El Museo del Ingenio El Baul (Santa Lucia Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala): Su origen y desarrollo

June 30, 2017 | Autor: S. Perrot-Minnot | Categoría: Mesoamerican Archaeology, History of Museums, Maya Archaeology, Cotzumalguapa
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Descripción

El Museo del Ingenio El Baúl (Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala): Su origen y desarrollo Ponencia presentada en el XX. Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala (24-28 de julio de 2006) Sébastien Perrot-Minnot, Bárbara Arroyo y Oswaldo Chinchilla

Introducción La Finca El Bául es una extensa propiedad cañera situada en el pie de monte de la costa Pacífica central de Guatemala (municipio de Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla; Figura 1). La plantación es bien conocida por sus importantes vestigios prehispánicos, especialmente, la acrópolis y docenas de esculturas monumentales y portátiles.

Figura 1: Ubicación de El Baúl en Guatemala.

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Aunque su ocupación se remonta al Preclásico (1800 a. C.-300 d. C.), el asentamiento de El Baúl (Figura 2) alcanzó su auge en el Clásico Tardío (600-1000 d. C.), cuando llegó a formar parte de la Zona Nuclear de Cotzumalguapa, un área de 10 km2 que incluía también los grandes centros de Bilbao y El Castillo (Thompson, 1948; Parsons, 1967, 1969; Chinchilla, 1996, 1998; Hatch y Rubio, 1999). Calzadas y puentes unificaban dicha zona, que se puede considerar como el mayor sitio de la cultura de Cotzumalguapa, la cual se extendió a grandes partes de la costa Pacífica de Guatemala y la parte adyacente de la costa salvadoreña, así como a las tierras altares centrales, meridionales y orientales de Guatemala. Esta cultura guerrera e imperialista se caracteriza en particular por un estilo escultórico propio, que pone énfasis en el sacrificio humano, el juego de pelota, el poder de los gobernantes y la fertilidad agrícola. En los monumentos se aprecia también un sistema glífico original, expresando probablemente fechas y/o nombres de personajes históricos.

Figura 2: Mapa del sitio de El Baúl (Chinchilla, 1996).

En esta ponencia quisiéramos analizar la historia de la colección de esculturas prehispánicas del ingenio El Baúl, que se convirtió progresivamente en un museo. Después de exponer la historia de los descubrimientos de las piezas desde el siglo XIX, pondremos en evidencia la evolución de la vocación de la colección. Finalmente, intentaremos presentar las perspectivas que ofrece este desarrollo museográfico.

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I. Descubrimiento de las esculturas La segunda mitad del siglo XIX fue un período de gran desarrollo desarrollo agrícola en la costa sur de Guatemala. En la Finca El Baúl, el corte de los bosques para la siembra del café dio lugar a los primeros hallazgos conocidos de esculturas prehispánicas del estilo de Cotzumalguapa, en 1858. Rapidamente, estas piezas curiosas y artísticas se volvieron muy populares entre los finqueros y los habitantes de Santa Lucía Cotzumalguapa, y de pronto circularon pequeños dibujos de los “ídolos de piedra” (Chinchilla, 1997). La fama de estas antigüedades atrajó a un científico austriaco, Simeon Habel (1878), quien visitó la región de Santa Lucía en 1863, dibujando 25 esculturas del estilo de Cotzumalguapa. Desde un principio, los exploradores manifestaron más interés por las esculturas, mejor conservadas y más impresionantes que los otros tipos de vestigios. El estudio de Habel despertó la curiosidad de Pedro de Anda, dueño de la plantación donde yacían los vestigios de Bilbao. Anda solicitó el envío de una misión científica al Gobierno de Guatemala, el cual accedió, encargando dicha misión al capitán Miguel Urrutia y al bibliotecario Juan Gavarrete (1929), en 1865. De nuevo, el interés por las esculturas fue prominente, y las piezas adquirieron más renombre, llamando la atención de un número creciente de exploradores. El área de Santa Lucía se consideraba entonces una de las grandes zonas arqueológicas de Guatemala, junto con Tikal y Quiriguá… En 1876, Adolf Bastian, director del Museo Real Etnográfico de Berlín, llegó a su vez a Santa Lucía, y decidió mandar las esculturas a Alemania. Dicha obra, realizada entre 1877 y 1886, estuvo a cargo del lingüista Karl Berendt y del Ministro de Alemania en Guatemala, Werner von Bergen (Chinchilla, 1997). Hay que entender esta acción en el contexto de competencia nacionalista entre los grandes museos estatales de Europa (Schnapp, 2002: 29); las esculturas se consideraban, en Centroamérica, como las mejores piezas que podía adquirir un museo. El fenómeno no era nuevo: en 1841, John L. Stephens ya había intentado comprar los monumentos de Quiriguá… No obstante, la expedición de unas treinta obras precolombinas de la región de Cotzumalguapa (de Bilbao, sobre todo) a Berlín escandalizó a una parte de la élite política e intelectual de Guatemala, e influyó en la emisión de los primeros decretos de protección del patrimonio cultural de la Nación, en los años 1890. En 1882, el científico sueco Gustav Eisen (1888) examinó y dibujó a su vez varias esculturas de Cotzumalguapa, expresando su admiración por el Monumento 12 de El Baúl, “una de las esculturas más hermosas de la América Central”. Así, por varias razones (estado de conservación, estilo original, valor estético, interés museográfico…), una verdadera pasión por la producción escultórica surgió desde los primeros descubrimientos de monumentos, en la región de Santa Lucía. En los años 1910, ya se había hallado una docena de esculturas en la Finca El Baúl (y al menos 60 en toda la región de Santa Lucía). En la década siguiente, el gerente del ingenio

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El Baúl, Julio García Salas, realizó varias excavaciones en la acrópolis, y encontró los Monumentos 1 (la “Estela Herrera”, preclásica; Figura 3), 2, 3 y 14 (el famoso “Tigre”, actual escudo de la ciudad de Santa Lucía Cotzumalguapa; Thompson, 1948; Figura 4). Thompson llevó a cabo un proyecto arqueológico en El Baúl en 1941-42, descubriendo 5 nuevas piezas (Monumentos 7, 15, 21, 22, 23); el arqueólogo británico referenció las esculturas de El Baúl con números. En 1963-64, los Monumentos 26 y 27 aparecieron, en circunstancias desconocidas, en el Montículo 21, justo al sur de la acrópolis. En 1982, Rubio (1986) y Hatch hallaron el Monumento 33, al excavar una estructura doméstica del Clásico Tardío llamada J-107.

Figura 3: El Monumento 1 de El Baúl, o “Estela Herrera”. De estilo Izapa y protomaya, esta importante escultura lleva una fecha de la cuenta larga maya que corresponde al año 36 d. C (foto: Sébastien Perrot-Minnot).

En los años 1990, los trabajos de construcción al sur de la finca enriquecieron considerablemente la colección de esculturas. En 1991, la construcción de una canalización de agua reveló los Monumentos 43 a 47, documentados por Bove. Cinco años más tarde, la edificación de la Colonia Maya, para las familias de los jubilados del ingenio, resultó en la destrucción de los Grupos B, C y D del sitio, y el consecuente descubrimiento de los Monumentos 54, 55, 56 y 58. Por otra parte, los trabajos arqueológicos de rescate dirigido realizados por Sonia Medrano y Oswaldo Chinchilla 4

dieron lugar al hallazgo de los Monumentos 60 a 66. Las posteriores investigaciones de Chinchilla en el sitio de El Baúl, en el marco del Proyecto Arqueológico Cotzumalguapa, permitieron el descubrimiento de los Monumentos 70, 71 y 72 (esta última pieza fue hallada en 2001). El resto de las esculturas de El Baúl (más de la mitad del corpus) fueron reveladas por los trabajos agrícolas. En este caso, generalmente, poco se sabe de la procedencia precisa y la fecha del hallazgo. Cabe aclarar que desde los primeros reportes de monumentos, una decena de ellos desaparecieron; en el caso de las piezas pequeñas (tales como los Monumentos 61, 62 y 65), es posible que hayan sido robadas. Dos de las esculturas que se pueden apreciar hoy en el ingenio El Baúl vienen de los sitios de Palo Verde y Finca San Vicente, situados en otras plantaciones que fueron propiedades de El Baúl, S. A.

II. Vocación de la colección de esculturas El uso de la colección de El Baúl permaneció indeciso, por mucho tiempo. Desde el siglo XIX, los dueños de la finca manifestaron su interés por las esculturas, las cuidaron y facilitaron el acceso a los investigadores de Guatemala, Austria, Alemania, Inglaterra, Suecia, Francia, México, Estados Unidos… Algunas piezas se llevaban al Ingenio. En 1914, la Finca El Baúl fue comprada por Carlos Herrera Luna, y se volvió propiedad de la empresa Herrera Hermanos. La familia Herrera ya mostraba mucho interés por la protección del patrimonio arqueológico (Manuel María Herrera, padre de Carlos y ministro de fomento en el gobierno de Justo Rufino Barrios, había intentado oponerse, sin éxito, a la misión de Adolf Bastian, en los años 1870). En 1922, seis meses después de haber sido derrocado de la Presidencia de la República por un golpe de estado militar, Carlos Herrera Luna se fue a vivir a Francia y dejó el manejo de la empresa a uno de sus hijos, también llamado Carlos. Éste acogió, en la Finca El Baúl, a Thompson, dándole mucho apoyo en sus investigaciones. Las esculturas halladas por el mayista inglés fueron traídas al ingenio. Allí se estaban amontonando, de manera desordenada, en un patio cubierto por un techo. Cabe notar que desde al menos los albores del siglo XX, grupos de Indígenas inmigrados del altiplano para trabajar en las plantaciones realizaban rituales frente a ciertas esculturas, con la relativa indiferencia de los encargados de la finca (Medrano, 1992). En 1964, después de encontrarse el Monumento 27, sacerdotes mayas empezaron a quemar candelas frente a la imponente estela (Ford, 1968). No obstante, el entonces administrador del ingenio decidió traer dicha estela al casco de la finca. Las esculturas de Cotzumalguapa revestían una importancia simbólica cada vez mayor para el ingenio, que hizo del “Tigre” del Monumento 14 (Figura 4) su emblema, tal

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como lo había hecho la municipalidad luciana. A partir de los años 1970, las menciones del Ingenio El Baúl empezaron a generalizarse en las guías turísticas de Europa y Estados Unidos, y ciertos arqueólogos (como Edwin Shook, por ejemplo) ya sugerían la creación de un museo formal. Lamentablemente, en los años 1980, la violencia política afectó mucho el turismo, y las amenazas de ciertos grupos armados generaron un ambiente de desconfianza en el ingenio. Pero la siguiente década fue caracterizada por un fuerte desarrollo del turismo, y en Santa Lucía Cotzumalguapa, el finquero Ricardo Muñoz Gálvez fundó el Museo de la Cultura Cotzumalguapa, donde están exhibidas piezas prehispánicas de Bilbao. En El Baúl, se volvió a evocar la idea de un museo.

Figura 4: El Monumento 14, o “Tigre”, símbolo de la Ciudad de Santa Lucía Cotzumalguapa. Estilo de Cotzumalguapa (Clásico Tardío, 600-1000 d. C.) (foto: Sébastien Perrot-Minnot).

En 2001 se dio un importante paso hacia este proyecto: con la asesoria de Oswaldo Chinchilla, más de 50 esculturas prehispánicas de las propiedades de El Baúl fueron colocadas en bases de cemento, alrededor de un patio, en el terreno del ingenio. Otras esculturas fueron puestas en la grama del patio. Esta nueva manera de exhibir las piezas se miraba más atractiva para los turistas, cada vez más numerosos. Un año y medio más tarde, el enorme Monumento 58 (una peña grabada) fue llevado al mismo lugar, ya que

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estaba sufriendo daños en la Colonia Maya; esta operación constituyó un verdadero desafío técnico, pero resultó éxitosa. En 2004, la Finca El Baúl fue comprada por Pantaleón, S. A. Esta importante empresa azucarera suele apoyar, desde los años 1980, la investigación arqueológica en el departamento de Escuintla. En febrero de 2005, luego de una visita al ingenio con el Señor Gilles Vidal, Embajador de Francia, y Sébastien Perrot-Minnot, el Dr. Rodolfo Herrera Llerandi, miembro de la Junta Directiva de Pantaleón, solicitó al Señor Julio Herrera, Presidente de la misma, la construcción de un techo encima de las esculturas del ingenio. Efectivamente, las piezas se estaban dañando por la intemperie. El Presidente de Pantaleón creó entonces, dentro de la empresa, un comité encargado de los asuntos relacionados con el sitio prehispánico y las esculturas de El Baúl; en este comité está la arqueóloga Bárbara Arroyo. El techo del “museo”, concebido por el arquitecto Charles Osborne Herrera (quien es igualmente miembro de la Junta Directiva de Pantaleón) y hecho de bambú, palmas y láminas transparentes, fue concluido en junio de 2005. Por otra parte, Pantaleón contrató a dos trabajadores para hacer una limpieza de los monumentos. En 2006 serán colocados rótulos explicativos frente a cada uno de los monumentos exhibidos en el Museo del Ingenio El Baúl; los textos, redactados por Sébastien Perrot-Minnot, serán presentados en español, francés e inglés. Por otra parte, todas las piezas serán registradas en el Instituto de Antropología e Historia (IDAEH). Hoy en día, el nuevo museo recibe más de 300 visitantes (europeos, en su mayoría) al mes.

Figura 5: Museo del Ingenio El Baúl (foto: Sébastien Perrot-Minnot).

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Conclusiones y perspectivas La colección de esculturas prehispánicas de El Baúl empezó a constituirse desde los años 1850, como consecuencia de los trabajos agrícolas. Los mismos han sido la causa del descubrimiento de la mayoría de las piezas, sin embargo, las excavaciones no controladas y arqueológicas, así como la urbanización en la parte sur de la Finca El Baúl, revelaron también docenas de monumentos. Desde el principio, el interés popular y científico se enfocó en las esculturas, y los dueños de la finca se esforzaron en protegerlas, y garantizaron el libre acceso a los exploradores. Progresivamente, a partir de los años 1970, la colección del ingenio El Baúl atrajó a turistas, sobre todo extranjeros. Propietaria del ingenio desde 2004, la empresa Pantaleón decidió crear un museo formal, preocupándose, además, por la protección y valoración de la acrópolis. Con el tiempo, se podrían agregar más piezas al museo, y un restaurador de lítica podría ser contratado. Además de lo prehispánico, las antigüedades coloniales (importantes ruinas de la Colonia yacen en la Finca El Baúl; cf. Johnston, 2001) e industriales podrían encontrar su lugar en este valioso proyecto cultural.

Agradecimientos Queremos agradecer especialmente al Dr. Rodolfo Herrera Llerandi, al Señor Julio Herrera (Presidente de Pantaleón, S. A.), al Ingeniero Mauricio Cabarrús (Gerente general de la empres) y al Arquitecto Charles Osborne Herrera por su compromiso con la protección y valoración del patrimonio cultural de la Finca El Baúl. Agradecemos también las información históricas proporcionadas por el Dr. Carlos Manuel Portocarrero Herrera.

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