católicos femeninos en la urbe gaditana42, inaugurándose en 1920 por el obispo Marcial López Criado el Sindicato de Obreras, con la esperanza de que "con la ayuda de Dios sea esto el principio de una mayor acción católica obrera en esta diócesis" (BOOCC, 1510-1920).

Por lo que se refiere a sindicalismo rural, en 1907 funcionaba el Sindicato Agrícola de Puerto Real43, y pocos años después debió fundarse el Sindicato Agrícola de Conil de la Frontera, que en su memoria de 1919 señalaba contar con un total de 451 socios, frente a los 127 del año anterior, enfocando su actividad hacia los préstamos, las compras en común de azufre y superfosfatos, la organización de una Escuela Nocturna y la creación de una Casa Social (BOOCC, 15-4-1920). De sumo interés es la figura del padre Fernando Salado, que en 1914 funda el Sindicato de Viticultores en Chiclana, con más de tres mil miembros, con la intención de crear una caja rural y una bodega social que encauzaran los productos de los pequeños viticultores, dándoseles salida bajo leyes gubernativas y de colonización. Si en un principio el Sindicato es felicitado por algunos miembros de la oligarquía caciquil, pronto Salado habría de sostener una dura batalla con los políticos locales, y acabaría siendo condenado por las autoridades eclesiásticas en 1925, marchando a Roma tres años después en busca de una justicia no hallada44.

A muchas de estas iniciativas, como hemos visto, no estará ajeno el aparato eclesiástico, destacando la actuación de los prelados Vicente Calvo y Valero y Marcial López Criado, o el chantre Manuel Añeto, que a inicios de siglo dirigía el Centro Católico de Obreros de Cádiz45, inaugurado en 1890 con la finalidad de "buscar para el obrero el mayor bienestar social con arreglo a los medios con que cuente, dentro de la mayor instrucción técnica y moral posible". Estaría formado por las secciones lucrativa (velar por el capital del obrero, proporcionándole trabajo y las mayores ventajas en el trabajo producido), cooperativa (distribución de socorros mutuos), instructiva (clases de lectura, escritura, aritmética, dibujo, religión y moral) y recreativa46. Las conferencias que se organizaron en el mismo en 1919 nos indican el marcado espíritu conservador que le animaba: "La propiedad y el trabajo: sus deberes y derechos: peligros de la falta de comprensión de estos problemas y de las rebeldías y egoísmos infecundos: solución armónica: libertad igualdad y fraternidad cristianas: el sindicalismo: hay que renovar el edificio del Centro hasta hacer de él la Casa Social de los católicos de Cádiz". En su alocución a sus miembros, el prelado López Criado señalaría que "o el problema social se resuelve en católico o

caeremos en el nihilismo. ¿Se quiere una prueba de esta afirmación? Ahí lo tenemos en el bolchevismo y sus derivaciones" (BOOCC, 15-4-1919).

Durante la Restauración, tiene lugar una oleada de fundaciones piadosas a cargo de asociaciones filantrópicas y órdenes religiosas que disputan el alumnado sin recursos de la ciudad a las escuelas municipales gaditanas. Aunque la Conferencia de San Vicente de Paul fue suprimida durante el sexenio, Antonio de Calada se haría cargo de sus actividades hasta que las aguas anticlericales volvieron a su cauce y se permitiera continuar la labor educativa a las Hermanas de la caridad, que mantenían hacia 1880 el colegio de niñas de Jesús, María y José. La asociación de Hijas de la Inmaculada Concepción se venía involucrando en la enseñanza de niñas y adultas desde que en 1857 inauguraran su primer establecimiento de carácter nocturno, abriendo clases diurnas en 1869, y encargando a las Hermanas de la Caridad la dirección de la enseñanza a partir de 1872, contando con unas 600 alumnas. El Instituto del Amor de Dios, regido por las hermanas de esta orden, había comenzado su labor en 1865, en tanto los hermanos de las Escuelas Cristianas se hicieron cargo de la fundación, llevada a cabo en 1870, de las Escuelas Católicas Pontificas de Nuestra Señora del Rosario, siendo dotadas de un magnífico edificio gracias a la donación de Jose Moreno de Mora. Al alba del siglo XX las Escuelas Católicas mantienen dos centros abiertos, las Hermanas de la Caridad se han instalado tambien en la plaza de la catedral dando instrucción gratuita a niñas y párvulas, el Patrocinio de san José cuenta con el magisterio de sacerdotes y hermanas de San Vicente en el barrio de Extramuros, haciéndose cargo dichas hermanas de la Escuela de Buena Vista fundada por Calvo y Valero. Las Terciarias siguen dirigiendo un establecimiento en el barrio de la Merced y las Esclavas del Corazón de Jesús tienen un colegio titulado del patriarca señor san José. Dicha labor educativa estará fuertemente condicionada por el hincapié realizado en la formación religiosa y por la imposición de una disciplina típicamente monacal: rigidez en los horarios, en la disciplina, importancia de los ejercicios piadosos47. Destacar además la labor del canónigo Francisco de Asís Medina y Muñoz (1840-1909), fundador de la Congregación del Rebaño de María para el sostenimiento y educación de niñas huérfanas y asistencia de enfermos (BOOCC, 1909).

Por lo que se refiere a prensa católica, en 1862 sale a la calle La luz. Periódico literario y de anuncios religiosos, y en 1870 La Civilización. Revista científica católico-política, claramente inspirada en el órgano sevillano La Cruz, y que insiste en la condena del protestantismo, el republicanismo y el racionalismo48. Estas publicaciones fueron de corta vida, por cuanto un

informe enviado a la Nunciatura por el obispo Calvo y Valero en 1895 reconocía la inexistencia de prensa confesional, debiendo conformarse los católicos con los períodicos que venían de Madrid, habiendo sido estériles los esfuerzos realizados por el prelado para su creación49. Gracias al obispo José María Rancés y Villanueva sería editado a partir de 1909 y hasta 1921 El Correo de Cádiz, acompañado de otras publicaciones tales La Buena Nueva (1909-1920), revista católica de periodicidad semanal y posteriormente mensual, El Catequista (1915-1924?), La dinastía (1915-1920?), semanario de inspiración católica y conservador-liberal, El Imparcial (1918-1919), de periodicidad quincenal, etc50.

Surgen además asociaciones religiosas en las cuales los laicos juegan un importante papel. Hacia 1902 se funda en la urbe gaditana una Asociación de la Doctrina, a la que el Boletín Diocesano del 6 de junio de 1905 se referiría complaciéndose de los éxitos obtenidos: al centro establecido en el barrio extramuros de San José acudían cerca de un centenar de jóvenes de forma asidua "en las que ya se advierten los hermosos rutos de instrucción modestia y mejoramiento de costumbres" (BOOCC, 6-6-1905). En 1927 se formaba la Junta Diocesana de Acción Católica, con sendas comisiones de Beneficencia e Instrucción y de Obras Económico Sociales, contando entre sus miembros al escritor José María Pemán y Pemartín. Por aquel entonces se organizaría también una Junta Diocesana de Acción Católica femenina, en tanto el año anterior se había creado en la parroquia de San Antonio la Unión Local diocesana de Juventud Católica (BOOCC, 2-5-1927). La Asamblea de la Juventud Católica Gaditana celebrada en 1928, reconocería su filiación a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, estando ya implantada en dicho año en varias parroquias de la urbe gaditana y en San Fernando, proyectando su expansión hacia Puerto Real y Chiclana. Entre sus actividades destacaría la fundación del Ateneo Social Católico, donde se discutían temas sociales, entre ellos "La cuestión social", "La lucha de clases", "Socialismo y comunismo", "Sindicación industrial y agraria" y "Bolsas de trabajo" (BOOCC, 14-1928).

Pero este despliegue no pudo evitar que el panorama ofrecido por la feligresía fuese desolador: según constatara Catalá y Albosa en la visita pastoral realizada a San Fernando en 1880, de 22.000 almas de comunión, tan solo 2.000 cumplieron con el precepto pascual, en tanto en Paterna solamente 200 de los 4000 habitantes del pueblo oían misa51. El mismo, en una carta pastoral de 1879 mostrará cómo "el desconocimiento de las verdades de la religión y la indiferencia por practicar la moral del santo evangelio" (BOOCC, 11-5-1879). Su sucesor Calvo

y Valero tampoco tenía muchos motivos para el optimismo: en 1897 manifestaría cómo "de los 63000 y más habitantes que cuenta Cádiz, 40.000 y son pocos no aceptan el convite (el cumplimiento pascual), lo desdeñan grosera e impíamente, 15.000 van a él con disgsuto, como por fuerza, lo manda la Iglesia, lo obligan los padres, amos y superiores, y aun arrastra la posición social, 6.000 de los restantes se acercan porque quieren, pero ojalá no quisieran porque llegan sin las debidas disposiciones, sin fervor, por bien parecer...quedando apenas dos mil que asistan dignamente" (BOOCC, 14-3-1897). Como tampoco Rancés y Villanueva: "profunda pena causa verdaderamente al alma cristiana y más a la de un pueblo el recuerdo de lo que eran España en general y Cádiz y su diócesis en particular hace un siglo comparándolo con lo que son hoy en materia de religión y de fe...la mayoría de los mismos que recibieron el santo bautismo y pasan por cristianos o bien se han dejado inocular el virus del racionalismo práctico o viven en completa indiferencia...aun en clases sociales relativamente ilustradas en otras materias es frecuentísimo hallar completa ignorancia de las cosas más triviales de la religión" (BOOCC, 213-1899). Y, lo que es más, el anticlericalismo siempre permanecía latente: en 1895, con motivo de la procesión del Rosario que salía de la iglesia de Santo Domingo, los participantes en la misma se vieron agredidos de palabra y obra por unas cuarenta o sesenta personas con "silbidos, insultos, injurias, obscenidades y blasfemias y en empujones y en arrojarnos fósforos encendidos, aguas sucias, alpargatas llenas de inmundicias, papas, excrementos de caballos y piedras"52.

No todo el terreno, empero, estaba perdido. Con motivo de unas misiones celebradas por dos jesuitas en la campiña de Vejer y Tarifa, el Boletín Diocesano mantenía unos tonos marcadamente optimistas: "era de ver la alegría con que concurrían los trabajadores de los cortijos de la Mediana Májara y Reguelga...dignos son también de alabanza y admiración los honrados y nobles trabajadores de esta Campiña, no obstante la proximidad y activa propaganda de los numerosos centros socialistas y anarquistas que laboran en este Campo de Gibraltar aun no ha penetrado aquí el veneno de las doctrinas y los PP. jesuitas han podido recorrer la campiña recibiendo en todas partes las pruebas más claras y evidentes de respeto y consideración de todos". Sin embargo, se reconocía la escasez del elemento pastoral en el interior de la diócesis, por cuanto refiriéndose a Bolonia (Tarifa) se decía "pasan de un millar los habitantes de aquel pago ...que viven desde luego privados de toda manifestación del culto católico muchos de ellos no han vuelto a entrar en el templo desde el día que se bautizaron o contrajeron matrimonio. Los hay que jamás han visto el traje talar de sacerdote, excusado parece decir cuánta será su ignorancia de las verdades cristianas" (BOOCC, 18 y 31-1-1903).

La organización de misiones y la celebración de visitas pastorales, muy frecuentes durante los treinta primeros años de la centuria, solía provocar resultados espirituales alentadores en lo que se refería a aumentos súbitos de la práctica sacramental, aunque poco duraderos en la mayor parte de las ocasiones. Con motivo de una visita realizada por el prelado a Puerto Real en 1907, se celebraron más de 1500 confirmaciones (BOOCC, 24-4-1907). La estadística de las misiones celebradas en 1923 es, asimismo, bastante elocuente: 110 bautismos de párvulos, 133 de adultos, 4757 comuniones de niños, 9091 de adultos, 22 de impedidos, 171 matrimonios de amancebados (BOOCC, 15-4-1923). Pero no hay que fiarse mucho de estos aumentos espectaculares de la práctica sacramental, y, como mostrarán los acontecimientos que tendrán lugar en los años treinta, la cuestión religiosa seguirá siendo uno de los temas que más ampollas despertará en la sociedad gaditana.

Uno de los primeros aldabonazos vendría dado por la quema de conventos de mayo de 1931, que afectara en Cádiz a las iglesias del Carmen, Santo Domingo y San Agustín, así como la residencia de los jesuitas y el local de los Estudiantes Católicos. En Algeciras fue saqueado el convento de las mercedarias y la iglesia parroquial, y en La Línea varias iglesias53. Un nuevo caballo de batalla vendría dado por las intenciones republicanas de laicización de la enseñanza, haciéndose eco de dicha protesta el diario La Información, en tanto el Obispado gaditano a través del Boletín Oficial tomaría una serie de medidas para que siguiera impartiéndose la enseñanza de la doctrina cristiana, disponiéndose que en todas las parroquias de la diócesis se estableciera la Asociación de la doctrina cristiana. Toda esta resistencia acabaría dando su fruto, por cuanto la enseñanza en Cádiz no llegó a hacerse laica en todo el período republicano. La Ley de Congregaciones y Confesiones Religiosas, aprobada el 17 de mayo de 1933, suscitaría asimismo acres comentarios en la prensa católica e incluso más moderada, como el Diario de Cádiz, que el 16 de octubre de 1932 mostraría "los beneficios de toda índole que han proporcionado a la niñez y a la juventud española esos colegios fundados casi siempre por hombres filántropos...que facilitaban la entrada a las esferas elementales del saber a millares y millares de niños pobres". Mucho más furibunda fue la campaña contraria desarrollada en La Información, en cuyo número del 17 de febrero de 1933 aparecía una carta al Diputado en Cortes por la provincia de la Federación Católica de Padres de Familia en la que tras manifestarle su inquietud por la aprobación del proyecto, cuestionaba la constitucionalidad del mismo. Paralelamente se produce una fuerte reacción ante los intentos de coeducación emanados del gobierno republicano,

manifestando la Confederación Católica de Padres de Familia su preocupación y desacuerdo en un comunicado aparecido en La Información el 25 de febrero de 1934 en el que señalaba "el estrago moral que produce la coeducación reviste caracteres de mayor gravedad cuando se practica en la edad de la pubertad"54.

Durante los años de la Segunda República gobernaría la diócesis Ramón Pérez Rodríguez (n. 1868), alpujarreño de origen, y que fuera vicerrector del seminario gaditano en 1920, obispo de Badajoz ese mismo año y patriarca de las Indias poco después, ostentando la prelatura gaditana entre 1933 y 1937 (BOOCC, 25-4-1933). Manifestaría una actitud de cierta prudencia hacia las autoridades republicanas, como refleja la escasez de circulares y pastorales en las que hace alusión a los difíciles tiempos que experimentaba la Iglesia católica española, aunque el foso cada vez más profundo abierto entre la Iglesia y el Estado republicano iría socavando esa moderación inicial. En una carta pastoral de 1933 mostrará cómo "las instituciones que...socavó el liberalismo parlamentario han caído al mejor empuje de la lógica anarcosindicalista...el orden la religión la familia la propiedad todos estos elementos básicos de la sociedad han sido atropellados" (BOOCC, 18-11-1933). Más demoledor se mostraría en una exhortación pastoral de 1934, en la que condenaba las frivolidades que en su opinión se cometían: "no faltan entre nosotros quienes defienden en España la práctica usual en otras naciones de la coeducación de sexos y los principios en que pretenden apoyar tan antitradicional y anticristiana costumbre suponen un concepto de la vida y de la educación que hubiera escandalizado y dejado estupefactos a nuestros antepasados...éstas y otras doctrinas exóticas y modernistas explican porqué nos hallamos rodeados de un ambiente sensual y provocativo...la manera desenvuelta y hombruna con que se presentan las mujeres de todas clases y condiciones, la conversación atrevida y como suele decirse escabrosa, las lecturas llamadas fuertes y llenas de peligros...ideales utilitarios y naturalistas suplantan el dogma católico en muchos individuos pero lo que prepara su irrupción más que los conceptos abstractos son las costumbres relajadas la moral modernista y la indecencia en los vestidos", exhortando de este modo a desarraigar la pornografía, la indumentaria demasiado corta y la mezcla de sexos en los deportes, y las reuniones y bailes "de cierta clase" (BOOCC, 15-12-1934). En enero de 1936 manifestaría su repulsa ante la crítica situación económica de la Iglesia gaditana como consecuencia de la retirada por parte del gobierno de la Contribución de Culto y Clero, denunciando cómo "nuestros templos se derrumban porque no se invierten en ellos periódicamente las cantidades necesarias...el culto languidece en nuestras iglesias...gran número de sacerdotes carecen de lo más necesario para

atender sus más perentorias necesidades porque esta carga de justicia fue desatendida por el estado y la inmensa mayoría de los católicos no han encontrado fórmula equitativa que respondiera al arbitrario proceder de los directores de la cosa pública" (BOOCC, 31-1-1936).

Tras la victoria del Frente Popular se produce en la ciudad la segunda oleada de quema de conventos, y, en los días inmediatos a la sublevación militar, tendría lugar un nuevo ciclo de destrucciones, aunque la matanza de sacerdotes perpetrada en el territorio republicano en los primeros días de la Guerra Civil tendría escasa incidencia: según un informe enviado por las autoridades del obispado en 1943, los sacerdotes diocesanos ejecutados fueron el chantre Calixto Paniaguas, el canónigo Leonardo Blanes y el párroco Antonio Doña Sánchez, ajusticiados respectivamente en Toledo, Alcoy y Madrid. Los religiosos serían Marcelino Lázaro Bayo, franciscano y párroco de Jimena, y su hermano de orden Justo Rivero, coadjutor en la misma localidad, ejecutados ambos en la localidad malagüeña de Arriate. Mayor gravedad fueron los daños ocasionados a iglesias y templos, producidos en distintos edificios religiosos de Cádiz, Puerto Real, Paterna, Conil, Vejer, San Roque, Los Barrios, Jimena y Algeciras55.

Debido al fallecimiento del prelado Ramón Pérez Rodríguez, el gobierno de la diócesis correría a cargo de Eugenio de Domaica y Martínez Doroño, vicario capitular en enero de 1937, y que regirá el obispado hasta su muerte, acaecida seis años más tarde. La Iglesia gaditana no permaneció, evidentemente, neutral ante la Guerra Civil, y sacralizará continuamente el conflicto, lo que se refleja en los numerosos llamamientos realizados a la población para que asista a rogativas, rezos del Rosario, triduos, vigilias, Tedeum, etc. Se hace mucho hincapié en el cumplimiento pascual, de gran eficacia propagandística por cuanto la masiva asistencia por parte de los fieles a las celebraciones eucarísticas constituye un buen medio de hacer ver el unánime apoyo a la causa de la Iglesia, o, lo que es casi lo mismo, de los rebeldes. No es por ello extraño que la Iglesia gaditana exhorte continuamente a los fieles a comulgar en las fechas prescritas o en las comuniones generales y solemnes periódicamente organizadas. Todas estas manifestaciones de piedad tienen como objetivo último lograr la necesaria regeneración moral y de costumbres de la población, regeneración moral que tiene vertientes más concretas, como la observancia de las leyes de la Iglesia "sobre el vestir de la mujer"56.

5.4. DEL FRANQUISMO A NUESTROS DIAS.

En contraste con la época republicana, el régimen franquista constituiría un período en el cual, por lo menos hasta los años sesenta, la Iglesia mantuvo una actitud de relativa complacencia hacia el Estado español. A la cabeza de la jerarquía gaditana se encontraría durante estos años Tomás Gutíerrez Díaz, natural de la localidad palentina de Villanueva de la Peña, donde nacería en 1878. Tras estudiar en el seminario de Palencia y en la Universidad Gregoriana de Roma, se convertiría en profesor del seminario palentino, canónigo en dicha sede (1918) y desde 1935 en obispo de Osma. Entre 1943 y su fallecimiento en 1964 estaría a cargo de la diócesis gaditana (BOOCC, 13-6-1943). Su labor fue resumida en el momento de su fallecimiento como "triplicadas las parroquias incrementando en gran medida el número de seminaristas estructurando con suma atención los cuadros directivos del apostolado seglar dotada la diócesis de dos casas de ejercicios y enriquecidas en número y formación las filas sacerdotales...su permamente inquietud por la formación catequética y religiosa de sus diocesanos sobre todo por los situados en cortijadas y núcleos alejados de las poblaciones" (BOOCC, 2-4-1964). Podemos considerarlo un exponente típico de los intentos de recristianización de la sociedad española acometidos durante los años de esplendor del nacional-catolicismo, intenciones que pretenderían convertirse en realidad por medio del aumento de los efectivos parroquiales (el momento culminante fue junio de 1959, cuando se erigieron once parroquias)(BOOCC, VI-1959) y sacerdotales, la catolización de la enseñanza, el hincapié realizado en la potenciación de una Acción Católica sometida a los intereses de la jerarquía, la organización de misiones, especialmente en las zonas rurales (aunque la urbe gaditana tampoco se vio ajena a ellas), como medio de adoctrinamiento doctrinal, y las campañas de moralización de la vida cotidiana de los fieles.

Durante los años cincuenta y los primeros sesenta hubo un aumento bastante destacado del estamento eclesiástico, aunque el obispado se encontrará relativamente mal provisto de efectivos sacerdotales: uno por cada 230 habitantes en España en 1968, frente a uno por 420 habitantes en la diócesis de Cádiz57, que contaba dicho año con un total de 86 parroquias, 46 capillas, 8 monasterios de mujeres, 29 casas masculinas y 74 femeninas, con un total de 171 sacerdotes diocesanos, 340 sacerdotes religiosos y 956 religiosas. Y, lo que es más, como consecuencia del incremento vocacional, se conseguirá un clero relativamente joven: 52 miembros del clero diocesano contaban con menos de 35 años, 45 con 36-45, 26 con 46-55, 19 con 56-65, 23 con 66-75, y seis con más de 7658. Pero a partir de entonces se aprecia un cierto descenso de los efectivos sacerdotales: en 1976 había en el obispado 103 parroquias, 166

sacerdotes diocesanos, 75 sacerdotes religiosos y 810 religiosas59. La evolución de las ordenaciones lo explica todo: tras experimentar un cierto aumento durante los primeros años del franquismo (las 20 de los años cuarenta se convierten en 57 en los cincuenta, los índices más elevados de todo el siglo XX), serán 46 en los sesenta y solamente 25 en los setenta, década en la que se ha iniciado ya la crisis vocacional en todo el país60.

Tras el fin de la Guerra Civil, la Iglesia gaditana se embarca en una gigantesca tarea de recristianización de la sociedad, y tal es la importancia que se concede a esta labor, que una circular de agosto de 1944 convoca a la celebración de un concilio provincial cuyo tema central sería "la reconstrucción nacional de nuestra vida religiosa y moral". Los medios empleados en esta ofensiva ideológica serán muy variados: no sólo se insta continuamente a los fieles a la práctica sacramental y al seguimiento de las virtudes específicamente cristianas, sobre todo la caridad; sino que además se pretende reforzar los instrumentos de propaganda católica, como la prensa y una radio "netamente española y cristiana" y fomentar el reclutamiento de nuevas vocaciones, para lo cual se hace un gran hincapié en la importancia del seminario. Tal labor sería infructuosa sin la participación activa de los laicos, de ahí la importancia que se le otorgará a la Acción católica, "síntesis de la religiosidad del momento"61. Esta sería reorganizada en 1953, bajo la presidencia de José María Pemán y Permartín, con los secretariados de Caridad, Moralidad, Obras Marginales, Cultura, Prensa (a cargo del, durante muchos años colaborador del Diario de Cádiz, Bartolomé Llompart), Acción Social, Orientación bibliográfica y Espectáculos. Contaba por entonces con cuatro ramas: jóvenes (masculina y femenina), Hombres y Mujeres (BOOCC, 29-1-1954). En 1955 se organizaría, como secretariado de la Junta Diocesana de Acción Católica, Cáritas Diocesana, que tan destacada labor social ha venido realizando desde entonces (BOOCC, 15-5-1955).

El control sobre los laicos sería, en primer lugar, labor del propio clero parroquial. En 1949 se le instaba a la formación de un censo parroquial por familias en que constaran domicilio, nombre y miembros de la familia, sus cualidades, si cumplían o no los preceptos dominical y pascual, si los niños iban o no a la escuela o catequesis, si pertenecían a asociaciones piadosas, y si frecuentaban o no los sacramentos, debiendo prestar la Acción Católica su colaboración a esta tarea (BOOCC, 25-4-1949). Las misiones se sucederían sin cesar durante los años cincuenta y hasta bien entrada la década de los sesenta, a veces con resultados alentadores: en la celebrada en San Roque en 1952 más de un millar de fieles se congregaron en la iglesia, más de 2500

estuvieron presentes en el Vía Crucis, y 3333 comulgaron, de ellos más de 700 varones (BOOCC, 21-5-1952). A esta labor dedicaron sus desvelos sacerdotes como el canónigo de origen riojano Francisco González Metola (1905-1967), apodado cariñosamente "El Padre Jandilla", que realizara una incansable tarea pastoral por la zona de Vejer, Barbate y Casas Viejas62.

El número de establecimientos religios dedicados a la enseñanza aumenta espectacularmente durante el franquismo, y en 1976 la Iglesia mantenía 46 institutos de educación primaria con unos 30.700 alumnos, y 17 de enseñanza media con 4750 estudiantes63. Tal labor educativa estará estrechamente vigilada por la jerarquía: en 1947 el obispo promulgaba una circular sobre la Enseñanza de la Religión en los colegios de Enseñanza Media de la diócesis de Cádiz, en la que se mencionaba cómo "no hay que olvidar que de las asignaturas que se cursan en la enseñanza media ninguna tan necesaria difícil formativa y bella como la asignatura de religión" (BOOCC, 6-9-1947). En 1957 se creaba la Inspección Diocesana de Enseñanza Primaria de las Escuelas de la iglesia (BOOCC, 30-5-1957).

Pero el esfuerzo recristianizador tuvo sus límites, y el catolicismo sociológico nunca tuvo un carácter universal, tal como revelan las reducidas tasas de asistencia a la misa dominical, menos del 20% de la población en 1965-1974, situándose nuestra diócesis en el nivel más bajo de las diócesis andaluzas junto con Almería y Huelva64. Asimismo, la laicización de las costumbres hace grandes avances ya en los años cincuenta, a lo que no debió estar ajena la cierta apertura que se produce en la vida cotidiana como consecuencia del impacto creciente del fenómeno turístico. En 1951 se publicaba una exhortación pastoral sobre el vestir en las playas según la cual "nuestras hermosas playas creadas por la mano amorosa de Dios para tonificar nuestros cuerpos para solaz y recreo de nuestras almas no pueden no deben convertirse por malicia de unos pocos inconsciencia de muchos o por cobardía de los más en escenarios de inmundicia y escándalos...el uso de los baños mixtos debe quedar descontado para toda persona cristiana" (BOOCC, 26-61951). Una nueva circular con un contenido muy similar sería promulgada al año siguiente (BOOCC, 27-6-1952). En 1954 el prelado la emprendería contra los concursos de belleza, por cuanto "la custodia necesaria de la castidad sobre todo en la mujer son el pudor y la modestia por ello el enemigo de las almas nada intenta con más empeño que hacer perder este pudor y esta modestia por medio de modas indecorosas y provocativas" (BOOCC, 11-9-1954). La cerrazón ante el "aggiornamiento del clero" sería, asimismo, muy fuerte: en marzo de 1959 se promulgaba una circular instando a la observancia de la sotana y la tonsura en el vestir, y en mayo de ese

mismo año se prohibía la utilización de motocicletas por parte de los clérigos de la diócesis sin la autorización del obispo (BOOCC, III y V-1959).

Tras el concilio Vaticano II se produce una gran revolución del clero, siendo el fautor del "aggiornamiento" de la Iglesia gaditana Antonio Añoveros, obispo de la diócesis entre 1964 y 1971. Nacido en Pamplona en 1909, miembro del Secretariado de Misiones de dicha diócesis, capellán en la guerra civil, chantre en la sede malagueña y director del seminario de dicha diócesis, donde fue además Director Diocesano del Secretariado de Caridad y Delegado Diocesano de Acción Católica, y coadjutor de la sede gaditana desde 1954, sus principales preocupaciones fueron "Seminario. Conciencia social. Alfabetización. Vivienda", realizando durante su tiempo de coadjutoría continuos viajes para descubrir la realidad social de su obispado, manifestando su preocupación por los sacerdotes y por Acción Católica, a la que recomendó en más de una ocasión la creación de las ramas de la HOAC y JOC (BOOCC, IV y V1964).

Añoveros pretendió, en primer lugar, dignificar la figura del sacerdote. En su exhortación pastoral de 1964 Hombres de Dios mostrará cómo "el sacerdote debe ser culto en ciencias sagradas y profanas de cualidades humanas excepcionales abierto y austero hombre para el mundo y hombre de Dios alegre y siempre edificante optimista y equilibrado ante la realidad muy servidor muy pobre" (BOOCC, 1-9-1964). Será firme defensor de la renovación postconciliar, clamando claramente contra los partidarios de una política más prudente: "todos tienen derecho a ser iluminados en esta hora difícil y notoria tenemos el deber de ponerles en contacto con las nuevas maneras de entender de sentir y de proceder" (BOOCC, 1-3-1966). En alguna ocasión saldrá al paso de la desorientación provocada en los fieles por las novedades postconciliares: "ni la sotana ni el clerman ni el hábito del religioso o la religiosa son postulados esenciales a la doctrina o a la vida de la Iglesia...son formas externas usos de una época que pueden experimentar cambios y reformas según las distintas circunstancias y costumbres de los tiempos...las leyes de la iglesia...pueden ser suavizadas y aún suprimidas por la misma Iglesia" (BOOCC, 1-7-1966). Pretenderá además un mayor grado de compromiso por parte de los feligreses: "un buen número de nuestras feligresías apenas presentan más signo de comunidad de comunión que la asistencia a la misa dominical" (BOOCC, 1-11-1970).

El profundo sentido social de Añoveros se plasmaría asimismo en sus numerosas

pastorales. En 1962 recordaba las obligaciones de los párrocos ante los futuros emigrantes, a los que debería "formar e informar", así como "prevenir aconsejar orientar presentar el contrastre quizás de algunas ventajas materiales y los peligros ciertos o muy probables en otros órdenes" (BOOCC, IV-1962). En 1963 instaría a la colaboración del clero en la Campaña Nacional de Promoción Cultural para acabar con el analfabetismo (BOOCC, IX-1963). Pero será durante su mandato como obispo cuando los tonos se conviertan en más duros. En La huida del campo mostrará las duras condiciones de vida de las zonas rurales: "la vivienda con frecuencia es deficiente. la comida rutinaria, primitiva, escasa. Se suspira por el chorro de agua a domicilio en muchas ocasiones por la luz eléctrica. La escuela muy alejada resulta de difícil acceso. El espectáculo apenas conocido. El barro y el polvo son compañeros habituales...a veces se carece y en otras difícilmente se lohra la asistencia médica. Los desplazamientos en estas épocas del año se hacen prácticamente imposibles. Los jornales el nivel económico grandemente deficitario". En su opinión, "el desarrollo social de las conciencias y estructuras es base imprescindible para el logro de los fines que se propone el desarrollo económico. Sin un justo sentido social el desarrollo económico pudiera convertirse en una tiranía de la técnica y del dinero". Concluirá afirmando el carácter anticristiano de la actual organización del mundo rural dado su falta de humanidad (BOOCC, 1-6-1965). La Instrucción pastoral de 1967 aludirá nuevamente a la dura situación del mundo rural (BOOCC, 20-8-1967).

En octubre de 1966 mostrará cómo "los principios de la economía liberal del individualismo egoísta del feudalismo más o menos disimulado de las actitudes señoriales están en total desacuerdo con una formulación cristiana del bien común", aludiendo a las distintas manifestaciones de la desigualdad en la distribución de los bienes: emigración, acumulación de sueldos, gastos superfluos, horas extras, vivienda (BOOCC, 1-10-1966). Muy dura será su carta pastoral La vivienda en Cádiz, para cuya redacción acometió previamente, en octubre de 1966, y a través de las parroquias, un estudio sociológico (BOOCC, 1-5-1967). Volverá a insistir sobre esta cuestión en 1968, por cuanto "resulta escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades económicas y sociales...son contrarias a la justicia social a la equidad a la dignidad de la persona humana y a la paz social e internacional" (BOOCC, 1-6-1968). Como mostraría en una de sus últimas pastorales, "Es necesario que los ricos sean menos ricos y los pobres menos pobres" (BOOCC, 1-8-1970).

Durante los años sesenta se inician en la diócesis los experimentos de "curas obreros".

Desde finales de los cincuenta los jesuitas trabajaban en las factorías gaditanas, aunque su labor era más de despacho y de adoctrinamiento que de taller, descollando en estas actividades Jorge Loring (BOOCC, 1-1-1967). Pero fue un fenómeno marginal: en 1971 solamente había en la diócesis un sacerdote como cura obrero, y otros dos habían sido enviados al campo "a trabajar durante algún tiempo" (BOOCC, 1-2-1971). El impacto en la diócesis del sindicalismo católico, representado por la JOC y la HOAC, fue bastante débil, (aunque el prelado Añoveros apoyara sin reservas a estas organizaciones mostrando su "admiración por la obra que realizan y de decirles que les bendigo con singular afecto")(BOOCC, 1-2-1965): en 1964 el órgano de la JOC Juventud Obrera, y los boletines de la HOAC, reunían poco más de 22.000 suscriptores en toda España, de los que 296 se encontraban en la diócesis de Cádiz, la cifra más alta de todas las diócesis andaluzas, aunque muy inferior a los más de 3.000 del obispado de Bilbao65. Pero estas organizaciones destacan por la calidad de su militancia, y el movimiento comprometido de la Iglesia gaditana giró básicamente en torno a dichas organizaciones, contando como centro de irradiación la parroquia de San Francisco Javier de la Barriada de la Paz, dirigida por el párroco Miguel Mougán, forjándose un permanente trabajo de concienciación, planteamientos reivindicativos y planes de acción, con denuncias de injusticias desde la óptica del Evangelio, y siendo objeto de vigilancias, visitas domiciliarias y citaciones por las fuerzas policiales, pudiéndose bandear la fiscalización gubernativa gracias al sostén incondicional de Añoveros. También arraigó otro movimiento de protesta alrededor de las parroquias del Cerro del Moro y la Pastora, alentada por sacerdotes tales Jesús Maeztu, Goyo López y José Araujo, con algún posible cura obrero como Javier Fajardo. En conexión con el movimiento obrero católico e inspirado en los ideales hoacistas surge hacia 1961 la USO, que echará fuertes raíces en Astilleros y Aeronaútica de Cádiz, Bazán de San Fernando y algo más tarde en Matagorda de Puerto Real, encabezando el protagonismo obrero en los años setenta merced a José Luis Añino y Esteban Caamaño66.

El fin del franquismo y la llegada de la democracia abrieron nuevas perspectivas a la situación de la Iglesia gaditana. Durante estos años ostentaría la dignidad episcopal Antonio Dorado y Soto, nacido en la localidad de Urda (arzobispado de Toledo) en 1931, siendo desde 1970 obispo de la diócesis de Guadix-Baza, y desde 1973, hasta su marcha en 1993, prelado de la sede gaditana (BOOCC, 29-9-1973). Sería claro partidario de la normalización democrática, según revelan sus declaraciones a la prensa local: "estas actitudes (de incomprensión e intransigencia) están quedando como distintivo de minorías nerviosas...la historia enseña que la

reconciliación política ha sido uno de los principales objetivos de los grandes genios de la política...es sumamente doloroso que ciertos sacerdotes dominados por la pasión política o social la antepongan a la caridad"(BOOCC, 1-6-1975)..."las actitudes evangélicas que han de tener los cristianos ante las circunstancias actuales...amor a la verdad sentido de la justicia ejemplaridad moral voluntad de participación discernimiento sereno respeto al discrepante aceptación de las diferencias étnicas y culturales y el empeño por la paz", mostrando cómo la Ley de Reforma Política "es un primer paso que abre grandes esperanzas para llegar a lo que grandes sectores del pueblo desean que es la instauración de una sociedad democrática" (BOOCC, 31-12-1976).

Uno de los mayores problemas del obispado en los años ochenta y noventa lo constituirá el descenso irreversible de los efectivos sacerdotales, como consecuencia de la crisis vocacional iniciada a fines de los sesenta. En 1992 la diócesis de Cádiz (incluyendo Ceuta) tenía 688.000 habitantes, de los cuales 668.000 eran considerados como católicos. Contaba con 128 sacerdotes diocesanos, 22 extradiocesanos, 117 religiosos, 60 religiosos laicos, 682 religiosas de vida activa, 90 de vida contemplativa, 9 arciprestazgos, 109 parroquias, 93 iglesias no parroquiales y ocho santuarios67. Se trata de un clero sometido a un claro proceso de envejecimiento como consecuencia de dicho descenso numérico: en 1984 4 clérigos seculares tenían menos de 30 años, 2 de 30 a 34, 11 de 35 a 39, 11 de 40 a 44, 21 de 45 a 49, 13 de 50 a 54, 19 de 55 a 59, 18 de 60 a 64, 6 de 65 a 69, 17 más de 70 años, con una edad media situada en torno a los 55 años68.

Pero la crisis vocacional no ha podido impedir que la acción social de la Iglesia diocesana siga siendo muy importante. En 1990 mantenía dos comedores escolares, tres comedores para pobres, una colonia de verano para niños, una colonia de verano para niños discapacitados, tres guarderías infantiles, diez escuelas hogares para niños y jóvenes, cuatro hogares para la juventud marginada, uno para mujeres maltratadas, un hospital, dos hogares residencia para marginados, quince residencias de ancianos, un centro de animación religiosa-cultural para discapacitados, tres casas de viudas, una casa de religiosas para la asistencia domiciliaria nocturna a enfermos, tres de asistencia a enfermos, ancianos y necesitados, catorce casas de religiosas para la asistencia social parroquial, dos residencias femeninas de estudiantes, un centro coordinador provincial de escuelas de padres, siete escuelas de padres, seis centros de promoción cultural de la mujer, y dos de promoción laboral, social y cultural para jóvenes69. No menos importante es la acción educativa: en 1992 se mantenían en la diócesis (excluyendo la zona de Ceuta) 44 centros de EGB, 19 de BUP y FP, y la escuela de magisterio de La Línea70. Todos estos establecimientos

reunían en 1985 3911 alumnos de preescolar, 14392 de primer ciclo de EGB, 9163 de segundo ciclo de EGB, 2904 de bachillerato, 605 de COU, 1567 de FP, y 387 de otros niveles educativos, con un total de 32.92971, cifras que en 1994 ascendían a 4000 alumnos en 34 jardines de infancia, 25.0000 en 42 centros de enseñanza primaria, 5000 en 30 centros de enseñanza secundaria y 400 en dos centros de enseñanza superior (la escuela de magisterio de La Línea y la escuela de enfermería Salus Infirmorum de Cádiz)72. Pero esta Iglesia más abierta a los tiempos y con un laicado más comprometido no ha podido evitar que el catolicismo sociológico experimente un fuerte retroceso, como revelan estos índices de práctica sacramental: si en 1968 se celebraron en el obispado 11232 bautismos, 10557 primeras comuniones, 7595 confirmaciones y 3720 matrimonios, en 1989 eran 8219, 9319, 4025 y 3658, y una estimación de 1994 daba las cifras de 6000, 8000, 3000 y 2000 respectivamente73.

Antonio Dorado Soto gobernaría la diócesis hasta su promoción al obispado malagueño en 1993, siendo secundado en esta tarea por Ignacio Egurza El Busto (1928-1992), desde 1974 Vicario General de la diócesis. Los desvelos de Dorado se centraron sobre todo en las tareas pastorales, como manifiestan el Plan Diocesano de Renovación Cristiana iniciado en 1977 y que culminaría en la celebración de la I (1980) y II (1986) Asamblea Diocesana, la promulgación de las Normas de Pastoral Sacramental (1983) y la creación del Movimiento de Profesores Cristianos y las Semanas de la Familia (BOOCC, 30-4-1993). Sería sucedido por el, actualmente obispo de la diócesis, Antonio Ceballos Atienza, nacido en la localidad giennense de Alcalá la Real en 1935, obispo de Ciudad Rodrigo en 1988, y desde el 10 de diciembre de 1993 prelado de la diócesis de Cádiz y Ceuta (BOOCC, 31-1-1994). Imbuido de una profunda preocupación pastoral, como revelan sus numerosas pastorales y homilías, es de destacar la convocatoria de un sínodo diocesano (cuyo reglamento fuera publicado en BOOCC, VII/IX-1998), cuyas sesiones, en el momento que escribimos estas líneas (mayo de 1999), todavía se están desarrollando, y que, sin duda alguna, afrontará los numerosos desafíos que esperan a la diócesis de cara al año 2000. La labor, empero, no es fácil, ante la fragmentación comarcal del obispado (en 1996 se crearon tres Vicarios Episcopales Territoriales titulados de Cádiz, Zona Centro y del Campo de Gibraltar, ante la "existencia de tres zonas pastorales en la diócesis)(BOOCC, 30-9-1996), la precariedad económica de la Iglesia (el Presupuesto Diocesano de 1997 ascendía a la raquítica suma de 122 millones de pesetas)(BOOCC, II/1998), y el retroceso de la práctica religiosa por parte de la feligresía ante el, de momento imparable, proceso secularizador.

NOTAS.

1. Seguimos en líneas generales Arturo Morgado García, La Iglesia gaditana ante la crisis del Antiguo Régimen (1800-1833) "Hispania Sacra" (97 1996). Otros trabajos: José Manuel Cuenca Toribio El proceso de curas liberales en Medina Sidonia (Cádiz) de 1823. Notas para el estudio de la segunda restauración religiosa en la España contemporánea,"Estudios sobre la Iglesia andaluza moderna y contemporánea" (Córdoba 1980), José María García León, Cádiz en el Trienio Liberal (Cádiz 1988 Tesis doctoral inédita), Ramón Solís, El Cádiz de las Cortes (Madrid 1958).

2. Arturo Morgado García La difícil supervivencia de las cofradías penitenciales gaditanas en el primer tercio del siglo XIX, "III Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa" (Córdoba 1996).

3. Pascual Madoz, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar (Madrid 1845-1850).

4. Pascual Madoz, op. cit., p. 101.

5. Quintín Aldea Vaquero, Patrimonio eclesiástico, "Diccionario de Historia Eclesiástica de España" vol. 3 (Madrid 1973) 1901.

6. Vicente Cárcel Ortí, El liberalismo en el poder, "Historia de la Iglesia en España" vol. V (Madrid 1979) 179-180.

7. Fernando Toscano Arbolí, Juan José, Diccionario de Historia Eclesiástica de España vol. 1 (Madrid 1972) 78.

8. José Chamizo de la Rubia, Fray Félix María de Arriete y Llano (1864-1879) (I), "Hispania Sacra" (97 1996) 331.

9. Pascual Madoz, op. cit., 102.

10. Vicente Cárcel Ortí, op. cit., 210ss.

11. ADC, Secretaría, leg. 524 (I), "Religiosas de la diócesis".

12. José María León y Domínguez Recuerdos Gaditanos (Cádiz 1897) 130.

13. Pascual Madoz, op. cit., 118 y 120.

14. Alberto Ramos Santana, La burguesía gaditana en la época isabelina (Cádiz 1987) 447-454.

15. Arturo Morgado García, La difícil supervivencia...

16. Alberto Ramos Santana, La burguesía, 456-459.

17. Alberto Ramos Santana, Historia de Cádiz, vol. 3 (Madrid 1992) 71-72.

18. Alberto Ramos Santana, La burguesía, 443.

19. María Josefa Sánchez Gijón, Aspectos sociales del gobierno de la diócesis de Cádiz por Vicente Calvo y Valero (1884-1899) (Cádiz 1987) 121.

20. Antonio Giménez La escuela metodista de Cádiz, "Anales de la Universidad de Cádiz" (2 1985).

21. Juan Bautista Vilar Intolerancia y libertad en la España contemporánea. Los orígenes del protestantismo español actual (Madrid 1994).

22. Gloria Espigado Tocino, La Primera República en Cádiz (Jerez de la Frontera 1993) 271.

23. María Josefa Sánchez Gijón, op. cit., 181.

24. Pedro Cavada Martínez y Ester Vidal Roselló, Las minorías religiosas en el siglo XIX: La Unión Cristiana de Jóvenes de San Fernando (Cádiz), "Trocadero" (2 1990).

25. G. Fernández Campos, Reforma y Contrarreforma en Andalucía (Sevilla 1988), 188.

. José Chamizo de la Rubia, op. cit., 348.

27. Joaquín Herrán Prieto, La Gloriosa en Cádiz (Cádiz 1987) 136ss, 365-366, 370-371, 374-375.

28. Gloria Espigado Tocino, op. cit., 278-283.

29. José María León y Domínguez, op. cit., 414ss.

30. F. Montero García, El primer catolicismo social y la "Rerum Novarum" en España (1889-1902) (Madrid, 1983) 183ss.

31. María Josefa Sánchez Gijón, op. cit.

32. María Josefa Sánchez Gijón, op. cit., 266ss.

33. ADC, Secretaría, leg. 524 (II), "Estado del clero 31-12-1884".

34. ADC, Secretaría, leg. 524 (II), "Clero de la diócesis de Cádiz en 1906 por orden alfabético".

35. Arturo Morgado García, Demografía eclesiástica en la diócesis de Cádiz. Evolución de las ordenaciones sacerdotales (1680-1979), inédito.

36. Vicente Cárcel Ortí, La Iglesia en la II República y en la Guerra Civil, "Historia de la Iglesia en España", vol. V (Madrid 1979), 339-340.

37. María Josefa Sánchez Gijón, op. cit., 277ss.

38. Miguel Artola, Partidos y programas políticos (Madrid 1977), 298.

39. Luis Palacios Bañuelos, Sociedad y Economía andaluzas en el siglo XIX: Montes de Piedad y Cajas de Ahorros tomo 1, (Córdoba 1977) 222ss.

40. María Josefa Sánchez Gijón, op. cit.

41. José Andrés Gallego, Pensamiento y acción social de la Iglesia en España, (Madrid 1984), 53 y 193.

42. D. Benavides Gómez, Democracia y cristianismo en la España de la Restauración (Madrid 1978), 242, 243, 308, 313.

43. José Andrés Gallego, Pensamiento, 267.

44. José Marchena Domínguez Movimiento social en Chiclana de la Frontera a inicios del siglo XX: el Padre Salado y el Sindicato de Viticultores, "Gades" (22 1997) 111-115.

45. José Andrés Gallego, Pensamiento, 368.

46. María Josefa Sánchez Gijón, op. cit., 282ss.

47. Gloria Espigado Tocino, Aprender a leer y escribir en el Cádiz del Ochocientos (Cádiz 1996) 97-99.

48. Gloria Espigado Tocino, La Primera República 275.

49. María Josefa Sánchez Gijón, op. cit., 235.

50. Alberto Ramos Santana et al., Prensa Gaditana 1765-1936 (Cádiz 1987).

51. María Josefa Sánchez Gijón, op. cit., 161 y 167. Vid. José Manuel Cuenca Toribio La visita ad limina de Catalá y Albosa, "Estudios sobre el catolicismo español contemporáneo" (Córdoba 1990).

52. María Josefa Sánchez Gijón, op. cit., 244.

53. Diego Caro Cancela, Una aproximación al anticlericalismo contemporáneo. La quema de conventos gaditanos en mayo de 1931, "Gades" (13 1985).

54. Juan Benvenuty Morales, Educación y política educativa en Cádiz durante la Segunda República (Cádiz 1987).

55. ADC, Secretaría, leg. 525 (II), "Informes relacionados con la persecución religiosa (1943)".

56. Arturo Morgado García et al., El papel de la Iglesia de retaguardia como soporte ideológico del bando "nacional" en la Guerra Civil Española. El caso gaditano, Actas del IV Congreso sobre el Andalucismo Histórico (Sevilla 1990).

57. Guy Hermet, Los católicos en la España franquista vol. 1 (Madrid 1980) 29-30.

58. ADC, Secretaría, leg. 527 (I), "Estadística General de la diócesis. Año 1968".

59. ADC, Secretaría, leg. 527 (I), "Estadística General de la diócesis. Año 1976".

60. Arturo Morgado García, Demografía eclesiástica.

61. Arturo Morgado García y Julio Pérez Serrano, Guerra civil, guerra mundial y postguerra en el discurso ideológico oficial de la Iglesia gaditana (1936-1945), "Anales de la Universidad de Cádiz" (11 1996).

62. Luis González Metola, El Padre Jandilla (Jerez de la Frontera 1967).

63. ADC, Secretaría, leg. 527 (I), "Estadística General de la diócesis. Año 1976".

64. Guy Hermet, op. cit., 352.

65. Guy Hermet, op. cit., 240-241.

66. José Luis Millán Chivite, Historia de Cádiz, vol. 4 (Cádiz 1995) 221, 230-231.

67. ADC, Secretaría, leg. 525 (II), folleto "Descubre tu diócesis (1992)".

68. ADC, Secretaría, leg. 526 (III), "Cuestionario para la Guía Estadística de la Iglesia en España".

69. ADC, Secretaría, leg. 525 (II), "Proyecto sobre delegación episcopal de Obras sociales (1990)".

70. ADC, Secretaría, leg. 524 (II), folleto "Descubre tu diócesis (1992)".

71. ADC, Secretaría, leg. 526 (III), "Número de alumnos y niveles en las escuelas católicas (1985)".

72. ADC, Secretaría, leg. 527 (II), "Estadísticas a la Santa Sede. Año 1994".

73. ADC, Secretaría, leg. 526 (III), "Estadística diocesana 1989", leg. 527 (I), "Estadística General de la diócesis. Año 1968", "Estadística General de la diócesis. Año 1976", leg. 527 (II), "Estadísticas a la Santa Sede. Año 1994".

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