El Nacimiento del Alfabeto.

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Descripción

20162017

El Nacimiento del Alfabeto. UN ESCUETO REPASO DEL FENÓMENO DE LA ESCRITURA HASTA LA APARICIÓN DEL ALFABETO ENRIQUE GIL ORDUÑA

RESUMEN

Podemos decir que la escritura, en tanto signo simbólico con mayor o menor carácter pictográfico o ideográfico, tiene una antigüedad paradójicamente prehistórica, aunque resulte una contradicción en sus mismos términos. Nos referimos a que, si incluimos las representaciones simbólicas del arte paleolítico superior, y planteamos la posibilidad de que, en su día, tuvieron una relación de significados, no hablamos de un hecho muy diferente al de los primeros casos que la historiografía, hasta hoy, sigue considerando como los primeros ejemplos de escritura, en la cultura sumeria (Mesopotamia, IV milenio a. C.). La escritura de ideogramas y pictogramas sumerios dio paso, con el tiempo, a una evolución hacia formas simplificadas cuneiformes que se convirtieron en el sistema de escritura más extendido en el Antiguo Oriente, hasta la preponderancia del alfabeto, en el I Milenio a. C. La cultura acadia, de habla semita, adaptó los signos cuneiformes a su estructura lingüística, y se convirtió en la más hegemónica de Oriente durante la mayor parte de II milenio a. C. Esa misma adaptación fue seguida por la civilización hitita de Asia Menor, así como la importante ciudad costera comercial de Ugarit, donde se produjo una paulatina innovación basada en la “amputación” de las formas cuneiformes de escritura acadia, de tal forma que sólo designaban los sonidos iniciales de las sílabas a las que remitían las formas originales. De este modo, dio comienzo, a mediados del II milenio, el fenómeno de la acrofonía en la escritura, y el nacimiento del primer alfabeto. En las mismas fechas, casualmente, en Serabit el-Khadim (Sinaí), los trabajadores y constructores de un templo egipcio, tomaron la iniciativa de, inspirándose en los ideogramas que observaron en los jeroglíficos egipcios, escribir pictogramas parecidos, aunque otorgándoles un significado bien distinto al que representaban en la escritura egipcia. Los objetos representados aludían al sonido inicial de las palabras que evocaban en el idioma de raíz semita de estos trabajadores, de tal forma que la cabeza de una vaca (alef) designaba una /a/. En poco tiempo, este sistema de escritura se expandió en gran parte de la Península del Sinaí, y dio pie al alfabeto proto-sinaítico, antecedente directo del proto-cananeo, el cual, tras al colapso de ca. 1200 a. C., aprovechó el clima de democratización del conocimiento para expandirse por doquier y conformarse como la cuna común del alfabeto hebreo y fenicio, y éste último, en el modelo del futuro griego y el resto de alfabetos mediterráneos.

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ÍNDICE

Introducción

Pág. 4

El nacimiento de la escritura. Simbolismo y lenguaje.

Pág. 5

La extensión de la escritura.

Pág. 7

El nacimiento del alfabeto.

Pág. 9

Conclusiones.

Pág. 13

ANEXOS: MAPAS.

Pág. 14

BIBLIOGRAFÍA.

Pág. 15

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EL NACIMIENTO DEL ALFABETO Enrique Gil Orduña

Introducción

Este trabajo va a tratar el fenómeno de la aparición del alfabeto como uno tan determinante que marcará la dinámica histórica desde ese momento en adelante. Se trata de un sistema de comunicación y registro más útil que todos los anteriores, con creces. La facilidad de su uso, basada en la existencia de poco más de una veintena de signos, determinó una mayor accesibilidad a la escritura, una democratización del conocimiento, y una expansión del uso de la escritura por toda la cuenca mediterránea, a partir del contacto colonial greco-fenicio. No es de extrañar que será a partir de entonces cuando Occidente despertará del aletargado sueño prehistórico y se inserte con fuerza en el devenir histórico que marcará la escritura (y no una cualquiera, sino la alfabética). La venida de la escritura, de la mano de la civilización y el Estado, marcará un antes y un después en el Mediterráneo y Occidente, que adquirirán una dinámica de cambio y desarrollo social hasta entonces sólo perceptible en Oriente. Por eso, es para mí un fenómeno de primera magnitud histórica y de una importancia crucial la aparición del alfabeto, las facilidades comunicativas que trajo intrínsecas, y todas sus consecuencias. En su día marcó una revolución comunicativa sin parangón desde la aparición de la misma escritura, a la par que consolidaba el comercio y las relaciones mediterráneas. Así pues, en este trabajo me centraré, tras un inciso en el nacimiento de la escritura y su significancia como precedentes inmediatos, en el análisis del contexto que determinó la aparición primera del alfabeto (ugarítico) y su primigenia extensión en Oriente (escritura protocananea y cananea), para una descripción final de la extensión global de su uso, a partir del pasillo sirio-palestino, hacia Occidente (alfabeto griego, etrusco, tartésico e ibérico). Finalmente, repasaremos los hechos y daremos las conclusiones sobre el significado de la aparición del alfabeto.

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1. El nacimiento de la escritura. Simbolismo y lenguaje.

El signo gráfico es una forma más, entre muchas, de símbolo. Símbolo también es la articulación verbal de sonidos que se asocian a un significado, o gestos corporales de percepción visual. La relación entre el signo y el significado implícito depende de la cultura simbólica del receptor, su competencia comunicativa en uno u otro campo de signos y el sistema de relaciones simbólicas que mantenga en su bagaje mental y aprendido. Son todas las intuiciones compartidas por todos los hablantes1, las relaciones sistémicas entre frases, entre éstas y sus elementos (Sperber 1978: 31). El símbolo, de cuya primigenia existencia humana desconocemos su ubicación cronológica, en su versión de signo gráfico, es ya evidente durante el Paleolítico superior en el suroeste europeo, en forma de representación de animales, humanos y de signos, bien en arte rupestre o parietal, como sobre objetos muebles. Estas manifestaciones artísticas se extienden a lo largo de los más de 25.000 años del Paleolítico superior (c. 35.000-8.500 cal ANE), durante los cuales, las representaciones realistas irán dando paso a otras más esquemáticas. El arte sobre objetos móviles suele darse sobre instrumentos óseos o líticos, y en los de uso precario, como arpones o azagayas, dominan las decoraciones no figuradas, con diversas marcas. Estos signos que no evocan figuraciones reales, también se encuentran en el arte parietal como trazos pintados o grabados. Las composiciones son variadas y complejas, yendo desde formas más cerradas (ovales, triangulares, etc.) a más abiertas (trazos rectilíneos o en puntos, serpentiformes, etc.). Con el tiempo, finalizado el Magdaleniense y entrados en el Epipaleoítico o Mesolítico, el arte naturalista dio paso a la hegemonía del “simbólico” sobre el arte mueble. Caso aparte será el fenómeno del “arte levantino” en la Península Ibérica, del que han quedado numerosas representaciones figurativas, junto a algunos signos, aunque ya nos estamos refiriendo a un caso situado, según las últimas dataciones radiocarbónicas calibradas, entre el Neolítico avanzado y la Edad del Bronce (Barandiarán 2012: 69-70, 98, 102-103, 107-109, 141 y 143-149).

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Spercer 1978: 31

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Pinturas esquemáticas rupestres de Fuencaliente. Fuente: http://www.revistaiberica.com/pinturas-rupestres-fuencaliente/ [12/12/2016]

Sentando estas bases, estamos de acuerdo, pues, en que el nacimiento de la escritura dispuso de precedentes muy directos y suspicaces de simbolismo. Al fin y al cabo, hablamos de signos no figurativos que, de algún modo, tuvieron que gozar de un significado, más o menos abstracto. Las motivaciones que impulsaran a la creación de tales símbolos surgieron en un contexto concreto sobre unos condicionantes humanos particulares. Hablamos, en definitiva, de la necesidad comunicativa del ser humano hacia un plano temporal que trascendiera la inmediatez del golpe de voz, y que quedara fijado en la eternidad del símbolo gráfico. Pese a que aún desconocemos los detalles de cuáles eran los significados de estos símbolos, y las numerosas hipótesis que se han barajado, baste con señalar, como importante, que se da por fin la innovación comunicativa del símbolo a partir de un grafo relacionado con un significado y, muy probablemente, con uno o varios golpes de voz. Durante el IV milenio ANE surge entre los ríos Tígris y Éufrates, tierra por los griegos conocida como Mesopotamia (entre ríos), en la misma en que cerca de 5.000 años antes había surgido la agricultura, la civilización sumeria, una caracterizada por tratarse de uno de los primeros estados y por haber desarrollado el invento revolucionario de la escritura. El condicionante que estimuló el nacimiento de tal herramienta fue la existencia de una gran densidad poblacional en núcleos de población urbanos donde ya existía una 5

tradición milenaria de almacenamiento de excedente productivo agrario, y que, conforme avanzó el número de habitantes y la especialización de oficio, tuvo que desarrollar formas más complejas de adscripción. El primer núcleo donde se diera esta innovación sería Uruk, en la baja Mesopotamia, según nos dice el registro arqueológico hasta la fecha. Hablamos, en las unidades más antiguas, de “fichas” de formas cónicas o redondas (símbolo de cabezas de ganado sometidas a trueque), encerradas en recipientes cerámicos en los que se registran indicaciones de su contenido. Ese “etiquetaje” solía indicar el número o cantidad. Otras tablillas de arcilla cocida mostrarán una serie de líneas curvas trazadas con la punta de un cálamo, que darán lugar a los pictogramas “miméticos”, signos que representaban objetos y animales figurativos. Encontrándonos hacia el 3300 a. C. en este estadio, tales signos no tenían nada que ver con su pronunciación, y eran evocables en cualquier idioma. Se contaba, así, con más de 2.000 pictogramas, entre los que se encontraban algunos con carácter abstracto. Los primeros “textos” no trataban más que de un inventario de bienes particulares para la administración del Estado, tratándose de una escritura rudimentaria que dificultaba la redacción de textos literarios, pues no era esa su función primigenia. Con el tiempo, conforme vayan surgiendo nuevas necesidades, la escritura evolucionaría hacia otras formas y funciones (Calvet 2007: 49-53). En poco tiempo, los escribas sumerios probarían una nueva técnica, en la que, a partir de una caña acabada en bisel, una vez apoyada en la arcilla, se obtenía una huella cuneiforme (en forma de cuña). Podía alargarse el trazo a partir del movimiento de la mano, obteniéndose así varias figuras básicas con las que serían compuestos todos los signos cuneiformes basados en los anteriores pictogramas. Alrededor de 2600 a. C., además, se da un cambio importante en la escritura, y es que la dirección vertical dará paso a otra horizontal dextrosa. Así mismo, el sentido figurativo de los signos fue dando paso a otro más convencional (Ibidem: 53-56).

Dos ejemplos de evolución técnica desde pictogramas a signos cuneiformes Calvet 2007: 56.

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Teniendo en cuenta que la lengua sumeria era una de tendencia monosilábica, podían darse muchas homofonías, que, sin embargo, mostraban diferencias a la hora de escribirse, pues se aludía al significado y no al sonido en un primer momento, pero con la evolución funcional hacia temáticas más variadas y especiales, los signos dejarán de aludir directamente al objeto representado, mas sí a la sonido silábico correspondiente. Este sistema permitía, de tal modo, escribir aquellas ideas abstractas que no tenían representación pictográfica con anterioridad (Ibidem: 57-60).

2. La extensión de la escritura. Del acadio a la escritura ugarítica, y puesta en marcha de los precedentes directos al alfabeto.

Durante el III milenio a. C. el espacio mesopotámico se dividió en dos ocupaciones culturales, a saber, la acadia, de lengua semita, al norte, y la sumeria, al sur. La interacción y mezcla de ambas poblaciones fue una realidad, estableciendo una serie de intercambios culturales entre los que se encontró la escritura, rápidamente copiada y adaptada por los acadios, y más tarde, difundida a otros pueblos. Una vez desaparecido el Imperio sumerio ca. 2000 a. C., la lengua sumeria fue sustituida por dos dialectos de raíz acadia: el asirio en el norte, y el babilónico en el sur. Éste último adquirirá en adelante una gran importancia como lengua hegemónica de Oriente, aunque siguió basándose en la escritura sumeria. No obstante, la adaptación de la escritura sumeria no se realizó sin cambios drásticos en lo que a correspondencias fónicas se refiere (Ibidem: 60-61).

Ideograma correspondiente a “astro” en sumerio y en acadio. Calvet 2007: 63.

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Entre las diferencias notorias entre una lengua y otra, está que el sumerio era una aglutinante2, y el acadio, como lengua semita, se construía a partir de consonantes. Los acadios, así, atribuyeron a los ideogramas sumerios valores fonéticos a partir de su sistema consonántico, dando así un resultado bastante complejo que servía tanto para el sistema ideográfico sumerio como el fonético acadio. Tuvo que recurrirse a una cierta reforma en la que a los ideogramas se les añadía signos fonéticos que señalaban las inflexiones acadias3. Además, el problema de las homofonías era mucho más excepcional en el acadio, por lo que la escritura se hace más uniforme, teniendo en cuenta que la gran mayoría de palabras eran trisílabas. Basada en estos principios, la escritura sumerioacadia sería la predominante en toda Mesopotamia hasta su sustitución por el alfabeto arameo a principios del I milenio a. C. Resulta llamativo, pues, que hubieran sido las particularidades lingüísticas acadias las que determinaran la evolución de la escritura cuneiforme, la cual, si hubiese seguido existiendo el sustrato lingüístico sumerio, habría evolucionado de muy distinta manera a partir del sistema primigenio que se evidenciaba muy poco oportuno para la lengua semita (Calvet 2007: 63-66 y Bottero 1990: 43). Durante el mismo tiempo, el sistema, como he anotado más arriba, tendió a expandirse en las culturas que entraron en contacto con mesopotámicos y tuvieron la ocasión de observar y considerar su virtuosa utilidad. Será el caso de los hititas, pueblo indoeuropeo habitante de Anatolia durante el II milenio que adoptaría los signos cuneiformes hacia 1500 a. C., eso sí, otorgándoles de nuevo el valor fonético de su propia lengua, no el original sumerio ni acadio, aunque sí el mismo significado. De otra cosa hablamos cuando nos referimos a la escritura habida en la ciudad de Ugarit (a partir de los siglos XIV-XIII a. C.), la cual se basaba en las formas cuneiformes acadias, pero adaptada a su propia lengua, de nuevo, que, aunque semita (hablamos de un “protofenicio”), se vio reflejada en la escritura de un modo innovador, en cuanto se señalaba “la mitad” del signo silábico acadio, y, es decir, se representaba tan sólo la inicial

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La que acompaña la raíz de la palabra con numerosos afijos que determinan las relaciones gramaticales (Calvet 2007: 286). 3 Frente al dingir (dios) sumerio, que significaba lo mismo en todos sus contextos gramaticales mediante el símbolo de una estrella, para pasar al acadio había que recurrir al fonetismo en función de si se trataba de un sujeto (i-lu) el complemento de un nombre (i-li), entre otras formas posibles (Bottero 1990: 43).

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de la sílaba, dándose por primera vez el fenómeno de la acrofonía4, y el nacimiento de un verdadero alfabeto (véase Mapa 1, p. 11).

Alfabeto ugarítico. Calvet 2007: 69.

3. El nacimiento del alfabeto.

Durante el Bronce Tardío, el pasillo sirio-palestino y sus muy distintas sociedades, algunas dedicadas al pastoreo trashumante, otras habitantes de pequeñas aldeas agrícolas, y otras de grandes urbes, bien capitales estatales o portuarias, fueron objeto de dominio imperial por parte de los grandes estados orientales propios del momento (Mitanni, Hatti y Egipto). Sus ciudades y recursos fueron objeto de polémica constante entre los tres imperios, y llevó a episodios violentos, tales como la batalla de Qadesh entre Ramsés II de Egipto y Hattusis III de Hatti, y a una actividad diplomática intensa y constante de las que nos ha quedado gran testimonio material. De entre todas las ciudades y pequeños estados conformantes del pasillo sirio-palestino, el que interesa en este trabajo es la ciudad costera de Ugarit, de la que una serie de excavaciones intensivas han dado luz a un exuberante palacio real muy especial en el marco que nos toca, en tanto nos ha legado 4

Escritura que conserva el sonido inicial de una sílaba o palabra. De este modo, los pictogramas fueron representando el sonido inicial de la palabra que representaban, y, así, nacerían los primeros alfabetos tras el ugarítico, en el mundo cananeo (Calvet 2007: 285).

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una gran serie de archivos administrativos, jurídicos, diplomáticos y epistolares. Ugarit era, ante todo, una ciudad comercial privilegiada, como principal puerto sirio en poder hitita y egipcio, que mantenía contacto directo con gran parte del Mediterráneo Oriental. La existencia del plurilingüismo era notoria en casi todo Próximo Oriente, y mucho más en una ciudad tan “comunicada” como Ugarit, donde, a parte de la lengua “culta” que escribían los escribas burócratas (acadio), también se han encontrado otros documentos escritos en ideograma y cuneiforme hitita, jeroglífico egipcio, chipriota, hurrita, o en mismo ugarítico. Esta gran convivencia fue propicia para la experimentación de nuevos sistemas más operativos, como fue el caso del alfabeto, en un primer momento basado en la escritura cuneiforme acadia. En otras ciudades se recurrió al mismo principio, pero no en el ámbito burocrático, donde se siguió utilizando el prestigioso sistema babilónico (escritura acadia), sino en ámbito más privado y “popular”. Se tomó como recurso, esta vez, no la escritura cuneiforme, sino ideogramas egipcios que, aunque originalmente evocaban sonidos silábicos, en ocasiones podía dárseles un uso mono-consonántico. Este modo ingenioso de utilizar los jeroglíficos egipcios fue lo que dio lugar al alfabeto protosinaítico y el proto-cananeo, precedentes directos de todos los alfabetos posteriores (Finkelstein y Silberman 2011: 93-96; Liverani 1995: 426-452; y Ruiz-Gálvez Priego 2013: 69-78). La transcripción de las vocales, como vengo diciendo, no eran fundamentales en las lenguas semitas por su propia estructura basada en sonidos consonánticos. Ya desde el alfabeto ugarítico, de lo que se trataba era de alegar a sonidos aislados, y así, servir para transcribir varias lenguas semitas. No apareció en un momento dado por efecto casual, sino que, poco a poco, sobre el sistema cuneiforme mesopotámico, fue imponiéndose por las necesidades prácticas una simplificación de sus signos, que aludían sonidos silábicos, hacia formas “amputadas” que tan sólo aludían el fonema inicial (acrofonía). Hacia las mismas fechas (siglos XV-XIV a. C.), como he anotado más arriba, aparece el alfabeto protosinaítico (descubierto en excavaciones de Serabit el Khadem, Sinaí, véase Mapa 2, p. 11), que partía, por su parte, de ideogramas egipcios. La innovación se basó en relacionar los signos con el sonido inicial del objeto que representaban, de tal forma que el sonido /a/ era representado con la cabeza de un buey (aleph en semítico). Mantenido su uso, y sujeto a evoluciones particulares en cada espacio a lo largo del tiempo, se convertirá en el origen de todos los alfabetos extendidos a lo largo del Mediterráneo, aún sobre lenguas no semitas. La letra alfa del alfabeto griego y 10

la A latina están directamente relacionadas con el aleph primigenio semítico, que aún se mantiene en idéntico nombre en el alfabeto hebreo.

Alfabeto protosinaítico y su correspondencia con los posteriores fenicio y griego.

Fuente: http://www.proel.org/index.php?pagina=alfabetos/protosin [14/12/2016]

De este alfabeto primigenio surgiría, dentro de los siglos inmediatamente posteriores al colapso general de ca. 1200 a. C. en los grandes estados de Oriente, otra serie de alfabetos paleo-cananeos que darán lugar al utilizado en las ciudades fenicias, y, a partir de este, durante el siglo X a. C., el paleohebraico, que se mantendrá hasta hoy día, cambiando ligeramente las formas de sus signos, aunque manteniendo el mismo nombre y valor fonético. El proceso no carece de importancia, si enfocamos las potencialidades intelectuales que otorga el uso del alfabeto, por lo práctico de su uso. Frente a los millares de signos de la escritura cuneiforme sumeria que debían memorizar unos pocos afortunados iniciados sacerdotales, que tenían acceso a la administración y gestión del almacenaje, la escritura acadia había reducido el número de signos a un centenar de sonidos silábicos, convirtiéndose así en el sistema de escritura diplomático más extendido. Pero el alfabeto, más adelante, mostró la ventaja de reducirse a unas pocas decenas de signos a memorizar, por lo que se evidencia su versatilidad. La facilidad de su uso permitió, más aún tras la desaparición de los grandes estados centralizados durante los inicios del Hierro (siglos XII-X a C.), su accesibilidad para una gran multitud de individuos que no tenían que ver con la burocracia clásica estatal, pero que sin embargo podían darle un uso práctico en sus quehaceres, por ejemplo, comerciales. Es de esperar que, una vez democratizado el conocimiento y el uso de la escritura, una mayor cantidad 11

de individuos participaran de las potencialidades mentales que la alfabetización aporta, en tanto otorga con su uso una mayor capacidad de abstracción. La escritura es un sistema, no sólo comunicativo, sino de pensamiento, que ordena y jerarquiza la información. Así, del mismo modo, una vez dadas las condiciones socioeconómicas, con la expansión comercial y colonial fenicia (a partir del siglo IX a. C.) se dará paso a la asimilación de una herramienta tan útil por parte de numerosas sociedades del Mediterráneo que entraron en contacto suficiente como para observar su utilidad (Calvet 2007: 127-141; y RuizGálvez Priego 2013: 37-47). En el caso griego, la asimilación del alfabeto fenicio se dio de forma muy diversa entre las diferentes islas y regiones que conforman el heterogéneo territorio helénico. No obstante, con la estabilidad y cierta homogeneidad ya palpable en los siglos VII-VI a. C., la innovación que aquí se dio fue, una vez adaptados los signos a una lengua de carácter indoeuropea, incrementar más la acrofonía de tal modo que, aunque las letras fenicias designaban un fonema determinado, existía el problema de que no quedaban representados ciertas vocales, ya que estas se encontraban indirectamente determinadas dependiendo de la función gramatical de la palabra en su contexto. En el caso griego la innovación no fue crear las vocales, ya que, de hecho, ya se encontraban algunas en el alfabeto fenicio (aleph, ‘ayin he’, etc.), sino la individualización de las consonantes, de tal modo, que la escritura se convirtió a partir de este momento, en un instrumento más fiel de representación fonética de la lengua (Havelock 1996: 85-94).

Esfinge con inscripción alfabética en Serabir el Khadem (Sinaí). Fuente: http://es.paperblog.com/la-esfinge-de-serabit-el-khadim-esta-esfinge-realizada-en-piedra2484801/ [26/01/2017].

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4. Conclusiones

Nos encontramos a partir del I milenio a. C. con un escenario muy diferente al anterior milenio, en lo que al Mediterráneo toca. Y es que, pese a anteriores experimentos regionales en lo que a configuración estatal se refiere (casos de la Creta minoica, la Hélade micénica, o la sociedad proto-estatal del Argar en el sureste de la Península Ibérica), los dados a partir del contacto consolidado con la civilización estatal oriental darán paso a una serie de efectos muy determinantes para toda la historia de Occidente, en primer lugar, porque Occidente ya entra de pleno en la Historia, una vez asimilado el uso y disfrute de la escritura, concretamente la alfabética. Venida de la mano de la organización estatal y la cohesión social en torno a una serie de instituciones políticas públicas, surgirán las poleis griegas, así como, muy influenciadas por estas, las ciudades etruscas, también ya alfabetizadas, y la misma Roma, cuyo papel en el futuro ya no es objeto de este trabajo, aunque se pretende, eso sí, señalar lo determinante del alfabeto para los aconteceres del mismo, pese a poder no ser tan aparente. Otros casos en la Península Ibérica verán reproducirse alfabetos propios a partir del contacto directo y continuo con la presencia fenicia y griega. Tras un primer intento en el suroeste peninsular, surgido de la dinámica socio-económica existente, que se tradujo en un alfabeto tartésico directamente mimético en casi todas sus formas del alfabeto fenicio, surgirá una serie de alfabetos posteriores en toda la vertiente mediterránea, que tendrán más familiaridad con el alfabeto fenicio o griego en función de la hegemonía de una presencia colonial u otra. Pese a que estos casos no tendrán mayor trascendencia una vez se diera la Romanización a partir del siglo II a. C., de la que aún nos queda su legado alfabético, estructura mental, e incluso legislativa, vuelvo a señalar cuán importante resultó el alfabeto para el acontecer de los hechos y poder hoy recordarlos.

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ANEXO: MAPAS

Mapa 1: Próximo Oriente Antiguo (obsérvese Ugarit en la costa frente a Chipre). Fuente: https://www.salonhogar.net/Salones/Historia/4-6/Civilizaciones_Antiguas/Civ_Antiguas.htm [14/12/2016]

Mapa 2: Península de Sinaí. Fuente: http://sinaireise.blogspot.com.es/2007/07/karte-der-sinai-halbinsel.html [14/12/2016]

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BIBLIOGRAFÍA



BARANDIARÁN, I. (2012): “El Paleolítico y el Mesolítico” en VV.AA.: Prehistoria de la Península Ibérica. Barcelona: Ariel Historia.



BOTTERO, J. (1990): “L’écriture et la formation de l’intelligence en Mésopotamie ancienne” en Le Debat nº 62.



CALVET, L.-J. (2007): Historia de la escritura. De Mesopotamia hasta nuestros días. Barcelona: Paidós Ibérica.



FINKELSTEIN, I. y SILBERMAN, N. A. (2011): La Biblia desenterrada: una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados. Madrid: Siglo XXI.



HAVELOCK, E. A. (1996) [Orig. 1986]: La musa aprende a escribir. Reflexiones sobre oralidad y escritura desde la Antigüedad hasta el presente. Barcelona: Paidós Ibérica.



LIVERANI, M. (1995): El Antiguo Oriente. Historia, sociedad y economía. Barcelona: Crítica.



RUIZ-GÁLVEZ PRIEGO, M. (2013): Con el fenicio en los talones. Los inicios de la Edad del Hierro en la cuenca del Mediterráneo. Barcelona: Bellaterra arqueología.



SPERBER, D. (1978): El simbolismo en general. Barcelona: Promoción cultural S. A.

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