El morir desde el Antiguo Régimen hasta los tiempos Modernos: un repaso a la historiografía de la muerte europea y su repercusión en Chile

June 19, 2017 | Autor: Daniel Ovalle Pastén | Categoría: Cultural History, Historiografía
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Descripción

El morir desde el Antiguo Régimen a los tiempos Modernos: un repaso a la historiografía de la muerte europea y su repercusión en Chile. Daniel Ovalle Pastén Becario Conicyt Programa Doctorado en Historia Universidad de Chile

Introducción

Para empezar este caminar por la temática de las actitudes ante la muerte nos es necesario retrotraer la mirada en una búsqueda historiográfica que nos explique la génesis de esta forma de hacer historia. Para esto nos resulta adecuado usar la expresión del historiador francés George Duby cuando hablaba de una suerte de terra incógnita por explorar y roturar1, al referirse a fenómenos colectivos poco tratados por los historiadores de inicios del siglo XX. Dichos fenómenos han marcado profundamente el pasar del tiempo en las distintas sociedades, hablamos de la vida familiar, la sexualidad, el miedo y la propia muerte, entre muchos otros. Expresiones todas que en palabras de Ernest Labrousse se definían como Historia de las Mentalidades o bien Historia de las Resistencias.2 Sin entrar en la larga discusión de las mentalidades, vamos a decir con François Dosse que esta historiografía – que le dio el impulso y fama a la revista Annales y a esa historiografía a la francesa – se situó en tres niveles: primero en lo impersonal, aquello que las sociedades asumen de manera automática; segundo, compete a los rasgos psicológicos-culturales y no a esa antigua idea de la historia de las ideas (aquella que hablaba de lo meramente intelectual); y tercero, se arraiga en lo colectivo en detrimento de lo circunstancial, el evento o acontecimiento (histoire èvénementielle).3 Toda fecha como punto de partida para los estudios de la muerte resultaría algo antojadiza. Partiremos diciendo que la historia de la muerte fue de la mano con las nuevas producciones historiográficas de la Escuela Francesa de los Annales y la llamada

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George Duby La historia continúa (Madrid: Debate, 1992), 100. Michel Vovelle “Historia de la Muerte” Cuadernos de Historia Nº 22. Departamento de Ciencias Históricas. Universidad de Chile. Diciembre (2002): 18. 3 François Dosee Michel de Certeau: el caminante herido (México Universidad Iberoamericana, 2003), 237. 2

historia de las mentalidades4. La época de esplendor de la escuela es sin duda los años setenta y ochenta, años que coinciden con la gran apertura de la temática que nos convoca. Pionero, con respecto a estos tópicos, fue el trabajo del historiador holandés Johan Huizinga (1927) El otoño de la Edad Media quien al emplear fuentes literarias y del arte, analizó la actitud de la sociedad de finales de la Edad Media y comienzos de la Moderna ante la muerte. Lo nuevo en el trabajo de este historiador es que intentó bosquejar el universo mental que creó el fenómeno mortuorio en franceses y pueblos de países bajos hacia los siglos XIV y XV.5 Otros trabajos siguieron al de Huizinga, como el de Alberto Teneti (1952) La vie et la mort à travers l´art du XV siècle, quien analizó las actitudes ante la muerte a través de testimonios iconográficos y el de Mario Paz (1931) La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica, obra que relaciona la muerte del siglo XIX con las representaciones sadomasoquistas y eróticas de la época. Con todo, fueron sin duda dos los historiadores en la década de los setenta que ponen la muerte como problema histórico como tal: nos referimos a los franceses Michele Vovelle y Philippe Ariès. El primero, con inicios en la historiografía marxista, por tanto una preponderancia en la base económica de la interpretación, terminó por hacer una historia mucho más cultural. En palabras de Burke: “la trayectoria intelectual de más de un historiador de Annales pasó de la base económica a la superestructura cultural: pasó del sótano al desván”.6 Historiador marxista de la Revolución Francesa y formado en la escuela de Labrousse como él mismo lo señala, Vovelle centró su atención en el proceso de descristianización del siglo XVIII. Para esto se valió del estudio de las actitudes ante la muerte y el más allá, en especial deteniendo el análisis en un cuantioso número de testamentos, así como también a partir de retablos y de altares dedicados a las almas del purgatorio. El virtuosismo en el manejo documental causó sensación entre sus colegas, llegado a manejar más de treinta mil documentos testamentarios para su estudio en la región francesa de Provenza. En un plano general Vovelle identificó un cambio en la actitudes religiosas que él llamo el paso de la “pompa barroca” de los funerales del siglo XVII a la modestia de 4

No es nuestro propósito ahondar sobre la escuela fuera del contexto de la historiografía de la muerte. Para esto recomendamos al lector la obra de Peter Burke La Revolución Historiográfica Francesa. La escuela de los Annales 1929-1984 (Barcelona: Gedisa, 1990). 5 Johan Huizinga El otoño de la Edad Media (Madrid: Alianza Editorial, 1988) 6 Peter Burke La Revolución Historiográfica, 70.

los funerales del siglo XVIII. La tendencia que su estudio quiso mostrar fue hacia la secularización. Piété Baroque et Déchristianisation (1973) – título de la obra – mostró de forma concisa y seria el cambio en las formas de las representaciones colectivas de la muerte. A Vovelle debemos en esencia el análisis serial de los testamentos para el estudio de la muerte, camino que después siguieron un sin número de historiadores.7 Otro de los aportes sin entrar aun en detalle, fue en el plano metodológico, sobre todo en una obra que resulta imprescindible para los que comienzan sus estudios teóricohistóricos: Ideologías y Mentalidades, obra que sirve por un parte, para entender y defender la historia de las mentalidades; por otra, para clarificar conceptualmente la diferencia entre los hechos colectivos ideológicos y los referidos a la mentalidad; y también, para estructurar metodológicamente el estudio de la muerte, aspecto al que volveremos para poner en discusión a nuestros dos historiadores. Antes de eso, hablemos un poco de Aries. El segundo historiador francés – o como el mismo se identificaba “historien de dimanche” – fue Philippe Aries. Desde las afueras del círculo académico francés Aries llamó la atención por sus aportes culturales a la historia de la familia y de la niñez (La Infancia y la vida familiar en el Antiguo Régimen). Pasó los últimos años de su vida dedicado a la historia de la muerte, en donde aportó grandes avances en su interpretación, sobre todo en su gran obra L´homme devant la Mort (El hombre ante la muerte) y su Historia de la Muerte en Occidente. Con una mirada en la larga duración, Aries amplió la mirada del problema de la muerte en la inercia del cambio, en tanto que observó el proceso de los cambios del hombre frente a la muerte entre largos períodos de inmovilidad. Llamó a no tener miedo a los largos períodos, incluso milenos.8 El propósito era acceder a esa sensibilidad colectiva de forma que bien podríamos denominar horizontal, pues observando la larga duración, se detuvo en los cambios acaecidos desde la antigüedad hasta el siglo XX.

Fue a partir de mediados de los setenta y en especial gracias a estos dos historiadores que la muerte ocupó un lugar de privilegio en diferentes tesis doctorales o bien en coloquios internacionales. Tal fue el que se produjo en 1977 en Strasbourg bajo 7

Para el caso chileno veremos más adelante la importancia de Vovelle en el análisis del estudio de las capellanías en la historiadora María Eugenia Horvitz. 8 “Por ello, el historiador de la muerte no debe tener miedo de abarcar los siglos hasta llegar incluso al milenio: los errores que no puede dejar de cometer son menos graves que los anacronismos de compresión a los que lo expone una cronología demasiado breve” En Philippe Aries Historia de la Muerte en Occidente. Desde la edad media hasta nuestros días (Barcelona: El Acantilado, 2000), 17.

el título de La mor tau Moyen Âge, en donde se dieron cita historiadores de la talla de Jacques le Goff y Pierre Chaunu; instancia que sirvió como envión para nuevos estudios. No por nada estas fueron parte de las palabras al inaugurar el coloquio emitidas por Chaunu: “La mort et dieu, dieu et la mort, sont depuis la totale hominisation de l´homo faber et sa mutation en homo intellegens, c´est-à-dire en vèritè, en homo religiosus, le problème central essentiel de la rèflexion philosophique. Certes, la pensée thèorique commande sur la mort plus encore comme sur tout autre domaine, elle imprègne les comportements”.9

1. Philippe Aries, Michele Vovelle y la muerte: ¿dos caras de la misma moneda?

Ahora bien, centraremos nuestra atención en las diferentes posturas que desde un inicio enfrentaron a estos dos historiadores de la muerte en un fuerte debate. El cual creemos necesario y altamente provechoso para nuestro posterior análisis. Como punto de partida diremos que estas dos maneras de afrontar las actitudes ante la muerte – la de Aries y Vovelle –

nos son útiles, que es necesario volver a ellas y que son

complementarias.

a) Aries y la muerte idealizada.

La postura de este historiador ante la historia de la muerte tiene un núcleo clarificador, que si bien no fue rechazado del todo por Vovelle (como se verá más adelante), cambia rotundamente el prisma de observación: hablamos del inconsciente colectivo. Cuando Aries estudió las variaciones en los distintos comportamientos ante la muerte no diferenció en los mecanismos de transmisión de la cultura dominante, ni entre católicos y protestante, ni los aconteceres demográficos, o las condiciones de la vida material.10 Lo que hizo fue ampliar la mirada desde un plano global, y lo explica de la siguiente manera: “A mi modo de ver, las grandes inercias que arrastran a las mentalidades – actitudes frente a la vida y la muerte – dependen de motores más secretos, más 9

María Azpeitia “Historiografía de la historia de la muerte” En Historia Medieval Nº 26 (2008): 117. Traducido como “La muerte y Dios, Dios y la muerte, son la total hominización del homo faber y su cambio a homo inteligente, Es decir, en homo religioso, el problema central y esencial de la reflexión filosófica. Por cierto que el pensamiento teórico manda sobre la muerte más todavía que sobre otro dominio, ella impregna los comportamientos” De acá en adelante todas las traducciones del francés al castellano son propias. 10 François Dosee La historia en migajas (México: Universidad Iberoamericana, 2006), 194.

soterrados en el límite de lo biológico y lo cultural, es decir del inconsciente colectivo”.11 Siguiendo a Dosee, lo que hizo Aries es llevar al lector por las diferentes oscilaciones del inconsciente colectivo según los mecanismos de adaptación, de inversión y de recuperación de los significantes. Es un análisis horizontal, en donde se van sucediendo distintas etapas de las actitudes ante la muerte en occidente, y con un análisis diacrónico al que no le parece importar en demasía los comportamientos de cambio, pues la muerte y tal inconsciente responden a presupuestos que trascienden al entorno social. Veamos cómo funcionaban, según nuestro autor, tales oscilaciones. La primera de estas es la llamada por Aries muerte domesticada, en donde ésta no era objeto de miedos ni de silencios. Cubre cerca del milenio, gran parte de la edad media hasta el siglo XII. Ejemplificadora resulta para el historiador francés la famosa Chanson de Roland, poema épico que sirve para mostrar la familiaridad de los hombres ante la muerte. “Roland siente que la muerte se apodera por entero de él. Desde su cabeza desciende hacia el corazón…siente que su tiempo ha terminado”. 12 Es el tiempo de una especie de muerte sin traumas, casi bienhechora, en donde los que iban a morir organizaban y preparaban la propia muerte. Es la época en que se espera la muerte en la cama, amigos y familiares están presentes; existe una especie de ceremonia pública en donde ritos y ceremoniales se viven sin un carácter dramático y sin un excesivo impacto emocional. Otro aspecto importante fue la sociabilidad del espacio llamado cementerio, muy distinto al contemporáneo. No existía la idea de poner al muerto en una especie de “casa propia”, pues solo importaba que yacieran cerca de la iglesia: el patio rectangular, con fosas comunes o fosas de pobres; y osarios en donde cráneos y partes del cuerpo son dispuestas con arte. Asimismo el cementerio de esta época se convirtió en un lugar sociabilizador, en donde comerciar, danzar y jugar eran cosa de todos los días. La segunda es la propia muerte, la que con modificaciones sutiles – como explica Aries – poco a poco dio un sentido dramático y personal a esa familiaridad del hombre ante la muerte.13 Comenzó hacia la baja Edad Media, allá por los siglos XI-XII. Asistimos a la lucha del bien y el mal que se disputan el alma del moribundo, la suerte final ya no es tan calma, pues existe el miedo a la condena eterna. El juicio final ahora es en el lecho de muerte, representado en las artes moriendi del siglo XV y XVI. La muerte acá, es propicia de la conciencia de sí mismo dice Aries, pues tres

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Philippe Aries Historia de la Muerte en Occidente, 301. Philippe Aries Historia de la Muerte en Occidente, 25. 13 Philippe Aries Historia de la Muerte en Occidente, 43. 12

representaciones mentales se aglutinan ahora en la forma de morir: la misma muerte, el conocimiento de la propia biografía y el apego apasionado a la vida. Estamos en los años en que los europeos viven en un sentimiento colectivo general que brillantemente ha demostrado Jean Delumeau: el miedo, evocando su gran obra diremos con él que “hay unanimidad entre los historiadores en estimar que, a partir del siglo XIV, en Europa se produjo un reforzamiento y una difusión más amplia del temor a los últimos tiempos”.14 La tercera de las oscilaciones presentadas por Aries es la muerte del otro. Este sentido nuevo que el hombre occidental le dio a la muerte se mostró en la dramatización de la misma ocupándose menos por la propia muerte. Junto con esto, que podemos denominar también el morir barroco, la muerte parece preocupar solo a quien amenaza; así como también era menester de este expresar sus ideas y voluntades: aparece en escena el uso del testamento. Es el tiempo – ya hacia el siglo XVIII es un hecho para Aries – en que el luto y el dolor por la muerte del otro causan sufrimiento; es el tiempo en que comienza a ser una realidad – bien lo sabemos nosotros hoy en día – la poca aceptación de la muerte: ¿la muerte de quién?, la muerte del otro. Como explica el historiador francés, es la génesis del culto moderno a las tumbas y los cementerios. La última de las caracterizaciones hechas por Aries corresponde a la llamada muerte vedada. Explica el autor que este cambio tiene entre sus precedentes un ápice impórtate: hacia mediados del siglo XIX ya se observaba el problema de la incomodidad ante la muerte; en otras palabras la verdad incómoda (de la certeza de la muerte). Por tanto es un problema mayor comunicar, dar aviso al moribundo de que su fin está cerca. Aparece la mentira – como una forma usada para ocultar la verdad o desviar la atención de quien morirá – y también un nuevo lugar: se muere ahora muchas veces en el hospital. Estamos ante la presencia del origen de la poca comunicación de la muerte en nuestras sociedades occidentales: la muerte es un tema tambú. Algunos también hablan de la pornografía de la muerte. De esta manera, a modo de síntesis historiográfica, es que Aries ha pasado a ser un referente en el análisis de la muerte como objeto de estudio de nuestra disciplina. Esta visión idealista de la muerte se encuentra en una especie de ingravidez animada por un dinamismo propio de lo que es inconsciente. Explica el suceder de los cambios a lo 14

Jean Delumeau El miedo en Occidente (Taurus: México), 309. Cabe evocar acá la prédica de Geiler en la catedral de Estrasburgo en 1508: “lo mejor que se puede hacer, es mantenerse quieto en su rincón y meter la cabeza en un agujero tratando de seguir los mandamientos de Dios y practicando el bien para ganar la salvación eterna”.

largo de una larga duración, pero no se detiene en los nudos que atan esta gran cuerda. En este sentido vale preguntarse por la legitimidad de esta visión diacrónica: ¿puede el historiador alejarse de las dimensiones tanto materiales como espirituales de una o cultura? La respuesta creemos nos la da Michele Vovelle.

b) Vovelle y la muerte vertical.

Si hay una diferencia que sirve de impulso para comenzar esta comparación podríamos decir que Vovelle no creyó en la visión romántica de Aries, eso es un hecho. Para lo anterior es que presenta otras herramientas de análisis, quizás más concretas, quizás más certeras. Analiza la muerte desde un punto de vista más directo. Apunta a los factores infraestructurales en tres niveles distintos de aproximación: la muerte obligada (la mort subie), la muerte vivida (la mort vécue) y el discurso sobre la muerte (discours sur la mort): “mort subie: mort du démographe, celle des courbes et des registres paroissiaux; mort vécue…celle de la pratique quotidienne, au niveau proprement dit des attitudes et des comportements, dominés ou inconscients; discours sur la mort, celui des églises, de ceux qui les contest, discours aussi, sur un autre registre, de l´expression littéraire”.15

El primero de estos niveles aborda el plano demográfico de la muerte: cuántos mueren, esperanza de vida, la vida breve y sus consecuencias y actitudes ante la vida diaria. En el segundo de los niveles observamos los ritos, los gestos, las representaciones, el imaginario y las sensibilidades de las actitudes de los vivos ante el fenómeno de la muerte.16 El tercero corresponde al discurso sobre la muerte (que Aries denominó las ideas claras), no solo al que proponía la Iglesia con respecto a ésta, sino también a la literatura, la filosofía y las expresiones estéticas.17 Calificamos este pensamiento de forma vertical, pues concretiza la visión sobre la muerte en parámetros bien establecidos, sin dejar espacio a vacíos como lo es el supuesto inconsciente colectivo, evitando de esta manera una explicación mecanicista al modo de Aries. Por

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Michele Vovelle“Les attitudes devant la mort: problèmes de méthode, aproches et lectures diffèrentes (note critique)”. Annales. Écomomies, Societés, Civilisations. 31e année, N 1 (1976), 122. 16 Resulta llamativo que el propio Vovelle calificara con el adjetivo de “imprudente” lo que Philippe Aries hacia al llamar inconsciente colectivo estas características mentales. En Michele Vovelle “Historia de la Muerte”:18. 17 Michele Vovelle “Historia de la Muerte”: 18-19.

ejemplo – como explica François Dosee – al hablar del discurso de la muerte Vovelle “restituye las orientaciones de ideologías coherentes frente a la muerte, la significación de éstas para la Iglesia y los poderes”.18 Con miles de testamentos a su haber, nuestro historiador se funde en el cambio de la muerte pomposa barroca a una más civil, menos ceremonial. Comprueba la baja en las peticiones de misas por los muertos. Todo en la explicación de un proceso de descristianización concisa y creíble. Lo que nos interesa es resaltar que Vovelle mostró un método claro para sus interpretaciones, enraizadas en una concepción clara de las mentalidades: en los modos de producción y de las estructuras demográficas y sociales19, a diferencia de Aries que como ya sabemos, prefería hablar del inconsciente colectivo. Vovelle por su parte no rechaza la conceptualización, pero difiere en la importancia dada. Otra diferencia está dada en el uso de los documentos. Vovelle critica que Aries solo ocupara documentos de tipo “impresionistas” (refiriéndose con esto a los grupos dominantes), pues para su visión de las mentalidades incluye también a las masas populares.20 Junto con esto, el número de documentos (sólo testamentos) relativos a la muerte para el caso de Provenza fue sin dudas aplaudido: más de veinte mil. De esta manera podríamos resumir esta disputa – entre dos buenos historiadores amigos – en las palabras del mismo Vovelle, al distanciarse y criticar la mirada de su colega al decir, “Aries mueve sobre colchones de aire la evolución de las actitudes ante la muerte en función del dinamismo propio de un inconsciente colectivo”.21

2. Un repaso a la muerte en la historiografía chilena.

Ya hacia 1876 Diego Barros Arana escribía sobre las disposiciones y costumbres mortuorias del Chile Colonial, exponiendo detalladamente las formas en que los chilenos de la época vivían la muerte de forma cotidiana.22 El artículo titulado El 18

François Dosse La historia en migajas, 195. Michele Vovelle Ideologías y mentalidades (Ariel: Barcelona 1985), 96. 20 Fernando Martínez, Muerte y sociedad en la España de los Austrias (Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2000), 21. 21 Michele Vovelle Ideologías y mentalidades…, 232. 22 Interesante resultan las disposiciones expuestas por el historiador con respecto a la diferenciación social que se hacía a partir de los entierros. La jerarquización hecha después de la muerte fue corriente en la tradición católica. Por ejemplo la elite se enterraba dentro de la Iglesia, ocupando un lugar de privilegio cercano al presbiterio y a las capillas laterales. El planteamiento es socioeconómico, pues se dividía la Iglesia en cuatro partes: pagando cincuenta pesos podía ser enterrado en la sección inmediata al presbiterio; el último sector cobraba seis pesos y daba derecho a ser enterrado en la puerta de entrada. El 19

entierro de los muertos en la época colonial trae consigo una serie de ejemplos de una verdadera curiosidad etnológica ; que si bien resultan algo románticas para la historiografía contemporánea, son de gran utilidad por la gran cantidad de documentación usada, además de estar escrito en tiempos más cercanos a los mismos hechos. Será con el impulso de la historiografía francesa que en nuestro país comenzará a estudiarse el fenómeno de la muerte con el denominador común de seguir a Vovelle y Aries en sus interpretaciones. Al primero se le sigue desde su metodología de la muerte y al segundo desde su visión general en larga duración de la misma. Con todo, son pocos los trabajos dedicados al problema en sí. Destacan para nuestro efecto tres libros y una tesis de magister. Por un lado la excelente obra de Isabel Cruz de Amenabar La muerte transfiguración de la vida (1998); por otro, María Eugenia Horvitz con su estudio de las capellanías de misas titulado Memoria del Nombre y Salvación Eterna. Los Notables y las Capellanías de Misas en Chile 1557-1930 (2007); y Marco Antonio León en su libro Sepultura sagrada, tumba profana. Los espacios de la muerte en Santiago de Chile 1883-1932 (1997). Por último la tesis de Paola Lemus La muerte en Valparaíso 1700-1860. Fruto como hemos dicho de las incursiones historiográficas francesas acerca de la muerte, estos trabajos – aunque con objetos de estudio diferentes – asumen la posición de Michele Vovelle como la vía más adecuada para el estudio de las actitudes ante la muerte: como ya hemos dicho, la muerte sufrida (las curvas demográficas de la mortalidad), la muerte vivida (gestos y ritos del hombre en sociedad ante el fenómeno de la muerte) y el discurso sobre la muerte (las construcciones verbales ante la misma). Cabe destacar que ninguno de los tres historiadores toma gran distancia de los aportes de Aries. Se subraya por parte de éstos el carácter más profesional y metódico del trabajo del primero, pero en cuanto a tomar una posición tajante en relación a uno de los dos, los tres trabajos ocupan ambos trabajos historiográficos de manera parecida.23 Primeramente el trabajo de Isabel Cruz resulta sorprendente. Inserto en la trilogía Arte y Sociedad en Chile 1650-1820 (junto a los estudios sobre las formas de vestir y de resto de la gente era enterrada fuera del templo (pp. 233-236). Como respuesta a esta interpretación (de la que también es parte Jaime Valenzuela en su libro Las liturgias del poder) ver Isabel Cruz de Amenabar La Muerte transfiguración de la vida (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2007), 257. 23 Resulta curioso resaltar esto, pues si bien se observa la tendencia de enunciar que los trabajos de Vovelle parecen más consistentes, ambos historiadores son ocupados en citas y pies de páginas numerosos. Esto nos ratifica la idea de que los dos historiadores franceses son la cara de la misma moneda.

festejar en la sociedad colonial), el trabajo de esta historiadora acerca de la muerte se configura – siguiendo a Vovelle – en torno a la red de gestos y ritos que acompañaros a los que iban a morir y quienes los rodeaban, así como los discursos sobre la misma.24 Una de las tesis principales de este trabajo es que el barroco celebró la muerte: “el barroco narra no el triunfo de la muerte sino el triunfo sobre la muerte”. 25 Para la historiadora, la muerte barroca de los años coloniales es un fenómeno aceptado por los hombres. Existe una cotidianidad de la muerte, cosa que queda plasmada en la gran cantidad de documentos plásticos, literarios y archivísticos. Como fenómeno cotidiano, no solo se le temía, también era una “experiencia directa que se vivía día tras día, se miraba, se palpaba, se olía, se conversaba, se pintaba, se escribía”.26 El libro centra su atención en los gestos y actitudes, símbolos y contenidos, ceremoniales y ritos construidos en torno a la muerte. Todo entrelazado en una amplia gama de fuentes: cuadros artísticos, documentos narrativos y administrativos, archivos notariales, libros de meditación, de catecismos, etc. Según la documentación rastreada, nuestra autora llega incluso a plantear la posibilidad de que en la época barroca la sociedad otorgara a la muerte una mayor relevancia que al mismo nacimiento. Esto quedó plasmado en el conjunto de ritos y gestos que iban desde el aviso de la pronta muerte (enfermedad o agonías) hasta el enterramiento: las exequias u honras fúnebres. Es por esto que se afirma: “la cultura barroca hizo de la muerte la culminación de la vida terrena y de las ceremonias que la acompañaron, verdaderas celebraciones”.27 Para lo anterior, fundamental en el análisis resulta el uso de los testamentos, verdaderos ejes de la profesión de fe previa a la llegada de Thánatos. Luego de diez años de investigación encabezados por la historiadora María Eugenia Horvitz sale a la luz el único estudio contundente sobre la fundación de capellanías de misas en Chile.28 Enmarcado en la larga duración (1557-1930) y la historia social, el libro de la historiadora se sumerge en la tradición heredada de la península ibérica de fundar capellanías de misas para la salvación del alma del fundador, con motivo de la creencia en la salvación del alma, el Purgatorio, el Infierno y la vida eterna. 24

29

El

El plano demográfico, como la misma autora lo señala en la página 28, se deja para la historia cuantitativa. Problema que no es su objeto de estudio. 25 Isabel Cruz de Amenabar La Muerte…., 193. 26 Isabel Cruz de Amenabar La Muerte…., 47. 27 Isabel Cruz de Amenabar La Muerte…., 103. 28 El trabajo más bien parece ser la suma de una serie de monografías, en las cuales también colaboraron Juan Carlos Luengo, Margarita Iglesias Saldaña, Ximena Cortés, Marcial Sánchez y Bernardo Gonzales. 29 La capellanía se puede definir considerando sus elementos esenciales como una fundación piadosa con carácter legal, cuyo objetivo es que una o varias personas realicen un sufragio anualmente, básicamente

análisis se centra en los modos de ser y estar ante la muerte de nuestra elite criolla, único grupo capaz de poder solventar la fundación de tal institución.30 Uno de los mayores logros del libro es entregar una visión completa del fenómeno, pues el derecho canónico y la jurisprudencia se habían hecho cargo de la temática, pero solo desde el punto de vista jurídico. El logro está en que la autora asumió el fenómeno desde distintas áreas, desde lo “visible y lo invisible, lo material y lo misterioso, al tiempo de los hombres y el tiempo de Dios”, a lo que se le suman obligaciones sociales y económicas.31 Quizás una buena forma de entender el fenómeno de las capellanías presentado por la historiadora es entender – con ella – tal fundación como un símbolo cultural dentro de una sociedad determinada. Si entendemos que los símbolos son representantes del todo frente a las partes, del universo frente a los elementos, podremos representar en las capellanías de este estudio símbolos culturales con dos características bien definidas: religiosas y sociales. El primero habla del imaginario espiritual, aquel referido a la muerte y la escatología católica: creencia del Purgatorio, la muerte eterna en el Infierno y la vida eterna en el Paraíso. En palabras de nuestra historiadora “… los símbolos religiosos funcionaban como un lenguaje común, reconocido por la mayoría de la gente como representante de creencias y actitudes ampliamente mantenidas. Además actuaban para dar forma a la realidad, puesto que establecían expectativas que luego utilizaban para interpretar la realidad.”32 Es la puesta en acción del principio de la Comunión de los Santos: los rezos de la Iglesia Militante (misas) benefician a la Iglesia Purgante para que puedan acceder a la Iglesia Triunfante.33 El segundo nos remite al título del libro: el linaje, referido a la memoria del nombre de aquellos que fueron algo: los notables de la época. Fueron en su mayoría hombres y mujeres de la elite criolla los que accedieron a la fundación de capellanías, pues tal institución necesitaba de un bien inmueble y los

misas, en beneficio de una o más almas, acortando su paso por el Purgatorio contando para ello con una renta que le permita una carácter permanente en el tiempo. En Juan Guillermo Muñoz. “Los Patronos de Capellanías, nombramientos y atribuciones”. En Lo Público y lo privado en la historia americana, (Santiago: Universidad de Chile, 2000), 72. 30 Sin duda existieron personas de otros grupos o castas que lo hicieron (incluso se sabe de indígenas), pero en su mayoría comprendieron a nuestra elite. Nótese el subtítulo de la obra “los notables y las capellanías de misas…”. 31 María Eugenia Horvitz “Las capellanías de misas: obligaciones privadas y públicas. Chile 1558-1914”. Cuadernos de Historia. Departamento de Ciencias Históricas. Universidad de Chile. Diciembre (1998): 83-84. 32 María Horvitz Memoria del nombre y salvación eterna. Los notables y las capellanías 1557-1930. (Santiago: Departamento de Ciencias Históricas. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile, 200),251 33 Cruz, Isabel La muerte…,. 178.

réditos que este generaba en el censo. Recordemos que un organismo eclesiástico o persona natural generaban las misas a cambio de una renta anual. Para tales efectos fue normal que no todas las personas de la sociedad colonial accedieran a la fundación de una capellanía, lo que no significó, en absoluto, que personas de las capas medias o el bajo pueblo no prepararan una buena muerte, ni que no accedieran a los rezos para acelerar su paso por el Purgatorio. Debemos entender la fundación de capellanías coma una manera más de tantas otras en la diferenciación social en una sociedad estamental. Lo interesante es que el libro resalta esta diferencia en la proyección de la elite de la vida a la muerte: “Ellos querían entrar en el cielo, pero por la puerta ancha, es decir, lograr la salvación del alma y la continuidad del estado elitista más allá de la esfera terrenal. En otros términos, el grupo dominante deseaba seguir siéndolo en el reino de los cielos. Se trataba de derrocar la democracia impuesta por la muerte”.34 Fue el linaje y sus fuerza el que logró este propósito: “El linaje, al romper las barreras temporales, logra dos objetivos: por una parte, la salvación, que lo catapulta al infinito y, por otra, la pervivencia de su forma de ser y estar en el mundo histórico.”35 El objetivo logrado fue sin duda vincular la memoria espiritual y terrenal desde el linaje extendiéndose a todo el círculo que los rodeaba para así poder asegurar el predominio de las elites, preservar el poder de los fundadores de forma simbólica y concreta, trasladando actos privados a hechos públicos permanentes. Para lo anterior la estructura eclesiástica cautelaba la transferencia cultural de dominación.36 Otro logro del estudio a destacar es que demostró la particularidad de tales fundaciones para el caso chileno en comparación con otras latitudes latinoamericanas37: la fundación de capellanías y la voluntad de sus fundadores se sigue respetando aun a inicios del siglo XX. La autora corrobora la idea expuesta por el profesor Cavieres de la subsistencia de los modos de ser “tradicionales”38 más allá de las cronologías hacia la modernización, liberalización o laicización de la sociedad chilena. El tercer estudio estudiado es de Marco Antonio León, quien asume – en un primer estudio – la mirada histórica de la muerte en cuanto a sus espacios, principalmente en el período republicano en donde la secularización de los ritos católicos entra con fuerza en 34

Horvitz, María Eugenia Memoria del nombre…, p. 141. Ibid, p. 140. 36 Ibid, p. 249. 37 Para el caso mexicano las fundaciones no pasan al período Republicano y en Europa desaparecen entre los siglos XIII y XV. En María Eugenia Horvitz “Las capellanías de misas…”, 111. 38 Eduardo Cavieres Sociedades y mentalidades en perspectiva histórica. (Valparaíso: Ediciones Universidad Católica de Valparaíso, 1998) 35

la sociedad santiaguina de fines del siglo XIX. Es la historia de los cementerios de la ciudad de Santiago vista – si seguimos a Vovelle – desde la muerte vivida: los gestos y ritos en donde se expresaron la vivencia de la muerte. León estudia la relación de la ciudad de los vivos con la ciudad de los muertos, así como entiende que el Cementerio General y la fundación del Cementero Católico son parte del proceso de secularización de la sociedad chilena de fines de siglo XIX y comienzos del XX. Nos propone el estudio de las actitudes y los comportamientos ante la muerte y los espacios que esta sociedad destinó para enterrar a sus muertos. Todo en torno a las sensibilidades y valores que se crearon respecto a aquellos que partían. Así, el libro muestra lo que el autor denomina el “protocolo social” que cumplen velorios, funerales y entierros en relación al cementerio. Iglesias y cementerios serán los espacios de la muerte que el autor irá dejando hablar en su relación con los ritos y gestos ante la muerte. Más que un estudio de las mentalidades ante la muerte, León entrega una contundente revisión a un proceso particular y de enorme relevancia para nuestra historia: la laicización del imaginario colectivo en cuanto a los espacios de la muerte. Un segundo momento del mismo autor ante el problema de la muerte lo asume en dos estudios. El primero se titula La cultura de la muerte en Chiloé. Acá León nos adentra en las particularidades de los chilotes ante el misterio de la muerte, y cómo para el autor los ritos fúnebres de la isla presentaron una verdadera instancia de sociabilidad para la comunidad. Un segundo estudio, ya para la realidad santiaguina y del centro del país, es la monografía “Muerte y buena muerte en Chile colonial” que forma parte del tomo I del libro Historia de la Iglesia en Chile. En los caminos de la conquista espiritual, dirigida por Marcial Sánchez Gaete. Acá León se sumerge en los perfiles de la muerte barroca de los siglos XVI y XVII con una mirada muy cercana a la historia cultural. En este sentido se acerca mucho a Isabel Cruz en sus proposiciones. Destacamos en su relato una visión de la sociedad colonial en donde la cristianización de la muerte no implicó romper con las diferencias sociales, sino más bien reproducirlas. Concuerda en este sentido con Cruz de Amenabar y con Horvitz que la jerarquía de los vivos se expresaba igualmente en el más allá. Su estudio es un buen resumen para entender que la buena muerte significó para los chilenos de los siglos coloniales que la meditación sobre el fin de la existencia creó conductas que los hicieron ponderar menos la vida terrenal que la que se aspiraba en el más allá cristiano. Un último estudio que nos merece la pena recordar es la tesis para obtener el grado de magister en historia de Paola Lemus titulado La Muerte en Valparaíso 1700-1860.

La centralidad del trabajo de la autora está dada por los indicios de secularización de las actitudes observadas en testamentos de la época. Se plantea la hipótesis de que el cambio de actitudes ante la muerte en la sociedad de Valparaíso entre los años de estudio se manifestó en que la profunda religiosidad barroca colonial cedió lentamente al influjo de una religiosidad más racional y utilitaria. Sobre esto se afirma que el influjo secularizador de la ilustración promovió un cambio en las actitudes que se vislumbran a través de la revisión de las clausulas piadosas de 471 testamentos, que de estar consignados, lentamente pasan a resguardo de los albaceas, hasta llegar al olvido y extinción de las más importantes de ellas.39 Para demostrar lo anterior se siguen tres directrices bien establecidas: primero, las clausulas piadosas – según la autora – “dan cuenta de la religiosidad de la época”, pese a que como expone, son de una alta uniformidad. Especial atención pone en las “misas como las más representativas de este sentimiento…es donde el testador manifiesta más claramente su individualidad, su religiosidad, su temor a la muerte y desde luego, su condición social”.40 Segundo, la disminución de estas reflejadas en la disminución de las inversiones para ellas, delegando en los albaceas tales asuntos y luego omitiéndolas en porcentaje cada vez mayor. La tendencia en delegar en los albaceas las preocupaciones religiosas relativas a las cláusulas piadosas, lo que se interpreta como la despreocupación por parte de los testadores. Lo que indica un cambio en la mentalidad religiosa; no un rechazo a la misma. Y tercero, la ritualidad funeraria como referente de las actitudes. El cambio está dado por la lenta desaparición de la manifestación pública funeraria, “de ser un asunto social, la religión se convierte en un asunto personal”.41 Con todo, se observa un estudio acucioso en base a documentos testamentales de época, análisis que sigue la tesis de la secularización de la vida social con respecto a las actitudes ante la muerte.

39

Paola Lemus La muerte en Valparaíso 1700-1860. Tesis para optar al grado de Magister en Historia. (Valparaíso: Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. 2009), 7. 40 Paola Lemus La muerte en Valparaíso, 9. 41 Paola Lemus La muerte en Valparaíso ,12.

A modo de conclusión. La idea de retomar historiográficamente el problema de la muerte42 da cuenta, creemos, de la necesidad de ampliar y retomar un aspecto poco estudiado por los historiadores contemporáneos. Hoy en día, y producto de la herencia del siglo XX, la muerte como fenómeno social y personal, parece ser un tema tabú. Fenómeno que para la sociedad actual, en palabras de D. W. Moller, se mantiene en un “profundo congelador de silencio” ¿Será que los mismos historiadores hemos caído bajo el influjo de una fenómeno poco comunicado producto de los tiempos triunfalistas en que vivimos que no van de la mano con la reflexión escatológica-personal? Nos parece que lo anterior es una realidad. Hacer de la muerte otro aspecto más de la vida de los hombres bajo la atenta mirada del historiador nos parece una necesidad primordial. Así como es necesario el estudio de distintas formas de sociabilidad, tanto en las capas medias, elites y bajo pueblo; también nos parece útil y provechoso el análisis pretérito de las formas de morir. Eso por lo menos hemos venido haciendo desde nuestro estudio de Magister en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y las publicaciones ya citadas. Los pocos estudios acá expuestos han sido relevantes en el punta pié inicial. Es tarea de nuevas generaciones de historiadores otras preguntas de investigación, de la vida, y de la muerte.

42

Eso hemos venido haciendo en dos publicaciones recientes. Ver Daniel Ovalle “El paso de la muerte narrada a la muerte callada en Chile, siglos XVI-XIX. Reflexiones para una historia hermenéutica de la muerte”, en Cuadernos de Historia Cultural, Nº1 (2012): 21-38; y “Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica por una hermenéutica histórica de la muerte”, en Revista Historia Autónoma, Nº2, marzo (2013), 161-175.

3. Bibliografía. Azpeitia, María “Historiografía de la historia de la muerte” En Historia Medieval Nº 26 (2008) Burke, Peter La Revolución Historiográfica Francesa. La escuela de los Annales 19291984 (Barcelona: Gedisa, 1990). Cavieres, Eduardo Sociedades y mentalidades en perspectiva histórica. (Valparaíso: Ediciones Universidad Católica de Valparaíso, 1998) Cruz de Amenabar, Isabel La Muerte transfiguración de la vida (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2007) Delumeau, Jean El miedo en Occidente (Taurus: México) Dosee, François La historia en migajas (México: Universidad Iberoamericana, 2006) Dosee, François Michel de Certeau: el caminante herido (México Universidad Iberoamericana, 2003) George Duby La historia continúa (Madrid: Debate, 1992) Horvitz, María Eugenia “Las capellanías de misas: obligaciones privadas y públicas. Chile 1558-1914”. Cuadernos de Historia. Departamento de Ciencias Históricas. Universidad de Chile. Diciembre (1998) Horvitz, María Eugenia Memoria del nombre y salvación eterna. Los notables y las capellanías 1557-1930. (Santiago: Departamento de Ciencias Históricas. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile, 2000) Huizinga, Johan El otoño de la Edad Media (Madrid: Alianza Editorial, 1988) Lemus, Paola La muerte en Valparaíso 1700-1860. Tesis para optar al grado de Magister en Historia. (Valparaíso: Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. 2009) Martínez, Fernando Muerte y sociedad en la España de los Austrias (Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2000) Muñoz, Juan Guillermo “Los Patronos de Capellanías, nombramientos y atribuciones”. En Lo Público y lo privado en la historia americana, (Santiago: Universidad de Chile, 2000) Ovalle, Daniel “El paso de la muerte narrada a la muerte callada en Chile, siglos XVIXIX. Reflexiones para una historia hermenéutica de la muerte”, en Cuadernos de Historia Cultural, Nº1 (2012): 21-38; Ovalle, Daniel “Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica por una hermenéutica histórica de la muerte”, en Revista Historia Autónoma, Nº2, marzo (2013)

Philippe Aries Historia de la Muerte en Occidente. Desde la edad media hasta nuestros días (Barcelona: El Acantilado, 2000) Vovelle, Michel “Historia de la Muerte” Cuadernos de Historia Nº 22. Departamento de Ciencias Históricas. Universidad de Chile. Diciembre (2002) Vovelle, Michel “Les attitudes devant la mort: problèmes de méthode, aproches et lectures diffèrentes (note critique)”. Annales. Écomomies, Societés, Civilisations. 31e année, N 1 (1976) Vovelle, Michel Ideologías y mentalidades (Ariel: Barcelona 1985)

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