El museo en los tiempos de la historia natural: colecciones y universidad alrededor de 1900

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Descripción

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Camilo Escobar Sierra

Coordinador Registro de Colecciones Biológicas Museo Universitario Universidad de Antioquia

I

Con más de 70 años de historia, la Colección de Ciencias Naturales del Museo de la Universidad de Antioquia ha sido un foco para la investigación y divulgación del conocimiento sobre la biodiversidad de Antioquia. En ella se han formado generaciones de profesionales de las disciplinas ambientales de la Universidad de Antioquia en el manejo de colecciones y habilidades taxonómicas; ha servido de apoyo para profesores e investigadores y ha brindado la posibilidad de desarrollar estudios inéditos sobre fauna. Además, ha sido visitada por miles de ciudadanos del municipio de Medellín, principalmente estudiantes que han tenido la oportunidad de conocer sobre la diversidad del país y sensibilizarse sobre su conservación. Nuestras colecciones han sido usadas por investigadores de todo el mundo para el desarrollo de estudios biogeográficos, taxonómicos, filogenéticos, de conservación y biología de poblaciones. Como en la mayoría de museos de historia natural, la colección funciona como dos museos: Uno críptico y académico, donde

las colecciones son cuidadas y estudiadas; y otro exterior, donde el conocimiento del museo interior se hace visible (Humphrey, 1991). A nivel global, la conciliación entre estas dos facetas es cada vez más complicada y preocupa a muchos de sus administradores, que deben balancear el compromiso de sus instituciones con la formación de públicos y la investigación avanzada. Muchos de los visitantes de los museos de historia natural solo conocen el museo exterior y una pequeña fracción de las colecciones que se encuentran al interior. Para estos visitantes, el gobierno, decanos, y para algunos administradores de museos, esas hileras de envases, cajones y cajas se hacen cada vez más ajenas y lejanas. Su desconocimiento los hace contradictores de la necesidad de su existencia y de continuar con su sostenimiento. Sin embargo, las colecciones son testigos silenciosos de la historia natural; es en el museo donde, a través de la investigación, se les da una voz y nos pueden contar

sobre nuestro pasado y futuro. Las colecciones son bancos de datos, consideradas como patrimonio nacional y de interés para la humanidad por ser fuente primaria de conocimiento y de información sobre nuestra biodiversidad, razón por la cual deben ser protegidas, mantenidas y debidamente curadas, garantizando su permanencia en el tiempo (Simmons y Muñoz-Saba, 2005). Nuestro museo no es ajeno a estas tendencias, por esto, a través de esta edición de la revista Códice, en compañía de científicos y curadores de colecciones de ciencias naturales en Colombia, América Latina y el mundo, divulgamos y discutimos sobre la importancia histórica y actual de las colecciones para las áreas de educación, medio ambiente y sociedad, e invitamos a nuestros colegas a no perder de vista el norte sentado por nuestros antecesores al fundar las colecciones de las que hoy como sociedad estamos a cargo. Contribuciones valiosas en este número, como la de José Warles Diaz del Museo de la Salle, que evoca la historia de las colecciones de los hermanos Lasallistas y sus aportes fundamentales al desarrollo de las ciencias en Colombia, y nos invita a conocer la relación de las colecciones con el concepto de cultura tanto a nivel histórico como en el presente. El aporte de Susana García e Irinia Podgorny del Museo de La Plata, que nos brindan una mirada dentro de la historia de las colecciones de ciencias naturales y su relación con las universidades en el siglo XX. Y el artículo de Paolo Viscardi del University College London y Presidente de la Asociación de Colecciones de Historia Natural, que nos invita a conocer y discutir alrededor del presente y futuro de las colecciones en el siglo XXI. Sergio I. Salazar-Vallejo y Norma Emilia González del Colegio de la Frontera Sur en México en su artículo se refieren a las múltiples crisis de una de las disciplinas que por tradiciones han tenido su foco en los museos, la Taxonomía. Carlos Diazgranados Cubillos de la Universidad Nacional le hace una entrevista al profesor Gonzalo Andrade Trujillo, uno de los pilares de otra de las disciplinas claves en los museos de historia natural, la Taxidermia. Y finalmente, Kirk

Fitzhugh del Museo de Historia Natural de Los Ángeles, nos invita a dar una mirada desde la filosofía de las ciencias a la importante labor de la divulgación y educación de las ciencias en los museos de historia natural. El espectro y calidad de las contribuciones de nuestros autores para este número de Códice, dan pie a considerarlas como un referente para el desarrollo de las labores de investigación y educación en las colecciones de ciencias naturales de Colombia y el mundo. Los invito a que disfruten de esta lectura, que espero dé pie al futuro desarrollo, discusión y mejoramiento de nuestro campo.

Referencias bibliográficas Humphrey, P. S. (1991). The nature of university natural history museums. Natural History Museums: Directions for Growth. Texas Tech University Press, Lubbock, pp. 5-12. Simmons, J. E. y Muñoz-Saba, Y. (2005). Cuidado, manejo y conservación de las colecciones biológicas. Universidad Nacional de Colombia.

CÓDICE BOLETÍN CIENTÍFICO Y CULTURAL DEL MUSEO UNIVERSITARIO UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Año 17 Nº 29, noviembre de 2016 ISSN 1692-3766 Edición semestral Medellín - Colombia Certificado de registro de la Superintendencia de Industria y Comercio 275275

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Mauricio Alviar Ramírez / RECTOR José Edinson Aedo Cobo / VICERRECTOR DE EXTENSIÓN Santiago Ortiz Aristizábal / DIRECTOR CÓDICE Y MUSEO UNIVERSITARIO Nelfa Yulisa Palacios Cuesta / COORDINADORA CÓDICE Y OFICINA DE COMUNICACIONES MUUA COMITÉ EDITORIAL Santiago Ortiz Aristizábal / Museo Universitario de la Universidad de Antioquia, Colombia. Fernando León Valencia Vélez / Curador Colección de Ciencias Naturales Museo Universitario Universidad de Antioquia, Colombia. Camilo Escobar Sierra / Coordinador de registro de colecciones Biológicas Museo Universitario Universidad de Antioquia, Colombia. Luis Germán Sierra Jaramillo / Líder de Extensión Cultural - Biblioteca Carlos Gaviria Díaz Universidad de Antioquia, Colombia. Juan Felipe Blanco Libreros / Profesor Titular Instituto de Biología Universidad de Antioquia, Colombia. Nelfa Yulisa Palacios Cuesta / Museo Universitario de la Universidad de Antioquia, Colombia. Nelfa Yulisa Palacios Cuesta / COORDINADORA EDITORIAL Laura Jaramillo Salazar, Laura Paulina Gómez Arrubla / ASISTENTES DE EDICIÓN Víctor Manuel Aristizábal Giraldo / DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Juan Carlos Jiménez Tobón / EDICIÓN Y CORRECCIÓN DE ESTILO Maira Alejandra Correa Bedoya / TRADUCCIÓN INGLÉS-ESPAÑOL ARTÍCULOS Carlos Federico Carranza C., Natali Guilombo Henao, Miguel Ángel Correa P. / FOTOGRAFÍAS ENTRADILLAS

PORTADA Y CONTRAPORTADA Exposición Permanente - Colección de Ciencias Naturales, Francisco Antonio Uribe Mejía - MUUA PORTADA INTERIOR Y CONTRAPORTADA INTERIOR Exposición Permanente - Colección de Ciencias Naturales, Francisco Antonio Uribe Mejía - MUUA IMPRESIÓN LYS Comunicación Gráfica www.lyscomunicaciongrafica.com

CÓDICE Universidad de Antioquia, Ciudad Universitaria, Museo Universitario, Calle 67 N° 53 - 108, Bloque 15, Medellín, Colombia. Teléfono: (5)(74) 219 51 87, fax: (5)(74) 219 11 86 http://museo.udea.edu.co - [email protected]

Las ideas y opiniones contenidas en los diferentes artículos son responsabilidad exclusiva de los autores.

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Exposición Permanente - Colección de Ciencias Naturales, Francisco Antonio Uribe Mejía - MUUA

El museo en los tiempos de la historia natural: d colecciones y universida alrededor de 1900

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Exposición Permanente - Colección de Ciencias Naturales, Francisco Antonio Uribe Mejía - MUUA

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Introducción

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Las colecciones de historia natural cumplen una variedad de roles, los cuales han cambiado a través de la historia. Los especialistas en el campo tienden a pensar en ellas como un recurso científico primario que soporta la taxonomía y ofrece conocimientos en biodiversidad. Sin embargo, las colecciones también son entidades museológicas con el rol de inspirar, educar y comunicar una variedad de mensajes científicos, sociales y políticos. Principalmente, las colecciones de historia natural existen con el propósito de ayudarnos a entender y contextualizar el lugar de la humanidad en el universo. En este trabajo trataré de explorar los factores contemporáneos y a futuro que influencian las colecciones de historia natural. Éste artículo será inevitablemente subjetivo, y me remitiré a mis experiencias como director de la Natural Sciences Collections Association (NatSCA), y como miembro del comité UK Linnean Taxonomy & Systematics, para reflejar el sentido del estado presente, y probablemente el futuro, de las colecciones de historia natural. De ante mano me disculpo por alguna omisión, error y sesgos que puedan haber en este trabajo.

¿De dónde venimos?

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Las colecciones de historia natural tienen una historia larga y diversa, influenciada por factores científicos, sociales y políticos. La formación inicial de las colecciones fue llevada a cabo como una respuesta socio-política a una apertura mundial a través de las travesías del descubrimiento, el desarrollo de rutas de

comercio extendidas internacionalmente, y el establecimiento de imperios europeos para documentar y capitalizar comodidades naturales recién descubiertas. Esto en parte estimuló el crecimiento de acercamientos científicos durante el Renacimiento, como el proceso de describir, documentar y organizar los recursos ganados en el momento. Los métodos de preservación de especímenes fueron desarrollados y refinados, permitiendo el establecimiento de las más recientes colecciones y proveyendo una herramienta de trabajo con la cual estudiar la naturaleza. Naturalistas y figuras de la ciencia como Carl Linnaeus, el conde de Buffon y Edward Tyson, informaron del desarrollo de la taxonomía, la documentación y la observación comparativa de la naturaleza (todo relacionado con especímenes). Este trabajo científico temprano careció de una infraestructura sistemática completa para la clasificación, y se requirió ajustarse a las influencias religiosas socialmente incrustadas, con un énfasis en celebrar la maravilla de la divina creación y entender el lugar del hombre en ella. Con la adopción de la teoría de la evolución darwiniana, el descubrimiento de la herencia mendeliana y las bases para la teoría ecológica, el campo de la historia natural sufrió un gran cambio hacia fines más analíticos durante la última parte del siglo XIX y los primeros años del siglo XXI. Los museos de historia natural jugaron un importante rol en ese tiempo, adquiriendo especímenes y registros de las actividades de los colectores y haciéndolos asequibles para los científicos. También desarrollaron exhibiciones didácticas (Alexander, 1997; Andrews, 2013;

¿Dónde estamos? Los cambios dentro de las ciencias biológicas han resultado en una valoración reducida del valor de las colecciones de historia natural, tanto para la investigación académica como para la docencia, resultando en la disminución del recurso (Gropp, 2003; Funk, 2004), la cual ha sido más a fondo

empeorada por la recesión económica mundial en el 2008 (Kemp, 2015). Fuera de las bio-ciencias, ha habido cambios significativos mundialmente en la práctica museológica (Wilkinson, 2014; Carlins, 2015). Los museos se han diversificado y profesionalizado, muchos han cambiado su enfoque a actividades de investigación más públicas (Wilkinson, 2014; Kemp, 2015). Mientras esto ha hecho a los museos más populares para el público, como se indica con el crecimiento sostenido de visitantes (Department for Culture, Media and Sport, 2015), se ha impactado negativamente en publicaciones de conservación, especialmente en historia natural (Evans, 2012; Mulhearn, 2013; Viscardi, 2013). Esta situación es quizás más marcada en el Reino Unido, donde la conexión entre la historia natural y la investigación científica también ha sido afectada por prioridades determinadas por cuerpos culturales y de artes que tienen responsabilidad en financiar los museos (Viscardi, 2013). En los Estados Unidos la situación es algo diferente, con la National Science Foundation (NSF) aportando financiamiento significativo para la ciencia, relacionado con el trabajo en las colecciones de los museos. Mas notablemente la NSF ha ofrecido el programa Collections in Support of Biological Research (CSBR) para apoyar con infraestructura en las colecciones, aunque este financiamiento está en pausa desde marzo 16 el 2016, mientras está siendo evaluado (National Science Foundation, 2016). El enfoque reciente en una variedad de financiación ha sido en la digitalización de las colecciones, para que de tal manera aumente el acceso y apoyo en el trabajo de los taxonomistas en áreas remotas al material tipo. Esto está siendo muy importante, así como la experticia taxonómica que está cambiando de los asientos del viejo poder colonial hacia las regiones donde una gran proporción de la biodiversidad aún está sin describir. El legado del imperio que impuso limitaciones en la investigación local taxonómica, ya que el material tipo estaba concentrado en grandes museos europeos y de Norte América, está ahora comenzando a ser dirigido usando tecnología digital. Este enfoque CÓDICE

Carlins, 2015) que ilustraron los desarrollos en el entendimiento científico de la vida, y comunicaron el poder, conocimiento y productos del imperio al público. Para la primera mitad del siglo XX hubo una gran profesionalización dentro de la historia natural y una diversificación de los campos de investigación, con especímenes y su información dando lo necesario para la mayoría de estas áreas. Los museos jugaron un rol importante en la integración de la ciencia natural y la sociedad, poniendo al tanto sobre las normas, influenciando la investigación y educando al público (Carlins, 2015). Para la mitad del siglo XX, la síntesis evolutiva moderna incitó el campo de la biología (Mayr & Provine, 1998), inspirando un gran cambio en la relación entre la genética, la matemática, todo el organismo y la investigación paleontológica. Con cambios en la investigación y aumentando la presión para publicar, los laboratorios modernos y las aproximaciones computacionales compitieron de una manera más exitosa para financiamiento y reconocimiento institucional que los estudios de campo más tradicionales y las colecciones basadas en investigación (Noss, 1996; Pyle, 2001; Schmidley, 2005; Tewksbury et al., 2014). Esto dio forma al ambiente de aprendizaje académico dado en las siguientes décadas, provocando que muchos que entraran a las ciencias biológicas a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI carecieran de exposición a los conocimientos básicos contextuales dados por la historia natural y el estudio completo de organismos (Noss, 1996; Mares 2002; Schmidley, 2005; Cook et al., 2014; Tewksbury et al., 2014).

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ha sido influenciado por la Convención en Diversidad Biológica o Convention on Biological Diversity (CBD), y particularmente la CBD Global Taxonomy Initiative o la Iniciativa Global en Taxonomía, la cual fue establecida en 1988 (Convention on Biological Diversity website). El protocolo de Nagoya de acceso a recursos genéticos y distribución justa y equitativa de los beneficios resultantes de su utilización (usualmente referido como el protocolo de Nagoya), es un acuerdo internacional que surgió de la Convención en Diversidad Biológica (CBD por sus siglas en inglés) que está en proceso de ser implementado (Secretariat of the Convention on Biological Diversity, 2011). Esto probablemente llegará a ser un factor significativo en el manejo de las colecciones en los próximos años. Hay un malentendido considerable en el presente de los requerimientos impuestos en las colecciones gracias al protocolo de Nagoya (con algo de temor innecesario), pero está claro que la legislación resultante de los acuerdos tendrá una gran influencia- aun para naciones que no han ratificado dicho acuerdo, como los Estados Unidos- desde que algunos acuerdos con recursos genéticos (ejemplo: especímenes) de naciones miembros sea requerido para ajustarse a la legislación apropiada de la región. Las implicaciones de esto aún se están conociendo, pero pueden haber muchos beneficios que surjan a partir de las colecciones de historia natural, desde que el valor de los recursos genéticos sea el enfoque de la legislación, incrustando una valorización del capital natural en un campo político y dando incentivos para invertir en el manejo adecuado de las colecciones que contengan información genética. Los desarrollos en el campo del ADN están haciendo que la información genética fragmentada de las colecciones sea altamente asequible (Herrmann & Hummel, 2012), para acompañar el código genético de barra de la vida o “barcoding” de recolección contemporánea, dando lugar a la diversidad, relaciones y hasta exposición viral de las poblaciones a ser estudiadas desde las muestras, abarcando varios puntos a la vez (Suarez & Tsutsui, 2004; Pyke

& Ehrlich, 2010; Casas-Marce, 2012; Lavoie, 2012; Pennington et al., 2013; Tewksbury et al., 2014; Bradley et al., 2014). Los desarrollos y la disponibilidad más asequible de otras técnicas de investigación, desde imagen 3D a pequeños análisis químicos de muestras, dirigen las colecciones a la investigación novedosa; pero estas oportunidades solo surgen si los museos pueden incrementar el conocimiento en la disponibilidad de sus colecciones para este tipo de trabajo. Por supuesto, el uso de colecciones debe estar restringido por la calidad de la información asociada, y para muchas pequeñas colecciones este tipo de investigación no es una prioridad porque primeramente son manejados para propósitos más culturales que científicos. Este uso de colecciones es de valor considerable para enganchar a la audiencia y recordarle al público que la historia natural es un proyecto socialmente importante. Por trabajar en el sector cultural, las colecciones de historia natural también amplían su impacto y la atracción en el público. Trabajar con artistas para obtener nuevas perspectivas en las colecciones se está volviendo común y puede ser un mecanismo exitoso para atraer audiencias que pueden no tener un interés inherente en la historia natural, o que ha sido postergado por la sobresaturación de historias desalentadoras sobre desastres medioambientales. Esto es valioso, especialmente para pequeñas organizaciones, desde que las artes tengan una influencia considerable en la sociedad y especialmente en el sector de los museos. Los directores de los museos y las cabezas de los cuerpos culturales tienden a tener bases artísticas y de humanidades, significando que ellos pueden no apreciar totalmente el rol y el valor de las colecciones biológicas. Para ilustrar su valor en términos culturales más amplios, los que toman las decisiones pueden estar comprometidos y fomentados de una mejor manera para apoyar las colecciones de historia natural. Las actividades abiertas al público también ofrecen una ruta a través de la cual el potencial de investigación de las colecciones puede ser comunicado de una manera más amplia. Este tipo de comunicación más abierta es vital

¿A dónde vamos? El futuro es notoriamente difícil de predecir, porque una pequeña y aparentemente insignificante acción puede tener una gran e inesperada influencia en eventos globales. Un buen ejemplo de esto es la reciente explosión en el mercado ilegal del cuerno de rinoceronte. Predicciones de una década atrás sobre las poblaciones del rinoceronte africano eran positivas en la medida en que los niveles de caza ilegal eran muy bajos, después de años de trabajo por parte de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales o “The International Unión for Conservation of Nature and Natural Resources” (IUCN) para parar el comercio de cuernos en Yemen (Martin et al., 1997; Milliken et al., 2009; Viscardi, 2011). En el 2008, un reporte sin verificar de un oficial vietnamita que había sido curado de un cáncer de hígado por haber usado un cuerno de rinoceronte triturado, despertó la demanda en el mercado negro del suroeste de Asia, y provocó un aumento en la caza ilegal de dos órdenes de magnitud a

lo largo de seis años con cazadores furtivos y guardabosques asesinados, y una avalancha de robos destructivos de colecciones de historia natural (Viscardi, 2011). Mientras el progreso de esta situación es inentendible dentro del contexto de los principios socioeconómicos, su iniciación fue impredecible. Un elemento significativo de incertidumbre se vio reflejado en el gobierno y la economía. La caída financiera global en el 2008 ha afectado considerablemente las colecciones de historia natural y lo continúa haciendo. En el Reino Unido los próximos años indudablemente verán pérdidas y cierres de museos de autoridad local a medida que el concejo pierde dinero debido a las medidas de austeridad (Sullivan, 2016; Brown, 2016). Esto creará una difícil situación para los museos que aún están vigentes, los cuales tendrán que enfrentar duras decisiones sobre si tomar colecciones huérfanas (y aceptar el costo de esto) o permitir que las colecciones sean removidas negando el acceso al público, ya sea por venta o destrucción. El destino de las colecciones huérfanas dependerá de la calidad del material y la información asociada, pero con la pérdida de personal especialista en la última década, la habilidad para asesorar esta información se ha vuelto muy restringida a medida que el personal de los museos en general se enfoca más en el valor museológico y público que en el científico. Los proyectos que intentan ingresar en una base de datos, lo que usualmente se menciona como “colección nacional dispersa”, están en progreso (Viscardi, 2015); tratan de proveer información importante para la toma de decisiones, pero los recursos para estos proyectos han sido mínimos, y se cree que seguirá siendo así en el futuro cercano, a menos que la inminente implementación del protocolo de Nagoya exija financiación para una base de datos de colecciones global. La situación en los Estados Unidos es algo diferente, aunque no necesariamente mejor, hablando de financiación. Las decisiones sobre el enfoque futuro e inversión en CSBR serán la clave para moldear el futuro de las colecciones de historia natural. Si el financiamiento empieza de nuevo y se concentra en proyectos para apoyar la CÓDICE

para la futura sostenibilidad de las colecciones (Viscardi, 2013). La defensa de la historia natural se ha vuelto inmensamente importante a la luz de la crisis en financiación (Dalton, 2003; Viscardi, 2013), y un factor clave para asegurar la supervivencia de las colecciones será la opinión pública (y por extensión política). Los medios de comunicación proveen una herramienta muy útil para la comunicación que permite a los curadores y a los investigadores compartir su pasión, mientras se hacen cargo del mensaje que quieren comunicar. Los medios de comunicación también proveen de un mecanismo muy valioso para la discusión profesional y comprometerse en un dialogo de gran valor con el público (Hone et al. 2011; Wilcox, 2012). Esto puede ser usado para apoyar iniciativas de ciencia ciudadana, que han llegado a ser bastante importantes para registros biológicos e investigación taxonómica, mientras se provee un mecanismo para enganchar y apoyar a las comunidades.

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documentación y digitalización de las colecciones para facilitar la implementación de Nagoya y GTI, se incrementará el uso de las colecciones y se cultivarán oportunidades para las colecciones basadas en investigación en áreas que vinculen normas amplias para problemáticas, estimulando así el crecimiento e inversión a futuro. Si el CSBR es retirado, el futuro de las colecciones en los Estados Unidos será incierto. La dura verdad es que las colecciones de historia natural probablemente se perderán a menos que se puedan vincular retos sociopolíticos claves tanto en la ciencia como en la cultura. A medida que la ciencia resulta más enfocada, las colecciones necesitarán ser mayormente activas en apoyo a la investigación aplicable. La seguridad alimentaria y los servicios ecosistémicos (Millennium Ecosystem Assessment, 2005; Suarez & Tsutsui, 2005) han llegado a ser globalmente más importantes a medida que la población humana se expande. Mientras tanto, las amenazas de enfermedades emergentes, particularmente zoonosis, aumentan, pues los humanos traspasan los hábitats salvajes y el cambio climático conduce a cambios en la distribución y actividad de especies (Cox & Sacks, 2002; Yates et al., 2002; Page et al., 2015). Otros retos que las colecciones pueden enfrentar incluyen la conservación de especies, la cual, para algunas especies, depende de desentramar la relación de diversidad genética entre población y evitar la depresión de la endogamia, lo cual puede ser informado usando especímenes históricos para entender de una mejor manera las dinámicas de genética de poblaciones (Wandeler et al., 2007). Desafortunadamente, parece posible que los avances en fotografía, escaneo 3D y código de barra genético, combinado con asuntos éticos (Minteer et al., 2014) puedan tener un impacto negativo en la práctica y aceptabilidad de recolectar. Recaerá sobre el personal de las colecciones e investigadores, quienes se benefician de estas herramientas para recolectar información adicional e inesperada provista por el organismo, apoyar que se siga colectando (Rocha et al., 2014).

Culturalmente, las agendas de salud y bienestar se están volviendo cada vez más importantes para que los museos se vinculen (Dodd & Jones, 2014), mientras el aprendizaje informal y basado en objetos (Chatterjee, 2010; Chatterjee & Hannan 2016) esté ganando reconocimiento como valiosa herramienta en la educación que las colecciones de historia natural están en lugar para implementar, especialmente en universidades. Traspasar el rol entre lo científico y lo cultural en los museos es ciencia ciudadana. El compromiso en esta área puede aumentar el valor científico de las pequeñas colecciones, que puede normalmente tener un enfoque más cultural y comunitario, o que puede proveer grandes colecciones científicas con una oportunidad para desarrollar comunidades unidas. Como cualquier historiador natural es consciente, no es la especie más fuerte la que sobrevive, es la que mejor se adapte a las circunstancias cambiantes. Lo mismo resulta cierto para nuestras colecciones. Su futuro depende de nosotros, si aceptamos comprometernos con las circunstancias de cambio de una manera positiva e innovadora.

Agradecimientos Me gustaría agradecer a Melissa Viscardi por su paciencia durante el proceso de escritura de esta publicación y sus útiles comentarios en borradores previos.

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El museo en los tiempos

de la historia natural:

colecciones y universidad alrededor de 1900* Por: Susana V. García e Irina Podgorny**

Resumen: Este trabajo plantea algunos hitos del vínculo entre la Universidad y el establecimiento de museos o colecciones dentro de sus muros, mencionando algunos casos de Iberoamérica, y refiriéndose a la dimensión económica de la empresa educativa en relación con los materiales de enseñaza para la educación superior.

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Palabras clave: colecciones – museos iberoamericanos- universidad- siglo XIX

*Este trabajo forma parte del Proyecto PIP 0153, financiado por el CONICET. **CONICET-Museo de La Plata, UNLP, Argentina

Exposición Permanente - Colección de Ciencias Naturales, Francisco Antonio Uribe Mejía - MUUA

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Introducción

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El historiador del arte Horst Bredekamp, profesor emérito de la Universidad Humboldt de Berlín, ha insistido en el papel de los gabinetes de curiosidades para entender el conocimiento y la filosofía de los siglos XVII y XVIII. Bredekamp, basándose en algunos de los escritos de Leibniz, analizó los espacios históricos donde se estructuraba ese pensamiento: lejos de surgir en el reino intangible de la mente, este se había gestado en un mundo de relaciones, de objetos, de materiales y circuitos muy concretos (Bredekamp 2004, 2005; Neverov, 1985). En ese marco, las colecciones de naturalia y artificialia, las bibliotecas, las academias, los gabinetes anatómicos dejan su papel de mero escenario para pasar a ser parte de la historia de la filosofía (Findlen, 2006). El mundo, a fin de cuentas, se piensa con y alrededor de las cosas. Esa interrelación entre la colección, la observación y la reflexión en el espacio del gabinete, la biblioteca y las academias, presidió la instalación de las universidades del siglo XIX, un acontecimiento paralelo a la reforma de las instituciones coloniales luego de la independencia americana, al sur y al norte tanto del Río Grande como del Ecuador. Las colecciones universitarias, como parte de esa base material a la que se refiere Bredekamp, fueron fundamentales para la enseñanza de la ciencia y las humanidades. Un proyecto financiado por el Ministerio Federal de Educación y Cultura de Alemania ha relevado más de 900 colecciones científicas distribuidas en 85 universidades y en las áreas más diversas, incluyendo las colecciones de calcos para la enseñanza de las artes y su historia, las de medicina,

cine, grabaciones sonoras, fotografías, anatomía, geología, antropología, arqueología, matemática, numismática, física, religión, botánica y zoología. Las culturas de las humanidades y las ciencias, queda en evidencia, han compartido la necesidad de expresarse, organizarse y encarnarse en cosas, objetos y exposiciones. Olvidadas, las colecciones sufrieron el destino de las cátedras y de los profesores que las promovían y de las nuevas tendencias e ideas que las iban arrinconando. Como colecciones para la enseñanza y la reflexión, las colecciones universitarias representaban y representan la cultura material de esas constelaciones siempre cambiantes que se arman entre las personas, las instituciones y los conceptos. Abundan los ejemplos de museos universitarios llegados a nuestros días: allí están los museos de Oxford, los de Harvard, el Museo de La Plata y el Museo Etnográfico en la Argentina. Pero esas historias de éxito, más allá de las continuidades o discontinuidades que puedan contener, dejan de lado a esas otras colecciones que, compradas o montadas para ser usadas en el día a día universitario, se descartaron según la lógica del avance de la ciencia para terminar, con suerte, arrumbadas en un sótano o rincón mientras nadie los requiriera para su uso. Las universidades y “colleges” universitarios de los Estados Unidos de América contienen innumerables casos de estos “museos perdidos”, desmantelados, desperdigados: recién ahora están volviendo a la luz gracias a una historiografía que desanda el concepto que tiende a concebir a los museos como una institución permanente, negándoles el derecho

Museos y Universidades El museo como espacio de trabajo del “científico” es una novedad que surge casi paralelamente a esa nueva profesión que, con ese nombre, aparece en la primera mitad del siglo XIX (Rupke, 2009). En muchos casos vinculados a la formación en determinadas disciplinas –como la minería, la veterinaria, la medicina (anatomía comparada, materia médica animal, vegetal o mineral)-, los promotores de los museos van otorgándole una función pedagógica específica de la que muchos científicos querrán independizarse. La historia de los museos recorre ese itinerario que muestra la tensión de las negociaciones para sostenerlos, haciendo de ellos un espacio para la investigación, la instrucción o la formación profesional, y que, en el caso iberoamericano, estará condicionado por la labilidad de los proyectos políticos y la capacidad de los personajes a cargo de estas instituciones igual de débiles (Podgorny y Lopes, 2016). El establecimiento de museos en las nuevas naciones americanas está vinculado a los acontecimientos históricos desencadenados por las guerras napoleónicas y a la expansión de las nuevas disciplinas científicas (Achim y Podgorny, 2013). Por otro lado, el ejemplo del Museo Nacional de Historia Natural de Paris empezó a usarse en Colombia, Chile, México, la Argentina o Brasil, para constituir instituciones capaces de proveer locales para la exposición y desarrollo del conocimiento (Lopes, 2010; Rodríguez-Prada, 2016). Con muy pocos años de diferencia, los distintos gobiernos, o los coleccionistas con los recursos para hacerlo, procedieron a establecer museos públicos. Las fechas hablan de modas u oleadas: el museo de la compañía de Charles W. Peale en Filadelfia (1786), surgido en los inicios de la independencia estadounidense (Hart, 1994; Hart y Ward, 1988), es una década posterior a las colecciones de la “Library Society” establecidas en Charleston (1773), Carolina del Sur, cuando esta era todavía una colonia británica. Se trata de esa oleada de colecciones promovidas en el marco de las expediciones de fines del siglo XVIII y de ese iluminismo católico -o protestante- que, según la expresión ya clásica CÓDICE

a extinguirse y, por eso mismo, su condición histórica. Los museos universitarios, podemos afirmar, muestran que más allá de las guerras y el vandalismo, un museo puede desaparecer de manera menos trágica pero con la misma o mayor eficiencia que la del acto de pillaje y, además, en el corazón de las instituciones que el sentido común asocia a la transmisión de la cultura. Una colección o “museo de cátedra”, usado –mientras estuvo en existencia - solo por un circuito de alumnos y profesores, se escurre de la memoria y de la institución una vez que el docente a cargo se jubila o muere. Aunque muchas colecciones universitarias se perdieron, otras tantas, con mejor o peor fortuna, llegaron a nuestros días (Ludwig y Weber, 2013). Este trabajo plantea algunos hitos del vínculo entre la Universidad y el establecimiento de museos o colecciones dentro de sus muros, mencionando algunos casos de Iberoamérica, y refiriéndose a la dimensión económica de la empresa educativa en relación a los materiales de enseñaza para la educación superior. A pesar de la serie de contradicciones y caminos divergentes o sin salida que se observan en la historia de muchas de estas instituciones (cf. Podgorny y Lopes, 2008), el siglo XIX consolidó la retórica de apelar al modelo de los museos científicos y públicos al servicio de la instrucción en su sentido más amplio. Sin embargo, la “instrucción pública” adquirió formas y significados múltiples en los contextos específicos. Los museos se vincularon a la enseñanza superior de distintas maneras: muchas veces se instalaron espacialmente en los edificios de las Universidades, otras, subsidiaron cursos superiores (cf. Lopes, 2010). En los inicios del siglo XX los museos, como en el caso argentino, producirían colecciones de enseñanza, mientras dispondrían de sus series científicas para el entrenamiento en las distintas disciplinas científicas (García, 2010). Para entonces, se había consolidado la especialización y la separación de los objetos para la enseñanza, la presentación pública y la investigación (Podgorny, 2005; Podgorny y Lopes, 2008; Lopes, 2013).

Una clase sobre el sistema nervioso en la Sección Pedagógica de la Universidad Nacional de La Plata. Fuente: Universidad Nacional de La Plata, Álbum, La Plata, 1909. Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata. Foto suministrada por las autoras.

de José Carlos Chiaramonte (1989), caracterizó el mundo tardo colonial americano. En distintos momentos del siglo, otras ciudades como Santiago de los Caballeros de Guatemala, Río de Janeiro, La Habana, Bogotá o Caracas, vieron surgir y desaparecer colecciones o proyectos para instituirlas, también integradas a bibliotecas, a las sociedades en pos del fomento del país o como engranaje de una red de recopilación de datos y productos naturales del imperio (Lopes y Podgorny, 2000). El museo de Charleston, con una historia tan zigzagueante como la de los museos

iberoamericanos, es considerado el museo más antiguo de los Estados Unidos de América. Su historia nos muestra hitos que se repiten casi simultáneamente en contextos muy disímiles. Las colecciones, destruidas en un incendio de 1778, se rearmarían en el marco de nuevos intereses, abriéndose al público en 18231. Se trata del año de creación de los museos o gabinetes de México, Bogotá y Buenos Aires, todos ellos, al igual que los museos públicos o nacionales de Lima (1826), Santiago de Chile (1822), La Paz (1838) y Montevideo (1837), precedidos y continuados por una historia de fracasos,

Charleston también nos recuerda que el mundo tardo colonial y el de los primeros años de la independencia se articulan en ciudades que no necesariamente coinciden con los centros que van a gravitar en la historia nacional del tardío siglo XIX.

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director. Esta necesidad de mantener a los museos separados de las instituciones universitarias sería otro de los temas de conflicto también para el director del Museo de La Plata, establecido como museo general provincial en la década de 1880. En 1906, luego de sucesivas transformaciones de sus objetivos para justificar su existencia, se terminó incorporando a la recién creada Universidad Nacional de La Plata, y el director-fundador renunciaría a su cargo. La redefinición del Museo como instrumento de enseñanza de los futuros profesionales de las ciencias naturales aseguraba su sostenimiento, pero su visión atentaba contra la autonomía del Museo, o mejor dicho, la suya propia, que debería haberse sujetado a las líneas enunciadas para la Universidad (Podgorny, 1995; García, 2010).

Colecciones de enseñanza La ampliación de las funciones de enseñanza universitaria en el espacio pre-existente del Museo de La Plata se reflejó en la creación de nuevos locales para la enseñanza de las distintas disciplinas. La instalación de un anfiteatro para conferencias y de laboratorios para la enseñanza práctica, yuxtapone las modalidades de instrucción científica vigentes a fines del siglo XIX (Garcia, 2010). Las colecciones se dividieron siguiendo los procesos de especialización del trabajo científico y las modalidades de comunicación y exposición (Podgorny, 2005). La estandarización de los programas y trabajos prácticos de los cursos, especialmente de aquellos introductorios y generales, requería de colecciones, modelos o ejemplares “tipo” para servir de ejemplo y referencia para los estudiantes universitarios. Los formatos, la disponibilidad y la preparación de los materiales para la enseñanza empezaron a distinguir entre los objetos para el público general y los especímenes guardados en los depósitos, destinados a la investigación. Se recurrió a la compra de distintos tipos de materiales y colecciones didácticas producidas en instituciones y casas comerciales, europeas y americanas. Así, los profesores de mineralogía CÓDICE

mudanzas y refundaciones (Lopes y Podgorny, 2000; Podgorny, 2010). En el caso portugués, donde el traslado de la corte transformó a la colonia en la sede de un imperio europeo, la historia del museo de Río de Janeiro (1818) tendría menos sobresaltos (Lopes, 1997). Las décadas de 1830-1840 parecen marcar, en el caso de los museos latinoamericanos, un proceso de estrechamiento del vínculo con las universidades, como se aprecia en las diversas reformas gubernamentales, en los nuevos lineamientos educacionales de esos años y en las crisis que estas instituciones atraviesan: su viculación a la enseñanza aparece como la promesa para salvarlos de la ruina absoluta. En Buenos Aires, por ejemplo, se expresarían los problemas de la relación entre la universidad y el museo. Myers (1992) considera que se puede hablar de una refundación de la Universidad de Buenos Aires en 1852, en función de todos los conflictos del período anterior, como la desarticulación de las actividades de investigación, la desorganización de los laboratorios y de los gabinetes científicos. De esta manera, en 1856, en el marco de un proceso de renovación que incluyó al Museo Público, el museo fue transferido al edificio de la Universidad. Sin embargo, los vínculos entre la Universidad y el Museo, entre la investigación y la enseñanza, distan mucho de una comunidad de intereses y se vuelven conflictivos porque, en realidad, sus directores y empleados deseaban la completa independencia de las dos instituciones. En el caso específico del Museo, su director argumentaba la necesidad de disociarse de la enseñanza para concentrarse en sus investigaciones: para la enseñanza, la Universidad contaba con su proprio gabinete. De esta manera, se consolida un modelo de dispersión de recursos. La autonomía significaba duplicar al Museo Público a escasos metros de este que, a fin de cuentas, fue el que sobrevivió (Podgorny y Lopes, 2008; Lopes, 2010). Aunque todas las instituciones estaban sujetas a la dinámica de “adaptarse o desaparecer” (Podgorny y Lopes, 2016; Schnitter, 1995), la universidad parecía sinónimo de tiempo perdido en alumnos, reuniones y política de alianzas; los museos, un universo más controlable, en parte por su estructura dominada por la autoridad del

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y geología adquirieron muestras de rocas y minerales, modelos cristalográficos y ópticos, cuadros demostrativos, microscopios de polarización, y otros elementos de trabajo de la conocida casa Kranz en Bonn (García, 2010). Se armaron colecciones didácticas y comparativas con ejemplares del país y se aprovecharon las salas de exhibición para ilustrar las lecciones. Para los cursos de zoología y los trabajos prácticos se compraron especímenes de invertebrados marinos a la Estación Zoológica de Nápoles, el establecimiento más importante de la época en la producción de este tipo de colecciones. Posteriormente, se adquirieron diapositivas y modelos para los cursos de anatomía y embriología. Para las clases de Antropología y de Anatomía Artística, se armó un gabinete con moldes de yeso con reproducciones de cuerpos enteros y máscaras faciales de indígenas de diferentes continentes, producidos en los talleres del Museo de Berlín (García, 2010). Los profesores se mantenían al tanto de las últimas novedades en materiales de enseñanza y elementos de trabajo por medio de la circulación de los catálogos de las fábricas, noticias en revistas científicas y sobre todo a través de los frecuentes viajes a Europa. Durante sus estadías en el viejo continente recorrían centros científicos, librerías y casas proveedoras de varias ciudades, estableciendo relaciones, canjes institucionales y adquiriendo nuevos materiales y aparatos. Hacia 1860, por ejemplo, un catálogo de la firma alemana Krantz, especializada en mineralogía y geología, anunciaba un “stock” de más de 500.000 ejemplares para elegir, provenientes de 3.000 localidades. Las series de objetos generalmente se acompañaban de folletos o guías explicativas. Se ofrecían colecciones para servir de comparación e identificación, para ensayos mineralógicos o químicos, para muestrarios de metales y rocas de aplicación y otras destinadas a distintos niveles educativos. Los precios variaban con la localidad, tamaño y belleza de los ejemplares. También ofrecía modelos y aparatos para cristalografía y mineralogía, pequeñas reproducciones de

grandes animales fósiles, etiquetas, gabinetes y cajas. La firma Krantz había sido fundada por el farmacéutico Adam August Krantz (1809-1872), quien inauguró el comercio de minerales en 1833, mientras estudiaba en la Academia de Minas de Freiberg. En 1836 se mudó a Berlín y en 1850 a Bonn. Allí la empresa contó con un gran museo y una importante biblioteca que permitía la determinación de los ejemplares y su posición geológica, y atraía la visita de científicos para actualizarse en las últimas novedades. En ese sentido, este tipo de comercio conformó un ámbito de sociabilidad para distintos tipos de profesionales y aficionados. Como otras empresas similares, tenía empleados viajeros encargados de recolectar muestras en las localidades geológicas y minas más importantes de Europa y América. Además de contar con una red de recolectores, inter mediarios y agentes comerciales, demostraba un profundo conocimiento de los minerales y sus depósitos, así como de sus distintas clasificaciones. En la Argentina, por intermedio de los profesores alemanes, se compraron varias colecciones a esta casa para ilustrar los cursos universitarios de ciencias geológicas. Varios trabajos de historia de la ciencia han analizado cómo la ciencia adquiere una dimensión universal a través de la producción, circulación y uso de instrumentos y modelos didácticos, contribuyendo a la difusión internacional de ciertas prácticas y saberes. Los profesores alemanes o formados en ese contexto no dejaron de ser un factor en la difusión de la tecnología y el instrumental científico producido por la industria alemana, donde la cultura científica se independiza de la lengua y crea el sustrato técnico para las prácticas científicas locales, habladas en castellano. Paralelamente, las prácticas pedagógicas de las ciencias físicas y biológicas se vinculaban al trabajo del laboratorio (Forgan, 1986), un régimen pedagógico basado en el orden, la repetición, el experimento y un control inmediato sobre el ambiente físico. Con ello se esperaba que

Referencia Taller de producción de piezas anatómicas de la empresa alemana Koehler & Volckmar. Koehler & Volckmar, Leipzig, Stuttgart, Berlin. Leipzig: Haag-Drugulin, s/d. Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata. Foto suministrada por las autoras.

Venta de colecciones El vínculo entre colecciones, museos, historia natural y enseñanza tuvo, asimismo, consecuencias

económicas: movilizó recursos y personas que a partir de las necesidades creadas empezaron a desarrollar nuevas profesiones para satisfacerlas. No por nada, en las exposiciones universales reunidas en la Europa del siglo XIX las colecciones científicas nacionales se incluían en los catálogos de los objetos dedicados a la educación y la enseñanza, el material de las humanidades, la “organización, métodos y material para la enseñanza superior” (Podgorny, en prensa). París, Londres y varias ciudades estadounidenses y de los estados alemanes vieron surgir casas comerciales dedicadas a estos asuntos, como los establecimientos de los preparadores naturalistas y profesores de taxidermia de Rue de l’École-deMédecine en París. Entre ellos, Éloffe & Co., una casa fundada en 1845 por el geólogo Nérée Boubée (Lopes, 2013) y que, heredada por su hijo

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los alumnos asmilaran los procedimientos en relación con las habilidades para la manipulación de especímenes e instrumentos de trabajo y la “correcta” interpretación de los resultados. De esta manera, la transformación del Museo de La Plata en museo universitario va creando un acervo patrimonial paralelo, que se va descartando o combinando con otras colecciones para la enseñanza, y que termina dando forma a “un museo” de la cultura científica, que nadie visita ni registra pero que existe y se acumula.

pasó, en 1865, a la plaza de St.-André-des-Arts con el nombre de Comptoir Central d’Histoire Naturelle, dedicada a las rocas, minerales, fósiles, caracoles, mamíferos y aves. Otro preparador, Arthur Éloffe había publicado un Tratado Práctico del Naturalista Preparador, un género abundante desde los inicios del siglo XIX, destinado a los aficionados a la ciencia pero también a la propaganda de las técnicas conservadoras difundidas por estas casas: el tratado incluía el catálogo y el precio de las colecciones. Así, por ejemplo, 200 rocas de la cuenca terciaria parisina, acompañadas de los fósiles característicos, costaban 40 francos; una colección de 100 a 500 de los fósiles característicos de los distintos estratos geológicos iba de 35 a 250 francos. También ofrecían análisis cualitativos y cuantitativos de minerales certificados por los especialistas en la materia; la determinación de otros objetos de

historia natural, así como numerosos minerales, caracoles y fósiles para la confección de fuentes y cascadas. Éloffe, además, confeccionaba modelos en yeso siguiendo las instrucciones y vigilancia de un antiguo modelador de la escuela de Bellas Artes. Las piezas se ofrecían bronceadas o pintadas del color del sedimento de origen y pasaron a integrar los fondos de varios establecimientos públicos. Un gabinete de historia natural para la universidad costaba entre 150 y 300 francos pagaderos en cuotas trimestrales; un gabinete completo llegaba a los 5.000 francos; pagando 1.000 se obtenían 1.800 piezas con las que se podía llenar una sala completa. Los precios incluían el embalaje en cajas preparadas con tablones, tornillos y correas. Éloffe también daba instrucciones sobre cómo buscar fósiles y vendía los instrumentos recetados: tamices de metal, guata para envolverlos, limas, en una panoplia que muestra el desplazamiento hacia la paleontología de

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Talleres de producción de piezas anatómicas y colecciones biológicas de la empresa alemana Koehler & Volckmar, ca.1930. Koehler & Volckmar, Leipzig, Stuttgart, Berlin. Leipzig: Gedruckt in der Offizin Haag-Drugulin, s/d. Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata.

maché, se ofrecían en una variedad de tamaños y precios para adecuarse a los distintos clientes. Varias casas francesas y alemanas, dedicadas anteriormente al comercio de colecciones científicas o de elementos de librería y oficina, se sumaron al negocio de los materiales para la enseñanza, ofreciendo una amplia gama de objetos: láminas y mapas murales, colecciones mineralógicas y de materias primas, instrumentos, muebles especiales para guardado de los materiales, laboratorios portátiles de experimentación, animales taxidermizados o preparados en alcohol, herbarios y modelos anatómicos. Así, la casa Deyrolle de París, creada en 1831, mantenía cazadores, naturalistas y agentes comerciales en diversas partes del mundo, gracias a lo cual podía disponer de ejemplares de todos los tipos indispensables para el estudio de la Zoología, Geología y Mineralogía, y de especímenes poco conocidos. Contaba, además, con una fábrica a vapor con talleres y laboratorios para la preparación de piezas, impresiones de textos y láminas, construcción de mobiliario y material de enseñanza. Empleaba numeroso personal especializado en distintas actividades: taxidermistas, osteólogos, modeladores, anatomistas, pintores, ebanistas, cartonistas, dibujantes, ópticos, micrógrafos, torneros, impresores, cerrajeros, carpinteros, embaladores (Junger, 1895). Sus modelos adquiridos a fines del siglo XIX y principios del XX sobreviven en algunas instituciones educativas argentinas (García, 2015). También se han registrado colecciones Deyrolle en centros educativos de España, Perú, Chile, Uruguay, Portugal y Brasil, inspirando adaptaciones locales y traducciones a la lengua nacional. Para 1898, algunos catálogos de la casa Deyrolle ya ofrecían láminas para América Central y del Sur en español y portugués (Petry y Gaspar da Silva, 2013). Con el comercio internacional de estos materiales, las instituciones de Sudamérica o Europa contarían en aquellos años con objetos ilustrativos similares, que hablan de una cierta estandarización en el uso de representaciones visuales y en los contenidos de programas de enseñanza científica, como también se observa en CÓDICE

los instrumentos inventados –o adoptados- por los relojeros, los grabadores, los mineros y los artistas de las escuelas de Bellas Artes. Así, el siglo XIX presenció el rápido crecimiento de estas casas que ofrecían especímenes, instrumentos y diversos elementos para formar y mantener en orden las colecciones de historia natural. Esas empresas facilitaron la circulación de objetos en diversas direcciones así como la divulgación de prácticas científicas y de sistemas de clasificación y exposición. Estos emprendimientos se expandieron de forma paralela a la creación de museos en distintas partes del mundo (Sheets-Pyenson, 1988). Así, la firma Ward de Rochester se dedicó a la venta de animales embalsamados, gabinetes didácticos para escuelas y universidades, calcos de fósiles, mapas en relieve y preparados microscópicos, entre otros materiales reunidos en distantes comarcas y a través de la compra o intercambio con museos y coleccionistas (Barrow, 2000). En la década de 1880, Ward visitó museos y distintas localidades de Nueva Zelandia, Australia y América Latina, para adquirir especímenes únicos y ofrecer sus productos, promocionando al mismo tiempo las instituciones visitadas (cf. Sheets-Pyenson 1988; Pérez Gollán, 1995). Las casas de taxidermia y provisión de colecciones conformaron un ámbito de sociabilidad para distintos tipos profesionales y aficionados, y de circulación de los objetos de la naturaleza, como agentes mediadores entre el campo y el museo, a través de los catálogos comerciales y la producción en serie de réplicas, modelos y colecciones. Esos emprendimientos comerciales también testimonian el crecimiento del consumo promovido alrededor del amor a la naturaleza y el estudio de la historia natural. La comercialización de estos objetos formó parte de un próspero mercado de materiales para museos, universidades, coleccionistas particulares y exhibiciones públicas. A medida que se expandía la enseñanza de las distintas disciplinas, se fue diversificando la oferta de productos y colecciones para los distintos niveles de enseñanza. Las colecciones, ejemplares individuales o sus modelos en yeso, cera o papier

los textos y manuales de historia natural (García y Mayoni, 2013). Estos objetos, redes de intercambio, compra y venta, cosas olvidadas y vueltas a encontrar, nos enfrentan sin duda a una manera de pensar la historia de la universidad que apenas ha comenzado. ¿Cómo entender, cómo pensar a la educación superior, no solo desde los individuos sino también desde los espacios y objetos que la sustentan? En palabras de Friedrich Kittler (2004), desde el “hardware” del saber; un problema del pasado que nos proyecta al futuro y abre innumerables desafíos.

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Exposición Permanente - Colección de Ciencias Naturales, Francisco Antonio Uribe Mejía - MUUA

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Los Hermanos de La Salle y el desarrollo de la ciencia en Colombia

I

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El hermano Apolinar María, fundador del Museo del Instituto de la Salle, desde su llegada a la Costa Atlántica colombiana en 1904 se dedicó a recolectar principalmente especímenes animales y vegetales, con los que dio comienzo a la colección que salvaguarda hoy en día el Museo de La Salle en Bogotá, y que fue inaugurada el 20 de julio de 1910 como parte de los eventos realizados en la celebración del primer centenario de la independencia de Colombia (López, 1989). Luego de llegar a la capital, su labor se centró principalmente en la zona de la Sabana, donde colectó toda clase de plantas, minerales y especies animales que organizó para el Museo del Instituto de La Salle. Apolinar fundó además en 1912 la Sociedad de Ciencias Naturales, cuyo objetivo fue fomentar el estudio y la investigación de la riqueza natural de Colombia, aplicando los conocimientos generados a la industria, la agricultura y la medicina. Un aporte importante fue el medio de divulgación de esta sociedad, el Boletín de la Sociedad de Ciencias Naturales del Instituto de La Salle, desde 1913 hasta 1931 (López, 1989; Obregón, 1992; Espitia, 2008). En esta revista, en el campo botánico, el Hermano Apolinar publica artículos sobre las familias crucíferas, papaveráceas y ranunculáceas de Colombia, en donde compara la flora de la Sabana con la flora europea (Sarmiento & Lozano, 2013). La Sociedad de Ciencias Naturales, llamada luego Asociación Colombiana de

Ciencias Naturales, con el Hermano Apolinar María como miembro fundador, evoluciona posteriormente en la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, la cual continúa vigente hasta el presente. El Boletín de la Sociedad de Ciencias Naturales del Instituto de La Salle pasó a denominarse: Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, que en la actualidad se sigue publicando (López, 1989; Obregón, 1992). De la Sociedad Colombiana de Ciencias Naturales nacen en 1927 los premios a la investigación, denominados Caldas, Triana y Apolinar. Y un año después un proyecto denominado Expedición Botánica Colombiana. Gracias a esta iniciativa se iniciaron los primeros avances hacia la creación de entidades y servicios relacionados con el medio ambiente y el manejo de la biodiversidad en Colombia. Instituciones como el Jardín Botánico tienen sus primeros antecedentes en este proceso generado como fruto de la labor educativa e investigativa propiciada por los Hermanos Lasallistas en Colombia (López, 1989; Obregón, 1992). El Hermano Nicéforo María llega en 1922 a la subdirección del Museo de Historia Natural del Instituto de La Salle. Inicia con una intensificación de las excursiones científicas y mantiene la política de enviar ejemplares a museos extranjeros para determinaciones más precisas de las especies colombianas colectadas. Producto de este intercambio son las traducciones de las publicaciones realizadas sobre la fauna y

Los Museos de historia natural: su valor científico y cultural Las colecciones biológicas inician con una necesidad casi inherente del ser humano de recolectar objetos y de perpetuar su existencia

por medio de diferentes técnicas según la cultura y los recursos con los que se cuenta. Desde las momias en el territorio preinca, hasta las momias del antiguo Egipto, se han utilizado diferentes maneras de preparación de organismos para preservarlos en el tiempo (Simmons & Muñoz, 2005). Durante las diferentes etapas del coleccionismo de especies biológicas, desde los gabinetes de curiosidades hasta los museos de historia natural modernos, las colecciones han creado un retrato del estado de la naturaleza en momentos y contextos diferentes, por esta razón los museos que las albergan se han convertido en bancos de datos que efectivamente se pueden comparar con las bibliotecas o con los archivos históricos de las naciones. Cada espécimen conservado, ya sea en seco o en líquido, se convierte en un documento científico y cultural totalmente susceptible de lectura, desde el simple deleite de su estética hasta la complejidad de su valor para la investigación. Estos ejemplares pueden ser leídos e interpretados desde diferentes áreas del conocimiento y desde diferentes disciplinas, pero principalmente desde las ciencias naturales. Los museos de historia natural tienen desde hace bastante tiempo los objetivos claros, y como principales propósitos según Simmons & Muñoz (2005): generar, perpetuar, organizar y difundir la información sobre sus colecciones. Se genera información cuando se hace curaduría e investigación en las colecciones; se perpetúa la información con la conservación, preservación y documentación de cada uno de los ejemplares. La organización debe permitir tener la información accesible para su uso y consulta. Finalmente, la difusión, la cual se alimenta de todo lo anterior, incluye tanto las actividades educativas como las publicaciones científicas y las exposiciones permanentes, temporales e itinerantes del museo. Existe una relación total entre cada propósito, dependen uno del otro, es decir, no se puede llegar a generar información sin tener una colección organizada, y no se puede organizar si los objetos o especímenes no están en buen estado de conservación. Finalmente, CÓDICE

flora de Colombia, y su objetivo era divulgar esa información en nuestro país (Rodríguez, 2002). Como fundador y primer director del Museo de La Salle, el Hermano Apolinar impregnó en la sociedad científica colombiana de la época el amor y la dedicación por el estudio de la biodiversidad que compartieron con él los hermanos Nicéforo María (Antoine Rouhaire), el Hermano Daniel (Julián González Patiño) y los hermanos que lo sucedieron. Según Lozano & Sarmiento (2103), el Hermano Daniel manifestaba que la primera parte de la historia del conocimiento de la biodiversidad colombiana, hasta mediados del siglo XX, tiene varios momentos claves. Iniciando con la llegada de José Celestino Mutis y la creación de la Expedición Botánica; pasando por los científicos Bonpland, Von Humboldt y Mutis; posteriormente la creación de la Comisión Corográfica con Agustín Codazzi y José Jerónimo Triana; y finalmente la llegada al país de los Hermanos Nicéforo y Apolinar María, con importantes aportes científicos, dejando a su paso dos instituciones que acopian colecciones de gran importancia en la primera parte del siglo XX: el Museo del Colegio de San José en Medellín y el Museo del Instituto de La Salle en Bogotá. Actualmente, el Museo de La Salle, bajo la dirección del profesor Fernando Sarmiento Parra (botánico), quien también profesa el amor por la biodiversidad desde sus épocas de curador asociado del herbario, se ha convertido en el nuevo promotor del desarrollo científico y educativo de la institución, impulsando la mejora constante del nivel de curaduría de las colecciones científicas y liderando la renovación del guion museológico y museográfico de las salas de exposición.

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concluye Simmons & Muñoz (2005) que los museos de historia natural deben tener dentro de sus objetivos prioritarios la conservación, difusión y la mejora continua de sus fondos de patrimonio natural, para de esta manera continuar siendo fuente importante de información para la investigación sobre la biodiversidad y el medio ambiente. El valor científico de los museos de historia natural radica en que son representación de la biodiversidad del planeta, son evidencia de la existencia de las diferentes especies, se constituyen como patrimonio natural y cultural de un país y se convierten en un archivo tridimensional de historia natural, con muchas opciones de consulta, investigación y aplicación. En este punto es importante aclarar que cuando se habla de museos o colecciones de historia natural no se refiere solamente a los ejemplares que están en exhibición y que están en diálogo permanente con el público; tampoco estamos hablando únicamente de una reserva pequeña o de unos cuantos miles de objetos; en este sector hablamos de cientos de miles y hasta millones de especímenes que hacen parte también de estas instituciones y que el público en general no conoce. Las denominadas colecciones de referencia o colecciones científicas, a diferencia de las de exhibición o docencia, deben cumplir de forma estricta una serie de condiciones y protocolos para que puedan ser ingresadas a las colecciones y para que puedan ser utilizadas y sean realmente valiosas y útiles para investigación. Tienen como característica un gran volumen de elementos constitutivos y requieren de una serie de medidas específicas para hacer una correcta gestión de sus colecciones. Este acervo de especímenes y su información asociada pueden ser la base para

Colección científica. Nectandra concinna colectada por el Hno. Elías en 1836, Barranquilla-Colombia. Foto suministrada por el autor

realizar estudios taxonómicos, sistemáticos, ecológicos, biogeográficos y de genética de poblaciones, entre otros (Mesa & Bernal, 2005; Ossa et al, 2012). El Museo de La Salle, por ejemplo, ha sido protagonista en novedades taxonómicas desde que se fundó. Según Espitia: (2013: 142) “El descubrimiento de nuevos taxones ha alcanzado la cifra de 9 géneros y más de 160 especies, muchas de las cuales llevan el sufijo niceforoi o mariae en honor al Hno. Nicéforo María o al Hno. Apolinar María”. Además algunas de estas especies

directamente sobre la salud humana, como son los vectores de enfermedades, estudios sobre patógenos, bioindicadores de contaminación, y para el análisis del cambio climático global que está muy en boga hoy en día. Los museos de historia natural sufrieron durante varias décadas un sacudón en su sostenibilidad debido a déficits presupuestales que han forzado a reducir los apoyos a las labores de curaduría e investigación, que son base fundamental para la utilidad de estas colecciones. Sin embargo, llegó muy pronto nuevamente un auge debido a la creciente

Fósil de Caballo Americano. Equs amerhippus lassallei (Daniel, 1948). Colección de paleontología del Museo de La Salle. Actualmente en exhibición. Foto suministrada por el autor

importancia que han ido tomando en los últimos años, irónicamente como consecuencia del terrorismo. Nuevamente toman relevancia estos centros documentales tridimensionales por su papel en investigaciones relacionadas CÓDICE

fueron descritas por primera vez por el propio Nicéforo María. Un ejemplo está en el grupo de los ofidios, la especie Synophis lasallei (Nicéforo María, 1950). En su estudio, Espitia sostiene que en el caso de la colección Ictiológica, que nace en el siglo pasado, el Museo de La Salle envió material a diferentes museos de los Estados Unidos a partir de los cuales se realizaron varias publicaciones. Sostiene que la más importante de todas fue la realizada por Henry W. Fowler (1943), al describir 21 nuevas especies y un nuevo género a partir de un lote de 388 especímenes procedentes del Magdalena, Orinoco y Amazonas. Estos ejemplares fueron enviados por el Hno. Nicéforo María a la colección ictiológica de la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia, (ANSP), entre 1931 y 1932, donde continúan depositados. Del Museo de La Salle, no solamente la colección zoológica es importante, también la colección paleontológica tiene entre sus elementos un representante muy valioso, el fósil de un cráneo de Equs amerhippus lassallei (Daniel, 1948), de gran importancia tanto histórica como científica. Este ejemplar colectado por el Hno. Ariste Joseph en 1923 en el sitio llamado Cerro Gordo, de Mosquera Cundinamarca, es el primer ejemplar fósil conocido de esta especie restringida a la sabana de Bogotá durante el Pleistoceno Tardío (Prado & Alberdi, 2008). Su importancia radica en que es un cráneo muy completo y que permitió la caracterización de la especie (Museo de La Salle, 2013). En general las colecciones de historia natural hacen parte del conocimiento de la diversidad biológica, pero por otro lado también aportan importantes herramientas para el avance de otras ciencias, en algunos casos desempeñando un papel vital en estudios que impactan

no solamente con la salud pública, la salud del medio ambiente y la epidemiología, también han sido consideradas una herramienta importante para la prevención, detención e investigación relacionada con temas de terrorismo biológico (Suarez & Tsutsui, 2004). Según Suarez & Tsutsui (2004), el vínculo más tangible entre los museos de historia natural y la seguridad nacional se da en lo relacionado con la salud y la seguridad públicas. Las colecciones se utilizan a menudo para realizar un seguimiento de la historia de las enfermedades infecciosas e identificar sus fuentes o depósitos. Las colecciones de microrganismos conocidos y ya identificados son consultadas y utilizadas para hacer estudios y comparaciones con las infecciones emergentes. Un ejemplo es el estudio en los Estados Unidos que recogió muestras almacenadas entre los años 1960 y 1970, para identificar y diferenciar la cepa de anthrax utilizada en un ataque terrorista (Hoffmaster et al., 2002; Suarez & Tsutsui, 2004). Durante la historia de las colecciones de historia natural se ha evidenciado cómo el valor de estos museos pasa de lo puramente curioso de los primeros antecedentes, como los “gabinetes”, a través del valor sistemático y taxonómico de los primeros siglos de su existencia, a posteriormente asumir un papel importante en investigaciones sobre la biodiversidad, estudios sobre el calentamiento global, el cambio climático y, recientemente, su protagonismo en estudios sobre la salud pública y la seguridad nacional y mundial (Suarez & Tsutsui, 2004).

Colecciones de historia natural como producción cultural

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Indiscutiblemente, el valor primario de las colecciones biológicas es de carácter científico, es decir, como patrimonio natural de la nación y de la humanidad. Sin embargo, pueden existir

varias miradas a estos objetos desde diferentes disciplinas y áreas del conocimiento. Aunque principalmente desde las ciencias naturales, también es posible una mirada desde las ciencias sociales y humanas. El patrimonio en general de una nación está constituido por un conjunto de valores y bienes que pueden ser de origen natural o cultural. Son elementos importantes de la historia e identidad de una comunidad determinada y de la nación, que son valorados y salvaguardados para garantizar que sean trasmitidos a las generaciones futuras como parte de un sentimiento de identidad. La diferencia entre lo natural y lo cultural del patrimonio radica en que consideramos como patrimonio cultural a todas aquellas expresiones tangibles e intangibles que son producto del desarrollo del ser humano en sociedad. Por otro lado, el patrimonio natural es el que se ha formado y ha sido producto de la evolución de la biosfera independiente de cualquier intervención del ser humano. En este sentido, las colecciones biológicas salvaguardas en diferentes museos de historia natural, además de ser elementos importantes para la gestión de la biodiversidad, también se constituyen como colecciones de interés cultural, al ser precisamente un producto de la cultura científica de las civilizaciones y al haber sido cada uno de estos ejemplares tratados e intervenidos con diferentes técnicas para garantizar su preservación en el tiempo. Las colecciones de historia natural son también testimonio de tradiciones propias del contexto en que se crean y se conservan. En el caso del Museo de La Salle, algunos ejemplares son concebidos para hacer investigación, como las pieles planas de las aves o la colección en líquido de ofidios colectadas, determinadas y estudiadas por el Hermano Nicéforo María. Otros, aunque con todos sus datos de campo correctamente documentados, fueron concebidos para la docencia y la divulgación de las ciencias naturales. En este conjunto están las taxidermias o naturalizaciones de aves, mamíferos, peces y otros, que se encuentran en las salas de exhibición. Se destacan en este grupo las piezas principales, como los ejemplares

Exposción monos americanos / José Warles Díaz - Museo de La salle

han estudiado en nuestro contexto nacional e inclusive a nivel internacional. A nivel internacional, a partir de la década de los años 90, los restauradores formados profesionalmente empiezan a involucrarse, desde su campo, en el estudio de las colecciones de historia natural. Un ejemplo es el Manual de catalogación y gestión de las colecciones científicas de historia natural de Borja Sanchiz de 1994, en donde se describen de manera general las necesidades de aseguramiento, de conservación, y el mantenimiento de cada uno de los ejemplares que componen la colección, para evitar su deterioro y destrucción. Este documento recopila una serie de recomendaciones recogidas en el desarrollo de las funciones del personal profesional a cargo de CÓDICE

de Eunectes murinus o Anaconda y el Vulptur gryphus o Cóndor de los Andes, recordados y ya valorados por varias generaciones de visitantes del Museo. Desde el punto de vista de las ciencias humanas y, por qué no, desde la museología, podemos acercarnos a algunos de estos magníficos objetos investigando su historia, trayectoria y técnica de manufactura, entre otros aspectos que nos permiten conocer un poco más del contexto en que se concibieron, pero también nos permiten tener un mejor acercamiento a su materialidad y a las necesidades y los requerimientos puntuales de conservación-restauración y exhibición de estos objetos tan particulares, aspectos que poco se

las colecciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid en España. Otro ejemplo de estudio de las colecciones de historia natural como producto cultural son las taxidermias, cuya técnica de manufactura a nivel universal es muy diversa e implica una serie de tradiciones y secretos que han evolucionado en el tiempo y que han permitido que los animales artísticamente naturalizados sean utilizados para el disfrute, la docencia y la exhibición. En este sentido, en el Museo de

La Salle se identifica claramente una técnica de manufactura aprendida por los primeros Hnos. de La Salle en Francia, y que traen a Colombia. Los orígenes de la denominada “taxidermia científica” son en la Francia antigua, antes de la revolución, en el periodo conocido como de “las luces”, cuando el rey de Francia pretende sin éxito conservar para las colecciones reales la piel de la Bestia de Gévaudan, un lobo que tenía aterrorizado a un poblado del sur de este país. Cuando el Conde Buffon, enviado por la corona,

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Exposición serpientes de Colombia / José Warles Díaz - Museo de La salle

llega a la región de Toulouse, la piel ya se encontraba en un estado avanzado de descomposición. De este importante acontecimiento se documentó la fórmula que pretendía usar Buffon para curtir la piel. Él había pedido que le prepararan una “solución de curtido” empleada en el jardín de plantas de París, sustancias de origen vegetal, específicamente taninos con ingredientes específicos: plantas aromáticas como el romero, tomillo y laurel (Museo del Prado, 2015). Al revisar los objetos y la información contenida en los catálogos y las bases de datos de las colecciones, parece ser que a mediados del siglo XX en el Museo de La Salle hay un estancamiento en la tradición de la disciplina de la taxidermia. A partir de esa época son muy pocas las taxidermias que se elaboran y los materiales utilizados para elaborar las estructuras de estas “esculturas”, que en el resto del mundo evolucionaron y se volvieron más versátiles y livianos, en las colecciones del Museo de La Salle no se evidencian. Conceptos como taxidermia dinámica1 o taxidermia artística, que implica la elaboración de una escultura en escayola u otro material que pueda ser esculpido, modelado o moldeado, no se evidencian en los objetos de la colección, y hasta el momento solo se encuentran taxidermias con estructura interior elaborada con fibras vegetales, relleno característico de las conocidas como taxidermias blandas (Museo del Prado, 2015). A partir de esta mirada desde la museología, los ejemplares de las colecciones biológicas son también susceptibles de ser vistos como objetos históricos y estéticos además de científicos. Estos objetos, especialmente las taxidermias, aunque no solamente ellas, son

Colección de referencia Invertebrados / José Warles Díaz - Museo de La salle

objetos que se exhiben en museos, se involucran en exposiciones y hacen parte de los guiones expositivos de diferentes instituciones. En este sentido, son objetos que deben ser abordados además desde la museografía, la comunicación y la pedagogía, buscando siempre el mayor y mejor aprovechamiento de estos centros de documentación de historia natural como archivos que brindan una amplia gama de posibilidades de estudio, investigación y docencia. Los museos de historia natural deben ser difusores de investigaciones sobre la biodiversidad, siendo generadores de conocimiento, conciencia y reflexión constante sobre la importancia de la conservación del medio ambiente, la flora y la fauna del planeta. Para lograr una buena comunicación con el público los museos de ciencias naturales deben construir un guion museológico claro y definido, que sea fácilmente comprensible para los visitantes y con un discurso en varios niveles que vaya dirigido a los distintos tipos de público

Se denomina taxidermia dinámica a la evolución de la técnica de la taxidermia en donde el artista elaboraba una escultura realista del animal interactuando o en movimiento, para que posteriormente fuera recubierta por la piel del animal y lograra un efecto más natural de la apariencia y de la escena que se quiere mostrar.

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las colecciones de referencia, pero que esto, a su vez, se traduzca en nuevas y mejores exposiciones y eventos de difusión de los resultados obtenidos con cada investigación.

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Colección de referencia en líquido / José Warles Díaz - Museo de La salle

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interesados. Este guion está ligado a una serie de objetos que se exhiben de distintas maneras y que son parte activa de la experiencia que brinda el museo y que espera el público. Estos objetos son entonces, en este momento, objetos culturales que deben cumplir primero con una función estética en dos sentidos: que sea agradable a la vista de la mayoría de los espectadores y que sea lo más cercano posible a un ejemplar de su misma especie en estado natural. En segundo lugar, también deben ser utilizados para la difusión de investigaciones científicas producto de la curaduría de sus colecciones. Los museos de historia natural se deben convertir en espacios donde lo científico y lo cultual convivan en diferentes niveles desde lo básico hasta lo más complejo: que exista un diálogo reflexivo y propositivo para la construcción de conocimiento, sobre todo encaminado a la salvaguarda de la biodiversidad y el medio ambiente; que la actividad científica sea fuerte en

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Moluscos / Colección de Invertebrados / Colección MUUA

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I

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La crisis de la taxonomía ha sido comentada en muchos foros y tonos, en lo referente a la reducción del número de taxónomos, por lo menos desde la década de 1950 (Hedgpeth et al. 1953, Blackwelder, 1954), aunque la tendencia se recrudeció en la década de 1970 (Wilson, 1971). De hecho, ha habido una serie de crisis, y es posible que por la impresión que algunos tenemos, parafraseando a Ruy PérezTamayo al referirse a la ciencia en México, podemos considerar que la taxonomía está en una crisis perpetua; tanto es así, que algunos han aventurado ya un obituario (Hutchings & Berents, 2014), aunque semeja lo mencionado desde la década de 1960 (Smith, 1964). Pocos saben, empero, que debido a los resultados de muchas expediciones realizadas por países europeos, y al entusiasmo que desató la descripción de las especies de regiones exóticas durante el siglo XIX, Carl von Nägeli, quien sería luego famoso por descubrir los cromosomas, se quejó del desinterés por las otras disciplinas biológicas; la taxonomía era lo más atractivo (Mayr, 1980:196). También ha habido algunos comentarios que niegan o tratan de reducir la percepción de la crisis en la taxonomía, especialmente porque parece que se mantiene el número de especies descritas por año, o el número de autores, lo que indicaría que si son todos taxónomos no podría haber malas noticias (Costello et al., 2013, Tancoigne & Dubois, 2013). No obstante, el trabajo taxonómico va mucho más allá de solo identificar o describir especies, y en realidad sigue reduciéndose el número de taxónomos profesionales (Wheeler, 2014).

Portada de la Guía para la Iniciativa para la Taxonomía Planetaria con el vínculo al documento completo inserto sobre la misma.

Dos cuestiones resaltan la crítica situación planetaria. Por un lado tenemos las estimaciones de la ignorancia sobre las especies indescritas, elegantemente demostrada por Mora et al. (2011), que indican que conocemos menos de un tercio del total de especies, aunque en el medio marino podríamos estar cuando mucho en el 15%. Por el otro, la alta tasa de

Conceptos Taxonomía. La taxonomía biológica es la madre de todas las ciencias biológicas. Determina el ordenamiento de los organismos mediante características naturales que indican una historia compartida. Para conseguirlo, la taxonomía descansa en la nomenclatura binominal y en una serie de códigos de nomenclatura que garantizan el uso universal de los nombres de los taxa. Aunque algunos distinguen entre taxonomía y sistemática para incorporar en la última la reconstrucción de la historia evolutiva (Mayr, 1980; SalazarVallejo, 1998), otras voces consideran que ambos términos son equivalentes, y preferimos usar taxonomía, especialmente porque es más sencillo

derivar el nombre del responsable o interesado en esta disciplina científica. Esta conclusión ha sido impulsada por la Iniciativa Planetaria para la Taxonomía (Enghoff, 2009). Biodiversidad. La diversidad biológica, o biodiversidad, comprende la variabilidad de los organismos de una zona así como las relaciones y procesos en los que participan, independientemente de su escala. Por tanto, tiene varios niveles organizacionales que atañen a cuestiones de estructura, de composición y de función (Salazar-Vallejo & González. 1993). Desde la irrupción de los humanos en el planeta hemos tomado ventaja de los recursos disponibles en los continentes, sus ríos y mares vecinos. Puede ser que algunos lo consideren un mandato divino indicado en la Biblia, mientras que otros consideran que la misma abundancia nos brinda la sensación de que los recursos son interminables, por lo que no hacen falta cuidados especiales o preocupación alguna. En cualquier caso, hemos transformado el paisaje, consumimos una buena proporción de la producción biológica planetaria, y lo hacemos con tal intensidad que estamos en la sexta extinción planetaria, pero ahora ocasionada por nuestro impacto sobre el planeta. Pronto comprendimos que para que la especie humana siga prosperando debemos contar con un ambiente saludable que brinde los bienes necesarios para nuestra alimentación, para la construcción de viviendas, así sea como materiales complementarios u ornamentales, o para la preparación de alimentos y mejora de la salud, así como características escénicas para la recreación y disfrute de la naturaleza. Entre las iniciativas para preservar la biodiversidad destaca el uso racional o sostenible de los recursos naturales o paisajísticos, para lo que hace falta contar con un cierto nivel de conocimiento de las especies presentes, y de los procesos en los que participan. Es cierto que, como anticipó Ramón Margalef en el ahora distante 1968, la naturaleza se cuida sola y puede recuperarse si la dejamos en paz (Margalef, 1978:50); no obstante, no le damos descanso, y por ello se han realizado acciones para preservar la CÓDICE

transformación del paisaje, de la mano de la desertificación y deforestación, más los cambios globales, sugieren que muchas de las especies enfrentan la sexta extinción masiva (Barnovsky et al., 2011). Entonces, ya que el avance de la taxonomía va contra reloj, debemos considerar que no solo es una ciencia en crisis, sino que también es una ciencia de crisis. Con estas notas brindamos un panorama somero de algunas de las variantes de la crisis, y aunque están separadas artificiosamente, concurren en muchas ocasiones. Al mismo tiempo, haremos recomendaciones que pueden parecer ambiciosas, pero que están a la altura de las circunstancias, y que deberían ser consideradas de alta prioridad por los interesados en resolver o atenuar la situación imperante. El hilo conductor, y posible novedad en estas notas, es que hay complicaciones para las naciones que van más allá de sus académicos, y que deben comprenderse y resolverse para promover el bienestar general, incluyendo el de las ciencias. El documento consta de dos secciones: la primera es un repaso sobre los conceptos y avances que serán considerados para delimitar la exposición, y la segunda contiene algunas variantes de la crisis con recomendaciones concretas. Otras ideas relevantes fueron hechas por Mayo et al. (2008), Pearson et al. (2011), di Domenico et al. (2012), y Tahseen (2014).

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naturaleza en una región, sus especies y los procesos que se realizan entre ellas. Estos afanes en conservación incluyen las iniciativas para la declaratoria de áreas protegidas, en las que siempre hacen falta listas de especies y conocimiento de los procesos principales que se desea perpetuar. Además, como la transformación del paisaje avanza sobre la naturaleza, también hacen falta estudios para el monitoreo de las especies, por lo menos las principales, para detectar oportunamente cambios indeseados y proceder para atenuar e incluso revertir el deterioro. Para estos estudios básicos hace mucha falta el trabajo de taxónomos y ecólogos. Los organismos deben ser procesados, identificados y catalogados para que sean debidamente almacenados en colecciones zoológicas o herbarios. Ese acervo, entonces, es el mejor referente sobre la composición de especies, y puede incluir información sobre su abundancia relativa, de manera que los cambios puedan detectarse oportunamente. No debe sorprender que las recomendaciones de contar con ejemplares para respaldar las cuestiones taxonómicas en estudios de biodiversidad, también llamados ‘vouchers’, hayan sido documentadas desde 1950 (Fosberg, 1950; Davidson, 1952). Empero, por varias razones la recomendación no es atendida, quizá porque la mayoría de las revistas ecológicas no lo requieren. La importancia de herbarios y colecciones se comentará más ampliamente en otras páginas de esta revista, pero dos puntos deben enfatizarse. Primero: las colecciones siguen siendo fuente principal para el descubrimiento de nuevas especies (Bebber et al., 2014; Fontaine et al., 2012). El trabajo de campo repercute en un gran número de ejemplares cuyo estudio detallado toma muchísimo más tiempo que el correspondiente a su recolecta, y que tiene, por tanto, mayor riesgo de error al hacerse con prisa (Goodwin et al., 2015), pero que no demerita la necesidad de contar con más taxónomos y fondos para investigación. Entonces, el establecimiento de áreas protegidas como mecanismo para la salvaguarda de la biodiversidad requiere del

trabajo de taxónomos y ecólogos, y los resultados del trabajo de campo alimentan las colecciones zoológicas y herbarios. Por desgracia, herbarios y colecciones zoológicas tampoco escapan a la crisis, lo que también enfatiza la falta de puestos de trabajo para taxónomos y de fondos generosos para el mantenimiento de las colecciones existentes y para la generación de otras nuevas. Esto es especialmente dramático en países megadiversos como Brasil, Filipinas, India, Malasia, México y Sudáfrica (Paknia et al., 2015), considerados como economías emergentes, a los que deben agregarse otros países considerados en desarrollo, tales como Colombia, Congo, Ecuador, Indonesia, Perú, Madagascar y Venezuela. Segundo: también en los países más ricos las colecciones, museos o herbarios están en aprietos, y enfrentan progresivas reducciones en los fondos para su mantenimiento y crecimiento (Kemp, 2015), incluyendo al número de especialistas. Por supuesto, también esta tendencia negativa y generalizada debe modificarse. De seguirse deteriorando la masa crítica de taxónomos de cada nación, habrá implicaciones negativas para el conocimiento y gestión de la biodiversidad y para la salud pública. Ante la falta del trabajo taxonómico de calidad, no podremos delimitar las especies prioritarias u objeto de nuestras acciones extractivas, como en la pesca o extracción forestal, o de remediación, como en el manejo de plagas, de organismos vectores de enfermedades, para el reconocimiento de especies exóticas invasoras (Pyšek et al., 2013; Salazar-Vallejo et al., 2014), o para facilitar los estudios de monitoreo sobre nuestro impacto al ambiente (Salazar-Vallejo, 1991). Esta dificultad es especialmente severa cuando se presentan varias especies similares en el mismo entorno, de modo que las estrategias de gestión de los recursos serán poco eficientes si carecen de un buen respaldo taxonómico. En una palabra, la mala taxonomía es mortal. Lamentablemente, estas repercusiones no se limitan a organismos diminutos o que pueden parecer poco relevantes, sino que se han demostrado en vertebrados emblemáticos,

Nacimiento de Venus, de Sandro Boticelli. La taxonomía es una ciencia bella y en situación apremiante, como la imágen en la pintura, es una mujer desnuda a la que hay que ayudar a llegar a tierra, arroparla y alimentarla para mejorar el estado de la ciencia y del conocimiento de la biodiversidad. Fotografía suministrada por los autores.

que se ha reconocido también en cuanto a la sostenibilidad del uso de los recursos, para los que hacen falta estudios científicos, definición de

políticas de gestión y vigilancia de las mismas (Salazar-Vallejo & González, 1994). También se ha aceptado ampliamente que la realización de estas altas obligaciones con el presente y el futuro de las naciones requiere de recursos económicos suficientes, disponibles y oportunos para conseguir estos objetivos. Esos recursos, empero, han sido progresivamente reducidos porque se consideran parte del gasto público, y el mandato ha sido adelgazar al Estado y reducir su influencia en la economía. De hecho, con la instauración de las políticas del Consenso de Washington en 1989, a través de la banca internacional (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional), las recomendaciones para la política económica apuntaron, entre otras cosas, a la reducción del gasto público que incluye educación (e investigación científica), infraestructura y salud, y se enfatizó el adelgazamiento de la burocracia (MartínezRangel & Reyes-Garmendía, 2012). El impacto ha sido severo y más o menos generalizado. En realidad, el control externo de las naciones por parte de la banca mundial empezó en México en 1982, cuando se obtuvo un préstamo para paliar los efectos de la crisis, misma que puede dimensionarse al considerar que la deuda pasó de unos 7 mil millones de dólares en 1970, a 57 mil millones de dólares en 1980 (casi 800% de incremento). No sorprenderá, entonces, que a pesar de los compromisos contraídos con otras naciones, tales como la Convención de la Biodiversidad, y las obligaciones inherentes para el estudio, gestión y salvaguarda de los recursos, la hemorragia del pago de la deuda externa limita mucho los fondos disponibles para estos fines. Atenuar la corrupción interna será muy útil, pero lo realmente importante es la conformación de un bloque de deudores para negociar la quita de la deuda externa en porcentajes relevantes, dado que en los hechos el monto del adeudo inicial se ha pagado ya varias veces. CÓDICE

como las tortugas gigantes de las Islas Galápagos (Russello et al., 2005). La inadecuada resolución taxonómica no podrá potenciar las mejores acciones de conservación, sino todo lo contrario, aunque la evidencia todavía no parece concluyente (Morrison et al., 2009). Por ello, no sorprende que Sluys (2013) haya concluido que “la única forma de incrementar el paso de un inventario taxonómico mundial, bien documentado y científicamente útil, es incrementar el número de taxónomos profesionales”. De dónde saldrán los recursos para conseguir esta meta, lo veremos a continuación. Economía política. Las naciones deben ser soberanas sobre su territorio, incluyendo los recursos naturales y minerales en su superficie, subsuelo o mares. Al mismo tiempo, siendo los recursos bienes públicos, las naciones tienen la obligación de garantizar su salvaguarda para las poblaciones actuales y futuras. Esto es algo

Transparencia Internacional considera que México es el más corrupto entre los países de la OCDE; si a esto agregamos la estimación de que el costo de la corrupción equivale al 5% del PIB, el resultado es angustia y desánimo generalizados. Sin embargo, el mismo país usa el equivalente al 45% del PIB para abonar al pago de la deuda externa (Márquez-Ayala, 2016) y la noticia, que no parece ser tan relevante, es muchísimo más escandalosa ya que maniata la toma de decisiones de manera muy severa. Quizá uno de los peores impactos consista en la enajenación de los académicos y tomadores de decisiones, porque les obliga a resignarse y considerar que no hay otra alternativa. No es así. No debe ser así, por lo que, entre todas nuestras iniciativas y acciones, debe asimilarse la percepción del impacto del pago de la deuda externa y movernos a conseguir una reducción de su carga para la nación, para cualquier nación. Por ello, mientras no se consiga una mejor holgura con los fondos nacionales, no habrá un cambio significativo para el avance de la ciencia en nuestros países, incluyendo a la taxonomía. No obstante, debe remarcarse que no esperamos que las naciones sacrifiquen el bienestar general en aras de la ciencia. Nada de eso. Más bien, recomendamos que haya fondos adicionales para la ciencia porque siempre hacen una gran diferencia, y los científicos comprendemos que nuestras naciones tienen otras prioridades de igual o mayor apremio.

Nuestras Crisis

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Para comprender el panorama más amplio de nuestro entorno, debemos considerar una encuesta realizada por Fabian Haas con la pregunta: “¿Por qué no importa la taxonomía?”. Los resultados fueron remitidos a mediados de 2011 en Taxacom, y separaron las perspectivas en donantes, otros científicos y taxónomos activos como sigue: Los donantes opinaron que

Repartición del número de taxónomos por nación, basado en el Zoological Record para 2005, según las direcciones de los autores de estudios taxonómicos; estuvo disponible en línea pero ya no lo está.

la mayoría de las especies no importan, que nos falta novedad o innovación en lo que hacemos, que pretendemos conocer todo, que no son relevantes los enfoques de clasificación o de filogenia, y que la mayor parte de la información taxonómica ya está disponible. Los otros científicos consideran que la taxonomía parece colección de sellos postales (por lo que se recomienda intentar filogenia), y los resultados se publican en revistas o foros que parecen poco relevantes por sus factores de impacto. Entre los taxónomos, el principal problema es la falta de identidad gremial y de rechazo – incluso desprecio – por las acciones y negociaciones conducentes a grandes iniciativas. ¿Qué podemos hacer? Crisis de perspectiva. Las naciones han tomado en serio la responsabilidad colectiva del bienestar humano así como de la salvaguarda de la biodiversidad. Muestra de ello es que los acuerdos internacionales cuentan con un número mayoritario de signatarios. No obstante, parece un problema generalizado que los compromisos refrendados internacionalmente no pueden realizarse en cada una de las naciones. Hay varios factores que podrían explicarlo, pero

comparación con los costos inherentes a la bioquímica o genética de frontera, se hace una multiplicación para equipar a los nuevos contratados y para renovar los equipos ya obsoletos. Debemos agregar a esto algunos recursos para salidas de campo y para estancias en museos del extranjero si se están realizando revisiones de gran aliento, de modo que se asigne una partida para los interesados. Por supuesto, deberán agregarse algunos recursos para análisis moleculares y para cubrir costos de página o de ‘open/access’. Unas cuantas multiplicaciones y se tendría un presupuesto por año, y otro tanto por quinquenio o sexenio, cualquiera que sea la vigencia de la alta burocracia. Con esos números se busca el respaldo de las sociedades científicas, academias de ciencias u otras organizaciones interesadas en la taxonomía, y se dirige la iniciativa a las cámaras. Una vez recibidas las propuestas, será importante tener reuniones con las comisiones correspondientes para agilizar el avance de la propuesta, conseguir su aprobación e insertarlo en el presupuesto orientado a la ciencia de nuestros países. Por supuesto, no puede ser obra de una persona aisladamente, sino que debe ser una iniciativa colectiva para que los interesados participen en la medida de su tiempo y disponibilidad para conseguir este objetivo. No hace falta tanto dinero, como se podrá constatar cuando las sumas estén terminadas, pero nos urge mayor entusiasmo y participación en esta dirección. Crisis gremial. En broma o en serio, se ha dicho que los taxónomos somos como ratones ocultos entre muebles de colección, que nos odiamos entre todos, y que somos antisociales, inseguros, apáticos y egoístas. De ser falsos estos comentarios, ¿cómo podríamos explicar la falta de programas nacionales de taxonomía en la mayoría de las naciones? Si nos asomamos a la historia reciente de Brasil y de México, podemos encontrar diferencias importantes y razones para ser optimistas. Brasil lleva la delantera en América Latina. Vale la pena destacar sus avances principales, tales como la creación del Consejo CÓDICE

que se pueden comprender como una crisis de perspectiva y se pueden ejemplificar con dos acuerdos concretos: la convención de la biodiversidad y la iniciativa taxonómica. En ambos casos fueron muchísimas naciones las que suscribieron los acuerdos, pero ha habido avances modestos en la mayoría de ellas. Dejando de lado las limitantes económicas comentadas arriba (que no son menores), esta falta de resultados puede explicarse por varias razones de nuestra burocracia. En ocasiones, los funcionarios que participan en los foros no tienen mucho interés en cumplir las tareas comprometidas. Pero si lo están, pueden carecer de capacidad de convocatoria o de respaldo de sus propios jefes, de modo que la dinámica pasa por un escenario de reiteradas simulaciones. Así, se generan algunos documentos, hay una serie de reuniones de trabajo e incluso de producción de libros, de modo que parece haber avances, pero no se establece programa nacional alguno. En realidad, hemos pecado de ingenuos. Podemos creer que una iniciativa será respaldada ampliamente e incorporada en los planes nacionales (Salazar-Vallejo & González, 1993; Salazar-Vallejo et al., 2007, 2008), pero a veces ni los autores de la misma están interesados en participar en el escenario político que conduzca a la toma de decisiones adecuada. En otros casos, hay cierto interés y fondos para acciones específicas, pero no se mantienen a mediano plazo, o evitan transformarse en programas nacionales. Somos nosotros, los taxónomos practicantes, los que debemos invertir un poco de tiempo para avanzar en estos terrenos. En realidad, aunque haya estrechez económica, no hace falta tanto dinero y se puede ejemplificar con facilidad. Si deseamos un programa nacional en taxonomía en un país megadiverso, debemos considerar dos cuestiones para empezar: 1) ¿Cuál es el número de taxónomos? 2) ¿Cuántas plazas de nuevos taxónomos harían falta para complementar/rejuvenecer/diversificar el trabajo actual? 3) ¿Cuánto dinero hace falta para las investigaciones? Luego, como la mayoría del equipo para el trabajo básico es relativamente barato, como microscopios y mobiliario, en

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Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) en 1951, la fundación de la Sociedad Brasileira de Zoología en 1978, el Programa Nacional de Zoología lanzado en 1980, de la que emanaron revistas, manuales, libros diversos y cursos especializados (Marinoni, 2016), una iniciativa para financiar proyectos en taxonomía (PROTAX) en 2007, y más recientemente, el programa Biota o Instituto Virtual de Biodiversidad (Bicudo, 2004). La situación no está exenta de problemas, y los colegas brasileros desean y merecen mejoría en muchos aspectos (Andena, 2014). En México se fundó el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología en 1970, la Sociedad Mexicana de Zoología en 1978 (la de Botánica en 1941), no tenemos un programa nacional de zoología (o de taxonomía), ni fondos especiales para la taxonomía, pero se fundó la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) en 1992. Curiosamente, en el decreto de creación de CONABIO no aparece la palabra ‘taxonomía’, pero se mencionan algunos programas nacionales en Botánica. El objetivo fundamental de CONABIO fue el de establecer y digitalizar inventarios y otras cuestiones similares, y han sido muy exitosos en ese sentido, aunque no han conseguido impulsar otras áreas de investigación taxonómica. Como en Brasil, también en México (y seguro en todas las naciones) esperamos una mejoría significativa en estas cuestiones, especialmente en lo tocante a plazas y financiamientos, pero es nuestra responsabilidad colectiva cambiar las cosas. Crisis inercial. La mayoría de los taxónomos practicantes realizan listas de especies, consignan algunos registros y describen algunas especies, e incluso pueden proponer géneros. El formato de sus resultados es el de publicaciones cortas, y aunque el patrón puede ser exitoso por ser múltiple y en el mismo año, en realidad se realizan pocas o muy pocas revisiones planetarias a lo largo de la vida de los taxónomos. Es cierto que estos trabajos demandan mucho mayor esfuerzo y duración, dado que se deberán enfrentar retos varios para conseguir estudiar

el material tipo de las especies de interés. Las revisiones de naturaleza planetaria son la mejor medida de la madurez y percepción de los taxónomos, y deben ser parte de los esfuerzos cotidianos, aunque no necesariamente el único esfuerzo a realizar. Estos estudios de amplia cobertura son la mejor herramienta para precisar las delimitaciones de los taxa estudiados y para comprender las afinidades entre ellos. Tan relevantes son que los estudios faunísticos regionales ahora se aderezan con la palabra ‘revisión’, aunque raramente son de cobertura amplia, sea por unidad biogeográfica o filogenética. La recomendación primaria es generar un Programa Nacional en Taxonomía o, por lo menos, incorporar en las convocatorias para fondos de investigación la categoría de estudios taxonómicos de amplia cobertura y duración, para garantizar que estas investigaciones se terminen en el menor plazo posible, que raramente coincidirá con los plazos de las convocatorias ordinarias (1-3 años). Al mismo tiempo, deberán reforzarse las iniciativas para digitalizar las colecciones y para modernizar los métodos de análisis incluyendo análisis genéticos, pero sin desatender los esfuerzos en taxonomía alfa, dado que la descripción de especies sigue siendo el cuello de botella para agilizar el conocimiento de la biodiversidad planetaria. Crisis de soledad. Durante muchos años los trabajos taxonómicos eran firmados por un autor único. Cierto que hay cierta tendencia a que se incremente el número de autores, pero la publicación en taxonomía lleva pocos autores; algunas revistas limitan el número de autores a tres, y si se considera que en nuestros países algunos usamos dos apellidos, se comprende una de las razones para esta restricción. Sin embargo, ahora con tantas facilidades para la comunicación expedita, los problemas de gran escala pueden resolverse de manera colectiva, especialmente porque no podemos ir a buscar material topotípico en todos los casos que hagan falta. Más bien, tratar de colaborar con otros colegas es una excelente manera de potenciar los avances en taxonomía, especialmente si se

Relación alfabética de los nombres abreviados de revistas primarias sobre temas ecológicos, y cuyas instrucciones a los autores no enfatizan la necesidad de indicar los medios para la identificación de las especies ni de la formación o mantenimiento de colecciones o de depositar referentes (vouchers) en las mismas.

poca información, en el uso de la analogía. Estas cualidades no pueden formar parte de los cursos regulares porque toma mucho tiempo adquirirlas y consolidarlas, por lo que los jóvenes harán bien en comprender que el camino es largo. Asimismo, los veteranos deben recordar cómo fueron sus inicios para no desesperarse tan fácilmente. Entonces, considerando que el aprendizaje y la formación de la memoria involucran empatía, entusiasmo, reflexión y repetición de lo aprendido, como lo ha demostrado ampliamente la neurobiología del aprendizaje, entonces debemos procurar un cierto nivel de cordialidad y de respaldo para los interesados (Ortega-Loubon & Franco, 2010; Lavados-Montes, 2012). Además, la vieja recomendación de dibujar no debe dejarse de lado ahora que se cuenta con tantísima tecnología para capturar las imágenes. Al dibujar operan varias regiones del cerebro, y así sea mientras se domina la terminología y atributos básicos, ayudará mucho a los interesados elaborar una serie de dibujos para acelerar el aprendizaje y mejorar la memoria (Perdreau & Cavanagh, 2015). Por supuesto, los veteranos debemos facilitar el desarrollo de los jóvenes taxónomos al proponer o respaldar la realización de trabajos faunísticos o de revisiones que tengan un horizonte temporal acorde al grado a obtener; así, laborando a tiempo completo, serían unos 6-8 meses para licenciatura, 10-12 meses para maestría, y 40-42 meses para el doctorado. Evitemos imponer trabajos interminables porque, para mantener el entusiasmo, los jóvenes deben disfrutar sus avances; además, aprender a acotar el tamaño de los problemas es muy relevante para todos, no solo para los estudiantes. No hacerlo porque nadie nos ayudó realmente, o porque sufrimos tanto que ahora otros deben pagar la cuota, es por demás absurdo. Debemos impulsar a los jóvenes y dejarles disfrutar sus avances como la mejor forma de mantener el interés y entusiasmo en nuestro terreno. Al mismo tiempo, CÓDICE

combinan las distintas experiencias y facilidades con las que cuentan los taxónomos en distintos países o en distintas regiones del mismo país (Grieneisen et al., 2014). Crisis de vocación. Varios intentos para definir lo que un género o especie pueden ser se ligan con la calidad y experiencia del taxónomo; expresados como “un género (o una especie) es lo que diga un buen taxónomo”. Por desgracia, en ninguna parte se indica cómo llegar a ser un buen taxónomo y, todavía peor, los que tenemos alguna experiencia en este terreno no potenciamos el aprendizaje de los jóvenes por cuestiones peculiares. En realidad, para distinguir que un organismo representa una identidad conocida o desconocida, debemos tener experiencia en la evaluación de los atributos diagnósticos de la literatura sobre el tema, y en el poco probable caso de confrontar un problema en donde haya muy

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los interesados deben recibir entrenamiento en cuestiones teóricas y métodos modernos (Ho & Saunders, 1993; Kruckeberg, 1997) para complementar su formación. Crisis de juventud. La edad promedio de los taxónomos, como en muchas otras áreas de la ciencia, tiende a incrementarse. En ECOSUR, una institución que acaba de cumplir 20 años como tal, pero que resultó de la fusión de otras dos precedentes, el promedio de edad de los académicos supera los 50 años. Como se colapsa el ingreso con la jubilación, nadie quisiera dejar de trabajar, por lo que hay menos opciones para el reemplazo generacional. Dos cuestiones deben mencionarse en este sentido. La primera, el deterioro de los ingresos y salarios sigue una tendencia que empezó en México durante la década de los años 1980 y no tiene visos de mejoría. La segunda, que la falta de oportunidades de empleo no debe considerarse como evidencia de un choque generacional, sino como muestra de la discapacidad del estado para generar/promover nuevas alternativas de empleo para sus habitantes mejor preparados. En cualquier caso, no hay mucho interés entre los jóvenes para seguir una vida en las ciencias naturales. En México, la matrícula pasó del 3.2% en 1980 al 1.9% en 2003, mientras que en el mismo lapso para humanidades y ciencias sociales pasó del 39.7 al 53.9% (Escamilla-Gil, 2004; Alejo-López et al., 2007). Esta situación refleja el efecto del deterioro del salario y de la falta de opciones. Además, entre los pocos interesados en las ciencias biológicas, son mucho menos los que consideran la taxonomía como una opción de desarrollo académico. Por ahora, se debe enfatizar que mientras no mejore la perspectiva social sobre las condiciones salarial y laboral de los científicos en general, no se incrementará el número de interesados en la taxonomía. Entonces, generar nuevos puestos de trabajo para taxónomos será el mejor acicate para catalizar el interés de los jóvenes por estas temáticas de investigación. Crisis de formación. El afán de modernizar los estudios de licenciatura en Biología en México nos empujó a una serie de

cambios radicales. Por ejemplo, el programa en la Universidad de Nuevo León tenía 5 cursos de Zoología y otros 6 de Botánica, mismos que se colapsaron a 1-3 cuando mucho, a favor de un tronco común y de la inserción de un mayor número de cursos en genética y biología molecular. Los cambios no fueron positivos para el entrenamiento en campo, tan esencial para todo taxónomo, especialmente porque con el incremento en la inseguridad, también se abandonaron las prácticas extramuros. Entonces, se dejó de estudiar una buena parte de la biodiversidad, y peor, al obviar el estudio de los organismos vivos y de los paisajes naturales, se redujo más el interés por la taxonomía. Esto debe revertirse en cuanto sea posible (Drew, 2011). Cambiar los niveles de seguridad en las ciudades dista mucho de ser también responsabilidad de los académicos, pero como el reto común de todas las ciencias naturales es optimizar el uso y conservación de la biodiversidad, al perder el contacto con la naturaleza la ignorancia es tan generalizada que es remoto que haya sensibilidad para el estudio o conservación de algo que resulta tan distante. Esto se denomina “desorden por déficit de interacción con la naturaleza”, y es fácil comprender que aunque es grave para la población en general (Yoon, 2009; Louv, 2005, 2011), es peor para los interesados en las ciencias naturales. Por ello, debemos recuperar el entrenamiento y formación académica en los grupos biológicos principales, lo que puede hacerse con cambios en las tiras de materias, o mediante cursos especiales de verano que permitan el estudio de los organismos vivos y no limitarse a verlos preservados, en seco o en líquido. Nada se compara con la observación de los organismos en vida y en su propio medio (Yahner, 2004), por lo que urge reestablecer nuestro sentido de las especies (Dijkstra, 2016). Crisis laboral. Otro de los efectos del deterioro progresivo de las economías nacionales es que se ha reducido mucho la oferta de nuevas plazas y, simultáneamente, se ha incrementado la proporción de profesores de tiempo parcial. Quizá se deba a que los interesados deban hacer méritos o acumular experiencia y prestigio,

estudiantes y pretendemos potenciar su futura contratación. No hubo respuesta. No obstante, las cátedras CONACYT son un avance importante que debe mantenerse e incrementarse evitando los vicios añejos. Esperamos que con la situación económica vigente lo podamos realizar, ya que la única forma de mejorar la situación en la taxonomía, debemos reiterarlo, es contar con un mayor número de taxónomos profesionales (Sluys, 2013). Crisis de evaluación. Como se anotó arriba, los productos taxonómicos son variados: listas de especies, bases de datos, catálogos de colecciones o de la biota regional (faunas, floras), claves de identificación, propuestas de nuevos taxa o nuevas combinaciones, y revisiones planetarias. Consideradas desde la perspectiva del factor de impacto de las revistas (FI: proporción del número de artículos publicados en un bienio y el número de citas a los mismos), casi todos se producen en revistas con poco o ningún impacto (Samyn & Massin, 2002), lo que ha perjudicado mucho a la investigación taxonómica (Salazar-Vallejo & Carrera-Parra, 1998). Ha habido varias propuestas para refinar el uso de indicadores, incluyendo cálculos más complejos, pero el cambio favorable debe proceder en dos direcciones. La primera, reconocer que en tanto contengan actos nomenclaturales, las publicaciones taxonómicas son instrumentos legales que no caducan (Minelli, 2005), y esa vigencia debe ser tomada en cuenta al compararla con otras publicaciones que devienen efímeras muy rápidamente. La segunda, que deberíamos seguir la propuesta de San Francisco conocida como DORA, por sus siglas en inglés, y que enfatiza que el factor de impacto debe abandonarse como indicador de calidad de las publicaciones científicas (Bladek, 2014). Lo que debe impulsar nuestra adhesión a DORA (http:// www.ascb.org/dora/) es que emana de un grupo de científicos y revistas ubicados en un área con FIs altos o muy altos, y aunque uno puede adherirse de manera individual, debemos impulsar que sean las instituciones de cada nación quienes lo refrenden, y en particular las responsables de clasificar o jerarquizar a los investigadores, CÓDICE

pero no debería de pasar de 2 años ya que en muchos casos parece ser una condición de largo plazo, o por lo menos, hasta que se alcance el límite de edad correspondiente para las becas ‘posdoc’. Luego, sin opciones, hay que pasar al subempleo o al desempleo. La mecánica tradicional para la generación de nuevas plazas se ha ligado con el número de estudiantes en las licenciaturas correspondientes, lo que en ciencias resulta contraproducente por la reducción de la matrícula, aunque algunas instituciones han conseguido más personal al establecer centros o institutos de investigación. Esta experiencia debe ser repetida en todas las instancias que limiten el número de sus académicos por el número de estudiantes en sus licenciaturas. Cómo seleccionar al personal es otra historia. En México tenemos propuestas directas, concursos de oposición y ahora cátedras de CONACYT. En las propuestas directas se contrata a personal bien calificado y también a personal bien relacionado o con parentesco con el personal directivo vigente. Para privilegiar la calidad y evitar el conflicto de intereses, surgieron los concursos de oposición, pero con el tiempo devinieron teledirigidos y en muchos casos fueron simulaciones grotescas de una supuesta competencia por méritos. En el mismo tono está el de las nuevas cátedras. La propuesta tiene dos filtros para evitar los vicios generalizados: primero debe haber una propuesta sucinta de investigación aprobada internamente, y luego debe ser aprobada por CONACYT; ya autorizada, deben presentarse tres candidatos para que en CONACYT se definan las mejores opciones. El esquema parece a prueba de errores, pero una experiencia reciente con dos ex-doctorantes nos hace dudar de la pureza del proceso. Una tenía ya fondos internacionales generados y dirección de tesis de licenciatura, además de ser miembro del S.N.I.; el otro, recién doctorado, tenía unas 30 publicaciones y experiencia docente. Ninguno ganó una cátedra, por lo que le preguntamos al director académico correspondiente ¿qué era lo que les faltaba a nuestros candidatos?, especialmente porque seguimos teniendo

grupos de investigación o instituciones. Lo que debe evaluarse es la calidad de las contribuciones y no la revista en que se publican. Para mejorar la situación de la taxonomía no sobra esfuerzo alguno. Debemos resistir, proponer e insistir. Nadie lo hará por nosotros.

Bladek, M. (2014). DORA: San Francisco declaration on research assessment (May 2013). College and Research Libraries News, 75, pp. 191-196.

Agradecimientos

Costello, M.J., May, R.M. & Stork, N.E. (2013). Can we name Earth´s species before they go extinct? Science, 339, pp. 413-416.

Al invitarnos a participar en este número especial de la revista Códice, Camilo Escobar Sierra nos permitió repasar algunas angustias crónicas y a definir algunas recomendaciones, alrededor del 19 de marzo, día del aprecio del taxónomo (en los Estados Unidos). Pudimos terminar estas notas al disfrutar una estancia en el Museo de Historia Natural de Los Ángeles con nuestros amables amigos Leslie Harris y David Ocker. Esperamos que las recomendaciones sean asimiladas y tengan mejor repercusión en Colombia que en nuestro país, en donde los escasos avances deben explicarse por la poca claridad de las propuestas, o por la poca receptividad para este tipo de ideas.

Referencias bibliográficas

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Colección de lepidópteros - Colección de Ciencias Naturales MUUA

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LA TAXIDERMIA UNA MÁQUINA DEL TIEMPO PARA LAS COLECCIONES DE HISTORIA NATURAL Por: Carlos Diazgranados Cubillos*

El profesor Luis Gonzalo Andrade Trujillo, taxidermista de larga trayectoria que ha compartido su experiencia en el oficio con diversas generaciones de biólogos en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) de Tunja, además de apoyar la creación del Museo de Historia Natural que lleva su nombre, es una de las figuras claves para la transmisión de este arte a nuevas generaciones, para ello se están desarrollando cursos focales que apoyan esta tarea, ya que no existe formación formal en el país sobre el tema. El profesor Andrade brinda una visión ambientalista del oficio, que promueve la preservación de la vida silvestre y el empoderamiento de los procesos y prácticas museológicas que ayudan a preservar la memoria biológica de la sociedad.

*Diseñador gráfico, Museólogo y Gestor del Patrimonio. Universidad Nacional de Colombia.

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Palabras clave: Taxidermia, historia natural, preservación, transmisión del conocimiento, prácticas museológicas, investigación, exhibición, formación.

Exposición Permanente - Colección de Ciencias Naturales, Francisco Antonio Uribe Mejía - MUUA

Resumen

Presentación

I

El presente documento está basado principalmente en entrevistas realizadas al profesor Luis Gonzalo Andrade Trujillo1, experto sabedor y pionero de la enseñanza del oficio de la taxidermia en Colombia, y fundador del Museo de Historia Natural de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC); y al profesor Fredy Molano, director del Museo de Historia Natural de la UPTC, uno de los gestores de las iniciativas actuales en torno a la formación informal del oficio de la Taxidermia en el país. El enfoque y el hilo conductor de las entrevistas se basó en promover un diálogo al rededor del panorama, vigencia y valoración del oficio de la taxidermia.

de los taxidermistas vivos y la creación de cursos básicos sobre el manejo de la técnica. El oficio de la taxidermia en Colombia, al igual que el oficio de la museografía, viene por lo general del

El profesor Andrade, un pionero de los museos de historia natural y de la enseñanza de la taxidermia en Boyacá En los últimos años, instituciones como la UPTC de Tunja y la Universidad del Bosque de Bogotá han promovido un renovado interés por recuperar y transmitir de nuevo el conocimiento de la taxidermia por medio de la puesta en valor

El profesor Andrade en su casa / Foto: Carlos Nicolás Diazgranados

El profesor Luis Gonzalo Andrade Trujillo es Biólogo y Taxidermista, tiene 86 años y se ha dedicado más de medio siglo al estudio, aplicación y transmisión del oficio de la taxidermia en Colombia. Fundó en 1961 el Museo de Historia Natural de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) en la ciudad de Tunja, Boyacá. En la actualidad se desempeña como asesor en el montaje de nuevos ejemplares y en la construcción de las exposiciones temporales del museo, además de impartir los únicos cursos de taxidermia del país.

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conocimiento empírico y heredado de disciplinas académicas de base, en este caso la biología, la medicina, la veterinaria, la zootecnia, entre otras. Uno de los pioneros y autoridades académicas vigentes del oficio de la taxidermia y de la conformación de museos de historia natural es el profesor Gonzalo Andrade: “Me nació la idea del Museo de Historia Natural al llegar en 1960 a la UPTC en Tunja. Me dieron la cátedra de zoología, y no es lo mismo mostrarles a los estudiantes una fotografía o contarles. Comencé a trabajar los animales naturalizados como material didáctico de enseñanza y con esto se evitaba matar animales en cada curso. De esa manera fue creciendo el museo poco a poco”; comenta el profesor Luis Gonzalo Andrade Trujillo, en una entrevista realizada en su casa en la ciudad Tunja. El Museo de Historia Natural de la UPTC es producto de la memoria acumulada de los procesos académicos adelantados por el profesor Andrade junto a los estudiantes. Las colecciones del Museo han crecido por las donaciones de otras entidades, corporaciones o zoológicos, que han comenzado a crear conciencia de la transmisión del conocimiento en los museos.

La taxidermia El profesor Andrade trabajando en el Museo. UPTC. 2016 / Foto: David Fernando Morales

exhibición. En la parte científica encontramos el uso de los especímenes para clasificación y material didáctico de enseñanza; y por el lado de la exhibición encontramos los ejemplares naturalizados para apoyar discursos museográficos de las exposiciones. El proceso y las técnicas para naturalizar especímenes no se están transmitiendo profesionalmente, no hacen parte de los componentes de los programas académicos de alguna carrera profesional en el país, por lo tanto es un oficio en peligro de extinción. “En las universidades no salen taxidermistas, no existe la oferta académica”, comenta el profesor Fredy Molano de la UPTC. CÓDICE

La taxidermia atrae por su misterio, la cercanía a la muerte y la transformación a la vida en imagen, la repulsión de algunos de entrar al interior de un animal, vaciarlo de contenido y reconstruirlo asemejando su semblante natural. “La taxidermia es una práctica para preparar animales como si estuvieran vivos, para ello es necesario conocerlos desde la observación de los ejemplares en la naturaleza, para entender su comportamiento, las poses características; entender que por ejemplo un oso perezoso va colgado de la rama y no encima de esta. La buena taxidermia es darle la anatomía a los animales, como cuando estaban vivos”, comenta el profesor Andrade Trujillo. La taxidermia se divide principalmente en dos partes: la científica o de estudio y la de

Existen iniciativas entusiastas para realizar cursos - talleres2 cortos, enfocados principalmente a operadores de museos de historia natural, colecciones biológicas, zoológicos y estudiantes de biología y carreras afines. Estos talleres, por su naturaleza, son cortos pero intensos, y buscan crear conciencia del oficio e implantar inquietudes generales sobre las metodologías y técnicas de la taxidermia. “Los cursos actuales de taxidermia buscan sensibilizar a los trabajadores de los museos, en cuanto a la técnica, la pasión y compromiso del experto”, comenta el profesor Molano, uno de los principales promotores de los cursos – talleres. Con esta actividad, poco a poco se va creando una masa crítica sobre el valor del oficio, especialmente para los museos de historia natural y entidades afines al manejo de especímenes para investigación y exhibición. Se encuentran preparando un segundo curso – taller para dar continuidad al proceso de transmisión de conocimiento de la taxidermia hacia los museos y colecciones biológicas. “Para la segunda versión del curso de taxidermia se hará énfasis en montaje naturalizado de reptiles y aves, además del manejo y recuperación de pieles para investigación y montaje”, dice el profesor Molano.

La responsabilidad ética del oficio El carácter diferencial de estos cursos – talleres es el punto de vista particular del profesor Andrade sobre la taxidermia, enfocado a compartir su experiencia desde una visión ética y responsable del manejo científico de los especímenes y su transformación acorde a un conocimiento previo del contexto ambiental y una información recolectada a partir de la investigación biológica. “En el bachillerato duré un año en la selva amazónica observando

animales vivos, identificando características físicas externas, comportamientos, costumbres”, apunta el profesor Andrade para explicar sus inicios en el oficio y su filosofía de trabajo como entusiasta y promotor de la vida silvestre. La taxidermia es una técnica muy particular, de hecho se trata lo mismo de una técnica de conservación que de una técnica de reconstrucción. No basta entonces con saber las técnicas básicas de manejo de animales para los diversos tipos de montaje en taxidermia, se necesita de un visión ética de los datos que se quieren poner en valor con cada ejemplar naturalizado. “Los ejemplares que tenemos en el Museo de Historia Natural de la UPTC, por sí mismos son maravillosos, pero toda la información que ofrecen desde el montaje es el valor agregado, su posición natural, que transmite un taxidermista historiador natural, como es el profesor Andrade”, afirma el profesor Molano. La taxidermia entonces es la traducción técnica de los saberes acumulados por la tradición y experiencia académica biológica en el estudio y observación consciente de la naturaleza y su preservación. En palabras del profesor Andrade, la taxidermia va mas allá de la técnica “[…] además de colocar la piel simplemente sobre una armadura, implica dar movimiento natural y colorido: elaborar órganos que por su naturaleza no pueden conservarse, clasificar científicamente, ordenar metodológicamente, construir el ambiente de la especie” ( Andrade, 1983: 9). La taxidermia exige creatividad, rigor académico y científico en la elaboración de especímenes que sean vestigios inmóviles de las fuentes naturales vivas. Con el oficio de la taxidermia, se promueve un interés por la memoria y conservación de conocimiento. Podríamos entonces entablar una similitud entre el carácter de la taxidermia y la fotografía que captura un momento o instante de un ser vivo, y el proceso

En junio de 2015 se realizó en Bogotá el primer “Taller de montaje en taxidermia de animales silvestres”, a cargo del profesor Andrade y ofertado por la División de Educación Continuada de la Universidad del Bosque y el Museo de Historia Natural de la UPTC.

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de montaje y reconstrucción artificial del cuerpo sería un símil del proceso en laboratorio de la película análoga de fotografía, donde se pueden modificar y editar algunos elementos visuales. En palabras de la periodista estadounidense Melody Rowell3 “[…] tanto la taxidermia como la fotografía se fundan en un propósito singular: la preservación”.

El uso de animales y el cuidado del medio ambiente Otro de los enfoques particulares del profesor Andrade es el de promover el oficio de la taxidermia como una manera de cuidar

la naturaleza, identificando estereotipos existentes en relación al acopio de especímenes para los montajes. “La taxidermia no es el enemigo de la fauna, el oficio no tiene que ver con cazar animales sino con conseguirlos por donación”, afirma el profesor Andrade. Para los cursos se han creado alianzas para conseguir los ejemplares de instituciones públicas o privadas, en donde se mantienen individuos de fauna silvestre en confinamiento para exhibición y con propósitos educativos. En palabras del profesor Molano, “aprovechamos esos ejemplares de los zoológicos que tuvieron esa vida útil, para que después de muertos sigan manteniendo esa importancia, pues las personas solo tienen la posibilidad de relacionarse con

Museo de Historia Natural de la UPTC. 2016 / Foto: Carlos Nicolás Diazgranados Editora Asistente de National Geographic y escritora independiente.

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Primer taller de taxidermia. Universidad del Bosque / Foto: Carlos Nicolás Diazgranados

algunos animales reales en un zoológico o en un museo de historia natural”. Es decir, ver en un futuro animales que conocemos hoy, pero que están en inevitable riesgo de extinguirse. Se busca entonces transformar la idea de los animales victimizados para el estudio científico y promover la taxidermia como un recurso para dar a conocer la diversidad animal conocida y en peligro. Como dice el profesor Andrade, “es posible que los animales montados se acaben en su medio ambiente natural, entonces con la taxidermia queda el espécimen como señal de que alguna vez existió”. El oficio de la taxidermia aporta a la exploración y comprensión del planeta, la diversidad biológica y cultural, las relaciones evolutivas, la conservación y el cambio global.

Actualidad y futuro de la taxidermia

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Los taxidermistas expertos en Colombia son un número de profesionales muy reducido, con una trascendencia y experiencia muy amplia, pero sin sucesores claros; sabedores de una práctica

milenaria que poco a poco ha sido disminuida principalmente por la falta de apoyo y estímulos. A este respecto, el profesor Andrade asegura que “aunque ya me pensioné de la UPTC, sigo colaborando con el museo, aún monto animales porque no hay quien lo haga con la anatomía natural del ejemplar para conservar y mostrar los animales”. La oferta académica para la formación es otro de los grandes dilemas para el oficio: “Yo veo difícil una nueva generación de taxidermistas en Colombia, ya que no hay escuela, para aprender el oficio hay que ir al extranjero”, comenta el profesor. Por otra parte, las entidades encargadas de preservar y promover la memoria biológica de la sociedad necesitan estar renovando su oferta cultural para llegar a nuevos y variados públicos, pues, como dice el profesor Molano, “los museos de historia natural ven la necesidad de escuchar a los públicos que quieren algo más, quieren una oferta novedosa, allí la taxidermia resulta importante para que puedan crecer las colecciones de estos museos”. Con la promoción de la taxidermia se amplía la oferta de los museos de historia natural y su impacto en la sociedad. Se pueden pensar museos vivos desde la interacción

Consideraciones finales La taxidermia opera como una máquina del tiempo para preservar una memoria colectiva biológica, desde la ansiedad por la pérdida hasta la recolección de la naturaleza. Nace de la necesidad de conservar y transmitir vestigios y huellas del paso del tiempo para reproducir la naturalidad y aumentar la experiencia sensorial de las diferentes comunidades interpretativas en los museos.

El oficio de la taxidermia va más allá de la preparación de pieles y el montaje de especímenes, se adecúa y especializa en cada tipo de colección, por lo cual el oficio se expande más allá de sus raíces etimológicas, se extiende a otras de la técnicas de conservación anatómica o biopreservación, como la osteotecnia (montaje de esqueletos), la fijación (detención de la putrefacción), la refrigeración, el glicerinado, la inclusión (material que lo proteja del medio ambiente), repleción (llenado de conductos), la diafanización (cuerpos transparentes), la plastinación (impregnación en silicona que permite obtener especímenes flexibles), entre otras técnicas que también necesitan transmitirse como parte de las prácticas de los museos y colecciones biológicas. El rol del taxidermista ha cambiado en la sociedad y, particularmente en los museos, pasó de ser un elemento esencial en el acopio y montaje de especímenes, a ser un consultor temporal y externo, en algunos casos; esto se debe al viraje ecológico de los discursos de las ciencias y al reducido número de expertos sobre el tema. De colectores científicos a profesionales en vía de extinción.

Referencias bibliográficas Andrade, Luis G. (1983). Taxidermia. Bogotá: Gráficas Cruz. Colombia. Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (2015). Decreto número 1076 de 2015: Decreto Único Reglamentario del Sector Ambiente y Desarrollo Sostenible. Díaz, M. y Suárez J. & Varios. (2014). Comparación de técnicas de conservación morfológica y su posible aplicación para la enseñanza de la anatomía. [Morfolia – Vol. 6 - No.3]. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia Linares, Paola M. (2012). Carme Prats “Formas de innovación en los museos científicos” [Boletín SPM No: 4 16-19]. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Simmons, J. y Snider, J. (2012). Ciencia y arte en la ilustración científica. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia

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con los públicos y la interacción con el oficio de la taxidermia. A propósito, el profesor Molano dice que “el museo debe ser el espacio donde la gente se sienta identificada, un lugar moderno, abierto, que comunique y trascienda”. El profesor Molano, además, promueve iniciativas para renovar el interés en las colecciones y las prácticas museológicas, con actividades novedosas desde el Museo de Historia Natural de la UPTC como la taxidermia al aire libre, donde se realizan montajes fuera del museo, para el acceso de cualquier desprevenido, y de esta manera poder llegar a nuevas audiencias y potenciar el oficio de la taxidermia como un proceso propio del museo y una experiencia a compartir con los visitantes propios y los potenciales. En palabras de la doctora catalana en ciencias biológicas Carme Prats, “se trata de no entender solamente el museo científico como lo que contiene, sino entender que ese museo es un contenedor y está situado en un entorno” (Linares 2012). Otra de las estrategias para preservar este oficio es el trabajo colaborativo en red que han desarrollado los responsables de la planeación y gestión de los cursos – talleres existentes, un trabajo productivo y desinteresado entre entidades públicas y privadas con un objetivo común. La organización del gremio de las personas que ejercen el oficio de la taxidermia podría impulsar la promulgación de apoyos, divulgación y programas de formación. Como dice el profesor Molano, “la valoración del oficio de la taxidermia puede surgir en un futuro, a mediano plazo, desde la organización de los museos de historia natural en redes de apoyo”.

La naturaleza de la ciencia: El enlace perdido entre los museos de historia natural y la sociedad

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Kirk Fitzhugh*

*Natural History Museum of Los Angeles County, 900 Exposition Blvd., Los Angeles, California 90007, USA

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Los museos de historia natural cumplen diferentes funciones dentro de la sociedad, incluyendo educar al público sobre el pasado y el presente de los organismos, la ecología y los eventos evolutivos. Estos componentes, representados en lo que se exhibe y en programas educacionales, están mayormente basados en la investigación científica y colecciones mantenidas en los museos. Mientras los elementos centrales de los museos de historia natural son los objetos, usualmente derivados de las colecciones, las relaciones entre esos objetos y la sociedad no están bien establecidas desde la práctica real científica que aumenta nuestro entendimiento de aquellos objetos, así como los eventos no son frecuentemente presentados al público. Este problema está compuesto por el hecho de que los museos de ciencia típicamente no educan al público en los fundamentos básicos de la investigación científica. Este trabajo resume esos aspectos importantes de la investigación científica que deben ser presentados en lo que los museos de historia natural exhiben y en programas de educación, para asegurar una fuerte justificación para el mantenimiento y crecimiento de las colecciones científicas y la investigación.

Exposición Permanente - Colección de Ciencias Naturales, Francisco Antonio Uribe Mejía - MUUA

Resumen

Introducción

I

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En febrero de este año el mundo fue testigo del anuncio de que los físicos habían descubierto las ondas gravitacionales (Cho, 2016). Y mientras esto es un notable logro tecnológico, otra parte de la historia no ha recibido tanta atención en la prensa popular (que la existencia de las ondas gravitacionales es una parte importante de la evidencia confirmatoria para la teoría de la relatividad de Einstein). Es notorio el hecho de que el público en general probablemente no entenderá qué quiere decir “evidencia confirmatoria”. Para continuar con el tema de la evidencia como soporte para una teoría, se puede ver frecuentemente un énfasis similar en la conexión con los hallazgos de fósiles. Un ejemplo notable fue el descubrimiento de un fósil de pez del Devónico, Tiktaalik roseae, en el 2004 en Canadá, el cual usualmente ha sido considerado como una conexión importante entre peces y anfibios, y la transición de formas acuáticas a terrestres (Daeschler et al., 2006; Shubin et al., 2006). De hecho, se ha afirmado que los hallazgos de “fósiles transicionales” como T. roseae sirven como evidencia en apoyo a la evolución (Ahlberg and Clack, 2006; National Academy of Sciences and Institute of Medicine, 2008; Ayala, 2006, 2007; Coyne, 2009). Así como el descubrimiento de ondas gravitacionales, al público se le han presentado resultados notables de investigación científica, en forma de objetos, descripciones, fotografías, y otras formas de reportes observacionales. Pero, se espera que el público acepte estos hallazgos como una “evidencia” concluyente sin que sepan cual es el significado del término evidencia, ni mucho menos cómo la ciencia opera para justificar nuestros

conceptos de evidencia o cómo desarrollamos y evaluamos nuestras teorías e hipótesis. Tristemente, los museos de historia natural no son buenos en presentar información de las causas y las explicaciones que hablan de dichas causas. Los museos usualmente no permiten a los visitantes entender cómo la ciencia opera, pues estas instituciones no consideran las similitudes y diferencias que existen entre las ciencias experimentales y las ciencias históricas, como la física y la paleontología, respectivamente. Entonces, ¿por qué estos temas son importantes para los museos de historia natural y sus colecciones? La respuesta es simple: para justificar totalmente las colecciones de objetos en museos de historia natural se debe permitir a los visitantes entender cómo esas colecciones nos proveen entendimiento científico, y cómo este entendimiento fortalece a toda la sociedad. Pero para que los museos de historia natural hagan colecciones importantes para la sociedad deben hacer más que mostrar objetos, presentar descripciones y, solo ocasionalmente, dar explicaciones. Los museos deben ofrecer oportunidades a los visitantes para entender la naturaleza de la indagación científica. Muchos museos orientados a la ciencia están adoptando programas llamados “ciencia ciudadana” (Anonymous, 2015; Follett y Strezov, 2015). Estos programas son la oportunidad para enganchar a personas no científicas en varios proyectos que se conectan con el museo y con investigadores de universidades. Así, los programas de ciencia ciudadana permiten que la gente aprenda sobre diversas técnicas para adquirir información e interpretación, que puede contribuir a las

¿Qué es ciencia? ¿Qué es una meta? Pensamos en los museos como en los lugares que presentan la ciencia al público, o al menos las consecuencias de las actividades científicas. Uno debe considerar que esta es la razón por la que las colecciones de museos de historia natural son tan importantes: ellas permiten mostrar los resultados de la investigación científica, así como ofrecer vías para la futura investigación. Pero si los museos no son claros a la hora de proveer al público una descripción de lo que la ciencia implica, entonces las habilidades de los profesionales del museo para defender de una manera efectiva la importancia de sus colecciones no serán aprovechadas al máximo. Ya es conocido que los museos de ciencia dependen de comunicar lo que es conocido bajo el término de “ciencia”. Como un científico activo, daré mi definición predilecta de ciencia: La iniciativa sistemática de adquirir conocimiento, en la forma de teorías e hipótesis comprobables, con el propósito de explicar y predecir fenómenos en el universo. Es probable que caracterizaciones similares sean encontradas tanto en la literatura científica como en la filosófica. Pero, así como mostraré en este artículo, aceptar esta definición de ciencia acarrea algunas implicaciones importantes. La más importante es que la investigación científica no puede ser reducida a un simple proceso lineal,

como es usualmente pensado en educación en ciencia: hacer observaciones crear hipótesis conducir experimentos para evaluar las hipótesis reportar los resultados. La definición de ciencia presentada anteriormente puede ser justificada si entendemos el propósito de la indagación científica. Una excelente descripción de esta meta fue dada por el filósofo en ciencia C.G. Hempel (1965: 139): Ampliamente hablando, el vocabulario en la ciencia tiene básicamente dos funciones: primero, permitir una descripción adecuada de las cosas y eventos que son objetos de la investigación científica; segundo, permitir el establecimiento de las reglas o teorías generales por medio de eventos particulares que puedan ser explicados o predichos y además científicamente entendidos; porque para entender un fenómeno científicamente hay que mostrar que este ocurre en conformidad con leyes generales o principios teóricos [énfasis en el original].

Nótese que Hempel sugiere que la ciencia tiene tres objetivos: (1) describir lo que se observa, (2) ofrecer explicaciones de esas observaciones, donde tales explicaciones ofrecen entendimientos causales, y (3) hacer predicciones de eventos futuros basados en el conocimiento de lo que tenemos disponible, en forma de teorías e hipótesis. Lo que es importante es darse cuenta de que mientras nuestras habilidades para describir objetos y eventos son tanto comunes como fundamentalmente importantes, son solo el comienzo de la investigación científica. El objetivo más importante de la ciencia es adquirir continuamente el entendimiento causal de los objetos y eventos que son encontrados, y es a través de las acciones de las predicciones y pruebas que nosotros evaluamos empíricamente y extendemos ese conocimiento (Popper, 1992; Salmon, 1984a; Strahler, 1992; Mahner and Bunge, 1997; Thagard, 2004; de Regt and Dieks, 2005; Nola and Sankey, 2007; de Regt et al., 2009; Hoyningen-Huene, 2013). Desafortunadamente, mientras la observación y la descripción son enfocadas frecuentemente CÓDICE

colecciones del museo; es raro que pocos esfuerzos de acompañamiento sean hechos para enseñar los principios básicos de la ciencia. La consecuencia de esto último es la actual carencia de una justificación para las colecciones. El propósito de este trabajo es ofrecer pasos para realzar la importancia de los museos de historia natural y sus colecciones para toda la sociedad, a través de oportunidades para presentar la naturaleza de la ciencia a visitantes de todas las edades. Para cumplir esta tarea, yo sugiero algunas de las problemáticas básicas que deben ser abordadas.

en los museos, las complejidades de evaluar y, además, el crecimiento del entendimiento científico han sido en gran parte pasados por alto. Habiendo resuelto las preguntas planteadas al inicio de esta sección, espero que llegue a ser evidente que los museos de historia natural deben ser más que solo almacenes de objetos, y que la importancia de esos objetos para la sociedad debe ser más que solo tenerlos disponibles para ser vistos. No debemos estar satisfechos solo con mostrar objetos y limitar la habilidad de adquirir entendimiento a las cualidades descriptivas de dichos objetos. La ciencia busca entendimiento causal. Esto es evidente para cualquiera que conozca la naturaleza de cómo la indagación científica procede. Pero constantemente, las tareas de adquirir dicho conocimiento pueden ser difíciles de discernir tanto para las personas científicas como para aquellas que no lo son. Los museos de ciencia están obligados a educar al público en relación a lo que es entendido por el término ciencia, así como también por qué nos comprometemos con ese proceso de investigación. Esos dos temas proveen la conexión más sólida con los objetos que forman las colecciones en los museos, y esa conexión es la verdadera razón por la que se tienen, se mantienen y se aumentan las colecciones de historia natural.

Términos de confusión: hecho, teoría, hipótesis

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La investigación científica busca adquirir conocimiento causal de los objetos y eventos que observamos, describimos y comunicamos. Aunque la comunicación se puede dar en forma de diagramas y fórmulas, dependemos en gran medida de las palabras. La comunicación es tan efectiva como las definiciones que se usan, y el uso preciso de las palabras es una necesidad en las ciencias. Pero la comunicación de las actividades científicas va más allá de la sociedad, haciendo más crítico que los científicos lleguen a un consenso en los términos más básicos que son necesitados para comunicarse con los

no científicos. Aunque tal consenso es aun deficiente, hay tres palabras que son de fundamental importancia para la comunicación científica: hecho, teoría e hipótesis. Estos son términos rutinariamente usados en la sociedad, sin embargo, son comúnmente malentendidos o utilizados incorrectamente. Los museos de ciencia son excelentes sitios para ayudar al público a entender de una mejor manera los significados de esos términos y a familiarizarse con cómo dichos términos son usados en las ciencias. De hecho, no es posible verbalizar la naturaleza de la indagación científica sin primero saber claramente los significados y usos de estas palabras. Definiciones más breves serán dadas en esta sección. El término “hecho” es probablemente el más difícil de entender, tanto para personas científicas como para aquellas que no lo son. Una de las mejores caracterizaciones fue dada por Mahner y Bunge (1997: 34; citado en Fitzhugh 2008a): […] un hecho es tanto la existencia de algo en un estado dado, o un evento que ocurre en una cosa. Las ideas no califican como hechos desde que estas no sean objetos que puedan estar en un cierto estado, experimentando por sí mismos cambios de estado […] Similarmente, no hay “hechos científicos”: solo un proceso para conseguir conocimiento puede ser científico (o no), no el objeto de nuestra investigación. Por consiguiente, los científicos ni “recolectan” hechos ni los elaboran, o peor, “construyen” hechos, sino hipótesis avanzadas y teorías refiriéndose o representando hechos.

La oración, “un hecho es tanto la existencia de algo en un estado dado, o un evento que ocurre en una cosa” es tanto epistémicamente correcta como útilmente restringida. Nosotros percibimos los hechos porque son las causas de nuestras percepciones, y así como se discute en la próxima sección, nuestros sentidos llevan a las inferencias que producen teorías e hipótesis, que nos posibilitan entender los hechos. Desafortunadamente, la literatura de educación en la ciencia usualmente mezcla hecho con teoría e hipótesis (Kennedy et al., 1998; Scott,

Fotograía: Kirk Fitzhugh

incorrectamente defiende la “evolución” intentando igualar teoría con hecho, la última juzga la posición de teoría en comparación con hecho. Ninguna posición es correcta porque el término hecho es usado erróneamente. Las colecciones de los museos de historia natural soportan hechos, y CÓDICE

2004; Barnosky and Kraatz, 2007; Johnson, 2007). Por ejemplo, frecuentemente escuchamos a los defensores de la evolución decir, “la evolución es tanto una teoría como un hecho” y los críticos postulan “la evolución es solo una teoría, no un hecho”. Mientras la primera postulación

tales instituciones deben aclarar que esos hechos ofrecen oportunidades de aumentar el conocimiento científico a través de inferencias y aplicaciones de las teorías y las hipótesis. Los términos teoría e hipótesis a menudo son usados indistintamente, y como resultado, sus definiciones claras son difíciles de encontrar. Como un científico práctico, yo he encontrado que estas palabras pueden ser definidas de tal modo que la utilidad operativa de cada una se mantenga, así como se presenta en la próxima sección. El termino teoría puede ser definido de la siguiente manera: “un concepto explicativo, manifestando relaciones entre causa-efecto, que pueden ser aplicadas a nuestras percepciones sensitivas, las cuales nos dan el entendimiento. Las teorías son espaciotemporalmente ilimitadas”. Considere las teorías de la relatividad general o de selección natural. Ambas presentan relaciones entre causa y efecto que son aplicables en cualquier lugar del universo si las condiciones relevantes están presentes. Las teorías tienen una importancia explicativa

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Fotograía: Kirk Fitzhugh

porque pueden ser extendidas al pasado y nos pueden ayudar a predecir condiciones desde el presente hacia el futuro. Mientras una teoría es explicativa en sí misma, esta no se refiere a instancias especificas; una teoría no es una explicación particular, es lo que nos lleva a las explicaciones. La teoría de selección natural puede ser aplicada en el planeta Tierra o en cualquier otro planeta que tiene reacciones químicas organizadas y sus reproducciones, así como eventos que conocemos como la “vida”. Sin importar si en las ciencias o en el vivir cotidiano, las teorías son herramientas conceptuales que constantemente usamos para interpretar, describir, explicar y comunicar hechos. Pero nuestras interpretaciones, descripciones y explicaciones tienen la intención de ayudarnos a entender los hechos, y nosotros tenemos que saber que los vehículos conceptuales para dicho entendimiento son las hipótesis. Yo sugiero la siguiente definición de hipótesis: “una explicación para un conjunto de hechos, como relaciones causa- efecto, que

Razonamiento y evidencia La discusión que se tuvo anteriormente, (¿qué es ciencia? y ¿cuál es su propósito?), resume por qué nos comprometimos con la investigación científica. La base para tal investigación aplica tanto para las ciencias experimentales como para las ciencias históricas; las primeras incluyen campos como la física, química, geología (en parte), fisiología y algunos aspectos de la biología evolutiva, mientras las segundas (ciencias históricas) incluyen paleontología, geología histórica, cosmología, así como partes de la biología evolutiva. Yo hago una distinción muy general entre las ciencias históricas y las ciencias experimentales por una buena razón: la búsqueda de entendimiento causal no sigue un mecanismo simple y lineal, así como se piensa frecuentemente en los salones de ciencia. No hay un “método científico” (Hoyningen-Huene, 2013). Por ejemplo, la evaluación o prueba de la teoría de la relatividad general de Einstein o de la teoría de selección natural de Darwin requiere protocolos bastante diferentes a aquellos necesitados para evaluar la hipótesis de que un meteorito impactó

la Tierra hace 65 millones de años, causando la extinción de los dinosaurios; o que la selección natural resultó de la transición entre la existencia acuática a la terrestre entre vertebrados, durante el periodo Devónico. Para entender la naturaleza de la investigación científica, en todas las formas de la ciencia, debemos reconocer los tipos de razonamiento usados a través de las ciencias. De manera interesante, son esos tipos de razonamiento los que establecen los cimientos unificadores para la investigación, dentro de la ciencia o en la vida diaria. En esta sección necesitamos dirigirnos a una de las ideas más comunes, similarmente equivocadas, entre los científicos y los no científicos: ¿qué es lo que queremos decir con el término “evidencia”? Esta sección ofrecerá clarificaciones fundamentales para ayudar a la sociedad a entender por qué la indagación científica es tan exitosa. Nuestra existencia diaria recibe continuamente percepciones sensitivas a través de la visión, la audición, el sentido del gusto y del tacto. Nuestras percepciones, en forma de neuronas enviando señales a otras neuronas en nuestro cerebro, son causadas por nuestras interacciones con objetos y eventos (hechos), y llevan a efectos en forma de procesos de pensamiento. Esto puede ser una declaración trivial, pero representa los cimientos para toda investigación, e implica un tipo de racionamiento conocido como abducción o inferencia abductiva. Nuestras percepciones son comúnmente sorprendentes o inesperadas, son hechos que requieren explicación. Y, casi inmediatamente, llegamos a conclusiones que ofrecen un conocimiento instantáneo o al menos inicial: camino a la puerta de entrada de mi casa y veo que la calle está mojada e inmediatamente concluyo que tuvo que haber llovido. Me he dado a mí mismo algún grado de entendimiento de lo que observo, a través del proceso de razonamiento abductivo (Peirce, 1878, 1931, 1932, 1933a, b, 1934, 1935, 1958a, b; Hanson, 1958; Thagard, 1988; Josephson and Josephson, 1994; Magnani, 2001; Psillos, 2002, 2007, 2011; Lipton, 2004; Walton, 2004; Aliseda, 2006; Schurz, 2008; CÓDICE

nos da al menos un entendimiento inicial de lo que percibimos. Contrario a las teorías, las hipótesis son limitadas espacio-temporalmente”. A diferencia de las teorías, las hipótesis no son conceptos explicativos, pero cuentan como explicaciones específicas para instancias particulares. Nuestra forma más común de razonamiento, discutida en la próxima sección, es inferir hipótesis que provean al menos un entendimiento inicial de lo que percibimos. Pero las hipótesis no son producidas de novo, ellas son los resultados de las aplicaciones de las teorías a nuestras percepciones sensitivas. Son interacciones operativas entre hechos, teorías e hipótesis, que ofrecen oportunidades útiles para entender la naturaleza de la investigación científica, y los museos de historia natural son excelentes lugares para enseñar esas interacciones entre hechos, en la forma de colecciones.

see Fitzhugh, 2005a, b, 2006a, b, c, 2008a, b, c, 2009, 2010, 2012, 2014, 2015, 2016a–c). En su forma más simple, abducción puede ser formalmente representada así: [1] b, como teorías/ hipótesis auxiliares t, pertinente a hechos observados e1

h. La doble línea separa las premisas (parte superior) de la conclusión (parte inferior). Son las premisas, en este caso la aplicación de nuestro conocimiento base y teorías particulares, a los efectos observados (hechos), para concluir una causa o un conjunto de causas que explican dichos efectos. La línea doble indica que la inferencia no es deductiva. En otras palabras, mientras asumamos la verdad de nuestras premisas, ellas no garantizarán una conclusión verídica, a lo mejor tendremos una conclusión a la que se le puede asignar algo de probabilidad de ser correcta. Volviendo al ejemplo de la calle mojada, mi racionamiento abductivo de observar que la calle está mojada para pensar que había llovido, puede ser resumido de la siguiente manera: [2] b- condiciones climáticas, procesos del clima, etc. t- la naturaleza de las tormentas una calle mojada

anoche.

h, hubo un aguacero

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La hipótesis h en [2] da la causa del efecto que yo observo. Pero desde que nuestras inferencias de los efectos a las causas son solo probables, no certeras, puedo decidir evaluar en el futuro si mi hipótesis es cierta o no. Para esto, debo evaluar empíricamente o poner a prueba la hipótesis.

Con el propósito de comprobar mi afirmación de que llovió la noche anterior, yo primero tengo que determinar qué tendría que ser observado como prueba de evidencia que pueda servir para evaluar la hipótesis. Entonces, como mi hipótesis afirma que la presencia de la calle mojada (efecto) es una consecuencia de la lluvia (causa), entonces necesito buscar hechos adicionales que puedan confirmar la hipótesis. En otras palabras, si mi hipótesis es cierta, entonces las consecuencias adicionales de la relación causa-efecto deben existir. El tipo de razonamiento que nos permite proponer una prueba de evidencia potencial es la deducción: [3]

en la hipótesis explicativa, H, (ejemplo [1]). llevar a cabo la prueba comparar con [1])

H;

efectos relacionados lo más cercanamente posible con las condiciones causales específicas de la hipótesis. La línea delgada separando las premisas y la conclusión indica la deducción, donde la regla principal para su validez es que las premisas verdaderas deben resultar en una conclusión igualmente verdadera (ejemplo, lo cierto como lo opuesto a lo probabilístico). La inferencia abductiva en [2] determina una relación causal entre una fuerte lluvia y la calle mojada. La forma deductiva en [3] enuncia que una relación causal llevará a otras consecuencias, o efectos si la causa hipotetizada realmente ocurre, y aquellos efectos potencialmente observables, ejemplo: el análisis de prueba puede ayudar a determinar la verdad de la hipótesis. En el ejemplo, la deducción podría tener la forma:

b- condiciones climáticas, procesos del clima, etc. t- la naturaleza de las tormentas de lluvia en la hipótesis explicativa, h (ej. [2])-hubo un aguacero la noche anterior. Obtener registros de radares climáticos de las pasadas 12 horas

una calle mojada Registros de radar indicarán la presencia de lluvia en el barrio. En cuanto se estipule el análisis de evidencia predispuesto para ser buscado con el propósito de probar la hipótesis, el proceso de prueba puede comenzar. Como el proceso de análisis es el acto de buscar la evidencia predicha que tiene el potencial para apoyar la afirmación causal hecha en la hipótesis, la estructura formal de evaluación tiene la siguiente forma: [5]

(observaciones de análisis de evidencia predicha en [3]/ observaciones alternativas.

H es demostrada/sin demostrar. Lo importante acá es que la prueba no es deductiva, así como se indica con la línea doble. Pero como materia de razonamiento no deductivo, la prueba no es abductiva, el intento de análisis no es la producción de nuevas hipótesis, pero sí el proceso de evaluar empíricamente qué hipótesis ha o han sido dadas vía abducción. La caracterización apropiada de análisis como un tipo de razonamiento es la inducción, siendo dicho análisis explicativo o hipótesis estadísticas. Así,

la hipótesis de que la lluvia cayó anoche explica la calle mojada, como se infiere en [2], puede ser probada basada en la predicción en [4]: [6] climáticas, procesos del clima, etc. lluvia fueron examinados, los cuales incluyen la calle próxima a mi casa para la noche de la lluvia propuesta. lluvia que ocurrió de 3 am hasta las 6 am en el día que yo observe la calle mojada. a la lluvia es confirmada. Muchas condiciones importantes deben ser señaladas. Primero, la naturaleza inductiva de la prueba no lleva a la certeza de ninguna hipótesis. Como con ningún razonamiento no deductivo, la conclusión de que la hipótesis ha sido confirmada solo aumenta la convicción en, o la probabilidad de la hipótesis. Investigaciones futuras pueden producir análisis de la evidencia que desapruebe la hipótesis o llame a su revisión. Además, uno debe regresar y examinar cuidadosamente el conocimiento base y la (s) teoría (s) usada (s) en dicha prueba, así como también las otras premisas; todo puede potencialmente crear dudas en la veracidad de la conclusión. La breve conclusión de análisis que se acaba de presentar es aplicable a la hipótesis, ejemplo: afirmaciones de relaciones localizadas causa-efecto espacial y temporalmente (Cleland, 2001, 2002, 2009, 2011, 2013; Tucker, 2004, 2011; Turner, 2007, 2013; Jeffares, 2008). Cuando consideramos teorías, sin embargo, la infraestructura para evaluar muestra algunas diferencias importantes que requieren atención (Fitzhugh, 2008a, 2010). En la sección previa consideré distinciones operacionales entre las hipótesis y las teorías. Esas diferencias CÓDICE

[4]

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se extienden al análisis de hipótesis y teorías, entonces, además del ejemplo de la hipótesis analizada, mostrada anteriormente, será necesario comparar y contrastar esto con las teorías probatorias. En esencia, la prueba de una teoría tiene la calidad de conducir a un experimento. El común aunque incorrecto concepto del “método científico” iguala la prueba con el hecho de conducir un experimento. Y así como veremos, este sentido de probar como experimento es apropiado para evaluar teorías de una manera empírica, pero es diferente a lo que vimos anteriormente en poner a prueba la hipótesis (comparar [3] y [5], y [4] y [6]). Una teoría denota que particulares tipos de relaciones causa-efecto ocurren en el universo. En otras palabras, una teoría no se refiere a una localidad específica o periodo de tiempo. Las relaciones causa-efecto se pueden manifestar ellas mismas en el presente, futuro, y pueden ser referidas como que ocurrieron en el pasado sin tener en cuenta la locación. Esa es la fuerza de las teorías, ellas son conceptos por los que el desarrollo de las hipótesis es posible (comparar premisas en [1] y [2]), y la búsqueda de entendimiento causal aumentado, conforme pasa el tiempo como consecuencia de análisis para el propósito de la indagación científica. Los principios básicos resumidos anteriormente para las pruebas de las hipótesis también aplican para las pruebas de las teorías. Como una teoría es una afirmación general sobre las relaciones causa-efecto, entonces la evaluación critica de una teoría requiere determinar la validez de esta relación. Solo como consecuencias predichas sirven como pruebas de hipótesis. Tales predicciones también son la base para la evaluación de teorías. Pero las hipótesis son probadas para determinar si causas del pasado realmente ocurrieron y pueden explicar lo que observamos en el presente. Teorías, por otro lado, reivindican relaciones particulares causa-efecto. Para probar una teoría, el proceso será diferente al de probar una hipótesis. Consideremos un ejemplo real. La teoría de la relatividad general de Albert Einstein publicada en 1915-16, afirma que la gravedad es

una manifestación del espacio curvado y el tiempo. La teoría lleva a una nueva revolución en física y astronomía porque parece proveer una amplia estructura explicativa, no solo por lo que ya se entendía por mecánica Newtoniana, sino también por explicar el fenómeno previamente considerado como anomalías a la luz de tal mecánica. Para probar la teoría de Einstein- que hay una relación causal entre la gravedad y el espacio-tiemponecesitamos considerar condiciones reales y especificas donde las acciones de la gravedad, como el agente causal, puedan ser observadas. Una predicción fundamental de la relatividad general es que los rayos de luz, los cuales son ligeros, deben ser desviados a un ángulo específico, , en presencia de un campo gravitacional. Una oportunidad para evidenciar tal evento ocurrió en 1919, en un eclipse solar. En el punto en que la luna completamente cubre el sol, sería posible determinar las posiciones de las estrellas de fondo cercanas al sol. Entonces, se pueden comparar estas posiciones con aquellas cuando el sol no está presente. Si la teoría de Einstein describe correctamente el efecto de la gravedad en el espacio-tiempo, entonces la desviación de los rayos de luz desde las estrellas debe ser con un ángulo . Las diferencias resultantes en las posiciones de las estrellas durante un eclipse y sin eclipse examinadas en 1919 soportaron, como se esperaba, la teoría. Nótese que evaluar la teoría de la relatividad general tiene la calidad de un experimento. Los científicos deben ser capaces de presenciar las condiciones causales e iniciales, así como el efecto o efectos subsecuentes. En otras palabras, desde que uno afirme que las relaciones específicas causaefecto ocurren, entonces el acto de evaluar está dado para determinar la existencia de tales relaciones. Así como en el acto de evaluar una hipótesis, una teoría es probada buscando consecuencias de análisis predichos. Pero hay una diferencia fundamental entre probar hipótesis y teorías que debe ser clara. Las hipótesis se refieren a eventos pasados causales que no existen más y no son observables; lo que está disponible son sus consecuencias en el presente. Las teorías, por otro lado, ofrecen oportunidades para atestiguar causas en el presente y observar si ocurren o no los efectos predichos en el futuro. Es esta la distinción que resulta

soportará mi afirmación de que llovió la noche anterior. Simplemente apuntando a la calle mojada no se soporta la evidencia, es más una afirmación circular, y esto no es un enfoque aceptable en ciencia. Las premisas que están para ser consideradas en cualquier campo de la ciencia deben ser aquellas que son usadas en inducción, ejemplo: el acto de experimentar, como se muestra en [5] y [6]. La evidencia para la hipótesis de que llovió la noche pasada debe ser el reporte del clima; la evidencia para la teoría de relatividad general fue la observación de que las luces de las estrellas eran desviadas mientras pasaban próximas al sol. Desafortunadamente, se ha vuelto común en algunas de las ciencias históricas confundir los hechos que necesitan ser explicados con la evidencia requerida para respaldar las hipótesis. Un ejemplo notable es la tendencia en la biología evolutiva a considerar los fósiles como “evidencia” para las teorías evolutivas, especialmente en la selección natural (Coyne, 2009). El descubrimiento de fósiles del pez del Devónico Tiktaalik roseae, mencionado en la Introducción, es un buen ejemplo. Hechos que necesitan ser explicados por teorías particulares no pueden servir también como evidencia para soportar dichas teorías. Otro ejemplo prominente es visto en las hipótesis filogenéticas, o árboles filogenéticos. Los investigadores señalan repetidamente los caracteres explicados por aquellas hipótesis así como el respaldo de la evidencia. Esto es cometer el error de confundir la evidencia abductiva usada para inferir hipótesis, con la evidencia subsecuente requerida para correctamente probar esas hipótesis. En la falta de aclarar los roles de ab- , de- e inducción en la investigación científica, hay términos equivocados entre científicos y el público en general, cuando se habla del tema de evidencia y el pensamiento crítico.

Presentando la naturaleza de la ciencia en los museos He enfatizado para justificar plenamente la importancia de las colecciones en los museos de historia natural que el público sea expuesto a las dinámicas de la investigación científica, CÓDICE

en la evaluación empírica de las hipótesis y teorías teniendo diferencias básicas, diferencias que están frecuentemente perdidas en la excesivamente simple noción del “método científico”. Para los museos de ciencia, los temas relacionados con teorías e hipótesis existen en todo lo que se exhibe, pero usualmente solo en formas implícitas. Los grandes retos que los museos deben aceptar y dirigir, son las diferencias operacionales entre teorías e hipótesis, así como las similitudes y diferencias cuando se habla del proceso de experimentar. La consideración de ab-, de- y el razonamiento especifico en las ciencias ha sido resumida para ilustrar brevemente los procesos para producir hipótesis explicativas y teorías (vía ab-ducción) y las acciones subsecuentes de evaluar dichas proposiciones (vía de- e in-ducción). Hay un tema adicional relacionado con estos tipos de razonamiento, del cual los científicos usualmente hablan: la evidencia para proposiciones particulares o afirmaciones. Hablar de evidencia en la mayoría de las ciencias es hablar de aquellas afirmaciones que soportan o desaprueban hipótesis o teorías en relación con las acciones a experimentar. Pero será importante entender el uso del término evidencia en relación con los tipos de razonamiento que hemos discutido. Recordar que el razonamiento se refiere a las relaciones entre premisas y conclusiones. Como base para cualquier conclusión están las premisas de las que la conclusión se deriva, la evidencia para cualquier conclusión serán sus premisas (Longino, 1979; Salmon, 1984b; Achinstein, 2001; Fitzhugh, 2012). Pero tenemos que ser cuidadosos en reconocer las implicaciones de esta compresión. En el ejemplo de razonamiento abductivo en [2], infiero que la hipótesis de que la calle está mojada es porque llovió la noche anterior. Entonces te puedes preguntar, “¿Cuál es la evidencia para tu afirmación?”. Técnicamente, puedo decir que mi evidencia, como parte de las premisas de abducción, es que observo que la calle está mojada. Pero la evidencia que realmente buscamos es aquella que

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no solo presentada con objetos y explicaciones limitadas tangencial y descriptivamente. Las secciones previas han querido resumir algunos de los problemas fundamentales que los museos de ciencia deben enfrentar, además de intentar justificar las colecciones y la investigación que los museos le proveen a la sociedad. En esta sección sugeriré que los museos deben priorizar en educar al público en la naturaleza de la ciencia. Hay al menos tres vías a considerar. Los museos de ciencia típicamente tienen programas de educación que ofrecen oportunidades específicas para aprender más acerca de temas presentados en lo que se exhibe. Es en el contexto de dichos programas que todas las facetas de la naturaleza de la ciencia presentadas anteriormente pueden llegar a estar disponibles. Claramente, las complejidades de la indagación científica requieren una atención cuidadosa en los centros de enseñanza. Teniendo en cuenta todo tipo de edades, los diseños de programas que maximizan las presentaciones de los conceptos que pueden ser efectivamente comprendidos y construidos en años posteriores, son prioridades esenciales. Y es posible utilizar ejemplos de la vida diaria en las presentaciones de esos conceptos que son fundamentales para todas las ciencias, como (1) entender las distinciones entre hecho, hipótesis y teoría, (2) cómo inferimos hipótesis, y (3) evaluar críticamente las hipótesis y teorías. Ejemplos notables y reales pueden ser discutidos, tales como el descubrimiento de las ondas gravitacionales como una oportunidad para probar la teoría de la relatividad general, o el Large Hadron Collider (CERN), como el equipo experimental para comprobar la teoría del Boson de Higgs o Partícula de Higgs. Hay excelentes programas de investigación comprometidos en la evaluación de la teoría de la selección natural que pueden ser resaltados. Tales programas ayudan al público a entender las similitudes básicas y las diferencias entre probar teorías vía experimentación y probar teorías afirmando eventos pasados causales. Los programas de educación específica pueden ser factores esenciales para ayudar a los niños, así como a los adultos, a entender que no

hay un solo “método científico”, pero también que las ciencias requieren diferentes herramientas para buscar e incrementar el conocimiento. Los talleres en la naturaleza de la investigación científica son algo que los museos de ciencia natural deben desarrollar para los profesores. Tales talleres ofrecen oportunidades únicas para que los profesores interactúen directamente con los científicos y obtengan conocimiento en la naturaleza de la ciencia que puedan practicar en sus salones de clase. Mientras los programas de educación son de gran importancia, no pueden operar aisladamente dentro de los museos. Lo que hace falta en la mayoría de los museos son exhibiciones reales que se dirijan específicamente a los tipos de temas y conceptos presentados en esta publicación. Los museos sobresalen mostrando objetos, pero los fundamentos conceptuales que permiten el aprendizaje acerca de aquellos objetos están algunas veces perdidos. La ciencia es un proceso dinámico, falible, y no logra verdades definitivas. Con el énfasis en objetos y conceptos o ideas asociadas con tales objetos, se vuelve fácil para el público pensar que las relaciones entre objetos y conceptos son estáticas. No solo es esta manera de pensar un detrimento para entender la ciencia, es aún peor para la ciencia mostrada en museos y para justificar la utilidad y crecimiento de las colecciones de historia natural. El público raramente ve las colecciones de los museos “detrás de escenas”, y ciertamente se le niegan buenas oportunidades para entender cómo el conocimiento científico depende de esas colecciones. La mejor manera para facilitar el entendimiento en los museos es presentar exhibiciones específicas que resuman las diferentes dimensiones de la naturaleza de la ciencia: las problemáticas presentadas en este artículo. El tema que el museo exhibe permite al público adquirir entendimiento de la naturaleza de la ciencia, los principios de la indagación científica deben estar presentes dentro de todo lo exhibido, porque la ciencia es una empresa en constante cambio y crecimiento. Lo menos que presentamos de la naturaleza de la ciencia es una exhibición, lo más que dejamos con esto es hacer

Conclusión Los museos de historia natural son grandes instituciones encargadas de ofrecer oportunidades educacionales únicas a la sociedad sobre fenómenos biológicos. Como parte de la obligación para educar visitantes, donadores, políticos, administradores, etc..., podemos justificar de una buena manera la importancia de mantener y hacer crecer las colecciones de los museos cuando a estas personas se les da la oportunidad de ver el lugar de las colecciones dentro del ámbito de la investigación científica, y los beneficios para la sociedad acorde con su estudio. Mientras los científicos de los museos usualmente argumentan, correctamente, la importancia

de las colecciones como medio para entender los organismos, sus historias evolutivas y sus interacciones ecológicas; la mejor manera de asegurar que el público apoyará tales esfuerzos es que los museos se enfoquen en fundamentos que le permitan a todo el mundo entender la naturaleza de la investigación científica.

Agradecimientos Mis más sinceros agradecimientos a Camilo Sierra Escobar, Museo Universitario Universidad de Antioquia, por invitarme a contribuir en esta revista.

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pensar al público que la ciencia es solo un proceso temporal para hacer descubrimientos, y que ahí para.. Esto perpetúa el mito de que “sabemos lo necesario”, una falla para representar adecuadamente la ciencia en la sociedad. Finalmente, si hay un tema asociado con los museos de historia natural que merece una gran justificación a la hora de presentar la ciencia al público, es la biología evolutiva. Los museos presentan objetos, y la mayoría de esos objetos se refieren a un camino de causas pasadas y confusas, usualmente en el ámbito evolutivo. Pero muchos de los museos de ciencia hacen muy poco para educar al público sobre los principios de la biología evolutiva. Para hacer eso también se requeriría un compromiso significativo para describir cómo los principios evolutivos operan dentro del ámbito de la investigación científica. Esta es la única manera para remover mitos en relación con el análisis y aprobación de las teorías e hipótesis, así como el hecho de que la evidencia para la evolución es usualmente malentendida. La evolución es la base para los sistemas biológicos, y los sistemas son la investigación crítica que utilizan las colecciones de los museos de historia natural. Son los fundamentos conceptuales de la naturaleza de la ciencia los que garantizan la presencia y el crecimiento continuo de las colecciones de los museos de historia natural.

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RED DE MUSEOS UNIVERSITARIOS CENTROS DE EDUCACIÓN SUPERIOR DE COLOMBIA que, me parece, bien puede configurar un marco conceptual inicial dentro del cual desarrollar la tarea. Desde hace varios meses venimos trabajando sobre él en la División de Museos: Es probable que no exista un ámbito de reconocimiento, expresión e indagación de los hechos culturales más fecundo que el ámbito museal. Esta probabilidad se convierte en certeza cuando entendemos que solo en los museos es posible aprehender en su profunda complejidad y productividad la constelación donde se forman los modos de percepción, los afectos y las formas de interpretación que definen un paradigma cultural. El museo, en esta constelación, no es el simple escenario para la ilustración de una idea o una forma; es “una máquina óptica que nos muestra el pensamiento ocupado en tejer los lazos que unen percepciones, afectos, nombres e ideas, y en constituir la comunidad sensible que esos lazos tejen y la comunidad intelectual que hace pensable el tejido” (Ranciére, 2013: 11). Sin duda el museólogo Jorge Wagensberg tenía en mente esta reflexión de Ranciére cuando elaboró su célebre definición de museo: “Un museo es un espacio de encuentro dedicado a proveer estímulos a favor de tres cosas: el conocimiento, el método usado para obtenerlo y la opinión que de aquel se desprende”. Si nos ponemos de acuerdo en que este lema recoge de manera amplia el sentido y proceder de los museos universitarios, tal vez podamos establecer tres ámbitos temáticos: a) El conocimiento (vocación, historia y posición CÓDICE

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A finales de 2015, en un encuentro del programa Antioquia Vive, surge la inquietud de reactivar la Red de Museos Universitarios, la cual venía siendo representada por la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y debido a cambios administrativos había quedado inactiva. Así, nos encontramos la Dirección del Museo Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, el Museo Arqueológico de los pueblos Karib Mapuka, de la Universidad del Norte y el Museo Universitario Universidad de Antioquia, y decidimos iniciar acciones tendientes a dicha reactivación. Así, después de un encuentro en Barranquilla, y posteriormente otro en Bogotá, decidimos constituir una suerte de pre comité de la Red de Museos Universitarios, con el fin de adelantar y decidir los asuntos necesarios para la efectiva realización de nuestro encuentro en Barranquilla. Una primera decisión que tomamos por necesarias condiciones logísticas fue establecer la fecha de realización del encuentro hacia finales de mayo y comienzos de junio de este año. Una segunda decisión fue establecer entre nosotros un temario para el encuentro, de manera que hacia finales de febrero pudiéramos enviar una comunicación a todos los museos universitarios con fecha establecida y temario propuesto. Para esto último se envió un borrador inicial fruto de las respuestas de los museos a la primera comunicación, pues varias de estas traían consigo propuestas de temas. Con este fin queremos poner en conocimiento de ustedes una suerte de lema

de cada museo). b) El método (museologías y museografías desarrolladas) y c) La opinión (investigación y públicos). En este sentido es importante que el encuentro desarrolle por lo menos los siguientes temas: 1) Presentación vocacional y crítica (incluso administrativa) de cada uno de los museos que participan (modalidad: breve conferencia). 2) Problemas museológicos y museográficos que cada museo enfrenta y posibles soluciones en relación con la constitución de una red de museos (itinerancia de exposiciones, mecanismos para compartir experticias, relación con el territorio...), (modalidad: taller). 3) Participación de los museos en los modos e instancias de investigación (generación de conocimiento) de cada universidad y manejo de públicos bajo una perspectiva crítica (modalidad: seminario). En el marco del primer encuentro de Museos Universitarios realizado en el Museo Arqueológico de los pueblos Karib de la Universidad del Norte, MAPUKA, en la ciudad de Barranquilla, durante los días 1, 2 y 3 de junio de 2016, los Muesos participantesi expresan el interés de conformar la Red de Museos Universitarios. Resultado del encuentro queda conformado un Comité Técnico, integrado por 5 Universidades y se elige un representante de la Red: Bogotá

la Red) Compromisos y responsabilidades del Comité Técnico:

Museos Universitarios Museos Universitarios Universitarios Fruto del trabajo mancomunado del Comité Técnico ya se cuenta con los Acuerdos establecidos por la Red para su funcionamiento, aquí damos su definición: La Red de Museos Universitarios es una red social institucional, sin personería jurídica, sin ánimo de lucro, integrada por los museos que hacemos parte de las instituciones de Educación Superior de Colombia, que decidimos inscribirnos voluntariamente como miembros, para relacionarnos mutuamente y con el medio externo; con el fin de compartir información y oportunidades que se presenten en el medio académico, social y cultural, que contribuyan al desarrollo del sector; para gestionar mecanismos de cooperación y el establecimiento de alianzas que nos permitan lograr una mayor representación y visibilidad, al tiempo que una mayor interlocución con los sectores académicos de Investigación, Docencia y Extensión, locales, regionales, nacionales e internacionales, en función del fortalecimiento institucional, en cumplimiento de sus misiones y el aporte al desarrollo social y cultural en sus ámbitos de influencia.

Referencias bibliográficas Ranciére, Jacques (2013) Aisthesis. Escenas del régimen estético del arte. Buenos Aires: Ediciones Manantial.

Museo de Antropología, Universidad del Atlántico. Álvaro Martes Ortega, Director, Museo de Ciencias, Universidad del Bosque. Fernando Dueñas Valderrama, Director, Museo de Geociencias, Facultad de Minas - Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Marión B. Weber Scharff, Directora, Casa Museo Águeda Gallardo de Villamizar, Universidad de Pamplona. Marlene A. Sánchez Carrillo, Directora, Museo de Historia Natural, Universidad del Cauca. Hernando Vergara Varela, Director, Museo Universitario de Colecciones, Universidad Autónoma de Bucaramanga – UNAB. Gloria Oviedo Chávez, Directora, Centro de Museos Universidad de Caldas. Olga Lucía Hurtado Gómez, Directora, Sistema de Museos Universidad del Magdalena. Wilmer Martínez Manotas, Director, Jardín Botánico Universidad Tecnológica de Pereira. Javier Andrés Cuayal Revelo, Director, Dirección de Museos Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá. Alejandro Burgos Bernal, Director, Museo Arqueológico de los pueblos Karib - Universidad del Norte. Juan Guillermo Matín Rincón, Director, Museo Universitario Universidad de Antioquia. Santiago Ortiz Aristizábal, Director. Representante de la Red

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interno de la Red de Museos Universitarios

RED NACIONAL DE MUSEOS DE CIENCIAS E HISTORIA NATURAL que dan relevancia a la difusión de biodiversidad nacional. Esta red temática está invitada formalmente a la Mesa Nacional de Museos, y tiene como objetivo la promoción de espacios de cooperación y fortalecimiento de los museos de ciencias e historia natural, así como propiciar un espacio de encuentro para la reflexión sobre el patrimonio cultural relacionado a los museos de esta área. Una de las acciones concretas de la Red es visibilizar los museos a nivel nacional como agentes importantes en la educación y custodios del patrimonio nacional, propiciando estrategias de articulación territorial, local e interinstitucional. Documento elaborado por FERNANDO DUEÑAS VALDERRAMA (Presidente Red Nacional de Museos de Ciencias e Historia Natural) y VICTOR RODRIGUEZ SAAVEDRA (Coordinador área de educación). CÓDICE

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A partir del I Encuentro Nacional de Museos de Ciencias e Historia Natural, realizado el 8 y 9 de septiembre del 2014, y organizado por el Museo de Ciencias de la Universidad El Bosque (MCUB), el Instituto Alexander von Humboldt (IAvH), el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SiB) y el Registro Único Nacional de Colecciones Biológicas (RNC), donde participaron 23 instituciones museísticas, entidades del estado y organizaciones de 10 departamentos del país, en el mes de abril del 2015 se conformó la secretaria técnica de la Red, con 10 representantes de ocho instituciones incluyendo el IAvH y el Programa de Fortalecimiento de Museos. La Red Nacional de Museos de Ciencias e Historia Natural es un organismo orientador que integra a los museos que contienen patrimonio natural, independientemente de que sean públicos o privados. La Red busca la participación de entidades museísticas interesadas en contribuir al fortalecimiento y visualización de las iniciativas

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Tipo de artículos que publica el Boletín El Comité Editorial del Boletín ha definido los siguientes tipos de artículos: 1. Editorial: Documento escrito por el editor, por un miembro del Comité Editorial o por un investigador invitado, sobre orientaciones en el dominio temático de la revista. 2. Artículos producto de la investigación científica: Artículos inéditos producto de informes científicos y tecnológicos, cuyo resultado es el producto de una investigación original. 3. Artículos de reflexiones derivadas de investigación: Documentos que presentan resultados de investigaciones terminadas, desde una perspectiva analítica, interpretativa o crítica del autor, sobre un tema específico, recurriendo a fuentes originales. 4. Artículos de revisión de temas derivados de investigación: Documentos resultado de investigaciones terminadas en las que se analizan, sistematizan e integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas, sobre un campo de la ciencia o de la tecnología, con el fin

de dar cuenta de los avances y de las tendencias de desarrollo. Se caracteriza por presentar una cuidadosa revisión bibliográfica de por lo menos cincuenta referencias. 5. Traducciones o transcripciones: Traducciones de textos clásicos o de actualidad, o transcripciones de documentos históricos o de interés particular en el dominio de publicación del Boletín. 6. Artículo corto: Documento breve que presenta resultados originales preliminares o parciales de una investigación científica o tecnológica que, por lo general, requieren una pronta difusión. 7. Reporte de caso: Presenta los resultados de un estudio sobre una situación particular, con el fin de dar a conocer las experiencias técnicas y metodológicas consideradas en un caso específico. Incluye una revisión sistemática comentada de la literatura sobre casos análogos. 8. Documentos de reflexión no derivados de investigación. 9. Originales sobre un problema o sobre un asunto particular. 10. Ponencias. 11. Reseñas bibliográficas de obras de reciente aparición. 12. Discusiones, comunicaciones y experiencias en el trabajo con comunidades.

Instrucciones a los autores 1. Los trabajos presentados a Códice deben ser inéditos. Un artículo sometido a consideración del Boletín no debe haber sido publicado previamente, ni debe estar siendo sometido a otra publicación durante el proceso editorial. 2. La extensión del artículo debe oscilar entre cinco (5) y quince (15) cuartillas escritas en fuente CÓDICE

Los autores interesados en participar en el Boletín Científico y Cultural Códice deben enviar sus artículos según los parámetros que se enuncian a continuación. Los temas que convoca el Boletín se enmarcan dentro del patrimonio, la memoria cultural, la museología, la curaduría y áreas afines, el Museo Universitario y sus colecciones, el desarrollo de sus programas, actividades, servicios y exposiciones temporales.

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Times New Roman, 12 puntos, espacio y medio, y en hojas tamaño carta enumeradas consecutivamente. Debe ser digitado en el programa Microsoft Word (versión 2000 en adelante). El artículo debe contener: título en español, resumen en español, palabras clave en español, referencias bibliográficas que cumplan con el sistema de citación bibliográfica que se refiere al final de este apartado. Las tablas y las figuras deben ir en el texto inmediatamente después de haber sido citadas. Debe incluirse el apoyo gráfico o fotográfico para ilustrar los textos, y entregarse en un archivo aparte. Las imágenes deben estar en formato JPEG, tener una resolución mínima de 300 ppp y contar con su respectivo pie de foto. El pie de foto debe construirse con la siguiente estructura: detalle de la imagen o título. Autor (si lo requiere). Lugar. Año. Fotógrafo, propietario de la foto o de la colección. Datos para el envío de la correspondencia: profesión, nombre, cargo actual, institución donde labora, dirección postal, correo electrónico, teléfono, celular, fax. El Comité Editorial se reserva el derecho de ajustar el artículo para mantener la uniformidad en el estilo del Boletín. Cada autor recibirá cinco (5) ejemplares de cortesía del Boletín Científico y Cultural Códice del Museo Universitario de la Universidad de Antioquia. Los autores o titulares de los artículos aceptados autorizan la utilización de los derechos patrimoniales de autor, los de reproducción, comunicación pública, transformación y distribución, a la Universidad de Antioquia/Museo Universitario, para incluir su escrito en Códice, Boletín Científico y Cultural, en su versión impresa y en su versión electrónica.

Instrucciones especiales para la digitación del artículo

CÓDICE

1. No incluir saltos de página o finales de sección. 2. Los siglos, que se digitan en letras latinas o griegas, deben ir en versales. 3. Si se desea resaltar palabras o frases del texto,

4. 5.

6.

7. 8.

no use la letra negrita ni el subrayado; sólo la letra cursiva. Para las citas textuales deben usarse comillas dobles, no simples. Cuando se empleen siglas o abreviaturas, se debe anotar primero la equivalencia completa, seguida de la sigla o de la abreviatura correspondiente entre paréntesis, y en lo subsecuente se escribe sólo la sigla o la abreviatura respectiva. Evitar las notas de pie de página; en caso de ser muy necesarias, deben contener solamente aclaraciones o complementos del trabajo que, sin afectar la continuidad del texto, aporten información adicional que el autor considere. Las citas, referencias bibliográficas y hemerografías se incluyen al final del artículo. Las referencias deben estar basadas en revistas indexadas, libros o patentes (evitar el uso de información obtenida de Internet), y deben ser presentadas según el sistema de citación bibliográfica APA (American Psychological Association).

A. Libros 1. Debe aparecer: apellido del autor, coma, iniciales del nombre, punto, fecha entre paréntesis, punto, título subrayado o en letra cursiva, punto, lugar de edición, dos puntos, editorial, punto. Por ejemplo: Carr, W. y Kemmis, S. (1988). Teoría crítica de la enseñanza: La investigación-acción en la formación del profesorado. Barcelona: Martínez Roca. 2. Cuando el lugar de edición no es una capital conocida, es apropiado citar la provincia, el estado o el país. Por ejemplo: Comes, P. (1974). Técnicas de expresión-1: Guía para la redacción y presentación de trabajos científicos, informes técnicos y tesinas, (2ª ed). Vilassar de Mar, Barcelona: Oikos-Tau. 3. Si hay más de dos autores, deben aparecer todos separados por punto y coma, excepto el último que va precedido de la conjunción ‘y’. Por ejemplo:

4. Si durante el texto se cita una referencia de más de tres autores, se puede citar el primero seguido de la expresión et al. (y otros). Por ejemplo, “Bartolomé et al. (1982)”, “Gelpi et al. (1987)”. Pero en la bibliografía deben aparecer todos los autores. Por ejemplo: Bartolomé, Margarita; Echeverría, Benito; Mateo, Joan y Rodríguez, Sebastián (Coord.). (1982). Modelos de investigación educativa. Barcelona: ICE de la Universidad de Barcelona. 5. A veces el autor es un organismo o institución. En estos casos, para evitar la repetición, la referencia se señala al final con la palabra “autor”. Por ejemplo: Ministerio de Educación y Ciencia (1989). Libro Blanco para la Reforma del Sistema Educativo. Madrid: autor. 6. Cuando se trata de obras clásicas, de las cuales se ha consultado una versión reciente, pero interesa especificar el año de la versión original, se puede hacer entre paréntesis después de la referencia consultada. Por ejemplo: Bacon, Francis (1949). Novum Organum. Buenos Aires: Losada. (Versión Original 1620). 7. Cuando existen varias ediciones diferentes, se especifica entre paréntesis después del título, en números. Por ejemplo: Brueckner, L.J. y Bond, G.L. (1984). Diagnóstico y tratamiento de las dificultades en el aprendizaje (10 ed.). Madrid: Rialp. 8. Si una obra no ha sido publicada, pero se conoce su pronta publicación, se escribe en lugar de la fecha la expresión “(en prensa)”. Por ejemplo:

Rodríguez Rojo, Martín (coord). (en prensa). Actas del Simposio Internacional sobre Teoría Crítica e Investigación/Acción. Universidad de Valladolid: Valladolid, 1-4 de noviembre. 9. Si son varios volúmenes los que componen la publicación, los cuales han sido editados en varios años, éstos se escriben separados por un guión. Por ejemplo: Arnau, Juan (1981-1984). Diseños experimentales en psicología y educación, (2 Tomos). México: Trillas. 10. Cuando son compilaciones (readings), se especificará después del nombre, compilador, editor, director o coordinador. Por ejemplo: Haynes, Lucila (Comp.). (1989). Investigación/acción en el aula (2ª ed.). Valencia: Generalitat Valenciana. 11. Cuando se cita un capítulo de un libro, el cual es una compilación (reading), se cita en primer lugar el autor del capítulo y el título del mismo, seguidamente el compilador (Comp.), editor (Ed.) o director (Dir.), coordinador (Coord.), título (las páginas entre paréntesis). Lugar de edición: y editorial, igual que en la referencia de cualquier libro. Por ejemplo: Guba, Egon G. (1983). Criterios de credibilidad en la investigación naturalista. En José Gimeno Sacristán y Angel. Pérez Gómez (Comps.), La enseñanza: su teoría y su práctica (pp. 148-165). Madrid: Akal. 12. Cuando el apellido del autor es muy corriente, se suelen poner los dos apellidos. Por ejemplo: Martínez Rodríguez, Juan B. (Coord.). (1990). Hacia un enfoque interpretativo de la enseñanza. Granada: Universidad de Granada.

B. Artículos de revistas. 1. En este caso, lo que va subrayado, o en letra cursiva, es el nombre de la revista. Se debe especificar el volumen de la revista y las páginas CÓDICE

Bartolomé, Margarita; Echeverría, Benito; Mateo, Joan y Rodríguez, Sebastián (Coord.). (1982). Modelos de investigación educativa. Barcelona: ICE de la Universidad de Barcelona.

que ocupa el artículo, separadas por un guión. Se especificará el volumen y el número de la revista, cuando cada número comienza por la página uno. Por ejemplo:

Todos los ejemplos y explicaciones respectivas en http//museo.udea.edu.co

García Ramos, J. Manuel (1992). Recursos metodológicos en la evaluación de programas. Bordón, 43, 461-476.

1. La recepción de artículos no implica obligación de publicarlos. Una vez recibida la contribución, el Coordinador Editorial verifica que el contenido sea apropiado para el Boletín y que cumpla los requisitos establecidos para los autores. A continuación se prepara una hoja de control para seguir el progreso de la evaluación del artículo. La hoja de evaluación incluye: el o los nombres de los autores, la dirección postal y electrónica, el título del artículo, la decisión tomada por el Comité Editorial luego de la evaluación, y la fecha de aceptación o de rechazo del artículo.

2. En los demás aspectos, las normas son equivalentes a las dadas por las referencias de libros.

C. Otros documentos. 1. Si se trata de documentos no publicados y que se desconoce su posible publicación, se puede indicar con la palabra “inédito”. Por ejemplo: Blanco Villaseñor, Ángel (1984). Interpretación de la normativa APA acerca de las referencias bibliográficas. Barcelona: Departamento de Psicología Experimental, Universidad de Barcelona (inédito).

CÓDICE

2. Cuando se trata de comunicaciones y ponencias presentadas a congresos, seminarios, simposios, conferencias, etc., se especifica autor, título y congreso, puntualizando, si es posible, el mes de celebración. Al final se puede poner la palabra “paper” para indicar que no ha sido publicado. Por ejemplo: Pérez Gómez, Ángel (1992). La formación del profesor como intelectual. Simposio Internacional sobre Teoría Crítica e Investigación Acción, Valladolid, 1-4 abril, (paper). 3. Si se conoce la publicación posterior de la comunicación presentada a un congreso, también se puede especificar. Por ejemplo: Cronbach, Lee J. (1974). Beyond the two disciplines of the scientific psychology. Comunicación a la Asamblea de la APA, 2 de septiembre. Reproducido en Más allá de las dos disciplinas de la psicología científica. En F. Alvira, M.D. Avia, R. Calvo y F. Morales, (1979). Los dos métodos de las ciencias sociales, (pp. 253-280). Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

Sistema de arbitraje

2. El Coordinador Editorial enviará el artículo al Comité Editorial para su evaluación. Los miembros del Comité recibirán el manuscrito, además de una hoja de evaluación para consignar sus comentarios y sus recomendaciones sobre la aceptación o el rechazo del artículo. 3. Después de realizar la evaluación, el Comité Editorial toma una decisión sobre la publicación del artículo. La decisión puede ser: 3.1. Aceptar el artículo con modificaciones: El Coordinador Editorial devolverá el trabajo con las evaluaciones de los pares, para que el autor lleve a cabo las modificaciones sugeridas. Una vez se reciba el artículo corregido, el Comité Editorial revisará el artículo y tomará una decisión final. 3.2. Rechazar el artículo: El Coordinador Editorial devolverá el artículo con las evaluaciones, e informará las razones para no publicarlo en su forma actual.

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