El nombre desconocido

June 19, 2017 | Autor: Iván Toro | Categoría: Poetry, Theatre
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Descripción

el nombre desconocido

Cómo decir adiós
al rostro más bello,
y a la mirada más limpia
saber que no hay nada más
y no volver a verte, ni decirte hola
(al menos sinceramente: el desamor tiene ese deje de resentimiento)
cómo decir adiós
al hombre más hermoso
y a su alma vacía.
Sin embargo, no es la primera vez.

La he visto
y tu recuerdo me ha inundado
y en su mirada desenfocada
me ha identificado
(sin conocernos siquiera)
y me ha confirmado – a la vez –
que ella es tuya
que tú eres suyo
(y eso duele de verdad)
¿por qué me la he cruzado en mi soledad?

Sin saber
si tus labios son dulces (o secos, o amargos)
y la saliva
que ya no goteará como rocío por mi lengua
y el calor
de tus muslos, en la noche, apretando otra sombra
me quedo.
Quizás fuera mejor morir
y poder correr a tu lado, corriente de aire.

Hoy,
que te he pedido un poco más,
que te he pedido un favor especial,
y tú me has cobrado lo mismo de siempre.
¿Es esa tu manera de decirme
te quiero?

Mírame como a una sombra
y no dejes que la luz me desvanezca
reconóceme en los rincones más sucios
(allá donde pertenezco)
déjame solo,
y hazme temblar de espera
esquívame, ni me roces siquiera
no sea que mi ansia se pegue entre los pliegues de tu rostro
ignórame
solo así, con esa muerte,
te haces más dulce
y yo, más sólido.

Profecía:
y yo pasaré ante tu puerta
romperé tus cristales con mi presencia
te arrojaré al suelo al temblor de mis párpados
y no te quedará más remedio
que reconocerme.

Ay, la locura, que se apodera
de cada una de mis venas
y no me deja aire
ni luz
ni descanso
y me vuelve leproso de emociones,
no sería tan dulce,
si no llevara tu nombre.

Me arrancaría los ojos
sólo con que no se hundieran en llanto
pero la sangre
entonces
sería mis lágrimas
y su rojo color me delataría aún más.

Y no sé tu nombre
no tengo dónde, cómo llamarte
así pierdo – pierdes – toda identidad
vuelves a las sombras de las que saliste
desatado
el día en que me miraste de nuevo.
Y ni siquiera sé tu nombre.

Por qué no puedo
por qué no puedo
ni siquiera mirarte
ni tocarte
ni hablarte
por qué me importas
si no te conozco
por qué invades mi mente
estás siempre presente
aunque yo pretenda negarte
matarte
olvidarte
por qué no puedo.

Mirarte
y morir de dolor
transfigurado
convertido en pura lágrima
que sin rodar por mis mejillas
se guarda (aguarda)
tesoro intacto
para verterse como bilis en mi alma
envenenando mis horas
las horas
eternas enemigas
que, sombras en un teatro chino,
me enseñan
mudas
lo que pudo ser y no fue
¿es eso que oigo su risa?

Todavía no entiendo
cómo
yo mismo
pude cortar tan limpiamente mi alma

Enséñame a querer
mira mis ojos,
que te lo gritan más alto que las palabras
enséñame a querer
porque ya no puedo
siento
un mundo
un universo
a punto de explotar en la punta de mis dedos.

Algún día (lo sé)
encontraré un valle
un pedacito de tierra
que no esté yermo.

Sólo me siento feliz
(o tranquilo,
vete tú a saber)
cuando no estoy conmigo.

Creo que,
en realidad,
me ahogo yo solo
y que el mundo (ahí fuera)
no tiene ni idea (ni le importa)
todo lo que hay aquí dentro.

Mirar
Ver
Oír
Amar
las estrellas que mueren cada noche
la oscuridad que se apaga y me descubre
el silencio que canta (alegre, el hijoputa) mi pena
y yo, que me deshago por llorar
aquí estoy,
no soy capaz.

Los gritos que se ahogan en mi voz
en mi garganta inútil
cantan por cada poro de mi piel
estúpidos
¿es que no sabes leer?

Tengo lo más puro
intacto
y lo desangro cada día
esperando que alguien sea un punto, una tirita,
que corte mi hemorragia
yo no me atrevo
temo,
que si lo hago
que si pongo mi mano sobre esta herida perpetua
pueda yo detener las lágrimas
y entonces
ya no necesite de nadie que lo haga por mí.
Qué terror.

Todo lo que no sé
lo que se me escapa
y tu sombra que no está.
Todo lo que no tengo
lo que no quiero
y el deseo más intenso.
El día
que se me escapa
me enseña
aunque no quiero
que tú
a quien no tengo
eres todo
lo que no sé.

Sentir que estallo en 1000 gotas de agua
en átomos
partículas
aire
viento
todo
y no me pertenezco.

¡Persígueme,
sombra de Antínoo!
Enséñame
que no hay dolor en la muerte
que el agua que rodea tu cuello no fue nunca tan dulce
que las sombras que te separan nunca fueron luz más pura
que todo valió la pena
porque todo (todo) todo fue por amor.

Si quisiera
podría deshacerme en este instante
volverme alma
y volarlo todo sin límites
pero me ata la carne más inmunda
me retiene en el placer de lo inmediato
me traiciona
y yo
que sé lo que me cuesta
la oculto entre las sombras del disgusto
pero no quiero
porque, ahora mismo,
es lo único que me mantiene unido.
¿Será mi mentira
la única verdad que reconozco?

El día que me quieras
que alguien me quiera
que yo me quiera
será el fin del mundo
de mi mundo
de los espacios y barreras
que estos mismos dedos han levantado
intentando
¡ja!
proteger lo que no conozco
lo que no miro ni en el espejo
Si lo viera
si me atreviera a mirarlo, desnudo, sólo un segundo
¿me devolvería la imagen que tanto temo?
del niño que aún tiene miedo
que piensa que no es posible (no, para él)
que haya algo bueno, ahí fuera,
pensado sólo para él.

Tan lejos
mis manos rozando tu cuello
Tan cerca
tus manos tocando las mías
Y todo el universo entre los dos.

¿Te has dado cuenta
de que lo intentas todo
todo
con tal de no hablarte a ti mismo?

Me fui
hasta el mar más azul
la arena más blanca
la nieve más pura
el cielo más claro
lejos
para descubrir que todo
todo
lo llevaba dentro de mí.
Y volví.

Me sentí perdido.
Tras caminar mucho rato,
creí encontrarme
di la vuelta y miré al pasado
me vi reflejado en 1000 espejos diferentes
tuve miedo
y me volví a perder.

Ya se siente,
entre las nubes,
el sol que nace.
Para ti,
será un día más.
Para mí,
uno menos.

Léeme despacio:
No puedo evitarlo
(le dijo el zorro a la gallina, mientras la devoraba)

Caminar al filo de la vida
sintiendo cómo se me desgarran los vestidos
y cuando todo está escondido
ver cómo se rompen las costuras
y se desprende de mí
lo que hasta entonces creía menos superfluo
Soy yo
Soy yo
Soy yo
Soy yo
Soy yo
Soy yo
Soy yo
Soy yo
Soy yo
Soy yo
todo lo que queda

Tengo entendido
en lo poco que creo saber
que la belleza no es sino ilusión
qué es, entonces, la verdad
la pureza
el error
la mentira
la muerte y la vida
sino bellos puntos de vista.

Me gusta
levantarme temprano, muy temprano,
antes aún que salga el sol
y hundir mis pies desnudos en la tierra
y ella
fría, envuelta todavía en el no querer despertar,
me descubre la verdad primera
el secreto de la vida:
que nada es,
y todo es, al mismo tiempo.

Me gustaría
poder decirte adiós
y después, esperar a que vuelvas
porque eso significaría
que tengo todo cuanto puedo tener de ti
que te tengo todo cuanto puedo tener

1. Tirarme delante de un coche
2. Saltar por la ventana
3. Clavarme un cuchillo
4. Pegarme un tiro
5. Rozar una valla electrificada
6. Comer raticida
7. Dejar el gas abierto, y encender la luz
8. Respirar el aire que exhalas
Todas son maneras de destruirme.

Acabo de escuchar una palabra
que, dicha por quien la ha dicho,
me ha sonado extraña
"prestigio"
¿No somos los hombres
los más estúpidos de los seres vivos?

Cuando me miro al espejo
no veo más que desgracias
una ceja más alta que la otra
dos granos
la barba incipiente que ensombrece mi alma
son la distancia que separa
el hombre que soy
del que quisiera ser.

Entre las luces turcas,
de colores,
que refleja la sombra del amado
Entre las sombras
que delatan sin querer un pudor
tan súbito como hermoso
Entre el resto de amor
que aún calienta las sábanas
Es donde yo me reconozco.

Hambre
y más que hambre,
Jauría
y aún más,
Muerte.
Todo,
en mi alma.

Lo que yo quiero
no es sino mentira
y aún más,
mentira disfrazada de verdad
mentira que,
a la luz del sol
brille y apague con su reflejo toda sombra
pero me olvido
que cuando llegue la noche
las sombras me devorarán.

Las miradas perdidas
que no miran
porque temen encontrar
y al no hacerlo
pierden en su penumbra
aquella que los miraba
frente a frente.

Derrotado
como el héroe que alcanza el vellocino
y cansado,
como el sabio que descubre el por qué de las cosas
llego a este punto
mi final
un final
concentrándome en que no será más que un nuevo principio
pero ¿acaso
no dicen las leyendas
que los finales son para siempre?
Espero, pues,
que esta jornada
no sea más que un alto en el camino.

Me gustaría cantar
al roce de tu cuerpo
pero no puedo
porque
aunque lo conozco
no tengo palabras
y, aún más, me resulta cursi y estúpido
Cantaré, pues,
al bullir de tu sangre
dentro de mis venas.

Perséfone
La diosa de los infiernos,
cogiéndome de la mano,
me reveló, una vez,
lo oculto que hay en las palabras
y yo,
dormido aún
le dije:
"¿Podré revelar esto
en el mundo de los vivos?"
Ella sonrió:
"Sólo si quieres
que no te comprendan"
y se alejó
jugando con su granada.

Allá abajo
en el valle de las Furias
donde se esconde mi angustia
acosada por los gritos
y los pensamientos inútiles
Allá abajo, digo,
sin poder ver a veces la luz del sol
escapando del olvido
encontré una fuente
de agua tan pura y cristalina
que me dio miedo beber de ella
no fuera mi pecado a mancharla
y la voz (¿Orestes?)
susurró en mi oído
en el momento en que
las yemas de mis dedos rozaban
sin querer
la superficie cambiante
espejo
devolviendo una imagen:
la de mis labios,
manchados de sangre.

Antínoo
Me imagino
los dedos trémulos de repente
el esfuerzo de tus ojos
mirándolos fijamente
por mantenerlos quietos
El pie que avanza
decidido
y que, cuando descubre la tibieza del agua,
te obliga a cerrar los párpados
Los labios cerrados
en un valiente gesto de dureza
ignorando su belleza
tantas veces adorada
pero parcos en palabras
Creo ver
tu sombra creciente en mil gotas de agua
la muerte que abraza al ser más amado.

Vengo del cuarto oscuro
donde el hambre me devora
y luego me escupe
solo de nuevo
Vengo de excavar en el hoyo de mi alma
intentando recuperar
el deseo
que no sé dónde lo habré metido
Vengo de pudrirme
en el cementerio de los hombres
allá donde sólo
aquellos más humildes
reconocemos nuestra pérdida
y los que no lo hacen
se la encuentran de bruces
Vengo de la emergencia
de la sirena de la ambulancia
del trueno y del fuego
de donde sólo yo sé
que se esconde el pedacito de luz
que añora mi alma
pero aún no lo encuentro.

Muchachos que aparecéis
tras la esquina
de repente
que me miráis con ojos de hambre
y pasáis de largo
llevándoos mi corazón
Me pregunto
cuál es el origen
dónde está
la ciudad sumergida
aquella de la que venís
muchachos de piel de oro
llevadme con vosotros
enseñadme el camino
que me lleve a la maravilla.

La condesa sangrienta
Pálida,
con la mirada perdida
en vacíos infinitos,
se deslizaba impaciente
por habitaciones que olían a muerte.
Los ojos
hastiados
buscando vidas ajenas
de las que poder destilar
la pureza de la vida.
Señora de la muerte,
la condesa sangrienta
bebía la belleza a manos llenas
robada en torturas
y látigos restallando contra espaldas blancas.
Entonces,
y sólo entonces,
aquellos pozos negros
parecían cobrar vida,
aunque fuera ajena.

Cuando las sombras
parecían cobrar vida
y ningún lamento
brotaba de las calles de Alejandría
sólo las Musas
cantaron tu sacrificio
¿Sólo, las Musas?
No,
en lo más frío del alma
también Adriano
se quedó mudo.

La Magdalena
¿Y acaso no fue ella
la que más te lloró?
También a su corazón
llegaron los dardos
y en lo más hondo
entre los pliegues de su útero,
donde había concebido la esperanza,
la gota de deseo destilado
dio paso a la lágrima
y la fantasía
a la certeza de la muerte.
Sólo eso la salvó de la locura
eso
y la luz con que tus ojos
la miraron, en la agonía.

En mi corazón,
silencio
terreno vedado
al amor.

¡Ay,
y cómo me duele,
madre mía,
el amor!

He dejado crecer telarañas en mi alma
y acumularse, el polvo sobre mis hombros.
He dejado encanecer mis cabellos
y a la barba enredarse en maraña ininteligible.
He dejado a mis manos volverse garras
y que las arrugas rodeen mis párpados.
He dejado al óxido penetrar en mis rodillas
y que el frío del tiempo señale mis huesos.
Lo que no he dejado de hacer,
cada día,
es sonreír ante mi imagen en el espejo.

¡Qué susto!
Pensaba que todo había acabado.
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