El miedo a levantar las cúpulas en la arquitectura valenciana del siglo XVIII: los tambores

June 12, 2017 | Autor: Yolanda Gil Saura | Categoría: Construction Technology, History of Construction, Baroque Architecture, Cúpulas
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Descripción

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Edizioni Caracol

A cura di Stefano Piazza

SAPERI A CONFRONTO

La sapienza costruttiva, il grado di conoscenza tecnologica e la capacità di sperimentazione che, nel corso della storia, hanno governato le scelte progettuali e le imprese costruttive risultano spesso di difficile interpretazione attraverso la semplice lettura, per quanto minuziosa, del manufatto e dei supporti documentali. In quest’ultimo ambito, tuttavia, un settore di fondamentale importanza è quello costituito dalle perizie e dalle memorie delle consultazioni legate ai momenti di criticità strutturale degli edifici, pervenuteci per lo più manoscritte e solo in casi eccezionali trasmesse dalla stampa. Il pericolo del crollo, della possibilità quindi che l’architettura possa perdere la sua imprescindibile capacità di durare nel tempo, con la conseguente infausta prospettiva di causare distruzione e morte, ha costantemente alimentato accesi dibattiti, confronti di idee, contrasti tra professionalità diverse e occasioni di ardite sperimentazioni. L’età moderna, in particolare, con il suo ricchissimo patrimonio documentale e la possibilità di incrociare dati con grafici e manufatti ancora esistenti, rappresenta un ambito d’osservazione privilegiato nel quale si intrecciano, e talora si scontrano, le capacità e le tecniche costruttive di ascendenza medievale con le istanze formali della cultura classicista.

€ 20,00

S A P E R I A C O N F R O N T O | A cura di Stefano Piazza

F R A M M E N T I D I S T O R I A E A R C H I T E T T U R A | 15

Consulte e perizie sulle criticità strutturali dell’architettura d’età moderna (XV-XVIII secolo)

Frammenti di Storia e Architettura - D 15

Frammenti di Storia e Architettura - D (Documenti) Collana diretta da Marco Rosario Nobile Comitato scientifico: Richard Bösel Erik H. Neil Luciano Patetta Arturo Zaragozá Catalán

Questo volume è stato sottoposto a peer review Il presente volume è stato stampato con il contributo dei fondi FFR 2012-2013 dell’Università degli Studi di Palermo, erogati per il progetto dal titolo “Saperi a confronto: consulte e perizie sulle criticità strutturali nell’architettura in Sicilia e nel Mediterraneo (XV-XVIII secolo)”

Dove non diversamente indicato, le foto e i disegni sono a cura degli autori.

© 2015 Caracol, Palermo ISBN 978-88-98546-38-1 Edizioni Caracol s.n.c. piazza Luigi Sturzo, 14, 90139 Palermo e-mail: [email protected] www.edizionicaracol.it Vietata la riproduzione o duplicazione con qualsiasi mezzo.

SAPERI A CONFRONTO Consulte e perizie sulle criticità strutturali dell’architettura d’età moderna (XV-XVIII secolo) a cura di Stefano Piazza

Edizioni Caracol

INDICE

7

Stefano Piazza All’origine delle consulte: il rapporto tra teoria e prassi nel dibattito sulle cupole nell’Italia della prima età moderna (XV-XVII secolo)

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Marco Rosario Nobile Le consulte collettive nell’architettura siciliana tra XVI e XVII secolo

31

Emanuela Garofalo La difficile costruzione della chiesa nuova nell’abbazia di San Martino delle Scale: contrasti, testimonianze, perizie (1576-1598)

47

Mercedes Gómez-Ferrer Luces y sombras en algunas cúpulas valencianas de Época Moderna. A propósito de la construcción de linternas

65

Tommaso Manfredi «Non poteva patir la chiesa». Perizie e conflitti intorno alla cupola della chiesa del Santissimo Nome di Gesù a Roma

87

Maurizio Vesco «Per non dar moto alle fabbriche»: l’ingegnere regio Scipione Basta e la costruzione della cappella Roano nel duomo di Monreale

105

Anna Boato Saperi costruttivi e opinioni colte nella Repubblica di Genova a due secoli di distanza: le coperture voltate della Loggia di Banchi (1589) e dei saloni di Palazzo Ducale (1778)

127

Philippe Bernardi, Robert Carvais La question de la preuve en architecture: la controverse de Bédoin (vers 1730)

149

Yolanda Gil Saura El miedo a levantar las cúpulas en la arquitectura valenciana del siglo XVIII: los tambores

163

Domenica Sutera Perizie sulla stabilità di cupole e campanili della Sicilia centroorientale nel secondo Settecento

179

Antonella Armetta Due relazioni di Andrea Gigante per ponti ad arcate in pietra in Sicilia (1776)

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Abstracts

EL MIEDO A LEVANTAR LAS CÚPULAS EN LA ARQUITECTURA VALENCIANA DEL SIGLO XVIII: LOS TAMBORES* Yolanda Gil Saura Universitat de València [email protected]

En el otoño de 1741, después de las fuertes lluvias que son tan características de los otoños valencianos, se derrumbó el crucero del santuario de la Virgen del Lledó en Castellón. El crucero había empezado a levantarse en 1733 según trazas de Pedro Juan Laviesca, y antes de terminar las obras, ya en 1739, se había derrumbado el presbiterio. Aunque la arquitectura del santuario no era especialmente representativa, el voluminoso pleito que se suscitó a partir de ese momento entre el arquitecto que había contratado las obras y los representantes de la ciudad que la habían encargado, es un documento valiosísimo para entender muchos de los problemas a los que se enfrentaban los constructores de la época1. Trece años después, en 1754, cuando en Castellón aún no se había levantado un nuevo crucero para sustituir al derruido, se concluyó la construcción de la iglesia parroquial de Oliva (Valencia), un templo proyectado casi 50 años antes, en 1705. La Guerra de Sucesión había paralizado las obras que no se habían reanudado hasta 1722, los informes contradictorios hicieron que las obras se ralentizasen y por fin en ese año se levantó el «envidiado cimborrio y media naranja» del crucero. La obra apenas aguantó tres meses en pie. El día 12 de enero de 1755 la cúpula se derrumbó. Una vez más ni era el edificio más importante ni el primero en caer, pero todo parece indicar que el hundimiento de la cúpula de Oliva [fig. 1] provocó a partir de ese momento importantes recelos en arquitectos y clientes. Es tentador establecer un paralelismo entre el hundimiento de la iglesia de Oliva, una población de una cierta importancia en el Reino de Valencia, pero una arquitectura sin duda menor, y otro suceso acaecido ese mismo año. El uno de noviembre de 1755 se produjo el famoso terremoto de Lisboa que originó, entre otras, el derribo de la cúpula de la catedral de Salamanca que había levantado Joaquín de Churriguera2. El terremoto de 1755 no fue importante en Valencia, pero pocos años antes sí lo habían sido otros de carácter más local que se manifestaron especialmente el 23 de marzo y el 2 de abril de 1748 y que habían tenido como consecuencia más visible el hundimiento del castillo de Montesa3. Hundimiento de cúpulas de templos en los que se estaban invirtiendo cantidades importantes de dinero y sucesión de terremotos debieron sin duda sembrar la inquietud4 y llevar a un replanteamiento del sistema de cubrición de los cruceros de los templos valencianos. La lectura de los episodios que llevaron al derrumbe de la cúpula del santuario del Lledó y los informes previos al derrumbe de la iglesia de Oliva, así como los que se sucedieron en otros templos los años siguientes señalan cuál era uno de los puntos críticos en la construcción de este tipo de elementos en la arquitectura valenciana, el tambor o cuerpo de luces sobre el que se alzaban las cúpulas y que, con insistencia, la documentación sigue denominando a la manera medieval, cimborrio. En la época que nos ocupa la documentación

utiliza raramente la palabra tambor, como tampoco habla de cúpulas, normalmente se hace referencia a cimborrios y medias naranjas. Cimborrio una palabra propia de la arquitectura medieval y que es retomada para denominar el elemento que sirve de base a la calota de la cúpula rematada o no con linterna. El temor que estos derrumbes habían provocado a la hora de construir los tambores se pone en evidencia cuando cinco años después del hundimiento de la iglesia de Oliva, Vicente Gascó y Gregorio Tomás redactan un informe en torno a la continuación de las obras del santuario de la Virgen del Lledó todavía suspendidas. Los expertos temían otro derrumbe, por ello: «Dezimos que en ningún modo se permita hacer cimborrio», Nos confirmamos en la misma opinión considerando la naturaleza de la gravedad de los cimborrios, que toda carga sobre quatro puntos de los arcos torales, causando en ellos extraordinarios empujes, y dejando de otra parte libres los estribos, a que con el menor sentimiento que haga el terreno o la obra, y suceda (aún prescindiendo de la buena o mala construcción), una ruina total. Por tanto, persuadir a la Muy Ilustre Junta a que no permita en esta fabrica hazer cimborrio, trayendo a la memoria para convencer que algunos pueblos de este reyno lloran en el día los escarmientos que han padecido con los cimborrios, cuyos ejemplares omito para el honor y estado de los artífices, produciendo por todos el de la Iglesia de Oliba5.

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1. Oliva (Valencia). Iglesia de Santa María.

El derrumbe de Oliva se había convertido en el fantasma que atemorizaba a los maestros de obras, y recordaba a todos ellos que era precisamente el tambor situado bajo las cúpulas uno de los puntos más débiles de su sistema constructivo. Los informes puramente empíricos de los maestros que habían examinado la obra de Castellón coinciden con todas las opiniones modernas en que en una cúpula sobre tambor éste asume en solitario la absorción de los empujes de la calota porque no existe el contrarresto de ninguna otra bóveda y el peso recae en su totalidad sobre las claves de los cuatro arcos torales. Precisamente el peso del tambor y la frecuencia de los terremotos seguía determinando la construcción de la colegiata de Xàtiva en unas fechas tan tardías como 1795. En ese año al arquitecto académico Vicente Gascó al contemplar los planos realizados por fray Jose Alberto Pina en 1760 afirmaba: he notado que el cimborio o cuerpo de luces que manifiestan dichos diseños tiene mucha gravedad o peso, asi por el grueso de sus paredes y colunas como por su demasiada altura de forma que si se executase dicho cimborio, abrumaría con su peso los arcos torales, por lo qual comprendo deberá reformarse dicha obra, levantando solamente el cuerpo de luces sobre los caballetes de los texados en términos que únicamente puedan colocarse unas ventanas apaisadas y aun para esto se han de reconocer primero los arcos torales y habilitarle para recibir y sostener el peso,

haciendo referencia después a «los frecuentes temblores de tierra que se experimentan en dicha ciudad»6. En los tambores – o cimborrios – confluían dos de los factores de que manera más clara determinan la configuración de una cúpula. El primero es la conocida disyuntiva entre una cúpula con un perfil airoso en el exterior y otra con una curvatura armónica en el interior. El otro factor es la necesidad de convertir la cúpula en un foco de luz, normalmente a través del tambor y la linterna, de hecho muchas veces el tambor recibe la denominación de “cuerpo de luces”. El tambor sobre el que se levanta la calota de la cúpula contribuye a levantarla y acentuar su imagen en un contexto urbano o paisajístico y el tambor permite la entrada de luz, estas son las razones por las cuales, a pesar de las continuas advertencias y de los demostrados peligros, los arquitectos siguieron intentando levantar tambores cada vez más elevados.

Tambores circulares y poligonales en las cúpulas valencianas La historia de las cúpulas españolas suele situarse, justamente, en la construcción de la cúpula de la iglesia del monasterio de El Escorial entre 1579 y 1582 y sobre todo en la posterior difusión de las estampas que reproducían la imagen del edificio a partir de 15897. La réplica más clara de ese modelo adaptada a la geografía valenciana es la de la cúpula de la capilla del Colegio del Patriarca de Valencia que traduce el volumen pétreo de la del Escorial a una estructura realizada en ladrillo cortado visto con la calota cubierta con teja vidriada, especialmente adecuada para el clima valenciano de altas temperaturas

en verano y lluvias torrenciales en otoño. La introducción de la cúpula sobre tambor en la capilla del Corpus Christi se data en 1595, momento en que definitivamente se abandona la idea de una bóveda vaída con linterna, se realizan visuras y se paga por la realización del modelo de madera del cimborrio8. Pero al mismo tiempo que se desarrollaba ese modelo con un cierto mimetismo respecto al modelo de El Escorial, y como ya señalaron Marías y Bustamente en un artículo clásico, se desarrolló otro, el de la cúpula alzada sobre un tambor poligonal9. El tambor poligonal tenía el antecedente más evidente en los cimborrios medievales. En la ciudad de Valencia, al poco de levantarse la cúpula de la capilla del Colegio del Patriarca con un tambor circular se levantó un tambor poligonal en la iglesia de la Compañía de Valencia con un crucero es el mayor, que se sabe de iglesia particular en los tres Reynos, y aun quizá fuera de ellos. Tiene de ancho lo mismo que el cuerpo de la iglesia, de largo de pared a pared 156 palmos de Valencia que de Aragón son casi 180. Cosa que la hace la Iglesia mas capaz de quantas ay en Valencia, sacando siempre la Metropolitana10.

Las obras del crucero de la iglesia de la Compañía se contrataron con Francesc Arboreda en 1621, aunque dependientes de una traza muy anterior – sabemos existió una primera traza enviada desde Roma antes de 1600 –. Los jesuitas debieron ser especialmente proclives a este planteamiento, muy pocos años después, en 1627, el Jesuita Fray Pablo Albiniano de Rajas daba las trazas para la iglesia parroquial de Liria, está sí conservada, con un monumental tambor octogonal11 [fig. 2]. Se hace difícil pensar que el culto jesuita, calificado en la época de “docto matemático”, cosmógrafo, erudito conocedor de inscripciones y medallas, colaborador de Lastanosa al que se alude en la correspondencia entre éste y el jesuita Athanasius Kircher, no interviniese, de manera directa o mediante sus veladas sugerencias, en la traza del templo de la Casa Profesa. La vinculación de estos ejemplos con la orden de los jesuitas obliga a desplazar el interés hacia otros modelos romanos, diferentes de San Pedro. En la iglesia del Gesú, pocos años antes, entre 1577 y 1584, se había levantado una imponente cúpula sobre tambor octogonal construida por Vignola12, tambores poligonales se habían levantado años antes en Roma en la iglesia de Santa Maria di Loreto o en las capillas Sixtina y Paolina de Santa Maria Maggiore. Por esos mismos años los jesuitas se hallaban inmersos en un profundo debate en torno a la cubrición de la iglesia de San Ignazio para cuya cúpula se sucedieron los proyectos del matemático jesuita Orazio Grassi, algunos envolviendo la cúpula con un cimborrio, proyectos todos fracasados que culminaron en la conocida cúpula fingida en perspectiva por el padre Andrea Pozzo. Es cierto que los valencianos no necesitaban mirar a Roma para plantear una cubrición octogonal en un crucero. Sobre todas las cúpulas valencianas sobrevuela la comparación con el airosísimo cimborrio de la catedral de Valencia, que además en 1660 se iba a someter a un arriesgada operación de reparación de uno de sus pilares guiada por el propio Pablo Albiniano de Rojas13. En esos años claramente se iba a producir en la arquitectura valenciana un debate entre

2. Líria (Valencia). Iglesia de la Asunción, cúpula. 3. Valencia. Iglesia del monasterio de San Miguel de los Reyes, cúpula.

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estos dos modelos. El modelo de tambor circular procedente de El Escorial se estandariza en la capilla del Colegio de El Patriarca y lo reencontramos en la iglesia parroquial de Carcaixent, las cartujas de Ara Christi – donde se habla de «el redondo de el cimborrio» – y Valldecrist y sobre todo en el monasterio jerónimo de San Miguel de los Reyes [fig. 3], donde el proyecto inicial de un cimborrio octogonal se sustituye por una cúpula con tambor circular y frente al modelo de ladrillo del Colegio del Patriarca se construye en cantería. Mientras que el modelo del tambor circular parece tener sus referentes en la basílica de San Pedro de Roma y el monasterio de El Escorial, el modelo del tambor poligonal parece más cercano a la tradición constructiva valenciana y a los modelos estructurales del gótico. Este modelo, inaugurado en la Casa Profesa, aparece en los años siguientes en templos como los de Líria o Chelva. Es precisamente en el caso de la iglesia de Chelva, y en directa relación con la recién construida en Líria, donde nos encontramos referencia a esa necesidad de alcanzar una altura que al mismo tiempo era desaconsejable. Al hacer referencia al tambor se afirmaba que «el dicho ochavo ha de tener de alto dos o tres palmos menos que el de Liria por evitar el mucho peso que podía tener si subiera mas alto», «y si importare darle elevación que se le de mas en la linterna o cúpula de la media naranja»14. 3

Las cúpulas con lunetos, nervios de piedra, ladrillo o hierro Una de las alternativas más interesantes a la peligrosidad de los altos tambores, especialmente adecuada en los tambores poligonales, son las cúpulas con lunetos que aparecen descritas en el tratado del matemático oratoriano Tomás Vicente Tosca, Suelense muchas vezes fabricar las medias naranjas sin linterna, cargándolas inmediatamente sobre sus cuatro arcos, o formeros, y en este caso las ventanas que havia de tener la linterna, se pueden abrir en la media naranja, cortando alli proporcionadas lunetas, que a mas de la conveniencia de la luz, le acarrearán no poca belleza y hermosura15.

Tomas Vicente Tosca era un prestigioso matemático perteneciente a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri. En su celda del oratorio había congregado animadas reuniones que constituyen el núcleo más claro de la renovación de las ciencias en Valencia en el periodo que se ha denominado de los novatores y además de redactar un compendio matemático profusamente usado por los arquitectos, su presencia como experto informando obras fue habitual en la arquitectura valenciana de finales del siglo XVII y principios del XVIII. El sistema que propone Tosca es el mismo que su discípulo el caballero de la orden de Montesa y aficionado a las matemáticas, José Cardona y Pertusa, propondría en 1726 como alternativa a la opción finalmente construida en la iglesia de Oliva, A ésta he quitado el primer cuerpo, que comúnmente llaman cimborrio, supliendo la luz de sus ventanas, con otras de igual número dentro de lunetas – que se pueden hazer en la media naranja – por minorar la altura de ésta y el gran peso que sería de más. Lo qual, en un templo, cuyo piso a la parte del cruzero, está ya sobre una obra muerta fuera de la tierra tan elebada, sería arriesgar su seguridad sobre paredes de tanta altura16.

José Cardona y Pertusa, que en otras ocasiones levantó airosísimas cúpulas sobre atrevido tambor, desaconsejaba este tipo de construcción en Oliva por tratarse de una obra que ya había planteado problemas previos. Este sistema se debió presentar como especialmente interesante para cúpulas de grandes dimensiones, es el caso del proyecto para la iglesia del Colegio de San Pío V de Valencia, redactado por Juan Pérez Castiel ca. 1699-1705 y finalmente modificado por su sobrino José Mínguez a partir de 172817 y el proyecto no realizado de Jose Alberto Pina para la iglesia del Colegio de las Escuelas Pías de Valencia (ca. 1767). Federico Iborra lo ha estudiado recientemente poniéndolo en relación con ejemplos europeos fundamentalmente italianos18. Los lunetos tenían su origen en las bóvedas de arista y se adecuaban perfectamente a una determinada concepción de la arquitectura que buscaba una sinceridad estructural en las líneas del edificio. Cuando en 1754 Juan José Nadal describe su proyecto no realizado para el presbiterio del santuario del Lledó propone una bóveda de lunetos, “esclifada”, «con sus lunetas, nichos y florón», en la que los movimientos de la planta se correspondiesen con el alzado.

Todos estos modelos no hacen sino poner en evidencia la variedad de opciones que los maestros de obras encontraban a la hora de cubrir un crucero y sobre todo la permeabilidad entre diferentes tradiciones constructivas. Las cúpulas con lunetos suelen ser estructuras sin tambor desde el interior y con potentísimos tambores normalmente poligonales, realizados en ladrillo que en ocasiones se elevan casi hasta el vértice de la cúpula interior. Aunque en ocasiones sigamos llamándoles cúpulas, como mucho deberíamos referirnos a ellos como “sistemas cupulares” mucho más cercanos a los cimborrios medievales. Estos modelos son especialmente abundantes en ejemplos aragoneses y en ejemplos valencianos ejecutados por maestros de obras aragoneses. Aunque no es este el lugar para profundizar en esa problemática, estos modelos, mucho más alejados del ejemplo clásico o romano, necesitaban para su construcción de importantes telares de madera y miraban desde el punto de vista constructivo al ejemplo de los cimborrios aragoneses. Frente a la realización de San Pío V y el proyecto de las Escuelas Pías contrasta lo finalmente construido en este último templo con un enorme tambor circular que ata y zuncha una cúpula de planta decagonal que suscitó importantes dudas respecto a su estabilidad19. De llevarse a cabo lo que proponía la documentación de la época, la cúpula de la iglesia de las Escuelas Pías tuvo que armarse con un zuncho o cadena de hierro en el extremo del segundo cuerpo y un trenzado de barras meridianas y anillos paralelos, también de hierro. Joaquín Bérchez estudió este proyecto y lo relacionó con otra documentación que también hace referencia a cadenas de hierro en el caso del colegio de San Pío V. Bérchez relaciona las barras de hierro a manera de nervios con los nervios o arcos formeros que se solían situar en el trasdós de algunas cúpulas sosteniendo la linterna, este es el sistema que propuso Juan José Nadal en una carta de 12 de diciembre de 1754 cuestionando el proyecto que su rival, Juan de Rojas, había presentado para el presbiterio del santuario de la Virgen del Lledó. Según Nadal la cúpula debía ser reforzada, «Y en los ocho angulos formar 8 arcos apuntados unidos con la misma boveda y por los yntermedios unos sardineles contra la boveda exterior para poder mantener la Linterna por que comprendo no ser seguro hechando el cascaron suelto y sin ninguna atadura»20. Nadal no dudaba en dar diferentes ejemplos de cúpulas aragonesas que habían caído por no utilizar ese sistema, citando las de Aldea, Codo y Rillo. Estamos tentados de afirmar que en la disyuntiva entre tambores circulares y tambores poligonales, una de las razones que favorecieron el predicamento de los segundos fue su mayor solidez estructural. Probablemente en los tambores poligonales, los ángulos podían actuar como estribos. La documentación da a entender que en algunos casos el espacio que quedaba entre unos tambores circulares en su cara interna y poligonales – normalmente octogonales – en su cara externa servía para colocar estos arcos o estribos casi a manera de arbotantes que contribuían a sujetar la bóveda. Ese procedimiento debió utilizarse incluso en un templo como el de los Desamparados con una cúpula de traza oval encajonada en un falso tambor que debía ocultar esos estribos y en el que se ha supuesto que la traza inicial pudiese incluso prever unos lunetos.

La caída y reconstrucción del presbiterio del santuario de la Virgen del Lledó La historia de la caída y reconstrucción del presbiterio del santuario de la Virgen del Lledó de Castellón, a la que hemos aludido repetidamente, es un vivero de información que nos alerta sobre la complejidad que subyacía en estas estructuras, y en el caso que nos ocupa, la peligrosidad que encierran los tambores21. El antiguo santuario que había finalizado sus obras en 1663, fue totalmente renovado en el siglo XVIII. En 1723 se convocó un concurso para construir una nave más amplia, el proyecto elegido fue el de Pedro Juan Laviesca22 y el experto encargado de dictaminar sobre su idoneidad el clérigo valenciano Juan Pérez Artigues. Entre 1724 y 1731 se construyó la nueva nave del templo y en 1732, vista la desproporción entre la nueva nave y el antiguo crucero, se encargó al mismo maestro la obra de una nueva cabecera y crucero [fig. 4]. 4

4. P. J. Laviesca, proyecto para la construcción del santuario de la Virgen del Lledó de Castellón (Archivo del Reino de Valencia).

El proyecto de Pedro Juan Laviesca era una vistosa cúpula “de punto traspuntado”, sin tambor rematada por una compleja linterna, en el fondo era una relectura monumentalizada del antiguo crucero ahora derribado construido en el siglo anterior por Juan Ibañez, en ambos casos cúpulas de perfil apuntado que carecen de tambor y lo sustituyen por altísimas linternas. No sabemos por qué Laviesca optó por ese modelo, la cúpula sin tambor era relativamente habitual en época de Ibañez, pero en 1730 era casi una anomalía, tal vez fue muy pronto consciente del peligro de cargar un tambor en un terreno pantanoso. No podemos saber si ese proyecto hubiese funcionado, cuando las obras apenas levantaban unos palmos de los cimientos el arquitecto abandonó Castellón. El intendente Rodrigo Caballero, un alto cargo de la administración borbónica con el que había coincidido años antes en Valencia lo llamaba a Sevilla para convertirlo en Maestro Mayor de Obras de la ciudad. La obra fue subcontratada, los nuevos maestros Juan y Tomás García, pronto comenzaron a recelar del escaso grosor de los muros, pero el propio Laviesca desde Sevilla contestó que la gordaria de dhas paredes, pilastras y estrivos, que el havia delineado en la planta, y empezado a fabricar por su mano, no solo era suficiente si super abundante para sostener la obra que el mismo havia planteado, y que si el se pudiese hallar en Castellon con menos gordaria de paredes, estrivos y pilastras, proseguiria la obra.

A pesar de esos recelos, en enero de 1739 los nuevos maestros decidieron modificar el proyecto. Las declaraciones en el pleito son contradictorias, pero según los maestros fueron los administradores los que, pareciéndoles baja la media naranja «y que no correspondía a lo más moderno», propusieron una nueva traza «más alta, de mayor ayre y vista que la otra», concluyendo que «la media naranja la podía elevar un poco». Probablemente lo que se añadió no fue un verdadero tambor sino un simple rebanco o pedestal sobre el que levantar la cúpula. Por ello pocos días después las obras eran visuradas y los expertos allaron en el rebanco del anillo de la media naranja, tres palmos de elevasion mas alto que en el perfil de lo que es preciso y necesario para la hermosura, lo que no es daño, y es en garbosidad de dicha obra en la media naranja, por motivo de formarse aquella, se puede formar sin el menor reselo.

Esa ausencia de recelo no era recomendable a los arquitectos. A finales de junio de 1739, «despues de cubierto todo el cruzero y tejado con el arco abozinado, y estar la media naranja con su linterna y definicion hecho, faltando solo el perficionar y concluir el assiento de las tejas a la media naranja, y concluirla, y luicirla por dentro, sucedió el caerse toda la obra del presbiterio». A diferencia del hundimiento de la cúpula de Oliva, el de Castellón se produjo no cuando la obra ya estaba finalizada, sino durante el proceso de construcción, probablemente eso era lo más habitual, así había sucedido en el templo de las Escuelas Pías de Gandía en 1634,

el dia de la fundacion del colegio estando predicando en nuestra iglesia se cayeron los carcañoles del edificio de la Iglesia nueva que se va edificando, los quales por defecto de los oficiales ivan mal travados [...] Tuvieron a todos este caso por milagroso, pues se cayeron sin hazer daño a persona alguna, fuera mucho mayor la ruina despues de edificada la media naranja enzima de nosotros.

Si en Gandía la obra había fallado por las pechinas incluso antes de cargar la cúpula, en Castellón, como después se recordaría en el pleito, la primera parte en caer no fue la cúpula sino el presbiterio, fue por ello que entonces la fábrica se dirigió a Laviesca y este desde Sevilla se hizo cargo a través de sus representantes, de construir un muro bajo el arco toral para impedir el avance de la ruina. Unos y otros no se ponían de acuerdo en torno a la continuación discutiendo en torno a la altura añadida, 17 palmos de más, y al motivo del hundimiento del presbiterio, si este era la carga añadida a la cúpula o la manera defectuosa de trabajar los cimientos y por tanto dirimir si la responsabilidad era del maestro que había trazado y dirigido las primeras fases de la obra o de la fábrica que la había modificado. Mientras se sucedían las declaraciones y nadie reparaba lo caído, finalmente en otoño de 1741 las lluvias acabaron provocando el derrumbe total de la cúpula. Es así como se reanuda el largo pleito en el que vamos descubriendo la intrahistoria de muchas de estas construcciones. Al parecer los derrumbes, las pruebas y tanteos erróneos eran frecuentes, y siempre eran los maestros los encargados de asumir el coste de la reparación, así se citan derrumbes parciales en los templos de Alcalà de Xivert, Villanueva de Alcolea, Lucena, Peñíscola o Calaceite. A pesar del debate sobre los materiales utilizados, la manera de colocarlos en la obra y la viabilidad o no de las trazas iniciales, son las opiniones de José Herrero, Vicente Llorens y Juan León, las que nos ponen en razón sobre la dificultad del análisis estructural de las estructuras históricas: Herrero afirma que «la mayor o menor estabilidad de las obras, no consiste tanto, en lo más o menos grueso de paredes, si en lo suficiente y correspondiente a ellas, y en la buena o mala calidad de los materiales y modo de trabajarlos», Vicente Llorens dice que «la habilidad del artífice no le sigue a más o menos creciese de paredes que sirvan de estribos, pues hay muchos modos de asegurar una fabrica atendiendo que los materiales sean suficientes y la obra bien trabajada», de la misma opinión es Juan León, que afirma que «la fortaleza o falsedad de cualquier fábrica no tanto consiste en la gordaria de sus paredes y estribos, quanto en la bondad de los materiales y bien trabaxado de la obra». Los maestros valencianos contestan a los locales que esgrimían como causa de la ruina las reducidas dimensiones de los muros que ya habían provocado recelos en los García nada más asumir las obras, pero los expertos insisten en que los muros eran los suficientemente gruesos siempre que estuviesen ejecutados de la manera correcta. Estos maestros, frente a la opinion de los obreros locales, son unánimes en declarar que el grosor de los muros no puede ser la única variable a tener en cuenta a la hora de dictaminar si una obra es segura. En otro dictamen coinciden, ha sido el añadido en altura el que ha hecho flaquear la cúpula, Herrero afirma que «cargar más peso en una qualquier obra, del que hizo concepto el maestro que la planteó, puede destruhir arruhynar

dicha obra» y que la mayor elevación ha sido la causa de la caída, lo mismo dice Vicente Llorens, recordando que la mayor elevación es evidente riesgo para la obra, y Juan León, que «haviendole el director de la primitiva planta dado a las paredes y estribos aquella resistencia precisa para sostener media naranja y linterna, con la elevación que demostró en su planta, no la dio para la mayor elevación manifestada en el segundo perfil». Algo parecido manifiesta Cristóbal Herrero señalando que en la segunda traza «se demuestra la media naranja con su cupula y linterna mucho más elevada», «el primer director dio a su planta fortaleza para sostener media naranja y linterna correspondientes a dicha su planta, y no para la mayor elevación que presenta la segunda». El dictamen de los maestros valencianos en Castellón es relativamente rotundo, al menos en lo que respecta al peligro de añadir altura a una obra ya comenzada, sin embargo en el caso de Oliva, donde se había desaconsejado la construcción del tambor, las causas del hundimiento son menos evidentes, y más que una circunstancia, nos encontramos con un cúmulo de ellas: Y en quanto a las causas que han ocasionado la ruina de la fábrica, comprenden ser muchas, en espesial haverse construido los quatro arcos torales, carcañoles o pechinas sin el orden del arte y la mejor práctica, añadiendo a éstas no haverse husado materiales correspondientes y selectos, que pide este género de fábricas; no aver hecho las morulas o sus pensiones de el trabaxo de esta obra… los tiempos proporsionados para la condensación correspondiente de los materiales…, excesivo peso de el simborio, por haberle dado más grueso del correspondiente, excesiva elevación de las paredes de el cuerpo de la iglesia, brazos de el crucero, presbiterio, estrivos y elevación de los callisos, por aver… a nivel y no a dos haguas23.

En Castellón no fue hasta 1752 que la administración decidió construir un nuevo presbiterio y encargarlo a Juan de Rojas, famoso fundamentalmente como matemático e ingeniero hidráulico, conocimientos nada banales si tenemos en cuenta que el santuario se levantaba – y se levanta todavía – en un terreno pantanoso rodeado de cultivos de arroz. Dejando de lado la descripción del proyecto, caracterizado porque plantea un tambor circular, para nosotros es extremadamente importante la sugerencia que hace Rojas de rebajar la vertiente del tejado de la nave, que considera demasiado inclinado, lo que le permitirá levantar un tambor también más bajo, ya que «si queda proporcionada y hermosa por lo exterior no puede ser por lo interior, cuya circunstancias sola, es reparable». En el caso de Rojas planea un tambor más bajo, no tanto para evitar cargar más peso – al menos no es eso lo que dice –, sino para conseguir una armonía entre la esbeltez del perfil exterior y la visión de la cúpula desde el interior del templo. Como sabemos bien esa es una de las grandes disyuntivas a la que se enfrentan los constructores de cúpulas desde el quattrocento italiano, muchas veces resuelta con una cúpula de doble casco en la que entre la bóveda interior y la calota exterior existe una considerable distancia. El proyecto de Rojas suscitó un durísimo informe crítico de otro arquitecto, Juan José Nadal, que presentó un proyecto alternativo que se caracterizaba por carecer de crucero24. Pero aunque el proyecto teóricamente aceptado fue el de Rojas, lo finalmente realizado distó mucho de aquel proyecto inicial.

El fruto del miedo y el resultado de la ambición La cúpula finalmente construida en el santuario del Lledó, como la que finalmente se levantó en Oliva, pueden ser consideradas cúpulas fallidas, finalmente levantadas sobre breves rebancos, sin linterna, más que de la ambición, son cúpulas fruto del miedo. El miedo a levantar los tambores no se limitó ni mucho menos al ámbito valenciano. Fue precisamente un franciscano valenciano, fray Francisco Cabezas, el que fue llamado para construir la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid, sus trazas, de 1762, se impusieron sobre las del arquitecto académico Ventura Rodríguez, que ese mismo año informó de que «recientemente se han visto casos de iglesias acabadas de hacer que se han arruinado enteramente y en los mismos no ha estado la falta en la idea, que es lo que se presenta en los diseños, sino en la construcción». En 1768, la misma Academia que había elegido el proyecto de Cabezas consideró que los pilares y muros no aguantarían el peso de la cúpula y propusieron el cambio a las trazas propuestas por Ventura Rodríguez. Las obras no se reiniciaron hasta después de la muerte de Cabezas y fueron terminadas por Antonio Plo y Miguel Fernandez, encargándose Sabatini de la fachada. Plo fue el encargado de eliminar el elevado tambor dando como resultado otra de esas arquitecturas frustradas fruto del miedo25. Pero esta narración no debería dejarnos la sensación de que todos los proyectos fueron fallidos. A lo largo del siglo XVIII se levantan en la ciudad de Valencia y en algunas poblaciones vecinas una serie no muy larga de cúpulas caracterizadas por altísimos tambores octogonales, tambores que claramente tendían a las mismas proporciones que el cimborrio de la catedral. De la misma manera que el cimborrio valenciano presenta un modelo claramente alternativo y casi único en comparación a sus parientes aragoneses, estas cúpulas presentan unas proporciones que casi únicamente podemos encontrar en Valencia. Entre ellas se encuentra la cúpula de la iglesia de Santo Tomás de Valencia, antigua iglesia del Oratorio de San Felipe Neri (1727-33) o la de la iglesia de San Sebastián, antiguo convento de Mínimos de San Francisco de Paula (1726-39). Su estudio apenas se ha iniciado, no conocemos por ahora importantes masas documentales pero sin duda solamente se explican por el profundo conocimiento del funcionamiento estructural del cimborrio de la catedral. En ambas se documenta o intuye la presencia del matemático Tomás Vicente Tosca y su discípulo José Cardona y Pertusa, podriámos hablar de ellas como «las cúpulas de los novatores». Sin duda generaron una oleada de imitaciones, y en algunos casos esas atrevidas imitaciones, como fue el caso de la de Oliva, no soportaron su peso. En el caso de Cardona y Pertusa y la intuida presencia de Tosca, no hay que olvidar el detallado estudio del funcionamiento del cimborrio de la catedral que el oratoriano hizo en su tratado, había dado la traza de su montea y había alabado que se mantuviese «con su propio peso, sin más estrivos». Sin duda estas cúpulas, aquellas que lograron vencer el miedo y la ley de la gravedad supieron levantarse sin estribos igual que el cimborrio e imitar sus proporciones.

NOTE

* Esta investigación está incluida en el proyecto de investigación “Ecos culturales artísticos y arquitectónicos entre Valencia y el Mediterráneo en Epoca Moderna” (HAR2014-54751-P). 1 El pleito se extiende durante 11 años y consta de casi 700 folios, A(rchivo) R(eino) V(alencia), E(scribanías) C(ámara), 1740, Ex. 36. Todos los entrecomillados en los que no se hace constar lo contrario, proceden de ese documento. 2 A. RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, Joaquín de Churriguera y la primera cúpula de la Catedral Nueva de Salamanca, en Homenaje al profesor Martín González, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1995, pp. 249-254. 3 A. FAUS PRIETO, Los terremotos de 1748 en el antiguo Reino de Valencia. Documentos de base y notas para su estudio, en «Cuadernos de Geografía», 45, 1989, pp. 35-50. 4 A. ALBEROLA ROMÁ, Terremotos, memoria y miedo en la Valencia de la Edad Moderna, en «Estudis: Revsita de historia moderna», 38, 2012, pp. 55-75. 5 Documento reproducido en J. M. FRANCÉS CAMÚS, Historia de la Basílica de Lledó, Universitat Jaume I, Castellón, 1999, doc. 40, pp. 596-597. 6 J. BÉRCHEZ, M. GÓMEZ-FERRER, La Seo de Xàtiva: historia, imágenes y realidades, Valencia, Generalitat Valenciana, 2008, p. 181. 7 Sobre la evolución de las cúpulas valencianas, Y. GIL SAURA, Recorrido histórico por las cúpulas valencianas. Siglos XVI-XVIII, en Las cúpulas azules de la Comunidad Valenciana, Valencia, Generalitat Valenciana, 2006. 8 Sobre esta cúpula, con bibliografía anterior, véase ahora, J. BÉRCHEZ, M. GÓMEZ-FERRER, El Real Colegio del Corpus Christi o del Patriarca de Valencia desde el espejo de su arquitectura, en Una religiosa urbanidad. San Juan de Ribera y el Colegio del Patriarca en la cultura arquitectónica de su tiempo, Valencia, Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, 2013, pp. 29-49 9 A. BUSTAMANTE, F. MARÍAS, La sombra de la cúpula del Escorial, en «Fragmentos», 4-5, 1985, pp. 47-64. 10 M. GÓMEZ-FERRER, La arquitectura jesuítica en Valencia. Estado de la cuestión, en La arquitectura jesuítica, actas del simposio internacional (Zaragoza 9-11 diciembre 2010), eds. A. Zamora, J. Ibañez Fernández, J. Criado Mainar, Zaragoza, IFC, 2012, pp. 355-392. 11 Sobre la parroquial de Líria, L. ARCINIEGA GARCÍA,

Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora: Heroica arquitectura del clasicismo y el barroco, en Llíria. Historia, geografía y arte. Nuestro pasado y presente, 2 vols., Valencia, Universitat de València, 2011, II, pp. 263-298. 12 M. G. D’AMELIO, La cupola della chiesa del Santissimo Nome di Gesù a Roma, en Lo specchio del cielo. Forme significati tecniche e funzioni della cupola dal Pantheon al Novecento, a cura di C. Conforti, Milano, Electa, 1997, pp. 191-201. La cúpula de la Casa Profesa de Valencia sabemos que era una bóveda peraltada con ocho nervios resaltados, ese tipo de nervios también aparecen en el Gesú, se trata delle costole objeto de un arduo debate en torno a su función estructural cuando se decide eliminarlos para pintar la cúpula. 13 Sobre esta reparación, J. SANCHIS Y SIVERA, La catedral de Valencia, Valencia, Vives Mora, 1909, pp. 196-197. 14 F. PINGARRÓN, La iglesia arciprestal de Nuestra Señora de los angeles de Chelva y el contrato en 1676 de finalización de su fábrica por el artífice Juan Bautista Pérez Castiel, en «Archivo de Arte Valenciano», 70, 1989, pp. 33-47. 15 T. V. TOSCA, Tratado de la montea y cortes de cantería. Segunda Impression corregida, Madrid, Imprenta de Antonio Mar, 1727, p. 244. La primera edición es la valenciana de 1712. 16 Una historia completa del edificio y la transcripcón de los documentos en F. COTS MORATÓ, Estudio histórico-artístico del templo de Santa María la Mayor de Oliva, Oliva, Ayuntamiento de Oliva, 1989, doc. VIII, p. 171. 17 Sobre este templo véase ahora, con bibliografía anterior, M. GÓMEZ-FERRER, La iglesia del colegioseminario de San Pío V de Valencia, en «Ars Longa», 21, 2012, pp. 309-325. 18 F. IBORRA BERNAD, ¿Cúpulas o cimborrios? Las medias naranjas con nervios y lunetos en la arquitectura española del siglo XVIII, en Actas del Octavo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, (Madrid, 9-12 octubre 2013), eds. S. Huerta y F. Lopez Ulloa, 2 vols., Madrid, Instituto Juan de Herrera, 2013, pp. 503-512. 19 J. BÉRCHEZ, Los comienzos de la arquitectura académica en Valencia: Antonio Gilabert, Valencia, Federico Domenech, 1987, pp. 45-76. 20 Reproducida por primera vez por J. M. FRANCES CAMÚS, Juan José Nadal, constructor de l’arxiprestal

de Vila-Real, en «Butlletí del Centre d’Estudis de la Plana», 1, 1985. 21 La más completa historia del santuario en J. M. FRANCÉS CAMÚS, Historia de la basílica de Lledó, Castellón, Diputació de Castelló, 2005. 22 Sobre Laviesca véase Y. GIL SAURA, Pedro Juan Laviesca de la Torre, un arquitecto itinerante en la España del siglo XVIII, en Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, U.A.M., vol. XI, 1999, pp. 169-184.

23

D. M. NAVARRO CATALÁN, La iglesia de las Escuelas Pías de Gandía: desarrollo constructivo y ornamental, en «Imafronte», 23, 2014, pp. 51-65. 24 F. COTS MORATÓ, Estudio histórico-artístico..., cit., Doc. XI. 25 Reproducida por primera vez por J. M. FRANCES CAMÚS, Juan José Nadal..., cit. 26 V. GARCÍA ROS, Ventura Rodríguez versus Fray Francisco Cabezas, arquitecto valenciano, en «Saitabi», XLV, 1995, pp. 169-189.

ABSTRACTS

At the Root of Consultations: The Relationship Between Theory and Practice in the Debate on Domes in Italy in the Early Modern Period (15th and 16th Centuries) Stefano Piazza In the context of the architectural debate that raged in Italy between the 15th and 16th centuries, the issue of how to cover groined vaults in church architecture led to the progressive spread of vaults with extrados on a tall drum: these were considered to be the symbolically and formally most significant, as well as the structurally most challenging feature of the new architecture. The present study focuses on the difficult relationship between the new theory of antiquestyle architecture and coeval construction experiences. At least up until the publication of the treaty by Vincenzo Scamozzi in 1615, the theoretical debate not only almost made no mention of these new structural models and needs, but was actually ridden with cultural biases toward established construction practices, such as the use of the pointed arch, dome cladding and collar beams, often providing misleading and, in some cases, implausible models. At construction sites the debate was much livelier as it was driven by experts who were able to blend the new formal styles with traditional building practices and experimental approaches. Building domes and, more generally, balancing thrust forces continued to be regarded as an experimental art based almost entirely on work in construction yards, the only places where it was possible to advance and consolidate building expertise, through successes and failures. A key role in such complex and delicate architectural creations was played by the exempla of successful works—which led to a vast circulation of ideas—and by the consultation of those who had gained experience in building endeavours and were often at the centre of dialectic debates on the occasion of collective consultations convened by contractors. Carlo Fontana was the first Italian architect to attempt to fill this blatant divide between theory and practice in his ambitious work Il tempio Vaticano e sua Origine (1694), achieving the goal that he had set out to reach only in part.

Collective Consultations in Sicilian Architecture Between the 16th and 17th Century Marco Rosario Nobile This paper examines the case of “consultations” on matters of constructive nature in Sicilian architecture between the 16th and 17th century, drawing on the documentation till now known. What emerges from the comparison of a number of documents is the continuity of certain formulas, as in the estimation of construction costs, while differences are evident in consulting. There are therefore construction sites (e.g., that of the Mother church of Piazza) where the process is the usual while there are others where it either appears more discontinuous or it es-

tablishes itself with the passage of time (for example, the Cathedral of Agrigento). During the 17th century, they also felt a gap between expert reports entrusted to architects and those compiled by master builders with a more careful attention to static and constructive topics.

The Difficult Construction of the New Church of San Martino delle Scale Abbey: Contrasts, Testimonies, Expert Reports Emanuela Garofalo In 1561, the Benedictine Abbey of San Martino delle Scale, near Palermo, began the construction of a new church, completed and inaugurated only in 1602. The varied papers contained in the archival records reveal the main steps of the tormented building process, developed in several stages which see the succession of different partnerships of master builders at the lead of the building site. Testimonies, memorials and reports presented and discussed between 1576 and 1598 in legal litigations brought by the monks against the master builders offer interesting ideas for a broader reflection on the subject of the expertise. Within a little more than twenty years, the different nature of the disagreements and problems arisen during the construction led to requests and processing of expert reports. These were of a different nature, both for the causes and purposes, and for the evaluation methods applied. First of all, evaluations and the related measurements, essentially aiming to obtain quantitative data, affected the work of the master builder Paolino Gagio and his partners. In the subsequent stage of the construction work, entrusted to the master builders Paolo Conforto and Francesco Ciaramitaro, more complex opinions were drawn up, mainly focusing on technical issues and supported by more in-depth analyses of the buildings, essentially based on careful observation of the same.

Lights and Shadows in Some Valencian Domes of Modern Times. About the Building of Lanterns in Domes Mercedes Gómez-Ferrer Building domes in the Valencia area (Spain) from the late 16th century onwards was a tough task which gave rise to harsh debates due to the technical difficulties for the architects of the time. The works usually slowed down, the assemblies and parliaments which had to make decisions lasted for years, the debates were very intense. Among other problems, we will focus specifically upon one which seemed to be fundamental at the time: the construction of lanterns on the top of domes. The principle issue was whether to build a lantern that could give light to the interior, or to build a lantern visible from the outside but without communication with the interior of the church. Problems related to the weight of the structures and to the stresses were pointed out. We will take into account some examples regarding specific domes such as those of the Patriarca College (1599), the Jesuit church (1629), the Ara Christi Carthussian church (1631), San Miguel de los Reyes or Lliria church, and the dome of the Desamparados Basilica (1653).

«Non poteva patir la chiesa». Expert Opinions and Conflicts Regarding the Cupola of the Roman Church of the Santissimo Nome di Gesù Tommaso Manfredi The Roman church of Santissimo Nome di Gesù constitutes a bedrock of the architectural and artistic historiography of the 16th and 17th centuries. In particular, the complex events regarding the realization of the 17th-century interior decoration, such as the question of whether to remove the Cupola ribs in order to have a smooth surface to fresco or not, have led to numerous studies, including some related to the 1672 intervention by the Jesuits, rectors of the church, and the Farnese family, the Church patrons. The author, who has recently published a study which re-examines the interior decoration of the Gesù, takes this occasion to examine the question of the technical surveys of the cupola, setting them into this new historical and critical context. This allows him to thoroughly investigate the roles played by Gian Lorenzo Bernini, Carlo Rainaldi and Carlo Fontana in the 17th-century events.

«Per non dar moto alle fabbriche»: The Royal Engineer Scipione Basta and the Construction of the Roan Chapel of the Cathedral of Monreale Maurizio Vesco Royal Engineer Scipione Basta is a personality still largely to be investigated but who seems to portend a specific expertise in techno-constructive issues and in particular in structural reinforcement. In December 1686, the Viceroyal Government entrusted him with the technical report on some delicate constructive aspects of the project of architect Fra Giovanni da Monreale for the chapel which Archbishop Roano had commissioned for the cathedral. Due to the particular configuration of the building to be constructed – a domed octagonal chapel built on a vaulted alley to allow the passage of the pre-existing public street – the engineer dictated a number of requirements in order to ensure not only the firmness of the building, but also that the thrusting elements of the new structure (arches, vaults and dome) with their stresses would not cause damage to the ancient Norman cathedral and in particular to its precious mosaic decorations.

Constructive Knowledge in the Republic of Genoa: The Vaulted Roofs of the Loggia di Banchi (1589) and of the Halls of the Palazzo Ducale (1778) Anna Boato The present contribution examines two Genoese case studies: the de novo construction of the Loggia dei Mercanti (or Loggia di Banchi) in the second half of the 15th century and the reconstruction of the Halls of Maggior Consiglio and Minor Consiglio in the Palazzo Ducale, whose coverings were destroyed by a fire in 1777. These are public buildings, designed and built by the government of the Republic, and their construction brought about a lively debate about the best solution for the covering and its support structures. The essay

provides an overview on the historical events (most of which are already well known), focusing on the aspects that are closely connected to the topic of the volume. In its conclusion, the study seeks to address the following questions: Who did the Senate of the Republic consult when having to make decisions about constructions that were the cause of much doubt? Have the characteristics of “experts” changed throughout the years? And, if so, how?

What Are the Ways to Argue in a Construction Debate? A Technical Controversy in Bédoin (Vaucluse, France) Around 1730 Philippe Bernardi, Robert Carvais Our paper is based on the analysis of an unpublished report, dated around 1730 and titled “Report helping to prove that the church of Bédoin must not be covered as it is planned in the specifications”, and of the reverse position established in a “factum in response”. Through the dispute between the architect-contractor Pierre Thibault (1684-1763) and the engineer-architect Antoine d’Alleman (1679-1760), we can notice the opposition of two conceptions of architecture: the new versus the old, ars versus science. The excuse of the confrontation is the building of the vault of the new church in the Provencal city of Bédoin (Vaucluse), initially planned in stone covered by a stoned paving and that the contractor would have built in plaster covered with a wooden carpentry. In this paper, we would like to analyze the kind of proofs each party argues to the other. On which arguments are the discourses of the two architects based? What does this dispute reveal about their culture and their conception of architecture? Beyond its theoretical aspect, this debate could be appreciated in relation to practical aspects thanks to the huge written documentation discovered about the building site and the assessment of the church today. This research approach anchors the two protagonists’ statements in the economic, social and technical reality of a specific site.

Fear of Raising the Domes in 18th-Century Valencian Architecture: Drums Yolanda Gil Saura Throughout the 17th and 18th centuries Valencian architecture devoted special efforts to raising the crossing domes of temples. One of the most contentious points of these domes, where all efforts were concentrated, was the drum. Landslides occurred, the most important of which was the collapse of the Church of Oliva (Valencia) in 1755 that spread fear to lift too high domes. The article analyzes some of these landslides and different ways of articulating these drums, in the medieval manner, the polygonal one - drawing in the cimborrio of the cathedral of Valencia or like circular drums - as they had been at the Monastery of El Escorial and the College Church of Corpus Christi (Valencia). Fear of its downfall originated innovative solutions as domes with lunettes that plucked directly from the ring and allowed to open windows without real drums or reinforcement systems with iron rings, or overlapping nerves of stone and brick.

Surveys on the Stability of Domes and Bell Towers in Central and Eastern Sicily in the Second Half of the Eighteenth Century Domenica Sutera The essay analyses critical events involving domes and bell towers in Sicily in the second half of the eighteenth century and specifically those of the mother churches of Ragusa, Piazza Armerina and Caltagirone. It will examine the ex novo plans and the surveys conducted by Francesco Battaglia, an architect from Catania, on issues relating to the static behaviour of suspended structures, such as domes and vaults, or of tall, isolated structures, such as bell towers, of which the architect provided solutions for their fortification and security. Several technical reports, some of which never published before, were drawn up by Battaglia in the second half of the eighteenth century. Some of these were a response to other surveys by renowned professionals both of the past, such as Francesco Buonamici, and of his time, such as Andrea Gigante and Salvatore Attinelli, thus testifying to a rich body of knowledge transmitted by Sicilian builders and to the extraordinary building mastery of this architect from Catania who was student and collaborator of Giovanbattista Vaccarini. His expertise in the stability of buildings was a unique mix of technical experience and of the knowledge of materials and treaties. A comparison and contrast of these surveys, set against a backdrop of fierce professional competition, reveals a diverse body of building knowledge and expertise that is to a certain extent closely linked to the local context.

Two Reports of Andrea Gigante About Arched Stone Bridges in Sicily (1776) Antonella Armetta Two reports of the architect Andrea Gigante (1731-1787), born in Trapani, kept at the State Archives of Palermo, in the Trabia archive, allow us to decipher the operating methods and the terminology with which an 18th-century architect identified the most common risks and causes of the collapses of arched stone bridges and proposed solutions to recover or replace existing structures. This substantial part of Andrea Gigante’s activities has not yet been investigated. The collapse of bridges, as it can be argued, is linked to sudden floods and the collapse of the pillars or abutment. These elements are closely related to the quality of the foundations and to the thrust of the arches, which can have different geometries, more or less lowered, more or less pushing. The two reports of Andrea Gigante give partial information, but they are certainly useful to decipher the thought of the architect and the technical knowledge and practices for the construction of bridges in the 18th century.

Finito di stampare nel mese di novembre 2015 presso la tipografia Priulla srl - Palermo

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