El mapa geológico de México. La presencia de una nueva disciplina en el México del siglo XIX

June 19, 2017 | Autor: Lucero Morelos | Categoría: History of Social Sciences, History of Cartography, History of Geology, Historia Institucional
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Descripción

Cartógrafos para toda a Terra produção e circulação do saber cartográfico ibero-americano: agentes e contextos

Cartógrafos para toda la Tierra producción y circulación del saber cartográfico iberoamericano: agentes y contextos

Francisco Roque de Oliveira (org.)

Volume 2

Lisboa 2015

El mapa geológico de México. La presencia de una nueva disciplina en el México del siglo XIX Lucero Morelos Rodríguez Universidad Nacional Autónoma de México

José Omar Moncada Maya Instituto de Geografía Universidad Nacional Autónoma de México

Introducción

El desarrollo de la geología en México a través de sus mapas es el resultado de una evolución compleja en espacios de interacción muy activos, de cambios geográficos y ambientales dramáticos. Su factura expresa las diferentes visiones y paradigmas geológicos en el pensamiento mundial de finales del siglo XIX, pues pese a que la geología es una ciencia natural que se ha cultivado en México desde tiempos de la Colonia, particularmente en los últimos cien años ha tenido un avance considerable. Como señala Lafuente, no hay Estado sin tecnología como tampoco hay política sin mapas, “pensar con mapas es exigir a la razón el imperativo de la eficacia” (lafuente y valverde, 2003: 187-188). Ellos son un símbolo, pero también una herramienta, cuya principal función es la de ofrecer una imagen cenital y abstracta de un territorio ordenado en el que coexisten muchos fragmentos sin conflicto, pues conocer es nombrar y nombrar es poseer. Durante el siglo XIX las aportaciones al conocimiento de la geología del territorio mexicano fueron ejecutadas particularmente sobre los distritos mineros, mediante comisiones temporales que creaba el gobierno federal para realizar estudios específicos o bien a iniciativa de los propios particulares. Sin embargo, como expresa Gómez Caballero (2005: 151-152), “por el mismo carácter transitorio de tales comisiones, sus investigaciones carecían del suficiente rigor científico al no contar con personal especializado”. Durante la Colonia, el desarrollo de la cartografía geológica estuvo íntimamente ligado a la minería; para ello se levantaron numerosos planos, muchos de ellos de escaso valor cartográfico dado lo rudimentario de los

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procedimientos para realizarlos y la escala en que fueron realizados. Sería a partir de la fundación del Real Seminario de Minería que la geología y cartografía mexicanas se desarrollaría con bases científicas. Uno de los promotores de estos estudios fue Andrés Manuel del Río, quien entre 1795 y 1805 publicó diversos trabajos sobre la geología de minas (lópez ramos, 1970: 99-100); de esos mismos años destaca la “Pasigrafía geológica” de Humboldt, que dotó de los símbolos y elementos a las cartas. Ya en el México Independiente, el ingeniero de minas Joseph Burkart levantó en 1832 el “Esbozo geognóstico de los caminos de Tlalpujahua a Huetamo, Jorullo y Valladolid” (“Geognostische Skizze des Weges von Tlalpujahua nach Huetamo dem Jorullo und Valladolid. Maasstab von 20 leguas 26.63 auf einen Grad”), y en 1836 el “Mapa de las montañas de Zacatecas” (“Karte des Gebirges von Zacatecas”). Para 1844, El Ateneo Mexicano publicó una Memoria sobre el proyecto interoceánico en el Istmo de Tehuantepec, que incluía una descripción geológica de la zona, realizada por Andrés Manuel del Río y Manuel Robles, así como el “primer mapa geológico a colores que se publicó en México”, intitulado Plano Geológico de una Parte Austral del Istmo de Tehuantepec realizado en 1843 (cserna, 1990: 7; trabulse, 1994: 241).

A lo largo del siglo XIX, numerosos viajeros y científicos extranjeros contribuyeron a la representación gráfica de nuestro territorio, como H. G. Galeotti, F. W. Egloffstein, Frederich von Gerolt, Auguste Dollfus, Eugène de Montserrat, Paul Pavie (marcou y belknap, 1884: 144-145), Guillemin Tarayre, C. de Bergues, Cha. Bonner, Henry W. Poole y Federico Weidner. Entre los mexicanos que favorecieron la cartografía geológica sobresalieron Justo Gómez de la Cortina, José Ma. Bustamante, Leopoldo Río de la Loza o Agustín Barroso con la Carta geológica del istmo de Tehuantepec, formada por la Comisión Mexicana que exploró el Istmo el año 1871, dirigida por el ingeniero Manuel Fernández Leal, a escala 1: 500,000. En el mismo tenor, destaca el estudio de Juan N. Cuatáparo y Santiago Ramírez titulado Memoria para la carta geológica del distrito de Zumpango de la Laguna, acompañada de un “Corte geológico de una parte del terreno post-terciario” (1875), a color, que contenía la descripción de las rocas eruptivas y de sedimento, todas las vetas metalíferas y su dirección, particularmente aquellas que por su riqueza o importancia de metal resultaban de mayor interés a la industria, datos estadísticos sobre la entidad, muestras

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de rocas, minerales y capas de terreno. Cabe señalar que varias de estas contribuciones respondieron a las empresas de reconocimiento científico organizadas por el Ministerio de Fomento así como a los trabajos elaborados en el seno de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, fundada en 1868. En cuanto a la geología, Antonio del Castillo, quien fuera el primer presidente de la corporación, expresaba: “[...] que se ocupa de la historia física de la tierra, de la composición y estructura de las rocas que componen su costra y de los fósiles que en ella se encuentran, y cuyo estudio es en parte el campo de aplicación de los anteriores ramos de la Historia natural, [debe] decirse que en México solo es conocida la de algunos distritos mineros y su alrededor, y que la vasta extensión del territorio está esperando que los iniciados en la ciencia descifren por las medallas de la creación sepultadas en sus capas, las épocas a que pertenezcan” (castillo, 1870: 5).

Para Del Castillo era necesario preparar la carta geológica, de la cual se carecía, y cuyo intento durante el Segundo Imperio Mexicano no prosperó. Para su realización era necesaria la colecta de materiales, el adiestramiento de trabajadores que debieran ocuparse de ella y arreglar, preparar y clasificar las colecciones mineralógicas, geológicas y paleontológicas que establecimientos como el Museo Nacional resguardaban. La carta, además de ser un “monumento a la ciencia nacional”, representaba un trabajo de utilidad pública, tanto por el desarrollo de la ciencia misma como por la necesidad de tener un conocimiento más acabado de la riqueza mineral; ello llevaba impreso un anhelo nacionalista, después de la difícil experiencia vivida durante la Intervención francesa, por ello “no sería conforme a nuestra noble aspiración que dejáramos a otras naciones el mérito de venir a recoger la gloria de la empresa” (Idem); debían ser los hombres de ciencia mexicanos los autores de la obra nacional. Vale la pena recordar que por estos años Del Castillo propuso a Luis Robles Pezuela, ministro de Fomento, la formación de la Carta Geológica de los distritos minerales del Real del Monte, Pachuca, El Chico, Capula, Santa Ana, Santa Rosa Tepenené; la de Guanajuato con los distritos que se comprenden en la carta del capitán Vesth; la de Zacatecas, que incluiría a esa ciudad y el distrito de Veta Grande, la de los distritos de Fresnillo y

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Plateros y la del Valle de México para enlazarla con la serranía del Real del Monte. Las cartas serían acompañadas de memorias explicativas de los detalles, con la descripción mineralógica de cada distrito; la que se completaría y clasificaría en el orden definitivo que resultara del conjunto de los trabajos. Todas las colecciones recogidas serían enviadas al Colegio de Minería. El programa de trabajo, que estaba planeado para diez y ocho meses, no se llevó a efecto porque a Del Castillo le fueron encomendadas otras tareas, como los comentarios y reformas a las Ordenanzas de Minería (ramírez, 1890: 450, 454-455). Así, habrían de pasar casi veinte años para que el anhelo de Del Castillo se llevara a cabo. Desde el punto de vista cartográfico destacaron también las actividades del Departamento de Tipografía de la Secretaría de Fomento, fundado en 1886, donde se imprimieron mapas y cartas geográficas, topográficas, geológicas y geodésicas. Los trabajos cartográficos, con la exactitud del siglo XIX, fueron meritorios por ser pioneros en su género en México; sirvieron como telón para la ejecución y perfeccionamiento de estudios elaborados posteriormente por ingenieros y geólogos durante el siglo XX (lópez ramos, 1970: 100). El periodo de gran dinamismo intelectual sobre la riqueza geológica del país, que permitió el nacimiento de las primeras descripciones geológicas modernas de varias regiones así como de mapas relativos a varios aspectos geológicos y que proporcionó las raíces más profundas de la geología mexicana, bien podría situarse en 1888, cuando el Congreso de la Unión autorizó el decreto para la creación del Instituto Geológico de México que cristalizaría años después, en 1891; aunque temporalmente se creó una comisión especial que llevó por nombre Comisión Geológica Mexicana (CGM). Los servicios geológicos y el mapa geológico

La Comisión Geológica Mexicana fue creada en 1886, cuando ya diversos países contaban con sus servicios geológicos (geological surveys); de tal manera que la puesta en vigor de una comisión con miras a realizar el registro geológico minero del territorio comenzaba con cierto rezago, situación patente para el gobierno del general Porfirio Díaz. Turner clasifica los geological surveys como uno de los primeros pasos en la evolución de las formas institucionales del gobierno en el financia-

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miento de investigación científica, e identificando como uno de sus principales promotores “el deseo de hombres con intereses científicos de hacer carreras por sí mismos”. Los surveys fueron estructuras que se originaron de un único geólogo contratado por el gobierno estatal para desempeñar ciertas funciones y realizar determinados trabajos considerados de interés (turner, apud figueirôa, 2007: 150-153). Como señala Figueirôa, “los geological surveys o servicios geológicos, son casi una marca registrada del desarrollo institucional de las ciencias geológicas en el mundo durante el siglo XIX, principalmente en virtud de la consagración de la cartografía geológica como una forma especial de hacer investigación científica en geología y de presentar sus resultados” (Ibidem: 148) (Cuadro 1). Aguilera (1899: 66) señalaba que a fines de 1888 no había un país bien organizado que no estuviera dotado de una institución análoga a la creada en Inglaterra. Fue así que el gobierno mexicano, convencido de las ventajas que para el país traería el estudio sistematizado y detallado del suelo, inició con fecha del 26 de mayo de 1886, la creación de un Instituto Geológico. Un rasgo común en todos los servicios geológicos fue el acentuado carácter práctico, que no impidió contribuciones fundamentales a la ciencia llamada “pura”. Así, por ejemplo, en Hungría uno de los principales trabajos fue el mapeo de suelos adecuados para la vinicultura, mientras que en Francia tuvo como objetivo presentar datos que pudieran interesar a la industria y a la agricultura. En Gran Bretaña, el geological survey significó un marco de profesionalización de los hombres de ciencia en ese país; Secord (1986) (apud figueirôa, 2007: 148-149) muestra como Henry de la Beche, director del servicio geológico desde su creación hasta 1851, consiguió desarrollar una “escuela de investigación” en paleogeografía y atender las intensas demandas sociales implementadas por la amplia reforma de la sociedad victoriana, asociando el trabajo de survey al servicio sanitario con el fin de auxiliar a la identificación de ambientes “geológicamente salubres”.

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Cuadro 1. Servicios geológicos en el mundo y año de creación. Fuente: Figueirôa, 2007: 148; Hass, 2012: XI; Calvo, 2008: 18. País

Año

País

Año

Gran Bretaña

1835

Prusia-Alemania

1873

Canadá

1842

EUA

1879

Irlanda

1845

Japón

1882

Austria

1849

Rumania

1882

España

1849

Russia

1883

India

1851

Finlandia

1885

Portugal

1852

México

1886

Suecia

1858

Dinamarca

1888

Noruega

1858

Belgica

1896

Italia

1867

Perú

1902

Francia

1868

Argentina

1904

Hungría

1869

Brasil

1907

Sajonia

1872

China

1911

Suiza

1872

Colombia

1916

A decir de Figueirôa, la mayoría de las instituciones imitaron los modelos norteamericanos. Pese a que el U.S. Geological Survey fue creado en 1879, algunos de los estados de la Unión Americana poseían sus propios surveys geológicos como auxiliares en la ocupación y exploración económica de su territorio, principalmente para fines agrícolas y mineros (Idem). Los surveys realizaban los levantamientos topográficos y los respectivos mapas de rocas, suelos y yacimientos minerales, asociados íntimamente a las políticas de ocupación de los territorios conquistados en el oeste. El primer survey norteamericano fue establecido en Carolina del Norte en 1824, sirviendo de modelo a los demás que se fueron creando durante el siglo XIX. El modelo fue importado en su totalidad para el caso de Brasil, en cuanto a los aspectos estructurales, organizacionales y en los objetivos que los científicos perseguían (Ibidem: 150). Dicho modelo igualmente

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influyó en la creación del primer servicio federal en México, el Instituto Geológico Nacional, aunque en México se puso especial énfasis en los recursos minerales, quedando la agricultura y repartimiento de tierras dentro de las funciones de otras entidades. La Comisión Geológica Mexicana

Antonio del Castillo, como catedrático de mineralogía, geología y paleontología y director de la Escuela Nacional de Ingenieros, señalaba en 1879 el desconocimiento que se tenía sobre el territorio nacional, y el hecho de que fueran naciones extranjeras quienes organizaran expediciones científicas que tocaban puntos del territorio nacional: “Siendo de lamentarse que la constitución geológica de nuestro suelo, sea menos desconocida en el extranjero que en nuestro propio país, debido a que los comunicados para explorar el territorio envían frecuentemente las Sociedades científicas extranjeras, con todo el empeño e interés por el progreso de la ciencia que les caracteriza recogen personalmente gran número de tesoros que arrojan considerable luz ya sobre los cataclismos que han cambiado la faz del globo y sobre la fauna y la flora que lo han cubierto, ya sobre las razas que han poblado en tiempos prehistóricos a México, datos que después encontramos en las obras científicas que nos vienen del exterior, tesoros que en número escaso figuran en nuestros gabinetes y museos y cuyo estudio es infructuoso por ignorarse su procedencia en muchos casos, encontrándose por esto la geología del país en un estado de atraso que no guarda relación con el rango que México ocupa entre las naciones civilizadas” (ahpm, 1879, ii, 1879, doc. 3, f. 2).

Esta situación cambio gracias a los esfuerzos realizados por la Secretaría de Fomento para impulsar el reconocimiento geográfico y sus recursos, sobre todo a partir de finales de los setenta, con la creación de comisiones científicas. Para el caso particular de la geología, en marzo de 1886 el Secretario de Fomento, Carlos Pacheco, obtuvo de la presidencia el acuerdo para la formación de una Comisión Geológica que se encargaría de la formación de las cartas; poco después, en el mes de mayo, Pacheco presentó al Congreso de la Unión la iniciativa para crear el Instituto Geológico, ante

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la imperiosa necesidad y ventajas que ofrecía al país el estudio de los recursos de la Tierra. Dicho establecimiento tendría como fines el estudio geológico del territorio nacional desde el punto de vista práctico, científico, técnico e industrial; formar y publicar la carta geológica de la República con su memoria respectiva; hacer y dar a conocer las cartas geológicas especiales y a detalle y estudios de regiones interesantes, especialmente de distritos mineros y montañas (ruvinovich, 1998: 26). Además, debía establecer y preservar un museo geológico de la nación, con las colecciones debidamente clasificadas que sirvieran para la elaboración de las cartas y donde se pudieran ubicar los principales sitios mineros, entre otros datos (paredes, 1917: 478).

Mientras la iniciativa de ley era discutida, el presidente Díaz emitió en marzo de 1888 el decreto para la creación de la Comisión Geológica Mexicana, siendo nombrado como jefe el ingeniero Del Castillo, en atención a sus conocimientos especiales. El establecimiento oficial y definitivo del Instituto Geológico Nacional sería en 1891, pues entre 1888 y este año la depreciación de la plata hacía estragos en el erario nacional. Las tareas asignadas a la comisión consistieron fundamentalmente en la elaboración de dos mapas, el geológico y el minero de México. Con ello, el Estado hacia patente la capacidad de reproducir una idea fidedigna y confiable de la moderna nación. La Comisión Geológica Mexicana estaría integrada por un jefe o director, quien nombraría a tres ingenieros topógrafos, dos dibujantes y paisajistas, dos geólogos auxiliares y un colector (Cuadro 2). Todos los integrantes de la Comisión Geológica provenían en su totalidad de la Escuela Nacional de Ingenieros. La Comisión Geológica inició sus labores en tres salones de la ENI, donde se dispusieron los diversos departamentos de trabajo de gabinete y el de colecciones, que habrían de ocupar seis meses, tiempo de duración de la comisión (AHPM, 1897, III, 259, doc. 16, fs. 2-3). Para la ejecución de los trabajos, la Secretaría de Fomento y la Escuela de Ingenieros facilitarían los instrumentos; algunos de los aparatos que se usaron fueron (AHUNAM, ENI, Académico, Convenciones, Exposiciones y Estudio, caja 18, doc. 10, f. 64):

Para meteorología: Termómetro centígrado (libre); termómetro libreo (graduado de -35 a más de 315º C); termómetro mínima centígrado (Negrete y Zambra) No. 41194; geotermómetros

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centígrados, Negrete y Zambra No. 56376, 56381 y 50382 con tubos de latón; geotermómetro fijo en tubo de cobre dividido de -20º hasta 11º; actinómetro italiano; pequeño péndulo vertical de alambre; heliógrafo; nefoscópio; psycrógrafo; termómetros No. 30938 y 36948 para hipsómetro y hervidores y tubos de barómetro llenos de mercurio. Para mineralogía: Anteojo de goniómetro; microscopio de poco aumento; espiral de balanza de Jelly. Para mecánica: Péndulo reversible de Katar. Herramientas: Picos, palas, azadones, cuñas, martillos, armellas y cuerdas. Cuadro 2. Integrantes de la Comisión Geológica Mexicana [1888]. Fuente: AGN, Fomento, Exposiciones Extranjeras, caja 1, doc. 16, f. 1; Aguilera, 1896: 12. Fecha de nombramiento

Nombre

Categoría

Marzo de 1888

Antonio del Castillo

Jefe

12 de mayo de 1888

José Guadalupe Aguilera Geólogo

1º de agosto de 1888

Baltasar Muñoz

Geólogo

30 de abril de 1888

Francisco Garibay

Topógrafo y configurador

20 de abril de 1888

Lamberto Cabañas

Geólogo, Topógrafo y configurador

30 de abril de 1888

Ezequiel Ordóñez

Ayudante de Geólogo y Dibujante Dibujante topógrafo e ingeniero encargado de la conclusión final de las cartas topográficas

7 de mayo de 1888

Juan Orozco y Berra

30 de abril de 1888

Luis G. Becerril

Dibujante y Paisajista

30 de abril de 1888

Francisco Brito

Escribiente y coleccionador

8 de mayo de 1888

Juan Alonso

Sustituto o interino de Francisco Brito como Escribiente y coleccionador

14 de diciembre de 1888

Joaquín L. Rivero

Geólogo auxiliar

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Después de participar en el IV Congreso Geológico Internacional (CGI), celebrado en Londres en 1888, el ingeniero Del Castillo expresaba: “Debo también acentuar que ese horizonte de adelantos abiertos para mí justamente en la Comisión de la Carta Geológica, en cuya realización ha tomado Ud. vehemente interés, ha venido afortunadamente a proporcionarme los medios de dar solución feliz, a las dificultades con que todo geólogo en México tiene que tropezar, considerando el aislamiento que en se encuentra. Siendo esto así, se puede considerar que realmente mi asistencia al Congreso Internacional Geológico en Londres es una continuación de mi Comisión para la Carta Geológica en la Exposición de París, por el vasto campo que se me proporciona para el perfeccionamiento de mis trabajos, por la oportunidad oficial por decirlo así, de visitar los grandes establecimientos especiales dependientes del Gobierno y de las Asociaciones de particulares que podré extender a los otros del mismo orden en Europa” (AGN, Fomento, Exposiciones Extranjeras, caja 1, doc. 16, fs. 14-14 v).

Durante su viaje por Europa, Del Castillo visitó diversos establecimientos científicos, donde observó su organización, las publicaciones, el desarrollo de las ciencias, las colecciones y fue allí donde se percató del interés que merecían los meteoritos, de los que México contaba con dos de las más grandes masas de fierro en el mundo. A su regreso, en diciembre de 1888, se reanudaron los trabajos de la CGM para terminar los mapas. Pero volviendo a las funciones primigenias de la Comisión Geológica Mexicana, su trabajo se limitó a la formación de un bosquejo geológico y de una carta minera a exhibirse en la Exposición Universal de París en 1889. El primero de éstos fue diseñado para dar una idea general de las formaciones geológicas dominantes en México y, al mismo tiempo, servir de base para el trabajo más perfecto y detallado que se ejecutaría posteriormente. Para su construcción, la Comisión Geológica adoptó la Carta de la República Mexicana a la escala de tres millones, publicada por la Secretaría de Fomento y de la cual se tomaron los contornos, las corrientes de agua y posición de los puntos principales de referencia que fueron necesarios para el levantamiento. Sobre esta carta se trazaron los contornos que marcaban los límites de cada una de las formaciones principales del país (aguilera y ordóñez,

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1897: 286) (figura 1). Ya estando en París, Del Castillo ordenó la impresión de

un millar de ejemplares del bosquejo geológico y otro tanto del mapa minero bajo el cuidado de la casa Erhard, “reconocida por la reciente edición de la carta geológica de Francia dirigida por Michel Lévy”, para su posterior distribución en el mundo científico (ruvinovich, 1998: 41). El mapa minero, a su vez, buscaba mostrar la riqueza que se guardaban en las entrañas de la tierra, debido a la gran cantidad de “venas” en el suelo y la diversidad de las sustancias minerales contenidas en ellas. Indudablemente se buscaba atraer la inversión empresarial y elevar al máximo la explotación de los recursos naturales (aguilera, 1905: 81-82). El Bosquejo de la carta geológica fue la primera de su tipo en México y estuvo acompañada de un informe cuidadosamente escrito, que enfatizaba en los planes y estudios geológicos de las regiones más interesantes del país, desde el punto de vista minero. Desde los años setentas “ya no se publicaba literatura científica sin ilustraciones; más que cualquier otra ciencia, la geología [tenía] derecho a beneficiarse de esta tendencia, que es una necesidad” (fouqué y lévy, 1879: ii). Fue en el marco del IV Congreso Geológico Internacional en Londres, en 1888, que se eligieron a diversas personalidades del mundo científico para iniciar los trabajos de la comisión internacional relativa a la nomenclatura, la determinación de los nombres, la extensión de las divisiones y los colores que debían adoptarse en el mapa geológico de Europa. Entre ellas se encontraba el ingeniero Del Castillo, en calidad de vicepresidente. La Comisión deliberó la unificación de colores y figuras que acompañarían las cartas; no obstante, sería hasta la V sesión del CGI en Washington, en 1891, cuando finalmente se homologó la gama de colores de las rocas fosilíferas, en el que solo patrones en líneas paralelas se utilizarían y que se plasmarían en los mapas, aunque la escala de colores propuesta para uniformar ese tipo de trabajos de manera incipiente dató de 1881, en el marco del segundo Congreso Geológico Internacional en Bolonia (Cuadro 3).

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Cuadro 3. Gama de colores de las rocas fossilíferas. Fuente: Congrès Géologique International. Compte Rendu de la 5me Session, Washington, 1891, Washington, 1893, p. 209. Periodo

Símbolo

Color

Neoceno

N

Naranja

Eoceno

E

Amarillo

Cretáceo

K

Amarillo-verde

Jura Trías (sic)

J

Azul-verde

Carbonífero

C

Azul

Devónico

D

Violeta

Silúrico

S

Púrpura

Cámbrico

E

Rosa

Algonquino

A

Rojo

Ya lo decía John Hopkinson en 1888, en el marco del IV Congreso Geológico Internacional: “En el principio de las investigaciones geológicas, los geólogos de cada país trabajan independientemente, dando a grupos de rocas los nombres de las localidades en que se encontraban por primera vez, que casi siempre eran de un valor puramente local. Los colores y signos convencionales en los mapas geológicos se adoptaban en cada país sin relación ninguna con lo practicado en otros. El resultado de todos estos trabajos independientes y en consecuencia un mapa geológico no da ninguna idea de la estructura y edad de las rocas del lugar a que se refiere” (rivero, 1892: 22-23).

Justamente los congresos geológicos de alcance internacional nacieron para establecer reglas para la nomenclatura, la clasificación y la construcción de mapas geológicos, con el fin último de generar un lenguaje convencional en los profesantes de la geología. Fuentes para la construcción de la carta geológica

Las fuentes para el levantamiento de la carta geológica fueron múltiples: de gabinete, cartográficas, hemerográficas, bibliográficas, reportes técnicos e informes, pues “conjuntó no sólo la información cartográfica-geológica ya

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disponible, sino que implicó un gran trabajo de reconocimiento de campo e identificación petrográfica de colecciones ya existentes” (ruvinovich, 1992). Se utilizaron las colecciones de rocas, fósiles y minerales existentes hasta 1887 en los museos de mineralogía y geología de la Escuela Nacional de Ingenieros, haciéndose necesaria la revisión y reclasificación de acuerdo a los preceptos del geólogo francés Albert de Lapparent. Se hizo uso de los itinerarios recorridos por el ingeniero José G. Aguilera cuando ocupó el cargo de ingeniero geólogo y segundo naturalista en la Comisión Geográfico-Exploradora, entre los años de 1882 a 1884, que cubrían porciones de los estados de Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Oaxaca y Sonora, así como de la Carta de Durango formada por el célebre Antonio García Cubas. Pese a que se sirvió de toda la información acumulada, que constaba de planos, colecciones y abundante literatura, que las variadas y numerosas comisiones científicas dependientes de la Secretaría de Fomento habían formado, fue necesario completar los datos hasta entonces existentes por medio de itinerarios geológicos que abarcaron gran parte del territorio mexicano, con el objeto de hacer el deslinde aproximado de las principales formaciones del país. Los informes de las distintas comisiones científicas que exploraron el territorio y que sirvieron de sustento para los trabajos de la Comisión Geológica Mexicana fueron: los trabajos de la Comisión Geográfico-Exploradora (1877); la Colección de Informes Geológicos (1870) formados por Mariano Bárcena; los trabajos de Nyst y Galeotti en 1846; la Memoria de William Emory de la Comisión de Límites entre México y los Estados Unidos: Emory´s Report of the U.S. and Mexican Bundary Survey; los diversos informes del ingeniero Santiago Ramírez; los trabajos de exploración de Dolfuss y Monserrat publicados en los Archives de la Mission Scientifique du Mexique; la carta geológica formada por Agustín Barroso, como parte de la Comisión Mexicana para el reconocimiento del Istmo de Tehuantepec, así como la carta del mismo sitio publicada por J. C. Spear en Geological map of the isthmus of Tehuantepec, que acompañó al “Reports of exploratios and survey” de R.W. Shufeldt (1872); los datos adquiridos por Del Castillo provenientes de los donadores de especímenes de rocas y minerales de una parte del Istmo, así como los datos suministrados por Melchor Calderón y el ingeniero Próspero Goyzueta, miembros de la Comisión de Límites entre México y Guatemala; la carta geológica de

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Figura 1. Bosquejo de una Carta Geológica de la República Mexicana elaborado por la Comisión Geológica de México [1889]. Fuente: Bosquejo de una Carta Geológica de la República Mexicana formada por disposición del Secretario de Fomento Gral. Carlos Pacheco por una Comisión especial bajo la dirección del Profesor Antonio del Castillo Director de la Escuela Nacional de Ingenieros, 1889. La Naturaleza. Escala 1: 3 000 000, color, 81 x 111 cm., Imp. por Erhard Hermanos-París. Grabado por Erhard Hermanos 35 calle Denfert-RochereauParís. Mapoteca “Manuel Orozco y Berra”, Colección General República Mexicana, varilla 5, núm. 7701. [También véase varilla 1, núm. 36 y 55].

Sinaloa elaborada por Federico Weidner como parte de la segunda edición de su Informe científico sobre el cerro del Mercado de Durango (1878), que además proporcionó noticias sobre algunos meteoritos; los informes de la Comisión Exploradora de Baja California (1884) dirigida por Joaquín M. Ramos; la carta geológico-minera de Baja California, así como los datos recogidos de una parte de Guerrero y Oaxaca por Del Castillo (aguilera, 1896: 12-14; marcou y belknap, 1884: 144-145), la información reunida por el ingeniero Manuel Urquiza en su exploración del distrito de Coalcomán, estado de Michoacán y datos consignados en el Tratado de Geología (1884) de Mariano Bárcena.

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Por lo anterior, se pueden agrupar las fuentes en tres tipos: i) Autores que no formaban parte de la Comisión Geológica Mexicana, que referían regiones lejanas y de difícil acceso en el país y que los geólogos no habían podido rectificar. A este grupo pertenecieron localidades referentes a la costa occidental de la Baja California, desde la Isla de la Margarita a la línea divisoria con los Estados Unidos, de la costa norte del Golfo de California y la geología de Sinaloa; ii) autores ajenos a la Comisión Geológica Mexicana, tanto extranjeros como nacionales. A esta categoría pertenecieron los datos referentes al Istmo de Tehuantepec, noticias de algunas porciones de Jalisco, Morelos, Puebla, Hidalgo, Coahuila y Distrito Federal y iii) autores pertenecientes a la Comisión Geológica Mexicana, que incluyeron las numerosas expediciones en el campo que se enuncian a continuación (aguilera y ordóñez, 1894: 385-386). Itinerarios de exploración

Las exploraciones de los principales sitios corrieron a cargo de Antonio del Castillo, José G. Aguilera, Ezequiel Ordóñez, Baltasar Muñoz y Lamberto Cabañas (Cuadro 4). Cabe mencionar que se recogió información relativa a las minas en operación y la situación de los centros mineros, para formar sobre un esqueleto de la Carta Geográfica de la República, una carta minera, más perfecta que la construida en 1889; sin embargo, no se cuidó el deslinde de todas las rocas integrantes del suelo, con lo que hubiera podido formarse una carta petrográfica, aunque esa tarea estaba fuera de los propósitos de la comisión, pues los trabajos fueron preparados con premura ya que se disponía de un lapso corto para su construcción y posterior exhibición, apenas diez meses. En 1894, Karl Theodor Sapper (18661945) colaboró en la Comisión Geológica Mexicana con el estudio relativo a la península de Yucatán que incluía los estados de Chiapas y Tabasco, mas no formó parte de la nómina oficial. La escala adoptada para la construcción de las cartas geológica y minera fue la de 1: 3, 000 000, dada la escasez de puntos situados por coordenadas geográficas en el territorio de la República (aguilera, 1896: 13). La obra fundamental para la ejecución de la carta fue el Tratado de Geología de Albert de Lapparent, con el objeto de seguir la clasificación de Ferdinand Fouqué y Michel Lévy contenida en la Minéralogie micrographique. Roches éruptives françaises (1879); con su publicación quedó manifiesta la impor-

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tancia que la aplicación del microscopio tenía para el estudio de los elementos constitutivos de las rocas cristalinas. Había también un interés real en la popularización del proceso de análisis, que aunque de reciente invención, contaba ya con un lugar en la ciencia por los considerables servicios prestados. Permitió sustituir el convenio de precisión y establecer la clasificación de las rocas sobre una base sólida, como lo aclaró Fouqué: “es en efecto digno de llamar la atención por los nuevos horizontes que abre sobre la formación de las rocas cristalinas, aun sobre otros tantos misterios, lo que ha sido uno de los deseos de la geología” (fouqué y lévy, 1879: i-iv). El total de trabajos elaborados por la Comisión Geológica fue de 22, mismos que constituyeron la base para la formación del Bosquejo de una Carta Geológica de la República; quedaron compilados en un Catálogo que fue terminado en el mes de abril de 1889 y se buscaba, entre otras cosas, proporcionar un mercado en Europa de los metales de zinc y plomo abundantes en México (AGN, Fomento, Exposiciones Extranjeras, caja 1, doc. 16, fs. 12, 100-100 v; AHPM, 1889, II, 234, doc. 5, fs. 5-9). Además, Antonio del Castillo tenía la comisión de examinar los trabajos de las cartas geológicas y las aplicaciones industriales de esa ciencia; estudiar la organización de los Institutos Científicos, lo cual debía quedar sistematizado en una memoria, con la idea de que dichas observaciones sirvieran para la posterior inauguración del Instituto Geológico Nacional, acompañado de un presupuesto aproximado para la conclusión de las litografías de cartas y planos, fotograbados de vistas y paisajes geológicos que completaran y perfeccionaran los trabajos de la Comisión Geológica Mexicana. Los trabajos fueron divididos en tres grupos: cartas y planos, planos topográficos y vistas y paisajes geológicos, como a continuación se enlista (AGN, Fomento, Exposiciones Extranjeras, caja 1, doc. 16, fs. 69-70 v, 88 v; AHPM, 1889, II, 234, doc. 5, fs. 4-4 v):

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Cuadro 4. Itinerarios de las expediciones. Fuente: Elaboración propia con base en Aguilera, Ordóñez, Buelna, Bosquejo geológico,1896; Buelna, 1894. Entidad

Expedicionario

Año

Estado de México

Antonio del Castillo, Ezequiel Ordóñez y Lamberto Cabañas

1888

Baltasar Muñoz

1888

José G. Aguilera

1882-1884

José G. Aguilera

1888

Antonio del Castillo y Lamberto Cabañas

1891

Karl Sapper

1894

Rafael Félix y Buelna

1894

Hidalgo Chihuahua Sonora (parte septentrional) Nuevo León (parte meridional) Porciones de Puebla Veracruz Tlaxcala Oaxaca Sonora Coahuila Nuevo León Tamaulipas Veracruz San Luis Potosí (una parte) Durango Límites con Guatemala Parte del Estado de México y Morelos Yucatán Tabasco Chiapas Sonora Sinaloa

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Cartas y Planos1

• Bosquejo de una Carta General Geológica de la República. • Plano geológico de los criaderos de fierro de la Ferrería de la Encarnación. • Plano geológico del Peñón de los Baños donde se encontró el hombre fósil prehistórico. • Plano geológico de la extremidad Sur de la Sierrita de Guadalupe con criaderos de Hafta (sic) y surtido de gas carbónico. • Plano geológico de una parte oriental de la Sierrita de Guadalupe. • Carta general Minera de la República Mexicana. Planos topográficos

• Plano de la Sierra mineral de Techachalco en que están las minas Preciosa y Huchá con las Maaras del rededor (Plano del mineral de Techachalco y de las Maaras de los alrededores). • Plano de los cráteres-lagos de los Distritos de San Andrés Chalchicomula, Estado de Puebla. • Plano de los criaderos de fierro magnético de la Ferrería de la Encarnación, Distrito de Zimapán, Estado de Hidalgo. • Plano de Texalucan. Colinas con restos de plantas fósiles fucoideas. • Plano de la región en que han caído los Meteoritos más notables de México con 3 reproducciones por el procedimiento de Nigrosina. Vistas y paisajes geológicos

• Atlas de los paisajes y maaras: (a) Alchichica, (b) San Miguel Tecuitlapa, (c) Paisaje de Texaluca, (d) Cañada Morelos, (e) Geiser de toba Caliza llamado Cuescomate en la Hacienda de

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El presupuesto de gastos para la impresión de los trabajos de la Comisión Geológica por parte de E. Erhard fue de 5, 241 francos. El grabado de la Carta minera costó 900 francos, el de la Carta geológica 1,250 francos; el grabado del plano geológico de la Encarnación 195 francos y el plano geológico del Peñón de los Baños, 175.

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Posada, (f) Maara de Alxoxuca, (g) Maara “La Preciosa”, (h) Maara Quecholaca, (i) Atexcaqui, (j) Xalapasco. Vista al óleo: grupo de cráteres apagados entre la Hacienda de San Nicolás y San Isidro. Vista al óleo de los cráteres de volcanes apagados de San Nicolás Xaltepec y Santa Catarina. Vista al óleo de la cadena y montañas volcánicas al N. de la Hacienda de San Isidro. Vista al temple de la Cadena de cráteres de volcanes apagados desde Santa Catarina a San Nicolás. Vista de la caldera (cráter de volcán apagado) cerca de la Hacienda de San Isidro. Vista al lápiz del cerro del Convento (criadero aurífero) en Tetela del Oro. Vista del Cerro de Ometepec al E. de Tetela del Oro (pizarra caliza con Ammonitas). Vista de una capa metalífera en la entrada a la labor de la mina del Teposan (criaderos de capas metalíferas extratificadas). Vista de extratificación discordante de capas de pizarra en un corte del Ferrocarril Central Kil. 72, Tula. Vista de un corte natural de basalto en lajas. Cerro del Peñón de los Baños.

Terminadas las Cartas geológica y minera de México en abril de 1889, los trabajos fueron exhibidos en la Exposición Universal de París en ese mismo año, en la Exposición de Minería y Metalurgia de Londres (1890), en la V sesión del Congreso Geológico Internacional en Washington (1891) y en la Exposición Universal de Chicago (1893), obteniendo medalla de oro en casi todas las ferias, lo que sin duda legitimó la importancia del saber geológico y facilitó la puesta en marcha de manera oficial del Instituto Geológico Nacional en 1891, como se verá más adelante. Nuevas ediciones a la Carta Geológica de México

Por disposición del presidente Porfirio Díaz, en junio de 1891, ya constituido el Instituto Geológico Nacional por decreto federal, se creó la comisión para perfeccionar el Bosquejo de una carta geológica que cubrió los

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espacios en blanco que se tenían de la primera edición, lo que supone que el saber proporcionado por los geólogos era de gran interés a la presidencia, pues se organizó una expedición geológica minera a la sierra del oeste de México, cuya extensión rebasó las 120 leguas y quedó integrada por Antonio del Castillo y Lamberto Cabañas, para “recorrer y explorar una considerable serranía comprendida entre el mineral de Sultepec, Julúapan, El Cristo, Tlataya, el nuevo criadero de azogue de San Juan Amajaque, extendiéndose hasta Tiscaltepec y Xochicalco (minas de Agua Zarca), frente al cerro del Gallo, donde la serranía está interrumpida por la cuenca del gran río de las Balsas o Mexcala” (castillo, 1891: 280). Los fines de la expedición de 1891 fueron el estudio de las rocas que componían esa extensión de terreno en su parte metalífera, “que formaban un espacio en blanco de la carta geológica”, y que se ha llenado de rocas dominantes de la serranía, denominadas pizarras cristalinas, de gran interés para la ciencia pues “su génesis u origen y época de antigüedad geológico” fue debatido en el Congreso Geológico Internacional en Londres, quedando abierta la discusión para la sesión del CGI en Washington en agosto de 1891, a la cual acudió Del Castillo y contribuyó con su hallazgo. Las adiciones al mapa obligaron, como es natural, a perfeccionar y completar datos mediante el cotejo en la práctica de campo y la consulta de artículos y obras de reciente publicación. Las adiciones y correcciones de datos completaron las noticias que se tenían sobre los distritos mineros, los meteoritos, la estratigrafía del terreno u orden de las rocas, la distribución geográfica de los depósitos de petróleo, chapopote y carbón, la fauna característica de las diversas edades, los fenómenos volcánicos, las principales elevaciones y sus alturas, los materiales de construcción y objetos diversos, las aguas sulfurosas o curativas y los datos petrográficos. También se historió el territorio mexicano y se determinó su edad, de acuerdo a la Carta estratigráfica internacional de ese momento. Con la formación del Bosquejo de la Carta Geológica de México, por primera vez se pudo apreciar en un solo documento la cobertura general de las distintas formaciones rocosas del país y las áreas donde se desconocía totalmente su constitución geológica, que representaba cerca del cincuenta por ciento de la superficie nacional. Posteriormente se elaboraron nuevas ediciones entre 1891 a 1896, haciéndose más completa y a menor escala, a 1: 1 000 000 (figura 2). Con ello aumentó el conocimiento sobre la

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Figura 2. Bosquejo de una Carta Geológica de la República Mexicana [1897]. Fuente: Bosquejo Geológico de México, Boletín 4-6, Instituto Geológico de México, 1896. (Biblioteca Conjunta de Ciencias de la Tierra, UNAM).

distribución de las formaciones dominantes en el territorio y se enfatizaba que los estudios regionales del suelo no eran el único propósito de la explicación de un mapa geológico. Tenía un propósito mucho más amplio, y del cual no se podía permanecer ajeno, como era brindar la información general, descripción y clasificación de las rocas, el establecimiento de formaciones y sus subdivisiones e, incluso, los métodos de investigación que entraban claramente en su dominio. Pues el conocimiento de los elementos constitutivos de las rocas “permitía el reconocimiento de las asociaciones minerales, cuyo objeto es acopiar informaciones sobre la génesis de los yacimientos que las contienen, a fin de reconstruir el proceso de su formación y poder deducir indicaciones acerca de la probable distribución de sus zonas de riqueza y causas influyentes” (lissón, 1900: 247; lopez ramos, 1988: 13).

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No obstante, Aguilera se lamentó que tanto en la primera edición de 1889 como en la segunda de 1891, se incurriera en errores de transcendencia pues se representaron con signos dorados los volcanes extinguidos, las solfataras y los volcanes en actividad, así como los criaderos de carbón, cuando éstos últimos no pertenecían a la misma época geológica. En la segunda edición se dejaron signos relativos a los volcanes y solfataras que se confundían por ser muy pequeña la escala y por olvido del litógrafo quedaron representados en el mismo color los criaderos de carbón y el sistema carbonífero (aguilera y ordóñez, 1894: 389). Cuatro años más tarde, en 1893, se llevó a cabo la Exposición Universal de Chicago, con motivo de la celebración del Cuarto Centenario del Descubrimiento del Nuevo Mundo. A este certamen México envió 3,021 paquetes con diversos productos y obtuvo 1,777 premios; la variedad y riqueza minera de México fue destacada en esa exhición que incluía una cuidada muestra de minerales preciosos e industriales, como oro, plata, cobre, acero, plomo, ópalo, ónix, granito y mármol. Además, el Instituto Geológico presentó también una rica colección de fósiles y mapas, así como la Carta estadística minera de la República Mexicana a escala 1: 3 000 000 (tenorio, 1998: 247), que se hizo acreedora a un reconocimiento, y que tuvo entre sus fines mostrar la riqueza y distribución de los minerales, con la idea de atraer la inversión de capitales, ofreciendo datos relativos a las minas en operación, la situación de los centros mineros y el método de beneficio utilizado en cada distrito. También se dio a la publicidad la Carta de los meteoritos de México o regiones de la República en que han caído fierros y piedras meteóricas formada bajo los auspicios de la Secretaría de Fomento (1893), a escala 1: 10 000, 000, que fue la primer carta en su tipo elaborada en América Latina. A continuación se verá brevemente su importancia en el mundo y los trabajos que le antecedieron en México. Los meteoritos y su representación descriptiva

Antonio del Castillo aprovechó su estancia en París para publicar, en agosto de 1889, el primer Catálogo descriptivo de los meteoritos de México (fierros y piedras meteóricas de México) con la indicación de las localidades en las que los meteoritos han caído o se descubrieron, escrito en francés, y acompañado de un plano de la región del Bolsón de Mapimí donde habían caído los meteoritos más notables de México, compilado por la Comisión Geológica Mex-

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icana bajo la dirección de Del Castillo, a escala 1: 400 000, y levantado en marzo de 1889. La presentación del catálogo fue seguido por la exhibición de moldes en papel maché que representaban las dimensiones reales de los meteoritos, causando una gran expectación e interés en el mundo científico (AHUNAM, ENI, Académico, Convenciones, Exposiciones y Estudios, caja 18, doc. 3, f. 38)2. La importancia de esas masas residió en que “los meteoritos son los

únicos mensajes tangibles que recibimos de los espacios interplanetarios, y el conocimiento de su constitución nos sugiere nociones claras sobre la naturaleza de las masas distribuidas en esos espacios como sobre la historia de nuestro Globo” (orcel, 1973: 412). Bien lo decía Lazarus Fletcher (1898: 60), conservador de la colección de minerales del Museo Británico, “México es más notable que cualquiera otra parte de la tierra por el número y dimensiones de las masas de hierro meteórico que en él se encuentran. Se supone generalmente que ha recibido lluvias meteóricas en sitios muy distantes para explicar ese carácter”. De su importancia estuvo consciente Del Castillo, por ello realizó la empresa de sistematizar la información hasta entonces dispersa con la publicación del Catálogo, ordenado por entidad, siguiendo el recorrido de sur a norte, dividiendo el territorio en tres zonas meteóricas: la de Oaxaca o meridional, la de Toluca o central y la gran zona del Norte. El orden enlistado inicia con Guerrero, seguido de Oaxaca, Morelos, México, Zacatecas, San Luis Potosí, Durango, Sinaloa, Chihuahua, Nuevo León y Coahuila. Además, incluyó un apartado clasificatorio por tipo de piedras o rocas meteóricas, que contenía veintiocho ejemplares encontrados en Chihuahua, Hidalgo, Guanajuato, Jalisco, San Luis Potosí, Durango y Zacatecas, indicando la descripción y análisis cualitativo de una nueva especie encontrada en la masa del meteorito de Catorce. Conjuntamente, se apuntó la

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Las colosales masas meteoriticas fueron instaladas en 1893 a instancia de Del Castillo en el pórtico de la Escuela Nacional de Ingenieros, donde permanecen hasta hoy día. Su estudio por parte del profesor se remonta al año de 1880, en cuyo trabajo habla de la determinación de la naturaleza mineral hecha por el preparador de análisis químico de la Escuela de Ingenieros, Baltasar Muñoz. El presupuesto de gastos destinado para tomar los moldes de las masas de hierro meteórico existentes en el Museo Nacional y las de Chupaderos y las haciendas de San Gregorio y Concepción fue de $ 205.63. AGN, Exposiciones extranjeras, caja 1, exp. 16, f. 54.

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Figura 3. Carta de los meteoritos de México ó regiones de la República en que han caido fierros y piedras meteóricas [1893]. Fuente: Carta de los meteoritos de México ó regiones de la República en que han caido fierros y piedras meteóricas formada bajo los auspicios de la Secretaría de Fomento por Antonio del Castillo, ingeniero de minas. Director de la Escuela Nacional de Ingenieros y de la Comisión Geológica, escala 1: 10 000.000, color, 32 x 49 cm., fotografía del Fondo Antonio Alzate de la Biblioteca Rafael García Granados del Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM.

ubicación del ejemplar, ya en la colección Castillo, la colección de la Escuela Nacional de Ingenieros o el Museo Nacional. Al tiempo que se presentaron los trabajos de la recién creada Comisión Geológica Mexicana, el 29 de mayo de 1889 se dictó la disposición federal en la que el Ejecutivo prohibía terminantemente “destruir, explotar o enajenar toda clase de meteoritas” y fueron apreciadas bienes de la Nación (Diario Oficial, tomo XX, núm. 145, martes 18 de junio de 1889, p. 3; Código de Minería de la República Mexicana, 1891: 190). Asimismo, como se mencionó líneas arriba,

en 1893 se imprimió la Carta de los Meteoritos de México, que situaba en puntos rojos la ubicación geográfica de los fierros meteóricos y en azul, las meteoritas (figura 3).

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Comentarios finales

Como comentario final se dirá que la elaboración de mapas geológicos y mineros fue una actividad con gran tradición en el México del siglo XIX, elaborada por múltiples agentes: viajeros, empresarios, naturalistas y hombres de ciencia. Sería con la creación de la Comisión de la Carta Geológica, en 1886, cuando la construcción de mapas y cartas se tornó en un imperativo del gobierno y de los hombres de ciencia, y como tal, se logró el avance en su representación al constituir una actividad valiosa. El auge cartográfico se dio en el contexto en que la exploración y explotación de los recursos naturales, energéticos, como minerales y petróleo fijaron la apuesta en el desarrollo de la geología, que preconizaba a México como un país generador de recursos indispensables para el desarrollo económico e industrial. Así, la ciencia durante el Porfiriato y con ello la geología fue considerada sinónimo de progreso y bienestar en tanto saber estratégico, pues fue una ciencia muy vinculada a la minería, liderada por un hombre poderosamente político, a quien consideramos el padre fundador de la geología mexicana, el ingeniero Antonio del Castillo, que tuvo bajo su guía las instituciones generadoras del conocimiento de las ciencias geológicas. Abreviaturas

AGN – Archivo General de la Nación AHPM – Archivo Histórico del Palacio de Minería AHUNAM – Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México CGM – Comisión Geológica Mexicana CGI – Congreso Geológico Internacional ENI – Escuela Nacional de Ingenieros Referencias bibliográficas

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