El Marquesado

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Descripción

El Marquesado: un estudio de caso para entender mejor la esclavitud en el San Salvador colonial. José Alfredo Ramírez Fuentes Universidad de El Salvador Muy buen día a todos los presentes, me alegra mucho estar en presencia de colegas y amigos que se interesan por un periodo de la historia de nuestra América Latina que es importante y formativo: la colonia. Este periodo es un antecedente obligado para entender nuestras sociedades de hoy. Es de mi especial interés rescatar ciertas historias que apasionan por su peculiaridad, pero también me interesa aportar a un debate historiográfico en boga: ¿Por qué en El Salvador de inicios del siglo XXI sabemos tan poco sobre la población africana y afrodescendiente que ha poblado y sigue poblando nuestro país? No solo sabemos poco sobre este tema, también sabemos poco sobre toda la historia de El Salvador. Y es que el estudio profesional del pasado en El Salvador cuenta con poco más de una década y son varios los temas de suma importancia, no solo eso, temas como el gobierno colonial, la vida cotidiana, las estrategias de resistencia, los estamentos, la economía colonial y muchos otros no se pueden comprender aislados y deben de abordarse en conjunto. 1 Recientemente cuando se habla del tema afro en El Salvador se ha dado por llamarle el “tema olvidado”, ignorando que hay muchas vetas de investigación que también están olvidadas y necesitan de nuestra atención. Lo más importante no es decir que está olvidado, o que la historiografía tradicional lo ha ocultado, sino hacer algo al respecto. Hay que establecer agendas de investigación consistentes y de largo alcance que nos ayuden a comprender la actualidad a partir de dinámicas históricas rescatadas de los archivos y que nos informan sobre quienes somos hoy. Todo el potencial de mis maestros, colegas y alumnos se desperdiciaría si

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Al hablar de la década de estudios profesionales nos referimos a la carrera de historia en la Universidad de El Salvador y en la Universidad Tecnológica, más no se ignora la fundación y trabajo del Instituto de Investigaciones Históricas, Antropológicas y Arqueológicas de la Universidad de El Salvador, algunas publicaciones de la Academia de la Historia y los trabajos pioneros de extranjeros y nacionales como Thomas Anderson, David Browning y Héctor Lindo-Fuentes.

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no comprendemos la necesidad de dejar de quejarnos públicamente de “temas olvidados en la historiografía salvadoreña” y comenzamos a rescatarlos del olvido. Si hacemos el esfuerzo por ver lo que se ha escrito sobre población africana en la pluma de aquellos que nos han precedido, caeríamos de nuevo en las quejas y los “ojalá” –ojalá alguien lo trabaje, ojalá encontremos archivos– cuando en realidad lo que deberíamos de hacer es investigar para fortalecer lo mucho o poco que se ha hecho. Rodolfo Barón Castro escribió quizá el más famoso libro de historia demográfica salvadoreña, con sus errores y limitantes, así como con su agenda de construcción de la nación, dejó a las futuras generaciones con la idea de que la “raza nacional” era el ser mestizo. 2 Esa visión tal vez fue bien vista por varias décadas y olvidamos como sociedad que dentro del territorio nacional existen las diferencias sociales y culturales. Hoy en día las personas en El Salvador parecen ignorar la presencia y los rasgos africanos que mostramos; así como también ignoran las herencias culturales que identifican nuestra multiculturalidad. Barón Castro, así como muchos otros escritores, 3 parecen exaltar los legados españoles e indígenas que se presentan hasta la actualidad, pero han hecho lo posible por “blanquear” a la sociedad al punto de promover un mestizaje ciego a las diferencias, ciego al color. Aún con las bondades de la unidad nacional, a través de la retórica de una sola raza nacional, el mestizaje ha hecho a los salvadoreños intolerantes a las diferencias y a las expresiones culturales que le parecen “ajenas”. Ojalá nuestras agendas de investigación apunten

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Rodolfo Barón Castro, La Población de El Salvador, (San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 2002). 3 Los historiadores de izquierda como Roque Dalton, Jorge Arias Gómez, Rafael Menjívar Larín, han contribuido a esa visión amparados en el marxismo. Larde y Larín, Barberena, Gavidia, Barón Castro lo han hecho desde una óptica de formación de la nación. Quizá una excepción podría ser Alejandro Dagoberto Marroquín con sus estudios antropológicos de Panchimalco y San Pedro Nonualco.

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a corregir ese error y proporcionen las pruebas y aportes para ser una sociedad más tolerante e inclusiva. 4 Lo que presento a continuación es un estudio de caso, uno que no pretende quedarse en la esfera de lo “peculiar”; pero tampoco aspira a volverse “la” verdad, es solo una muestra de dónde es posible comenzar a tejer una historia más compleja y rica; que además pueda ayudarnos a conocernos mejor como sociedad y a tolerar las diferencias. A la vez, muestra como América Latina guarda más similitudes que el idioma castellano y la religión, pues la diáspora africana fue una realidad y sigue estando aquí. 5 ¿Cómo se relaciona el mestizaje con la esclavitud y la población negra en la provincia de San Salvador a inicios del siglo XVII? Simple: el mito del mestizaje ha moldeado la comprensión que se tiene de la sociedad. Así también, los historiadores –siempre víctimas de su tiempo– han hecho preguntas restringidas sobre el pasado, las cuales no han permitido el análisis de grupos sociales que se pensaron de menor importancia debido a su posición social o a un racismo disfrazado. Afortunadamente, en la actualidad, las preguntas sobre el pasado colonial salvadoreño –y centroamericano– permiten hablar de los africanos llevados a diferentes rincones del mundo y su relación con las sociedades que los recibieron. En el caso salvadoreño se encuentra un evento que llegó a la actualidad en forma de una Relación de Méritos y Servicios,

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El “mito” del mestizaje es una propuesta de Jeff Gould que ayuda a entender no solo el proceso histórico por medio del cual los indígenas se alejaron de su cultura tradicional, sino también la idea de la homogeneidad cultural que las elites impusieron a sus gobernados, ver: Jeffrey Gould, To Die in this Way: Nicaraguan Indians and the Myth of mestizaje, 1880-1965 (Durham: Duke University Press, 1998), 10-11 y Jeffrey Gould y Aldo Lauria, 1932: rebelión en la oscuridad (San Salvador, Museo de la Palabra y la Imagen, 2008) en especial el capítulo 7. 5 Como bien observan Wolfe y Gudmunson, la historia de los africanos en Centroamérica puede ayudar a comprender de mejor forma los distintos caminos de la Diáspora que aún se desconocen: “dadas las experiencias episódicas y regionalmente diversas de los africanos y sus descendientes en América Central, la región ofrece una gama distinta de oportunidades para profundizar nuestro entendimiento del papel que las continuidades e innovaciones culturales han jugado en la formación de identidades diaspóricas.” Lowell Gudmunson y Justin Wolfe, La negritud en Centroamérica: entre razas y raíces, (San José: EUNED, 2012), 5. Este trabajo fue publicado originalmente en inglés: Lowell Gudmunson y Justin Wolfe, Black and Blackness in Central America: Between Race and Place, (Durkham and London: Duke University Press, 2010).

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documento que una vez llegaba al rey le permitía enterarse de eventos que no podía presenciar y que hoy deja conocer las dinámicas coloniales. Los méritos y servicios de Juan Ruiz de Villela En el año de 1635 un viejo soldado español se paró frente a un escribano real en la Ciudad de Santiago de los Caballeros, la capital del Reino de Guatemala, para pedirle al rey que le diera un trabajo digno –en la administración real- que le permitiera vivir en la vejez y la enfermedad. 6 Al momento de su declaración, Joan Ruiz de Gortazar y Villela había sido soldado de la “Armada Real de la Guarda de las Indias” entre los años de 1607 a 1611; además había servido por 3 años como alcalde de Hermandad de la ciudad de San Salvador, encargándose del control de las regiones despobladas de la provincia; y además había cuidado las costas de San Salvador por 3 meses consecutivos entre julio y septiembre de 1624, pues los Holandeses habían amenazado con desembarcar en la zona de la desembocadura del rio Jiboa en más de una ocasión. Esta declaración enviada al rey le permitió obtener la alcaldía de Santo Tomás de Castilla por un año: Por lo qual acatando a lo referido y a los servicios que me aveys hecho y espero me servireys en lo de adelante y por haceros bien y merçed y otras buenas partes y calidades que ay y concurren en vos os nombro por tiempo de un año por mi alcalde mayor del dicho puerto de santo tomas de castilla sus terminos y jurizdicion con la de la costa de vacalar hasta el rio ocon y pueblo de çoyte y de todas las partes de mar y tierra yslas y puerto que tuvo Jurisdicion la justicia mayor del puerto de cavallos que se transfirio al dicho santo thomas de castilla y en los pueblos domasca y amtique de la tierra firme y en las yslas de utilla e yndios toquegua… 7

Sin duda su recompensa fue muy importante para lograr obtener réditos en una sociedad donde el honor era un atributo personal de extrema importancia, ya que a partir de sus méritos y

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Petición de méritos y servicios de Joan Ruiz de Villela, año de 1635 (en adelante Petición de méritos y servicios), Archivo General de Indias, Sevilla, Audiencia de Guatemala. ES.41091.AGI/22.8.7.16//GUATEMALA,125,N.4. Este documento es un extenso expediente que contiene alrededor de 73 folios sin numerar. 7 Petición de méritos y servicios, ES.41091.AGI/22.8.7.16//GUATEMALA,125,N.4

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servicios su esfuerzo era igualmente recompensado. 8 Hay que recordar que la sociedad colonial era una que funcionaba con base a servicios personales, la lealtad de los súbditos y las recompensas del gobernante; de ahí la necesidad de informar a las autoridades con la mayor veracidad –y a veces exageraciones- posibles. Aunque Villela sea un excelente prospecto para el protagonista de una interesante historia de lucha y conquistas coloniales, lo que interesa en este texto es hablar de los supuestos “malos” de la historia, aquellas personas traídas de África para suplir la mano de obra indígena que no podía ser empleada en obrajes de añil, aquellos personajes históricos que hasta hace algunas décadas eran calificados como personas sin historia. La campaña del Marquesado La historia a desarrollar trata de un evento concreto sucedido en diciembre de 1624, cuando la máxima autoridad de la provincia de San Salvador era el alcalde mayor Pedro de Aguilar Lazo de la Vega, quien se embarcó en la misión de destruir un Cimarronaje en la montaña de “El Marquesado”. ¿Dónde quedaba este lugar? De acuerdo a los relatos de la época era una elevación de tierra ubicada entre el volcán que hoy llamamos de San Vicente y el rio Lempa, a una distancia relativamente corta al oriente de los pueblos de Zacatecoluca, Tecoluca y Apastepeque. 9 (Ver mapa 1) Desde principios de la década de 1620 los barcos mercantes de esclavos se encargaban de transportar personas africanas desde las costas occidentales del continente africano hasta el Caribe americano. La esclavitud como institución africana fue conocida por los portugueses desde el siglo XIV, una vez descubierto el nuevo mundo fueron estas embarcaciones europeas 8

Johnson y Rivera aseguran que es imposible definir honor con claridad, pues “el significado de honor es y siempre fue situacional, localizado en un lugar y tiempo específico… [sin embargo] cualquier reivindicación del honor personal o familiar era necesariamente un intento de poner a otros en una posición de inferioridad. ‘[El honor] nunca era seguro, necesitaba reafirmación constante y siempre estaba abierto a los retos.’” Lyman Johnson y Sonya LipsetRivera. The Faces of Honor: Sex, Shame and Violence in Colonial Latin America. (Albuquerque: University of New Mexico Press, 2001), 3-4. 9 Según la historia oficial la actual ciudad de San Vicente fue fundada como pueblo en 1635, por lo que en este relato el pueblo en cuestión no aparece señalado.

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las que aprovecharon sus largos años de relaciones comerciales con los reinos africanos para realizar la travesía en sus insalubres y peligrosos barcos mercantes. Era en ese espacio de tiempo desde su salida de la bahía de Biafra, o las costas de Guinea –en el caso de los esclavos llegados a la provincia de San Salvador a inicios de la década de 1620, estos venían de los reinos de Guinea– hasta su llegada al Caribe o las costas de Brasil, que los habitantes del África se convertían en esclavos, personas arrancadas de su terruño y de sus identidades como seres humanos y convertidas en objetos. 10 Los miembros del cimarronaje del Marquesado llegaron probablemente a algún lugar en el Caribe, desde donde fueron vendidos y reembarcados para ser llevados a los puertos del Caribe Centroamericano o el Pacífico, por ejemplo Acajutla. Una vez en tierra los esclavos eran vendidos a los diferentes productores, comerciantes o funcionarios reales que habitaban la provincia de San Salvador. Los cimarronajes eran comunes en América Latina durante el dominio español. Estos eran poblaciones ilegales creadas por los esclavos que escapaban de sus dueños. Se conocían también como rancherías y estaban incrustadas en las montañas donde la vegetación era espesa y los animales y frutas eran abundantes; y donde además era posible hacer milpas en tierras fértiles que eran fortificadas por los mismos esclavos. 11 Así, por un periodo de cinco años aproximadamente, los esclavos de las haciendas y obrajes de las regiones de Zacatecoluca y

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Mucho se ha escrito sobre la travesía, es decir el espacio de tiempo que los africanos pasaban en los barcos mercantes de portugueses, ingleses y holandeses, ver el ya clásico y esencial: John Thorton, Africa and Africans in the Making of the Atlantic World, 1400-1800, (Cambridge: Cambridge University Press, 1998) y también: George R. Andrews, Afro-Latin America 1800-2000, (Oxford New York: Oxford University Press, 2008); Michael Gómez, Black Crescent: The Experience and Legacy of African Muslims in the Americas, (Cambridge: Cambridge University Press, 2005) y Vincent Brown, The Reaper's Garden: Death and Power in the Atlantic Slavery. (Massachussets: Harvard University Press, 2010). Aunque vale advertir que los esclavos africanos y castellanizados llegaron desde España misma desde el momento del descubrimiento y conquista, ver: Rina Cáceres, “Los silencios en nuestra historia”, en Del Olvido a la memoria: africanos y afromestizos en la historia colonial de Centroamérica, ed. Rina Cáceres (San José: UNESCO, 2008), 9-15. 11 María Cristina Navarrete, “Cimarrones y palenques en las provincias al norte del Nuevo Reino de Granada, siglo XVII”, Fronteras de la Historia, no. 6 (2001), 97-122. El testimonio del alcalde mayor de San Salvador, Pedro Aguilar Lazo de la Vega, confirma estas apreciaciones: Petición de méritos y servicios, ES.41091.AGI/22.8.7.16//GUATEMALA,125,N.4

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Apastepeque había estado escapando de sus dueños. De acuerdo a Pedro de Aguilar, los esclavos realizaban “Juntas” en diferentes propiedades de la zona y después de estas reuniones, que podían llegar a aglutinar hasta 100 esclavos y esclavas escapadas, otros esclavos iban uniéndose a estos grupos de cimarrones. Los más propensos a estos escapes eran los africanos recién llegados, los cuáles una vez superado el trauma del viaje y haber logrado construir nuevos pero tenues lazos sociales, se arriesgaban a abandonar una vida privada de libertad. Estos recién llegados llamados “negros bozales” por las autoridades españolas no eran aún leales a sus amos, ni tampoco estaban aculturizados por lo que eran más propensos a escapar. El actual departamento de Usulután es hogar de tres municipios bellos por su ubicación y clima: Berlín, Alegría y Santiago de María, las tres ciudades están ubicadas sobre una elevación conocida como la Sierra Tecapa-Chinameca. Hace cuatrocientos años esta Sierra ya estaba formada y era un espacio que las autoridades españoles nunca tuvieron bajo control. Es por esa razón que el alcalde Pedro de Aguilar le designó al alférez Juan Ruiz de Villela la misión de no solo destruir el cimarronaje del Marquesado, sino también, evitar que los cimarrones lograran atravesar el rio Lempa e internarse en el volcán Tecapa del cual sería imposible sacarlos debido a sus atributos naturales, los cuales eran ideales para crear un poblado ilegal y permanente. (Ver mapa 2) Teniendo claro el miedo que las autoridades y habitantes españoles sentían ante la amenaza que representaba el cimarronaje, es posible comprender como el alcalde mayor Pedro de Aguilar Lazo de la Vega se vio en la necesidad de atacar militarmente esta población ilegal. De acuerdo a los pobladores de Apastepeque, Zacatecoluca y Tecoluca los esclavos no solo se habían escapado y formado el cimarronaje, sino que también habían convocado a un alzamiento para matar a sus antiguos amos. El líder del alzamiento era Anton Largo, quien fuera esclavo de

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Diego Martín del Cerro el Viejo. Como todo evento que involucra a grupos numerosos de población, los españoles no podían comprender una forma de organización que no contara con un líder, un caudillo, que guiara la acción. Aunque no exista mayor detalle de Anton, se puede deducir que era bien conocido en la zona y que las personas habían sido capaces de identificarlo, más no es seguro que un alzamiento –de haber existido tal plan– necesitara de una caudillo, esto responde más a la mentalidad europea de la época donde los hechos se explicaban gracias a la acción de líderes, “grandes hombres”, que motivaban la movilización. Pero es necesario observar que las redes sociales o de solidaridad de los esclavos pudieron ser más complejas que la simple guía de un líder ¿Cuáles eran las motivaciones de los africanos para rebelarse? Sin duda eran más fuertes que la violencia pura; era cuestión de vida o muerte, libertad o esclavitud y sin conocer detalles sobre la vida y sociedades africanas no es posible asegurar o negar un liderazgo del movimiento. Queda pues, la versión del vencedor, en este caso la del alcalde mayor. 12 Pues bien, las acciones de los españoles para destruir el cimarronaje del Marquesado inician cuando el alférez Juan Ruiz de Gortazar y Villela asume su papel de líder de las tropas de infantería reclutadas por él mismo. Contaba con quince o dieciséis soldados españoles de a pie, que eran completados por un número impreciso de mulatos libres –afrodescendientes de padres africanos e indígenas– y cierta cantidad de “indios flecheros”. El por qué se eligió a Juan Ruiz como líder de la milicia encargada de combatir a los negros cimarrones se debe en gran medida a su capacidad al mando de las tropas que protegieron las costas san salvadoreñas de los 12

Emilia Vioti da Costa muestra como la rebelión de esclavos de Demerara –actual Guyana– de 1823, fue atribuida al liderazgo del misionario evangélico John Smith, aunque las motivaciones y acciones de los esclavos fueron más complejas que el simple liderazgo de un hombre. Además recuerda sobre los testimonios de aquellos en el poder y que por lo general son los que crean los documentos que: “las narrativas que los plantadores, misioneros y autoridades reales produjeron expresan las posiciones desde las cuales hablan, su clase, religión, etnicidad, posición social, su género y el papel que cada uno jugó en la sociedad. Tales categorías, sin embargo, son históricamente construidas, no [son] inmutables y esencias primordiales de las que se pueden deducir las ideas y el comportamiento de las personas. Significan cosas diferentes en momentos y lugares diferentes.” Emilia Vioti da Costa, Crowns of Glory, Tears of Blood: The Demerara Slave Rebelion of 1823, (New York y Oxford: Oxford University Press, 1994), xv. (Traducción libre hecha por el autor).

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Holandeses tan solo tres meses antes de estos eventos. Pero también se debía a la reputación que este personaje tenía entre los españoles que vivían en Zacatecoluca y sus alrededores. Según Domingo Bermúdez de la Rocha, amigo de Juan Ruiz de Villela, este último era poseedor de la hacienda la Chacara, en donde brindaba alojamiento para los forasteros o visitantes que necesitaban donde quedarse a su paso por Zacatecoluca. Los huéspedes eran hospedados en la casa de Juan Ruiz y se alimentaban en su mesa, sin duda este personaje era conocido y tenía una posición social de respeto, pues contaba con “criados y esclavos” que le ayudaban a atender a todo el que llegaba. Por lo tanto es posible percibir que Juan Ruiz de Villela era un esclavista como lo eran probablemente los vecinos de Zacatecoluca y San Salvador. Su interés en atrapar a los esclavos escapados respondía, por lo tanto, a un temor personal ya fuera de perder la vida ante los alzados o de perder más esclavos que lograran escapar y se asentaran en los ranchos del Marquesado. Juan Ruiz de Villela había partido a la montaña del Marquesado y el día viernes, 13 de diciembre de 1624 –día de Santa Lucía– envió por ayuda al pueblo de Zacatecoluca a Alonso López. Este soldado comunicó entonces que los negros cimarrones regresaban del rio Lempa hacia la montaña, cuando se toparon con una escuadra de Villela y se enfrentaron dándole muerte a Diego de Oseguera y al indígena Simón Vásquez. Debido a las noticias de este enfrentamiento el día sábado el alcalde Pedro de Aguilar envió desde Tecoluca a Miguel Martínez de Apalategui y esperó más noticias en ese pueblo. Un día después, el domingo 15 de diciembre, el alcalde se movió a la estancia de Agustín de Caravajal, desde donde coordinaba las acciones de la misión militar y esperaba noticias cerca de lo que llamaban la sabana del “Guajoyo”. Otro de los involucrados en los eventos, Luis Méndez Parada, comentaba que el día lunes que alcanzó al

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alcalde en la estancia de Caravajal vio como este envió otro alférez, de nombre Alonso de Montalvo con una escuadra a ayudar a Juan Ruiz de Villela. La propiedad de Agustín de Caravajal se volvió entonces en el centro de las operaciones militares dirigidas por el Alcalde Mayor y Villela, cuando este último llegó a ese lugar el lunes en la noche comentó que no había sido posible ubicar a los esclavos escapados. Al amanecer del martes 17 de diciembre, el Alcalde y Juan Ruiz se encontraron marchando juntos, con la guía de Pedro de Nápoles, hacia la sabana cuando les llegó noticia de que Alonso de Montalvo había encontrado a los negros cimarrones en la montaña. Por esa razón el alcalde Pedro de Aguilar envió a Juan de Cuéllar, quien había llegado de San Salvador con refuerzos por el número de 22 o 23 hombres y varios indios, a auxiliar a Montalvo. De esta forma la montaña del Marquesado quedó rodeada por los soldados españoles y sus oficiales: Montalvo y Cuéllar entraron a la montaña y atacaron desde arriba; Gaspar Cotasalvago junto a unos 6 soldados fue a cuidar la isla de Sebastián Artiaga para que los cimarrones no intentaran escapar ahí; finalmente Juan Ruiz de Villela recorrió la montaña de abajo hacia arriba en sentido contrario de Montalvo para acorralar a los “rebeldes”. La estrategia fue exitosa para los españoles quienes lograron entrar al cimarronaje, donde Luis Méndez, Francisco de León y Francisco Jerez fueron testigos de la captura de 18 negros, uno más murió en el combate. Así mismo cinco o seis cimarrones más, entre ellos una mujer, se arrojaron al rio Lempa tratando de huir y fueron devorados por los lagartos o se ahogaron en su intento de atravesar el rio. Mientras esos eventos sucedían el Alcalde Mayor Pedro de Aguilar recibió al medio día a Pedro Mejía que llevaba a un cimarrón capturado y herido de un brazo. Alrededor de una hora después un mulato le llevó al Alcalde la cabeza de uno de los negros cimarrones, como prueba que enviaba Juan Ruiz de Villela. Finalmente Montalvo y Villela llegaron alrededor de las tres

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de la tarde con los negros capturados ante el alcalde mayor Pedro de Aguilar Lazo de la Vega. El evento terminó cuando el alcalde mayor Pedro de Aguilar mandó a colocar la cabeza del negro cimarrón en una estaca en la plaza pública de Zacatecoluca. Así mismo encarceló a los capturados y luego les hizo justicia a la “usanza de guerra”. En total unas 250 personas, entre españoles, mulatos e indígenas participaron en la campaña del Marquesado. Estas acciones comenta Luis Méndez Parada: Con lo qual avia cesado el coraje que los españoles tenían contra los dichos negros y entonces fueron sacando los dichos negros y recogiendose la gente y todos con los dichos […] alferez Juan ruyz de gortaçar en la manguardia y el dicho alferez alonso de Montalvo componiedo la gente llevaron la presa y victoria al dicho alcalde mayor los negros atados en medio.13 Del Marquesado a la historia de la negritud en El Salvador: reflexiones Trabajos que analizan las estrategias de resistencia de los esclavos africanos en el continente américano –como los cimaronajes– son una novedad en el ámbito salvadoreño, pero a nivel Americano y en especial desde la escuela estadounidense, este es un tema bien estudiado.14 Y es que primero y ante todo es necesario entender que “la historia de los esclavos –como toda la historia humana– fue hecha no solo por lo que les fue hecho a ellos sino también por lo que ellos hicieron por sí mismos.”15 Por eso, este escrito intenta reconstruir alejado de prejuicios occidentales un evento que proclama no la liberación de los esclavos, sino la posibilidad de continuar viviendo como seres humanos y no como posesiones, objetos intercambiables por otros. No se pretende decir que los esclavos fueron castigados por huir, sino demostrar que las sociedades de las que fueron arrancados les habían permitido entenderse como personas que 13

Petición de méritos y servicios, ES.41091.AGI/22.8.7.16//GUATEMALA,125,N.4 Se pueden mencionar al menos tres ejemplos que manejan la idea los esclavos africanos como agentes de su propia historia, aun con las limitantes impuestas por el esclavismo: Ira Berlín, Many Thousands Gone: The First Two Centuries of Slavery in North America (Cambridge y Londres: Harvard University Press, 2003) ; Jane G. Landers, Atlantic Creoles in the Age of Revolutions (Cambridge y Londres: Harvard university Press, 2010) y Goméz, Black Crescent. 15 Berlin, Many Thousands Gone, 2. 14

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sienten y piensan más allá de lo que la misma historia ha querido hacer creer. Es una historia que habla de aquellos quienes tuvieron que “encontrarle significado al terror, la muerte, y el sufrimiento que propiciaron la destrucción de los lazos con la comunidad, el parentesco, en suma, su aniquilación social.” Solo conscientes de esta realidad es posible entender a los esclavos como sujetos de estudio. 16 Ira Berlin también reflexiona sobre la importancia de pensar no solo las sociedades esclavistas, sino pensar a las sociedades con esclavos. Y es que es necesario entender que está sociedad san salvadoreña de inicios del siglo XVII era una sociedad que veía con normalidad tener esclavos. Son sociedades que en apariencia no maltrataban a los esclavos y donde “la línea entre esclavitud y libertad era muy fluida, donde la manumisión era posible y a veces se procuraba.” 17 Pero estas sociedades cualitativamente no diferían mucho de las sociedades donde la producción y las relaciones humanas estaban totalmente influidas por la esclavitud, por la relación amo-esclavo. Es decir, que en sociedades con esclavos el amo siempre puede, debe y quiere demostrar su poder sobre otros. Los esclavistas en sociedades como la San Salvadoreña del siglo XVII, pudieron ejercer un extraordinario grado de brutalidad precisamente porque los esclavos no eran parte esencial de sus negocios. De esa forma la esclavitud era solo una forma más de trabajo ente otras. Pero los esclavistas siempre trataban de mostrar su poder porque “así trataban a todos sus subordinados, sirvientes, deudores, prisioneros de guerra…” 18 y en este caso en particular permitía al esclavista abusar de indígenas de las comunidades, ladinos y mulatos. Entonces ¿Cómo cambia nuestra percepción de la sociedad salvadoreña cuando se piensa en

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Kevin Gaines, "African-American History", en American History Now, Eds. Eric Foner y Lisa McGirr (Philadelphia: Temple University Press, 2011), 404. 17 Berlin, Many Thousands Gone, 8. 18 Berlin, Many Thousands Gone, 8.

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incluir a un grupo humano esclavizado? ¿Cómo podemos comparar la esclavitud con la institución de la encomienda y las reducciones-congregaciones de indios? Hablando de las demostraciones de poder, es posible dirigirse a uno de los eventos del Marquesado que resulta inquietante. Al final del enfrentamiento el alcalde Pedro de Aguilar envía a colocar la cabeza de uno de los cimarrones en la plaza central de Zacatecoluca para dar un ejemplo de lo que podía ocurrirle a cualquiera que desafiara la autoridad que él representaba. De la misma forma Juan Ruiz de Villela realizó una acción que no se mencionó previamente. Una vez terminado el enfrentamiento entre españoles, multaos e indios de un lado y de africanos, por el otro, Villela comentó que regresaron con los presos y con partes de los cuerpos de aquellos rebeldes muertos en batalla: [traje] los mas de ellos vivos y otros muertos y heridos los trage y entregue al dicho vuestro alcalde mayor que hiço justicia de ellos y los quartos de los muertos se pusieron por los caminos para exemplarlos con lo qual dege la tierra quieta y pacifica como des pues aca lo ha estado por el temor grande que causo en los que quedaron servicio tan considerable que a no averse remediado ubiera corrido gran riesgo el perderse una cossa tan considerable como lo es la dha provincia.19 En este párrafo los “quartos de los muertos” se refiere a los cuerpos desmembrados que fueron dejados en los caminos como una forma de advertencia para todos aquellos que retaran al poder español. Este uso de los cadáveres ha sido definida por Brown como Necromancia: “la manipulación de los muertos con el propósito de moldear acciones y eventos […] Al invocar el poder de los muertos, ya sea como una advertencia para los rebeldes, como una fuerza del otro mundo, o como un ejemplo de martirio, los vivos hacen que el embrujado y terrorífico paisaje de la existencia espiritual se manifieste en los conflictos sociales temporales.” 20 De esta forma es posible comprender que para mantener el control de los esclavos, el miedo era una herramienta utilizada constantemente tanto por la iglesia como por las autoridades 19 20

Petición de méritos y servicios, ES.41091.AGI/22.8.7.16//GUATEMALA,125,N.4 Brown, The Reaper's Garden, 130-131.

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coloniales. Pero no se lograba imponer temor sólo por la fuerza bruta, se usaban símbolos como el daño ejercido a los cuerpos sin vida de los esclavos, la cual era una forma de reclamar poder sobre la vida después de la muerte. “Utilizando cuerpos muertos como símbolos, los amos marcaban su territorio con emblemas de su poder que inducían temor" 21 Aunque en su momento no se reflexionara profundamente sobre el significado de los muertos, es lógico suponer que los africanos que presenciaban la ejecución de un esclavo, o el cuerpo sin vida y destrozado de un amigo o familiar, tuvo un impacto importante en las relaciones sociales entre los sí mismos y entre los esclavistas y autoridades reales. Todavía hoy en día (2014) la manipulación de los cuerpos sin vida de los ciudadanos representa una forma de infundir temor en la población, así como también es una declaratoria de poder de parte de aquellos que infringen daño en el cuerpo físico, y también al tejido social. Una vez mencionado el uso de símbolos y la presión del miedo, conviene enfocarse no en los esclavos, sino en los españoles. El miedo es un sentimiento-choque que puede ser provocado por infinidad de estímulos, sin embargo, el miedo ante un peligro inminente puede llegar a causar una angustia desesperante. 22 En este sentido el miedo de los oficiales españoles y de los habitantes de Zacatecoluca, Tecoluca y Apastepeque llevó a que se realizará una acción excesiva. Se pasó del miedo y la angustia a la agresividad, Luis Méndez lo dice claramente: “Con lo qual avia cesado el coraje que los españoles tenían contra los dichos negros”. Y es que no se puede menospreciar a los esclavos africanos solo por su condición social, también los españoles en su cómoda posición en lo alto de la pirámide social tenían temor de perder el control de su espacio y no solo eso, se aprovechaban del temor a lo desconocido para influir en las decisiones de los organismos de gobierno superiores. Por ejemplo Juan Ruiz de Villela a fin

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Brown, The Reaper's Garden, 131. Citando a la antropóloga Katherine Verdery. Jean Delemeau, El miedo en occidente: una ciudad sitiada, siglos XIV-XVIII (Madrid: Taurus, 1989), 27-40.

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de conseguir una recompensa acorde a su ambición advertía a las autoridades locales y al rey mismo que si él no hubiera actuado contra los cimarrones se hubiera perdido la provincia de San Salvador entera.23 Una última reflexión que cabe meditar es referente a la raza. ¿Por qué en la historia de El Salvador no se habla de raza? Si partimos de la idea que la raza es un constructo social, que está delimitado por la idea que en colectivo se tiene de las diferencias biológicas y culturales; las cuales además han sido construidas históricamente, podemos llegar a la conclusión de que se ha ignorado por completo una categoría de análisis importante e imprescindible para entender la historia del país y la sociedad actual. Los salvadoreños creen que las razas son algo ajeno a su sociedad, que dentro del territorio nacional solo existen los salvadoreños y que la raza nacional es el ser mestizo. Pero las personas no son colores, de los cuales los primarios son las esencias de donde se derivan el resto –del rojo y azul surge el morado, o del azul y amarillo, el verde. Las personas que han habitado lo que hoy es El Salvador han transformado sus identidades a partir de sus diferencias con otros grupos humanos, así fue en el periodo precolombino entre mayas y nahuas; también los fue durante el periodo colonial entre los españoles –que tenían sus diferencias marcadas entre sí mismos–, las castas, los indígenas y los africanos. El documento aquí analizado deja claro que los españoles tenían sus jerarquías políticas y sociales bien delimitadas, las cuales les permitían realizar acciones con un rango de libertad amplio delimitado por atributos como el honor, la lealtad, la obediencia y los servicios prestados. Por su parte, los indígenas “flecheros”, solo para citar un ejemplo, gozaban de cierta preferencia por parte de las autoridades pues un país poblado en su mayoría por indígena y castas era peligroso, difícil de mantener en paz. La minoría española recurría entonces al trabajo de los indígenas más leales o confiables. 23

Petición de méritos y servicios, ES.41091.AGI/22.8.7.16//GUATEMALA,125,N.4

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Por su parte los llamados mulatos libres representan también una mezcla de culturas compleja y bastante desconocida histórica e historiográficamente. Se entienden como descendientes de indígenas y africanos, pero no es posible saber la amplia variedad de mezclas, ni tampoco qué papel pudieron jugar la herencia biológica española en ellos. Por su parte los esclavos africanos son vistos en el documento como un peligro enorme para la sociedad colonial, pero eso no coincide con la narrativa dominante de que en El Salvador la historia de los africanos no ha sido relevante. Pero esta aparente contradicción entre hechos históricos e interpretaciones históricas queda solventada al observar que se ha confundido la opinión personal –amparada en los prejuicios racistas de una época determinada del siglo XX– con el análisis histórico actual, a partir del cual se puede observar que los esclavos africanos eran importantes para la sociedad del siglo XVII en San Salvador.

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Pero además, lograron insertarse ellos mismos o sus

descendientes en forma de mulatos libres y de una gran cantidad de mezclas biológicas y culturales en la sociedad receptora, la San Salvadoreña. Lograron también insertarse en el imaginario colectivo de la época, ya fuera como sumisos esclavos o criados, o como una amenaza para el orden reinante. Su presencia tuvo significado y de ahí su innegable importancia para la sociedad San Salvadoreña del siglo XVII. Aún más importante, podría argumentarse que hoy en día su marca está presente en la sociedad salvadoreña de 2014, no es el objetivo de este trabajo demostrar tal afirmación, pero sería irresponsable dejar de señalar que sus rasgos físicos y sus costumbres están esperando por más investigación que las pongan de manifiesto. Una vez

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Barón, La Población de El Salvador, 174-175. Barón Castro parece contradecirse, primero afirma que la población negra fue poca –él estima que llegaron a los 4,000 habitantes como máximo– y que no fueron capaces de perdurar como raza: “mezclábase con éste, perdiendo toda personalidad” pero más adelante afirma: “Cuidaban las autoridades de que tanto los negros como los mismos españoles no desalojaran a los indios de los pueblos donde estos vivían ni les contaminasen sus costumbres. Estas sabias prescripciones, dictadas por un exacto sentido de la realidad, no fueron, sin embargo, estrictamente observadas.” El énfasis es mío.

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se empiece a ver esta herencia de manera clara será un paso importante en la construcción de una sociedad multiétnica más tolerante. Conclusiones Para concluir solo hace falta expresar dos ideas importantes. Una desde el punto de vista teórico y a nivel de grandes narrativas; el segundo a nivel concreto para la zona que se ha trabajado en el presente documento, es decir la zona central del actual El Salvador. Primero es importante hacer referencia al lugar de este trabajo en los estudios de la diáspora africana. Al inicio se mencionó que Wolfe y Gudmonson aprecian la experiencia centroamericana como una que puede enriquecer el conocimiento de la Diáspora; 25 así que a partir de su reflexión es importante decir que la Diáspora le da una dimensión de globalidad a la historia –salvadoreña y mundial– y a esta historia en concreto la sitúa dentro del concierto de movimientos de resistencia que aparecieron por todo el continente americano en general. Y es que el periodo colonial no fue uno de control total, sin retos, fue un periodo frágil que mantenía un orden a base de infundir miedo en las mayorías y mantener el control por las armas. Aunque los esclavos no eran conscientes de la diáspora se intenta desde el presente darle significado y unidad a esa experiencia. De manera tal que los sucesos del Marquesado y sucesos similares en todo el continente nos puede llevar a preguntar: ¿Qué significó la tan vanagloriada “modernidad” para aquellos no-europeos? En el caso de los africanos y sus descendientes significó el reparto en diversos rincones del mundo; y –principalmente en el continente Americano– el ser relegados a las capas más bajas y desposeídas de las sociedades que existían como parte de los imperios español, portugués y más tarde inglés. En el caso del antiguo Reino de Guatemala, las resistencias y alzamientos significan también un matiz importante para comprender los diferentes caminos que tomaron los miembros de la diáspora africana. En el tema 25

Gudmonson y Wolfe, La negritud en Centroamérica: entre razas y raíces, (San José: EUNED, 2012), 5.

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de Centroamérica, casos como el analizado aquí dan testimonio de los límites al control ejercido por las autoridades coloniales. Así como también, demuestra que los esclavos africanos tenían la capacidad de resistir al esclavismo, ya sea huyendo, luchando o sublevándose a la autoridad; pero también en una forma más sutil, fueron capaces de insertarse en la sociedad colonial y sobrevivir a la esclavitud. Por lo tanto, se puede entender que la “esclavitud” fue una forma de dominio del cuerpo pero no de la mente y más aún, los esclavos mismos lograron tener la capacidad de reproducirse y concebir hijos libertos. Estos nuevos descendientes, conocidos como mulatos, lograron insertarse en los grupos sociales de artesanos que fueron esenciales para la vida urbana de los siglos XVIII y XIX en Centroamérica. Algunos de ellos también lograron entrar a las milicias y obtener puestos en los gobiernos nacionales una vez lograda la independencia. En el caso concreto de la zona central de San Salvador en el siglo XVII, los hechos del marquesado pudieron tomar un giro inesperado y tener repercusiones concretas. Durante todo el siglo XVI San Salvador solo tuvo dos ciudades de españoles que controlaba el territorio de la provincia: San Salvador mismo, al occidente del lago de Ilopango; y San Miguel, que marcaba la frontera con la conquista llegada desde Panamá. Sin embargo una tercera ciudad de españoles apareció en 1635. De acuerdo a Larde y Larín San Vicente de Austria y Lorenzana fue fundado por 50 familias españolas cerca del pueblo de indios de Apastepeque. La razón para la fundación era evitar que españoles y mulatos entraran y se avecindaran en los pueblos de indios. 26 Una historia donde los españoles decidían fundar una ciudad en honor a un santo sin mayor sobresalto. Patrones poblacionales para una sociedad en crecimiento, probablemente. Pero no se

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Jorge Lardé y Larín, El Salvador: Historia de sus pueblos villas y ciudades, 2da. ed. (San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 2002), 520. La primera edición de este libro es de la década de 1950.

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debe pecar de ingenuo, el crecimiento poblacional no era razón suficiente para crear una ciudad. Hay que ver un poco más allá de lo “lógico”. Tómese como ejemplo el caso de San Diego de la Gomera, el cual para las décadas de 1630 y 1640 fue convertido de un cimarronaje a una villa de mulatos. 27 Caso similar representaría entonces el Marquesado, ya que 11 años después de los eventos relatados en esta ponencia, las autoridades coloniales conscientes del peligro que representaba una zona poco poblada y sin una ciudad de españoles que la controlara, toma la decisión de fundar San Vicente, al inicio como un pueblo pero rápidamente se convirtió en una villa importante por la producción de añil en la zona. Esta no es una “corazonada” ya José Antonio Fernández y Paul Lokken han señalado la posibilidad de que San Vicente haya sido fundada por mulatos. 28 También resulta interesante que uno de los santos del nuevo poblado haya sido San Benito, conocido santo de color negro. 29 De esta forma es posible apoyar una tesis que plantea que la fundación de San Vicente por familias españoles sea un mito, fue en realidad un pueblo fundado para la reducción de mulatos libres que necesitaban del control de la autoridad real representada por una población fija, la que después pudo haber tomado un perfil más español.

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Paul Lokken, Génesis de una comunidad afro-indígena en Guatemala: la villa de San Diego de la Gomera en el siglo XVII”, en Mesoamérica 50, (enero-diciembre, 2008), 37-65. 28 José Antonio Fernández, Pintando el mundo de azul (San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 2002) y Paul L Lokken. “Mulatos, negros y el mestizaje en las Alcaldías mayores de San Salvador y Sonsonate (siglo XVII)”, en Mestizaje, poder y sociedad: Ensayos de historia colonial de San Salvador y Sonsonate. Compilado por Ana Margarita Gómez y Sajid Herrera (San Salvador: FLACSO, 2003), 3-28. 29 Lardé y Larín, El Salvador, 520.

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Barón Castro, Rodolfo. La población de El Salvador. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 2002. Brown, Vincent. The Reaper's Garden: Death and Power in the Atlantic Slavery. Massachussets: Harvard University Press, 2010. Cáceres, Rina ed. Del Olvido a la Memoria: africanos y afromestizos en la historia colonial de Centroamérica. San José: UNESCO, 2008.

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Mapa 1. En esta imagen se muestra el volcán de San Vicente, los pueblos -hoy ciudades- de Zacatecoluca, Tecoluca y Apastepeque, el rio Lempa y el bosque La Joya, que es el Marquesado. Foto de satélite tomada de Google Maps.

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Mapa 2. En esta imagen se puede apreciar a la izquierda Tecoluca, siguiendo hacia el oriente se encuentra el bosque la Joya cuya ubicación corresponde con el Marquesado. Enseguida, siempre al oriente se aprecia el rio Lempa y las elevaciones de la Sierra Tecapa. En esta imagen se ven los nombres de Berlín Alegría y Santiago de María, los cuales no existían en 1624. Foto satélite tomada de Google Maps.

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