El narrador y la espera en tres cuentos de Daniel Sada

July 27, 2017 | Autor: E. Vázquez Enríquez | Categoría: Literatura mexicana, LITERATURA CONTEMPORANEA MEXICANA, Cuentos Mexicanos, Daniel Sada
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Descripción

El narrador y la espera en tres cuentos de Daniel Sada Emily Celeste Vázquez Enríquez The University of Texas at El Paso

Este texto se limitará a analizar tres de los cuentos de la antología Todo y la recompensa de Daniel Sada, los cuales son: “Pase lo que pase”, “El arma de la inmovilidad” y “Todo y la recompensa”. Dicha selección obedece a que en tales narraciones es posible identificar un hilo conductor temático similar. En “Pase lo que pase”, el lector atiende a una historia que se construye a través del título, un epígrafe de Alfonso Reyes, y una línea. La figura central del narradorpersonaje es por tanto, el primer método discursivo a estudiar. El segundo método, identificado en “El arma de la inmovilidad”, se edifica con la figura de un solo personaje descrito desde el punto de vista del narrador. Por último, en “Todo y la recompensa” aparece una importante cantidad de personajes, aunque de nuevo determinados o juzgados por la mirada de quien los narra. Así, se analizará el modo por el cual el narrador se constituye como el primer punto de unidad entre los cuentos. A lo anterior se añade la similitud temática que las historias por estudiar albergan. Como se verá, la espera se constituye en un hilo conductor para los cuentos. Sin embargo, es necesario aclarar que ni las similitudes, ni las diferencias por identificar en este trabajo, son actantes totalizadores de los textos, pues la riqueza de las narraciones otorga un sinnúmero de lecturas. En “Pase lo que pase” se identifica un narrador-protagonista que de acuerdo con las clasificaciones enunciadas por Gerard Genette, cabe dentro de la categoría del “narrador homodiegético”, pues se trata de un personaje que relata lo que le sucede. Sin embargo, el narrador de Sada trasciende este concepto cuando, en lugar de relatar su historia, la oculta. Aunque el recurso anterior no es exclusivo de Sada, en el cuento aludido el ocultamiento es llevado hasta el extremo: “Quizá entienda en la otra vida, en ésta sólo imagino” (63). Por ello, en el texto se identifica un narrador que incita al lector a inmiscuirse en la trama de su historia a través de la incógnita. La cantidad de interpretaciones que “Pase lo que pase” puede suscitar, son tan variadas como los lectores mismos. Sin 1

embargo, los indicios que los ejes discursivos presentan, conducen a la interpretación de que los temas del cuento son la escritura, la lectura y, en un nivel más amplio, la espera. El primer eje discursivo por analizar es el del cuerpo del cuento. La duda y la posibilidad son las ideas tempranas en las cuales lo narrado inmiscuye al lector a través del término “quizá”: “Quizá entienda en la otra vida, en ésta sólo imagino” (63). Se entiende entonces que el narrador estuvo inmiscuido en una búsqueda que no ha dado resultados, por lo cual, la primer mitad del cuento puede verse como una resignación desesperanzadora, comunicando el vacío de un narrador que se ha dado por vencido en una búsqueda para el lector desconocida. La segunda mitad aparece más iluminadora, pues el narrador ha encontrado un medio para calmar su búsqueda inconclusa: la imaginación. Por ello se asevera que el cuento se configura mediante la oposición razón-imaginación. En tanto la razón es representada por el entendimiento, que no pudo ser alcanzado, el narrador encuentra refugio en lo imaginado. Ante la falta de datos precisos que informen al lector sobre cuál es el objeto de la búsqueda del narrador, es posible percibir que se habla del deseo por el entendimiento de un todo, de la vida, o de cualquiera de sus aristas. Lo anterior adquiere mayor sentido si se toma en cuenta el segundo eje discursivo de análisis: el epígrafe. Al considerar lo enunciado por David Lagmanovich, cuando al referir al carácter de los microrrelatos señala que estos funcionan como “ejercicios de reescritura” (párr. 46), la inclusión de un epígrafe que además, es de mayor extensión que el cuento mismo, adquiere mayor relevancia: ¿Qué he ganado? Nada, sino aumentar instantes de ocio a los muchos que ya cuento en mi vida. ALFONSO REYES, El Demonio de la Biblioteca (63)

Todo el epígrafe alude a la literatura. El recuerdo de la Capilla Alfonsina salta desde las líneas citadas. Alfonso Reyes, reconocido por su adoración a los libros, puede considerarse como el símbolo de la figura del lector en “Pase lo que pase”. Por ello, la reescritura a la cual aludía Pereira, en este caso podría ser entendida no tanto como una realizada sobre El Demonio de la Biblioteca, sino como la reescritura del lector al cual

Reyes

en

el

texto

encarna,

como

su

voz

retomada. 2

A lo anterior se añade que en el cuento, es posible identificar una especie de diálogo en el cual se reflexiona sobre la literatura tanto en la acción de la lectura, como en la de la escritura. Esta premisa puede observarse al retomar el papel que la imaginación adquiere, pues ésta se edifica como el terreno al cual el narrador ha decidido entregarse. Si se considera que la imaginación es la principal herramienta para la actividad creadora, es posible inferir que el protagonista de “Pase lo que pase” es un escritor. En virtud de lo anterior, se intuye que el tema del cuento es la literatura en sus dos caras: la de la lectura y la de la escritura. Por un lado, en el epígrafe aparece una reflexión sobre el acto de leer, por el otro, en el cuerpo del texto se reflexiona sobre el quehacer del escritor. Ambos actos son considerados no como medios prácticos ni como herramientas para encontrar verdad alguna, sino como recursos para seguir viviendo. Si se pensara que la intertextualidad y el diálogo entre el cuerpo del texto y el epígrafe es tal, que el primero obedece al desconcierto del narrador sobre lo enunciado por Reyes, la premisa se mantiene. Lo anterior se debe a que, desde tal lectura, el sentido del epígrafe sigue siendo el mismo y se hace más obvia la intención del narrador por reflexionar sobre el acto de la escritura. Ahí radica la unidad en la selección del epígrafe, del autor y de lo que está escrito en el cuento. A lo anterior se añade el sentido del título, “Pase lo que pase”, pues lo que va a pasar no interesa, la literatura mantendrá su posición privilegiada en la vida del narrador tal como la mantuvo en la de Alfonso Reyes. Si el entendimiento no llega en esta vida, ya llegará en la otra y mientras espera, el narrador continúa escribiendo. Similar a lo sucedido en el primer cuento, la espera es también uno de los temas que aparece en “El arma de la inmovilidad”. En dicha narración el lector se enfrenta a la historia de un viejo tendero, quien recientemente quedó viudo y cuyo único hijo ha muerto años atrás. En la grisácea tienda donde se desarrolla la acción, la única compañía que le queda al tendero es la de una mosca. El narrador de esta historia difícilmente puede encasillarse en las teorías tradicionales. Su personalidad queda manifiesta desde la primer línea, “una tienda, un enfoque” (73). Con tales palabras se anuncia además del objeto de la narración, la 3

mirada unidimensional que habrá de permear en el texto y la conciencia del narrador sobre su actitud definitoria para la historia. La selección que el narrador hace para darle paso a la voz del tendero coincide con lo por él argumentado. De tal modo, las escasas líneas que son enunciadas por el personaje, confirman lo emitido por el narrador, Aunque en la noche, al revés: la lámpara de petróleo amarilleando el entorno y el íncubo resplandor se arrastraba sin encuadre hacia la calle donde las sombras al paso alargábanse deformes. Alguien vendrá a comprarme algo… (74)

Cuando con la frase “alguien vendrá a comprarme algo” el narrador permite que el personaje hable, lo hace para otorgarle un momento cúspide a la descripción realizada. Cada frase emitida por el personaje se acompaña por un halo de soledad que entristece y conmueve, a la par que dota de mayor fortaleza a las ideas desplegadas por la voz que narra. Ante lo anterior, la presencia que evita que el panorama resulte totalmente desesperanzador es la de la mosca. Si bien el papel de tal insecto evoluciona conforme la trama avanza, en principio puede ser leído como un personaje lúdico que otorga equilibrio al ambiente, Pero hay entretenimiento; entonces: si la mosca se parase en una de sus mejillas él nunca la espantaría, pese al cosquilleo en un punto de sensaciones pirrungas, ya que ella se cansaría de estar tanto tiempo allí. Pobre mosca, pues dejarla… (73)

La importancia que tanto el narrador como, por consecuencia el protagonista, otorgan a la mosca, puede resultar risible debido a que no nada más se realiza una descripción minuciosa de los movimientos del diminuto personaje, además, como sucede en la cita anterior, el narrador divaga en torno cuáles podrían ser sus siguientes pasos. El rol de la mosca evoluciona para fundirse con el ambiente de soledad que acompaña al protagonista, de modo que sobre dicho actante, más delante la voz narrativa señala, “esa mosca inevitable, como señal volandera, removía lo innecesario” (75). Es así como el narrador comienza a configurar a la mosca como una premonición para lo que habrá de acontecer al protagonista. La premisa anterior adquiere mayor sentido cuando el narrador advierte que el tendero “supo que ese punto alado era la conjugación de los espíritus muertos. La visita del recuerdo que circunda” (75). La mosca se emparenta con la muerte, quien ronda al protagonista a la vez que le trae el recuerdo de su esposa y de su hijo.

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Después de la visita incidental de un niño y de una mujer que querían darle el pésame, el tendero se aísla manteniendo como única compañía a la mosca. En este cuento, la espera se observa en dos momentos. El primero se da cuando de voz del abarrotero se desprenden las líneas “alguien vendrá a comprarme algo” (74). Dicha sentencia contiene una carga semántica esperanzadora pues el tendero pareciera querer continuar con la rutina que lo rigió durante años, sin embargo las dilucidaciones de la voz narrativa adelantan el fracaso de lo momentáneamente esperado, “el agua de los ensueños había cambiado de sitio. ¿El agua? ¿Se puede llamar así a lo que no tiene forma? No… quizás, imprecisiones… Todo luengo y condenado a una curva engañadora, a un futuro negador” (75). La figura del narrador se impone a lo expresado por el protagonista, razón por la cual la sentencia por este último emitida, ligada a lo enunciado por la voz narrativa, pierde todo rasgo esperanzador y se torna en una oración desoladora. La frase alguien vendrá a comprarme algo, aunada a las ideas expuestas por el narrador, delata la imposibilidad para que la esperanza del tendero se concrete y por ello, revelan la soledad en la cual éste se encuentra. Un segundo momento en el cual la espera aparece, se da en el final del cuento, Para cualquiera que pase, hoy, mañana, cuando sea, y voltee hacia la tienda que alguna vez fue abundante, verá la estampa del hombre carcomiéndose en la sombra… Mientras tanto, la mosca sigue rondando… ¡Dejarla!... Ella moriría y de muerte natural. (76)

En las líneas previas a esta cita el narrador señala que el tendero “cada vez se olvidaba de comer lo que su cuerpo pedía” (76), por ello es posible intuir que se presencia la espera de la muerte. Empero, aunque dicha espera es asumida por el protagonista, quien otorga los indicios necesarios para que el narrador la interprete, es el juicio final del narrador el que se consolida como la espera más determinante. “¡Dejarla!... Ella moriría y de muerte natural” (76), si bien el sujeto al cual el narrador refiere es, en el nivel más obvio la mosca, en un segundo nivel se hace referencia al tendero, cuyos movimientos se encuentran cubiertos por la mirada unidireccional del narrador, quien ha determinado la espera del destino cercano del protagonista. Entre tanto, en el cuento “Todo y la recompensa”, el tema de la espera se identifica desde otra vertiente. Aquí, el lector atestigua la historia del matrimonio Cabral 5

Domínguez, desde sus años de abundancia, hasta el momento de su decadencia económica, moral, y finalmente física. Diferente a lo sucedido en los cuentos previos, éste, que es el más extenso de los tres, tiene un mayor número de personajes. No obstante dicha diferencia, el cuento por abordar posee una similitud con los anteriores que contribuye a consolidar el estilo de Daniel Sada como cuentista: el hilo conductor y la figura de la voz narrativa. Si bien, la naturaleza de este narrador no es igual a la presente en los otros dos cuentos, su personalidad también resulta determinante. En este cuento la voz narrativa construye a los personajes mediante la interpretación, dictaminación y valoración de sus acciones. No es nada más un narrador omnisciente, es además un personaje que desde fuera emite juicios valorativos, es sarcástico y conduce al lector a empatizar con sus ideas sobre los personajes. Ejemplo de lo anterior se da durante la siguiente descripción, donde, para referirse a quienes acudían a las fiestas de don José, y a la reacción del matrimonio ante la gran cantidad de gente que llegaba, el narrador señala: unos, incluso, buscaron acomodo hasta en la habitación donde dormían los dueños, desde luego, no había ningún problema, pues: los dueños, tolerantes, despreocupados, buenos; ahí, allá, frazadas y cobijas. (88)

El juicio valorativo realizado sobre las acciones de los personajes y el tono sarcástico utilizado por el narrador, se edifican como dos de los principales recursos del autor para la configuración de dicha figura. El tono sarcástico utilizado por la voz narrativa, no se descubre sino hasta el final, cuando se revela el destino cruel del cual los protagonistas fueron sujetos. Tal premisa se respalda en el hecho de que el cuento es narrado en retrospectiva, “casi todos los fines de semana, en la casa vistosa de los Cabral Domínguez, antaño se efectuaban jolgorios de mucha risa y baile” (87). El tono irónico con el cual la voz narrativa describe la actitud de los protagonistas, revela su esencia cuando se descubre que ésta era ya consciente de las consecuencias que las acciones de los personajes les acarrearían. Al leer el cuento por vez primera, puede resultar difícil identificar el tono sarcástico del narrador, sin embargo

éste

adquiere

claridad

cuando

el

final

es

descubierto.

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Precisamente por lo anterior, algunos de los sucesos presentes en la narración adquieren un tono humorístico debido no a la situación en sí misma, sino a la forma en la cual ésta es narrada, La dueña doña Emilia. … prefería estar echada en el camastrón matrimonial … El enrosque florido y el amor en tinieblas, cuando la juventud vuela que vuela y los besos se aroman y la pureza se hunde y se adelgaza. (89)

Otro recurso que contribuye a dotar de humor a algunas de las frases emitidas por el narrador, consiste en el uso de la oralidad y en la anexión de situaciones que podrían considerarse cuadros de costumbres. Debido al contexto nacional al cual algunas de las líneas se adhieren, quizá resulte más sencillo que un lector mexicano identifique el humor presente en, por ejemplo, las siguientes líneas: los chupetes de dedos y limpiar con pedazos cobachos de tortillas de harina el juguito chiloso del guisado que quedaba en los platos: el borrego en tatema y las lenguas lampreadas con salsa tricolor; ya bien llenos retirarse ir después a su cuarto para ensayar –luego de echarse una cejita leve–. (90)

Similar a como sucede en sus novelas, el estilo del lenguaje juega un papel definitivo en la cuentística de Daniel Sada, pues como advierte Cristopher Domínguez Michael, “Sada se muestra un cuidadoso orfebre del lenguaje y un fabulador sorpresivo” (107). Es así como el cuidado que el bajacaliforniano pone en la construcción del lenguaje, permite que éste se consolide como una herramienta perfectamente edificada para la ironía, el sarcasmo, el humor y la poesía. Respecto a la poesía, ésta se asoma en prácticamente todos los cuentos de Daniel Sada, baste recordar cuando en “El arma de la inmovilidad” el narrador advierte, “el rectángulo de luz, dejando ver la figura: la puerta abierta de día, y hacia adentro: acaso una perfección de grisura sin contrastes” (74). En este caso, la función del lenguaje poético es además de estética, de contenido, pues contribuye para que en la mente del lector surja la imagen buscada por el narrador aunada a una suerte de sentimiento melancólico, elemento que la perfecciona. Entre tanto, en “Todo y la recompensa”, los momentos poéticos cumplen una función similar, “el adivino era de ojos azules y cabello güero. Pero no parpadeaba ni con el sol encima” (95). Es así como la poesía se consolida como un elemento que contribuye a reforzar lo dicho por el narrador, de modo que de la suma de la emoción 7

surgida de un lenguaje poético y de una descripción concreta, lo representado se materializa con mayor fidelidad en la mente del lector. En este punto resulta necesario retomar la idea expuesta por Domínguez Michael cuando asevera que las narraciones de Sada son siempre sorpresivas. En “Todo y la recompensa” el lector atiende a una sorpresa hiriente, acaso inexplicable aunque anunciada en voz del adivino, “ustedes vivirán con extrema modestia, es decir, ningún lujo. De lo contrario os arrepentiréis” (96). Los indicios para que el lector intuya el final que esperaba a los protagonistas fueron puestos por el narrador desde las primeras páginas, sin embargo, debido al carácter lúdico de los sucesos acontecidos, se vuelve difícil intuir lo que se aproxima. Lo que resulta más sorpresivo dentro del cuento es que de la narración de sucesos risibles, alegres y ostentosos, donde don José Cabral hace fiestas legendarias para desconocidos, a quienes lanza dinero desde el balcón, alimenta y hospeda, sus acciones originen primero la humillación y después el asesinato: Otras veces, en las nubes del humo de sus ideas, en las cumbres del miedo de su embriaguez ufana, no entendía, preguntaba: ¿Por qué me pegan? Si yo… Un golpe lleno y seco estallaba en su cara … Cierto que una vez ya no se supo de él. (107)

A la sorpresa del protagonista se añade la sorpresa del lector, sin embargo, pese al carácter dicharachero de José Cabral, la actitud despilfarradora que lo caracterizó en el principio llega a un extremo tal que es percibida por los desconocidos no ya como un gesto extraordinario, sino como una acción ordinaria, que por lo tanto no amerita agradecimiento alguno. A la muerte de don José, cuya descripción resulta en un cuadro de una violencia inesperada, se unen la muerte de doña Emilia y de Altagracia. La primera se vuelve loca de tanto buscar a su marido. Nunca supo que estaba muerto y “alguien se la llevó después a una ciudad muy grande” (108). Sin embargo, es el final de Altagracia el que resulta más descorazonador: Una tarde de marzo la encontraron tirada junto a unos chamizos. Pero ahí la dejaron, pero no estaba muerta. … Lo único que deseaba era ir allá para traerse luego a su cotorro, ese pipiropis, alegre y querendón. (110)

Son dos los principales ejes narrativos por los cuales la muerte de Altagracia es más cruel y sorpresiva que la del propio don José, razón por la cual es ella y no el 8

protagonista, quien cierra la historia. El primer eje radica, paradójicamente, en la mezquindad con la cual el personaje fue construido. Para referirse a ella el narrador constantemente utiliza el adjetivo “ruca” enfatizando así en su carácter amargo. Así, cuando se descubre que Altagracia quería volver a la vieja casa de los Cabral no para buscar el dinero enterrado, sino para recuperar a su cotorro, se revela con ello la humanidad que en el personaje había estado escondida, en este punto se erige el segundo eje por el cual el desenlace es tan conmovedor. La dureza de Altagracia queda supeditada a su amor hacia el cotorro, su muerte fue producida porque perseguía un fin noble. En lo anterior su deceso difiere con el de don José, quien se entregó a los vicios que desembocaron en su muerte. La espera como uno de los temas del cuento se inserta desde el título, pues en la semántica del término “recompensa”, inherentemente se adhiere tal vocablo. O bien, el sujeto espera ser recompensado, o alguien más espera que se le recompense. De tal modo, la espera radica no tanto en los personajes, quienes mantienen un rol activo concordante más bien con la búsqueda, sino en la figura del lector. Lo anterior se debe a que los indicios presentes en el cuento desde el título, generan la interrogante de qué es lo que le espera al protagonista, de cuál será su recompensa y la de los personajes que lo acompañan. Como se ha visto en los tres cuentos analizados, el papel del narrador puede diferenciarse a partir del estudio del tema de la espera presente en las historias. Mientras que en “Pase lo que pase” es posible identificar un narrador-protagonista que utiliza a la espera como un motivo para imaginar, y como consecuencia para escribir, los otros dos narradores también hacen uso de dicho tema con objetivos particulares. Por su parte, el narrador de “El arma de la inmovilidad”, mediante la interpretación de las acciones del tendero, estipula que el personaje se encuentra en espera de la muerte. Lo anterior se realiza a través de tres elementos principales: el lenguaje poético, la monopolización del discurso, y la inserción de un personaje alegórico. Dicho personaje es la mosca, quien en un primer nivel representa a un lúdico insecto y, en un segundo nivel, se constituye como la representación de la muerte en espera.

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Por último, en “Todo y la recompensa”, el tema de la espera aparece desarrollado no tanto dentro de la historia, sino en el plano receptivo de ésta debido principalmente, a los indicios demarcados por el título y el argumento del cuento. El narrador dirige la interrogante en el lector sobre cuál será esa recompensa a la cual el título alude. El rol determinante de la voz narrativa se aprecia desde el punto de vista de éste como personaje, como artífice e indicador y como manipulador del acto receptivo. La figura del narrador y la de la espera como bloque temático, se constituyen en dos de los principales hilos conductores que generan unidad entre los cuentos abordados.

BIBLIOGRAFÍA. Burroway, Janet. «Punto de vista». Ciudad Seva. (2014): n. pag. Web. 8 May 2014. Domínguez Michael, Cristopher. Antología de la narrativa mexicana del siglo XX. México: Fondo de Cultura Económica, 1991. Print. Genette, Gerard. Figuras III. Barcelona: Lumen, 1989, Print. Lagmanovich, David. «Hacía una teoría del relato hispanoamericano». Revista interamericana de bibliografía. 1996:1-4. Web. 10 May 2014. Sada, Daniel. Todo y la recompensa. México: Debate, 2002. Print.

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