\"El mito de la Interculturalidad y la Participación Democrática\"

May 24, 2017 | Autor: Krystel Roca | Categoría: Interculturalidad, Democracia, Liberalismo
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Descripción

“EL MITO DE LA INTERCULTURALIDAD Y LA PARTICIPACIÓN DEMOCRÁTICA" Por Krystel Roca Heredia 1

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Internacionalista boliviana

Intenté ver a la democracia participativa y representativa como la forma ideal de gobierno, que no trae guerras, mas presenta un orden y equilibrio en el sistema. Intenté asimilar la idea que mi voto cuenta al momento de elegir representantes que interpretarán mi voluntad y la del pueblo. Intenté buscarle la vuelta y creer lo que el discurso político y la historiografía me dice, mas llegué a un callejón sin salida.

En el presente ensayo, de manera breve, trataré de desmontar el imaginario colectivo que la democracia es sinónimo de voto, indagaré en la cuestión de la interculturalidad y si realmente se promueve en nuestro entorno tal como plantea la Constitución Política del Estado en su artículo 10.I. Dando fin al presente con un comentario respecto a la participación activa en la sociedad de lo que comúnmente se dice que somos el futuro del país, los jóvenes.

Durante los últimos siglos la representación nos ha permitido ocupar espacios de poder para desarrollar políticas a favor de los representados –según la teoría clásica de la democracia– más es difícil no darse cuenta de la doble partida de este bienintencionado acto por parte de los políticos, pues han generado un sentimiento de paternalismo en el mejor de los casos. En otras palabras, una dependencia representante-representado anteponiendo la representación con la participación. De ahí que surjan ideas tales como: “para eso están los políticos” o “para eso los votamos” sin observar la manera que nos ultraja la deslegitimación de la política representativa2. Valga aclarar que este fenómeno no es contemporáneo pues luego de originada la revolución burguesa, existieron grupos que buscaban mantener las mismas relaciones de dominación entre clases, partiendo del viejo supuesto que hay gente apta para decidir y gente que no. 2

Entendiendo la legitimación como aquel poder que emana del pueblo y que ha sido capturado por las elites para su beneficio.

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Pareciera que sin darnos cuenta estamos utilizando el término democracia con ligereza y sencillez, cuando en contexto resulta ser una palabra compleja y añeja. Etimológicamente hablando, sabemos que el término democracia viene del griego demos que significa pueblo y kratos que significa gobierno, de lo que podemos inferir que esta doctrina política debería favorecer al gobierno del pueblo, pero ¿realmente la democracia está al servicio del pueblo?, ¿hasta qué punto mi opinión tiene influencia en las decisiones tomadas por aquellos que yo elijo a través de mi voto?, ¿es el pueblo quien está al servicio de la democracia y de aquellos en quienes recae el ejercicio de la misma? y finalmente ¿quiénes son parte de ese pueblo?

La democracia a través de la definición clásica occidental sería la panacea al dilema respecto cuál es la mejor forma de gobierno y de convivencia entre sociedades ¿pero es realmente posible? ¿o fue así alguna vez la democracia?

Para entender lo que ocurre con la democracia en la coyuntura actual es necesario remontarnos en la historia e ir hasta su nacimiento en el siglo V a.C. Fue en una ciudadestado de Grecia, llamada Atenas, donde nace el primer ejemplo de un sistema en el que no existe diferencia entre gobernante y gobernado. En aquel entonces se trataba de una democracia directa, un régimen político en el que los ciudadanos debatían y resolvían por cuenta propia los asuntos de interés general en el ágora, la plaza pública, ejerciendo sin representantes, diferentes funciones gobernativas en la polis3.

Mas hay aspectos que no podemos obviar de la democracia ateniense, pues se trataba de una polis de alrededor de doscientos mil habitantes, donde ni la cuarta parte eran 3

Es necesario recordar la obediencia de los griegos a las leyes de la polis que asombraba a pueblos primitivos pues sólo obedecían a un

déspota. Aquella ciudad organizada por leyes constitucionales se le dio el nombre de politeia, lo que hoy llamaríamos República.

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considerados ciudadanos. Mujeres, esclavos, extranjeros y dementes no entraban en esa categoría. Resumiendo, ni en el apogeo de la democracia, existió la misma en el significado estricto de su palabra como el gobierno del pueblo, ya que se trataba de una forma de gobierno muy limitada, solo aplicable en un territorio determinado con una población reducida. Siguiendo esta lógica e intentar aplicar dicho modelo al contexto histórico actual como está en boga, resulta anacrónico. Si por el siglo XVIII los franceses con sus ideas de la ilustración4, no buscaban restablecer la vieja democracia ateniense directa pues para la época reflejaba ser imposible; ¿por qué el idealismo de querer implementarla en el siglo XXI? Hemos abolido la esclavitud –al menos en las leyes–; la población mundial se ha triplicado en los últimos sesenta años, donde tal cantidad exorbitante de ciudadanos impide que todos participemos directamente de los asuntos del Estado. Aquí encontramos la raíz de la democracia representativa actual que –según los textos– vela por los derechos individuales y donde el pueblo es el titular de la soberanía; otorgando únicamente el ejercicio de la misma, por medio del voto, a los representantes de partidos políticos, pues un Estado relativamente grande no puede basarse en las decisiones de una Asamblea.

He allí el nacimiento de una de las falacias más grandes de la historia occidental exportada tan amablemente –como todo lo demás– al resto del mundo; la idea que la democracia es sinónimo de voto. ¡Pues no! El voto es nada más un dispositivo funcional a la democracia. Y como ciudadanos miembros de un Estado que adopta para su gobierno la forma

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Charles Louis Secondat, Barón de Montesquieu con la división de poderes; Jean Jacques Rousseau con la teoría del contrato social;

Voltaire quien defendía la libertad de pensamiento y la tolerancia religiosa.

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democrática participativa, representativa, debemos saber que el voto es solo un mecanismo parte de la democracia liberal representativa en su forma indirecta.

Lamentablemente en nuestro propio país nos venden el cuento que el pueblo es el soberano, que aquellos que ostentan el poder es gracias a que asistimos al sufragio y que éstos gobiernan por nosotros y para nosotros. Hipocresía en vivo y en directo tendría que decir, pues comunista hasta que se enriquece y proletario hasta que logra la hegemonía. Hemos caído como toda buena sociedad contemporánea occidental, en el imaginario colectivo que la democracia ha triunfado de gran manera como principio de legitimidad. Pero cuando vemos el panorama completo y tapamos nuestros oídos del instrumento discursivo del poder, dejamos de percibir esa realidad distorsionada, y la verdadera nos golpea duramente. No incidimos en las leyes del mercado, este se rige solo bajo la mano invisible de la oferta y la demanda, no promulgamos una ley, no abrogamos un Decreto, no elegimos las opciones determinadas para una consulta, no figuramos en la distribución del poder; entonces ¿realmente podemos expresar que existe una democracia participativa, representativa de la cual somos parte con equivalencia de condiciones entre hombres y mujeres como plantea nuestra Constitución?5

Nadie niega el progreso que ha tenido nuestra historia. Todos los bolivianos recordamos con placer aquel 21 de julio de 1952 cuando se otorga el sufragio universal a analfabetos, indígenas y mujeres. Sin duda fue una luz de esperanza de llegar algún día a la anhelada democracia, pero no nos podemos dañar con nuestro propio invento. Debemos reconocer quiénes somos en la participación democrática, y no teóricamente hablando. Con 5

Nueva Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia. 2009. Primera Parte – Capítulo Tercero: Sistema de Gobierno. Artículo

11.I. El Estado adopta para su gobierno la forma democrática participativa, representativa y comunitaria, con equivalencia de condiciones entre hombres y mujeres.

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sinceridad, solo somos quienes damos el resultado de una elección –impuesta de antemano–. Y no es que tenga una visión negativa o nefasta del mundo; es la necesidad de parar la reproducción de poder por la proyección que éste puede tener a futuro en el marco histórico, y el hecho de entender que un voto jamás será tan importante como deliberar en una asamblea. La época de la deliberación de la discusión ha terminado, puesto que la discusión significa intercambio de opiniones y ahora sólo existen las oportunidades de poder. Los partidos políticos se gozan de falsos discursos, ideologías disfrazadas con el objetivo de conseguir la mayoría para gobernar.

Platón establecía que democracia fomenta en el pueblo un individualismo que a la larga lo convierte en ingobernable. Y cuánta razón tenía pues el sistema democrático impulsa que existan candidatos que opten al poder. Bajo la lógica de Hobbes, siendo el hombre un animal cuyo obrar está regido por el utilitarismo y el egoísmo, éste cae con facilidad en la demagogia y para obtener el poder entra en una escalada de promesas que lleva a comprometerse en gastos que luego, una vez en el poder, no podrán satisfacer con los recursos disponibles, ¿resultado? Malestar social con una pesada deuda externa en la espalda, que a los bolivianos nos suena bastante familiar y por qué no coyuntural.

Si en Bolivia realmente existiera participación democrática de un aceptable porcentaje de la sociedad, no se percibiría un alto nivel de conflictividad como el observado a diario en calles y en noticieros. Las reivindicaciones dirigidas al Gobierno intentan modificar su accionar político e incidir en la toma de decisiones a través de movimientos sociales que se mueven en el campo político y social, tambaleándose en la delgada línea de la legalidad,

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sin buscar la transformación del status quo. A pesar de esto, son controlados, minimizados y reprimidos con el instrumento de poder por excelencia del Estado, la coacción. Hasta que la manifestación de estas fuerzas deje de ser coartada por buscar una priorización en sus demandas, votar es lo menos democrático que se puede imaginar; sólo los que no votan están en posición de hacer frente al poder.

Si repasamos el discurso de nuestro gobierno, Bolivia es un país que defiende la interculturalidad como una forma de democracia cultural unida a una manera de ver el mundo. Puesto que por más de 500 años los grupos indígenas –protagonistas de muchas de las reivindicaciones ya mencionadas– han sido los más discriminados e invisibilizados por los señores de la colonia. Pero ¿será realmente posible forjar una interculturalidad madura y sostenible sin antes tener una democracia participativa y representativa?

Recordemos que la interculturalidad incluye variables como diversidad, hegemonía sociocultural; presupone la interacción entre dos o más culturas de un modo horizontal y simétrico, estimulando la cooperación para un desarrollo equitativo; es decir que debería favorecer a la convivencia armoniosa de los bolivianos según la Constitución política del Estado en su Capítulo Segundo artículo 106. Un instrumento internacional que favorece la interculturalidad es la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos Indígenas7 donde se establecen los derechos individuales y colectivos de estos pueblos, el mantener y reforzar sus culturas, tradiciones, promoviendo un desarrollo de acuerdo a sus aspiraciones y necesidades. También se prohíbe discriminarlos y se 6

Artículo 10. I. Bolivia es un Estado pacifista, que promueve la cultura de la paz y el derecho a la paz, así como la cooperación entre los

pueblos de la región y del mundo, a fin de contribuir al conocimiento mutuo, al desarrollo equitativo y a la promoción de la interculturalidad, con pleno respeto a la soberanía de los Estados. 7

61/295. Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas. Adoptada en Nueva York el 13 de

septiembre de 2007.

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promueve su participación plena y efectiva en relación con los asuntos que les conciernan. Si trasladamos esta declaración a nuestro escenario nacional –caso TIPNIS– ¿Qué tenemos? Una violación plena a la misma, a los derechos humanos inalienables del hombre y a nuestra propia Constitución.

Si realmente respetáramos la interculturalidad, entenderíamos que su defensa no es solo desde el individuo, sino desde los principios de la solidaridad, el comunitarismo y el equilibrio hombre–naturaleza. Si bien en Bolivia hay importantes avances en temas de apertura de grupos excluidos, no es suficiente su reconocimiento político de derechos, como el traspaso de estos derechos al campo social. La Constitución Política del Estado protege y respeta al ciudadano y sus derechos. Los avances normativos que autorizan al Estado para el impulso y promoción de la interculturalidad y el otorgar derechos a los pueblos indígenas, abren posibilidades de construir un nuevo proyecto democrático, un cambio a las estructuras de poder imperante, priorizando que estos pueblos tengan un goce pleno de derechos humanos y libertades fundamentales sin obstáculos ni discriminación.8

Las generaciones venideras serán las afectadas de las decisiones tomadas en el presente. El reconocimiento y respeto a las diferencias, asociado a la igualdad de derechos, resultan pilares elementales en la interculturalidad y el proclamado Estado Plurinacional. Los derechos no se tratan solo del reconocimiento en papel; deben ser protegidos y respetados para que no crucen el umbral y se conviertan en letra muerta como ha sido habitual. Hoy, este llamado proviene de los pueblos originarios sobrevivientes de siglos de genocidio, aislamiento y exclusión; mañana provendrá de jóvenes inmersos en un sistema absolutista, 8

Convenio 169. Convenio sobre pueblos indígenas y tribales, OIT 1989. Articulo 3. 1. Los pueblos indígenas y tribales deberán gozar

plenamente de los derechos humanos y libertades fundamentales, sin obstáculos ni discriminación, Las disposiciones de este Convenio se aplicarán sin discriminación a los hombres y mujeres de esos pueblos.

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tirano, déspota por no haber despertado en la razón y reconocer cómo el sistema nos atraviesa en cuerpos y manipula a su antojo.

Los jóvenes y Bolivia requieren una nueva ética política, un momento de ilustración donde la sociedad no se conforme con lograr lo mínimo posible en la participación democrática y los avances respecto a la interculturalidad. Son buenos principios los que están enmarcados en nuestra Constitución, mas es necesario que la participación ciudadana deje de ser un simple enunciado jurídico y se convierta en una acción constante, para que a través de las diferentes visiones de mundo, cosmologías e ideologías seamos capaces de construir un nuevo país, pluralista, solidario con los más pobres, idóneo a dejar los intereses dentro de la estructura hegemónica que crean asimetrías en la sociedad, para de esta manera no hacer realidad aquellas palabras escritas en el siglo XVI que argumentan que el hombre olvida más rápido la muerte de su padre que el despojo de sus riquezas.9

Como seres humanos debemos aceptar las diferencias –no usarlas como arma de distanciamiento sino como aquella cualidad que no nos deja someter ante la invisibilización– debemos admitir la interculturalidad, la multiplicidad de formas de pensar, de sentir. Para ello se requiere de una nueva pedagogía que motive la participación democrática sobretodo de las generaciones presentes y aquellas por venir.

A todo esto pareciera ser la democracia una utopía, un ideal que deseamos conseguir pero que nos resulta tan lejano. ¿Podremos alcanzar algún día la democracia plenamente? Eduardo Galeano nos dice que nosotros damos dos pasos y la utopía se aleja dos, nosotros caminamos diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Que a pesar que

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Nicolás Maquiavelo, en su obra El Príncipe, 1513.

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caminemos no la alcanzaremos. Entonces ¿para qué sirve la utopía? Pues sirve para eso, para caminar.

Reitero no soy una pesimista, más vivo en un mundo pésimo y hasta que viremos de sentido seguiré caminando como muchos; no hacia un orden, no hacia un status quo, sino hacia un nuevo paradigma –aun no bien definido– pero sé que debe estar basado en el dejar ser mas no imponer; un paradigma donde no deba existir una forma de gobierno ideal, donde ningún recurso sea utilizado como instrumento de dominación, donde no hayan subalternos, donde la población no tome como cierto todo lo que la sociedad enmarque como verdad, mas lo cuestione y sea capaz de repensar los alcances y los límites de la democracia como la conocemos.

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